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Metamorfomagia


Amara Majlis
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Suspira con alivio cuando la arcana se acerca, encontrarse frente a frente le permite a Emily concentrarse y disipar los nervios que amenazaban con hacerla retroceder en sus pasos y regresar a Londres. La bruja es por naturaleza muy curiosa, aunque hay ciertos aspectos de la magia a los que aun le guarda recelo. Agradece que la arcana tenga más alumnas que la distraen durante unos segundos hasta que decidan atravesar el portal, lo que le permite pensar. La pregunta resuena en su cabeza.

 

«¿Cómo se hizo presente la metamorfomagia en ti?» escucha ahora con su propia voz, tratando de recordar la primera manifestación clara de tener la habilidad. Se remonta varios años atrás. Cuando aun era una niña pequeña la metamorfomagia no le era rara: su madre, su tío y uno que otro familiar lejano manifestaban tener un claro control sobre como modificaban sus ragos faciales, su color de cabello, su color de piel, su color de ojos y otras transformaciones más avanzadas y por lo tanto más sorprendentes para ella.

 

Recuerda la innumerable cantidad de veces que lo intentó notando pequeños cambios, incluso antes de que tuviera su primera varita mágica. Pero se había estancado. Sí, Emily era capaz de hacer pequeñas transformaciones en su aspecto, pero era ir más alla lo que la atemorizaba ¿y si no podía regresar? ¿y si de alguna forma olvidaba como era en realidad?

 

Espera un tiempo prudencial a que las otras brujas se fueran por el portal, suspirando alivada en cuanto lo hacen. Le gustaba la idea de enfrentar la clase sola.

 

-Recuerdo tener menos de 5 años cuando experimenté un cambio por primera vez -dice, más enfocada en su realidad actual que en sus memorias -. Inconscientemente podía jugar con el largo de mi cabello y muchas veces pude cambiar su color.

 

Cree que esa era la parte de su cuerpo más sencilla de cambiar, o al menos a la que está más acostumbrada. Hasta esos momentos lo podía hacer sin problemas.

 

-Estoy consciente que la metamorfomagia es mucho más complicada y es allí a donde no he podido llegar yo sola.

 

 

Editado por Emily Karkarov

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Apareció nuevamente en los terrenos de los Arcanos, a pocos metros de la entrada. Sabía adónde debía dirigirse porque había hablado previamente con la dirección de la institución, que es la que le había dado el apto para cursar aquella habilidad mágica que tanto le llamaba la atención. Pero no le habían hablado prácticamente nada de la docente, una de aquellas arcanas que habían protagonizado numerosos rumores e historias en Londres desde su llegada. Matthew estaba ansioso, y no era algo propio de él. Aquel sentimiento predominaba en su interior, esa iba a ser la segunda habilidad del brujo, claro, de lograrlo satisfactoriamente.



Amara Majlis, pensó tratando de rebuscar en su mente aquel peculiar nombre.


¿Como seria la arcana? ¿Sería capaz de adquirir los conocimientos que ésta enseñaba? Se detuvo en su caminar, de repente, cuando aquella pregunta retumbó en su cabeza como si de un eco se tratase. ¿Y si no era capaz de dominar aquella habilidad? Sacudió su cabeza haciendo que su cabello azabache se revolviera y luego retomó su caminar: no, no podía imaginarse desperdiciando aquella oportunidad.


Un olor conocido le llegó a la nariz y la arrugó, como si fuera un perro olfateando el aire. No se acostumbraba a dominar aquellas reacciones, a pesar de que ya habían pasado muchos años desde que le contagiaran la maldición.


¿Hola? soltó suavemente, esperando encontrar a alguien ahí, detrás de la puerta.

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Las primeras de sus alumnas habían cruzado el portal hacia su prueba, había pensado por varios segundos detener a la mujer de cabellos rubios y explicarle que su función no era la de enseñar, más bien la de guiar a sus alumnos para lograr hacerse de la habilidad que ella tenía a su cargo, pero la dejó cruzar mientras sonreía. Quizá a sus futuros alumnos si lograría transmitirles aquel objetivo que tenía, el cual era simplemente de servir como una guía para lograr sus hazañas con la metamorfomagia. Se había metido tanto en sus pensamientos que no logró escuchar las primeras palabras de la mujer de cabellera rojiza, en cambio, si la escucho de los cambios que le hacía a su cabello, eran cambios pequeños pero significativos los cuales querían decir que ella contaba con la habilidad de nacimiento.

Mientras la invitaba al interior del salón para seguir con la conversación, lugar en el qué Emily le explicaría cómo deseaba ser ayudada por ella, un nuevo alumno llegó hasta la puerta del aula, así que, antes de entrar se encontró con aquel chico. Amara cambio su aspecto, para ese momento y frente a sus alumnos no mostraba más edad que unos cuarenta años. Su cabellera que antes apenas pintaba algunas canas, ahora se encontraba con un brillante color miel.

Hola… ¿en qué podemos ayudarle? —saludo al joven de cabellos negros, mientras tomaba del brazo a la joven Karkarov.

En lo que escuchaba la respuesta de aquel joven, buscaba entre sus ropas la llave que les daría acceso al salón donde los esperaría un poco de té que les daría para que olvidaran un poco el uso de sus varitas y toda la magia que había en su interior saliera sin control alguno. Sin embargo, antes tendrían que confiar ciegamente en ella, ¿aceptarían darle sus varitas si esta se los pidiera?

Veo que a los dos los trae hasta aquí el mismo propósito. ¿Tienen idea de cómo es que yo les puedo ayudar a su cometido? —hizo una pausa y le dedicó una sonrisa al chico recién llegado —Su compañera ya me contó sobre sus primeros cambios, ¿cómo fueron los tuyos?

¿Debía decirle a Emily que aquello que no dejaba fluir su metamorfomagia era el miedo? No, ella debía darse cuenta por sí sola, siempre era más fácil cuando las personas reconocían sus limitaciones y las superaban para poder controlar de mejor manera la habilidad.
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La llegada de alguien más le causa cierta insatisfacción. Ya se había hecho a la idea de tener su práctica sola con la arcana, sin embargo, tal vez podía ser una oportunidad para la bruja el compartir con otro metamorfomago, quizás aprender alguna de sus técnicas, o simplemente escuchar otras experiencias que le permitieran enriquecer su propio conocimiento. Porque ese era precisamente el objetivo de estar en esa lugar, encontrar la técnica adecuada para transformar la totalidad de su aspecto, sin que esto consumiera la totalidad de sus energias..


Mientras caminaban hacia (lo que Emily suponía) era el despacho o el salón de la arcana, recordó uno de esos días poco comunes en que tanto James, Goderic y ella se encontraban en el mismo lugar. Había sido un largo día que pasaron en silencio, disfrutando del fuego de la chimenea y de una taza de chocolate caliente. Emily, sentada sobre el sofá con las piernas cruzadas, había pasado la última media hora mirándose en el espejo, intentando hacer cambios más drásticos en su apariencia sin utilizar su varita mágica, lo cual le suponía todo un reto.


Me rindo —dijo, dejando el espejo a un lado y bufando, hundiéndose en el sofa. Su tono, ciertamente hastiado, había llamado la atención de sus compañeros —. ¿Ustedes lo notan? —preguntó, apuntándose el rostro.


Y aunque ella misma había llamado su atención, se sintió incómoda al tener sus ojos escudriñando sus facciones. Luego de unos momentos que le parecieron eternos, Goderic le preguntó si «se había cortado el cabello» lo cual ya no debía ser una sorpresa para ninguno, puesto que en los últimos años solía hacerle cambios casi diariamente. No obstante, su confianza se vio reasegurada cuando James, quizás en un intento por calmar la incipiente irritabilidad de la bruja, desvió la atención preguntandole si se había perfilado la nariz. Sonriendo satisfecha, ni siquiera argumentó cuando el mismo James le pidió que «dejara de molestar porque estaban trabajando», y tan solo se ganó una mirada desafiante por parte de Emily.


Su mente volvió al presente cuando percibió nuevamente el aroma del té inundando el ambiente, recordándole las costumbres británicas que rondaban la bebida. Entonces notó que no se había presentado con el mago que la acompañaría en la clase, quien aun no había respondido a la pregunta de la arcana. ¿Sería, acaso, uno de esos magos que podían controlar la habilidad prácticamente desde su nacimiento? o, por el contrario, ¿tendría complicaciones similares a la de ella?


Emily Karkarov, mucho gusto —saludó, sonriendo levemente ante el mago.


Y antes de perder la oportunidad de contestarle a Amara, se apresuró a aclararse la garganta para hacerle ver que aun no había termiando su intervención.


En mi caso siento que dependo mucho de mi varita mágica para hacer transformaciones a mi aspecto —dice, sincerándose, lo mejor era avanzar lo que más pudiera y dar todos los detalles que pudiera eran la forma de lograrlo—. Pero se supondría que debería ser capaz de hacerlo sin la necesidad de utilizarla —finalizó, dejando que fuera el mago quien hablara.

Editado por Emily Karkarov

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El tiempo se había detenido delante de sus ojos, oleadas de diversos recuerdos se agolparon en su memoria. Vivencias que consideraba extintas en su ser, remembranzas de lo que solía ser y lo que era actualmente. La mujer que parecía ser quien le enseñaria la habilidad tenia un aspecto totalmente diferente al que él esperaba. Nada cuadraba con lo que se presentaba ante los ojos del gitano, no era la misma que le habían contado meses atrás y lo agradecía enormemente.

Necesito los conocimientos para poder transformar mi cuerpo cada vez que lo desee. respondió con una sonrisa.

La cola alba de un lobo sobresalió sobre su clavícula izquierda, delineando esa zona con pequeñas movimientos de lado, dibujando con pulcritud la faz embravecida de tan peculiar felino, sus ojos azabaches destellaban como gemas recién extraídas de una mina subterránea. Muchas veces no podía controlar los impulsos que su cuerpo tenía, las transformaciones cada vez eran más frecuentes, su cabello también lograba tornarse gris, cuando estaba bajo estrés.

Curiosa la sensación que comenzaba a recorrer toda su anatomía.

También deseo experimentar cosas nuevas, puede que suene un poco extraño mi argumento carraspeó.

Desvió su mirada hacia la mujer que Amara tenía sujeta por el antebrazo, inclinando ligeramente su cabeza, para después recordar que la había visto en algún lugar de antaño frecuentado. La postura del gitano seguía rígida, mientras que ella se mostraba suelta, quizás eso era lo que le faltaba a Matthew, soltarse un poco y dejar de lado ese acartonamiento.

Matthew Triviani replicó al saludo de la mujer de cabello taheño.

Dudaba si responder con sinceridad era lo recomendable en aquella situación, ¿su primer cambio? era una respuesta complicada, ya que su primera vez fue cuando sus padres adoptivos muggles habían sido asesinados por mano propia. En cambio, su segunda vez, fue un mejor. Aquella vez que había tenido una pelea con uno de sus hermanos a puertas cerradas de su hogar, su mano se había transformado en una mano de lobo... Habia deseado tanto hacerle daño, que eso lo llevó a poder transformarla, inconscientemente.

La primera vez que pude cambiar mi cuerpo revoleó sus ojos Una extremidad, fue impulsado por una pequeña riña familiar, en la cual pude cambiar la forma de mi mano a la de un lobo. Lo había deseado tanto, que logré hacerlo, pero no fue por propia voluntad ¿o si? aún no comprendo cómo... ésto... observo la palma de sus manos mientras las giraba Se manifiesta; sencillamente, necesito de su ayuda, y conocimiento para controlarla. suspiro A comparación de ella, yo no utilicé mi varita mágica... Quizás eso sea un buen indicio. añadió como curiosidad.

Editado por Matthew Triviani

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Amara había escuchado con atención cada palabra dicha por sus alumnos, le llamaba la atención la forma de hablar del moreno, parecía estar siempre en una constante competencia y aquello le resultaba muy interesante. Ella, por experiencia propia, sabía que la gente que siempre buscaba competir con otra buscaba ser mejor y aquello sería muy bueno para esa clase, siempre y cuando la mujer con la que compartiría la clase fuera un poco o igual de competitiva.

 

—Para ver que ambos pueden hacer lo que me contaron, —no les iba a decir que había husmeando en su mente, buscando entre sus recuerdos algo que le dijera que lo que le contaban era cierto —me deberán entregar su varita. No la van a necesitar.

 

Amara espero que ellos aceptarán a entregarle su varita, no necesariamente debían dársela a ella, con que lo dejaran sobre el cesto de mimbre dentro de una bolsa de terciopelo que descansaba dentro de aquel lugar, ella se daba más que satisfecha. En lo que ellos decidían dejar su varita, Majlis empezó a servir 3 tazas de infusión, la taza de ella solo contenía una mezcla de frutos rojos con romero, la de sus alumnos contenía lo mismo más unas gotas de una poción que los haría olvidar ciertas cosas, en especial la parte donde saben hacer magia con la varita, el efecto de aquello duraría gran parte de la clase.

 

—¿Se han decidido? Si es así, por favor beban el té. Aún tenemos muchas cosas por hacer con respecto a lo que han venido. —Majlis pidió mientras ella bebía el contenido de su taza y en el patio aparecían lo que eran dos espejos gemelos que al lograr hacer los cambios que ellos pedían se destrozaban dando pie a una prueba más.

 

—Para lograr hacer un cambio en tu aspecto, es necesario que dejes fluir la magia en tu interior. Cierra los ojos e imagina que tu cabello se vuelve de color lavanda. —dijo mientras tocaba el hombro de Weasley.

 

El caso del Triviani era diferente, el debía lograr controlar aquellos cambios tan impulsivos, si deseaba no volver a cometer un asesinato.

 

—Triviani, debes aprender a controlar tus emociones, para eso necesito hagas un cambio en tu aspecto —espero a que hiciera el cambio de su aspecto —ahora necesito te relajes pero mantengas este aspecto, por al menos una hora, mientras una niña te molesta durante ese tiempo.

 

Al sólo hacer mención de la niña, una pequeña de h6 años de edad apareció por la puerta de clase acercándose al joven Triviani, buscando alterarlo para que de manera involuntaria realizara cambios que aunque él no quisiera sucedieran.

 

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¿Amara había enloquecido? la cara del gitano había cambiado dramáticamente cuando le pidió que le entregasen sus varitas, aquello era algo que tenia que hacer por segunda vez, como desprender una parte de su cuerpo y entregarla a un ser totalmente desconocido, tal como había hecho con Lawan. Observo la palma de su mano mientras la giraba, y la materializo en ella, con algo de disgusto, dio unos cuantos pasos que sonaban con fuerza en el suelo hacia el cesto de mimbre con fondo aterciopelado, depositando a Frida dentro de ella.

 

Éstas cosas me descontrolan agregó sin más quedándose en la pared del fondo.

 

Observó a su compañera de clase, quien se había presentado como Emily, aun no parecía del todo convencida con dejar su varita, ¿pensaba lo mismo que él? todo era posible en tiempos de agonía, en aquel momento, cuando posaba sus profundos ojos azabache en la muchacha, recordó donde la había cruzado. Si mal no recordaba fue a las afueras de la Universidad, antes que los Arcanos generasen su revuelta y decidieran abandonar aquellos terrenos para ocupar uno mejor. Pupila de Pereira, si. Matthew estaba frente a una Legeremántica, esperaba no asustarla con su perturbada mente.

 

Resoplo, con una sonrisa en la comisura de sus pequeños labios.

 

Se giró hacia la Arcana y esbozó una sonrisa amable; lo había logrado.

 

Majlis se entretuvo preparando una infusión de hiervas, estaba acostumbrado a probar diferentes tipo de cosas así, después de todo lo que le daba diversión a su vida muchas veces era el estar bajo la influencia de plantas que alteraran su química. Preparo tres pocillos, a lo que el gitano tomo uno entre la palma de sus manos, se detuvo a mitad de camino entre el pocillo y su boca, para respirar aquel vapor que largaba, era agradable, mejor del que esperaba.

 

Lo ingirió. Y su cuerpo automáticamente se relajó, entrando en una especie de trance consciente, sentía como la magia corría por cada célula de su cuerpo.

 

Colaboró con la Arcana, haciendo una pequeña reverencia a lo que le había dicho en cuanto a sus emociones. Su personalidad era un tanto flemática, se consideraba una persona muy poco paciente y demasiado temperamental. Muchas veces sus impulsos eran asesinos y detestaba muchas cosas, como la que estaba por venir.

 

Cerro los ojos nuevamente y ejerció un cambio físico en todo su cuerpo, cambiando totalmente su apariencia a la de un adolescente de 13 años, aproximadamente. Habia pensado en él cuando fue niño, intentando poder soportar la tortuosa compañía de un engendro de seis años de edad. Odiaba los pequeños, odiaba los elfos, pero más odiaba cuando éstos respiraban cerca de él.

 

Él estaba ido, ese lapsus lo dejó paralizado sin reaccionar ante la situación que tenia al frente. Sin embargo, tras volver en si, pudo notar el descontento de la pequeña tras su rechazo a colaborar con sus actitudes de infante, manteniéndose lejos y en una postura rígida, husmeando su alrededor y como Emily cambiaba el color de su cabello; aquel era su favorito.

 

Respiro profundamente y se acerco a la niña, transformando su cara fugazmente en la de un Grindylow, esperando que se asustara y corriera lejos de él.

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Un poder descontrolado y un poder reprimido podían ejemplificar los problemas que tanto Matthew como Emily manifestaron ante la arcana de metamorfomagia. No era muy difícil adivinar que existía algún tipo de bloqueo en ambos que les generaba aquella complicación al momento de utilizar transformar sus cuerpos. Y Emily, pecando de caer en las comparaciones, aún no decidía si su caso era mejor o peor que el de su compañero.

 

Tampoco tuvo mucho tiempo para pensar en ello. Amara, tan tranquila como podía estar, les pidió a ambos sus varitas mágicas. Instintivamente la varita apareció en su mano derecha, haciendo que cerrara el puño con fuerza. Intentó recodar si tuvo que hacer lo mismo con Rosalia, la arcana de legilimancia, pero su memoria la traicionaba en ese instante. Era complicado para Emily desprenderse de su varita, pero si ya había llegado hasta ese punto en su aprendizaje, haría lo que fuera necesario.

 

Aflojó el agarre de su varita mágica y la depositó en el cesto de mimbre, casi sin emitir sonido, pues podía sentir la mirada de Matthew sobre ella. Desde su vinculación con el anillo de la legilimancia, evitaba tener contacto visual prolongado con los demás, pues no le gustaba hurgar en su mente si no era necesario. Aunque a veces su curiosidad podía más.

 

El olor del té de frutos rojos se hizo más fuerte, proveniente de la taza frente a ella. La tomó con ambas manos y se la llevó a los labios tomando su contenido. Luego de unos segundos, no se sintió especialmente diferente, o quizás sí, con un poco más de energía. Obviamente, en ese momento desconocía de la poción que la arcana les había dado.

 

—Cabello lavanda, entendido —dijo, haciendo caso a la instrucción de la arcana, con una voz particularmente alegre.

 

Alguna vez alguien le había dicho que quizás podía ayudarla el asociar los cambios con recuerdos o los colores con sensaciones, y que de esa forma, su cerebro podía impulsar a su cuerpo a «transformarse en lo que tú quieres que se transforme». A pesar de nunca haber hecho caso a ello, lo intentó en aquella ocasión.

 

En lugar de dejar su mente en blanco, visualizó un campo de lavanda, extenso y brillante. El recuerdo se mezcla con la realidad al escuchar los grititos y pequeñas risas de una niña. Sin quererlo frunce ligeramente el entrecejo, extrañada ante lo que estuviera sucediendo con Matthew. Emily no es realmente muy apegada a los niños, a excepción de sus primos cuando eran pequeños, pero la convivencia con ellos la habían ayudado a tolerar a los infantes de extraños.

 

Y jura que puede sentir el exacto color trasladándose a su cabello comenzando en la raíz, disminuyendo de la intensidad del rojo natural al brillante lavanda. Quizás el consejo de James había servido después de todo. O quizás el té si había hecho algún cambio en ella, permitiéndole canalizar su magia de mejor forma.

 

—Como que me queda bien, ¿no? —comentó, medio en broma medio en serio, a la niña que la observa —. Tal vez pueda hacer que los ojos combinen…

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Majlis se encontraba un tanto contenta por el avance de sus alumnos, ya que a pesar de las distracciones, propias o ajenas, ambos podían mantener los cambios que les había pedido hacer para que la magia en ellos comenzará a fluir. Pasada la hora, tomó la mano de la pequeña niña, le dio una zanahoria y la mandó a casa, ambos lo habían hecho de manera formidable.

—Jóvenes, he estado meditando todo este tiempo sobre los cambios que han hecho y aún no me decido, si enviarlos a practicar la habilidad frente al par de espejos de cuerpo completo o bien pedirles que crucen cada uno un portal.

Había usado aquella forma, la primera vez hacia ya algún tiempo, había entendido a sus alumnos tras ver el lugar que cada uno de ellos había elegido para cumplir lo que ella les había pedido. Algunos no de la forma que esperaba, pero había entendido que ella no estaba ahí para dar juicios de valor, más cuando cada alumno aunque muy similares al deseo oculto de sumar más poder a su vida, eran muy diferentes en su forma de querer usar aquel poder.

—He decidido dejar que ustedes elijan que hacer, al final tendrán que cruzar el portal si o si. El espejo sirve para practicar un poco más, antes de enfrentarse al verdadero reto. —comenzó a explicar —Si desean cruzar el portal, este los va a llevar al lugar en el que su inconsciente se sienta cómodo. —mientras hablaba les compartía un poco más de te. Está vez, sin alguna clase de poción que los pudiera hacer olvidar que podían hacer magia con varita.

De vez en cuando los miraba a los ojos mientras caminaba, como para ver si alguno dudaba de lo que podían lograr ellos. Su taza volvió a encontrarse vacía, pero no volvió a servirse, para ese momento ambos jóvenes seguramente ya tendrían decidido cuál de las opciones que ella les había presentado iban a tomar para seguir con su desarrollo de la habilidad.

—Se me olvidaba decirles, si eligen el portal, aquel lugar que los lleve, aparte de lograr cambios físicos en ustedes, deberán hacer uso de esos cambios en acciones sociales positivas. —les dijo con una sonrisa, para después aparecer frente a cada uno un portal. ¿Dónde los llevaría? No lo sabía. ¿Qué clase de cambios sociales positivos podrían lograr cada uno? Esperaba uno que meses más tarde estallara con una nueva guerra, aún tenía en su cabeza lo que había pasado con aquel individuo durante su clase.

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Haber olvidado que solía canalizar su magia a través de la varita mágica le permitió a Emily encontrarse con una mejor técnica para exteriorizar los cambios que su mente quería. La metamorfomagia era sin duda compleja, pero una vez entendida se volvía tan intuitiva como mover una extremidad. En ese instante estando junto a Amara sabía que nada podía salirse de control, otorgándole la confianza suficiente para atreverse a realizar más cambios complejos, no solo en su cabello –en ese instante de color verde chicloso- sino en otras partes de su cuerpo también.

 

Había visto en ocasiones como incluso los metamorfomagos más expertos cambiaban incluso su estatura y complexión. Emily mentalmente se había fijado esa como su siguiente meta. Seguramente James y Goderic le insistirían en que lo intente, puesto que les sería de ayuda en las diversas misiones que tenían. Y Emily debía admitir que la combinación con legilimancia le darían una ventaja significativa en algunas ocasiones.

 

No obstante, su práctica personal se ve interrumpida por la Arcana y su proposición de seguir practicando o pasar al portal. Aquello la toma por sorpresa y la halaga a la vez. Si Amara quería enviarla a la prueba, significaba que al menos algo había mostrado un buen avance durante ese tiempo. Y si bien sentía que aún quería seguir practicando, también quería aprovechar el impuso de confianza que sentía en sus control de la habilidad.

 

Miró por un momento a Matthew, como intentando adivinar cuál sería la decisión de él. Aunque lo conocía solo el tiempo de la clase (o al menos su memoria no la ayuda a determinar si se conocían de antes) estaba casi segura que el mago aceptaría sin dudarlo. Emily volvió a llenar su taza de té y bebió un poco, dándole tiempo a su determinación por sobresalir.

 

—Escojo el portal

 

Dijo, finalmente. Su voz sonaba decidida, así como su rostro y la firmeza con la que sus manos dejaban la taza sobre la mesita. Miró a Matthew y a Amara antes de cruzar, aún con la frase de la arcana resonando en su mente <<deberán hacer uso de esos cambios en acciones sociales positivas>>. Ni ella misma sabía a qué se enfrentaría.

 

--

 

Cuando atraviesa el portal, el escenario en el que se encuentra Emily cambia drásticamente. Se encuentra en algún lugar del bosque amazónico, a miles de kilométros de distancia del despacho de Amara. Está sola, lo que implica que Matthew debe encontrarse en su propia misión. Emily, por supuesto, ya había estado allí antes, aunque no tiene idea del punto específico en que se encuentra. Solo hay un sendero a la vista que parece hecho por las ruedas de una camioneta.

 

La bruja saca su varita mágica y transforma las piedras más cercanas en un par de botas que se pone, desapareciendo los deportivos que tenía puestos, y transforma también una tercera piedra de menor densidad en una daga, que esconde en el botín derecho. Al menos lleva ropa cómoda. Seguir el sendero le tomó alrededor de veinte minutos de caminata y otros diez minutos de seguir rastros, aunque no podía confiar en su orientación sobre el tiempo ya que nunca había sido buena en ello. Llegó hasta un improvisado campamento aparentemente abandonado, aunque a la distancia podía apreciar la silueta de personas dentro de una camioneta.

 

No parecía estar resguardado por nadie más, pero tampoco parecía un lugar muy agradable. Piensa en que tal vez la media hora invertida el sendero ha sido en vano cuando cuando dos personas se bajan del vehículo e ingresan a la casucha. Emily se esconde lo mejor que puede y mientras, acorta su cabello lo suficiente para que no sobresalga, siendo ahora de un tono negro apagado. Los extractos de la conversación que logra escuchar (con las ojeras extensibles que llevaba en su monedero de piel de moke) simplemente la asquean. No sabe cuántas, pero dentro de la casa se encuentran varias personas esperando ser transportadas, siendo tratadas como mercancía.

 

Un escalofrío recorre su espalda mientras trae de vuelta las orejas. Debe armar un plan rápido y lo mejor que se le ocurre es mezclarse. El más débil y accesible es el que se encuentra en la camioneta. Con su varita mágica apunta la rueda trasera del vehículo, quitándole el aire. Cuando el conductor del vehículo siente la diferencia en el balance del vehículo se baja, insultando. Emily aprovecha y lo desmaya, esperando que el ruido que hace no alerte a los otros.

 

 

Lo arrastra hasta el escondite que tenía -una especie de formación natural formada por los árboles contiguos- y lo deja allí, inconsciente. Imitar su apariencia iba a ser todo un reto para la bruja. Se concentró en tener la misma complexión primero, puesto que parecían tener una estatura bastante similar. El siguiente reto era imitar sus facciones faciales: una barba que parecía no haber sido recortada en al menos una semana, el cabello lacio y con unas cuantas canas nacientes, la nariz prominente y los ojos color avellana. Lo más difícil de todo era tener el grosor de labios perfecto: casi como una línea. Le asquea tener que utilizar su ropa, así que modifica la propia para hacerla lo más parecida a la del hombre, que por suerte había escuchado hablar lo suficiente para poder poner un hechizo que le ayudara a imitarla. Se apresura a entrar a la casucha.

 

-¿Qué haces aquí? Tienes que esperar afuera, nos vamos a llevar a estos dos primero.

 

Al menos, no había cometido algún error que costara que reconocieran que había algo “raro”. Había 3 mujeres y 1 hombre que no parecían pasar de los 20 años, una cadena amarraba sus piernas y cada uno tenía unas esposas en las muñecas. Se venían débiles, pero estaba segura de que si lograba liberarlos podrían correr. Una mujer los vigilaba sentada sobre una mesa destartalada. Podía ver que ambos cargaban un arma.

 

-La camioneta está averiada -responde la bruja -sal a verla -se aventura, desconoce el “rango” que tiene o si puede hacer ese tipo de peticiones.

 

-¡Eres un inútil! ¡Les dije que revisaran todo!

 

Aún a pesar de la protesta, el hombre sale y camina en dirección a la camioneta, insultándole por su holgazanería. Emily repite el procedimiento hecho con el primer hombre, pero esta vez rebusca en su ropa en caso de encontrar llaves ¡Bingo! Solo faltaba derribar una más, sacarla de la casa no le costó tanto trabajo, ni apresarla dentro de la camioneta.

 

Con las llaves en la mano, libera a los apresados. Y aunque le gustaría abrirles un portal a un lugar lejano, le insisten en que quieren irse corriendo, que saben por donde ir. A Emily le gustaría tener más tiempo para estar allí ya averiguar si finalmente están a salvo, quizás pueda alertar algún miembro del simposio. Pero Emily -ya con su aspecto normal- tenía aún una clase que aprobar.

 

@@Amara Majlis

Editado por Emily Karkarov

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