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๑۩♚۩๑ Mansión Black Lestrange ๑۩♚۩๑ (MM B: 78195)


Mia.
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Podía escuchar la veracidad en las palabras de León. Sabía que le estaba confesando un episodio difícil en su vida y que la había marcado un momento determinado, y aunque le creía recuperar el control y serenidad de sus emociones no estaba resultando sencillo porque Rusalka se manifestaba con más fuerza con cada una de las palabras que decía consiguiendo que más filamentos plateados comenzaran a salir en su espalda con cada una de las palabras que externaba.

«Eres tan tonta que le vas a creer, tus sentimientos te nublan querida.»

Era obvio que la súcubo estaba empeñada en que no le creyera, porque con cada sentimiento de desconfianza, duda o miedo se volvía más fuerte. Sin embargo, en esa ocasión la Black Lestrange no tendría que luchar sola contra ella y lo supo en cuando el Crowley comenzó a recitar un hechizo en su lengua natal que tenía la finalidad de volver mucho más fuerte el tatuaje protector que impedía que esta tomará el control.

Sabiendo que no estaba sola, sintió como poco a poco la voz de la demonio comenzaba a remitir. Al sentir el peso del cuerpo de él sobre sí misma, un estremecimiento la recorrió, pero solo duró unos segundos porque poco a poco comenzaban a parar los espasmos. El contacto físico de sus cuerpos, estaba obrando más magia de la que se hubiese imaginado, sus emociones negativas comenzaron a cambiar por positivas y más al escuchar la respuesta a su última pregunta o el inicio de la misma.

—Te creo, sé que eras tu… puedo sentirte ahora y en ese entonces también podía aunque me cueste aceptarlo—soltó con voz medio quebrada— Pero, aún tengo una pregunta que quizás más adelante logre formular.. —completó respirando profundamente.

El acercamiento que habían tenido hacía veinte años había sido por gusto de León, no de Bapometh y eso le hicieron regalarle una media sonrisa. Sacando casi por completo de su mente a Rusalka, sintió como un atisbo de sorpresa total se comenzaba a formar en su interior. Claro que era él, como había podido dudar alguna vez que estuviese con ella por culpa de aquella íncubo. Todo era obra de Rusalka y eso lo estaba entendiendo rápidamente, solo necesito esa pequeña maraña de sentimientos contrariados para intentar salir.

«Parece que Bapometh no pudo evitar que su siervo desarrollará un interés más allá del sexual contigo, ¿qué sorpresa no?»

Fue lo último que pudo escuchar ahora si en su mente, y ya con un silbido totalmente lejano a su voz. Todo estaba en orden y confiaba en que ese pequeño episodio se quedará en el olvido dentro de algunas horas, y meditando en eso, casi soltó un grito de sorpresa al escuchar que León estaba enamorada de ella, ¿eso podía ser posible? El hombre que muchos años había huido de sentimientos como aquellos estaba confesando que la quería. Sin poder evitarlo, profundizó un poco el beso que le estaba dando queriendo demostrarle que era correspondido y aunque Rusalka se hubiese adelantado a confesar sus sentimientos sabía que no valían hasta que ella los admitiera también en voz alta.


—Te amo León Crowley, no sé cómo paso o en qué momento —comenzó a hablar con decisión—. Pero solo sé que también comparto el mismo sentimiento.

Llevando uno de sus brazos al cuello del holandés y otra a su rostro lo miró a los ojos y le dio otro beso que marco la desaparición total de los cabellos rojizos: nuevamente era rubia. Las filigranas plateadas quedaron únicamente como marcas rojizas sangrando en unos cuantos sitios y el tatuaje solo quedó marcado de color rosa… cicatrizando poco a poco, borrando el rastro de que la súcubo había intentando salir.

—No quiero que te alejes nuevamente de mi vida. —añadió mirándolo fijamente para después cambiar el tema rápidamente— Jessie tiene que saber que eres su padre, ella merece conocer la verdad.

Sus palabras estaban cargadas de sentimientos de preocupación en esta ocasión, no sabía como le explicaría a la pelirroja quién era su padre y como se había enterado. Además, de que aún tenían que aclarar unos cuantos puntos con ese íncubo, porque su hija no le pertenecía por más que formará parte de su concepción.

—Bepometh no estará muy contento con saber que Artemisa puede reclamar a Jessie para cualquiera de las súcubo que forman su corte demoníaca y aunque no le guste, sé que así será. —permitió que sus pensamientos se externaran en voz alta mientras acariciaba el cabello del Crowley y sentía como esa acción extrañamente la calmaba.

Estaba cansada, podía sentir dolor en algunas articulaciones. Sabía que eran consecuencias del episodio que acaban de vivir, pero aceptarlo lo hacía más real y no quería recordarlo, al menos no de momento así que simplemente se permitió cerrar unos segundos los ojos e inhalar el aroma de su compañero, buscando relajar por completo su cansado y tenso cuerpo. Concentrarse en el aquí y ahora, disfrutando del saber que León correspondía a sus sentimientos.

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Seguramente muchas iban a ser las preguntas pendientes en lo que sería su relación de ahí en adelante, más teniendo presente que ambos tendrían que convivir con el amor que se tenían y al mismo tiempo con el odio que sus contra-partes podrían profesarse. El silencio subsiguiente a su última frase se le había hecho más largo de lo que hubiera querido, unos dos o tres segundos dignos de la sala del tiempo de Kamisama. No le preocupaba tanto si era o no correspondido, ya se había lanzado al vació y lo peor que podría suceder era estrellarse; le preocupaba en realidad era que perdiera el control sobre si misma y su entidad hiciera de las suyas.


Cuando se dio cuenta estaba de nuevo fundido en los labios de Mía, en sus cabellos rubios como siempre los traía y con un leve indicio de la presencia de Rusalka en su cuerpo. Paso la mano debajo del cuerpo de ella y volvió a rezar el conjuro de sanación. Él también se lo hubiera conjurado a si mismo, si las subsiguientes palabras de la Black Lestrange no le hubieran producido el mismo efecto. No físico, no corpóreo como lo hacía el conjuro, pero si interno; su alma dio un respiro cuando, por las mismas palabras de Mía, su amor, igual de confuso e inexplicable, era correspondido.


—Ni yo quiero alejarme de tu vida. Te encontré sin estar buscándote y no pienso darme el lujo de perderte —Se dejó caer a su lado, acariciando el contorno de su rostro cansado—. Por supuesto que tiene que saberlo mi amor, cuando hayamos terminado de procesarlo nosotros.


Si, las palabras de la matriarca estaba cargadas de razón y era justo que Jessie supiera la verdad, por más loca que pareciera. Si fue duro para Mía saber la naturaleza de la concepción de su hija, sería el doble para la pelirroja, ya que a falta de un demonio detrás de ella, tendría dos. Sin embargo, dada la edad de Jessie no era algo que le preocupara mucho a León, pero no sería este el momento de explicar en detalle a Mía. Él mismo había tardado más de 18 años buscando unas solución si no a su problema, al que habían heredado sus hijos, y si de suerte estaban, tal podría funcionar en Jessie incluso para la Maldición de Artemisa.


No te preocupes por ahora de eso, Jessie es muy joven aún y solo se pertenece a ella misma. Bueno, tal vez a Otto —Sonrió mirando de reojo lo maltrecha que había quedado la habitación.—. ¿Te parece si desayunamos algo antes de ir a buscar a Jessie? Todo esto me ha dejado un poco hambriento.

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Los conjuros de sanación que utilizó León en su cuerpo surtieron efecto casi de inmediato, estaba adolorida pero no sangraba más y solo un par de pequeñas líneas moradas eran lo que sobraba del encuentro tan cercano a la liberación de Rusalka. Tenía que poner de su parte, por lo que llevando su mano a la zona de su espalda baja soltó uno de los hechizos de curación, aprendido con los Uzzas, permitiendo de esa manera que su cuerpo quedara completamente sano físicamente.

Su interior comenzó a descansar tranquilamente al escuchar las siguientes palabras salidas de los labios de él. Ninguno de los dos se había buscado, y mucho menos deseado encontrarse, simplemente había sucedido como contaban aquellas historias asiáticas, en especial la del hilo rojo, que aseguraba que no importaba cuanto tiempo pasará siempre te contrarías nuevamente con aquella persona destinada y hecha a la medida para compartir el largo camino de la vida, por lo que al recordarla no pudo evitar que en sus labios se formará una sonrisa y al sentir las caricias en su rostro se acercó a su pecho y se recargó unos segundos allí.

—Tampoco quiero perderte, pero ese será otro tema que después debemos hablar amor. —utilizó nuevamente aquel apelativo que le causaba sentirse cómoda y que descubría le gustaba expresar— No será nada sencillo para Jessie, ella cree saber quien es su padre.

Sabía que aquellas palabras no le caerían nada bien al Crowley, pero necesitaba que supiera que la pelirroja no les pondría nada sencillo el creer lo que le dirían acerca de su procreación y nacimiento. Por lo que a lo más que podían aspirar era a explicar las incongruencias de tiempos, así como todo el contexto en el que se habían dado las circunstancias.

—Hace algunos años, comenzó a investigar a algunas de mis ex-parejas, intentando atar cabos para saber quién era su padre y cree que lo descubrió pero no es así —explicó un poco más la situación—. Siempre supe que el nombre que me daba era falso pero no me atreví a desmentirla porque eso significó un poco de tranquilidad para ella.

Al escuchar que Jessie por el momento no tendría que preocuparse por el demonio de carga masculina, asintió con tranquilidad y prestó atención a la habitación, parecía una zona de guerra. Sabanas manchadas de sangre, igual que el piso y las alfombras eso sin contar alguno que otro destrozo que en el momento de la casi perdida de control por parte de León y Mia había ocasionado. Tenían que limpiar y adecentar su habitación o de lo contrario no podrían volver a dormir allí.

—Eligió estar con Otto, así que si de cierta manera le pertenece. —aceptó con una sonrisa— Estoy de acuerdo, ahora que lo mencionas tengo un poco de hambre —el día anterior poco o nada había ingerido de alimentos y eso sumado a la reciente energía gastada estaba débil— Pero antes, una ducha no nos vendría nada mal.

 

Levantándose de la cama se mareó un poco, pero eso no le impidió encaminarse hasta el baño privado que poseía su recamara y una vez dentro abrió la regadera de agua caliente, la cual permitió que cayera sobre su cuerpo durante algunos minutos; lavando y purificando. De esa manera, consiguió relajarse aún más y cuando salió, cubrió su cuerpo con una bata de baño y volvió a la habitación en donde había dejado al pelinegro.

— ¿Te parece bajar a desayunar a la terraza? Después podemos ir a la habitación de Jessie, me informaron que llegó sola a la mansión hace algunos minutos. —soltó mirándolo a los ojos.

Mientras esperaba una de sus respuestas, eligió un sencillo vestido rosa palo corto que era fresco y le permitía moverse libremente por toda la mansión con unas sandalias de piso. Era una vestimenta muy básica pero no se sentía con mucho ánimo de ponerse algo más porque en esos momentos un bostezo salió de sus labios, pero no le prestó atención, aún tenían un día largo por delante.

—Aunque creo que será más almuerzo que desayuno —soltó al ver que pasaban de las diez de la mañana— Vamos.

Dándose la libertad de tomar de la mano a León, le regaló una sonrisa y segundos después ordenó a su elfina doméstica que limpiaran el desastre de su habitación. Caminar por los pasillos de la vivienda de la mano de su pareja, era toda una novedad y algo que extrañamente la hacía sentirse bien, no entendía de donde surgían todos aquellos sentimientos, pero no los iba a cuestionar, sino que únicamente los iba a disfrutar, no tenía fuerzas para nada más.

—Buenos días, ¿qué les ofrezco de desayunar? —preguntó Sunev, el elfo familiar— Ama Mia, a ustedes me adelanté y le pedí su jugo especial. —la criatura a pesar de atenderla pocas veces, sabía que era lo que solía beber por las mañanas. Un poco de zumo de naranja con vodka.

Se podía considerar alcohólica, pero necesitaba de esa bebida para comenzar con la jornada del banco, era algo que permitía adormecer sus sentidos y le facilitaba el trabajar, pero extrañamente ese día no lo necesitaba por lo que negó con lentitud.

—Hoy solo quiero jugo de naranja, con un poco de fruta y un omelet. —tras ordenar, giró su vista al Crowley para pedir perdón con la mirada al acaparar la atención de la criatura y no dejarle ordenar antes.

Los rayos del sol en la terraza eran tenues y calentaban lo suficiente para generar un clima agradable, sumado al poco aire de la brisa matinal que aún quedaba, era el sitio adecuado para disfrutar de un desayuno en compañía para disfrutar de una amena conversación.

—Te confieso que anoche, pensé que regresarías al castillo de tu familia. —soltó mirándolo a los ojos, necesitando continuar liberando parte de sus sentimientos.

Editado por Mia.
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—Es sencillo elegir con quien compartir el resto de la vida si estás enamorado, ¿No crees? —preguntó luego de darle un corto beso antes de que la rubia ingresara a la ducha.


No podía negar que el hecho de que Jessie creyera que uno de los ex de Mía fuera su padre, como tampoco podía negar que el solo pensar en alguna de sus parejas pasadas le incomodara. Con la basta experiencia que él mismo tenía de lo pequeño que era el mundo, no sería raro que conociera a esa persona. Era algo que en algún momento iba a suceder y si era en ese momento mucho mejor. Se puso de pie y por un instintivo reflejo se dirigió a uno de los armarios de la habitación creyendo encontrar ropa allí. Río para si mismo consiente de que en algún momento debía dejar un par de pantalones y camisas en ese lugar y sacó del bolsillo derecho del abrigo lo que parecía ser un monedero; tanto tiempo viajando por diferente lugares le había enseñado a ser precavido y tener un par de mudas de cambio bajo un hechizo de expansión indetectable.


Llevaba un par de meses de nuevo en casa, por lo que la muda limpia que quedaba, no era precisamente la más adecuada para darse a conocer ante su hija o al resto de la familia de su novia -si, ya podía nombrarla así-, pero dadas las circunstancias, prefería eso a la camisa ensangrentada y con fuerte aroma a tabaco y licor. Unos vaqueros oscuros, unas Converse clásicas y una camiseta o remera de su banda muggle favorita era lo único que había en la maleta. Solo esperaba que si alguien veía su remera la asociara a la festividad clásica de octubre y no a la banda de Power Metal alemana. Cuando escuchó a la rubia salir del baño, casi no logra controlar un intenso deseo de quitarle la bata y secar personalmente cada gota de su cuerpo.


—¿Llegó sola, dices? —preguntó ya desde el interior de la ducha—, espero que hayan pasado tan buena noche como nosotros, aunque se veían muy cansados.


El agua cayó sobre su cuerpo refrescando como la lluvia de otoño lo hace en la planicie del Serengueti luego de meses de sofocante sequía. La sangre seca se escurría por su torso y piernas revelando las marcas del reciente encuentro con su infinito huésped y el olor a vodka se desprendía de su cuerpo sin dejar rastro. No lo había notado pero cohabitando con el hambre, una sed marcada se manifestaba en la resequedad de sus labios y se preguntó si la ojiverde lo había notado en cada beso. Se quedó un rato en silencio bajo el agua fría, perdido en sus pensamientos y contemplando lo mucho que había cambio su forma de vivir el día a día en las últimas semanas. El reflejo en el espejo al otro lado de la puerta de vidrio reflejaba un cuerpo borroso, agotado y maltratado, combatiente de mil guerras y batallas. Pero su rostro evidenciaba lo contrario, tenía una sonrisa permanente que parecía imprimir la misma a alegría a sus ojos oscuros. Nada comparado a la persona que había vuelto a Ottery, unos meses atrás.


Conservando la misma sonrisa salió del baño, ya vistiendo la muy informal ropa que, comparado con el impecable vestido rosa de Mía, desentonaba aún más al punto que un leve sonrojo pasó por sus mejillas; sonrojo que se evaporó cuando ella tomó su mano y sin importarle nada, salió con él de la habitación. Nunca había estado en el castillo Black Lestrange a plena luz del día pero sentía una tranquilidad y una confianza que no era normales en una persona que detesta estar en un lugar que no conoce. Décadas habían pasado también desde que había caminado de la mano de alguien y aún así, parecía que el contacto confería la seguridad suficiente como para sentirlo un acto normal y propio. Al llegar a la cocina, pudo sentir un aroma en especial por encima de cualquier otro. Esperaba que Jessie y Otto tuvieran una unión tan estable como la del zumo de naranja y el vodka.


—Yo si recibo ese delicioso jugo especial —soltó sentándose junto a Mía al tiempo que tomaba el vaso antes de que el elfo, que miraba sorprendido, lo retirara—. Tal vez un buen trozo de carne cocida o asada con de arroz y un pan para mi, si no es demasiado pedir.


Si su figura estaba delgada y maltrecha, no era por falta de comida precisamente. El gasto de energía que implicaba tener controlado al senescal conllevaba que su cuerpo se consumiera a limites extremos, razón por la cual debía devolver al organismo lo perdido. Tomó el jugo especial y lo vertió por su garganta como si su vida dependiera de ello y apelando a la exageración insignia de su lado materno, bien podía decir que así era. El tibio aire que entraba por los ventanales arrastraba consigo el dulce aroma de los álamos cuya vista calmaba tanto al holandés. Se sorprendió un poco al encontrarse a si mismo que no le desagradaba en absoluto despertar de esa forma todas las mañanas. Aún más sorpresa cuando una pregunta relacionada surgió de los labios de la matriarca. Se recordó a si miso revisar los registros académicos, por si ella había aprendido legeremancia en su tiempo ausente.


—Pensé en irme en el momento en que descubrí lo de Jessie —confesó tomando la mano de Mía y contemplando por un rápido instante, como los rayos del sol se fundían en su cabello—. Pero me pareció más conveniente quedarme y aclarar el tema contigo. Ademas mi amor, recuerda que llevo más de 15 años sin venir a Ottery. Todo lo que en algún momento fue el hogar de los Crowley, es ahora una vieja edificación habitada por fantasmas y elfos gruñones. 15 años en los que no supe de mis hijos más que para contarles la naturaleza de su condición, o de mis nietos, de mis hermanos o amigos que tengo intención de recuperar —hizo una pausa justo para el momento en que el elfo recargaba el vaso. Notó el tono melancólico de sus palabras y la triste facción montada en su rostro y la cambió por una sonrisa honesta en sus labios—. Dicen que la familia está donde está el corazón de uno y como te lo dije hace un momento, mi corazón está contigo. Así que de una u otra forma, estar contigo también es estar con mi familia.

Editado por León Crowley
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Suspiraba con añoranza desde el balcón de su habitación viendo los bastos jardines de la mansión. Sonrió de lado al sentir el peso de su alianza en su dedo corazón y recordar la forma en que las cosas se habían dado a fin de cuentas.

 

-Señora Black,soy ahora la señora Jessie Black Lestrange de Black... Qué extraño suena

 

Camino con elegancia hasta un reposet que había en el balcón y se sentó con una gracia propia de ella, cruzando sus piernas a la altura de sus tobillos y posando sus manos entrelazadas sobre su regazo.

 

No pasó mucho tiempo cuando sintió las manos de alguien abrazarla por la espalda y ponerle un ramo de flores a un costado. Sus grises ojos brillaron y volteando el rostro beso con delicadeza los labios, de su ahora esposo.

 

-Hola amor... No tengo mucho apetito, a decir verdad- exclamó con delicadeza intentando no hacerlo sentir mal- Solo quiero... Acostumbrarme a la idea. Ahora no solo soy Jessie Black Lestrange, ahora soy Jessie Black... Pero mi familia siempre serán los Black Lestrange... Mi madre es Mía... Mi padre es Zack...

 

Sus grises ojos se volvieron a perder en el horizonte mientras soltaba un suspiró y jugaba con el anillo en el dedo corazón de Otto. Volteó a verlo con cariño y un amor que creyó jamás sentir por nadie, sonrió con ternura.

 

-Come tú... Anda, yo te acompaño

 

Se sentó en una de las sillas de la mesa de exterior que había en el balcón y observó a Otto hacer lo mismo.

 

Le gustaba verlo tanto como leer, verlo sin conversar, sin hacer nada más que observar cada una de sus facciones y grabarlas en su memoria. Sonreía sin que se percatara pero sus labios color carmín mutaron de expresión al escuchar la voz de su madre en el jardín con el hombre que la había acompañado a su boda.

 

Se puso de pie acariciando en el proceso el blanco cabello de Otto y se acercó a la barandilla del balcón buscando a su madre con la mirada.

 

Ella sabía que era una Black por sus ojos, grises cual Onices, cómo los de Aaron. Él, su medio hermano, le había dicho que era un símbolo distintivo de los Black y ella los tenía así.

 

Verla con aquel hombre a quien su madre había presentado como León, ver cómo la observaba con adoración, así como ella veía a Otto... No le gustaba. Sabía que Eobard era su medio hermano ya que no eran hijos del mismo padre, lo mismo con Ashura pero Jessie siempre pensó que Mía volvería con Zack Black y verla con ese hombre.

 

Sus grises ojos se oscurecieron un poco al percibir el amor que irradiaban la feliz pareja. Sus blancas manos se ciñeron con fuerza sobre la barandilla del balcón mientras sentía que su metamorfomagia se descontrolaba por las emociones que la embargaban en ese momento.

 

Negó mientras cerraba sus ojos y se daba la vuelta dándoles la espalda a Mia y su acompañante regresando junto a Otto para intentar tranquilizarse.

 

-No debería importarme con quién salga mi madre, siempre y cuando sea feliz... Pero ese hombre, ese hombre me hace enojar y no se porqué - mascullo molesta destrozando un trozo de pan, qué sin darse cuenta, sus manos habían tomado de forma mecánica.

Editado por Jessie Black Lestrange

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Justo cuando tomaron asiento y estaba ordenando su desayuno León, fue cuando se dio cuenta del atuendo casual que portaba, no era que le quedará mal al contrario le daba una imagen mucho más juvenil y hasta sexy. Pero ¿de dónde había sacado esa ropa? Tendría que preguntarle y más ahora que eran una pareja seria o eso era lo que quería creer por todo el cúmulo de situaciones vividas y que culminó con la confesión de sus sentimientos y de pasó enterarse de quién era el verdadero padre de su hija Jessie.

Si alguien le hubiese advertido el día anterior que todo eso ocurriría, sin duda les habría dicho que estaban equivocados y que estaban consumiendo sustancias ilícitas que les hacían tener una imaginación muy fructífera. Pero afortunadamente para la matriarca Black Lestrange todo estaba encajando y haciéndola sentir afortunada, algo que si era sincera consigo misma tenía cierto tiempo sin sentir. Sabía que ser correspondida era parte fundamental de ese estado y lo agradeció mentalmente, porque eso le había devuelto la paz mental que requería.

— ¿Quince años? Eso es mucho tiempo, pero estoy segura que el castillo Crowley no está en estado tan decadente. —respondió al asimilar la cantidad de años que había pasado fuera de Londres­— De todos modos, sabes que puedes quedarte en la mansión el tiempo que quieras y hasta podría considerar darte una habitación propia si lo pides. ­—soltó con un guiñó y regalándole una sonrisa.

En cuanto notó la nostalgia en la mirada de León, lo comprendió un poco mejor. No había sido sencillo para él irse y dejar todo por encontrar una posible cura a lo que le ocurría y por eso no lo juzgaba, empatía sintió por él en esos momentos, así como un poco de melancolía en su interior y no le reprocharía jamás que quisiera recuperar amistades y relaciones familiares que había pedido, porque eso mismo había hecho cuando volvió después de su viaje por Alemania.

—El sentimiento es mutuo cariño y te creo cuando dices que estemos donde estemos es como estar en familia, pero necesitas sentir esos lazos filiales con tus hijos, así como el cariño e tus amigos y lo comprendo, así que nada me haría más feliz que verte feliz. —admitió con una sonrisa y segundos después bebió un sorbo de su jugo y comenzó a comer la fruta.

Lograr recuperar y hacerse una posición en el mundo mágico no sería sencillo pero estaba segura de que el pelinegro lo conseguiría sin problema alguno y ella lo apoyaría en todo lo que pudiese y aunque también, quisiera tenerlo solo para ella sabía que eso no sería posible porque en determinado momento el trabajo en Gringotts, la recluiría nuevamente durante otras entre las cuatro paredes de una oficina y por más que le gustara su trabajo, comenzaba a valorar si era realmente necesario tanto sacrificio, porque quería más despertares como ese.

Se sentía cansada y hambrienta, pero por más que quería comer más no podía porque sentía como un nudo se extendía por su estómago y tenía presente que no se desharía hasta que hablaran con Jessie y la sacarán del error de que su padre era Zack, quien en algún momento había sido un buen amigo con el que compartió más que batallas y conversaciones, pero nada más. Nada como lo que tenía y sentía con León.

—Llegó el momento de hablar con Jessie, es obvio que nos vio hace unos segundos… la vi en el balcón. —le dijo mirándolo a los ojos y acariciando el torso de la mano que la sujetaba.

Mirando a Sunev, le indicó que era momento de que llamará a Jessie hasta donde se encontraban porque sus padres querían hablar con ella. Sabía que quizás, la premisa que le estaba dando no era la correcta, pero al menos confiaba en que con esa información la pelirroja acudiría en cuestión de segundos.

—No será fácil, pero podremos con esto. ­—soltó dándole un rápido beso y notando como @Jessie Black Lestrage ingresaba en esos momentos a la terraza— Buenos días cariño, tu padre está en la mansión y queremos hablar contigo, es importante que sepas algunas cosas.

Aún tomada de la mano de León, respiró profundamente al decir aquellas palabras porque no sabía como respondería la bruja ante sus palabras.
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Sus grises ojos estaban clavados en el rostro de Otto como si lo mirará fijamente pero la verdad es que no veía nada en realidad.

 

Su mente estaba pérdida, analizando lo que había visto: su madre con otro hombre. No debería importarle, ella lo había elegido como Jessie había elegido a Otto y aún así...

 

-Señorita Jessie, la señora Mía la solicita en el jardín junto a su padre- solicito Sunev mirando a una confundida Jessie.

 

Esta lo observó entonando los ojos al voltear a ver al elfo de su madre. ¿Acaso Zack habría llegado? Negó para ella misma cerrando los ojos; estaba bastante confundida.

 

 

Se puso de pie e intento una sonrisa ligera a su esposo, suspiró y cerro sus manos con fuerzas mientras notaba como el brillo de sus ojos se apagaba a cada segundo.

 

-Vamos Sunev... Termina de comer, cariño, te veo más tarde abajo- se acercó a Otto y lo besó con ternura en los labios.

 

Siguió al elfo escaleras abajo, tratando de crear barreras tal como se lo habían enseñado en su clase de oclumancia y controlarse como había aprendido en metamorfomagia. Ya era una bruja cualificada, debía y tenía que poder controlarse.

 

Su respiración se hizo muy pausada así como su ritmo cardíaco bajo a niveles que ella sabía eran de la etapa de descanso pero prefería eso, sentirse un poco mareada a estallar enfrente de Mía y Zack.

 

Al llegar al jardín observó con mutismo a Mia y su acompañante, León. Una mueca de incredulidad iba a apoderarse de su marfileño rostro pero se contuvo al instante.

 

-Madre... Señor Crowley, buenos días -saludo inclinando la cabeza con una serenidad que no sentía, más aún así no demostraba su inquietud e incredulidad - Sunev me dijo que querías verme, madre. Junto a mi padre... ¿Dónde está Black?

 

Ignoraba por completo al hombre que acompañaba a Mia, sin importarle el ser grosera o no demostrar la casta de su noble casa. Sonrió con altanería a su madre observando por encima a Leon, demostrándole que ella le tenía plena fidelidad a sus progenitores así como un respeto que solo ellos se habían ganado.

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-Te traje esto, para comer bien el día-dijo amable con una sonrisa de oreja a oreja dándole la flores pero también los chocolates. Mientras la rodeaba con sus brazos para comenzar a darle besos en su cuello, bajando por su clavícula ella de espalda hacia mi claro estaba, notando como su ojos hermosos miraban a los míos sintiendo como respondía sus besos que le había dado su esposo a su esposa oyendo lo que decía poniendo las flores a un lado junto a los chocolate. La elfina de su esposa agarraba las cosas que había dado el demonio para poner las flores en un jarrón con agua que andaba vació en el cuarto de su esposa los chocolate suponía que los guardia en la cocina.

 

 

Otto iba responder pero su estómago sonaba indicando que tenía hambre-Está bien hermosa-dice sincero mientras la criatura de jess le trae al demonio comida ensalada cesar con un jugo de naranja y pan tostado. El demonio se sienta comer en la mesita que había en el balcón-Oye tranquila te entiendo…………….los primeros días de casados no son fáciles, hay que adoptarse, pero sé que nos adaptaremos bien porque nos tenemos el uno al otro para apoyarnos-dijo sincero mientras comenzaba a comer su comida.-Ok-dijo explicándole ella ahora sobre su madre e padre.

 

 

Notaba Jess preocupada esperaba saber cuál es el producto de su preocupación, esperaba que le dijera que le andaba pasando mientras el comía.-Tuve que comenzar sin ti, pero entiendo sino quieres comer tranquila, que me acompañes y me cuentes tu problema lo que te pasa es suficiente para mi.-dijo sincero y tierno mientras comía esperaba ayudar a la señora Black Lestrante Black a despreocuparse de su problema, notando como ella sentaba a mi lado mirando comer. Sentía como su esposa lo miraba sin decir nada, como si anduviera analizándolo, como si estuviera estudiándolo , noto de reojo su sonrisa mirando cómo se ponía de pie para ella darle la espalda mirando hacia afuera, claro antes de irse al balcón sentí su mano acariciando su pie, mientras Otto seguía comiendo esperando saber el motivo de la preocupación de su esposa, ahora se molestaba y usando sus dotes de cambio de forma cambia su cuerpo –Amor tranquila-dice el Black mirando como agarraba un pan y lo destruía con sus manos, el patriarca se levantaba para abrazarla por la espalda poniendo su barbilla en su hombro-Entiendo tu punto, pero por lo menos deberías darle la duda a León, hablar con él , conocerlo mejor. No llevaste por primeras impresiones, de todas maneras creo que deberías hablarlo con tu Madre y que te dé respuesta.-comento en su oído de forma segura mirando afuera donde miraba su bruja.

 

 

En eso una de la elfina de la familia aparecía solicitando su presencia, parecía que por fin iban su hermosa esposa a tener respuesta-No te preocupes cielo ya termino-dijo sincero mirando sus lindos ojos sintiendo sus besos. Pero la Lestrange Black no le respondió y se fue, el demonio sonríe sabía que su mujer quería repuesta así que sentaba a terminar su comida contradiciéndose para ir al jardín sin tiempo que perder-Perdonen el retraso-dijo Otto a los presentes mientras agarraba la mano de su esposa llegando justo a tiempo, escuchando lo que decía su mujer.-León y Mía Hola-dijo del pelo blanco presentándose a los presentes.

Editado por OttoBlack

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—Nunca han sido fuertes los lazos con mi hijos amor —soltó terminando de devorar el trozo de carne que el hábil elfo había preparado—. No es una destacada facultad de los Crowley el amor paternal.

La última frase le trajo a León más de un recuerdo doloroso de su infancia en los bastos terrenos del hogar de su padre, recuerdos que bien podrían ser una sarta de mentiras de Baphometh, cuando este se apoderó de su cuerpo. Sus numerosos hijos e hijas no recibieron mucho cariño o amor de su parte. Estaba más interesado en que aprendieran a defenderse, a no dejarse de nadie; a luchar por lo que querían a toda costa. Si, eran cosas necesarias en la vida, pero no tan necesario como un abrazo o un consejo. Entendió eso solo hasta que logró controlar al senescal, pero ya era demasiado tarde. 20 años tarde como se lo habían hecho saber Fokker y León Jr, luego de fallar un sectusempra conjunto.

Justo había terminado el último vaso de jugo especial cuando vio entrar a la pelirroja por la puerta del jardín y tras colocarse de pie, recordó la sensación de la noche anterior. No había tenido forma de explicarle a Mía exactamente que había sentido, y agradecía a Odín que ella no se lo hubiera preguntado o habría sido aún más complicado convencerla de la verdad. En cuanto la mujer llegó al comedor junto al jardín, supo que Mía estaba en lo correcto al sugerir que no iba a ser fácil. Los ojos de Jessie aunque grises, parecían arder en llamas naranja al posarse sobre los pares oscuros del holandés. Extendió la mano a la recién casada y extendida se quedó. El tosco y cerrado saludo con que lo recibió fue todo el lenguaje de señas que necesitó, para saber que sería larga la mañana.

—Buenos días Jessie —saludó de forma cortes y solemne. Habían sido muchas las veces que se había tenido que presentar ante alguien para después decirle que era su padre y luego de unas cuantas pataletas, largarse. Pero esta vez no podía hacerlo igual, esta vez tenía que decirle a la hija de la mujer que amaba, que también era su hija.

Cual piedra que cae en el agua y genera una reacción en cadena de olas a lo largo de un lago hasta la orilla, cayó sobre el pelinegro el apellido del que Jessie creía, era su padre. Habían muchos Blacks en el mundo mágico, muchos apellidos conjugados, compuestos y conexos; tendría que ser el segundo o tercer apellido más mezclado del linaje mágico inglés, su misma mejor amiga era una de ellos, pero solo un Black había sido parte del pasado de Mía. Una parte de si mismo parecía haber omitido intencionalmente que la rubia había estado casada, que él mismo había felicitado a ese hombre por su unión y hasta habría brindado por su felicidad en el bar de la academia. El karma hace de las suyas cuando mejor se está. Agradeció que el arribo de Otto lo sacara de sus pensamiento y le respondió el saludo con un leve movimiento de la cabeza.

—No Jessie, no hay ningún Black —dijo con la mirada fija en la pelirroja, repeliendo el fuego ya carmesí de sus ojos—. Solo hay un Crowley. Y ese Crowley soy yo. Y yo soy tu padre —soltó al fin, sintiendo como Mía apretaba con más fuerza su mano.

Editado por León Crowley
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Sabía que Otto la acompañaría, que el hombre con quién había decidido compartir su vida la apoyaría en todo momento, por eso no le sorprendió en lo absoluto el escucharlo llegar segundos despues, tomarle la mano y darle la entereza que necesitaba en esos momentos.

 

-¡Usted, mi padre... Sí, claro!-mascullo con un deje de cinismo que su risilla cantaría secundaba.

 

Sus grises ojos, fríos cual piedra muerta, lo culminaban de arriba abajo con un desdén que la chica de largo cabello rojo solo sentía por los seres inferiores a ella. Alzó una ceja de forma reprobatoria demostrando el linaje que ella creía tener y aferró con mayor fuerza la mano de Otto.

 

-Muy buena broma, madre. Yo... Hija de un ser como él... Un vil traidor... - su voz era fría y carente de vida, su mente, por otro lado, intentaba por todos los medios controlar sus constantes vitales para no perder el control.

 

Cerro su mente a toda cosa que pudiera distraerla, sus recuerdos del pasado y las emociones que estaba sintiendo. Fijo sus grises ojos en el rostro de León para centrarse en una sola cosa, hacerle el mayor daño posible a ese... Ser.

 

-No tengo nada que me emparente con usted, señor Crowley... Absténgase de hacer esa clase de declaraciones si no tiene pruebas

 

Volteó a ver a su madre preguntándole con la mirada cómo es que permitía que su amante en turno dijera esa clase de cosas. Una semana y Mía lo desecharía como solía hacerlo y era algo que admiraba de ella e incluso trato de imitar hasta que llegó Otto a su vida.

 

Suspiró mientras negaba decepcionada de su madre, al creer que ella caería en algo así.

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