¤ Ladurée ¤ (MM B: 102947)

[Helike R V PB]

Me aparecí en el callejón Diagón una tarde soleada de abril, en dónde la brisa recorría todo el callejón mágico. Esos días las tiendas estaban la mayoría de ellas cerradas, a causa de que no era día laborable y sólo las cafeterías y pubs ofertaban productos. Yo iba a revisar el que llevaba con mi padre, al parecer las cuentas iban bastante bien, pero siempre me gustaba echarle un vistazo antes de darle el visto bueno a los números que me llegaban.

Una capa fina de viaje negra, pantalones vaqueros, zapatillas de deporte, y una camiseta normal y corriente, además de la varita en el bolsillo y varios galeones en el monedero de piel de moke, era lo que portaba ese día. Había bastante calma, pero aún así había sensación de intranquilidad. O por lo menos, la que yo sentía, quizá fuesen sensaciones. Abrí la puerta del local y me adentré en el, había gente, humo ondeando de las pipas y cigarrillos.

Una de las recepcionistas enseguida vino a atenderme:

-¡Hola! Pues nada más venía a comprobar cómo estaba el local ya que soy dueña junto a mi padre, pero estaría bien saber qué productos ofrecéis aquí. Soy nueva en este tipo de negocios ¿cuál es la especialidad de la casa? –pregunté sonriente a la señorita que amablemente me estaba atendiendo.

Editado 13 de Abril del 2014 por Heliké Rambaldi Vladimir

[Deiwan Rambaldi]

¤ Vianne Rocher, recepcionista del ¤ Ladurée ¤

 

La desconocida no era una clienta, sino una de las dueños...

 

—Pues depende de lo que usted quiera... puedo perfectamente sacarle una degustación de cada una de nuestras especialidades.

 

La recepcionista avanzó hacia una especie de mesa con paquetes de ilustraciones aztecas e incas.

 

 

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—Hemos recibido estos ricos chocolates, según parece, se basan en recetas de estas culturas precolombinas—explicó mientras abría uno—. La habichuela del cacao era utilizada en rituales servida en tazones ceremoniales y considerado el alimento de los dioses, burbujeante y espumoso, así era el amargo elixir de la vida. Tome esta caja y pruebe estas muestras. Las hay de diversos tamaños y formas, pero siguiendo la receta.

 

Vianne se la ofreció y la depositó sobre la mano de Heliké.

 

—Vaya a esa mesa de allí, por favor—le indicó señalandole una frente a la estantería—. Pruébelo o si lo prefiere, llévese el paquete de muestras a casa y avíseme cuando tenga decidido que dulce le ha gustado más. En el reverso de la caja te viene el nombre de cada dulce y su forma, solo deberá decirme qué forma o formas prefiere y lo encargamos en veinticuatro horas.

 

Se disculpó para seguir atendiendo al resto de clientes, pidiéndole que si necesitara algo, solo tendría que llamarla.

[Helike R V PB]

Enseguida agradeció que le atendiera una recepcionista y no una camarera, normalmente tienen más desenvoltura y convicción para atrapar nuevos clientes, asi como engatusarlos para que compren algo una vez que entran. En cambio yo nada más que era una inversora, por así decirlo, que estaba averiguando como estaba resultando todo en el negocio.

La señora enseguida se puso manos a la obra y empezó a explicarme todo detalladamente…

-¡Oh!, sería estupendo probarlas, la verdad –a pesar de ser vampiresa no había perdido el apetito por las golosinas de ese tipo, cuando era humana las disfrutaba muchísimo. Y aún así aunque no las consumía como antes, siempre me gustaba probar cosas nuevas.

Seguía atenta a las palabras de la bruja, la historia que contaba sobre el chocolate, era bastante interesante. Desconocía por completo la importancia que tenía ese producto alimenticio en las épocas antiguas. Seguro que también habría grandes magos por aquél entonces y que también investigaban sus utilidades del chocolate en las pociones.

Vi como me ponía la cajita de chocolate para probarlos, estaba contenta como si fuese una cría de cinco años con zapatos nuevos. Sonriente le dije a la camarera:

-No nos hemos presentado formalmente. Me llamo Heliké Rambaldi Vladimir, y entonces tendrá que conseguirme esa receta y practicar con ella en casa –mentira, pensé para mí. Usaría a la elfina para que intentase trabajar en ella, la usaría para las fiestas.

-Mejor los pruebo aquí y estoy tan a gusto que me apetece tomarme algo, no sé, algo así cómo un zumo de calabaza por favor –le dije sonriente y me dirigí hacia la mesa en dónde me indicaba la mujer-.Sobre el encargo quizá si tengo alguna fiesta en casa se lo haré saber, descuide, para que tenga tiempo de hacerlo

Tras dedicarle una sonrisa me dirigí al lugar indicado.

[Deiwan Rambaldi]

¤ Vianne Rocher, recepcionista del ¤ Ladurée ¤


—Las recetas son secretas, exclusivas del cheff Rocco, ni yo misma las sé— le contestó a Heliké tras su petición, intentando no ser grosera—. Un placer, Vianne Rocher.

La dependienta preparó rápidamente una copa de jugo de calabaza y se dirigió a la mesa donde la otra bruja acababa de llegar apenas hacía unos minutos. La depositó encima de una servilleta y sonrió.

—Fresquito... aunque aquí estemos resguardados mágicamente con una temperatura adecuada, siempre se agradece algo con hielo porque el paso hacia la calle se nota con creces —matizó, colocándose la bandeja bajo el brazo—. Sobre las fiestas, le pediría que cuando hiciera el encargo, lo pusiera a mi nombre... no es por nada en especial, solo que la jefa revisa las mercancías, hay otros camareros que se encargan exclusivamente de los salones del piso de arriba y el cheff de elaborar los dulces... como dependienta, es mi labor llevar un registro de todo cuanto se vende, y me facilitaría mis gestiones... usted ya me entiende.

Editado 13 de Abril del 2014 por Deiwan Rambaldi

[Helike R V PB]

Después de asentir ante la magnífica organización de la recepcionista, siendo yo misma dueña del negocio, me levanté a atender a nuevos clientes que venían al establecimiento. Esperé un tiempo antes de volver a la barra para ello, tenía pequeño mareo y esperaba que se me pasase mientras me terminaba de tomar el zumo de calabaza que tenía en el vaso.

Me había prometido nunca hacer daño a ningún ser humano y desde entonces solo me alimentaba de sangre de animales, pero cuando alguien se hacia un corte o se hería inconscientemente, algo me embriagaba y me hacía perder el sentido… en caso como aquel día, el entrar en ayunas me pasó factura. Intenté olvidar por un momento el aroma del líquido rojo. Llevaba por suerte un par de botellitas pequeñas, así que abrí una de ellas, pegué un sorbo y la tapé, guardándola con la otra en el bolso. Lo usaría para casos extremos.

Pronto me percaté que parecía que había una pequeña discusión con el grupo de magos que estaban en el interior si la cosa se ponía fea, aunque no me gustase tendría que intervenir. Mientras no se pasasen de la raya no intervendría, sólo actuaría como una camarera más.

[Deiwan Rambaldi]

¤ Vianne Rocher, recepcionista del ¤ Ladurée ¤


Se acercó a Heliké al verla algo tensa, aunque la conociera de apenas un rato pero se tomó esa confianza; por un momento pensó que la Rambaldi creía que eso era una biblioteca ya que el bullicio de los jóvenes no le hacía ni pizca de gracia.

— Heliké... no se enfade, solo es una discusión de tortolitos, no es nada nuevo, las veo todos los dias... entiendo que adore el silencio... ¡Qué se lo digan al cheff, que si le desconcentran se niega a cocinar, se quita el delantal y se toma el día libre porque así no puede inspirarse!—le hizo saber a la dueña del Ladurée—. Pero entienda que necesitamos juventud, son la alegría de la vida... cierto es que tenemos adultos que toman como ritual lo que consumen aquí en sus visitas o ancianitas que degustan el placer de los dulces como algo que alegre sus días... pero la clientela adolescente es la clientela de mañana.

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Abrió el pequeño mostrador y extrajo varias bandejas de dulces para dejarlas a un lado, a continuación sacó una tarta y le pidió que sujetara la bandeja para así colocar todo de nuevo.

—¿Tiene buena pinta, a que si?— la mostró super orgullosa con un brillo especial en los ojos—. Tarta de chocolate con oreos, lacasitos, crema de avellana y pezones de Venus alrededor... Es un pedido para la señora Defoe. Su elfina siempre viene los fines de semana a por una para las veladas que celebra en su jardín con los miembros del club de lectura de su ama... la crème de la crème.

Recepcionista y dueña, pasaron la tarde conversando sobre las distintas especialidades, la primera encantada del trato cordial con su jefa y la segunda agradecida por desconectar del estrés al que estaba sujeta mientras aprendía el funcionamiento del local.

[Anna M. Johnsson]

La lluvia mojaba las calles del mundo mágico y provocaba que todos los magos hulleran despavoridos casi como si un acido peligroso fuera lo que caía del cielo a esas altas horas de la tarde. El sol era tapado por las grises nubes que no dejaban ver el cielo y la pelirroja caminaba evitando toda mirada y a la gente misma mientras algunos hacían su deseo de invisibilidad realidad y le chocaban el hombro levemente haciéndola girarse por la intensidad del golpe.

 

Los “perdón” o “disculpa” sonaban cuando las miradas cargadas de odio y poca gracia de Anna se fijaban en los ojos de los individuos. Caminaba en su mundo y verdaderamente también entre sus pensamientos, como era costumbre en la ojiazul el agua no la molestaba mientras su túnica de terciopelo negro se iba mojando poco a poco mientras el suelo se iba llenando de charcos.

 

Sus pasos y su taconeo se frenaron al llegar a la puerta de la conocida cafetería Ladurée, había sido varias veces el centro de reunión entre ella y Sira, y aquel día cumpliría exactamente esa función nuevamente. Una sonrisa se dibujo en sus labios carmines al sentir el aroma que provenía de la cocina e inundaba el lugar.

 

Michelle se retiro la capucha y se encamino a Le Salon Paéva, donde encontró un asiento libre en la ventana que fue su destino final. Las ondas de su rojizo cabello caían por su espalda y por sus hombros enmarcando su mirada y haciendo que su piel blanca resaltara.

[Sira Loveless Haughton]

Miraba por la ventana de su cuarto aquella tarde lluviosa. Odiaba aquel tiempo, no le permitía salir como a ella le gustaba hacer. Había quedado con su amiga pelirroja en el Ladurée, un local pastelero con los mejores macaron del mundo, aunque también contaba con una excelente repostería casera que era su deleite.

 

Ese día si que había hecho uso de su aparición para llegar justo a la puerta del establecimiento, permitiendo de esa manera que ninguna gota cayera sobre aquel vestido azul marinero que llevaba. De su cinturilla en blanco que rodeaba su cintura, colgaba la abrazadera con forma de calavera, unida a su varita, que Abraxas le había regalado por su graduación.

 

Por la ventana pudo observar aquella melena pelirroja, que se sentaba en uno de los salones de la cafetería. Sonrió y empujó la puerta para pasar, haciendo resonar la campanilla de entrada. Con su inconfundible taconeo, se acercó hacia aquel salón donde Anna se encontraba:

 

- Mira a quien tenemos aquí- La castaña apartó su cabello de su rostro que se había descolocado tras la aparición. Sin esperar respuesta Sira se sentó frente a la pelirroja, llevaban días sin verse, sino recordaba mal desde su estancia en San Mungo, tras su accidente. Ahora que lo recordaba su padre se había mostrado muy cariñoso con la joven que tenía delante.

[Deiwan Rambaldi]

¤ Vivian Gandillon, recepcionista aprendiz del ¤ Ladurée ¤

La pizpireta mesera de rizos dorados se paseó coquetamente a través de las mesas de Le Salon Paéva. Adoraba ser el centro de atención y aquella característica de su personalidad no pasaba desapercibida ni era aplacada por sus deberes laborales. La verdad era que agradecía la oportunidad que los Ladurée le habían dado y se esforzaba por complacer al cien por ciento a los clientes para que encontraran el local un lugar afable y agradable al cual volver.

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Una vez depositó un par de galletas de miel con té de camomila en una de las mesas para poder servirla a un par de jovencitas, la bruja de orbes claros se dirigió a la entrada del lugar, preparada para recibir a la nueva tanda de visitantes. A simple vista no habían demasiadas personas, pero de igual manera el resto de los meseros se encontraban ocupados. Aquella era una casa de té que nunca reposaba y todos la amaban por la eficacia de sus trabajadores.

[Helike R V PB]

La recepcionista del Ladurée al parecer había detectado mi mal humor, porque enseguida se acercó a mí e intentó animarme, negué con la cabeza, resoplando.

 

-Lo sé Vianne, lo sé, pero creo que hay formas y formas de hablar sin levantar la voz. Éste negocio se caracteriza por el hecho de que se puede tomar té tranquilamente sin el alboroto habitual de otros negocios -bebí un sorbo del zumo de melocotón y mientras la bruja recepcionista seguía hablando, y le presté un poco de atención, mientras tanto, otras camareras seguían atendiendo las otras partes del negocio.

 

Me fijé en que la joven abría el muestrario y sacaba una tarta, estaba estupenda, se me iban los ojos en ella, pero suponía que era para un encargo y al parecer así era, la recepcionista me lo había confirmado.

 

-Pues sí, está excelente, hemos hecho un buen trabajo contratando a ese cocinero la verdad -se regocijó en su asiento- vaya, al parecer vienen clientes muy importantes, pues espero que los atienda cómo se merecen Vianne -le avisé, aunque no tenía ninguna duda de ello. La chica se había mostrado bastante buena en cuánto a temas de conservación de los mejores clientes.

 

-Pues esperemos que siga así con los pedidos, quizá un día de éstos, haga un pedido especial en el Ladurée -le respondí contenta.