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Videncia


Sajag
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El Arcano no levantó la cabeza cuando sintió la llegada de la que sería su pupila. Ella llamó a la puerta y con cada golpe, una energía invisible irradiaba de su mano, atravesaba la puerta de la casita y se esparcía por la habitación. Sajag sabía que eso estropearía las plantas que se secaban en la zona del invernadero, junto al espacio de la cocina. La casa no tenía muros, no era grande y todo se distribuía en el mismo lugar, sólo las paredes exteriores delimitaban del dentro y el fuera.

 

Al menos de aquella realidad.

 

El Arcano de Videncia sabía que el Dentro y el Fuera sólo era una concepción espacial muy limitada entre aquellos que tenían ideas fijas y marcadas, sin amplitud de miras. De todas maneras, si ahora no abría la puerta era porque lo que tenía delante, en la zona de la biblioteca que ocupaba toda una pared de arriba a abajo, reflejaba algo que no se había esperado. La Videncia usa puertas inapropiadas, a veces. Hacía tanto tiempo que ese espejo descansaba en aquella esquina que ni recordaba bien para qué lo tenía. Sajag era un extranjero que había sido criado en escuelas mayores de Londres pero no quedaban nada de aquellas normas sociales que había conocido en su juventud. El hindú rechoncho no vestía con lujos ni se agasajaba. El espejo no era un ornamento en la sencillez de su habitácul0. Era un elemento más de la Videncia que él conocía en todas sus formas y variantes.

 

Sajag había Visto unas sombras que habían parado su lectura de un libro mántrico. Aún lo tenía en las manos cuando miró la superficie plateada del espejo y levantó la ceja, sorprendido, al ver imágenes poco definidas de una Visión que no era suya.

 

La alumna llamaba a la puerta y en el espejo se veía una demonio de pelo rojizo que hacía el movimiento que acompañaba al sonido. Sajag supo enseguida que aquella visión era de ella. Había hielo, iba descalza... El Arcano sabía que ella no sería así ni vestiría de la misma manera. Sólo era una Visión. Chasqueó los dedos sin moverse de la otra punta de la habitación. La puerta se abrió y pudo verla, por fin, tal como era en la realidad.

 

Señaló el espejo de forma impaciente. Una voz inexistente murmuraba una y otra vez: "Todos morirán, morirán por ti"

 

- Los antiguos creían que un espejo era una puerta hacia otro mundo, a una realidad paralela. Ha generado tanto miedo que hubo un tiempo en la época victoriana que se tapaban para no dejar escapar criaturas malignas. ¿Sabe cómo se llama la mancia que usa el espejo para adivinar el futuro, señorita...?

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―Sajag

 

La puerta se abrió delante de sus narices. Sus ojos verdes grandes como platos observaban la anatomía grotesca del Arcano y su estómago se revolvió por la cantidad de aromas que le golpearon entonces. Flores, inciensos, libros viejos, pero había algo más en el ambiente que le erizó la piel, como si la misma persona que le dirigía la palabra y le permitía la entrada estuviese viéndola desde otro sitio. Volteó antes de adentrarse en los aposentos del hombre Hindú creyendo que se toparía con un fisgón más lo último que vio antes de cerrarse la puerta fue el propio paisaje que le hubo acompañado hasta allí.

 

Macnair conocía acerca de historia más de lo que quisiese admitir puesto que la mayoría de las personas creerían que únicamente tenía dotes médicos y referentes por lo que asintió cuando se hizo mención respecto a la época victoriana. No había estudiado antes de presentarse, poco sabía acerca de la videncia mucho menos sobre los sueños que le seguían atormentando cada noche y no le permitían aprovechar el día pero como si su mente tuviese memoria biográfica respondió capturando el hilo de la conversación casi de inmediato:

 

―Cristolamancia, Arcano. También referente a bolas de cristal o cristales naturales― Agregó, era una rata de biblioteca.

 

Le resultaba curioso el por qué o cómo sabía sobre cosa semejante pero luego de haber aceptado la unión con otros seis demonios originales suponía que tanto conocimiento se debería a alguno de ellos, posiblemente Teido, el historiado del cónclave. Por su parte era una pizca de todos, inteligente, compasiva, tolerante, fuerte. La animago de los siete. Frotó sus manos y las metió dentro de los bolsillos de una fina túnica color ocre, sacudió un poco de polvo del suelo pateando y se dispuso de forma disimulada echar un vistazo al hogar del segundo Arcano que conocía en su vida, el arcano de videncia.

 

―Es un placer conocerlo, por cierto. Mi nombre es Arya Macnair.

 

Extendió una mano aun fría.

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El Arcano sabía que parecería un grosero por no mirar a la muchacha ni contestarle cuando se había presentado y le había dicho su nombre. Él mantenía aún la mirada fija en la escena que veía en el espejo, intentando VER más allá, desvelar el acto que le había llevado hasta allá. Pasado y futuro visibles en aquel espejo... Movió la mano y, por un momento, pudo parecer que le iba a dar la mano a la Señorita Macnair pero no fue así; un tapete de terciopelo granate bailó por el aire y se depositó de forma elegante sobre el espejo, tapando la visión. La voz, sin embargo, siguió sonando en los oídos de Sajag.

 

Se acercó a ella, ahora sí con una sonrisa bonachona en la cara. Le ofreció asiento junto a una sencilla mesa con dos taburetes bajos y puso hojas de té en dos tazas de porcelana . El agua de un puchero empezó a silbar casi al instante. Vertió el líquido en ellas y se sentó delante de la chica.

 

- Me interesa lo que usted llama cristales naturales... ¿Sabe que fueron uno de los primeros métodos de Visión en las especies inteligentes del planeta? Desde muy antiguo, se miraban los cielos, las nubes, las corrientes de aire, el vuelo de las aves... Todo era muy premonitorio. Dígame, señorita... ¿Usted ha tenido visiones premonitorias?

 

El Arcano sólo preguntaba por cortesía puesto que sabía la respuesta pero era una buen forma de empezar la relación con la que iba a ser su pupila durante unos días. Movió con parsimonia el líquido de la taza, que empezaba a tomar el color de la hoja que se había macerado durante unos minutos. Aún tardaría unos minutos más para beberlo pero le producía cierta paz mirarla antes que penetrar en los ojos de aquella mujer, mejor dicho, la demonio que se sentaba enfrente de él.

 

- Me gustaría saber si se cree capaz de interpretar el mensaje oculto en la taza de su té y decirme quiénes van a morir por usted...

 

Era duro saber y tener que verlo una y otra vez. Era duro saber lo que iba a contestar y tener que preguntarlo igualmente. Aquella mujer debía recordar que era Vidente desde hacía mucho tiempo... Muchísimo tiempo, mucho antes de que ella hubiera tomado consciencia de ello. Aquellos magos del pueblo de Ottery estaban siendo gente muy interesante para el Arcano.

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Los ojos de Macnair iban de un lado a otro de la habitación. Quizás al Arcano no le gustaba el contacto físico y por ello evitó estrechar su mano así que se mantuvo quieta en el lugar. La puerta se había cerrado, le habían invitado a pasar pero no había mucho más que sintiese podía hacer sin provocar alguna ofensa, en su mente, para con su mentor. Sabía perfectamente que los Arcano eran recelosos de sus cosas, quizás un poco más que los guerreros Uzza, así que cuando Sajag hizo ademán para que tomase asiento no lo dudó un instante.

 

Sentía curiosidad por el espejo tapado más terminó por centrar la atención en las hipnóticas ondas que el agua recreaba dentro de su taza de porcelana. Al fondo de ésta unas finas hojas que turbaban la claridad, se veían oscuras, más el aroma que desprendía el calor resultaba agradable.

 

Como no solía beber aquel tipo de infusiones imitó el accionar del hombre frente a sí para evitar hacer el ridíc.ulo. Miraba por segundos breves sus manos tratando de adivinar si levantaría la taza y la acercaría a sus labios de un momento a otro o simplemente se limitaría a esperar. Acompañada de una grata conversación introductoria, por supuesto, que le hizo negar y ruborizar a la vez. No lo sabía todo

 

—No tenía idea— respondió, ambas manos alrededor de la taza, captaba el calor. Seguido titubeó al responder, —He tenido sueños recurrentes, incluso estando despierta... no sé si a ello usted le llame premonición, Arcano Sajag.

 

El titubeó cesó. La pregunta siguiente fue directa, dura, una flecha al corazón posiblemente doliese menos. Abriendo enormemente los ojos desvió la mirada de la taza para fijarla en el arcano. Pulverizó su aura armónica con un par de orbes tan verdes como el propio veneno y sintió que su garganta se secaba víctima de algún encantamiento o maldición. No quería mirar el fondo del té, había alejado las manos de la taza y notaba como la visión de Sajag se hizo entorpeciendo, se volvía borrosa, no lloraría frente a él pero sus ojos estaban vidriosos.

 

De igual manera actuó por inercia, después de todo nadie le hubo obligado a acudir. Miró la taza, se concentró, la pesadilla de la noche anterior se materializó en su memoria, eran como flashes que le causaban dolor de cabeza y pronto la hoja pasó de tener una forma amorfa a simular la silueta oscura de un lobo. Volvió a mirarlo, desconcertada, sorprendida y algo asustada.

 

—Mi manada— Musitó en voz queda, —Ellos morirán por mi.

 

Llevaba años refiriéndose a su familia como tal, más los Macnair se habían reducido a un grupo de 4 personas, entre ellas su hermana, hija y su tía Castalia.

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Sabía lo duro que le estaba resultando la Visión pero no por ello innecesario. Sería mucho más duro adelante, mucho más adelante, cuando ya hubiera pasado las pruebas y se hubiera vinculado. El Anillo la haría más precisa, más certera... El Anillo le mostraría cosas peores todavía... ¿Estaría preparada para ese final que les esperaba a todos los verdaderos videntes? Cuando supiera la respuesta, la dejaría avanzar.

 

De todas maneras, era un buen comienzo. Su respuesta, corta, fue precisa y concreta, sin titubeos, a pesar del dolor que encerraba. Sajag era considerado el Arcano más tranquilo de todo. Los magos de aquel pueblo habían fallado, poniendo adjetivos con los que definir al grupo de Arcanos que habían llegado al Ateneo hacía unos años. Él no era tranquilo, ni Báleyr era cruel, como tampoco Rosália era apacible y Lawan un huraño... Todos eran eso y eran más. Todos eran crueles al retorcer la mente del pupilo para sacar lo mejor de ellos. Sin eso, no llegarían nunca a superar la Prueba final.

 

Por ello, Sajag siguió preguntando, a pesar de que la angustia de la mujer rebotaba contra toda la habitación y amenazaba romperla. La incertidumbre presente, la atrocidad del futuro, lo imposible del pasado... Todo bailaba ahora en aquella zona pequeña, plagada de libros que, lo notaba, empezaban a temblar en sus estanterías. El Arcano hizo un esfuerzo mental por poner todo en su sitio y que la mujer no notara que sus simples palabras habían comenzado un hilo temporal que la mantendría atada hasta que sucediera, un hilo que sería su salvación y su perdición a la vez.

 

- Lo que es observado cambia al ser observado - musitó, aún haciendo el esfuerzo de controlar la situación. No había sido buena idea destapar el espejo. Los gritos que oía eran desgarradores y le obligaban a fatigarse más en reducirlos a un susurro.

 

"Todos morirán, morirán por ti"

- ¿Pretende cambiar su futuro, Señorita Macnair? ¿Por eso quiere aprender a usar la Videncia? Hablemos de las consecuencias morales de ser una Vidente... A lo largo de mi prolongada vida, pocos he conocido que no quisieran ser Videntes para un uso altruista. La mayoría son timadores baratos, defraudadores de esperanzas, ladrones, chantajistas, truhanes a quienes no les importan hacer daño con sus timos... Otros sólo se aprovechan de los rasgos de su habilidad para arañar las visiones y decir sólo lo que quieren oír. Pocos son sinceros y cobran por contar lo apabullante que puede resultar una Visión, sea la que sea. Algunos viven a costa de manipular las visiones, otros...

 

Por primera vez la miró a los ojos. Con una velocidad inusual en una persona regordeta y entrada en años, agarró la muñeca de la mujer y puso su mano encima de la de ella. Observó las líneas de su mano, largas, marcadas...

 

- ¿Qué clase de Vidente quiere ser, Señorita Macnair? ¿Quiere vivir de su habilidad, hacerse rica en dinero o rica en atenciones o rica en pretensiones sociales...? ¿O quiere vivir la maldición de ser una Vidente? Porque, téngalo por seguro, vincularse al Anillo es la peor de las maldiciones que puede sufrir un ser vivo. No hay bondad en esta Habilidad.

 

El Arcano aprisionó aún más la palma abierta en la suya. Una vela voló a la mano y permaneció allá, ardiendo, sobre ambas, dejando gotas de cera caliente en ambas por un igual. Los dos sufrían el daño que pudiera causar aquel fuego que ardía sobre ellas, resbalando la cera mientras el fuego ardía y el aroma de la esencia que tenía se esparcía bajo sus narices, literalmente.

 

- Aspire y dígame... ¿Quienes mueren? ¿Por qué mueren? Si quiere ser Vidente, sufra y VEA... ¿Merece la pena conocer todos estos hechos?

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—Prefiero vivir bajo la maldición de la Videncia y no bajo la ignorancia de las visiones, Arcano.

 

Fue concisa. Sabía perfectamente que en el mundo existían demasiados timadores pero ella no tenía intenciones de lucrar, cuando hubo visitado al Arcano de animagia había sentido la libertad de su alma, de su espíritu juvenil, por muy perdida que estuviese más ahora, frente a Sajag, sentía la imperiosa necesidad de ser clara pues sus sueños no lo eran en absoluto y eso le atormentaba. Personalmente había conocido videntes que lucraban con el don, como Sounya por ejemplo, pero la mujer no hacía daño alguno, no como los cuatro o cinco payasos a los que acudió buscando interpretación, esos sí eran una verdadera deshonra.

 

Había respondido con la vista fija en la firme mano que aprisionaba la suya pero la voz no le tembló, si bajó dos octavos pues había sido cargada de seriedad. Pero intentó zafarse un segundo después, cuando el agarre se volvió un tanto más violento, alzando la vista para dilucidar qué estaba haciendo exactamente aquel hombre, hacía años que nadie la trataba con tanta fiereza y aquello hizo latir su corazón de forma desbocada. De repente se supo nerviosa, comenzó a sudar, al parpadear veía claramente, en la piel que se tornaba anaranjada por las luces, la silueta del lobo macerado en hierbas aromáticas.

 

Volvió a intentarlo, zafarse, pero no lo consiguió. Una vela cortó el ambiente tenso, entonces, para agregarle suspenso o quizás violencia al accionar del arcano. Tenía entendido que los Guerreros Uzza se remitían a formas de educar poco ortodoxas pero aquello escapaba a su entendimiento. La zona suave de sus manos, entre el índice y el pulgar, donde las líneas se volvían surcos en la piel, caminos del destino futuro y pasado, ardía, quemaba, se tornaba rojiza siguiendo el hilo de la cera caliente.

 

Macnair se quejó, se removió más inquieta que antes pero no fue capaz de hablar. Pronto sintió los labios entumecidos y las ideas se le escapaban por los oídos como el propio humo que ascendía en columnas hacia su nariz. Las palabras de Sajag le pinchaban los ojos como alfileres. Olía azufre, jazmines, miel. Parpadeó un momento sintiendo los aguijonazos insoportables. El último parpadeo fue eterno, la comisura de sus ojos se pegaron, fue incapaz de abrirlos pero dentro de éstos se apreciaba como las córneas iban de un lado a otro, atrapadas en su propia trampa, en su propio cuerpo.

 

El silencio se hizo presente, la vela ardía, su piel quemaba. Cuando habló, lo hizo serena, pausada, no fue capaz de abrir los ojos pues éstos estaban pegados a una visión, quizás, del futuro.

 

—Juliette Macnair morirá... por traición a la sangre. Castalia Macnair morirá... por engañar a la muerte una vez. Ámbar Delacour morirá... por veganza— se detuvo un instante, la mano que el Arcano afianzaba comenzó a temblar abruptamente —Todos morirán y yo les daré muerte... morirán por mi.

 

Un segundo después se desplomaba en la silla como si hubiese estado levitando pero sus piernas jamás se alejaron el asiento. Tenía los músculos entumecidos, la garganta seca y un sentimiento de angustia que le oprimía el corazón.

 

—Arcano— Susurró, los labios le temblaban —No deseo sacar provecho de éste don, si es que lo poseo, solo quiero salvar a mi familia...

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Otra vez lo mismo... Sajag lanzó una mirada al espejo y se preguntó qué sentiría su pupila al sentir que todos iban a morir y que ella lo sabía de antemano. El Arcano, sin embargo, no podía dejarse llevar por la empatía y debía mostrarse duro. Porque la Videncia era una Habilidad muy dura. Negó levemente y empujó la vela, que cayó al suelo. Al instante, unas gasas impregnadas en el jugo de la Rosa Mosqueta se materializó delante de ellos. Sajag tomó una y, de forma delicada, la colocó sobre el lugar donde había reposado la misma en la mano de Arya. Sólo cuando la última gota de cera desapareció y la zona estuvo recubierta de aquel olor agradable, la miró a los ojos.

 

- ¿Por qué cree que su uso es más meritorio que el del truhán que quiere robar unas monedas a pobres incrédulos que no les llega para llevarse el pan a la boca pero gastan una moneda en una Visión que les dé esperanza sobre su futuro incierto? ¿Cree que es usted mejor que ese Vidente porque usted quiere usar la Habilidad de la Videncia en su provecho egoísta de salvar la vida a quien tiene que estar muerto?

 

Los ojos de Sajag se habían hecho tan oscuros que, por un momento, parecieron los ojos del Arcano Báleyr de Nigromancia. Negros. Muertos. Leyendo su alma. Hizo un gesto brusco y un libro salió volando de la estantería lejana a tanta velocidad que, cuando aterrizó de forma brusca sobre la mesa, levantó un eco profundo en el silencio que se había instalado entre los dos presentes.

 

- ¿Por qué se cree por encima de las Leyes de la Vida y la Muerte y que puede decidir retorcer el destino de la gente? ¿Por qué cree que tiene la verdad absoluta de un Dios para dar vida a quien no debe tenerla? - Guardó un momento de silencio para que su pupila recapacitara en aquellas frases y su respuesta, antes de añadir una última. - ¿Sabe que la Muerte hace pagar un precio muy caro por cada vida que le quitan de sus manos?

 

Señaló el libro que había ahora entre los dos. Se había abierto por una página concreto. El Arcano puso un dedo regordete encima de ella y golpeó un par de veces con impaciencia.

 

- El Futuro es un campo variable en la ecuación de la Vida, señorita. La Visión en sí no es más que una esencia de lo que puede ser que será. Pregúntese... ¿Por qué está viendo lo que ve y por qué no se ve a Usted salvando a su familia? ¿Cree que saber cómo morirán y cuándo y el porqué de sus muertes le puede ayudar a cambiarlo? ¿Cree que este Poder Maldito que tenemos los Videntes sirve para cambiar el futuro más de lo que él cambia por sí mismo...?

 

Volvió a golpear el libro, con más fuerza.

 

-- Es un capítulo largo pero dígame, ¿qué opina usted sobre esta lectura de un Vidente fantasma que pasó por lo mismo que todos pasamos en algún momento de nuestra vida?

 

 

4hVJSZz.jpg?1Una noche tuve una Visión sobre mí mismo. Mi mujer murió el 12 de agosto en un atraco a un banco, de una bala en la frente, y yo abandoné toda esperanza de seguir viviendo sin ella. Me di a la bebida y a las drogas y, al final, lo conseguí, doce años más tarde, muriendo de una enfermedad hepática autoinmune. Dejé atrás una familia que no me lloró por lo mal que se lo hice pasar en ese tiempo y mi cuerpo descansó en una fosa común para indigentes, alejado de mi dulce Teresa.

Cuando desperté, me propuse que ese futuro nunca se cumpliría. Traía dinero físico a casa para que no tuviera que entrar en ningún banco y su destino no se cumpliera. El 12 de agosto se acababa y mi mujer seguía viva. Salimos al balcón, agarrados de la mano, felices de contemplar las lluvias de estrellas de San Lorenzo. Una sonrisa surcaba mi rostro, feliz; había burlado el futuro, tendríamos hijos, seríamos felices... Su mano me soltó y la vi desplomarse en el suelo, como una muñeca de trapo, sin vida. La autopsia reveló que un meteorito le había alcanzado en el mismo lugar que le había dado la bala en mi Visión. Una posibilidad entre mil millones de que pasara...

Así que yo me pregunto si Ver sirve de algo. El Futuro se empeña en cumplir su objetivo aunque tú quieras evitarlo... Lo único que evité fue la forma de reaccionar y rehíce mi vida, muriendo sí, doce años más tarde pero rodeado de amigos y familiares que me demostraron su amor y su pena.

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Cuando Sajag habló, nuevamente, aun sus ojos estaban atados al paño que curaba las heridas sobre la zona blanda de su mano. La cera había enrojecido la piel pero aquel brebaje con aroma agradable le devolvió su níveo color de porcelana. Fue por ello que no notó, que por primera vez desde que hubo arribado, el Arcano le miraba directamente y sin tapujos. La angustia instalada en su garganta cortando cualquier posibilidad de habla luego del convulso episodio de visión, la primera que tenía siendo consciente de su facultad y quizás una de tantas que no podría controlar. Y los ojos negros, profundos hoyos inciertos, del Hindú observándole, escudriñando sus pensamientos, analizando sus facciones, estudiando su reacción. Todo ello le hizo sentir regañada, fue casi como volver a ser una niña pequeña ante los ojos de un Pik iracundo.

 

—Le repito— Alzó la vista con una seguridad que carecía de propiedad en sus palabras, contradictoria, sin valentía —Yo no me creo mejor que nadie, ni considero mis intenciones o motivos superiores a los que cualquier otra persona podría tener... incluso un timador. Pero el destino de mi familia, manchado con sangre y desgracia, se debe a mi, soy la responsable de ello... debo, necesito encontrar el detalle que escapa a lo lógico, a lo que todos pueden ver, y me permita salvarles. Así sea mi vida la que de a cambio.

 

Ella no podía morir, quizás en su completa experiencia Sajag lo supiera, el pacto que ligaba su alma a la de seis demonios pares la tendría atada a la tierra pues así se quería; tanto como al infierno. Pero fue esa negativa, esa parte humana que le permitía amar, lo que sentenció a los Macnair, o al menos a los más cercanos a ella. Haber amado a Aziid al punto tal de dar a luz una bella niña cuando su destino era engendrar un varón. Haber realizado un ritual sin los conocimientos necesarios de Nigromancia para traer de regreso a su tía Sybilla cuando fue ella quien la mató. Y haberse negado a robar una roca primigenia con tal de mantener a salvo a su hermana, fueron algunas de las piezas que le llevaron hasta la pesadilla que vivía entonces.

 

Más todos sus pensamientos se diluyeron como sal en un vaso de agua tras volcar su atención en el capítulo de un libro que, de no quitar sus manos sobre la mesa, le hubiese roto un hueso, o al menos dejado una marca. Éste hablaba sobre una historia real, sobre la historia de un hombre, un vidente, que intentó por todos los medios cambiar el destino de su esposa sin mérito alguno. El pecho se le volvió de roca, casi le costaba respirar pero aun lo hacía de forma mecánica, mostrándose apacible frente a su mentor. El par de ojos que le miró, entonces, estaban colmados de tristeza, resignación y aceptación.

 

—Deseo despertar completamente mi capacidad, mis visiones. Aun y si no puedo hacer nada al respecto, aun y si se vuelve un tormento para mi, deseo ser capaz de verlo todo. Quién morirá, quién vivirá. Todo...

 

Cerró el libro tomándose el atrevimiento de regresar las manos, una sobre la otra, recostada en la cara principal del tomo.

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El Arcano escuchó todo lo que la muchacha tenía que decir. No necesitaba más. El cambio sustancial entre la primera parte de su discurso y el final fue más que suficiente para que se decidiera. Al fin y al cabo, Sajag sólo podía desear un buen uso de la Habilidad, no podía obligar a nadie a usarla bien. Al fin y al cabo, era el mismo Tiempo quien se encargaba de poner las cosas en su sitio. Si la muchacha quería o no usarla en un mal llamado sentimiento de piedad hacia sus seres queridos, aprendería lo peligroso que eso era y los riesgos para su persona y para los demás que acarreaba.

 

A veces, la Muerte no era la peor de las consecuencias y vivir toda una vida con el sentimiento de culpa era algo que podía matar más que la pérdida instantánea de la misma.

 

Fue por ello que la sonrió, con una sonrisa bonachona y apartó de forma suave el libro que ella sujetaba, sin darse cuenta, con las dos manos encima de la portada.

 

- Bien, pues que así sea. Tal vez no lo sepas pero... Ya Ves, ya eres una Vidente, desde que entraste en mi morada lo supe. Tú eres Vidente, sólo te faltaba conocer tus limitaciones y el alcance de tus poderes y eso sólo lo conseguirás con prácticas. Así que, te lo pregunto: ¿en serio quieres vincularte al Anillo de la Habilidad, sabiendo que puede ser tu perdición y tu muerte en vida? No respondas aún, tómate un tiempo para reflexionar...

 

El Arcano se levantó de la mesa y se acercó a una bandeja de fruta. Sabía por experiencia que la mejor manera de sobrellevar las Visiones que te destrozaban por dentro era recuperar la energía perdida mediante la ginesta de comida. Se la ofreció para que eligiera la pieza que más le gustara.

 

- No me contestes. Ya la sé. Si mañana a las diez de la mañana aún estás convencida de pasar las pruebas, te veré en el muelle viejo del lago de la Universidad. No te diré dónde está porque tú Verás como llegas y, por tanto, llegarás al punto de encuentro. Ve con la mente abierta a todo porque el Portal exigirá de ti lo más profundo de tu ser y has de estar dispuesta a perder todo para conseguir el ansiado anillo de Videncia.

 

El Arcano le dijo la espalda y contempló el espejo tapado que no dejaba de repetir una y otra vez su maldito mantra. Sólo unos minutos después, recordó que no había acabado la clase.

 

- Puedes irte.

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Resultaba curioso que el propio Arcano de videncia estuviese haciendo una pregunta que sabía de ante mano pero aun así quiso responder. Sus labios se vieron sellados, alzó una ceja y contempló como el hombre le daba la espalda. Soltó el aire contenido en sus pulmones de forma repentina pues había llegado a pensar que, por el mero hecho de preguntar, querría saber la evidente respuesta, y eso le sobresaltó. Sajag era extraordinario como el resto de sus compañeros más no dejaba de ser un sujeto extraño, curioso y misterioso a la vez, él todo lo sabía y aun así actuaba como si caminase por la vida ignorando la mayoría de las cosas.

 

Quizás se tratase de un hábito que debería adoptar incluso ella misma como vidente para no enloquecer. Saber más de la cuenta, manejar información que quizás no te competía, seguramente era algo duro. Pero acababa de expresar lo que quería, por completo su deseo, vincularse con el anillo y que el portal fuese capaz de darle el empujón que le faltaba para interpretar sus sueños, porque según el Hindú, ella ya era un vidente, había llegado allí siendo uno, incluso antes.

 

—Gracias— Se limitó a responder, había tomado una pera, pero ésto él ya lo sabría.

 

Puesto que le hubo dado la espalda no observó su rostro confundido, el mordisco que le dio a la fruta o el instante preciso en que la pelirroja se marchó dejando una estela de confusión y aroma a jazmines en el ambiente. Sería mejor que fuese a casa a descansar de tanta intensidad o no sería capaz de interpretar el sitio de encuentro, cosa que temía demasiado.

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