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Adivinación y Primeros Auxilios


Jessie Black Lestrange
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Lo que sus alumnas decían sobre lo que se trataría la clase, en parte era cierto. Minimizar el dolor en la apersona a tratar siempre era lo primordial pero ¿y si el dolor no era la base del sufrimiento de la victima? Había más cosas que el dolor que podían poner en graves problemas y más a las dos chicas que Jessie tenía frente a ellas.

 

El miedo era la principal causante de la parálisis en situación de peligro y el motivo de muchas desgracias. Sonrió sabiendo que lo que les deparaba el bosque no era nada bueno; aun para un bosque muggle siempre había criaturas magicas escondidas en todos lados y si a eso le agregaban el hecho de que Jessie había dejado libre a su hipogrifo para que le ayudara en la clase...

 

Las vio acercarse a las lindes del bosque, allá donde terminaba el claro. Era momento de partir y ponerles las cosas más difíciles a sus alumnas, gracias a la magia que poseía podía hacer que el terreno cambiara a su antojo y es justo lo que haría. No les pondría las cosas tan simples como a sus otros alumnos, exceptuando a Nathan, pero a fin de cuentas con los demás habían sido simples simulaciones, en esta ocasión no sería así.

 

A cada paso que dieran sus alumnas se encontraría con una criatura más peligrosa que la anterior, así como dificultades de la propia naturaleza que les proporcionarían severas heridas y lesiones que si bien no pondrían en peligro su vida, si requerirían de atenciones inmediatas para poder seguir su camino y teniendo en cuenta que estaban contra reloj, deberían de aprender sobre la marcha.

 

-Si sus problemas son tan grandes que creen no poder solucionarlos... en sus mochilas encontraran una bengala, cada una, consideren el momento adecuado para utilizarla, porque solo tienen una cada una... suerte.

 

Giro sobre si misma y desapareció de aquel claro, colocando el reloj de arena que había traído consigo marcando el tiempo que les quedaba a sus alumnas para terminar con aquella clase.

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Refleja lo que fue y lo que es —explicó Richard con las mejillas encendidas, entusiasmado porque su hija acababa de sacar aquella en apariencia simple aunque rápida conclusión—, todo esta reflejado en tu rostro, en el que cada surco, curva y manera, habla acerca de ello.

 

Colocó suavamente la mano sobre la suya y el agua se difuminó por completo bajo el peso y sus manos bajo la superficie se tornaron momentáneamente borrosas, debido al movimiento. Su mirada se concentró largamente en ello, sin soltar la mano de su hija, hasta que las aguas se aquietaron de nuevo. Nuevamente, podían verlas con claridad, aunque desde otro plano, como si las vieran dentro de un espejo.

 

Lo que sucede con la adivinación del agua es lo mismo que sucede con nuestras manos bajo la superficie —continuó, intentando aclarar lo mejor que podía las dudas de su "alumna"—. Piensas que has entrado en el terreno de lo desconocido y todo es borroso al inicio. Pero tarde temprano te das cuenta que es una continuidad de algo que ya conoces. Es más de lo mismo —no pudo evitar soltar un bufido ante lo irónico del asunto—. Todo mundo cree que es complicado porque no ha vivido realmente más allá de unos miserables años. Cuando el tiempo pasa, comienzas a notar que son ciclos interminables y que, con cierto esfuerzo y aclarando tu mente frente a la razón... puedes descubrir cosas que están aún por suceder.

 

Alzó entonces su mano fuera del agua y una espiral del agua ascendió a la par que su mano. Era la magia que Richard empezaba a dominar gracias a su instructor de Uagadou, quien además había demostrado excepcionales dotes para soportar su carácter a cambio de la suma miserable que le pagaban en compensación por la cantidad de esfuerzo que realizaba. Richard, además, jamás había hablado tanto tiempo por su propia cuenta, sin sentirse obligado a hacerlo. Haciéndolo con verdadero gusto.

 

Movió sus manos de forma grácil, girando un poco sobre sí mismo hasta dar media vuelta y mirando hacia arriba, con el arco que empezaba a trazar sobre ellos. Luego, la espiral empezó a girar de forma vertiginosa por su propia cuenta y los colores inundaron su estructura como en un show de magia barata. Era hermoso, brillante y a la vez confuso. Si uno se quedaba mirándolo mucho tiempo, podía terminar mareado. Atrayente y contradictorio, como el propio Richard. Era evidente que el torrente de magia manaba directamente de sus manos, sin catalizador alguno, como siempre había sido su especialidad.

 

Las imágenes correrán alrededor en tu mente como en este circuito infinito que muestro ante tus ojos—siguió Richard, intentando la explicación más llana que alcanzaba a dar—, destacándose sobre ellas, retazos importantes de visiones sobre ti y las personas que a ti conciernen —Richard miraba hacia el agua apenas parpadeando de rato en rato y al parecer sin sentir mareo alguno, mientras sus manos, con las palmas hacia arriba, parecían jugar con la espiral de agua a su alrededor insistiendo en aquel movimiento aparentemente carente de sentido—. El agua es transparente, fluida y voluble. El agua es como la sangre, la carne y es como la vida. Por eso, la adivinación del agua resulta particularmente tentadora y atinada, para la especie humana. Podría decirse, en términos coloquiales, que son "el uno para el otro". Por eso, a veces también puede ser engañosa.

 

Sonrió y un atisbo de su expresión socarrona se dejó entrever en la máscara de maestro perfecto y esmerado que intentaba en vano actuar.

 

Ahora ¿me dejé entender un poquito más? ¿Te sientes lista para un ejercicio o debería mostrarte algo más interesante?

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A la espalda quedó la voz de la profesora mencionando las últimas pautas. Con ella, un auxilio desesperado solo para casos trágicos y la posibilidad de encontrarla pese a la decisión de irse. La situación fue contradictoria y Binny pensó en el camino, para variar. ¿Existirían peligros que se superaran con vendas y alcohol? Si encontraran una acromántula, cómo se defenderían sin la varita.

 

«Una bengala para recibir ayuda» pensó, pero aquello no sería suficiente.

 

Se restregó el rostro con las palmas de las manos en un acceso de desesperación cuando el cúmulo de ideas le obligaron a conseguir la respuesta. Simplemente serían presas de las criaturas mágicas del bosque, quizás morirían o quizás la bengala funcionaría. Pero ¿Cuánto podrían aguantar? Con burla inocente se rió del la situación y de ella misma; sin embargo, se oyó tan sincero como pasajero. Levantó el mentón observando los árboles, avanzando a cada paso desafiaban al destino y fue la chispa de rebeldía que le mantuvo dando el siguiente paso.

 

Si iban a sufrir algún ataque era la hora exacta y Evans no se resistiría.

 

A su lado Anne. La miró de reojo unos segundos. Binny disfrutaba su silenciosa compañía, pues daba la impresión de estar preparada, de autosuficiencia y le agradó. Le agradaban las personas así. Por primera vez sintió que no debía ser la heroína, que Anne no necesitaba que la defendieran. Había algo muy familiar en ella, por un momento Evans recordó la sangre. Pensó en los Gaunt y por consiguiente en su difunta madre. ¿Si ellas eran familia qué debía decirle? "Hola, creo que nuestros padres eran primos o hermanos, no estoy segura, pero creo que deberíamos reunirnos y charlar sobre ello"

 

De ninguna manera.

 

Aceleró el paso como si consiguiera dejar atrás sus pensamientos, obviamente no lo consiguió y su mente se nubló aún más de posibilidades de toda índole. Estuvo tan sumergida en sus ideas, que no vio al hipogrifo frente a ella y chocó contra el costado de este. Con el golpe sintió las plumas en su pecho y rostro. Antes de reaccionar el animal se levantó amenazador, lanzó un zarpazo que magulló el brazo de Binny y esta solo pudo agachar la mirada. El dolor recorrió rápido como un rayo cae a tierra y Evans sostuvo el brazo intentando en vano que la sangre dejara de correr. Pese a todo no tenía miedo, el hipogrifo batía las alas y Binny tuvo que hacer lo que sabía le correspondía.

 

Retrocedió unos pasos, se inclinó hacia adelante en una reverencia respetuosa mirando al suelo y el brazo recogido al nivel del estómago. Tras unos segundos la fiera se calmó y saludó inclinando el largo cuello hacia ella, mientras las patas delanteras se doblaban en una reverencia magistral. Tras finalizar el saludo Evans retrocedió aún más y cayó sentada a los pies de un árbol. Intentó quitarse la mochila torpemente y sacó un frasco de agua oxigenada, sin pensarlo dos veces derramó el contenido en la herida y esta empezó a burbujear sobre la piel.

 

—Voy a necesitar un poco de ayuda —comentó hacia Anne. Sonrió con cierta vergüenza, no había causado la buena impresión que anhelaba y quizás ni recibiera una mano de su compañera— Sé qué hay vendas en algún lado.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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—Adivinación del agua. . .

 

Siempre había creído que Adivinación era solo sentarse frente a una bolita mientras en ellas pasaban las imágenes unas tras otras de cosas que aún no sucedían pero estaban condenadas a pasar, o simplemente tener sueños premonitorios. ¡Que lejos estaba de la realidad! Adivinación no era más que entrar en uno mismo a aprender a estar consciente de las cosas. Por supuesto no iba a aclarar esto en voz alta o Richard podría dar sendas intenciones de hablarle más.

 

Observó atentamente el agua en una forma más expresiva a como siempre se lograba ver en un estanque, era llamativo imaginar como las escenas podían circular de la misma manera en su cabecita. Al momento en que deseó afirmar que había comprendido, no a cabalidad, pero si casi en toda su expresión lo explicado sintió un pequeño mareo que le hizo cerrar los ojos unos segundos antes de sentirse segura a mirar nuevamente. Cuando lo hizo encontró a su padre con una expresión que nunca le había visto. Lo más cercano era luego de cerrar algún contrato que le trajera beneficios.

 

—Creo. . . creo que estoy lista para ambos. Mostrarme algo interesante reafirmará mi interés en lo que estoy aprendiendo, y practicarlo me hará superarme a mi misma y comprobar si tengo o no madera para esto. Tu lo dijiste podría estar en mi también el don, pero no lo sabré si no intento algo.

 

Pasó por última vez la mano sobre el agua para observar las ondulaciones de diferentes tamaños que se formaban en la superficie.

 

— Entonces, ¿cómo deberá ser cuando esas imágenes correspondan a otros que no son cercanos míos? ¿Y si son completos desconocidos? —Algo no le encajaba en esa parte de la explicación. Tal vez solo estaba siendo cerrada de mente.

 

Pese a formular esta última pregunta se sentía preparada para realizar lo que fuera que le propusiera hacer. Mantuvo la distancia prestando atención a la vez a los débiles sonidos que llegaban de cualquier sitio. ¿Cómo estarían Binny y Anne? ¿Habrían llegado ya a la meta que tenían con su profesora? Quizás cuando terminara su tarea podría intentar "adivinar" dónde estaban, claro que de seguro a profesor no le haría ninguna gracia que ocupara sus habilidades para algo tan banal.

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«Ajam, una bengala», pensó Anne al escuchar las últimas palabras de Jessie. No estaba segura de cómo serviría aquello para poder aprender... pero si ella lo decía, entonces seguro que habría algún truco en aquella especie de excursión que las pondría a prueba. Binny intentó entablar conversación con ella pero la Gaunt simplemente la ignoró. No tenía muchas ganas de hablar, prefería recorrer aquel camino en silencio para poder concentrarse mejor en lo que seguramente Jessie había preparado para la clase. Porque no todo podría ser tan tranquilo...

 

Sentía, conforme avanzaban, que la mirada de Binny se detenía en ella de vez en cuando. Habían coincidido alguna vez en la antigua Academia de Magia y Hechicería, pero no se conocían tanto como para decir que podían tener una relación cordial. Aunque tampoco es que la licántropo lo hubiera intentado nunca.

 

La Evans la adelantó al cabo de un rato, parecía que estaba aburrida de ir a su lado en silencio, o quizás simplemente tenía otros pensamientos en mente que la llevaban entretenida del mismo modo en que iba ella. Iba tan decidida en su camino y ambas tan enfrascadas en sus propias mentes que ninguna se percató de que un animal ocupaba la mitad del camino y Binny estaba a punto de estrellarse contra él. Anne levantó la mirada justo cuando la joven se chocaba con lo que resultó ser un hipogrifo. Eran seres tan temperamentales...

 

¡Cuidado!

 

Tal y como había pensado que podría ocurrir, el animal se revolvió contra la chica y le lanzó un zarpazo que le alcanzó en el brazo con el que la joven intentó taparse, o eso le había parecido a la Gaunt, que retrocedió rápidamente para evitar que la furia del animal la alcanzara. Hábilmente, la Evans se inclinó en señal de respeto y el hipogrifo hizo lo propio, perdiendo así el interés por aquella mujer que terminó dirigiéndose hacia un árbol para sentarse a sus pies. Se deshizo de la mochila y luego comenzó a tratarse los desgarros que le había causado el hipogrifo.

 

Anne dio un paso en su dirección y el animal pataleó, como si quisiera llamarle la atención y amenazarla tácitamente. La licántropo se detuvo en seco y se inclinó, gesto que el hipogrifo correspondió para luego darse la vuelta, como perdiendo el interés. Aprovechó entonces para dirigirse hacia Binny y se agachó a su lado, examinando la herida de lejos.

 

Lástima que no pueda usar la varita... permíteme —le dijo. Ciertamente, Jessie les había indicado que tenían vendas en aquellas mochilas, por lo que tomó la suya y extrajo vendas y algunas gasas—. A ver, déjame que te limpie un poco la herida... ese animal pisa el suelo constantemente con sus zarpas, podría infectarse... veamos —volcó un poco más de agua oxigenada en la herida y luego colocó una gasa para retirar la sangre y restos del burbujeante producto que desinfectaba la herida poco a poco. A continuación, colocó una gasa limpia sobre la herida y luego vendó el trozo de brazo herido con firmeza—. ¿Te aprieta demasiado? Si es así dímelo y lo aflojo, no quisiera cortarte la circulación sanguínea —bromeó. Luego recuperó la seriedad—. No te ha hecho nada más, ¿cierto? Menudo animal, íbamos muy distraídas... será mejor ir un poco más atentas, porque podríamos toparnos con peligros peores que ese plumífero amigo.

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Jessie observaba con detenimiento el avance de sus alumnas, tomaba las notas pertinentes y cuando se percató que las chicas iban la mar de tranquilas supo que era el momento propicio para mandarles la primera de varias pruebas. Con esto esperaba mostrarles que no debían bajar la guardia en una situación desconocida. Con una simple orden mando a su hipogrifo a encontrarse con sus alumnas, él no les haría daño demasiado grave, solo lo justo para poner a prueba las habilidades de ambas brujas.

 

Más al parecer iban más distraídas de lo que había supuesto ya que una de ellas choco de lleno con su hipogrifo, causando que este se enojara. Sabía que si no quería que la situación se descontrolara debía de ir y ella misma tranquilizar a su amigo, pero no debía mostrarse a sus alumnas. Así que haciendo uso de su anillo de amistad con las bestias tranquilizo a su hipogrifo para que no provocara más que un daño superficial.

 

Soltó un suspiro cuando se dio cuenta que no provoco más que un simple raspón superficial en su alumna. Conocía el carácter de Ben y sabía que podía llegar a matarlas. Volvió su atención a sus alumnas una vez que acaricio el pico de Ben dándole un hurón como recompensa por el excelente trabajo que había realizado; tomaba notas de la forma en que una trataba a la otra y como entre ambas se apoyaban.

 

Tal vez fuera momento de realizar algún que otro truco, algo que realmente las desbalancearan. En pocos metros tendrían que cruzar un rió, cuyo cause, Jessie se encargaría de que fuera lo demasiado peligroso para vadearlo. Tendrían que poner su ingenio para poder cruzarle y eso implicaba un poco de conocimiento de rescates, rama importante de primeros auxilios.

 

Sonrió con malicia mientras desaparecía entre la bruma para aparecer del otro lado del rió para ocultarse entre los arbustos y seguir observando a sus alumnas.

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Richard aspiró profundo y luego sopló el aire que había mantenido contenido, aun jugueteando con sus manos para que el agua no volviese a su estado primigenio, si no se mantuviese en movimiento. Estaba satisfecho por la respuesta de su hija y agradecía quizá que eso hubiera hecho que se tomase más libertades en esa clase que en ninguna otra, debido a que su nivel de confianza con ella... era distinto. Sin embargo, el hecho era que tenía que enseñarle realmente el arte y el eje principal de la adivinación era la capacidad de conocer la propia mente sin perderse en ella porque de otra forma ¿cómo ver en el futuro si no se puede distinguir lo que ya es de lo que será?

 

Repitió el proceso varias veces, hasta que fue evidente que el humo que expulsaba de su boca no se veía igual que el que respiraba. El humo empezó a envolverlos cada vez más y más, un humo gris y espeso, de un aire algo dulzón. Athena, notaría como el agua parecía descender y la tierra allanarse. Los árboles se alejaban y parecía como si sólo estuviese envuelta por ese pálido humo. Al final, si avanzaba, notaría que estaba en un lugar totalmente distinto.

 

Era un laberinto. Un laberinto, que hacía además las veces de jardín de la reina de corazones. Sí, porque ella era la reina de corazones y, a la vez, la propia Alicia, intentando abrirse paso hacia el centro de aquella locura que no podía ser más que...

 

-Bienvenida... -dijo una voz. Apareció primero la sonrisa y luego el propio Richard Stark, balancéandose en el aire con sus trajes rockeros, de espaldas al suelo pero levitando y con la cabeza caída hacia abajo, como si yaciera apoyado en algún tipo de borde- a tu propia mente.

 

La sonrisa se esfumó primero y luego el propio Richard. Era el Richard sin sonrisa y la sonrisa sin Richard. Sus bucles rojizos, apenas una visión fugaz.

 

-Este es el ejercicio -señaló, extendiendo los brazos ante él- y no hay nada en la tierra que podrías encontrar más interesante -añadió-. Deberás llegar al centro de este laberinto y encontrar en él el conocimiento que andas buscando. Lo encontrarás, cristalizado en la forma de un huevo de vidrio -Richard movió la cola de un lado al otro en el aire, mientras la observaba con el mentón apoyado sobre sus puños-. Todo esto, es evidentemente, producto de una droga para afinar tus sentidos -agregó en todo juguetón-, porque papi solo quiere lo mejor para su niñam¿preguntas?

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Una vez terminó de vendar las heridas de Binny, se volvió a poner en pie y se sacudió la ropa, que había quedado manchada tras haberse rozado con el suelo e incluso con el árbol, aunque no recordaba ni haberlo rozado en todo aquel lío que se había montado en menos de diez segundos. Suspiró y se pasó las manos por la cara, húmedas por el sudor que se habia acumulado en las palmas de sus manos a causa de la tensión. Cuando giró la cabeza, comprobó que el hipogrifo había desaparecido. Parpadeó un par de veces, confusa.

 

¿Cuándo se ha ido? ¿Le has visto irse? —preguntó a su compañera, aunque dudaba que la joven hubiera visto nada en el estado en que se encontraba. Aunque ya iba recuperando el color en las mejillas, que habían palidecido tras el ataque—. Deberíamos continuar el camino, ¿puedes cambiar? Apóyate en mí si lo necesitas para levantarte.

 

Acompañó su frase estirando la mano, aunque ya había apartado la mirada de la mujer. No acostumbraba a ser amable con la gente, al menos no con los que le eran desconocidos, pero ella era una compañera de clase... no creía que fuera muy ortodoxo el dejarla allí tirada. Probablemente Jessie se molestaría si se atrevía a hacerlo, y si se enteraba la prensa... bueno, sería fatal. Ya veía los titulares en El Profeta, cebándose con la directora de la Universidad que abandonaba a una compañera de clase a su suerte en mitad de un bosque. Puso los ojos en blanco, ¿por qué era tan complicado vivir en sociedad?

 

Al cabo de unos instantes, retomaron el camino. Anne procuró concentrarse en el camino, a sabiendas ahora de que podría salirles al paso cualquier criatura que las metiera en un aprieto. ¿Y quién les garantizaba que Jessie no había preparado alguna trampa? No había avanzado muchos metros en su caminar cuando se topó con un río. No era demasiado ancho, ni tampoco parecía muy profundo... pero la corriente sí parecía ser fuerte. El sonido del agua resultaba muy pacífico, aunque la pinta del lugar no era precisamente tranquilizadora. Anne dejó que sus ojos grises pasearan por el entorno buscando un punto por el que pudieran cruzar. ¿Por qué nunca había puentes cuando se necesitaban? Podría usar algún hechizo... o podría escalar uno de aquellos altos árboles y tirarse desde la copa para planear por encima de él con el amuleto volador, aunque algo le decía que terminaría rompiéndose algún hueso al otro lado del cauce. Miró a Binny de reojo.

 

A ver qué hacemos ahora. Esto parece una gymkana en lugar de una clase, ains —se lamentó. A pesar de ello, encontró una parte a pocos metros de donde se encontraba que no parecía tan profundo como el resto, y señaló aquel punto con la mano derecha—. Mira allí, ¿crees que podríamos cruzarlo a pie? Con cuidado... veamos, voy a intentarlo. Impervius — conjuró, apuntando con la varita a su pantalón y botas. A continuación, metió un pie en el agua y.... no ocurrió nada.

 

Confiada, decidió avanzar un par de pasos más, con precaución para no escurrirse. Y, de repente, pareció que el agua fluía con más fuera aún como si estuviera decidida a no dejarla pasar y la corriente la arrastró, haciéndola caer bruscamente. A causa de la poca profundidad de aquella parte del río, se golpeó con brusquedad la cabeza con las piedras del fondo y perdió el control durante unos instantes, dejándose llevar por la corriente. Tragó agua en aquel momento de aturdimiento y braceó buscando un punto de apoyo, fuera cual fuese. Se agarró a algo que no supo reconocer y se mantuvo así, a pesar de que el agua parecía querer llevársela a toda costa. Consiguió salir del río a duras penas, ayudada por aquella rama de un arbusto de la orilla que le había servido de mano amiga, unos metros más abajo de donde había estado un poco antes con Binny.

 

Tosió con fuerza varias veces, a cuatro patas en la orilla, y escupió toda el agua que había amenazado con ahogarla.

 

¡Maldito río, tan bonito que se veía! Ay ***... qué dolor —farfulló, llevándose una mano a la sien izquierda. Los dedos rápidamente se llenaron de sangre, y el cálido líquido le escurrió por la cara. Tenía la visión borrosa. ¿Por qué siempre era tan impulsiva? «Estas me las pagarás, Jessie», pensó, «Sé que tú has hechizado el río de alguna forma... ya tendré ocasión de vengarme», siguió pensando, con la firme promesa de que la estrangularía en cuanto la viera en la Fortaleza Oscura, cuando ambas dejaran a un lado los roles de profesora/alumna.

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Talló sus ojos repetidas veces creyendo que estaba sufriendo una alucinación cuando vio el rostro de Richard más arriba, con sonrisa, sin sonrisa. . . ¿Era Stark? Tal vez se había golpeado la cabeza misteriosamente y ahora estaba en el mundo de los sueños, iba a quedarse horas ahí tirada e iba a reprobar la clase. Se llevó una mano a la boca con la intención de morder una uña producto de los nervios de solo pensarlo. Solo entonces se dio cuenta de que había humo, mucho humo alrededor. ¿Un incendio?, no, no tenía olor a quemado, ni tampoco se veían llamas.

 

La voz de su padre la sacó de sus cavilaciones logrando fijar la vista hacia adelante, hacia el laberinto que lucía bastante vasto y hasta un poco lúgubre. De seguro no era tan terrible como parecía, de seguro todavía estaba soñando y nada más iba a tener que despertar. La cuestión era si hacer caso o no a esa boca en el aire.

 

Pero entonces volvió a hablar y eso le dio una respuesta más certera de lo que estaba pasando.

 

—¿Puedo usar varita si me. . .? Olvídalo, esto era sin varita. Ahm. . . No, creo que nada.— En realidad tenía como un millón de duda en la cabeza, pero de seguro no iban a darle la respuesta.— Creo que solo comenzaré a caminar, y espero que no flotes muy cerca de mi oído hablando cosas o terminaré creyendo que eres mi conciencia, papá. —Recalcó un poco la última palabra. Que ella recordara era la primera vez que le adjudicaba el título, tenía que ser el humo.

 

Como no había nada más por hacer solo comenzó a caminar por el contorno hasta encontrar una entrada al laberinto, luego de eso se internó en medio de las plantas que conformaban las paredes. Eran altas, muy altas, pero también bien armadas, hasta parecía que las ramitas estaban recién podadas. Era también muy solitario, más que un tanto oscuro eso era lo que de verdad causaba desosiego. Alguien solo, sensato y sin un objetivo concreto habría dado la vuelta y desistido, pero ella no se podía permitir algo así.

 

—¡No! Olvidé dejar algún rastro para no perderme. —Volteó hacia atrás e hizo una especie de puchero. Ya llevaba unos 20 minutos caminando. Ni aunque tuviera buena memoria iba a poder recordar cómo volver sobre sus pasos.

 

—Richard. . . ¡Richard! —Comenzó a llamar.— Si me pierdo ¿qué tengo que hacer?— Mientras esperaba la respuesta siguió caminando para luego doblar a la derecha.

 

Estaba muy tentada de sacar a Niké para al menos iluminar el terreno que pisaba. Hasta el momento no había tenido ninguna complicación en avanzar, salvo el creer escuchar ruidos en algún otro punto y voltear a mirar una que otra vez. Todavía no se daba cuenta que había humo, el mismo que del inicio, y que era por eso que no veía sus propias zapatillas.

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-Aquí estoy -señaló.

 

Su cuerpo parecía colgar de algo invisible, de forma que estaba al revés, con la cabeza apuntando hacia el suelo. Su hija le había pedido que no hablara demasiado pero en ese preciso instante lucía perdida, así que Richard había retornado para servirle a modo de guía. Sus ojos tenía cierto tono iridiscente, que parecía realzarse debido al humo y las cipreses que hacían las veces de altas murallas, parecían cerrarse cada vez más en torno a ella, indicándole que el tiempo empezaba a terminarse.

 

-Es simple, tienes que seguir hacia adelante, tienes que mirar hacia el futuro -indicó de forma vehemente.

 

Sus consejos, aunque ambiguos, tenían cierto poder en el laberinto. Éste parecía cambiar constantemente y la mente de Richard influenciaba en ésta de forma determinante para poder alcanzar una acelerada conclusión. Eso, por supuesto, era hacer trampa pero la mente de cualquier adivino solía tener dichas dificultades y Richard era perfectamente consciente de que él no era de los que prefería sentarse a esperar. Consideraba que su hija tampoco.

 

-Mira, hacia allí.

 

Un dedo con unas uñas que parecían perfectamente lacadas de negro señaló hacia un punto fijo ante ella y el camino pareció abrirse de manera repentina, como si hiciera trampas. Al final de dicho tramo, podía apreciarse una caja del tamaño de una persona, de un color negro como la noche. Richard desapareció y su sonrisa apareció junto a la caja.

 

-¿Ves aquí algo brillante?

 

Su cuerpo apareció poco después de que dijera aquello. Había estado de cabeza pero en aquel momento flotaba sin control, con las piernas cruzadas como en posición de meditación. La caja, era además el punto medio, hacia una serie de salidas que parecían conducir a la gran construcción del castillo de corazones. Los caminos, representaban además el tipo de futuro que lograría ver, aunque Richard no se lo dijo.

 

-Tienes que encontrar el huevo de vidrio -siguió Richard, el gato, mientras sus orejas se movían y su cola se agitaba de un lado al otro, al parecer se divertía. En aquel preciso instante, unas campanas comenzaron a tañer como si fueran tocadas por un niño travieso, dando una hora interminable-. Se te acaba el tiempo, Athena, hijammm mía.

 

Apenas acababa de decir aquello, cuando las campanadas cesaron y pudo escucharse claramente en medio del laberinto una perfecta interpretación de "El arte de la fuga" de Bach.

 

Richard abrió sus grandes, castaños y terribles ojos entonces, en repentina emoción. Esa música, tan representativa para él, tan insólita y atinada en un momento como ese, sólo podía significar el cercano punto de quiebre de su hija, cuya mente empezaba a inmiscuirse en la suya lo que no podía resultar más que en peligro y genuino desastre. Debía apurarse. Era, después de todo, más fuerte de lo que había considerado pero ¿sería suficiente?

 

De pronto, sus rasgos gatunos desaparecieron y cayó a tierra. Todo él era ahora puro y prístino, incluidas sus ropas, y su abrigo. Unas orejas grandes y hermosas asomaban de sus rizos brillantes. Unas orejas de conejo, blancas como la nieve. Richard entonces alzó la vista y Athena vería claramente que usaba un monóculo, además de los pantalones y el brocado del chaleco del traje. Metió entonces la mano a el bolsillo de su abrigo y extrajo de éste un reloj plateado. Abrió la tapa y señalando hacia éste, dejo ver sus varias manecillas, mientras una sonrisa guasona asomaba a su rostro.

 

Acercó su rostro al de su hija y exclamó "¡Se nos acaba el tiempo!"

 

Daba saltitos como la criatura a la que representaba y sus uñas parecían una vez más, lacadas, como de un muñeco de porcelana, de un tono blanco que casi dolía ver. No podía dejar de pensar "No veas la caja y ¡vámonos de aquí ya!" Pues de todas las dificultades a atravesar en ese laberinto, la de dejar la caja atrás y elegir un camino, era la más ardua.

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