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Libro de la Fortaleza — Grupo 3


Monica Malfoy Haughton
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Eran seis magos los que se encontraban allí y esperaban por algo que aún desconocían. Algunos se conocían más que bien, guardaban el secreto de su vida y el de sus propios compañeros: eran mortifagos. Otros en cambio formaban parte del equipo contrario y también guardaban su secreto al formar parte de la orden del fénix. Miradas de recelo y sospecha se mezclaban con gestos cómplices y de amistad que iban mucho más allá de aquella simple reunión... Aunque simple solo era en las mentes de sus componentes, ya que la realidad era que sus vidas iban a dar un vuelco después de lo que les tenían preparado.

~~~**~~~


Era la misma habitación extensa, de suelos grises y paredes de piedra blanquecina. Los ventanales estaban cubiertos por cortinas blancas de tela finísima que no impedían que la luz y el calor penetrara y la decoración destacaba por su ausencia. De los seis que eran al principio solo quedaban dos sentados en el suelo y sin saber aún que diablos hacían allí. No se conocían ni habían hablado, pero ambos se miraban a través del rabillo del ojo como si algo les dijera que tenían que vigilar al otro.

La brisa movió las ventanas y llamó la atención del varón, que se removió incomodo en su improvisado asiento. La de cabellos rojos en cambio miro hacia la puerta desierta y deseó que alguien apareciera y los sacara de allí. Si hubieran sido de otra forma quizás hubieran intercambiado algunas palabras para quitarse el aburrimiento o al menos hubieran comentado sus ideas sobre el motivo que los había llevado al sitio en el que se encontraban, en cambio ambos habían elegido el silencio.

Desprovistos de entretenimiento no tardaron en notar que alguien se acercaba a la puerta. Un rostro de piel agrietada y una cabellera de trenzas blancas anunciaron la edad avanzada de un hombre al que ninguno de los dos parecía conocer. La mirada del guerrero Uzza fue fría y poco les dijo a los que se convertirían en pupilos por un tiempo; en cambio, el gesto de su mano los instó a que se levantaran y los siguiera. Ninguno de los dos dudó en que debía hacerlo.

~~~**~~~


Llevaban allí casi un mes y la forma en la que habían cambiado se notaba en sus miradas. Estar separados de sus varitas había hecho mella en ellos de una forma notable, sobre todo después de que tras cada entrenamiento se hubieran tenido que despedir de sus armas mágicas. Dado el lugar en el que se encontraban tampoco hubieran podido escapar de allí si hubieran querido, pues el río Nilo daba cuna a la travesía en la que se encontraban.

- Estoy harta de este barco – habían hablado tan poco que cuando la voz de la mujer se oyó, Jank levantó la vista sorprendido. La curiosidad del muchacho hizo que siguiera observándola aunque como ya había demostrado en los días anteriores no era demasiado hablador-, y no me vaya a decir que tú no lo estás.

Y no, no lo dijo aunque tampoco dijo nada más. Mónica arrugó la frente disgustada y pellizcó sus piernas, entumecidas al estar sentada demasiado tiempo en la misma posición aunque al igual que le pasaba a su compañero eso no hizo que se levantara. Dos o tres minutos después ya no estaban solos y ambos tomaron a la vez una posición mucho más recta.

Seis figuras diferentes pero que inspiraban el mismo respeto se alzaron ante ellos como seis estatuas divinas. A pesar de las personalidades diferentes de Jank y Mónica ambos sentían cierto temor y respeto por aquellos guerreros, quizás por los conocimientos que les habían sido otorgados. Fuera como fuere, lo que ambos pensaban y habían vivido en aquel navío no saldría nunca de sus labios ni aunque alguien quisiera arrancarle las palabras.

- Conservad nuestras enseñanzas en vuestra memoria y mostradlas a quien quienes las merezcan – la trenza larga y negra y la altura de la mujer que hablaba era conocida por los dos aprendices. La mirada felina de Asenath observó a los dos a los que les hablaba y su voz les otorgaba cierta tranquilidad, aunque durante el entrenamiento que habían recibido por parte de ella se habían enfrentado a una guerrera muy diferente. Ninguno de los dos había sido capaz de decir nada-. Nosotros hemos acabado, pero vosotros aún habéis de comenzar.

Una de los Uzzas se adelantó y se acercó a ellos, con sus varitas en la mano y un gesto agradable en la cara. No sonreía, pero su falso rostro infantil transmitía lo mismo que si lo hiciera. Era bajita, así que su cabeza no quedaba mucho más alta que la de los dos sentados sobre sus rodillas, que la observaron atentos después de que la muchacha les entregara sus armas.

- Esperamos que no olvidéis con facilidad – después de aquellas palabras Runihura volvió con los otros cinco y el grupo entero se retiró. Mónica y Jank se miraron al quedarse solos y tras levantarse, observaron a través de las cortinas como nadie quedaba en el barco.

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La brisa le sentaba de maravilla.

 

Jank, quien prefería el silencio otro día más, se había dedicado todo el viaje de regreso a observar por la proa el ascenso del navío entre las aguas del Nilo. Sentía las pequeñas salpicaduras chocarle contra la cara, y disfrutaba el sonido que ocasionaba cualquier pequeña ola al romperse contra la madera frontal que dirigía a la embarcación, la cual cortaba la corriente mediante una espada guerrera que funcionaba como Bauprés. Tan afiliada, que si se le veía venir desde lejos, parecía un gigantesco hombre aproximándose al ataque. No obstante, el contraste de las velas blancas otorgaban al barco una esencia elegante e imponente, justo lo que se necesitaba.

 

Los remos se movían con parsimonia, demasiada para su gusto. Mónica y él, como de costumbre, se habían apenas comunicado posterior al último encuentro con sus maestros. La bruja, quien se encontraba al otro extremo conquistando a la naturaleza mediante una profunda vista al nutrido río, llegaba a recordarle demasiado, al menos físicamente, a una persona tan especial que ni siquiera podía aceptarlo. Y ante los ojos de ésta, Jank seguiría siendo un simple compañero pasajero, aunque sumamente entrañable; sin palabras, no podían surgir discusiones que hicieran lamentarse, mutuamente, la compañía. Y eso, irónicamente, decía mucho.

 

Las últimas palabras de los guerreros, aunque cortas, y aunque hubiesen transcurrido más de dos horas para aquel entonces, aun circulaban en los pensamientos del muchacho. Entre cientos o, quizá, entre miles, seis personas habían sido elegidas por personajes misteriosos, de procedencia prácticamente desconocida por el mundo y cuyos poderes llegaban a rozar lo inimaginable. Volvió a cerrar los ojos. Podía sentir la adrenalina correr por sus sangre, el poder transitar por sus venas... y la responsabilidad rascando la yaga más honda de su honor. El entrenamiento había sido más tortuoso para ambos (y, seguramente, para el resto de los elegidos) de lo que se habían planificado padecer, pero estaban convencidos de que había valido la pena; incluso lo suficiente como para compartirlo.

 

>> No puedo decepcionarlos - pensó, ofuscado. Los rayos del sol se reflejaban sobre sus ojos en ese instante, como si el universo le respondiera afirmativamente -. No podemos fallarles, ¡confían en nosotros!>> De solo pensar que el esfuerzo impuesto por Merlín en persona concretando aquellos míticos contratos había sido en vano, lo aterrorizaba; todo tendría que salir a la perfección.

 

La embarcación fue descendiendo el ritmo cuando el canal se hacía cada vez más corto. Ya no sentían la fuerza de la corriente en contra; al contrario, el problema radicaba en la parte inferior, la cual se iba topando con cada vez más rocas salientes debido al bajo nivel cerca de la orilla. Por eso, al momento de detenerse a pocos metros de la arena, Jank le hizo una seña a Mónica para que se acercara. Juntos, movieron sus varitas recién devueltas y, elaborado de rocas salientes del propio Nilo (las mismas que interferían al barco movilizarse), se creó ante ellos un puente flotante que los comunicaba con la tierra.

 

Una vez pasaron, esperaron a que los nuevos alumnos llegasen. Jank se había dedicado a ojear a Mónica, cuyos ojos a la luz del inclemente sol brillaban en distintas tonalidades, puesto que uno era azul y el otro verde. Habían pasado tanto tiempo juntos en silencio que nunca parecía ser un momento propicio para averiguar sobre la vida del otro, y al menos él estaba seguro de que algo interesante tendría que vivir tras esa cortina de porcelana. Sin embargo, nuevamente, no era el lugar, ni el momento. Las agujas de su reloj de plata en su izquierda no se movieron demasiado antes de que llegaran los alumnos, a la expectativa. Dayne le lanzó una mirada ya conocida por ella, por lo que solo hizo falta un leve movimiento de cabeza para darle rienda suelta a la introducción.

 

- Se preguntarán por qué han sido citados a la orilla de este río, aquí, en el occidente de Guiza, supongo - inició, elaborando un forzado gesto con las manos para señalar lo que tenían a sus alrededores, como si no lo supieran - pero no estamos aquí para darles ese tipo de respuestas. Lo que sucederá a partir del mismísimo instante en el que se suban a bordo de este barco, se convertirá en una de las experiencias más arriesgadas y emocionantes de todas sus vidas, donde el instinto será su aliado y la confianza una sombra engañosa. Por eso, no habrán aprobados por consolación. Tampoco habrán excepciones por sus cargos o distinciones actuales en Londres. Lo que vivirán a continuación les proveerá de una experiencia que nunca antes han adquirido, de la cual seremos partícipes. Sin embargo, el resto del aprendizaje, queda de parte de ustedes.

 

Jank sintió que la garganta se le transformó en una pasa arrugada. Llevaba semanas sin alzar siquiera la voz; un discurso no había sido el mejor remedio. Volteó su vista hacia la bruja, quien con un chasquido hizo atraer del barco un pergamino quemado por las puntas, pero con las letras tan grandes que parecían salirse del papel. En éste se leía con claridad lo siguiente:

 

Sofia Elizabeth Granger G

Mei Black Delacour
Aine Malfoy
Adryanie
Valkyria Black Lestrange
Agatha M. Gryffindor
- Ustedes han sido elegidas para incluirse a esta intrigante y, les aseguro, nunca antes experimentada travesía. Cuando encuentren su nombre, quemen la parte del pergamino donde está escrito y continúen con su camino sobre las piedras flotantes, las mismas que las llevarán a su destino - la voz de Mónica hacía contraste con el sonido de la corriente a su espalda -. Una vez dentro, comenzará su entrenamiento.

 

Editado por Jank Dayne

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Su cuerpo se materializó en la zona donde habían sido convocados. El sol y el calor le recibió de golpe y tuvo que entrecerrar los ojos para distinguir rostros en las sombras que se levantaban frente a ella. Los libros de hechizos habían sido una novedad llevada por el Ministerio vestida de polémica y personajes tan misteriosos como poderosos. La promesa de un poder mayor había atraído como moscas a infinidad de magos y brujas para aprender una magia milenaria encerradas en libros de hechizos. En un mundo donde las pugnas y adoctrinamientos estaban a la orden del día, se agradecía cualquier ventaja y más para ella que no peleaba por ningún estandarte más que su beneficio propio.

 

Su túnica cambió por una de tela más vaporosa y liviana, a la vez que recogía su pelo en un moño alto. Una gota de sudor le corrió por la línea del pelo y la hizo desaparecer con el dorso de su mano. Los pies, desnudos, se aferraban al suelo firme, aunque no sabía por cuanto tiempo, al percatarse de la embarcación al otro lado del puente improvisado y que se suponía era su próximo destino.

 

Escuchó con atención las instrucciones dadas por los que serían sus tutores y tachó su nombre del pergamino, con ayuda de la varita.

 

Sólo conocía a Mónica, del otro chico no tenía noticia alguna y aquello le molestó. La información era vital en el mundo de Ainé y esperaba corregirlo a la brevedad. No le gustaba ir a ciegas y aquella no sería la primera vez.

 

«Valkyria...», su nuera estaba en la lista, pero aún no había llegado. A decir verdad, la Warlock había sido la primera en llegar, pero seguramente se irían uniendo las dueñas de los nombres allí mostrados.

 

No sabía lo que seguía a continuación, pero estaba muy interesada en descubrirlo. Se acercó a la primera piedra y sintió cómo cedía, pero sin llegar a hundirse por completo. Compensó su peso y siguió avanzando por la ruta marcada. Esperaba sólo necesitar su varita, porque era lo único que llevaba.

 

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En cuanto supo su destino, arreglo todo para no dejar nada pendiente en lo que regresaba de aquel pequeño viaje, lo único que le interesaba era hacerse de todo el conocimiento posible. Tenia que ser poderosa y no cesaría hasta lograrlo, aquello requeriría tiempo pero era eso lo que le sobraba últimamente, después de todo le habían hecho un favor al despedirla pues podía pasar su eterna existencia atesorando mas y mas conocimientos, y después de todo conocimiento era poder. No cambio mucho su atuendo al que llevo en la otra clase, solo se deshizo de las mallas y recogió su cabello en una coleta alta para que este no le estorbara.

 

Apareció como siempre en una nube de humo negro que se desvaneció para dar paso a su presencia en el lugar. Una única estudiante había llegado antes que ella y ya estaba de camino a un barco por lo que supo que ahi tomarían las clases. Había alcanzado a escuchar las instrucciones por lo que tomo el pergamino y con su varita tacho su nombre quemandolo para luego esperar paciente a que la chica frente a ella hubiese avanzado lo suficiente para poder ir detrás de ella y no estorbarse mutuamente.

 

Cuando leyó el nombre de sus profesores solo reconoció a su compañera de bando, el otro mago lo había visto alguna vez por el pueblo pero no habían cruzado palabra. Como fuera, tener a una de las Malfoy como profesora era sinónimo de calidad, solo esperaba que el otro profesor estuviese a la altura de la bruja.

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Hacía muchísimo tiempo no recibía clases, bueno si de conocimientos pero nunca las contó como clases tan impredecibles en su vida. No sabía si era porque de verdad aquella le interesaba más que de costumbre, siempre era atraída por aquellas clases que le conferían mucho poder como las clases de duelo, ya que por su trabajo con la orden sabía que aquello era muy importante así que aquella clase en particular despertaba su interés.

 

Se levantó muy temprano aquel día y faltando como 5 horas para su clase ella ya estaba lista con varita en mano, alguna pluma y un pergamino y por supuesto y lo más importante: el libro. Lo había comprado hace semanas en el Magic y no iba a negar que varias veces intentó leerlo, se sentaba algunas tardes en su cuarto a ojearlo e intentar algunas hechizos, pero todos fallaban catastróficamente, no sabía hacerlo... no sabía como usarlo, apenas podía leer lo que ponía, la clase de magia que había ahí era tan ... ¿arcaica? no sabía ni definirlo, pero no eran como los hechizos modernos que estaba acostumbrada a escuchar.

 

Con bastante experiencia que tenía ella en la academia como profesora sabía, que siempre era bueno ir lo más cómodo posible a las clases porque sabías donde comenzabas pero no sabías donde ibas a terminar y dada la naturaleza de aquella clase podía permitirse esperar lo peor. Con unos pantalones negros flojos y una camisa de manga larga del mismo color se dirigió hasta Egipto. Iba vestida como una guerrera.

 

Ya habían dos personas junto al Nilo aparte de las dos que estaban en frente, se sorprendió al ver a una de ella.

 

—Han..— Carraspeó y calló. Iba a llamar su atención para saludarlo pero supo que realmente no era un momento tan informal para andarse con ese tipo de saludos.

 

¿cómo era posible que su sobrino Jank no le haya dicho que daba clases? Por un lado se alegraba ya que sabía que el Dayne tenía muchas ganas de regresar a las aulas. Otras dos mujeres estaban ahí solo a una de ellas la había visto alguna vez, si, ya se acordaba era una ex jefa de ella de cuando Adryanie trabajaba en el Cuartel de Aurores, tiempos aquellos....

 

¿acaso nadie más iba a llegar?

 

Los profesores empezaron su discurso habitual acerca de la clase. Se adentró tras las dos mujeres para leerle su nombre en el pergamino y realizar un pequeño incendio que por poco se lleva todo el pergamino, se alegro de que aún se leyeran los demás nombres si no se llevaría la primera regañada de la clase ¿sería posible que Jank lo regañara? realmente Jank no le preocupaba mucha pero la otra mujer no se veía que soportara mucho las bromas.

 

Continuó el camino hacia las piedras flotantes los nervios se comenzaban a apoderar de ella. Le hubiera gustado tomar a Jank de la mano y que fuera con ella a su lado.

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Acababa de salir de una clase para ir a instalarse a otra, apenas sí había tenido tiempo de comer algún bocado entre una y otra, para luego dirigirse al nuevo destino al que le tocaba. Lisa ya no la había acompañado en el rápido almuerzo, pues era ahora ella la que le tocaba dar clase, y como si fuera poco, de uno de los libros. Lamentaba no haberla tenido de profesora, pero estaba segura de que igual lo pasaría bien con Jank.

 

Tanto la Knight como el Demon Hunter, junto a Elvis también, habían tenido una travesía que no contarían a nadie probablemente, los Uzza los habían aceptado como sus discípulos para aprender y luego impartir los conocimientos de los primeros libros que se darían en la Universidad. Como era evidente, Mei tenía idea de ello, aunque algo bastante básico, su puesto como directora de la Oficina del Ministro le daba el beneficio de obtener información privilegiada, aunque no toda, evidentemente.

 

En Guiza se hallaba, y caminaba en busca de las costas del río Nilo. La carta que había recibido le había indicado que allí sería el punto de encuentro de aquel grupo; no sabía quién más asistiría, pero deseaba encontrar a alguien conocido para no sentirse demasiado sola.

 

Como siempre, la tardanza era una mala costumbre arraigada, y para no variar, así era que llegaba al lugar, con algunos minutos de retraso justo para oír las palabras que Mónica expresaba al resto de personas a las cuales no prestó atención en un principio. Observó, no sin cierta sorpresa, el improvisado puente que habían formado, para luego ver cómo uno a uno iban subiendo.

 

Reconoció a Ainé de una de sus primeras clases de conocimiento que tomó hacía meses, a Sofía, claro que sí, aquella mujer que tantos problemas le había ocasionado en su tiempo. ¡Y Adryanie! Al fin alguien conocido con quien podría intercambiar más de una palabra, estaba de suerte.

 

Para cuando se dio cuenta, era su turno, y saltando en el lugar al percatarse de ello, retomó la caminata, esta vez para dirigirse al camino de rocas, no sin antes arrancar del pergamino su nombre y hacer que se quemara bajo un simple encantamiento de fuego.

 

Veo que las presentaciones no son necesarias acá – comentó por lo bajo, más para llenar el silencio que porque ese detalle le importara realmente.

 

Todo parecía ser demasiado serio, no recordaba estar en una clase con aquel ambiente. Tal vez en su vieja clase de Bando y Perfil… sí, eso era lo que más se le asemejaba, lo cual significaba que ambos profesores le daban real importancia al hecho de enseñar nuevas magias a las personas, o mejor dicho, los Uzza eran quienes le daban una importancia real a ello.

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Vestía de blanco, un color poco habitual en ella pero que le daba un aspecto celestial, resaltando su piel de porcelana y su rubio cabello. Había escogido entre su variado vestuario unos pantalones de bambula muy amplios y una blusa del mismo material que cubría tan solo su torso y pecho, dejando a la vista sus hombros y brazos. En sus pies calzaba sandalias sin taco, pues era evidente que necesitaba estar cómoda en la travesía.


Sus ojos ambar mostraban la paz que sentía en su interior. Sabía lo que seguía, o al menos lo intuía. Semanas de duro entrenamiento que la llevarían a lograr poderes más allá de los esperados.


Llegó al sitio en que había sido citada cuando ya varias mujeres se hallaban reunidas en torno a un gran barco en el que los contemplaban los profesores. Intentó reconocerlas y pudo hacerlo en la mayoría de los casos, pues todas eran mujeres de mucho prestigio. A quienes no conocía por su bando, las conocía por alguna clase en la academia que hayan impartido. Siendo profesora por tanto tiempo, y ahora directora, había compartido mucho con varias de ellas.


Su madre era una de las profesoras que se le había asignado, eso era grato. Y Hank, un ex compañero de clases de duelo, también le inspiraba gran confianza en la tarea que tenía.


Oyó con atención las palabras de sus profesores y esperó su turno para acercarse al listado para quemar su nombre en él, dando su “presente” y su compromiso en la aventura que los esperaba. Sabía que no sería fácil, pero lograrían dominar aquellos poderes milenarios que los Uzza transmitían a magos tan solo por un pacto con el glorioso Merlín.


Subió al barco con mucho entusiasmo, a la espera de grandes batallas que enfrentar.

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—Otro viaje más…—susurro la castaña apenas leer el pergamino que su elfina le había entregado apenas salió del cuarto de baño.

 

 

 

Apenas hace un par de horas había llegado de un inesperado viaje a Ecuador y ahora tendría que ir al occidente de Guiza si quería aprender a usar los hechizos que venían en aquel libro que había comprado hace un tiempo en el Magic Mall. Suspiró resignada y se apresuró en alistarse para salir a las mentadas clases. Más la nostalgia la invadió cuando al buscar una capa de viaje se topó con un suéter de niño.

 

 

 

Sentía que ya no tenía tiempo para nada y eso lamentablemente se vio reflejado cuando, por bien de Alessandro, lo había tenido que enviar a un internado en otro país. > se había repetido incontables veces > se prometió y ya habían pasado mucho o quizá lo extrañaba tanto que los días se le hacían más largos.

 

 

 

Guardó nuevamente la prenda de vestir de su hijo adoptivo y tras colocarse una túnica negra de viaje, desapareció de su habitación en el castillo Haughton. Un intenso sol la segó momentáneamente apenas toco suelo firme, hizo sombra con su mano y parpadeó varias veces hasta que logro enfocar a un pequeño grupo de magos y brujas.

 

 

 

Evitando hacer ruido empezó a acercarse a los profesores quienes al parecer habían empezado a dar las indicaciones pertinentes. Observó a los que serían los profesores reconociéndolos a los dos, Mónica era la prima de su esposo y ya habían compartido otras clases, aunque en esa oportunidad la Malfoy sería su tutora. Al mago que estaba junto a ella lo conocía de una visita al Magic Mall, jamás olvidaría la forma en que la había mirado.

 

 

 

De las demás brujas sabía relativamente poco y aquello no le gustaba y menos aún saber que subiría a un barco en su compañía. Dudo por un momento hasta que a lo lejos y casi llegando al navío, vio la inconfundible cabellera azul de su suegra. Aquello la animó así que con ayuda de su varita quemo el único nombre que quedaba, el suyo.

 

 

 

—Hola Mónica… — Saludó a la bruja y acto seguido se encaminó por el puente de piedras haciendo equilibrio e intentando no caer al agua. Apenas pisó la cubierta buscó con la mirada a Ainé, encontrándola no muy lejos de donde ella estaba.

 

 

 

 

—Suegrita… —Dijo la Warlock cuando estuvo cerca. —Me alegra ver un rostro conocido… He estado a punto de dar la vuelta y dejar las clases para luego, hasta que te vi —Añadió.

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Mónica y Jank se miraron al mismo tiempo, tal y como solían hacer cuando buscaban la afirmación del otro. A medida que pasaba el tiempo, habían dado por hecho que era la mejor manera de comunicarse y de estar de acuerdo, aunque jamás hubiesen probado otra. Ambos habían recibido gratas sorpresas a medida que los alumnos iban apareciendo, sobretodo para la bruja, que para la mayoría había resultado ser una gran referencia al ser conocidas desde antes. Incluso su hija se encontraba allí, entre las alumnas. Por su parte, Jank tragó en seco apenas divisó desde la lejanía los rostros de Adryanie y Mei acercarse. La relación entre los tres no se caracterizaba por ser constante o demasiado próxima, pero el nexo que las unía iba mucho más allá de las amistades.

 

Al momento en el que las seis brujas aprendices subieron al barco, Mónica, antes de ascender por los peldaños elegantemente, hizo que se enrollara el pergamino con un simple truco desde su varita y que saliese disparado hacia aquella habitación dispuesta para sus reuniones, la misma donde había empezado todo. Después, Jank cerró la marcha haciendo que tras sus pisadas, las rocas usadas como peldaños cayesen al río, justo a su lugar de origen.

 

Los profesores no dieron tiempo a charlas antes de que el navío, de repente, se estremeciera y siguiera el curso que tenía planificado seguir, camino que en su momento, los Uzza habían hecho atravesar a Mónica y Jank para entrenarlos, aunque ambos mantendrían el secreto. Si se hubiesen enterado de que aquella travesía ya había sido superada por un par, anularían por completo el ímpetu por el descubrimiento propio, fuerza que deberían de tener viva para enfrentar todas las amenazas que se les presentarían. Además, nada se presentaba de la misma forma dos veces...

 

Pasados unos minutos en los que el barco tomó estabilidad, Jank se apresuró a hablar. El sonido de la madera triangular dividiendo la madera agregaba un sonido de fondo tranquilizador, prácticamente imperceptible. El mago, que vestía unas bermudas y un cinturón de cuero ancho con un bolsito colgado a su izquierda, extrajo de éste último dos pequeño libros, no más grande que una nuez, por lo que los sujetó con dos de sus dedos. Al dividírselo en ambas manos, los libros emitieron un sonido similar a los de los globos al inflarse y cobraron sus tamaños y formas originales.

 

- Este - señaló el que reposaba en su diestra - es el tan aclamado Libro de la Fortaleza, cuyos misterios han venido a desvelar. Y este - dijo, elevando la izquierda para diferenciarlo - el del aprendiz de brujo - el mago les hizo una señal con las cejas, indicándoles que hicieran lo propio con sus ejemplares. Cuando los abriesen, los anillos, los amuletos y los poderes que estos conservaban se activarían automáticamente, pudiendo ser utilizados por fin - todos los libros y sus respectivos poderes tienen una conexión entre sí, por lo que controlar los que poseen determinará si están listos o no para usarlos.

 

El barco se estremeció durante un segundo, justo cuando Mónica se dispuso a continuar. El movimiento fue tan pasajero que resultó fácil de ignorar.

 

- No se harán esperar las sorpresas durante este viaje, por lo que les recomiendo colocarse sus anillos y amuletos lo antes posi...

 

La segunda sacudida fue más violeta, e hizo que el propio Jank cayera al suelo, y terminó por hacer que el barco se sacudiera por completo. Tanto los instructores como los alumnos intercambiaron miradas que destilaban conmoción. Mónica, auxiliando al muchacho, fue con él hasta la proa, y junto al resto de las brujas se inclinaron por el borde para tratar de descubrir lo que sucedía más abajo. Debido a la altura no se diferenciaban sus figuras, pero Jank podía apostar de que no se trataba de una roca o de peces comunes; eran criaturas mágicas que, por algún motivo, detenían el navío. Trataron de hacer memoria, pero ninguno de los dos recordó que, en sus enseñanzas, algo similar ocurriera. Jank sobó la madera y tomó la situación como una nueva alternativa...

 

- ¿Qué se les ocurre para saber de qué se trata y.. - otra sacudida lo interrumpió, haciendo que casi perdiera el equilibrio de haber estado más inclinado -.. calmarlo?

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Algo inestable sobre el terreno comenzó a caminar hacia la entrada del barco <<Genial ¡un barco!>> No podía estar menos contenta. Era un lobo y comotal no se desempeñaba tan bien ene el agua como en la tierra. No pudo menos que sentir un escalofrío cuando atravesa aquel pequeño camino. Se alegróde que el agua estaba...tranquila.

 

Llegaron a una pequeña habitación con olor a madera y algunos pocos muebles que decoraban la habitación para hacer un poco más confortable la estancia..eso supuso. Eran muchos para la habitación y cada vez que entraba un miembro más se iban apretujando más, hasta que al fin entró Jank. Se embarcaron hasta un viaje desconocido del cual no sabía si volverían..

 

No sabía si la clase había empezado o no, no se atrevió a sentarse en los sillones por miedo a que le regañaran, aquello parecía algo más serio que las clases habituales. El barco se comenzaba balancear de un lado para otro y ella comenzaba a marearse, solo esperaba no vomitar antes de la primera hora, ahora que lo pensaba tal vez ese desayuno antes de la clase no había su mejor decisión del día. Unos minutos después mientras Jank seguía hablando algo golpeó el barco haciendo que ella se estampara con la pared.

 

— ¡Ay! ¿qué diablos? ¿Hay una tormenta o algo así? — Otro golpe más fuerte le respondió. No, es golpe tan certero no era producto de la lluvia o el mar, era algo ...

 

Olvidó que apenas y había puesto atención al profesor, así que por supuesto aún no se ponía sus anillos ni amuletos, de hecho, todos los de ella estaban por el suelo. Se apresuró a recogerlos y ponérselos con dedos temblorosos y un barco en movimiento no era tarea fácil. Se dirigió hasta donde estaba Jank al borde, no sin antes dudarlo varias veces. Trató de divisar algo bajo el agua pero no era muy claro.

 

— Es... no sé — Entrecerró los ojos tratando de ver algo más que solo el agua — ¿será una serpiente marina? La criatura de unos 20 metros se alzó ante ellos imponente.

 

La Gryffindor se echó para atrás en un acto instintivo chocando con algunos baldes y haciendo mucho ruido al chocar con ellos. Aquello no había sido tan buena idea porque llamó su atención directamente hacia ella.

 

—Se supone que no son hostiles....pero aún así esta clasificada como XXX — Dijo tartamudeando.

 

Era imposible no asombrarse ante aquella criatura. ¿y ahora? ¿debían seguir? ¿no hacerle caso?¿luchar con ella?

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