๑۩♚۩๑ Mansión Black Lestrange ๑۩♚۩๑ (MM B: 78195)

[Jock]

La mente del patriarca de los Black Lestrange seguía recorriendo los detalles que aquel sueño recurrente que una vez más lo había despertado juntamente con el nacimiento del sol en las tierras de Ottery St. Catchpole durante la mañana. Tras levantarse, fue directamente hasta su despacho para recorrer una vez más uno de los tantos pergaminos que encontró una tarde como cualquier otra en Jerusalén y en otros sitios del Medio Oriente; y es que inmediatamente después de recoger aquel escrito que tenía ahora sobre su mesa, las cosas más extrañas que haya jamás sentido o vivido comenzaron a hacerse vida en él.

 

—העיניים שלך יסתכלו על התהילה של המלך ולראות את ההתרחבות של כדור הארץ.

 

Nunca antes el ojimiel se había sentido tan impactado por tan simples palabras. Eso era lo más extraño.

 

—Mi ama está en casa y pregunta por usted, señor —interrumpió una elfina de pronto.

 

Jocker levantó la vista del pergamino y asintió con la cabeza. La elfina doméstica mostraba una mezcla de sentimientos y sensaciones: una parte de ella no podía contener felicidad que sentía, pero otra más fuerte, temía. El ojimiel se preguntó si acaso él causaba esa impresión en Sunev.

 

—Dile a Juv que en un momento estaré con ella —respondió el exmortífago al tiempo en que con un giro de su varita de álamo guardaba aquel trozo de papel viejo con los demás.

 

Era imposible sacarse de la cabeza aquel mensaje: «Tus ojos mirarán la gloria del Rey y verán la expansión de la tierra». Pero ya habría tiempo luego.

 

Jocker salió de su despacho con calma. Y al bajar las escaleras de la mansión, se encontró cara a cara con su mediohermana Malfoy.

 

—Diría que es una sorpresa, pero estoy más que muy seguro que la sorprendida eres tú —saludó con una sonrisa llena de intriga —No te esperabas que volviera después de tanto tiempo ¿no?

 

El patriarca esperó la respuesta sarcástica de la rubia y besó su mejilla. Después, con un ademán de brazos la invitó a pasar a los sillones del salón principal; todo esto por costumbre, porque en realidad aquella mujer era tan dueña de casa como el ojimiel, que estaba haciendo las veces de anfitrión.

 

— Imagino que gustas algo para beber —interrumpió el Black Lestrange, después de servirse una copa con aquel líquido azulino que tanto disfrutaba.

 

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Editado 21 de Noviembre del 2018 por Jock

[León Crowley]

—He pensado cosas buenas, malas, atrevidas, respetuosas —respondió tomando el último trago que quedaba en el vaso—, pero todas han sido contigo.

El whisky bajó por la garganta de León despacio, el frío parecía intentar apaciguar el fuego que surgía de su interior, pero al licor lograba incrementarlo de inmediato. El sabor de los labios de Mía lo enloquecían y lo hacían desearlos más y más con cada beso que daba la impresión de subir la temperatura de la chimenea, aunque en realidad era la de sus cuerpos. Escuchó lo que dijo respecto a la habitación y aunque a él le hubiera gustado decir lo mismo la noche anterior, si había algo que el nunca había hecho, ni siquiera lo hubiera pensado hacer, y lo había hecho por ella, diferente era que se lo dijera esa noche. Algún día, quizá.

—Bueno, si soy el primero en estar en esta habitación tendré que asegurarme que no lo olvides nunca —susurró en su odio saborear el trozo de fresa y permitirse que el dulce del chocolate se mezclara en su boca con el del whisky, una combinación sutil y poderosa, que demostraba el buen gusto de la Black Lestrange y le confirmaba una vez más al pelinegro, porque ella lo atraía tanto— tal vez, quien sabe, no necesites a nadie más acá.

¿Era consciente de lo que estaba diciendo? si a él le hubieran dicho eso en una noche cualquiera, hubiera salido despavorido por una ventana ante la idea de una atadura o un compromiso y teniendo en cuenta que no estaba precisamente en su castillo, sería a él a quien sacarían por la ventana. Sus pensamiento se evaporaron de repente cuando la ojiverde pidió ayuda con el vestido. León se acercó hasta estar detrás de ella y muy despacio bajó la cremallera que dejaba al descubierta parte de su espalda y hombros. El sutil aroma a vainilla emanó casi de inmediato mientra su piel iba quedando expuesta y se acercó, dejando que sus labios dieran pequeños besos en la piel de su cuello y hombros. Cuando el vestido yacía inútil a los pies de ella, tomo otra fresa y la acercó a la boca de la mujer

—No me decido que está mejor —susurró mordiendo el otro pedazo—, si las fresas, el whisky...—se lanzó a sus labios y la beso con intensidad, con pasión y deseo, como si hubiera estado lejos por mucho tiempo, como un reencuentro prolongado por años, como si la hubiera extrañado una vida entera—, o tus labios.

 

Sin dejar de besarle desapuntó su camisa y la dejo a un lado, junto al vestido y los zapatos, donde al parecer pronto estaría el resto de su ropa.

[Mia.]

La temperatura de la habitación subía y subía, hasta que alcanzó el punto máximo de ebullición conocido por seres humanos. Todo era un descontrol total, debido a las caricias y besos que intercambiaban León y Mia, las cuales parecían cubrir la necesidad acrecentada durante meses o incluso años de no haberse tocado, lo que era un tanto irónico porque no tenían ni doce horas de haberlas compartido por última vez.

 

Sus cuerpos danzaban un sinfín de melodías, que podían llegar a ser entendidas solo por unos cuantos amantes, porque eran eróticas y a la vez, llenas de palabras y sentimientos no confesados por ninguno de los dos. Todos sus movimientos eran rítmicos, más de lo que alguna vez, se pudieron haber imaginado, el frenesí no reinó esa noche, no, más bien todo lo contrario, porque si bien todo era pausado y pensado en el disfrute, era salvaje y divertido para los dos.

 

La sed, que tenían no fue ahogada por una sola botella de whiskey, sino que por sus labios y su hambre, únicamente fue satisfecha por el movimiento de sus caderas. Si, la noche había sido productiva y bastante esclarecedora para la Black Lestrange, que no lograba sacarse de su mente las palabras de Crowley, ¿sería el último que estuviese con ella? Podría imaginarlo, sí y no le molestaba, pero la duda de saber qué tan en serio fueron esas palabras, le bailaba en la mente, pero logró sacarla en cuanto cerró los ojos y durmió.

 

Abrazada y acurrucada sobre su pecho, fue como despertó. Una sonrisa se apareció en sus labios, estaba cómoda y se sentía segura entre sus brazos, y fue lo único que necesitó para saber que si, que ese hombre era importante para ella. Mirándolo dormir, pro uno segundos esbozó una media sonrisa y giró su rostro para fijar su vista en sus labios, y se le ocurrió una sencilla idea, la cual no dudó ni un segundo en llevarla a cabo.

 

Levantándose unos segundos y cubriendo su desnudez con la sabana, le pidió a su elfina doméstica que les llevará el desayuno hasta su habitación y que pusiera un poco de orden entre el camino de ropa que se distribuía alrededor de la cama, como muestra de la pasión y el descontrol que había sufrido su cuerpo la noche anterior.

 

En cuanto su pedido fue llevado, asintió con tranquilidad. Una bandeja con café, un poco de juego y fruta, estaba en uno de los buros, así como un par de panecillos listos para ser comidos. Era todo lo que necesitaban de momento, por lo que despidió a la criatura y volvió su mirada hacía el ojinegro, sonriendo se acercó hasta él y se descubrió nuevamente, quedando como fue traída al mundo.

 

Sentándose a ahorcajadas sobre él, se acercó hasta su rostro y lo acarició un par de veces, para después besar sus labios y bajar lentamente por su cuello y meterse bajo las sábanas junto a él, esperando despertarlo de manera sorpresiva y demostrando, que su huida de la noche anterior era un asunto aislado y que no pensaba repetir.

 

—Buenos días. —susurró con voz tranquila en su oído— No me molestaría que fueses el primero y el último. —confesó con una sonrisa y después, lo miró con diversión— ¿Sigues molesto?

 

Su última pregunta, era un tanto retórica porque creía conocer la respuesta, pero aún así deseaba escucharla de sus labios. Por, lo que disfrutó un poco más de su posición y se sentó, aún sobre él, mirándolo a los ojos.

[Kahlan Blackthorn]

—Estás en lo correcto, no me pasó por la mente, el volver a verte dentro de Londres. Perdonarás mi franqueza y dura sinceridad, pero te creí muerto luego de tanto tiempo sin tener una sola noticia de tu persona—apareciendo en sus labios una ácida y parca sonrisa. El tenerlo delante de ella, le genero un mar de dudas e inquietudes que solo el podía develar. ¿Qué lo hizo volver luego de tanto tiempo?, ¿Aceptaría que la rubia formará parte de su familia aún a pesar de la aversión que alguna vez reino entre ambos?. No le consideraba para nada un enemigo o una persona indeseable, pero el limar las asperezas con el patriarca era algo que debía ser considerado por ambos.

—No planeas envenenarme o ¿si?—preguntó cruzando su pierna con elegancia. Se sentía como parte de ese sitio, afianzada a este desde que descubrió que tenía un parentesco sanguíneo con Mía—¿Por qué volviste?, ¿Qué te hizo recordar que tenias una familia?.No me digas que la melancolía, porque ambos sabemos que eso no se aplica a tu persona—centrando sus ojos en el Black Lestrange. Ansiosa por sacarle la verdad, tal vez no era la persona idónea para ello, pero el tenerlo ahí era una oportunidad que no podía desaprovechar.

—Piensas echarme a la calle como si fuera una hoja que cayó en tu jardín, planeas decirme que no tengo derecho a estar dentro de tus dominios. Te recuerdo que mi madre formó parte de este linaje, no mi madre de sangre, pero si la que me acogió luego de abandonar por un tiempo la Malfoy. Me reconocerás como una verdadera Black Lestrange, porque te guste o no, parte de la sangre de tu familia corre por mis venas—le soltaba toda esa perorata convencida de que las respuestas, posiblemente no eran las que ellas esperaba escuchar. El silenció reinaba dentro del despacho de Jock, sólo restaba que este lo rompiera con su voz dando paso a la tanda de respuestas.

@Jock

[León Crowley]

El momento de los besos tímidos, sencillos y solitarios habían quedado atrás y los labios dedicaban ahora sendas batallas sobre el respectivo par. Los cuerpos se enlazaban desnudos a la luz cetrina de la chimenea y el calor que la misma emanaba y emanó durante gran parte de la noche en la que ambos, León y Mía, iban un poco más allá del deseo, un poco más allá de la lujuria. Había palabras temerosas ocultas en cada contacto de la piel, sentimientos callados por besos largos y profundos.

La pasión consumió la noche y la absorbió de forma tal que la botella quedó sin terminar y las fresas sin comer; la sed fue saciada por el sudor y el hambre satisfecha con la piel. La enorme habitación se había reducido únicamente al espacio que ocupaban, que entre ambos cuerpos no alcanzaba a ser ni media cama. Envueltos en un almizcle de whisky, chocolate y leña, quedaron fundidos, uno en el otro.

La mañana llegó y con ella los tibios rayos de sol que se colaban por los pequeños espacios que habían entre las cortinas y permitían que la luz no se dispersara más de lo necesario. León se había despertado con las primeras luces del alba como era costumbre ya desde muchos años atrás y poco tardó en recordar donde estaba, no por las memorias que se empezaban a arremolinar en su mente, sino por los finos labios rosados y la cabellera rubia de quien yacía dormida en su pecho.

Cualquier intención de abandonar la alcoba en silencio al amanecer, como lo había pensado la noche anterior antes de llegar el castillo, había quedado descartada, no porque ella estuviera dormida sobre su pecho, sino porque él no quería. Se asustó un poco ante la idea y se quedó mirándola dormir, tranquila y en silencio, con una débil sonrisa a medio dibujar en sus labios y fue todo lo que necesitó para disipar ese temor. La abrazó aún más fuerte y la acompañó en su labor.

Una suave voz lo sacó del sueño en el que había vuelto a caer y las primeras palabras que escuchó coincidían con la misma idea con la que se había dormido aunque no lo reconocería. O por lo menos no por ahora.

—Buenos días —susurró con un suave beso en la mejilla—, ten cuidado con lo que dices, después no me vas a poder sacar de acá

Era evidente que no estaba molesto y también lo era que ella ya debería saberlo por lo que siguió su juego. Se deleitó con la figura al natural de la rubia y la recorrió posando sus manos en sus muslos desnudos, subió por ellos hasta su cadera y su torso. La tomó con firmeza y la tumbó sobre la cama para invertir la posición y quedar sobre ella, con sus brazos apoyados a cada costado de su cabeza y sus piernas a cada lado de su cintura. Se acercó y besó sus labios suavemente, apenas rozándolos, bajó por su mejilla hacia su oído, su cuello y sus hombros.

— ¿Te parece que estoy molesto? —preguntó mirándola a los ojos mientras continuaba su recorrido, hacia al interior de las sabanas.

[Jessie Black Lestrange]

Viana de Roca Gris

 

Era la primera vez que pisaba aquella mansión. Sabía que Jessie vivía ahí y que yo tarde o temprano tendría que venir pero ahora...

 

-¿Porque tengo que ser yo quien busque a su sobrino?

 

Sabía que Jessie se iba a casar, según yo ya estaba casada con Otto pero ¿De nuevo? Me encogí de hombros y seguí mi camino atravesando los amplios jardines de la mansión, Jessie no llegaría hasta más tarde.

 

Aries sería el encargado de entregar a Jessie, ¿Es que acaso no tenía hermanos? O a lo mejor si los tenía pero no se llevaba bien con ellos.

 

-Bueno, es tan reservada que no me sorprendería que no le hablara ni a su familia, siempre trabajando y corriendo de un lado a otro

 

Finalmente estaba en la puerta de acceso a la mansión. Qué haría a continuación... Llamar, entrar sin más... Yo no podía hablarle a Bipa, la elfina de Jessie pero...

 

Me decidí por tocar la puerta y confiar en que alguien llegará pronto o que al menos fuera alguien que me.dijera dónde estaba el chico Aries. Algo que me ayudara a cumplir mi cometido.

 

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[OttoBlack]

Otto andaba revisando los últimos detalles mientras se cruzaba de brazos y mirando como andaba quedando el jardín decorado para la acción, hoy se casaría por segunda vez si como lo escuchan por segunda vez. Digamos que la primera ante el mundo mágico, pero ahora será ante los ojos de MM, en sentido que es algo más formal, más pequeño, mas íntimo, ahora serian esposa y esposa ante las leyes mágicas. A diferencia de su primera boda esta será más pequeña, mas intimida creo que se llamaba Matrimonio Civil según le decían los Muggle. El peliblanco l le daba lo mismo pero cuando Jess le dijo el problema, pensaba que era broma pero luego cuando lo decia por tercera vez y lanzaba una mirada asecina ahi se dio cuenta que la cosa era enserio y que no era broma.

 

 

Para el demonio esto era algo más protocolar más divertido para ser sinceros, sin más sin menos. Otra diferencia a su primera boda es que nada más y nada menos era en otra casa, no era en la Black era en Black Lestrange digamos que la otra familia de sus esposa. El demonio ahora miraba de un lado hacia otro revisando la decoración, todo andaba quedando bien, todo andaba quedando de maravilla, mientras los elfos se movían de un lado hacia poniendo mesa y una que otra decoración otros poniendo comida junto a su bebida. En eso Saga su elfo andaba supervisando ahora el demonio revisaba la lista viendo que se no se quedaba nada de lo planeado.

[Mia.]

El calor de las sábanas comenzó a aumentar, tanto que estás quemaban. No las necesitaban, conocían cada centímetro del cuerpo del otro, los días que habían compartido, parecían ser suficientes para eso, pero no para saciar la sed de permanecer unidos por más de unos minutos. Disfrutaban de esa unión, la Black Lestrange sentía que se complementaban, y eso la hizo perderse nuevamente entre las caricias que le propinaba, dejando escapar un par de gemidos, los cuales intentó ahogar cuando su cuerpo comenzó a temblar lentamente, aún debajo de león.

 

Cerrando durante un segundo los ojos, se entregó totalmente. Sintiendo como su alma y corazón se abrían, para formar una sola. Muchas sensaciones comenzaron a llenar su cuerpo y espíritu, se sentía dichosa, completa y segura, pero también podía notar un atisbo de miedo formándose en su interior, sabía porque, pero admitirlo era complicado. Un sentimiento más allá del querer y apreciar se había forjado en su interior y al recordar las palabras dichas horas antes por su acompañante, consiguió que en sus labios se formará una media sonrisa.

 

—No, me parece que estás complacido por estar aquí —se señaló a sí misma, para dar a entender que de estar en su compañía—. Aunque, espero que sea más que placer lo que te generé estar juntos.

 

Las palabras salieron de sus labios sin que pudiera evitarlo. Había revelado parte de sus deseos, podía tomarse como un error, pero necesitaba hacerlo y más, al recordar que le gustaría tenerlo a su lado en las próximas horas, las cuales eran más que importantes para una de sus hijas. La boda de Jessie y Otto, con la cual esos dos jóvenes unirían su vida definitivamente, no como aquel fatídico intentó realizado en la mansión Riddle.

 

—Créeme, no quiero que te vayas… me hace sentir bien tenerte cerca, por eso llegó el momento de que tomes una pequeña decisión —soltó mirándolo a los ojos—. ¿Quieres conocer a parte de la Familia? Hoy es la boda de una de mis hijas, la cual voy a oficiar y quiero que estés conmigo.

 

Sabía que la respuesta que el mago le diera, sería un punto de partida decisivo para su relación o para aquello que compartían. Por lo que esperó durante unos segundos, mirándolo a los ojos, para después volver a unir sus labios en un beso profundo y tranquilo. En cuanto se separó de él, le regaló una sonrisa y se levantó de la cama como había sido traída al mundo, tomó un sorbo del jugo de naranja que reposaba en un vaso y lo dejó nuevamente sobre la mesa de noche.

 

Quería conocer la respuesta del Crowley, pero si quería estar lista para la boda tendría que comenzar a arreglarse y supervisar que el decorado del lago, sitio elegido para oficiar la ceremonia estuviese listo para que se dieran el “si acepto”. Mirando una última vez al ojinegro, ingresó al baño, en donde se concentró durante algunos segundos en normalizar su respiración y relajar su cuerpo.

[Jessie Black Lestrange]

Caminaba de un lado a otro en su habitación, sabía que Viana ya había llegado pues sentía su presencia muy cerca.

 

Suspiró y se dejó caer en la cama viendo su reflejo en el espejo de cuerpo entero que había frente a la cama. Su cabello caía de forma pulcramente desordenada en una trenza con pequeñas rosas blancas cada dos espacios. Sus párpados tenían un color durazno que bien se podría perder un poco cuando abría sus ojos.

 

Un rubor superficial adornaba sus pálidas mejillas, así como un brillo extraño adornaba sus labios color carmín. Intentó sonreír pero no podía.

 

Era su boda, es verdad pero a diferencia de la vez anterior ahora tenía muchas cosas de las que preocuparse. Desvió la mirada de su reflejo y camino hasta el armario de dónde saco un sencillo vestido color hueso con encaje de un gris muy claro.

 

Lo paso sobre su semi desnudo cuerpo abrochando con rapidez los botones de perlas a su espalda. Le llevaba un par de centímetros por arriba de las rodillas, ajustado en el torso y suelto en la falda con un corte recto en el pecho.

 

Se observó una última vez y suspiró volviendo a intentar un amago de sonrisa y esta vez lo logro. Ahora sólo debía esperar a que Aries llegará por ella y para eso contaba con Viana.

[Ky.]

Montes Carpatos

El lugar que el Mago Oscuro había elegido para celebrar el matrimonio de su tía Jessie y el Señor Black a vista de cualquier persona resultaba un lugar muy exótico, tan solo a varios kilómetros de ahí se podría ver el majestuoso castillo del vampiro más importante e imponente. Para sorpresa del joven, justo la noche anterior a la celebración de la boda, uno de los elfos familiares de la Mansión Black Lestrange se encargaba de informarle que no había persona que se encargará de adornar el jardín para la recepción a la boda, por lo que resignado y pensando que el Jardín de los Black Lestrange no estaba a la altura de una boda como aquella se dirigió a los Montes Cárpatos.

Al llegar pudo ver un amplio lugar lleno de vegetación, flores de diferentes colores y olores adornaban el lugar, a solo dos kilómetros donde había aparecido se encontraba el lugar de la ceremonia, una gran carpa blanca en la que habían alrededor de 50 sillas, adornadas y acomodadas entre ellas, en la parte del medio dejando veinticinco sillas de un lado y veinticinco del otro se encontraba un largo pasillo de pétalos blancos acordonados con un gran listón dorado. Al término del pasillo solo se miraba lo que era una pequeña lancha, en la que se encontraban 2 sillas y a 20 metros del lugar en un gran lago se encontraba flotando una carpa de color negro, sobre un pedazo de flores, vegetación y tierra en la que solo cabía una persona de pie. En la carpa y en el pedazo de tierra, se encontraba solo un gran libro flotando con la pasta dura en color marrón muy pesado al parecer y con las hojas en blanco.

Aries se preguntaba quién era la persona que oficiará aquel matrimonio, en eso recibió una lechuza de una persona llamada Viana que le pedía estar en la Mansión Black Lestrange ayudando a la novia, estaba por volverse loco y hacer que todo ocurriera en aquella mansión sin nada, sólo el novio, Jessie, Mia, la persona que viera que todo eso era legal y él que iba a entregar a su tía a Otto. Pero él no quería que una boda por más sencilla que pareciera pasará desapercibida por lo que envió una lechuza a la persona Roca Gris y le dejó claro en un par de líneas que repartiera la invitación a las personas, pidiera a los elfos servir los bocadillos y pequeñas copas de vino, para que cuando dieran las 7 de la tarde aparecieran en conjunto en los montes Cárpatos.

Ya todo estaba casi solucionado, para que a esa hora de la noche se mirara en el fondo sobre una gran colina el castillo del Conde Drácula, situación que le hizo planear una ceremonia justo a esa hora, el problema sería el trayecto de la lancha al lugar donde los novios los iban a casar, pero lo soluciono de forma rápida con ayuda de su varita apareció sobre el lago unas velas blancas que flotaban en el aire y mientras los novios pasaran empezaban a iluminarse.

— Perfecto, esperemos que este cuento de hadas no termine en pesadilla.