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El Guardián de los Votos


Mackenzie Malfoy
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Triviani se mantuvo callada y se dejó llevar por el brazo de Ariadna lejos de donde la reportera se encontraba. Sus pasos eran erráticos y se encontraba con la preocupación atorada en la garganta, tan pronto como dejara su voto desaparecería de ahí, los seguidores que iban contra el bando tenían su identidad como mortifaga y no sabía cuánto tiempo esperarían para revelarlo al mundo. Aunque tampoco era algo de sorprenderse, por años Zoella fue señalada por seguir los caminos de la mafia dentro de Italia, y ahora que había trasladado su trabajo a Londres podría escudarse en sus clases de Hogwarts para desmentir cualquier cosa.

 

Aunque en sus negocios el lavado de dinero era lo que estaba, la calva lograba pasar desapercibido al menos hasta ahora. Se detuvieron un poco cerca del podio donde su padre empezó el discurso, Zoella le escuchaba a la lejanía debido a que sus iris lunares buscaban a aquel mago que constantemente la perseguía. Se lamentaba de haber mandando a Constantino a Italia, su guardaespalda ya habría resuelto el problema pero le debía unas vacaciones y no podía interrumpirle el tiempo con su familia.

 

Finalizó el discurso, y los ojos de la nigromante se cruzaron con los de la arrimada(?) que la mirada en espera de alguna palabra ¿Debería mentirle o le decía que no le prestó atención a su propio padre? Suspiró un poco, y agobiada quitó el tapabocas para guardarlo en el bolsillo de su chaqueta.

 

- Creo que este año no tendremos un ministro de nuestro bando - soltó en un murmullo, al ver los rostros de Sagitas y Nathan en las pantallas, anunciandolos como los más votados hasta ahora. Cada tanto se actualizaban a medida que cada mago y bruja votaba, y su padre no parecía tener oportunidad de una reelección. Quiso reírse, al ver el rostro de Jeremy cuando su nombre salió con tan pocos votos pero prefirio aguantarse, luego se burlaría en su cara.

 

- ¿Ya saber por quien votaR? - interrogó, intentando socializar con la nueva adquisición y así distraer su mente. Se sintió con confianza, y metio su mano entre las ropas de la mujer, buscando la petaca con licor. Le apretujó un pecho con picardía y se rió suavemente, la abstinencia de Zoella ya estaba teniendo secuelas.

 

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Escuche las palabras de mi madre haciendo eco a lo que había dicho y me volví a verla justo a tiempo para agarrarla del brazo cuando saco la varita, escuché sus palabras y la afirmación de Xell quien llegaba, enarque las cejas y me quede mirando a mi madre muy fijamente, entrecerré los ojos: ¿Porque ella no me había avisado que no tenia magia? ¿qué demonios le había pasado para que perdiera su capacidad mágica? Sabia que había tenido mis problemas y mi recuperación era mucho mas lenta de lo normal, aunque que tuviera el cuerpo herido y lastimado a sobremanera y las múltiples operaciones que tuvieron que hacerme no eran razón para que mi madre me hubiera ocultado semejante pedazo de información:

 

-¿Te quedaste sin magia? - le dije con el tono plano, estaba tan enfadada, hirviendo en esa rabia lenta que mi voz se había vuelto plana sin emocion alguna, quité la mano de su brazo y agarre el bastón con fuerza hasta que sentí los nudillos blancos, volví a mirar a Xell, Ashley, Hayame y a mi madre - ¿Ustedes lo sabían y no me lo dijeron?

 

Traté de controlarme y fije la mirada iracunda ante el aun Ministro, apreté los dientes y trate de calmarme lo mejor que pude, la llegada de mi hermano Matt me ayudo a concentrarme en otra cosa, me acerque a él aun cojeando apoyándome en el bastón, no sabia si nuestra madre le había contado lo que me había pasado:

 

-Hola Matty - era la única que lo llamaba así, parte para quitarle el hierro al hecho de que mi hermano era el actual jefe del departamento, en parte porque sabia que le molestaba - nuestra madre encabeza la lista de votación, seguida de cerca de Nathan, mi madre no tiene magia y no me ha dicho, aunque supongo que tu si sabias... y yo no he sanado del todo pero aquí estoy esperando a ver en que momento se va esto al garete -me mordí la lengua con lo ultimo, tenia ganas de explotar, sentía los nervios a flor de piel pero no podía hacerlo con mi familia y necesitaba una buena excusa para hacerlo, casi que deseaba que algo medianamente interesante pasara.

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Scarlet Akane

Las pantallas titilan y cambian tan rápidamente que casi se siente mareada, pero no, sus ojos siguen atentos al mago que había hablado antes y que va en busca del guardián de los votos. Observó a la zingara siendo llevada del brazo por un hombre que recordó vagamente, su aspecto había mejorado desde la última vez que la Potter Black le había visto, los recuerdos que venían de él a Scarlet resultaban muy confusos, obviamente era el efecto de la magia al salir de un bando, lo había vivido tiempo atrás también.

 

Mientras la pelirroja observaba sintió la presencia que se acercaba, giró a tiempo para ver llegar a Matt, nuevos recuerdos se agolparon en su palacio de la memoria y sonrió, asintiendo. Darla nunca había expresado antes su desaprobación al respecto, solo una vez lo había intentado pero en medio del caos no había podido materializarlo y lo había olvidado por completo. Ella no hubiera sido tan generosa en realidad.

 

--Llámame Scarlet --le dijo con voz tranquila, sonriéndole, no podía culparle, había utilizado la metamorfomagia para parecerse más a Darla, no quería que Aaron desconfiara cuando se decidiera a acercarse a él. Miró las pantallas mientras el mago preguntaba las novedades y se giró hacia él nuevamente, señalándoselas.

 

--Mira, justo acaba de cambiar --efectivamente los rostros de Sagitas y Nathan copaban por completo ahora el panorama, su mirada se desvió hacia el saliente ministro y su comitiva. Xell y Perenela parecieron cerrar filas alrededor de la Potter Blue murmurando preocupadas. Sí, una final entre dos fenixianos estaba segura que era algo que los mortífagos no se esperaban... o sí... ¿acaso la magia de Sagitas tendría otro origen en realidad?

 

@@Matt Blackner

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Sentía ese sudor frío recorrer mi espalda. Algo no iba bien en aquella sala, aunque tampoco estaba segura de qué era lo que me producía la sensación de ser vigilada. Además, después de los movimientos últimos de las pantallas, tal vez era normal que me miraran, siendo dueña de la cara que sonreía en las pantallas informativas que había desplegado aquel anciano Toloveus. Aquella percepción acabó enseguida, tal como había venido. Tal vez se debió que, quien fuera, ya no me miraba, o tal vez porque la llegada de Xell al grupo fue como un golpe de aire fresco en aquel lugar donde todo empezaba a oler a rancio, a decrép***.

 

-- Chiquilla, siempre dando saltitos -- la reñí de mentirijillas, me encantaba su entusiasmo en medio de aquel escenario que empezaba a ver como hostil. Aún sonaban en mis oídos la proclama política de Aaron. Aquel hombre, aunque parecía retirarse, en realidad acababa de mandar un mensaje peligroso a la Comunidad Mágica. ¿Cuántos se atreverían a plantarle cara a su nuevo partido político?

 

"La Orden", pensé, categórica, consciente que no dejaríamos nunca que sus ideas totalitaristas se pudieran extender y dañar mucho más a los magos. Bastante había hecho durante aquel año y por lo que pagaría de alguna manera. De eso estaba segura. El Bando nunca dejaría que Inglaterra cayera en sus manos, nunca abandonaríamos. Si no lo habíamos hecho cuando él era Ministro, ahora menos que uno de nosotros iba a ser Ministro. No sé porqué busqué a Nathan entre la multitud, para ver cómo se tomaba aquel discursito. Xell comentaba feliz lo mismo que yo pensaba en aquel momento y le chisté para que bajara la voz. Tampoco era cuestión de hablar del bando así en alto. Mientras el líder no quisiera que se supiera, la Orden seguía siendo una agrupación clandestina.

 

-- No sé si me ha vuelto del todo -- le susurré, para que no siguiera por ahí. Aún distaba mucho de sentirme segura con la varita en la mano pero, al menos, que hubiera brillado, era buena señal. Tenía ganas de salir a probarla pero blandirla en aquel momento podría interpretarse de una manera que no me interesaba.

 

Me llamó la atención un movimiento difuso de Scarlet, guardándose algo. Aunque extraño, en aquella reunión multitudinaria había mucho más que observar que el hecho que mi amiga estuviera metiéndose algo en el bolsillo. No era de mi incumbencia. Enarqué una ceja al entender que hablaba con la serpiente, a quien la vi irse. Total respeto por ella, mejor dicho, por las dos: por mi amiga por saber esa habilidad tan difícil de pronunciar y por la criatura por obedecerla o hubiera acabado en un palito de pinchito moruno.

 

-- Tienes razón, Scarlet, sólo debo dejar que fluya de nuevo. Es como montar en un hipogrifo, nunca se olvida. -- Y otra vez tenía ganas de salir para comprobar si podía hacer piruetas mágicas con la varita. Pero cuando mencionó a Antara, me mordí el labio. Sí... Ella había sido mi mentora en el bando y no dudaba que ella haría eso. -- Bueno, sí, si supiera donde se encuentra, se los daría yo para que volviera...

 

Fue un susurro y tal vez nadie entendiera bien a qué me refería pero en aquel momento echaba mucho de menos a una de las primeras líderes de nuestro bando, quien me enseñó unos conceptos que no había olvidado aún a pesar del paso del tiempo. A veces, en los Terrenos de la Orden, había ido a ver su estatua para mantener un silencio con ella que sólo las dos entenderíamos. Parpadeé para salir de aquel ensoñamiento al sentir que alguien chocaba contra mí y apenas tuve tiempo de decir un "Disculpe..." cuando ya no la vi. Parecía haberse perdido entre la multitud por la prisa de salir de allá. Tal vez, como yo, notaba que le hacía falta tomar aire.

 

-- Tal vez estaría bien salir a... -- Interrumpida de nuevo. Acababa de llegar Matt. Le saludé. -- Ay, hijo, ¿en vaqueros? Pero mira que te gusta llevarlos puestos. No sé si es una ropa apropiada para... Bah, déjalo, cada cual va como quiere. ¿Qué tal Elantari? -- Pocas veces llamaba así a mi nietecita. Normalmente usaba otros nombres inventados para hacer rabiar a su padre, Matt siempre fruncía el ceño con ello.

 

Otra interrupción. Ahora Perenela ponía cara de pocos amigos al preguntarme sobre mi magia. Enarqué la ceja. Espera, ese gesto lo había hecho ya antes varias veces, se estaba convirtiendo en un gesto usual en mí y no me gustaba. Carraspeé.

 

-- No dramatices, cielo. Fue algo... interesante, digámoslo así, pasar por esa experiencia. -- Le sonreí, ahora algo más tranquila. -- No te lo dije para que no te preocuparas, cariño. Estás delicada y no quería inquietarte por nimiedades.

 

Scarlet miraba las pantallas y decía algo a Matt. Me fijé de nuevo en la imagen de mí misma que pestañeaba y sonreí algo coqueta.

 

-- Va a ser una gran victoria para el bando -- susurré, a sabiendas que Scarlet era de fiar. Después hablé con normalidad. -- ¿Así se me ve sin el maquillaje de payasa?

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Tome un respiro profundo, muy profundo, sentí los pulmones expandirse y el dolor de la costilla que tenia sentida pero que ya no estaba fracturada y deje salir el aire, miré alrededor inquieta, demasiado inquieta, sentia el aire quieto, sin vida, pesado y rancio, se me erizó la piel de los brazos y la nuca y sentí la pesadez de la mirada de los que estaban alrededor sobre mi madre, me acerque a ella teniendo el bastón en una mano y tocando el mango de la varita que llevaba al cinto, solo para calmarme.

 

-Vas a tener que contármelo todo con lujo de detalles - le dije a mi madre cuando trato de quitarle importancia al hecho de quedarse sin magia - quiero saberlo todo como paso, que paso y quien fue responsable de eso, porque algo me dice que no fue por causa tuya - le dije mientras fijaba la vista alrededor, todos y cada uno de los presentes veía las proyecciones de los votos, unos con caras serias, otros con sonrisas disimuladas, volvían la cabeza de mi madre y buscaban entre la multitud a Nathan. Cambie el peso de mi cuerpo de un pie a otro

 

-Nada esta fuera de lugar... aun - dije en voz baja intentando buscar de donde demonios provenía la sensación de alarma que me estaba lanzando el cuerpo.

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Hasta que logra recobrar el control sobre sus transformaciones, Nathan siente que pasa una eternidad. Incluso cuando los cambios cesan y su rostro vuelve a su fisonomía original, le queda una sensación incómoda. No está seguro de qué ha pasado ni de qué ha propiciado aquel descontrol, pero ahora teme volver a jugar con la Metamorfomagia; teme incluso volver a utilizarla incluso para el más mínimo cambio. ¿Habrá alguna forma de contactar a la Arcana que lo instruyó en ella, ya años atrás? ¿Sabrá ella algo acerca de su episodio? No recuerda que ella haya mencionado nada de ello durante su entrenamiento.

 

A pesar de sus preocupaciones, escucha un vitoreo y murmullos de asombro en la multitud. Durante su episodio, se ha perdido gran parte del proceso electoral y casi no puede creer lo que ven sus ojos cuando sale de su escondite y mira al mural que refleja los votos: ¡la Orden del Fénix tiene una de sus miembros como Ministra! Y, sin embargo, las sorpresas no cesan allí: su rostro está en segundo lugar. ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo se las había apañado para llegar a segundo lugar? Por unos segundos, permanece estático en su lugar. Al parecer, más gente de la que creía valoró el hecho de que saliese a ventilar la verdad sobre el ahora ex-Ministro de Magia. Tiene el pecho lleno de algo que se asemeja mucho a la felicidad. En los últimos días, varias personas le habían escrito manifestándole su apoyo, pero jamás creyó que aquello se extrapolaría a lo que tenía frente a él.

 

El show ha terminado, pero aún resta algo por hacer...

 

Por suerte, es fácil localizar a Sagitas en el medio de la multitud. Se encuentra rodeada de varias personas, algunas de las cuales reconoce como compañeros de bando, y tiene la ligera impresión de que por cómo ella y sus amigos evalúan la muchedumbre de que también lo están buscando a él. Esperaba que ella compartiese su visión sobre las cosas, el objetivo primordial se había cumplido: Aaron ya no era Ministro de Magia, el Estatuto del Secreto sería re-establecido y magos y muggles volverían a vivir sus vidas como antes. A partir de hoy, la comunidad mágica tiene una chance de reconstruirse.

 

–– Sagitas, mis más sinceras felicitaciones. –– dice, una vez que está frente a ella. Sonríe, tímido más sincero, y extiende su mano que surca el espacio entre los dos. –– Te deseo el mayor de los éxitos.

 

* - * - * - *

 

Unos días después...

 

Y así, como quien no quiere la cosa, todo cae por su propio peso.

 

Amo Nathan, ¿de verdad debe irse?

 

La voz de su elfo doméstico lo sobresalta, ha estado pensando demasiado. Sus ojos son tan grandes como dos pelotas de tenis, aunque tienen el color del mar, y su nariz respingona sobresale en el medio de su redondeado rostro coronado por dos orejas, puntiagudas pero de base ancha, que se curvan hacia adelante. Es patente en el rostro del elfo que no quiere que se vaya; se lo ha dejado claro en los últimos días desde que tomó la decisión.

 

Sí, Croient. Pero no te preocupes, volveré.

 

– ¿Cuándo? – interroga éste, tan rápido que de seguro ya tenía la pregunta lista incluso si él no lo hubiese mencionado – No lo sé, pronto.

 

A decir verdad, él se había hecho la misma pregunta. ¿Cuánto tiempo necesitaría?

 

El suficiente para que la culpa se vaya. >>

 

Culpa. Desde tan solo unas horas después de los resultados de las elecciones y hasta ahora, era todo lo que había sentido: culpa. Sin piedad, sin consideración, se sentía como un enorme cuerpo de agua gélida que le robaba todo el aire y le impedía flotar a la superficie: tanta gente había depositado su confianza y su voto en él y, sin embargo, les había fallado. ¿Cuánto había hecho, y ahora ya no podía entender por qué? El rechazar el préstamo del FMI, el declarar a Gringotts en cese de funciones, el acusar a Aaron en pleno Atrio Ministerial, el aceptar la nominación a Ministro de Magia. ¿En qué estaba pensando? Ya nada tenía sentido. Ahora sólo había...

 

Culpa.

 

Tengo que hacerlo. Lo necesito. – agrega, sólo para sacarse de sus infructíferos pensamientos. Nathan toma su pequeña bolsa que ha hechizado con un encantamiento de extensión indetectable y en la que lleva todas sus pertenencias o, más precisamente, todas las que necesita para sobrevivir por al menos unas cuantas semanas. Coloca la bolsa en uno de los bolsillos internos de su túnica y respira hondo.

 

Su elfo doméstico, parado en el umbral de su casa, presencia su transformación: en un momento ve a Nathan parado frente a él, en el otro un coyote ha tomado su lugar. El animal lo mira fijo a los ojos, como si lo conociera. Asiente una última vez y, tras una breve pausa, echa a correr por un sendero que se pierde a lo lejos entre las montañas. El elfo lo mira hasta que no es más que un punto en el horizonte y, resignado, suspira y vuelve a las pocas tareas que su amo le dejó encomendadas durante su ausencia. Primero, tiene algunas cartas que entregar.

 

El coyote, mientras tanto, trota hasta que los pulmones le arden, hasta que la sangre es electricidad dentro de sus venas, hasta que ya no siente sus extremidades. Descansa, y luego vuelve a trotar. Una y otra vez.

 

Todavía queda mucho para recorrer. Y el hombre que viaja dentro del coyote sabe que él no es más que el resultado que cada día vivido y cada persona que ha conocido a lo largo del camino.

 

Se pregunta cuánto tiempo le tomará llegar...

 

En algún momento, esto no será más que un recuerdo. Los días rodarán sobre su vida hasta que su historia llegue al próximo capítulo. Pero, hasta entonces...

 

La India no está tan lejos.

Editado por Nathan A. Weasley

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El tiempo pasó tan rápido que cuando sentí la voz de Nathan, aún me estaba peleando con Perenela, por su acusada protección. Yo era quien protegía a la familia, yo era la matriarca y yo era la única que podía sufrir por los miembros de la familia, no al revés. Por ello, le estaba diciendo que no había nada que hablar sobre el tema cuando mi compañero de bando me soltó un "Felicidades" que me sonó extraño.

-- Feli... ¿qué?

Fue entonces cuando sentí los aplausos y los flashes me dejaron bizca. Cuando recuperé la vista, las pantallas se habían apagado y mi imagen era la única a la vista. Murmuré un "¡Demonios!" que seguro que se vio reflejado en alguna de las fotos que estaban disparando. Sentí alegría y, sin pensármelo, me estreché a mi compañero, desdeñando su mano pues era insuficiente para la felicidad que sentía en aquel momento.

-- ¡Lo hemos conseguido, lo hemos conseguido! -- Le musité al oído, sabiendo que él entendería que me refería a nosotros, al grupo, al bando. Teníamos un Ministro de la Orden, dispuesto a dar la cara por ella en aquella marabunta de poder. -- Tendremos que ayudarnos en ésto.

Por supuesto, nunca había pensado que llegaría arriba ni que eso supondría ninguna diferencia si hubiera sido al revés. Aquel puesto era un mérito ganado para la Orden y serían su líder y sus lugartenientes, quienes dictarían qué había que apoyar y qué renovar. Al fin y al cabo, yo sólo era una payasa venida a
más en un Ministerio muy grande para mí sola.

Nos separamos en cuanto empecé a recibir felicitaciones de todas partes y empecé a sentir achuchones, toqueteos e incluso alguien me manoseó y me dio un beso. Y no era Jack. Me puse roja y empecé a ser llevado a casi tirones hacia el lugar que anteriormente había ocupado, no hacía mucho, Aaron Black Yaxley durante su alegado político. De repente, me quedé sola ante la gente, mirándolas desde arriba.

-- Hem... Esto... Hola.

Empezaba bien mi primer discurso como Ministra de Magia. Empecé a sudar y estaba segura que a ponerme de todos los colores. No había preparado nada pues... ¿quién iba a pensar que ésto pudiera suceder? Allá estaba yo, de pie sobre una pequeña tarima, sin saber que decir. De repente, prefería estar en el Circo, caminando sobre la cuerda floja por encima de un nido de acromántulas furiosas antes que estar allá, delante de los periodistas y ciudadanos que se habían acercado al lugar.

-- No puedo decir mucho ahora más que gracias porque... -- ¡Kk! ¿Por qué...? ¡Porque no tenía ni idea de lo que decir! -- ... porque es momento de celebrar la caída del anterior ególatra Ministro que ha hundido nuestra comunidad. Hoy es un día de cambio, conseguiremos que la Magia sea respetada de nuevo y lograremos que el Ministerio de Magia vuelva a gozar de renombre político a nivel internacional. Es por eso que, desde aquí, hago un llamado a todos los ciudadanos y ciudadanos de esta gran ciudad y gran país para que trabajemos juntos para levantar lo que encontramos ahora hundido.

Guardé silencio. A veces, cuando me lanzo, no reflexiono bien lo que digo, aunque improvisar era mi fuerte.

-- Yo soy una comerciante venida a más. Empecé como una sencilla payasa en un circo y hoy soy una figura popular reconocida por todos, lo que me ha llevado a este puesto que sé que no merezco. Pero estoy orgullosa de este ascenso y eso me produce un interno placer que me gusta y me aterra. No sé llevar un Ministerio, al menos de antemano. Pero sé llevar un Circo lleno de gente muy capaz y lleno de animales peligrosos. Todos los miembros del negocio tenemos asumido nuestro papel y la importancia de cada uno en el equipo. Todos, unidos, sabemos que sin uno del conjunto, no llegaríamos a una buena función. Sin ánimo de insinuar que el Ministerio sea un Circo donde actuar, creo que la dinámica ha de ser la misma. Hemos de sentirnos orgullosos de nuestro papel en este equipo y ver cómo podemos ayudar que crezcamos y superemos la sociedad dañada de ahora.

Me quedaba sin aire y con la garganta seca. Por un momento, pensé que tirarme un Aguamenti encima me daría un segundo de relax, pero creo que es uno de esos actos poco protocolarios que alguien podría echarme en cara y, por desgracias, mi desconocimiento de estas trivialidades de las que nunca me había ocupado, ahora era un handicap que tendría que superar más antes que después.

-- Nos jugamos mucho. Tenemos que superar un año de Dedocracia de un ministro Supremacista que nos ha hecho sufrir una guerra, la enemistad con los muggles y el crecimiento del odio hacia la Magia, hasta el extremo de que hayan florecido las tendencias en nuestra contra y favoreciendo la aparición del Inquisidor.

Escupí ese nombre, no sé a quien odiaba más, si a Aaron o a esa figura.

-- Hemos pasado por mucho pero ahora nos vamos a unir para superarlo. Apelo a los Inquisidores del Ministerio para ayudarnos a levantar el país, a los diferentes miembros de Aurores, a los miembros ... -- ¡No recordaba los nombres!

Empecé a sudar de nuevo y sentí, más que vi, como mi hija Perenela me acercaba un listado, como si me hubiera leído la mente. Le di las gracias y me relajé un poco.

-- ... A los miembros del Fondo Monetario Internacional, como Alessia BL Crowley, Nathan Weasley, a los duendes de Gringotts, a todos los que pueden levantar el país en el ámbito económico. A todos los relacionados con la Confederación Mágica Internacional, como Mackenzie Malfoy, Adrian Wild y a todos los que nos pueden ayudar a afrontar los problemas diplomáticos con los países que hemos tenido a favor o en contra en este año difícil. Por supuesto, nuestro respeto a las figuras de otros países con las que nos hemos relacionado en mayor o menos grados como la Regente de Escocia, Alessa Ashryver Delacour, al embajador del mismo país, Antoni Ryvvak, la Emperatriz de Japón o la gran duquesa de Rusia o el Canciller de Suiza..

Sonreí porque no entendía la mitad de los nombres de aquella lista.

-- Ruego disculpas si me dejo nombres y cargos, es que esto es muy improvisado, pero espero prepararme mejor las próximas ruedas de prensa. -- ¡Más me valía, estaba dando pena! -- Por supuesto, espero poder fortalecer los lazos con el Presidente del Macusa de EE.UU, Hobbamock Graves, con mi homóloga, la Ministra de Magia de Francia, Ada Dumbledore, o con los del Macusa neozelandés.

Vale, ya me estaba enrollando y necesitaba acabar o empezarían a bostezar.

-- Por supuesto, ya tengo nombres de gente con la que voy a contactar expresamente para valorar su presencia en mi gabinete, como Nathan Weasley, mi compañero en estas elecciones, pues creo que su asesoramiento financiero será importante. La Economía no es mi fuerte así que me rodearé de los profesionales que saben más que yo. Eso incluye a mi cuñada Lucrezia Di Medici, a quien devolveré su estatus de ciudadana con derecho a la libre circulación que le fue arrebatada de forma tan... malévola. -- Mi voz sonó aquí fuerte y decidida. Echaba mucho de menos a la italiana y me echaba un poco la culpa por no haberle podido ayudar más. --También el Fondo Monetario Internacional es muy importante, por lo que también planteo establecer contacto con la antes citada Alessia BL Crowley y con Lysander S. para afrontar nuestros problemas de solidez monetaria.

 

Por supuesto, esta era la excusa más factible para reunirme con el líder del bando y una de las lugartenientes para saber las directrices propuestas a ejercer con mi bando. No iba a olvidar que, desde este puesto, la Orden iba a salir muy beneficiada.

 

-- También tengo claro que necesito reuniones con todos los miembros del Wizengamot para encarar los juicios a los que han provocado esta guerra y tantos muertos innecesarios en el país. Pronto me reuniré con la señorita Feyre Rhiannon Macnair para hablar de los temas jurídicos pertinentes. Y...

 

Ya estaba, cerebro seco...

 

-- Y eso será mañana. Hoy toca celebrar el día del cambio, en el que la Democracia cesó la actividad del más perverso Ministro Mágico que hemos tenido en nuestra larga historia del Ministerio de Magia.

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Había estado mirando y escuchando desde las sombras, lejos de las cámaras y lejos de las personas con las que normalmente hubiera estado manteniendo alguna conversación. Sabía hacia qué lado se inclinarían los votantes, qué era lo que querían en estos momentos y a qué apuntaría una sociedad rota como aquella. Rota porque eran incapaces de ver las enormes oportunidades que ahora teníamos por delante, habiéndose caído el Estatuto. Claro que... había algunas cosas con las que no estaba de acuerdo con Aaron, no siempre íbamos a tener la misma opinión, pero a pesar del caos causado había logrado acercarme a su visión de una comunidad mágica libre.

 

Pero la gente no quería ser libre. O al menos no querían esta libertad que les había dado. Tenían miedo y muchos no estaban listos para el cambio y las consecuencias de éste.

 

Durante el tiempo que había permanecido en aquella sala, mi cabello lucía un tono rosa pestel y se encontraba corto por encima de los hombros. Mis ojos lucían de color rojo como la sangre, aunque sólo lo notaría quién se acercase demasiado, pues de lejos parecían más un marrón ocre. No llevaba vestimenta reconocible de ningún partido político, de ninguna institución, sólo una capa sin etiqueta sobre un traje negro que consistía en una chaqueta y una falda hasta la rodilla, con un tajo junto a la pierna derecha que llegaba hasta el muslo. Era un disfraz hábil más allá de lo llamativo del cabello, pero con la apariencia de una joven asistente o pasante, nadie me miraba demasiado.

 

Al momento en el que el guardían de los votos pronunció el nombre de la ganadora de las elecciones, mi corazón dio un pequeño brinco, aunque no supe descifrar si había sido de ansiedad, felicidad o... algo más bajo que eso, algo que no me gustaba admitir. Aplaudí junto al resto de los presentes, mientras observaba los rostros serios. Oh... ¿En qué nos habíamos metido? Sagitas era buena para los negocios y ciertamente había dirigido el Departamento de Accidentes Mágicos con notable habilidad... ¿Pero Ministra? Era algo totalmente opuesto a su personalidad, a ella las cosas serias de la política no se le daban... o eso es lo que decía. Yo conocía sus convicciones y lo terca que podía ser para llevarlas adelante. Me crucé de brazos, observándola mientras se paraba en la tarima.

 

Su discurso comenzó con duda, nerviosismo... Pero pronto agarró fuerza y entendí a dónde iba. Aunque mi mirada se encontraba neutral ante sus palabras, mi mente trabajaba con presura. ¿Cuánto faltaría para que me llamase para discutir un juicio contra Aaron? ¿De qué cargos iban a acusarlo? Escuché nombre tras nombre de aquellos a los que llamaba a cooperar y mantener relaciones, hasta que.... Mi nombre. Tamborilee los dedos mientras la gente se giraba buscando mi rostro, ahora conocido por las tantas apariciones junto a Aaron en sus discursos, pero no lo encontraban en la multitud. Por eso no había acudido como yo misma, precisamente con la elección de un Ministro como Sagitas, las cosas se iban a poner difíciles para mí.

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No, por lo visto no tendríamos a nadie de nuestro bando en el poder del Ministerio, pero sin duda aún había varias personas en las cercanías y trabajando dentro del Ministerio que estaban dentro de su bando. Aunque con la caída del secreto de la magia y la idea de poder salir a las calles y proclamar de que bando eras. Ella aún estaba reacia a creerlo, en cuanto la gente conocía tus pensamientos, creencias y valores te perseguían y hacían que creyeras en sus ideas y no en las tuyas. La pureza de la sangre era el escalafón para una vida mejor, quitar tantos traidores a la sangre como fuera posible, debía considerarse una ayuda a la comunidad, pero la mayoría no pensaba así y eso hacia que sus propósitos fueran mal vistos.

 

Escuchó la pregunta de Zoella y mientras pensaba en una respuesta coherente para su voto, sintió sus manos comenzar a buscar la petaca de licor, nunca había sido tan pudorosa y mucho menos tímida. Por lo que le permitió buscar hasta darse cuenta que la petaca se la había llevado su madre. Y justo cuando termino la inspección de sus ropas el guardián de los votos dio por terminada la votación y proclamó que Sagitas había ganado el puesto de ministra de magia.

 

—Genial— murmuró con sarcasmo —Ahora si estamos fritos teniendo a un ministro que no es de nuestro bando. Esperemos no sea de la orden... o tal vez sea bueno, el primer asesinato del ministro en estos tiempos mandaría un enorme mensaje a la comunidad— Susurró por debajo del bullicio que vitoreaba a la nueva ministra.

 

—Creo que es el momento de irnos, esperaremos a madre en el Castillo— comentó la bruja y no pensó que Zoella se opusiera a la idea.

 

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Estaba riñendo tanto con mi madre, ella siempre era la que tenia que proteger, velar y cuidar pero cuando uno de hijo se le daba por hacer lo mismo con ella o con la familia, la riña era interminable, estábamos en ese tira y jala que no caímos en la cuenta que el tiempo de votaciones había acabado, me sorprendí tanto con que interceptaran a mi madre que mi reacción instintiva fue agarrar la varita, me relaje un tanto al ver que era Nathan, su contrincante quien lo hacia, mire alrededor y me di cuenta del movimiento lento de algunas personas, para acercarse y otras para salir: los que se acercaban quería saber mas del modo y el movimiento que mi madre tendría para el ministerio, los que se alejaban tenían algo que esconder: su rabia, sus intenciones o su descontento, no pude evitar sonreír un poco.

Respire profundo y compartí la alegría que mi madre desbordaba en esos momentos, la abracé fuerte y deje que los demás la felicitaran, vi un par de toqueteos de mas a los que no dude en agarrarles la mano y tirar fuerte de un par de dedos, la seguir de cerca cuando la llevaron a la tarima donde antes estuvo el Ex ministro Aaron, lo fulmine con la mirada unos cinco segundo antes de volver a fijar la vista en mi madre y en su discurso.

Me quede a un lado escuchando y haciéndole señas de que se calmara, la vi agarrar fuerza y en su discurso y sonreí con fuerza. Sintiéndome muy muy orgullosa de la persona que me había dado la vida y la valentía para vivirla. Escuche atenta cada palabra, para interceder cuando sintiera que necesitaba ayuda, me espabile cuando la vi asustada y sudando porque no recordaba los nombres de la gente con la que trabajaba, saque el pergamino que traía en el bolsillo y de modo discreto se lo pase, allí estaba la lista de todos los altos rangos del Ministerio y de los homónimos del puesto de Ministro de otras naciones, sonreí al ver que mi previsión no había sido en vano y respire mas tranquila cuando la vi seguir con el discurso y empece a anotar cada reunión que prometió en un cuaderno que traía.

En cuanto tuviera la oportunidad tenia que sentarme con ella para ver como organizaría su agenda, cuando y como organizaría cada reunión, mi mente de modo natural se anexo a la idea de ayudarla lo mas posible en su nuevo cargo y ya estaba dando vueltas sobre las reuniones que debía desarrollar, tocaba buscar un buen lugar a puerta cerrada cerca del despacho del ministro para estas reuniones, preguntarle sobre quienes tenia en mente para que fuera el Gabinete Ministerial, el apoyo que ella necesitaba para que su labor no se fuera al garete, tal vez debería irme al trastero del Wizengamot a buscar una de esas maquinas mágicas que usaban en los juicios para hacer las actas de las reuniones... Me espabile y alce los pulgares hacia ella cuando acabo el discurso y la ayude a bajar de la tarima:

-Bien dicho madre. No fue perfecto pero fue un muy buen discurso, deberíamos ir a tu nuevo despacho... - la mire a los ojos con cierta alegría y picardia - ¿te gustaría sentarte en la silla del Abuelo Crazy?

 

@@Sagitas Potter Blue

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

firma pere.jpg

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