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Castillo Snegovik (MM B: 111885)


Leah Snegovik
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Se sobresaltó con el grito de Insomnia, la chica otra vez volvía a tomarla por sorpresa. Miró de reojo a Oniria, tratando de encontrar algo en ella que la ayuarla pero su esposa parecía igual de confundida que ella. Alcanzó a su hija en la puerta. En cuanto la vio, la expresión de preocupación que tenía se volvió una impasible máscara de porcelana. Ni dolor, ni enfado, ni nada que se acercara a una emoción. Nada. Cada vez que la veía pasaba lo mismo, había invertido ya demasiados años en mirarla mal como para seguir haciéndolo. Arya era el mayor de sus karmas y no tenía más remedio que lidiar con ella o lastimaría a Oniria.

Y aparentemente a Insomnia.

Separó con cuidado a su hija de la puerta y la dejó entrar. Sentía dos pares de ojos fijos en la nuca. Arya hizo que el ambiente en la habitación se hiciera diez veces más denso, como si nadaran en gelatina. O al menos así lo sentía ella, en conjunto a un dolor punzante en la sien que acabaría por matarla en cualquier momento.

-Creo que tu madre tiene visitas -dijo con voz filosa. El siseo del pársel se le escapaba de vez en cuando, tal como si su lengua fuese una espada-. O las dos. Yo, al parecer, debo retirarme. Hijo, puedes quedarte si gustas.

Abrochó los botones de la túnica que había logrado sacar antes del drama y pasó junto a Arya sin mirar atrás. Estaba en ese punto peligroso de "paciencia" que la haría explotar en cualquier momento. Y no lo haría, no frente a sus hijos. U Oniria. Aunque fuese su habitación, aunque hubiese imaginado ya cincuenta forma de colgarla por los pechos sin matarla en el proceso, solo por torturarla por todas las veces que le había hecho la vida imposible. Pero, por cosas de la vida, en la esquina chocó contra lo más bonito del mundo.

-Sísifo -suspiró, abrazándose a él. Eso necesitaba, un abrazo.


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Insomnia:

 

 

 

 

Necesité unos segundos para recuperarme. Sentí cómo el ambiente se enrarecía, y todo mi odio se volcó en Leah. Me dolía la cabeza, me ardían los párpados. Era incapaz de pensar con coherencia. Mis emociones eran tan intensas que me nublaban el pensamiento. Mi interior se había dividido: en un extremo imperaba la violencia y en el otro la culpabilidad. Escuchaba voces finas que me suplicaban que me retirase, que perdonase a mi madre. Pero otras voces, rasgadas y guturales, las absorbían instándome a atacar con todo mi arsenal.

 

Yo no era consciente, pero en mis ojos se había impreso un perverso brillo rojizo. Mi naturaleza sobrenatural, normalmente amordaza, amenazaba con invadirme como una enfermedad letal. Contemplé a mi padre. Su semblante, tan similar al de Baleiro, era un remanso de calma. Hasta en los momentos más frágiles sabía cómo transmitir paz. Quise llorar. Nunca sería como ellos. Nunca podrían quererme como a mi hermano. Pero ella me había querido, hacía años en aquella fiesta, ella supo cómo transmitirme su amor.

 

Me lancé a sus brazos. Ahora, con mis dieciséis años recién cumplidos, era prácticamente tan alta como ella. Arya.

 

@ @Arya Macnair

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No iba a negarlo.

Ese grito sorpresivo le detendría el corazón a cualquiera.

 

Parpadeó ¿Quién era aquella muchacha? debería ser tonta para no notarlo. Volvió a parpadear, Insomnia era la viva imagen de su madre, del amor de su vida. Sintió como una mano fantasmal le atravesaba el pecho, se aferraba a su corazón, y lo estrujaba sin piedad como si tratase de quitarle el jugo, como una naranja gorda e inútil. Aquel músculo latía por contadas personas, estaba lleno de cicatrices, más todo cobraba sentido cuando su nariz captaba los aromas de Oniria. Palpitó, Macnair alzó la vista dando medio paso atrás para contemplar el panorama completo antes de adentrarse en el recibidor del castillo y lo único que pudo ver fue la melena, lacia y blanca, de Leah doblando una esquina.

 

Su mente, entonces, se fraccionó en tantos pedazos como le fue posible. No supo qué decir, no pudo hablar, comprendió que el surgimiento de aquella familia en todo su esplendor era su perdición. Baleiro había crecido, ya no era el niño curioso con quien mantuvo una profunda conversación en aquel verde parque, ya no le miraba con esa inocente expresión que tienen los infantes cuando están a punto de lanzar la famosa frase de "¿Quieres ser mi amigo?" más bien en sus ojos, similares a los de su madre, con aquellas facciones tan similares a Sísifo, solo pudo ver confusión y un enorme por qué.

 

No le hizo falta preguntar, sus músculos endurecieron, sabía perfectamente lo que sucedía. El muchacho sabía la verdad, lo fatídico de su nacimiento, no había forma de revertir o contradecir las palabras de su progenitora, obviamente siempre tendrían más peso que las suyas. Estiró una mano, en dirección a él, su cabeza se giró ligeramente para anclar la mirada en aquel mar de lilas que le apasionaba y le erizaba la piel pero sus manos actuaron por completo reflejo.

 

—In...somnia.

 

La voz se le fue apagando. Su bebé había crecido a pasos agigantados. No. No era su bebé. Aquella jovencita en flor de la edad era la hija de Oniria y Sísifo. Pero la sentía tan suya que al perderse entre el abrazo sintió como las costillas se fusionaban. Quizás algún Dios, absurdamente, había creado a la mujer de costilla del hombre, pues el amor que sentía —quizás infundado— por Insomnia, rompía con todoas aquellas creencias. Encajaba perfectamente, como cuando nació, como cuando la tomó en brazos por primera vez y su frágil cabeza cupió en la palma de su mano sudorosa.

 

Cerró los ojos y afianzó el abrazo. La atrajo completamente hacia sí como si la tuviese que proteger de algo que no era capaz de ver. Del odio de Leah, porque si Ivashkova había conseguido que Baleiro dudase de su bondad quizás con un poco de esfuerzo también conseguía instaurar aquella idea, no tan alejada de la realidad, en la cabeza de la muchacha que ahora se refugiaba en ella.

 

—He venido a ver a tu madre....— Tenía la nariz hundida en su mollera, de alguna forma aun olía a bebé, como la primera vez. Una lágrima se le escapó.

 

Y como si sus oídos tuviesen una capacidad auditiva super desarrollada, fue capaz de oír como algo se resquebrajaba, algo allí mismo, entre sus brazos. Se aferró a ella con ahínco, no quería que nadie se la arrebatara, incluso estando Oniria presente ¿Qué diablos le pasaba? en su retorcida mente estaba claro que ya había perdido a Haughton, pesadilla recurrente que no la dejaba dormir por las noches, aunque hubiese accedido a compartirla; accionar que compartía con Leah, ambas habían accedido a algo que la estaba pudriendo por dentro. No quería perder a la hija.

 

—...a ver a Leah ¿Podrías llamarla?.

 

Por fin, luego de eternos minutos, miraba a Oniria.

 

@Oniria @Leah Ivashkova

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Baleiro:


Arya seguía exactamente igual que esa vez que nos encontramos en el río. El mismo pelo rojo, la misma cantidad de pecas. Pero yo ya no la veía con la misma curiosidad de entonces, ni con fascinación, solo la veía con el dolor de saber que me había dejado morir. Por un momento nuestros ojos verdes se cruzaron y yo, incapaz de sostenerle la mirada, busqué una excusa para no hacerlo. Capté de reojo la expresión de mi madre, Oniria, no muy lejos de mí. Nunca le había visto esa cara, al menos no desde que podía notarlo. Estaba sumida en una profunda tristeza. La abracé con fuerza. Odiaba verla de así, odiaba la situación, odiaba a mi madre y odiaba a Arya. Pero ni por un segundo decanté mi molestia hacia Insomnia. No podía enojarme con ella ni queriendo.

-Yo la busco -me atreví a decir, muy despacio, muy bajo.

Si mi voz sonaba rara normalmente, frente a Arya sonaba aún peor. Frágil, el rumor que se mece en el viento. Besé la mejilla de Oniria y me di media vuelta, pasando junto a ellas sin detenerme a mirar demás. No tenía que preguntarle a Insomnia cómo se sentía en los brazos de la mujer de sus sueños, ya lo sabía. Mi madre y mi padre, él con cara de no entender nada, estaban al final del pasillo, abrazados. Solía verlos así, pero no recordaba haber visto esa muestra de debilidad en ella... Suspiré. No odiaba a nadie en esa familia, no había forma de enfadarse con ellos. Toqué su hombro y volteó a mirarme, tenía los ojos enrojecidos. Tragué saliva y señalé atrás. Suspiró, estrechando más a mi padre. Fue él quien le dio un empujoncito para que se alejara, aunque no la soltó del todo. Me pegué a él cuando andábamos, yo también necesitaba refugio.

-¿Qué quieres ahora, Macnair? -mi madre sonaba cansada. Por primera vez escuché los años en su voz.


@@Oniria @@Arya Macnair Editado por Leah Ivashkova

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Quiso que su estancia en el castillo fuese lo más breve posible. Le dolían las palabras de Leah, las miradas de Baleiro y los silencios de Oniria, la mujer no había sido capaz de dirigir siquiera la más mínima de las frases hacia su persona. Tragó en seco, debía actuar como un ser racional y por ello, con todo el cuidado del mundo, como si se tratase de la flor más rara y hermosa del mundo entero, apartó a Insomnia de su lado. Y al igual que si le arrancaran la piel, jirón por jirón, le ardieron las manos cuando ya no pudo tocarla.

 

Pronto las hubo ocupado, con movimientos torpes, buscando en uno y otro bolsillo de su abrigo, pues los nervios le jugaban en contra y había olvidado dónde exactamente había guardado el objeto. El motivo por el que estaba allí. Los ojos de Ivashkova brillaban con violencia, como cada vez que le veía desde la primera vez que los vislumbró tras una máscara mortífaga en antaño, cuando no eran compañeras, pero a esas alturas sospechaba que solo ella dilucidaba esa forma que tenía de mirarle.

 

—Baleiro yo...— Nuevamente extendió una mano hacia el adolescente, en presencia de sus padres. Los dedos se le cerraron mucho antes de llegar a él.

 

Las palabras se deshicieron en sus labios, la lengua se le entumeció ¿qué diablos le diría? no existía forma lógica de explicar lo sucedido, de excusarse, no sin herir a la hermana de éste o de exponerse como el monstruo que era. Cerró la boca, lo pensó un momento, parecía un pez fuera del agua, desesperado por oxígeno. Volvió, recurrente, la vista hacia la Matriarca que le competía, a la que le había prometido todo aquello y por fin sintió que había encontrado las palabras justas.

 

—Ésto te pertenece— De su bolsillo extrajo una especie de péndulo con forma de fauces. Era de plata y en el centro portaba una esfera transparente que parecía albergar luz, o algún ser extraño y diminuto que se removía inquieto. Era una promesa, una firma de sangre, el trozo de alma que Arya hubo empeñado para que él volviese a la vida le estaba siendo legado, por la misma demonio, en su sano juicio, para romper el vínculo que les unía, el lazo que amarraba sus almas.

 

@ @Oniria

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Insomnia:

 

 

 

 

Cuando Arya se separó de mí sentí un vacío gélido. Pero mucho más frío y desolador fue cuando se dirigió a mi hermano. Percibí el cariño en su forma de pronunciar su nombre, un amor que nunca me profesaría. Estaba confusa. No sabía hasta qué punto aquellas sensaciones eran reales o un mero producto de mi imaginación. Mis sentimientos eran tan intensos que lograban distorsionar la realidad. Tragué saliva al contemplar su brazo extenderse hasta Baleiro para luego cerrarse como quien pretende acariciar lo inalcanzable.

 

Miré a Leah, a mi madre, a Sísifo. Él estaba envuelto en las sombras, contemplaba el revuelo a su alrededor con preocupación pero manteniéndose al margen. Oniria lucía visiblemente afectada. Comprendí que la figura de Arya arrastraba consigo más secretos de los que hubiera podido pensar. Descolgó un pequeño colgante de su cuello. Un péndulo plateado que terminaba en una esfera rellena de un humo brillante, muy denso, de color dorado. Se lo entregó a Baleiro y yo tuvo que contener mis sollozos. Lo miré con odio. Me ardían las pupilas, las orejas, la nuca. El favorito de todos, aquel que siempre conseguiría desplazarme. Si era incapaz de realizarme como persona, de impresionar, era porque él era demasiado magnífico, perfecto, me eclipsaba.

 

@@Arya Macnair @

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Baleiro:


Ella no se dio cuenta, pero yo lo vi en primera fila. Los colmillos de mi madre quedaron a la vista por unos instantes, largos, filosos, tan amenazantes que hasta yo mismo me encogí en mi lugar. Un gesto que nunca le había visto hacer, con nadie. Toda su cara de cansancio y ese tono de paciencia que había querido usar se había ido con esos dientes, dedicados a Arya y su atrevimiento al estirar la mano hacia mi persona tan cerca de ella. Podía entender su enfado, tan marcado como si nuestro nacimiento hubiese ocurrido horas antes, así que solo me sentí triste. Por el arrepentimiento de Arya, por la veracidad de la historia. Nos había dejado morir. Bajé la mirada, hacia el objeto en la mano de mi asesina.

Lo que me hizo llorar no fue lo bonito del collar, fue alguna otra que no podía explicar. El calor que salía de él, la forma en que resplandecía suavemente. Miré a mi madre, tenía el ceño tan fruncido que me recordó a un felino, pero trató de mirarme con toda la neutralidad posible. Alcé las cejas, preguntándole. ¿Puedo? ¿Es...? Suspiró.

-Es tu alma -no se impacientó cuando volví a poner cara de desconcierto-. Cuando nos revivió, una parte de nuestra alma quedó en ella. Mi lazo murió con mi humanidad. El tuyo seguía latente... Hasta ahora. Puedes tomarla, es tuya.

Torció los labios y yo me limpié las mejillas mojadas. Insomnia me miraba con un odio tremendo y yo solo me sentía sin ganas de vivir. Tomé el collar sin tocarla y la luz se fusionó con mi piel, hasta perderse en mi interior con el más cálido de los abrazos que me podían dar. Pero yo me sentía muy vacío. Asentí.

-Gracias.

Me fui de la habitación en dos zancadas, evitando mirar a nadie. Le había dejado el collar a Arya. Ya tenía lo que era mío, no necesitaba lo otro. Ni el odio de mi hermana. Ni hacer daño a mis madres. Ni estar despierto, me dormiría hasta el día siguiente y trataría de olvidar que esa mujer hermosa y amable no quería nada conmigo desde mi nacimiento.


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Oniria:

 

 

 

Leah, Sísifo y Baleiro estaban obscecados en celebrar la navidad. Yo no podía evitar contemplar aquella fiesta desde la distancia, como una oda al derroche y la felicidad banal. Pero tras mucho discutir, tras mucha súplica y al comprender que les ilusionaba, accedí. Y aquí estaba, frente a la chimenea repleta de calcetines de lana, velas y porcelanas de Santa Claus, disfrazada de elfo con unas grandes orejas de felpa.

 

Me crucé de brazos y me recosté contra la piedra caliente, esperando a que hiciesen acto de presencia. No quería ni pensar en sus rostros al verme, oscilando entre la burla y el enternecimiento.

 

@ @@Jank Dayne @@Arya Macnair @@Dennis Delacour @Alessandra G. Delacour @ @Zoella Triviani Yaxley

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-¡Te ves di-vi-na!

Le plantó un beso en los labios antes de que pudiera quejarse, sonriendo ante la reacción de Sísifo. Le encantaba cuando ss reía de esa forma, como si quisiera pasar desapercibido. Oniria no parecía para nada contenta, pero lo cierto es que adorable sí se veía. Ella por su parte tenía un traje de señora Claus de procedencia cuestionable pues no parecía muy tradicional, se ceñía a su cuerpo con una facilidad impresionante y hacía juego con el de Sísifo, que había accedido voluntariamente a ser su Santa.

Baleiro, otro elfo más, llegó al trote con una montaña de regalos y los dejó caer junto a un árbol enorme a medio adornar. Tenía las mejillas enrojecidas, estaba tan emocionado que daba gusto verlo.

-¿Y mi familia donde está? -se había colocado la varita en la garganta y su voz se amplificó cuatro veces, retumbando en las paredes.


@@Oniria

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Kamra giraba sobre sus propios pies, observando su propio reflejo en el espejo de su habitación. En su cara se había instalado una expresión enfurruñada desde que había visto el pijama que le había mandado Aleksandra, su mejor amiga, alegando que con esa barriga que llevaba lo único que le quedaría bien sería un traje holgado, y que se vería aún más maternal. Se podía ir al diablo junto con sus ocurrencias. Pero al cabo de un momento, las orejas de reno más bien le hacían gracia, y su barriga abultada e inusualmente grande para los meses de gestación que llevaba se veía adorable con la suave tela de lana marrón cubriéndola. Finalmente se sonrió a si misma. Parecía que al fin todo lo que necesitaba estaba en un solo lugar. Junto a su esposa, bebés en camino y su familia.

 

El bello de su nuca se crispó y dio un gritito seguido de un salto abrupto al oír la fuerte voz de su madre. Y de vuelta con la cara enfurruñada, bajó hasta la habitación en donde de encontraba, confiando en que no la molestaran tanto por su atuendo de reno

 

La peliblanca tuvo que cubrirse la boca para no soltar una carcajada hacia Oniria y su atuendo e hizo un esfuerzo porque no le temblara la barbilla al hablar - Ya me tienen aquí - dijo extendiendo los brazos y apretando los labios en una fina línea para no reír - Se ven adorables todos.

 

@ @@Oniria

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