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La Taberna del Loro Tartamudo


Beltis
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Thiago Gryffindor.

 

Parecía ser que el tiempo había pasado con extrema lentitud para Ariane, dado su casi nulo envejecimiento. Sus endulzantes ojos de iris violeta lucían el mismo fulgor y la misma belleza con la que los recordaba, al igual que su piel nívea y sus facciones delicadas. Mientras el paso de los años había derrumbado progresivamente el aspecto jovial y casi adolescente que alguna vez caracterizó a Thiago, quien fuera su esposa simulaba tener la misma edad que el momento en que la dejó en Ottery.

 

- Si, estoy vivo.- contestó apesadumbrado, girando su cuerpo sobre su propio eje para quedar mirando a la bruja.- Aunque como verás, no tan guapo.

 

Sus labios volvieron a tomar la forma natural de su sonrisa. Sonreía porque a su mente retornaban súbitamente recuerdos de los momentos compartidos, de los días enteros en la cama, de la crianza de sus hijos; sonreía porque veía reflejada en la juventud física de Ariane su propia juventud y alegrías perdidas. Aquella era la primera vez en años que dejaba escapar una sonrisa de entera honestidad, lejos de las que utilizaba para engañar a la gente y conseguir un lugar para dormir por la noche.

 

Cuando Ariane alzó su mano, Thiago apresuró la suya para tomarla. El tacto de Thiago había perdido su inusual y característica suavidad, dejando solo aspereza en sus huesudos dedos. Encerró entre ambas palmas la mano de la mujer y con un gesto de su cabeza la invitó a sentarse a su lado, temiendo que el shock generado por su inesperada presencia le sentare mal al organismo. Le resultó curioso haber olvidado la diferencia de altura entre ambos, dado que aun sentado él le llevaba varios centímetros. Sintió como Mauricio se apartaba.

 

- Y tú también estás viva. Hay algo que no extraño de Ottery y es no saber si a las personas que quieres no le invadieron su hogar y la asesinaron.- le dijo, como si ello realmente lo relajara- Las casualidades de la vida llevaron a que nos encontremos, así que no puedo desoírla e irme corriendo. Así que dime ¿Cómo va todo en el pueblo y en tu vida?

 

El Gryffindor trató de sostener su sonrisa para apaciguar el aspecto preocupado de la mujer, pero los tensos músculos de su rostro comenzaban a dolerle. El dolor era lo único que lo acompañaba fielmente los últimos años, entre caza de vampiros y enfrentamientos duelísticos que solían encontrarlo demasiado oxidado como para salir indemne de ellos. Su cuerpo enfrentaba años de descuido y curaciones improvisadas que se exteriorizaban visiblemente en su delgadez y su aspecto enfermo.

 

- Cuando te vayas de aquí, necesito que le avises a Sagitas que estoy bien. No quiero preocuparla más, hace mucho que no sabe de mí. No le digas que estoy…así- dijo, liberando su mano izquierda para señalar las pequeñas cicatrices que se marcaban bajo la tenue luz de las velas a ambos lados de su pálido rostro.- No quiero que si me encuentra me regañe.

 

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El shock era evidente, se había convencido a sí misma que estaba muerto, aunque jamás había visto una tumba ni un cuerpo inerte que comprobarán aquello. Traté de asimilar su rostro y mire sus ojos para lograr encontrar aquellas lagunas en las que solía sumergirme en mi juventud.

 

Atrapó mi mano entre las suyas y cuando sentí su tacto sentí una corriente que me recorrió entera:Era él y estaba vivo.

 

Demasiados sentimientos habían en mi ser: alegría, ira, preocupación y al final una tensa calma. Escuché sus palabras y cuando me invitó a sentarme lo hice casi automáticamente, con mi mano libre arregle mi falda y me acomode en la silla. No solté su mano, inconscientemente sentía que si lo soltaba se desvaneceria frente a mis ojos.

 

- Le diré que te he visto y ten por seguro que la tranquilizare con haberte visto, pero no prometo que no te vaya a retar - Bromee -... Y si eres guapo, solo necesitas una buena ducha y buen sueño

 

Sonreí ampliamente para que estuviera tranquilo. Aspire un poco de aire para tranquilizar un poco mi cabeza y darle calma al difícil encuentro.

 

-De Ottery no hay novedades, no suelo estar aquí mucho, ha sido una casualidad que me encontrarás aquí... Creo que era el destino que te encontrara.

 

Baje la cabeza, la realidad era que habían pasado muchas cosas pero no era el momento indicado para decirlas. Tomé aire nuevamente, no sabía que más decirle o mejor tenía tanto que decir, pero no podía.

 

- No se si es mi impresión pero creo que te escondes de algo o de alguien, mira en mi Castillo solo vivo con mi hija y mis elfos, te ofrezco mis habitaciones privadas allá nadie tiene acceso sin mi autorización, estarás seguro hay... Al menos por un tiempo.

 

No sabía porque le había dicho todo eso, pero era cierto, tal vez no fuera poderosa pero trataría de darle la protección que me fuera posible.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Thiago Gryffindor.

 

- Esto no se quita con una ducha, aunque no vendría mal.- dijo, deslizando su dedo sobre las huellas de los cortes provocados en su piel ya tiempo atrás- Aun tengo para tirar del carro.

 

Aquella era la primera charla de índole social que había tenido en demasiado tiempo y llevarla a cabo con alguien que conocía tan bien le era sorprendentemente reconfortante. El silencio cómplice de Mauricio y la serena soledad de su taberna le proporcionaba un clima de privacidad ameno para desplegar su más profunda honestidad. Por fin estaba, al menos por unos minutos, liberado del constante escape al que estaba condenado. Podía permanecer allí sentado y hablar a viva voz sin el recurrente temor de ser escuchado por oídos indiscretos que pudiesen poner en peligro su vida.

 

- Dejé Ottery para proteger a las personas que quiero, incluida tú y nuestros hijos.- sus verdes ojos profundizaron en las violáceas iris de Ariane- La Marca descubrió mi pertenencia a La Orden y temía que su furia se centrara en mi familia. Debía desaparecer de la vida pública y ahorrar cualquier comunicación para no develar mi ubicación.

 

Percibió sus labios resecos y su garganta tirante. Tomó el grueso vaso de cerveza por el asa y bebió un largo trago, disfrutando de la refrescante sensación que el burbujeante líquido le generaba. Siempre había sido un amante empedernido del vino, pero su gusto por la bebida había variado desde que el devenir de su vida lo llevó por incontables bares y tabernas de mala muerte. Su paladar había perdido su usual refinamiento y casi cualquier alcohol le parecía disfrutable en la medida de que le amputara por un momento los pensamientos que lo atormentaban día y noche. Volvió a dejar la cerveza sobre la barra para volver a encerrar la mano de Ariane en la suya.

 

- Gracias por el ofrecimiento, Lucrezia me ha dicho lo mismo. No creo que por ahora sea seguro volver, no permanentemente al menos…pero no puedo negar que es bonito ver caras conocidas. Estás hermosa, Ariane.- le susurró, dejando escapar en un pálido rostro una sonrisa dulce que remarcaba sus hoyuelos.- Beneficios de tener sangre de vampiro corriéndote por las venas.

 

El Gryffindor bloqueó en su mente el hecho de que él cazaba aquella raza, porque así se había criado y esa era su profesión. Claro, solo lo hacía con los vampiros que atentaban contra la comunidad tanto mágica como muggle, pero los distintos clanes eran instintivamente protectores con sus pares cuando alguien externo los amenazaba. Ariane estaba muy lejos de ello y producía una sensación reconfortante ver como sus genes apenas le habían permitido envejecer. Su esbelta figura, sus femeninas facciones, su cálida expresión cuando lograba dejar atrás la preocupación que normalmente la acomplejaba…la Dumbledore seguía siendo aquella belleza que había dejado ir por su deseo hacia otra mujer.

 

- He convertido a Lucrezia en la tutora de Luka. Tal vez puedas visitarlo algún día, seguro te extraña.- le informó, manteniendo el tono afable mientras soltaba la mano de la bruja para no parecer excesivo con el contacto físico.

 

Volvió a tomar con sus trémulos dedos el vaso de cerveza y de un largo sorbo liquidó el resto de su contenido. Golpeó dos veces la incómodamente sucia y pegajosa barra de la taberna como un gesto para que Mauricio le sirviera más cerveza. Necesitaba despejar como precaución aquel sentimiento que comenzaba a florecer en su interior de querer retomar su vida tal cual la había dejado. Debía acallar la voz que comenzaba a echarle en cara que su bienestar requería volver a jugarle bromas a Sagitas o criar a sus hijos como antaño ¿Era realmente una buena idea extender aquel encuentro?

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Aún sentía que estaba en una especie de trance, como en una absurda pesadilla de esas en que se juntan todos tus miedos, pero el toque suave de su mano me hacía saber que estaba despierta.

 

Evite tocar sus heridas con mi mano, el hecho de que sufriera me molestaba. Sabía de antemano que rechazaría la propuesta de esconderse en el Castillo de mi familia, pero el no lo conocía como yo, debajo de él habían demasiados misterios que en mi niñez me habían dejado recuerdos de aventuras con mis primos lideradas por mi hermana mayor Saya y los problemas que nos causaron las excursiones nocturnas a las catacumbas.

 

Mordí mi labio divertida de recordarlo, definitivamente el pasado había vuelto para sanarlo y era magnífico.

 

-Promete que cuando necesites una buena taza de chocolate o algo más iras a verme, sabes donde ir a buscarme

 

Su cumplido me hizo avergonzar un poco, ya no solía sentirme cómoda con los halagos.

 

~ Gracias, por el cumplido, si tener sangre de vampiro tiene sus beneficios, pero no son muchos

 

Solté frunciendo la nariz, el aprovecho para tomar un trago de su bebida, saque a bast de su portavarita de mi liguero y con una floritura y un suave "accio" atraje el vaso de cristal hacia mí para tomar un sorbo de la bebida.

 

Cuando escuché el nombre de la Médici me llene de ira, jamás había odiado a nadie, pero el sentimiento que tenía hacía ella era muy parecido.

 

- ¿Mi hijo esta en Ottery?

 

Pregunte extrañada casi en un susurro involuntario.

 

En contra de todo lo que sentía, había dejado ir a su hijo de 10 años con ella para que reclamará los derechos como hijo y también porque sabía que así podría conocer más de su padre. Tomé otro rápido sorbo para calmarme.

 

~Sabes que jamás he tolerado a esa mujer, pero tu la escogiste como albacea de tus hijos y no puedo hacer nada contra eso. Por supuesto iré a ver a mi hijo, ¿ Esta hospedándose con Sagitas en la Mansion Ojo loco?

 

Sin querer había subido un poco el tono de voz, me había animado de solo saber que podría abrazar de nuevo a mi pequeño, que asi tuviera la apariencia de un adolescente era solo un niño muy amable y muy fuerte.

 

~¿Te parece si nos sentamos en una mesa?

 

Le pregunté, sabía que en cualquier momento desaparecería como los fantasmas.

 

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Editado por Ariane Dumbledore

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Thiago Gryffindor.

 

- Luka está en Ottery, sí. Lucrezia se ha asentado allí, según sé, y lo cuida en su hogar.- le dijo, sin apartar un segundo su mirada.

 

Thiago sabía mediante el siempre confiable uso de informantes lo que sucedía en el pueblo del que era oriundo y al cual había abandonado. Pocas situaciones, al menos las más generales, se le escapaban en cuanto a los eventos que allí ocurrían. Se vivía un momento de tensa paz en las siempre vivas calles de la pequeña localidad inglesa, un silencio extendido de parte de los bandos que allí operaban que sin embargo el Gryffindor intuía como la tranquilidad antes de la tormenta. Los duros e inevitables coletazos de la guerra todavía no habían golpeado Ottery pero aquel no dejaba de ser un momento propicio, tal vez el más indicado, para mantener a los seres queridos a resguardo y protegidos. El cazador había tomado cartas en el asunto.

 

- Por lo que sé, hasta donde tengo entendido dada la lejanía, aun no se reencontró con su tía Sagitas. Creo que quería hacerlo ¡No sabes lo grande que está! Ha sacado bastante de mí, se hizo notar a medida que crecía…- la expresión en su verde mirada denotaba carnalmente un sentimiento nostálgico, separándose por primera vez de los ojos de Ariane para perderse en algún punto de la pared- Vaya que extraño a mi hermana y las comodidades de la Potter Blue.

 

El otrora mortífago extrañaba inconmensurablemente el calor de la chimenea de su hogar, el disfrute que significaba la crianza de sus hijos y el placer de cuidar a sus mascotas, en especial a los Aethonans que había legado a Lucrezia para que los resguarde en sus establos. Extrañaba montar en el suave lomo de Kahil con ambos hijos en brazos y elevarse con sumo cuidado sobre las copas de los árboles del bosque aledaño a la mansión, sintiendo la acariciante brisa despeinar su negro cabello y sentir la risa divertida de los niños, sorprendidos por poder volar. Añoraba quitarse los apretados zapatos luego de un extenso y agotador día laboral en el Ministerio y mojarlos en el lago de El Parque de los Misterios. La nostalgia era sin duda la mágica partitura que guiaba aquel encuentro.

 

- Lucrezia es difícil para casi todos, lo sé…pero tiene su lado protector y maternal. Sé que está ahí escondido, porque la conozco. Es ególatra pero profundamente justa y no creo que tenga problema si te pasas a ver a nuestro hijo. Ten por seguro que será implacable en su protección.- le aseguró, mostrándose completamente convencido y ansiando que su interlocutora le diera una oportunidad a sus promesas.

 

Thiago recibió con una bonita sonrisa complaciente la sugerencia de Ariane de abandonar la barra y la aceptó con un ligero asentimiento. Se dejó caer de la banqueta donde se había sentado desde su ingreso a la taberna y acompañó a la hermosa bruja a una mesa un tanto apartada, cuyo aspecto pulcro – extraño para el contexto – delataba su nulo uso aquel día. Apenas tomó por el respaldo una de las sillas y la deslizó hacia atrás para poder sentarse notó que había olvidado su vaso de cerveza. El mago tomó con la diestra su oscura varita, cuyo mango de plata pertenecía tan centellante como antaño, y con un minúsculo movimiento cerrado lo atrajo hacia la mesa.

 

-Mucho hablar de mí…Cuéntame de ti Ariane. No puedo negar en que extrañé tu presencia y siempre agradecí haber separado nuestros caminos en buenos términos. Dime ¿Qué estuviste haciendo?¿Cómo está Luna? Creo que no quiso tener mucho contacto con su padre y no la culpo.

 

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El sentimiento que me abordó en cuanto supe que podría ver a mi hijo de nuevo fue de ansiedad, solo Reiven permanecía en Londres, pero era muy apartado desde que su hermano lo había abandonado para ir a casa de su tutora. Aunque él era consecuencia de un Incubo, lo amaba era el mellizo de mi hijo y lo cuidaría hasta que el me lo permitiera.

 

Se me seco un momento la garganta, aun era muy difícil para mí todo lo sucedido y como secreto permanecería.

 

- Tengo muchas ganas de verlo, seguramente llevaré a Helena para que pueda jugar con su hermano.

 

Solté tranquilamente, Thyago tal vez no conocía la existencia de mi hija menor, eran demasiadas cosas que explicar, mi vida después de él había tenido mucho caos. Cuando menciono a la Médici blanquee los ojos, para mi lo solo era egolatra era insensible y arrogante, la típica imagen de un témpano de hielo.

 

Tomamos asiento en la mesa, era más cómoda, Tanto para hablar como para evitar que lastimaron a Thyago.

 

Odiaba ver desgarrada mi falda, con una floritura susurre un reparo y la cocí, pero no me gustaba ver mis vestidos arruinados.

 

-¿Quieres saber de mi?... Se que sabes que me case con mi primo hace muchos años, el murió también, tenemos un hija Arya ella tampoco permaneció en Ottery. Adopte a la hija menor de nuestra hija Anprina y aún joven maravilloso que es mi hijo Seba. No sabes que apoyo tan grande ha sido él junto a mi Darla... Ambos son pareja y se aman profundamente.

 

Sonreí ampliamente, pocas cosas me gustaban mas que ver a los que amaba felices, además por experiencia propia sabia que pocos tienen la fortuna de tener el amor y conservarlo.

 

-Luna vive en París con la albacea de mi fortuna materna, es feliz no teniendo ningún contacto con el mundo mágico. Estudia arte y fotografía, tiene un gran talento hace hermosas esculturas sin usar mágia y pinta sobre óleo maravillosamente.

 

Con peso en el alma por saber que su hija vivía feliz lejos de ella, pero así era ya lo había asimilado. Era mejor evitar el tema.

 

- ¿Recuerdas a mi Tía Magenta? Me enseñó el arte de las varitas y reabrí Ollivanders, ahora me dedico al arte de hacer varitas y de paso de personalizarlas

 

Saque mi varita y le mostré su mango. Finamente adornado por un lado un puma dorado con un ojo de rubí y en su contra parte con un ángel sosteniendo entre sus manos y sobre su cabeza un zafiro.

 

- Coloque nuestro anillo de compromiso aquí, el puma es mi patronus, lo fabrique con el anillo que me diste y el Rubí tambien es nuestro anillo.

 

Si hubiera tenido la oportunidad de sonrojarme en ese momento lo hubiera hecho, baje un poco la cabeza: me sentía como una niña en ese momento, los recuerdos se me habían agolpado en el pecho.

 

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Thiago Gryffindor.

 

Cuando de entre los labios de Ariane surgió el concepto de casamiento algo se revolcó en la boca del estómago de Thiago, hecho que solo pudo exteriorizar chasqueando su lengua contra su paladar. Aquel baldazo de agua fría a su ego había corrompido, aunque su esfuerzo por no demostrarlo era sumamente exitoso, la felicidad que el Gryffindor sentía por un rencuentro que lo había tomado por sorpresa. Nunca se había considerado alguien posesivo ni sentía que, luego de tantos años separados, la Dumbledore le debía algún tipo de lealtad o siquiera cariño. No eran tampoco celos ni un resurgimiento repentino del arrepentimiento que solía sentir por haber finiquitado su relación sentimental. Era una sensación que no podía describir que pero que atormentó sus pensamientos hasta que los ahogó en otro sorbo de cerveza.

 

Tal vez la sorpresa de aquella noticia, que Ariane sospechaba de alguna manera que Thiago conocía, que tardó en caer en cuenta de la mención de Darla. Sus recuerdos eran sumamente nítidos y hasta vívidos sobre aquella simpática mujer, que había sido su colega en su paso por la Orden del Fénix. Ambos habían vivido una buena cantidad de experiencias y situaciones juntos, habían compartido campo de batalla cuando éstos eran los grandes salones de los castillos de Ottery y también habían gozado la buena vida en las galas que solían organizarse en Inglaterra para las épocas festivas. Saber que seguía respirando y que estaba bien fue un alivio para el Gryffindor que nunca hubiese pensado en encontrar en aquella amena charla.

 

- No sabes lo que significa para mi estas noticias, me alegro que todo en la Dumbledore vaya viento en popa. Cuando abandoné el pueblo la guerra entre los bandos vivía uno de sus peores momentos y la vida de todos los que quería está en juego…ahora estamos en medio de una guerra internacional y nuevamente la tranquilidad de Ottery está en juego. El pueblo no te da respiro.- comentó, tratando de embozar una sonrisa para adicionarle algo de humor a aquella situación tan carnalmente real que vivía la comunidad mágica.

 

Saber a su hija lejos de Gran Bretaña fue otro alivio, que ayudó a serenar su ritmo cardíaco que se había acelerado ante el golpe en su pecho que había significado el casamiento de Ariane. Según la información que Thiago lograba leer en las páginas de los periódicos mágicos, que ojeaba a escondidas en distintos puestos de venta dado el escaso dinero que poseía, Francia aún no se había pronunciado sobre la guerra. Que su hija viviese una buena adolescencia en territorio neutral significaba una preocupación menos para la ya atareada cabeza del Gryffindor, cuya cordura parecía a punto de desvanecerse entre tantos problemas que sopesaba día y noche en su turbada mente. Apoyó nuevamente el vaso de cerveza, que había sostenido inconscientemente muy cerca de su boca, y se inclinó delicadamente sobre la mesa para quedar más cerca de Ariane.

 

- Tu tía solo te habrá instruido, tu talento para las varitas siempre fue natural. Es innato, lo tenías dentro tuyo desde tu nacimiento.- le susurró el mago, sonando confidente y sincero- Tu habilidad para convertir las varitas en algo más que un arma mágica es maravilloso.

 

Cuando sus verdes ojos, brillantes como un par de esmeraldas, apreciaron la elaborada varita que la Dumbledore exponía en sus manos, el ex funcionario ministerial ahogó un alarido emocionado que hubiese roto completamente con su nueva impronta adulta. El detalle con que aquel objeto estaba conformado rozaba lo magnífico, lo único. Cualquier mago o bruja hubiese matado - literalmente - por tener en su poder una varita tan bella y lujosa, dada la cantidad de piedras preciosas que le brindaban un centelleo sin dudas llamativo. La figura del puma, aquel imponente animal en que solía convertirse Thiago cuando era un hábil animago, hubiese arrancado lágrimas si otra hubiese sido la situación. Sin embargo, nada lo privó de inclinarse aun más sobre la mesa y acomodar con suma delicadeza un mechón rebelde de Ariane por detrás de su oreja, como solía hacer cuando vivían juntos.

 

- Sigues siendo maravillosa Ariane, gracias por regalarme este momento.- dijo, dibujando con sus delgados labios una sonrisa extensa que remarcaba sus mejillas.

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Sabía de antemano que el tema de las varitas la emocionaba, era algo que llevaba intensamente en el alma, crearlas era maravilloso y poder poner en ellas parte de sí misma era magnífico. Las palabras de Thyago la hicieron sonreír, se hubiera sonrojado, pero ya no podía hacerlo.

 

La mano del mago colocó un mechón del cabello en su lugar, lo que le hizo detener la respiración un momento, no solía llevarlo suelto, pero tenerlo así le hacía sentir libre.

 

- El destino nos tenía este encuentro, creo que ambos necesitábamos esto.

 

Tomé el último sorbo del whisky, era como si los dos hubieran descanzado y dejado allí algunas penas.

 

-Espero que la guerra no llegue aquí, no quisiera ver más horror como en el pasado, jamás olvidaré el día antes de nuestro matrimonio cuando atacaron la Ridcklaud...

 

Otro recuerdo había llegado justo en ese momento de ese mismo día

 

-Tu me salvaste ese día, recuerdo que me en cerraste en esa pared para protegerme del ataque, creo que jamás te lo agradecí... Gracias

 

Tomé su mano derecha con las mías y bese la Palma de su mano.

 

-Siempre has protegido a las personas y creo que nadie ha podido agradecerte el sacrificio que has hecho

 

Estaba preocupada por el hecho de que estuviera alejado de su familia para protegerlos y aunque yo no tenía ninguna relación con él, me había visto cobijada por esa bondad junto a mis hijos.

 

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Editado por Ariane Dumbledore

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  • 2 semanas más tarde...

Cuando Black irrumpió en la taberna, con su mano entrelazada a Tauro, los recuerdos de un pasado remoto parecieron invadirlo hasta lo más profundo de su ser. Observó de reojo el rubor de la bruja y se preguntó seriamente, si ella también podía notar lo que estaba causándole. Pocas veces Black perdía el control y exhibía en su cuerpo, expresiones o palabras, lo que pasaba por su mente. Estaba seguro que ese día, y con aquella compañía, era de esas pocas veces.

 

La taberna era antigua y más que conocido para ambos personajes. Quien atendía aquel lugar, Mauricio, tenía ya unas cuantas décadas y un humor bastante peculiar. Black se aproximó a la desgastada barra de madera y pidió lo que siempre pedía:

 

—Un whiskey de fuego… —miró a su lado, e hizo silencio, para que Tauro pudiera pedir su bebida.

 

Fue entonces cuando al girar su mirada perla, los recuerdos con ella volvieron a intensificarse. Caminó casi de forma automática hacia uno de los rincones del lugar, donde las pequeñas ventanas parecían no permitir que los presentes pudieran enterarse de lo acontecido en el exterior. El clima era único, y eso lo hacía sobrecogedor. Cuando finalmente Black tomó asiento frente a Tauro, una de sus manos ya estaba rozando algo en la superficie de la mesa, como si aquel contacto lo transportara unos cuantos años hacia atrás. Delinear con la yema de uno de sus dedos la letra T que mediante magia él había escrito cuando apenas era un estudiante, lo hizo reconocer algo que tuvo en dormido, incluso de él mismo, todo aquel tiempo.

 

—Te quería desde aquella vez… y nunca tuve el valor de reconocerlo —le confesó.

 

La charla en los jardines, que se extendió por horas, y la despedida, con la bruja en sus brazos. Aún no entendía, a decir verdad, cómo no lo había reconocido en esa oportunidad y tiempo después, todo ese tiempo después, recién reparaba en eso.

 

El sorbo fue de medio vaso y la bebida quemó su garganta. Era de las pocas bebidas que de verdad lo hacían sentirse tranquilo. El whiskey de fuego era, de largo, su preferida. Y degustar uno con la fortuna de que su mirada perla pudiera observar a Tauro, lo hacía sentir aún más delicioso.

 

—Pero ahora lo entiendo, ¿sabes? —Dejó el vaso una vez más en la mesa con infinidad de garabatos, pero sólo uno sobresalía para Black, aquella T que recordaba—. Los años pasaron, cambiamos en parte, tuvimos nuestras responsabilidades, nuestros caminos fueron muy lejanos, y sin embargo, tu presencia ahora se me antoja una necesidad.

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Debía reconocer que se estaba nerviosa y sentirse de esa manera provocó que se aferrara más a Martin, agarrándolo del brazo mientras juntos caminaban hacia el interior de la Taberna. Cuando creía que estaba a punto de decirle que había sido una pésima idea volver allí, se encontró con sus negros grises devolviéndole la mirada y todas las dudas desaparecieron enseguida. «Si tan solo fueras consciente de las cosas que pasan por mi cabeza, de lo que me haces sentir, de lo vulnerable que soy cuando estoy a tu lado», pensaba, entendería tantas cosas que ni ella misma sabía explicar.

 

— Un shot de tequila —pidió sin dudar, lo necesitaba. Una vez le entregaron el shot, no se lo bebió de un solo, sino que lo dejó hasta la mitad y se fue con el hacia la mesa preparada para ellos.

 

Tomó asiento frente a Martin, la luz los iluminaba lo suficiente para que no resaltaran del resto, pero también para que no se perdieran detalle el uno del otro, aunque para ello tuvieran que acercarse por sobre la mesa para poder hablar. Su mano automáticamente buscó la de él en un acto que pretendía simplemente acomodar el shot de tequila para tomárselo luego, pero era como si una fuerza magnética los mantuviera atrayéndose sin importar qué; fue entonces, cuando el chico que le gustó durante su adolescencia, confesó sus verdaderos sentimientos hacia ella.

 

— En mi caso siento que fui muy obvia contigo y por mucho tiempo pensé que eso te había asustado —dijo con pesar. Jamás había sentido resentimiento hacia él, ni rabia, a pesar de la edad se había comportado como una persona madura y aceptado que no era el momento de los dos y cuando lo vio con alguien más, no hizo sino aceptarlo. Aprovechó para darle otro sorbo a su bebida, que en realidad terminó por humedecerle los labios y siguió escuchándolo con atención.

 

Ella, que creía que no era la misma persona de cuando ingresó a la Academia, que había conseguido tantos logros que la llevaron por caminos difíciles y solitarios, relaciones pasajeras y otras intensas, se estaba dando cuenta que existían personas, como Martin, que podían llevarte al pasado sin ayuda de ningún portal, que eran capaces de hacer magia sin utilizar realmente ningún hechizo o pronunciar palabra, porque bastaba con su presencia para transportarte y revivir recuerdos casi tan tangibles como los almacenados en un pensadero.

 

— No sé qué te hizo volver, ni lo que me condujo a estar justamente en el mismo lugar que tú, pero hay algo de lo que estoy segura y es que no quiero ni pienso dejarte ir a ningún lado que no sea conmigo —sus palabras salieron de su boca tan rápidamente para que no tuviera tiempo de arrepentirse. Él hablaba de necesidad y ella también. ¿Se trataba de la misma? En un rato lo descubriría. Sus rostros, sin darse cuenta, estaban tan cerca uno del otro una vez más, que fue inevitable para ella no querer terminar de acortar la distancia entre los dos y sellar sus labios en un nuevo beso que le supiese a anhelo.

 

Un nuevo whiskey de hielo y otro shot de tequila fueron añadidos junto a los vasos vacíos; Mauricio se había asegurado de mandar a alguien justo después del beso.

 

— Tú... ¿Qué sientes? ¿Qué quieres? Cualquiera de los dos podría marcharse ahora mismo, prometernos que nos volveremos a ver y no ser así. Pero me quiero quedar con este momento para siempre grabado en mi memoria. Quiero que esta noche dure varias horas.

 

Tauro no pretendía que le juraran amor eterno, ella era más de vivir el momento y si eso se convertía en días, semanas, meses o años, viviría cada uno de ellos como si fuese el último. Después de todo aun seguía pensando que todo aquello era un sueño.

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