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Metamorfomagia


Amara Majlis
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Crazy esperó un rato allí de pie, observando detenidamente la miríada de retratos que le vigilaba. Se preguntó quienes serían, dando por hecho que nadie tenía una familia tan extensa y prefirió no plantearse la posibilidad de que fueran los aspectos que aquella arcana había adoptado a lo largo de su vida. La magia era un poder indescifrable cuyo funcionamiento estaban muy lejos de comprender, la utilizaban como una herramienta sin comprender las fuerzas que la alimentaban. Era muy conocido, por ejemplo, que aquellos magos que usaban durante demasiado tiempo la poción multijugos comenzaban a asimilar sentimientos y conductas de la persona por la que se estaban haciendo pasar, en algunos casos llegando incluso a perder la razón siendo incapaces de distinguir sus propios pensamientos de los ajenos.

 

¿No podría llegar a pasar lo mismo con aquella extraña habilidad? ¿Pasarse años con el aspecto de una persona joven no tendría cierta influencia sobre la mente? ¿No sería el poder de la sugestión lo suficientemente intenso como para que perdamos contacto con nuestra propia edad o nuestro verdadero género?

 

El Malfoy sacudió la cabeza, consciente de que había comenzado a divagar de nuevo. Cuanto más viejo se hacía, más se perdía en sus propios pensamientos. Quizás no le viniera mal pasarse un tiempo fingiendo ser joven. O unos años.

 

Queriendo distraerse y despejar la mente, decidió seguir las apagadas voces que escuchaba o, quizás, más bien quería perseguir aquel maravilloso olor a estofado. Se encontró con una amena reunión en torno a la cena, los comensales se giraron al escucharlo y se alegró de reconocer a Beltis entre ellos, llevaba un tiempo sin verla y comenzaba a estar preocupado.

 

- Lamento la interrupción, soy Crazy Malfoy - dijo esbozando su mejor sonrisa -

 

Por lo que había distinguido en las voces, se encontraban debatiendo el asunto más candente de la actualidad mágica, la guerra en ciernes. Parecía que aquel maldito tema lo iba a perseguir allí dónde fuera, Calvin sin duda se reiría si pudiera verlo ahora.

 

- No interrumpes para nada, querido - dijo una señora mayor que, supuso, era la arcana - Te estábamos esperando, toma asiendo

 

No necesitó repetir la invitación, Crazy no solía rechazar un buen estofado y aquel lo parecía. Estudió la mesa buscando el vino y, al no encontrarlo, decidió recurrir a la petaca de plata que llevaba en el bolsillo interior de la túnica, sirviéndose un chorro de whisky de salamandra. Haciéndole un disimulado guiño le sirvió otro trago a Beltis, que observaba su vaso vacío con un mohín.

 

La Universidad tendría que ser siempre así - pensó - Nada de aburridas clases y caminatas por el desierto, solo banquetes

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Había prestado atención a las respuestas de sus nuevos invitados a la mesa, casi al mismo tiempo que mediante un mensaje de fuego le informaban de la llegada de un alumno más a su clase, por lo que puso su plato a la mesa para que igual que los demás disfrutará de la comida que había preparado.


—De lo último que me había enterado es que el Ministerio sufrió el ataque de un dragón, me alegra que tras ese ataque las cosas se hayan enfriado. —dijo casi de inmediato, después de que la señorita Beltis le había dicho que la cosa parecía no ir a mayores.


Había preferido no decir que también había escuchado que los llamaban rebeldes, aunque no entendía muy bien el motivo, pero si era por que preferían salvaguardar a su pueblo en lugar de inmiscuirse en una guerra donde no tenían el porque meterse, entonces si era una rebelde. De gusto un poco más de su platillo, hasta que el patriarca de los Malfoy hacia acto de presencia al interior de su cocina.


—Pensé que jamás te ibas a atrever a entrar, por favor tome asiento, estábamos hablando de lo que parecía ser una guerra muy importante, pero la joven —para Amara todos eran muy jóvenes, aún cuando su aspecto no lo mostraba — Warlock me ha dicho que la cosa se enfrió, ¿comparte su misma opinión? —le preguntó al recién llegado.


Con la respuesta del aún Ministro de Magia, cerrarían aquella conversación sobre la guerra, si la cosa se había enfriado, no había caso alguno de pedirles a las personas sentadas a su mesa que tomarán la forma de grandes líderes y frente a las cámaras del profeta hicieran un pacto para poner fin al acontecimiento bélico. En su lugar, con un poco de magia su cabaña se movió de forma imperceptible a un nuevo sitio.


—Ahora si, entremos de lleno a la clase. —dijo tras dar la última cucharada a su estofado. —Alguno tiene una duda con respecto a la habilidad, si no es así podrían decirme ¿Cómo fue su primer cambio? ¿Qué estaban sintiendo? Me refiero a sus emociones en ese momento.


La nueva parada de su choza era el bosque Montano Norteafricano, que le hacía sentirse más cerca de casa y donde la tranquilidad del lugar podía hacer que sus pupilos pudieran lograr grandes cosas con la habilidad.

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Crazy le hizo un guiño y le sirvió un chorro de licor después de tomar asiento. El rostro de Beltis cambió de inmediato y se alegró de tener algo en su copa para pasar con mayor facilidad el tema de la discusión. Claramente podía ser algo interesante para debatir, pero en ese momento la única información relevante -y disponible para el público- era que un grupo de magos había atacado la sede ministerial con un dragón para emitir un mensaje de guerra que todavía no confirmaba ni desmentía de forma oficial ningún organismo Búlgaro. Por lo tanto, y hasta ese día, era solo un ataque aislado y la guerra parecía en pausa. Todo lo demás era algo que no podía compartir.

La arcana parecía muy interesada en el conflicto y en la forma en que Beltis se refirió a él. Se quedó mirando el vaso y luego al mago al ver que el chorro whisky de salamandra se quedaba corto.

 

- Si esta tertulia va a ir de guerras mágicas, voy a necesitar algo más -le susurró poniendo su más dulce e inocente sonrisa.

 

Los conflictos nunca eran tan simples y nunca dependían de una sola persona. Progresaban salpicados de decisiones y acciones que pocas veces seguían un curso lineal. Ni sus causas podían ser una, ni sus actores eran unos pocos, ni la solución era sencilla. Por eso estudiarlos llevaba años de dedicación e incluso podía extenderse el debate académico durante siglos. Si los historiadores no se ponían de acuerdo sobre conflictos pasados, ¿cómo se logra un análisis tan simplista y reducido de un conflicto actual en el cual nadie tiene una visión completa? Torció la boca mientras se dejaba llevar por sus reflexiones, mientras sostenía la vista en los restos de verdura en el fondo del plato. Pronto la voz de Crazy la sacó de sus pensamientos.

- Que si tienes dudas -le dijo por lo bajo.

- No. Ah, sí, yo. Tengo una duda ¿Cómo saber si pequeños cambios son señal de poseer la habilidad? Verá, todavía no estoy segura de poder cambiar la totalidad de mi apariencia...

Aún no estaba segura si poseía la capacidad de cambiar toda su imagen, o solo era algo puntual que ocurría bajo tensión. Se quedó esperando la respuesta de la arcana cuando se dio cuenta que las ventanas de la cabaña ya no mostraban los jardines de la universidad.

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La conversación se había enfriado gracias a un silencio casi sepulcral, que fue solamente interrumpido por la llegada de otra persona. Crazy Malfoy, el ministro de Magia. Pero eso no lo sabía él, así que se limitó a asentir con la cabeza y se distrajó con los vegetables de su sopa. Sonrió de lado al escuchar la mención del ataque del dragón al Atrio; eso lo había leído, ¡debió ser impresionante! Y por un momento, lamentó no estar ahí.

Mientras aquel debate de la guerra parecía llegar a su fin, su estancia en los terrenos universitarios parecía ir por el mismo camino. Nada más respirar unos segundos extra, más allá de los aromas que emanaban de la cocina de Amara, se encontró con una esencia bastante más gélida. ¿Eran coníferas las que se veían afuera? Casi no alcanzaba a distinguirlas, pues la neblina rodeaba los troncos como si quisiera abrazarlos.

Era impresionante cómo habían hecho para moverse tan rápido, y sin sentir casi nada.También tenía una duda, aunque aguardó a que Amara diera respuesta la planteada por su compañera.

-Lo mío es más... ¿existencial? - comenzó, devanándose los sesos para dar con una explicación lógica. -¿Es hereditaria? Digo, ser hijo de una metamorfomaga y un humano, sin más chiste que yo, no asegura que lo sea. Algo así como los squibs, nacen de al menos un pariente mágico, pero no por ello pueden canalizar la magia.

Intentó recordar cambios en su apariencia física que había sufrido a lo largo del tiempo. La lista era corta, aunque tampoco era como que se hubiera esforzado, o preocupado, en el porqué de esos cambios. Hasta ahora.

-Tendría, en ese caso, una situación en la que mi apariencia se vio modificada, gracias a exposición a altos niveles de estrés, me parece. Cuando niño, el tono de mi cabello era similar a la miel, aunque más apagado...como la paja que comen los bovinos. Presenciar una mala experiencia con un encantamiento, lo oscureció hasta el castaño que luzco actualmente.

Pero eso no era lo preocupante; pocas ganas tenía de hablar sobre cómo Hivolt Thawne lo había usado de cobaya, derivando de ello bastantes problemas más preocupantes que un tomo de cabello. Inclusive, el cambio en la tonalidad de habría visto influenciado por algún tipo de que desconocía en ese momento. Se arrancó un mechón rubio, de los que descansaban detrás de su oreja.

-Luego apareció esto. Se me tiñó el cabello de rubio en ciertas zonas, como si se tratara de una mala broma. Fue más reciente, antes de un viaje familiar por el desierto del Sahara. - explicó, sin ahondar en detalles de cómo se lo habían llevado inconsciente al final del mismo. -Uno pensaría que se debe a la vejez o al estrés, pero creo que no. Intenté con Pociones contra el envejecimiento capilar...Modestia aparte, no se me da tan mal la disciplina. ¿El resultado? Bueno, está de más decirlo.

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La arcana parecía una señora muy afable y eso lo hizo mantenerse en guardia, pues aquellas personas que acompañaban el poder con la humildad podían resultar realmente peligrosas. Aceptó su hospitalidad con una inclinación de cabeza y observó con el entrecejo fruncido el vaso vacío de Beltis, ¿No se lo acababa de llenar? ¿Ya se lo había bebido o es que la memoria le jugaba malas pasadas? Se encogió de hombros y le sirvió más whisky.

 

- La Warlock me ha dicho que la cosa se enfrió, ¿Comparte su misma opinión?

 

Esbozó una media sonrisa mientras meditaba la respuesta.

 

- Es verdad que el atrio se ha enfriado, tomando en cuenta que ya no hay un dragón escupiendo fuego

 

Amara lo observó muy seria, al parecer no era una amante del humor.

 

- Hay ciertas cosas predestinadas a suceder, Voldemort creó al niño que vivió intentando matarlo - suspiró - Las profecías pueden ser un auténtico dolor de cabeza

 

Entonces sintió un ligero tirón de traslación y se quedó sorprendido por la habilidad y sutileza del viaje hecho por Amara, a la altura del que podría hacer cualquier fulguramago. ¿A dónde los había llevado? El ambiente era templado pero no supo reconocer los bosques que asomaban por la ventana.

 

Amara les preguntó acerca de la primera vez que manifestaron la habilidad que querían despertar, de forma que escuchó a sus dos compañeros hasta que le llegó su turno.

 

- Mi cuerpo ha encontrado la forma de cambiar de aspecto, haciendo que aparente apenas la mitad de mi edad - miró de reojo a Beltis, adivinando el chiste que se le estaría ocurriendo - Esto no comenzó a suceder hasta que tuve cierta edad, ralentizando cada vez más mi envejecimiento, lo cual me ha llevado a pensar que es algo que he aprendido a hacer de forma subconsciente

 

Apuró el último trago de whisky y dejó los cubiertos sobre el plato, repentinamente saciado.

 

- La sangre de los Malfoy es antigua y por ella corren magias poderosas, he tenido antepasados con la habilidad así que quizás merezca la pena intentarlo

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Por lo general, la gente que la visitaba para ese momento estaban seguros de tener la habilidad, la mayoría había sufrido cambios los primeros 5 años de vida, donde la magia no se podía controlar, otros lo habían descubierto antes de entrar a Hogwarts o alguna de las escuelas de Magia y Hechicería en el mundo cuando se hacían uno con su varita. Trato de encontrar una respuesta a aquella pregunta, no quería dar una respuesta que su alumna no entendiera así que guardo silencio por un tiempo.

El tiempo perfecto para escuchar la explicación de Eobard con respecto a su vivencia con la habilidad, entendía perfectamente el miedo que podía tener al no tener una habilidad que la mayor parte de su familia tenía. Se había puesto de pie y camino hasta donde el Black Lestrange se encontraba, la historia de su primer cambio le pareció maravilloso así que se lo hizo saber con una sonrisa mientras apoyaba una de sus manos en el hombro derecho del joven para que se girara a verla.

Mi querida niña, —se dirigió a Beltis —si los pequeños cambios ocurrieron antes del uso con su varita, creo que está en el lugar indicado, todo pequeño cambio se suma para lograr grandes cambios. A las afueras de mi cabaña puede encontrar un espejo para practicar poco a poco los cambios en tu aspecto. ¿quieres intentarlo?

Quizá no era la respuesta que esperaba la única mujer en aquel lugar, pero si tenía dudas con respecto a tener la habilidad lo mejor era que practicara un poco antes de enviarla al siguiente reto. Un reto al que se iban a dirigir de manera individual, el Primer Ministro Malfoy y el joven Black Lestrange, ya que los dos parecían sentirse seguros de tener la habilidad, por lo que sin preguntarles abrió un portal con ayuda de su bác.ulo.

Aquel portal los llevaría al lugar donde ellos se sintieran más cómodos, este podía ser al pasado, al futuro o algún suceso en su presente, pero antes de dejarlos pasar por el portal les explico lo que debían lograr en aquella aventura a la que se enfrentarían.

Señores, ¿quieren salir de mi cabaña y practicar frente a un espejo de cuerpo completo o se van a atrever a cruzar el portal? Si eligen la segunda opción, el portal los va a llevar al lugar que ustedes quieran, en donde aparte de demostrarme que pueden hacer cambios físicos, también pueden con ayuda de su habilidad generar cambios sociales positivos. ¿Están Listos?

Su mirada fue de uno en uno, primero el joven Malfoy, siguió con el joven Black Lestrange y se detuvo en el semblante del joven Gaunt. Este último parecía no acabar su estofado, al parecer aun había algo que le preocupaba, así que se dirigió a él dejando que las tres personas a las que les había dado una actividad la siguieran a lo que ellos creían más convenientemente, aun cuando no estuviera con ellos físicamente, una esfera de luz los iba a estar siguiendo para monitorear cada paso que daban.

Joven Gaunt, ¿quiere acompañarme?

Amara salió de la cocina y de entre sus cosas buscó un pensadero que había pertenecido a su maestro, quien le había instruido en aquel noble arte de transmitir sus habilidades para que pudiesen controlar la metamorfomagia. Con Emmet iba a intentar que el joven buscara en sus recuerdos la primera vez que había logrado cambiar gracias a la metamorfomagia, ya que gracias a su condición como vampiro aquello podría haber pasado hace varios años y no lo tuviera tan fresco.

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Aún se había quedado pensando en aquél momento de su vida en donde había tenido el primer cambio. Fue tanta la concentración y el estado de ensoñación, en el que entró, que prácticamente contestó el saludo de Beltis con una pequeña mueca de su cara.

 

Había captado que dos alumnos más habían llegado pero no les prestó mucha atención ya que necesitaba progresar con la habilidad. ¿Cómo era posible que no recordara el momento en el que se había presentado la primera señal de cambio? Quizás se había confundido de habilidad y la Metamorfomagia no era para él; la arcana le demostraba lo contrario y seguía intentando con el vampiro.

 

- Sí, disculpe.

 

Masculló y siguió a la mujer hacia enfrente del pensadero que había destinado para que, suponía Emmet, pudiera acceder aquél momento de su larga vida en el que su cuerpo o alguna parte de él había cambiado.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

El pequeño vampiro se había escondido en el invernadero trasero del castillo de su familia. Sus pequeños pero largos pies daban zancadas a mas no poder. Su cuerpo respondía al movimiento yendo de un lado al otro mientras esquivaba ramas y piedras del camino. Sus ojos zafiro se habían empañado con las lágrimas que, minutos atrás, habían comenzado a brotar.

 

¿Que pasaba?

 

El invernadero que tenía su familia irlandesa era el lugar en donde Emmet se sentía en paz y seguro. Podía pasar largas horas metido allí dentro hablando y cuidando a las plantas que, junto a su abuela, había visto crecer desde pequeñas.

 

Se dirigió hacia el pequeño claro de agua cristalina que había en medio del lugar. Sabía que sería el lugar perfecto porque, para encontrarlo, tendrían que pasar algunos arbustos y el pequeño espécimen de tentácula venenosa que había conseguido. Se arrodilló enfrente del espejo de agua, se miró por unos momentos y pudo sentir toda aquella tristeza y odio que guardaba.

 

(El Director del Concilio recordaba muy bien ese día y ese momento. Su corazón se aceleró al volver a sentir esa tristeza profunda que lo había embargado en ese día de la muerte de su amada abuela)

 

Su abuela. La mujer que le inspiró el respeto por las plantas, la que le enseñó sus primeros conocimientos en Herbología, había fallecido esta mañana. Era mucho que procesar para tan solo un pequeño de doce años.

 

Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas y, ahora, viendo su reflejo en el agua, notó como aquellos cambiaron a un color gris - casi blanco - la piel de su cara se arrugó como la de una persona anciana, su nariz se había hecho un poco más grande de lo que la tenía. Al ver reflejada esa imagen en el espejo de agua, se echó para atrás aterrado de volver a mirarse.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

- ¡¡ LO RECUERDO MUY BIEN ARCANA !!

 

Dijo el vampiro saliendo despedido del pensadero.

 

- El día en que falleció mi abuela yo me escondí en un invernadero que aún sigue en mi castillo en Irlanda. Allí, frente a un espejo de agua, la tristeza que me embargaba en ese momento se reflejó a través de cambios en mi cuerpo. La piel de mi cara se arrugó por completa, como la de una anciana, mi nariz aumentó de tamaño y mis ojos se volvieron prácticamente blancos ... como los de una persona casi sin vida.

 

Masculló con una mezcla de alegría y tristeza al recordar ese día.

 

Esperaba que la Arcana se refiriera a esos cambios. Porque, de no ser así, no sabía que es lo que tenía que lograr para darse cuenta que poseía el don de la Metamorfomagia.

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Crazy Awards 2018:

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Observó a Amara largo y tendido. Le sorprendía todo de ella, tanto su aspecto y talante, como su actitud calmada y su propósito centrado. Había conocido a los suficientes charlatanes en la universidad, arcanos y uzza por igual, que se creían en la pretenciosa posesión de la verdad, como para darse cuenta de que estaba tratando con una persona lo suficientemente sabía para comprender que no había certezas absolutas sino que cada cual debía encontrar sus propias respuestas. Con respeto, inclinó la cabeza antes de cruzar el portal.

 

De alguna forma, que no alcanzaba a comprender, sabía a dónde le llevaría. De forma que no se sorprendió al encontrarse frente a su tío Abraxas. Estaba allí de pie, alto y delgado como un poste, con su cabello moreno encanecido y la misma expresión de severa insatisfacción que lo caracterizaba.

 

- Sobrino - dijo simplemente - El tiempo te ha tratado mal

 

Crazy fue consciente de que conservaba su aspecto real, aquel rostro barbudo de cabellos plateados surcado de cicatrices y bien adentrado en la senectud.

 

- Me hubiera tratado mejor de haber sido capaz de seguir tus consejos, tío

 

- Tenías de cometer tus propios errores, en eso consiste la vida, nadie puede equivocarse por ti

 

Y acto seguido se fundieron en un abrazo. No había sido nunca pródigo en demostraciones de afecto Abraxas, pero tampoco había dudado demasiado en demostrarle que lo quería. La familia era algo importante para los Malfoy.

 

- Espero que hayas hecho que tu futuro sea mejor que mi presente, colmillos - dijo usando su antiguo apelativo cariñoso -

 

- Temo que he fracasado en eso, como en todo lo demás - dudó un instante - Te moriste por mi culpa, tío, si sólo...

 

- Shhhh - susurró Abraxas - No quiero saberlo, centrémonos en lo que te ha traído aquí

 

Crazy se separó de él y lo observó, todavía incrédulo. Siempre lo había recordado como una figura autoritaria, poseedora de todas las respuestas y mayor conocimiento del que estaba preparado para asimilar, pero le sorprendió que yendo a él tras una vida de desafíos y experiencias, lejos de parecerle menos imponente por superarlo en edad, su tío parecía incluso más impresionante que cuando lo miraba con ojos de adolescente.

 

- Hay algo que no entiendes - dijo Abraxas al fin - Y yo debo explícártelo antes de que sigas tu camino

 

Crazy asintió

 

- Estoy aquí por la metamorfomagia - respondió -

 

Por algún motivo Abraxas esbozó una mueca de decepción a escucharlo.

 

- Con que es eso, creí que...

 

Se detuvo, cerró los ojos y, después de un largo rato, las cejas de su tío cambiaron de su habitual color negro a un rubio brillante.

 

- Crees que posees el don, como muchos otros en nuestra familia - lo observó con sus penetrantes ojos negros - Yo nunca llegué a despertarlo realmente, y quizás tú nunca puedas

 

- Me lo temía...

 

- No he terminado, quizás nunca puedas, pero debes intentarlo colmillos - depositó una mano firme sobre sus hombros - Para lograr cambiar tu aspecto exterior, primero debes conocerte a ti mismo, entender tu camino

 

Abraxas extendió una mano y un portal surgió frente a ellos. Crazy comprendió entonces que también había sido un fulguramago, y que las barreras del espacio y el tiempo no significaban demasiado para él.

 

- Sabes quién fuiste, te he educado bien, pero no sabes si tu camino te llevará a ser quien quieres ser.... Ve y descúbrelo

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La inseguridad que sentía ante la posibilidad de que no fuera capaz de cambiar de apariencia como muchos de sus parientes, se fue esfumando de a poco, gracias al gesto de la Arcana. Parecía que ella entendía la encrucijada en la que el castaño-rubio se encontraba, y por esa razón, le había dado una tarea. La mejor forma de comprobar que lo suyo era Metamorfomagia, era ponerlo en práctica.

 

Asintió con tranquilidad en dirección a Amara, dando a entender que estaba listo. Cruzó el portal sin muchos miramientos.

 

De inicio, podía notar que era bastante diferente de los que conjuraba el guerrero Uzza Badru, que usualmente llevaban al mundo de los muertos. Éste, parecía más estilizado. Más cálido. Apenas salió del agujero, se encontró a sí mismo con un un paraje helado, cuya nieve le llegaba hasta las rodillas. Un bosque de coníferas. Al cruzar el medio de transporte, estaba pensando en el pasado, y las decisiones que le habían traído a el punto dónde se encontraba. Particularmente, la que desencadenó su decisión de dejar el continente norteamericano.

 

Boston, en el año dos mil once.

 

¡Tiene que ser una broma! chilló por lo bajo, inmediatamente ocultándose detrás de un tronco. Tras su persona, flotaba la esfera de luz que la Arcana había encomendado para monitorearlo. Cuando pensaba que viajaría al pasado, no creí que esto me llevaría tan lejos.

 

Se llevó una sorpresa al notar que la madera era tan sólida como si realmente estuviera ahí; a diferencia de su experiencia con Badru, dónde todo lo que tocaba, se hacía humo. ¿Acaso los Arcanos poseían poderes significativamente superiores al pueblo Uzza? De ser así, tenía la oportunidad de cambiar la escena que estaba desarrollándose en el claro a unos metros de él.

 

Un muchacho castaño, de no más de diecisiete años, acompañado de un hombre más alto, rubio y fornido, que parecía depredarlo como una serpiente. Frente a ellos, se retorcía un sujeto que parecía tener la misma edad que el Eobard del pasado. Su versión joven le apuntaba con la varita de nogal negro, y segundos después, un destello cegador. Hasta él, que observaba a lo lejos, le impidió ver aquello. A los pocos instantes, ambas personas se marcharon.

 

Por Odín. ¡Es Allen! Siempre creí que Ducard lo mató.

 

Se acercó con grandes zancadas a dónde yacía el cuerpo. El joven de cabello rubio parecía víctima de un hechizo de parálisis, pues se había quedado boquiabierto, y con las manos sujetando la herida en la clavícula. Una flecha negra; hecha de magia oscura. Lo sabía, porque él, su versión más joven, se la había lanzado con la varita. Pensó en las posibilidades: Allen era hijo de un congresista en MACUSA, uno de los muchos que, junto a su padre, condenó sus acciones en el territorio, impidiéndole volver a futuro, y agregándolo a la lista negra.

 

¿Qué tal si lo llevaba a casa? No curarle, porque no era experto en Primeros Auxilios, pero no dejarlo a merced. Ni a su más acérrimo rival, que era el rubio, le había deseado un final tan ridículo. Posiblemente se ganaría un aliado a futuro y, con un poco de suerte, el que pudiera pisar suelo norteamericano de nueva cuenta.

 

Tal vez sea hora de corroborar si la habilidad la activo bajo situaciones de estrés. se dijo, seriamente preocupado por el hecho de que, ocho años mayor, aún compartía rasgos específicos con su versión más joven. No quiero imaginar la reacción de despertar, y lo primero que veas, sea a tu rival declarado, intentando salvarte.

 

Comenzó a dar vueltas alrededor de Allen, intentando llegar a un punto medio que le permitiera llevárselo sin tener que forzar la metamorfomagia. Sería algo no tan complejo, pues tal vez el forzarlo, sería contraproducente. Así lo veía él, como un instinto natural, que llegaba en el momento en el que se necesitaba, ¿tal vez, como un sexto sentido?

 

Se sentó en la nieve al final, para darle un poco de paz a su mente. Podía intentar cambiar el tono de su piel, o el de sus ojos, que eran detalles que lo delatarían. Cerró los ojos, intentando imaginarse cómo se vería así, con una risa escapando de sus labios al tener dicha imagen. Casi se va de lado al dejar que la luz llegara a sus globos oculares. Su piel había mutado a un tono más bronceado, como el de los turistas en destinos tropicales, pero no totalmente; el color níveo prevalecía en el resto del cuerpo era cubierto por su ropa.

 

Hizo lo que pudo para mirarse el reflejo de su iris en las gafas. Era un color turquesa, ligeramente más vívido que el gris habitual, por lo que seguro sería convincente. Combinado con la barba de un par de días que ya traía, pasaría por alguien completamente distinto. O eso espero, cuando le lanzó el Enervate a su ex compañero de Ilvermorny.

 

¡Calma, muchacho! Calma. Te encontré aquí hace unos minutos, parece que te desmayaste. Y necesitas atención médica; me podría aparecer en un sanatorio, pero quizá lo ideal es que te lleve a dónde tu familia.

 

Extendió ambas palmas hacia el frente, intentando apaciguar al fugaz joven que se había levantado en un santiamén y balbuceaba cosas de que habían intentado acabar con él. Eobard conocía el hogar de la casa Allen, pero aún así, aguardó a que éste se lo dijera, para no levantar sospechas. Así, pues, en cuanto el tipo se tranquilizó, el norteamericano se lo llevó a la mansión a las afueras de Boston.

 

El padre acudió al llamado, aunque fue breve. Le agradeció a Eobard, con todo y su apariencia modificada, y raudo, regresó al encuentro con su hijo, que había sido llevado dentro.

 

No sé qué tanto cuente eso como cambio social positivo. explicó a la esfera, una vez que se encontraron a una distancia fuera de miradas curiosas. Aunque estaba seguro de que a ésta, no la veían. Nunca nos llevamos precisamente bien. Quizá eso me haya ganado un nuevo aliado, qué sé yo. Pero eso sólo podría saberse en el presente o el futuro.

 

El portal se había quedado en el bosque. Y aunque el castaño tenía ganas de explorar las consecuencias de dicho acto, también sabía que debía reportarse ante Amara. Lo gracioso del asunto, sería que la esfera no daba signos de poder hablarle realmente, así que en todo caso, él debía ser quien decidiera.

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Beltis aguardó la respuesta y la pausa de la arcana le hizo comprender que como cualquier magia poderosa, no existía una respuesta sencilla. Tampoco sería fácil encontrar una respuesta clara, como la de Crazy, en su ascendencia. Largos libros se habían escrito con los nombres e historia de sus antepasados, textos que se perdían en el tiempo, durante la existencia de países cuyas fronteras habían desaparecido, en idiomas que casi nadie recordaba. Y como cualquier antigua familia de magos había un poco de todo; un poco de grandeza y mucho de locura. También había algo de sangre mestiza y líneas que acababan enredándose una y otra vez. Y todas acaban en ella. Solo en ella. Menudo chasco.

Metió las manos en los bolsillos del vestido de lino y se fue a parar frente al espejo, todavía sintiendo las palabras de la arcana en sus oídos. No recordaba la última vez que alguien la había llamado así, si es que alguna vez eso pasó. La mente no dejaba de sorprenderla y sabía, al menos, que los recuerdos pocas veces eran confiables. Incluso las memorias más queridas podían ser imágenes distorsionadas que poco parecido guardaban con la realidad. Se detuvo en la arruga que se le hacía en el entrecejo cuando se perdía en sus pensamientos. Ese mismo surco que compartía con su madre y su abuela -por lo que había visto en los retratos-, allí, donde comenzaba la ceja izquierda una línea profunda se dibujaba.

Acercó una silla y se sentó con el respaldo hacia adelante mientras sus compañeros de clase se embarcaban en sus propias aventuras. El reflejo del espejo seguía siendo ella. Había heredado una arruga de mal genio, el gesto altivo y de asco tan propio de su madre. De su padre había heredado un hígado que soportaba cualquier clase de licor. Y tal vez el desequilibrio mental. Si había heredado esas nimiedades, probablemente también alguna de las habilidades de sus antepasados. Solo tenía que encontrar la forma de despertarlas, de usarlas de forma consciente.

El rostro del espejo seguía siendo el suyo. Aún recordaba su normal e insulsa cara adolescente. Mofletes, ojos castaños, cabello castaño, granos. Se esforzó. Recordó esos días, esos gestos, esas voces. Era casi otra vida. El cabello blanco se fue volviendo castaño. Le salieron granos, unos pocos. Uno gigante en el mentón. Los ojos se resistían. El gris, el hielo, parecía imposible de quitarlo. Puso toda su fuerza pero nada sucedió.

- Em...Amara ¿Esto es normal?

Los ojos no cedían y el cambio quedó a la mitad. Había optado por una imagen suya que le era familiar, algo que había sido en el pasado y le era natural. Se río al ver ese rostro sufriendo las inclemencias de la juventud.

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