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Conocimiento de Maldiciones


Mistify Malfoy
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El vampiro se mantuvo atento a Mackenzie, quizás podría recordar algunas cosas de sus viajes a Grecia lo cual en aquel punto no era bueno ni malo. ¿Sería la señal que él había estado esperando por tanto tiempo?, negó con la cabeza, conocía la respuesta, de ser así otras cosas habrían sucedido, los mensajeros no habían aparecido. Suspiro, había tenido extraños sueños pero aun no encajaban todas las piezas.

 

Reviso el pulso de la vice-ministra, y noto que respiraba con “normalidad” quizás si había caído a causa del cansancio y la presión de todo lo que estaba sucediendo, pero había algo mas, aquella extraña sensación no se le quitaba de la cabeza. No paraba de pensar en algunas cosas que le habían marcado, aquellas sombras y criaturas extrañas, era como si hubieran vuelto a atormentarle, los sacrificios. Quería volver a aquel lugar pero estaba encerrado en aquel mundo, mas aun en aquel templo.

 

El Ragnarok volteo para observar a los ojos a la Macnair. Ladeo la cabeza estudiándola, viendo que había algo diferente en ella, pero aquel no era el momento para aquello, escucho las explicaciones que Katara le estaba dando a la chica cuando algo mucho más extraño comenzó a suceder. Un brillo, un temblor y la aparición de aquella mujer que con extraño poder estaba ocupando el lugar en el que él había estado situado hacia algunos segundos.

 

-Pero que demo… -dijo al ver a aquella mujer con la extraña lanza, la cual irradiaba un enorme poder.

 

Dio un paso atrás pegando la espalda a la pared, no era por cobardía, simplemente es que su familia y algunos conocidos habían tenido malas experiencia con aquel tipo de armas. Cerró los ojos y recordó aquella visión de él mismo sosteniendo aquella arma oscura y maldita, dejándose seducir por el poder y la oscuridad. Negó con la cabeza, tenía que quitarse aquella idea de la mente, seguramente aquella cosa estaba aun en poder de su dueño. Pensó en otras personas, algunas habían muerto a causa de aquella arma, estaban malditas y ahora en aquel extraño lugar aparecía otra lanza, quizás menos poderosa que aquella pero aun así irradiaba una energía amenazante, lo cual le hizo apretar los puños y morderse el labio con sus filosos y ponzoñosos colmillos.

 

Escucho las palabras de la Malfoy y entrecerró los ojos, eso era lo último que faltaba, que ahora no los reconociera, estaban metidos allí por aquel extraño pájaro y ahora tenían que dar explicaciones de porque estaban allí. Bufo y no dijo nada cruzándose de brazos, pero aun manteniendo la guardia esperando que en cualquier momento todo empezara a irse al demonio otra vez.

 

-Somos alumnos de una clase que debió haber empezado hace rato ya y que estamos aquí atrapados gracias a una horrorosa ave con una varita en mano –dijo el vampiro.

 

Luego de aquello simplemente el vampiro recorrió la cara de los demás presentes, era extraño que al Malfoy no los reconociera, por lo menos a algunos como él debía conocerle, o a la Macnair, pero aun así parecía que nada estaba encajando en todo lo que sucedía.

 

Lo que sucedió después quizás los tomo a todos por sorpresa, menos a Elvis que quien sabia donde se había metido al mente del hombre. Otra vez tembló, aquello no podía ser casualidad ¿o sí?

 

-<<No, no lo es>> -se dijo así mismo cuando se dio cuenta un segundo después de lo que pasaba.

 

Ahora todo era más claro, estaban rodeados por algún tipo de fuerza ancestral que no iba a dejarles en paz hasta que consiguiera lo que fuera que quería. Aquellas formas, aquellas bestias formándose mientras la energía salía de las paredes en un intenso azul brillante y a veces cegadora luz. Volvió a bufar, ya aquello se estaba tornando ebn lo ridículo, pero el colmo era que nadie sabía qué hacer.

 

-genial, aquí vamos otra vez –dijo al escuchar las palabras de aquella voz que resonaron en toda la habitación.

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Estaba aturdida, cansada y sentía que alguien me había estado oprimiendo el pecho durante un largo rato. Misty había hecho la misma pregunta que yo, aunque en sí parecía que no nos reconocía. Fue entonces que Lyra se acercó a mí explicándome a grandes rasgos lo que había sucedido en el aula.

 

-La página que yo encontré- dije, señalando el morral que aún colgaba de mi hombro-. Pertenecía al libro que mencionas,¿no?- aunque no sabía si ella entendería a qué me refería, sobre todo porque seguro que no se habían percatado de que una página se había desprendido de dicho libro. Me senté en el suelo, agotada-. ¿Qué es este lugar? - pregunté a nadie en particular.

 

Mi mirada iba de Elvis, mi antiguo jefe en el Departamento Auror, a Hades... un viejo amigo. De ahí a Brid, recién llegada compañera de bando y luego a Lyra, mi tía por parte de los Malfoy (o al menos esa era su relación con Sybilla). Todos habían llegado allí por el mismo motivo que yo, pero no parecía ser una clase de la Universidad, sobre todo porque Mistify no parecía haber estado esperándolos. Y después de todo, ¿quién esperaría a un grupo de inexpertos magos en maldiciones en un templo que parecía querer robarse las almas de las personas?

 

Todavía sentía la calidez de la sintonía de aquella magia que me había tocado en la otra sala, pero no sabía de quién provenía. No era de Mackenzie, desde luego, por el estado en el que estaba le sería complicado mantener aquella conexión.

 

-Hay otro arqueomago en el templo- murmuré, inconexa con lo que pasaba a mi alrededor. Las visiones de una familia feliz y perfecta habían afectado mi sensibilidad.

 

De pronto, la pirámide tembló de nuevo y miré a Hades que era el que se había alejado del grupo y parecía más molesto con la situación. Las columnas a nuestro alrededor empezaron a llenarse de extraños brillos y pronto estuvimos rodeados de los mismos seres de ojos brillantes que me habían capturado momentáneamente en la otra sala. Me sobresalté y me puse en pie con torpeza, tropezando y tomándome de la pared para no caer al suelo de bruces.

 

Nadie iba a salir. Eso decían.

Editado por Cissy Macnair

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Me había quedado tan anonadado con las imágenes perfectas que acababa de ver, que no me había dado casi ni cuenta de todo lo que había hecho. En primera instancia se me había pasado por alto que me encontraba en otra habitación de las que se habían escapado Bridget y Mackenzie, pero sin darme cuenta, había regresado a mis pasos y misteriosamente me había encontrado en compañía de éstas mismas brujas. La segunda estaba casi desmayada. Y también llegaban Hades y Katara. ¡Era una suerte!

 

Caía de a poco. Me habían brindado tanta tranquilidad ésas escenas de casi un mundo perfecto que las sombras, las voces y lo que sucedía lo miraba como si fuera una fina capa de una película que pasaba sobre mis ojos. Como si todo eso que sucedía en la habitación fuera el sueño y no lo otro que había visto. Pude sentir una fuerte energía oscura. Se sentía en las paredes, en el aire, en el medio de mi pecho. Cuando una nueva figura apareció, pude al fin reaccionar. Seguramente los recién llegados, como gran querida Cissy, me habían hasta visto de una manera colgada.

 

La supuesta profesora, nos preguntaba qué hacíamos allí. ¿No estaba claro? Por suerte mis compañeros le respondieron, sin necesidad de tener que explicarle. Una voz desde lo más profundo resonó. Lo pude escuchar dentro de mi cabeza y en mi corazón. Iba a preguntar qué demonios estaba sucediendo, si alguien se había metido en un lio, cuando pude ver que en los rostros ajenos también tenían el mismo rostro extraño. ¿Cómo que nadie entraba ni salía? “un precio que deberá pagarse” Eso si que realmente me alarmó.

 

¡Hey! ¡Hagan algo! —exclamé con mi voz un poco entrecortada. El retumbar fue tan fuerte que parecían miles de explosiones. Sentía como si me estuvieran mirando de cada rincón de aquel cuarto. Cada vez era más oscuro pero lleno de magia. Lancé varios contraembrujos pero nada funcionaban. Unas tres o cuatro estelas de luces casi blancas impactaron en aquellas puertas, pero solamente parecían iluminar más el sitio. Era como si no estuviera haciendo nada—. ¿Y tú qué haces aquí, Mistify? ¿Por qué estabas desde antes? ¿Qué demonios es éste sitio al que nos trajo ése pajarraco? —por un segundo me había olvidado de mi caballerosidad y a quiénes me dirigían.

 

En mis expresiones no se encontraba enojo ni enfado contra ella. Tal vez si nos explicaba de ése sitio podríamos ver de qué se trataba y a lo que tendríamos que enfrentarnos. Aguardé aunque mi varita se mantenía aferrada entre mis dedos. No sabía que era lo que me confirmaba mis deducciones, pero algo me decía que la magia que conocía, la que usaba en lo cotidiano, no me iba a servir para nada. Miré a Mackenzie por primera vez. Estaba en el suelo y parecía recién despertarse. Me acerqué a ambas brujas y le ofrecí a la viceministra si quería que la ayudara a levantarse. No quería encontrarme con que debíamos salir corriendo y que ella estuviera allí, tan desprotegida.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Bridget continuaba mirando a Mack mientras empezaba a reaccionar de alguna forma. Era como una escena repetida: levantaba la cabeza, podía mirarla unos segundos sin reconocerla y nuevamente se le doblaba el cuello, como una muñeca rota, de esa forma varias veces. La Black no quería acercarse ni tocarla, con el temor que lo que fuera que estuviera viendo o el tipo de magia que estaría recibiendo se le pegaría si lo hacía. De pronto la chica cayó desparramada al suelo, como un juguete muggle al que se le acaba la batería.

 

Hades apareció desde atrás para sostener a la Malfoy justo a tiempo. Bridget en cambio se bloqueó por completo en ese momento. Sintió como las extremidades dejaban de responderle y se quedó mirando estupefacta al muchacho que había aparecido de la nada. Al momento de despertar de su ensueño reparó en que habían otras presencias en la habitación, pero en ningún momento se paró a analizar de quienes podía tratarse.

 

De pronto, y como para añadirse a sus problemas una mujer entró por la misma puerta por la que habían llegado todos, gritando amenazante algo sobre que no podían obtener nada de ella. La pelirroja reaccionó de pronto, como si le hubieran lanzado un hechizo que debía esquivar, aunque no hubiera sido así. Miró hacía atrás sobre el hombro y distinguió una silueta en posición de ataque hacia ellos. Recordó al mirar a su mano derecha que todavía tenía su varita lista para atacar, pero decidió quedarse inmóvil y observar los movimientos de sus compañeros primero.

 

Unido a la cadena de sucesos que se daban más rápido de lo que Bridget podía comprender, un destello de luz hizo presencia sobre una de las columnas que sostenía la habitación, pero aunque la mortífaga pudo quedarse mirando aquél espectáculo de luces, su mirada estaba completamente clavada en la mujer rubia de vestido otrora blanco inmaculado y ahora completamente sucio y raído. Esta se había acercado hacia el grupo casi corriendo, a tomar en sus brazos a Mackenzie que todavía estaba completamente inconsciente. La tomó de forma delicada, con todo el cariño y cuidado de una madre, poniendo en sus manos una lanza. Bridget tenía la boca ligeramente abierta por la sorpresa y sin darse cuenta había resbalado por el muro hasta quedar en cuclillas junto a Hades y al par de mujeres. No fue hasta ese momento que se dio cuenta que Katara también estaba allí, observando la escena tan impactada como ella.

 

La voz de la nueva integrante del grupo volvió a escucharse, con una pregunta que ya resonaba en la mente de Bridget: "¿qué estamos haciendo aquí?. La pelirroja negó con la cabeza, como si alguien iría a verla, desconociendo la respuesta a su propia cuestionante. Podía describir como habían llegado hasta allí, cada paso que habían dado y cada decisión que habían tomado, pero lo cierto era que detrás de todo, desconocía los motivos que los había impulsado. Escuchó la explicación que dio Katara, pero solo oyó en ella el eco de sus pensamientos. Al final dudaba de quien realmente corría peligro allí. Por medio de su breve estadía dentro del templo y la desvariada explicación de Mackenzie de aquellas runas logró comprender que sus almas estaban en juego, y que se habían metido en un embrollo del que no podrían salir intactos.

 

La Black se enderezó temerosa, pues sentía una presión distinta en el aire, como en la primera habitación, cuando parecía que sombras de todos los tamaños los rodeaban amenazantes. Mackenzie acababa de despertar y la oyó murmurar algo que no comprendió, pues se encontraba distraída mirando los halos de luz azul que comenzaban a rodearlos, como un nido sin salida. Bridget se puso rápidamente en pie, y como para confirmar sus temores se oyó en todo el templo y sus alrededores un estruendoso ruido, proveniente de todas las salidas que acababan de ser selladas. Ya no existía escapatoria, alguien debía entregarse.

 

El resto de sus compañeros también se había puesto dispuesto a atacar. La mujer que antes solo era una silueta se acercó para ser parte del grupo un momento, pero no pasó más que unos minutos para que estuviera otra vez de pie, a la espera de atacar a lo que sea que se estuvieran enfrentando. Hades rondaba callado la habitación y Elvis parecía haber perdido el control de su actitud tranquila de antes. A Bridget le invadió una ola de miedo al mirar al resto y las condiciones en las que reaccionaban. ¿Cuántos se habrían dado cuenta ya que habría que sacrificar algo? ¿Cuántos más podían leer las runas al igual que Mackenzie y relacionar todo aquellos de los gitanos con el pago con almas? ¿Cuántos eran conscientes de que la deudora y la causante de todo aquello era la mujer que debió presentarse como su maestra de conocimiento de... maldiciones?

 

Bridget decidió que lo mejor era mantenerse un poco más apartada del grupo, al igual que había hecho Hades. Retrocedió un par de pasos y luego giró sobre sus talones para recorrer la habitación ahora casi completamente iluminada de los halos de luz azul.

 

¿Hay manera de salir de aquí? —preguntó elevando la voz para llamar la atención. El resto parecía demasiado enfocado en descubrir como es que todos habían llegado allí y no tanto en la manera de librarse de la maldición en la que parecía que acababan de enredarse todos. Al final ya estaban allí y no importaba la secuencia de sucesos, si no la estrategia que tendrían que poner en práctica para poder salir con vida todos... o la mayoría al menos—. Si alguien sabe más de lo que hemos visto hasta ahora, lo mejor será que hable —canturreó,mientras agitaba su varita por delante de ella y completaba una vuelta alrededor de la habitación, de vuelta con el grupo.

SemperFidelis

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Mackenzie agradeció el gesto de Elvis y se sujetó a su brazo, incorporándose. No se sentía nada bien, por lo que tuvo que realizar un gran esfuerzo para que el joven no tuviera que cargar con todo su peso. Aún así, se aferraba a su brazo con fuerza y apenas podía sostener algo más que no fuera su cuerpo. Le entregó la lanza a Mistify, seguro que ella podría hacer un mejor uso de aquel arma.

 

Aún no acababa de comprender lo sucedido y, por las palabras de sus compañeros, supuso que ellos tampoco comprendían mucho más que ella. Se preguntaba quiénes eran aquellos seres que habitaban el templo. De hecho, parecían existir dos clases de seres diferentes y no tenía la más pálida idea de qué buscaban de ellos, salvo quizás el recuerdo de un cuento infantil, al que la bruja seguía sin darle de todo crédito y las runas que tenían relación con la simbología del alma.

 

Y lo peor es que parecía que el templo había quedado cerrado a cal y canto, con lo que quedaba descartada la opción de la huida o incluso de la ayuda exterior. No, en realidad, lo peor, o al menos, lo más inmediato, era conseguir escapar del círculo de luces azules que los rodeaba y que no tardaría en abalanzarse sobre ellos.

 

- ¿Quiénes son estos seres, mamá? ¿Qué buscan de nosotros? Todo esto del intercambio y del precio me recuerda a cierto cuento que solías contarme, pero aún no me creo que sea más que un cuento.

 

Estaba tan necesitada de respuestas como el resto del grupo y aún le quedaba por comprender otra cuestión de índole diferente. Todavía colgada del brazo de Elvis, tenía a su medio hermana, Sybilla muy cerca. Había algo en su expresión que la hizo dudar, pero finalmente desechó sus recelos y le formuló la pregunta.

 

- ¿Fuiste tu la que realizó el campo de magia antigua?

 

Tenía curiosidad. Había sido una activación muy poderosa y apenas sabía nada de las habilidades arqueomagas de su medio hermana.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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- Es una larga historia, hija. – respondió Mistify. Evitaba mirar a Mackenzie a los ojos. ¿Culpa? Quizás. Pero no era el momento de hablar. Tomó la lanza que le ofrecía su hija e intentó realizar lo mismo con otra de las columnas angulosas del templo, pero le fue imposible. ¿Qué hizo la primera vez que había funcionado?

 

Las luces que habían iluminado por un corto espacio de tiempo toda la sala habían desaparecido y la semipenumbra regresó cubriendo todo como un velo, junto a unos pares de inquietantes ojos azules que los acechaban. Olía a azufre y a muerte y cada tanto se escuchaba con claridad un sonido chisporroteante similar al del fuego al intentar ser apagado. Mistify intentó mirar más allá. Las sombras se acercaban y comenzaban a tomar forma. Eran lobos, pero mucho mas grande de los normales y de entre sus afilados colmillos se desprendían hilillos de saliva que al contacto con la superficie de piedra parecía desgastarla, al igual que un potente ácido. Y de ahí provenía el ruido. La bruja deseó por milésima vez tener su varita en la mano, la lanza seguía sin reaccionar ante sus intentos.

 

El grupo de magos y brujas se acercó por instinto, formando entre ellos un círculo cerrado para cubrirse las espaldas.

 

- Fuego Maldito – la bruja rubia escuchó a la perfección aquel hechizo. Supo que provenía de uno de sus compañeros mortífagos. El lobo que tenía más cerca se deshizo en pedazos. El fogonazo de luz dio vida a la escena y los visitantes pudieron ver con claridad lo que los rodeaba. Cientos de esos extraños engendros, tantos como amplio era el lugar que los contenía. El olor a azufre se intensificó al punto de que Mistify se llevó el brazo al rostro intentando respirar mejor y antes de que la llamarada de fuego maldito fuera absorbida por la oscuridad vió con sorpresa como el enorme lobo se regeneró de entre sus propias cenizas para ocupar nuevamente su posición.

 

Tres carcajadas resonaron nuevamente en la sala. Solo tres.

 

Nadie entra. Nadie sale.

Un intercambio se debe.

Un favor se concederá,

uno por otro y, a cambio,

el precio deberá pagarse.

 

- ¿Recuerdas el cuento, hija? – susurró Mistify, la voz ajada por el aire impuro que era obligada a respirar - ¿Recuerdas que quién entraba allí no podías pedir ningún favor? ¿Ni tan siquiera desearlo? No sin antes, acordar el pago.

 

Otro de sus acompañantes ensayó un nuevo hechizo contra los engendros a su alrededor. Tampoco funcionó.

 

Las voces coreaban una y otra vez aquellas frases. Cada vez con mayor fuerza, regodeándose de lo que producían en los intrusos. Miedo, soledad, ira. Las emociones humanas eran su alimento. El cómo obtenerlas era solo una excusa.

 

- ¿Aceptas, Mistify Malfoy? – la voz masculina pareció acercarse más de lo normal y la bruja alzó la lanza casi por instinto. – ¿Aceptas? ¿Aceptas? – canturrearon al unísono en un éxtasis de placer.

 

Si algo le pasaba a Mackenzie jamás se lo perdonaría. La sensación de culpa la embargaba y no la dejaba pensar con claridad.

 

Un nuevo fogonazo de un hechizo lanzado contra uno de los lobos más osados. Mistify lo vió. Rodeado por la manada de lobos como custodia. Una sonrisa demasiado grande para ser humana al igual que los ojos completamente negros. Creyó notar que no existía una nariz en medio de los pómulos afilados. Llevaba el cabello negro, lacio y largo hasta los hombros extremadamente delgados, al igual que toda su constitución física. El color de piel aceitunado hacía juego con lo que parecía una capa que caía por su espalda y envolvía parte de su cuerpo no dejando ver los brazos.

 

Mistify aferró la lanza en dirección a la alta silueta. No dejaría que nadie dañara a su hija. El resto del grupo podía morir ahí, le daba igual. Y entonces no supo porqué, pero el arma que tenía entre sus manos volvió a arrojar uno de aquellos rayos dibujando una línea recta hacia la figura masculina, en su camino, los lobos se transformaron en cenizas.

 

Fue entonces cuando lo que ella creyó una capa se extendió y al hacerlo unas enormes alas similares a las de un murciélago se mostraron en todo su esplendor, logrando que el ser evitara la descarga de luz. Y aquello inició el caos a su alrededor..

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Era conocido que en el mundo existían líneas de tiempo o portales entre los planos físico, mentales y astrales. No estaba segura que lo que quería intentar funcionará, era magia blanca, muy poderosa y antigüa y algo había heredado gracias a mi madre, a quien nunca mencionaba, pero eso era otra historia.

 

Señale el techo de la sala, dividiendo, murmurando una sola palabra, un simple hechizo para dibujar una línea roja. ¡Flagrate Esta línea roja fue siguiendo mis indicaciones, convirtiendose en una triqueta, un poderoso símbolo del bien.

 

-Nadie entra, nadie sale, pero nadie dijo que nada entraría.- Murmuré.

 

No podía perder la concentración, tenía que unir esos poderosos planos y funcionó. Una gran luz disolvió la oscuridad que había, sin perjudicar ningún otro hechizo que alguno de mis compañeros hubiera hecho o planeado hacer. Podíamos ver a quienes pertenecían esos extraños ojos. Parecían lobos, aunque con una magia podera, el lobo parecía regenerarse nuevamente.

 

-Esta luz de aquí no se ira.- Dije en voz baja.

 

A veces las cosas más sencillas eran las que mejor funcionaba. Si pudieramos lograr que las almas se volvieran encontra de estos seres, que lucharan por su libertad, sería de gran ayuda, pero no lograba encontrar un hechizo para eso. Sin embargo, momentos antes un hombre se dirigía hacia Misty, unas alas como de murcielago lo protegerían de la luz de la espada, aunque los lobos no tuvieron tal suerte. Sin embargo, no podrían evitar la luz que se creaba por la triqueta, esperando lograr que se quedaran ciegos.

 

Esta luz se iba desapareciendo poco a poco, hasta que por fin se cerraron los planos creados. Suspire. Algún punto débil debían de tener. Podrían mandarse al plano astral, pero cualquiera podría liberarlos de ahí.

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Me hubiera gustado realmente ponerme a debatir sobre lo que realmente era ése sitio, porque Mackenzie y Cissy sabían tanto sobre magia antigua, qué demonios hacía Mistify en ése templo y porqué todavía no habíamos salido de allí. Pero era un debate que podía llevar horas y la oscuridad parecía hacerme más real a cada segundo que pasaba. Miraba de vez en cuando todos los ojos que se empezaban a materializar. ¿Eran criaturas o solamente alguna especie de encantamiento? Estaba seguro que ambos.

 

Se escucharon varios crujidos, algunos pasos de más y como la habitación se había atestado inmediatamente de algunas presencias extras. Mi varita estaba aferrada entre mis dedos. Ni por un segundo me animaba a bajar la guardia porque sentía que algo extraño iba a suceder. No pregunté quién era el que había empezado a atacar a ésas cosas que nos estaba acorralando. De a poco podía darme cuenta de la forma que tenía, lobunas. Pero prácticamente estábamos tocando fondo. No había salida. Algunos fogonazos más hicieron que notara como se acercaban más.

 

Hasta que la lanza de Mistify volvió a reaccionar. Todo porque entre medio de aquellos lobos, había aparecido una figura humana. O por lo menos tenía forma como tal. Si no hubiera sido por aquellos destellos de luz, jamás me habría dado cuenta que estuvo todo el tiempo entre nosotros. ¿O tenía la forma de sus semejantes? Todo pasó tan rápido que me preguntaba como podría haber reaccionado así y si serviría para algo. Era extraño como había empezado ésa clase, pero si podía salvar a algunos o todos en aquel templo, lo haría, aunque luego caiga detrás de interrogatorios y acusaciones.

 

Titempos —murmuré entre los gruñidos, el destello enorme de luz, la explosión de los lobos hechos de sombras y en el momento que ésa figura, extendía unas alas horripilantes. Mi varita lo apuntaba especialmente a él, rezándoles a todos los dioses para que funcionara. Me di vuelta, empujando a quien tuviera atrás, intentando que reaccionaran. Si no los habíamos derribado hasta ahora, menos lo haríamos con ésa especie de bestia—. ¡Vayamos! ¡Ya! No tenemos tiempo —había una puerta detrás. ¿Se podría abrir? Intentaba arrastrar a todas las personas, ni siquiera sabía a ciencia cierta si lo había detenido. Había congelado el tiempo en un radio de cinco metros a la criatura. Tan solo por cinco segundos. Solo cinco míseros segundos. Si no había servido para nada, podría volver a intentarlo.

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Descubrí lo que Elvis intentaba hacer e intente ayudarlo, dibujando de nuevo triqueta en la puerta que había logrado abrir. Este símbolo mágico si bien no arreglaba todos los problemas, nos permitiría pasar al otro lado, gracias al plano físico. Se veía que la puerta creada de Elvis luchaba por cerrarse, pero no desaproveche la oportunidad de salir.

 

-Gracias, Elvis. Vamos, tenemos que ver si logramos invocar algo más fuerte desde afuera.- Comenté.

 

¿Qué estaba pasando? No parecía que mis compañeros intentaran moverse, pero yo no iba a desaprovechar esa oportunidad. La clave era destruir a esos seres antes de que se realizará el intercambio.

 

-Elvis, tu cyclone máximus o el terreus.- Comenté, acercándome y susurrando para que nadie más me escuchará.- ¿No podríamos entretener a esos tres seres que soltaron la carcajada . Es obvio que la magia oscura no funcionó, creo que lo que antes intento destruirlo fue un fuego maldito.

 

No sabía si estaba comprendiendo la idea, de lo que quería hacer. Dudaba que un simple sectusempra bastara en estos casos, pero si lo entreteníamos, al menos daría tiempo para que Misty y Mack reaccionaran y salieran de ahi.

 

-Tenemos que matarlos antes que se realice el intercambio o algo más pase. - Dudaba que la muerte de Misty ayudará en algo, aunque me paso por la muerte. Además que Mack no nos perdonaría eso, por más que la revivieran en San Mungo. Suponía que esos extraños seres tenían una gran ventaja en eso. -Por Lucifer. Debí haberle puesto más atención a esas historias que contaba mi padre.

 

Historias que creía que eran cuentos infantiles somamente, pero algunas hablaban mucho de los intercambios de almas. Algo demasiado común entre los demonios. El hombre seguía avanzando, por lo que entre de nuevo al extraño salón.

 

- Colloshoo- Murmuré, señalandolo con mi varita. Ese maleficio haría que sus zapatos se quedaran pegados en el suelo por un rato. En seguida realice otro maleficio que recordaba.- Cerebro de mermelada.

 

Afectaba la capacidad mental y ahora ya hasta había pociones con ese nombre si no me equivocaba. Era poco para distraerlo, pero no eran rayos que pudiera evitar con su capa. Tampoco era magia tan oscura que no pudiera usarse.

 

Ese podría ser un buen momento para que la espada actuara de nuevo y mandará otro rayo, o que alguien más atacara. También esperaba no equivocarme con Elvis, a lo mejor el hechizo usado no tenía nada que ver con la Órden, tanto tiempo en la neutralidad tenía que ya no recordaba quien estaba en dónde, o inclusive si los conocía. Me pasaba lo mismo con los Malfoy, mucha gente a veces me trataba como hubiera sido de la familia, cosa que ignoraba.

 

-Perdóname, Elvis. No se porque al verte usar ese hechizo pensé que podrías usar los otros.-Aclaré.-Debe ser que quiero salir de este sitio, como todos. Pero si salimos, aunque ellas dos salgan, esas cosas las seguirán persiguiendo.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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Me había quedado muda, petrificada en mi lugar, oyendo las voces que hablaban a nuestro alrededor, lo que sumaba también las de Elvis, Bridget, Lyra, Misty y Mackenzie. En aquella sala del templo, antes iluminada por la columna que desprendía un brillo ambarino, ahora todo volvía a estar en oscuridad y extrañas figuras de sombras nos rodeaban y nos miraban con esos ojos azul eléctrico tan penetrantes que parecían de rayos X, como si pudieran ver en nuestro interior. Escudriñar nuestras almas. De repente me sentí desnuda, indefensa ante esos seres y antes los que habían hablado anteriormente, porque ciertamente no parecían los mismos. Me aferré aún más a mi varita, aunque sabía que era inútil porque la magia convencional no funcionaba allí dentro. Lo único que mantenía la calidez de mi cuerpo era la sintonía, ya leve, de la magia antigua que me había encontrado cuando me encontraba en apuros.

 

Mackenzie me habló pero no escuché su voz, sólo la veía mover los labios, porque mis ojos estaban fijos en una de esas altas siluetas oscuras de ojos eléctricos. Entonces, parpadee un par de veces, intentando no "irme" de nuevo en aquella ensoñación. Eso pareció remover algo entre las figuras, que por un momento quitaron su atención de mi para plasmarla en Mistify, que de nueva cuenta empuñaba la lanza mientras le preguntaba a mi medio hermana (bueno, la de Sybilla) si recordaba un cuento infantil

 

<Yo sí> dijo una voz en mi mente e imágenes de un campo sembrado entre colinas y el olor del mar inundó mi mente. Una mujer de cabello negro, vestida con fina ropa de algodón, relataba una historia a una niña muy parecida a ella, que se encontraba recostada en el verde pasto de una colina, debajo de la sombra de un árbol.

 

"... Dicen que Hera concedía deseos a quienes le eran fieles. Pero cuando ellos no le rendían tributo

luego de que los ayudase, Hera bajaba del Monte Olimpo y apuntaba un dedo justo en medio de su pecho.

-Me has fallado, no has cumplido con tu parte del trato- tronaba.

Y luego, se dice, le quitaba el espíritu a quien no había cumplido su parte. Y ese alma en pena,

no iba al Inframundo como la almas que mueren. No. Esas almas... mi pequeña Cissy... se quedan,

por siempre... En el Tártaro, donde Eris custodia..."

No parecía ni de cerca la misma historia, pues aquella que Aelina le había contado a su hija Sybilla miles de años atrás no parecía más que una adaptación de otra historia, quizá, mucho más antigua. Pero era un comienzo. Quizá no era Hera quien quitaba las almas por favores, no parecía su tipo de "encomienda", pero sí había otros dioses, viejos y nuevos, a los que les gustaba jugar con las personas... También otros demonios.

 

Entonces, volví a salir de mis pensamientos y me encontré con la figura de lo que aparentaba ser un humanoide que se había abierto paso entre los "lobos" de sombras (pues esa forma habían adoptado) y extendía su ¿capa? No, no era una capa. ¡Eran alas! Ese tipo, fuera lo que fuese, era un enorme murciélago o... demonio alado que nos miraba fijamente y se iba acercando hacia nosotros. Por primera vez, noté que mis compañeros atacaban a ese ser con algunos hechizos conocidos, otros que me hicieron girar y mirar a Elvis sin poder creerlo. No diría nada. Si salía viva de allí, no le diría a nadie que me había salvado el cu.lo un odefo. En aquel momento, me importaban un comino sus ideales y que no coincidieran con los míos, pues él estaba haciendo lo posible por sacarnos vivos de allí y eso, para mi, era mucho más de lo que podía esperar de un enemigo.

 

Miré con recelo y temor a los seres frente a nosotros, sobre todo al alto humanoide. Lyra, entonces, dibujó una triqueta con la varita y comenzó a murmurar cosa que no llegaba oír. Una poderosa luz iluminó por unos minutos toda la estancia y contorneó a los esbirros oscuros que nos querían atormentar, pero no fue suficiente, pues de nuevo todo se quedó en penumbra.

 

Entonces, una idea alocada vino a mi mente.

 

-Expec...- comencé a murmurar, pero me temblaba la voz y en aquel momento no tenía ningún recuerdo feliz, más allá del que había evocado en la otra sala. Pero claro, no era real, no había llegado a serlo en mi mente y quizá me daba temor en pensar eso-. Si... si recitamos un Patronus todos juntos... Un recuerdo feliz- intenté explicar a los presentes, mientras la figura seguía avanzando. Me giré para mirar a Mackenzie, que estaba muy cerca de mi-. La magia antigua... No fui yo- respondí, recordando su anterior pregunta-. Eso espantó a los espectros que intentaron atacarme en la otra sala... Quizá... Quizá podríamos evocarla si la persona que la hizo nos ayudara- se me ocurrió. Era seguro que yo no había sido y por la duda en su voz, tampoco Mackenzie había podido realizar esa magia.

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