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Estudios Muggles: Somos Girls Scout vendiendo galletas.


Sagitas E. Potter Blue
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Gatiux no pasó por alto la mirada de reproche que le dirigía Sagitas mientras se dirigía a la recién llegada, sonrió con satisfacción al ver que se había ganado aquel tipo de mirada reprobatoria, aunque no supo de donde nacía esa sensación y por qué estaba tan familiarizada con ella. Al darse cuenta comenzó a dolerle un poco la cabeza. Se llevó la mano a la sien mientras fruncía el ceño algo confundida. Por suerte el dolor de cabeza pasó tan rápido como había llegado. Eran sus propios recuerdos queriendo volver, tratando de mostrarle lo que ya supo una vez y olvidó.

 

Asintió con aprobación cuando Sagitas les comunicó que sus conversaciones estaban a salvo de oídos indiscretos. Ciertamente la música que había elegido debía ser muy pegadiza, pues cada vez había más muggles acercándose al puesto para mirar, o simplemente para escuchar la melodía pegadiza que había elegido la bruja para ellos aquella mañana. La banshee cruzó la vista con un muchacho embobado, que cuando lo pillaron se sonrojó y se alejó con rapidez.

 

- Profesora, tengo una duda. Viniendo hacia aquí una chica le enseñaba una falda muy bonita a otra, y le dijo que la había comprado en Internet. ¿Qué es Internet? -preguntó Gatiux- ¿Es algún tipo de tienda de ropa? ¿Sabe si se encuentra en Londres? De verdad que era una falda preciosa...

 

Si era una tienda cercana podría aprovechar su viaje a la capital londinense para pasar por la tienda a comprar ropa para su ocupadísimo armario. La mujer que había visto en el metro tenía un estilo de vestir algo llamativo, sensual y elegante, que hizo que otra se parase a preguntarle. Gatiux se limitó a escuchar disimuladamente la conversación de ambas.

 

Mientras esperaba a que Sagitas les brindase nueva información respecto al mundo muggle, que tantos secretos parecía esconder, Gatiux se puso al frente del mostrador de galletas, sonriendo a todo el que la miraba para que se acercase a comprar, sabía de buena mano que una mujer atractiva y solícita atraía a compradores de todo tipo, aunque sólo fuese para que una chica bonita les dedicase unas palabras.

 

- ¿Unas galletas caballero? También las hay de chocolate...

 

Mientras intentaba camelar al hombre para que comprase unas cuantas cajas se acercó una mujer mayor, parecía furiosa con el resto del mundo, y parecía haber encontrado un objetivo en el que descargar su ira: las chicas del puesto de galletas. La mujer las señaló mientras fruncía el ceño, mirándolas con furia. Gatiux miró a Sagitas sabiendo que se aproximaban problemas.

 

- ¿Teneis permiso para estar en King Cross? ¡Estoy cansada de la gente no autorizada que vende sin permiso alguno! -inquirió la mujer- ¡Por gente como vosotras es que nadie entra a mi pastelería! Es competencia desleal y no podéis estar aquí sin un certificado del ayuntamiento sellado. ¡Sólo la gente con local autorizado puede vender en la estación! ¡Que sepáis que he llamado a la policía y ya están en camino! ¡Menudas frescas!

 

La Malfoy abrió sus ojos amarillos, reflejando una gran sorpresa, no tenía ni idea de la burocracia muggle, y aquella señora parecía muy indignada.

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Me sentía orgullosa de mí misma por haber sido tan lista como para pensar en el Muffliatto. Era difícil no romper el Secreto de la Magia dentro de la sociedad muggle, pero yo tenía muchos años de experiencia sobre mis espaldas, desde que de chiquituska hacía cabriolas en las plazas de los pueblos por monedas o por un techo donde dormir. Ay, aquellos años pasados... Sí que fueron emocionantes, no como éstos, en los que ya me había afianzado en el pueblo y no solía correr ningún tipo de aventura. Pero todo el orgullo desapareció ante la pregunta de mi alumna: ¿es que no podía haber oído una conversación sobre cine mudo? Las nuevas tecnologías no eran lo mío.

 

Pero claro, ante todo soy profesora y no puedo demostrar que no tengo ni idea de donde está la tienda de internet, además que tengo a una directora de la Academia en mi clase; sólo faltaba que después me hiciera un test de satisfacción con mis conocimientos y me dieron una patada simbólica en cierta parte de mi anatomía nada simbólica y me viera en la calle.

 

Así que sonreí y demostré una calma que hasta pareció natural:

 

-- ¡Internet! ¡Qué gran pregunta, Gatiux! Es algo excelente que está de moda entre los muggles. Eso es... como la magia, indescriptible e indescifrable, muchos sabes utilizarla pero pocos agraciados saben como funcionan. Haciendo un símil con nuestro mundo, el internet es como la magia, todos los magos pueden usarla pero los intrínculis de la magia, en este caso del internet, está destinado a mentes muy muy privilegiados, como nuestros Arcanos de la Academia. Todo el mundo sabe hacer un hechizo, pero muy pocos sabios saben cómo se mueve los círculos internos de la magia para que se canalice a través de la varita y de los movimientos de la mano y el deseo mental para que salga el hechizo que necesitamos en cada momento. Los teóricos de la Magia son, por eso, muy difíciles de encontrar y sólo los Hechiceros más sabios del Mundo pueden llegar a intuir como se mueve la magia.

 

Mi tono se hizo casi inaudible, para darle más emoción a mis explicaciones, muy retóricas y ambiguas pero, con cierto suspense, hasta podrían ser creíbles.

 

-- En el mundo muggle, los humanos que se encargan del Internet de llaman... Informáticos... Y tienen el mundo a sus pies. Su trabajo es muy valorado y los más sabios suelen liderar las listas de los muggles más ricos. Con el Internet mueven el mundo. Ellos no usan varitas, por supuesto, pero tienen unas pantallas cuadradas, tal televisiones, en las que pueden encontrar cualquier cosa, como esa falda que tú dices. En sí, es maravilloso en el mundo muggles, pero vamos, nada que nosotros no tengamos con nuestros catálogos de Moda de Sears. ¿O tú no estás afiliada a ese servicio? Se trata de una especie de Magic Mall parisino con miles de fotografías móviles de ropa, utensilios de cocina o ingredientes para pociones. El servicio de entrega es mediante lechuza a 24 horas y puedes devolverlo si no te gusta. Es más, ahora que lo pienso, el tema de venta de productos por internet se parece mucho al nuestro, sólo que con cables y pantallas en vez de magia, y con mensajerías nacionales o internacionales en vez de lechuzas. Pero no me extrañaría que detrás de la creación de internet estuviera algún mago involucrado. Creo que el Ministerio debiera estudiar eso.

 

Aunque tal vez también estuviera relacionado con las patentes mágicas que la Confederación Internacional de Magos se dedicaba a introducir en el mundo mágico como experimentación, aunque la implicación de los inefables en este tipo de asuntos no era de mi incumbencia y seguramente todo acababa siendo una leyenda entre los magos inexpertos.

 

Mi monólogo fue interrumpido (tal vez mis alumnas dieran las gracias por ello) ante una crítica abierta contra nuestro puesto de venta ambulante.

 

-- ¡oooooh! Una muggle enfadada -- dije, saltando sobre mis pies. -- ¿A qué es maravilloso? ¿Os interesa ver el interior de una Comisaria? Os juro que es un lugar encantador, con sus policías, pistolas, cárceles con barrotes. Y usan el internet como archivo para fichar a los malos. Se trata de una experiencia maravillosa y de las que pocas veces podemos disfrutar.

 

Miré a mis alumnas con los ojos brillantes. No era la clase que había previsto pero siempre se aprende más en la práctica que con teoría ambigua y pesada.

 

-- Según os apetezca salirnos un poco de la linealidad de la clase, le contesto una cosa u otra a esta mujer. Me encanta que nos llame frescas. Eso es que le gusta nuestro perfume, seguro...

 

¿Por qué me maravillaba tanto el mundo muggle? Esperaba que a mis alumnas les gustara tanto como a mí.

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Las primeras instrucciones de su profesora eran muy claras, sus consejos de seguro las llevarian a aparentar ser simples muggles. Parecía saber muy bien de que hablaba.

Quedó boquiabierta al ver la facilidad con que Gatiux había encontrado un primer cliente. No pudo evitar imaginar lo bien que irían en caso de utilizar es habilidades en algún otro ámbito menos noble. Sonrió, le agradaba la actitud de aquella mujer, pues le resultaba algo similar a la propia. Oyó sus palabras, negando tranquilamente ante la simple idea de abandonar su medio de transporte.

-¿Ir andando? ¿Es broma? Eso no es nada divertido, mi viaje fue super.

Se miro las rodillas, era cierto que no estaban en tan buenas condiciones como deseaba, pero en cuanto se reencontrara con su varita lo solucionarìa.

Escuchó con mucha atención lo que Sagitas tenía que decir sobre los transportes mugges, aunque por momentos su mente se fuese nuevamente a su patineta y el largo viaje que la acercó a la clase. Así que, más bien, prestó toda a atención que pudo. Se esforzó por seguir el hilo de las palabras de su profesora, que iban de un tema a otro, pero no prestó real atención hasta que la aparición de unos papeles la sobresaltó. Supo que se trataba de algo relacionado a lo que les estaban relatando, así que cuando tendieron uno de aquellos papeles hacia lla lo tomó de inmediato.

Leyó en silencio "Protección de muggles". Continuó la lectura por lo que creía era un pergamino, aunque de lejos había aparentado ser un simple papel. Comprendió entonces por qué se les pedía que lo aprendieran y tuviesen muy presente durante su estadía en el mundo muggle. No tuvo nada que acotar, a diferencia de su compañera. Las palabras de Gatiux sonaron razonables, aunque de seguro Sagitas ya habría pensado en todo.

Vio como la mortífaga tomaba una galleta y se vio tentada a hacer lo mismo, pero se le quitó de inmediato esa idea de la mente al ver la expresión que ella puso al dar el primer bocado. Fue entonces cuando llegó otra estudiante de la clase, a quien reconocieron enseguia por el peculiar atuendo. Sagitas al puso al tanto de lo que habían hablado hasta entonces antes de responder a Gatiux con cierta molestia.

Hubo un repentino cambio de tema que le resultó interesante. Nunca había oído hablar sobre algo con ese nombre ¿Internet? ¿Sería una tienda? Sonaba a eso. ¿Aceptarían galeones? Pero la explicación recibida no le fue tan gratificante... no habría tienda ni faldas lindas que comprar en ella. Esos muggles eran raros...

Entonces interrumpió una señora un tanto enojada. No supo cómo reaccionar ante ellos. ¿Unas Necrohands serían respuesta? No... dudaba que eso fuese de ayuda. Sagitas pareció emocionarse por el inconveniente, no obstante ella hubiese preferido correr a caer en manos de esos muggles.

-¿Policías? ¿Barrotes? ¡Te recuerdo que no tenemos varitas que nos salven! - estaba empezando a alterarse.




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*

A pesar de haber llegado tarde, Mynerva fue recibida con cordialidad por la profesora. Ella le explicó que acababan de empezar la clase y que sería necesario que leyera algunos pergaminos que una de las chicas, Gatiux, le entregó. Les echó un vistazo y sintió una punzada en el estómago. Eran las mismas prohibiciones con que les habían machacado la cabeza en Hogwarts desde el primer año. Miró a sus compañeras para saber cómo se sentían ellas con medidas tan básicas y pudo adivinar el disgusto que le producían a la joven que se los había dado. Aparentemente, ya se había quejado a Sagitas por lo que se sentía una pequeña irritación entre ellas ya que la alumna había puesto en dudas la seriedad de la instructora al hablar en voz alta del secreto de los magos en una estación de trenes tan llena de gente sin magia.

La bruja se cruzó de brazos y lanzó una mirada fulminante a la chica diciendo que había aplicado un Muffiato especial por lo que los que se acercaran al puesto de galletas sólo oirían canciones propias de los scouts. Mynerva lo comprendió enseguida. La susodicha musiquita estaba tan alta que hasta ella misma la oía. Eso la hacía dudar si de verdad atraería compradores de galletas o los espantaría. Pero entendía poco de música de muggles. Además, a Gatiux parecía irle muy bien con la venta.

La profesora satisfecha comenzó a hablar de temás más concretos como semáforos y otras señales usadas para organizar el mundo mugggle. Sin embargo, ante una pregunta sobre internet, sus ojos brillaron con entusiasmo y se internó en una extensa comparación de la magia con el internet que dejó llena de dudas e incredulidad la cabecita de Myne.

Casi fue un alivio que apareciera una mujer realmente enojada que sentía que el puesto de las cuatro chicas era una competencia desleal para su negocio organizado y que les comunicó que había llamado a la policía. Esto, más que asustar a la profesora, la entusiasmó más aún e informó a sus alumnas de la gran oportunidad que tenían de conocer de cerca el maravilloso lugar llamado comisaría lleno de policias, pistolas y celdas con barrotes.

Agatha no parecía muy convencida. Le molestaba la idea de ir caminando. Pero la matriarca Weasley recordó algo y se lo dijo.

- Los policias tienen unos autos con colores vistosos que usan para llevar a la gente a la comisaría. Creo que no tendremos problemas con eso. Pero a mí también me asustan los barrores y las pistolas. Aunque tal vez no las usen con nosotras. Y podría llegar a ser divertida una expedición allí.

En realidad, no estaba tan segura de lo que había dicho, pero suponía que en caso de necesitar ayuda, entre las cuatro podrían inventar algo sin romper el secreto de los magos. Además, esperaba que la profesora sí tuviera una varita escondida para sacarlas de cualquier apuro.

 

 

Mynerva, matriarca Weasley
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Gatiux frunció el ceño cuando Sagitas le empezó a explicar de qué trataba Internet, utilizaba oraciones largas que no significaban demasiado, diciendo mucho sin decir nada. Tal vez fuese un concepto tan complicado que escapase a sus conocimientos, pero no dijo nada por no dejarle en evidencia delante de las otras dos mujeres, que estaban mucho más calladas que la Malfoy. No servía de nada dejar en evidencia a otra persona cuando no tenías los conocimientos suficientes para presumir por ello.

 

- Me gusta hacer mis propias compras, no veo bien eso de cargar a una lechuza con tanto peso.

 

No dio más explicaciones, ya que muchos magos no compartían aquel pensamiento. Las lechuzas estaban bien para enviar cartas, pero aquellos cometidos para los que las utilizaban algunos magos no acababan de convencer a la banshee. Además, las compras por correo acababan por volver a los magos un poco más antisociales, más de lo que ya eran la mayoría de ellos, era necesario no perder el contacto con las personas.

 

Cuando la señora les interrumpió, Sagitas comenzó a dar pequeños saltitos en el sitio, emocionada por la nueva oportunidad que se les estaba presentando. Las tres alumnas podrían ver un lugar que normalmente les estaría vedado, y todo por vender galletas cuando no podían hacerlo. Según decía la señora estaba prohibidísimo y por ello tendrían que responder ante la justicia muggle. Gatiux se encogió de hombros, nunca le decía que no a una oportunidad como aquella cuando solían ser únicas. Y si algo salía mal siempre podría convertirse en gato y salir de entre los barrotes.

 

- Creo que con lo de frescas no se refiere al perfume, profesora. -sugirió Gatiux acercándose al oído de Sagitas- Nos ha llamado sinvergüenzas.

 

No fue la primera vez que oía aquel tipo de expresión, sobre todo porque Gatiux era una mujer exuberante, con unas curvas que resaltaban sobre la media de la población femenina y que le gustaba lucir con ropa ajustada y piernas al aire. Alguna muggle había soltado por lo bajo aquel tipo de expresión cuando pasó por delante, ignorando que podría matarla sin tocarle ni un pelo si la Malfoy quisiese.

 

Mientras tanto las chicas fueron expresando su opinión, Agatha estaba en contra de ir a Comisaría, parecía no estar tan tranquila como antes, y Mynerva compartía el punto de vista de Gatiux sobre lo interesante que podría ser visitar en persona un lugar como aquel. Siempre podrían volver después de la clase y borrar el registro acerca de ellas, así como la memoria de aquellos policías. De todas formas no las iban a meter en la cárcel, no habían montado un escándalo público ni habían matado a nadie.

 

- Estoy segura que no hay necesidad de llegar tan lejos... -dijo Gatiux- No hay necesidad de dar un espectáculo y podemos llegar a un acuerdo...

 

La señora negó y se cruzó de brazos. El gentío hizo un pequeño pasillo para dos hombres uniformados que se fueron acercando al puesto de galletas. El volumen de las conversaciones disminuyó, se oían a la gente cuchichear mientras miraban a la policía. Los dos policías eran altos y con unos brazos musculosos, cuyas manos apoyaban en un cinturón repleto de objetos como pistolas, guantes, una porra y unas esposas.

 

- Hemos tenido una llamada de la Pastelería Red Velvet por una venta ilegal en la Estación de King Cross. -anunció uno de los policías- Necesito que se identifiquen una por una...

 

-Me temo que no pueden vender aquí, señoritas. Tendremos que requisar lo que están vendiendo y nos acompañarán después a Comisaría para prestar declaración. -añadió el otro, señalando a la muggle- La señora aquí presente quiere presentar una denuncia en contra. Y nos llevará un rato.

 

Gatiux hizo una mueca de sorpresa mientras miraba a su profesora, en realidad tenía lógica, pues si permitiesen vender a cualquiera en la Estación aquello podría parecer una feria ambulante, y los viajeros no podrían caminar con normalidad. Pensó en no dar su nombre real, por si acaso luego no podía borrar el registro sobre ella, tendría que dar un nombre mágico que fuese desconocido para los agentes.

 

- Me llamo Bathilda Bagshot -mintió Gatiux con total naturalidad- No sabíamos que no se podía vender aquí. El dinero recaudado es para una ONG sin ánimo de lucro para niños huérfanos.

 

Uno de los policías hizo un gesto de lástima, como si se compadeciese de la situación de las muchachas.

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Me desanimó un poco que la Directora del Centro de Estudios no quisiera arriesgarse a conocer una Comisaría por dentro. ¡Con lo emocionante que era!

 

-- Es una experiencia que no siempre tenemos oportunidad de disfrutar -- dije en voz baja, a modo de disculpa. Pero después su comentario sobre ser salvados de los muggles me hizo arrugar la frente. Me crucé de brazos y, en ese momento, decidí que yo era la profesora de la clase y allá era un alumna más. Como mucho, sólo podía despedirme cuanto la clase acabara. -- ¡Por los dioses, Dire! Nosotros no necesitamos ser salvados de los muggles, más bien al contrario. Si se asusta con un soplido, mujer... Yo lo encuentro muy interesante. Además, como dice Mynerva... ¡Si nos llevan en coches con luces, como si fuéramos gente importante! Es un paseo de lo más excitante!

 

Hice un ademán hacia Gatiux, quitándole importancia al hecho que nos hubieran llamado sinvergüenzas.

 

-- Que no, mujer... Si nos ha llamado pan. Hay un Pan llamado Bimbo que es el Fresco del Barrio, según uno de sus anuncios, es decir, que estamos más buenas que el pan. No te lo tomes a mal, con esas pintas que llevas demuestras que estás... pues eso.... buena... según los cánones de Belleza de los muggles. Yo en eso no entro ni corto. Pero que te llamen pan es un piropo, mujer... ¡Ay, qué emoción, dos polis para nosotras solas!

 

Casi flotaba y tuve que hacer un esfuerzo por no ponerme a levitar, agarrándome a la mesa. Las galletas expuestas temblaron un poco mientras recobraba el aliento. Mientras, mi alumna se cambiaba el nombre. Eso me hizo gracia y le enseñé el pulgar hacia arriba. Después pensé que, tal vez no entendían el gesto tan muggle. Yo estaba acostumbrada a hacerlo que casi me parecía universal.

 

-- Bien hecho, Gatiux, inventarse un nombre falso generará más lío al hacerte la ficha y seguro que buscarán informes a redes internacionales tipo la Interpol o la CIA. ¡Qué genial! Yo estuve una vez detenida, también mientras impartía Estudios Muggles, pero ya os explicaré la anécdota. Vivamos nuestra propia experiencia...

 

Carraspeé, con una mirada divertida hacia mis alumnas. Tocaba entrar en acción:

 

-- Buenas, señores Agentes de la Ley de la Ciudad de Londres. Es cierto que no tenemos ningún derecho de venta de galletas, pero no sabíamos que fuera necesario para ayudar a los niños. -- Decidí seguir la mentirijilla de Gatiux quien, además, estaba improvisando perfectamente, algo que era muy necesario para trabajar en el mundo muggle. Tal vez le ofreciera que se pensara un trabajo en el Departamento de Accidentes, en el Comité de Excusas para los Muggles. Se le daba genial. -- Entendemos que hemos violado la Ley aunque fuera por una buena causa. Si nos han de llevar a Comisaría, no nos opondremos. Y si quieren requisar las galletas, aún podemos repartirlas entre los policías, que tanto trabajo les causamos sin pretenderlo. Así que... ¿Nos ponen las esposas, nos llevan con esas luces giratorias, nos van a fichar como contrabandistas de galletas? Llevan orégano y canela, no sé si esos aditivos se pueden cualificar como de peligro para la salud pública. Eso tiene más pena, ¿verdad? -- observé, toda feliz porque si la pena era más gorda, nos meterían en las celdas. Jo, eso yo no me lo perdía. Con un poco de suerte, encontraríamos a presas de todo tipo que nos podían explicar como se manejan los muggles en los bajos fondos.

 

Hay que reconocer que los policías parecían dudar sobre nuestra disponibilidad de llevarnos arrestadas. Tal vez si le arreaba a uno una patada en la espinilla... Siempre había oído que se tomaban a mal los ataques físicos. Tal vez con la varita les hubiera hecho bailar una rumbita o algo así, pero como había que comportarse como los muggleosos...

 

-- ¡Vamos, venga, que no tengo todo el día, que tengo una clase que impartir! -- le dije a uno de ellos, al más musculoso, arreándole una patada en la rodilla, para que se decidiera a arrestarnos.

 

¿Cómo llegamos a la Comisaria? Bueno, eso lo cuento un poco más tarde, cuando no me duela la cabeza del porrazo...

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Los policías no parecían muy por la labor de tratar mal a las chicas, habían quebrantado alguna ley, pero no parecían tener malas intenciones, sólo que alguien les había denunciado por hacer algo que no se podía hacer. Tal vez aquel encuentro hubiera quedado en agua de borrajas de no ser porque Sagitas decidió pegarle una patada a uno de los policías. Gatiux se quedó boquiabierta, llevándose una de las manos a los labios mientras reducían a la Profesora de Estudios Muggles.

 

- No le hagais daño. No lo hace queriendo... Tiene una medicación y no se la ha tomado esta mañana. -mintió Gatiux acercándose a Sagitas mientras la esposaban- Normalmente no hace estas cosas, pero cuando se le olvida tomar las medicinas se le va un poco la olla...

 

- Nos la llevamos detenida por agresión a un Agente de la Autoridad. -miró al resto de las chicas- Si no quereis ir esposadas también, caminad despacito entre nosotros, os dirigiremos al furgón.

 

- Sí, señor agente.

 

A Gatiux no le apetecía nada tocar el suelo de la estación con otra parte que no fuesen sus pies, por lo que asintió de forma obediente, agachando la cabeza en señal de sumisión, y caminando entre los dos agentes cuando estos comenzaron a caminar. Salieron de la Estación King Cross, aparcado cerca de la acera había un furgón policial en el que se metieron las cuatro chicas. Poco después metieron también las cajas de galletas y la mesa. Al rato el furgón policial se puso en marcha. Dejándolas sentadas unas frente a otras.

 

- ¿De verdad tenías que pegarles? -le recriminó Gatiux a Sagitas- Hubieramos ido a la Comisaría de todas formas sin tener que agravar los hechos.

 

Aprovechó para observar los grilletes que retenían las muñecas de Sagitas. Eran metálicos, de color plateado y parecían que apretaban bastante. Observó maravillada como aquel artilugio podía dejar inmóvil a una persona, pensando en otras utilidades que podía tener aquello, pues parecía mucho más fiable que una cuerda, imposible de escapar de ellos.

 

- ¿Puedes deshacerte de lo que te ata las manos? -preguntó- ¿Pesa mucho? ¿Duele la zona en contacto con la piel si tiras?

 

Tal vez si estuvieran recubiertas por algo suave, como un peluche... ¿Dónde podrían conseguirse? Estaría bien tener unas cuantas como aquellas, serían de mucha ayuda en los distintos experimentos que llevase a cabo. Gatiux se alejó de los grilletes y dejó vagar su imaginación mientras el coche se movía por las calles de Londres.

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La idea no terminaba de agradarle, si bien los supuestos coches luminosos sí la seducía un poco. No quiso mostrar su momento de debilidad y se cruzó de brazos en forma reprobatoria. Tendría que hablar con Sagitas una vez terminada la clase, se sentía molesta por no tener prioridad en la decisión ¿Acaso se había tomado en serio el tratarla como “una más”? Debería aclarar tantos.


Mientras discutían sobre terminología muggle, un par de agentes de la policía se acercaron a ellas. Los observó con detenimiento, no parecían agresivos ni muy contentos con el “crimen” que les mandaban a investigar. Intentó guiñar un ojo a uno de ellos, gesto que en forma casi imperceptible le fue devuelto. Contuvo una sonrisita aun mirándolo y fingió timidez mientras las demás hablaban.


En esos momentos su infantil coqueteo no sirvió de más, pues Sagitas perdió los estribos y se acercó a un policía como intentando justificar su posible arresto. Lo peor del momento fue cuando, cansada de dar motivos sin respuesta, la bruja fue contra uno de los agentes y le dio una patada.


“Nota mental: a los muggles no les gustan los golpes… o no al menos en ese ámbito.”


Las excusas de Gatiux parecieron no servir para convencer a los hombres de que Sagitas realmente no había querido hacer eso. Las amenazaron con esposarlas a todos si no aminaban con ellos tranquilamente.


Una vez en el furgón miró a Sagitas con resentimiento. La situación empezaba a irse de sus manos. Fue Gatiux la primera en echarle en cara lo sucedido, pero enseguida desvió su atención a las esposas que sujetaban las manos de la profesora.


- Dame tu varita- dijo entonces con frialdad, sin apartar sus ojos de los de la bruja- Luego de lo que acabas de hacer prefiero que estés “desarmada”. No la utilizaremos, solo deja que alguien más la lleve… por favor- su tono fue cambiando, agudizándose hasta parecer una súplica.


No tenía idea de lo que podría pasar si la mujer volvía a perder la línea dentro de la comisaría, de un sitio en que aquellos muggles tendrían total control.


Pero antes de que pudiese llegar a algún sitio su pedido, la camioneta se detuvo y se oyeron los pasos de aquellos hombres acercándose para abrirles.


-Vamos, sin más incidentes, la dama de las esposas al final de la fila…- dijo uno de ellos.


Agatha decidió ser la primera en bajar, siendo ayudada por uno de los uniformados. No se esforzó en nada por disimular el pequeño tamaño de su uniforme.


- Ohh, que brazos fuertes- susurró al policía que había tomado su mano para ayudarla, el mismo que había intercambiado con ella miradas antes. –Aunque imagino que recibes elogios de este tipo a diario- se mordió el labio intentando un nuevo coqueteo.


El hombre, más joven que su compañero, se sonrojó y no emitió palabra, intimidado por la mortífaga. Agatha, dio por ganada esa primera batalla, le serviría tener un aliado en el asunto, más cuando estuviese en manos de la justicia el futuro del grupo.

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La policía tardó poco tiempo en llegar después que la dueña de la pastelería de la estación King Cross las interrumpió y anunció a los gritos que las había denunciado. Mynerva vio venir dos hombres uniformados y pensó que eran muy veloces para acudir cuando los necesitaban. Eso hablaba bien de la organización muggle en cuanto a la seguridad de los habitantes. Un corrillo de gente ya las rodeaba y dejaron pasar a los agentes del orden sin alejarse mucho para no perderse detalles de la situación de las cuatro chicas.

Los hombres explicaron en pocas palabras la razón de su presencia allí dejando claro que no se podía comercializar nada sin el permiso correspondiente, cosa del que carecían Sagitas y sus alumnas ya que eso no era una venta verdadera sino solamente una simple clase.

Gatiux con bastante tino dio un nombre falso cuando les requirieron su identidad y aseguró que vendían galletas para ayudar a huérfanos necesitados. Y Sagitas en el colmo del entusiasmo se ofreció gustosa a ser indagada en la comisaría sin oponer la menor resistencia. Esto último parecía bastante raro a Mynerva y también a los policías que empezaron a dudar si valía la pena llevarse a las cuatro mujeres.

Viendo la incertidumbre en los ojos del policía que las había interpelado, Sagitas no pudo evitar golpear con fuerza la pierna del mismo, cosa que no le cayó nada bien e inmediatamente la esposó con las manos a la espalda y ordenó a las demás infractoras que los siguieran sin oponer resistencia o también las esposarían.

Mynerva estaba azorada. No podía creer que la profesora hubiera atacado al hombre para conseguir una visita a la comisaría. ¿Es que no sabía en el lío que podrían meterse con esa actitud? Pues no. Parecía muy satisfecha de que su plan se llevara a cabo y aceptó de buen grado ser llevada a la patrulla policial. Hacia allá se dirigieron todos, no olvidando las galletas en discusión y la mesa en que las vendían.

 

Dentro del furgón, Gatiux criticó a Sagitas por haber golpeado al policia. Pero no pudo ocultar su curiosidad por las esposas que aprisionaban sus manos. Se veían como unos artefactos bien útiles para evitar cualquier movimiento sospechoso de la agresiva mujer.

 

¿Qué pasó con Sagitas para haber perdido tanto la compostura? Eso también parecía pensar la directora de la universidad, Agatha, que sin miramientos le requirió su varita ya que temía que la usara para empeorar aún más las cosas.

 

Myne estaba bastante alarmada. Se sentó en silencio donde le ordenaron y vio los intentos de Agatha de conquistar al policia más joven sin pensar siquiera en imitarla. Se sentía bastante arrepentida por haberse inscripto en semejante clase. No se parecía a ninguna a la que hubiera asistido antes. Tampoco consideraba algo útil todo el conocimiento del mundo muggle que podría adquirir siendo arrestada y teniendo que ser fichada en una seccional como si fuera una delincuente común.

 

Sin embargo, no quería echar a perder la diversión de la instructora que parecía estar viviendo la aventura más deliciosa de su vida. Ni la de las otras alumnas. Cuando el vehículo se detuvo y la puerta fue abierta para que las brujas bajaran, lo hizo pausadamente observando todo a su alrededor.

 

La comisaría estaba llena. Distintos presos acompañaban a sus captores esperando a ser fichados o tal vez que llegaran sus abogados defensores. Hubo un revuelo cuando las chicas entraron ya que su aspecto inocente de niñas exploradoras parecía desentonar con el lugar. Además el perfume que desprendían las galletas hizo que más de uno las siguiera con la vista.

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-- Aug...

 

Mi voz sonó algo débil en el momento en que me di cuenta que no estaba acostumbrada a sufrir dolor. El Episkey era demasiado habitual entre magos y tan arraigado que un simple golpecito en la cabeza me había dejado atolondrada durante un rato. Si al menos pudiera disponer de alguna de mis pociones calmantes... Pero mientras intentaba recobrarme de la nebulosa mental recordé que Gatiux había dicho a los polis que no era peligrosa, sólo que no me había tomado mis medicinas. Y en algo tenía razón, debería haber previsto algún tipo de contusión y traerme una poción pimentonica en los bolsillos. Sonreí, muy a mi pesar porque cualquier movimiento muscular me producía una terrible jaqueca, porque esa chica valía mucho. Tendría que sugerirle que trabajara en el Comité de Excusas Muggles, para ser una mentirosilla y que no se notara se nacía, y a ella parecía dársele muy bien improvisar.

 

-- Improvisar..

 

Mi voz sonó agresiva en mis oídos, aunque tal vez fuera porque parecía que alguien me estaba tocando tambores de guerra entre las orejas. Gatiux se había quejado de que hubiera agredido a uno de los guardias y mi sonrisa se amplió, tanto como el dolor de cabeza.

 

-- ¡Ay! ¿Qué divertida sería la vida sin atrevimientos? Ahora vamos a poder ver por dentro una comisaria de policía muggle. ¡Y no una cualquiera! Vamos a la Comisaría de Barnes, super famosa...

 

Mis ojos pasó entre los de las chicas y no vi tanto entusiasmo como yo demostraba.

 

-- ¡Ufff, vamos! ¡El Cuartel de Barnes! Es super famoso porque delante de él se rodó el vídeo de The Beatles, ya sabéis, "All You Need Is Love"...¡Venga, alegraros, es una gran canción y es un cuartelillo de Policía famoso. Podréis fardar de haber estado en ella, poca gente puede decir eso.

 

Pero, por sus miradas, me di cuenta que ellas no parecían compartir mi forma de ver la vida muggle. Así que carraspeé, un poco insatisfecha porque no valoraran estar en el mismo lugar que Los Beatles. ¡¡The Beatles!! Si habían sido uno de los mejores grupos musicales, más famosos que "Las Brujas de Salem". Fruncí el ceño; si teníamos tiempo, les llevaría a escuchar discos de música muggle para que valoraran lo que era bueno. En fin... Mejor seguir la clase, aunque la cabeza pareciera estar a punto de reventarme.

 

-- Lo que me ata las manos se llaman esposas. Es un artilugio simple pero efectivo. Tal vez un Incárcerus me hubiera inmovilizado pero ellos no saben hacer magia, así que retienen a los prisioneros violentos con ellas. Son algo incómodas, sí -- confesé, -- pero la última vez que me las pusieron estaban más apretadas que éstas.

 

Sonreí con confianza, aquella situación era alucinante, pero la visión de Agatha enfadada me intimidó un poco.

 

-- Vamos, no es para tanto... La última vez que estuve en una cárcel muggle la Directora del momento se lo pasó muy bien y me elogió ante su compañero -- murmuré. Algo me decía que ella no iba a hacer lo mismo con Elvis.-- Nada de varitas, ustedes son las alumnas; además, la mía es muy efusiva y podría reaccionar mal si otra bruja la usa.

 

Es decir, nada de tomar mi varita porque es mía y punto.

 

-- A ver, seamos positivas. Ahora nos tomarán fotos. Debéis saber que son completamente diferentes a las nuestras. No se mueven. La última que me hice salí con los ojos cerrados y no me gustó nada. Espero que esta vez salga más favorecida y me pongan un numerito par en el pizarrín que te ponen en ella. Los impares traen mala suerte y hay que escupir en el suelo para alejarla. Y a los muggles eso no les gusta nada.

 

Nos sacaron una a una, a mí la última, lo que me dio la oportunidad de ver la hermosísima arquitectura del edificio, pero cada una de ellas tenía su particular forma de ver la situación. Agatha se puso melosa con uno de los polis mientras que Mynerva parecía cuestionarse como había acabado todo. Le sonreí, para infundirle confianza.

 

-- A ver, fijaros bien en la gente que nos rodea. Por su forma de vestir podemos distinguir al menos cinco profesiones diferentes. Los policías de azul son los de menor rango. Después están los polis vestidos de forma más informal, que tienen un rango mayor. Tenéis que fijaros bien en los detalles que los delatan: todos han de llevar su placa visible y llevan el bulto de la pistola en algún sitio, normalmente en la axila o en la cintura. Ahora, fijaros en aquellas mujeres del fondo: son limpiadoras. ¿Os fijáis en el uniforme que es diferente? Pertenecen al Sindicato de Aseo y Sanidad de la Comisaría. Y aquel hombre de peto azul que está subido a la escalera, es del Área de Mantenimiento. Aquellos que se mueven al fondo con las togas negras y puños blancos, los abogados; algunos son de oficio y otros son de pagos. Los diferenciaréis en los zapatos.

 

Uno de los policías me sentó en un banco y ató una de las esposas a una argolla. Le miré de forma muy curiosa. Me dejaba una mano libre, la izquierda, pero impedía que me levantara del asiento. Mis alumnas, sin embargo, quedaban libres.

 

-- Es muy importante que sepáis clasificar a la primera los oficios de los muggles que os rodean, si queréis pasar desapercibidos -- mientras hablaba, tironeé de mi mano derecha, pero la esposa estaba bien firme. Era curioso y sonreí, como si me hubieran regalado una pulsera de diamantes, feliz. -- Un mago ha de disimular su estatus de magia cuando esté entre los muggles y, como os dije, debéis evitar usar la magia delante de ellos porque está penalizado por la ley.

 

Extendí la sonrisa por mi rostro.

 

-- Aunque sólo si ellos os pillan, claro... Si usáis la magia sin que os vean, os podéis librar de una pena de Azkabán, y si sois realmente buenos, con una simple multa, los del Ministerio de Magia dejarán pasar el suceso como una anécdota y ni contará en ningún expediente. Así que recordar, lo importante es saber improvisar entre ellos y salvar la situación con inteligencia. Hay una forma muy práctica de salir de aquí, pero aún no... A ver... Si entendéis la importancia de saber "disfrazarse" para poder esconderse entre los muggles, pasaréis desapercibidos y nadie se dará cuenta de que sois magos. Mirar a vuestro alrededor y decirme qué os causa extrañeza o curiosidad. Estamos aquí para aprender.

 

Señalé con la mano libre una pantalla gordota que había en una mesa cercana. Todas, más o menos, tenían uno de esos aparatejos encima.

 

-- Por cierto, Gatiux, eso de ahí es Internet. He de reconocer que no sé muy bien como funciona pero hace que lo que está lejos parezca más cerca y que la información fluya rápidamente entre un lugar y otro muy lejano. Seguro que, si son listos y saben buscar bien, encuentran mi ficha de cuando estuve en Liverpool y el caso del tren descarrilado... ¡Oh, qué interesante es ésto! Vamos, chicas, ¿no estáis emocionadas? Seguro que me meten en una celda. Y a vosotras conmigo, ni se os ocurra separaros de mí porque hemos de volver juntas. No puedo permitirme perder a ningún alumno, y menos a la Directora. Quedaría mal en mi ficha de Profesora.

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