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$$ Comercio de Muggles $$


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La expresión en su rostro y su comportamiento demostraba su preocupación y desconcierto, mantenía el ceño fruncido y caminaba de una dirección a otra dentro de la casa. En las últimas horas habían llegado noticias o, mejor dicho, rumores de las que hubiera preferido oir de una y con una diferencia de tiempo de al menos dos horas, para que al menos el intento de procesarlas puediera ser posible. Sin embargo, el resultado había sido aquel y no culpaba su elfo por precipitarse, ya que sólo trataba de ayudar desconociendo sus preferencias.

— A ver... repasemos —pidió, al fin, sentándose sobre el primer asiento que estaba a la vista, el cual no era precisamente el más comódo pero no importaba.

— ¿Seguro escuchaste la palabra «muelle»? —no podía confiar; su elfo sólo era un mediador de rumores del Callejón Diagón. Desconocía en qué se había transformado ese sector del mundo mágico ya que esos días había decidido dar vueltas en Londres intentando hacer su parte con las criaturas mágicas que aparecían deliberadamente e intentando mantener la seguridad dado sus ideales de la Orden del Fénix.

Llevó la manga de su túnica a su boca manteniendo aún la conciencia de no morderla para no estropear la tela. Cuando el elfo asintió ella sólo se dispuso a levantarse y seguir con el recorrido sin rumbo e inconciente dentro de la casa. Quería crear un plan pero tampoco tenía la certeza que encontraría lo que buscaba y en parte prefería no encontrar nada.

— Sólo quédate aquí pidió, mirando por la ventana y reconociendo que pronto oscurecería. Juntó ambos paños de las cortinas y aseguró los cerrojos, por más que los hechizos hacían su parte cuando se trataba de proteger su casa, no debía confiarse—. No salgas ni te acerques a las ventanas.

Dado los acontecimientos recientes consideraba que ese mundo se estaba convirtiendo en oscuro y cruel. Podía esperar cualquier cosa y el saqueo a las casas era una de sus preocupaciones. Si bien, era una casa pequeña que pasaría desapercibida a la vista y no pertenecía a un apellido importante, pero estaba en una de las calles más transitadas cerca del Valle de Godric.

Había notado que en los últimos días las calles se mostraban desiertas y sin movimiento, por lo que no se había sorprendido al encontrarla de esa manera en ese momento. Tras pensarlo por unos minutos decidió el método más espontaneo y menos peligroso de viajar hasta Londres, mediante polvos flú; aunque a la vez era el que más tiempo se requería. Recordaba que el refugio ofrecía ese servicio.

Aunque tenía la sensación de que no ocurriría nada si decidía cruzar ese trayecto en escoba, resultaba peligroso y aún tenía la necesidad de ocultarse para mantener su seguridad. Creía que los muggles podían ser aún más peligrosos. Tenía sus razones para pensar así dado que había convivido con ellos toda su infancia, estaba pendiente de las noticias diarias y bastaba con sólo escuchar la historia mundial y general para conocer lo que eran capaces de hacer.

La maldad no la determinaba las habilidades mágicas.

* * *



Al llegar al muelle lo vio. Un cartel visible, en esa ocasión, iluminado por la luz de la luna. Se podía leer las palabras «Comercio de muggles». Subió la capucha de su túnica para que cubriera gran parte de su cabeza y su rostro, y se dispuso a entrar, preteniendo que su identidad no fuera reconocida.

Al hacerlo lo primero que vio fue una subasta y le llamaba la atención los rostros de algunos muggles que parecían disfrutar estar en ese lugar. Desconocía bajo qué maldiciones se encontraban, pero también aseguraba que a veces la mente y los pensamientos de las personas podían ser modificados con simples promesas.

Visualizó unos de los asientos que ofrecían a los visitantes y lo utilizó. Era consiente que su presencia en ese lugar estaba favoreciendo el comercio, pero necesitaba tiempo para pensar en cómo podía hacer para que las cosas fueran diferentes. Podía hacer que desapareciera gran parte de la escenografía pero no servía de nada los hechizos pasivos.

Atacaría indirectamente a las personas que estaban ahí y lo haría sin que los demás lo notaran, vio a una mujer a unos metros de ella y pensó:

«Embrujo Punzante».

Su rostro se desfiguraría.


@@Danny Lestrange @ @@Eobard Thawne (Si se quiere unir o/).

 

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Padre Andrew

En la Mansión Potter Black

 

Sí, el Padre Andrew era valiente, aunque no tanto. Contemplar a la mujer de pelo violeta, cambiando de ropa con un movimiento de aquel palito le produjo algo de miedo, que no había sentido cuando decidió ir a aquella casa. Había hecho bien al pensar que aquello era una arma. Sin dejar de mirar aquel palito, el sacerdote hizo el ademán de sentarse en uno de los sillones. No pudo hacerlo porque alguien, a su espalda, le preguntó casi lo mismo que la otra mujer.

 

El Padre Andrew levantó las manos, aún antes de saber que estaba siendo amenazado por otro palito. Se giró despacito y miró al desconocido, antes de recapacitar que era él el desconocido en aquella casa.

 

- Por... la puerta, he entrado por la puerta - contestó al hombre de pelo rojizo. - ¿La Señora Sagitas es su madre? Pues es una Dama encantadora que me ha dejado pasar por... la puerta.

 

Sabía que estaba balbuceando pero en aquel momento había perdido el empuje que el vino de la misa le había dado antes. Si hubiera esperado unos minutos a rumiar la idea, no hubiera venido a buscarla, no se lo hubiera pedido al espejo...

 

- ¡El espejo! - Bajó las manos para sacar aquel espejo que con su magia azul le había llevado delante de la verja de la entrada. - Este espejo que me regaló la señorita Xell Vladimir para contactar con ella. Lo usé una vez hace días, muchos días, usted se asomó a él...

 

Se sentía algo tonto diciendo eso. Un espejo mágico... ¡Para ellos debía ser algo muy normal y corriente!

 

- Necesito ayuda. Han secuestro a un parroquiano y... ha sido uno de los suyos. Mago, un mago.

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Mansión Potter Black:

 

Esperaba que el Padre Andrew se pusiera cómodo para seguir bombardeándolo con mis preguntas pero no pudo ser. Mi hijo Matt apareció de repente en el salón, con una brecha de la que manaba sangre, hablando sobre una pista de algo. Ni idea, tal vez era una pista forestal donde llevar a pastar a las acromántulas o una pista de aterrizaje para los aethonats... La cuestión es que le dio un susto de muerte al pobre cura que había venido a nuestra casa.

 

-- ¡Matt! ¿Y tus modales? El Padre Andrew es un invitado y, como tal, no puedes amenazarle con la varita, al menos antes de tomar un té. ¿Con azúcar, padre?

 

Entraron varios elfos con bandejas de plata sobre las que había café, té y pastas. No sé si era lo apropiado para un resopón a aquellas horas de la noche pero si teníamos que desmemorizarlo después, no creo que le importara. De todas maneras, creo que ni me oyó por los nervios al hablar con Matt. Me levanté hacia él.

 

-- Vaya patriarca estás hecho, chorreando sangre delante de él. ¿Y si se marea por verla? Anda, ven, cielo, siéntate en el sillón y deja de intimidar al pobre padre Andrew.

 

Que me hubiera llamado Dama me produció satisfacción, al menos que con eso me quisiera llamar vieja. Con mi varita, apliqué un...

 

-- ... Episkey. ¡La Diosa te acoja, muchacho! ¿Cómo te has hecho eso? ¿No te tengo dicho que no te metas en peleas? Padre Andrew, este maleducado es mi hijo Matt Blackner, es muy amable aunque no le gustan los extraños.

 

Eché una mirada al espejo y arrugué la nariz en un gesto de semi-enfado.

 

-- Le dije a Sean que se lo cogiera. No es conveniente que un muggle, es decir, un no-mágico, tengo objetos mágicos en su haber, no es nada conveniente. Xell va a recibir un rapapolvo por ello. Aunque creo que se lo di la otra vez que usó el espejo.

 

Me senté y tomé un té, más por respeto a mis horarios de sueño que porque me apeteciera. Si era posible, me iría a dormir cuanto antes. Escuché, por segunda vez, lo que decía del secuestro y suspiré. Tal vez hubiera hecho mejor en tomar un café, aquello iba para largo, seguro.

 

-- Ya que estamos todos presentados, explíquese... ¿Para qué quiere un mago secuestrar a un muggle? La mayoría los considera por debajo de los elfos y los que nos gusta su comunidad, no secuestraríamos a nadie.

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Mansión Potter Black

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La bruja acababa de llegar a la mansión de su hermana, agotada y cansada de estarse moviendo de un lado a otro con la intención de no mostrarle el mismo lado del trasero al enemigo; se frotaba un lado de la cabeza esperando poder espantarse la enorme migraña que le estaba dando y que le estaba advirtiendo que le iba a costar una muy mala noche cubriéndose el rostro con una almohada muy gruesa, un antifaz para sueño... y una tonelada de aspirinas

 

-SAGITAS!!... oye hermana, necesito ayuda porque estamos rotando las mansiones de la familia para escape y me han mandado que te pregunte si... se puede... que...

 

Se detuvo en lo que había llegado vociferando, como siempre sin andarse fijando en lo que tenía delante o si estaba interrumpiendo alguna reunión importante; así siempre había sido ella, de entradas abruptas y sin avisar o advertir a como tenía de costumbre en su juventud pero definitivamente no era lo que esperaba encontrarse delante al momento de ingresar en la zona donde se encontraba su hermana

 

Se quedó quieta, casi congelada mirando lo que tenía delante como si pensase que se trataba de algun tipo de alucinación...

 

No podía ser...

 

Todo el esfuerzo que había hecho hasta ese momento... y ahora...

 

No supo en qué momento perdió un poco de control que sus ojos rojos destellaron fuertemente y emitió un chillido agudo similar al de la carne al quemarse en una sartén hirviendo y golpeó su espalda contra uno de los muros detrás de ella, mostrando toda la dentadura al sujeto que estaba en aquel lugar mientras retorcía los dedos como una forma de mostrar las uñas, sintiendo algo hervir dentro suyo tan solo por el trabajo de quien fuera que fuese aquel tipo en la casa de su hermana

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«¿Quieres pagarnos quince mil por un muggle especializado en geología? Con semejante avaricia, sólo conseguirás que te maten.»

-Ni siquiera es para mí; planeaba enviarlo como regalo un amigo. -ladeó la cabeza hacia la izquierda, mirando al vendedor, de mediana edad y bigote de manillar, por encima de las gafas-. Le pagaría lo necesario, si fuera con mi dinero. Pero como sólo soy el intermediario, pues...Hay restricciones.

Black Lestrange ni siquiera se esforzó en regatear, porque sabía que era un caso perdido. Igual que Nash Wells, quién le había pedido que fuera allí a ver qué se cocinaba. Había entrado sin problema a la bodega en la que tenía lugar la venta de no mágicos; la metamorfomagia y el uso de la maldición imperius eran herramientas bastante útiles, aunque su apariencia fue lo bastante sombría como para que lo dejaran pasar.

«¿Por qué les gustan tanto los depósitos para hacer ventas? Aunque la acústica es buena, debo admitirlo».

Decidió rondar entre los distintos espacios en los que la oferta y la demanda variaban cada ciertos minutos. Irónicamente, se sentía como la famosa bolsa de valores no mágica. Tan lejos de Wall Street. No tuvo más remedio que acercarse a un pequeño módulo que ofrecía bebidas de dudosa procedencia, porque no puede haber transacciones ilícitas sin alimentos.

-Me encantaría probar el peor brebaje que tengan. De otro modo, no sé cómo voy a sobrevivir otros diez minutos aquí.

Colocó las finas hebras de la cabellera platinada detrás de la oreja izquierda. Debía admitir que ese tono no le favorecía, pero tampoco iba a ponerse a mutar en medio del gentío; suficiente era lucir lentes oscuros en interiores. Hasta parecía que lo hacía a propósito, pues no llevaba el rostro cubierto.

Activó el anillo de escucha con disimulo, buscando conversaciones sin la debida protección. Pero más que el murmullo, su atención la captó un destello que iluminó temporalmente la estancia. Un embrujo punzante, que seguramente terminaría en la cara de otra persona.

-Ugh, prepárense para los problemas. -susurró, girando los ojos hacia su pierna derecha, donde su varita estaba contenida en un compartimento del disfraz cambiante. Justo a tiempo, tomaba el caballito con el veneno que había pedido.
Editado por Eobard Thawne
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Matthew Triviani Black

Espía del Ministerio Mágico

 

 

Oficina del Ministro Mágico.

 

Se llevo una pipa a los labios e inspiro con suma calma, disfrutando del tibio aire que bajaba por su garganta. Habia mantenido el mito del fundador intacto durante todo ese tiempo, desde su ingreso hasta ahora. Sin embargo, todo era una pantomima, útil de alguna manera, no podía negarlo, pero al fin y al cabo era un gran teatro. El eco del rumor que necesitaba confirmar retumbó en su memoria, aquellas palabras que su informante le había dicho llego años atrás hacia los oídos de Black y que se había ocultado entre los inquisidores, había llamado su atención desde el primer día, cuando encontró archivos clasificados que debían haberse destruido. Estiro el cuello con un gesto de profunda reflexión y soltó el humo, el cual formo una enorme de nube blanca que atravesó al ponerse de pié.
Se dirigió a las llamas arrastrando la túnica negra que caía pesadamente desde sus hombros y agarro con una mano las vísceras, órganos y huesos que había dejado previamente sobre una bandeja cerca de la chimenea. Las arrojo al fuego; tenia algo de hambre y su alma de Licántropo necesitaba nutrirse con aquellos manjares. Se hincó e inspiro los humos que emanaban de las negras llamas de fuego que refulgían con un brillo extraño. Observó el interior buscando un indicio certero entre tanta ilusión y mentira, los dejo ahí, ardiendo en aquella chimenea mientras enviaba unas notas para llevar a alguien hacia los puertos donde comerciaban muggles, necesitaba un acompañante que distrajera a la multitud mientras él metía sus manos por los telones.
Caminó hacia la puerta de roble y giro su perilla, observo sobre su hombro la oficina, la cilla vacía y el vaso de Whisky a medio terminar de su padre y salió de ella para desaparecer a mitad del pasillo.
@Oriánthi @

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Fijó su penetrante mirada color plata sobre aquellos cristalizados ojos color pardo, que se mentían estáticos y vacíos, completamente carentes de vida. —Maldito infame, no eres inútil que ni siquiera sirves como rata de laboratorio —. Siseó entre dientes arrugando su respingada nariz de forma despectiva; el suero que le había aplicado doce minutos atrás había acabado con su vida hacía tan solo cincuenta y tres segundos, según había contado.

 

¡Madame! ¡Madame! — Los chillidos de Hugo resonaban en el estrecho pasillo de aquel escondrijo en donde se encontraba su laboratorio clandestino, seguido del sonido de sus atropellados y huesudos pies sobre la superficie rocosa y húmeda que previno su llegada a la pequeña y desordenada habitación en donde se encontraba la esbelta figura de su ama, erguida junto a una mesa metálica donde reposaba un hombre completamente desnudo.

 

—No estoy con humor, Hugo —. Le advirtió, cerrando los ojos y llenando sus pulmones con aire, al mismo instante que apretaba con fuerza la varita de espino que empuñaba en su mano izquierda. —El Señor Tiviani… —hizo una pausa para estabilizar su dificultosa respiración—El Señor Mathew…—masculló intermitente la criatura, sosteniendo entre sus dedos un trozo de pergamino.

 

—¡¿El Señor Mathew qué? —Indagó con exasperación girando sobre sus talones para entornar los ojos en dirección al elfo. —Quiere… quiere que vaya al Comercio de Muggles, madame —Titubeó, escondiendo medio cuerpo detrás de uno de los estantes que albergaba un centenar de frascos con diferentes ingredientes. — ¡¿Tanto te costaba decirme eso en un principio?! Deshazte de la basura — le ordenó, moviendo sus ojos al cuerpo maltrecho que estaba sobre la placa metálica. — ¡Ahora!

 

Bufó, haciendo que las finas hebras de su cabellera rubia platinada se mecieran por su suspiro, intentando recuperar un poco de la cordura que le quedaba, porque la paciencia ya la había perdido por completo. Avanzó con firmeza desapareciendo por el pasillo dejando atrás aquella calamitosa escena y volviendo a materializar su cuerpo en las orillas del muelle, haciendo que la suave brisa veraniega arremolinara su extensa cabellera, llevando consigo el característico aroma que desprendía la banshee.

 

—Mas te vale que no me hagas esperar —. Analizó a cada uno de los presentes, hasta que lo encontró, una sonrisa torcida se reflejó en sus labios rojos carmín inmediatamente. —Mathew …—Canturreó acercándose por uno de sus costados para depositar un beso en su mejilla, como siempre hacía.

 

Un incesante picor se manifestó en todo rostro seguido por sensación de hinchazón que comenzó en sus labios y terminó entorno a sus ojos. — Finite incantatem—. Musitó, apuntando en dirección a su rostro, dejándolo nuevamente en la normalidad. —¡Con mi vanidad nadie se mete, maldita perra! — Volteó a la bruja que reposaba en una banqueta y, apuntando su ara mágica hasta ella moduló: —Mophos.

 

El zapato de la mujer que la acababa de atacar se transformó en una avispa marina; sus tentáculos envolvieron su pie penetrando su piel, ocasionando que el veneno se colara por su torrente sanguíneo.

 

 

 

 

@ @@Eobard Thawne @@Sherlyn Stark @Oriánthi

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El mundo realmente estaba de cabeza. Después de tantas cosas que solían ocurrir tanto en el mundo mágico como en el muggle, jamás imaginó que pasaría algo como lo que estaba por descubrir. La gente hablaba y el rumor iba creciendo mientras pasaba de boca en boca, quién sabe cuanto de lo que se decía era verdadero, pero de algún lado debió haber salido. Danny no podía creer aquello, parecía sacado de una pesadilla o un cuento surrealista.

 

—¿Y esta invitación?

 

Se pregunta cuando caminaba de un lado a otro en el interior de su hogar y de pronto se desliza un sobre por debajo de la puerta hacia el interior del salón. El mago camina hasta allá y se inclina para tomarlo, lo mira de un lado, del otro... no parecía nada fuera de lo normal pero tenía su nombre impreso a lo cual el muchacho se extraña. No había dado su dirección a nadie todavía, ¿Quién podría saber que él vivía allí?

 

—Subasta de... ¡¿Qué?! ¿Qué es esto?

 

Exclama sin precaución, realmente jamás le había importado que le pudiesen oír y en ese momento mucho menos. Todo estaba tan confuso, Danny pensaba que todo aquello era parte de una broma por lo que no hace caso durante un par de horas. Pasado ese lapso, el chico comienza a sentir la intriga dentro de sí, por lo que se prepara para dar un paseo al dichoso muelle y para ello se le ocurre sacar su escoba, se monta en ella y sale volando hacia el lugar.

 

No tarda mucho en llegar, y al hacerlo observa un enorme cartel obviamente diseñado por magos debido a los efectos que solamente podrían obtenerse por medio de la magia. Por todos lados se veían personas animadas, podía darse cuenta de que había tanto muggles como magos. Un ambiente extrañamente festivo, así que decide dar una vuelta para echar un vistazo mientras lleva su escoba con una mano a manera de báculo.

 

—¿Pero a quién tenemos aquí? ¿También vienes a ser subastado?

 

Se escucha una voz alegre que Danny no percibe debido a su sordera, pero que perfectamente traduce al observar el movimiento de los labios de nada más y nada menos que uno de sus ex compañeros de la escuela muggle en la que había tomado clases durante algunos años. El mago lo mira con la boca abierta, su rostro demostraba total asombro al ver a su amigo ahí, y de pronto Danny se molesta tanto, que jala de la oreja al chico muggle sin hacer caso de sus quejidos hasta alejarse de la multitud para luego preguntar a viva voz.

 

—¡¿Estás loco?! ¡¿Qué rayos estás haciendo acá?!

 

 

 

 

@@Sherlyn Stark

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Arremango la camisa hasta su antebrazo y sonrió al ver la Marca Tenebrosa, viva y repleta de magia, casi deseando ser usada. Oriánthi saco su varita y rasco tras su oreja pensando en donde estarían todos ahora, después del pequeño disturbio en el Castillo Black las cosas no volvieron a ser las de antes. Sintió un ardor que recorrió toda su columna vertebral hasta llegar a su cabeza. Eso solo era posible gracias a la conexión que tenia con su hermano, algo tan único y maravilloso, como molesto. Podría llegar a estar en apuros, y quien mejor para terminar el trabajo de otros, que la mismísima Black.

Al fin podre matar a mi est****o hermano. bostezo.

Gracias a sus conocimientos de Videncia, adquiridos de manera totalmente ilegal en una de las tribus Africanas, pudo reconocer el lugar donde se encontraba el gitano. Solo tuvo tiempo de dar un par de pasos y pensar a donde tenia que dirigirse exactamente si no conocía en absoluto aquel muelle, luego escucho la campanilla de la puerta de servicio y corrió para que nadie la viera.

¡NO! dio un grito ahogado, se estaba olvidando su botella de vodka.

Corrió hacia la puerta y tomo su chaqueta de cuero, desapareciendo al paso del segundo escalón de la entrada.

Que comiencen los juegos del hambre. (¿

Las letras, trazos ardientes de colores escarlata, flotaban frente al galpón principal. Sus pasos eran seguros, si mirada gris se encontraba perdida por los presentes, sus facciones no demostraban algún tipo de emoción y realmente despreciaba a los elfos que estaban vendiendo en el lado izquierdo... Se lamentaba el no haber traído los suyos, estaba algo necesitada de dinero, y ellos podrían haberle servido.

Tan distintivo traje, y peculiar postura recta. Solo tenia dos opciones; Aaron o Matthew.

Parecían ser cortados con la misma tijera, el gitano había heredado el buen porte y gusto de su padre, y la locura inmensurable de nuestra madre. Una mujer de cabello platinado había besado su mejilla, lo cual le había causado nauseas, odiaba las demostraciones de cariño en publico y en privado también, pero eso era otra historia... Se acerco y vio su rostro deformarse, llevo su diestra a la boca para tapársela antes de largar la carcajada.

Yo si fuera tú, la asesinaría se acerco a su oído sin siquiera conocerla , conozco más formas de matar que cualquier ejercito muggle. sonrió y le ofreció un poco de su vodka. Y bien, hermanito, ¿para que soy mala? o buena? ni modo, estoy aquí. resopló dejando caer su cuerpo sobre su pierna izquierda, apoyando sus manos en la cintura.

 

 

 

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Mansión Potter Black

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El elfo doméstico se había aparecido en aquellos momentos sacudiéndose su pequeño uniforme mientras que despotricaba en interno por esa costumbre que tenía su ama para desaparecerse sin avisarle; estaban siendo extremadamente cuidadosos para que los traslados de la familia inmediata se llevasen a cabo sin ningún problema pero entonces a la bruja pelirroja se le ocurrió que podían pedirle a los familiares que apoyasen permitiéndoles pasar al menos una semana en cada una de sus mansiones.

 

Todo mientras el viejo Cézsar seguía incansablemente limpiando todos los sitios que estaban próximos a ser utilizados como hogar provisorio para la familia pero entonces... entonces...

 

Había surgido aquella nueva posibilidad y para cuando el elfo había vuelto a dónde se suponía que estaba su ama esperando a que el elfo diera aviso que todo estaba listo para recibirlos, la condenada mujer había desaparecido; el elfo se había pasado una de las manitas por el rostro antes de seguir el rastro mágico de su ama hasta llegar a la mansión de los Potter Black donde la encontró efectivamente pero esta, se encontraba pegada a un muro como si le hubiesen arrojado algo quemante o muy doloroso, los ojos demasiado abiertos

 

-Ama pero qué...? -había comenzado a cuestionar el elfo para luego, observar al humano en aquella sala y el mismo abrir mucho sus ojos -por Merlín, señora Sagitas, qué hace esa persona en este sitio!?

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