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Adivinación y Primeros Auxilios


Jessie Black Lestrange
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—¡Ayyyy! Te dije que no hicieras eso. Menudo susto . . . —Se llevó la mano al corazón mientras el ritmo cardíaco volvía a su normalidad.

 

Aunque más que escucharlo el susto se debía a que Richard parecía un gato y para colmo estaba de cabeza, cómo rayos hacía para que no se le fuera la sangre a la cabeza en esa posición. Como nota mental se fijó el nunca fumar nada, ni siquiera cigarrillos, para no tener nuevamente esas visiones. Aunque en realidad no era susto o pavor lo que le generaban, era más bien lo bizarro que se veía. ¿No era eso de lo que trataba también las ramas de la Adivinación? ¿Aceptar las cosas por extrañas que se vean? Era una gran cuestión para meditar más a futuro.

 

Todo se volvía demasiado sencillo desde que apareció nuevamente. No era justo, pero a veces Athena no era la que presentaba más paciencia, un rasgo que sin duda era Stark en todas sus letras.

 

—Mirar hacia el futuro. . . No creo que en el futuro hayan tantos caminos. — Lo dijo con toda la seriedad del mundo.

 

Según ella el futuro era solo uno solo que con muchas rutas para llegar a ese momento, a ese objetivo de la vida. Era solo una perspectiva, aunque abierta al cambio, tenía que ser así o de lo contrario el conocimiento carecía de real sentido.

 

De cualquier manera siguió avanzando conforme los cipreses se habrían dejando cada vez más notorio el camino libre. La caja mencionada relucía en medio y como meta al final del camino, pero no parecía ser el objetivo. ¿El huevo estaba adentro? ¿Y a que se refería con ver lo que brillaba? Toda su atención se había centrado en el centro del laberinto, en la música que salía de quien sabe donde y en que ya no estaba tan oscuro, aunque aún no se veía de las pantorrillas hacia abajo.

 

—Ya sé, ya sé, el dichoso huevo.

 

Tomó un impulso y decidió correr hacia la caja.

 

Y entonces lo vio, era un conejo ¡Su padre era un conejo! Se frenó en seco y se volvió a tallar los ojos para estar segura, pero ¿en qué momento se fumó algo tan fuerte? Tanto cambio solo conseguía que le doliera un poco la cabeza. Y para colmo no dejaba de repetir que se acababa el tiempo, como conejo podía ser bastante más fastidioso.

 

— Ni siquiera voy a preguntar. . . —Retomó la marcha. Estaba tan cerca.

 

La caja era enorme, pasaba de su altura por un par de centímetros, y ancha, bastante ancha. La tocó por un costado y luego dio unos golpecitos, se escuchaba vacía en su interior.

 

—El huevo no está aquí, de seguro está en algunas de esas puertas. —No las contó pero eran siete tal cual siempre indica el número mágico.

 

Se dirigió a la tercera, aunque tuvo que agacharse un poco por que la puerta era más bien pequeña. Giró el pomo y con cuidado se atrevió a traspasarla. A partir de ahí era azar si es que encontraba o no el huevo, pero al menos exploraría algo más aparte del laberinto. Se preguntó si era prudente mezclarse con otros mundos, porque eso era lo que esperaba encontrar. . .

 

. . .Grande fue su sorpresa al observar Winterfall por el interior. Una réplica más perfecta no podía ser.

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Ahora tenía el brazo vendado y la herida le producía un cosquilleo constante encima del radio. El árbol le servía de soporte y protección por el momento, mas aquello no podía durar ya que debían continuar con la marcha antes de que acaba el tiempo. Estaban a poco menos de la mitad del recorrido y seguramente pronto encontrarían otro obstáculo. Debían apresurarse.

Está bien así, aunque no es mala idea lo de la circulación sanguínea —sonrió—. Si sigo sangrando de esta manera quizás quede inconsciente —había bromeado alegremente, pese a estar segura de que pronto necesitaría una poción reabastecedora de sangre.

No me hizo nada más, solo el brazo —le dijo a Anne. Intentó mover la extremidad y una torrente de dolor le recorrió hasta el hombro. Simplemente se rió del desastre propio, incluso estaba viéndole el lado positivo: no había perdido el brazo, solo era un rasguño, uno un poco profundo. Dejó el brazo magullado a la altura del pecho como si tuviera un cabestrillo imaginario y le tendió la mano sana a su compañera para levantarse como si nada hubiera pasado.

En efecto no se había percatado de la desaparición del hipogrifo, pero intentó no darle vueltas al asunto. De cualquier forma aquel animal y las dos chicas no eran enemigos, era parte de la regla de honor de aquellas fascinantes criaturas. Como respuesta a Anne levantó los hombros ligeramente evitando así tener que formular alguna extraña respuesta y se acomodó la mochila al hombro.

Continuaron avanzando en línea recta hasta toparse con un río. Anne sugirió atravesar a pie por una zona menos profunda y Evans asintió, dejó que su compañera tomara la delantera y le vio usar la varita sobre su ropa. Por un momento pensó que había roto una regla, pero por otro lado no había sido un hechizo para curar así que no intervenía con la funcionalidad de la clase.

Lo que le hizo abrir los ojos como platos fue ver a Anne siendo arrastrada por la corriente en el segundo siguiente,. No lo había previsto, la corriente le sumergió, le empujó y la devolvió a la superficie, así otra vez y otra. Evans tuvo que correr por la ladera pegada al río, estaba algo desesperada por estirar una mano y sacarla de ahí. La corriente fue más fuerte y Anne fue arrastrada antes de que Binny lograra alcanzarla.

Tan alarmada como estaba consiguió olvidar la herida del brazo y jalarla con ambas manos cuando esta quedó sujeta a una rama y se arrastraba hacia la orilla. La corriente era muy fuerte y no hubiera logrado salir fácilmente, Evans logró sacarla antes de que la rama se rompiera por el esfuerzo y fuera devorada por el agua.

¡Por Merlín! —ahora estaba empapada y escandalizada. Dejó que Anne tosiera y escupiera todo el agua que había tragado, incluso ignorando por un momento la sangre que escurría por sus cabellos. Le frotó la espalda por instinto e inmediatamente descolgó la mochila para rebuscar entre los frascos y las vendas. Apartó una bolsa de gel frío, una toalla de manos y algunas vendas.

—Será mejor que no te muevas luego de un golpe como este —le dijo y ayudó a Gaunt a terminar de recostarse. Inmediatamente intentó secar el área del corte con la toallita de manos y colocó la bolsa de gel frío para detener la inflamación. Dejó que esta reposara en la zona, aún preocupada por la sangre que no era mucha pero no se detendría tan fácil.

Espera aquí, estás empapada y la herida en la cabeza es cosa seria. Buscaré una forma de salir de aquí o hierbas... —¡Pero qué estaba diciendo!— Solo aguarda un par de minutos, sí?

Evans dejó la mochila como almohada de Anne y echó a correr por la orilla del río examinando el terreno. Le dio la impresión de ver a alguien escondido entre los arbustos pero mágicamente el rastro desapareció. A la derecha y la izquierda el río parecía interminable, pero al frente los árboles se veían apacibles. Siguió avanzando río abajo hasta darse cuenta que el hipogrifo que antes le había atacado estaba devorando un hurón justo al frente.

¡Hey! Amigo, ven aquí —le llamó. El hipogrifo le ignoró, pero Evans continuó apareciendo un ave entre sus manos. Aquello sí que llamó la atención del hipogrifo, pues se alimentaban de ellos de vez en cuando. Cuando la criatura se acercó Evans dejó que devorara el pajarillo y le acarició el plumaje— Necesito tu ayuda, luego te conseguiré todos los hurones que quieras —le susurró y empezó a andar junto con él. Si la criatura se hubiese negado tendría otra herida pero no fue así, en completo asombro le siguió quizás por compasión o por conveniencia.

Llegaron hasta Anne que había reposado todo ese tiempo. Y ahora podían montar en el hipogrifo para volar hasta el extremo del bosque donde pasarían la prueba y podrían usar la varita para curarse.

Anne, Anne —llamó, esperaba que estuviera bien ya que todo había sido para ayudarle—. Nos vamos a casa, ¿puedes levantarte? Nuestro amigo nos ayudará a salir de aquí, vamos —le tendió una mano para que terminara de incorporarse y le explicó sin muchas vueltas que debían subir al emplumado amigo, a menos que ella pusiera alguna objeción.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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Richard esperó con el pulso desbocado mientras su hija exploraba la caja, para luego desestimarla. No pudo haber estado más complacido con ella; casi sentía que tenía escaso trabajo como padre, aunque podía echar mano de su trabajo como maestro. La sonrisa asomó a su rostro una vez más, mientras su hija se deslizaba hacia el interior de la puerta. Err tiempo de salir de allí, no podía avanzar con ella a la zona de sus visiones. Era algo estrictamente personal.

 

Sintió una presión fuerte en los oídos y su figura fue desvaneciéndose a la par que alzaba la cabeza y tomaba una enorme bocanada de aire. Se encontraban aún en el bosque, en medio del estanque. Richard había yacido sobre una piedra plana y casi rectangular, con los bordes irregulares, semi sumergida en el agua. Athena estaba aún tendida en ella. Richard había sacado la boca del agua y deseaba mover de allí a su hija también pero no podía. Se limitó a cargarla aguantando su peso lo mejor que podía, sin despertarla. Había blanqueado los ojos y por un momento pareció mover los labios pero por lo demás, estaba en completo trance.

 

La llevó a la orilla, dejándole aún los pies y las manos en el agua. Luego, empezó a trazar un arco con la misma, rodeándola, de la misma manera que había hecho al inicio del trance, para canalizarla. Él había hecho eso para ella para acelerar el proceso pero en adelante, Athena podría echar mano de su habilidad con las fuentes de agua con las que pudiera hacer contacto. Al menos eso solía sucederle a Richard, al igual que cuando observaba el fuego.

 

Limpió el sudor frío que corría por su frente y se mantuvo sentado, esperando. Ella tendría una visión, una visión crucial de la que saldría con información importante y fidedigna y esperaba que lo hiciera airosa. Mientras tanto, él se encargaría de que ella no recayera en la locura o el impedimento, haciendo que fluyeran sus poderes. Fue una espera lenta y francamente agobiante, especialmente teniendo en cuenta las posibilidades funestas y el hecho de que Richard había actuado de forma impulsiva, arrastrándola a aquella prueba.

 

Cuando al fin abrió los ojos, el alivio en Richard fue palpable. Richard la tomó entre sus brazos con delicadeza y se limitó a susurrar.

 

-Ya está, Athena, ya estás bien, ya estás a salvo.

 

Sabía que quizá la muchacha no necesitaría de esas palabras. Quizá, no, probablemente su mente estaba mucho más dominada que la suya de forma que su primera visión no sería la traumática experiencia que había sido para él pero aún así se obligó a hacer todo aquello, componiendo el gesto con ánimo más bien paternal que pedagógico. En el fondo, sabía que lo hacía porque consideraba importante el ofrecer a su hija la oportunidad de la que él careció, de tener a alguien a su lado, al salir del trance aunque ella no necesitase compañía y apoyo de la misma forma desesperada en la que en el pasado él la había necesitado para comprender un poco ese ramo inexacto de la magia.

 

Besó su cabello, y se lo peinó hacia atrás con la mano cuando ella empezó a parpadear varias veces luego del primer vistazo y pareció ya más consciente de su realidad inmediata. Luego, se limitó a quitar sus pies y manos del agua, esperando que no lo patease o algo parecido aunque más bien divertido luego de pasada la preocupación, al considerar aquella posibilidad. Se incorporó y miró alrededor, del bosque, pensando qué tan fuerte habría sido el poder de éste para hacer de su visión algo importante... o trivial.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Una vez cruzada la puerta olvidó completamente su propósito y la compañía su padre ahora conejo, antes gato, y quien sabe cuantas criaturas más que Athena no había logrado captar durante el recorrido en el laberinto. Lo olvidó porque estaba sumamente concentrada en el nuevo escenario y porque ya no escuchaba su voz como una especie de Pepe Grillo guía. Aunque probablemente si surgía alguna duda el nombre acudiría a ella raudo.

 

El lugar no tenía nada de especial a simple vista, era como haber despertado en otro punto del bosque porque horas atrás caminó sin ninguna preocupación. Se escuchaba agua corriendo el algún punto lejano, debía estar a muchos metros pues el silencio acentuaba los ruidos, y este era apenas un murmullo. Caminó un poco, solo árboles no podían darle el nombre de aquel lugar, ni tampoco calaban de alguna manera en sus recuerdos, simplemente era otro sitio de algún lugar del mundo, aunque no se podía negar su belleza.

 

Caminó más, pero no había nada fuera de lo común. . .

 

—Uhm. . . Nada.—Mencionó con cierto fastidio llevando ambas manos a la nuca.

 

Y entonces lo vio, entre dos árboles que parecían álamos a simple vista. Un hipogrifo, un magnífico ejemplar de aquellas especie, que de paso parecía no reparar demasiado en su presencia. Quizás solo circulaba por ahí en busca de alimento o de otros de su especie.

 

Lo siguió aunque aguardando las distancias. Eso era mejor que solo estar allí de pie por más tiempo, ya había contemplado suficiente a su alrededor.

 

—¿Adónde vas pequeñín? Ni siquiera sé si tengo que seguirte.

 

Llegó a un pseudo claro en donde distinguió una silueta más bien conocida. ¿Binny Evans? Recordaba haberla visto hace poco, por lo que fue un alivio encontrarla, pero el hipogrifo no pensaba de la misma manera. No entendió del todo que sucedió, no alcanzó a reaccionar solo lo vio profiriendo un corte al brazo de su amiga y entonces la escena se comenzó a alejar y de pronto ya no estaba más en el bosque, muchas imágenes pasaban a gran velocidad hasta quedar totalmente en negro.

 

—¡Binny! —Tuvo la sensación de que lo gritó pero jamás llegó a escuchar su voz.

 

Sus ojos se abrieron primero de golpe luego con pestañeos rápidos. Richard estaba allí y hablaba cosas que no lograba entender con claridad. Solo alcanzó a escuchar ". . .ya estás a salvo" ¿A salvo de qué? Ella no era la que estaba en dificultades en esos momentos. Era Evans, y seguramente Anne Gaunt también, así lo presentía.

 

Cuando por fin pudo hablar se incorporó un poco en el lugar sin percatarse que su padre acariciaba sus cabellos, fue por eso que no fue esquiva con aquel gesto tan impropio de él.

 

—Binny, Binny Evans va a ser herida por un hipogrifo, o ya lo fue, no lo sé. Pero estaban en el bosque, y su brazo sangraba profusamente, es una herida bastante profunda. ¿Cómo puedo saber si estará bien?

 

Le miró preocupaba, asustada. A veces, no era tan bueno tener aquellas visiones y más cuando eran seres preciados los que estaban en apuros, además significaba que eso, se quisiera o no, sucedería de todas maneras. Era como saltarse páginas de un libro muy bien escrito para averiguar de antemano el final sin importar lo que sucediera en el medio.

 

Suponía que lo siguiente sería comprobar si de verdad aquello de verdad sucedería o estaba sucediendo, aún no llegaba a estar segura.

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