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Joaquín Granger

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Todo lo publicado por Joaquín Granger

  1. Parado frente al sobrio edificio negro, junto al gimnasio del que acababa de salir, tenía mis brazos en jarra frente a la puerta «Por afuera no desentona conmigo, nadie dirá nada, nadie me verá» Estaba vestido con un saco sport gris, al igual que los pantalones slim fit, una camisa blanca con rayas celeste piedra, corbata de un azul intenso aunque sin llegar a lo estridente, y por ultimo zapatos oxford, negros. «Al menos no se te ocurrió ponerte el traje de corte inglés y raya diplomática, seguro te mirarían como si vinieras del ministerio a cerrar el local» No pude menos que esbozar una sonrisa ladeada, al pensar que me definía como aquel lugar, sobrio por fuera, pero con un montón de estridentes complementos que solo se mostraban a quien estuviera dispuesto a atravesar la fría barrera. Aquella noche, no sabía si era el efecto de la bola de espejos, los camareros disfrazados, o que necesitaba liberarme del estrés del trabajo, pero los magos y brujas verían aquella noche una versión de mi mismo que nadie había visto en mucho mucho tiempo... Incluso me causaba un poco de temor sacarla relucir. Pero antes de sacar a relucir frente a los extraños mi amplísimo e increíble repertorio que muchas veces, ni yo podía creer, porque ya era extraño que el señor Granger tomara un micrófono, pero que se supiera canciones en varios idiomas que iban desde canciones extremadamente tristes para el despecho en español, a el pop más plástico y comercial en inglés, eso era toda una sorpresa. Aunque para eso necesitaba mojar la garganta primero, afinarla con un poco de alcohol, aunque ni cuando humano lo había necesitado para divertirme, quería pedir algo refrescante. -Quiero una caipirinha, tan dulce que un humano no resista una sin terminar con la mente nublada -Le pedí al carismático Elvis. No era la bebida más masculina, era más bien para tomar en una playa al rayo del sol, pero aquella noche llevaría la contra a todo lo que mostraba. Busqué con la mirada a mi prima, pero hablaba con otra muchacha así que no me acerqué. Ya captaría la atención de todos...
  2. Quizás había sido un error lamer la sangre del Apolo rojito (?) cuando se levantó hasta me pareció sentir un ligero pesar al darme cuenta que su sangre se escapaba, que la carótida se alejaba de mis blancos colmillos. Debía estar sintiéndome una persona horrible por pensar todo aquello, sin embargo aquel muchacho había salido quien sabía de donde, y hasta donde yo sabía Apolo, el azul, no tenía ningún gemelo; además de que el mundo no estaba preparado para eso, a juzgar por su cara de desconcierto, la de ambos, más bien, eran completos desconocidos. Uno y otro Apolo empezaron a hablar entre sí, haciéndome quedar en una situación de lo más extraña. Por lo que mientras ese par se preguntaba y contestaba cosas sin darme la posibilidad, de responder las peguntas que uno y otro muchachos me hacían. El Apolo Azul había tratado de cruzar el umbral para no tener resultado, por lo que habíamos confirmado algo más del explosivo invitado: No había roto la maldición o lo que fuera en lo que estábamos inmersos, y más allá de eso, también comentó que estaban en la misma situación. Mientras las copias debatían entre sí, mi mente maquinaba tan rápido como podía una forma de acabar con todo aquello, el tiempo empezaba a apremiar. Si los que estábamos en la mansión no podíamos movernos del lugar en el que estábamos, había que recurrir a alguien de afuera... Y oportunamente Valeskya no estaba en la mansión así que no estaba atada por la maldición, por lo que en teoría, si podíamos encontrar la forma de comunicarnos con ella, podría dirigirse al Ministerio y alguien vendría a auxiliarnos. Yo no tenía idea como podíamos llevar a cabo aquel contacto, pero quizás las chicas.... Y nada importó, porque la muchacha de ojos violetas y cabello negro, llegó a la casa con su habitual indiscreta entrada, poniendo a prueba la fuerza de la madera y la resistencia de las bisagras. Parecía que tenía un divino sexto sentido para lograr modificar todo lo que yo tenía planificado, siempre. Bueno, en una actitud positiva, comencé a considerar que sería divertidísimo escuchar como se desquiciaría ella también al ver que quedaría atrapada en el hall de la mansión. Aunque como conejillo de indias involuntario, había contribuido con algo: aquel efecto solo alcanzaba el interior de la mansión. Fiamma soltó un chillido horrible, de desesperación, de esos que me encantaban en mis victimas, pero no en mi familia. Por suerte para ella, las tres Granger estaban juntas, y no tenían que lidiar con esta situación, solas; yo estaba con un calco de Apolo, en versión roja, y el Apolo de verdad el azul, era el único, dejando de lado a los niños, que estaba sólo en la cocina. Me acerqué al extraño por la espalda y acerqué mis labios a su cuello. Estaba aburrido, y eso me daba sed, y en vista que no había nadie más, estaba aquel delicioso muchacho. -El muchacho de pelo azul también se llama Apolo,- comenté suavemente en su oído-. Oye, sobri -dije dirigiéndome al que estaba en la cocina- ¿te molesta si me como a tu copia? Por si vas a decir que no, piensa que de lo contrario tendrías como un hermano gemelo que usurparía tu cumpleaños, y tu nombre ya no sería original, entre otras múltiples desventajas. -Era una parte importante de la convivencia familiar pedir permiso para las cosas que podían ser chocantes, aunque rocé mis labios en su cuello. (?) @@Apolo Granger @@Valeskya Granger @ @
  3. -Parecería que tu misma has olvidado los servicios que ofrecen -comenté, imposibilitado de mantener silencio, tras una risita, mientras me limpiaba con una toalla humedecida con algún agua de hierbas.- Por supuesto que sabía los efectos de la luna sobre nosotros, hermanita. Las personas suelen creer que solo afecta a los pulgosos lycans, pero es que no lo han saboreado de nuestro lado. Para los vampiros significa una agudeza aun mayor de nuestros sentidos, y una afinidad mental que no se puede describir, ¿lo has sentido? o al menos como bruja, tienes que reconocer que los hechizos son más poderosos... Hacía años que una de mis aficiones secretas era estudiar los efectos de la luna sobre nosotros. Había descubierto que era una magia tan poderosa como peligrosa, que nadie sería capaz de embotellarla ni atarla o manipularla mediante encantos, porque si alteraban la conexión con la Madre Luna, lo que hacían era romper todos los vínculos mágicos existentes; y si alguien lograba embotellar la energía en un estado puro, y la bebiera, bueno... seguro tendría un desenlace fatal. Yo me limitaba a mostrar mis respetos a la Diosa cuando estaba en su fase llena. Claro que aquello no era algo que se ajustara mucho a mi imagen, y suponía que era por eso que yo había preferido mantenerlo en secreto. Por un momento en el que miré de soslayo a la Granger de cabello negro y ojos violetas, pasó por mi mente la posibilidad de confesárselo, ella también estaba familiarizada con la noche y sus poderes, aunque solo tuviera una vaga idea de sus conocimientos. Pero no pasaría de aquella noche sin que confirmara su real interés en el asunto, sus conocimientos, y si podría ser una buena aliada en la búsqueda de conocimiento. -Créeme, la luz de la luna y el agua que emerge de las entrañas de la tierra tienen más que un efecto relajante, Valeskya, el efecto es abrumadoramente delicioso, y algo me dice que con tus habilidades arcaicas, puedes potenciarlo aun más -Quizás había hablado más de la cuenta, pero al fin y al cabo era una buena forma de despertar su curiosidad.- Por cierto, no sabía que en el callejón hubieran aguas termales ¿cómo lo hicieron? Puse los ojos en blanco cuando la eternamente joven mostró toda su cobardía ante las magias más oscuras que le había mencionado hacía unos instantes. Mataba para comer, pero no mataba con fines de conocimiento o laborales, era casi una hipocresía, además, con una eternidad por delante, el karma era algo para lo que siempre teníamos tiempo de enfrentarnos. Sonreí un tanto indignado ante su sentencia, pero suponía que era mi culpa por haberme expresado mal. Sin embargo, tratándose de ella, dudaba que dijera lo que dijera, pudiera redimirme. -No seas cobarde -comenté con una risita- solo es para adquirir más conocimientos, para experimentar... No es nada que un alma o dos no solucionen, no vas a quedar como una pasa, te doy mi palabra. -La tomé del brazo.- Propongo que me guíes a las aguas mientras hablamos de esas magias más oscuras y las aguas termales y ¡Ah! Hermanita, si van clientes con sed de sangre, y dicen que van a matar a alguien luego de que les vendo la varita, yo no puedo hacer nada. Mi trabajo es venderlas, no puedo hacerme responsable por el uso que les den, como tu no puedes hacerte cargo de la pureza de las intenciones para los amarres, ¿no? @@Valeskya Granger
  4. Consumibles en Batallas Nombre: Link a la certificación: enlace Nota: No se permiten más de 5 consumibles en inventario. Consumibles especiales: Nombre: Link a la certificación: enlace
  5. Libros de Hechizos Nombre: Libro del Aprendiz de Brujo Nivel: 1 Link a la certificación: enlace Habilitado para su uso: Sí Nombre: Nivel: Link a la certificación: enlace Habilitado para su uso:
  6. Criaturas Mágicas Clasificación X: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXXX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación XXXXX: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Criaturas en la Reserva: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de puntos en criaturas:
  7. Pociones Mágicas Clasificación A: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de puntos en pociones:
  8. Objetos Mágicos Clasificación A: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AA: Nombre producto: Varita Mágica Puntos obtenidos: 20 Link a la certificación: enlace Nombre producto: Reloj Mágico Familiar Puntos obtenidos: 20 Link a la certificación: enlace Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAA: Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAA: Nombre producto: Águila de la Sabiduría Puntos obtenidos: 80 Link a la certificación: enlace Nombre producto: Navaja Mágica Multiuso Puntos obtenidos: 80 Link a la certificación: enlace Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Clasificación AAAAA: Nombre producto: Armario Evanescente Puntos obtenidos: 160 Link a la certificación: enlace Nombre producto: Puntos obtenidos: Link a la certificación: enlace Total de puntos en Objetos: 360
  9. Indice de Bienes Objetos Mágicos: Clasificación A: Clasificación AA: Varita Mágica. Reloj Magico Familiar. Clasificación AAA: Clasificación AAAA: Águila de la Sabiduría. Navaja Mágica Multiuso. Clasificación AAAAA: Armario Evanescente. Pociones Mágicas: Clasificación A: Clasificación AA: Clasificación AAA: Clasificación AAAA: Clasificación AAAAA: Criaturas Mágicas: Clasificación X: Clasificación XX: Clasificación XXX: Clasificación XXXX: Clasificación XXXXX: Criaturas en la Reserva: Libros de Hechizos: Libro del Aprendiz de Brujo. Poderes de Criaturas: Tipo de Poder: Consumibles en Batallas: Nombre:
  10. -No lo dije con ánimos de ofender... -Aclaré a ultimo momento, poniéndome a la defensiva. ¡Y que se atreviera a reprocharme nada! Era más que esperable. Pero no había dicho nada más, y al final eran cosas que estaban en mi cabeza. No sabía si era el sacrificio de la gallina, el insoportable olor a copel, con cera derretida y algo de sangre, o lo que fuera, pero acababa de darme cuenta que había respondido teniendo en cuenta los sentimientos de mi hermanita. Una sombra de dudas nubló mi mente ¿Y si todo aquello de los símbolos en sangre había sido una especie de embrujo para cambiar mis actitudes hacia ella y volverme poco menos que un perrito dócil? No, no lo tendría tan fácil, esperaba... Reí un poco ante el comentario de la mente abierta de la gallina (?) tal vez lo estaba malinterpretando, pero desde mi punto de vista, si tenía la mente abierta a cosas nuevas, como la desdichada criatura, acabaría degollado y mi sangre se usaría para símbolos en piel humana. Lo cierto era que aquello hasta había sido divertido, si bien no dejaba de reconocer lo espeluznante que habían sido las cartas, que por momentos hacían latir mi corazón para detenerlo otra vez. Me llevaría un tiempo digerirlo y actuar en conciencia; aunque si me lo preguntaban, estar allí cubierto de sangre de ave era un buen inicio para dejar mi rigidez. El suspiro que la ojivioleta exhaló, me hizo sonreír con cierta ternura, no era la primera vez aquella noche que me recordaba a la Luna que había conocido en un principio; aquello me daba cierta tranquilidad, me daba pequeños indicios de que la mujer dulce alegre estaba en el interior todavía. Le dirigí aquella sonrisa a la matriarca Granger y puse mis dos manos en sus hombros, presionándolos un poco, transmitiendo cierto ¿afecto? ¿sentimiento de tranquilidad? ¿"buenas vibras"? fuera lo que fuera hasta a mi me había hecho sentir bien. Había olvidado las ventajas del dar. -Déjame pensar... -comenté mirando un punto fijo en la pared, sin mirar en realidad. Habíamos ya pasado por la lectura de manos, la del café y las cartas, había tenido una irónica limpieza en la que terminé más sucio que cuando llegué. Podría solicitar un baño en sus aguas especiales, aunque tendría que consultarlo, pues lo que esperaba es que potenciara los efectos de la limpieza espiritual y no que los eliminara. Además tenía otras curiosidades, por ejemplo si cargaban piedras con fines energéticos y de protección, aunque más bien necesitaría comprar una cantera entera. Sin embargo, mi afición por ir a lo prohibido no me dejaría tranquilo, si no lo preguntaba al menos... -Bueno, pues todavía podría darme un baño en las aguas termales, si no es que borra los efectos de la limpia, también quiero saber si cargan piedras, y que clase de talismanes venden, además de las lociones y sus efectos, estoy dispuesto a probarlas. Pero... -Y la miré fijo con una sonrisa un tanto cómplice- en el pasado llegué a leer de magia arcaica más oscura -me acerqué a su oído- magia de sangre, yuyus y vudú, y no de los que hacen cosquillas... Por supuesto que además de mi nueva curiosidad, todo es con fines informativos para darte una buena promoción. Te sorprendería cuantos de mis clientes compran varitas con intenciones de causar un mal o con fines vengativos, te llenarías de oro. -Le guiñé un ojo con cierta picardía... @@Valeskya Granger
  11. Aquellas cámaras de alta seguridad para magos y brujas siempre me habían resultado llamativas, si bien acceder a ellas por los secretos y no tan secretos caminos subterráneos del famoso banco inglés no era tanto de mi agrado, me hacía sentir poderoso tener la mía propia. Allí dentro era libre de tener todo decorado como quisiera, ordenado tal cual mis caprichos, y sin dudas seguro. Para alguien naturalmente desconfiado como yo, aquel lugar tan seguro era casi un santuario erigido en mi honor, lleno de objetos que narraban mi tiempo recorriendo este mundo, y con espacio suficiente para una eternidad más. Los pisos de mármol negro, el techo abovedado sostenido por sendas columnas de la misma piedra, y el mismo color, sin embargo las paredes estaban empapeladas con un color gris claro, y las enredaderas del papel estaban bordadas en hilo de oro. Sendas arañas de cristal estaban colocadas de forma simétrica a lo largo de toda la habitación para que la oscuridad no opacara los tesoros que tanto amaba. Sin embargo aquellos que consideraba sumamente especiales, estaban iluminados de forma exclusiva por orbes que flotaban alrededor de cada objeto. En el centro de la bóveda, justo donde estaba parado, había un heptágono en mármol con mis iniciales en una intrincada caligrafía ¿Aquello era necesario? Para nada, seguramente si Valeskya lo viera me mataría allí mismo por tanta pomposidad, pero era mi lugar en el mundo y podía decorarlo cómo se me plantara la real gana. Sobre mi cabeza había un candelabro ridículamente grande que no era que diera una luz realmente buena, pero me encantaba cómo se veía, así como las antorchas de piedra, en las que refulgía un fuego esmeralda, y que coronaban cada punta de la figura, menos la principal, que estaba libre, señalando un espejo. Comencé a caminar por la estancia, acompañado por el sonido del taco al chocar contra la piedra y con una sonrisa comencé a mirar lado a lado todas las cosas: A la derecha pude vislumbrar una montaña de monedas de oro, con algún que otro zafiro así como esmeraldas y rubíes por ahí, las había saqueado hacía muchos años ya... A la izquierda tenía una vasta colección de armas: Mandobles intrincados, hachas de aspecto mortífero, fanes elegantes, estoques, cimitarras, espadas de una mano, katanas, y también hojas gemelas. Una generosa colección de dagas con hojas de distintos largos y colores, algunas dentadas y otras no. En una vitrina especial habían tres espadas encantadas: Una de ella cubierta por una densa nube negra, la hoja no se veía siquiera, su opuesta, una angelical, que irradiaba una luz blanquecina; solo de verla transmitía al paraíso y la última era una completamente hecha de diamante que irradiaba una luz que parecía conformada por partículas de oro: Mano de Midas le llamaban. Junto a esta colección de armas, había armaduras: muchas de ellas eran de los desgraciados portadores de las espadas que ahora exhibía mi colección privada. Los había de varios tamaños, de varios colores, más pesadas y más livianas, y de materiales como el adamantal, la azurita, el electrum, y las piedras de maná. Las propiedades mágicas de algunas de ellas habían sido objeto de canciones de bardos medievales, y de la locura de muchos aventureros que no habían podido llegar hasta donde yo llegué sin mayor problema. ¡Cómo me gustaría volver a esos años dorados en los que arriesgaba mi vida una y otra vez sin pensar! Volviendo sobre mis pasos, al otro lado de bóveda, estaba toda la joyería que había conseguido: Collares, gargantillas, diademas y coronas; esclavas, anillos, relojes pendientes, brazaletes y pulseras. Muchas de aquellas cosas tenían propiedades mágicas que se presumían benévolas, y otras estaban irremediablemente malditos. También tenía allí junto una variopinta colección de gemas, algunas conocidas por el hombre, otras tan extrañas que nunca nadie las había imaginado, ni las imaginarían jamás, pues eran completamente mías. Frente a aquella vanidosa colección estaba mi biblioteca privada. Con tomos más antiguos que yo mismo, algunos, verdaderas reliquias que el mundo también desconocía o daba por perdidos. Hice una mueca, sin duda uno de mis defectos fatales era el egoísmo; estaba negando a la humanidad conocimiento casi universal, las respuestas que hacía años buscaban a preguntas existenciales. Enseguida la mueca se transformó en una sonrisa sádica y en una carcajada estruendosa. No faltaría oportunidad para que me recostara en el diván a leer alguno de esos textos, o bien los estudiara en profundidad en el escritorio allí junto. Por allí cerca, en un oscuro rincón, estaban mi armario evanescente, y mi reloj familiar. Eché un vistazo a este último para comprobar con satisfacción que toda la familia estaba bien y regresé al heptágono de mármol blanco. Mirando al frente y sin dejar de sonreír había un espejo con marco de oro que se perdía en el techo. Aquel artefacto estaba encantado para responder a mis pensamientos, por lo que, si quería ir al diferente hábitat de mis criaturas mágicas solo tenía que reflejarme en él y requerirlo mentalmente. Así podría pasar de la pradera, al fondo del mar en un santiamén. El espejo también me llevaba a otras áreas de la bóveda, como por ejemplo la bodega personal en donde guardaba, vinos, whiskies, néctares y elixires entre otros brebajes que valdrían no una, sino varias fortunas; nunca había probado ni una gota de aquellas bebidas tan preciadas me hacía sentir bien tenerlas ocultas del resto. Asimismo, también podía tener acceso a mi galería personal, con obras de arte exquisitas, de artistas muggle de renombre y otros que murieron sin ser conocidos pero que de haberlo sido, sin dudas los habrían superado. Sin embargo aquellas obras de arte perdían significado ante las pinturas que personalmente había encargado, pinturas de personas que amaba. Eran mi mayor tesoro. Sonreí volviendo una vez más al pentágono del centro, y con una sonrisa de oreja a oreja, contemplé mi legado eterno; el que compartiría con mis hijos, nietos, bisnietos y todas las generaciones venideras, por toda la eternidad. Perfil de Comprador del MM: 331 Indice de Bienes Objetos Mágicos Pociones Mágicas Criaturas Mágicas Libros de Hechizos Poderes de Criaturas Consumibles en Batalla Fecha de Próxima Actualización:
  12. Con las palabras con las que el muchacho de cabello azul explicaba la situación, solamente lograba confirmar la relación conflictiva que el joven Granger tenía con aquella habitación. En cuanto encontrara la forma de sacarlo de allí pondría un encantamiento para que no pudiera volver a entrar. Era por su seguridad. De momento lo importante era que saliera de allí, pero tampoco me atreví a entrar, había visto el bucle en que el hombre estaba metido; y a decir verdad, tenía miedo de asomarme al arco que separa el comedor del recibidor y sufrir lo mismo que el joven. Pero de todas formas tenía que confirmarlo, así que no tuve más que resignarme. Miré hacia donde quería, y a la vez no quería ir, para ir asomándome poco a poco, como queriendo engañar a la tramposa habitación, sin quitarle los ojos de encima al recibidor como si se tratara de la decisión que requerimos para aparecernos, pero en este caso era algo tan simple como atravesar un umbral. En efecto al pasar, cerré los ojos, y al abrirlos, estaba en el comedor otra vez. Sonreí amargado y resignado, sin entender nada y esmerándome por no entrar en crisis pensando en Seishiro y que compartiera la misma suerte que nosotros. Sinceramente había tenido la infantil esperanza de que aquel efecto solo fuera para humanos. -Me apartaré tanto como pueda, pero ya ves que no puedo salir... -dije mirando el recibidor con anhelo, sin prestarle atención al de pelo azul. Aquel día había sido un auténtico desastre y parecía no tener fin ¿Qué más faltaba? Perdí mi presa, se habían llevado a mi hijo sin mi permiso y ahora estaba encerrado en el comedor, de todas las habitaciones de la mansión justo esa tenía que ser, la menos útil y la más aburrida. En cuanto escuché la pregunta incrédula de Apolo, voltee a ver lo que lo tenía atónito, y no pude menos que sufrir su misma reacción. Unas simples monedas que tampoco parecían poder escapar de la cocina, estaban suspendidas en el aire, chocaban entre sí, y alcanzaban altas temperaturas y vibraban furiosas entre chispas. Abrí los ojos como platos en cuanto vi que las monedas se dispararon descontroladas, y sí, atravesaron la cocina. Una de ellas incluso rozó mi oreja en un silbido furioso, y fue a parar a quien sabía dónde, pero no me lastimó. ¿Cómo era que se había dado aquel efecto en unas simples monedas de oro? el muchacho solo las había lanzado, y habían logrado atravesar la habitación, sí, pero de una forma completamente destructiva. Nada de aquello tenía la menor razón de ser. En la mansión de la familia Granger habían pasado cosas extrañas, pero nunca algo así. Me había parecido haber escuchado alguna vez que si las cuatro matriarcas originales se reunían se desataría el apocalipsis ¿Habrían llegado las dos restantes? No había atinado a decirle a Apolo que se cubriera cuando ya estaba cubierto por los cristales de una ventana rota. Tampoco pude comprobar su estado de salud cuando en medio del caos la mansión crujió como si el mismo Satán quisiera abrir las puertas al infierno en aquel lugar, para él y todo su cortejo; reafirmando mis teorías apocalípticas, que en medio de una tormenta interna, un haz de luz me cegó y cuando recuperé la vista, solo un par de segundos después, estaba tumbado en el suelo, rodeado de escombros, cuan la basta mesa de comedor rota a mi espalda y una figura sobre mí. Quien me aplastaba, era un muchacho completamente idéntico a Apolo, pero con el cabello de un color intensamente rojo. Instintivamente miré a la cocina, para encontrar a otro Apolo, el Apolo que todos conocíamos, con su cabello azul, que miró la escena sin hacer nada más que estar boquiabierto. Normal, no podía salir. En tal estado de situaciones, no sabía por dónde empezar a cuestionar la lógica, puesto que cada vez que lo hacía, ocurría algo todavía más ilógico, por lo que opté primeramente por tomar al muchacho que reposaba sobre mi cuerpo y quitarlo de encima; mas tenía un olor conocido que me despertaba instintos impuros. -Sangras... -musité apartando mi mano ahora manchada de un exquisito rojo, de su brazo lastimado, sin poder quitarme al hombre de arriba. Mis ojos brillaron con el insano color naranja de la sed de sangre y a pesar de que era el calco de mi sobrino, no me resistí a lamer los vestigios que ensuciaban mi mano. Nunca había tenido la osadía de probar la sangre de otro Granger, si es que aquella copia podía ser llamada Granger, Sin embargo algo no podía negarse: era deliciosa- ¿Necesitas ayuda para salir de arriba mío, Apolo? -Pregunté recuperando la compostura un poco.
  13. Que falta de puntualidad la de la Granger, sonreía indignado, buscándola con la mirada pero sin encontrar nada más que comensales felices, lo que no era malo, aquello significaba que nuestras arcas se estaban llenando. Por un momento se me ocurrió la indignante idea de que la alarmista misiva sólo había sido para que acudiera a ver lo próspero de nuestro local y en consecuencia me esmerara un poco más en las sonrisas fingidas y en las palabras amables. Yo no me consideraba mal actor, pero no pude evitar sentir una punzada de vergüenza y culpa. -¿Ah? -dije saliendo de mi ensimismamiento, cuando una joven de rubios cabellos y ojos verde azulados me preguntó si conocía el paradero de mi prima de cabello negro- al parecer buscamos a la misma persona, no sé a ti, pero me citó acá a las seis y no ha llegado. Mi vista se perdió por un momento. ¿Y si ya se había muerto? Era cierto que yo solía pensar en la muerte, quizás lo hacía mucho, también era consciente que no había Granger que no fuera dramático y exagerado pero eso no quitaba que hubiera escrito «de vida o muerte». Volví a dirigir la vista a la joven y sonreí un poco a modos de disculpas por mi falta de educación. A juzgar por su atuendo no venía por una invitación de Fiamma para que hiciera uso de nuestras instalaciones, aunque la ropa se podía cambiar, algo me decía que quizás, la había atraído para que se dejara los galeones en la cafetería (?) -En vista de que Fiamma no llega, ¿te gustaría algo de beber? -Ofrecí haciendo un gesto para que se acomodara en una de las mesas. Era lo menos que podía hacer, no era cortés que estuviera allí de pie esperándola. @ @
  14. Aquel día tocaba cumplir mis obligaciones en el local de la familia. Bufé, ya que nadie me veía, no me gustaba el trabajo de recepción y me preguntaba quien había sido el responsable de mi martirio en aquel mostrador. Seguro aquello había sido obra de Valeskya, quien sabía muy bien que la atención al público no era mi fuerte, al punto que llevaba varios años al frente de un local que se dedicaba a vender varitas y nunca había tenido la verdadera obligación de dar la cara. No entendía por qué la insistencia en castigarme así, si el trabajo de escritorio era lo que mejor sabía hacer. Pero allí estaba, con cara de perro mientras nadie se acercaba y con una senda sonrisa fingida cuando alguno de los clientes necesitaba algo o algún transeúnte curioso pasaba a preguntar las tarifas y los servicios; y en aquel soleado y empalagoso día, habían habido varios. También habíamos conseguido un par de afiliaciones y aquello era bueno; nos asegurábamos que podríamos mantener el techo de la mansión Granger un tiempo más (?) Y aun sabiendo aquello no podía controlar mi malhumor. Necesitaba un entretenimiento para matar el tiempo allí o enloquecería. Me extrañaba que a pesar de estar postrado allí, no habían aparecido tan siquiera ninguna de mis primas a saludar o a comentar alguna cosa pero ocultando la verdadera diversión que aquello les causaba; no eran tan descaradas como la matriarca Granger de ojos violetas y cabello negro. De repente, cuando jugueteaba con la varita de pino entre mis dedos, caí en la cuenta que no solo la familia estaba dispersa sino que el volumen de gente había disminuido. Tenía que actuar rápido si quería liberarme de aquello: como distraído incendié los formularios para los que quisieran afiliarse y desaparecí las cenizas. Sonreí triunfante cuando mi plan había pasado de fase, ahora la siguiente: ir a la oficina a buscar más formularios, porque aunque se caía de maduro que iba por mí mismo a buscarlos porque quería huir de la recepción, ya que cualquier otro hubiera simplemente materializado más u ordenado a los elfos que trajeran otra pila, yo me tomaba la molestia de ir personalmente por ellos. De paso miraba a un lado y a otro, los sudorosos humanos con cara de satisfacción y decisión al trabajar sus músculos o quemar la grasa que tanto los acomplejaba y fastidiaba. Pero al llegar a la oficina un elfo me sobresaltó, cuando apareció con su tradicional y sonoro crack y una reverencia, y me entregó una carta de Fiamma. La alarmante misiva me citaba a las seis de la tarde en la cafetería. Aquello me dejó pasmado, no se me ocurría nada que pudiera significar que mi prima necesitara tan fervientemente mi ayuda, ella era fuerte, resuelta e independiente. Sin embargo... no estaba demás pasar a ver, no podría lidiar con la culpa si algo le pasara a cualquiera de mi familia. Tomé los formularios y retorné a la recepción, pero mi mente estaba perdida en un sinfín de oscuros motivos para aquella carta y el tiempo pasó volando. A las seis de la tarde en punto, cruzaba las puertas de la cafetería esperando ver a la Granger allí. Como había estado trabajando no estaba ataviado con ropa de gimnasio sino que usaba zapatos oxford negros y un traje sport azul marino sobre una camiseta negra. En aquel lugar mis ojos zafiros solo veían tranquilidad ¿Qué estaba pasando? ¿Para qué había sido citado? @
  15. ¡Vaya días estaba teniendo! A veces y cada vez más a menudo deseaba desaparecer de Ottery por un tiempo indefinido, el mundo era inmenso y yo me auto confinaba en aquel pequeño y lujoso pueblo, en una rutina cómoda, matando poco a poco instintos que menos de una década atrás estarían a flor de piel. Como si fuera incapaz de contradecirme, y la prueba de mi pensamiento, era que me entraba una desesperación por entrar a ese abismo al que llamaba hogar, servirme una copa, o mejor dicho, ordenar que me trajeran una copa, y poner los pies sobre la mesita de café mientras contemplaba algún punto fijo. Avanzando rápidamente pero lo suficientemente despacio para comprobar con una pequeña sonrisa que la mansión Granger no se veía tan desolada como en otras ocasiones en las que parecía una eterna decoración para Halloween, que por cierto, ya se acercaba. El césped recortado, iluminado por orbes de luz que flotaban a cada lado del camino, los lazos del diablo que restallaban contra los insectos, alimañas y cualquier cosa que se acercara a ellos, y si me concentraba un poco, podía sentir el agua de la fuente de nuestros jardines privados. Sonreí, era una mansión que nos describía a todos nosotros, aparentemente normales, pero así como el lazo del diablo y otras "sorpresas" los habitantes también teníamos secretitos que podían ser letales. Al menos eso me gustaba pensar a mí. Me había vuelto cómodo, sí, pero no dejaba de pensar en la muerte, y a decir verdad, no podía asegurarlo, pero tenía la sensación de que era el Granger que estaba obsesionado con ese tema. Bien, mientras lo controlara no espantaría a nadie, aunque tampoco era fácil asustar a los variopintos miembros de la familia. En cuanto me paré frente a la inmensa puerta blanca esta se abrió y Kraven, tras saludar con una profunda reverencia tomó mi saco verde botella y desapareció tras otra reverencia. Los más pequeños de la más reciente generación Granger, jugaban en la sala, los saludé a los tres pero no me entretuve con ellos, tal como estaba dispuesto fui directo al sofá y cómodamente puse mis pies sobre la mesita de café, guiñando un ojo cómplice a los pequeños para que no me delataran ante las matriarcas. Por un momento pasó en mi mente que debía dar el ejemplo y no incitarlos a subir los pies sobre la mesa, pero al final decidí que diría lo que dicen todos los padres hipócritas a los niños «yo puedo porque soy grande y en esta casa mando yo» a veces... Pero eso ellos no lo sabían, ninguno había visto como en la venta de garaje Zahil me había invitado con firmeza a alejarme de la mujer asiática tanto como pudiera. -Amo... -la fea criatura hizo una reverencia a mi persona y otra los pequeños, y luego me entregó la copa- Kraven cree que debería decirle que el amo Apolo está actuando raro... -levanté una ceja para que aclarara la explicación, mientras daba un sorbo a la sangre tibia- Kraven ha visto que el amo Apolo sale de la cocina, pero cuando sale vuelve a entrar en la cocina una y otra vez. -Titubeó antes de seguir, pero hizo una reverencia y desapareció. Naturalmente, no entendí nada de la explicación que dio la criatura. Di otro sorbo teniendo recuerdos de la última vez que supe que Apolo había estado en la cocina, había aparecido hecho un estropajo humano, cubierto de sangre y apestando a alcohol. Al Granger de cabello azul siempre le pasaban cosas extrañas en la cocina. Con aquello en mente, me levanté del cómodo asiento y decidí ir a confirmar lo que el elfo estaba diciendo. Atravesé las salas hasta pararme en el comedor y cruzarme de brazos, observando como el muchacho despotricaba cada vez que intentaba cruzar aquel arco que separaba las dos habitaciones pero volvía a aparecer en el centro de la cocina. -¿Qué demonios...? -me pregunté con el ceño fruncido mientras bebía otro sorbo de aquel liquido rojo- Apolo, ¿qué está pasando? ¿Necesitas ayuda...? @@Apolo Granger
  16. Aquello ya era un mar de gente, tal como esperaba. Juv tenía que verse siempre rodeada de su gente o no se sentiría seguro, y si bien era cierto que yo no esperaba que al final Zahil hubiera decidido irrumpir en aquel lugar. Escuchaba los reproches y exigencias de la Malfoy y lo atribuía a mi miedo de estar a solas con ella. Era extraña su conducta, para no querer a nadie de mi familia, hasta aquellos minutos cargaba a mi hijo en su vientre y quisiera o no compartía la misma sangre que ella, y que yo. Además... si eramos familia, era normal que alguien de los míos pudiera ser parte de ese emotivo. -No te confundas, yo no traje a Zahil conmigo, ella vino por iniciativa propia -aclaré sin inmutarme, mientras escuchaba como siseaban dos mujeres fuera de la oficina. Sin duda hubiera sido más divertido ver a mi prima y su lengua afilada en acción que estar en aquella oficina escuchando sandeces. -¿Con eso decides atacarme? Veo que aun estás resentida, y hablas sin darte cuenta que tú misma te redujiste a ser un capricho que no alcanzó a lo que sentí por amores del pasado. Tienes que aprender cuando detenerte, te hundes a ti misma. -Hablaba con serenidad, aunque por dentro me regodeaba, si fuera otra persona la que me echara en cara aquello, quizás si hubiera sido un golpe bajo, pero conociendo a la Malfoy, no podía tener ese efecto.- Podría comentar sobre tu ex marido y tu largo historial intermedio pero prefiero no hacerlo y atentar contra mis modales. Juv estaba acostumbrada a que todo en su vida era un "si" a que sus planes se cumplirían tal y como ella había dispuesto, a rodearse de gente que acataría sus ordenes sin chistar y en definitiva a ser obedecida. El problema es que se confundió con mi ser pacífico, mi elegancia y mi cortesía, y si bien era un hecho de que tenía una capacidad de adaptabilidad que ella carecía, no terminó de ver que yo también sabía imponerme. La prueba de aquello fue cuando exigió que pidiera a Zahil que se retirara -Respecto a San Mungo, no sé por qué lo consultas conmigo si al final vas a decidir lo que tú quieres por un miedo irracional -me encogí de hombros, no tenía caso insistir en el tema en aquel momento si de todas formas faltaban meses para aquello.- Estás malacostumbrada a que tus esbirros harán lo que les digas, desgraciadamente, yo no soy uno de ellos, y no le diré a mi prima que se vaya. Es mi familia y por lo tanto la de tu hijo -miré a la puerta de reojo, la vampira de cabello bicolor no había entrado en la oficina aun, tan solo porque no lo había querido. Como si la mujer no pudiera sino darme la razón con sus acciones, un hombre de cabello negro y ojos verdes había irrumpido en la oficina con palabras que invitaban a la conciliación pero con advertencias teñidas de sangre. Haber reído o siquiera haber levantado una ceja incrédulo, o fruncir el ceño desconcertado hubiera sido una descortesía, por lo que me limité a mantenerme inexpresivo mirando a la sonriente parejita. -Un placer, Mefistofeles. Joaquín Granger -dije con un asentimiento de cabeza. Lo que pasó a continuación fue la muestra de que Juv no pudo seguir sosteniendo la situación, aun rodeada de su gente, terminó fallando. Confesó su pecado, el cuando y el cómo. Clavándome los ojos azules tan intensos empezó a escupir cada palabra, mientras yo me mantenía imperturbable ¿Acaso creía que todos los Granger nos habíamos mantenido tranquilos? Aquel examen de ADN había sido sospechoso, los lugares que ella escogía eran siempre suyos o de sus aliados, y si no hubiera tenido nada que ocultar, tampoco habría tenido nada que temer. Cuando terminó de confesar que el padre era el hombre que la abrazaba ya no pude contenerme y una sonrisa burlona y triunfante se pintó en mi rostro y pronto se tornó en una larga carcajada. -Aquí la única que cayó en una trampa fuiste tú, Juv -titubee un momento antes de revelar como habíamos logrado desenmascararla.- Desde que no toleraste mi negativa a darte una segunda oportunidad sabía que no te ibas a rendir para conseguir lo que querías. Que llegaras a querer atarme con un hijo era bajo, muy bajo, pero esperable. Claro que tu postura a la defensiva y que no aceptaras lugares neutrales, así como tu negativa absoluta a que mi familia formara parte del embarazo, te quitaron credibilidad. Admiro que aguantaras tanto, sinceramente, creí que me lo ibas a confesar en aquel local cuando intentaste besarte y me aparté... -¿aquello quizás había sido un golpe bajo? Bueno, ya no importaba- Ahora... -clavé mis ojos en el hombre por un segundo, y volví a mirar a la encolerizada Malfoy- ¿Recuerdas lo que te dije sobre hundirte sola? -sonreí divertido,- acabas de confesar frente al padre biológico del niño, que ibas a usar su descendencia para atarme a mí, que le ibas a negar la paternidad ¿te das cuenta? Es incluso triste ver hasta donde llegas para obtener lo que quieres, y ni siquiera lo lograste. -Por cierto, Mefistofeles, enhorabuena por la criatura en camino -le dirigí una ultima mirada. Sonreí con suficiencia y me di la vuelta haciendo resonar el taco del zapato de zuela en el piso, abrí la puerta de la oficina y sin dejar de sonreír di un asentimiento de cabeza a la joven que momentos antes discutía con la Granger, y a esta ultima le dediqué una sonrisa triunfante. -Nos vamos, Za -dije haciéndole un movimiento de cabeza, para luego volver a soltar una sonora carcajada- supongo que escuchaste todo, todo salió tal cual lo planeado ¡Incluso mejor! Gracias por tu ayuda para acabar con esta farsa, sin esfuerzo lograste hacerles perder la compostura. @ @ @@Emilia Malraux @@Mefistofeles Evil
  17. -Es un placer conocerlos -dije con una sonrisa cortés, sin dejar de pensar que ello no pensaban lo que yo por lo menos me limitaba a fingir expresarles- Mi vida ha estado bien, tranquila, no hay mucho que decir al respecto -respondí con un encogiemento de hombros.- Me alegra que todo vaya bien en tu vida también -Posé mi vista uno a uno según los nombraba y volví la vista a la rubia para aclarar cierto punto- Tranquila, no iba a mandar un mensaje a mi familia, ellos tienen otras cosas que hacer -«Sin contar que este tema del niño no les causa nada de gracia...» Escuché la explicación seguido del reproche de la rubia de ojos azules, sinceramente no podía haber esperado otra cosa, y ante la posibilidad de levantar una ceja indignado con sus palabras, me mantuve con expresión serena e imperturbable. Había sido ella la que me había prohibido acercarme y quien sentenció que quizás y me dejaría conocerlo después de que hubiera nacido el niño. Reconocía que había tomado una postura cómoda al respecto dejando que se cumplieran los planes de Juv, cuando mi papel debió de haber sido otro, pero mi justificación era que lo mejor siempre sería no increpar a la futura madre por el bien del pequeño. -En realidad, Juv, solo hice lo que me dijiste cuando te rechacé -no sabía que tan bueno había sido decir eso, pero ya no había marcha atrás- me dijiste que no me acercara y no lo hice. Lo mejor para el niño es que no te alteres y mi presencia no es lo que más te tranquilice a decir verdad. Confiaba en que si sucedía algo me enteraría. -No, gracias, antes de venir bebí un poco de sangre -negué con la mano, tomando asiento. Reí un poco ante la postura defensiva de la Malfoy, era consciente de que las sustancias nocivas para los humanos no nos afectaban, y el pequeño era un vampiro por ambos padres. Sería más fuerte que muchos de la especie- Tranquila, no te lo cuestionaré, sé que no le afectará. -Consideré unos segundos la pregunta, aunque me parecía bastante obvia, no dejaba de extrañarme que ahora me tuviera tan en cuenta, si ella siempre era la que disponía todo.- San Mungo es el lugar que da más garantías desde mi punto de vista. -¿Escuchaste ese escándalo? -dije afinando el oído y sonriendo mirando al piso- parece que mi familia quiere estar presente... -era cuestión de segundos para que Zahil irrumpiera en la oficina. Su tono autoritario era inconfundible. @ @
  18. Ataviado con un traje de raya diplomática negro, zapatos oxford del mismo color, y corbata color borgoña con un intrincado entramado que pasaba desapercibido, había desaparecido de la mansión Granger dónde hasta hacía minutos atrás disfrutaba de una sangrienta copa para acudir a una citación de la que no estaba muy seguro de como reaccionar, pero que sería interesante, eso sin dudas. Ahora estaba en el Callejón Diagon frente al hotel de la dama que volvía a hacerme una invitación a aquel lugar tres meses después. El hotel ya no me parecía deslumbrante como la primera vez, es más, hasta notaba un aire hostil. Hostilidad era todo lo que recibía -en mayor o menor medida- desde que había osado decirle que no a la caprichosa hija del Ministro de Magia. Tenía su gracia todo aquello: Por mucho que la mujer se desviviera en hacerme sentir mal por mis negativas, que se frustrara porque las cosas no salían como ella quería y después me atacaba con una frialdad que a cualquiera abrumaría, pero no a mi. Parecía que no se daba cuenta que era imperturbable y estaba negada a que si no perdía la cabeza ante sus encantos, tendría que perderla ante sus maldades. No era un simple humano, su forma de ser no era tan diferente a la mía en muchas situaciones como para no saber como actuar. -Vengo por una invitación de la señora Malfoy... -Me anuncié en recepción. Como entrenado para la descortesía hacia mi persona, el recepcionista ni asintió y empezó a caminar así que lo seguí; afortunadamente para la prosperidad del negocio, nadie había visto ese destrato, aunque admito que me hubiera gustado que hubiera habido alguien allí para ver si el empleado era más leal a las órdenes de su jefa o al establecimiento en que trabajaba. Me limitaba a sonreír mientras miraba la decoración, al fin y al cabo aquella parte del recinto no lo conocía, mientras saludaba a los huéspedes que me encontraba por el camino. El hombre se paró junto a la puerta y se fue. -Permiso... -dije tras golpear suavemente la puerta- ¡Vaya! ¡Cuanta gente! -exclamé al ver que además de la rubia de ojos azules y yo, estábamos acompañados por tres o cuatro personas más, casi un baby shower muggle. No era nada que no me esperara a decir verdad, Juv tenía un miedo irracional a que me descontrolara, fuera de eso en mi rostro se plantó la sonrisa más encantadora, me acerqué a la mujer encinta y besé su mejilla, deslizando mi mano por el vientre y separándome al instante- ¿Cómo estás? Cuanto tiempo -Mis ojos fueron uno a uno por todos los presentes ¿Sería mala idea comentar que mi familia sabía del bebé y sabían exactamente dónde estaba y que estaba haciendo? @
  19. -Si... un significado especial, sinceramente, con eso podrías generar un temor espiritual en humanos, pero en mí, que lo que más hago es beberla casi sin mirar de dónde proviene... vas a necesitar un poco más de esfuerzo... La arrogancia volvía, ojalá que de forma indefinida, sin embargo no me atreví a sugerir que necesitaría una granja entera, incluidas cinco mil cabeza de ganados, una conejera, y la familia propietaria, siempre y cuando el número de hijos ascendiera a más de diez, pero me contuve. Valeskya parecía en su elemento y todavía inspiraba aunque fuera un poco de respeto, además para reafirmarlo andaba peligrosamente cerca con un cuchillo y una gallina en la mano, y me empujó al centro de la habitación y en instantes me vi invadido por un sentimiento de prudencia que me hizo cerrar la boca, pero no mis ojos, con lo que la miré desconfiado y lo notó. -Lo siento, entiende que si fuera yo el que te acechara con una gallina y un cuchillo afilado también estarías buscando una ventana por la que salir -dije a modo de defensa obedeciendo a mi querida hermanita. Ahí jugando a las estatuas mientras mi hermana quería ser posiblemente alguien de quien el viejo Nícolas Flamel estuviera orgulloso (?) jugaba a la alquimista, aunque solo me permitía mirarla por el rabillo del ojo para que no me regañara, y no era que viera tanto porque me estaba dando la espalda, sin embargo no pude no soltar una risita socarrona cuando sentí que algo caía al suelo y la matriarca Granger de cabello negro y ojos violetas soltaba una serie de improperios que no la hacían ver nada profesional, sino que encajaban con el perfil de una vieja bruja maníaca encerrada en el cuerpo de una doncella joven y rozagante. Sí, solo le faltaba encorvarse. Iba a comentar algo en ese momento cuando me vi interrumpido por la poderosa voz de mi hermana y el último cacareo del ave de corral. Me resultó gracioso como resaltó la última silaba de la palabra espíritu. Tampoco pude comentar ni reír ni nada porque la maldita comenzó a azotarme con unas ramas en las espalda, como religioso facineroso en la época dorada de la religión a los impíos, y yo como buen hereje buscando una salvación a mi vida, tan inmortal como la que los muggles querían salvar, me mantenía callado, pero ni por asomo sentía gratitud por aquello, que además estaba pagando. Tampoco pudo reír con el cántico que terminaba en un "SO" exagerado, porque sentí que empezaban a rociarme con aquella penetrante mezcla de alcohol y hierbas. Como yo lo sentí en aquel momento, habían dos opciones: O expulsaba toda la negatividad de mi cuerpo vomitándola debido al olor, o planeaban encenderme fuego para expiar mis pecados. Sí, de repente me vi envuelto en la historia de la religión, aunque siempre me vi ajeno a ella, porque por obvias razones no había Paraíso para mí, y luego de un tiempo de escuchar sobre el infierno que me esperaba, había dejado de ser divertido. El punto era que conocía un poco por cultura general. -Funciona... -murmuré cuando sentí la corriente de aire disminuir el resplandor de las velas en mis párpados cerrados. Ya no veía aquello tanto como una broma, aunque tampoco podía confiarme que no fuera cosa de Valeskya para darle dramatismo al asunto y tuviera aquello planeado, en definitiva, mi creencia en aquello lo tendría cuando viera algún resultado; sin embargo tenía entendido que si no creía en aquello no surtiría efecto, era una encrucijada. Sentí el contacto de los dedos finos de mi hermanita en mi cuerpo y el olor a sangre me invadió, abriéndome el apetito, y para colmo lo tenía en la cara, muy cerca de la nariz. ¿Qué tan bajo caería como para olvidar mi dieta de "desde humanos hacia arriba" que prohibía la sangre animal? -Mientras se seca la sangre, tienes que serme muy sincera -dije con seriedad- ¿la corriente de aire fue cosa de tu magia arcaica o fue algo para tu show? Por cierto, ¿la ofrenda no funciona mejor si la ingiero? Sólo es una sugerencia, no quiero poner más en duda tus conocimientos y habilidades, Val. @@Valeskya Granger
  20. No había motivos para seguir con el tema de Li y Valeskya, no era nada en contra de toda mi descendencia, había sido un perfecto intento por desquiciarme dado el secreto que rondaba al pequeño de ojos y cabello dorado, y como tal no hacía falta aclarar ni explicar nada. Ni Helena ni el pequeño que vendría en camino eran objeto del interés de Valeskya más allá de como sobrinos, claro está, aunque sinceramente, esa madre abandónica, poco y nada de atención prestaba a mi descendencia. Me alegraba que mi táctica de dejarme llevar, diera resultado; al menos la hostilidad ya no venía tanto en miradas y sus palabras se contradecían con sus gestos maternales al tener su mano sobre la mía. Insistía en que no había necesidad de guardar rencor porque lo nuestro no hubiera resultado, y aunque me hubiera gustado, lo cierto era que teníamos una eternidad por delante y millones de personas para seguir intentando. No negaba que era agradable la idea de querer compartir la eternidad con una sola persona, y ponía mi empeño en eso, pero no me desesperaba si no resultaba. Estaba mirando el vientre plano de la Malfoy cuando su fina mano de dama levantó mi cara desde mi barbilla sin ningún tipo de problemas y me hizo mirarla fijamente mientras me ponía de pie y tomaba mi mano ¿qué era aquello? ¿una especie de odio ablandado por la maternidad? Su sonrisa lóbrega parecía un duelo de su odio, o de sus intentos para que explotara sin resultara. No terminaba de darse cuenta que aquellas pequeñas muestras de afecto no me molestaban, que eran todo lo que quería para tener cierta certeza de que podríamos llevarnos bien. -Yo no te odio -dije luego de apartarla con suavidad, pero manteniendo un tono firme- lo que no quiere decir que quiere decir que vaya a volver a caer a tus encantos, Juv -me permití cierta sonrisa arrogante, rechazar los besos de odio y deseo daban una satisfacción especial, aunque no era algo fácil de hacer...- tienes una forma extraña de odiarme en verdad -Di un paso hacia atrás, aquello seguro había sido todo lo que la bella rubia no se esperaba, cuando ella solo conocía mi lado más entregado, emocional y dócil, nada que ver con el Joaquín Granger frío, centrado, analítico, el de todos los días, el que vería de ahora en más.- Si no tienes nada más que hablar de nuestro hijo, partiré, pero los visitaré pronto. @
  21. Me limité a hacer una mueca ante toda la perorata de la rubia de ojos azules. No sabía cuánto había entendido de la explicación que le di, pero tenía en la mira a Li, sí, al final me había dado cuenta de aquello. La pobre muchacha había sido primeramente pensada como mi cena, pero por caprichos del destino, y más bien de mi hermana que metía siempre las narices en dónde no le importaba, la joven seguía vivita; aquello no era del todo malo, me divertía aterrorizarla, que se hiciera la dura y que palideciera y enmudeciera ante un simple gesto. Hacía mucho tiempo no jugaba con un humano. La cuestión era que para lo del cumpleaños fue un peón de Valeskya, la que ideó todo. Como fuera, había decidido no contrariar a la Malfoy, aquello solo tensaría más las cosas y el niño todavía no era parte del mundo terrenal, como para discutir tanto sobre cosas que pasarían en su futuro, cuando el pequeño era ahora un... camarón... No sería yo el que le complicara las cosas. Por eso no había como el silencio para las cosas comprometidas, no era que me interesara que mi plato de comida en espera se relacionara con el niño, me daba igual la verdad y parte de mí tenía la esperanza que de aquí a ocho meses la joven asiática ya fuera un montón de huesos, sin embargo, no dejaría que condicionaran mis relacionamientos. -Le agradará más cuando lo consienta y acceda a todos sus caprichos -comenté divertido, aunque conociéndome aquello no era tan en broma. Juv no tenía que enterarse de aquello en ese momento...- No, no tengo nada que objetar, no veo por qué no puedas hacer vida normal, si los humanitos pueden, tú con más razón. -Confiaba en el criterio de la joven para disminuir el ritmo o de plano suspender sus actividades si el embarazo se tornaba riesgoso- Y sobre las visitas, sí, iré a visitarte y comprobar que todo esté bien, seguramente lo haga cuando acabe mis actividades diarias en los locales, pero exijo que en cualquier eventual problema, sea la hora que sea, me entere inmediatamente, ya sabes en donde encontrarme. -No sé ¿hay algo más en lo que te pueda ayudar ahora? -No quitaba mi cara embobada viendo el vientre plano de la Malfoy, ya deseaba que creciera más y más que ya se notara que había vida allí dentro. No dejaba de crear imágenes mentales de un niño, a veces rubio, a veces de pelo tan negro como la noche, jugando con sus hermanos mayores, caminando con ellos de la mano, pronunciando mal sus nombres. Era una parte tierna de mí, que nunca dejaba de ver. @
  22. Si... Reconocía que mi relación con Silverlyn no era fácil de entender, mucho menos fácil de explicar, pero lo sentí tan especial. Yo no hubiera usado la palabra "capricho" pero... reconocía que Sil había sido de las pocas sino la primera que me había dicho que no, quizás aquello hubiera influido bastante; sin embargo, no dejaba de pensar que no era solo por sus negativas, era su forma de ser, para nada complaciente, era su crueldad divertida, era, sí, su falta de interés, y también su interés absoluto. -No es algo que pueda explicarte con palabras exactas, ya sabes, todo lo que ronda la vida privada de Silverlyn es difícil de explicar, incluso si uno mismo forma parte de eso. Otra vez ese insoportable aroma a copal, la próxima vez que trabajara con una varita de copal, seguramente por asociación y trauma sentiría ese aroma tan penetrante e insidioso, además de no ser porque mi visión estaba súper desarrollada ya la habría perdido al orzar tanto la vista por la escasa luz que daban las velas. Era hasta irónico, cuando yo nací y hasta mucho tiempo después, viví a base de velas para iluminar mis noches, y sin embargo ahora me parecían tan poca cosa... a lo bueno uno se acostumbraba rápido. Sin dudas adaptarme a las nuevas tendencias, no había resultado un mayor problema para mí, así como haber aprendido a convivir aunque de forma escasa con los muggles, y usar sus aparatos tecnológicos que tanto les solucionaba la vida, e increíblemente no había generado la adicción a los teléfonos celulares o los ordenadores que muchos de ellos sí tenían; allí en Ottery seguíamos usando pergaminos, plumas, y nos comunicábamos con lechuzas y elfos como mensajeros. Era extraño como uno podía apegarse tanto a ciertas cosas y desprenderse de tantas otras. Podría haber aprovechado mi oportunidad de preguntar sobre la vida sentimental de mi querida hermanita, pero imaginaba que era un terreno peligroso, aquello por un lado me entretenía bastante, pero la verdad era que si la joven se limitaba a responder con frialdad se perdía la diversión, aunque estaba un poco agotado después de que se pasara escudriñando en mi pasado y mi futuro y sentía que mis respuestas no serían tan filosas cómo la situación ameritaba. No faltaría oportunidad para escudriñar en sus relaciones. -Empecemos, el cacareo de ese sucio animal me está enloqueciendo -dije mirando con un desprecio que el animal no merecía por ser tan poca cosa -dime que debo hacer, Valeskya-. Ahora no estaba escéptico, estaba impaciente. @@Valeskya Granger
  23. -Ya imagino que no necesitas más cuidados de los necesarios, pero aunque sean los más nimios, procuraré por ellos -dije encogiéndome de hombros. No estaba seguro de que tan bueno sería cumpliendo aquellas diligencias, pero me esmeraría por el bien del bebé- Escucharé tus exigencias, adelante -era lo mínimo que podía hacer, al fin y al cabo, no negaba que tenía curiosidad por lo que pretendía la rubia de ojos azules, ya que me relacionaba con un puñado de personas que se contaban con la mano y todos eran familia. -¿De quién hablas? -pregunté sin ocultar ni disimular mi desconcierto. Mi hermana acaba de volver de quien sabe que hoyo infernal y desde que es la inefable Valeskya Granger a duras penas se mantiene quieta como para relacionarse con personas, e incluso y jugando más a mi favor, tampoco conocía a las amistades de años de Luna. En resumen, las únicas personas que teníamos en común en nuestra vida eran los Granger, y no podía dejar de admitir con cierta pena, que no me relacionaba mucho con ellos, a pesar de que todos vivíamos en el mismo lugar. -Ignoro si estabas en la fiesta de cumpleaños o cómo te enteraste, al fin y al cabo en este lugar se sabe todo -aquello no me agradaba tanto, pero era algo que debía aceptar en cuanto decidí quedarme.- En efecto, "sustrajeron" a mi hijo de la mansión, fue mi hermana a quien le pareció divertido colarse en una fiesta sin pedirme permiso, según ella porque soy: «aburrido, sobreprotector y me hubiera negado rotundamente, o al menos le habría dado tantas indicaciones que le quitarían las ganas» -apreté un poco los labios- no puedo negar que tiene un poco de razón. Pero ya está todo bien, y no puedes negarme la posibilidad de que se relacione con mi familia, tu misma lo has dicho; de todas formas debes quedarte tranquila, ten la máxima certeza de que con el pequeño todo será diferente, para empezar, no tendré que criarlo solo. -No pido más que una relación sin hostilidades -acepté su invitación para sentir al pequeño como una especie de ofrenda de paz; seguramente con el tamaño de un camarón no sentiría nada, pero ¿qué más daba? quise creer que transmitiría alguna especie de energía al pequeño. Me arrodillé y pasé mi mano derecha suavemente por el vientre de la Malfoy. No sentí nada, pero de todas formas sonreí embobado-. Hola pequeñito... -musité con mi mano aún allí. @
  24. No fue sino hasta que me pidieron la muestra de sangre que me sentí realmente nervioso, como si aquello me hubiera hecho bajar a tierra, un transporte a la realidad. Al fin y al cabo, una carta y una pastelería podían ser cualquier cosa, pero ya muestras de sangre, eran palabras mayores. Cuando la muestra estuvo fuero, la observé con curiosidad, no era nada habitual en mí ver mi propia sangre, mucho menos que la extrajeran terceras personas. La pequeña herida cerró casi al instante de que retirara la aguja. Espabilé y me acerqué a ver el procedimiento tal como me lo indicó la amiga de Juv. Las artes de mágica médica me resultaban fascinantes, pero nunca había considerado tener talento para eso, tampoco había dedicado tiempo a comprobarlo la verdad, no creía haber tenido demasiada necesidad, pero en aquel momento, observaba con los ojos como platos como la luz naranja se movía. Normal, al fin y al cabo se trataba de comprobar algo que de confirmarse tendría efectos para siempre en mi vida, y una vida eterna no era nada poco. La cumbre de los nervios en la que retorcía los nervios con una fuerza exagerada, se dio cuando Jessie fue a comprobar algo con mi muestra. Aunque no dejaba de reconocer que aquella aguja en el vientre y directo al feto no me había hecho poner mi mano en mi garganta. Al final todas mis dudas se habían disipado, tal como pretendía desde un principio y resultaba que la criatura era un Granger en gestación. No sabiendo la mejor forma de reaccionar a la esperada e inesperada noticia, me limité a sonreír. No era ningún secreto que me encantaban los niños más si eran míos. El aire se tornó gélido en cuanto la joven pelirroja se retiró y nos dio privacidad, luego de que agradeciera sus servicios. Estaba frente a una Juv que a duras penas me miraba a los ojos, y que parecía esforzarse por dirigirme la palabra ¿Cuánto duraría aquello? Padres inmortales tenían hijos inmortales y a partir de ese momento estaríamos vinculados a través de un pequeño. Quizás cuando el pequeño fuera mayor e independiente, podríamos darnos el lujo de despreciarnos si era lo que Juv quería, pero pensando con sensatez y por un bien mayor, más valía una tregua. -Por supuesto que acompañaré todo el proceso, ya cumplimos mis exigencias, salimos de dudas y el niño que llevas ahí es un Granger, velaré porque tengas un embarazo cómodo y tranquilo -Esa vez sería diferente, no sería como con Seishiro a quien recibí en silencio un año después, o como con Helena de quien cobardemente hui y regresé cuando ya pisaba el mundo terrenal; no podía perdonarme aquello aunque ya habían pasado algunos años. No cometería otra vez el mismo error. @

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