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Joaquín Granger

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Todo lo publicado por Joaquín Granger

  1. -¡Increíble! -exclamé desde las alturas sin dificultad ninguna. Salté e hice una vuelta de trescientos sesenta grados antes de terminar de forma impecable frente al banco donde estaba Valeskya con un atuendo nada discreto. ¿Quién la entendía? Si me pasaba todo el día en la oficina era un aburrido, pero si hacía algo fuera de lo común ya encontraba motivos para poner el grito en el cielo. Por mujeres como ella se había arraigado la creencia popular de que todas eran histéricas inconformistas. Yo no podía hablar por las demás, pero podía ejemplificarlas en mi hermana. -Todo lo que hago me hace ver increíble y sin dificultad, hermanita -sonreí con una soberbia abrumadora- que pena que no solo tu corazón sea duro, sino que también tengas una barra de hierro por columna -estiré mi cuerpo hacia atrás solo para molestar- lindos pantalones, ¿se te derramó la comida? -pregunté a modo de broma, aludiendo al color intenso. -¿Será un deporte en el que podamos agarrarnos a los golpes? -pregunté emocionado, pasando un brazo de compinches sobre los hombros de la mujer de pelo negro y ojos violetas. Solté una carcajada burlona al ver los aparatos con las pesas, pero me contuve por los clientes humanos. Valeskya era un verdadero desperdicio de inmortalidad si perdía tiempo con aquellos aparatejos. Además, ¿acaso no me había visto sin camisa? ya tenía mi abdomen marcado, mis brazos y mis piernas de envidia; a mi ver, estaba en el punto medio justo, sin contar mi rostro sumamente gallardo, tanto las lectoras como los modelos de la revista quedarían prendados de mí. (?) -Ya sabemos que estás flácida, pero ¿también estás ciega? -Flexioné mi brazo para que los admirara y levanté un poco mi camiseta para que diera un discreto vistazo- igual te daré gusto, enséñame cómo perder el tiempo con esto -tomé una pesa y la moví como si fuera algodón- que ni siquiera es pesado...
  2. «¿Fuera de lugar?» La miré extrañado por un segundo pero hice una mueca y le resté importancia. No era un buen augurio empezar la noche discutiendo, y como ya veía por donde venía la mano, lo mejor que podía hacer era colaborar guardando silencio y manteniéndome serio. Sin dudas aquello podría ser mucho más ameno, pero por la frialdad con la que respondieron a mi saludo, me daba cuenta de que cada cual tenía formas distintas de llevar una ruptura, o lo que fuera aquella extra separación. Al entrar al local tras la joven, nos recibieron de forma bastante intensa... Al punto de recibir amenazas y que me apuntaran con una varita, no quería echar más leña al fuego, pero no pude no levantar una ceja con cierta incredulidad. La pastelería y regalería ya me generaban un poquito de desconfianza, y con una loca violenta en la puerta, aquello no me convencía de lo contrario. Tendría que haber sido diligente y haber sugerido San Mungos o alguna otra clínica. Bueno, ya que, ya estábamos allí, enfrentándonos a la guardiana. Como sistema de seguridad seguro no vendría mal en los locales. Juv fue la que con sus palabras logró que nos dieran paso, pero mi mirada incrédula fue para ella. ¿Transformarnos en los peores enemigos? ¡Qué exagerada! Que aquello no funcionara no lo veía como motivo para semejante ¿desprecio? ¿rencor? Tampoco tenía muy claro si daba en el perfil de alguien que hería fisicamente por simple placer, como sentí que me vía la rubia. Desde mi punto de vista, evidentemente mucho más frío y centrado que el de la rubia de ojos azules, simplemente no estábamos en sintonía, o manejábamos los sentimientos de forma muy distinta como para poder tener una relación sana. Como fuera, no era algo para discutir en aquel momento, los nervios me devoraban el estómago. -Gracias -le tendí la mano a la mujer de rostro aniñado y pecoso- Soy Joaquín Granger, por cierto. -Me presenté de forma precipitada, antes de que Juv explicara a que habíamos ido hasta aquel lugar a aquellas horas. Si bien se retractó en "deseo" y lo sustituyó por un "deseamos" no entendía por qué había que aclarar que si se confirmaba que un hijo de ambos no nos uniría como pareja; era algo que se sobrentendía, y en particular, ya tenía una situación con mi hija Helena de cuatro años. Simplemente me mantuve callado y asentí a lo que dijo, confirmando mis intenciones coincidentes. @ @@Jessie Black Lestrange
  3. Era la segunda vez aquel día en el que me veía compelido a aparecerme en la serpenteante calle del Callejón Diagon. Solté un suspiro. La primera vez había sido para cumplir mis obligaciones habituales en los locales que poseía, había sido una jornada tranquila, con aquel clima tan encantador, los humanos no salían y el ritmo mermaba bastante. Sin embargo era el clima ideal para acompañar la cita y a su vez para reflejar lo que ocurría en mi mente en aquellos momentos en que mis botas negras acompañaban el repiqueteo de la lluvia. Allí estaba yo, empapándome sin sentir la lluvia realmente, avanzaba sin ser del todo consciente de la distancia. La gabardina negra que cubría mi traje gris oscuro, mi camisa perlada y mi corbata con diseños de rombos, verde oscura, ya no soportaría más agua si no fuera que estaba encantada. No debía estar lejos del lugar, dejé de pensar en como arreglar mi vida conforme a algo de lo que aún no teníamos certeza y presté atención al lugar al que acudir. Una ¿pastelería? ¿regalería? no estaba muy seguro del concepto, pero bueno, al no tener mis propios contactos, debía confiar. ¿Cómo podría describir lo que sentía? Eran nervios, en gran medida por confirmar las sospechas, también los había por volver a verla después de aquella vez en que nos habíamos dejado llevar por sentimientos que súbitamente habían terminado, como si un tsunami hubiera caído sobre la llama que se había encendido en nosotros, y aquello que había prometido ser un incendio incontrolable, terminó en unos pocos árboles quemados. Las relaciones humanas, propias o ajenas, seguían descolocándome. Otro Granger; la idea no me resultaba desagradable, aunque estaba fuera de mis planes, no era nada con lo que no pudiera lidiar, al fin y al cabo tenía juventud eterna, dinero, familia amorosa que me apoyaba, pero que pensándolo bien, habían al menos un par que mejor no se acercaran a ningún ser vivo o no-muerto. Hice una leve mueca al pensar en aquello, no eran maliciosas, eran inconscientes, descuidadas. Como fuera, creo que no era tiempo de pensar en aquello. Tendía a adelantarme a los hechos. -Juv... -Saludé con un beso en la mejilla. En la puerta del local, estaba la rubia, ataviada con una capa de viaje, pero aún así no pude dejar de mirar su plano vientre. En ese momento comencé a sentir los efectos de una ansiedad que estaba callada y controlada por una seguridad que no estaba del todo firme. Debí haberme dado cuenta de aquello cuando al leer la carta sentí que palidecía un poco más. Inspirar y exhalar ya no servía, nunca me había servido, y mucho temía, que lo que sentía en aquel momento no era nada en comparación con lo que vendría. @@Jessie Black Lestrange @
  4. No gritó. No podía ser que hasta en aquello la china del demonio me llevara la contraria, había caído como si flotara en un lago, como si de verdad estuviera lista para morir, como si lo esperara desde hacía tiempo. Que desesperante y fascinante a la vez. No era mi intención matarla, tendría problemas con el Ministerio de Magia, y yo odiaba pisar ese piso de madera negra en el cual era uno más entre muchos, no estaba acostumbrado a no tener privilegios en la atención y por eso lo evitaba. Claro que como criminal me daría una abrumadora atención, pero no era lo que tenía en mente. «¡Qué demonios!» Li no terminó de caer en mis fuertes brazos, algo más que no salía como me gustaría, cuando Fiamma apareció como la salvadora a la voz de un conjuro que sostuvo a la asiática en el aire y luego la depositó suavemente en el césped fresco y verde radiante. ¿Para qué demonios se metía en aquel asunto que no le competía? El hecho de ser un misterio incluso para mi familia, terminaba por significar que ni ellos mismos conocían mis límites, y me creían capaz de cualquier cosa. Cuestión que ahora tenía no una, sino dos mujeres increpándome, Fiamma me echaba en cara mis carencias como vendedor y poco menos que mi falta de compromiso, pero no me dejaba contestar, estaba furiosa, su varita no mentía. La otra más baja, de pelo y ojos negros, me gritaba enceguecida por la ira, en un idioma del que apenas cazaba nada, pero no había que ser políglota como para darse cuenta que aquello que vociferaba no eran palabras de amor precisamente. No fue sino hasta que apareció Zahil, por quien tenía un respeto especial, que logró calmar los ánimos de las chicas. No tenía miedo de lo que podrían hacer las dos que no eran matriarcas, al fin y al cabo, a Li le temblaba el brazo de forma nada discreta mientras me apuntaba, seguramente le fallaría la puntería y terminaría embrujando a la su salvadora. Aquello sería irónicamente delicioso. Sin embargo ya con Zahil allí no podría, no con Fiamma y Zahil, no a aquella distancia. -Calmadas -dije sonriendo con todo el descaro que se me permitía por ser guapo (?) y levanté una mano para que nadie me interrumpiera- No me malinterpreten, es un juego, una atracción, como en las ferias muggles... -Con un movimiento de varita, hice aparecer un cartel luminoso que recitaba «SALTO (SIN) BUNGEE» - ¿Lo ven? Li amablemente se ofreció a probarlo primero, para que nada saliera mal. A los humanos les encanta el riesgo, y a más de uno le gustaría ser atrapado por estos fuertes brazos envidiables -sonreí, flexionándolos para las chicas con cara de pocos amigos.- Sin duda Fiamma estableció una alternativa para quien no quiere algo extremo, puede encargarse ella -reí mientras me apartaba del grupo, directo a mis aposentos. Cruzaba el jardín sonriendo a los clientes y asintiendo a modo de saludo, pero en mi mente solo pensaba nuevas forma de atormentar a la recién llegada. Necesitaba vengarme y tal vez mi alma se sentiría en paz y a mano. Pensaba en la posibilidad de convertir la silla en una pitón, cuando la elfina de Valeskya apareció frente a mí, hizo una reverencia y me dio el mensaje de su ama, antes de desaparecer. ¿Que querría mi hermana ahora? Posiblemente reprenderme por mi pequeña broma, pero bueno, no era nada de lo que no pudiera salir. El problema fue que en cuanto llegué a los jardines privados, no había nadie. ¿Tanta urgencia para al final plantarme? Me senté en la fuente y vi la carta. La leí una vez, y no lo creí, la leí otra vez, y me irrité, la leí una tercera vez y recordé que Valeskya no es Luna, y me llené de miedo. Ella nunca había el más mínimo interés por el niño, a pesar de ser la otra persona obligada moralmente a cuidarlo; por un lado era un alivio, la única vez que se lo encargué, lo alimentó a base de dulces, como ese cuento muggle "Hansel y Gretel". Arrugué el pergamino y corrí hacia la mansión. En la habitación de la pelinegra de ojos violetas no había nadie, me vi tentado a destruirla completamente, pero no quería perder tiempo. Tenía una mala espina. Corrí y hasta volé diría yo, hacia la habitación del rubio, y a cada milésima de segundo mis ojos se tornaban más y más turbios hasta el naranja más sangriento, para confirmar con horror que lo único que había allí era mi inepto elfo petrificado. Deshice el encantamiento, pero el elfo no tenía más información que la certeza de que mi hermanita se lo había llevado. En aquel momento la impotencia fue tal, que ni siquiera castigué al elfo. -¡DEVUELVELO! ¡NO PUEDES LLEVARTELO SIN MI PERMISO! -grité en el pasillo al aire, como un loco, siguiendo la desesperada idea de que a lo mejor estaba oculta en algún lugar, pero mi instinto me decía que ya no estaban allí. Caminaba nerviosamente por la habitación, incapaz de pensar el nada que me ayudara, ¡maldita perra, metiche, desgraciada, rencorosa, malnacida, y faltaban palabras en este y en cualquier idioma para describir el hastío que sentía por ella. La venganza sería grande, muy grande, pero lo primordial era encontrar a mi hijo. Me detuve en el ventanal, viendo el tumulto de gente que convertía la nada importante venta de garaje en un éxito, pero mi fijé en un humano en particular, en una rata que intentaba escabullirse. Bufé y corrí a su encuentro. Para mi fortuna estaba tras un árbol, como para que las chicas no me fastidiaran por los clientes. -Tú no te vas -dije con una frialdad que ella no había visto antes en mí- no tengo tiempo de lidiar contigo... -la tomé del cuello y la alcé, acerqué su cuello a mis perfectos colmillos blancos, y al beber su sangre cerré los ojos, inundándome de sus recuerdos más recientes, hasta encontrar una pista. Y para mi agrado, encontré una ubicación casi exacta. Esbocé una sonrisa y relamí una sangre de mis dientes que no disfruté. Clavé mi colmillo izquierdo en el índice y cuando mi sangre brotó, la froté en los orificios que había hecho en la piel de papel de la muchacha que desaparecieron al instante, y clavando mis ojos en los de ella di instrucciones precisas «irás al lugar donde te citó Valeskya y no dejarás ver que yo te seguí ¿está claro?» Asintió, no estaba seguro si por la hipnosis o por terror, pero sentía que no me fallaría. Observé con mi mirada naranja, como la asiática se iba y desaparecí de allí. Cuando encontrara a Valeskya, no habría lazo de sangre o afectivo que la salvara...
  5. -Lo que necesitamos aquí es un pensadero, de otra forma no nos vamos a entender, nunca -dictaminé, zanjando el asunto- Al menos me consuela saber qué piensas en tu hija y en un posible reencuentro -levanté la mano.- Ni se te ocurra decirme que no me meta en asuntos ajenos y personales, solo estoy dando mi opinión, no hace falta que te pongas a la defensiva. Cuando mencionó lo de la gallina dado mi caso, no pude menos que reír divertido. Si me hubiera dicho que se necesitaba una albina virgen de dieciséis años, vestida con un vestido blanco de seda china, hubiera ido en el momento a buscarla; como si una gallina con hierbas que parecía la mitad del coq au vin me hiciera retractarme, me asustara o algo parecido. Mis muertes habían sido mucho peores y sin motivo más que la impura diversión. Más bien hasta me parecía poca cosa que tuviera que meterse en mí el espíritu de un sucio animal que siempre tenía cara de malhumor, pero no cuestionaría. La sala en la que me dejó la matriarca Granger de cabello negro y ojos violeta, era un espacio vacío de momento, suponía que en cuanto tuviera los insultantemente sencillos ingredientes aquello tomara otro aspecto. Sin embargo lo cierto era que aquello era algo secundario; la pregunta que me había hecho en las escaleras había sido todo lo que no había esperado aquella noche, en parte porque era un tema doloroso para mí, en parte porque consideraba que siendo su mejor amiga, incluso ella tendría detalles que yo quise ignorar por comodidad, por amor, o por masoquismo. Lo cierto era que cada vez que pensaba sobre el asunto podían aparecer nuevas aristas que había olvidado, que no había considerado, o a las que reinterpretaba una y otra vez de forma totalmente diferente. Esa clase de incertidumbre que la bruja lycan de ojos grises y helados y una prolija, sin voluntad, melena platinada, había estado presente en toda nuestra frágil, muy frágil relación. Algunas veces era lo que me hacía pensar que mi sed por descubrir lo que había en mi mente era lo que hizo tolerar lo que toleré. Otras veces me daba cuenta que no había razón lógica, era el más cruel amor. Tenía instrucciones precisas de vestirme con algo blanco, pero para quien me viera en ese momento seguro pensarían que era alguien a quien habían despojado de su alma para un ritual peligroso; era un ente, de ojos muy abiertos mirando un ponto al azar en el piso. Así como toda mi voluntad se había esfumado por voluntad propia cuando salía con ella, en aquel momento también había escapado de mí. Después de tanto tiempo, seguía controlando mi cuerpo de aquella manera terrorífica. Saliendo de mi letargo, ocupé quitarme el saco, la camisa, los zapatos y las medias; miré si mis bóxer eran blancos, pero no, eran negros, y ya que igual tenía que trabajar, no me quité los pantalones, sino que los convertí en un blanco inmaculado. Algo me decía que quedaría cubierto de sucia sangre de pollo, de haber sido con humanos, quizás me hubiera esmerado en volver los pantalones unos shorts, o re colorear mi ropa interior, pero no por ese animal. -¿Mi relación con tu amiga? -No te miraba cuando retornaste, pero te sentí- La farsa más linda de mi vida -Respondí sin ocultar el dolor.- Lo intenté... lo intenté tres veces, pero el resultado siempre fue el mismo: la ruptura. Y aun así no me convencía, me negaba a creer que fue porque esa relación solo era deseada por mí, que del amor que nos jurábamos era sincero solo el mío, y el de ella eran palabras vacías, cuando mucho un tibio cariño. Ya viste la carta «ojalá te hubiera amado a ti» Y así y todo, volvería a darle tres oportunidades más sin pensarlo. Tú debes saber toda la historia, y hasta una versión que yo no sé...
  6. Nick: Joaquín Granger ID: 110990 Conocimiento: Leyes Mágicas Nivel de Magia: IV Link a la Bóveda: Bóveda Link a la Ficha: Ficha
  7. No podía dejar de observar a la belleza rubia bajo mi cuerpo, completamente entregada a mis movimientos, dándole, dándonos placer, un placer que parecía haber hecho revivir nuestros cuerpos perfectos y muertos. Cual íncubo sorbía todos sus gemidos y exhalaba los propios entre los labios de la joven; aumentando el ritmo poco a poco ya que no me saciaba de aquel sonido de placer desesperado. No era consciente de lo mucho que necesitaba que alguien me hiciera sentir tan bien, y nadie lo conseguiría salvo ella. Por supuesto que mi estado de dominio era más que nada virtual; la Malfoy de exquisitos ojos azules y tentadores labios granate, con una facilidad que no tendría una simple humana, nuevamente tenía mi cuerpo sobre la blanca arena y ella ya estaba sobre mí. Primero sus labios recorrieron mi cuello y mi pecho, y algunas veces lo rozaban, pero en cuanto sentí la mordida y el brotar de mi sangre, no pude menos que tensarme, clavar las manos en la arena y cambiar mi soñadora sonrisa por una envuelta en lujuria. Ese tipo de cambios radicales que la mujer que ocupaba todos mis pensamientos lograba en mi sonrisa, me fascinaban. Era imposible que no deseara repetir todo aquello. Aquello no era tan solo acción carnal para librarse de un deseo vacío, una necesidad humana, ya que nuestros cuerpos no gritaban como ellos. Era mucho más; mi cuerpo reaccionó humanamente porque se trataba de ella y no había otra explicación más que esa. Significaba que era un deseo por ella en particular, un sentimiento de cariño, de protegerla, de acariciarla y hacerla sentir querida, contenida, amada… Un deseo de que viera todo el pasado quedaba atrás y yo podría significar un nuevo presente. Y mi cuerpo estaba de acuerdo, por lo que hacía lo suyo para demostrarlo. ―También te amo, Juv ―Susurré en su oído. Palabra que llena el alma, y tanto más si uno percibe un sentimiento verdadero que logra retransmitir, pues se siente lo mismo. Este era mi caso. Volví a buscar el rostro de la joven y lentamente acerqué sus labios a los míos para besarlos, no con pasión desmedida sino con una ternura y suavidad que diera garantía a lo dicho para que no parecieran palabras vacías. ¿Que si el tiempo era poco? Para personas que tienen una eternidad de juventud por delante, y en mi caso, un pasado extenso, el tiempo era algo sin importancia. No había que guiarse como los humanos. Yo ya era consciente de que quería mi eternidad con ella. Mi cuerpo reclamó toda mi atención cuando los sensuales y placenteros movimientos de la dama me hicieron alcanzar mi limite y sujetando los muslos de ella, y moviéndome yo unas pocas veces, quizás con algo de brusquedad, alcancé un clímax, lo que me hizo tensar todo mi cuerpo, para luego sentirme ligero como una pluma. Sonreí y volví a buscar esos labios adictivos para volver a unirlos con los míos. Las olas del mar y la brisa ya volvían a ser oídos, celebrando nuestro amor. ―Quiero que seas mía, solo mía, y de nadie más que mía, y estar juntos para siempre. ―Dije mirándola a los ojos. Se sobreentendía la pregunta «¿Quieres ser mi novia?». @
  8. No podría olvidar aquello ni con una dotación de pociones desmemorizantes y un Obliviate lanzado por el mismísimo Merlín. Aquello trascendida a la memoria, era más, mucho más. Era grabar su piel blanca y perfecta en la mía en cada abrazado, era haberme colmado de sus besos hasta tal punto, que se habían vuelto mi sabor favorito, pensar en la palabra "caricia" hacía que mi piel se erizara cuando sus manos, se materializaban en mi mente, dejando su rastro en mi rostro, mientras que al considerar en morder a alguien, solo podía sentir deseos de volver a mordisquear su cuerpo. En el mismo momento en que nuestros cuerpos se unieron en la danza más íntima y placentera que se podía hacer, solté una exhalación que no pude reprimir, liberándome en cada suave embestida de cada uno de mis pensamientos ajenos a ella, de mis preocupaciones, de mis estructuras. Aquello era algo que solo se captaba con los cincos sentidos y con el alma; la mente ya no tenía un papel ni siquiera secundario en aquello. Estaba desconectada del todo, ni siquiera sentía la brisa o el sonido del mar, celebrándonos, solo la sentía a ella. Atrapaba con mis labios cada jadeo que escapara de la Malfoy de ojos azules y cabello rubio, no quería que se los llevara el viento, quería quedármelos para mí; tampoco quería que cesaran por lo que poco a poco fui aumentando el ritmo de mis caderas en aquella danza, hasta llegar a exhalar. De un momento a otro, abría los ojos para contemplarla tan mía y permitirme una sonrisa de triunfo y volver a cerrar los ojos, cediendo al placer carnal que ambos nos conferíamos en aquella preciosa playa que quedaría cincelada en nuestros corazones de piedra, para siempre. ¿Si cuando llegué aquella noche a la playa privada esperaba aquello? No, claro que no lo esperaba, si había ido con toda la rigidez del mundo a tener un amistoso encuentro casual. Supongo que ahora puedo entender lo que dicen sobre "dejarse llevar" y los grandes beneficios que traía. Abrí los ojos una vez más para ver a Juv y confirmar que no estaba en un vil sueño encantador, y aquel acto de amor, pasión y lujuria, de verdad estaba ocurriendo en ese paraíso. @
  9. ¿Para qué contenerse ya? el mar con su arrullo, ya no era una distracción ahora era un amigo, un cómplice que se encarga de llevar los jadeos que la Malfoy me hacía soltar cuando sentía sus colmillos en mi helada y suave piel, rozándola con una ternura para la que no fueron ideados por la naturaleza. Ver sus hermosos ojos desde arriba, así como haber visto cómo se relamía esos exquisitos colmillos blancos como perlas admirando mi abdomen y luego lamiéndolo... No negaba que sentirme en esa situación de dominio sobre la joven, aunque fuera más que consentida, despertaba un mí un morbo poco usual, pero que me gustaría sentir siempre. Sus colmillos parecían ser más rápidos que sus manos que se mantenían entretenidas ejerciendo placer en mi trasero, o quizás fueran porque estaban en la zona correcta y no necesitaban moverse de ahí. Sin embargo su boca ya había bajado a mi zona más sensible, lo que me hizo echaba la cabeza hacia atrás, admirando el cielo con los ojos cerrado, mientras en mis labios húmedos se pintaba una sonrisa cargada de fogosa excitación. No lo pude evitar, el deseo por la Malfoy me transformaba, me eliminaba todas las barreras, lograba ver lo que la gente a mi alrededor no se imaginaría del hombre clásico que era. Cuan serpiente, me hipnotizó con las piedras preciosas que eran sus ojos, y fue subiendo por mi cuerpo, saboreando cada parte de mi torso helado, para detenerse en mi pecho donde dejaban ligeras marcas que desgraciadamente desaparecían por la regeneración. Creo que había sido la primera vez que odié esa facultad que tanto adoraba. Pero quedaría marcada en mi mente, y en mi alma incorpórea, y por si fuera poco, pasé distraídamente la yema de mis dedos por ahí para grabarla en mi tacto. De todas formas mis emociones por la joven me hacían tener la seguridad de que podía tener una marca así cada día, cada hora, cada minuto si fuera necesario. Con la facilidad que no contaban mis enemigos en la batalla, Juv logró tumbarme al suelo como si fuera una ligera ficha de dominó, y que mordiera mi labio inferior era sin dudas algo que me encendía, por lo que ya no resistí más la injusticia de que ella hubiera podido saborear mi piel y yo tuviera que soportar el roce de su precioso pero fastidioso corsé. Respondiendo a su pasional beso, cargándolo de unas sinceras disculpas, con mis manos busqué aferrarme de la parte anterior de su prenda y haciendo una leve fuerza los broches saltaron, y la prenda se abrió, para que pudiera quitarla de mi camino. Si bien en mi juventud no fui ajeno a esa prenda, no quería reprimir ni siquiera mi actuar más salvaje. —Quiero romper tus límites, así como rompiste todos los míos. Quiero sentir tu sabor a lujuria. Quiero todo de ti. —Le besé con pasión, haciendo que mi lengua recorriera cada rincón de su boca; al tiempo que mis manos se llenaba de la piel de su espalda. Tomándola finalmente por sus brazos, hice que se incorporara; necesitaba admirar la obra Divina que era si cuerpo. Mis ojos cambiaron del azul al naranja sangriento cuando una idea pecaminosa pasó por mi mente, y me las arreglé para volver a tumbarla en el suelo, y volver a recorrer su cuerpo con mi lengua, bajando de su cuello a su pecho y probando con pequeñas mordiditas el sabor de su vientre; mientras que mis manos iban subiendo de la cintura poco a poco, hasta haber tocado cada milímetro de su piel perfecta. @
  10. No importaba cuantos años llevara uno en el mundo, cuantos cambios de siglo había presenciado, y a cuantas costumbres tuvo que adaptarse para seguir manteniendo una vida cómoda; en situaciones como aquella, el cuerpo reaccionaba de la misma manera. No había cambio alguno en lo divino que era sentirse así de deseado, más que deseado, protegido, amado admirado. Incrementaba mi ego, me hacía sentir el hombre más poderoso e imbatible del mundo y a la vez, me urgía cierta necesidad de demostrarle que no había nadie que pudiera hacerla feliz más que yo. Y aun pensando aquello, no existían palabras que lo describieran. Pero ¿Quién quería hablar cuando eso significaba tener que resistirse a sentir sus labios, su aliento helado pero tan cálido a la vez y su lengua danzarina? Sin dudas yo no, a decir verdad, hasta me resultaba imposible. La Malfoy con sus palabras me embobaba y no podía hablar con coherencia, pero esperaba que en cada beso ella tuviera la certeza de que lo que generaba en mí tampoco era algo fácil de explicar. Se lo agradecía en cada aliento arrancado, y quería demostrarle que la idea de estar allí toda la noche o toda la eternidad era lo que más deseaba en el mundo. Sentir sus colmillos rozar mi cuello de forma delicada y tierna me hizo sonreír lleno de picardía, aquel gesto despertaba en mí sentimientos oscuros, sumados a que la rubia de ojos azules jugueteaba con su lengua en mi camisa, mojándola, también despertaba cierta desesperación por deshacerme de la nefasta tela que me impedía sentirla sobre mi piel desnuda. Tiró un poco de mi camisa y los bordes escaparon de dentro del pantalón, pero no me vi librado de mi fina prisión. Fue su último beso que me hizo sentir vulnerable y arrancó un leve quejido que de otra forma no hubiera logrado salir, el que hizo que me decidiera por dejar de pasar de forma traviesa, mis manos por las costuras de su pantalón y aunque sin hacer fuerza, no negaba que mis intenciones secretas eran que los hilos se cortaran y empezaran a ceder uno a uno; aquello se me hacía discreto y hasta elegante. Pero ya no quería aquello. Sin romper el cargado beso, atrapé entre mis brazos a Juv y giramos, quedando ella debajo. ―Quiero todo lo que tú quieres, quiero quedarme aquí, contigo, no solo esta noche, sino toda la eternidad, porque yo tampoco te dejaré ir -me incorporé y haciendo un poco de fuera abrí mi camisa, haciendo saltar los botones, sintiendo un alivio inmediato.― No te haces una idea de la forma en la que me haces perder la cabeza... ―Musité justo antes de dejar que mi lengua se deslizara dentro de la suya y besarla con fogosidad. @
  11. ―Qué nada nos detenga entonces ―musité mientras me dejaba caer a la arena bajo el curvilíneo cuerpo de Juv. Así era como una mujer podía hacerme olvidar de mi rigidez, que me detuviera mi tiempo sin ningún giratiempo ni hechizo o cualquier cosa mágica, solo sus besos. No importaba que la arena ensuciara mi saco y mis pantalones, y lo molesta que podía resultar, solo podía estar pendiente de recorrer su cuerpo con mis manos. No importaba que algún huésped pasara por allí y nos viera en tan comprometida y pasional situación, lo único que importaba era poder continuar acariciando sus labios con los míos, y sentir su aliento. En mi pecho, mi hasta ese día adormilado corazón, latía con una velocidad que competía con la de un colibrí, y cuando la rubia de hermosos ojos azules pasaba su mano por mi pecho, simplemente parecía que este saltaba, intentando salir de ahí donde estaba encadenado directo a las manos de la joven. Y era que los besos de Juv eran como un susurro secreto para el emocionado órgano vital; lo endulzaba con muchas promesas, cariño, deseo, protección y por supuesto, el pequeño ya no estaba atado a lo que el cerebro le dijera ya que estaba interferido por las caricias de la Malfoy. Escuché sus palabras con una sonrisa embobada en los labios, jugando esos segundos con un mechón de su cabello, pero no pude agregar nada porque enseguida me vi exquisitamente imposibilitado de hablar gracias a sus labios. Tampoco había nada para agregar. La vampiresa había resultado mejor que cualquier sustancia psicotrópica para evadir la realidad; incluso compararla con la sangre de hada era poco; el roce de los labios me hizo sentir un cosquilleo que nada nunca lo había generado antes, destapando nuevas emociones. Morbo, lujuria, como la pizca que había dejado ver en su brillante mirada. Fui con mis manos habilidosas, serpenteando hacia abajo poco a poco, hasta que ya no sintieran la tela y las varillas del corsé, sino que sintieran la tela del ceñido y muy elegante pantalón de vestir. No dejaba de besar con pasión a la joven, deseando que mis labios mi aliento y mi lengua conjugados en besos pasionales, tuvieran un efecto similar al que ella tenía sobre mí y que como mínimo no le importara que tuviera mis manos ya comprobando lo firmes que eran sus glúteos... @
  12. ¿Morir? ¿Yo? ¡Ja! Joaquín Granger nunca se planteó volver a rozar las frías garras de la muerte otra vez, ahora el que tenía unas frías garras y traía muerte al mundo era yo. La diferencia entre su conversión y la mía era que la joven de cabello negro azabache y ojos violetas, no recordaba su transformación y yo sí. La fiebre, la desesperación, el cuerpo sudoroso, tener la sensación tan horrible de que se escapaba un trozo de vida a cada respiración y que cuando piensas que es el último sigues en esa agonía un segundo más, y otro, y otro, y otro. Casi podía pensar que le temía a la muerte. Valeskya no había dicho nada acerca de querer morir, y en su tono no lo transmitió, sin embargo había cosas que yo sabía... A cambio de una inmortalidad, muchos de los nuestros acaban siendo rodeados por una angustia y una melancolía tan grande que al final deciden acabar con su vida. Lo cierto era que nuestra historia estaba lleno de vampiros que vivieron tantos años como pudieron, y al final ellos mismos acabaron con su vida. Muchos no lo hicieron por esa maldición de melancolía, sino porque se enamoraron de tercos mortales, porque no pudieron adaptarse a los nuevos tiempos, o no supieron resolver los escabrosos asuntos del pasado. Lo que yo respetaba de la muerte, era que sabía dejar un vacío en el mundo físico y una desolación en nuestros corazones que no se suplantaban fácilmente y algunas veces nunca se terminaban de curar. Era mi caso. Un motivo por el cual muchos vampiros despreciaban a los humanos era porque no querían encariñarse y verlos partir, pero tampoco querían someterlos a nuestras maldiciones, como la ya mencionada melancolía, o privarlos del sol que tanto disfrutan, a tener que cargar con un alma negra por causar muerte y dolor. Era bien sabido que muchos odiaban a sus creadores. -No, hermanita, nunca se me pasó por la cabeza quitarme la vida, ya estuve cerca de la muerte una vez y lo recuerdo demasiado bien como para repetirlo... Escuché con paciencia su relato aunque me lo censuraba, no daba nombres ni detalles sobre su extraño y conflictivo, pero también cobarde amor. Su frialdad no dejaba que llegaran a mi mente la magnitud con la que sufrió Luna todo aquello, sin dudas, me habría partido el alma escucharlo de ella. Al final parecía que los hermanitos Granger no sabían de quien enamorarse, y aunque ella lo había dicho como si tuviera opción de enamorarse o no, no podía recriminarle nada, yo mismo había pasado por un amor de lo más tormentoso. La diferencia es que yo sabía la verdad y aun así apostaba a eso. Mis ojos se tornaron naranja por la furia que me invadía al pensar en las peripecias que una persona poco sincera había hecho pasar a mi hermana, y ahora ya no separa a Luna y a Valeskya, hablaba de Ella, la que estaba frente a mí contando la historia, con voz de rencor cuando me remarcó que la llamaba mala madre, y su conocida indiferencia en el resto del relato. No negaba que sentí un atisbo de culpa al pensar la cena familiar en la que la llamé de esa manera, pero ella también se había metido con mi rol de padre y no me disculparía con ella. No podía justificar las acciones de mi hermana, yo no me imaginaba una realidad en la que me viera separado de mis hijos aunque fuera por su protección; por otro lado, nunca me vi involucrado en una situación como la suya. Agradecía estar al margen de los ideales humanos que reinaban en aquella pequeña sociedad; no me tomó mucho tiempo entender que la paz que allí reinaba en el día a día era por meros acuerdos y valores morales de la familia, porque cada uno era consciente de que podía estar conviviendo con su peor enemigo. Tampoco veía como no se había esmerado en reconectarse con su hija de la cual no recordaba el nombre, y era tan odiosamente parecida a Valeskya, por la única vez que la vi, que egoístamente agradecía que no viviera en la mansión con el resto de la familia. Sin embargo yo concluía que Valeskya había tejido unas conclusiones que la hacían sentirse cómoda con sus fallos, ya que hasta ella sabía que si se lo cuestionaba mucho, enloquecería. Dijera lo que dijera, ella estaba en un finísimo equilibrio. -No coincidimos -dictaminé lo obvio,- ¿No intentaste volver a convivir con tu hija? ¿Hablar con ella? ¿Explicarle lo que pasó? No lo sé, Valeskya, que tú lo consideres como lo mejor, me da a pensar que no has escuchado lo que tu hija tiene para decir al respecto. -Levanté ambas manos, como quitándome peso por mis palabras- Ya que, son cosas tuyas. Ya que rechazaste la sesión de espiritismo, cosa más que esperada, espero que no rechaces hacer las limpias y los amarres. Me puse de pie, pues suponía que no se llevarían a cabo ahí donde me acababan de leer la suerte. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que llegué? el est****o copel me hacía perder la noción del tiempo. No negaba que el hecho de que negara hacer la sesión me irritaba un poco aunque fuera lo más esperado, pero intentar persuadir a la ojivioleta requería una energía que ya no tenía, lo intentaría en la mansión. Aunque ella dijera que yo era terco, ella no se quedaba atrás. -¿Vamos o hay algo más que desees saber de mí? Puedes preguntar lo que quieras.
  13. ―Si yo no dejo de cautivarte, no te haces una idea de cómo tus exquisitos rasgos y tu elegancia para conmigo me nublan el sentido, quizás por eso no necesitaba nada más fuerte. ―Sonreí mirándola a los ojos y acariciando su mejilla, ya que no había tenido tiempo a contestar debido al beso. Me gustaban las personas decididas que toman lo que quieren con una naturalidad que hace que uno no pueda siquiera resistirse antes de caer rendido. Por supuesto que en mi caso había esperado ese beso desde que sus deseables labios rozaron nada más que mi mejilla en un gesto amigable. Siempre me detenía a pensar, pero con ella no necesitaba aquello, ni siquiera podía hacerlo; sus manos en mi cuello, nuestros labios unidos y acariciándose de una forma tierna y desesperada, pasional. Nadie necesitaría pensar en nada más en un momento así. Al menos de mi parte, mi corazón aulló en cuanto la vio caminando por la orilla del mar y lo mi cerebro no lo quiso callar, creo que no hubiera podido incluso intentándolo. Embelesaba entonces todos mis sentidos y además mi razón. ¿Quién quería razonar cuando estaba frente a semejante dama? Mi tacto clamaba recorrer su cuerpo, mi olfato embriagarse con el aroma de su rubia cabellera, mi oído solo quería sentir su encantadora voz, y mis ojos no podían ver otra cosa más que a ella e incluso cuando se cerraban, solo la veía a ella. Sin pensar y totalmente cautivado por la ojiazul, era como habíamos llegado a aquella situación: ella abrazándome por el cuello y yo rodeándola por la cintura, nuestros cuerpos muy juntos, y nuestras lenguas acariciándose una a la otra con una grácil danza comparable con un exquisito ballet. Ya no importaba el arrullo del mar, ni el sonido del viento que jugaba con nuestro cabello intentando que le prestáramos atención cual niño pequeño y mal portado, solo importaba escuchar su respiración tan agitada como su corazón y el de nuestros besos. ―¿Sabes? ―dije mirándola con cierta chispa,- quizás yo si tenga la necesidad de comerte... ―Sonreí ampliamente y dejé de reprimir mis colmillos, quienes brillaron blancos y orgullos, y con ellos fui buscado piel, bajando de los labios a su mentón, recorriendo el lado derecho de su mandíbula y bajar a su cuello donde dejaba rastros de mi respiración y daba suaves mordiscos en su piel de papel entre beso y beso en aquel lugar, para seguir bajando a sus hombros desnudos y apetecibles, que también mordisqueaba de forma traviesa― Irresistible... ―musité ya bajando por su brazo. @
  14. —Jamás habría podido dejar de venir. —Respondí con una sonrisa y un beso en la mejilla como ella también lo hizo un poco antes. Era una mujer fascinante, al menos así me lo iba pareciendo. Su cabello rubio agitado por el viento y bañado por la luz de la luna le daban cierto aspecto etéreo; sucedía con todos los vampiros, pero en ella resultaba especial; Tal vez sus ojos lapislázuli eran los que completaban la ilusión mágica, ya que incluso sabiendo que ella no podría usar ninguna clase de poder sobre mí, me resistía a romper el contacto visual. Su encanto natural del que tenía el presentimiento del que apenas veía nada, debía ser lo que me atrapaba de aquella manera, para intentar descubrir más. —Gracias, tomaré un bloody mary —Hasta para eso era aburrido; para una vez que bebía algo que no fuera sangre, elegía aquello, a base de tomates, cuya acidez recordaba un poco al oxido de la sangre. Me senté en la silla que la joven había hecho aparecer con un chasquido, y escuché atentamente su respuesta y su pregunta— También he estado bien, esperaba mucho este encuentro. Necesitaba de la frescura que irradias. Daba gracias por mi condición una vez más. Al sentir la delicada pero helada mano de la rubia de ojos azules en mi mejilla igual de blanca, la piel se mantuvo helada; de haber sido humano seguramente se hubieran encendido lo suficiente como para quemar la mano de la joven. Pero me limité a sonreír de forma modesta pero galante a su cumplido y acariciar el dorso de su mano y luego acercar su antebrazo a mis labios y besarlo ¿Habría sido demasiado? Esperaba que no pensara que me estaba sobrepasando. De verdad disfrutaba de su compañía como para arruinarlo en unos pocos minutos. —Gracias, Juv —asentí y reí con una leve timidez que no pude reprimir. — Tú estás realmente preciosa, aunque... siempre te ves preciosa. Tienes una belleza natural, quitas protagonismo a la luna en esta bella noche. Acaricié su mano que me había negado a soltar hasta que ella no diera indicios de que fuera lo que quería. Sin embargo entendía que había una fina franja entre un halago elegante, y una verborragia tonta y precipitada, esperaba no haber cruzado esa franja, cuya consecuencia era un viaje directo al fracaso. Tal vez estaba pensando demasiado, debía dejar de hacerlo. Concentrarme en las facciones de la muchacha, sus labios granates, sonrientes; su forma de ser agradable y distendida y que todo fluyera. @
  15. Era una noche preciosa, luna casi llena en un cielo estrellado, pero con alguna nube cruzándolo de forma rápida para que no todo se viera tan feliz. El lugar del encuentro sería una playa, la idea me agradaba, sería un cambio a los lugares a los que acostumbraba, mi polvorienta tienda, la mansión casi en desuso de la familia Granger, el gimnasio de la familia y el pantanoso local de mi hermana. Sonreí pensando en aquello. Sin dudas sería algo diferente, tanto como la compañía. El problema más grande de todo aquello, no había sido lidiar con preguntas, ni miradas acusadoras, no había sido tampoco justificar mi ausencia; había sido escoger la ropa. Sí, como si fuera un simple adolescente de hormonas alborotadas que quisiera verse atractivo a toda costa, había tardado un buen rato en elegir un atuendo apropiado para el lugar. Al final me decanté por un pantalón de vestir azul marino, un saco sport del mismo color, camisa blanca, y zapatos Oxford negros. Mi acto de rebeldía al soso atuendo de oficinista, fue no usar corbata aquella ocasión. Al final eran tonterías, no había forma que no me viera apuesto. Recorría entonces el callejón, despreocupado, aunque un tanto expectante. Lo dicho: la dama en cuestión era alguien fuera de mi rutina, algo para agradecer, pues, a mi entender era de las pocas formas exitosas para lograr de desconectarme del monótono y protector día a día. Casi sin pensar, ya estaba frente a la fachada de un hotel tan impresionante, que parecía haber sido trasladado de Dubái al serpenteante callejón Diagon; y por raro que sonara, tanto uno como otro eran exóticos, y aun siendo polos opuestos en arquitectura, el hotel lograba darle un necesario toque de frescura que el conocido paseo de compras para magos y brujas pedía a gritos. Aquel lugar trajo a mi mente recuerdos nostálgicos de mis escapadas a los paraísos del mundo. ¿Cuánto hacía ya del último viaje? Había sido antes de que llegara a aquella excéntrica pero entrañable comunidad a la que me veía atado por mis propias acciones. ¡Bien! que aquella fuera una nueva escapada para refrescar los viejos tiempos y volver a rozar, aunque fuera un rato, las libertades que ya no tenía o bien decía no poder permitirme. Me acerqué a recepción, sin dejar de mirar, mientras esperaba la atención, el mapa de las instalaciones con el listado de servicios. Ya anunciado e informado que la joven estaba allí, olvidé toda curiosidad por las instalaciones y me apuré a encontrarla. Si en el calléjón la noche ya era disfrutable, en aquella playa en el que el mar murmuraba calmo y sereno era lo ideal. Además soplaba una brisa que en conjunto generaba un ambiente distendido y tranquilo. Solo un vampiro podía andar con zapatos de forma elegante en aquella arena blanca y como era mi caso, no había nada que mereciera mi queja; pero ver a la muchacha caminar por la orilla bañada por la luz de aquella luna tan benévola, era lo que hacía confirmara aquello. Estaba simplemente bellísima. —¿Cómo estás, Juv? Lamento si te hice esperar mucho rato —Saludé a la dama con una amplia sonrisa. @
  16. Buenas! Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 110990 Nick (con link a la ficha): Joaquín Granger Link a la Bóveda Trastero: (en caso de poseerla): --- Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda N° 89498de Joaquín Granger Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2018-07-12 Objeto: Armario Evanescente Puntos: 160 Precio: 8000 Objeto: Reloj Mágico Familiar Puntos: 20 Precio: 1000 Total de puntos: 180 Total de Galeones: 9000 Gracias!
  17. -Ya te lo dije, hubiera podido solucionar todo si no hubieras aparecido a hacerte la santa salvadora -le espeté- no le daré la varita, no se me pinta la regalada gana y es correcto hacer lo que me dicta el corazón. Pero gracias a que alguien vino, mi hermana se había esfumado, y ahora Li Xue estaba desprotegida, o al menos, ya no tenía su apoyo fundamental. Me preguntaba si ella también había caído en la cuenta de lo que le había dicho hacía un rato, que Valeskya no tenía real interés en ella, sino que lo que había hecho, lo hizo para molestarme. Era fácilmente comprobable, de lo contrario, en lugar de haber acudido al llamado de la puerta, habría dejado que los elfos se encargaran y se aparecieran en el jardín para llamar al que buscaban, era obvio que ya se había aburrido. -¿Puedo hacer lo que quiera contigo? -acerqué mucho mi cara a la suya, ignorando lo de la varita, y la tomé por el mentón- cuidadito pequeña, tus palabras pueden malinterpretarse -reí con malicia, y comencé a acecharla, haciendo que sintiera mi respiración en su cuello.- Oh! ¡Qué rebelde! tienes un tatuaje en tu lado más apetecible ¿te gusta la nieve? -pregunté en su oído y susurré:- ¿Sabes? a mí también me gusta desobedecer, y molestar a mi hermana es mi pasatiempo favorito. Con eso tendría que darse cuenta de que era perder el tiempo amenazarme con mi hermana, tampoco le servía usar la psicología inversa y utilizar las reglas de caballeros para que estuviéramos en igualdad de condiciones si decidía atacarla. Ella no era perspicaz, lo reconocía; ya se había dado cuenta de que el hecho de que tuviera su varita no le daba ninguna real ventaja. Luego de las protestas y las reformas, las criaturas mágicas podíamos poseer varitas de forma legal, por lo que un vampiro con su velocidad podía lanzar hechizos mucho más rápido que cualquier humano. Escuché nuevamente sus justificaciones desesperadas y solté una carcajada. Era obvio que ella no lo sabía, pero yo mismo era un parásito en la familia, lo admitía. Tardé como seis años en terminar los estudios, no tenía un trabajo, más allá de un local, y rara vez se me veía salir de mi habitación. Es más, estaba allí ahora porque mi familia también lo estaba, y siempre resultaba divertido. Sin embargo tenía que tener cuidado de admitirlo en voz alta y que se percataran de aquello. -Li, eres una invitada, por supuesto no te podemos exigir nada -dije mientras tenía la varita de la muchacha entre mis dos dedos índices y probaba la flexibilidad hasta el límite- ¡Es más! -exclamé, al ser asaltado por una idea genial,- vamos a buscar a Valeskya para demostrarte que está de acuerdo conmigo. La sujeté de la muñeca para que no escapara, y llamé a Kraven para que me averiguara donde estaba la adorada Valeskya; Breena, su elfina no había tenido órdenes de no hablar, así que dijo que estaba con un caballero en los jardines traseros de la mansión. Sonreí de una forma macabra, agradecido con la vida por darme la oportunidad de importunarla cuando estaba con su visita así como ella había hecho con mi conflictivo aperitivo. Si todo salía como empezaba a maquinar, significaba que el karma existía. -Sujétate -dije tomando a la muchacha de ojos y cabellos negros por la cintura con una mano- vamos a ver a mi hermanita y a pedirle su opinión, es más, ya que te llevas tan bien, tú le preguntarás si es imperante que trabajes para quedarte aquí. Usando mis habilidades físicas, fui saltando hasta estar contra la pared de la fachada de la mansión. Tomé impulso y salté, sujetándome de los alfeices de los elegantes ventanales y dándome impulso hasta llegar hasta el techo de tejas. Seguía sujetando fuertemente a la debilucha, para que no se resbalara, se cayera, se rompiera unos cuantos huesos y estropeara mi plan; y seguimos avanzando hasta cruzar a las alas traseras de la mansión, pero justo en ese momento, Valeskya y el extraño misterioso desaparecieron. ¿Por qué todo le salía tan bien? -¡Maldita sea! -exclamé, un tanto frustrado- acabada de irse, lo has visto ¿no? -pregunté sin esperar respuesta- ¿y ahora qué hago contigo? estoy en el techo de una mansión enorme y estoy aburrido -bufé- oye, si te suelto pero te doy tu varita al tiempo que te empujo ¿crees que puedas defenderte o al menos no morir? probemos... La llevé hasta el borde más poco prudente, le entregué su varita que no era de calidad Ollivander's y le di un seco empujón en el pecho, para que comenzara a caer todos esos metros. Comencé a reír como maníaco mientras saltaba al suelo, calculando donde iba a caer para atraparla. No quería matarla en ese momento, solo quería regodearme con su terror. Su sombra se aumentaba, y yo estiré mis brazos «Si infarta por la caída y muere, tomo a Seishiro y huyo antes de que me maten».
  18. «No es ningún secreto que Joaquín Granger se revuelca en su antipatía» Pensaba, ensimismado leyendo un contrato de seguro; era normal entonces, que cuando la familia decidió abrir el gimnasio pidiera el "aburrido" trabajo administrativo. La verdad es que lo había aceptado, aunque ellas colaboraban también, porque las incautas no sabían que yo haría las cosas a medias y que solo estamparía la firma y acomodaría las cosas es carpetas y archiveros, pero que no pondría ni una uña en el Ministerio. Deseaba que tardaran en protestar ante mi pequeño abuso, pero me consolaba diciéndome que tenía que aprovecharlo mientras pudiera, porque seguro me castigarían condenándome a la recepción. Lo cierto es que mi lugar de trabajo, era una habitación interna de paredes de cristal, de afuera hacia adentro no se podía ver lo que pasaba, y por adentro, las paredes estaban encantadas para que mostraran el entorno. Una de las paredes daba al exterior, pero esa aunque era de material, estaba encantada para mostrar el clima. El suelo de mármol me encantaba, así como las macetas del mismo material y las plantas; pero el mobiliario moderno en cristal, o en tonos blancos con algún toque de verde, era un poco "fresco" para mí, aunque no me desagradaba. Ya había terminado, y aunque estaba vestido como oficinista aburrido, con un traje negro, corbata a franjas diagonales, azul oscuro alternando con gris oscuro, camisa también azul oscuro y zapatos Oxford, decidí que ya era tiempo de salir de allí e ir a ver el local en funcionamiento. Tenía mi ropa de gimnasio esperando por mí en el baño privado, y como vampiro que era, en un santiamén, ya estaba vestido para la ocasión: Una camiseta sin mangas negra y ajustada, así como las bermudas; no había necesidad de que fueran ajustadas, pero me gustaba causar envidia (?) y unos tenis, negros, para no variarle. Servía para luto por si alguno infartaba allí. Ni el spa, ni la piscina, tampoco me llamaba la atención hacer pesas o spinning y todavía me veía compelido de forma interna a saludar con inclinamientos de cabeza y sonrisas a los sudorosos clientes. Me detuve cuando vi el banco de equilibrio y me pareció divertidísimo ponerme a hacer piruetas un ratito. De espaldas salté hasta quedar en la barra de equilibrio y comencé a caminar hacia atrás, de forma presumida, incluso con los ojos cerrados, me impulsé, y di un salto de trescientos sesenta grados y en un salto más amplio terminé colgado de los aros. Enlongué hasta la punta de los dedos, tensando todos mis músculos, poniéndome de cabeza.
  19. No lo entendía, Valeskya Granger no lograba entender que mi problema con el pasado no era el hecho de no haber crecido con mi padre y con mi madre; lo que me acongojaba era el hecho de que me dejaran en un lugar tan horrible. ¿Cómo podía pretender que ella lo entendiera? había crecido con la familia al menos, quizás hubiera tenido novedades, cartas de nuestros padres mientras ellos estaban de viaje por el mundo. Me negaba a pensar que se despreocuparon de mí, y que algo pasó con la verdadera persona a la que me entregaron. Sin embargo, la que suspiraba, se alteraba, se encogía de hombros y se controlaba para no explotar, era mi hermana; yo me limitaba a mirarla con los brazos cruzados sobre la mesa y tener los labios apretados, mientras la seguía con la mirada y escuchaba sus palabras y sus consejos. Había algo que tenía que reconocer: en el fondo sabía que mis esperanzas de encontrar a los recién descubiertos tíos, eran una mera fantasía que ni las artes más oscuras podrían cumplir. Había humanos que decían que podían establecer contacto con espíritus, pero no fue satisfactorio. -Podrían ser como nosotros -No le reconocí la verdad, encogiéndome de hombros- hay quienes hacen sesiones para hablar con espíritus ¿no puedes hacerlo o someterte a ellas? -que yo no hubiera tenido buenas experiencias, no impedía que ella no fuera una excepción. -Trajiste a cuento lo que estaba pensando -comenté con una amarga sonrisa- qué no lo entiendes. -Dictaminé-. Quizás no hubiera podido vivir con ellos, quizás en un acto de rebeldía me hubiera escapado, mi resentimiento no se trata del abandono en sí, aunque gracias a lo que has dicho, al menos tengo una vaga idea del motivo; mi problema es que me dejaron en un lugar horrible, podría describirte todas las atrocidades que cometieron, podría llevarte a ver el lugar, podría mostrarte las cosas que me llevé de allí. Desgraciadamente, o afortunadamente, como quieras verlo, ya no tengo las cicatrices. Como es bien sabido, cuando un humano es convertido, el cuerpo se convierte en algo estático, no tiene ningún cambio físico, por ende, a quien le falte un ojo o una mano, seguirá tuerto o manco, salvo que encuentre otros medios para sustituirlo; salvo ciertas teorías para las que decían que si abrías la herida otra vez, podría funcionar igual que para las lesiones "menores", antes de ser convertido, debía darse al herido un poco de sangre de vampiro. En cuanto a células y neuronas sabía que se regeneraban, pero nunca comprobé nada más complejo. -No hay mucho que pueda hacer, y tranquilízate, no saldré a buscar a mis padres a lo largo y ancho del mundo, tengo otras obligaciones, pero me gustaría tener una explicación -dije abriendo los ojos, incrédulo ante su ceguera.- Por cierto, detesto esa frase. Yo podía ser muy necio al respecto, pero ella debía reconocer que no interesarse en concluir y saber el motivo de las cosas era una postura de evasión muy cobarde; teníamos una eternidad por delante y entendía que no podíamos vivir aferrados a cosas imposibles, eso era algo autodestructivo. Ahora, si yo sabía que mis padres estaban vivos, no había problemas en rastrearlos para cerrar ese círculo. Claro que mis sombras eran meros humanos, no podían aparecer y desaparecer como podían hacerlo ellos y era normal que tardaran en dar resultados, y eso siendo optimistas. Fue Valeskya la que rompió el silencio con una pregunta que debía haberme esperado, pero en el fragor de justificar mi dolor, había hablado, quizás un poco de más, pero no era nada tan grave, además, ella también había cometido el mismo error al dar a entender que ella también sufrió. ¿Luna había sufrido? Quiero decir, conocía su situación bastante bien desde que llegué, y sé las cosas malas que vivió en este tiempo, pero no se me pasó por la mente que antes conociera lo que es el sufrimiento. Pero primero cumpliría mi parte. -Mi creadora no tiene poderes mágicos así que se siente vulnerable ante los magos y brujas, yo no tenía varita tan siquiera, y la consigna parecía de lo más sensata «Yo te ofrezco ser mi hijo, tendrás dinero, poder, influencias entre las grandes casas del mundo, la única condición es que la magia está prohibida, y tampoco podrás marcharte una vez que aceptes. Si desobedeces, serás cazado, torturado y asesinado» O sea, aceptaba y tenía una vida increíble, o decía que no y ahí mismo terminaba con mi existencia. No me malinterpretes hermanita, cuando tienes una vida así de acomodada es fácil vivir sin magia, pero al final gana la curiosidad. -Ahora que contesté con lujo de detalle tu pregunta, contesta la mía -dije clavándole los ojos con avidez- cuéntame del sufrimiento que tú también viviste.
  20. Sonreí con confianza cuando mi querida hermanita me tendió la mano sugiriendo que me iba a arrepentir del trato, lo cierto era que podía contarle sin problemas hasta el más mínimo detalle de mi vida, porque la conocía demasiado bien como para saber que ni aunque se encontrara sumamente aburrida en uno de sus misteriosos viajes por el mundo, se le ocurriría ponerse a buscar a las personas del pasado, o rebuscar entre mis propiedades ocultas. En parte porque ella no estaba tan interesada como yo y aquello le daría demasiado trabajo. Reí de una forma estrepitosa cuando sugirió que lo que pretendía de ella eran consejos, teniendo en cuenta que su vida era tan desastrosa como la mía, y ella lo sabía; mucho menos esperaba palabras de apoyo cuando nos tratábamos con suma hostilidad a la más mínima provocación. Aun considerando aquello no me quitaba de la mente lo que dijo aquella carta de escuchar a una mujer, que seguro era ella; la miré por un segundo con una sonrisa torcida, quizás tuviera una ingenua esperanza de que en una situación límite pudiera contar con ella. -A lo que me refería, Corazoncito -dije fingiendo una voz de ingenuidad, solo para irritarla un poco- es que contrataré varios de los servicios que ofreces acá, las pociones, los muñequitos, las limpias y cualquier otra cosa que consideres útil, y que debamos mantener en secreto -y le di un guiño de complicidad- pero primero, el trato. Escuchaba casi con incredulidad su historia. Toda la vida, bueno, más bien desde que la había conocido, me había imaginado que ella creció en la mansión en la que morábamos ahora, velada por nuestros padres, regodeada en el amor de una madre de sonrisa amable y sometida a las reglas de un padre justo pero no inflexible. En sus ojos no había rastro de mentiras sobre lo que me decía, incluso quizás podría divisar un pequeño dolor, aunque no se amargara tanto como yo. Era obvio, ella había crecido aún en familia, y había tenido la oportunidad de desarrollar su magia a la edad adecuada; en cambio yo, me vi salvado de una muerte sofocante pero con la regla inquebrantable de "nada de magia". De todas formas, había un desfajase temporal que no terminaba de convencerme del todo: La conocida Orden del Fénix, aun ignorando quienes fueran sus miembros, no era una organización muy antigua, a decir verdad, en comparación conmigo, seguía en pañales. ¿Por qué me habían dejado? Si fue para perseguir sus ideales sin la carga de proteger a su pequeño, seguro no fue en la misma Orden. Como fuera, esa pregunta escapaba del conocimiento de ambos y me hizo soltar un largo suspiro de resignación. -Tu amargura vino después -No había ignorado ese detalle- y yo hasta los veintitrés no supe lo que era no amargarse, aunque pasaron como cien años antes de que pudiera empuñar una varita, para solucionarme mucho en la vida -hice un gesto con la mano para que no dijera nada- La Orden del Fénix es mucho más nueva que yo, si ellos tenían ya los ideales de antes es algo que no podrás responder, pero quizás el tío que te crio pueda saber algo ¿Quién es y dónde lo encuentro?
  21. No estaba seguro de lo que hacía, movía los brazos de un lado al otro, saltaba en un pie y daba vueltitas en ese pie y cambiaba al otro pie, sin dejar de vociferar imitando a las tres mujeres que parecían desquiciadas, además la música del aparatejo que había llevado Fiamma era de lo más insidiosa. Los elfos no habían osado aparecer, creo que estaban un poco aturdidos, pero yo esperaba que estuvieran alerta por si el fuego se descontrolaba para que al menos atinaran a salvar algo. -¡OOO, III, OOO, UUU! ¡LA VENTANA, LA PARED, LA VENTANA, LA PARED, ESTE BAILE ME DA SED, LA VENTANA, LA PARED, ESTE BAILE ME DA SED! -Imitaba a mi heramana quien para mi terror ahora también tenía la varita en mano. «Siente el poder» decía la muchacha de cabellos negros y ojos violeta, perdón por la desconfianza, pero por como agitaba la varita con la despreocupación de un niño agitando una ramita cualquiera, cosa que no era; normal que las cajas se empezaran a agitar por lo que la miré con incredulidad sin dejar de repetir el cántico, pero la imité y mirando el fuego también empuñé mi varita por cualquiera eventualidad, si aquella monstruosidad azul se descontrolaba, dudaba que un poco de agua lo apagara, pero al menos intentaría. De repente un fuerte golpe me hizo girar la cabeza con extrañeza hacia un rincón; ya no pude seguir cantando, pero no dejaba de dar saltitos, aunque si que me mantuve en guardia con la varita en mano. Miré a Valeskya quien también lo había notado, y le dirigí una mirada de reproche, que desapareció enseguida por una de ¿temor? cuando sentí una corriente fría que sacudió el fuego que habían invocado en mi local, y al instante, las cajas que contenían las varitas comenzaron a caer al suelo. -¡Valeskya! ¿Qué demonios estás haciendo con la varita? ¡Guardala! ¡Me estás haciendo un lío en el local! -Le exigí con mala cara.
  22. Que usara la frase «mi madre» remarcando su exclusividad como hija durante tanto tiempo, no fue algo que pasara indiferente para mí, pero me limité a apretar los labios de forma discreta. Que no tuviera resentimiento contra Valeskya, no significaba que no pensara en el abandono y en la vida que podría haber sido, en los múltiples motivos hipotéticos por el cual me abandonaron y nunca me buscaron; en algunos los justificaba un poco, y en los otros no veía explicación y me desesperaba de dolor. Pero me olvidé de mi unos segundos para reconsiderar la arrogancia con la que habló, me hizo pensar que seguro ocultaba un recuerdo de los dolorosos y que no puso la excusa de la versión corta solo para evitar pensarlo. Por un momento se me ocurrió que la vida de Valeskya, o de Luna más bien, no había sido un lecho de rosas precisamente, mas yo siempre me había negado a creerlo, más bien, ignoraba un poco su vida antes de que yo llegara. Ser egocéntrico era un defecto que me había llevado a la soledad. ¿Qué tan egoísta podía sentirme ahora? Habían pasado varios años en que nos descubrimos, y no podía escudarme con la excusa de que respetaba su privacidad, cuando entre vampiros, era algo común conocer eso. Era un arma de doble filos conocer el creador del otro vampiro para tener cierta noción de la fuerza a la que uno se enfrentaba o pretendía aliarse, incluso podía resultar que fueran hermanos. Claro que podría ser que no le hubiera dado importancia porque no iba a enfrentarme con ella, y ya teníamos un parentesco. Su voz me volvió a la realidad cuando explicó que estaba de sobra esa línea en la mano, pero desde mi punto de vista, era un lindo adorno. Prosiguió y yo no pude menos que sonreír conforme con los adjetivos que la mujer usaba para describirme; era como siempre me había gustado verme, al parecer no todo se me había ido de las manos, y pude mantener algo de mi esencia. Sobre todo, me gustaba la palabra "complejo" podía sorprender a todos, incluso a mí mismo; ya había dejado ver otras veces que mis reacciones supuestamente predefinidas, no lo eran tanto. Asentí y me mantuve en silencio unos momentos. Nadie estaba echándome precisamente, pero en mi mente tenía un pequeño dilema sin sentido: ¿Debía preocuparme de forma tardía por su pasado o debía preocuparme primero por encausar mi futuro? Teniendo en cuenta esto último, nuevamente me hablaban de un cambio radical. Ya me cansaba de eso pero al mismo tiempo empezaba a experimentar una especie de resignación que me impulsaba a solicitar ayuda, aunque fuera espiritual, para tener el mejor futuro posible. Pero una mirada al velo que cubría su rostro, me hizo relegarme por unos minutos. -Tengo una petición más, bueno... que sean dos -dije seriamente- La primera es un trato: Tú me cuentas con detalle cómo fue tu vida mortal y tu conversión, y a cambio yo hago lo mismo y te cuento lo que quieras saber. Es un gran trato ¿no crees? -sonreí con suficiencia, aunque secretamente esperaba que rechazara el trato, para no tener que arriesgarme a sus preguntas- La segunda petición debe ser más sencilla para ti: Ayuda. Necesito que uses tus nuevas habilidades para que me ayudes a tener el mejor cambio posible, del que parece que no me salvaré. YA sé que todo depende de mí en definitiva, pero una ayudita espiritual no puede ser mala, ¿no?
  23. -Bueno... -dije con una mueca, mirando el atrapasueños- de todas formas queda bonito como decoración -no iba a admitir que solo una vez nos habíamos quedado dormidos en el local, y dada la situación, esperaba que no se volviera a repetir. El muñeco vudú era sin dudas lo más útil de entre todos los regalos que había traído la joven. Si bien solo hacía cosquillas, suponía que serviría contra los malos pagadores o las personas que se pusieran muy intensas cuando por su ineptitud echaran la culpa a la pobre varita luego de que convirtieran a su gato en piedra cuando su idea original era simplemente dejarles el cabello reluciente. Ese era el último, que tuvo un problema. Recordé como vino a increpar de que no habíamos realizado un buen mantenimiento a su varita, mientras la sacudía furioso, y cuidaba no destrozar al inerte gato bajo el brazo. -Creo que el de las cosquillas servirá, pero el otro no me vendrá mal. Después hablamos -le susurré y le guiñé. De todas formas, no me prestaba mucha atención, pues estaba emocionada como una niña pequeña en un castillo que fuera a la vez juguetería y dulcería, y estuviera llena de cachorros distintas especies con el tema de la limpia. Sin pedirme permiso, ya había cerrado mi negocio, que era lo más inofensivo; lo más preocupante era que había iniciado una brillante fogata azul, con todas las cosas de madera que había allí, desde las estanterías, cada varita, el mostrador, el mismísimo piso. Si aquello se salía de control, lo único que sobreviviría serían los porta varitas de piel de dragón. Y para colmo, no recordaba si teníamos seguro. Antes de que pudiera abrir la boca para sugerir que hiciéramos eso en el segundo piso, donde las pérdidas serían mucho menores, ya me vi ataviado en una especie de poncho de hilo, de un intenso azul, con líneas de colores en los bordes y una gran G en el centro, justo igual al de mi hermana, pero ella había optado por un rosa. El de Fiamma era uno multicolor, y el de Zahil, la única que parecía apiadarse de mí, era de color morado y negro en los bordes. De buena gana habría cambiado el mío por uno verde, pero como estaba a tono con las llamas, lo dejé. No fuera a ser que molestara a los espíritus. Fiamma me llamó luego de destruir mi amuleto recién obsequiado, poner una música estridente y ponerse a bailar, aquello parecía más un ritual de iniciación para una secta de loquitos, que un trabajo espiritual serio; sin dudas, prefería la tranquila quiromancia, la lectura de cartas o del café. Quizás aquello no fuera tan chocante si no fuera porque lo hacían en mi local, y no sabía que tanta de esas limpias habían hecho en Ottery en este tiempo... -LA VENTANA, LA PARED, LA VENTANA, LA PARED, ESTE BAILE ME DA SED, LA VENTANA, LA PARED, ESTE BAILE ME DA SED, PIOJOSA VEN ACÁ, VEN ACÁ -coreaba a todo pulmón tras mi prima, como si eso pudiera ser más efectivo- AAAAA, EEEEE, IIII, OOOOOO, UUUUUU -exclamaba dando saltitos y moviendo los brazos como si pesaran, de un lado a otro pensando: «por favor, no quemen nada» sin dejar de observar el fuego crepitante.
  24. Aquella prenda estaba generando una divertida escena familiar. Por un momento se me ocurrió que se podría abrir una tienda que vendiera aquella clase de "ropa recreativa" por llamarla de alguna manera, desde calzones comestibles, hasta distintos animales que emitieran su sonido más vigoroso, el rugido del león, o el barrito más imponente del elefante al momento de quitar la prenda. Y para las ex despechadas que tuvieran una malicia pícara, siempre podrían optar por unos calzones encantados que en lugar de sonidos que ayuden al momento, emitieran sonidos penosos, como un maullidito o una trompeta de fracaso. Pero era un lío abrir un negocio, y no me imaginaba que aquello quedara bien con la solemnidad de mi local, donde lo más atrevido que vendíamos eran porta varitas de piel de dragón para el liguero de las damas. Era una suerte que una ofendida Zahil me quitara las prendas de las manos para ayudarse a refrescar la memoria, pero con su negativa y su penetrante mirada a mi figura, no pude evitar sonreír, en parte divertido, en parte aliviado; había perdido toda clase de compostura al tomar la curiosa prenda, y para nada quería dar la impresión de que perdía la cabeza por los calzones de otro hombre. Si alguno de los presentes se atrevía a insinuarlo, me las arreglaría para hacerles creer que estaban encantados o algo. -Lo lamento prima -reí despreocupadamente ante su comentario- no voy a cuestionar tu percepción sobre lo mucho o poco que puede ceder el algodón elastisado -Más fino no se podía ser. La miré de reojo y una sonrisa pícara afloró «Con razón disfrutaste tanto, primita» Oculté mi sonrisa con la mano, aunque considerar aquello despertó en mí una ligera envidia, en varios aspectos... Solucionado el tema de la prenda sin dueño, obviando hacer comentarios sobre la promiscuidad de mi hermana al mencionar un látigo, unas esposas que "se encontró por ahí" seguramente en sus baúles, aunque no sin dejar de ver discretamente a las mesas en busca de un antifaz, unas bucaneras y/o pantalones y un negligé, todo en cuero negro, que en parte aliviado del trauma que podría significar y un poco decepcionado de que no tenía más material para molestarla, la venta de garaje parecía ir viento en popa. Li ya contaba con el apoyo no solo de mi hermana, sino también con el de Zahil, eran dos matriarcas contra un simple residente de la mansión. La maldita había conseguido amnistía, y en la mansión ya no podría hacerle nada. Con la confianza suficiente y el recato de las personas educadas, se dirigió a mi hermana con suavidad y artimaña; como una niña acusona, de esas que todos odian, a contarle que le había amenazado con vender su varita; y para colmo tenía la osadía de mirarme fijamente con rabia. Solo le faltaba sacarme la lengua. -No sé por qué crees que mi hermana te va a ayudar -comenté riendo.- No tengo malas intenciones. tu varita la encontré en el suelo, cuando salías de la habitación de mi pequeño, vaya uno a saber por qué, y se te cayó -La saqué de la manga del saco- No veo cual es el problema de que te la guarde un rato, estamos en familia, y no querrás que se te caiga en este inmenso verde. Pareces algo descuidada... Volví a ocultar la varita y le sonreí de forma burlona. La varita se la sentía furiosa como su dueña, desesperada por volver a las blancas manos de Li, como maestro en varitas entrenado desde hacía ya algunos años, sabía que la lealtad de la varita no había cambiado nada, y que incluso en el hipotético caso de que intentara usarla; solo podía profesar desastre y lo más seguro es que los hechizos no salieran o lo hicieran en proporciones desmedidas, o intentaran dañarme. Se la devolvería después de que tuviéramos una pequeña charla para ajustar cuentas. -Muy bien, Fiamma -llamé su atención, antes de acercarme un poco- ¿qué más queda por hacer?
  25. -No podías inaugurar el negocio con mejor conejillo de indias que yo, admítelo -comenté con una sonrisa divertida. Los nervios y amarguras iban amainando. Las ganas de ejercer la fuerza física contra mi hermana, volvían poco a poco a ser la cosa constante de siempre, sin ninguna motivación especial; la mezcla de olores dulce y empalagosa volvía a inundar mis sentidos, ya que en el torbellino que tuve en la cabeza, había bloqueado el olfato al parecer. Extrañaba aquello ahora. Pasé discretamente la mano izquierda por la nariz, como para darme una milésima de segundo de tregua, y continué escuchando a la ojivioleta que presionaba una de las tantas líneas de mi mano. Me gustaba lo que decía de mí, era como siempre me vi, ambicioso, analítico, precavido, el perfecto ejecutante, una sonrisa de suficiencia no pudo dejar de plantarse en mi rostro; no importaba si era todo lo que habían hecho verme, tanto mi mente como Valeskya que hacía en exceso nocivo para mí, escucharlo era sumamente satisfactorio, así como superficial al mismo tiempo. Claro que la sonrisa de suficiencia al instante se modificó en una sonrisa de amargura y cierta vergüenza. -Otra vez con el temita -dije poniendo los ojos en blanco, como quitándole importancia- Que conste que si no hubieras insistido en seguirme, no sabrías nada. Nadie sabría nada, y Li sería un pequeño montón de huesos. Pero no, vives pegada a mí. Si me extrañas tanto, no desaparezcas por tanto tiempo. Lo cierto era que aunque ella me hubiera seguido o no, yo había fallado de igual manera, pero eso no lo reconocería. Sin embargo era cierto que si me hubiera dado solo un minuto más, ahora Li no sería la especie de aprendiz de mi hermana para hacerme la vida imposible. A mi entender, Valeskya la entrenaba para cuando se fuera, y la insolente muchachita tomaba confianza muy rápido, era divertido cambiarle la mirada desafiante por una de temor, mas eso no lo lograría para siempre. ¿Una persona cautelosa? Bueno... quizás lo fui. No tuve su vida acomodada, ni sus tiempos modernos. Supe hacer las cosas a escondidas para evitar el castigo, y también supe acatar las órdenes. Tal vez no fuera cautela por motu propio, sino por miedo. Al final y viéndolo fríamente, había ganado un cuerpo de envidia, y una habilidad con la espada que aunque estaba oxidada, no dejaba que se perdiera completamente. Aun así, tenía que reconocer que de no ser por las penurias que viví, no estaría allí aquel día. -¿Nunca te lo conté? -pregunté extrañado- Bueno, trabajaba como mercenario, tenía que buscarme la vida como podía, cuando me hirieron en medio de un asalto. Me abandonaron a mi suerte, como era costumbre en la época -aclaré, encogiéndome de hombros- y en la noche, una dama me rescató. Cuando desperté ya era un vampiro, creado por Gabrielle D'Auberie; y lo agradezco de sobremanera, incluso sin haber sido herido, posiblemente hubiera muerto un par de años después. La historia tiene otros detalles, pero esta es la versión corta. -No correspondía sentir rencor contra ella por el abandono sufrido- Explícame cómo es que tu línea de vida "es algo corta".

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