Campus Universitario

[Sísifo]

–Bueno, podría resumirse en que... "mi vida es una hoguera", pero "amo hasta el daño que me hizo". –Respondí a su pregunta, cargándola de misticismo. En cierto modo, yo era consciente de ese aura enigmática que me embargaba y la alimentaba mediante citas, movimientos, miradas y una manera desenfrenada de fumar como si quisiera matarme a través de las cenizas.

 

–He vivido demasiados años. Y creo que viviré unos cuantos más. –Añadí medio riendo. No había felicidad en aquella afirmación. No entendía cómo a alguien podía agradarle la inmortalidad. La vida pesaba demasiado. A veces sentía que el tiempo se detenía como si verdaderamente el mundo estuviese controlado por un inmenso reloj de engranajes. Entonces todos nos volvíamos autómatas, extras de una película absurda, cíclica, con argumentos demasiado trillados, y yo sólo podía dejarme llevar por la vorágine, un leño en altamar arrastrado por las olas.

 

Contemplé a la joven, que no se había presentado aún. No iba a preguntarle su nombre, que lo desvelase ella si quería. Apoyé la barbilla en mi mano y la miré fijamente. Su pelo comenzaba a secarse, así que aquel azul se hacía más claro como un cielo que amanecía.

 

–Estoy hablando mucho de mí. –Murmuré, intentando dar pie a que contase algo de su historia.

 

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[Tauro M.]

Tauro volvió a centrar sus ojos celestes en los grises de Sísifo, lo escuchó sin interrumpir, aburrida de estar siempre rodeada de las mismas personas no quería que dejara de hablar. Su tristeza ahora era más evidente, estaba confirmada, pero Tauro siempre había sentido cierta debilidad por ese tipo de personas, quizás porque en cierto modo ella tenía la tendencia de ser así, sólo que se había vuelto tan controladora de su propia vida y emociones que evitó caer en ese pozo profundo del que sabía no iba a poder salir y con el paso de los años había encontrado la forma de adaptarse a un estilo de vida más sano, haciendo cosas que le gustaban, que le apasionaban. Lo curioso es que a estas alturas, ya no se encontraba haciendo nada de eso. Suspiró.

— De mí no mentiré, he hecho tantas cosas en demasiado tiempo, pero no sé qué quieres saber exactamente. Se me da mejor responder a preguntas específicas —. Sobre todo cuando estoy delante de un extraño. Pensó para sus adentros — Por lo pronto te puedo decir mi nombre —añadió, extendiendo su mano, cuya piel era exageradamente suave y blanca —. Un gusto Sísifo, mi nombre es Taurogirl —. Sostuvo su mano por un tiempo corto antes de retirarla y devolverla al suelo.

 

— ¿No es maravilloso este lugar? Me refiero solo a este pequeño espacio. Por mucho tiempo ha sido mi lugar favorito y secreto, hasta hoy —comentó seria, pero en su voz no había un tono de acusación.

[Sísifo]

–Un placer. –Contesté sosteniendo su mano. Su calor corporal me transmitió muchas sensaciones.

 

–Sí, es maravilloso. Me gusta escribir aquí. –Murmuré, depositando la vista en el agua del lago. La luz descendía del cielo para dividirse en decenas de estrías brillantes. Los pájaros volaban de un lado a otro y llenaban la atmósfera de silbidos. Los gritos de algunos chicos llegaban deshechos desde el campo de Quidditch como una cuerda que se destensara con la distancia.

 

–Tienes un nombre extraño... –Señalé pensando en voz alta. La miré enseguida, con los ojos abiertos. No era un comentario que pretendiese herirla, al contrario, yo adoraba todo lo raro. Era un coleccionista de anomalías.

 

–¿Por qué vienes a este sitio? –Pregunté, en un intento de continuar la conversación. Realmente me había interesado aquella joven. El silencio era lo bastante elocuente, pero me gustaba escuchar su voz e intuía que tendría buenas historias que regalarme.

 

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[Tauro M.]

Tauro sonrió. Era la primera vez que alguien decía en voz alta que su nombre era extraño. Notó que el chico abrió los ojos al instante en que dejó salir el comentario, pero ella hizo un gesto con la mano indicando que no tenía que preocuparse, no le había incomodado. Le gustaban las personas que decían lo que pensaban, sin filtros, ella lo prefería así.

— Me gusta pensar que la elección de mi nombre se debe a alguna razón mística relacionada con el espacio, con las estrellas, constelaciones; me gusta mirar hacia el cielo y creer que ahí puedo encontrar las respuestas que necesito —. Pero probablemente la razón de su nombre no tenía nada de especial, sin embargo, le daba igual.

 

— Vengo aquí porque me gusta el paisaje, el lago, los árboles, porque nadie viene... Bueno, hasta hoy —hizo una pausa que aprovechó para reflexionar —, pero principalmente, vengo porque aquí no hay nadie observándome, juzgándome, porque es el único lugar donde el ruido no me molesta. —. Tauro sonaba cansada y es que así se sentía. Ella, aunque no lo pareciera, era una mujer aventurera, le gustaba saborear el peligro haciendo lo que disfrutaba, descubrir cosas nuevas, sin tener que preocuparse por el tiempo, sin sentirse responsable de alguien o en este caso, de un bando —. Si eres estudiante estás en una de las mejores épocas de tu vida —añadió con voz apagada.

 

— ¿Y tú? ¿Qué haces para divertirte?

[Oniria]

Sísifo:

 

 

–Me alegro de que no te haya molestado el comentario... –Confesé, azorado. Levanté la mirada desde el suelo para observarla sutilmente. Escuché atentamente su comentario acerca de su nombre, con esmerada curiosidad, y sonreí. En otra época de mi vida me había interesado mucho por la astrología.

 

–Yo no me llamaba Sísifo. Pero elegí este nombre por su historia. Siento que habla de mí y de mi estar-en-el-mundo. –Comenté, encogiéndome de hombros. Aquello me transportaba a un pasado que no quería recordar, pero que en algunos momentos afloraba azotándome la entrañas como cientos de puñales ácidos.

 

Descubrí en Tauro muchos puntos en común con mi personalidad, algo que me sorprendió gratamente. Los dos éramos, en cierto modo, amantes de la soledad. Empaticé con sus palabras, dejé que el silencio me traspasara como a una lámina translúcida.

 

–Me gusta escribir, y la fotografía analógica. Aprendí a revelar en un laboratorio en Francia, en uno de mis viajes. Suelo llevar una cámara encima para congelar instantes, porque sé que algún día querré volver y algo habrá cambiado. Si mañana regreso a esta misma sombra junto a la orilla del lago el agua no será la misma. Este instante está muriendo justo ahora... –Musité, ensimismándome en mis pensamientos heracliteanos–. "Nadie se baña dos veces en las mismas aguas de un río.".

 

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Editado 28 de Julio del 2018 por Oniria

[Tauro M.]

Tauro hizo una nota mental de que más adelante indagaría con profundidad acerca del nombre de aquel chico.

Tenía ciertos comportamientos que cualquier mago acostumbrado a moverse únicamente dentro de los de su clase relacionaría con los ''muggles'', pero había cierta verdad en lo que decía. ¿Cuántos podían darse el lujo de elegir quién ser? Aun a pesar de que alguien más había planeado toda tu vida, quizás. ¿Sería ese el caso de la peli-azul? Era la primera vez que se hacía esa pregunta. Por un momento largo guardó silencio, fingiendo contemplar el lago, que poco a poco calmaba sus demonios internos.

— ¿Y sólo fotografías personas o momentos? ¿Te llevas algo de ellas?

 

De manera inconsciente Tauro hizo esa pregunta. Siempre se había preguntado qué motivaba a un fotógrafo a hacer sus fotos o más bien quería creer que había algo más. Se imaginó a sí misma en esa situación y si fuera ella capturaría momentos únicos, de felicidad absoluta, de esa que experimentas rara vez en la vida. A veces los recuerdos pueden traicionar y cambian personajes y escenarios, pero una fotografía es capaz de llevarte al momento exacto en donde todo ocurrió, haciéndote más fácil la tarea de volver a sentir lo mismo. Cuánta crueldad. ¿Quién en su sano juicio quisiera revivir algo que nunca más va a volver a tener?.

[Oniria]

Sísifo:

 

 

Contemplé cómo Tauro se quedaba pensativa mirando el lago y sentí que estaba inmersa en sus propias cuestiones metafísicas. Sonreí levemente.

 

–Sí, también fotografío a personas. Sobre todo cuando siento algo por ellas, no necesariamente romántico. Algo a secas. Al cabo de los años he construido una auténtica galería de las personas que han marcado mi vida... gracias a las fotos sé que pasó de verdad.

 

Me rasqué la nuca. Volví a sonreír, y decidí atreverme a sacar mi cámara, una Canon AE-1. La joven seguía con la vista perdida en el agua. Su pelo parecía estar absorbiendo la tonalidad del cielo y su ropa permanecía húmeda. La razón por la que quería fotografiar a Tauro era sencilla. En cierto modo ya me había transformado. A veces sucedía así. Alguien cruzándose casualmente por tu camino, diez minutos de conversación profunda, soledad interrumpida... y algo había cambiado.

 

–Quédate así.

 

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[Tauro M.]

La respuesta de Sísifo fue aceptable. Sólo alguien que hubiese vivido demasiado o tuviese tantos años encima podía hablar de ese modo, alguien que seguramente debió conocer muchas personas alrededor de su vida para luego verlas morir. ¿Cómo recordar tantos rostros? ¿Cómo saber que fueron reales y no una ilusión? Su cámara le ayudaba a congelar esos momentos y a la vez era el instrumento con el cual contaba historias.

Sintiéndose así, tan en confianza, le era fácil perderse en sus pensamientos en profundas reflexiones y volver con la misma facilidad.

— ¿Uhm?

 

Tauro se quedó congelada, respondiendo a la petición de Sísifo, más que todo debido al factor sorpresa. Aunque era consciente de que en muchas ocasiones, ya fuera por su trabajo o posición dentro del bando, llamaba la atención, nunca lo había sentido tan íntimo y esto se debía más que a nada a que en esta ocasión, sólo eran ella y el joven. Dejó que éste jugara con su cámara y hasta jugó a hacer algunas poses, soltando una que otra risa que demostraba que se divertía. ¿Hacia cuanto no mostraba una sonrisa verdadera?

 

— ¿Qué harás con ella? —preguntó cuando dejó de sonar el ''click'' de la cámara y extendió su mano —. ¿Puedo verla? —. Esperó respuesta. Nunca antes había tenido un artefacto como ese tan cerca.

 

@Oniria

[Oniria]

Sísifo.

 

 

 

Sonreí sinceramente. Hacía mucho que no sonreía tan sinceramente.

 

Fotografié a Tauro desde varios ángulos, ella posó de distintas formas pero no perdió su naturalidad. Esperaba que la luz fuese la adecuada para aquella película. Estaba deseando llegar a mi laboratorio para poder revelarlas y contemplar cómo aquel cabello azul se imprimía en el papel fotográfico al introducirlo en el tanque de revelado con los diversos líquidos, en aquella habitación de luces rojas que no estropeaban el negativo. Era un proceso lento y precioso, muy artesanal. Odiaba a los muggles como personas, pero admiraba sus inventos.

 

––Oh, no puedo enseñártelas hasta que las revele ––respondí–– pero prometo avisarte en cuanto estén listas. Te las regalaré.

 

Hice un par de fotos más, hasta casi gastar el rollo. Suspiré. Me pasaría la vida haciéndole fotos a las personas que me gustaban. Era uno de los momentos más íntimos que podían existir.

 

––Puedes venir conmigo al laboratorio. Te enseñaré cómo se hace y lo verás tú misma. Es bonito.

 

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[Tauro M.]

—Más bien quería saber si podía ver tu cámara —rio —Soy una persona que cree que las cosas deben ser equitativas en su mayoría, o quizás cuando me conviene —sonrió —. Lo que quiero decir es que ahora es tu turno, tómalo como el precio justo por dejarte permanecer en mi lugar secreto —dijo acercándose a Sísifo, quizás demasiado. Lo quedó viendo fijamente durante unos segundos y aprovechó ese momento de confusión para hacerse con la cámara.

 

 

—Regálame tu mejor perfil, pero vamos, sin apartarme la vista —le reclamó —Me gustan las líneas de tu rostro, es como si cada una contara una historia —el que fuera capaz de notar aquello se debía a la poca distancia entre los dos. Sin decir una palabra, Tauro extendió su mano para apartar un mechón de cabello gris rebelde y estando así le tomó una foto. Ni siquiera sabía si la foto había salido bien o no, pero la bruja había encontrado un placer oculto detrás de esa simple práctica. Sísifo le había creado un nuevo hobbie.

 

— Acepto la invitación al laboratorio —respondió después de la tercera foto. El rollo se había acabado —¿Está muy lejos de aquí? —dijo poniéndose en pie. Estaba a punto de invadir la privacidad de Sísifo y para ser sincera quería seguir conociéndolo. Tenía la impresión de que él era de esos seres divinos que aparecen rara vez y por cortas temporadas, las cuales era mejor aprovechar antes de que regresara a donde fuera que perteneciera.