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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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Maida no tenía mucho más objetivos en la vida y realmente parecía haberse recluido en la Manor Yaxley sin posibilidades de salir próximamente, sin embargo, los eventos relacionados con la Marca la obligaron a salirse de su clausura. No se sentía mucho más contenta por ello, pero bueno, había salido de Ottery y decidió resurtir un poco su despensa de ingredientes para pociones que se hallaba un poco más que abandonada. No se había arreglado mucho, aunque claro, esto no era muy distinto a sus años anteriores, ya no era una bruja vanidosa, de hecho, esa parte de su vida como jugadora de quidditch la había molestado un poco, de cuando en cuando debía lucir de cierta forma para los viajes y las conferencias de prensa de los TT. Hace poco había recibido mensajería a través de lechuza por parte de ellos, ¿tendría aún la capacidad de volver a quidditch? 

Luego pensamos en eso —murmuró tirando la trenza hacia la espalda y metiéndo la mano en una especie de canasta dónde tenía lo que había comprado hace un rato—, raíces de acónito, belladona, polvo de paraíso, ramas de visnaga y extracto de cicuta —enumeró. 

Alzó el rostro hacia las tiendas aledañas y se preguntó si aún estarían vigentes sus contactos en las tiendas de artefactos tenebrosos, no tenía intenciones de comprar nada más, pero siempre era importante mantener ese tipo de ramificaciones en el mundo mágico. Aún no había descubierto cuál había sido el movimiento que la había delatado con Sagitas en cuánto a su identidad de Vuelapluma, pero realmente tampoco le importaba mucho, es decir a lo mejor era hora de descubrirse como Vuelapluma en la sociedad, ya casi nadie lo leía en las últimas publicaciones, no iba a ser un gran escándalo. Y la familia a la que protegía del secreto, ya no existía. Jamás se había destacado como un bruja de personalidad apabullante o físico despampanante, realmente por lo único que había sobresalido y salido de su cómoda clandestinidad era la posición de guardiana en los TT; pero había algo más que se había apagado en ella, sus ojos, casi siempre azules, parecían querer apagarse aún cuando la luz le pegaba a los ojos, la búlgara caminaba con un reloj que daba hacia atrás.

Yo te conozco —soltó de pronto, aunque era imposible que la persona a la que se refería le hubiera escuchado, los separaban al menos unos cinco metros y varias personas en medio. Intentó cubrir su cabeza con la capucha de la túnica gris que usaba aquel día, pero el viento volvió a descubrirle el cabello—, o no, debería volver a casa y para eso hay que trasladarse a Diagon.

@ Syrius McGonagall

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Matt Ironwood.

 

-¿Maida? ¡Maida! – Matt agitó los brazos para hacerse mas visible entre la muchedumbre de compradores que se arremolinaban en una de las tantas calles secundarias del concurrido Callejón Diagón, centro de compras por excelencia del Londres mágico.  Notó a la búlgara por caprichos del destino, hacia ya mucho tiempo de la ultima vez que se vieron por última vez, la despidió después que la bruja pasó un tiempo como voluntaria en el Escuadrón 144 bajo el cálido sol hawaiano y con la brisa marina soplando, condiciones muy distintas a las de aquella tarde fresca y nubosa de Londres.

Pero sin dudas seguía siendo la Yaxley. El paladín recorrió los metros que lo separaban por la empedrada calle haciéndose un hueco entre los magos y brujas cargados de bolsas y paquetes, mientras la saludaba – Maida Yaxley – sonrió una vez estuvo frente a la morocha y tras dudarlo por un segundo decidió abrazarla con cuidado de no tirar la cargada cesta que llevaba.

-¿Cómo has estado? – preguntó en su tan característico tono animado -Ha pasado mucho tiempo desde que no vimos, te extrañamos por la 144 – le comentó en el preciso instante que una suave y fría llovizna comenzó a caer desde el cielo.

-¿Estas muy ocupada? ¿Te gustaría ir tomar algo para ponerlos al día? – la invitó el castaño que recordaba haber pasado por un café de prometedora apariencia un par de tiendas atrás.  

@Maida Black Yaxley

 

 

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Justo cuando volteó en dirección a Diagon le pareció ver que alguien hacía aspavientos, pero no iba a detenerse por algo así. Sólo segundos más tarde no pudo continuar evitando la curiosidad innata en ella y se frenó para girar cuando escuchó lo que inequívocamente era su nombre. Lo miró perpleja, aunque realmente había pasado mucho tiempo, era imposible olvidar a alguien con tanta energía y tan bien enfocado como lo era el americano Matt Ironwood. Iba a dedicarle una sonrisa, cuando, claro, la envolvió en un abrazo por demás efusivo, ahogando ella un ligero gritito; jamás iba a estar del todo cómoda con el contacto físico, menos con el masculino. ¿Había temblado? Esperaba que no, detestaba quedar como una loca.

Ironwood, ¿Cierto? —contestó bromeando sobre su apellido y ahora sí, sonriéndole directamente mientras la mano libre alisaba nerviosamente arrugas que la túnica no tenía—. No he tenido la oportunidad de cruzar el charco últimamente, Matt, fueron días bastante activos aquellos. ¿Cómo están todos? Espera... ¿Qué te trae por aquí?

Alzó el rostro al cielo cuando sintió las primeras gotas rozarle la cara y se sacudió un poco, divertida. Claramente por mucho que quisiera hundirse en el diván de su cama, el destino la estaba arrancando del sopor de la monotonía, sin su permiso. No tenía ni intenciones ni motivos reales para rechazar la invitación de Mat. 

Vamos por ese algo para que me cuentes que te trae por Londres —dijo, aceptando la invitación del mago americano—, ¿tienes algún lugar en mente? Últimamente ando desconectada hasta de los lugares de moda en Diagon. Lo que sí puedo ofrecer ahora que se encuentra en territorios más familiares para mí es una visita a la reserva de criatura, recuerdo que le gustaba la magizoología, ¿me equivoco?

Mientras caminaba, escondía las ramas más sobresaliente de su canasta para no ingresar a un local ensuciándolo todo con sus yerbas. Lo que menos quería era que él tuviera que pasar un mal rato.

@ Syrius McGonagall

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Matt Ironwood.

 

-¿Estas para un café? O bueno un té, creo que ustedes los europeos lo prefieren – le sonrió a la bruja, el castaño no toleraba para nada aquella infusión pero estaba seguro que en el negocio que notó de camino habría más opciones – Pasé por un pequeño local de camino que tenía buena apariencia, esta unos 20 metros delante – señaló la dirección mientras la lluvia comenzaba arreciar – Yo invito, es lo menos que puedo hacer por una vieja compañera del Escuadrón – le aseguró realmente encantado de haber cruzado a Maida aquella tarde, un encuentro totalmente inesperado.

Apresurando el paso llegaron a la entrada del pequeño local, era una casa del té con aspecto acogedor encajonado entre dos negocios enormes, uno simplemente podría pasar de largo sin percatarse de su existencia. Pero con aquel clima, aquel acogedor negocio le resultaba mucho mas llamativo que los escaparates brillantes y llenos de luces de los locales colindantes. Matt le abrió la puerta a la bruja e ingresó inmediatamente después cerrando con suavidad la entrada.

Dentro una gran chimenea crepitaba con alegría y una decena de pequeñas mesas se acomodaban ocupando el espacio disponible, no había mucha gente aquel día, solo tres de ellas se encontraban ocupadas.

-¿Te parece aquí? – le señaló la mas próxima a la ventana que les regalaba una buena vista del callejón mientras la lluvia caía recia y fría sobre los edificios. Una vez se acomodaron una bruja regordeta y sonriente se acercó a entregarles la carta. -Muchas gracias – dijo el ojiazul tomando la suya y comenzando a leer -Bien al parecer tienen café, uno nunca puede asegurarlo en Inglaterra – bromeó el americano.

-Si, siempre me interesó la magizoología – reconoció el Paladín -Encantado de poder visitar una reserva – al parecer aquel día no paraba de mejor.

Tras unos momentos la bruja regordeta regresó a tomar su pedido – Un café negro para mi – solicitó cuando fue su turno – Muchas gracias – dijo mientras le entregaba la carta.

-Estoy de visita, sabes que los Evans son mi familia aquí en Londres y sacándole al poco tiempo libre que tengo decidí darles una visita – le explicó retomando la conversación que estaban manteniendo -¿y tu? ¿abasteciéndote de productos para tus pócimas? – recordó de pronto la pasión de la Yaxley,  una habilidad que fue de gran utilidad durante su estadía en el escuadrón 144.

-¿Cómo ha estado Londres? -

 

@ Maida Black Yaxley

 

 

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Para los amigos, siempre tengo tiempo y ganas —comentó Maida, quién poco a poco se quitaba la coraza propia del momento en el que se encontraba y el cuerpo recordaba la comodidad de su paso por Norteamérica—, la lluvia parece empeorar.

Mientra caminaban hacia le lugar indicado, fue soltándose la trenza, aunque ella no era particularmente vanidosa, si se la dejaba así con el aguacero que caía, pronto olería a abombado y tampoco se gustaba aquello. Sacó un frasco de su canasta luego de tomar asiento en la cafetería y se untó ambas palmas con un poco de aceite de argán, para repeler la humedad de su cabello y darle un aroma fresco, además. 

Hacía mucho que no me tomaba tiempo libre en Diagon —se sinceró una vez pudo notar los detalles de la decoración del lugar, apenas tuvo unos segundos mientras llegaba la carta, pero todo parecía trasladarla a una de esas viejas cafeterías que también ofrecían la lectura dentro del menú. El ligero bullicio de la gente también resultaba confrontante y parecían darle banda sonora al espectáculo de lluvia que tenían por fuera y que se había silenciado nada más cruzar el umbral. Maida amaba el clima gris y tristón de un cielo lluvioso—, un café mocca para mí, por favor y un pastellito de calabaza, si puedo abusar de su confianza, Matt, no he comido en horas, cuando voy de compras para mis pociones, pierdo la noción del tiempo. 

Entregó también la carta a la mesera graciosa y entonces, sí, se concentró en el americano. Conocía poca gente con la mirada azul y por eso los recordaba bien, como si tuviera una lista personal y secreta. Al parecer, la expedición a la reserva de criaturas era algo más que colocar en su agenda y se sintió aliviada ya que hacía mucho no visitaba ese espacio y ahora lo necesitaba para algunos ingredientes de pociones. Estaba de visita con su familia, por lo menos no le había dicho que estaba dormitando en un hotel, detestaba las instalaciones de los mismo en Diagon y los muggles no los había visitado jamás, pero no tenía esperanzas de que fueran mejores.

Iba ya a ofrecerte alojamiento —dijo entre broma y seriedad, a la manor Yaxley no le venía mal un huésped más animado que ella—, pero si no tienes dificultades con ello, no te impondré la convivencia con esta bruja que apenas anda ordenándose. Además, los Evans son una familia bastante popular en Ottery, seguro estarás cómodo —también tenían fama de estar del otro lado de la acerca de Maida, pero eso era pleito para otros sitios. Ella misma se andaba cuestionando el Semper Fidelis, de hecho, ahora mismo se tomaba el brazo izquierdo cubierto por la túnica mientras la mesera volvía con los pedidos de ambos—. Gracias.

Alzó del lado de la mesa su canasta, un poco al menos para poderle mostrar a él.

Tengo una investigación y experimentación sobre algunos venenos y sus antídotos —comentó mientras separaba con los dedos algunas hojas—, necesito algunos ingredientes más, pero creo que la siguiente semana podría ya encerrarme entre mis calderos y morteros. Sigo intentando mejorar el filtro de muertos, ha sido mi obsesión desde los dieciocho años, casi.

Maida tenía pocas aficiones, por eso no escondía ninguna de ellas, las pociones eran su mundo muchísimo antes de encontrar consuelo y lejanía entre las escobas de quidditch. La herbolaria y su amor por las pociones naturales la tenían siempre con el rostro manchado por la cosecha de la tierra y de sus ingredientes principales.

— ¿Cuánto tiempo planeas quedarte aquí? A lo mejor puedo devolverte el café, mostrarte mis experimentos, tantas cosas... —"o a lo mejor no haces ninguna, Yaxley"  su mente se había pasado los últimos días confrontándola directamente con su automatización para seguir indicaciones y órdenes, esto era casi como un acto de rebeldía que no estaba sabiendo como manejar del todo—. Quizá me equivoco, pero parecía vivir solo para el trabajo cuando estuve en América, Matt. ¿Qué cambió?

@ Syrius McGonagall

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Matt Ironwood.

 

Observó con curiosidad los diferentes materiales que llenaban la canasta de la bruja, pequeños frascos de cristal repletos de polvos brillantes, hojas, ramas, raíces y flores de plantas que no pudo llegar a reconocer y un paquete de lo que parecían ser curvas garras de una criatura, todo cuidadosamente ordenado. Matt recordaba y reconocía el talento innato de la bruja para las pócimas, el por otro lado era harina de otro costal. Se acordaba muy bien lo dificultosos que le resultó aprobar su curso de Pociones durante su formación en la Academia del FBI, al menos aprendió a reconocer los efectos de los venenos y drogas más comunas y como revertirlos (siempre llevaba un par de bezoares durante sus misiones).

-¿Con que mejorar el filtro de los muertos? Si estuviera trabajando te tendría que agregar a la lista de vigilancia del FBI de terrorismo interno – bromeó el paladín segundos antes de que su pedido llegara a la mesa. Removió con cuidado su humeante taza de café mientras noto el agradable e intenso aroma que esta desprendía, sin dudas haber escogido aquella pequeña cafetería había resultado ser un gran acierto.

-Estaré una semana mas aquí en Inglaterra- le replicó antes de dar su primer sorbo a la infusión, el sabor fuerte y amargo del café negro llenó sus papilas gustativas mientras el calor removía los vestigios de frío que la lluvia invernal había dejado en su cuerpo, no había nada que agregar sobre aquella bebida.

-Si, se podría decir que vivo para mi trabajo – tuvo que reconocer el castaño, de hecho la licencia que estaba tomando en ese momento fue una orden directa de su jefe, estaba obligado a tomar dos semanas libres o eso decía la notificación que llegó de secretaria – Tengo la suerte de poder trabajar de lo que amo, una actividad que me llena totalmente pero se que debería saber dejarla durante ciertos momentos, buscar otras pasiones, distracciones, hobbies, ya sabes, que los tengo pero soy muy bueno para relegarlos – sonrió observando a la bruja.

-Pero bueno esto es parte de mi redención ¿Qué mejor que una inesperada aventura en una reserva mágica en la búsqueda de ingredientes para una pócima con una vieja amiga? Un brindis por eso – bromeó el hawaiano levantando su taza de café en un gesto de celebración antes de darle su segundo trago.

 

@ Maida Black Yaxley

 

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@ Syrius McGonagall  

Maida sonrió ante el comentario del terrorismo, ella no tenía mínima intención de lastimar a un mísero insecto, pero la posibilidad de inducir a un coma mágico de tal manera que los efectos secundarios no fuesen tan determinantes a la hora de despertar era algo que le llamaba muchísimo la atención. Había algo de ello en viejas leyendas muggles como Blancanieves o La Bella Durmiente; tenía que investigar esas historias con mayor detenimiento; ¡Y entonces la sonrisa se le anchó aún más! Si tenía a un casi muggle frente a ella; la ojiazul en muchas aristas de su conocimiento era una completa ignorante en cuanto a lo muggle se refería.

 

- No me pongas en ninguna lista, no viajo frecuentemente pero detestaría estar vetada en tierras americanas —dijo antes de tomar un par de sorbos de su bebida—, pero si tengo la sensación de que con algunas modificaciones, el cuerpo no tendría porque perder masa muscular si alargamos el efecto del filtro de muerto a meses, incluso quizá un año. Oye, este pastellito está riquísimo, ¿te incito a un bocado? 

 

Sacó cuentas de lo que se podía hacer en una semana en Londres, no es que quisiera acaparar la agenda del agente pero sospechaba que quizá serían uno o dos días en la reserva. ¿Se lo tenía que decir desde ahora? Disfruto de un bocado más del pastelito, realmente estaba bueno, tenía que anotar el nombre del local para futuras referencias. Ladeando la cabeza escuchó lo que decía sobre el trabajo y cómo lo disfrutaba. Se estaba autoevaluando, ella realmente no trabajaba, es decir, había trabajado en el Ministerio, claro, pero ahora mismo sus ingresos personales iban más por la distribución de Vuelapluma y sus premios deportivos, ambos los disfrutaba pero podía tener demasiado tiempo libre entre las manos. 

 

- Si ha sido nuestro encuentro fortuito el que te ha dado tu mayor distracción en este período vacacional, no has hecho demasiado caso a las indicaciones, Matt —lo confrontó—, además de investigar de sol a sombra, ¿Cuáles dirías que son tus tres principales aficiones? Esas que no puedes relegar. ¡Salud! —entonó en tono dulce mientras volvía a ocultar una parte de su rostro detrás de su bebida unos segundos—. Hey, ¿Qué tan fan del quidditch eres? O mejor, ¿Qué tan bueno con las escobas eres? Creo que de cierta manera, podemos hacer un recorrido directo a la reserva Scamander desde Hogsmeade y los polvos flu son mi peor enemigo. Siempre se me meten a la garganta y termino en un ataque de tos.

 

Lo que era una completa verdad. Maida rehuía a los medios de transporte mágico, sin embargo, le había tomado cierto aprecio a los viajes en escoba, se había acostumbrado a ellas con las prácticas de quidditch en los TT y con la selección. Matt se veía musculoso, generalmente los hombres así disfrutaban más de aparecerse o de usar los trasladores, métodos que tampoco le eran cómodos como bruja. 

 

- Tenemos siete días para ver si mis intentos teóricos servirían —comentó señalando con la vista nuevamente a su canasta—, afortunadamente las hojas del té me auguraron un buen fin de mis proyectos, las leí la semana pasada. ¿Te gustan las artes adivinatorias? Yo aprendí gracias a mi tío lo de las hojas de té, quiromancia y hojas de coca. 

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Matt Ironwood.

 

El castaño se negó con educación a la invitación del pastelillo que le ofrecía la bruja, acaba de tener un almuerzo completa de ternera, puré de papa y ensalada hacia poco más de una hora y aún seguía sintiéndose repleto. Londres tenía excelentes restaurantes, de eso no cabía la menor duda y eran tantos que uno podía comer todos los días en uno diferente por semanas y no terminaría de conocerlo a todos.

-No estoy seguro de como manajes tu escala de emociones, pero bajo mi punto de vista que te inviten a una aventura en una reserva mágica califica muy alto – replicó sonriendo a la crítica previa de Maida, no todos los días uno recibía una invitación como aquella. -Así que salud por nuestro encuentro fortuito – levantó una vez su taza de café antes de darle un nuevo trago.

-Buena pregunta – quedó pensativo ante la inesperada cuestión planteada por la búlgara ¿Cuál eran sus tres aficiones favoritas? ¿Debería preocuparse que no le acudieran de inmediato tres actividades? – El surf, cada vez que puedo bajar a la playa atrapar un par de olas es mi momento personal, mi terapia, me olvido de todos mis probleas y obligaciones, me conecto con el mar, el sol, el aire salado, me siento como nuevo tras una buena sesión de surfeo – reconoció al fin su primera afición -Es una actividad que practico desde que tengo memoria, recuerdo acompañar a mi padre y a mi madre en la tabla cuando era muy pequeño – sonrió ante el recuerdo.

-El segundo…. – dudó por unos instantes mientras se presionaba a pensar en otra actividad que disfrutara e inmediatamente el arte sagrado de su clan se manifestó intenso como el calor de la fragua -La herrería, es arte, una ciencia, no se como describirlo lo aprendí hace un par de años, cada vez que entró a la fragua me concentro totalmente en mi trabajo, en el trozo de metal que tengo que moldear, en mis herramientas y la imagen de lo que quiero crear, es un desafío que disfruto afrontar, me mantiene despierto, creativo.. – enumeró a su compañera antes de detenerse en sus divagaciones – Lo siento si me extendí un poco en mi explicación, en mi defensa tu pregunta fue muy profunda y no puedo dar respuestas superficiales – le sonrió.

-Y la tercera…. La tercera sería – pero por mas que pensará no podía encontrar nada que le significara tanto a nivel personal como las anteriores actividades - ¿Cocinar tal vez? – sonrió -No me mires con esa cara, es cierto, me se defender muy bien en la cocina, los Ironwood somos una familia de buen comer –

-¿Y las tuyas cuales son? Además de las pociones obviamente – fue su turno de devolver el favor.

-Conozco algo de Quidditch, he visto un par de partidos, pero soy más del Quodpot jugué en el equipo de mi casa cuando estuve en Ilvermorny - le comentó a la bruja -Pero si me manejo bien con las escobas, tengo mi licencia desde los 16 años, me encantaría ir volando a la reserva – le reconoció – Y bien ¿cuándo partiríamos? -

@ Maida Black Yaxley

 

 

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La Yaxley volvió a alzar su bedida para brindar con el castaño, sin embargo no pudo evitar reírse como hace mucho no lo hacía, no era un gesto escandaloso, porque ella no era así, pero se sentía que la risotada llevaba meses escondida en su garganta.

 

- Comienzo a creer que te pediste un café irlandés, brindas en cada oportunidad —comentó aplacando su risa con cada palabra, pero quiso aclarar el comentario—, no te lo tomes a mal; de hecho es algo que no recordaba que admiraba de ti o de personas como tú, parece que le logras ver el lado positivo a las situaciones más extrañas, aún cuando estás averiguando algo siniestro no pierdes la sonrisa.

 

Ella jamás lo había logrado. Detuvo un poco sus pensamientos porque sabía para dónde iban y en realidad, en el fondo sabía que eran mentira. Si bien ella no era un destello de alegría andante, si que había sido feliz y hasta risueña en algunos capítulos de su vida, pero ahora se veían tan lejanos que realmente sentía que Matt había traído un poco de esa ligereza conocida en América. Sacudió un poco la melena y prestó atención a sus aficiones, sobre todo porque la primera era una actividad desconocida para ella, ¿Surf? ¿Cómo atrapabas una ola? La bruja comenzaba a confundirse pero con la intensidad de la voz de su interlocutor e hilando un poco más, creía haberse formado un concepto más redondo de lo que era ese deporte, claramente muggle.

 

- Creo que voy a necesitar más lecciones sobre el ¿Surf dijiste? —bromeó casi terminándose en un sorbo final su bebida y dejando el rostro libre una vez más—, lo de la herrería te lo aplaudo, las arte manuales me encantan, aunque claro esa requiere un poco más de esfuerzo físico al que estoy acostumbrada, ¡Yo sé hacer sombreros! Creo que quizá es una de mis pocas habilidades muggles, lo hacía de pequeña igual que tú con el surf, con mi padre.

 

La bruja no era ninguna anciana pero retomar sus recuerdos de niñez la hacía pensar en cuánta agua había corrido por debajo del puente. 

 

- ¿Cocinas? Supér útil, yo puedo experimentar con el Filtro de Muertos, pero soy incapaz de freír un huevo —confesó divertida—. No te disculpes por excederte en hablar de lo que te gusta, creo que justamente a eso se refería tu jefe, bien hecho, muchacho —dijo bromeando en un tono casi masculino en as últimas palabras y haciendo el gesto de colocarle una estrellita en la frente—. Ya sabemos quién hará la fogata y los bocadillos de la excursión, un éxito. Tenemos mitad del paseo planeado. ¿Quién iba a pensar que tenía talento para ser asistente. 

 

Mientras desmenuzada otro pedacito de pastelillo trató de acordarse desde dónde tenían que comenzar el vuelo para no perderse. Era posible que hubiese pasado al menos un año desde la última vez que visitó la Reserva Scamander, lo bueno es que no necesitaba ningún tipo de permiso gracias a algunos favores que el antiguo Ministro había solicitado en su nombre. A veces, servía haber sido su asistente durante su mandato, aunque la verdad, lo hubiera sido sin necesidad del título y el gafete del Ministerio de Magia.

 

- No sé si te sienta bien mañana antes del amanecer, alrededor de las cinco y media, me parece que si comenzamos el vuelo detrás de la Casa de los Gritos en Hogsmeade, llegaremos antes de las siete y podremos comenzar a organizar todo dentro de la Reserva —el semblante le había cambiado un poco, ya que la experimentación era un tema que le apasionaba tanto como a Matt la herrería—. Yo tengo mi bolso listo en la Manor, solo estoy a la espera de pulverizar y cortar algunas de las hierbas que compré hoy, los morteros y calderos están ya a disposición. Pensé en pasar la noche ahí, pero si tienes temas pendientes en Londres, creo que puedo ayudarte a salir a un sitio conocido cuando tú me lo indiques. Cambiando un poco de tema y siendo un poco más, ¿pedilona? No recuerdo si esa es la palabra, ¿Crees que habrá algún puesto en América para mí? Siendo franca contigo, creo que me vendría bien el cambio de aires. 

@ Syrius McGonagall

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Matt Ironwood.

 

El castaño asintió a la hora propuesta para la partida, cinco de la mañana podía llegar a resultar muy temprano para algunas personas sobre todo si se encontraban de vacaciones pero el Ironwood estaba tan acostumbrado a madrugar o acostarse cuando ya el sol se encontraba alto en el cielo debido a lo cambiantes que llegaban a resultar sus turnos que se adaptaba perfectamente a cualquier horario, forzarse a dormir cuando sea y de forma profunda era uno de los talentos adquiridos tras años como Agente Especial.

-A las cinco de la mañana será entonces – replicó Matt terminando su último trago de café, dejó con cuidado la taza vacía a un lado y observó a la búlgara - ¿Y cómo llegaremos a Hogsmeade? ¿Aparición? ¿O mediante un traslador? – el único pueblo exclusivamente mágico de Gran Bretaña quedaba en las Tierras Altas escocesas, en la otra punta del país desde Londres, una distancia muy larga para completarla caminando.

-Tu ve a completar lo que te falte para estar lista, yo tengo que regresar a la Evans para preparar el bolso, por suerte en el castillo siempre hay suministros para lo que uno necesite, irme de campamento no estaba en mis planes cuando me fui de Hawaii – le sonrió a la bruja para que lo último dicho no sonora como una queja, realmente la perspectiva de visitar la Reserva Scamander por primera vez lo motivaba bastante.

El ojiazul estaba por hacer un gesto con la mano para llamar a la mesera a su mesa cuando la siguiente pregunta lanzada por la bruja lo tomó completamente por sorpresa -¿En América? – hasta el momento el paladín siempre imaginó que la Yaxley llevaba una vida muy cómoda en Londres, nunca le dio motivo para considerar lo contrario, pero allí estaba dispuesta a emprender un posible nuevo capitulo de su vida al otro lado del mundo.

-¿Realmente te gustaría vivir en Estados Unidos? Siempre pensé que estabas muy bien asentada aquí en Gran Bretaña – comenzó diciendo el mago -¿Pero que te gustaría hacer? ¿Trabajar en algo parecido a lo que hacíamos en la 144? ¿O tienes otras ideas en mente? Eres una bruja talentosa de seguro tendrías opciones allí – aguardó atento a lo siguiente que Maida pudiera decir.

@ Maida Black Yaxley

 

 

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