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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Max Potter

 

Siguió caminando en dirección a la sala del retrato cuando de la nada las 6 presencias se desvanecieron para instalarse en diversas áreas de aquella mansión, haciéndole parpadear con asombro.

 

- ¡Qué extraño! - musitó rascándose la cabeza con Cang'he en un gesto distraído, sin embargo, una muchacha de pelo rubio, a la que reconoció como la prima Xell, apareció ante si, haciendo amago de querer proteger las puertas que ya no ocultaban a nadie.

 

- Soy Max - respondió a su pregunta, que a antojo del joven se notaba ruda - El hijo de Lily - completó como para dar validez a su nombre. Verdad era que sabía que su apariencia por demás no diría nada de si mismo, sin embargo, esperaba que aquella joven bruja le creyera y no tratara de atacarlo, menuda bienvenida sería si se ponía a duelear en la querida casa de su madre.

 

Espero paciente unos momentos si despegar sus azules orbes de la Vladimir, no obstante, Pallas apareció de repente con el semblante triste.

 

- Amita Xell - susurro haciendo una pequeña reverencia antes de dirigir su atención hacia el mago - El cuarto de la ama Lily ya esta listo, debería ir a descansar, lo necesita - recomendó observando su semblante cansado de forma acusadora - Ya mismo aviso a los patriarcas de su llegada - reconvino antes de agregar - En la tumbona frente a la cama esta una bandeja con comida y bebida. Si necesita algo llame a Isis, porque regresaré al castillo Evans a verificar que la ama este cómoda.

 

- Creo que antes de cualquier cosa, la prima Xell amablemente me contará como han estado todos durante todo este tiempo, además Pallas, tengo que presentarle mis respetos a mis tíos, sobre todo porque madre no esta aquí - terminó tratando de sonar convincente.

 

Ante esa aclaración, la elfina solo atinó a encogerse de hombros y caminar escaleras arriba, suponiendo de antemano que quizás la ama Sagitas como el amo Matt estuviesen en sus habitaciones.

 

Mientras tanto,el Potter siguió sonriendo frente a la pelirubia, más por que la idea de comida y descanso llegaban como bajadas del cielo y era algo que casi rogaba, sin embargo, la tensión de aquel ambiente no le gustaba para nada. Sabía por boca de la propia Lily que eso solo podía significar malas noticias, por lo que prefería estar al tanto antes de que se acercara la tempestad.

 

No obstante, no estaba tan seguro de que Xell accediese a darle toda la información por lo que esperaba que con lo poco que pudiera confiarle le diera tiempo para pensar en como obtener las partes faltantes de ese puzzle.

 

 

 

 

@@Xell Vladimir Potter Black

Editado por Lillian Potter Evans

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  • 1 mes más tarde...

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El fantasma agachó la cabeza, apartando la mirada y alejando la mano de la de Sagitas. Sintió lo más parecido a una punzada en el pecho que puede sentir alguien que está muerto. Estaba claro que, por más que nos quisiéramos, por más unidos que estuviéramos, ciertas heridas nunca llegarían a cicatrizar entre nosotros dos.

 

- El problema de esto es que yo ya no tengo un cuerpo físico con el que viajar. Correríamos el peligro de que regresara y acabase en el cuerpo de mi yo del pasado. Y no se que podría pasar.

 

Alcé de nuevo la mirada, lanzando un suspiro.

- Quien hace esto tiene acceso a ese maldito día. Y está tratando de matar a nuestra nieta. - Me encogí de hombros. - Tenemos que preparar lo que necesitaréis para ir y volver.

 

Tendí la mano para ayudarla a levantarse.

- Y si de verdad quieres, os acompañaré

 

 

 

 

Matt Blackner. Habitación con @@Helike R V PB

 

Gruñí, apartando la camiseta de mi cara, notando que la hemorragia había cesado.

- Heli....demonios, creía que los bandos habían... me puse en pie, lanzando la camiseta hacia un rincón. - Da igual, tenemos cosas más importantes que hacer. Y no, Lazarus no ha aparecido por aquí...o ya lo habría matado

 

ME acerqué a la niña, poniendo una mano sobre ella, meciéndola despacio.

- He visto Santa Tecla....el lugar donde nací. De hecho, parece la noche en que nací. Llueve, Sagitas está de parto, Jack está llegando y...Elentari está en medio de todo eso

 

Un hipido de la pequeña entrecortó su llanto, y por un momento pareció que volvía a calmarse.

- Es como si una parte de las sombras que Jack dejó pasar cuando fue a buscarme estuvieran intentando llegar hasta la niña. Se que ella lo está sintiendo todo. - miré a la vampiro. - Intentan matarla, intentan llevársela, pero aun no pueden llegar hasta ella. Creo que llora porque siente todo lo uqe pasaba ese día. Creo que ha heredado la empatía de mi.Y yo no se que hacer.

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Había estallado en furia. Aunque yo solía mantenerme impetérrita ante las malas situaciones cuando yo era la implicada, comunicándolo poco con los míos, cuando eso sucedía con los míos, saltaba como un resorte mal contenido. Ahora, eso le estaba pasando a un bebé, ¡ni un año tenía! ¿Cómo iba a estar sufriendo esta situación?

 

Estaba muy irritada. Y con esa mirada mantuve la vista en los ojos de mi marido quien se había alejado de mí ante mi explosión. Ahora se le veía más vulnerable, más fantasma, mientras su nitidez que conseguía con nuestro contacto, iba desapareciendo. Aún así, no bajé la mirada ni la agresividad.

 

-- Quieres decir que prefieres que sea tu hijo quien pase por ésto antes de arriesgarte a que tu ectoplasma pueda, en una suposición arriesgada que puede ser o no, unirse a un cuerpo...

 

Frené la frase, demasiada irritabilidad, demasiada agresividad. No era correcto, no se lo merecía. Ni él ni yo. No podía seguir por ese camino. Por ello, permanecí en silencio un momento mientras pensaba mejor lo que iba a decir y cómo lo iba a decir.

 

-- ¿Crees que puede producirse esa unión entre tu ahora y tu ayer? ¿Temes que él con su cuerpo, con su maldad poseída, pudiera tener más fuerza que tu alma espiritual, completamente buena?

 

No sé si había quedado como yo quería que sonara pero había hecho un gran esfuerzo por no echarle nada en cara. Negué ante su siguiente pregunta.

 

-- No sé lo que quiero. Temo que tengas razón y, tal vez, sí deba ir sólo Matt pero...

 

Pero.. ¿Cómo decirle que debía estar presente en su nacimiento, cuando fue robado por su padre y por aquella demonio, cuando fue separado para siempre de su familia real?

 

-- ¿Crees que él querrá hacerlo?

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- Eso es lo que temo. Desaparecer absorbido por mi yo del pasado, descontrolado y siendo un mero títere de nuestros enemigos. - dije en voz baja.

 

La miré a los ojos de nuevo. Me sentía pequeño e inútil mientras apreciaba la ira que hacía brillar sus ojos. Una ira genuina que ocultaba el miedo de la situación, de pensar que tendría que presenciar desde fuera un hecho traumático que ya había vivido como triste protagonista.

 

- Pero también me preocupa que logre vencer a mi pasado. Como crees que nos afectaría qeu mi yo de ahora se imponga a la demonio, y entre en razón? Que en lugar de secuestrar a Matt y qeu tu pensaras que había muerto hasta que apareció en tu puerta, pudiéramos criarlo juntos,en paz?

 

Apreté los puños. La situación nos ponía contra la espada y la pared, removiendo el pasado que siempre dolería y forzando el futuro a enfrentarse a un grave peligro.

- Crees que alguno de nuestros hijos sería igual? Habríamos acabado aquí? Existiría nuestra nieta?

 

Cerré los ojos, apesadumbrado, antes de mirarla de nuevo.

- No temo desaparecer si asi salvara a la niña. Lo que me da miedo es imponerme y no saber que consecuencias tendría sobre todos vosotros.

 

Me encogí de hombros ante la pregunta de mi mujer. Querría Matt acompañarla al pasado, a un momento que vivió pero del que no fue consciente? Observar como destruía su oportunidad de tener familia?

 

No tuve que decirle nada. El chico tenía la capacidad de ser muy silencioso cuando era necesario.

 

- Tenéis alguna idea de como vamos a ayudar a Elentari? - preguntó desde la puerta, con voz cansada y ojos decididos a hacer lo que fuera necesario por ella.

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Percibí el miedo de Jack en su voz; notarlo me hizo sentir mucho más miedo a mí. Mi marido, antes de ser fantasma, nunca le había tenido miedo a nadie ni a nada, siempre cazando dragones y criaturas malvadas que se le cruzaran en el camino. Cuando murió y nos reencontramos, nunca me demostró tener miedo sino Amor, ese Amor que nos unía y nos hacía fuertes y felices en una sociedad no preparada para la historia romántica entre un vivo y un muerto... Que él sintiera miedo de esa atracción de su cuerpo que le haría volver a él y convertirse de nuevo en lo que fue... Eso significaba que me amaba mucho y no quería repetir errores. Y, a la vez, sentía miedo de no cometerlos porque eso implicaría que nuestra familia, tal como la conocíamos hoy, no existiría. La dicotomía sobre las paradojas del tiempo...

 

Eso daba miedo...

 

Y le entendía, ¡oh, sí, le entendía! Pero no quería admitirlo, al menos aún no. Necesitaba mostrar un poco de fortaleza que no sentía para que viera que no sentía miedo volver allá, al momento del parto que, no sé si él llegaría a recordarlo, ya había vivido dos veces: el real, el del secuestro de Matt, y otro falso en aquella cueva en el mismísimo infierno donde habían secuestrado a Matt y fui condenada a vivir una y otra vez a revivir lo sucedido.

 

-- Estoy preparada para volverlo a vivir, Jack -- ¿Estaba segura? ¿Segura, Sagitas? -- Y tienes razón, como siempre, no podemos arriesgarnos a cambiar la historia de lo vivido sólo porque no nos guste como fue. La Historia es lo que es. Inalterable.

 

Guardé silencio y refugié mis ojos cansado en mis manos, que retorcía inconscientemente por la tensión de lo que había sucedido, de lo que iba a suceder. La llegada de Matt interrumpió mis pensamientos. Alcé la mirada hacia él y levanté la barbilla en un acto enérgico para potenciar mi mirada firme y casi desafiante.

 

-- Sí, claro que sabemos qué hacer: has de venir a tu nacimiento y salvarte y salvarla, sin interrumpir lo sucedido para que podamos interrumpir las visiones macabras de Elentari.

 

Si quería mostrarme serena, acababa de demostrar lo contrario, al mencionar el verdadero nombre de la niña sin titubear ni hacer alguna gracieta. Ese era el grado de nerviosismo que me atenazaba el cuello y apenas me dejaba respirar. Eso sí, yo siempre mi máscara por delante para ser la matriarca decidida y sin dudas que todo el mundo espera encontrar de apoyo a la familia, aunque me muriera de dolor por dentro.

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  • 3 semanas más tarde...

Me quedé mirando un momento a mis padres, en silencio. Que Sagitas hubiera nombrado a Elentari por su nombre y no como "Artagracia" ya denotaba el miedo que tenía, a pesar de lo qeu dijera y lo firme que se mostrase.

 

Ya había visto mi nacimiento...aquella vez en que había muerto y los demonios me arrastraron al infierno, donde Samara me había torturado una y otra vez, tanto física como psicológicamente, mostrándome aquel momento una y otra vez. No me emocionaba especialmente volver allí, como entendía que a Sagitas tampoco, pero mi hija me importaba más que repetir aquel suceso tan oscuro.

 

- Creo que en el Diario leí algo una vez. Se lo qeu tenemos que preparar.

 

Si, ya estaba dándole vueltas a lo que necesitaríamos para hacer aquel viaje. Como Jack me había obligado a estudiar aquel Diario desde niño, lo había casi memorizado por completo, y aun recordaba cierta mención al viaje que debíamos hacer.

- Necesitaremos una sala fresca, con poca luz...además, tendremos qeu tumbarnos. podríamos utilizar una mesa grande, o algo asi. 4 velas: 2 blancas y 2 negras. Yo traeré cristales de cuarzo y sales. Y necesitaremos hierbas...clavo, eneldo y lavanda. - LOs miré. - Podréis encontrarlas? Lo que falta creo que lo tengo en mi habitación.

 

Y dicho esto, eché a correr. Con nervio, con prisa, y con cierta ansiedad. No quería pararme a pensar en las implicaciones de lo que podría pasar si fallábamos...

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-- ¿Qué diario? -- pregunté, antes de recordar que era el de mi marido Jack que le había dejado en herencia a su muerte. Lo había visto alguna vez pero nunca había querido pedírselo. En realidad, me daba algo de miedo ver lo que podía haber escrito mi marido en aquellos tiempos tan horribles, alejados uno del otro. -- ¡Ah, ya! ¿A qué te refieres con preparar qué para qué...?

 

Me había pillado despistada. ¿Cómo en el libro de Jack pondría una solución a nuestro problema? Bueno, tampoco podía olvidar que mi marido había sido un buen cazador de criaturas y había convivido un tiempo con aquella demonio llamada Samara (¡celos, celos, celos!), seguro que había conseguido muchas experiencias en muchos ámbitos que yo no conocía y que sí, que podrían ayudar (¡más celos!, ¿qué le podría haber enseñado esa demonio que no yo, ¿eh, eh, eh?)

 

No me dio tiempo casi de reaccionar; tal como se fue, volvió, con un montón de instrucciones.

 

-- Pero ¿por qué una mesa? Será incómodo. Tal vez un pequeño colchón sobre una superfície dura. No vaya a ser que nos salgan llagas si nos quedamos mucho tiempo en esa rigídez. -- Bueno sí, eso sucedía pero sólo si estabas un tiempo prolongado en esa situación. ¿No tardaríamos tanto, no?

 

Pensé en lo que pedía, no era nada difícil encontrar eso. Lancé un suspiro largo y miré a Jack, en busca de su aprobación.

 

-- La habitación que está bajo el desván. Antes lo usaba Perenela para guardar sus utensilios del circo pero se lo ha llevado todo a la "Ojo Loco" así que está libre. Se dejó un pequeño tatami, así no nos dolerán las vértebras de la columna cuando nos tumbemos...

 

Caminé hacia allá, procurando que mi marido me siguiera de cerca, necesitaba sentir su energía fantasmal para seguir adelante. No me gustaba lo que iba a hacer, a pesar de saber lo necesario que era. Harpo también nos seguía, en silencio, cargando no sólo con las velas que había pedido Matt, sino también con almohadas, sábanas y otros complementos en los que yo ni había pensado.

 

Ojeé la habitación, oscuro y fresco. Esperé a Matt a que regresara con los otros ingredientes que faltaba. Abrí la ventana para que entrara aire y disipara esa sensación de agobio que empezaba a regir mi mente. Tenía que huir de eso. Dejé que Harpo preparaba uno de los tatamis y después me senté. Era cómodo. Sentí ganas de llorar y, en un momento de vulnerabilidad, extendí la mano hacia Jack,para que me la agarrara.

 

-- No me dejarás, ¿verdad?

 

Había mucho miedo en esa pregunta, una leve muestra de lo mal que me sentía por dentro y que no podía demostrar a nadie, ni siquiera a Matt, excepto a mi marido.

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  • 2 semanas más tarde...

Cuando llegué al sótano, me encontré a Sagitas, arrodillada en uno de los tatamis que Perenela había dejado en casa cuando se marchó por última vez, mientras Jack la abrazaba, murmurándole palabras de alivio, seguramente tratando de animarla, de que se tranquilizara. Carraspeé un poco, antes de adentrarme en la habitación.

- Yo...eh...puedes? pregunté, mirándolos un momento, antes de dejar a la pequeña en brazos de Sagitas. Volvía a sollozar, lo cual precedía, de nuevo, al llanto.

 

Tenia que preparar la zona donde tendríamos que realizar aquel proceso. Uno de los Blackner en el pasado había escrito de lo mismo. Aunque existía un pequeño problema...no estábamos seguros de si funcionaría. Hablaba de aquel ritual, de lo que podría pasar, pero no iba más allá. Su verdadero éxito quedaba bastante en el aire, asi que solo quedaba tener fe, y rezar por que verdaderamente tuviéramos éxito.

 

Junto con Harpo, preparé la zona. Las cuatro velas, formando un cuadrado, y a su alrededor, tracé un círculo con la sal y el cuarzo, lo que debería protegernos. Encendí las velas, y encendiendo un pequeño incensario, dejé arder algunas hierbas.

 

POr último, me acerqué a Sagitas con una pequeña taza, y en su interior, un líquido que parecía te negro.

- Tenemos que beber esto. Los tres. - le dije.

 

Dejamos caer algunas gotas en los labios de la pequeña, y tras esto, ayudé a Sagitas a ponerse en pie.

- Vale....la niña tiene que ir en el centro - indiqué. - Aunque nosotros antes tendremos que hacer algo. Necesito tu mano izquierda

 

Extendí la mano derecha, con la palma hacia arriba. Saqué una daga, perfectamente limpia y afilada, e hice un pequeño corte, primero sobre mi mano, y después en la de ella. Miré a Sagitas, sintiéndome culpable. Me iba a matar.

- Lo siento. - me disculpé. - Ahora tenemos que tendernos a su lado. Tu ponte a su derecha.

 

Con cuidado de no pisar la sal y los cristales. me tendí junto a la pequeña, a su izquierda, extendiendo el brazo derecho para que mi mano, con el corte del cual manaba un poco de sangre tras el corte, y dejándolo reposar sobre la barriga de la niña. Sagitas debería hacer lo mismo con lo mano izquierda. Parecía tan pequeña....

 

Las miré a las dos, preocupado. Pero la última parte había comenzado. Jack empezó a murmurar una serie de palabras en el idioma antiguo, con voz ronca, casi como un susurro que no lográbamos entender. Poco a poco el entorno se volvía borroso y oscuro.

 

Dejé de oir a Jack, y los pasos nerviosos de Harpo.

 

Olía a hierba mojada.

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Creo que si Matt llega a tardar un poco más, me hubiera puesto a llorar junto a Jack. En ese breve instante, me sentí tan vulnerable, tan poca cosa, tan necesitada de un abrazo, que sentí la necesidad de derramar ese desasosiego y hacer que las lágrimas lavaran mi alma. Todos sabemos que, tras la tormenta, sale el sol. Jack lo intuía, supongo, y me abrazaba fuerte y yo quería dejarme perder entre sus brazos.

 

Sin embargo, la voz de mi hijo mayor rompió ese momento y tensé los músculos del cuello. Debía volver a ser la Fuerte Sagitas y cargar con todo, con el pasado y el presente (y también el futuro, tras lo que había pasado en su momento con Ithilion) y hacerme cargo de la familia. Una matriarca digna, como aprendí de la forma más dura cuando llegué al pueblo, hacía tanto tiempo, y me quedé un tiempo en la Ryddleturn.

 

-- Claro que puedo. Dámela.

 

Fui un poco seco, sólo para poder retomar el equilibrio que había estado a punto de romper. Después, mi sonrisa volvió al mecer a mi nietecita. Lo notaba. No yo; ella. Ella notaba que algo malo iba a pasar y apagué toda la rabia por tener que pasar esto una y otra vez como si nunca fuera a acabar. Cuando pensaba que todo tenía un fin, que ya había acabado todo, volvía otra vez. Tomé aire con mucha fuerza y después mecí varias veces a Elentari, mientras su padre iba preparando la habitación para la ceremonia que iba a ocurrir.

 

Gruñí cuando Matt me hizo la herida con la daga.

 

-- No me gustan las Marcas de Sangre. -- No es que estuviera echándole nada en cara. Aquello quedó atrás hacía mucho tiempo pero era cierto que toda ceremonia que requería rastros de sangre me producía rechazo.

 

Dejar que la niña se quedara llorando, en el centro del grupo, dentro de aquel dibujo que había hecho Matt, fue muy duro para mí. No quería ir, no quería seguir, no quería estar en aquella habitación. Sin embargo, me tumbé y puse mi mano sobre la niña, esperando que todo fuera rápido. Otra vez estuve a punto de llorar, me sentía incómoda en aquella postura y mirando al techo, así que busqué a Jack con la mirada.

 

No le encontré.

 

Allá había una cielo claro, sin ninguna nube. No me di la vuelta aún porque sentía una terrible opresión en el pecho que no sabía si era un efecto colateral de aquel brebaje que me había dado Matt en el futuro, en nuestro presente, o si era el miedo puro y duro que sentía en aquel momento.

 

El olor a madreselvas y a violetas me recordó a mi abué, mi querida abué, quien me enseñó todo sobre cómo ser una buena sacerdotisa, amar a la Diosa y a obedecer las normas de la Orden de Avalon, quien me impulsaba a hacer crecer flores a mi alrededor, a sonreír aunque la vida no pareciera buena, a quien me enseñó a vivir tras el abandono de Jack, a quien me protegió todo lo que pudo hasta el día de su muerte.

 

A la Abué que hoy moría con el secuestro de Matt, a la abué que me cuidaba mientras le daba a luz y me protegía, la abué que fue grande y que podría sobrevivir si ahora le avisaba...

 

Alguien gritaba de dolor y supe enseguida que estaba de parto.

 

Yo gritaba de dolor.

 

Apreté a Elentari contra mi pecho y temblé. Sí, temblé, no soy tan fuerte como aparento.

 

-- ¿Ahora qué hacemos, Jack? -- le pregunté a Matt, sin darme cuenta.

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Miré la hierba a mi alrededor, con la sensación de que el tiempo se detenía. El olor a violetas y madreselva era penetrante, muy intenso. Pocas veces había visto un lugar tan lleno de flores, con tanta vida....excepto en la Ojo Loco. Me recordaba al jardín de flores azules de la mansión, a esos días en qeu Sagitas estaba de buen humor y hacía crecer todo tipo de flores en el jardín de casa, para que las mascotas y los niños jugaban.

Cerré los ojos y me llevé las manos a la cabeza. Las sensaciones que poblaban aquel lugar eran demasiadas y muy intensas, lo que me provocaba un intenso dolor de cabeza, como si un clavo ardiendo se introdujera en mi cabeza de golpe. Jack me había enseñado a controlarlo de pequeño, pero aunque tratara de cerrarme a ellas...eran demasiado intensas. Cargaban demasiado aquel lugar. Miedo, entusiasmo, dolor, y un odio que crecía.

Abrí los ojos y dirigí la mirada hacia una de las cabañas de la aldea, con paredes de piedra gris brillante. De ella llegaban dos voces, una dulce y tranquila qeu consolaba y animaba a alguien...y la otra era la de Sagitas, gritando de dolor. Ella estaba de parto, lo que significaba que Jack estaba llegando.

- ¿Ahora qué hacemos, Jack?

 

Alcé la vista, mirando a mi madre. A la Sagitas que había venido conmigo y que sostenía a mi hija con fuerza entre los brazos. Me di cuenta de que estaba verdaderamente asustada. Me puse en pie y la miré, sonriendo divertido por su pequeño error.

- Elentarí debe estar alli, en ese altar de piedra entre las flores tras la casita. - le dije. - Tenemos que llegar hasta ella y romper este bucle. Tal vez si la salvamos esta vez, podamos salir de aquí.

 

Un nuevo grito de dolor me hizo desviar ligeramente la cabeza, antes de volver a mirar a Sagitas y hacer una pequeña mueca, casi de disculpa.

- Venga, vamos...tenemos que llegar hasta alli

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