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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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Afrodita ya pensaba en levantarse y salir de ahí, no tenía muchas ganas de estar mucho tiempo por la zona, por ahí si le interesaba ver a algunos de sus hermanos, que podía recordarle una pisca de la humanidad que le quedaba, pero conociendolos, ni siquiera estarían por la zona.

 

Chasqueó la lengua inconforme y se levantó, no tenía nada que hacer ahí la Malfoy, muy pocas personas podrían entretenerla lo suficiente y sabía que en ese momento no había nadie en las calles del callejón  Knockturn que la fueran a reconocer. 

 

Se levantó y cuando ya iba a desaparecer de nuevo, sintió la presencia de alguien que le dirigió la mirada.  Se mantuvo inexpresiva, sin mucho movimiento, hasta que decidio que unos pocos minutos no harían daño y podría ser posible que consiguiera una prensa.

 

¿Quién eres? - Preguntó, escuchándose una voz en medio de la noche suave y cantarina. La Malfoy definitivamente estaba de buen humor, no hizo ningún tipo de ataque, solo una pregunta a una persona que le era indiferente. 

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  • 3 meses más tarde...

Las últimas brasas de la improvisada hoguera todavía crepitaban débilmente, apenas irrumpían el obstinado silencio. Quizá incluso ni siquiera era audible, tal vez no para un oído humano. Pero a aquella mujer le quedaban apenas vestigios de su humanidad.

La luna creciente devoraba a pocos la escasa luz anaranjada, paulatinamente era reemplazaba por una blanquecina, aunque realmente eran las sombras las victoriosas en la escena.

Nada de aquello importaba, sentada sobre una vieja rama, el cadáver del que en algún momento fuese un imponente cedro.

Ella solo pensaba en aquel momento en la irónica analogía. La rama y ella tenían mucho en común: una vida plena, imponencia, resistencia al cambio, nunca se doblegaron ante nada y ahora...eran solo un cadáver.

Pero ella no estaba muerta, no en un sentido literal. Su alma lo estaba. Ningún alma podría sufrir tantos rasgamientos y permanecer intacta y por más intentos que hubiese hecho, hasta los remiendos habían cedido. De hecho, el daño era ahora deliberado, se había entregado a su otra natureleza y cometido actos innombrables, malignos, abandonado su nombre, viajado hasta su mismo averno. Aquello fue lo único que la hizo sonreír, una sonrisa que nunca llegó a sus ojos, nada le atormentaba ya; después de todo ... ¿cuál ser sin alma tiene consciencia? 

Se levantó y con su mirada controló el fuego hasta apagarlo por completo, en aquel momento la absoluta oscuridad hizo que hasta las sombras cedieran. Su próxima víctima esperaba. 

El Callejón Knockturn era perfecto para su cometido. Oscuro y sucio casi como la mayoría de sus clientes. No había punto intermedio entre su clientela, o eran alimañas del mundo mágico o distinguidos de la alta clase con montañas de oro en Gringotts. Casi había olvidado la hipocresía del mundo mágico, acostumbrada a vivir mas entre demonios y humanos, aunque los humanos que encontraba no sobrevivían por mucho tiempo. Podría decirse que encontraban su merecido destino, pero su final era casi más espeluznante que los actos que los llevaban al mismo. 

El nuevo rito requería más poder, un mago, humanos no bastarían y de ahí la necesidad de que volviera al mundo mágico para conseguir el sujeto, ya ni siquiera los pensaba como personas, solo eran transacciones, un escalafón más en busca de la supremacía infernal.

Su cara era ahora de absoluta concentración, vacía. Su ropa no denotaba nada especial, había demostrado en múltiples ocasiones que era más fácil esconderse a simple vista que complicarlo demasiado. Eso sí el conjunto era todo negro, pantalón y por encima unas botas de una plataforma gruesa y multiples hebillas también en acabados negros, la camiseta era de tirantes muy delgados pero nada de aquello era visible pues su gabardina escondía hasta su cabellera onyx. La noche, el negro y las sombras venían bien cuando no se quería ser visto. 

Noche no era sinónimo de desierto en aquel Callejón, las transacciones más ilegales se hacían esperar, era la hora perfecta para la presa de la demonio que tenía pendiente una cadena perpetua en Azkaban, nadie lo extrañaría.

Aunque corpulento, era de baja estatura. Caminaba como lo hacen los ególatras, nunca pensaría que alguien se atraviese  a seguirlo. La mano de la mujer empuñó su varita dentro de la gabardina para seguir su paso.

Todo estaba resultando demasiado fácil, nada ni nadie podría interponerse. Aquel hombre estaba tarde para su cita con la muerte.

 

 

@ Tauro M.  demons are back...

 

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La mujer apenas y arrastraba los pies al caminar, sus ojos hundidos tenían un anillo de sombra oscura alrededor que reflejaba las eternas noches sin poder dormir y sus salientes pómulos eran una muestra fehaciente de lo degradada que estaba su alimentación. Ya no quedaba sombra de la hermosa mujer que algún día fue. Sus ganas de vivir se habían esfumado y habría acabado con su vida sino creyera que su peor castigo era seguir viviendo y esperar a que la muerte llegara lenta y dolorosa. Lo que había hecho era imperdonable, pero aun así conservaba la mínima esperanza de poder hacer algo que la ayudara a redimirse, que la ayudara a deshacerse de la culpa que cargaba día con día.

Contempló el lago que tenía frente así, maravillándose del reflejo de la luna, era de las pocas cosas que la hacían sentirse... bien. Se agachó para poder tomar agua y por primera vez en meses veía su reflejo y lo que vio la dejó muda. Se contempló a sí misma por largos minutos, intentando descifrar si por primera vez se veía como realmente era, cuestionando si la belleza de la que tanto solía alardear nunca había estado allí y lloró, aunque solo fue una lágrima o dos, era lo que más cerca que había estado de llorar desde toda su existencia demoniaca. 

Luego de beber agua se tumbó de espaldas en la grama, cerró los ojos y un pensamiento fugaz se cruzó por su mente, uno que sin duda pondría fin -al menos de momento- a la temporada de sentir lástima por sí misma y que le brindaría un atisbo de esperanza en su camino hacia la redención. Quizás aun había algo que podía hacer, pero para eso necesitaba enfrentar su pasado, necesitaba enfrentarse a la multitud de la cual se había mantenido oculta. La única pregunta que ahora rondaba por su cabeza era ¿Por donde empezar? Por lo pronto sonaba como a una preocupación del mañana, de momento se permitiría sentirse miserable una vez más para tener algo como un nuevo comienzo. Poco a poco sus párpados se fueron cerrando hasta quedarse completamente dormida, finalmente.

El mejor lugar para empezar tenía que ser uno donde pudiera encontrar exactamente lo que buscaba: información, pero no cualquier información, necesitaba detalles, nombres, presionar algún mago por aquí y una bruja por allá, sobornar, hacer favores, comprar cosas en el mercado y eso solo lo podría encontrar en el Callejón Knockturn. Por suerte no era pobre, aun tenía una pequeña fortuna que le serviría para hacer todo lo anteriormente mencionado, ahora necesitaba abandonar esa lamentable expresión, volver a ser -o por lo menos aparentar- un poco aquella Mortífaga temida y en lo posible encontrar una mejor vestimenta.

Caída la noche se aproximó a su primer lugar de encuentro, un mago adicto que sería capaz de vender hasta lo que no tuviera con tal de seguir alimentando su vicio. Si había algo en lo que era experta era en aprovechar los puntos débiles de los demás y justo eso haría con él, sin remordimiento. Cual fue la sorpresa cuando no encontró a quién buscaba, pero desde lejos podía visualizar una silueta... ¿La habrían descubierto? ¿Acaso había sido traicionada? Lo mejor era mantenerse oculta, avanzar con cautela, esperando que nadie reconociera su olor. @ Sophie M.
 

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Entrenar entre demonios había sido demandante casi insolente. Requería actos impensables para ganar algo de respeto y otros cuantos más a cambio de poder.

La mujer había entregado casi al completo su alma en un intercambio que casi se le antojaba justo, en la misma proporción que la entregaba consigo sus emociones, sus memorias...su pasado. Era un camino arduoso y muy pocos habían llegado tan lejos en su ambición de dominio. Ella igual no tenía nada que perder.

Noches como hoy resultaba sumamente ventajoso no ser más una principiante, de hecho estaba muy cerca de su iniciación y ganar su puesto de supremacía dentro de los suyos, su último acto sería el sacrificio de otro demonio. Aquel era un reto para el cuál aun no tenía repuesta.

Las sombras, sus cómplices,  se envolvían a conveniencia ceñidas al cuerpo de la demonio,  el hombre le sacaba escasos diez pasos de ventaja.

Aquella víctima habia ameritado más cautela y planificación; a diferencia de los indefensos humanos, estaría enfrentando un mago y no uno inocente, sino un sadista por naturaleza. No había margen para errores y por eso habia estudiado su rutina de la noche y el punto de intercepción.

El instinto la paralizó momentáneamente. Jamás había considerado una complicación de aquel tipo.... ¿era acaso un atajo a su "graduación"? ¿Un obstáculo más?
La avaricia brilló por un momento en sus ojos y hasta en la comisura de sus labios revestidos de negro también.
Debía ser un ente enemigo, la amistad no era concepto viable en el infierno. En un instante consideró la sed de la victoria,  magos y brujas proliferaban la tierra por doquier...pero la oportunidad  de otro demonio era más escasa. Y allí no quedaba ninguna duda de la presencia de otro demonio.

La esencia le resultaba incómoda por algún motivo, como cuando se despierta de una pesadilla pero el miedo sigue bloqueando la mente y los sentidos... como intentar recordar un sueño antes que se escurra de la memoria. Era familiar, pero al mismo tiempo ajena.

El silencio de la noche era casi antinatural. El hombre había quedado olvidado, el punto donde debía atacarlo había pasado, nunca sabría su maldita buena suerte.

Decidió enfrentar sus posibilidades.
La primera era atacar primero y preguntar después y aquello no era tan sabio aunque recientemente ese fuese su modus operandi, sin misericordias. La segunda era mucho más atractiva, manipular la que podría ser su próxima víctima, la que coronaría sus ambiciones. Se decidió por la segunda,  esta vez estaba dudando, aquella sensación incómoda no desaparecía, al contrario iba incrementando. Era como un un pensamiento borroso pero intenso.

— Es de mala educación  — habló  en voz alta sin mucho volumen, no había quien pudiera escucharles — interponerse entre un demonio y su víctima — salió de las sombras. Su mano aun empuñaba su varita por si la respuesta era hostil y bajó su capucha revelándose a si misma.

— Dame una razón para no matarte en este instante.  — amenazó y tan pronto pronunció las palabras su mismo cuerpo, sin que llegara aun a su mente, rechazó aquella idea.
Algo le decía que era una amenaza que no podría cumplir nunca aunque no lograra entender aun el motivo.

@ Tauro M.

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  • 2 semanas más tarde...

Aunque permaneciese oculta, la bruja no estaba asustada, sino todo lo contrario, podía sentir cómo poco a poco la adrenalina subía más y más, al punto que sentía excitación por el simple hecho de volver a sentir algo que le recordara lo que era seguir viva, pero desafortunadamente no sería lo mismo para la otra persona. Tenía cosas que hacer y decidió que lo mejor sería darle una muerte rápida, casi indolora. Oh, pero la disfrutaría. Sostuvo el aliento un poco más, escuchando los pasos de su víctima aproximándose, podía sentir su sangre escurriéndose por los dedos donde solía haber una varita que ahora estaba desaparecida, aunque lo cierto es que se había partido en dos luego de un enfrentamiento que le recordó lo inútiles que eran las brujas y magos sin esa madera convertida ahora en una extensión más de su brazo. Oh sí, la bruja planeaba cometer un asesinato, pero con sus propias manos, con la fuerza natural de su naturaleza y con toda la ira que cargaba por dentro. —Yo le llamo canalizar —pensó. 

Su víctima resultó siendo una mujer, lo que la hacía más letal. Los hombres siempre presumen de su ventaja física, de su brutalidad, pavonean sobre lo despiadados que son al supuestamente no tener sentimientos 'débiles' cuando se trata de asesinar, pero si supieran que precisamente por sentir las cosas con más intensidad es que las mujeres son más feroces, son capaces de cambiar de estrategia en plena batalla, de manipular, de ser sutiles, mortales, de dejar que esa misma 'debilidad' sea de la que sacan toda su fuerza y es por esa misma razón que Tauro sabía que no podía seguir subestimándola, sobre todo ahora que estaba intentando provocarla. 

— Pero es de peor educación llegar a una fiesta sin ser invitada —le respondió. — Ese de ahí, era mi cita hoy y tú... bueno, lo has arruinado —añadió con aparente calma, pero quién la conociera bien sería capaz de percibir la rabia en su tono. 

La mujer parecía no querer retroceder y ahora la amenazaba. El factor sorpresa se había perdido, por lo que ya no servía de nada seguir permaneciendo oculta, dio un paso al frente para por fin revelarse y cuando su presa estuvo lo suficientemente cerca se avalanzó sobre ella como cual felino letal y mortal. El que haya sido un ataque cuerpo a cuerpo pudo haber tomado por sorpresa a la mujer, quién no pudo usar la varita tan rápido como hubo planeado. Tauro ahora se encontraba sobre ella, con sus mano en cada hombro presionándola contra suelo cual animal. Un solo movimiento y podría dejarla de combate, pero justo en ese momento la luz iluminó su rostro y la reconoció. Su expresión cambió repentinamente, difícil de ponerlo en palabras, pero con un solo movimiento saltó hacia atrás retrodeciéndo varios pasos y lo único que pudo decir fue su nombre.

— Sophie —. No había duda en su voz, sabía que era ella y a juzgar por su mirada no la había reconocido aun, pero ¿cómo culparla? Seguro a sus ojos estaba viendo un cadáver. —¿Qué... estás haciendo aquí? @ Sophie M.

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La respuesta viajó hasta los oídos de la demonio, eso la hizo reajustar su cabeza para encarar la desconocida, porque la voz pertenecía a una mujer, ese descubrimiento no hacía diferencia alguna, la piedad ya no existía ni en su vocabulario.

La sensación incómoda a la altura de su estómago se acrecentó, se sentía más como una piedra y casi amenazó con hacerla sucumbir. 
Fue capaz de apartar aquel sentimiento momentáneamente, su cuerpo se preparaba para una batalla que era anunciada por el tenue sonido de los pasos de la otra demonio al salir de su escondite. Quizá conseguiría una víctima mucho más preciada que la perseguida aquella noche. No había nada que perder. Todavía no sabía lo equivocada que estaba.

Instantes. Solo alguien que ha desafiado la muerte entiende que de un segundo a otro se puede contener una eternidad. Y los siguientes hechos tomaron apenas instantes.

Lo primero que registró fue el azul de la cabellera, parecía apagado, víctima de lo que parecía una deliberada negligencia.

Intentó hacer sentido de las palabras de su interlocutora, una parte de su mente percibió la amenaza implícita pero no tuvo el reflejo o el tiempo de responder; quiso decirle que aquella presa era suya por derecho, que había hecho sus diligencias y no era casualidad encontrarse en ese callejón a la hora correcta, pero lo cierto es que estaba congelada, en absoluto shock.

Lo segundo en apelar sus sentidos fue el dolor agudo de la espina dorsal al golpear el adoquin del piso. El aire queriendo escapar de sus pulmones. La fuerza inhumana en sus hombros presionándola al suelo, incapacitándola y neutralizando cualquier intento de defensa que igual nunca llegó.  

Lo tercero que notó y aquello fue lo definitivo en sacarla de su estado casi catatónico, fueron sus ojos y entonces se miraron fijamente un instante más, una eternidad más. 

El peso sobre su cuerpo desapareció tan pronto como había llegado, aquello le dio la oportunidad de recuperar el aliento más no el habla. 

La demonio escuchó su nombre casi olvidado, se sentía ajeno y desconocido tanto como la mujer frente suyo. Las memorias se aglomeraban en su mente, todo su esfuerzo por olvidar fue superfluo en aquel momento. Ahora lo recordaba todo. Amor y dolor en partes iguales. 

Que difícil le era responder, aun tirada en el piso, incapaz de saber por dónde comenzar, también tenía mil preguntas para ella y ciertamente que hacía allí parecía la menos importante de todas. Se levantó del piso, muy despacio y mantuvo la distancia entre ellas, no descartaba del todo que fuese algún tipo de pesadilla, debía serlo porque en sus sueños, nunca había ni un milímetro entre ellas.  Pero los sueños se habían detenido hace años. 

— Tauro — se aseguró de decir su nombre primero, parecía una invocación, como si esa fuese la única forma de confirmar que todo aquello era real y no producto de su suprimido subconsciente. A consecuencia de haberse entregado tanto su parte demonio, quizá estaba en el purgatorio y el castigo sería eterno. 

Le dedicó una mirada, no podía dejar de notar su aspecto agotado, descuidado incluso, aquello le causó una punzada en el pecho que nada tenía que ver con el golpe de su caída momentos antes, estaba en su instinto querer su bienestar, lo único que la consoló es que los demonios tienen maneras menos sutiles pero más eficaces de recuperarse, el poder era fuente de fortalecimiento y podía ser robado o compartido. 

— Creí que habías muerto — y aquello sonó a acusación lo mismo que a reclamo — al menos me dejaste creerlo — continuó sin esperar respuesta. Escupía las palabras con la rabia de sentirse herida, no estaba pidiéndole una explicación, poco importaba después de tanto tiempo. Y luego de soltar el veneno de aquellas palabras...otros sentimientos infalibles comenzaban a aflorar, su piel casi añorando el tacto de la suya. Suprimió aquellos sentimientos casi por instinto, lo cierto era que no sabía que esperar ni siquiera como reaccionar o como se sentía Tauro y ahora mismo, Sophie, sorprendida de pensar en su propio nombre por primera vez en meses, no podía permitirse ser vulnerable. 


—  Requiero una víctima para un sacrificio y el mago que ha escapado de ambas era mi presa perfecta. — se encogió  de hombros, aquello era demasiado trivial. Ser honesta con ella siempre había sido fácil. No sabía que iba a pensar de aquella respuesta o las conclusiones que haría al respecto y no era tan relevante ahora mismo.

— Supongo que merezco saber que haces aquí también ¿no? — buscaba en sus ojos alguna señal de todo lo no dicho. Se odió a si misma por la indiferencia que parecía tener, pero la realidad es que tenía miedo, terror de descubrir si todo lo que evidentemente habían cambiado ambas también había borrado los sentimientos que habían prometido para siempre. 

@ Tauro M.

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  • 2 semanas más tarde...

Aun no se salía del estado de shock y por su expresión se podía asumir que no estaba contenta de verla, pero no era así, solo que de todas las cosas para lo que menos estaba preparada era esa. Sin darse cuenta estaba acariciando el dedo donde antes hubo un anillo y del que ahora solo quedaba una sombra. ¿Lo había perdido? No podía pensar en una respuesta, tenía muchos recuerdos, demasiados pensamientos y sensaciones juntas que no era capaz de procesar ninguna de ellas. 

— Yo... —tras escuchar su nombre de vuelta se quedó congelada en una pieza, decidiendo si lo que experimentaba ahora era calidez o pena. Optó por la segunda. Sonrió cuando la escuchó decir que la creyó muerta y hasta hace poco lo estaba. 

— Se podría decir que sí estuve muerta —no pretendía excusarse, pero dudaba que aunque hiciera el intento de explicarle lo fuera a entender. Muchas cosas de las que hizo no tuvieron sentido, o razón de ser. A veces actuó por instinto, otras porque sí, porque podía, por poder. Escuchó su explicación al por qué estaba ahí y lo correcto era responderle también con la verdad, pero no era tan sencillo. 

— Me temo que la razón por la que vine yace ahí en el suelo. Necesitaba respuestas, que creí poder conseguir con aquel sujeto —respondió suavizando la mirada, dándole a entender que no le resentía pese al hecho de que quizás ahora su búsqueda se había prolongado —, pero de nuevo el destino no me da lo que quiero, sino lo que necesito —añadió mirándola fijamente a los ojos, dando pasos en dirección a ella. — Me hubiese gustado encontrarte en otras circunstancias —suspiró. Tauro extendió su mano en dirección a la mejilla de Sophie, pero se detuvo a medio camino.

— Lo siento —dijo volviendo a retroceder. Se sentía cobarde por no querer enfrentar lo que naturalmente sentía por ella, tenía miedo de que si lo hacía las cosas iban a empeorar —Siento no estar presentable para este encuentro —. Esperaba que sus evasivas le volvieran a funcionar en modo encantador, aunque realmente quería era distraer la atención de lo verdaderamente importante —Lo que realmente quiero decir, es que me alegra muchísimo verte.

@ Sophie M.

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  • 2 semanas más tarde...

Era incapaz de controlar muchos de sus pensamientos, lo más que logró en aquel momento fue que ninguno se viese reflejado en rostro. 
Creía haber cerrado su voluntad de sentir, ya no dolía cuan adormecida estaba, concentrada solo en la búsqueda de poder, empapada en crueldad, mentiras e ironías.  Los demonios que realmente no sentían le habían enseñado tanto y todo fue desaprendido en segundos. Las memorias seguían reproduciéndose en su cabeza, todo lo que había buscado olvidar.

No reaccionó mucho cuando la escuchó confirmar que su estado había sido similar a estar muerta.  No estaba de acuerdo y sonaba en parte como a una excusa. Aquello le provocó ira y como todas las que había provocado antes la peliazul, no duraba mucho en ella. La perdonaría mil y una vez porque lo cierto es que la amaba como ni siquiera creía amarse a sí misma. 

Bufó en acuerdo, también hubiese preferido otras circunstancias, otro escenario, otras motivaciones. Hablaba del destino que las juntaba y la demonio pensaba que era igual de cruel arrebatársela años antes en su felicidad como tenerla allí en su miseria.

Estaba perdida en sus ojos sin saber que decían los propios, pero el gesto de su mano no fue desapercibido y no le sorprendió su disculpa, la impactó más la distancia que volvió a poner entre la dos, era irrisorio como apenas segundos de tenerla allí, incluso sin apenas recordar su tacto otro que no fuese su ataque inicial, pero ya la añoraba. 

Guardó silencio unos segundos cuando ella terminó de hablar, no podía dejar de disfrutar de aquel nerviosismo, de su vacilación por acercarse más; era extraño y nuevo. ¿Dónde  había quedado su seguridad que era casi prepotente? O en realidad ¿Qué se había hecho la Tauro osada que no pedía permiso, que solo tomaba lo que deseaba?. Entonces entendió que compartían el mismo miedo, el no saber si los sentimientos habían cambiado, la certeza se había esfumado dejando aquellos complejos y dudas. La distancia era debilitante  y se le ocurría una sola solución: apostarlo todo. Nadie puede perderlo todo dos veces. 

— Es cierto — contestó aun viendo a sus ojos — estás impresentable —  y su velocidad era inhumana, equivalente al ataque que había recibido. Su mano derecha la empuja de su cadera, la izquierda se aloja en su cuello, el movimiento es feroz, pero carece de agresión, excepto quizás por el golpe contra el cemento de la pared que la aprisiona y facilita la cercanía de sus cuerpos.  El beso entonces es voraz, sediento, tan adolorido como lo es glorioso. Contradictorio, tan confundido como ambas. Jadeante.  Y fugaz, porque harían falta cientos mas para reponer los perdidos.

Da un paso atrás, la deja libre, porque lo salvaje también necesita libertad y ambas eran salvajes a este punto. 

 — No sé si me alegra verte — aquello era lo único que podía decir con sinceridad. Alegría era algo tan efímero que temía que escapase al siguiente suspiro pero se corrigió de inmediato pues no quería que la malinterpretara— quiero decir...— se aclara la garganta, aquello debe ser nuevo para Tauro, Sophie raramente decía cosas de aquella cruda manera y su última intención era herirla o ser cruel, pero tampoco había sentido aquel miedo antes —haz que me alegre verte — le dedica una sonrisa luego de su amenaza buscando aliviar más aún la tensión — ¿quieres terminar la cacería o prefieres ir a conversar a otra parte? Te hace falta una buena comida o dos... — terminó recriminándola. 

 

@ Tauro M.

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  • 2 meses más tarde...

Se podría decir que de alguna manera Tauro era suya, que le iba a pertenecer por toda la eternidad, más eso no significaba que estuviesen a destinadas a estar juntas en todas sus vidas, más sí iban a coincidir en cada una de ellas. Más allá de lo físico las unía un ritual que vivía en su memoria, en el que gracias a Sophie se terminó de convertir en demonio y ese fue el acto más grande de amor que hizo por alguien, porque en ese momento si creyó que iban a estar juntas para siempre y absolutamente nada la preparó, a ninguna de ellas, para los obstáculos a los que se enfrentarían más adelante. Cualquiera podría decir que su separación fue por falta de amor, nada más alejado de eso, pero les faltaba tanto por vivir y descubrir y aprender que las decisiones tienen consecuencias que requieren sacrificios demasiado grandes.

Su respuesta fue inesperada, chocante, placentera, cálida, sorpresiva. Al principio Tauro solo la contempló con los ojos bien abiertos, con una expresión similar al horror se podría decir, pero a medida que sentía sus labios moverse contra los suyos todo su cuerpo pasó de estado de alerta a estado de relajación, pasó de ser una cazadora a la presa en cuestión de segundos. Ahora ella también la besaba, cerró los ojos para grabarse aquel beso como si fuera el último y por ese instante se entregó a ella, no pensó en nada más, sino que la acercó también un poco más contra sí y le robó el aliento.

—Wow —dijo inmediatamente Sophie se alejó. Se sentía viva, llena. ¿Y si eso era todo lo que necesitaba para ser feliz? La sola idea la reconfortó, pero así de rápido volvió a la realidad. Ya nada volvería a ser tan simple como antes. Le devolvió una sonrisa sincera con un atisbo de picardía —Bueno Sophie, me parece que aun estoy en la facultad de darte momentos de verdadera felicidad, solo es cuestión de recordar —bromeó, para luego añadir — Te voy a aceptar la invitación, no puedo tener este tipo de conversaciones así con el estómago vacío. Y luego quizás podamos hablar.

La verdad es que no se sentía segura sobre tener ese tipo de conversación con ella, ¿cuanto le recriminaría? ¿cuanto la culparía? 

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  • 1 mes más tarde...

Lo había hecho. Había vuelto a cruzar la línea que había jurado no volver a cruzar. Poco importaba si aquel encuentro durase una hora o una toda una vida. Al final, igual la extrañaría, igual volvería a doler. Pero era siempre un dolor por el que valía correr el riesgo. Por ella siempre correría cualquier riesgo sin detenerse a pensar el costo. 

 

Su 'wow' en respuesta le arrancó una sonrisa petulante, era alimento para su ego. Podría incluso sonar o parecer superficial la satisfacción de robar un beso y que sea recibido asi, pero la realidad es mucho mas intrínseca y complicada. Pertenecerse la una a la otra no era fácil de explicar. Lo siguiente que dijo casi hizo que Sophie empezara a reclamar. De eso nunca habría duda. La felicidad a su lado era sencilla de garantizar. 

 

El amor de ambas era aun tan difícil de catalogar, no cabe en ninguna norma y lo único que se puede decir con certeza es que es incondicional. Había sobrevivido a la mortalidad de ambas, distancia, un sinfín de complicaciones y ahora incluso podría decirse que, a la muerte misma. Aquello podría resultar horrorizante y hasta sofocante para cualquier persona ordinaria pero no para ellas. Aceptar un amor tan grande había sido su reto más grande. Solo la valentía puede permitir amar y dejarse amar asi. Valentía o... locura.  

 

Por un instante vaciló, el beso hacía más difícil ponerlo todo en perspectiva. Había un par de cosas que quería decirle con besos y caricias porque las palabras no parecían suficientes pero aquello tendría que esperar. 

 

— ¿A dónde sugieres ir? — con una sonrisa más inocente intercambian una mirada cómplice. 

Sophie, aunque ideas cruzaban su mente, solo pensaba en una en realidad. Todo en el hotel marchaba con la normalidad esperada, se habían asegurado de eso a pesar de que ninguna había estado allí en años. Habría comida en abundancia y la intimidad apropiada para tener todo tipp de... conversación. — ahora mismo la verdad es que no me es conveniente ser vista en público — agregó con un tono de misticisimo — y se me antoja secuestrarte — y le ofreció la mano para guiarla en la aparición conjunta. Primero, estaba segura de que ya sabría nuestro destino y segundo, cualquiera no hubiese importado en aquel momento con la seguridad de ir juntas, incluso al infierno nos acompañaríamos. 

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