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Clase de Pociones ~ Parque de las Lamentaciones.


Helike R V PB
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Necesitaba unas urgentes vacaciones tanto en el Ministerio de Magia como en la Universidad. Desde la última aventura en dónde casi me convierto en un ser “sin alma”, los muggles habían acabado con la poca paciencia que ya de por sí, no tenía mucha.


Les había dicho claramente:


- No me llaméis en una buena temporada.


Y al salir, había dado un sonoro portazo.


En el despacho que poseía en la Universidad días antes, preparaba los últimos detalles para la siguiente clase de pociones. Me habían notificado mediante lechuza, que tendría nuevos alumnos para la materia y en vez de darlos en un aula, había decidido hacerlo en un negocio de mi tía Sagitas.


Creía que era mejor hacerlo en un lugar en dónde la naturaleza campaba a sus anchas, y no en un lugar cerrado como un aula. Había enviado la lechuza avisando a mis pupilos y los esperaba a las ocho de la mañana. Gracias a uno de los elfos que trabajaban para la institución académica, había traído todos los enseres que necesitaría para ese día.


Me aparecí en el lugar a unos cuatro metros de distancia. Los rayos solares me indicaban que el amanecer estaría próximo. Aspiré los aromas provenientes de las flores que estaban cerca de la verja que, cuando había entrado por primera vez, me había llamado poderosamente la atención; era de hierro y en forma de dragón. Mientras esperaba escuchaba atentamente todos los sonidos provenientes del lugar.


Estaba vestida cómodamente. Sabía que las túnicas en un lugar como el parque, no eran lo más apropiado para ello (las alumnas ya habían sido avisadas con antelación); con unas botas de piel de dragón, un pantalón largo, una camiseta de tiras y una chupa de cuero (cazadora negra), esperaba que fuese lo suficiente por si teníamos aventuras ahí dentro.


Llevaba mis objetos más preciados (la varita y el monedero de piel de moke con objetos en su interior) en los bolsillos, y mientras fumaba tranquilamente a la espera de mis alumnos. Mientras la suave brisa hacía ondear la cola de caballo que mantenía mi pelo a raya.


Las labores dentro del lugar eran sobre todo el eliminar las malas hierbas que en algunos árboles estaban haciendo estragos. Cómo así además un insecticida potente, que afectaban a diferentes especies. Había diferentes plagas que eliminar y el trabajo era bastante arduo. Esperaba al menos, que tuviésemos un día tranquilo para hacer el encargo que me había pedido mi tía. ¿Seríamos capaces de llevarlo a cabo sin interrupciones? Ya lo veríamos.


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Casi con apuro habíamos logrado inscribirnos en una nueva clase en la academia con Darla, la verdad cada que regresaba ahí me sentía un principiante, esperaba esta vez no fuera así, hacía algunos meses había cursado el primer curso, después de años de haber salido de ahí.

 

Una lechuza había llegado la noche anterior, se supone que debíamos estar a las 8 de la mañana en la universidad así que había enviado un mensaje con mi elfo para excusarme en la oficina de que llegaría tarde aquella mañana.

 

Aquella mañana me levante un poco más temprano que mi novia, tras darme un rápido baño preferí yo mismo preparar el desayuno a mi chica, sin hacer mucho ruido me apoderé de la cocina de Nana que de inmediato me vio feo pero esta vez no le haría el más mínimo caso.

 

Tras exprimir algunas naranjas y preparar unos huevos, picar unos cuantos quesos variados, preparé la bandeja para llevarle a mi novia, sabía que esta ya debía estar despierta y saber que me tramaba, siempre se daba cuenta de todo antes de tiempo, aun así silencioso deje la bandeja a los pies de la cama sobre un diván para luego acercarme a ella y besar sus labios.

 

-Buen día dormilona, hoy debemos salir hacía la academia- rosé mi nariz en la de ella con delicadeza para luego coger la bandeja una vez más y ponerla sobre sus piernas, -Provecho mi amor- sonreí mientras me sentaba a su lado.

 

-Tommy dejo algunas ropas sobre el sillón no se si tu se lo pediste- pronuncie mientras tomaba mi vaso de jugo.

 

Tras media hora disfrutando del desayuno esperé que esta estuviera lista para poder irnos.

 

************

 

Esta vez la desaparición no sería necesario tras pensar toda la mañana que la clase sería en la academia finalmente Darla me había recordado que era en el callejón en uno de los negocios que se encontraban ahí, así que decidimos solo caminar hasta el local que estaba escrito en la nota, “El parque de lamentaciones”, creo que alguna vez había estado en ese lugar haciendo un cateo cuando eran las antiguas oficinas.

Abracé a la Potter Black por la cintura con un brazo mientras comenzábamos el recorrido que por suerte o mala suerte no estaba lejos de nuestro local, la verdad que me gustaba estar con ella solo, poder caminar por largo rato pero esta vez no sería el momento, había que estudiar.

 

Metí mi mano libre en el bolsillo de la chaqueta, mientras que la varita iba en el bolsillo interior, por esta vez no la llevaba en el bolsillo trasero de los jeans como solía hacer, el resto del atuendo lo completaba con una polera negra manga cortas, esperaba el día siguiera así o no podría quitarme la chaqueta.

 

-¿Crees que serán muchos compañeros?- di un beso en sus labios antes de llegar al lugar.

 

El parque ya estaba a la vista, luego de solo unos minutos estábamos ya traspasando la verja que lo separaba del resto, a lo lejos se veía la profesora, que por lo que podía notar era una ex compañera de oficina, en mis primeros años del ministerio, saludé a Helike en cuanto estuvimos cerca de ella.

 

-Buen día- parece que eramos los primeros en llegar.

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La pelirroja se sentía feliz del regreso de su novio y quizás por eso es que luego de charlar hasta tarde se había dormido en sus brazos. No era normal que una vampiresa hiciera esas cosas pero desde que había descubierto sus orígenes o más bien desde que estaba junto a Seba, se sentía diferente, seguía teniendo todos sus instintos y sus habilidades pero había algo en ella que se había humanizado. Darla no había abierto los ojos aún pero podía sentir el vacío en la cama a su lado, suspiró, iba a levantarse a buscar a su novio cuando sintió su aroma en el ambiente y el sonido de sus pasos al acercarse.

 

Ronroneó en sus labios mientras le daba los buenos días y lo abrazo con ternura, reteniéndolo un poquito más en el beso. Cuando se sentó en la cama sonrió, el aroma del desayuno era exquisito y él había preparado todo con esmero.

 

--Buenos días mi amor, si algo le dije a Tommy ayer cuando llegaron las lechuzas, por las indicaciones que había en ella --hizo un leve pucherito --yo no me remoloneo, tú madrugas demasiado --río mientras disfrutaba del té y el queso que había preparado.

 

Tras compartir un cálido desayuno y una amena charla acompañada de arrumacos la vampiresa se decidió a levantarse o llegarían tarde a la clase de pociones. No sabía que tan simpática podía ser Helike ante semejante hecho. Tras una rápida ducha se terminó de higienizar y arreglar, trenzó su cabello pelirrojo y calzó un cómodo jean negro, botas de material impermeabilizado, a las cuales por las dudas había reforzado con un impervius y una chomba gris melange. Llevaba un delantal y una muda en su bolso de piel de moke, por si había algún inconveniente durante la clase, nunca se sabía cuando trabajabas con pociones, e igualmente llevaba un par de objetos más metidos en el bolso con hechizo agrandador en su interior.

 

--Estoy lista --dijo una media hora después, acercándose a su novio y dándole un piquito antes de salir.

 

~~~~

 

La caminata había sido agradable, se habían puesto contentos al darse cuenta que podían ir caminando hasta el Parque de las Lamentaciones, Darla se preguntó si seguiría perteneciendo a su tía Sagitas, sabía que ella lo había "adquirido" hacía algunos años de un mago conocido. El lugar, cercano al Callejón, casi en él, había comenzado a formar parte del mismo cuando la antigua mansión que había allí se había convertido en un recuerdo y la instalación en un lugar de misterio y recreación. Hacía ya muchísimos años que ella había recorrido el lugar, demasiados años diría.

 

Tras una amena caminata y charla y un nuevo besito, atravesaron las verjas que nunca dejaban de asombrarla, a pesar de lo desvencijadas de las rejas circundantes, el portón de entrada seguía viéndose espectacular.

 

--No suelen ser muchos los inscriptos, creo que jamás hemos pasado de seis, no se esta vez que nos deparará el destino --mencionó la pelirroja en respuesta a la consulta de su novio.

 

Heliké ya se hallaba en el lugar, pero no así los compañeros de clase, ¿o serían los únicos? se preguntó Darla mientras a lo lejos se sentía el sonido del río en la despejada mañana. Su mirada paseó distraídamente por los restos del mirador, aunque parecía que le habían hecho mantenimiento en el último tiempo. Los árboles empezaban a mostrar hojas que amarilleaban con la cercanía del otoño, sin embargo aún lucían algunas rosas tardías esparciendo su aroma por el lugar.

 

Más allá del camino de tierra, varios metros más allá, Darla sabía que se encontraba el embarcadero junto al lago, pero no creía que Heliké los llevara hasta allá, si había elegido un lugar cercano a un círculo de bancas de madera. La Potter Black no creía que fuera natural, ya que siempre habían estado a lo largo del camino hacia el lago, seguramente la profesora les habría colocado allí para sus alumnos, entonces no estarían solos.

 

--Buenos días Heliké, --saludaron junto con Seba al llegar junto a ella.

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Estaba nerviosa, no podía negarlo. Aunque mientras se arreglaba su cara permanecía impasible, su rostro serio y tranquilo le devolvía la mirada desde el espejo, por dentro podía notarlo. Cada vez que estaba quieta, empezaba a mover la pierna o los dedos como si de un tic se tratase y aunque había intentado leer para hacer tiempo, le había sido imposible mantener la concentración muy seguido y había abandonado el libro casi sin empezarlo.

 

Era la primera vez que volvía a la Academia desde que se graduara y aunque el paso por la misma sido una experiencia enriquecedora, no había duda, había tenido momentos... complicados para ella. Volvió a su memoria ese momento en el que casi la queman en la hoguera.

 

Salió temprano de casa, no quería llegar tarde. Para ella, la puntualidad era una de las virtudes que debía poseer cualquier mago. Estaba ansiosa por saber que les depararía la el día. Si había algo que apasionara a la vampira, sin duda, aprender era esa cosa, y ninguna mala experiencia la iba a atemorizar lo suficiente para dejar la clase a un lado. Al fin y al cabo, las llamas no eran tan desagradables.

 

Había recibido la lechuza que indicaba el día y la hora de la clase además, adjuntaba una recomendación de ropa cómoda, a la que había hecho caso. Llevaba puesto unos vaqueros ajustados y una camiseta ancha para ir cómoda, a parte de sus viejas deportivas. Se sentía rara en aquella ropa, se había acostumbrado a los vestidos y los tacones y se sentía como cuando llegó a Ottery por primera vez, su rostro no había envejecido un ápice.

 

Cuando llegó a la Universidad, que para ella siempre sería la Academia no había nadie en la clase, estuvo esperando y ya estaba empezando a pensar que se había equivocado de hora, cuando recordó que la clase no iba a tener lugar allí sino en el Callejón Diagon, ahí sería la clase, en uno de los locales.

 

Maldiciéndose a si misma por olvidarlo, se apareció directamente en la calle llena de negocios y se dispuso a buscar el lugar, nunca había estado, pero le sonaba haberlo visto desde fuera. No tardó en encontrarlo, llamaba la atención por sus puertas. Era uno de los negocios más extraños en los que había estado, un bosque.

 

Avanzó en silencio, intento hacer el menos ruido posible, era tan precioso que no quería arruinar la paz que reinaba allí. Ese lugar le daba esa sensación de sitio sagrado, en el que gritar o hacer ruido está totalmente descartado. No veía como se podía dar allí una clase, pero ella no era profesora, tendrían sus razones.

 

Poco había andado cuando vio a una mujer de pie fumando que estaba con otras dos personas y supuso que serían de la clase. Los observó rápidamente, solo una de las mujeres le sonaba, pero no podría decir cuál era su nombre, y a los otros dos no los había visto nunca.

 

- Buenos días, soy Bea Haughton, vengo por la clase de pociones - se presentó saliendo de su ensimismamiento y volviendo al mundo real - Creo que la clase es aquí.

 

Dicho esto, se giró para ver si venía alguien más, no sabía si había llegado la última o habría más alumnos y tendrían que esperarlos, así que se movió para ver la puerta sin tener que adoptar una postura extraña y esperando a que la clase comenzara.

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Cuando recibí la lechuza, el nombre del lugar donde nos citaba nuestra profesora (firmaba Helike) me impactó y llamó tanto la atención que me vi obligada a adelantar la partida. Me desaparecí de mi cuarto, dejando la pluma entitada sobre una hoja de pergamino -ya inútil- y una lámpara encendida que causaría estragos en la inquebrantable oscuridad de la habitación una vez la madrugada, con sus olores ceñudos a sombra y nada, se esparciese sobre el mundo.

 

El ronroneo de un río habló en idiomas que precedían a lo humano. Lenguas del origen sentenciado, supeditado a la llegada del simio; pruebas irrefutables de la antropomorfización de la historia de la Naturaleza. Traté de descifrar aquellos fonemas que me transgredían, aquel choque tibio de dientes, algas y peces de colores contra el cauce bizcochado.

 

La puerta de entrada tenía forma de un dragón de hierro, e imaginé que bien podrían ser sus llamas congeladas por el silencio. Aquella puerta me olió a Rusia y a zares. Me vino un extraño efluvio de mi patria a uniforme militar, teatro, sociedad, ropa triturada sobre los raíles de un tren, tragedia, sensualidad, adulterio.

 

Entré en el recinto, rascándome la nuca y dejándome invadir por el verde de los árboles. Si me hubiera detenido un instante... sí, hubiese bastado un instante para convencerme de que me crecían hojas, me hacía rama y savia. Caminé unos metros por un sendero de tierra que me condujo hasta el río, donde los castores habían construido sus presas. Todo se fusionaba con las rosas que crecían inmensas hacia el cielo, encapsulando sangre o fuego en el recipiente de sus pétalos.

 

Las barcas eran la huella que la humanidad había impreso en aquel paraje intacto. Se mecían como el cabello de un pensador ausente.

 

Decidí hacer tiempo allí, explorar el parque hasta el día siguiente. La ropa no sería problema. Había salido de casa con una sudadera y unos pantalones de pitillo negros, prendas que al menos yo consideraba cómodas.

 

* * *

 

Cuando llegaron las ocho menos diez me apresuré a incorporarme y a recorrer la distancia que me separaba de la puerta. Aproveché la velocidad con la que me había dotado el vampirismo para deslizarme entre las plantas más rápido de lo que un ojo humano podría procesar. Llegué a la puerta. Una mujer con una chupa fumaba tranquilamente. Leí en su semblante la expresión de la paciencia y supuse que sería nuestra profesora.

 

Eché un vistazo a mi alrededor antes de revelar mi presencia. Recaí en que las hojas ya amarilleaban. Embebida por el paisaje, di un paso al frente, el rostro dulce de belleza.

 

Buenas. —Evalué el tono de mi voz, para que no desentonara en aquella atmósfera. Cuando calculé cuál sería el apropiado, proseguí—. Encantada, soy Oniria.

 

Conforme transcurría la hora iban presentándose más alumnos, caras conocidas que sin embargo mi memoria había decidido eclipsar, sustituir su espacio con el de recuerdos más recientes.

Editado por Oniria

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No fue un inconveniente para mi llegar en horario, de todos modos no había pegado un ojo en toda la noche, hasta me sentí agradecida de tener algo que mantuviera mi mente ocupada por unas horas. Había recibido la carta hace unos días ya notificándome sobre el comienzo de la clase de Pociones, a la cual me había suscrito el mes pasado, recibiendo con la misma las instrucciones sobre el lugar en que se llevaría a cabo y un código de vestimenta. Nunca había estado allí para ser franca, ni tampoco lo había sentido nombrar si quiera, pero de todos modos no me fue difícil encontrarlo.

 

Como llegué al menos media hora antes de lo pautado, me tomé la libertad de pasear un rato por los espaciosos senderos que se ramificaban por aquel parque; era un lugar tranquilo y lleno de paz, donde el susurrar de las hojas se unía al trinar de los pájaros en una hermosa melodía matutina. El sol comenzó su ascenso por el horizonte, e incluso antes de que sus primeros rayos tocaran la tierra el cielo comenzó a teñirse con una bella paleta que combinaba el anaranjado con un morado suave. Mi caminata desembocó justo en el lugar pactado para la clase, a pesar de que aún era temprano ya había unas cuantas personas allí reunidas a quienes les dediqué un leve asentimiento a modo de saludo.

 

- Buenos días – saludé – Para quienes no me conocen mi nombre es Alyssa Black.

 

Hoy no me sentía con ánimos de charla por lo que mis escasas palabras me parecieron más que suficientes, me hice a un lado y aguardé allí a que nuestra profesora nos diera instrucciones sobre nuestra primera tarea. Encontré un saliente rocoso sobre el cual me senté a esperar, llevaba unos ceñidos pantalones negros junto con una cómoda camisola azul oscuro, botas de piel de dragón y mi melena borgoña recogida en una coleta alta; me sentía muy cómoda y a su vez la paz de aquel lugar me resultaba contagiosa.

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La pelirroja no había considerado necesario presentarse, aunque no había tenido en cuenta que era porque se conocían de la Marca, hacía ya mucho tiempo, claro que ahora que lo pensaba, quizás Heliké no la recordara, después de todo había dejado el bando. Aunque debía considerar que tampoco su novio se había presentado con su profesora.

 

Antes de que pudieran hacerlo, sin embargo, desde los diversos confines de los jardines, comenzaron a afluír varias brujas, Darla se sorprendió al ver que la mayoría de ellas procedían desde el interior del mismo y no desde su ingreso. ¿Acaso habían pernoctado allí? Se encogió de hombros y escuchó las presentaciones, Bea Haughton, luego Oniria y finalmente había llegado Alyssa, Darla saludó a cada una de ellas con una inclinación de cabeza, recordando que era con esta última con la cual había tenido más trato, tras una larga y filosófica charla en La culebrilla casi decapitada. Luego de esa charla es que la vampiresa había decidido visitar a la Black Lestrange en la Mansión Black para que fuera su mentora.

 

--Darla Potter Black, buenos días --dijo como escueto saludo tras la llegada de las tres brujas --y mi prometido, Seba Granger.

 

Aunque sus pensamientos estaban cerrados tras una barrera oclumántica estaba segura que su postura era claramente defensiva, después de todo, salvo por la profesora, su novio se encontraba rodeado de mortífagas. No que creyera que alguna fuera a hacerle nada, pero no podía evitar sentir la necesidad de estar alerta ante cualquier situación, aunque aquello le deparase luego una "charla" con la Triada.

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Parque de las Lamentaciones


Los primeros alumnos no tardaron en llegar. La verdad es que ya tenía ganas de empezar, pero era mejor que todos estuviésemos presentes para guiarlos a través del parque. No dudaba de que a muchos el lugar les fuera desconocido, y a pesar de considerarlo un lugar seguro era mejor guiarlos y que no se perdiesen durante el trayecto, tomando un camino diferente. La verdad es que no había investigado el parque en profundidad y sólo conocía ciertas áreas de él.


La suave brisa hacía mover los árboles y hacían un efecto bastante curioso, como si susurraran “palabras” al viento. Me gustaba bastante y esperaba que la clase fuese amena para todos además de enseñarles las nociones básicas para la creación de pociones.

El elfo que me acompañaba parecía que estaba cansado de esperar, porque dejó los objetos en el suelo. Yo lo miré ceñuda pero no hice ningún comentario.


Para cuando terminé de fumarme un cigarrillo llegó uno de mis primeros alumnos: Seba. Ex compañero del Cuartel de Aurores. La verdad es que hacía tiempo que no lo veía… y también acompañado por Darla.


- Buenos días chicos, espero que no estéis muy cansados – dije con amabilidad.


- Sí, es aquí la clase, no te has equivocado – dije con una sonrisa a la joven que había llegado. Poco a poco, los alumnos se fueron apareciendo. Oniria, Alyssa y llegaron las presentaciones.


- Bueno no sé si me conoceréis, pero mi nombre es Heliké Rambaldi y trabajo para el departamento de Accidentes y Catástrofes. Aunque hoy aquí, seré vuestra profesora de pociones – reí por lo bajo.


<< Parece que los demás compañeros se retrasan – comenté, encogiéndome de hombros.


Saqué la varita del bolsillo y susurré un “alohomora” a la puerta que tenía en forma de dragón. El metal pareció rugir al efecto del encantamiento de apertura. Con una mano abrí el acceso al parque y dejé suficiente espacio para que pudiésemos pasar todos.


Extraje un pergamino y una pluma y garabateé unas palabras “para los alumnos que lleguen tarde sigan el sendero principal en línea recta bordeando el río, llegarán a una gruta, en su parte superior encontrarán el mirador, nosotros estaremos abajo en la entrada de la cueva”. Coloqué el cartel en la entrada con un fijador mágico, mientras cerraba las puertas de hierro con forma de dragón.


- Muy bien, si todos estamos dispuestos. Venga, vamos – me fijé en que todas las personas parecían ciertamente vestidas para la ocasión.


Las túnicas ahí serían más un estorbo que otra cosa, sobre todo, al poder engancharse en los matorrales o en las hojas de los árboles.


Los guié por un camino en dónde al principio había bancos de madera para que, las personas que paseasen por el lugar, pudiesen descansar en sus caminatas. Llegamos a la gruta en dónde ya estaban dispuestos varios calderos, mientras que la pequeña cascada nos ayudaría a relajarnos mientras les enseñaba pociones…


- Bueno, ya hemos llegado – había varios cojines alrededor, para que mis pupilos estuviesen cómodamente. El elfo dejó sus cosas y con orden de mi mano, se fue de allí.


Lo que parecía que íbamos a tener un día tranquilo, de repente el cielo se nubló con nubarrones y empezaron los primeros rayos…


- ¡Rápido, meteros dentro antes de que empiece a llover fuerte! Lo último que quiero es que os pilléis una pulmonía –les pedí yo. Menos mal que había preparado una pequeña fogata con mucha leña y a su alrededor para que no se expandiese el fuego, le había colocado piedras. Con un susurro de “incendio” un par de llamaradas salieron de mi varita y encendieron el fuego. Al instante empezó a dar calor y a iluminar dentro de la gruta… Esperaba que no hubiese muchos contratiempos, exceptuando los climatológicos.
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-La verdad no, listos para lo que venga- respondí en un tono ameno a la observación de Helike.


Poco a poco fueron apareciendo mas alumnos o mas bien alumnas a la clase de Helike, parece que hasta el momento sería el único chico, tras ir escuchando las presentaciones de las brujas, primero a Bea, Oniria fue la próxima y finalmente Alyssa, hasta el momento solo conocía a la profesora y a mi Darla.


-Buenos días, Seba Granger- dije luego que Darla lo hubiera ya hecho, miré a cada una de las chicas recién llegadas he hice una leve reverencia, luego observe a Helike para saludarla de la misma forma, al menos a la llegada no había creído necesario la presentación esperaba la chica aun me recordara al menos vagamente.


Tras las presentaciones procuré poner mi atención a lo que hacía la maestra, el crujir del metal me provoco un poco de dolor de oído pero era soportable, como siempre cedía el paso a Darla primero y luego esperé para ser el último, bueno penúltimo por que la profesora dejaba un cartel en la puerta.


Caminé al lado de la Potter Black hacía el interior del lugar, cada que nos adentrábamos un poco mas me daba cuenta que la vez anterior que cuando había estado en el parque no era mucho lo que había conocido, el sonido de una cascada a lo lejos se iba haciendo cada vez mas fuerte, y la llovizna que esta provocaba dejaba caer leve rocio sobre la piel de mi rostro.


-Cuidado con el suelo- susurré a mi novia, al sentir que en parte estaba mas áspero y rocoso, sabía que ella tenía los reflejos mil veces mas buenos que los míos pero aun así me preocupaba.


Estaba apunto de ocupar uno de los lugares dispuestos para nosotros, la voz de Helike sonó mas acallada por el rayo se apoderaba del mayor sonido, cogí algunos cojines para entrar donde nos pedía, los puse en el suelo para ayudar al elfo con el resto de las cosas, luego regresé al lado de Darla, sacudí un poco las gotas que habían caído en mi cabello con la mano derecha.


-Supongo esto no estaba en los planes- comenté hacía las presentes.

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No había llegado la última, definitivamente. Después de que la Haughton se presentara y recibiera una contestación llegaron otras dos mujeres que se unieron al grupo, cada vez más grande. Ambas se presentaron como Alyssa y Oniria, y creía haberlas conocido a las dos en alguna ocasión, aunque era incapaz de recordar donde. Debería prestarle más atención a la gente.

 

No sabía qué hora era, había dejado el reloj en casa, si necesitaban ropa cómoda para lo que fueran a hacer, un reloj podía llegar a ser un estorbo. Había decidido que era lo mejor, pero no podía evitar sentirse desnuda, como si le faltase una parte de ella. Le gustaba tenerlo todo controlado, y saber qué hora era en cada momento daba la sensación de que se podía controlar el tiempo.

 

Se pusieron en marcha cuando Heliké dejó una nota para que los rezagados se unieran a ellos cuando llegarán y se adentraron más en el parque. Mientras avanzaban la Haughton apuntó visitar el parque en algún momento, fuera de la clase, para poder detenerse y pasear relajadamente.

 

Se pararon en un lugar muy agradable, había unos cojines en el suelo, que parecían colocados para ellos. - ¿Qué vamos a hacer hoy? - preguntó, y por si sus palabras podían ser bruscas, modulo la voz para quedar educada por lo menos.

 

Pero no dio tiempo a que respondiera, en cuestión de un rato, el cielo sobre ellos se había tornado gris y estaban empezando a caerles gotas. La profesora les indicó que entraran en una cueva y la rubia se dio prisa en hacerlo antes de que se le mojara la ropa y empezara a pegar al cuerpo. No es que ella, en su condición de vampira, pudiera constiparse, pero la ropa empapada podía resultar de lo más incómodo.

 

Encendió un fuego y ella se apartó de la hoguera, no era su elemento. - Bueno, ¿y ahora? - inquirió, sonriendo levemente ante el comentario de Seba. No, seguramente la lluvia no estaba en los planes de la clase, pero tendrían que ver que hacían con ella. Se sentó en uno de los cojines a la espera de poder ocupar sus manos, que en ese momento se habían puesto a tamborilear contra el suelo.

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