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Joaquín Granger

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Todo lo publicado por Joaquín Granger

  1. -Uno no vive una vida larga sin romper las reglas alguna vez. – Me limité a responder, mientras ocultaba una sonrisa. ¿Qué tan bien había desempañado mi papel en la familia, que me creían incapaz de romper las reglas? Lo irónico de la situación era que yo me consideraba todo un transgresor, un rebelde sin causa, al que no había ley que atara, y allí, para la ojivioleta, el pensar en que pudiera hacer algo malo, era motivo de cambio de identidad ¿Qué veían en mí? ¿Un tradicional padre de familia? ¿Un vejestorio altivo? ¿Un guapísimo hombre de torso marcado, ojos claros y sin más atributos que esos? ¿Una combinación de todas? Posiblemente nunca lo supiera. No podíamos ingresar en la mente de otros vampiros. La curiosidad se alojaría en mí por un tiempo, hasta que otra cosa requiriera toda mi concentración. El sonido de proveniente de la cocina y el olor a elfo doméstico, me trajeron nuevamente a la realidad, donde Valeskya hablaba, sin soltar detalle de su vida. Aquello era casi una evocación a la nostalgia. Nuestras charlas eran así, enigmáticas, sin dar detalles, hasta que, con bebidas o inciensos, empezábamos, poco a poco, a dar más detalles de nosotros. Algo que llamó poderosamente mi atención fue que se estuviera abanicando y detestara el calor, no recordaba haberla visto tan… tan… humana… aunque su esencia no había cambiado, seguía siendo una vampiresa. -¿Tu elfina es bartender? –Comenté, mirando el extraño trago que me ofrecían- Es sin dudas, una curiosa habilidad. Pero el trago combina con este lugar; quizás tenga algún efecto que te refresque desde el interior, pero si no, siempre puedes explorar la cabaña en busca de un closet que asaltar. –Miré un momento por la ventana. –No decido si estamos en el hemisferio sur, o este lugar está encantado para que siempre haga calor y esté así de brillante ¿Tú qué opinas? –Honestamente, de Sophie podía esperar cualquier sorpresa. Escuché lo que me decía, luego del agradable brindis. No veía nada aburrido y predecible en lo que me decía; caer en excesos que poco y nada nos afectaban, y dar rienda suelta a lo que éramos, eran cosas que yo había hecho los años anteriores a pisar Inglaterra. Para mí las actividades que había disfrutado mi hermana, eran un paraíso ya muy lejano. Recordaba haber horrorizado hasta a los más bribones del pueblo, cuando daba muestras de los excesos, impresionar con opulentas fiestas capaz de destruir la conciencia y la voluntad de los humanos, y volverme el mito asesino que habitaba en los bosques, cuando me aburría de la vida en sociedad. Era una pena que Valeskya se sintiera tan incómoda con aquello, hubiera disfrutado salir con ella de cacería. No había pensado en la posibilidad de que el futuro mostrara que todo estaría igual, eso era decepcionante. En mi imaginación, el futuro solamente podría mostrar una terrible catástrofe que evitar, o una inmensa e inminente buena suerte; no que todo estuviera estable. Si cuando uno piensa en el futuro, automáticamente piensa en cambios, aquellos cambios que no se pueden conseguir en el pasado, porque los giratiempos estaban bastante restringidos, y eran difíciles de controlar con exactitud. Un par de vueltas de más, y terminas en medio de la persecución de brujas de la Edad Media; pero un par de vueltas menos, y terminas compartiendo el desayuno contigo mismo, destruyendo el hilo temporal. Si había algo peor que enfrentarse a la incertidumbre del futuro, era la incertidumbre de los cambios del pasado. ¡Ah! Pero Valeskya era habilidosa, ya había dado el puntapié inicial a nuestro juego para sonsacarnos información. Di un sorbo a la bebida para evitar que se viera una sonrisa en mi rostro. Extrañaba aquello, que tan poco se daba en los últimos años, y todo lo que desencadenaba, desde reacciones violentas, desinhibición, hssts las más profundas compasiones. Era muy ingenua si creía que iba a soltarle las cosas así nomás, cuando ella no había dado un triste detalle de sus cacerías. ¡Ni siquiera pretendía que me dijera si se había divertido torturando a los muggles! Me bastaba con saber si habían sido jóvenes, para imaginar el divertido horror. -Hermanita, soy un abnegado padre soltero –comenté con ternura, falsa ternura- solamente puedo pensar en mi familia, fue justamente el silencio de los Granger lo que me ha tenido preocupado, angustiado, pensando en que quizás hubiera podido pasar algo y no logré hacer nada. Si quieres un nombre, –miré el vaso, un segundo- el tuyo viene bien, estaba preocupado por ti. –Las mejores mentiras tenían algo de cierto, y nadie podía negar que era un padre soltero preocupado por su familia silenciosa, particularmente de su hermana-. Pero si no me crees, puedes sacar tus cartas y tu bola de cristal –Miré nuevamente hacia afuera, aquel caluroso exterior llamaba con fuerza. @ Valeskya Granger
  2. -¿Tú tampoco tienes idea de dónde estamos? Ya veo… – Me limité a decir, casi en modo automático, eliminando todo rastro de diversión al haber escuchado las palabras «Catástrofe» «Tragedia» y «Oscuridad», cuando Valeskya hizo alusión a su temor de que las cartas que le hubieran revelado que el objeto de sus predicciones eran la familia. Miré a mi alrededor como buscando una pista, cavilando las palabras que acababa de escuchar, queriendo y a la vez sin quererlo, encontrar un indicio de la premonición de la ojivioleta. En este tiempo fuera de mi familia, podrían haber pasado muchas cosas, haber cambiado ciertas actitudes, pero algo que estaba inmutable era mi necesidad de certeza antes las cosas, y de alguna forma, el comprobar que la familia se había dispersado porque estábamos en peligro sobre algo que las artes adivinatorias de mi hermana pudieran prever, me resultaba tranquilizante. Fijé la vista en la Granger que miraba a la bahía dándome la espalda, como queriendo entrar en su mente y dominar todo lo que ella dominaba, acceder a un nuevo conocimiento. Las artes adivinatorias tan diversas como erráticas si no salían de un mago o bruja con un don, más allá del talento, requerían de una sensibilidad para tomar lo difuso y convertirlo en algo concreto. La videncia ha estado entre nosotros desde que el mundo es mundo, ha sido la causa o desencadenante de las guerras más crueles, las pasiones más intensas y la locura más desenfrenada. Y había sido la misma persona allí conmigo, quien me había convencido de que no era cosa de charlatanes y hay sabiduría en estar abierto. Más de una vez este último tiempo, me vi tentado a recurrir a esos métodos para encontrar una respuesta a mi ansiedad, al mar de recuerdos, y a lo mal que llevaba la soledad últimamente, pero en todas las oportunidades me detuve. Por muy dispuesto que estuviera a creer, no estaba dispuesto a confiar en cualquiera. No me sentía capaz de creer ciegamente en la capacidad de los más misteriosos videntes, ni mucho menos caer en la trampa de tragarme una sola de las dulcificadas palabras de los más célebres, quienes por miedo o por codicia, te pintarían todo idílico y te dejarían ir ignorante; o te dirían toda la oscuridad para atarte con sortilegios y drenarte el oro. La única en quien confiaba, era mi hermana, y no se lo diría. Un comentario sobre saber usar las varitas me sacó de mi ensimismamiento. -Me alegra saber que todavía puedo guardar las apariencias; me ves tranquilo porque ya no tengo motivos de estar chispeante y activo, de hecho hace tiempo estoy con un mal presentimiento, lo que creo que es ansiedad y un nudo en el estómago –entorné los ojos- y el hecho de que me preguntes por mi varita -«Y no la divertida» quise agregar, pero el tenor de la charla no lo permitía, aunque sí esbocé una media sonrisa pícara- no me tranquiliza. Nunca te vi muy estudiosa… Salí de mi comodidad para pararme junto a Valeskya. Clavé mi vista al frente, perdiéndome en el soleado paisaje. Desde que había descubierto que podía hacer magia, gran parte de mi vida la había dedicado a estudiarla, pulirla e inventarla. Leer y practicarla siempre fue un placer y aunque sabía que en Ottery, estaba lleno de magos y brujas mucho más talentosos que yo, no negaba mi propio talento. Tenía una tienda de varitas, había aprendido mucho de ellas, pero también tenía otras habilidades que podían salvarme e situaciones comprometidas. -Si lo que quieres es practicar, salgamos y practiquemos –dije al fin. –Pero con una condición: Tienes que contarme todo lo que viste, algo me dice que estuviste muy ocupada este tiempo. De hecho quiero que me digas que pasará, con todo. Saca tus cartas, tu bola de cristal, piedras, ramitas, huevos o lo que quieras y no te guardes nada. Como propina, puedes contarme que estuviste haciendo este tiempo que no nos vimos. –Aguardé un segundo, reconociendo que quizás era un costo muy alto y necesitaba una buena oferta para no perder. –¿Conoces la magia sin varita? El mundo mágico estaba plagado de normas sin sentido, una de ellas fue el decreto que prohibía el uso de varitas a no-humanos, una estupidez, una injusticia, un desperdicio de talento, permitir que vidas tan cortas se quedaran con la posibilidad de explotar su poder a través del instrumento canalizador que a los 11 años elegían los jóvenes magos de Inglaterra. Ese decreto cayó hacía pocos años, y aunque desde hacía varios cientos de años había conseguido una varita, no descuidé el poder hacer hechizos sin varitas. Era difícil de dominar, con sus propias normas, muchos hechizos que requieren movimientos exactos con la varita no salían o salían de forma pobre. Valeskya era muy talentosa, y si había un peligro inminente, lo mejor era poderlos tomar por sorpresa. Era necesario que mi hermana lo aprendiera, incluso si accedía a mis términos. @ Valeskya Granger
  3. Que Valeskya no me hubiera dado un puñetazo en la nariz después de la broma y el abrazo, que duró un par de momentos más de lo que hubiera esperado, para mí significaba que mi presencia era grata. Aunque tampoco puedo negar que al finalizar el abrazo lo hice con el recaudo de no bajar la guardia; pero no, ni siquiera un grito, un insulto, fue diferente a lo que esperaba, pero no menos agradable. La Granger era para mí, de las personas más impredecibles. Desde que su alter ego se había apoderado del cuerpo de la dulce Luna, había sido un cambio de trescientos sesenta grados en nuestra relación; y aunque consideraba que había aprendido a tratarla, entenderla y sin dudas respetarla, una parte muy profunda de mí estaba abierto a la idea de que Luna podría resurgir de donde quiera que estuviera; pero por otro lado, también sentía que conocía más a Valeskya que a mi propia hermana, y aquello es algo que no quería admitir. -Siento que han pasado cien años, cuando han sido ¿qué? ¿dos años? – La banal pregunta sobre cómo estaba, no supo ser contestada. A mi parecer hacer alusión al paso del tiempo era una buena forma de escapar, al menos por el momento - ¿Tú cómo has estado, hermanita? No temas en explayarte, estoy completamente libre. Nuestros encuentros son dignos de exprimir y prolongar, dada la infrecuencia. Asentí el hecho de seguirla, siempre mirando los detalles de cada habitación. A cada paso iba encendiendo las luces, solamente para descubrir el deplorable estado de la magnífica mansión. Por allí el derrumbe del piso superior por el bundimun, asqueroso suceso que no había tenido en cuenta hasta que levanté la cabeza; parecía estar reparado,pero sin dejar de dar la impresión de que aunque no fueraalgo estructural, allí hacía falta algo. Una familia, era la respuesta que se me ocurría. La mente te trae solamente recuerdos agradables cuando añoras algo del pasado, y se remueven los escalofriantes cuando lo traes a la realidad. -Lo que yo quisiera saber es sobre lo seguro que será ir al sótano… -Dije un tono muy moderado, como si no quisiera alertar a nadie o a nada… - ¿Recuerdas no sé cuál conjuro, o lo que fuera, que estaban haciendo en el sótano y unos tentáculos, unas cadenas, y al final, vaya uno a saber qué cosa, nos quiso arrastrar a su guarida? Justamente salió del sótano… De cierta manera podríamos convenir en que cuando la Mansión vive, pasan las cosas más peligrosas; y los Granger parecen cansados de esas aventuras… Pero me gustaría que volviera a la vida Por mucho que abrazara la esperanza de que la familia volviera a vivir en aquella mansión, no podía asegurarlo. Habíamos peligrado mucho; cierto era también que no estaba en ninguno de nosotros acobardarse ante los desafíos impuestos, y por eso mismo nosotros avanzábamos al epicentro de nuestra última aventura familiar. También es cierto que aquella parte de la casa era especial, por allí, un montón de huesos me hacía preguntarme: ¿Cuántos vírgenes habría sacrificado Sophieen sus mazmorras? ¿De cuantos se habría alimentado? ¿Ycuantos hubieran sido por otros motivos? El portal estaba allí, casi hipnótico, invitándonos a entrar, contradiciendo todo lo que había dicho. Allí estaba, sin certeza de nada, aunque la ojivioleta parecía muy confiada de la inocencia de aquellas ondas suspendidas en el aire, a punto de cruzar a un lugar al que ninguno de los dos había ido antes. Pero a la vez fue por el mismo pasado aventurero, me embargaba una tremenda curiosidad sobre aquel misterioso lugar donde charlaríamos sin interrupciones. La ironía era que uno se sintiera tan inseguro en su propia casa, pero a la vez tan cómodo con eso. Al atravesar el portal, aparecimos ante una puerta de madera blanca que al abrirla, daba lugar a una espaciosa sala con cocina integrada. De amplios ventanales y una vista privilegiada a la bahía, donde se sentía en el inmenso silencio, los sonidos de los insectos y el murmullo del agua. Una antítesis con la sinuosa mansión; aquel lugar endonde predominaba el blanco, la madera clara, el metal y el vidrio te hacía sentir bienvenido nada más pisarlo, tenía una vida y una frescura inexplicable. -Apuesto a que esto no te lo decían las cartas. –Sonreí, mientras me sentaba en el chaise longue blanco sobre el que reposaban almohadones con diseños tribales. –Ahora que ya no estoy abrumado con el estado de decadencia de nuestra mansión, abrúmame con preguntas, pero primero… –titubee un momento- ¿Las cartas no te mostraron una vuelta familiar? ¿Qué fue lo que viste? Me sentí impulsado a venir y vine. Parecía cosa de magia. @ Valeskya Granger
  4. Cómo odio febrero… -Murmuré con resignación. Una resignación que solamente tienen aquellas personas que creen, o bien, creemos, que por tener poder sobre los demás, podemos controlarlo todo. Nos movemos en esos cómodos círculos en que son completamente nuestros, dónde todo se hace a nuestra voluntad y que al permitirnos ampliarlos, terminamos abarcando más de lo que nuestro poder puede controlar y justo en ese momento, luego de tocar fondo, lo entendemos a regañadientes pero no lo aceptamos, nos resignamos. Ahora ya no creía nada, la prueba de ello era que un simple mes me causara tanto malestar. Cómo un hombre que hacía diez años estaba acostumbrándose a que simplemente era uno más en aquel lugar, el torbellino de emociones que me generaba recuerdos tan recientes, era difícil de manejar. Me permití una amarga sonrisa al considerar aquello: diez años en una vida inmortal y extensa como la mía. Deberían sentirse como unas pocas horas, así había sido siempre en elpasado, y nunca había envidiado a los mortales por su carrera contra el tiempo, por la necesidad de procesar sus dolores, traumas y pérdidas en el menor tiempo posiblepara vivir plenamente una vida tan fugaz. En aquel nuevo estado de responsabilidades mortales en el que sentía que hallaba desde hacía una década, mi mente daba poca tregua. Mis días, tardes y noches se resumían a considerar y reconsiderar todo lo que había pasado, qué cosas tendría que haber hecho de otra manera, y para rematarlo, imaginar un escenario idílico con otras decisiones, tan real para mí que casi era palpable; sumado a la sensación de haber desaprovechado el tiempo pasado, daban como resultado una nostalgia insana que aquella fría noche de invierno, me habían llevado al centro de ella: La mansión Granger. Aquella que había sabido ser la morada de tantos, a la que vi como una mansión simple y sin mayor opulencia, en comparación, al menos, con las demás construcciones de Ottery St. Catchpole, pero con una magia especial. Escenario de fiestas sin ningún motivo, de reuniones imprevistas, de teorías conspirativas, de momentos únicos tan irreverentes como emotivos, aquella noche estaba apagada, y su blanco, tan brillante otrora, se había vuelto gris. Parecía que los dementores le habían dado su beso, y ahora, sin alma, era una fría edificación. Incluso siendo un paisaje tan desolador, aquella noche había sentido una necesidad vital de pisar su césped, de tocar sus paredes, de admirar sus jardines. Aquella noche tenía ese inquietante presentimiento que algo iba a pasar, y que bien valía la pena soportar en un nuevo grado, todos los recuerdos, remordimientos y el golpe de soledad que me embargaban. El sonido de la suela de mis botas negras, contra la piedra de la calle denotaban decisión, la capa negra sobre el suéter cuello de tortuga color gris, hondeaba a mis pies, dando una sensación de incógnito. Vislumbraba ya la entrada a la mansión, cuando vi una figura que recorría la entrada hacia la puerta, y no necesité ni un instante para reconocerla. Un inexplicable suspiro de alivio salió de lo más profundo de mi cuerpo. ¿Cuánto hacía que no veía a mi queridísima hermana? Según me había dicho Kraven, los Granger no frecuentaban la mansión; Breena, la irritante elfina de la ojivioleta, había guardado celosamente el paradero de su ama, y la única información era que no estaría allí. Claro que yo tampoco busqué comunicarme. Era más fácil sufrir y autocompadecerse de la soledad que yo mismo me había generado. Valeskya y yo, así como las hadas se comunicaban mediante zumbidos, nosotros nos vinculábamos molestándonos, y no iba a dejar la oportunidad de jugarle una broma, de hecho, incluso sentía que si no la molestaba de alguna manera, sería una falta a nuestro complejo vinculo fraternal. Una divertida sonrisa atravesó mi rostro cuando decidí la forma en que sería recibida en casa. -¡ABANDONADORAAAAA! –Susurraba lastimosamente el viento, gracias a un encantamiento tan espectacularmente ejecutado, que parecía que aquellas palabras que se repetían cada vez de manera más tétrica, venían del interior de la lúgubre mansión. La sonrisa seguía en mi rostro; la nostalgia y la resignación que me invadían especialmente, desde que había llegado a aquel lugar se alejaban de mi mente y de mi cuerpo cada vez que silenciosamente me acercaba a la pelinegra. Por mucho que nos molestáramos, discutiéramos y termináramos casi a los golpes, adoraba a mi hermanita, y la había extrañado, claro que nunca lo diríamos abiertamente, era un signo de debilidad ante el otro, nuestra lucha no lo permitiría. -Abandonadora –Le dije en el momento en que la abrazaba por sorpresa. Quizás no le dijera lo que la había extrañado, pero algunos gestos te dejan en evidencia. @ Valeskya Granger
  5. Traté de ver el rostro de Valeskya mientras olía la vela, pero no hubo forma y desistí. Estábamos teniendo un buen y nada usual momento de paz, además ya era ganancia que lo hubiera olido, y más aún que me mencionara lo que había percibido con su sentido del olfato. Me tomé unos segundos para pensar en aquellos olores, y ¿por qué no? tratarlos de recrear en mi mente, para al final aceptar que eran olores bastante atractivos y variados. Quizás Valeskya tuviera la mezcla del hombre perfecto, son olores que ya tuvo que haber olido u asociado a alguien. -Me sorprende esa combinación, sobre todo la pimienta, ¿se puede decir que es el toque de picante para tantos férreos aromas? Creo que tienes buen gusto, para los hombres. Al menos en teoría. Pretender que me dijera que había un candidato mágico para que usara la vela mientras ella estuviera por allí cerca, era una fantasía más grande, por lo que no seguí indagando, ya me había arrepentido de haber dicho que su buen gusto era solo una teoría, no había sido con mala intención, si, incluso, ella también podría afirmar lo mismo sobre mí, y no era que pudiera desdecirla fácilmente. La prueba de aquello era que ya tenía tres décadas y seguía en una soltería aferrada pero abrumadora por momentos. Tomé un frasquito con cera, dando las profundas gracias porque la ojivioleta no podía haber leído mis pensamientos. -Felix Felicis... -Puse mi mano en el mentón, un momento, pensativo- La idea es simplemente brillante, que todo lo que hagas salga según lo deseado, o mejor. Una poción sumamente compleja, prohibida en las competencias, las mágicas, porque los muggles no saben que es ¿crees que saldrán rastros de ella en las muestras de los deportistas? podríamos ganar varios miles vendiéndolas a las personas correctas... De paso podríamos preparar varios litros más, a los Granger nos hace falta -Solté una risa amarga. Ni ella ni yo éramos los mejores en cuanto a pociones, ya lo habíamos rememorado hacía un rato, dudaba que ella tuviera algunas guardadas por allí, no era algo que se consiguiera con facilidad, y el Ministerio había monopolizado su distribución hacía unos años. Claro que el Ministerio no estaba en todos lados en todo momento, lo que hiciéramos en otro país, él no lo podría fiscalizar, eso era fácil, si teníamos cuidado. Lo más complicado era que ella o yo nos pusiéramos a estudiar y aprendiéramos a hacerla de manera óptima. -Salvo que puedas conseguirla, debemos aprender a hacerla, y para eso vamos a necesitar muchos conejillos de indias. Siempre podemos establecer nuestro laboratorio en el exterior, así los "colaboradores" no estarían en más peligro que el hecho de que la poción no salga bien; aunque sinceramente, si encontramos sujetos solitarios, sin familia, sin amigos, que, en definitiva, si desaparecen no serán buscados, amainamos muchísimo el riesgo, pero es una búsqueda más larga. Había dos de las cosas más importantes para los mortales que estaban resueltas, ¿Qué más buscaban en su corta vida?. Y al pensar en aquella pregunta, me di cuenta que había unas cosas que no habíamos considerado todavía. Salud, juventud y belleza. Desgraciadamente teniendo las unas y las otras (??) no tenía mucho conocimiento de pociones que lo brindaran. Comencé a mirar a mi alrededor, por si las Grangers propietarias tenían por allí alguna copia de "Moste Potente Potions" pero no encontré nada por allí, y quizás ni siquiera hiciera falta. Tenía que dejar de ser receloso con mis ideas. -Bien, ahora nos falta salud, y belleza, ¿tienes idea de alguna poción que las brinde? Creo que hay una poción rejuvenecedora, pero no sé si funcionará en una vela... Por cierto, y ahora que lo recuerdo, ¿has visto lo vacío que está el Callejón? @ Valeskya Granger
  6. -Los negocios llevan tiempo, de hecho, sabes que soy socio de Ollivander's, un negocio sin pérdidas en un mundo mágico, y así y todo no le dedico lo que requiere; supongo que me descanso en que Ariane lo mantiene en perfecto estado sin mí. Pero en cuanto se canse y me quite de la sociedad, y si nuestra idea del azar va bien, quizás pruebe suerte con un casino... Aunque se me ocurre que lo mío son las ideas para revivirlos, no fundarlos. -Ariane también tenía cabeza empresarial, había conseguido introducir al mercado accesorios y un servicio de personalización de varitas Había tomado una copa de champaña, más que nada porque la última vez que había bebido con Valeskya había sido aquella bebida de color claro y burbujeante, y nos había ido bien, pero no podía negar que la idea de un trago muy dulce con vodka sonaba de lo más tentador, viendo a través de los enormes ventanales el día tan hermoso que hacía cada día, a cada momento en aquel gimnasio; quizás al rato me animara a algo así. Alcancé otra copa a mi hermana e hice chocar los cristales a modo de brindis, para luego sentarme en el borde de la piscina y metiendo los pies dentro. -Obviando el hecho de mis conocidos o las citas, puesto que no tengo ni unos ni las otras, puedo dejar algo de publicidad en Ollivander's; ustedes, el resto de los Granger, son las personas sociables y las que podrían montar una fiesta llena de éxito, a la que por supuesto asistiré -Aquello no era una excusa, de aquel lugar sólo me relacionaba con mi familia, si me veían con alguien más, seguramente fuera un bocadillo y estaría hipnotizado. Ya lo veía, una plataforma cristalina sobre la piscina, con luces de colores que salieran del agua, y por supuesto en el resto de esa habitación, una barra inmensa, quizás con decoraciones en neón, y tres o cuatro baristas profesionales, alguien que se encargara de la música y encantar aquellos ventanales para que mostraran la misma vista que uno tendría en una de las lujosas azoteas de fiesta de los grandes rascacielos en varias metrópolis del mundo. Con aquello en mente, el concurso de fisicoculturismo sonaba de lo más atractivo, y en mi mente, sería todo un éxito si los demás conseguían invitados. -Valeskya, ¿recuerdas si el gimnasio abre por las noches? No nos podemos permitir horas muertas, podemos volver esto un club nocturno, tu idea de la plataforma cristalina y los baristas son una maravilla, con un montón de luces y una vista en los ventanales más fiestera, podríamos ganar unos cuantos galeones. Te propongo usar el concurso de fisicoculturismo como una prueba para aquello. Yo me ocupo de los baristas, nada que un embrujo, una poción o hipnotizarlos no resuelva, quizás podamos ir juntos, me da la impresión de sabes quienes son los mejores, -di un sorbo a la champaña- incluso puedo permitirles que me usen de modelo para promocionarlo todo, cartelería en el aburrido Callejón funcionará. -Di otro sorbo,- a no ser que quieras proponer a algunos de tus conocidos con mejor cuerpo... Todos querremos saber mas de quienes han estado fugazmente en tu vida -solté una risita y miré al techo tratando de maquinar nuevas cosas. @ Valeskya Granger
  7. Comenzaba a sentir cierto miedo por las coincidencias que estaba encontrando con Valeskya cada vez que ella abría la boca para seguir tramando la forma de recuperar la mansión, a costillas de los muggles. No quería admitir que quizás mi hermana estaba tomando el que habitualmente era mi rol, el de planificar las ilegalidades, y había pasado a ser una especie de la conciencia buena, un tanto hipócrita, porque no era por salvar la economía de nadie, sino podía tacharse como una cobardía, pero Azkaban era un lugar del que yo no podría salir y por ende, un lugar al que no me quería someter. -No sé por qué tienes la impresión de que acepté ser tu conejillo de indias, o si lo único que quieres es inmiscuirte en mi vida personal y saber a que huele mi verdadero amor, bajo tu riesgo lo voy a hacer, pero aléjate, yo no quiero terminar enamorado de ti, y tu tampoco lo quieres -«aunque sería el mejor hombre que has tenido en tu amargadísima y triste vida» Tomé la vela y la miré con desconfianza. Con la diamantina y el detalle de la flor, resultaba bastante prometedora, claro que yo no era de fiar, podía estar condicionado porque aquellas velas también eran de mi creación. La acerqué con cuidado a mis fosas nasales y una sonrisa distraída se formó en mi rostro; la miré y la hice girar en mis dedos, si no tenía cuidado hasta yo podría terminar obsesionado con aquel objeto. De reojo miré a Rosana y al sentir que el corazón se aceleraba un poco y una dulce sonrisa se pintaba en mi rostro, dejé la vela en la mesa y materialicé un cuenco lleno con granos de café, en el que casi metí la cara luego de encantarlo para que hiciera de contraencantamiento. -Huele a perfume, a calidez matinal, a desodorante, menta y a sangre -evité el contacto visual a toda costa- Parece que funciona... De todas formas no descartemos tener que probar en humanos, por si el ahora no basta. Aunque con un color rosado pálido me gustaría un poco más. Ahora tú. -Se la tendí, aún sin mirarla. Todo lo que la bruja planificaba, tenía sentido, eran cosas que no había pensado como viables porque la destrucción de la mansión había sido por cuestiones mágicas, además de que me había concentrado especialmente en la estructura y había olvidado lo importante que era el mobiliario. El Ministerio no iba a preguntar de donde habíamos sacados los sofás, la mesa del comedor, ni todos los artilugios del sótano, pero incluso si lo pidieran, se podía "contratar" con los muggles sin mayores restricciones. En definitiva, lo que proponía Valeskya, seguro funcionaría. -Tú habla con Sophia, yo me encargo de los voluntarios. Tus ideas, me pesa, pero lo reconozco, tienen sentido, se pueden utilizar de otra manera. ¿Qué opinas si te digo, llevándolo un poco más allá, que podríamos hacer que los muggles colaboren con los materiales de construcción, y si tenemos cuidado, incluso con la mano de obra? Somos vampiros, es fácil manipularlos sin dejar rastro mágico. Sólo necesitamos encontrar la manera de meterlos en Ottery sin que nadie se de cuenta ¿En una maleta expandida con magia? como lo hizo Newt con su santuario de criaturas? -Guardé silencio un momento- ¿Qué sigue? ¿Una vela que al derretirse sobre los objetos, los convierte en metales preciosos o es algo muy ilegal? @ Valeskya Granger
  8. Uno de los mayores placeres que podría obtener de mi hermana, era escuchar ese tono irritado cuando hacía algo para que ella reaccionara así, aunque en varias ocasiones parecía que mi simple presencia era suficiente para molestarla. Y como era natural, no contuve para nada la carcajada cuando me preguntó por mis modos violentos de hacer la entrada a la piscina. De cierta manera, la risa también aliviaba las tensiones, y eso era una cuestión personal, es decir, algunas personas, como ella, preferían nadar con música ambiental, otros, como yo, preferíamos reír a carcajadas. -¡¿Cómo te atreves?! -exclamé, un tanto indignado ante su comentario sobre mi falta de tonicidad muscular- Soy lo más deseable que hay por aquí, estoy, como siempre, en perfecto estado. Muérete de la envidia. Lo cierto es que enseguida me preguntó si sabía lo que había pasado allí, y mi comentario no tuvo mucho efecto. Sin embargo, su preocupación por el estado de aquel lugar estaba más bien, fundada. Pero la respuesta no era nada complicada: No nos comprometimos lo suficiente. Ser un Granger era todo un orgullo para mí, los quería muchísimo a todos y sabía que podría contar con cualquiera de ellos si algo pasaba, pero nuestros planes familiares no prosperaban, y en mi opinión, cuando intentamos reparar la mansión por nosotros mismos, fracasamos espectacularmente, teniendo un agujero gigante en media mansión y un agujero negro en el sótano. Quizás que el agua estuviera verde por descuido de nosotros, era mejor a que estuviera cristalina con la mejor intención... -Volví hace muy poco tiempo, pero creo que no me equivoco al decir que faltabas tú. Eres como un chicle unificador de la familia, aunque seas una odiosa, ellos no lo notan. Además nos falta disciplina para cumplir los objetivos familiares. Míranos, nos fuimos hace un año dejando una mansión que es peligro de derrumbe y un altísimo riego mágico. Nunca podríamos ser Ministros de Magia, pero creo que podemos salvar el gimnasio, solamente hay que ser creativos. Pero la pelinegra ya estaba pensando cuando yo lo mencioné. Parecía realmente comprometida con la causa, una vez más, y las ideas que soltó se me hicieron realmente buenas. No significaban un gran gasto para el negocio al evitarnos una compensación económica como premio, y eran propuestas llamativas que seguro atraerían unos cuantos curiosos al local. Aunque mucho me temía que antes de empezar por cualquier cosa, teníamos que limpiar las ventanas. Me llamaba demasiado la atención que los elfos no hubieran mantenido aquel local limpio; no quería ni pensar que fuera por mantener la mansión en pie. -Tus ideas son muy buenas -asentí- es impresionante como pasas de idear algo relajante como un día de spa completo, a imaginar algo tan estimulante -«para mí»- como un concurso de fisicoculturismo -no pude evitar una turbia sonrisita.- Te propongo ir más allá: El azar. Imagina que por cada compra que hagan en otros locales, por ejemplo, si compran unos inciensos en Catemaco's, les das un boleto de lotería, o un cartón para raspar, y pueden ganar el día de spa, y si eres mejor chocolatera que repostera, puede ser lo mismo con tu tienda de chocolates. Podemos organizar el concurso para promocionar y dar muestras gratis -me acerqué a su oído y dije en vos baja- y si no vemos mucho interés, en esas muestras gratis podemos poner un pequeño embrujo para impulsarlos "jugar" @ Valeskya Granger
  9. -La próxima vez que no esté en juego la habitación propia de cada uno, tienes que leerme lo que sea en esa bola de cristal, me da curiosidad -dije al fijarme en aquel curioso artefacto. A mi entender se requería una sensibilidad mágica que yo no creía tener. Había obviado, de manera excepcional el comentario poco amigable que había hecho hacia Seishiro, y necesité hacer acopio de todo mi autocontrol para lograrlo. A lo largo de los años en los que Valeskya era parte de nosotros, que eran más o menos, la misma cantidad de años que Seishiro llevaba conmigo, la joven pelinegra solamente había sentido un rechazo inexplicable, por el niño de ojos cambiantes. Ella nunca lo había explicado con claridad, y si lo había hecho, quizás yo estaba cegado con mi paternidad como para entenderlo, pero incluso en aquel momento, no encontraba el motivo por el cual Valeskya no había querido acercarse al hijo de su mejor amiga, y eso era algo que Luna tampoco había querido. No era que el niño sintiera especial curiosidad por su madrina, título otorgado por la mismísima Silverlyn, aunque aquello había sido una medida tomada por mí mismo. Yo podía tolerar y contraatacar la hostilidad de la matriarca, incluso llevarla a niveles impensados y divertirme con aquello, pero el niño no, y yo no lo iba a exponer de aquella forma. La realidad era que siempre solía decir y actuar como si yo pudiera con todo sin el más mínimo problema, pero había momentos, en los que la responsabilidad compartida era anhelada, al menos para no cargar con la culpa por todas las decisiones que afectan la vida de Seishiro. Nada en este mundo a lo largo de mi larga vida había despertado tanta inseguridad en mí como la paternidad. -¿Derrites la parafina, le agregas colorante y la esencia y ya está, ¿no? -No estaba seguro de que fuera algo bueno que ella supiera que sabía como hacer una vela, en mi interior aquello podría servir para que ella se burlara toda la noche, aunque preferí arriesgar mientras tomaba un frasquito vacío y cavilaba sobre lo de las pociones. La última vez que habíamos incursionado en algo con pociones, todo había terminado demasiado mal, y mirando alrededor, en comparación con un gimnasio de cristal en donde había estado la familia, jugar con pociones, aunque cupiera la posibilidad de que aquellas galletas para el alto rendimiento físico nos hubieran puesto en un sueño a la altura del filtro de muertos en vida, podía deberse a lo pésima cocinera que era Valeskya; no era el sótano de una carpa en un terreno perdido, a esas horas de la noche, el lugar ideal para ponerse a probar cosas nuevas. Quizás si Fiamma hubiera estado allí, o algún elfo, para que no nos detuvieran, no hubiera dudado tanto. -No pienso probar inhalar nada que tú prepares -apunté a mi cabeza y conjuré el «Casco burbuja.»- Lo de las galletas quizás haya sido porque eres una pésima cocinera, pero igualmente, he tenido una larga vida llena de hazañas como para terminarla por andar inhalando cosas. Disney fue mi límite. Busquemos unos muggles y probemos a ver que surge, pero luego ya no los soltaremos... No había querido mencionar nada sobre las complicaciones de lucrar a costillas de los muggles, en parte porque sentía que solamente yo era capaz de tener una idea así y que nunca sería seguida por nadie más en mi familia, sin embargo, en aquel momento en que Valeskya comentó lo de dominar muggles, sentí que me agradó bastante más que casi cualquier otro día común y corriente. Aquello reafirmaba lo que pensé hacía un rato, no había en el mundo mejor cómplice que ella para hacer cualquier ilegalidad. -Tu idea de dominar y robar a muggles es de lo más tentadora, pero hay que pensar una manera de hacerlo bien y tras bambalinas, si en el mundo muggles, las velas causan revuelo, terminaremos en Azkaban, si logramos amasar una fortuna en dinero no mágico y levantamos sospechas entre los insidiosos duendes de Gringotts, el destino es el mismo. -Guardé silencio un instante, pensativo- ¿Podríamos encantar los pabilos? @ Valeskya Granger
  10. En mi afán de evitar estar en la mansión semi destruida a la que todavía llamaba hogar, pero que causaba tata impotencia y lástima verla en aquel estado, que prefería simplemente, andar por otros rumbos que me hicieran rememorar los lazos familiares, y de forma más o menos objetiva, nuestras relaciones familiares tuvieron un considerable desarrollo en el Callejón Diagón, lugar en el que me encontraba ahora. La tarde estaba nublada e invitaba más a un café que a ir al lugar en donde me dirigía. Miré a lo lejos antes de entrar al local; quizás podría ir a la tienda de chocolates de Valeskya, con suerte no estaría tan abandonada. Abandonado estaba aquel gimnasio que en su momento fue el más moderno y concurrido de todo Ottery, hoy en día era un desperdicio de infraestructura y aparatos. En el vestíbulo solté un breve suspiro, aquel local tendría que haber significado para la familia la salvación de la Mansión, recordaba que en más de una charla familiar, tuvimos la esperanza de comprar una nueva propiedad y no tener que pasar por la reparación, y al final todo había quedado en nada; sin reparación y sin ninguna nueva mansión, claramente. muy dentro de mí, temía que la familia se terminara dispersando por el mundo ante esa vicisitud. Al llegar a la cocina recordé cuando por culpa de unas galletas, terminamos mi hermana y yo inconscientes en el suelo. Pensar en aquel sueño tan vívido, que juraba había sido una epifanía, una señal de que debía salir en búsqueda de algo que había negado que necesitaba y que quería. Pero me irritaba un montón pensar en aquello, así que salí de aquel lugar, tratando de pensar en cómo reactivar aquel lugar. Ya estábamos en la primavera, y era el momento ideal para convencer a los magos y brujas de llegar al verano con el cuerpazo de Dios griego que todos querían (?) Y en el área de la piscina, una figura femenina y solitaria, nadaba. Al parecer alguien quería llegar al verano con buenos brazos. De alguna manera yo siempre terminba en el mismo lugar que Valeskya, pero era alguien de lo más creativa para imaginar maneras de ganar galeones, aunque significara algo ilegal, o medio matarnos; yo todavía la culpaba de aquellas galletas. Me apresuré a ir a los vestuarios y aparecí un traje de baño, verde, corto, pero no tanto como para asustar (?) a mi querida y para nada inocente hermana. Al volver a la piscina con sumo silencio, tomé carrera y salté para entrar al agua, innecesariamente haciendo un escándalo en aquel pacífico lugar. -Hola, hermanita. ¿Cómo vas? @ Valeskya Granger
  11. -No le temo a los problemas, hermanita. Podremos estar siempre al límite de molernos a golpes, pero no se me ocurre mejor cómplice para delinquir que tú, y si no solucionamos el asuntillo de la mansión, creo que no tendremos más opción que esa, aunque vacié mi bóveda, no bastaría para repararla en su totalidad. No es algo que pueda solucionar con imanes y camisetas -solté un largo suspiro.- A este paso terminaremos viviendo en una nueva versión de La Madriguera de los antiguos Weasley, creo que en parte por eso no he querido volver. Tras responder aquello, me absorbí en mis pensamientos mientras bajábamos al subsuelo de la carpa. Aquello era solamente por diversión con los pobres e ilusos muggles, quienes ya tenían la fama, e incluso había anécdotas y cuentos en los que se narran las ocurrencias y creencias de lo que los que no pueden hacer magia, consideran que es magia; era verdaderamente desopilante escuchar las impresiones de aquellos humanos y de como "tuvieron resultados" y ganaron la lotería o encontraron un cheque millonario, luego de haber barrido canela en la puerta, o quemar hojas de laurel. Honestamente, darles un poco de magia real, era un acto de caridad enorme. Mi postura acerca del Secreto Mágico Internacional, no era firme, a lo largo de los siglos, más de una vez desee que no existiera, naturalmente no era para darle beneficio a los muggles, al menos no directamente, pero en momentos como aquel, sobre lo que comentábamos con Valeskya, era muy dificil no lamentarse el hecho de que no podríamos amasar fortunas con las velas y luego cambiar el dinero a galeones; esos malditos duendes eran unos excelentes desconfiados, enfermizamente desconfiados, en el mismo momento en que cambiáramos dinero con cierta frecuencia, comenzarían una investigación y antes de que pudiéramos hacer cualquier cosa, terminaríamos en Azkaban y eso era algo que no querría bajo ningún concepto. -Pero si no encontramos una forma de conseguir la mini fortuna que se necesita para reparar la mansión, creo que terminar en Azkaban significaría tener un techo en la cabeza... Comente aquello sin haber sido consiente de que Valeskya no podía -o al menos no estaba- leyendo mis pensamientos, pero estaba seguro que lo entendería. Era todo un dilema el de la mansión, si bien, éramos unos pocos los que habitábamos allí y no era una morada especialmente ostentosa, era grande, cómoda, y cada uno tenía su habitación a su gusto, es decir, en una casita no habría lugar para las mazmorras perturbadoras de Sophie, Apolo y su extrañísima habitación pecera, y yo necesitaba tener mi habitación con chimenea y baño privado y no podría compartirla. Estaba seguro de que todos estaban pensando lo mismo que yo. -Muy bien, hermanita -me arremangué para ponerme manos a la obra- dime como te puedo ayudar, necesitamos dinero, no voy a vivir en una casita y ni tú ni yo queremos compartir una habitación ni pelearnos por las camas de la litera. Encontremos la manera de ganar dinero con los muggles y poderlos cambiar a galeones sin que nos encarcelen. Ya no tenemos mucho más que perder. @ Valeskya Granger
  12. Si no hubiera sido por la sonrisa que había esbozado justo después de su comentario sobre el hilo invisible, me hubiera sentido ofendido; el comentario podría estar acertado, de hecho, que nos hubiéramos encontrado, no allí precisamente, sino en la vida, era algo digno de destacar, aunque claro, cuando dos personas discutían tanto como nosotros, incluso llegando a la destrucción, no solo del autoestima y buen humor de uno y otro, así como también de objetos varios, muy especialmente floreros que alguna vez adornaron la mansión Granger, que en mi opinión era bastante magra en cuanto a decoración, quizás, aquel asunto de la suerte del reencuentro quedaba bastante ensombrecida. Así y todo, el aire melancólico de la Granger de ojos violetas y cabello negro, lograba despertar en mí cierta ternura, me recordaba a Luna, de alguna forma, sentía que en cada muestra de fragilidad en la férrea y dura, muy dura, Valeskya, afloraba el espíritu de quien fue mi hermana. Era un tanto triste que mantuviera un recuerdo de su tristeza o vulnerabilidad, cuando nunca la consideré una persona así, de hecho me hubiera gustado pensarla feliz y sonriente, aunque ahora solo me venían a la mente las malévolas risas de Valeskya cuando hacía (por lo generala mí) alguna maldad, o un comentario ácido. En parte, desde que Lunita fue desterrada al fondo de su propio cuerpo, me cuestioné si en mi afán de felicidad. -No mucho, la verdad -me encogí de hombros- fui a Disney World, te traje un imán -del bolsillo de la chaqueta saqué un objeto pequeño objeto con la forma de las orejas del ratón Mickey Mouse y abajo se leía "Disney World" en su estilo de letra característica- Para ser el lugar más feliz de la tierra, no fui nada feliz. También tengo una camiseta para ti, si la quieres. Lo cierto era que lo de Disney World era sólo una de las cosas que había hecho, y ni siquiera era la más interesante o la que me importaba, pero sin dudas prefería hablar de aquello, antes que tener que explicar lo del largo viaje que me había tenido tan ausente; en mi mente, hablar del mítico parque de atracciones de los muggles, que hasta los magos y las criaturas eternas como yo, conocíamos, iba a ser la distracción perfecta, al fin y al cabo, imaginarse al amargado, anticuado y snob Joaquín Granger, en el parque de atracciones más grande del mundo. Era algo que simplemente no cabía en la imaginación de nadie. Cuando escuché el comentario sobre las velas que los muggles usaban para atraer cosas y asentí. Luego de la última visita al local en el que ahora nos encontrábamos, había despertado la curiosidad en mí, así que tuve la oportunidad de visitar un par de esas tiendas en Latinoamérica, y las velas de distintos en un recipiente de vidrio con una etiqueta de muy mala calidad que prometía desde enfermedades al enemigo, castigos al amante, o que bajara el precio de la gasolina, entre muchas otras. La idea de Valeskya tenía su encanto, de seguro todos ya sabía de las velas muggles, y de no ser así, no era algo difícil de explicar y comparar, sería una buena diversión para quien las comprara. -Me parece una idea de lo más entretenida, hermanita, las he visto, claro que la de la gasolina no la necesitas acá. Creo que si puedes hacer publicidad mostrando la que venden allá, despertarías curiosidad entre nuestra gente -Sonreí divertido. -¿Se puede decir que este año que no nos hemos visto, lo único que has hecho ha sido pensar ideas para ganar más galeones? La pregunta había sido de lo más rebuscada, ni ella ni yo nos creíamos aquello, en un año pasaban muchas cosas, y Valeskya no era una persona que desperdiciara el dinero o no le diera mucha importancia, pero sin dudas tampoco era una persona que viviera tan solo para amasar fortunas. Le di una rápida mirada, antes de dirigir mi atención a las velas que ya tenía allí, todo en pos de que tal ve, si no la miraba fijamente, no saldría con alguna respuesta a la defensiva. @ Valeskya Granger
  13. De la misma manera en que silenciosamente había desaparecido de aquel lugar al que llamaba hogar, aquella hermosa noche de luna llena, había sido la noche en la que había decidido volver. Di un vistazo al satélite de la tierra, que orgullosa irradiaba un brillo que en realidad no era suyo, pero nadie se lo cuestionaba, mucho menos lo iba a hacer yo, que su abundancia me traía poder, y que me alimentaba de la sangre de otros. Ni siquiera yo era tan hipócrita como para chistar por aquello; bajé la cabeza y comencé a caminar por aquel lugar serpenteante, en el que, para aquellas horas, estaba vacío. Había pasado ya un año y poco más desde que había retomado mi capricho de viajar de aquí para allá, y la verdad aquel lugar no solo se veía desierto por ser de madrugada, sino que incluso yo me atrevía a pensar que estaba desolado, y que por la mañana aquello no mejoraba. Fue un sentimiento extraño, por un lado, si hubiera visto aquello lleno de gente, me hubiera sentido incómodo e irritado, el plan de aquella noche no era mezclarme en alguna multitud o unirme a alguna algarabía; lo único que me había motivado era caminar, pero... así y todo, era inquietante no ver un rostro conocido, no sentir ni un alma cerca. Incluso daba la impresión de que la luz de los distintos escaparates brillaban a desgano, delos pocos que tenían la luz encendida. Ese lugar se había ido al demonio. Me detuve frente a la puerta roja con el árbol familiar tallado en ella, la tienda seguía manteniendo su viejo esplendor, su aparador brillaba tenue, pero de una forma mística que quedaba bien en una tienda de varitas, y al mirar al interior, noté que la luz de la trastienda, allí donde estaba el taller, estaba encendida. Puse una mano enguantada sobre la puerta y al mirar la rama de la última generación, el rostro de una niña me llenó de culpa y simplemente no pude empujar la puerta para entrar a mi propia tienda. No estaba listo para que me reclamaran cosas de las cuales no podría defenderme. Apreté los dientes y continué mi camino sin rumbos, aunque la nostalgia me hizo mirar hacia atrás y hacia arriba, allí donde bañada en absoluta obscuridad, estaba la mejor oficina del local, con vista hacia el bullicioso Callejón Diagón. En mi vida habían cosas muy buenas, y no las apreciaba. Tratando de no pensar en aquello, trataba de concentrarme en aquel lugar comercial en decadencia. En otro tiempo, con salir tan solo una semana de aquel lugar, bastaba para que se instalaran dos nuevos locales comerciales llenos de ilusión. En aquella noche, incluso el enorme banco con su fachada de mármol blanco, en el que se reflejaba la luz de la luna, parecía estar a punto de ser clausurado. Naturalmente los restaurantes estaban cerrados a aquellas horas, pero siempre había un bar o un club que salvaba a los más fiesteros, pero no aquella noche. Comencé a pensar que quizás habría algún evento en Ottery, aquello era mejor que pensar que estaba todo muerto en aquel lugar. Casi sin darme cuenta me encontraba en el final del Callejón, cuando el olor a césped recién cortado inundó mis fosas nasales, y al prestar un poco más de atención, el cartel que indicaba la entrada a "Catemaco's" estaba justo frente a mí. Titubee unos momentos antes de decidirme a entrar, pero al fin y al cabo aquel lugar era especial, por lo pronto había sido el único lugar donde Valeskya y yo habíamos podido charlar en paz; y si bien, había evitado ir a la mansión para no tener que enfrentarme a un montón de preguntas y reclamos sobre mi desaparición, aquel lugar de verdad me llamaba. El gran terreno en el que había un lago que invitaba a meterse en él, con el reflejo de la luna en él, pero el sauce boxeador que protegía el negocio estaba inquieto, así que preferí dejarlo para otro momento. La gran carpa blanca que en su interior asfixiaba por su olor a inciensos, velas aromáticas y copal, se veía inmaculada, era como si allí, el tiempo no hubiera pasado. Claro que todo podía deberse a que había alguien allí dentro. Sabía que debía irme si quería evitar el interrogatorio, pero por otro lado, era una criatura curiosa, y no pude resistirme a acercarme en secreto, y esbozar una sonrisa al ver la figura de una joven leyendo unos papeles contra una estantería. Tuve que usar toda mi fuerza para evitar darle un buen susto, quería que el reencuentro fuera en paz. -Fregotego -dije apuntando al mantel de la mesa, que volvió a todo su esplendor. -Hola hermanita ¿llego a buena hora?. @ Valeskya Granger
  14. Obviando el comentario irónico sobre mi modestia, lo que en parte podía tomarlo como un halago, si lo retorcía bastante como para pensar que lo dicho había sido con ese tonito porque en verdad aquellas cualidades que me definían eran una virtud; porque yo lo creía, pero seguro que ella no... Había fruncido el ceño un momento considerando sus palabras sobre Seishiro, no lograba entender del todo si lo decía por mi fuerte amor hacia su madre o mi fuerte amor hacia el pequeño. Pero era algo que no se discutía, y sobre todo y todos ganaría el pequeño, sin lugar a dudas. No había estado preparado para ser padre, pero era una tarea que adoro. Tampoco estaba en mí ser necio, no era ningún secreto que en su tiempo mi ideal había sido criar al niño con su madre. Sucesos inesperados me pusieron en un rol supletorio: el de padrino. Había aceptado orgulloso el nombramiento, con la punzada de frustración de pensar que en realidad aquello se reducía a un titulo sin mucha relevancia y podía llegar a ser un vinculo incluso frágil. No me imaginaba que en realidad por ese honor concedido, una carta y una situación devastadora me terminaría convirtiendo en padre. Y aquí estaba siete años después. Nunca mi longeva vida había tenido cambios tan bruscos desde que fui convertido. -Val, ¿Sabes quienes son tus padrinos? -la curiosidad era genuina, y supuse que así evitaría una discusión. Escuché sus comentarios sobre el arte de la aritmancia, la cual no era para mí. En ese rato había descubierto que era interesante por lo certera, pero carecía de la enorme pasión de la que la joven de cabello negro y ojos violeta transmitía a cada palabra y cada actuación. Consideraba al igual que ella, una verdadera falta a la educación que alguien con su potencial no fuera tenida en cuenta, y aunque sabíamos que los acomodos existían, no dejaban de ser frustrantes, más cuando se estaba convencido de que uno podría hacer un mejor trabajo que la selección hecha por las autoridades de la enseñanza... Pero antes de que pudiera sugerir mi idea para solucionarlo, la joven suspiró y continuó hablando de lo que podría hacer con los números, y otra vez, hizo alusión a la rubia de ojos grises que había sido su mejor amiga. En parte era mi culpa la idea que daba de que mi mundo giraba alrededor de su recuerdo, pero el hecho de que ella hubiera dejado el estándar muy alto para las demás personas que pudieran llegar a mi vida, y ¿por qué no? sin mucho entusiasmo en ese aspecto, yo no consideraba que me hubiera estancado en la vida solo por no poder haber conseguido una pareja estable de varios años. -No tengo intención de pelear contigo por alguien que ya no está... y si me permites confesarte un secreto... si resultara que Silverlyn no murió, y regresara, queriendo llevarse a Seishiro, no se lo permitiría incluso a ella. Es mi límite del amor. -Le dirigí una mirada contundente y continué ablandándome- Calcula mi número del amor solito, ya que no tengo con quien calcular la compatibilidad. Cuando lo haya, será lo primero que haga -solté una pequeña risa. -Antes de empezar, espera, no sería tan idi*** de usar un muñeco vudú contra ti, quizás me das uno que me afecte a mí, pero veamos como me irá en el amor y te pregunto más acerca de la manera de usarlos y todo eso. -Era una broma, claro. Pero resultaba llamativo incluso saber como se creaban.
  15. Había llegado aquella época del año en que uno debía tener detalles con sus clientes habituales y demás colaboradores. Y unos chocolates y sus derivados serían el regalo ideal. Claro que las personas solían regalarlos antes de las fiestas y no después de estas cuando muchos humanos se disponían a hacer dietas, pero aquella falta de diligencia tenía su lado divertida. Si miraban los chocolates con cierta pena y recelo, los maleducados eran ellos, yo simplemente estaba teniendo detalles para con ellos. Aquella idea fue la que me hizo sonreír con cierta malicia. Quizás la propietaria, Valeskya Granger, quienes en sus horas de trabajo era pura solemnidad y buenas intenciones, no aprobara mis dobles intenciones, por más de que le dijera una y mil veces que el retardo no fue provocado con el afán de jugar una broma sino por obligaciones de toda clase y pelo. Ella misma como propietaria debería entenderme, con el cierre del año también caía sobre nosotros el cierre fiscal, y era cuando el ministerio exigía toda la documentación sobre las cuentas y demás aspectos tributarios, tal como lo hacían los muggles. Claro que para nosotros, sería mucho más cómodo tener un negocio en el mundo muggle, un Obliviate nos ahorraría fortunas. Aquella y otras tácticas de evasión tampoco serían muy del agrado de Valeskya, podría apostarlo, pero salvo que ella tuviera algo más interesante que contarme, me daba cierta curiosidad sus finanzas, quizás me permitiera inmiscuirme. Miré el reloj y aceleré el paso un poco más, la nieve caía y mojaba la gabardina color beige al derretirse, aquel día usaba un traje color chocolate, no a propósito, no había pensado en ir al local aquella tarde, una camisa naranja pastel, una corbata negra y para caminar por las serpenteantes calles del Callejón Diagon unas botas de punta fina, también marrones. A unos metros de la mejor chocolatería que conocía, grandes y niños se apiñonaban contra el escaparate, y un par de personas salieron de allí con paquetes prolijos. Aquella época era ideal para algo dulce y contundente, y yo tenía certeza de que la ojivioleta de cabello azabache tendría algo para cada persona y de no tenerlo, lo crearía a la brevedad. Me detuve un momento a admirar la decoración festiva que invitaba no solo a pararse allí, sino a entrar. Un enorme recipiente de porcelana humeaba y de él se servía un espeso chocolate en tasas que se movían una a una con paciencia. Era un incentivo y una añoranza a la calidez familiar. -¿Hola? -Saludé, dando un vistazo en general. Esperaba que mi hermana reconociera mi voz y me atendiera a la brevedad. De mientras vagué por allí considerando que llevar, aunque quizás ella pudiera ofrecerme algo mejor.
  16. -Uno no puede vivir tantos años sin saberlo -esbocé una sonrisa enigmática.- Por eso puedo confiar en ti. Piénsalo, no vivimos de favores, no ponemos a prueba nuestra lealtad mutua; no lo necesitamos. Somos independientes y por eso mismo cuando alguno clame ayuda, sabremos que la cosa es seria. Si bien yo era más evidente en tanto me consideraba un solitario, Valeskya Granger desde el mismísimo momento en que había ocupado el cuerpo de Luna había demostrado lo mismo, desapareciendo, y pasando varias de las horas de que nos visitaba, en la intimidad de su mente. Me gustaba creer que aquello no era sólo algo en común entre la usurpadora que ya podría decir que me agradaba, muy a su manera, y yo, sino que más bien era una conducta que habíamos adquirido ambos de nuestros padres, ya que, poniéndolo en perspectiva, habían rehuido de todo y todos, además sin dejar pista. Tal como mi hermana y yo sabíamos hacer. -Puedo asegurarte que no conozco las debilidades del resto de la familia, es más, tampoco conozco mucho de sus pasiones, y solo he podido apreciar algunos talentos, -me sentí un tanto raro al admitirlo.- Pero en cuanto a nosotros... A partir de hoy es cuando podremos usar todo el uno contra el otro, y dudo que haya una situación tan desagradable que nos obligue a develar lo que hemos aprendido. Quería muchísimo a toda mi familia, si me necesitaban, ahí estaría, y aunque podría parecer que no encajaba ahí o que todavía no me adaptaba, más bien era todo lo contrario, no se me ocurría un mejor lugar para estar que la Mansión de la Familia. Que no los conociera, no era más que un efecto secundario de mi personalidad tan solitaria. Sin contar que los Grangers estábamos cada cual en nuestras actividades y podíamos pasar meses sin reunirnos, muchas veces cuando estábamos todos juntos no sabía que decir o que aportar a la charla, y me limitaba a mirarlos compartir. Al fin y al cabo yo no dejaba de ser la ultima persona (sin contar a las nuevas generaciones) en haberse unido a la familia después de centenares de años. No era una excusa válida, lo sabía; debía abrirme y listo. Escuché lo que seguía sobre el número de la personalidad, y todo iba bien con lo de escéptico y brusco pero cuando comenzó a hablar de mi personalidad más romántica y soltó una risotada, no pude más que hacer una risa indignada y levantar una ceja. Pero cuando continuó, la lectura volvió al carril por el que había transcurrido toda la noche, «enigmático» aquella característica de personalidad en la que siempre me había sentido tan bien. Quizás para Valeskya y la familia era un libro abierto, o quizás, tenía la habilidad para que vieran aquellas cosas que no me importara que vieran y les importara tal confianza que no me creyeran capaz de más secretos... Naturalmente, aquello no lo diría, quizás ella lo descubriría por sí misma. -No entiendo tu risa -comenté con un falso sentimiento de ofensa- quiero que sepas que soy un hombre completo, además de apuesto, tiengo una personalidad que atrapa y una vez que me cautivan soy un amante dedicado y entregado -esperaba que no recordara como perdí la cabeza con Sil, y que todo lo que tratamos aquella noche, no le diera ni una vaga idea- todas las que pudiste conocer se han ido, creo que... solo queda cierta hija de cierto ministro. -Le guiñé un ojo y reí recordando lo caótica y divertida que se había vuelto la situación. Fue la última vez que probé la ayuda de la familia. -Pasaré por tu tienda a comprarle unos chocolates a Za. -Qué conste, hermanita, que esta noche todo lo has descubierto con tu habilidad para la adivinación y la aritmancia. Si yo hubiera empezado a negar todo lo que me decías, posiblemente hubiéramos acabado los dos frustrados, tu cuestionándote tus habilidades y yo haciéndome la cabeza pensando en todo lo que sabrías y podrías saber de mí -de cierta manera, volvía a reconocer su talento-. Además, he podido conocer algo más de ti, y eso ha hecho todo más interesante. Pero debo reconocer que de los dos, tu eres el mayor misterio «o no...». Bien... ¿Qué más tienes para mí? -pregunté con cierta ansia.
  17. -¡Me encanta! -exclamé riendo ante tan acertada descripción de mí con un simple número, el siete, mi número favorito además. No creía que ella lo supiera, así como tampoco sabía mi edad. No era un secreto, simplemente había cosas que no conocíamos el uno del otro, no era una hermana que había visto nacer y crecer, era una hermana que había conocido casi por casualidad en el bar de la antigua academia, que volví a frecuentar gracias a Silverlyn, y que charla va, charla viene, descubrimos nuestro lazo de sangre. Si me lo preguntaban, pocas cosas resultaban tan extrañas en la tierra como el tema de parentescos de Ottery, y era un poco espeluznante y emocionante como todos estábamos relacionados, pero, una relación fraternal de doble vínculo, además, eran palabras mayores. Desde que lo supe, comencé a darme cuenta que el mundo es pequeño, pero lleno de encrucijadas y secretos. Como el más complicado de los acertijos, se necesita habilidad, recursos y tiempo, mucho tiempo. Muy enterrado en el pasado quedó el Joaquín Granger que creía saberlo y conocerlo todo, y si volvía a pensarlo alguna vez, era un necio sin remedio. Tal como lo expresaba mi número. -Lo de la clarividencia... No lo sé -comenté divertido- ¿tú me ves como clarividente? Conociéndome, y a juzgar por el número, yo sí sería capaz de modificar todo para que se cumpliera tal cual. Va de la mano con mis aspiraciones de un mundo ideal. Si bien, no consideraba que era una persona que no pudiera adaptarse a los cambios sociales, era cierto que solía evitar el contacto social; a decir verdad, tampoco era que Valeskya fuera la persona más sociable del mundo, a mi parecer, Luna lo era mucho más. Quizás fuera cosa de ancianos, sabía que Valeskya no se cocinaba en el primer hervor (?) aunque no me lo hubiera dicho nunca, como vampiro tenía una sensibilidad especial a otras criaturas sobrenaturales, y ella, era un espíritu al fin y al cabo, si bien lo olvidábamos, cada tanto. Bueno, más bien, era un secreto aquello. Me preguntaba si Za ya se habría dado cuenta, o si la mismísima bruja allí presente les habría dicho a las chicas al menos. -Lo más aterrador de todo esto es que tengas en tu poder tanta información sobre mí -comenté relajado-. Por lo demás, es hasta tranquilizador saber que mi estricta personalidad tan criticada por algunassss -y le clavé los zafiros con una sonrisa divertida,- tenga una explicación aritmética, aunque no he olvidado de que esto no se sigue a rajatabla. Puedes continuar con lo que haya que decir, yo resisto todo. Mi relación con la muchacha era de lo más insana, nos maltratábamos siempre que podíamos y disfrutábamos haciéndolo, era como un juego de niños que podía tornarse bastante cruel. Sin embargo, había temas que nunca osábamos tocar, si no era porque nos envenenaran a nosotros mismos, y lo hacíamos para llamarnos la atención. Fuera de aquello, la bruja de ojos violetas y cabello negro con la que compartía aquella extraña noche, era una de las personas a las que tenía más confianza en la eterna vida; me daba la seguridad de que estaría allí cuando la necesitara. -Cometeré sincericidio -dije, cerrando los ojos con cierto pesar- a pesar de todo, eres la persona en quien más confío y sé que no me fallarás. -Tuve que hacer una mueca para quitarle seriedad y tensión al momento
  18. -Con personas del pasado, de un lejano pasado, y de un pasado no tan lejano, en un lugar que supe frecuentar antes, mucho antes de venir a Ottery. Pero personas que ya no están entre nosotros. -Comenté inexpresivo, ya que no sabía cómo sentirme al respecto. Además no quería comentar sobre su amiga, o la amiga de Luna, más bien.- ¿Tú no experimentaste nada? Se te nota irracionalmente molesta, pero algo lejana a la vez. Sentado sobre la encimera, mirando fijamente a Valeskya pero sin mirarla realmente, agradecí que curara la herida que ella misma había causado en un impulso de desquite, con un leve asentimiento. Cavilaba la posibilidad de tomar un curso de pociones, aunque si me preguntaban la razón en aquel momento, seguro mentiría; diría que era para evitar otro desastre, cuando en realidad querría preguntarle al profesor que clase de poción había conseguido. Miré los insumos para prepararla. Maldije para mis adentros, ni una muestra, ni para salir de dudas, ni para copiarla... -Si... -Y antes de que pudieran darse cuenta de mis oscuras intenciones, añadí:- Seguro, Zahil podría haberlo hecho mucho mejor, o Fiamma, o tú misma. Debía reconocer y reconocerme, que yo mismo tenía una faceta adictiva un tanto peligrosa, y eso se lo adjudicaba la inmortalidad, cuando algo me generaba insanas emociones, o me saciaba en aspectos que no mostraba al mundo, podía resultar un tanto, autodestructivo... Y hasta que no experimentara un miedo tan aterrador que me hiciera ver que la inmortalidad solo me mantenía con vida años y años si sabía como llevarla, o que me distrajera con algo más, lo que ocurriera primero, no me liberaba de la obsesión. No era tan fuerte como aparentaba, y mi mente comenzaba a clamar a gritos que buscara bien algún resquicio. La ultima vez que tuve ese cosquilleo en la nuca, esos pensamientos frenéticos y ese nivel de irritabilidad había sido hacía algunos años, cuando sentía que debía haber hecho más para evitar algo que al final escapaba de mis manos. Al final había sido el recuerdo de esa misma persona y su encargo por el que llevaba velando hacía seis años ya, lo que me había vuelto a centrar. Cuando yo decía que Seishiro era un eje en mi vida, no eran solo unas afectivas palabras de un padre devoto. Era una verdad que refrenaba impulsos casi salvajes. Nuevamente pensar en el niño generó una cadena de razones aplastantes a mis impulsos. Naturalmente, al día de hoy no podía llevar al niño conmigo y exponerlo a lo desconocido. Era un demonio, sí, pero no sabía controlarse y no tenía interés en que aprendiera a tan corta edad. Tampoco era ya un bebé, no podría irme meses o años persiguiendo el sueño causado por una poción, sin contar la posibilidad, enorme, por cierto, de que aquello no sido efecto de una poción, sino una burda intoxicación; el niño lo sentiría, y yo no podía abandonarlo sin más. Además estaba Helena, aunque tenía a su madre, y los negocios. -Tampoco puedo quedarme con la duda -dije, moviendo los labios sin emitir sonido. Las voces en mi cabeza comenzaron a vitorearme- No estoy seguro de que fuera sólo un sueño. -Retomé el tema como si nunca hubiera dejado de comentar al respecto-. Necesitaré un fin de semana para comprobarlo. Vas a tener que hacerme un favor y cuidar de Seishiro -El tono de voz indicaba que no aceptaría un no, y no estaba seguro de tener una expresión muy cuerda.
  19. -No puedes envejecer más que quien acaba de cantarla -reproché, divertido, recordando los ojos vidriosos de los ebrios que me escucharon cantar. Los más afectados parecían escribir pergaminos y salir torpemente. Seguro mandarían mensajes a viejos amores que a esa hora estarían descansados. No estaba seguro de que la risa de mi hermana fuera una divertida al pensar alguna anécdota del Ministerio, lo cual parecía poco probable, ya que aquel lugar era un caos y no de los divertidos como solían pasar en nuestra familia; tampoco aseveraba que aquella risa fuera producto de todo el alcohol que veníamos consumiendo a lo largo de la noche y que seguro nos obligaría a pagarle a Fiamma a plazos, porque no eran unas baratas cervezas, eran botellas y botellas de champagne, sumado a otros tragos que previamente había consumido. Pero preferí compartir su risa y no decir nada. Había decidido que era una risa amargada. Lo bueno de aquello era que al día siguiente tendríamos la oportunidad de hacer montones de galeones con lo que amábamos, o lo que habíamos aprendido a amar como era mi caso. Escuché la canción de Valeskya, y di un sorbo, mirando a quienes la escuchaban, ella tenía un talento especial para darle un sentimientoa esas canciones parte almas, aunque hablaba de superación, y a más de uno le bastó para levantar la cabeza con dignidad y corearla en el estribillo. Seguro Fiamma también se desternillaría observándolo todo. Podría apostar que también hacía lo que amaba. -Que bueno que cantaste mi contraveneno, hermanita -aplaudí hasta que llegó frente a mí- algunos recuperaron la compostura antes de perder la dignidad -dije señalando a un mago de unos cuarenta años que quemaba el pergamino en una pequeña llama pero de un rojo furioso, y volví mi vista a ella para responder su pregunta-. Sabemos que el gimnasio funciona bien, bendita vanidad y conciencia de salud de los humanos -brindé por eso- y el local de varitas pues, es una joya, no tiene pérdida, los magos se han vuelto más descuidados, las pierden, las rompen y acuden a nuestros servicios, somos los únicos en esta comunidad, y la personalización, si uno tiene paciencia para escuchar sus locuras, pagan lo que sea por tener una varita aun más única. Aunque detesto atender al público, y Selene no piensa volver -solo aquella tarea me amargaba, pero me resignaba por los galeones. ¿Te interesan las varitas? Más que como la herramienta que representa, quiero decir. Piénsalo mientras termino de redimirme por la canción anterior. "Style" We're born to die so I'm gonna fight for how I wanna live Spark up the riots, guess I'm a criminal and a futurist With the charges I've caught, won't stand your trial You can take it out on me, yeah I've been to hell but I've learned to keep my cool Holdin' onto the Devil, got him by the throat 'cause I refuse Yeah, I won't take my last breath in denial And you can't take it from me, yeah I've seen peaks, been released into the prisons below My days here disappear, there's things that I can't ignore The sweetest release might take a while So take me out in style Yeah, you Yeah, just take me out in style, oh If you're gonna take me out, take me out in style We're in the lion's den, consumption is our medicine And so I'm high again, you can say I'm a true American Well the sweetest revenge is being set free You can't take it from me, yeah It begins at my end, my death will never survive I've been cleared of my crimes, don't need no alibi The sweetest release might take a while Just take me out in style Yeah, you Yeah, just take me out in style, uh If you're gonna take me out, take me out, take me out in style Yeah, you Well, the sweetest release might take a while Just take me out, take me out in style Woo! Just take me out in style (If you're gonna take me) Take me in style, If you're gonna love me, love me in style The sweetest release might take a while Take me out, take me out in style If you're gonna fight me, fight me in style If you're gonna hate me, hate me in style If you're gonna love me, do it in style Yeah, just do it in style. https://www.youtube.com/watch?v=tF0uHeLy1v0 «Lo bueno de esta gente que ha perdido un poco el raciocinio, es que así como se desaniman, se animan igual de fácil.»
  20. El comentario sobre las diferentes personalidades de las personas no fue algo que me tomara por sorpresa, era consciente que las personas moldeaban una "base" de personalidad, basado en quien supiera que cosa del universo, quizás los números, quizás los astros, no lo sabía, y luego esa "base" se veía moldeada y posteriormente modificada por las experiencias que cada uno tuviera a lo largo de la vida, a veces mucho más fuertes que las mismas personalidades pre establecidas, por decirlo de alguna manera. Pensé en compartirlo con Valeskya, pero sentía que no había quedado lo suficientemente claro, y el olor a copal no terminaba de disiparse y tenía mi mente lo suficientemente nublada como para sentirme capaz de hacer alguna acotación inteligente sin que pareciera un trabalenguas mal formulado, lo que traería como consecuencia un montón de burlas de la dueña del local, en el mejor de los casos, y en el peor de ellos una nueva razón para discutir por un est****o malentendido causado por el efecto de un olor penetrante y empalagoso. Por lo que mejor agregué un comentario tonto. -Entiendo que no todas las personas regidos por el cuatro seamos iguales, pero... si tienes otros clientes que encajen con esa descripción harías bien en anotarlo en un trocito de pergamino para mí. Tranquila, sabré hacerlo parecer como un encuentro casual. -Le hice un guiño y solté una risita. Escuchar hablar a mi hermana sobre las cartas astrales y los signos zodiacales me hizo darme cuenta de que los astros eran otra de esas cosas que aunque me interesaban, no llegaba a dominar. Los centauros eran los maestros en leer las estrellas y mi signo zodiacal era un centauro, y yo, bajo su tutela y protección (según decían) no podría distinguir una sola constelación, era incluso frustrante. Cuando mirábamos las estrellas con Seishiro, cosa que a todos los niños les gusta, hacía acopio de toda mi marchita imaginación para inventar una constelación y una breve historia. Según recordaba, la constelación de Sagitario era en honor a Quirón, el gran arquero, un ser sabio, afable, y de buen caracter, hijo de el titán Cronos y una ninfa marítima. Sin embargo fue rechazado por su madre, que al ver que había engendrado un monstruo, rogó a los Dioses que la transformaran, y así lo hicieron, la transformaron en el árbol de Tilo. Disípulo de los Dioses guerreros, Apolo y Artemisa, Quirón fue herido con una flecha empapada en sangre de la Hidra Lerna. Siendo inmortal su destino era la agonía eterna, por lo que ofreció su inmortalidad a Prometeo. Murió poco después y Zeus lo puso entre los astros constituyendo la constelación que rige mi signo zodiacal. -Deberías intentarlo, el Ministerio está demasiado ocupado como para prestar atención al Secreto mágico, y los muggles de esta generación están sedientos de que les quiten un fino y frágil escepticismo, cada vez más creen en las fuerzas de la naturaleza. Aunque mientras no te decidas, mis galeones tendrán que bastar. En realidad lo que le había dicho era una gran oportunidad de negocios. Muchos muggles lo hacían y la gente le creía, y pagaban lo indecible para conocer vagos aspectos de su futuro, una bruja con el entrenamiento de mi hermana podría incluso revelar los más profundos senderos a la misión personal de cada uno, o a sus más profundos deseos. Naturalmente, no se lo diría, no necesitaba una Valeskya con el ego inflamado gracias a lo que yo creyera de ella. -Nací en... -comencé a contar con los dedos, la diferencia de los meses siempre me daba problemas- mil setecientos diez... a ver -hice un recuento- ¡Si! cuatro de diciembre de mil setecientos diez. ¿Qué me dirás con esto?
  21. No entendía cual era el problema de Valeskya de que anduviera por la casa en unos cómodos pijamas, no eran unas trusas y cuerpo pelado (?) era un digno pijama que cubría todo, y por si fuera poco, un salto de cama, además desde mi punto de vista, aquel conjunto era bastante más recatado que la moda que usaban algunos hoy día en el mundo muggle al menos. Daba gracias porque el Mundo Mágico todavía mostrara cierta reticencia a los cambios de tendencias en la moda de aquellos que no estaban dotados con el don de la magia. -Naturalmente -comencé a responder con sequedad- no podría esperar a nadie en pijamas. Se cae de maduro, hermanita. Y no entiendo tu obsesión con esa chica, si no vino en forma voluntaria la primera vez, ¿por qué lo iría a hacer ahora? No negaba que recordaba a la joven de forma frecuente, ya que sin dudas era una persona bastante asombrosa. Me daba cierta pena que su afán por la honradez y hacerse cargo de sus propios demonios la haya llevado de nuevo a China y esta vez no pudiera escapar del destino que tuvieran sus padres para ella. Nada que yo pudiera resolver. Le había dado las oportunidades, ella rechazó mis ofertas y yo prometí no interceder, y como hombre de palabra que era, cumpliría con aquello. Que mujer tan necia... Dejando aquello de lado, devolví mi concentración al asunto que nos concernía; Zahil y su desaparición. No podía dejar de reconocer que no había pensado en el sótano, pero bien sabía que la bruja bicolor había pasado gran parte de su tiempo libre ahí abajo con distintas víctimas. Me agradaba Za, posiblemente estuviera en aquellos menesteres y no quisiera ser molestada, tan solo querría reservarse sádicos placeres para ella sola y no compartir con la familia. No la juzgaba por ese egoísmo, a mis ojos, más que permitidos. Bajando por el pasaje al sótano, y antes de que pudiera protestar de que debíamos dejar a la matriarca en paz, Valskya me llamó la atención para que afinara el oído y pude escuchar un murmullo. Para mí aquello no era nada concluyente, pero Valeskya parecía decidida a entrar en aquella húmeda habitación y yo no se lo iba a impedir; pero había algo o alguien que no quería darle paso, y por mucho que intentara, la joven de cabello y ojos violetas abrir la pesada puerta que ocultaba tantos secretos, aquella no se abría, ni se abrió ni siquiera con el Alohomora. Ya sin ánimos de discutir que hubiera sido más efectivo volar la pared o de una optar por el finite incantatem, comencé a empujar la puerta con todas mis fuerzas, mientras aquella soltaba chispas furiosas, decidida a no dejarnos paso. Pero tras un haz de luz que apenas se notó y antes de que pudiera comentarlo, la puerta se abrió para revelarnos la vista del interior: Una Zahil que no sabía muy bien en que lío se había metido, una pared que ya no estaba, y una especie de portal mágico del que no se estaba seguro si debíamos entrar o aguardar a que algo saliera para matarnos. Una ola de viento gélido atravesó toda la estancia y se expandió de forma silenciosa pero implacable. De repente el goteo del grifo de la cocina no se escuchó, los animales que hasta hacía un momento estaban inquietos, tampoco se escucharon y en cambio, yo lograba sentir una brisa arremolinada gélida que parecía ir congelando las cañerías de la maltratada mansión y no solo aquello, al darme la vuelta pude comprobar que las bisagras de la puerta seguían la misma suerte. Había que resolver aquello antes de que siguiera la próxima oleada. -Tienes razón, prima -asentí y al darme vuelta estaban los niños de ella.- Hola chicos, -saludé con una pequeña sonrisa.- Llévenlo con ustedes, -asentí, aunque ya estaban obedeciendo a su madre. Antes de que pudiera pensar un plan mejor, otra oleada nos asaltó, esta no solo era helada sino que tenía olor a tierra húmeda y maltratada y a los pocos segundos, unos tallos espinosos color hielo, se empezaron a extender por entre las uniones de la piedra del castillo y subían cuan enredadera, aferrándose a lo que tocaran, y pronto unas rozas azules comenzaron a florecer. Se veían realmente preciosas pero no había que ser muy inteligente como para darse cuenta que tocarlas sería un problema mayúsculo. -Bien, chicas -dije desenvainando la varita- ¿Iremos a buscar ayuda, esperaremos que salga algo, o entraremos a cortar esto, de raíz?
  22. No entendía del todo el funcionamiento de la tienda, ya amanecía y no sabía si aquel lugar tenía un horario en el día como la gran mayoría de aquellos en el Callejón, o en cambio, sería un negocio nocturno. Si me lo preguntaban, consideraba que era más bien lo segundo, al menos a mi corto entender tenía más sentido. Pero en aquel lugar había aprendido a dudar de todo, de mí mismo y mis creencias más que nada. En silencio esperaba que aquel arrebato de inseguridad a cada paso y cada palabra se esfumara con el tiempo. En el peor de los casos, requeriría una introspección y ni siquiera lo veía como algo malo. Seguíamos con una paz un tanto arisca, seguramente por el cambio de tema, porque a juzgar por la cantidad de suspiros que mi hermana, o mi no-hermana, la huésped de ella, o lo que quisiera que fuera aquella situación, no dejaba de emitir suspiros que me crispaban un tanto los nervios y me hacían preferir que me vociferara todo lo que pensaba y que yo no llegaba a ver lo que se me escapaba. Pero preferí no hacerlo, algo me decía que lo único que conseguiría era un "nada" falso y brusco, y me haría insistir hasta romper la tregua para pelear peor que antes. Ya encontraría la forma de hacerla hablar. Escuché su explicación, y si bien había tenido algún contacto mínimo con aquello, siempre me vi escéptico al respecto. ¿Acaso todas las personas regidas por un mismo número eran iguales? No me gustaba aquello. Pero claro que cuando empezó a hablar, no pude menos que tragarme cada escepticismo y abrir los ojos enormemente. Para empezar que el número que me representaba, era el mismo de mi día de nacimiento y por un segundo me emocioné al pensar que mi nombre era por aquella razón de ser. No sabía si aquello era un truco para que bajara la guardia, algo elaborado para que la tregua siguiera en pie endulzándome el oído y era la verdad pura. Pero cada cosa que dijo fue tal cual yo me veía día a día. Ser una persona de confianza era de mis mayores armas, guardaba secretos antiquísimos de personas que quizás no se lo merecían, y eran a su vez, mi mayor arma. Ser adaptable, bueno... lo había dicho antes, el secreto de una vida longeva y feliz era justamente tener una gran capacidad de adaptarse a las situaciones; y nunca dejaría de reconocerme que ya la tenía antes de ser vampiro. Estudiar los escenarios quizás una de mis más grandes habilidades ahora deformada; no podía ignorar que algunas veces me tomaba demasiado tiempo para elaborar y ejecutar y ya era tarde... En tiempos humanos, era una necesidad ser más impulsivo y dejarse llevar. También había acertado con lo del dinero, si bien era cierto que no me negaba a los lujos, tampoco me excedía, estaba conforme con la vida útil de las cosas y me gustaba saber que cuando ya no resultaran convenientes, podría cambiarlas sin problema alguno. No había pasado por alto lo que había dicho de los enamoramientos. No había defensa, aunque cierta, que me valiera ante la implacable Valeskya, que dudaría de cada palabra que saliera de mis boca respecto a ese tema. Pero si bien había tenido unos cuantos romances y coqueteos a lo largo de mi vida, el enamoramiento era algo que, por suerte, no pasaba muy a menudo porque me atacaba muy fuerte y de la peor manera. No sabía si los números tenían algo más que decir al respecto, pero sin dudas estaba interesado en descubrir todo mi perfil. -Eso ha sido gratificante y satisfactorio -reconocí con humildad aunque no se me hacía una personalidad para esos actos- y quiero saber todo lo que los números tengan que decir de mí, por qué si, te doy la razón, sufrí escalofríos al verme tan bien definido con tus palabras. Así que continúa, Val. Pagaré, obviamente
  23. -¿Tienes algún plan mejor, que requiera estar vestido para salir? Seguro que no -respondí implacable. Aunque en mi mente me reprochaba lo infantil que era darle relevancia a aquello por sobre Zahil -Y no, no la he visto -dije con un tono más suave- sería est****o preguntar si ya fuiste a su habitación... Me tomé un segundo para escudriñar el rostro de la ojivioleta de negros cabellos, y decidir que era un tema que la preocupaba verdaderamente y aunque no se lo fuera a confesar en aquel momento, desde la experiencia vivida en Catemaco's, sus palabras, sus intuiciones y sus creencias tenían un peso mayor en mi persona. Si había acudido a mí, era seguro que ella no confiaba en encontrarla por sí misma o no habría acudido a mí. La conocía lo suficientemente bien; sabía que podía contar conmigo, pero prefería no hacerlo. -¿Desde cuando es delito disfrutar del pijama? -pregunté sin esperar respuesta dado su evidente malhumor de siempre. Y la seguí- ¿No preguntaste a los gemelos? Tampoco los he visto. Aquel día, luego del breve rato que estuvimos charlando en la sala hacía una horas, volví a mi habitación. Seishiro se había levantado al poco rato y procuré que desayunara, pero lo hizo sólo y prefirió volver con sus juguetes. El pequeño andaba especialmente entusiasmado con un castillo de juguete lleno de pasadizos secretos y demás cosas ocultas que se revelaban resolviendo acertijos sencillos o con combinaciones de piezas que no resultaban complicadas... Para un hombre de trescientos y algo de años... Lo cierto era que el niño sufría tratando de descubrir absolutamente todos los secretos, era su meta personal. Pero comenzaba a preocuparme lo asilado que se estaba volviendo, y lo irritable que se ponía cuando se frustraba. Además no tuve mejor idea que ocultar el librillo con las soluciones hasta que a mí se me ocurriera que ya lo había pensado todo lo suficiente; pensando en aquella torturita esbocé una sonrisa pequeña malévola. Aunque en realidad era tan solo autocomplaciente porque el Granger de ojos dorados no lo había pedido y solamente se limitaba a pedir "pistas". Pensaba en que no se lo comentaría a Valeskya porque aunque no se encargara, tampoco lo aprobaría, cuando vi que ordenaba a su elfina, Breena, que fuera a la habitación de Apolo. Levanté una ceja, incrédulo ¿por qué a él no lo incordiaba como a mí? Por momentos me había gustado pensar que su tirria era contra el género masculino, pero por lo que veía no era así; de cierta manera, al de cabello azul lo respetaba. Aunque... tomando en cuenta la literalidad de los elfos estuviera ocupado o no, nuestro sobrino, la criatura aparecería allí sin más. O eso creía... de ser así, quizás Val también lo pensó. Seguí a Valeskya, mirándola inquisitivo, esperando que me dijera lo que le pasaba por la mente, pero dudaba que se diera cuenta, así que simplemente fui su sombra. Afiné el oído, tratando de distinguir la voz de nuestra prima la de cabello bicolor, pero no lo conseguí. No estaba en la segunda planta. Me aparté por momentos, mirando en el estudio y en el salón, esperando encontrarla, pero sin resultado; incluso me atreví a poner un pie en el comedor, cosa a lo que me resistía luego de aquel suceso con los Apolos. -¿Qué hacemos aquí? -pregunté mirando la cocina semi reparada, disfrazando el recelo con curiosidad.
  24. No recordaba la última vez que me había sentido tan humano. Me llevé nuevamente una mano a la cabeza, seguía aturdido y todavía no había juntado la voluntad suficiente como para intentar levantarme, o siquiera prestar atención a mi hermana quien seguía sentada allí, pero lo suficientemente animada como para echarme una bronca encima, seguida de un cuchillo, que se ensartó en mi hombro izquierdo. Solamente pude apretar los ojos y los dientes ante la punzada de dolor. Lo retiré como si nada, y lo lancé al piso con debilidad. -A mí no me digas nada, insististe e insististe con la poción cuando te dije que yo no tenía experiencia en las pociones -respondí cansinamente. Imité a la matriarca Granger de cabello negro y ojos violetas, y al ver que ella había tenido problemas en levantarse, fui más precavido, me fui sujetando de las patas de una mesa, y me quedé apoyado en la superficie de esta, mirando el piso. Mis piernas parecían querer ceder y la gravedad me quería de nuevo en el piso. Era una confabulación en mi contra. Al menos no habíamos probado esto en algún mortal, más allá de los clientes, me hubiera preocupado que Fiamma tomara de aquella poción. Tampoco es que tuviera mucha cabeza por preocuparme por nada, si fragmentos del sueño todavía bailaban en mi abatida mente. ¿Era una señal o tan solo un anhelo? Sabía que había cosas que no podrían ser, pero había otras de las que no podía estar completamente seguro... Una puntada en la cabeza me indicó que debía dejar de pensar en aquello, pero conociéndome, no dejaría de darle vueltas al asunto hasta que saliera de dudas. Estuve tan cerca de tenerlo todo una vez más... De momento debía prestar atención a mi hermana. -No lo sé -respondí en un tono más bajo del que quería- tú estabas como un cuervo, tras de mí, viste todos los pasos y hasta diste el visto bueno al color, que al final resultó no ser dorado -respondí con cierto reproche.- Tuve un sueño tan vívido... -comencé a decir, dando paso a que ella confirmara que no fui sólo yo, y dirigí mi vista al caldero.
  25. Con la llegada del día, las pesadas cortinas de mi habitación se habían cerrado de manera hermética, no era que no pudiera combatir al sol, el encantamiento que había tardado años en dominar de forma perfecta ya estaba invisible pero efectivo sobre mi piel, simplemente no me gustaba lidiar con aquella luminosidad. Las luces de la habitación estaban completamente encendidas, los apliques plateados de la pared, la araña de cristal, y las lámparas de pie a juego con los primeros, que ahora me iluminaba de forma más próxima. Por alguna razón, aquel día me había permitido estar tranquilo en mi cuarto, y por eso no me había molestado en vestirme, el traje marrón claro que usaría aquel día, seguía colgado en el perchero y si por mí fuera allí seguiría todo el día. Estaba ataviado con mi pijama de seda, gris oscuro, y sobre este mi salto de cama, verde. Solo en mis atavios privados, podía mostrarme en la obsesión con aquel color tan intenso que por mi proceder tan tranquilo y hasta desinteresado parecía no pegar con mi misma personalidad, hasta que me conocieran y lo descubrieran... Leía sin prestar mayor atención una novela sobre un apuesto muchacho en una tierra idílica, y me frustraba bastante leerlo tan... humano. Siempre apurados, siempre sin tiempo, siempre tan preocupados. Sin dudas si fuera un inmortal el que sufriera todos esos tropiezos me interesaría más. Di un sorbo al espeso líquido rojo en una pequeña pausa de la lectura que me permití. Con los ojos zafiro clavados en nada en particular, terminé por aceptar que no era solamente que aquella novela me aburriera. Había algo más que me distraía. Me puse de pie tras exhalar un suspiro resignado, y al darme la vuelta para atravesar los arcos que daban paso a la división donde estaba mi cama, no pude dejar de mirar el escritorio de madera de cerezo que en aquel momento, estaba lleno de pergamino arrugado. Apreté los dientes, molesto, molesto conmigo mismo y continué con la mente alborotada, chillando mil ideas que al final no podría llevar al papel. Era tan frustrante sentir aquel bloqueo por una simple carta a alguien que posiblemente nunca la recibiría, pero así y todo, lograba llenarme de ansiedad, y no era nada normal en mí. Me tumbé en la cama, con los ojos abiertos, estirando las manos hacia el techo abovedado. El silencio era insoportable, pero la música no hacía más que molestarme. Desde el incidente con la poción vigorizante en el local, no había podido dejar de pensar en el sueño que había tenido en aquel breve lapso. Las cartas fallidas estaban relacionadas con aquello, ya que había llegado a la conclusión de que si no intentaba establecer una línea, no volvería a sentir la calma. Pero ni siquiera lograba algo tan sencillo como escribir un par de líneas. A raíz de aquello, la idea, más bien, la insensata idea, o más bien, la locura de partir en su búsqueda rondaba cada vez más en mi cabeza, pero no lo tenía nada fácil. Nada me aseguraba el éxito como para permitirme olvidar mis obligaciones por unos días, porque podía aparecerme en un santiamén sin problemas, pero... No lo sabía, sentía que aquello no sería algo para resolver en un momento, que sería algo que se dilataría, y no podría llevar a Seishiro conmigo, así como dudaba que Valeskya se hiciera cargo de él sin que yo le expresara mis motivos. El aporreo casi desesperado a mi puerta fue justo lo que necesitaba para sacarme de mi problema sin solución aparente y con paso apresurado y ceño fruncido, aunque internamente agradecía algo más a lo que prestar atención, acudí al llamado. Lo cierto era que la mansión había estado bastante tranquila los últimos días y aquello nunca duraba demasiado, posiblemente quien estuviera tras la puerta pudiera confirmarlo, pero tenía una idea de quien podría ser. En cuanto abrí la puerta lo pude comprobar. -¿Qué pasa? -pregunté a mi hermana manteniendo mi gesto y apartándome, invitándole a entrar.

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