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๑۩♚۩๑ Mansión Black Lestrange ๑۩♚۩๑ (MM B: 78195)


Mia.
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Se le quedó viendo extrañada a León tras lo que había dicho. Ciento setenta años... ¿Acaso su padre era un ser inmortal? Volteó a ver a Otto con la duda en su rostro y luego a su madre, aún más preocupada.

 

Aunque la preocupación le duró poco ya que comenzaba a cuestionarse, tras llamar a Leon: padre, sí lo era o no... Aún tenía dudas y aún más el acpetarlo de un momento a otro no era algo que fuera a hacer.

 

La situación de salió de sus manos y aunque veía a su madre acuclillada frente a ella no lograba centrarse, aún con la forma en que está la calmaba. Negaba mientras ligeras lágrimas salían de sus ojos.

 

Se puso de pie y tras abrazarla salió corriendo hacia el área de la mansión dónde estaba los restos de sus antepasados. Necesitaba estar sola y aún probablemente no la buscarian

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Su esposa sabia de curación era algo que le gustaba hacer ayudar a las personas heridas como si, fuera una sanadora de San Mungo-Que le hiciste?-dice el demonio preocupado levantándose de golpe empujando al papa de Jess-Estas bien amor?-preguntaba curioso sorprendido por que incluso su mujer le dijo padre a novio de Mía poniéndose frente de él. Ahora el que busca repuesta es Otto sobre lo ocurrido sobre lo que anda pasando, sobre lo que hiso el mago tenebroso a la Señora Black Lestrange Black ,mientras ahora solo me queda ver y esperar o escuchar .

 

Notando algo como la luz del sol comenzaban dar paso al atardecer, el cielo comienza a ponerse más naranja, en eso miraba como Mia hablaba con León seguro andaba buscando repuesta, aunque se notaba cansando seguro no esperaba todo este drama , a lo mejor quería que todo terminara y su hija se lleva bien con su padre. Hasta que por fin escuchaba como su suegra le hablaba-Entiendo-dijo sincero mirando a Jess para luego mirar a Mia siguiendo escuchando lo que decía ella, aunque para ser sinceros su repuesta le pareció algo un tanto peculiar-Método peculiar pero como tú dices pruebas son pruebas-dice amable pero sincero, mientras suspiraba alejándose un poco de su esposa.

 

Mirando a la madre de está acercándose su esposa andaba nerviosa y un poco en pánico, Mia se acercaba usando su magia la calmaban un poco la tranquilizaba miraba el brillo de su manos hasta el cuerpo de la mortifaga-Gracias por eso mía-dijo amable el demonio mirando como hablaba con su pareja.-León disculpa por el empujón-dijo apenado Otto-Y no te preocupes sé que las cosas mejoraran entre tú y mi esposa, solo dale tiempo-le decía sincero animándolo un poco, pero también lo decía un poco apenado.Jess aun lo miraba con dudas para luego salir corriendo-Jess-decía el Black viendo a la chica corriendo –Bueno si me disculpan tengo ver que le pasa a mi mujer-decía mientras corría detrás de ella.

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¿Cómo se llamaba a una verja?

 

Macnair enarcó una ceja y extendió la zurda para tocar el hierro pero éste cedió centímetros antes. El chirrido le resultó molesto, se le erizó la piel. Pero no debía distraerse con cosas tan pequeñas, su objetivo estaba bastante lejos de la entrada, dentro de la mansión Black Lestrange. Y justamente ese apellido era lo que le tenía dispersa ¿vería a Aries? desgraciadamente sí, y aunque él no estuviera debería pedir que le llamaran pues la entrevista abarcaba los chismes sobre su casamientos a espalda de los familiares allí presentes, así como la futura boda del reconocido Ex Director de Hogwarts, León Crowley y la afamada Directo de Gringotts, Mía Black Lestrange y por último y no menos importante la aparición del perdido patriarca, Jocker Black Lestrange.

 

Su pecho y estómagos eran una montaña rusa de emociones y sentimientos.

 

Luego del encuentro en el desierto, de haberlo dejado ir, su corazón pesaba menos y latía con rapidez pero aun así, de cierta forma, se sentía ligeramente incómoda en presencia de Aries, ni hablar de su prometida, a sabiendas de que poco tiempo atrás ella hubo ocupado aquel sitio. Negó, quería enfocarse en otra cosa. Su hermana ¿Antes del desierto cuándo había sido la última vez que la vio? estaba demasiado apartada de su familia, aunque se tratara de lazos maternos nada más. Y para rematar, Jock, el hombre que le dio clases de adivinación, pensar en una entrevista a puertas cerradas con aquel prestigioso y legendario mago le provocaba más sensaciones de las que podía tolerar, casi como una quinceañera frente a su músico favorito.

 

Llegó a la puerta, pasó por alto los álamos y demás follaje que rodeaba los jardines principales enfrascada en sus propios pensamientos, repasando las preguntas que quería hacerles aunque las tuviera anotadas en el cuaderno que llevaba dentro del morral, y llamó. Esperaba paciente mientras alguien acudía a ella, no había frío ni calor aquel día por lo que simplemente se presentaba con un tapado de hilo color canela amarrado a la cintura.

 

@Mia.

Editado por Arya Macnair

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Los acontecimientos habían tenido el final que desde el inicio debió haber tenido; su hija había aceptado la noticia y el costo fue una crisis. En un primer momento, había intentado contenerla pero después cayó en cuenta que quizás no era la mejor persona para hacerlo así que decidió que lo mejor que podían hacer de momento era permitir que se alejara y meditará con calma cada una de sus palabras y tomará la decisión sobre cuál sería su actitud de ahora en adelante y el mejor para acompañarla en ese proceso era para su buena fortuna Otto Black.

Desviando su atención a León, le regaló una sonrisa ante sus palabras. Quería disfrutar de algunos momentos más con él y el almuerzo parecía ser el momento adecuado para volver a su pequeña burbuja de felicidad, puesto que otra vez estaban solos al menos en la cocina, que era el lugar al que se habían movido.

—Es un lujo que no podemos darnos. —concordó con tranquilidad— Hay teorías que dicen que el amor solo llega dos veces en la vida de cada persona, uno que es el amor de su vida y otro que es su alma gemela —añadió mirándolo a los ojos—, estoy segura que tu eres uno de ellos y por tanto, no te dejaré escapar.

Tras su declaración, se alejó un poco de él y miró al elfo doméstico, pidiéndole que sirviera el almuerzo que minutos atrás su novio había propuesto tomar. Era algo poco elaborado pero que contribuiría a reestablecer la energía gastada por el Crowley y la Black Lestrange durante la mañana, un buen corte de rib eye con verduras al vapor y un vino tinto, así como un pequeño pastel de chocolate para el postre. Al ver como los platos estaban servidos, se encaminó hasta la mesa y se sentó, sin importarle estar en las mismísimas entrañas de la casona.

Disfrutó de la comida y el ameno ambiente de tranquilidad que se había instaurado entre los dos. Como si toda la vida hubiesen estado compartiendo esos pequeños momentos íntimos que eran las comidas, y las conversaciones que se daban en ellas. Considerando la posibilidad de proponerle al pelinegro volver a su habitación y descansar unas horas, porque sentía como poco a poco sus ojos pesaban un poco, reclamando dormir.

—Ama, la señorita Arya Macnair la busca. —anunció uno de los elfos domésticos, entrando a la cocina y mirando a la bruja interrumpiendo lo que estaba por salir de su boca.

Indicándole con la mano que enseguida iría, levantó la vista y negó con lentitud, justo antes de ponerse de pie.

—Parece que este día no para de tener sorpresas, ¿quieres ir a la recamara a descansar un poco o a cambiarte? —soltó sin darse cuenta, que en realidad no habían acordado aún ciertas pautas de su relación pero que para ella eran tan obvias que no se detenía a pensarlas— Iré a recibir a Arya, termina de comer tranquilo.

Saliendo de la cocina, se encaminó hasta el salón al que habían hecho pasar a la Macnair segundos atrás por orden suya. Sabía que ese era el mejor sitio para hablar y más, sabiendo que su hermana actualmente trabajaba en el Profeta y que durante el viaje por el desierto del Sahara se habían quedado pendientes algunas pequeñas preguntas para su columna del periódico. ¿Ese sería el motivo de su visita? No estaba segura del todo, pero lo averiguaría.

—Bienvenida Arya. —soltó con una sonrisa en los labios y dándole una rápido abrazo— Es un placer tenerte por aquí, ¿puedo ofrecerte algo de beber? —añadió mirando al elfo— ¿Puedo ayudarte en algo? —completó, esperando a que el elfo tomará la orden.

Mirandola, supo que era como si el tiempo no hubiese pasado por ella. Seguía igual, que cuando la conoció dándole clases en la Academia, ¿tanto había pasado desde esos años? Al parecer sí, porque en esos momentos su hija, aún no había sido siquiera concebida.

 

@@Arya Macnair

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—Hey, olvidaste algo— tomó la mano de Mía para traerla hacia él y soltó un profundo beso en los labios—. Si, tal vez más tarde pase al castillo por algo de ropa. Por ahora necesito comer y descansar.


Hablaba con una naturalidad y propiedad sobre la relación que se sorprendió a si mismo; estaba almorzando, solo, en el mesón de la cocina de una mansión que no era el suyo pero en el que se sentía como si llevara allí toda la vida. Ya no era únicamente el vínculo con Mía el que lo ataba al castillo, se había comprometido con su hija a estar cuando ella lo necesitara y tenía la firme convicción de cumplir la promesa. Si las cosas seguían por el camino que León cría que iban a seguir, pasaría más tiempo allí del que se habría imaginado. No tenía ningún problema en compartir la habitación de la matriarca y amanecer todos los días allí, pero tampoco quería ocupar su vida de forma tan invasiva. La llegada del elfo llegó con el plato principal, sacándolo de sus pensamientos


Oye, Sunev —llamó la atención del elfo antes de que se retirara—, como pudiste darte cuenta con el show de esta mañana, pasaré un buen tiempo por acá. ¿Crees poder organizar una habitación para mi?


—La ama Mía ha ordenado disponer la habitación adjunta a la de ella para usted señor Crowley —respondió el elfo intentando evitar contacto visual, un tanto sonrojado—. Hace unos minutos llegó una bella... perdón, joven elfina portando un registro ministerial autentificado a su nombre y está arreglando su habitación.


Contuvo la risa ante la evidente atracción que el elfo había sentido por Irene, la elfina joven y de tez oscura y ojos claros que había traído desde su casa materna en Holanda, en primera instancia para que le ayudara en la recuperación de sus heridas ya que estaba especializada en sanación, pero un inconveniente con los trámites ministeriales habían demorado el traslado más de lo pensado. Con Arthur en el castillo Crowley, Irene debía estar en el segundo sitio donde más tiempo pasaba y era innegable que era en la Black Lestrange. Agradeció al elfo la información y el ansiado almuerzo que devoró tan rápido que no tuvo tiempo de apreciar si tenía buen sabor o no. Se levantó con el vaso de jugo especial recién recargado y se dirigió caminando sin mucha prisa a la habitación.


Era apenas la segunda noche que amanecía en la mansión y en ninguna de ellas había bajado a la primera planta, apenas si recordaba como había llegado al comedor y ahora tenía que devolverse solo. Pasó de la cocina al comedor, a la pequeña terraza que daba al camino de piedras, pero por ningún lado una escalera. No estaba aún en condiciones para volver a aparecerse por lo que intentarlo era arriesgado y lo que menos quería era interrumpir a Mía. Hubiera querido ir a saludar a Arya ya que fue compañera en la academia pero con el aspecto que tenía el pelinegro, solo lograría desatar un mundo de preguntas y hasta donde había podido mirar en el tablón ministerial cuando fue a registrar la elfina, trabajaba ahora con el profeta.


Se quedó quieto, estático, con el vaso en la mano y mirando a la pared del minibar que no había notado antes, como si un "petrificum totalum" hubiera golpeado su cuerpo. Un estruendoso clic se hizo en su interior al captar una vaga idea de lo que traía alguien del profeta a la mansión Black Lestrange. "Las paredes del ministerio tiene oidos por todo lado" se recordó a si mismo las palabras que Animaga le dijera a su llegada en la Agencia Consultiva de Plagas, su primer empleo ministerial. También la academia tenía el mismo cáncer que en más de una oportunidad le costó grandes dolores de cabeza. Era apenas predecible, si la mitad de la comunidad mágica los había visto la noche anterior tomados de la mano en la boda de Jessie, pero ¿Tan rápido había llegado al profeta? Se tranquilizó a si mismo diciéndose que seguramente había venido para algo más, para algo del banco o de la universidad. Volvió a dar un largo y sonoro sorbo buscando la escalera para darse cuenta que había llegado a la mitad de la entrada de la sala, a plena vista de Arya, con un vaso de jugo de naranja, unos vaqueros sucios y una remera muggle. Normal. Si la reportera no había ido buscando esa noticia, León se la había entregado en bandeja de plata.


—¡Stront! —maldijo para si mismo y caminó hacia la escalera que al fin encontraba. Tarde

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Nada unía al par de mujeres. No compartían sangre, lazos, quizás podría decirse que una vaga amistad infundada por lealtad, trabajo y personas en común. Pero aun así eran, en ocasiones iguales. Y por tanto, quitando de la ecuación el matrimonio entre sus padres, Arya y Mía eran hermanas. Estática, al igual que la rubia, Macnair demoró unos segundos en recuperar la movilidad de cada músculo absorbiendo el abrazo, la miró de arriba abajo, su hermana, aun le sonaba loco. De todas maneras debía de recordar que estaba allí en calidad de periodista e instaurar una sonrisa fraternal en el rostro.

 

Eso hizo un segundo más tarde aceptando la invitación e informando al elfo que bebería café. Estaba trabajando después de todo y esa fue la explicación que dio cuando la Matriarca enarcó una ceja, antaño jamás hubiese declinado ante cualquier oportunidad para un buen trago. Pensaba, en lo que la puerta se cerraba tras de sí, que la mujer que se encontraba parada frente suyo se casaría ¡Se casaría! y acababa de enterarse por un vago chimento, por susurros. El aguijonazo pronto atravesó su pecho pues a veces no dejaba de ser infantil.

 

Frunció los labios deformando la sonrisa e hizo una fuerza sobre humana para devolverla a su sitio, se le retorcía el estómago, quizás aquello significase que Mía no la consideraba su familia como tal, más el surgimiento de un León en fachas caseras le hizo olvidar cualquier futuro posible berrinche. Tapó su boca, ahogó una risa divertida y se sonrojó negando levemente pero lo suficientemente evidente para que su hermana volteara a ver el show.

 

—Me da gusto verte, Mía— Habló por fin, todo se hubo sucedido en pocos minutos que parecieron eternos hasta entonces —He venido para ofrecerle a la familia Black Lestrange la portada de El Profeta de Mayo. Jocker respondió mis cartas aceptando, por lo que, y viendo que mi... ¿cuñado? está aquí ya ¿Les molestaría darme una entrevista?

 

La malicia cuando pronunció aquel título impuesto hacia Crowley fue notoria, saboreó de la primera hasta la última letra. No se podría decir que ambos tuvieron una historia de amistad entrañable pero como profesora la pelirroja se había unido mucho al ex Director de Academia y cuando éste desapareció sintió mucho pesar. Le alegraba verle sano, dentro de lo que sus ojos permitían notar, y de repente le habían invadido unas ganas inmensas de caerle a golpes por haber dejado puros bebés en pañales jugando tras el mostrador, de donde él nunca debió irse.

 

Alzó una mano para saludar al mencionado que intentaba huir.

 

—¡Eh, Crowley! ¿Es que no te enseñaron modales?

 

Arrugó el entrecejo.

 

@León Crowley @Mia.

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En cuanto estuvieron en una sala cercana a las escaleras y se instalaron, la elfina doméstica que segundos atrás se presentó con ellas les llevó un par de tazas de café, claro que la de la rubia aderezada con vodka. Sabía que beber, no era la mejor idea pero se sentía cansada y sabía que aún le quedaban ciertos asuntos que tratar con su novio y para eso, adormecer un poco sus sentidos, no estaba de más, y con esa convicción llevó a sus labios la taza y disfrutó del sabor del contenido.

 

—Una portada, será increíble. ¿A qué Black Lestrange te gustaría tener? Porque, después del evento de San Valentín, créeme que leer algo de calidad en el profeta, no estaría para nada mal. —soltó demostrando lo poco que le agradaron las noticias referentes a los “ganadores”— ¿Cuñado?

 

Repitió las palabras de la pelirroja y se giró para ver lo que ocasionaba su aparente vergüenza. Sin poder evitarlo, en sus labios también apareció una sonrisa sincera, era demasiado gracioso estar viendo a León intentar huir por las escaleras y un tanto desorientado, ¿aún no conocía la casona lo suficiente? Y recordó que no era así, que básicamente los sitios que conocía eran los jardines, su habitación, la terraza y la cocina, sitios que tenían bastante peso emocional para su relación, y al ver como este se lamentaba, supo que darle un recorrido era una tarea urgente.

 

Volviendo a su mente la palabra cuñado, asintió con tranquilidad. El Crowley era su novio oficial, y estaba segura que compartía con él mucho tiempo de ahora en más, pero le causaba cierta curiosidad saber que utilizaba ese termino precisamente para referirse a él, puesto que si bien existían rumores de que salían desde hacía algunos años y eran exclusivos, jamás se había anunciado su relación, porque no tenían una hasta esa misma mañana, ¿las paredes de la casa tenían oídos? Posiblemente y contrarió a lo que se podía pensar, no le molestó en ese momento.

 

—Sería un honor darte una entrevista. —respondió a la pregunta y se levantó, para encaminarse hasta la posición de León y al estar frente a él, lo miró a los ojos y le regaló una sonrisa, al igual que un rápido beso para tomarlo de la mano. — ¿Me acompañas amor?Podremos manejar esto. —usar la palabra amor, frente a alguien más, aunque fuese en un tono de voz que solamente él escuchara, se sintió raro pero bien y eso se demostró con su sonrisa.

 

Estaba enamorada y eso era notorio en el brillo de sus ojos y su constante sonrisa en presencia de su novio, y reconocerlo no le dio miedo, sino todo lo contrario, la hizo sentirse más segura y cómoda de la relación que estaba comenzando con el pelinegro.

 

—Seguramente sabes que León y so hemos salido durante los últimos años, y por fin decidimos tener algo formal. —soltó mirando a Arya y le regaló una media sonrisa, sin soltar de la mano al demonio, guiándolo hasta el sofá en el que estaba anteriormente sentada— ¿Sobre qué tema sería la entrevista? —añadió con curiosidad.

 

Al recordar el estado del Crowley negó con lentitud, pero no le importó, porque estaba feliz de tenerlo a su lado y de que su familia lo conociera como la parte especial de su vida en el que se estaba convirtiendo.

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Bebió un sorbo de su café, estaba a gusto en aquel sofá.

 

Rápidamente León se les unió cosa que no sorprendió para nada a la pelirroja. Dejó la taza sobre la mesa que los separaba, analizó las preguntas y reacciones de su hermana esbozando una sarcástica sonrisa y acotó, casi en un susurro fingido "El don de todo reportero es la mentira", aquello quedaría entre ellos tres y las paredes de la mansión Black Lestrange, que quizás como todas las demás en Ottery, tenía ojos y oídos. Se cruzó de piernas sacando del morral que cruzaba su pecho pluma y anotador, mágicamente la pluma flotó sobre su hombro izquierdo donde la agenda le acompaño para que sus manos estuvieran libres.

 

—Los rumores se confirmaron cuando Jocker fue visto en el desierto junto al resto de la familia, desearía mucho una entrevista personal con él ¿crees que podré?— el vuelaplumas aun no se movía —Pero eso para el final, estoy sumamente interesada en ustedes dos, pues se de buena fe y mis ojos lo están viendo en éste momento, que son una bonita pareja ¿Habrá boda cierto? quiero la exclusiva y no solamente por ser tu hermana

 

Observó a Crowley ¿sabría que eran medio hermanas? sus ojos verdes brillaron. El vuelaplumas comenzó a garabatear algunas preguntas que Macnair susurraba ladeando la barbilla, luego un recuerdo le surcó la mente y cortó su monólogo en seco, labios separados, pasaba la lengua por el filo de sus dientes, tenía la vista medio perdida por sobre los hombros de sus interlocutores. Todo se relacionaba más ellos no lo sabían, hasta que le tocó hablar nuevamente para no quedar como una loca.

 

—Bueno... Y, ehm...— titubeó, se sonrojó, el brillo en sus ojos ahora reflejaba melancolía, —Aries ha contraído matrimonio en secreto, eso también se rumorea y nos gustaría cubrir la nota de tanto misterio.

 

Quizás el hombre no sabría el por qué su voz se apagó de repente, Mía, en cambio, sí.

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Alessandra Delacour

-Reportera del Profeta

 

 

 

Alessandra apareció a varios metros de la reja de la mansión Black Lestrange, la última vez que pisó sus terrenos había sido invitada por su reciente primo, Aries, a la boda de Jessie.

 

Pero ese día estaba por otra razón, se había comunicado con el Black Lestrange y su prima Kaori para concretar una entrevista, a la cuál habían aceptado después de prácticamente rogarles, a su vez tenía entendido que Arya estaba ahí, lo cuál le convenía para aprender, se dijo bastante animada. Se sentía aún bastante desorientada con su nuevo empleo y ver una cara conocida que le enseñe le tranquilizaba.

 

Abrió la reja, que chirrio al hacerlo, y avanzó por el sendero hasta la puerta dónde tocó tres veces y espero a ser atendida.

 

 

 

@ @ Nerón Blackthorn

 

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Editado por Alessandra G. Delacour

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Tres golpes secos fue lo que se escucharon minutos antes de que Tadeus, el elfo de la familia abriera la puerta dejando ver en el umbral de esta a la rubia reportera del profeta. Aries la miraba desde las escaleras con sólo unos bóxer encima, estaba acostumbrado a no vestirse de inmediato a penas despertaba, así que las primeras veces en las que había ido a vivir a la mansión Black Lestrange, el joven metamorfomago se paseaba por el lugar sin prenda alguna, hasta que la misma matriarca le había amenazado con dejarlo sin descendencia si lo encontraba sin al menos unos bóxer encima.

Señorita, ¿Qué es lo que la trae de visita a esta. Mansión?

Tadeus trato de ser amable con la Delacour, mientras Aries caminaba rumbo a la cocina para hacerse un par de tostadas con mermelada de fresa, pasando frente al salón donde se encontraba Mia y compañía. Pero la mirada del mago se detuvo en los ojos de Arya a la cual saludo con un pequeño movimiento de dedos de su mano derecha, aquel gesto le acompañaba una sonrisa, quizás más tarde tendría la oportunidad de saludarle, ya que la última vez que habían cruzado palabra había sido en el evento de San Valentín, así que siguió su camino hasta la cocina.

Al llegar a la cocina, vio a Marie una de las elfinas de Mia, la cual al verla llegar le preguntó. Si deseaba que le hiciera algo de almorzar, el cual se negó mientras tomaba un par de rebanadas de pan de caja y las metía al tostador.

Marie, podrías ayudarme a llevarle un poco de fruta con miel a mi esposa, acompañado de un jugo de naranja en lo que terminó de hacer las tostadas y calentar el agua para almorzar con ella.

Le pidió al ver la cara de la elfina la cual estaba decaída al no poder ser de utilidad al joven que prefería hacer sus cosas por él mismo. Estaba untando mermelada a uno de sus panes mientras metía otro par de panes en el tostador cuando Tadeus entró a la cocina.

Joven Black Lestrange, le busca una reportera del diario “El Profeta” quiere hacerle una entrevista sobre el misterio de su boda.

Si el animago hubiese estado comiendo su tostada en aquel momento, se hubiese atragantado de la forma directa en que la persona del profeta estaba interesada en su apresurada boda ya que de misterio no tenía nada.

Tadeus, dígale a la señorita Macnair que en unos minutos la veo en el salón en el que está con Mia.

Aries se metió una tostada a la boca y se llevó las otras en un plato junto con el frasco de mermelada a la habitación que compartía justo ahora con Kaori, a la cual se encontró a medio camino con una bata de seda, ya que Tadeus había ido con ella primero a decirle que su prima Alessandra les quería hacer una entrevista a ambos.

¿Quién hizo que mi hermosa esposa dejara la cama que compartimos? —le preguntó cuando ella le quito la tostada de la boca para darle un beso de esos que sólo se daban en privado cuando eran novios, pero desde que se habían vuelto marido y mujer aprovechaban cualquier momento para besarse sin importar quien les mirará.

Editado por Tiberius Nerón Blackthorn

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