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El Guardián de los Votos


Mackenzie Malfoy
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Pudo sentir como Zoella intentaba incómoda salir del rango de vista de la reportera, por lo que se dirigió a Candela -Creo que vamos a ir a dar una vuelta por ahí y ver que encontramos. Cuando termines la entrevista buscanos- comento con una sonrisa y tomo a Zoella de un brazo, no tan fuerte por aquello de que lo tomara como una agresión.

 

-Creo que te veías muy incómoda ahí, lo mejor es ir a mezclarnos entre la gente y que no te reconozcan. Se supone que no debes estar aquí ¿Recuerdas?- y dicho eso, salió el ministro para declarar que estaban por elegir a la persona que lo reemplazaría en el mandato y que aunque no muchos estuvieran de acuerdo con su manejo, eso trajo la verdadera naturaleza de los muggles, ellos eran la amenaza y había que estar juntos contra ellos.

 

Si no lo hubiera escuchado, nunca lo habría creído. Literalmente pronunció el nombre de Grindelwald y lo apoyó en sus ideas, tenía entendido que aún estábamos escondiendo nuestras identidades como parte del bando mortifago. Pero ahora el simplemente se había declarado a favor de la conservación y si todos tenían algo de cerebro, sumarían dos más dos. Lo miro boquiabierta y no supo que decir ante aquel discurso cuando termino.

 

Volteo a ver a su hermana, para escuchar que tenía que opinar ante aquello.

 

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La mirada de Jeremy se volvió ceñuda en cuanto su madre volvió aparecer la petaca y todos continuaron bebiendo como si nada ocurriera. Parecía que no veía que la popularidad de la familia había aumentado considerablemente ese ultimo tiempo y que, era su trabajo, mantenerla en los rangos mas altos que se pudiera... Llevaba cosechando beneficios gracias a eso. Pero la gitana estaba molesta, se le veía en el semblante ¿O era preocupación? Jeremy no creía que fuera capaz de tanto.


-Lo diré en mi próximo discurso -Comentó el vampiro sobre la referencia al bando, estaba molesto pero no quería que se notara, aunque estiro la mano para apretarle el brazo a la gitana como forma de congraciarse con ella - Podrías haberte puesto zapatos por esta vez... -Critico entre dientes con una sonrisa por si las cámaras estaban tomándolo por algún lado. No la dejo irse cuando vio que empezaba a moverse - Quédate aquí ¿Ves que llego Aaron? Seguro dará un discurso y tenemos que apoyarlo... -Miró con intención a la usurpadora y la otra chica que se les había pegado como una sanguijuela - Todos.


De repente una cronista asalto a Candela con preguntas mientras los flashes de la cámara los dejaban ciegos mientras los filmaban. El vampiro sonrió a todo momento, notando como Zoella se quería ocultar mejor detrás del tapaboca y la peluca rubia de corte vulgar. ¿No se daba cuenta que se notaba a quince kilómetros con niebla que era ella? El pueblo estaba mirándolos era buen momento para recolectar votos o eso pensaba al momento de prestar atención a las palabras de su padre que empezaba el esperado discurso.


Las palabras de Aaron llenaron el recinto apagando los murmuros de desaprobación, que por momento se hacían oír, pero los aplausos y vítores también podían escucharse por todos lados. En aquel momento el vampiro decidió que era mejor que Candela no diera una entrevista porque los números caerían en picada con sus palabras al estilo "No me importa el poder solo me importa el dinero". Zoella y Ariadna parecían haberse ido de su lado, dejandole a él solo el problema. Una conducta tan tipicamente Triviani.


-¡Saludos para todos! -interrumpió la entrevista Jeremy tomando a su madre del brazo - Discúlpenos pero tenemos un compromiso importante en estos momentos, señorita Kane. En otro momento comuníquese con nuestra asistente, se señorita Ariadna Macnair, para una entrevista personalizada.


Jeremy camino con Candela de la mano hasta alejarse lo suficiente de la cámara y la reportera, donde la soltó. Intercepto su mirada letal pero la ignoro como siempre que podia. Se fue acercando al Black Lestrange sin disimular su camino. Estaba rodeado por el comité que mantenía los votos en orden. Soltó a la gitana para charlar con ambos hombres un momento.


-Señor Toloveus -Saludo con una inclinación de cabeza antes de prestar toda su atención en Aaron - Excelente discurso, padre. Los números van muy bien. Todos los candidatos estamos aquí.





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-Pues no creo que haya una batalla campal, madre, pero de seguro en algún momento de la jornada te va a entrevistar alguien del profeta o te toque subir a dar una entrevista como hace un año - le dije, trate de calmarla, pero estaba empecinada a no dejarse ayudar, aunque benditos sean los Dioses mi tía Hayame estaba de acuerdo conmigo. suspire y negué con la cabeza para dejarla ser, ya cuando estuviera arriba si es que pasaba le haría señas como en el circo para ayudarla. Deje que hablara con la sombra que estaba a su lado y me puse a prestarle atención a mi tía Hayame que me hablaba:

 

-Demasiado tranquilo - dije mientras miraba alrededor a la gente y trataba de percibir algo fuera de lo normal, teniendo en cuenta todo lo que había pasado durante el Ministerio del Black Yaxley no era sorprendente si se quisiera ir por lo grande haciendo alharaca como una urraca o dado lo descontenta que estaba el pueblo con él que hubiera algún tipo de motín o atentado contra el durante las elecciones, pero no lo verbalice sabia que habían demasiados oídos que podían malinterpretar mis palabras y poner en peligro a mi madre, agarre con mas fuerza el bastón y mire a mi tía - Pero tratemos de no llamar a la desgracia, vigilemos a los alrededores y a donde se mueva mi madre nos movemos nosotras.

 

Mire fijamente la tarima donde el actual ministro subía con su rimbombante discurso, bufe al escucharle y negué con la cabeza sin creerme toda la cantidad de bazofia que salia de su boca, estaba en primera fila oyendo el discurso mas ridículo e inverosímil de la historia, yo era una Grindewald y aunque mi padre no fue la mata de la bondad tampoco andaba ensalzando su ego de ese modo, es mas por muy mortifago que hubiera sido no creo que nunca hubiera atentado contra un muggle, contra mi madre todo lo que quiso, contra otros magos y brujas que eran contrario a su pensamiento cada día de la semana si estaba de humor pero nunca contra un muggle. Si los consideraba sujetos de segunda categoría pero incluso el sabia que eran necesarios. Enarque una ceja al ver que había gente aplaudiendo esa sarta de palabrería barata, bufe de modo ruidoso y dije a nadie en particular sin contenerme:

 

-Que patético discurso, patético pero peligroso - seguí los movimientos del actual ministro de Magia y fruncí el ceño, respire hondo para sentir el olor de su esencia, rosas rojas y miel quemada y arruge la nariz - peligroso sin duda y mas peligroso si alguien compra esa palabrería barata.

 

@@Sagitas Potter Blue @@Hayame Snape Potter Black

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Me sentía algo irritada con Hayame y con Perenela por seguir diciendo que necesitaba protección delante de Scarlet; no sé, no quería que, en aquel momento político tan importante pensara que yo era una damisela desprotegida y vulnerable. Tampoco sé porqué era importante para mí causarle buena impresión. Supongo que llevar tanto tiempo sin verla me daba una cierta alegría mezclada con cierta vergüenza por no haberme preocupado de haber intentado saber de ella en algún momento. A veces, se me olvida que los amigos y los conocidos están para algo más que para echarles de menos.

 

-- Diez años...

 

En realidad, no estaba pensando en el tiempo transcurrido sino en la frase anterior que había dicho. Desde que había perdido la magia, por aquel maldito dardo del Inquisidor, no había pensado más que en la pena que sentía por mí misma por haber llegado a aquella forma squib que me había privado de mi seguridad, de la confianza en mí misma, me había dejado llevar por una autocompasión que no había pensado en algo tan sencillo y tan importante como lo que Scarlet había dicho: era Sacerdotisa, tenía su beneplácito para serlo y podía dominar los elementos con mis manos... ¿Cómo podía haber sucumbido al desánimo al ver que había perdido la magia y no había creído en que podría volver a tenerla?

 

-- La Diosa es sabía, amiga. Me proporciona gente que me ayude a entender las cosas cuando mi mente se cierra en bloque ante los sucesos inesperados.

 

La sonreí, con calidez, porque sólo una frase acertada había dado una esperanza en mi alma herida y eso, no se paga con nada. Así que disimulé y miré hacia otro lado. No tan lejos, la alumna que había visto antes también lo hacía y nuestras miradas se cruzaron. Hice un leve movimiento de cabeza de saludo aunque no podía olvidar que allá estábamos todos para recibir las últimas noticias sobre los nominados y que ella pertenecía a una familia polémica.

 

En ese momento me di cuenta del silencio. Fruncí el ceño y busqué el motivo de aquel inusitado mutismo en la sala. Cuando vi subir la figura del aún ministro, mi rostro se endureció. Ni un sólo músculo se movió cuando convirtió el micrófono en serpiente. ¡Maldito fuera, él y todos sus seguidores!

 

-- ¿Qué no temamos al Inquisidor? -- Mi rabia empezaba a rugirme por el estómago y musité aquellas palabras, mascullándolas en un rugido interior inaudible. Si a alguien odiaba más que a Aaron Yaxley era a aquel maldito hombre que se había erigido en contra de la Comunidad Mágica. Eran los dos enemigos que había que parar fuera como fuera, mis objetivos. Se había vuelto personal. -- ¿Grindelwald? ¿Un nuevo partido político? ¡Caradura!

 

Casi no podía reprimir las ganas de enfrentarme al Ministro y, por inercia, mi mano derecha buscó la varita en mi bolsillo. El anterior silencio se volvió griterío entre los que le apoyaban y entre los que querían saber más de su noticia. Había dos movimientos claros en aquel momento, los que se acercaban a él y los que abandonaban de la sala como si temieran verse metidos en problemas. Yo, los míos, sin embargo, permanecimos quietos, sin huir, sin acercarse. Escuchando. Observando...

 

Todos los candidatos estábamos presentes. Bueno, por lo menos Nathan lo estaba hacía un momento, aunque ahora no lo veía ante la muchedumbre. ¿Eso sería bueno o sería...? Sentí el comentario de Perenela y asentí.

 

-- Patético... Peligroso... Estar atentas. Algo trama...

 

Sentí calor en mi mano y me permití bajar la mirada hasta ella. Sostenía la varita, ni me había dado cuenta que la había sacado a la vista. La punta se había puesto roja. Contemplé ese fulgor y después a mis familiares y amigos.

 

-- Parece que mi fe en la Diosa es más fuerte que ese mejunje. O que ya se le pasó el efecto pero... Parece que la magia vuelve a mí, de alguna manera.

 

¿O habría sido la rabia por el discursito de Aaron?

 

 

 

 

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Cuando se vio interceptada por una mujer, dudó en su reacción. Lo primero que se le hubiera ocurrido sería atacarla, pero se contuvo por el agarre de Jeremy antes de siquiera pensarlo. La reconoció de inmediato cuando le vio el rostro, se trataba de la periodista -o lo que sea que fuese- que estaba minutos antes con Nathan; al echar un vistazo rápido en esa dirección, el hombre de cabellera rubia había desaparecido. La Triviani supuso que o había vuelto a cambiar de apariencia, o estaba mezclado entre la multitud y a ella se le perdió.

 

La Zíngara relajó el semblante y contempló la cámara que llevaba en mano la mujer, desvió la mirada mercurio hacia una bruja que había pasado casi tocándola y frunció el ceño, la había reconocido pero ese no era el lugar ni el momento para encararla. Al cabo, volvió a centrarse en la reportera que mencionaba ¿redes sociales?. ¿Acaso estaba haciendo mención a herramientas muggles?.

 

Dudo mucho, señorita Kane, ―comenzó a decir con la voz más tranquila que le pudo haber salido, aunque la dureza de sus ojos no le hacía buena compañía― que mis pendientes sean de su incumbencia. Mucho más, dudo, que sean de la incumbencia de su cámara y de los miles de ciudadanos ingleses que pudiesen estar...

 

¡Saludos para todos!...―Su hijo la interrumpió en ese momento y tomó su lugar, sólo para disculparse y llevarla hasta otro punto en aquella amplia estancia.

 

Candela no hizo más que dejarse llevar, no confiaba en su temperamento y había demasiada gente. Detuvo sus pies descalzos al tiempo en que Black aparecía para dar su discurso, del que escuchó sólo la bienvenida. Fijó los ojos en el padre de sus hijos, luego en su propio hijo y, posteriormente, en el Guardián, a quien Aaron se estaba acercando.

 

― Me parece inútil estar más tiempo aquí.. ―murmuró, en el momento justo en que las pantallas habían cambiado para dar inicio a la última fase de votaciones. Los rostros de Sagitas, la bruja más acaudalada de Ottery, y de Nathan, el funcionario de Gringotts, parecían ser los favoritos.

 

La Triviani buscó con la mirada a sus hijas, que se habían quedado atrás luego de la interrupción de Jeremy. ¿Dónde se habían quedado?.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Rhea Kane

 

Los gestos de rechazo e incomodidad de los Triviani habían sido tan abiertos como sus palabras. Resaltaban en los vanos intentos de Zoella Triviani de ocultarse a las cámaras y ocultar su identidad, cuando minutos antes otros medios y personas en el recinto la habían visto compartiendo una bebida junto a otra joven (de la que desconocía su identidad) quien había terminado por llevásela hacia otro lado. E incluso se notaron en las escuetas declaraciones de Candela, esforzada por sonar lo más ecuánime posible, que podían haber tomado otro rumbo (¿un ataque hacia la reportera?) de no haber sido por la intervención de Jeremy.

 

No había esperado que las cosas fueran mucho mejor, pero se consoló con el hecho de que lo había intentado, y transmitió sus sensaciones en un nuevo tuit que de inmediato empezó a generar respuestas.

 

La atención de todo el mundo, sin embargo, se encontraba ahora concentrada en el podio desde donde Aaron Black Yaxley se despachaba en el que, probablemente, fuera su último discurso como ministro de magia. Bien decían que la política estaba hecha de gestos y el hombre conocía al dedillo el mundo en que se desenvolvía: su discurso, sin concesiones de ningún tipo, había sido directo y apelaba a quienes eran sus seguidores incondicionales.

 

Era por eso que, lejos de sentirse disminuido por la no re-elección, declaraba abiertamente su ideología conservadora en consonancia a las ideas esbozadas alguna vez por Gellert Grindelwald. Y en cuanto acabó, Rhea encendió la cámara del móvil nuevamente para transmitir otro pequeño video.

 

― ¡Y como habrán podido escuchar en sus casas, Black se despide con un discurso anacrónico que debe ser el reflejo de lo más rancio de nuestra sociedad mágica! Y lo hace cuando estamos a segundos de conocer quienes serán los candidatos que pasen a la última ronda ¡toda una declaración de principios! ¿qué futuro le depara a nuestra querida comunidad?

 

La cámara ahora, enfocaba a las pantallas donde tras un conteo regresivo, se anunciaba a las únicas dos personas que quedaban en contienda, nada más y nada menos que Nathan Weasley y Sagitas Potter Blue. Dos figuras que aunque estaban en las antípodas del ex ministro, tenían derroteros bastante diferentes también, tanto por su estilo de vida, como posición económico y social. Un resultado que sin duda, debía estar fuera de los cálculos de muchos ¿podía ser un golpe para Aaron y sus seguidores que continuaban haciendo barullo en la estancia? Su agitación había impedido que viese que mi compañera ya se encontraba en el lugar.

 

La noticia no podía esperar. Se las había apañado sola de forma decente hasta ese momento, pero la necesitaba para esa etapa decisiva, pues todo indicaba que grandes cosas se venían.

 

Interesante final ¿no te parece?― mascullé en su dirección, mientras guardaba el móvil unos minutos y encendía un cigarrillo― entonces, hay dos frentes que vale la pena cubrir. Sagitas o Aaron, te dejo la chance de que escojas, pero más te vale no arruinarlo.

 

Con tan solo dar una segunda calada, supo que era eso lo que había estado necesitando todo ese tiempo, y lo que iba darle fuerzas en lo que restaba.

 

@@Ellie Moody

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Llegando:

 

Me costó poco adivinar dónde estaba la tía Sagitas. Me había acercado a la mansión Potter Black; conociéndola, sabía que estaría muy nerviosa con las elecciones. En la casa, esperaba encontrarla jugando con Ithilion y esperaba que me invitara a té y a las pastas tan ricas que hacía Harpo, pero el elfo me comentó que se acababa de ir hacia el Ministerio, para recibir la información en vivo y en directo.

 

El camino desde Ottery hasta el Ministerio era tan habitual que tardé aún menos de lo que me esperaba. Entrar ya era otra cosa. Había un movimiento inusitado hacia el exterior, como si la gente huyera de algo. Me acordé de aquellas aventuras en las que la Tía Amya conseguía hacer abandonar las plantas con sus burbujas fétidas, o con las travesuras de la Tía Hayame. En realidad, de todos los Accidentosos. Así que si ellos salían corriendo, era que estábamos dentro. Con esa gran sonrisa, entré por las chimeneas hacia el lugar donde cada año, aquel viejecito gracioso exponía el nombre de los nominados al cargo ministerial de Ministro.

 

Fue una gran sorpresa ver los paneles, ahora sólo dos encendidos. La tia Sagitas miraba desde uno de ellos y, en el otro, nuestro compañero Nathan. Casi aplaudo pero soy discreta y, además, en aquel momento hablaba el anterior Ministro, Aaron. ¿Qué hacía allá? ¿Es que venía a entregarse al nuevo para ser arrestado por sus crímenes? El movimiento de la gente era de huida o de acercamiento. Ahora mismo, yo buscaba a los accidentosos y no me costó nada dar con ellos. Allá estaba la tía Sagitas, Hayame, Perenela, Ash y una mujer pelirroja a quien no estaba segura de conocer.

 

- ¡Tíita! ¿Has visto? Estás en la final. - Me acerqué a su oído y susurré: - ¡Lo hemos conseguido! Hemos metido a finalistas a dos miembros de la Orden. Salga quien salga, el Bando tendrá representación y podremos deshacer todo lo que ha hecho ese Yaxley.

 

Estaba feliz, casi me daban ganas de ponerme a bailar allá mismo. Era una meta conseguida. La Orden tendría un Ministro que apoyaría sus acciones en el Ministerio de Magia. Me separé de ella. Fue cuando noté lo que acababa de decir:

 

- ¡Tienes magia de nuevo! ¿Era un efecto reversible, entonces? ¡Oh tía, qué contenta estoy! ¡Vuelves a ser mágica como siempre! ¡No tendremos que acercarte el zumo de naranja, nos dejas libre de nuevo!

 

Esa no era la cuestión, pero era agradable soltarlo para aligerar el ambiente tenso. ¿Qué es lo que temían? Acababa de llegar y no entendía nada, excepto que la Tiita podría ser la nueva Ministra.

 

- Recuerda la silla de carreras, nos lo prometiste.

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Scarlet Akane

Las palabras de Sagitas le hicieron devolverle la sonrisa que la pelivioleta le brindaba, Scarlet sabía bien lo que era perder y recuperar el poder, eso es algo que no siempre se logra ver, cómo tenerlo de nuevo. Pero si algo sabía la Akane es que no puedes darte por vencido y en cierta forma sabía que la sobrina de la bruja le hubiera dicho lo mismo, aunque ella ahora estaba dejándose vencer como su tía.

 

Mientras se estiraba con gesto despreocupado su mirada se posó en el mago que acababa de subir a la tarima, Scarlet se enderezó y lo analizó de pies a cabeza. Recuerdos que la Potter Black dejó fluír por su mente le parecieron tan fuera de lugar en ese momento. Aquel no era el hombre que la bruja había conocido, había cambiado, había crecido, se había llenado de poder. Más que llenarse diría que se había dejado embriagar por él y no parecía tener las ganas de dejarlo ir.

 

Dio un paso adelante mientras escuchaba las palabras de Sagitas y sus familiares. Las palabras del Black le arrancaron una sonrisa, sí, ese era el potencial que Darla había visto en él, ahora lo entendía, pero ya no era el niño que confabulaba con sus compañeros inquisidores para sacarla del puesto. No, ahora era todo un estratega, su discurso era casi como el que recordaba de Gellert.

 

--Uhhh, qué audaz --susurró divertida ante las palabras que el mago pronunciaba. En ese momento su sombra se le unió, no sin antes colocar unos papeles en su mano que la pelirroja se apresuró a guardar en su bolso de piel de moke.

 

Las reacciones de Perenela y Sagitas al discurso fueron casi idénticas, las de la Potter Blue quizás un poco más vivaces que las de su hija. Scarlet vio de reojo el brillo en la varita de la bruja y sonrió, bajó la vista ante el siseo a sus pies y con voz fría dio una orden en parsel a la serpiente que antes había sido el micrófono.

 

--Aléjate, él no va a ganar ahora y tú no le debes obediencia --el destello verdoso en los ojos de la bruja fue solo visible para la serpiente quien respondió en un siseo que la hizo sonreír y asentir mientras la serpiente se alejaba y ella le dedicaba una última frase en pársel.

 

Su atención volvió a Sagitas que en ese momento agradecía a la diosa, el rostro de Scarlet había recuperado los rasgos de Darla y solo el color de sus ojos, ahora verdes en lugar de marrones y sus cabellos de un rojo más intenso diferían entre ambas brujas.

 

--¿Ves? Nada es imposible para la verdadera naturaleza, tienes todos sus dones a tu alrededor, solo debes descubrir cómo hacer para que fluyan de nuevo. Los oscuros podemos hacerlo con la magia oscura y las sombras a nuestro alrededor, los paladines, con la tormenta, pero las sacerdotisas, esa sangre corre en tus venas desde tu madre, estoy segura que hasta la Dama del Lago te daría sus poderes si se los pidieras --susurró con una sonrisa enigmática en sus labios, aunque no estaba segura de si Sagitas había escuchado su comentario, ante la impetuosa llegada de una efusiva bruja rubia.

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La mirada incrédula de Melrose lo dice todo.

 

Sus ojos están fijos en el saliente ministro, muy abiertos y brillantes, casi vidriosos. Tiene que mantener el control, lo sabe; congelada, intenta no pensar. Es un movimiento a su lado lo que la hace reaccionar. Tiene que moverse rápido, utilizar todo su potencial como licántropo para sostener al hombre lobo a su lado que insiste en liberarse de sus brazos para ir hacia la garganta del hombre del discurso. No está transformado pero eso no importa: podría cortarle el cuello lo mismo que caer muerto por un rayo a causa de la seguridad del todavía ministro. No puede permitirle moverse.

 

Conoce de su indignación. A pesar de que el tiempo ha suavizado el golpe, todavía recuerda la noche en el castillo Evans McGonagall, donde decenas de licántropos habían intentado atacarlos. No había sido del todo su culpa, pues se encontraban siendo utilizados como armas. Todos esos hechos se habían suscitado luego del asunto con el estatuto del secreto, porque quien "controlara" a los licántropos tenía una amenaza efectiva contra los hijos de los poderosos, fuesen muggles o magos.

 

De todas esas cosas Melrose se había enterado después. Aún cuando habían tenido prisioneros en el castillo a varios de esos licántropos, intentando ayudarlos para adivinar quiénes los habían subyugado de esa forma, por alguna clase de conexión mental que no era propia del tipo de licántropo que Melrose era, no había conseguido nada. Habían permanecido en su mutismo, hasta el punto de consumirse, viéndose Mel obligada a dejar de preguntar. Había sido liberados y ella había intentado seguirlos. No había funcionado. Todos sus esfuerzos por dilucidar el asunto habían sido fútiles y no había habido un nuevo ataque desde entonces ni ninguna forma de rastrear el asunto.

 

Así que cuando sostiene al hombre lobo, que amenaza con ganarle en fuerzas, de verdad ella misma se siente miserable. No es un sentimiento común en ella, la frustración, la pena, la indignación. Por lo general, jamás se ve dominada por sentimientos tan funestos, que siente tan bajos e impropios... pero no puede evitarlo. Sabe que el ministro está convencido de cuanto dice. Mel incluso recuerda haber compartido clases con uno de sus hijos, justamente el que parece apartar a su familia de los focos de atención justo en el momento en el que ella utiliza cada gramo de fuerza en contener al hombre lobo dominado por la ira que hace todo esfuerzo posible por lanzarse sobre la figura del ministro que ahora se retira, luego de anunciar su nuevo partido político.

 

A medida que pierde fuerzas (y siente como la tela de la sudadera de su brazo derecho se rasga) el muchacho entre sus brazos deja de forcejear. Lo conoce desde que son jóvenes: ambos perdidos, ante la perspectiva de la nueva transformación, el miedo, el ostracismo. Ella abandonó la vida que habían adoptado en Escocia y el había permanecido con el clan, manteniéndolo unido y a salvo. No puede imaginar intentar meterse en su cabeza justo ahora. Mel es, a ojos vista, privilegiada, gracias a los Moody. No solo le habían dado una casa y el aprecio de una familia aún cuando solo era familiar lejana. Le dieron respeto, apreciaron sus habilidades y la dotaron de propósito y utilidad.

 

Él no conoce esa vida. Solo entiende que a partir de ahora, más que nunca, van a ser cazados y arrastrados a los enfrentamientos de esa oscura figura, llamada el inquisidor. Tal es el destino de sus hermanos, que viven como nómades. Mel está abrumada por cuando acaba de ver. Jamás se había atrevido a ir a esas declaraciones antes. Prefería trabajar apartada de tales manifestaciones, sabiendo con especial desconfianza, que los magos y brujas más recalcitrantes aborrecían la compañía de los hombres lobo, los consideraban inferiores, especialmente a aquellos que no eran ingleses. También porque no le parecía que pudiese desempeñar algún papel estando allí o presenciar eso serle de alguna utilidad. A nadie le habría de importar su opinión de todas formas. Por eso, todo cuanto ha presenciado le genera un golpe de verdad: ha estado ciega y se siente, por tanto, responsable, en la medida en que no hizo nada por detenerlo.

 

Sabe también de su poca o nula influencia. El hombre lobo abandona la sala tan rápido, que Mel teme por un momento que haya podido ir detrás del ministro pero entiende que no se trata de eso. Debe estar en busca de la única pista que habían podido tener respecto a la situación de los licántropos durante la guerra actual: evitar los secuestros, huir del Shadow Maze.

 

Mel intenta no centrarse en las figuras de los potentados de Ottery o en los funcionarios ministeriales y periodistas. Huye del gentío con su sudadera rota, sintiendo la ropa sudada. Busca la figura de Ellie, a quien habían ido a buscar originalmente, sin saber todo lo que allí se gestaba. Todo ha salido mal, tiene que haber alguna forma de intentar cambiarlo o, cuanto menos, escapar de su influencia y ayudar a todos los que sea posible.

 

¿Habrá alguien allí que sepa qué es el Shadow Maze?

 

Aprieta el teléfono recientemente adquirido dentro del bolsillo de su sudadera, ambas manos metidas allí, aprovechando que queda a la altura del ombligo. Leer las noticias de Rhea Kane la calma un poco, a pesar de que no sabe cuánta influencia puedan tener los Triviani o la propia Rhea. Esboza una sonrisa entre triste y preocupada y agradece que Richard le enseñara un poco del aparato, para poder aprender e informarse a través de él.

 

Se aleja de la multitud y choca con la figura de un sujeto. Mel se disculpa por inercia todavía aturdida, ve destellos de cabello violeta pero no presta atención antes de seguir de largo. Espera encontrar a su prima para que pueda absolverle las preguntas que empiezan a agolparse en su cabeza ¿qué significa para los Moody y, sobre todo, que significa para los licántropos ese contexto inminente?

 

@@Ellie Moody @

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Aparecí en la entrada de la POtter Black, nervioso. La noticia había llegado a mi mientras me encontraba me encargaba de ciertas cuestiones en el exterior. Iba todo vestido de negro, con la varita en la mano y cierto nerviosismo en la boca del estómago.

 

- Mamá! Sagitas! - la llamé, a voces. Llevaba el pelo totalmente despeinado, lleno de barro, polvo y otras cosas mucho menos inocentes....

 

Fue Harpo quién se asomó desde la planta superior, mirándome de forma comprensiva. Estaba seguro de que él ya se había enterado de las noticias y tenía muy claro por qué buscaba con tanto nervio a mi madre.

- Donde está? - le pregunté.

- En el MInisterio. Como muchos otros han hecho. La señorita Xell también está allí con su madre.

 

Me llevé las manos a la cabeza, soltando un suspiro. Al menos no estaba sola..

- Voy a buscarla. - dije. Estaba dispuesto a aparecerme de nuevo allí cuando Harpo me detuvo. Por su mirada, me di cuenta de que mi aspecto no era el más adecuado para presentarme en mitad del ministerio...sin causar un poco de pánico. POr eso, subí hasta mi habitación. Me puse una camisa de color azul marino y un vaquero de color gris. Me apoyé un momento en el lavamanos, mirándome al espejo del baño. Los restos del ojo morado hacía varios días que habían desaparecido, y aunqeu tenía el labio inferior ligeramente inflamado aun, cualquier rastro de hematoma pasaba desapercibido gracias a la barba de varios días...

 

Me incliné ligeramente, divertido, buscando qeu Harpo me diera su aprobación. Limpio, con camisa, bien presentable....desaparecí.

 

La poca distancia que me separaba de la entrada del ministerio la recorrí de nuevo con una creciente preocupación en el pecho. Había demasiada gente allí congregada, y Sagitas seguía sin poder hacer magia...tenía miedo por ella. Ser candidata a ministra te hace blanco de aquellos ocn malas intenciones, y después del ataque que yo mismo había sufrido en Egipto y del que casí no salí...No quería pensar en qué pasaría si, de producirse un ataque, Sagitas se encontrase sola.

 

Decidí rastrear a Xell. Sentía cerca a la prima, e imaginaba que ella estaría con Sagitas.

- Hey...creo qeu soy al último qeu le llegan las noticias. - dije, con una sonrisa, situándome junto a ellas mientras apoyaba una mano en la espalda de la pelivioleta. - Darla...cuanto tiempo - comenté,

 

Observé a nuestro alrededor.

- Se sabe algo?

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