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Prueba de Oclumancia #6


Aailyah Sauda
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Encontró cierta comodidad en medio del silencio, la oscuridad y aquella especie de stand-by: a pesar de que todavía permanecía alerta, se permitió relajar su respiración y descansar un poco luego de la sucesión de intensas escenas de aventura que acababa de vivir. No estaba seguro de qué se trataba ese interludio; quizá el portal estaba decidiendo qué hacer con él preparándose para dejarlo ir victorioso o ideando aún más formas de llevarlo a su punto de inflexión para asegurarse de que de hacerse con el aro de la habilidad lo hiciese en base a verdadero mérito.

 

- Sería demasiado fácil, ¿no es así?

 

Maldita sea >> pensó el Weasley, asiendo su varita con aún más fuerza y reprimiendo la impotencia que le generaba la persistencia del portal para desafiarlo a pesar de que le había demostrado una y otra vez de lo que estaba hecho.

 

No flaquearía, eso se lo podía asegurar.

 

La escena a su alrededor se formó demasiado rápido como para que Nathan pudiese adivinar de dónde venían todos aquellos elementos. La hubiese reconocido a la legua y quizá, en otro momento, le hubiese asustado volver allí. Sin embargo no dejó que sus sentimientos le ganaran y mantuvo la mente tranquila gastando todos sus recursos y aunando todos sus esfuerzos en la ardua tarea de mantener la mente en blanco en detrimento de cualquier línea de pensamiento que osara pasar por su mente en aquel momento: no podía permitirse distracciones.

 

Arya apareció cerca de él, una recreación perfecta de sus trazos y rasgos faciales, una copia perfecta que el portal sólo podría haber hecho en base a sus recuerdos. Su rostro, sin embargo, en vez de reflejar la pálida tez que la caracteriza estaba teñido de un ligero verde proveniente de la Marca Tenebrosa que resplandecía en lo alto del cielo. Quizá muchos años atrás aquella señal le hubiese perfundido temor, quizá hubiese gritado; hoy era inmune a ella. Todo lo que había tenido que hacer y vivir como miembro de la Orden del Fénix había terminado por desensibilizarlo.

 

- ¡Imperio! - fue lo único que escuchó de los labios de la mujer. Nathan intentó alzar su varita para contraatacar, más la mujer fue más rápida (ayudada indudablemente por el portal) y no tuvo oportunidad. Sintió el maleficio impactar contra su cuerpo y de repente perdió todo sentido de la voluntad.

 

Sentía como sus piernas y brazos se movían, como poco a poco avanzaba en dirección a la mujer para probablemente acompañarla al lugar donde había ocurrido la tragedia que justificaba la presencia de la Marca Tenebrosa en el cielo, más no podía hacer absolutamente nada para detenerse. Intentó tirarse al suelo en vano, logrando únicamente rasparse las rodillas para luego ponerse de pie. Para ese entonces, y con la substancial experiencia que Nathan había adquirido con el portal, era bastante claro lo que tenía que hacer.

 

Recordaba una de sus clases de Defensa Contra las Artes Oscuras impartida por un colega de la Orden hacía verdaderamente mucho tiempo. El mismo le había dicho que sólo aquellos seres dotados de una gran fuerza mental son capaces de resistir sin ayuda el maleficio Imperio pero que, para aquellos que tenían un poco más de dificultad, también podían hacer uso de la Oclumancia para impedir el acceso de las órdenes que lo controlaban. En ese entonces sabía poco y nada sobre la Oclumancia, pero ahora no tenía otra opción.

 

Poco a poco rebuscó en su mente el punto del cual Arya se había valido para maldecirlo, probablemente era un punto débil que había dejado luego de su contacto con los dementores. Inconscientemente el portal le estaba enseñando varias cosas como a no bajar nunca la guardia y a siempre asegurarse que la mente estuviese cerrada herméticamente para impedir precisamente situaciones como aquella. Uno a uno fue examinando los procesos psíquicos que estaban teniendo lugar dentro de su mente, algo que parecía sencillo pero que en verdad consumía mucho tiempo, energía y concentración, hasta que finalmente lo encontró.

 

Era un recoveco de su memoria muy fino, escondido y sepultado entre varios cientos de otras memorias. En cuanto lo identificó le pareció hasta irónico, más todo tenía sentido. Allí se encontraban Nathan y Arya, acostados bajo la sombra de un manzano en las afueras de la Mansión Weasley, contemplando a un celoso Jank que miraba montado desde su hipogrifo, indeciso de si acercarse o no sería la mejor opción. Nathan se mofó internamente por la selección del recuerdo, algo que había pasado hacía ya cuatro o cinco años, e inmediatamente cortó la conexión.

 

De repente recobró el control de su voluntad y para ese entonces ya estaba a centímetros de Arya. Decidió continuar un poco más con aquella farsa y acercó lo suficiente como para susurrarle a la mujer al oído un mensaje que en verdad iba destinado al portal.

 

- No podrás conmigo - y a continuación, deslizó su varita hacia el pecho de la mujer - ¡Petrificus Totalus! - Arya lo miró con una única expresión que quedó grabada en su rostro producto de la petrificación: traición.

 

 

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Todo se había vuelto oscuridad, mis fuerzas se habían escapado de mi cuerpo de repente y me encontraba flotando en un espacio sin noción del tiempo, de nada; no podía estar seguro de sentir algo, de comprender que seguía vivo o de tan siquiera asegurarme que estaba consciente.

 

¿Qué había pasado?

 

No recordaba nada. Nada. Estaba simplemente 'ahí.

 

Reflejos de luz comenzaron a llegar por diversos lugares, de manera esporádica, fue cuando comencé a notar mi cuerpo y sentirlo de nuevo, como si estuviese acostado o, mejor dicho, suspendido en el espacio. Entonces comenzó a soplar el viento alrededor de mi, otra sensación que me calmaba porque me daba seguridad de reconocer lo que sucedía en esos momentos, algo donde anclarme para no perder la cabeza.

 

Sonidos, los sonidos regresaron a llenar el vacío, primero unos extraños truenos para que, entre cada uno de ellos, mi respiración volviera a notarse seguida de los latidos de mi corazón. Todo se calmaba, al menos conmigo, el ambiente, al contrario, se tornaba demasiado hostil.

 

Una tormenta se acercaba.

 

Ahí fue cuando me di cuenta: estaba dentro de mi mente. ¿Dónde estaba Mirshka? Esa simple pregunta hizo que sintiera el suelo debajo de mi, o al menos hasta ahora, y me levantara de un súbito movimiento para hacer consciencia de una vez por todas todo mi cuerpo cubierto de una simple túnica grisácea. Comencé a correr por el lugar, deteniéndome de vez en vez sienod iluminado por aquellos extraños rayos que se ocultaban muy por arriba de mi, entre esas extrañas nubes que se movían de manera irreal, demasiado rápido, en muchos remolinos.

 

Y no estaba. Por ningún lado.

 

Pero estaba en mi mente, dentro, seguramente por alguna meditación que había acostumbrado realizar desde que tenía uso de razón, por eso es que no podía creer que...

 

Espera.

 

Sí, Mirshka estaba ahí dispuesto a defender mi mente, como la barrera que me había enseñado la arcana... pero no tenía que buscarlo, al fin volvíamos a ser uno solo.

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El humo lo tenía completamente en el piso pero su decisión había sido muy buena. Los pensamientos se comenzaron a mover por su mente a velocidad constante. No entendía muy bien qué era lo que buscaba el portal al ponerlo en dicha situación, pero no le permitiría acceder a sus recuerdos más importantes y privados. En especial, aquellos relacionados con sus capacidades mágicas y las habilidades obtenidas en los últimos meses debido a las enseñanzas de los otros arcanos.

 

El humo aumentó mucho más y comenzó a invadir más los pulmones de Niko, ahora parecía que lo quería llevar al límite de la muerte para ponerlo mucho más débil y a prueba - Concentración y fortaleza - El poder de la mente era muy grande y Sauda se había encargado de darle a conocer las capacidades que tenía la suya para ejecutar la Oclumancia, así que lo único que debía hacer era tener presentes las lecciones dadas por la arcana.

 

De repente comenzó a sentir la presencia de un ser extraño en su cuerpo, sabía que el humo había ingresado al mismo pero no lo que buscaba ni el efecto que tendría. Además, de los efectos físicos, también buscaba robarse sus recuerdos. Lentamente sintió como el gas se movía dentro de su cuerpo, desde sus pulmones hasta llegar a su cabeza - Es hora de utilizar mis defensas - La primera barrera de su mente había sido instalada, tenía sus pensamientos en constante flujo para evitar que pudieran acceder a ellos fácilmente.

 

- Necesito saber qué es lo que busca - Uno de sus pensamientos más privados era su forma animal y no la dejaría ver con tanta facilidad, pero no sabía si era eso lo que buscaba el humo u otro de sus pensamientos - Quizás los secretos de las reuniones de los Warlocks - Era uno de los miembros que ostentaba dicho cargo y todos los magos del mundo sabían que guardaba mucha información en su mente. Además, de toda la que había logrado acumular durante sus periodos como Director de la antigua Academia de Magia y Hechicería.

 

- Debo proteger mis pensamientos - El Dumbledore ya tenía una forma de proteger su forma animal y sabía que en cualquier momento la podría ejecutar, incluso en el estado de poca energía en el que se encontraba. No obstante, nunca antes había intentado proteger los secretos de los Warlocks, así que tendría que implementar una barrera para defender sus recuerdos y toda la información de dichas reuniones.

 

- Necesito simular una reunión - El flujo de sus pensamientos comenzó a mezclar algunos de ellos para esconder los verdaderos. Unos años antes había tenido que asistir a una reunión junto con Pierre, su profesor de Idiomas, ante uno de los organismos internacionales en Estados Unidos. Su visita al MACUSA había sido completamente inofensiva y con fines académicos, así que poco a poco los pensamientos se fueron mezclando.

 

Las reuniones con los Warlocks cambiaron por completo. En primer lugar, el sitio dado que ya no se encontraban en Londres, su mente los había llevado hasta los Estados Unidos. En segundo lugar, los Warlocks desaparecieron para darle entrada a Pierre y a algunos de sus colegas profesores de idiomas en todo el mundo. Finalmente, no tendrían que discutir alguna política del Ministerio de Magia Inglés, la reunión estaba planeada para hablar sobre los métodos de enseñanza del inglés alrededor del mundo, aplicando los conocimientos mágicos.

 

Pierre siempre había sido el encargado de liderar dichas reuniones. Además de ser el embajador de Francia ante los organismos en el país del Norte - Esto me gusta mucho - Al Knight le gustaba acompañar a su profesor a todos los lados, dado que siempre podía aprender mucho. Sin pensarlo siempre le estaban dando lecciones en varios aspectos de su vida, no solo los académicos.

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La niña, mis compañeros y el Atrio del Ministerio desaparecieron como si una brisa se llevara la niebla fácilmente. Todo explotaba en volutas de humo, cambiando a otra situación, tomando diferentes formas. Cambiando los colores, la temperatura. Como cada vez que entraba al portal, ignoraba que me encontraba en una prueba, y todos aquellos cambios hasta me parecían normales.

Cuando todo se acomodó, me di cuenta que me encontraba en un cuarto chico, tanto las paredes como el suelo y el techo eran de piedra. Estaba iluminado con algunas antorchas colgadas por agarraderas en forma de león. Se respiraba un aire húmedo, vicioso, como si estuviera hacía años allí, estancado sin que hubiera una gota de oxígeno puro. Justo frente a mí, había tres puertas.

»Persevera« »Confío en tí« »Queda un largo camino por delante«

Eran tres voces distintas, cada una salía de una puerta diferente cada vez que posaba mi mirada en una de ellas. Parecían conocidas pero a la vez, no había nadie. ¿Salían de mi cabeza? Asi parecía, porque cada vez que miraba por encima de mis hombros, no había nadie, estaba yo solo. Volví a fijarme en aquellas tres entradas y cuando mis ojos se acostumbraron un poco mejor, me di cuenta que estaban hechas de diferentes maderas.

La primera estaba totalmente oxidada. Era de un metal casi gris, pero no se podía ver nada por el óxido que se había apropiado de cada centímetro. Tenía un número borroso y por la cerradura no se podía visualizar nada que había detrás. La manija era vieja y le faltaba un gran pedazo. Estaba seguro que si abría ésa, las bisagras resonarían tanto que despertaría hasta alguna criatura que estuviera viviendo cientos de metros por debajo de aquel sótano.

Para fortalecer nuestros poderes, tenemos que saber cada centímetro de nuestra historia, aferrarnos a los buenos recuerdos y tomar los malos como una armadura, como un fuerte escudo para defendernos de cualquier cosa.

Era yo mismo que estaba diciendo aquellas palabras, como un pensamiento en voz alta, pero era como si alguien más las estuviera recitando. Quise enfocarme en las otras dos puertas, pero mi mano fue directamente hacia la primera y efectivamente resonó como lo sospechaba. La oscuridad me esperaba del otro lado pero no parecía tener miedo, porque era como si visitara a un viejo amigo que ya había olvidado o me había acostumbrado.

»Siempre corremos peligro de que algo suceda, cariño. Nos dijo tu hermana que eso había escuchado. Es inevitable.«

»Lo se, vida mía. Pero no quiero perder lo que tanto nos costó construir. ¿Qué va a suceder con los niños? ¿Y nosotros?«

»El destino ya se encuentra escrito para cada uno de nosotros«

»El destino se puede cambiar. Ya lo sabes.«

»Lo acabamos de hacer, amor. Y nos aseguramos de ello.«


Cerca había dos personas casi pegada una al lado de la otra. No podía verle el rostro pero eran claramente un hombre y una mujer. Tenían una extraña consistencia, parecían fantasmas pero más sólidos. A la vez eran completamente grises, como una antigua foto o un viejo recuerdo. Los cuadros que decoraban aquella habitación, se movían inquietos. Las luces amarillentas apenas iluminaban el lugar.

Eran palabras que ni siquiera dolían. Porque me las había imaginado todo el tiempo. Aunque era algo que jamás había presenciado, había logrado entender perfectamente que había sucedido con mi familia, porque ahora que era esposo, era padre, tío y hasta abuelo, podía entender como pensaban. Un sacrifico no era nada comparado con el amor a tu familia, por las cosas que uno podía cambiar para un futuro mejor. Podía leer lo que pensaban, podía escucharlo como si sus mentes me hablaran.

Di unos pasos atrás, regresando a la habitación de piedra. La puerta oxidada se cerró y desapareció.

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Salté de inmediato lejos del impacto de ese enorme rayo que se me había lanzado, golpeándome con fuerza en mi costado derecho al caer al suelo de piedra de ese lugar, lamentando en silencio el no poder controlar esa fuerza externa al ser un paladin siendo que por naturaleza debía de hacerlo con facilidad. Afortunadamente para mi aquel mago no tenía la fuerza suficiente para lanzarme ataques como ese de manera constante, le consumía demasiada energía y eso me daba el tiempo suficiente para defenderme... o esquivar sus movimientos.

 

Todo cambiaba con tanta velocidad en ese momento que ni siquiera había podido invocar a uno de los señores del caos para que me ayudara en la batalla, como siempre lo había hecho cuando me veía en dificultades, sobre todo porque me estaba atacando físicamente y mentalmente. Sí, era un legeremante. La tormenta de mi mente lo estaba controlando, jugando con él para que no traspasara más allá de lo visible pero eso dejaba fuera cualquier posibilidad de lanzar algún conjuro más potente, obviamente, a pesar de todos los esfuerzos que hacia para atraparlo.

 

Otro potente rayo bajó de aquel cielo de madrugada rompiendo el sonido nuevamente de las afueras de Ottery, seguramente alguien ya se habría dado cuenta de lo que ocurría pero nadie sería tan tonto como para acercarse, sobre todo porque si fuesen mortífagos sentirían arder la marca de mi brazo, y ni pensar en los fenixianos, que ya se encontraban más que desaparecidos.

 

"¡Maldición!"

 

Parecía como si el cansancio no le afectara a ese hombre, su rostro apenas visible con los destellos de sus hechizos debido a la enrome capucha que tenía su túnica oscura, de un negro azabache; ni siquiera conocía su voz, no había pronunciado palabra alguna en aquel encuentro, todo lo estaba haciendo desde la comodidad de su mente y por un momento creí que solo se había presentado físicamente para que pudiera ver que tenía la intención de atacarme, de hacerme daño.

 

La única respuesta lógica era que el poder provenía de un Uzza o Arcano, ¿quién más sino ellos para tener un control de ese tipo? El nivel mágico lo tenían.

 

¿Sería posible?

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Sauda, cuando cree haber descifrado en qué consisten las pruebas de cada uno de sus aspirantes, se sorprende ante los bruscos giros y cambios a los que los somete el portal. La búsqueda de Elvis de una pequeña niña se ha transformado en un enfrentamiento a su pasado; Niko procura proteger sus más preciados y ¿peligrosos? secretos, simulando, o quizás recordando, una reunión en MACUSA, muy lejos de Inglaterra... Ishaya, por su parte, está protegiéndose de otro ataque de un Legilimago. Por un momento la arcana piensa en su rehén, pero la figura que ella misma ve frente a ella es muy diferente a la que tendría la bruja. La silueta y el porte es masculino, y parece ser mucho más poderoso, pues está dando una buena batalla. Sin embargo, no puede tratarse de un Uzza o de un Arcano (no uno de verdad, por lo menos), como se aventura el aprendiz a pensar; no, porque nadie más puede intervenir en la prueba.

 

Y en cuanto a Nathan...

 

Él ha superado la prueba. La Arcana abre los ojos cuando percibe su presencia allí, frente a la puerta de la Oclumancia, donde ella pareciera estar meditando. Sabe que está cansado. No sólo físicamente (pues además de su habilidad, tuvo que usar la varita mágica) sino también emocionalmente. Esa hermosa muchacha parece ser importante, todavía, para él. Sauda había sentido su dolor, después de todo, debido al vínculo entre el Aro de la Habilidad y el Anillo del Aspirante.

 

―Enhorabuena, Nathan; superaste la prueba. Sé que fue difícil y doloroso, pero lo hiciste muy bien... Lograste vincular el anillo a ti ―la anciana bruja observa el aro del aprendiz en su dedo, diferente a como se lo había entregado en ese mismo lugar―. Estoy muy orgullosa de ti, querido, y espero seguir sintiéndose así. Confío en que usarás este poder con responsabilidad.

 

>>Y, si me necesitas, sabes dónde encontrarme.

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La escena cambió demasiado rápido, tanto incluso que sintió una arremetida de náuseas en su abdomen que trató inútilmente de aminorar colocando una mano sobre su torso. Ya no se encontraba en los bosques de Albania, ahora se encontraba en la Gran Pirámide y finalmente tenía a la Arcana de la Oclumancia frente a él, felicitándolo por haber concluido la prueba. Nathan permaneció en silencio por unos segundos, contemplando el aro de la habilidad que ahora descansaba en su mano con ornamentos y trazos distintos a los que tenía cuando había sido originalmente colocado, señalando que efectivamente se había hecho con la habilidad y podía ejercerla a libre voluntad de ahora en más.

 

- Muchas gracias, Arcana. - dijo el Weasley, sin saber que más decir. Sentía una relación de afecto casi maternal para con la Arcana quien siempre había tenido muy buen trato con él desde el principio, más no actuó sobre ello y simplemente, tras despedirse, enfiló para salir de la gran pirámide.

 

No fue hasta entonces que sintió todo el cansancio que venía acumulándose en su cuerpo tanto a nivel físico como mental: una vez cesados los efectos de las hormonas que su propio cuerpo sintetizaba y mantenía en circulación para mantenerse alerta y funcional, su organismo sensaba lo mucho que necesitaba descansar para repararse y reconstituir todos aquellos recursos que habían sido puestos en juego aquel día. Sin mirar hacia atrás, se alejó de la pirámide con el solo objetivo de llegar a su casa, ya habría tiempo para volverla a ver.

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Un enorme bostezó se me escapó en esos momentos y no me molesté en disculparme, al contrario, me levanté de mi asiento y comencé a caminar hacia la puerta de aquella habitación ignorando los llamados por mi nombre que realizaban los agentes ministeriales, estaba demasiado aburrido y cansado de sus procedimientos que no servían para nada; afortunadamente los había recibido en la planta baja así que me acerqué a la recepción para darles indicaciones a ambas recepcionistas antes de retirarme del edifico de El Profeta.

 

- Despidan a los aurores, - dije vagamente - si desean algún tipo de cita se las agendan dentro de dos semanas que solo me han hecho perder el tiempo. Gracias.

 

Seguí caminando sin parar hasta atravesar la puerta principal de aquella institución respirando el aire del callejón, era momento de dirigirme hasta Gringotts para poder realizar mis movimientos planeados para ese día antes de que llegaran aquellos agentes ministeriales a interrumpirme. Era increíble como había cambiado la relación con todos ellos, los que alguna vez fueron mis amigos, sobre todo porque dejé de defender los ideales de la Orden del Fénix y, bueno, todo indicaba que cada uno de ellos pertenecía a dicha organización.

 

Apenas había caminado unos cuantos metros cuando un pequeño silbido se escuchó en mi mente, de nuevo, por lo que dejé que "una tormenta eléctrica" terminara con esa molestia justo antes de ingresar al banco mágico, se vería muy mal que mi ceño estuviera fruncido cuando le pidiera algo a los duendes, eran demasiado sensibles. Había aprendido, con el tiempo, que las barreras que tenía como oclumante me ayudaban a encerrar, inclusive, a todos aquellos intrusos que se negaban a dejarme en paz y aquella presencia llevaba demasiado tiempo tratando de adentrarse en mi mente, algo imposible.

 

- Bóveda 105951. - Dije entregando la llave de mi bóveda trastero para no tener que perder tiempo en trámites absurdos, burocráticos, para que simplemente me llevara hasta los túneles más lejanos de la superficie y verificar mis pertenencias, como cada semana después de atravesar cascadas, dragones, túneles demasiados estrechos, entre más cosas que los duendes dejaban en el camino. En medio de aquel caos, de nueva cuenta se escuchaba ese silbido en mi cabeza, como si fuera un grito de agonía que se perdía entre toda la tormenta.

 

¿Acaso la estaba matando, de verdad?

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Ahora mi atención se centraba principalmente en aquella puerta del medio, de una madera demasiado sencilla, con algunos adornos que revoloteaban en toda la extensión de la madera. Tanto los bordes, como la aldaba y el picaporte eran dorados y brillaban como si éstas emitieran una luz. Apenas llegué a rozar con mis dedos y la puerta se abrió.

¿Por qué aquella prueba estaba tomando una forma tan estructurada? No entendía porque todo no era más normal, podría tranquilamente ubicarme en medio de una ciudad o un hogar. Sin embargo, parecía que cada nueva situación, cada paso avanzando, era importante que volviera a ésa habitación.

La luz que brillaba del umbral de la puerta, cada vez se disipaba más y se podía ver que había más allá. Caminé hacia allí, pasando del suelo y duro frío de piedra a una extensión de césped. Podía sentir como mis zapatos rompían las burbujas que habían materializado el rocío de la mañana y la humedad que ascendía cada vez más. A la derecha se veía la enorme mansión Gryffindor y por la izquierda la verja de entrada.

Parecía como si ciento de personas a la vez me estuvieran hablando, pero a la vez no había nadie. Miré en todas las direcciones pero realmente no vi a nadie. Tomé aire y me di cuenta de a poco lo que podría llegar a estar pasando.

Las voces hablaban de muchas cosas a la vez y a veces algunas no se entendían. Mi mente empezó a activar lo que había aprendido y de a una se fue apagando. Tenía que respirar, concentrarme en lo que quería escuchar y poner mi mente en blanco. No podía permitir que aquellas voces se metieran en mi cabeza. ¿Y si alguna invadía mis recuerdos y pensamientos? En mi cabeza se iba formando como un muro, no era nada físico pero parecía resultar.

»No creo que a mis padres les agrade ésa idea, Brams. Quiero, pero no podemos. Debemos quedarnos aquí«

»Los empleados no se dieron cuenta de los papeles que les quitamos. Las líderes estarán contentas con lo que vimos«

»No puede ser. No quiero decírselo, amor. No deben enterarse…«

»Estaré aquí«


Cerré los ojos e iba girando mi cabeza a medida que aquellas oraciones surgían como si la persona me estuviera susurrando en los oídos. Algunas voces eran claras como el agua y otras costaban demasiado bloquearlas. Pero cada vez me resultaba más fácil. Nada penetraría mi mente. Caminé otros pasos. Nada se escuchaba. Esperaba que fuera asi de fácil cada vez que quisiera. Regresé por mis pasos. La segunda puerta me arrastró, se cerró de golpe y desapareció.

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Pierre era un hombre muy sabio y así lo había demostrado durante sus clases. Las reuniones sobre métodos de enseñanza siempre le habían gustado dado que podía compartir con otras personas y aprender sobre culturas completamente diferentes a las suyas. El Dumbledore no era profesor de idiomas en dicho momento, y sin duda no esperaba serlo en el futuro. No obstante, debido a lo rigurosa de su formación y el gran trabajo realizado por el francés, lo había logrado dentro de la Universidad mágica inglesa.

 

Dichos eventos siempre habían sido tranquilos y llenos de amabilidad, los profesores llevaban mucho tiempo asistiendo a ellas y se conocían entre todos. El Dumbledore había llegado al punto de conocerlos también debido a que era un invitado recurrente - Es parte de tu aprendiza de otros idiomas - Pierre siempre le había dicho que mezclarse con otras personas y conocer sobre sus culturas era algo muy importante para aprender verdaderamente una lengua y no solo repetir palabras sin sentido o sin un contexto.

 

Su mente y cuerpo habían adquirido la capacidad de acomodarse a cualquier situación, tanto por el cambio de idioma como el tener que adoptar costumbres de una cultura diferente a la suya simplemente por respeto. El Knight lo hacía sin pensar mucho, era parte de su historia y de su esencia como un apasionado por el aprendizaje de otros idiomas. No obstante, nunca había logrado realizar dichos cambios con los idiomas mágicos, no tenía necesidad de aprenderlos pero había decidido aprender algunas palabras.

 

Justo cuando pensaba en la ausencia de una necesidad por aprender idiomas mágicos, sintió un nuevo movimiento en su cabeza - Sigue al interior - Había olvidado por completo que estaba recreando un momento de su vida para evitar dar a conocer los secretos de las reuniones que tenía con los Warlocks. Sabía que los eventos para hablar de métodos académicos no eran muy atractivas y su enemigo terminaría saliendo de su mente, pero al parecer no se daría por vencido tan fácil como esperaba y no se dejaría engañar rápidamente.

 

De repente algo malo ocurrió en la reunión, algo tan grave que muchos magos comenzaron a correr por todo lado y a desaparecer de las instalaciones del MACUSA - Seguro es una trampa para evitar mis barreras - El Knight había estado utilizando las herramientas aprendidas con Sauda para proteger su mente. La mezcla de recuerdos falsos con verdaderos y el intercambio de los mismos era una de las cosas que le había enseñado y, quizás, su método de defensa favorito para blindar su mente contra los peligros externos

 

Unos segundos después entendió que era lo que estaba ocurriendo: un gigante lleno de rabia había logrado ingresar a dicha zona completamente protegida - Justo uno de los idiomas que no deseaba aprender - De alguna forma, el portal había logrado acceder a cierta información de su mente, pero no a la más importante y eso era lo que debía seguir evitando con mucho esfuerzo y ejecutando muy bien cada uno de los aprendizajes de la clase. Eso incluía el no creer en todo lo que le mostraba el portal, sabía que era una prueba y que no sería nada fácil de completar.

 

- ¿Tendré que enfrentarme o qué debo hacer? - El joven mago no tenía muy claro qué hacer. Podía enfrentarse al gigante con su magia y hacerlo caer, o intentar hablar con dicha criaturas sin hacerse entender muy bien, o incluso mover de nuevo sus pensamientos para evitar tener que pasar por dicha situación. La prueba impuesta por el portal y por el enemigo al interior de su cabeza era mucho más compleja de lo que había esperado, en especial, por las decisiones a las que lo estaba enfrentando.

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