Galería de Arte-Rindo (MM B: 109841)

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

Me dejé guiar por la mano de Leah. Su calor me invadía como una raíz, penetrando en mi circuito de venas. El pecho se me encogía. Aquella joven, su melena dorada. Desde luego, Ottery estaba repleto de personas interesantes a las que merecía la pena encontrar y pararse a conocer. Entramos en un local que parecía una galería de arte. Era sorprendente que Leah, a pesar de no conocerme, hubiese adivinado mis gustos.

 

La estancia, impecable, de un blanco impoluto. Por los grandes ventanales se filtraba el sol en forma de láminas dispersas. Decenas de retratos iluminados a conciencia, y algunos sofás dispuestos por el suelo para la comodidad de los visitantes. En ese momento, estaban presentando una exposición de fotografía, así que sonreí ilusionado. Leah ignoraba hasta qué punto estaba agradecido por este detalle.

 

––Yo hago fotos constantemente ––suspiré––, siempre llevo una cámara encima.

 

Contemplaba las obras absorto, con los ojos muy abiertos. Debían brillar como cuando lloras, plagados de destellos como el sol derramándose en una superficie marina. Le robé la botella de vodka de la mano, para darle un trago largo.

 

––Gracias por traerme aquí. ––Susurré, esbozando una leve sonrisa. De repente, mi acompañante se había convertido en la persona más interesante de Londres, en una cercanía cálida. Su proximidad me encandilaba.

 

@

Editado 28 de Agosto del 2018 por Oniria

[Leah Snegovik]

Una sensación de orgullo llenó su pecho, lo que la hizo sonreír ampliamente, tan radiante como las paredes de la galería. Las obras expuestas y ella, para Sísifo, tenían la misma importancia. Y le encantaba. Esperó hasta que bebió de la botella y solo entonces buscó sus labios en un roce sutil. No había mentido cuando había dicho que sabía mejor que el Grey Goose.

-Me alegra saber que te gusta, aunque no hemos tenido tiempo de hablar con lo de la cámara.

Examinó su torso, notando que no había tenido tiempo de tocarlo y por ello no se había percatado de que llevaba una cámara consigo.

-¿Qué sueles fotografiar? -esperó un instante-. Tienes cara de fotografiar personas. Creo que podrías obtener el mejor perfil de cualquiera.

La química que existía entre ellos dos eran tan perfecta como inexplicable. Ella jamás había llevado a nadie a ningún sitio, jajás había hecho relaciones sociales y mucho menos había tenido una especie de cita con alguien que había conocido en una taberna. Pero se sentía, casi, como en casa. En un lugar conocido. Pasó distraídamente la mano por su cabello rubio.

@@Oniria

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

––Bueno, fotografío un poco de todo, según lo que sienta... ––expliqué–– pero sí, sobre todo a personas. Puedo hacerte fotos a ti, si me dejas.

 

Observé a Leah con atención, pensando desde qué ángulo me gustaría disparar. Y me trasladé a mi laboratorio, con aquellas luces rojas como del infierno, maniobrando con los líquidos y el tanque de revelado, colgando las láminas con pinzas para secarlas. Me encantaría captar a Leah desprevenida, con su expresión serena y su cabello dorado, y esa amabilidad dulce que poseía cuando se dirigía a mí.

 

––Si tuviese una fotografía tuya... así podría volver ––comencé, entrecortadamente, situándome frente a ella. De vez en cuando parecía que me sumergía en mis propias reflexiones y me ausentaba del mundo––, volver a todos estos momentos. A tu rostro cuando me observas sin darte cuenta. Eso es lo mágico de congelar el tiempo. Lo retienes contigo para siempre.

 

Sonreí, acariciando su mejilla, siguiendo con la mirada el recorrido de mis dedos por su piel. Inmediatamente, levanté las cejas, como sorprendiéndome de su cercanía. Me acerqué tan lentamente como supe, besándola despacio. Tan despacio como se mueven las plantas.

 

@

[Leah Snegovik]

-Me encantaría -se sorprendió al responder, puesto que nunca le habían tomado una fotografía a menos que hubiese un motivo mayor, algo que no se pudiera evitar.

Pero la idea de que él la fotografiara era alucinante. Lo imaginaba cerca, captando todos sus momentos sin que ella siquiera lo notara, ensimismado en un mundo donde ella podía ser partícipe. No podía imaginar cómo es que, de pronto, necesitaba tenerlo tan cerca. U rostro se acopló a su mano cuando movió la cabeza, buscando la palma de su mano para recostarse. Empezaba a agradarle la sensación que transmitía su piel contra la suya.

La lentitud en sus labios le permitió ser parte de él por un par de minutos, tocarlo, invitarlo a acercarse sin una mesa de por medio, sostenerlo para que no volviera a apartarse. Cuando el beso terminó, se descubrió a sí misma buscando refugio en sus brazos, sobre pasada por una extraña sensación de reconocimiento. Había vivido algo así alguna vez.

-Sísifo -pronunció lentamente ese nombre-, ¿de dónde saliste? Tú y todas tus cosas magníficas. Con tu cámara y tus poesías. Puedes fotografiarme siempre que quieras, aunque no prometo salir bien, no es algo que yo suela hacer. Me atrevo a decir que la cámara me odia.

@@Oniria

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

Sonreí, gratamente sorprendido porque le hubiese agradado la idea de ser retratada por mí.

 

––Bueno, tú no hagas nada. Yo simplemente usaré la cámara cuando crea conveniente. ––Expliqué.

 

Me daba cuenta, repentinamente, de lo mucho que me gustaba Leah. Su seriedad, traspasada de vez en cuando por un insólito aura de cariño. Era tan bonita como una flor sostenida en unas manos temblorosas, pero sin la fragilidad de los pétalos, firme, imponente. Su presencia me embargaba, me invadía como un huracán de ternura y dolor. Dolor por la intensidad de lo que sentía.

 

La abracé, tan delicadamente como si algo pudiese romperse. Aquellas manos me estaban perforando los huesos.

 

––Pues... sé que nací en Estados Unidos, pero creo que no he salido de allí. En realidad no sabría decirte... estoy aquí, sin más. Y seguiré aquí eternamente, supongo.

 

La miré a los ojos. Verde, primavera naciente, la selva reflejada en el agua, vidrio filtrado. "Tengo tantas cosas que decirte", pensé para mis adentros.

 

@

[Leah Snegovik]

-Me encanta la idea de que te quedes siempre -confesó.

No era una persona con problemas para expresar lo que sentía, la rareza de aquella conversación radicaba en el sentimiento en sí que estaba generando por Sísifo. Aquella mirada profunda la atravesaba y miraba su alma, la estudiaba así como había estado mirando las fotografías. Y le fascinaba. Se sentía atemporal, ajena al resto de las cosas del mundo. Una sensación que estaba guardada en el fondo de su corazón.

Nadie en la galería los espiaba, las pocas personas que había por ahí estaban demasiado atentas a sus cosas como para verlos a ellos entre todo lo demás, había muchas cosas para detallar. Pero ella estaba detallando algo más, al chico que tenía delante. Se puso en pie, siempre más baja que él, y acarició su abdomen, subiendo las manos hasta que llegaron a su cuello. Se abrazó a él. Era la primera vez en muchísimo tiempo que hacía algo así, ni hablar de lo referente a su género. Le besó la barbilla.

-Deberías empezar ahora con las fotografías, no creo que esto vuelva a repetirse -rodó los ojos. La Warlock normalmente mantenía la compostura en la calle para no llamar la atención de los tabloides-. Al menos en lo que al exterior respecta. Lo que hagamos en interiores nos corresponde saberlo solo a nosotros.

@@Oniria

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

Sonreí. "Me encanta la idea de que te quedes siempre". Mi corazón se encendió. Era fascinante cuando comprobabas que tus sentimientos hacia alguien eran mutuos. Sus manos, ascendiendo desde mi abdomen hasta el cuello, me arrancaron un escalofrío. Cerré los ojos cuando besó mi barbilla. Y antes de abrirlos, giré levemente la cabeza para besarla, aprovechando la corta distancia a sus labios. La contemplé. Su boca, humedecida, lucía algo hinchada y sonrosada.

 

Cogí la cámara, comprobé la configuración y el rollo, y encuadré. A través del visor, algo gastado por los años, Leah parecía un recorte de una revista olvidada en un anticuario. Su cabello dorado, ligeramente oscurecido. Aquella expresión de deslumbramiento. Presioné el disparador. El crujido que prosiguió indicó que aquel instante permanecería en el tiempo para siempre. La fotografía, en cuanto a composición y contenido, probablemente era muy pobre, pero su valor sentimental me parecía incalculable.

 

Leah se reposicionó. Todos éramos vulnerables ante una cámara, si no trabajábamos cuestiones como la pose, la actitud... pero precisamente esas eran las personas a las que más me gustaba fotografiar: las naturales, poco fingidas, con su mirada temerosa de no saber qué expresión es la adecuada para perpetuarse en el negativo.

 

––Esto ya no volveremos a vivirlo ––musité, consciente de la finitud–– esa es la magia de la fotografía. En cierto modo, permite que algunas cosas sean eternas. Cada vez que mire esto, me trasladaré a esta galería contigo. Y aunque la memoria tergiverse la realidad... sabré que fue real, que vestías así, que sonreías de esa manera.

 

La miré fija, intensamente.

 

@

[Leah Snegovik]

¿Debía sonreír? ¿Quedarse quieta? Optó por hacer lo que él quería, ignorar la cámara, puesto que no tenía mucha idea de cómo proceder. Después de que la primera foto estuvo lista, supo que en realidad no era tan difícil, después de todo. Lo que evitaría, tal vez, era verlas. Se sentiría tonta, ligeramente expuesta. O quizás le gustara y se convertiría en la modelo de aquél joven de sonrisa amable, al que cada vez tenía más ganas de abrazar. Comprendió entonces que se sentía rara con él, para bien, pero rara al fin...

A veces le daba la sensación de que era alguien que había regresado. Quería abrazarlo y no soltarlo, casi para hacerle sentir que estaba feliz de verlo. Era una tontería, por supuesto, tomando en cuenta que se habían conocido apenas unas horas atrás. Pero aún así se abrazó otra vez a él, consciente de que era una muestra de afecto muy profunda para el corto tiempo que llevaban juntos entre la taberna y la galería.

-Si seguimos así vas a poder llenar una galería de momentos -rió por lo bajo y observó la cámara-. Creo que tengo un par en casa aunque son distintas a esta. Esta es Muggle. ¿Me equivoco? Tal vez luego puedas enseñarme cómo funciona. Te haría un par de fotos interesantes...

Lo miró con la ceja alzada y se separó, sobre cargada de cariño. La botellade Grey Goose bajó un poco luego de que bebió de ella.

@@Oniria

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

Recibí su abrazo con cariño.

 

––Sí, es muggle. Es una cámara analógica, una Canon AE-1, así que para ver las fotos tengo que revelarlas antes. Nunca sé cómo habrán salido hasta entonces... aunque con años de práctica, suele ir bastante bien.

 

Se separó de mí. Y extrañamente, ya anhelaba su contacto. Me sentí extraño, sobrepasado. Apenas la conocía desde hacía unas horas, pero mi sensación era muy distinta... como si ya hubiésemos estado juntos antes, tiempo atrás, y nuestros cuerpos conservaran una memoria que nosotros habíamos perdido. Pero aquello, sencillamente, no era posible.

 

––También tengo una cámara mágica pero... prefiero que las fotos sean estáticas ––comenté–– y claro, podría enseñarte. No es tan complicado, en realidad. ¿Qué fotos querrías hacerme?

 

La contemplé con curiosidad, enarcando una ceja, contemplando posibilidades. Me ruboricé al instante, así que desvié la atención a uno de los retratos colgados en la sala, y fingí concentrarme en evaluarlo estéticamente.

 

@

[Leah Snegovik]

Le habría gustado saber un poco más de cultura muggle, a pesar de odiarlos a todos, solo para poder comprender qué le estaba diciendo. Sin embargo, su fascinación era palpable. Algo difícil de conseguir en ella. Solía repudiar por completo cualquier cosa que no fuese del mundo mágico, así que solía ignorar algunas cosas, como la marca de la cámara, pero Sísifo estaba logrando que se olvidara de ese pequeño detalle.

Cuando hizo mención a qué tipo de fotos esperaba hacerle, esbozó una sonrisa que no dejaba lugar a dudas y, por supuesto, no dejó pasar el detalle de su rubor. Era adorable. Se mordió el labio y decidió esperar a que se le pasara, retirándose a otra fotografía no muy lejos de ahí. A simple vista solo parecía un paisaje pero a ella se le hacía muy familiar. París, había vivido ahí muchos años. Miró con carente nostalgia la fotografía en blanco y negro y volteó después de un rato para ver a Sísifo, que la espiaba mientras ella estaba de espaldas.

-Aún tienes un poco de color en las mejillas -señaló con tono burlón-, me gusta. .

Le guiñó un ojo y se giró por completo.

-Creo que haré que te ruborices más seguido. Me pregunto si será complicado... -tenía un brillo en los ojos especial-. ¿Y si vienes para que lo compruebe? Tengo algo en mente.

No era cierto, solo quería ver cómo se ruborizaba con el simple pensamiento. Otra vez.

@@Oniria