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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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-- ¿Por qué gritas, bruta? Me has asustado -- le dije a @Tamarindo.

 

Le señalé el felpudo para que se limpiara los pies. ¡Cómo se notaba que no estaba acostumbrada a trabajar en el Circo! ¡Pero si se estaba limpiando en la hierba! Ay... Esta chiquilla no recordaba los paseos de la ovejita por los jardines de la Adler.

 

-- Anda, mujer, límpiate aquí y entra, que siento frío y me quiero vestir.,

 

Extendí el biombo para que ella no viera nada y me quité la toalla. Estaba poniéndome la ropa interior cuando sentí un golpe. Me puse de puntillas y me asomé por encima. Tama besaba el suelo. Enarqué la ceja, confundida.

 

-- ¿Pero qué demonios buscas en el suelo? Las galletas las tengo encima de esa mesa, junto a las pinturas de maquillaje. ¿Es que te crees que las guardo debajo de la alfombra? Es que mira que eres rara, amiga.

 

Seguí poniéndome la ropa para el ensayo. Me puse los lasters negros hasta el tobillo y las zapatillas negras de suela especial para los equilibrios, junto a una camiseta blanca de manga corta y otra encima, negra, de tirantes. Volví a mirar por encima del biombo y Tama seguía allá, con la nariz pegada al suelo. Salí y me recogí el pelo violeta con un coletero amarillo (creo que es Tama quien me dice siempre que el morado y el amarillo no pega, pero yo, erre que erre) y recogí el biombo.

 

-- ¿Sigues olisqueando las galletas, Tama? Mira, están aquí. -- Se las enseñé, aún envueltas en el papel protector que le ponía Harpo para que no se estropearan. Como no reaccionaba, empecé a preocuparme. -- ¿Estás bien?

 

Palidecí. No porque me asustara la quietud de Tama, que sí, sino porque alguien gritaba mi nombre fuera y el viento me lo traía como si fuera una pesadilla. Tragué aire. ¿Sería aquel espectro que me asustaba en mis sueños?

 

-- ¿Tú también lo oyes, Tama? -- pregunté, con algo de miedo. No estaba segura de si quería que me contestara que sí, que ella también lo sentía, o si quería que me llamara loca.

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Di un salto y las bolsas de palomitas de colores cayeron al suelo. Menos mal que las tenía cerradas o los animalitos del Circo hubieran tenido comida salada gratis durante todo el día. Moví la varita y recogí las bolsas, depositándolas con un leve movimiento de muñeca, en una de las bandejas del carrito. Lo empujé hasta la entrada del Circo. Me encontré con varios elfos que no me hicieron caso, ocupados con sus quehaceres diarios. Saludé al Enano Gruñón quien me correspondió con un gruñido, recordándome que los chillidos asustaban a las crías de acromántula.

 

- Ahora le digo a quien sea que no grite, te lo prometo.

 

En vez de ser la dueña del lugar, parecía una camarera, asintiendo a todos los que me venían con preguntas. Me acordaba cuando iban todos a consultarle a Sagitas, antes de que me hiciera dueña del negocio con ella. ¿Por qué no seguían persiguiéndola? Sabían que yo no tenía el genio tan adusto como ella que les cortaba las quejas enseguida.

 

- De acuerdo, de acuerdo. Lo tomaremos en cuenta para el próximo número, te lo prometo.

 

No creo que a la Tía Sagitas le gustara que sacaran al Basilisco en uno de los número pero el domador salió saltando y pude seguir hacia la zona de la carpa, a estas horas aún vacía.

 

Había un chico allá, jovenzuelo, ni adolescente tal vez... Aunque era muy majo. Y levemente familiar. ¿Le había visto antes? Dejé el carrito de las golosinas y las palomitas, muy cerca de él. Le hablé tras echarle un breve vistazo.

 

- ¿Quién eres? ¿No sabes que no se puede entrar en el Circo fuera de horas si no eres de la familia? - Eso era cierto, ¿cómo era que había podido entrar? ¿Sería cierto que la tía Sagitas era su tía como era la mía? - ¿Por qué llamas tía Sagitas a la tía Sagitas?

 

Creo que sonó un poco trabalenguas.

 

- Se está preparando para el entreno con la cuerda floja. Vendrá enseguida, Señor.. Señorito...

 

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Luka Gryffindor.

¡Vaya que esperar a las puertas de aquel circo me había puesto impaciente! Tanto lo había hecho que ya había tomado asiento en el suelo y había arrancado todo el césped alrededor mío, formando un círculo. Perdí la cuenta sobre la cantidad de veces que lancé un sonoro bufido al aire, tratando de llamar la atención de alguno de los miembros de aquella compañía circense que cada tanto se dejaban ver por la carpa. Sagitas, a quien sabía que reconocería por el distintivo color de su cabello, aun no me había recogido y las maldiciones se acumulaban en la punta de mi lengua. Las ahogué todas, sobre todo cuando contemplé como una mujer con un carrito se acercaba. La incipiente histeria que amenazaba con reemplazar mi actitud relajada se disipó ante las palabras de la chica.

 

- ¿Qué por qué llamo tía a mi tía? Pues porque mi tía es la hermana de mi padre, que es el hermano de mi tía ¿Por qué eso es ser tía no? Ser tía es ser hermana del padre de uno, y que el padre de uno sea hermano de a quien llamas tía.- le respondí a la mujer, tratando de jugar con su mente con aquel improvisado trabalenguas que había dicho con gran naturalidad.

 

Que se estuviese preparando para un acto de cuerda floja me bajó de sopetón la expectativa que llevaba conmigo y así lo demostró la desaparición de mi sonrisa ¿Quién podía conformarse con un acto tan clásico – y por ende aburrido - cuando lo que quería era ver la furia en los ojos de un dragón aspirando oxígeno por sus gruesas fosas nasales para luego expulsarlo como una llama que amenazara con carbonizar a todos los que estuviesen cerca? Preguntarme eso me dejó mentalmente hasta agitado.

 

- Señorito Gryffindor Dumbledore…O solo Gryffindor. También heredé el Malfoy pero Gryffindor suena más guapo- expliqué, llevándome la mano a algún punto de mi cabeza para rascarlo.- Soy el hijo de Thiago, ese que me dejó al cuidado de una mujer medio loca pero rica que me envió aquí.

 

Había aprovechado aquella perorata para sacar disimuladamente la varita que había resguardado en la parte de atrás de mi pantalón, ajustada contra el cinturón que llevaba; era una réplica de la que portaba Thiago, incluso con la figura del puma grabada vistosamente en el mango plateado. No podía mentir ¡Mis habilidades mágicas eran muy limitadas! Culpaba totalmente a la edad, dado que nadie podía negar el empeño que le ponía a las prácticas a la que Di Médici me sometía. Lucrezia estaba esperanzada en que destacara entre los alumnos de Hogwarts el año entrante y así poder sentir algo similar al orgullo; no la culpaba, dado que hasta ahora solo le había traído dolores de cabeza.

 

Había aprendido un par de encantamientos por aquí y otros por allá, sobretodo de levitación o de movimiento de cosas. Sin que Xell lo notase realicé el movimiento circular que tantas veces había ensayado y pronuncié por lo bajo las palabras indicadas, haciendo que una bolsa llena a tope de palomitas se separara del carro y flotara hacia mi mano libre. Volví a esconder mi varita y sumergí mis dedos entre aquellas delicias, tomando un par y llevándomelas a la boca. Mastiqué sin disimulo, exagerando adrede el movimiento de mis labios de un lado al otro, y no esperé a tragar para tomar la palabra.

 

- Señorita…- dije, replicando burlonamente el tono con el que la mujer se había referido a mí anteriormente.- Espero que pueda traer rápido a Sagitas ¡Que las criaturas no pueden esperar!

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Si mi pregunta sonó a trabalenguas, la respuesta del jovencito pareció sacada de un diccionario, aunque dicho con la energía de alguien irritado. Le miré un momento y me retuve, su semejanza con alguien hizo que refrenara mi lengua. Lo que decía era totalmente lógico, aunque yo le había preguntado por extrañeza ya que conocía a toda la familia y él, para mí, era un total desconocido.

 

- Vale, oka, oka. Me quedó claro que la tía Sagitas es tu tía. También es mi tía.

 

Con eso daba por zanjado el tema del parentesco, pues Gryffindor Dumbledore me parecía demasiado ambiguo para decir que pertenecía a la familia. Medio pueblo pertenecía a esas familias así que su información era casi sinónimo de nada. Cuando añadió que también ostentaba el Malfoy, me cayó fatal, pues me sonó a engreído. Cuando dijo que era hijo de Thiago, le iba a contestar que ni conocía ese nombre cuando recordé, de repente, lo sucedido en la "Ojo Loco" unos días atrás.

 

Recordé que Sagitas había tenido una rabieta cuando supo que su hermano estaba vivo en algún lugar cuando ella lo creía fallecido.

 

- ¡Ooh! - exclamé ahora, sorprendida por aquella presentación. - ¿Tan jovencito eres? Pensé que los hijos del tío Thiago serían mayores.

 

Mentirijilla, ni había pensado que el hermano fallecido de la tía pudiera tener hijos. Vi como una bolsa de palomitas salía del carrito para volar hasta su mano y moví la nariz en un gesto de desagrado. Dejé el carrito aparcado al lado de la carpa roja y me volví hacia él, con las manos en la cadera para reafirmar mi postura.

 

- No sé si eres mi primo pero sí eres un ladronzuelo. Nos debes un sickle y te cobro precio de familia. Y no soy tu criada. La tía Sagitas está vistiéndose para ensayar en la carpa así que vendrá de un momento a otro. - Mi tono de enfado desapareció al instante y le sonreí. - ¿Qué criaturas te gustan? Puedo llevarte a Los Rediles, si quieres. Tenemos de todo y más de las que se venden en el Magic Mall. La Tía Sagitas ha hecho una reserva para todas los animales que encuentra abandonados. ¡Te aseguro que los habitantes de Ottery son unos locos! ¡Hemos dado asilo a cada animalito más bonito!

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Luka Gryffindor

Aquella simpatiquísima vendedora de palomitas y otros dulces resultaba también ser sobrina de Sagitas, lo que despertó en mi cabeza varias preguntas ¿Entonces era mi prima?¿Mi hermana? No, definitivamente no, Luna era la única otra hija de Thiago que conocía ¿Cómo se llamaba la relación familiar entre dos personas que comparten tía? Además de ello, que la mujer trabajase para Sagitas me parecía algo sumamente terrible ¿La dueña de aquel circo obligaba a su familia a trabajar para ella? Rápidamente me imaginé lo peor sobre aquella bruja de la cual Lucrezia me había hablado…no en los mejores términos.

 

Dejé la bolsa de palomitas, de rayas blancas y rojas, en el suelo y apoyé ambas manos sobre el césped para impulsarme. Me incorporé de un pintoresco salto para destacar adrede mi flexibilidad ante la vendedora ambulante y le mostré la perfección blanquecina de mis dientes, incluso el pronunciado diastema entre mis paletas. Sí, mi sonrisa era particular y contagiosa; lo sabía porque todos los que me rodeaban siempre reían cuando la dejaba escapar. Bueno, “los que me rodeaban” era una forma de decir para resumir a los elfos domésticos de la mansión Di Médici, que entre tantas ordenes de la matriarca siempre encontraban en mis chistes unos minutos de relaje. Lucrezia no era mucho de mis chistes sobre flatulencias definitivamente.

 

- Tengo diez años, nací circa 2009- “circa” era una palabra que había aprendido recientemente y siempre amaba usar este tipo de palabras hasta el hartazgo- Te sorprenderá ver que soy más grande ¡Es que tengo sangre de vampiro, por mi madre Ariane! Ah, que he despertado tu curiosidad ¿Quieres verla?

 

Ya había hecho eso antes, en tantas oportunidades que mi piel lo delataba. Tomé con mi mano diestra un delgado alfiler que llevaba siempre cruzado en la gruesa tela del pantalón - para ajustarlo a la delgadez de mi cadera - y me pinché sin temor alguno la yema del índice. Ya no tenía sensibilidad en la piel de ese dedo de tantas veces que lo había pinchado para demostrar lo mismo una y otra vez; es más, aquella piel era mucho más áspera que la del resto de las extremidades de mi cuerpo. Observé con una sonrisa casi sádica como una gota de sangre rojiza y brillante emanaba, siendo el color rubí intenso una muestra irrefutable de su naturaleza vampírica. Coloqué aquella prueba de mis genes potenciados a unos centímetros del rostro de Xell, sintiendo como la pequeña y templada gota se deslizaba hacia abajo. Su reacción fue de película.

 

- Sé que no hay mucha diferencia con la sangre normal, pero lo vampiro está allí ¡Lo juro? Y sobre los animales, pues me gustaría ver los micropuff…- respondí, falseando un tono tímido y medido que utilizaba diariamente con mi tutora cuando debía pedirle algo- ¡Que es mentira, ENSÉÑAME LOS DRAGONES!

 

¡Que oportunidad me daría aquello! A pesar de ser una mujer con dinero, la señora Di Médici no poseía grandes bestias en su poder, no al menos de tal...bestialidad, algo sobre autorizaciones ministeriales según me había dicho en una oportunidad cuando le pregunté sobre el uso de basiliscos para petrificar a sus enemigos. Por un lado estaba aliviado de que las autoridades no le permitieran tener criaturas peligrosas ya que no dudaba que la tía Sagitas estaría primera en su lista de potenciales víctimas; por otro me hervía la sangre el pensar que por la burocracia - otra palabra que Lucrezia mencionaba mucho y recién había aprendido - no podía jugar con dragones bebés en los jardines. La imagen de éstas pequeñas criaturas reduciendo a cenizas los viñedos de la mansión me hizo largar una carcajada frente a la mujer de las palomitas.

 

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Me desperté en el suelo del carrito este chintofono de la Sugus y ella alli, llamando por mi porque mover un pelo por si estaba bien no entra en sus planes... que me muera alli mismo era lo de menos,,, ella no se mueve por despertarme de la desmayada que me habia llevado por entrar con los ojos cerrados por guardar su privacidad... si es que ella no es tan amable como hace ver a los demás... pero me habia despertado con el cantico de su voz diciendo que habia galletas sobre la mesa. Y eso alicienta a cualquiera a despertarse de una desmayada como la mia, una leve, no os preocupeis, es que me di un golpecito en la cabeza y se me dio por echar una siesta unos segundos...

 

--Gracias por ayudarme a despertarme, sugus... asi valen oro las amigas.

 

Estaba un poco resentida, pensaba comerle todas las galletas, total ella tiene a harapos para siempre, asi que le puede hacer mas, jaja...

 

--Y el amarillo y el violeta no van bien, son complementarios, si, pero a mi gusto no son nada combinables... te he de regalar coleteros verdes, ese color si que va bien con el violeta. Una pura maravilla de combinación +.+

 

Me levanté y me repitió (?) porque me da que ya lo habia dicho, lo de oir voces. Y si, había oido voces lejanas, pero n estaba segura de si era del desmayo o de que de verdad las habia oido...

 

--Creo que si oi algo, pero quien llama asi por ti? Ya estoy yo aqui, nadie mas tiene derecho a gritarte V_V

 

Me fui a la mesa a coger las galletas y a empezar a comerlas, estaba recien echas, o no sé como hace harapos para mantenerlas recien horneadas todo el día... tengo que aprenderme el truco este del almendruco

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  • 2 semanas más tarde...
Lo que nunca cambiaría es poder caminar, creo que pese a que un mago podía trasladarse a donde quisiera con magia de un lugar a otro no cambiaba las caminatas que pudiera tomar, el descubrir o redescubrir las maravillas de la vida, las cosas nuevas y viejas que nos podía regalar la humanidad, los recuerdos de siglos pasados o las nuevas innovaciones de las nuevas generaciones, todo en algún momento llegaría a ser historia, buena o mala pero sería parte de ella.
En mis años de auror acostumbraba mas a recorrer Ottery, sobre todo el tratar de proteger a los que necesitaban ayuda, o investigar lo que había pasado en cada mansión, por que el estado de como la habíamos encontrado, o tan solo tratar de descubrir quien era del bando bueno o del malo como le solían llamar cuando eran supuestamente clandestinos pero al final todos sabían que existían.
Mis paso me habían llevado a un antiguo mirador, quien sabe de que años era pues estaba montado sobre rocas que parecía se iban erosionando con el tiempo, desde el lugar podía el río, ademas de todo el verde de alrededor sobre todo muchos árboles, miré hacía el lugar de donde supuestamente venía solo en ese momento vi unas rejas, solo que no recordaba en que momento las había cruzado y aun peor si podía estar realmente en aquel lugar.

 

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  • 1 mes más tarde...

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No le había gustado ver todo lo que había pasado en el año...pero aquella perspectiva le hizo ver claro algo...era normal, le habían dicho, "un error lo tiene cualquiera" dijeron otros...pero él estaba un tanto confundido con tantas cosas acontecidas...con tantas dudas, con tantos sentimientos reprimidos...solo algo era claro como el agua: tenía mucho que agradecer a su tía Sagitas...

 

Sea como fuera, pero la pelivioleta siempre le apoyo, siempre tenía un comentario agradable...algunas veces le "jugaba bromas" porque era su manera de decirle que la vida es corta para perderse de la "buena que es la risa" sea que no siempre debe ser tan seria, ni uno debía ir con la cara larga por la vida...era para él un tanto difícil pero deseaba de corazón, mencionarse lo por estas fechas, paso un rato escribiendo, a veces estrujaba el pergamino y lo tiraba a lo lejos, solo tuvo que dejar de preocuparse por lo que las palabras corrieron por la hoja y satisfecho con el mensaje, lo metió en un sobre y se lo dió al elfo para que lo llevará a ese local de la pelivioleta, entonces podría recibirla y él se sentiría mejor al plasmar lo que pensaba...

 

@@Sagitas Potter Blue

 

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  • 6 meses más tarde...

Librería, tienda de deportes, juguetería, galería de arte ―nombra a los lugares en los que se había entretenido cuando el callejón Diagon ya casi recorro todo, quizá solo me falten los bares y ese tipo de lugares que sinceramente prefiero pasar de largo menciona refiriéndose a que no le atraía entrar.

 

El chico llevaba un trozo de pergamino en el que iba marcando con su pluma cada uno de los locales que había visitado. Señala también la tienda donde había adquirido a su gatito blanco que ahora le acompañaba, caminando a su lado. El mago lo voltea a ver de vez en cuando y sonríe inclinándose un poco para acariciarlo.

 

¿Y esto? ―se pregunta al darse cuenta que se había terminado el callejón y él no se había dado cuenta por andar de distraído ―nos perdimos...

 

Pronuncia mirando a su alrededor. Su gato, de nombre Bram, no se preocupa y continúa su camino, corriendo en momentos mientras olfatea la inminente naturaleza que Danny decide seguir detrás de su mascota hasta que un enorme portón con una decoración de dragón se interpone en su camino, se inclina para abrazar a su gatito y recorre de un lado a otro dándose cuenta de que se encontraba cerrado.

 

¿Quieres entrar? ―le pregunta a su gato, el que era capaz de entender y le responde con un maullido. Danny se estira, por lo tanto, y mira hacia el interior esperando encontrarse con alguien que les autorizara el ingreso a lo que parecía un enorme parque natural.

 

 

 

@@Sagitas Potter Blue

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Con la llegada del verano, muchos vecinos del pueblo acostumbraban pasear por el Parque de las Lamentaciones, para disfrutar de las vistas del lago y de los animales sueltos que pululaban por el lugar. Era una pequeña reserva de criaturas mágicas y no mágicas que vivían en un habitat natural. Había un guardián, Alekséi, que procuraba dejar claro a los visitantes que los animales no eran para jugar sino que había que respetarlos.

 

Sin embargo, con la caída del Secreto de Magia, el Parque estaba cerrado. Ahora que los muggles podían pasarse por todas partes, las dueñas habían aumentado las defensas del lugar y no había manera de traspasarlas. Todo era poco para impedir que pudieran ver criaturas mágicas. La seguridad de los animales era lo primero. Las dueñas siempre pensaban en ellos antes que nada.

 

El viejo Alekséi se acercó al detectar presencia humana en la entrada. Enseguida descubrió a un chico de pelo negro y ojos gris oscuro, con un gato que le observaba con curiosidad. El Guardián del Parque reconocía esa raza. La dueña tenía uno igual.

 

-- ¿Qué quiere? Está cerrado. Sólo se puede entrar si conoce a la dueña. A las dueñas -- corrigió al instante. Aquel lugar siempre había sido de Sagitas y ahora le costaba recordar que tenía una socia. -- ¿Conoce usted a Sagitas E. Potter Blue o a Xell Vladimir? Sólo ellas le pueden permitir el acceso.

 

Esperaba su respuesta. Aléxei era muy mayor ya pero era muy eficiente para impedir que entraran visitas indeseadas.

Editado por Sagitas Potter Blue

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