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Clase de Pociones ~ Parque de las Lamentaciones.


Helike R V PB
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Parque de las Lamentaciones ~En la cueva debajo del Parador, con los alumnos.


El sonido de los rayos era impresionante. En el interior de la gruta sonaba mucho más que afuera suponía que era porque caían cerca de la entrada, el ruido era todavía mucho más profundo por el eco producido.


Yo era la persona que estaba más próxima al acceso y observaba como el agua caía a raudales por la parte superior. Lo último que quería era que se inundase el lugar o al menos, que se apagase la fogata que hace un rato había encendido con mi varita. No sabía si iba a funcionar, pero tenía que intentarlo.


Cogí a Maat y susurré un ‘impervius’ los laterales rocosas y también en el suelo. Esperaba que al menos el efecto del hechizo aguantase, durante el tiempo que estuviésemos ahí dentro.


- Bueno, esto ya está – susurré más para mí, que para las personas que estábamos ahí dentro.


De repente un sonido particular, cómo de aleteo surgió de las profundidades. Agudicé la vista y grité:


- ¡Agacháos! – una bandada grande de murciélagos habían salido de algún agujero que conducía a alguna suponía, el lugar dónde vivían esos bichos, quizá fuese un recoveco mucho más grande. Caí de bruces al suelo mientras el sonido de sus aleteos bajaba. Al cabo de un minuto más o menos el silencio, casi reinó en dónde estábamos. Sólo el sonido del fuego se escuchaba chisporrotear alegremente mientras la leña se consumía poco a poco.


En el exterior estaba tan oscuro como si fuese la boca del lobo, parecía que había vuelto la noche esa misma mañana. Agité nuevamente la varita e invoqué varias luces que se colocaron en la zona superior, puesto que el fuego apenas iluminaba con fuerza.


- Definitivamente, pensé que éste lugar sería más seguro. Lo siento chicos – dije en voz alta, para que se me escuchase.


- Bueno Bea, ahora nos dispondremos a poner el fuego debajo de los calderos que veis. Vamos a aprender a usar pociones para eliminar las malas hierbas. Mi tía Sagitas me pidió ayuda y… - interrumpí mi monólogo. Había visto algo blanco y perlado, eso sólo podía significar que se trataba de un fantasma.


- ¡Anna! ¿Qué haces aquí? – pregunté curiosa, porque la mujer transparente no es que se mostrase tan fácilmente ante el resto de personas.


Pero ella una vez había aviasado a Sagitas cuando me había encontrado en apuros.


- Disculpe la intrusión – dijo apenada- pero es que se acerca una gran bandada de langostas, está deborando todo lo que encuentran a su paso y, el guardián – 'suspiró' triste- no sabe qué puede hacer para detenerlas. Cómo él sabía que usted tenía hoy clase aquí, me dijo que la avisara si hubiese algún contratiempo. Y a eso he venido.


- Bueno, intentaremos ayudaros – asentí con la cabeza, decicida – sólo espero que ésta maldita lluvia pare…


El espectro de la mujer desapareció de la caverna y en cuánto lo hizo, agudicé el oído. A lo lejos se escuchaba un fuerte aleteo…


- ¿No lo oís? – Inquirí a mis alumnos- tenemos que prepararnos, usad todos los hechizos protectores que podáis… Esas cosas intentarán sacarnos de quicio – les avisé.
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Fue como un extraño deja vú al estar allí, tras las presentaciones a punto de cruzar la puerta de metal. Su novio había asegurado que estaba listo para lo que fuera y le arrancó una sonrisa al venirle a la mente una frase que había visto una vez en una institución muggle: "siempre listos". Si mal no recordaba era algo de Boys "Stouts" o algo así.

 

El alohomora había roto el encantamiento, o lo que fuera, que mantenía cerrada la puerta en forma de dragón, por un momento sin embargo la pelirroja había esperado que el animal levantara vuelo, dejando caer sobre ellos además de una lluvia de óxido y escamas algunas llamaradas salvajes, pero todo aquello formaba solo parte de su febril imaginación. La profesora Heliké dejó un mensaje para los alumnos que se habían retrasado, Darla se preguntó quienes serían aquellos irresponsables, aunque la bruja parecía no tomarlo tan a mal a pesar de todo.

 

Tras atravesar frente a su novio la magnífica reja le esperó para ir juntos y del brazo recorriendo aquel sendero que parecía invitar a los enamorados a sentarse a olvidarse de la existencia del tiempo compartiendo las horas uno junto al otro.

 

El sonido del agua parecía querer llenarlo todo en ese momento y al sentir sobre su piel el rocío observó el rostro de Seba, extendió su mano con ternura buscando despejar las gotas que le daban un aspecto de piel nacarada o de brillantes. Sonrío ante sus palabras.

 

--Yo me cuido para tí mi vida --susurró al oído de su novio, olvidando si las otras brujas podrían o no oír sus palabras.

 

Los ojos de la vampiresa se centraron en ese momento en una abertura en la roca, sobre lo que parecía la ladera de una pequeña sierra, había arbustos en los alrededores pero no estorbaban el paso hacia el interior de la misma. Por las palabras de la profesora supo que aquel era el lugar elegido. Un trueno pareció romper la calma a lo lejos, casi resultó inaudible en el lugar excepto quizás para el fino oído de un vampiro. Salvo por el rayo que atravesó el cielo segundos antes nadie hubiera imaginado que un diluvio se disponía a caer sobre ellos. Ante la orden de Heliké las brujas y Seba apresuraron su paso al interior.

 

Tras trasponer el ingreso del lugar observó las paredes de piedra recubiertas de musgo, los calderos ubicados alrededor y los cojines de colores todos alrededor.

 

La mirada de Darla buscó la figura de su novio, quien estaba ayudando al elfo que tras terminar se marchaba luego de un gesto que le indicara su ama, menos mal que los elfos se podían desaparecer a gusto y piachere, o aquel en particular terminaría mojado hasta los tuétanos considerando la forma en que la lluvia comenzaba a afianzarse y a convertirse en una cortina de agua que caía más tupida que la propia cascada en las cercanías.

 

Heliké tomó el mando una vez más y tras lanzar un hechizo prendió una hoguera, el lugar se iluminó dejando a la vista de los mortales una cueva más espaciosa de lo imaginable. Una pared en el fondo parecía recubierta por pequeñas piedras brillantes, por los destellos de colores que lanzaban al darle las luces y sombras que surgían efecto de la danza de las llamas. Parecía que se trataba de piedras preciosas, pero en ese momento a la pelirroja poco le interesaban en realidad.

 

Algunas estalactitas y estalagmitas lucían brillantes hacia el oeste, pero al levantar la vista sobre ellos solo había macisa roca recubierta de más musgo y bordada de raíces, seguramente de algunos de los árboles más antiguos que lucían sobre las laderas y la cima del cerro en donde se encontraban. La voz de Seba la hizo volver su atención hacia él y sonrió una vez más.

 

--Por como lucía el día de bello en un principio creo que no --despejó una vez más las gotas de lluvia que buscaban acariciar el rostro de su Seba y luego se volvió hacia Heliké que una vez realizaba hechizos para mantener el lugar "habitable".

 

Un extraño sonido comenzó a sonar a lo lejos, el cual la vampiresa enseguida reconoció, al escuchar el grito de la profesora no pudo evitar tomar el brazo de su novio y jalar con fuerzas de él hacia ella, arrojándolos a ambos tras uno de los calderos sobre una pequeña pila de cojines. Lo abrazo con fuerzas, como para no perderlo, aunque eso hubiera sido imposible, uno junto al otro observaron el vuelo de los murciélagos. Parecían de una especie antigua, no recordaba haberles visto en los libros con semejantes pelos y una extraña mancha blanca en el pecho de algunos de los que pasaron cerca de ellos.

 

--Lo siento --dijo disculpándose mientras volvía su atención hacia su novio envuelto aún entre sus brazos, mientras se ayudaban mutuamente para ponerse de nuevo en pie.

 

Heliké intentó una vez más empezar la clase, parecía que el tema sería sencillo, matahierbas, pero nada es sencillo en el mundo mágico (y menos junto a un accidentoso, dicen las malas lenguas que parecen atraer las catástrofes hasta en un santuario repleto de ángeles). Ya se habían acomodado mejor con Seba cuando una fantasma avisó sobre la inminente llegada de... ¿langostas? Maldijo, odiaba los insectos, no le gustaba matarlos pero los quería lo más lejos que se podía.

 

Obedientemente a las palabras de Heliké sacó a Edelweiss y comenzó a invocar diversos hechizos, especialmente pequeñas ráfagas y remolinos que mantuvieran alejados a aquellos insectos. ¿De qué clase podían ser que avanzaban aún bajo la lluvia? Hubiera imaginado que sus frágiles alas no soportarían las gotas que eran para ellas como olas de un tsunami en una playa inhóspita.

 

--Morphos --dijo apuntando a un grupo de pequeñas rocas de unos cinco a diez centímetros de diámetro que había amontonadas cerca de un rincón junto a la "puerta". Las más pequeñas de las rocas se convirtieron en avispas parásitas y las más grandes en aves, ambas bandadas hambrientas de comerse a las langostas.

 

--¿Crees que nos conviene pasar de los mataplantas a crear matabichos Heliké? ¿Contamos con los elementos e ingredientes necesarios para crear "insecticidas" mágicos o alguna poción anti langostas?

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off: Darla, te mato, pero qué razón tienes jajajaja me hizo mucha gracia. Un accidentoso cerca, indica peligro (?) xD bueno, seguimos.

 

Parque de las Lamentaciones ~En la cueva debajo del Parador, con los alumnos.

 

Los restantes alumnos parecían que no habían reaccionado todavía. De momento, la única había sido Darla que protegió a lo que parecía que era su pareja. Protegiéndolo de la bandada de murciélagos que había salido anteriormente.

 

A una orden mía también confeccionó varios hechizo que a decir verdad, yo desconocía.

 

- ¡Bien hecho! Espero que nos sean útiles contra esos bichos... Ésto no puede ser casualidad. Primero la tormenta, ahora esas langostas. Me parece raro que con éste tiempo, salgan - negué con la cabeza- quizá sean una especie mágica diferente a la muggle que resiste a todo tipo de climatología - dije con total desprecio en mi voz.

 

- Si alguien tiene conocimiento de criaturas, estaría bien que nos echara una mano - pedí yo. Porque la verdad, sólo se me ocurría matarlas con fuego. Aunque pensándolo bien, si lo hacía bien podía quemar medio bosque y seguramente tía Sagitas era capaz de meterme en él por atacar a sus animalitos.

 

Me fijé en cómo Darla, hábilmente, había conjurado a unas avispas. Era buena idea, pero la verdad, no creía que fuese suficiente...

 

- Me da que te tienes toda la razón - asentí con la cabeza, aunque para terminar, lancé un gruñido grave- sí, o eso espero. Lo que nos haría falta ahora mismo, sería un pulverizador. Ya sabéis - me dirigí ahora al resto de la clase- los que se usan para los doxys. Así es más fácil...

 

Y otra vez una interrupción.

 

- ¡Estoy hasta las narices! - exclamé enfadada- ¿Acaso no se puede dar una clase sin que nadie nos interrumpa? ¡Maldita sea! - grité yo, dando una patada en el suelo.

 

Pero en ésta ocasión el sonido era provocado por una aparición. Miré curiosa. Se suponía que las personas no podían aparecerse dentro del parque, pero no. En ésta ocasión se trataba de un elfo, ni más ni menos que Harpo.

 

- ¿Qué sucede? - pregunté, fastidiada como estaba.

 

- Venía a informarla. Al parecer, las aguas tienen un color rojo, como de sangre - lo miré sorprendida, el sirviente se encogió de hombros. Suponía que ya estaba acostumbrado a cosas raras...

 

Y entonces me acordé.

 

- ¡Malditos judíos! - estallé enfadada... Pero creía saber de quién se trataba, el hecho de hacer todo eso.

 

- No sé si lo sabéis pero hay una fábula que ellos cuentan, referida a las diez plagas enviadas por su supuesto dios. Ahora en ésta ocasión, alguien mágico, por supuesto, las está recreando para supongo desestabilizarnos. De alguna u otra forma me está dando un aviso - gruñí por lo bajo.

 

- Hay que encontrar la forma de pararlo - comenté - Aunque no está bien informado, desde luego - y estallé a carcajadas- bueno, primero vamos a ver cómo nos deshacemos de las langostas y luego vamos a intentar que el agua vuelva a su estado natural - fruncí el ceño, pensativa...

 

- ¿Alguien tiene alguna idea? Tenemos los calderos, bien podemos hacer pociones. Al parecer, sí que nos harán falta más que un par de manos para ésto - negué con la cabeza.

 

- Cómo lo encuentre, se enterará de quién soy yo - solté, amenazante - chicos, vamos empezando a preparar los calderos. ¿Entendido? Rellenadlos con aguamenti, sacar agua del lago es peligroso, como ya escuchásteis. Empezaremos añadiendo hierbas de los saquitos que tenemos por aquí y cocerlas lentamente. El agua está envenada, así que, primero vamos a ello. Preparar un antídoto especial para ella. Cortaremos ramitas de valeriana... Luego, añadiremos agua del río lethe que yo, os proporcionaré más tarde. Añadiremos un bezoar machacado con el mortero, y sangre de unicornio.

 

De un cajón que estaba previamente colocado en un lateral de la puerta, con 'Maat' extraje varios cuchillos que los repartí a los diferentes alumnos. Tenía una mesa preparada para ir preparando también mi propia poción. Fui colocando las cosas y con un susurro de 'aguamenti' rellené el caldero con agua, ésta era transparente y cristalina. Al menos la del encantamiento parecía buena. Sólo esperaba no encontrarnos con más sorpresas.

 

aclaración: la opinión de mi personaje con las mías, son bastante diferentes en ciertos temas. Ésto es sólo parte del rol

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Apenas se habían acomodado todos en la cueva, un sonido extraño llegó hasta el agudo oído de la Haughton, que intentó reconocerlo, asociarlo a algo. Antes de hacerse una idea sobre que podía ser, la profesora gritó, y con velocidad, se tiró al suelo, lo mismo hizo ella.

 

Murciélagos. Le gustaban aquella criaturas, tenían algo misterioso y conseguían asustar a la gente, pero parecía mala suerte haberse escondido en una cueva que contenía un nido de murciélagos. Primero la lluvia y luego eso, no parecía que fueran a tener una clase tan tranquila como parecía al principio.

 

Cuando por fin salieron todos, se volvió a incorporar, apoyó la espalda en la pared de la cueva, notando las piedras que se clavaban levemente en su espalda y escuchó a la profesora con atención. Poción contra las malas hierbas, interesante. Nunca se había planteado como se retiraban las malas hierbas, pero había visto a los muggles hacerlo, así que no podía ser tan complicado.

 

Pero Helike no pudo ni acabar su explicación. Una fantasma había entrado en la cueva haciendo que la profesora se interrumpiera. Anna, se llamaba, no sabía por qué, pero se quedó con su nombre. Los fantasmas le resultaban curiosos, por qué alguien, después de morir, ¿se quedaba en este mundo? ¿Y cómo se sentía la lluvia siendo fantasma? Pero no se atrevió a preguntarlo, y tampoco habría tenido tiempo, pues Anna ya estaba trayendo malas noticias.

 

- ¿Una bandada de langostas? - parecía surrealista todo aquello y seguían sin poder salir de la cueva. A lo lejos ya se veían las langostas acercándose, y tenían que actuar. Lanzó varios hechizos aturdidores, intentando alcanzar a alguna langosta, aunque entre la lluvia y la poca luz, no era probable que estuviese siendo muy efectivo.

 

Necesitaban un plan más elaborado, algo que sirviera de algo, no solo parar darle por casualidad a una langosta. Ellos eran muy pocos en comparación. Darla fue la primera en tenerlo, con un morphos, consiguió unos pájaros y avispas que aunque seguramente fueran insuficientes contra la plaga, podría entretenerlas mientras se les ocurría otra cosa.

 

Alzó la varita para imitar el hechizo de su compañera... Y otra pausa más. Esta vez el elfo de Helike, al que habían visto antes, avisando de que el río ya no llevaba agua, sino sangre. Y cuando la profesora explicó la fábula, todo cobró más sentido. Tenían demasiados frentes abiertos, y no podían encargarse de todo, pero parecía decidido que empezarían por el agua envenenada, algo inteligente, pues podía haber animales fuera que bebieran de ese agua sino.

 

Anotó todos los pasos que les iba explicando en la cabeza, y en cuanto terminó se puso manos a la obra. No podían darle tiempo a lanzar otra plaga contra ellos, a quien fuera que lo estuviera haciendo, sin haberse deshecho de alguna.

 

Cogió el caldero y su varita. - ¡Aguamenti! - exclamó, llenando el recipiente de agua y lo pusó a hervir. Acto seguido, siguiendo las instrucciones, utilizó las hierbas, y dejando que se cocieran, se puso a cortar las ramitas de valeriana, poniendo toda su concentración en hacerlo bien, para que el antídoto funcionara.

 

- Pero, ¿no deberíamos encontrar a quien está causando todo esto, antes de que complete las diez plagas? - preguntó mientras dejaba descansar la poción, mirando fuera de la cueva, a la espera de que algo terrible pudiera ocurrir. - Tal vez mientras terminamos con esto podamos encontrar alguna manera de parar la lluvia, puede ser una de las plagas, el granizo, y si su origen es mágico, deberíamos poder pararlo...Tiene que haber alguna forma de hacerlo .Además, alguien podría ir haciendo la poción para matar las langostas.

Editado por Bea Fearless

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Cuando todo parecía que iba a ser eliminar langostas al mejor estilo doxies y con sus enemigos naturales, la cosa se volvió más complicada. El viejo elfo de Sagitas apareció en el lugar, avisando que el agua se había transformado en... ¿sangre? Heliké pareció pensarlo así en el momento que siguió insultando y luego les contó la historia de las diez plagas.

 

--Con suerte la lluvia de sapos se comerá las langostas --gruñó por lo bajo y luego miró al grupo y en especial a su novio con mucha preocupación --¿alguno es primogénito? ésto no está siguiendo el orden --dijo pensando angustiada en la décima plaga. ¿Cuáles eran? El agua en sangre, la lluvia de sapos, las langostas, los rayos ¿la tormenta? Suspiró, no importaba, debían acabar con aquello en el orden que fuera.

 

--Amor, recuérdame elegir clases más tranquilas para la próxima ¿si? --susurró a su novio y le dió un suave beso mientras se repartían los ingredientes para la poción que había indicado Heliké, Bea ya había comenzado a seguir sus instrucciones.

 

--Aguamenti --susurró apuntando al caldero ya colocado sobre el fuego que antes había invocado la profesora, buscó el saquito de hierbas y lo abrió con delicadeza, buscando no perder ninguna de las porciones necesarias para que la poción saliera perfecta.

 

Despaciosamente fue lanzando las hierbas dentro del caldero y lo revolvió con cuidado para mezclarlo así se cocinaba mejor, luego tomó el cuchillo que les habían entregado y se dirigió a cortar las ramitas de valeriana. Aunque estaba segura que Seba no la dejaría marcharse sola en semejante búsqueda.

 

--Heliké ¿la valeriana la recogemos del parque o trajiste en los baúles? --preguntó con curiosidad.

 

En verdad esperaba que hubiera traído o tendrían que impermeabilizar su ropa para salir en su búsqueda. Los besoares no eran tanto drama, si no recordaba mal había comprado algunos hacía algún tiempo y probablemente guardara un par en su bolsita de piel de moke. Como fuera, esperaba que pudieran acabar con ambas plagas pronto, no quería llegar a la décima de ella en ese lugar o tendrían que invocar un cordero para sacrificar y con él pintar la entrada de la cueva.

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- La valeriana está aquí - le tendió a Darla lo que le había sobrado a ella después de echarla en su poción, la había sacado de los ingredientes proporcionados. - Me falta el agua y la sangre de unicornio y tendré la poción list...

 

Pero, como no podía ser de otra manera en aquel día, no pudo terminar la frase. Un rugido proveniente de no muy lejos resonó por la cueva, ensordeciendo hasta el sonido de los rayos que no cesaban y dando la sensación de que todo temblaba. Un murmullo salió se escapó de su boca "Fieras".

 

Lo más alarmante de todo es que los aullidos eran estaban cada vez más cerca. ¿Y qué podían hacer para pararlas? No se le ocurría gran cosa, pero siguiendo su primera idea, la que se le había pasado por la mente nada más oírlas, protegerse a ellos mismos.

 

Se asomó al borde de la cueva, aún no se veía ningún bicho, pero con lo espesa que era la lluvia no quería decir mucho. Visualizó una piedra grande no muy lejos de donde estaba, la recordaba de cuando habían llegado. Volvió a sacar la varita y con un wingardium leviosa colocó la piedra tapando la entrada.

 

- Eso puede detenerlas, pero necesitaremos alguna manera de salir...

 

Sus palabras se vieron acompañados por unos arañazos a la piedra. Lo había conseguido por unos segundos, pero ahora estaban más atrapados de lo que ya lo estaban antes. Tenían que acabar son ello para salir... Si es que salían todos. Lo había dicho su compañera antes, ¿habría algún primogénito? Esa era una de las plagas, ¿se atrevería de verdad el causante de todo esto a llevarlo a fin hasta sus últimas consecuencias?

 

- ¿Podríamos preparar un veneno fuerte para acabar con las bestias y mientras hacer el pulverizador para las langostas? - preguntó a la profesora, más preocupada por si tendrían material suficiente para todo ello, o tendrían que ir fuera a buscarlo.

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Intenté no ronronear ante la caricia que mi amada dejaba en mi rostro tratando de secar un poco mi rostro de la lluvia que nos había sorprendido, tras eso solo me dedique a mirar un poco la cueva la verdad es que no me gustaba mucho estar bajo tanta roca juntas, sabía que podía ser muy solido pero a la vez que un fuerte sismo podría echar abajo todo eso, y aquellos desastres no avisaban, estaba ya un poco acostumbrado a ellos por el tiempo vivido en Sudamérica.


Parece que esta clase se tornaría interesante o mas bien un poco tétrica, no bastaba con la lluvia y los rayos que a veces parecían detonar casi encima de nuestras cabezas, sino que ahora la cueva estaba llena de murciélagos que iban de un lado a otro seguro un poco cegados por la fogata que la profesora había hecho, de sorpresa sentí el jalón que daba Darla a mi brazo y cuando podía pestañear de nuevo ya estaba en el piso, abracé a mi chica, aprovechando la ocasión, no pude evitar sonreír a ella a pesar de la situación.


-No te preocupes amor, gracias- ayudé a levantarse a Darla, luego sacudí un poco su ropa olvidando por unos segundos que estábamos acompañados.


Pues sin dudas la cueva no era lo mas seguro, pero mientras a los murciélagos no se les ocurriera volver y atacarnos estaríamos bien, aunque ahora que lo pensaba no sabía como actuaban esas criaturas ante los vampiros, y sabía que al menos mi Darla era una de ellas.


-Esto debe ser una broma ¿Verdad?- dije riendo un poco pero a la vez obedeciendo a la bruja tratando de proteger la cueva como las demás, aunque no pude evitar mirar mas al interior que estaba bien oscuro.


-¿Esta no es la cueva del Oso Yogui, Verdad?- pregunté hacía todos, aunque tal vez no conocieran al personaje muggle.


Mordí un poco el labio con el comentario de la profesora hacía los judíos, no era uno de ellos pero sabía lo que habían sufrido hacia muchos años, sin darme cuenta lleve la mano a mi pecho donde bajo mis prendas colgaba mi cruz.


Tomé el cuchillo que me alcanzaban y me puse frente añadiendo las hierbas que se nos había indicado, puse el caldero al fuego ya con las hierbas y el agua, para luego cortar las ramas que nos había mostrado, "En que me he metido" pensé por un momento mientras observaba a mis compañeras y luego a Darla.


Observé la mirada de la Potter Black, sabía que algo malo pasaba mas, luego de su pregunta, creo que necesitaba echarle un repaso a las plagas solo me acordaba de las primeras, levante la mano ante la pregunta del primogénito.


-Ten por seguro que primero contratamos al menos un seguro, o guardaespaldas- añadí riendo hacía mi prometida, aunque así como ibamos ni siquiera alcanzaríamos a poner la fecha. Sonreí aun mas con su beso, luego seguí con la poción.


Las sorpresas no acabarían sin dudas a la ya noticia que le habían traído a Helike de la nueva plaga, Bea había optado por cerrar la cueva con una gran piedra, en si nos protegería de que las langostas entraran pero la falta de oxigeno en el lugar apagaría las fogatas, y eso provocaría demoráramos con las pociones y al menos yo necesitaba respirar.


-Una pequeña duda, no se si el resto de ustedes son vampiros como mi Darla, que por lo que se no se preocupan por la falta de oxigeno, pero a mi me vendría bien un poco de el, o luego me pondré moradito, y ese color no me queda bien- dije en un tono de broma y a la vez preocupado.

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Lo cierto es que me sentía algo desorientada, en un primer momento estábamos fuera en aquel hermoso parque y de pronto el cielo se cubrió de nubes negras obligándonos a conseguir resguardo. Junto a mis compañeros fuimos guiados por la profesora hasta una espaciosa cueva, allí al menos tendríamos el cobijo necesario para poder llevar a cabo nuestras pociones, fuera el cielo parecía deshacerse en una torrencial tormenta que hacía retumbar las paredes con los potentes rayos que caían cada cortos intervalos. Al pensar que ya estábamos seguros y listos para comenzar, me dispuse a alistar mi caldero aguardando las indicaciones de Helike acerca de la pócima que estábamos por hacer; sin embargo fue ella misma quien nos tomó completamente desprevenidos alertándonos sobre la bandada de murciélagos que se lanzó sobre nosotros desde el interior de la caverna.

 

- Maldición… - farfullé – Odio esas horribles criaturas.

 

Me reincorporé acomodando mis ropas y mis cabellos que se había alborotado ante mi brusco movimiento, todos allí parecían algo alterados. No quería engañarme a mí misma pero al fin parecía ser que tendríamos algo de tranquilidad, pero en el ínterin un espectro apareció en la cueva notificando a la profesora sobre una plaga de langostas que se nos venía encima ¿Alguna otra cosa más? Era extraño pero parecía ser que algo o alguien trataba de sabotear la clase, e inmediatamente las palabras de Helike confirmaron mis sospechas. Me sentía inquieta y ansiosa, no me gustaba estar allí en medio de aquel lio sin hacer nada, por lo que las instrucciones de la Rambaldi fueron como un bálsamo para mi.

 

- Aguamenti – siseé apuntando al interior del caldero con mi varita, el mismo se llenó de agua inmediatamente. Luego busqué aquellos saquitos que nos había indicado y vertí dos de ellos en la preparación, mezclando la infusión en rítmicos movimientos circulares - ¿Cuánto tiempo debemos dejar que se cuezan las hierbas? – pregunté a la profesora chequeando mi reloj de bolsillo.

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Todos estaban trabajando como podían, haciendo lo mejor de sí mismos para conseguir parar las plagas antes de que sucediera al revés y las plagas acabaran con ellos. El contenido de los calderos hervía y soltaban humos.

 

Como bien señalo Seba, la piedra que había puesto tapando la entrada de la cueva, si bien los protegía de las bestias, impedía que respiraran durante demasiado tiempo, dato en el que ella, como vampiresa, no había recordado, además, cuando se acabara el oxígeno también lo haría el fuego.

 

- Maldición - murmuró entre dientes cuando se dio cuenta de todo eso, del fallo de su plan. Tenía que arreglarlo, buscar una solución que permitiera la entrada del aire pero no la de las bestias. - ¿Bastará con dejar una rendija no muy grande para el aire? - preguntó al chico, como si fuera una especie de experto en oxígeno.

 

Sin embargo, la piedra también tenía otros inconvenientes, les impedía saber que pasaba fuera, ¿habría ocurrido algo más? Las pociones contra la plaga iban avanzando, había incluido el agua dada por la profesora, el bezoar, que ella misma había llevado, pues era una de las pocas cosas sobre pociones que conocía antes de ir a la clase, y la sangre de unicornio, y creía haber seguido todas las instrucciones correctamente.

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Sabía que algo le estaba faltando a mi poción intenté espiar un poco a Darla para ver que había hecho, o al menos me indicará lo que me estaba haciendo falta para que estuviera como la suya, en estos momentos creo que me hubiera venido bien el libro del principe mestizo que tanto ayudo a Harry en sus tiempos.


Miré a la bruja que me hablaba, luego la roca que ella misma había puesto. -Pues creo que si bastaría, prometo no consumir mucho aire- dije sonriendo un poco, sabía que la broma no le agradaría a mi novia, pero el ambiente estaba un poco tenso ya por lo que estaba ocurriendo.


-Pero podrías colarse aun así algunos de esos bichos, yo hubiera optado por poner una rejilla o malla fuerte que impidiera que ingresarán mientras las combatíamos pero no se que tanto podría resistir y si un elfo la podría traer pronto, ¿además así encerrados como luchamos con ellas?- creo que cada vez mas preguntas se me venían tras este plan, o mas bien la que sería solo una clase de pociones.


Al fin pude recordar que me faltaba aun para terminar la poción o al menos tener todos los ingredientes en su interior cogí una lapicera que llevaba en el bolsillo de la chaqueta para convertirla en un bezoar, de inmediato lo puse en el interior del caldero.


-Así como vamos las langostas se comen a tu novio antes del matrimonio- murmuré riendo a la Potter Black.


No estaba muy seguro si el aire que había quedado en el interior de la cueva se estaba poniendo mas viciado, o era yo que estaba un poco predispuesto a que en algún momento me comenzará a fatigar por la falta de aire, pero eso no podía pasar, debía por todos los medios buscar otra forma.

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