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¤ Ladurée ¤ (MM B: 102947)


Helike R V PB
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-¿Por esta vez? Excelente. Tengo un par de llegadas tarde para custodiar mi vida.- Respondió a Oniria la misma burlesca forma antes de darle una sonrisa de prudente complicidad, levantando su mirada hacia lo lila de sus ocelos. Leer a la peliblanco era de lo más interesante dadas sus capacidades para sacar todo de control; amaba, de cierta forma, las personas que se encargan de desnaturalizar entornos y hacerlos completamente suyos de igual manera. Eso daba mucho que decir de las personas y, aunque fuese de una manera no muy propicia, Haughton era excepcional haciendo que su carácter fuese admirado por cualquiera que se acercase.

-Bastante bien, a decir verdad.- Susurró complacido tras abrir la caja de bombones que momentos atrás había tomado de la estantería externa. <<Frambuesa, frambuesa... ¡Aquí estás!>> Rió levemente al tomar la pieza de chocolate en el mismo momento en que Oniria le regalaba una sonrisa torcida tras un comentario disfrazado de tensa formalidad. -En ese caso, he de decir que llevamos un buen comienzo.- En realidad no tenía ni idea del precio de la caja de bombones que tenía en sus manos. -A la próxima invito yo.- Comentó sin preocupación alguna.

Algún rato después escuchó la campana de la puerta al abrirse. No hizo falta girarse a ver, pues aquel Maori era como un punto sensorial de GPS para él; sonrió levemente al ver a Oniria levantarse para abrazarla al tiempo que él tomaba otro bombón y lo introducía en su boca.

-Llegas tarde, Lockhart.- Susurró con un rostro de seriedad tajado en la brusquedad. Luego suavizó el gesto y rió un poco antes de hacerle un guiño breve. -Que gusto verte de nuevo y visiblemente más cuerda. Yo estoy de maravilla, más ahora que Oniria dijo que pagaría la cuenta.- Bromeó.

-¡Claro que te lo advertí!- Frunció el ceño aseverativamente. -Eso estaba incluido en el grupo de las jaquecas y malestares generales.- Suspiró levemente antes de tomar otro bombón... ¡Cómo disminuía de rápido la caja! Decidió cerrarla de momento si quería intentar que le durara toda la reunión.

-¿Cómo están ustedes esta tarde, chicas?-

Había cierto dejo de trastabilleo en sus palabras y una mínima ansiedad que dejaba ver en la manera en la que masticaba lo bombones. En realidad, era la segunda vez que socializaba con alguien voluntariamente y sin ir a la "violencia" con fines mágicos o exorcistas. Entrelazó sus dedos sobre la caja dorada y desvió la mirada hacia una de las ventanas: Era la primera vez que el Walker intentaba "hacer amigos".

Editado por Allen Joe Walker

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¡Ya tendrás tiempo para dormir, quejica! —La reprendí, alzándola ligeramente entre mis brazos y contemplando ilusionada su rostro. Era mágico, especial y precioso sentirme de aquella manera, tan acompañada... Como si Arya tuviese una mano siempre encima de mi corazón y lo cubriese de toda sombra. A veces eran mis propias tinieblas las que la engullían. Entonces escapar era una utopía desesperada y me veía irremediablemente sumida en la oscuridad que proyectaba mi propia naturaleza. Otros días, en cambio, me sentía libre, protegida de todo peligro, ligera y flexible como una pluma a merced del viento, desprendiendo luz propia. Todo gracias a mi amiga. No encontraba palabras para confesarle mi secreta admiración por sus habilidades empáticas, pero en lo más hondo de mi ser atesoraba cada uno de sus gestos y sonrisas para poder recurrir a ellos cuando los cielos se pusiesen grises y la bruma volviese a cubrir toda mi atmósfera.

 

Otro detalle sensacional de nuestra amistad era la constante impresión de novedad. Siempre que la saludaba era como una nueva carta de presentación en la que debía dar el máximo de mí, superarme y demostrarle mi valía. Ni una sola vez me había aburrido a su lado, ni habíamos caído en la clásica rutina tan enfermiza. Era como conocernos cada día y nunca terminaba de aprender de ella.

 

Ahora que Allen se había unido a nuestro grupo y podíamos considerarnos un trío de amigos se me hacía un poco extraño expresar mi emoción al encontrarme con Arya, pero era imposible de esconder. Me senté nuevamente. El demonio había dado buena cuenta de los bombones y nos observaba con ojo crítico. En ciertas ocasiones me ponía nerviosa y su inspección me sacaba de quicio. No podía decir que me molestase, pero tampoco me sentía cómoda cuando me desnudaba el alma con aquellos ojos fríos que parecían leerme por dentro. Para una persona soberbia no hay nada peor a que alguien conozca sus flaquezas, y yo sabía que el peliblanco era capaz de profundizar en mí de un vistazo y descubrir cada una de mis debilidades. Podría desconstruirme con un comentario y prenderme como al papel.

 

La expresión se me había endurecido sin querer. La suavicé con una suave sonrisa y ofrecí los chocolates a la Lockhart.

 

Me alegro de veros a ambos aquí, chicos.

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Sus amigos estaban simplemente de tan buen humor, que no pudo menos que contagiarse, era cierto que Allen le había advertido > todos los malestares que podría llegar a sentir, pero las pesadillas eran cosa con la que Arya nunca había logrado batallar sin perder en el intento, cuando comenzaron, antes de la intervención del Walker, no durmió por semanas, hasta que acabo durmiendo con su prima, ella controlo sus pesadillas unos cuantos días hasta que todo acabó, y ahora volvía a instalarse en su cabeza, cada noche, para evitar que pudiera conciliar el sueño.

 

 

-- No te tomes todo tan a pecho Walker -- soltó fulminándolo con la mirada y robando el bombón que apresaba entre sus dedos.

 

 

Bajo la mesa, seguía aun aferrada a la mano de Oniria, la había echado en falta, en sobre masía, pero no podría explicarlo con palabras, la conexión que había logrado con la joven, no se veía todos los días, las sacerdotisas tenían el sentir a flor de piel, por lo que les es más fácil percibir ciertas cosas y creer que conocen a las personas, pero nunca logran una conexión, que a pesar de cualquier obstác*lo fuera inquebrantable. El silencio era tajante, parecía como si en aquel instante Oniria y Allen estuvieran teniendo una conversación prácticamente mental, y ella no estuviera incluida, pero no le molesto, cuanto menos hablara quizás mejor para ella.

 

 

 

-- Muy bien, gracias por preguntar ..- exclamó con un tono fingido, -- Igual me alegro de verlos -- sonrió a Oniria.

 

 

Escrutó el ambiente, buscando a algún empleado, -- ¿Ya tomaron la orden? -- preguntó, llevando una de sus manos, la libre, a su estomago, la calidez que despedían ambos personajes la regocijaban, le hacían olvidar todo mal, todo problema, se sentía renovada, y a nueva cuenta sabía, que en cuanto las horas pasaran junto a ese par, sonreiría con naturalidad, el color volvería a sus pálidas mejillas, y no habría por que preocuparse.

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El sol decaía con inclemente lentitud, cosa que agradeció. No era que en realidad el peliblanco simpatizara con el día, pues todo se volvía demasiado visible, pero comenzaba a acostumbrarse a pasar tiempo con ese par de chicas que de un momento a otro entraron en su vida para hacer sus ambientes mucho más amenos. El lugar no era de su perfecto ideal, pero era lo mejor que quizá podría conseguir en un país como Gran Bretaña en cuanto al aire Francés que tan agradable le era.

Miró al su alrededor, al parecer la pequeña pastelería comenzaba a vaciarse lentamente con la llegada inminente del crepúsculo primaveral. Los pequeños grupos, parejas y personalidades abandonaban el recinto no sin agradecer a los anfitriones; sin contar a los mozos quienes con su sonrisa mejor fingida les entregaban sus lujosas capas o finos abrigos. Parpadeó: dio cuenta de unos pasos inherentes y una torpeza sincronizada. Quizá se trataba de un contratiempo en los hornos tras las puertas detrás del mostrador; quejidos y un par de sonidos metálicos... Un regaño.
Los mozos se agasajaron quizá a comentar distraídamente y Allen comenzaba indirectamente a tamborilear con sus dedos sobre la mesa. Afiló sus marinos ocelos detrás de Oniria, donde se hallaba una pareja que parecía no conocer el final de San Valentín, detrás de él el bullicio de un niño siendo perseguido por su madre y una anciana bastante imposibilitada para subir a una escoba buscando la suya en el garaje tras la ventana del fondo.

Walker se pasó una mano por el cabello y suspiró, disfrazando un esfuerzo por adquirir comodidad. -Sí. Yo también me alegro de estar aquí.- Musito con una sonrisa absolutamente sincera.

Si bien su maldición de desentrañar cuanto aspecto se pasase por sus sentidos era de vez en cuando irritante, las chicas de cierto modo le ayudaban a distraerlo de aquel estrés cuando se fijaba en ellas. De cualquier modo, abusar de ellas como foco de atención no era lo apropiado: Haughton ya empezaba a mostrarse un poco reacia gestualmente, por lo que supo que debía cambiar de foco. Volvió su mirada hacia sus acompañantes y tras husmear un poco en las facciones de Arya y dio un pequeño respingo para tomar nuevamente un bombón.

-Bueno... Hay algo que podría ayudarte con las pesadillas. Sin embargo, emplearé un tiempo en conseguirlo; no es fácil de construir.- Sonrió levemente. -Por cierto, ¿Cómo vas con ello?- Inquirió esperando no causar molestia.

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Era evidente que cuanto más aumentaba el entusiasmo de la pelirroja al estar junto con sus dos amigos, el de estos iba en descenso, Oniria se hallaba algo extraña, a pesar de las innumerables veces que Arya apretó su mano bajo la mesa, esperando lo mismo, llevaba días sin verla, no podía reprocharle la carencia de afecto, pero de Allen simplemente no sabía que decir, no lo conocía lo suficiente, pero se lo proponía, quizás, y era una posibilidad, el compartía algo de la empatía con la que ella convivía desde el día de su nacimiento, pero no eran cosas para hablar a sus anchas, y en un lugar público.

 

 

 

-- ¿Realmente hay remedio para eso? -- preguntó esperanzada, y en sus ojos de golpe se notó el cansancio de malas noches.

 

 

Pensó si realmente decirlo o no, peor que más daba, el era el indicado en temas como ese, robo otro bombón, en la caja quedaban pocos, y le causo gracia ver lo goloso que era el peliblanco, se había demorado en llegar si, ¿Pero tanto como para que devorara una caja entera de Bombones?; suspiró, sintiendo el chocolate derretirse en su paladar, y convertirse en una masa pastosa dentro de su boca hasta que ya no quedaba ni un resquicio de el allí dentro, -- Aun me cuesta, debo admitirlo, solo que es más fácil de controlar, como si le ordenaras a un perro quedarse en su sitio -- aquella comparación eran absurda, -- ¿Solo yo siento escalofríos cuando esta cosa en mi espalda ...-- aun no lo había visto bien -- ¿Exactamente que hace que me da escalofríos? -- preguntó.

 

 

-- ¿Se ilumina? -- su rostro estaba algo pálido, no esperaba que nadie descubriera su secreto, sabía había sido Allen en provocar aquel cerrojo en su cuerpo y en su propia alma, fuera del ojo ajeno.

 

 

Recordó el pequeño incidente en el Hospital, y luego en su negocio, y creyó conveniente comentárselo, aquel día en los Jardines de la Academia, él mismo le había informado que podría controlar sus instintos con cierta practica, -- ¿Uhm Allen? -- intentó llamar su atención, soltando la mano de la Haughton por debajo de la mesa, -- Hace unos días, me paso algo extraño. Verás, pase por dos situaciones algo estresantes, y en ambas no pude simplemente contener la ira .. Nunca sentí irá, me nacía de dentro ..-- comentó algo avergonzada, -- Ya sabes, como aquella noche en los baños -- susurró acercándose a el, -- ¿Eso es normal? -- .

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Apreté la mano de la Lockhart con mucha fuerza, haciendo acto de presencia. Me había quedado embobada contemplando al demonio y había perdido la noción del tiempo y el espacio, por lo que en un principio ni siquiera me había dado cuenta de que la pelirroja entrelazaba sus dedos a los míos bajo la mesa.

 

Comprendí que Allen se había percatado de mi incomodidad ante su peculiar forma de observarme, de registrar en su mirada cada pequeño movimiento. Me alivió que concentrase sus esfuerzos de inspección en Arya, que parecía realmente consternada, preocupada por sus pesadillas. También yo quería ofrecerle mi apoyo, pero no conocía otro método que no fuese el del cariño y las palabras. Una ayuda real, el remedio efectivo... Estaba fuera de mi alcance.

 

De repente, la chica me soltó y comenzó a relatar alguna extraña situación que le había acontecido recientemente. Escuché con atención, frunciendo el ceño. Sólo imaginarme a mi amiga enfadada me producía escalofríos, porque Arya, bajo toda su dulzura, tras la melena pelirroja y la sonrisa angelical... Encerraba oscuridad. Yo lo sabía. La veía acechar tras el azul de sus ojos, y al igual que ella era capaz de percibir la luz que fluía en mi interior, yo era consciente de que en el corazón de la joven todavía se removían las tinieblas.

 

Quizás esa era la razón por la que nos entendíamos tan bien. Ambas teníamos... Muchas máscaras, personalidades.

 

Contemplé al peliblanco, esperando ansiosa su respuesta.

Editado por Oniria

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Lamentó en realidad haberse realmente distraído. Si bien el peliblanco no tenía a alguien a quien llamar "amigo" en realidad puede que haya sido todo culpa suya: Se encargaba más en reconocer y extraer que en conocer y convivir; quizá por ello fue un gran paso el ir a la Madriguera luego de convertirse en aspirante de los Fenixianos. De cualquier modo, este no era un mal momento para comenzar: Estaba en un lugar indicado con las personas indicadas... ¡Y qué mejor!

-Sí, hay una solución para eso, encanto.- Rió con suavidad. Casi quiso acariciar el rostro de Arya para reconfortar esa mirada cansina, pero recordó que no era muy bueno para el cariño. A Oniria de seguro eso se le daba mucho mejor. -Hay un artefacto artesanal que, una vez purificado, se encarga de extraer las pesadillas.- Susurró, extrayendo de su gabardina el objeto en cuestión. -Ésta es la versión pequeña de un atrapasueños.- Sonrió levemente. -Yo cargo con este por un acto de costumbre, sin embargo, basta con que lo cuelgues en la cabecera de tu cama. Apenas me sea posible, te haré uno... Si deseas uno también, puedo regalártelo, Oniria.- Dijo amablemente.

Dedicó especial atención a las palabras siguientes de la pelirroja, describiendo cómo había sobrellevado el proceso hasta ahora. Asintió con suavidad ante sus puntualizaciones y aquel ejemplo peculiar. -Sí, se ilumina. Siempre te accedes al sello de manera voluntaria e involuntaria este se ilumina, por eso causa ese pequeño electroshock: Puede ser una manifestación independiente, pero aún así necesita de tu energía para poder funcionar. Por ello sientes escalofríos.- Puntualizó.

El ojiazul robó otro bombón de la caja de chocolates, introduciéndolo a su boca. Dio cuenta de la particular expresión dubitativa de la sacerdotisa y escudriñó un poco en su mirada: Nerviosismo, incertidumbre... Probablemente miedo, incluso un vacío. Desvió su mirada hacia sus manos convexas y descoordinadas, probablemente por la presión de su autoabandono momentáneo, melancolía o reciente desencaje. Quiso saber mucho más de los misterios que encerraban los demonios de la Lockhart y su incomodidad inexplicada al estar en un lugar al que estaba acostumbrada, puesto que hizo su orden a los mozos como si los conociera de toda la vida, <<Debe tratarse de un negocio familiar>> pensó, pero fue sacado de su ensimismamiento por ella misma.

-Sí, es normal al principio.- Susurró al notar su cercanía. -Un demonio bajo Maori es como un animal silvestre recién enjaulado. Tienen a desatar su ira para liberarse, obviamente sin éxito.- Sonrió levemente. -En los primeros episodios es bastante descontrolado, pero a medida que tomas conciencia de los síntomas previos a ese hecho, aprendes a controlarlo.- Le tomó la mano con fortaleza. -Es sólo ser consciente y voluntario de los sentidos. Saber leerte a ti misma: Conocerte.- Le miró a los ojos como si le acariciara. -Si necesitas una sesión de ayuda, puedes pedirla cuando quieras.- Finalizó.

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> Pensó recordando en sus palabras a su propia madre, esto le dio cierta pena, pues siempre se había visto tan distinta a ella, pero a la vez tan parecida, oyó lo que Allen le comentaba sobre la solución perfecta para sus pesadillas, y abrió extremadamente grande sus azules ojos al ver el objeto que sacaba de dentro de su Gabardina, lo había visto antes, aquella espiritualidad que emanaba aquel atrapa sueños le llamaba curiosamente la atención, y el saber que aquel sujeto con sus propias manos los podía fabricar, le daba cierta seguridad, como si por el simple hecho de saber de quien provenía al 100% le garantizaba que fuera bueno.

 

 

 

Luego de soltar el comentario sobre su pequeño incidente, prestó especial atención a lo que el Walker le decía, pues debería de aprender cada palabra de él, era necesario si no quería despertar un día y hacer un gran destrozo por no saber contenerse. El contacto con el Demonio le reconfortó de cierta forma, ¿Pero cómo admitir ciertas cosas?, respiró hondo, escabulló su mano una vez más por debajo de la mesa, buscando el respaldo de su amiga, la sintió repentinamente tan reticente, aquello causo un ligero escalofrío, pero no en su cuerpo, este paso desapercibido, sacudiendo su alma de un momento a otro.

 

 

 

-- ¿Podríamos luego del Té? -- preguntó forzando una sonrisa, y observando por el rabillo del ojo a Oniria.

 

 

 

> Se dijo dubitativa, esas eran cosas que debía decirle, se notaba cuando interesado estaba Allen en ayudar a la pobre pelirroja, pero estaba en ella, era parte de su ser, demostraba su debilidad hasta cierto punto, había algo en su cabeza que le daba vueltas, pero lo desesperante era que no sabía qué era, es decir, una nebulosa completamente molesta que le generaba lagunas mentales, se negaba a admitir que sentía que una parte de su había sido robada.

 

 

 

Tragó saliva dispuesta a lanzar una pregunta, quizás absurda, para evitar preocupación en sus interlocutores por sus conversaciones mentales que la desconectaban de la realidad, -- ¿Y que sucede si me encuentro con alguien como uhm ..-- Lo pensó, como decirlo, -- Alguien con sus facultades mejor desarrolladas que las mías? -- comprendía por que lo preguntaba, pero no podía decirlo, menos con Oniria allí; -- Es decir, ¿Puede activar el Maori sin que yo pueda hacer nada?, ¿Con su sola presencia? -- posó su mano libre sobre la del Walker, soltando a su amiga, -- Porque si mal no recuerdo .. Fue por tus ..-- señaló sus brazos un instante, -- Que no pude controlarme -- acabó aireada.

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La conversación daba unos giros escalofriantes, y constantemente auguraba un mal final, uno de revelaciones gélidas que más me valía la pena no escuchar. Podía percibir la tensión en el ambiente. Arya callaba elementos esenciales de su discurso, y yo creía comprender por qué. En la graduación ya nos lo habíamos dejado todo bastante claro, a base de indirectas, miradas de dolor. Todavía no podía asegurarlo a ciencia cierta, pero... ¿Lo necesitaba? Me bastaba cruzar dos palabras con la Lockhart para averiguar de qué lado se decantaría.

 

Aparté aquellos molestos pensamientos con una sacudida de cabeza y volví a concentrarme en desmenuzar los enigmas que encerraban las palabras del Walker. Su lenguaje era, en ocasiones, verdaderamente encriptado. Se me escapaban detalles, las frases perdían contexto, y aunque exprimía a mis neuronas en un intento por enterarme, todo intento era en vano. Lo mío no eran los demonios, no tenía ni pajolera idea de su naturaleza, de sus problemas. Inmersa entre tanta inseguridad y desconocimiento me sentía desnuda y desprotegida, aunque la mano de mi amiga conseguía salvarme, sosteniendo la mía bajo la mesa.

 

 

Eres muy amable, Allen. Sin embargo aprecio demasiado mis sueños, y mis pesadillas, como para aceptar tu ofrecimiento. —Respondí, intranquila. Aquella afirmación era quizá la máxima más cierta de todas cuantas hubiera dicho en mi vida. No pude evitar recordar la primera noche que conseguí soñar, cómo cambió aquel hecho el transcurso de toda mi vida. Un ramalazo de emoción me encogió los pulmones cuando vislumbré en mi cabeza el fuego de la chimenea, a una chica sin nombre dormitando sobre el suelo que llegaba moribunda desde las nieves de Siberia, congelado el corazón y el alma, familiarizada con la muerte. Una chica sin nombre que nunca antes había tenido el placer, el gusto de soñar, y que durante aquella velada descubrió ese otro mundo, menos cruel y a pesar de todo igual de gris, donde su imaginación tenía el poder de vencer al tiempo, las ventiscas y el hielo.

 

Me quedé embobada unos minutos, la mirada perdida, posada e inmóvil sobre el cristal de la ventana. ¿Seguiría siendo un fantasma sin nombre si no hubiese encontrado a aquella anciana, si no me hubiese permitido refugiarme en su casa? ¿Sabría de mi magia a estas alturas, o estaría muerta y pisoteada como una vulgar humana muggle?

 

Oniria, Oniria... Nadie sabía la historia detrás de aquel extraño seudónimo. Ni siquiera yo, en realidad, pues no tenía constancia de otro.

 

Cuando quise prestar atención a mis dos amigos se encontraban enfrascados en su conversación sobre demonios, y yo había vuelto a perder el hilo. Casi sonreí.

 

Mi ignorancia era inevitable.

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Dio una amable sonrisa a Oniria tras un asentimiento; había estado esperando esa repuesta de su parte. En sus memorias hallaba su rostro muy difuso, pero sabía que antes de su regreso a Londres, la había visto antes: Moscú y el conflicto armado de Kiev en el siglo pasado. Desvió la mirada hacia la puerta cristalizada del recinto: el crepúsculo había muerto y daba paso a la noche que con tonos púrpuras vestía el cielo. Había supuesto desde el primer momento que el nombre de Oniria se debía a su contacto onírico con el mundo inconsciente; después de todo era una vampiro, aunque quizá esa podría no haber sido el motivo por el cuál sus sueños estaban anulados desde el principio: Aquella respuesta confirmó sus sospechas acerca de la identidad de la ahora Haughton; esos ojos lila y cabello blanco no podrían ser otros que los heredados de Damianari. ¿Pero por qué demonios hasta ahora y ese momento? Si sólo pudiese recordar la eventual visita a la base extinta de Moscú... Necesitaba arreglar una conversación con esa chica.


Regresó el atrapasueños a su bolsillo; en Francia, en su medio de sus travesías y sólo hasta hace muy poco tiempo descubrió que aquel artefacto existía. Tuvo que vivir dos cerca de milenio y medio con las pesadillas acosando en su inconsciencia, cosa que hacía remarcar aún las ojeras; recordar aquellos episodios de paralela esquizofrenia emocional nocturna le causaba escalofríos. Levantó las cejas al acatar la sugerencia de Arya, a lo cuál simplemente asintió; afiló los ojos luego de avistar aquellas forzadas expresiones de parte de la pelirroja.


-Sí, claro. Podríamos ir a tu casa, a la mía o cualquier otra parte.- Susurró tenuemente antes de tomar el último bombón de la caja: ¡hasta que por fin se acabaron!


Dejó caer de repente su mirada en las pequeñas envolturas que quedaron en la caja vacía. A decir verdad, los reflejos de su mente abordaban constantemente sus pensamientos, haciendo que sus memorias se difuminaran; sabía que en varios siglos de su vida hubo eventos que para su infortunio no podría rescatar de las profundas lagunas de su fotografía. Aún había misterios sobre sí mismo que no lograba resolver, aunque había un evento en particular que no iba a olvidar jamás: Vietman. Sacudió un poco la cabeza para deshacerse de aquella sensación de hierros y sangre que le perturbaba tanto.


Las siguientes preguntas de Arya las esperaba. Era obvio que luego de los sucesos pasados en el Baño/Bar de la academia surgiese aquella curiosidad propia de su inquietud ante el desconocido mundo de los Maori.


-Así es, cariño.- Musitó tranquilamente. -¿Recuerdas lo que sucedió en la academia esa noche en que nos conocimos?- Sonrió levemente, volviendo su mirada también a Oniria. -Tu sola presencia en aquel lugar bastó para que mis Maori se activaran involuntariamente, por tanto, no es necesario que la otra persona posea facultades más desarrolladas, sólo afines.- Sentenció. Ese éra un punto clave que debía saber. -Sobre cómo controlarlo, debes comenzar por saber qué lo afecta para así bloquear sus efectos con concentración.-


Acarició con suavidad la mano de la sacerdotisa como implorándole calma: El mundo del exorcismo es demasiado amplio.

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