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Joaquín Granger

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Todo lo publicado por Joaquín Granger

  1. Bienvenida siempre, prima -Saludé con otra sonrisa y un beso en la mejilla a la francesa- créeme que estoy tan impactado como tú. Pero dime ¿en qué puedo ayudarte? ¿Qué tan descortés sería no abrir la caja e incinerarla sin más en el depósito? Digo, ya que la mujer empujó la caja hacia mí, en lugar de entregarme la caja de manos a manos, como era de esperarse, no era raro que desconfiara de "la propaganda y los regalos". Si Ariane estuviera allí, sin dudas hubiera dejado que ella tuviera el honor de abrir la caja; confiaba en que Valeskya se moderaría si sabía que la otra dueña estaba allí y no generaría desastre alguno, no era por usarla de carnada, pobre mi querida socia. Pero era lo mejor para todos. Desgraciadamente ella no estaba, y el que tenía que hacerse cargo cuando el local fuera incinerado por muñequitos vudú endemoniado por los espíritus de los taladores de árboles que perecieron en su trabajo, tendría que dar la cara. No estaba seguro si el seguro cubriría aquella posibilidad. Maldita curiosidad, por haber clavado mis ojos azules en el paquete, ahora no podía librarme de abrir aquello. ¿Podría hacer que lo abriera ella con la excusa de que me explicara cómo funcionaba cada cosa? No, a juzgar por su mala cara no tenía tiempo de armar algo sólido. -Aquí vamos... -suspiré, agachándome un poco a la altura de la caja y dando vuelta mi cara. Nada saltó a morderme la oreja ni sentí que entraba algún alma ajena a mi cuerpo, así que me incorporé, y sonreí a las propietarias del local como si nada- ¡Gracias chicas! - con un movimiento de varita, los folletos se pusieron en un montoncito ordenado sobre el mostrador de cristal, el amuleto y el muñeco quedaron en la caja; el atrapasueños se colgó junto a la puerta, el cuadrito de recuerdo entre el mostrador y la puerta de entrada, para que todos lo vieran; por último, el collar de ajos fue a parar junto a mi hermana. -¿El atrapasueños está bien ahí? otra cosa ¿Cómo uso el muñeco vudú con los clientes que no paguen? Igual, no se preocupen, no lo probaré con ustedes... -agregué distraídamente rebuscando en la caja- y este amuleto ¿cómo se usa?. Escuché la sugerencia de Valeskya de hacer uno de esos rituales de limpieza en el local. Miré a mi alrededor, limpieza parecía que necesitaba, pero de las de verdad. Aunque... el polvo acumulado era casi un atractivo turístico, y quedaba bien con el muy, muuuuy antiguo local. Supongo que no vendría mal... Además era cierto, tenía curiosidad por ese ritual nominado como una exitosa muggle. Quería saber si el ritual era por Sandra o Sandra era por el ritual. Eso sí, no les quitaría el ojo de encima. Las tres unidas eran de temer, ese pensamiento no se iba. -Fiamma me ha terminado de convencer en lo que Valeskya sola, nunca podría -miré a la susodicha- lo siento hermanita, entenderás mi desconfianza -le sonreí-. Además, tengo curiosidad por el nombre del ritual.
  2. -Al menos esmérate un poco más en que me sienta confiado con lo que haces -«perra infeliz» Lo último me lo guardé porque aquello era un ida y vuelta, y parte de nuestro esfuerzo para seguir negándolo todo, era guardarse las agresiones hasta llegar a casa; o al menos hasta salir del local si no podíamos aguantar a liberar las tensiones. Mientras ella daba vuelta una y otra vez mis manos, yo escuchaba, observaba y trataba de concluir. Tenía dedos finos largos, dedos de pianista decían por ahí, y uñas cuadradas, elegantes, siempre muy prolijas, aunque eso no tuviera mucho que ver. Las palmas de mis manos estaban llenas de líneas; no sabía a qué se debía, ya las tenía así desde que era un simple humano mortal, Me agradaba aquello, siempre me había gustado pensar que cuando me leyeran la suerte tendrían mucho para decir. Lo que no imaginaba es que luego de desechar aquello como si fuera una estupidez, me encontraría sentado frente a mi hermana, ensimismado. «Ja! ¡te dije que te estabas engañando!» ¿En qué momento mi hermana lograba mirando la palma de mi mano, ganar más credulidad de mi cerebro que yo mismo? Que irritante. Pero... quizás fuera que la persona fría, centrada y calculadora era solo la imagen que yo tenía de mí mismo y no lo que representaba a mi entorno. Muy mal. No podía asegurar el momento en que se me había salido de control también aquello, era algo que sin resultados y sin suerte había tratado de descubrir a lo largo de la noche, y cada vez habían más y más cosas que aparecían y no eran como yo las veía. Los humanos decían que no tenían tiempo para hurgar en el pasado, a los inmortales el pasado los podía perseguir toda su vida si no hacían todo bien; y una eternidad era demasiado tiempo, muchos se suicidaban porque no supieron cerrar las cosas en el momento, y no pudieron lidera con ellas en el presente, por lo que no tuvieron un futuro. Patético. Como una persona responsable con su futuro procuraba no dejar cabos sueltos. Terminaba lo que tenía que terminar, ataba lo que había que atar y tapaba lo que tenía que tapar en el peor de los casos. «¡Por supuesto que sí, campeón! Por eso toda la noche te has cuestionado de las personas de tu pasado que rondan en la tierra, y además... tu y yo sabemos que lo que está tapado es fácil de destapar» Estaba verdaderamente insoportable conmigo mismo; no soportaba hacer catarsis sobre mis conductas. Pero muy a mi pesar, tenía razón, si hubiera hecho las cosas bien, no estaría tan preocupado de lo que se veía y de lo que se podía llegar a saber; tendría que estar muy tranquilo. Porque aunque fuera imposible no tener secretos en trescientos años, si estaba bien guardados, no había que ponerse nervioso. Devolví la mirada incrédula a mi hermana, con la misma y enseguida sonreí un poco bajando la cabeza. No me reía de ella, pero que me vieran leal por un momento me tomó por sorpresa al repasar a todas las personas a las que había engatusado y traicionado sin mucho miramiento. Supongo que eran personas que solo me deslumbraron un poco pero que no se habían ganado mi real afecto. Para con quienes de verdad lo conseguían, era una persona de extrema confianza, que estaría en las buenas y en las malas, creo que lo había demostrado. Lo de la calidez.... era relativo. Con Valeskya no era nada cálido, más bien solo lo era con mis niños, pero volviendo a mi hermana ¡Ella se lo buscaba, lo incitaba! La joven de cabello negro y ojos violetas se tornó pensativa y yo también. Los años en que los hermanos Granger arreglaban hasta sus problemas más ínfimos con abrazos y palabras quebradas con una bebida de por medio habían quedado en el pasado. Lo había terminado de comprobar hacía un momento. Naturalmente que aunque yo cediera y volviera a responderle con dulzura y a apoyarla con señales de afecto, ella no estaba muy dispuesta, y yo no toleraría su acidez mientras hacía el papel de buen hermano. Si quisiera entrenara criaturas, más vale lo hacía con canes de caza rabiosos. -Si te sirve de consuelo, la catarsis me está matando -dije con una mueca- puedes continuar... -y agregué rápidamente,- gracias, por todo... -Pensar en su lectura me hizo flaquear, y aunque no habíamos terminado, era que agradecimiento tenía otras connotaciones.
  3. Mis labios eran una simple línea apretada. No estaba del todo seguro en realidad del porqué seguía allí. En esos últimos segundos la expectación y curiosidad que sentía, tenían una batalla a muerte con el desesperado deseo de salir de allí y no volver, mas yo seguía allí sentado escuchado lo que decía Valeskya. Lo peor de todo es que sabía que no iba a escuchar que todo iba a estar bien si seguía como hasta ahora, porque era todo lo contrario, llevaba desde el inicio diciéndome lo mismo. Supongo que esperaba algo tan nefasto, que me hiciera cambiar. Lo peor es que en toda mi terquedad seguía y seguía manteniendo mi firme decisión de dejar que todo siguiera tal cual, a menos que el peligro inminente recayera pura y exclusivamente sobre mi familia y sobre todo sobre mi familia. Tan terco era, que aunque reconociera que debía estar al en óptimas condiciones para poder mantener todo en orden para ellos, me limitaba a forzar una sonrisa, y hacer como que todo estaba bien, cuando en realidad deseaba poder volver a tener nada más que un ligero roce con mi vida despreocupada de hacía diez años; pero que no podía ser tan egoísta. Sin dudas haber llegado y haberme quedado había sido una decisión difícil; tuve mis motivaciones iniciales, que ya no están, algunos nunca estuvieron y ya no los espero. De un tiempo hacia atrás ya no lo consideraba; me había acostumbrado a mantener una vida arreglada entre gente que era tanto o más poderosa que yo, y de la que prefería apartarme, todo por seguridad. Ahora lo veía, tantos años viviendo en soledad, haciendo lo que quería con la gente, me habían hecho olvidar lo que era la vida en sociedad, dando resultado que me cohibiera al interactuar, y resultando que me volví una mera figura bonita para ver, incapaz de hacer algo cuestionable. Simplemente asentí ante lo del elefante y el círculo. No iba a dar el brazo a torcer y reconocerle que lo había considerado estos momentos atrás. No me gustaba pedir ayuda, ni siquiera estaba cómodo aceptándola, eran cosas de otra época, en la que me había estancado. Pedir ayuda lo consideraba como un signo de debilidad y volverse una carga; irónicamente siempre estaba bien dispuesto para tender mi mano a quien lo necesitara y mereciera mi consideración, obviamente; eso para mí significaba sentirse superior, ganar reconocimiento y admiración. No me dejaron interrumpir aunque la verdad que tampoco quería llevarle la contraria; aquello había sido tan intenso que sentía que me dolía la cabeza, y a los muertos no les puede doler la cabeza, ni levantar presión, ni nada de eso. El amor me había llevado a donde estaba ahora, era el sentimiento que más miedo me daba, el más ingrato, y por el que más sufrí, y sufría en aquel momento. Siempre me decía que aquello ya había pasado, que ya no volvería a caer tan bajo como para enamorarme, y me cuidaba de no enamorar a nadie más. No me gustaba admitirlo, pero al destrozar el corazón de una persona interesada sentía que se reflejaba en el mío. Era lo único en lo que era una persona empática; quizás porque conocía el dolor. Otra vez con eso de mostrarme tal cual era. ¡Cuánta insistencia que tenía la suerte para con ese tema! Y no lo entendía del todo. No sabía si me desataría y empezaría a destrozar todo, hasta que viniera el departamento de Criaturas Mágicas, y me anularan o si simplemente me terminaría de recluir del todo. «Ya no te engañes...» En mi ensimismamiento ice un movimiento involuntario con mi brazo y chasquee la lengua, negando toda posibilidad. Ya había estado rodeado de ellos y no había pasado nada, y en situaciones un tanto comprometidas. No podía ser eso. Ya era tiempo de ver que decían mis manos al respecto. -Bien hermanita, continuemos con la quiromancia -Dije y le tendí las manos. Por una vez había preferido obviar la tensa situación y hacer de cuenta que no pasaba nada. Eso era un cambio, ¿no?
  4. No lograba entender del todo como era que habíamos llegado a esa situación, más bien, lo que no entendía era en que momento pudo Valeskya arrebatarme el control de la situación y ahora estábamos en el jardín esperando clientes; de verdad me costaba no quedarme boquiabierto. Maldita Valeskya, en un par de horas llegaba y desequilibraba todo. Bueno al menos Li estaba allí con nosotros, lejos de mi hijo y desarmada; una humana enclenque, bajita sin fuerza ninguna no podría hacer nada. Fiamma también era humana, casi me apené de pensarlo, pero ella estaba armada al menos y era más alta, aunque no tuviera mucho que ver; de todas formas no podría leer mi mente. Saludé con un movimiento de cabeza al que se llamaba Ezequiel, ya nos presentaríamos bien en otro momento. En ese momento lo que tenía que hacer era cuidar a la intrusa bien recibida por mi hermana, quien ya no solo la había acogido como invitada, sino que hasta le ofrecía un lugar bajo nuestro techo y en nuestra mesa. ¡Inconcebible! ¿Con qué derecho lo hacía? Recordé al instante que era matriarca, aunque no infundía el respeto que podría tener Zahil, igual tenía las mismas facultades, que claro, usaba para complicarme más la vida, pues en cualquier momento se iría, y la Chinita seguiría allí. Con la furia que tenía mi mirada cambiaba de azul a naranja, según mirara a la muchacha de cabello y ojos negros o me distrajera mirando con curiosidad la venta de jardín. Pero cambiaron nuevamente y definitivamente al color naranja cuando la muy insolente se creyó lo suficientemente segura como para hablarme con ironía y desafiante. Lejos de arrancarle la yugular de un mordisco, solté la carcajada más amarga y la miré fijo. Quizás, la muchacha resultara est****amente divertida, no negaba que me gustaba su insolencia. A ver hasta donde llegaba... -Protesto de la forma más rotunda -respondí ante la invitación de mi hermana- pero ya que es matriarca y no tengo más remedio que aceptarlo ¿Qué te parece, Li, si te consigo una hermosa cama de caoba, acolchonada, sábanas en seda digamos, para que puedas descansar y bien arropada? Con tierra, diez metros bajo nuestros pies. Elige el arbolito bajo el cual te gustaría reposar. Yo me encargo de todo. No te costará ni un galeón. Fiamma fue la que nos trajo a la realidad, con una exclamación capaz de romperme los tímpanos; se había atribuido la tarea de orquestar aquello. Supongo que así eramos los Granger, sin mano firme, nos dispersábamos. Tomé la lista que había flotando sobre mi cabeza y vi todo lo que había. Sin dudas sentí curiosidad por los instrumentos de tortura, hacía años que no veía unos, por lo que los busqué con la mirada. A mi entender una bonita sala subterránea a prueba de ruido con aquellos pintorescos instrumentos le daría categoría al nuevo hogar; pero bueno, sin dinero no iríamos a ningún lado, y Ottery estaba lleno de ricachones sádicos. Consideraba la posibilidad de mandar traer unos cuantos libros, ya que en la lista no había ni uno, cuando Zahil llamó la atención de todos los presentes con unos curiosos calzones de elefante que se encargó de poner muy cerca de la cara de nuestra prima, para luego traerlo frente a nuestras narices. A juzgar por como lo agarraba con total confianza sin que yo hubiera visto que le lanzaba un fregotego al menos, esa curiosa prenda ya había estado en sus manos antes. Debía tratarse de un trofeo que le robó a algún amante. -Fregotego -exclamé apuntando a la ropa interior, y la tomé con la misma confianza que ella- Mío, no es -aseveré metiendo las manos, probando cuando estiraba y metiendo los dedos en las cavidades.- ¡Pero que divertido! ¡Y estira muy bien! -Comenté riendo, mientras lo probaba, poniéndolo sobre mi pantalón. De repente recordé cierta ocasión, hacía mucho, mucho tiempo ya, en que la otra matriarca Granger allí presente, tuvo la mala suerte de ser descubierta por mi hermana y por mí; yo arrastrado por ella, obviamente, ya que yo respetaba mucho la privacidad de las parejas, era parte de mi crianza en otra época, Valerskya era más liberal.... Lo repetía hasta el cansancio. Como fuere, en aquel momento, era cierto que no se pudo hacer mucho por mirar a otro lado porque se habían encargado de utilizarnos el sofá de la sala para sus actos románticos y pecaminosos. Después de ese día lanzaba un fregotego en cada cosa que me sentaba, o se lo pedía a los elfos. -Oye -dije susurrándo al oído de Valeskya- ¿este coso no estaba en la mesita de café cuando encontramos a Zahil aquella vez? Los agarraba con mucha confianza y sin asco. Si no fue ahí, lo vi ahora en tu habitación, z**** -Aquello ultimo no era nada cierto, pero no me resistí. En una de esas Val también guardaba sus premios y la dejaba en evidencia.
  5. El sol del mediodía era la mejor hora para estar haciendo trabajo en las bodegas. Los elfos con uniformes de obreros, aparecían con cajas y cajas de materiales: Plumas de fénix, cartílagos de corazón de dragón, pelos de pata de acromántula, pelos de crin de unicornio, escamas de kappa, y un sinfín más. El trabajo del que me encargaba consistía en chequear que todo llegara en orden, que no hubieran estropeado nada y marcarlo en la hoja que terminaría en el libro de inventario. En realidad yo no hacía nada, una pluma se encargaba de eso. Mi verdadero trabajo era intimidar a los elfos. Claro que aunque tenía cosas mejores que hacer, y más importantes; eran cosas aburridísimas a las que había que prestarle atención, y no estaba dispuesto en aquel momento, en secreto esperaba un error para tener motivos de hacer chillar a esas criaturas. Inspiré hondo, el olor a sándalo inundó mis fosas nasales y me hizo sonreír. Los núcleos no tenían un olor agradable en su mayoría, quizás aquellos de origen vegetal sí, pero era más fácil pararse junto a las fragantes maderas. -Amo -dijo Kraven que se apareció con un "crack" y una reverencia.- La ama Valeskya ha llegado a la tienda. Kraven no saludó porque Kraven pensó que el amo quería recibirla personalmente. -¿Cómo dices? -dije clavando los ojos en los saltones ojos del elfo que me miraba con temor y desconcierto ante lo que creyó que era una falta de entendimiento. -La ama Valesk... -¡Ya te oí! -interrumpí con fastidio-. Desaparece, criatura est****a. En cuanto la criatura hizo otra reverencia desapareció. ¿Qué diantres quería esa mujer? Era lo más extraño que había pasado en la tienda, y había que pensar que hubieron felices infortunios con sangre de hada, vino y poción de amor y aun así era más inesperada una visita de la matriarca Granger. Miré mi atuendo como si a ella le importara un comino: Un traje azul oscuro, zapatos acordonados de punta fina, negros, como mi cabello y algunos dirían que mi alma, y yo decía que la de Valeskya. Una camisa gris y una corbata azul cielo con un entramado de romboides blancos. Cuando subí las escaleras, con mi mente enfuscada en los motivos que habían llevado a la muchacha a mi humilde negocio, me llevé una grata, muy grata sorpresa de ver a Fiamma allí. Kraven no me lo había dicho. ¿Habían venido juntas? De repente una espina de inseguridad me invadió. No podía ser bueno cuando dos o más de las chicas Granger se juntaban; siempre tenía que haber una víctima para lo que tramaban esas cabecitas. Sin embargo, la curiosidad fue más fuerte y me acerqué a ellas con una sonrisa verdadera, no como la que ofrecía al resto de los clientes. -¡Vaya sorpresa encontrar a mi hermana -y le di un beso en la mejilla- y a mi prima -repetí lo hecho con Valeskya- aquí! ¿Qué puedo hacer por ustedes? Como si se tratara de un mocoso mal enseñado clavé mis ojos en el paquete que portaba Valeskya, no sabía si venía a presumirme un regalo que había recibido por ahí o venía a dejármelo, lo cual resultaba un poquito tenebroso. Por un momento consideré la posibilidad de que también hiciera aquello en presencia de mis hijos, lo cual no estaba nada bien; y aunque no estaban allí para tomar mi desvergonzado ejemplo. Levanté la cabeza para ver a una y a otra.
  6. ¿Qué demonios esperaba? Era bien sabido y más por ella, que mi razón de ser y de estar ahí, era por el pequeño niño rubio; quería que viviera en un hogar familiar, con primos, tíos, que aprendiera a desarrollarse. Era también un soporte para mí, sabía que si algo me desabordaba podría recurrir a mi familia. Clavé los ojos en mi querida hermana. Sin dudas contaba con la madrina del niño cuando me hice cargo de él, y era a la que el niño menos conocía, y de por si tenía poco trato con todos. Traté de mantener la calma, pero en cuanto mencionó lo que intentaba negar por todos los medios, no pude menos que ponerme de pie de un salto y golpee la mesa con ambas manos. Ella era la única que conocía el secreto, que nos habían confiado, y que yo confiaba en ella como el legado maldito que recibí con la paternidad. Y ahora lo había exclamado con total libertada, con el volumen suficiente como para que lo escuchara toda la carpa. Aquella fue la traición más dolorosa. Mis ojos se tiñeron de un naranja sangriento y mis preciosos colmillos afloraron sin control. Pero la muchacha dale que dale con el tema, no siendo consciente del peligro que significaba aquel estado que me poseía, o lo suficientemente confiada como para saber que todavía adoraba a mi hermana; aunque se hubiera vuelto una perra fría, que me había abandonado y acababa de traicionarme. No podía engañar nadie, no podía ni siquiera pensar en darle muerte, no seriamente al menos. Pero me entristecía mucho en lo que se había convertido; no quise ver que tanto había cambiado. Como quien no quiere la cosa, una lágrima roja se escapó y rodó por mi mejilla. ¡¿Qué diablos era aquello?! Quizás por rabia, quizás por dolor, tal vez fuera una mezcla de ambos, o el hecho de que la lectura había resultado más intensa de lo que había pensado cuando llegué con miras de inaugurar el negocio y ahora me sentía vulnerado como no me había sentido en mucho, muchos años. ¿Cuándo había sido la vez que había llorado? no lo recordaba. Pero menos recordaba la última vez que había llorado en público. -¿En qué te has convertido, Luna...? -Fue lo más que pude musitar con una voz débil- extraño a mi hermanita, a mi confidente, quien estaba siempre conmigo con una mano en mi hombro -no podía verla a la cara, aunque estuviera cubierta.- Puedo entender que adoptaras esta nueva forma para protegerte del sufrimiento, puedo entender que te desquites conmigo; pero me niego a aceptar que faltes a su memoria y a sus deseos de estas forma. ¡Te mostré la carta! La carta de tu mejor amiga en la que lo pide sin rodeos ¿Ni siquiera ella te importa? Podía recitarle la carta de memoria si me lo pedía, pero prefería no tener que hacerlo. Era ya la segunda vez que Valeskya me decía que no debía guardar secretos, una vez por las cartas, otra vez por iniciativa propia. ¿Era tan obvio? Me costaba confiar en la gente, y era de mis secretos mejor guardados porque temía que la traición de algunos diera como resultado que me viera despojado de la tenencia de mi pequeño. Biológicamente no compartíamos nada, pero teníamos un lazo más fuerte. -Continuemos... -contesté resignado a que si contestaba, entraríamos en una pelea en la que estaba en desventaja. Si era cierto que lo que uno pensaba y sentía afectaba a las lecturas; estaba nervioso y expectante.
  7. Hasta que Valeskya no había abierto la boca soltando palabras de forma pensativa, no había caído en la cuenta sobre lo obvio que estaba resultando ante la lectura de mi suerte. Le dirigí una mirada recelosa, dispuesto a pelear, a contestar de forma mordaz cuando una luz de razón iluminó mi mente y me ayudó a calmar los asesinos instintos fraternales. No lo había dicho con ánimos de pelear, quizás con un poco de orgullo y hasta soberbia, pero era porque se estaba dando cuenta de era con lo que hacía. -Muy a mi pesar te reconozco que vine con la intención de reírme de lo que dijeras, y no he podido hacerlo como quisiera... -El orgullo por los suelos y lleno de mugre, esperando que Valeskya lo pisoteara. Escuchaba a mi hermana, miraba con cara de asco como se manchaba las manos con café, y por Dios que no dejaría que tocara mi gabardina y la manchara de café, es más, ni siquiera estaba convencido de querer que me leyera las palmas y terminara con mi blanca piel manchada de café. Esperaba que se diera cuenta y se lavara las manos. El olor a café que era fuerte e imponía presencia, se abría camino entre un intenso olor que había cambiado a una empalagosa mezcla floral que ella parecía no haber notado hasta mucho después de que nublara mi mente junto con el copal. Intentaba concentrarme en lo que decía la joven de ojos violeta mientras se ocupaba de la taza tanto como en mi mente trataba de cavilar y concluir que decisiones debía tomar para cambiar mi futuro, aun cuando la lectura no había terminado. Lo más triste de todo aquello es que había llegado a considerar preguntarle más cosas sobre cómo debía proseguir y que debía hacer, pero ella quizás por sus poderes adquiridos o porque me conocía muy bien, había derribado mis intenciones como una brisa a un castillo de naipes. Tan abatido había quedado por lo arrastrado que casi me veo, que no pude ni responder a su provocación. Como fuera, ya era tarde. Al menos era un símbolo de madurez ignorar aquellas cosas; al menos lo era para los humanos. Volví a sorprenderme cuando la muchacha confesó que había podido llevar a cabo la lectura porque yo me había mostrado abierto y receptivo a ella. No me supo nada bien. Estaba en territorio enemigo en una posición de evidente desconfianza, pero así y todo, ni siquiera pensé en retirarme; la verdad era que mi hermanita me tenía tan desconfiado como encantado con aquellas actividades, me tenía atado. No quería reconocer que estaba esperando que escarbara en mi interior y ver hasta dónde llegaba. ¿Por qué tenía la necesidad de exponerme así? -Tengo una eternidad por delante y la posibilidad de ir a cualquier parte del mundo, es difícil que pase. Sin embargo... Si es lo que puedes ver en la taza, quizás sea porque el amor de mi vida ya murió -Decir aquello, en parte desafiante, en parte expectante a que me lo contradijera; había resultado más doloroso para mí que para ella, pero lo pude ocultar, ya que fue mientras se encargaba de la taza. Al menos eso creía-. Sinceramente, hermanita, no veo nada más que la borra del café -me encogí de hombros aceptando lo obtuso que era. Las palabras que transmitió Valeskya me hicieron sentir aliviado. Armonía la antítesis de lo que vivía en mi casa cuando ella aparecía, pero no podía dejar de reconocer que me alegraba verla de regreso sana y salva; era reconfortante además que aunque prefiriera confiar en cualquier humano de la calle antes que en ella, si necesitaba apoyo, siempre que me tragara mi orgullo y la alabara un poco, lo tendría. Pensando en aquello le sonreí de forma casi automática. El asunto del gato hizo que se esfumara la paz y las breves, muy breves, imágenes de alegre convivencia familiar que había comenzado a imaginar. Era natural que una persona tan longeva como yo tuviera secretos, por lo mismo, si eran secretos, es porque había podido lidiar con ellos y enterrarlos en algún profundo lugar de mi subconsciente de donde no salían. Sin embargo había un puñado de ellos que eran muy grandes y siempre rondaban en mi mente, dando golpes de remordimiento. Pero había uno de ellos que tenía la intensidad para destruir todo lo que había construido... Era silencioso, era constante, era una bomba esperando ser activada. -¿Seishiro? -Ese tema no admitía rodeos- Confirmarlo y abandono la mansión cuanto antes. No pienso dejar que se descubra, fue una promesa -Dudaba que pudiera ver tanto detalle; pero estaba dispuesto a dejarme sorprender una vez más.
  8. Pocas cosas se sentían tan bien como el hecho de tener una presa inmovilizada entre mis brazos, aunque ya lo estaba más por el terror que por mí mismo, claro que siempre me tomaba unos momentos para hacer que estuvieran tan nerviosas como me fuera posible; cuando el ritmo cardíaco aumentaba, la sangre fluía como un torrente, como una explosión a mi boca; últimamente era complicado que se me presentara la oportunidad, así que la que tendría el enorme honor y la desgraciada suerte de satisfacerme era Li. Sin embargo, en aquel momento, el que no estaba cómodo era yo, aunque no quería reconocerlo, una voz en mi interior me repetía que no me apetecía ya esa sangre. Quería negar que el mar sabor de boca que tenía en aquel momento se debía a que estaba demasiado tenso por haber descubierto a la invitada saliendo de la habitación de mi pequeño, con la varita en mano y no porque la muchacha me hubiera resultado sorprendente debido a su autocontrol. Sea como fuere, lo disfrutara o no, era momento de acabar con aquello no por capricho, sino por seguridad. Valeskya tenía razón, era peligroso dejar a las presas sueltas, y la joven aunque fácil de capturar, no dejaba de ser una bruja, aunque lo olvidara por momentos. Y como si la inoportunidad fuera la razón de su pútrida existencia, no podía llegar nadie más indeseable que mi querida hermana, quien me había extrañado tanto que no podía dejarme sólo ni un par de minutos. Le clavé una sangrienta mirada asesina que por supuesto no tendría ningún efecto en la bella joven de ojos violeta; la muy desgraciada se le notaba de lo más feliz con aquella situación y tenía que atorarse la risa. Mis deseos en aquel momento eran arrancarle la traquea, pero sabía que no podría hacerlo. La voz dulce de la Granger rechinaba en mis oídos, era tan falsa como un billete de tres galeones; sin embargo haciéndose la desentendida como si ella fuera incapaz de alimentarse como los nuestros lo habían hecho toda la vida, no tuvo a mejor que hacer preguntas innecesarias, con sonrisas fastidiosas. Pero lo peor de todo, era que estaba inspirando una confianza en Li que no me esperaba, que no quería. Había echado a perder todo, la joven cautiva ya hasta había contestado a la pregunta de la matriarca y yo no pude menos que soltarla. -Li, Valeskya es mi hermana -dije forzando una sonrisa horrible a la que era de mi familia. Di paso ambas y cerré la puerta al salir, yo entre las dos pelinegras, vigilando que una no me saboteara, a la vez que intentando intimidar a la otra, mi mente intentaba maquinar algo para ganar ventaja de aquello pero... ¿qué? Dirigí la vista a unos pocos metros, hacia donde estaban los aposentos del Granger rubio y enseguida la puerta contigua, y sonreí con cierta malicia; ya que no había podido cenar algo verdaderamente nutritivo, al menos que me divirtiera generando discordia. -¿Sabes por qué estábamos en esa situación? La invitadita estaba en la puerta de la habitación de tu ahijado, el hijo de tu amiga, con la varita en la mano. Cuando nos interrumpiste, estaba ocupándome del asunto ¿No decías que era peligroso que dejara las presas sueltas? Te doy la razón, y resulta que cuando me voy a ocupar lo arruinas todo. -Le susurré indignado. Cuando iba a sembrar el terror en la mente de la extranjera, divisé una varita, justo en el momento en que pasábamos frente a la puerta del niño que acaba de mencionar. ¡Ahora sí que estaba de suerte! Con celeridad la tomé, bajo la excusa de que iba a cerrar la puerta de la habitación que había quedado mal cerrada, no sin antes haberle lanzado una mirada de reproche a la muchacha de ojos oscuros. Claro que no devolví el arma a su legítima dueña, la escondí en la manga de la camisa. Sería de utilidad más tarde. -Es una dulce ¿verdad? -susurré al oído de Li, al volver a su lado.- No te confundas pequeña, si interrumpió es porque tiene algo peor en mente... Así como la ves, es por lo menos cien veces más sádica de lo que yo pude parecerte. Buena suerte, yo no voy a salvarte... El resto del trayecto fue en silencio ceremonial, la planta baja ya no apestaba a sangre sino a una sutil vainilla de algún aromatizante artificial que usaron los elfos; y al dar un rápido vistazo por el ventanal hacia los jardines todo parecía estar casi listo. Nunca había estado en una venta de garaje, ni siquiera me consideraba un buen vendedor, pero confiaba en que los demás Granger que tenían un carisma natural, pudieran compensar mis debilidades. Al llegar a destino, me aparté de las muchachas y me apresuré a ver las mesas, más bien a comprobar que el elfo había cumplido con todo lo que había pedido para la ocasión. Por ahí estaban las pinturas, los alhajeros con las joyas sin huesos humanos, los candelabros que parecían recién lustrados; en fin, estaba todo lo que había pedido, y más le había valido a Kraven que así fuera, ya que no perdonaría su falta con respecto a la invitada, quien justo se había acercado junto a Valeskya y para mi sorpresa, se había animado a un comentario de lo más atrevido. No pude evitar una sonrisa divertida. -Li -dije sonriéndole- evidentemente está sorprendida por mis habilidades y no sabes que al menos dos personas más en este jardín pueden hacer lo mismo; te disculpo, cuando descartamos mi idea en la cena estaba indispuesta, no pudiste asistir -Le dirigí una mirada aún más burlona- Sin embargo, sé gustaría colaborar, dada nuestra hospitalidad... -saqué de la manga de mi camisa la varita de la joven, examinándola en una luz de por allí- No es de calidad Ollivander's, -no pude evitar la propaganda a mi negocio- pero servirá. Tengo entendido que ciertos compradores pagarían un buen dinero por poseer la varita de otro mago o bruja -Y me acerqué rápidamente a su oído- he escuchado que hay cierta magia oscura que puede manipular la conexión de la varita con su dueño original y hacer cosas verdaderamente horribles... Eres realmente una altruista.
  9. -Lo tenebroso no es que deba obedecer a alguien en sí -terminé por admitir- lo comprometido es que seas tú esa persona, y para que lo sepas -dije adoptando una imprudente postura arrogante- prefiero tener una vida de desgracias a darte el tamaño gusto de desaparecer como lo quieres. Dada la situación tuve que reconocerme que debía arrepentirme de haber empleado aquel tono, al fin y al cabo, lo quisiera o no, de cierta manera me había sometido a mi hermana y desde mi ignorancia creía que ella tenía el control sobre mi suerte; al menos tenía toda una tienda para retorcer el destino con ayudas externas a las decisiones de uno. Quizás por eso me encontraba un poco a la defensiva, y estaba olvidando que ella no podía más que intuir sobre mi pasado para conocer mi futuro. Si no me concentraba en aquello y me relajaba un poco más, desvirtuaría la lectura y no sería más que una introspección de mi vida. Pero resultaba difícil. Obedecía la orden dada de terminar el café cuando a la maldita suerte, el resentido destino o lo que fuera, hizo salir a relucir una carta desagradable, tan desagradable como la torre a la que Valeskya hizo alusión, aunque lejos de suavizar lo que quería decir, la mujer empleó un tono de lo más exasperante que hizo que me tensara; hasta que preguntó por Li Xue, transformando aquel repelús en irritamiento por el habitual tonito de burla. Si quería evitarse una pelea me lo estaba poniendo difícil. ¿Ah sí? Que pena... -comenté con ironía- ese aperitivo me caía bien, me lo pensaré dos veces antes de abrirle las puertas de la mansión donde habita el que la amenazó e intentó comerla, que seguro no tarda en volver ¿A quién no le gusta sentir que va a morir con la carótida perforada? -Pregunté en tono de burla. Cuando al fin construía por un lado, se destruía por el otro. Hacía unos minutos había hablado de recibir la ayuda de alguien que pudiera ser del extranjero, había logrado tranquilizarme cuando decidí que podía tratarse de la oriunda de China; sin embargo ahora con esta carta, caía en la cuenta de que no debía confiar en ella; en realidad de haber recordado que no acabamos en los mejores términos, jamás me había planteado que ella pudiera ser mi aliada; tenía todo para ser mi enemiga más bien. Parecía alguien débil, pero había logrado fascinarme con su auto control ¿Necesitaría apoyo del extranjero para enfrentarme a ella? No podía ni quería creerlo. Clavé los ojos en Valeskya tratando de ocultar mi preocupación y mi confusión; quizás un amarre pusiera fin a esa incertidumbre... Que Li Xue sirviera de experimento. Con la siguiente carta no pude evitar una codiciosa sonrisa. Lo ideal no era que tuviera que andar complicándome la existencia con más trabajo o inversiones infructíferas, pero la idea de donaciones o herencias parecía de lo más atractiva; aunque esta última también era bastante improbable. Clavé los ojos en los mi hermana, con cierta esperanza morbosa pero lo descarté en el mismo momento. Aunque su hija no le hablara, seguía siendo su hija y sería ella quien heredara. -Colaboraré con la familia en cuanto llegue la riqueza de la que hablas, despreocúpate -y titubee un momento antes de agregar- y ya deja de suspirar cuando tocas mis cartas, me duele en el orgullo reconocerlo pero me pones nervioso. Arquee una ceja ante la siguiente carta, dolor y conflicto emocional eran algo que venía arrastrando desde hacía varios años, ella lo sabía, o al menos Luna lo sabía. Me preocupó lo del autoengaño, y seguramente se hizo notar. No estaba seguro a que se refería, pero quise creer que se trataba de las veces que había intentado estar en pareja y creerme enamorado cuando sabía que había sido un capricho pasajero. Todo parecía indicar que debía esperar a un gran amor, y no forzarlo a base de intentar acostumbrarme... Sin embargo había una vocecita insidiosa en mi interior que repetía: «¡Así es como te engañas! Sabes bien a lo que se refiere» Sonreí con amargura, aunque intenté disimularlo. -¿Autoengaño? -remarqué tratando de sonar confiado. Inconformista era sin dudas una palabra con la que podía identificarme, a tal punto de preferir hacer todo por mí mismo y sufrir un disgusto por mis acciones, que tener que tolerar y reconocer el esfuerzo que los demás hacían por mí, sonreír con cortesía aun cuando algo en realidad no me parecía suficiente o agradable. Y después llegaba a preguntarme por qué estaba tan solo. Según parecía aquella carta podía significar que todo podía cambiar, y a la vez no necesariamente era alguien para compartir en el ámbito sentimental. Pero lo más intrigante era lo del deseo. Sinceramente, hacía tiempo solo fantaseaba con cosas imposibles. -¿A qué te refieres con eso de un deseo cumplido en forma inesperada? -No quería transmitir ni esperanza ni desesperación, pero había sonado un poco brusco. Nada a lo que Val no estuviera acostumbrada. La última carta era casi una sentencia. Mi mente inmortal había trabajado aquella noche como la de un humano con ansiedad; intentando descifrar lo que la intérprete me decía y encontrar los por qué de lo que me deparaba el destino. ¿Qué era más importante para mi en aquel momento? El éxito profesional lo había ido consiguiendo poco a poco y estaba contento con lo que había conseguido para mis pequeños, mas era cierto que lo había logrado porque me había dejado de lado ¿Sería ya momento de volver a prestarme un poco más de atención? Al final podía ser que de verdad necesitara las palabras de mi hermana y las alianzas que estarían por venir. -Tus palabras son tranquilizadoras -dije sonriendo como si me hubiera liberado de cierta presión- ¿Tanto me he relegado que ya no parece posible un término medio? Serás una perra, pero por mucho que me desagrade aceptarlo, no has dejado de ser mordazmente honesta, es lo que quiero ahora. Además confío en que puedas ayudarme a encauzarme con alguno de esos encantamientos que ofreces... -Le tendí la taza y la miré expectante. Había echado a perder la arrogancia de hacía unos minutos. @@Valeskya Granger
  10. Siempre me había gustado dar impresiones equivocadas a la gente de mi entorno; sí, incluso a la persona de mayor confianza, como lo era mi hermana por más de que no nos viéramos nunca y pasáramos peleando. Aunque fueran pequeñas cosas como el hecho de verme un desinteresado absoluto por cosas que no fueran mis hijos, y que resultara que tenía conocimiento de las maderas del mundo y sus propiedades. Amaba jugar con el factor sorpresa, era mi mejor táctica de cacería y mi protección; mi as bajo la manga para resultar una persona interesante sin esmero alguno. No pude alegar nada cuando la atractiva joven de ojos violetas dio a entender que se me veía como en realidad quería que se me viera y que respondió a la ironía tal como yo la había pensado. No había que meterse en su mente para saber que buscaba evitar una pelea, al fin y al cabo yo también sentía las voces en el piso de arriba. Pero estaba errada, no buscaba pelear, además no ponía demasiado empeño en mi local, incluso estando allí me mantenía al margen de lo que pasaba con los clientes y me limitaba al trabajo administrativo. Sonreí al comprobar lo que en efecto venía pensando. Val suspiró y no es lo que esperaba en la primera tirada de cartas de mi vida, se lo habría remarcado de no ser porque mi cuerpo me traicionó y mis manos se cerraron como garras en la mesa circular, a la vez que mis ojos como platos se habían clavado en ella. Nunca había necesitado que me leyeran lo que me deparaba el futuro, si lo analizaba en aquel momento era porque simplemente había sido yo ocupándome de nadie más que de mí, y tenía una eternidad esperandome para que siguiera cometiendo errores y enterrándolos. Sin embargo ahora debía velar por dos criaturas, que si bien también tenían una eternidad por delante, no era para que se ocuparan de los errores que yo cometiera, sino para que se ocuparan de los suyos. Y uno de ellos era especialmente preocupante... En cuanto la Granger leyó el significado de la primera carta, no pude menos que imitar su reacción, también arquee una ceja. No me quejaba de donde estaba ahora, tenía personas con las que compartía un lazo de sangre, a ellas las había buscado, si bien no estaba del todo satisfecho ya que no había conocido a mis progenitores. Así también habían llegado a mi vida otras personas con las que compartía los mismos lazos o similares, y ellos no habían sido buscados, ni soñados tan siquiera, pero sin dudas que habían llegado gracias a mis acciones. Y eso me lo tenía que agradecer. Era un raro equilibrio en el que estaba si de verdad se trataba de acción-reacción. Lo inquietante era que lo solo que podía llegar a sentirme también tenía una explicación, y el culpable era yo. Eran más de tres centenas para revisar mis acciones, y sin embargo sentía que lo importante había ocurrido estos últimos siete años. Si había algo que no quería en aquella noche eran exclamaciones ni de sorpresa, y ya estaba frente a una. Mucho menos quería escuchar la palabra "obstáculos" la cual casi no conocía porque era fácil apartarlos o ignorarlos, pero lo más terrorífico de aquello era "ayuda" y "extranjero" y cuanto peor si era impetuoso. En mi pasado había un montón de extranjeros, viví en Francia, en Rusia, y estuve por casi todo el mundo; muchas de las personas que conocí a esas alturas no eran más que polvo y quizás ya ni eso, gracias a su ciclo vital, pero había al menos siete personas que todavía habitaban este mundo. Y por lo que más quisiera esperaba que no se refiriera a Gabrielle, no quería necesitar de ella y sus miradas de reproche por ser un desagradecido. -Si pensamos que hace siete años volví, es natural que tenga conocidos en el extranjero. Son personas de las que no quiero ayuda, personas que quiero muy lejos. Son personas que forman parte de un pasado privado, que tú no quieres conocer y yo no quiero que conozcas. No fue hasta que leyó la siguiente carta que se me vino a la mente otra persona que podría ser con quien formara "alianzas armoniosas". Si se suponía que obré bien y mi recompensa era una alianza, debía tratarse de la joven que sometí a mi control y de la que no quise alimentarme. ¿Quién más si no? Sin embargo, parecía poco probable, dado lo asustada que había quedado luego de que pasara el efecto y la encontrara metiendo las narices donde no debía. Quizás creyera más en todo aquello si el destino hacía lo suyo y volvía a toparme con la muchacha y no tenía sed en aquel momento. Aunque la verdad, ya no me apetecía como aquella vez, quizás su cuello estaría a salvo. -Soy un vampiro, siempre ando metido en líos, pero algunas veces controlo mi sed si la persona vale la pena, supongo que la carta se refiere a ella... -Si no recordaba mal, yo había sido incluso el primer contacto con la joven. Esperaba que no fuera un error haber sido benévolo. Ya me había arrepentido una vez... ¿Cosas buenas? La siguiente carta era un poco de todo, podía ser dinero, que no necesitaba, éxito profesional con el que estaba cómodo, buena suerte, o amor... Amor, aquel insufrible sentimiento que me daba plenitud los primeros días y luego pasaba a ser como una soga al cuello, quitándome la respiración poco a poco, bueno, si fuera humano; o bien era una mortal estaca en el pecho cuando lo sentía de verdad y no era correspondido. No quería volver a sentirlo. De haber podido elegir, prefería que fuera buena suerte y ya. Lancé un disimulado suspiro cuando la imagen de una persona vino a mi mente; no podía pronuncia "amor" sin que la pensara. Era irónico que me asustara más con aquello que con "La Justicia". Las exclamaciones y la euforia de mi hermanita me volvieron a la realidad en un estado alarmado, su risa divertida y maniaca no mejoró la situación, y la condenada mujer se tomó incluso más segundos para ser arrogante antes de quitarme el suspenso. Arquee una ceja sin ocultar mi indignación, no podía creer que las cartas pudieran ser tan explícitas, como para dejarme a merced de mi hermanita si quería buenos resultados. Bufé, ojalá hubiera sido Fiamma la que tirara las cartas. Como fuera ya era tarde para aquellos, y tenía que soportar las burlas de Valeskya sin hacer un escándalo. -Clarísimo y tenebroso, la peor carta hasta ahora. No estoy acostumbrado a que me digan lo que debo hacer, pero la consecuencia que me dices parece ser nefasta si no lo hago. -Volví a suspirar y posé mi mano derecha en la frente.- Anda -hice un ademán con la mano- continua. A ver si se puede revertir esto.
  11. -¿Detalles? Claro que no hermanita ¿cómo se te ocurre? No superaría el trauma de enterarme de tus prácticas promiscuas. Solo quiero saber que ha sido de ti este tiempo -Me encogí de hombros, aquello era verdad. Las agresiones de la joven ya habían perdido calidad, o tal vez era que no hacían falta más que unos minutos para recuperar la práctica en el relacionamiento fraternal que llevábamos y que aquellas acusaciones eran novedosas. Como fuera, yo tampoco había sido la persona más original del mundo. No pude menos que soltar una carcajada ante su pobre defensa; los nervios la traicionaban, seguro que en su ausencia la matriarca Granger había hecho cosas muy malas. -Sabes bien que yo exijo tanto como tú, no, espera... claro, yo exijo más que tú ¡Mírame! soy un deleite a la vista, puedo elegir lo que quiera sin manipular -«la mayoría de las veces.» Finalicé con una sonrisa de suficiencia. La elfina de Valeskya llegó en el momento justo en que le sonreía a mi hermana; que oportuna había resultado en aquel momento en que evitó que la joven soltara alguna otra sandez, casi la disculpaba por haber frustrado mi intento de ir y escuchar a Zahil y Apolo, aunque claro, no había sido su culpa, sino de su ama. Caí en la cuenta que no podía hablar de diligencias, si no disponía de mis cosas para la dichosa venta de garaje. Estaba seguro que mis cachivaches no tenían ningún valor, pero al menos harían bulto allí. -¡Kraven! -exclamé sin dejar de tener presente que seguro no le gustaría nada la dueña de la habitación que la usara de centro para organizar mi propia contribución. El elfo apareció al instante y ya no habría queja posible; hizo una reverencia y quedó expectante-. Necesito que tomes de mi habitación algunos de esos marcos de plata, la lámpara de pie barroca que no uso, el candelabro medieval de la mesita, y los lleves a la venta de garaje. Luego ve a las bóvedas del castillo y trae algunas alhajas de allí. En lo posible que los anillos no tengan huesos. Desaparece. -Hermanita, así como no me revuelco con cualquier cosa, tampoco como cualquier cosa ¿De verdad crees que puedo ser tan insensato como para traer una muggle aquí? Es una bruja que encontré en una cafetería, la presa perfecta. Lo cierto era que no había resultado difícil de cazar pero llegó a asustarme cuando se había resistido a la hipnosis. Sin dudas era un espécimen fabuloso, uno que quería saborear. Tampoco podía dejar de reconocer que no era lo más idóneo que estuviera suelta por ahí, al menos sin estar seguro de que no recordara nada; pero aun así no me preocupaba que estuviera en los dominios Granger. Alguno de los tres depredadores, cinco si contábamos a los hijos de Zahil, la atrapáramos. Aunque no sin mi represalia. -Puedes probar lo rápido que soy cuando quieras hermanita, pero luego no te quejes si te arranco un brazo. -comenté con una sonrisa- Bueno, me iré... -me detuve en seco y si mi corazón latiera también lo hubiera hecho. Olor a sangre, tenue, muy tenue, pero perceptible por alguien como yo o como Valeskya... Y no era la sangre de la ropa de Apolo-. ...Adelantando. Nos vemos abajo. -Finalicé cerrando la puerta. Eran gotas, pequeñas gotas que sangre, que hacían un incierto camino. Por allí cerca, una de las habitaciones que nunca se usaban tenía la puerta abierta y no dudé en ir a investigar. Sobre las sábanas blancas de algodón egipcio, había una mancha de sangre, y un par de cabellos negros. Aquello apestaba a Li Xue. est****o elfo inepto, no era aquello lo que quería cuando le dije que la desapareciera ¿Desde cuando trataba a las presas con humanismo? Tratamiento humano tendría él cuando hubiera resuelto el problema. Al salir de la habitación miré desesperado a ambos lados. Mis ojos adquirieron el color naranja característico de cuando tenía sed de sangre, me sentía amenazado o furioso, como en aquel momento que combinaba los dos últimos. No permitía que nadie perturbara el sueño de mi hijo, mucho menos iba a permitir que una desconocida le hiciera algo al pequeño. Bufé. Al final podría ser que Valeskya tuviera razón y ya no estaba de ánimos para tolerarle nada. Pero me encargaría en aquel mismo momento. Corrí hacia el pasillo frente a la habitación de Seishiro, desde donde retrocedía la mujer. -¡¿Qué diablos crees que haces?! -No le di tiempo a responder, tapé su boca e inmovilicé sus brazos para que no intentara nada est****o, llevándola a sin mucha dificultad a la habitación desde donde había surgido.- Te juro que si despertaste o le hiciste algo a mi hijo, me aseguraré de convertirte en vampiro y que vivas un eterno; una vida humana sería poco tiempo para tu insolencia. Ni siquiera sé por qué sangras, apenas te rocé, ni creí haberte perforado, de verdad tienes una piel de papel de arroz -susurré con los dientes apretados-. Se acabaron las gentilezas.
  12. Las risas que soltaba mi hermana nunca auguraban nada bueno. Enseguida encendió unos inciensos que eran como un puñetazo al olfato. Mi condición de vampiro tenía un montón de virtudes: juventud eterna, salud perfecta, hipnosis, velocidad y fuerza sobrenaturales, no nos afectaban los cambios de temperatura entre otras cosas como la regeneración acelerada; pero entre los contras podía contarse la sensibilidad del olfato y el oído, además de la vulnerabilidad al sol entre otras contadas cosas. Por si no fuera suficiente todo aquel elaborado teatro de terciopelo, inciensos y velas, la Granger se vistió para la ocasión, completamente de blanco, pero no era un blanco que me hiciera pensar en su pureza y en la magia blanca, era un blanco de esos frágiles, de esos que permitían ocultar secretos, y para quien no tenía ojo clínico o contacto con la joven como yo, generaba una cierta tranquilidad. En realidad me hubiera sentido más cómodo con colores oscuros, pero de todas formas reí divertido a su look. -Me dan miedo que tus comparaciones sean con pociones de amor -reí- ¿tan urgido me ves? -Me arrepentí en cuanto hice esa pregunta. Desee con toda mi alma que no la respondiera. Miré el incienso que se consumía pasmosamente lento para el olor tan pesado que desprendía. Sabía que el copal era un árbol milenario, aquellas personas que tenían talento para las propiedades psíquicas sobre todo, solían tener en su poder una varita de copal. Fuera de eso, ignoraba el uso para rituales de magia primigenia, en el libro sobre maderas para varitas había salteado ese capítulo porque quedaban un montón de maderas más y no quería entretenerme con lo que parecían nimiedades. Ahora me arrepentía de pensar así. -¿Es este olor espantoso que desprende los sahumerios? Cuando trabajo con él no hay olor, como curiosidad, se marchita en el mes de mi cumpleaños y brota en el mes del tuyo. ¿No te parece interesante? Espero que no sea rencoroso y de verdad purifique las cosas malas que puedan salir, y que arreglarás con amarres -Di una sonrisa torcida, no dejando ver mi recurrente desconfianza. No solía mostrarme amable a los elfos, pero fue gracioso ver a Breena vestida tal cual su ama, y se me escapó una sonrisa divertida, la única diferencia era que en ella el blanco si parecía un color inocente, como todos los elfos. En cuanto se retiró presté atención a los violáceos ojos de Valeskya y asentí a las rigurosas instrucciones que me daba sobre como sostener la taza y cuanto bebé. Parecía la ceremonia del té japonesa. Comencé dando un pequeño sorbo lento, con las palabras «amor» y «familia» rondando en mi mente. Incluso si la suerte no resultaba ser sobre mi vida amorosa y mi familia y resultaba ser sobre la vida amorosa de mi familia, también era ganancia. -Estoy emocionado... -dije sin demostrarlo, eligiendo las diez cartas, números precisos en mi vida. Ahora todo estaba en las fuerzas del destino....
  13. La jornada laboral había empezado hacía unas horas, y yo como de costumbre me enfrentaba a un montón de papeles con que la burocracia me había bombardeado. Era normal, ya era fin de mes. La cuidada pila de papeles ya superaba a la montaña desorganizada que me faltaba por atender aún, la cuestión avanzaba a ritmo mecánico y es que era muy simple cuando todo se firmaba solo, luego de un ligero encantamiento a la pluma de oro. Curiosamente, sentía que me dolía la muñeca. La montaña comenzaba a verse inestable por lo que moví la varita y los papeles volaron al archivero, acomodándose cada uno en el cajón correspondiente; si había un error, si faltaba una firma, un dato, o lo que fuera, el mueble encantado los escupía al escritorio para que fueran revisados una vez más, asimismo cuando un papel no era para archivar sino que era una forma para el ministerio, salía del cajón en el que no iba y graciosamente se colocaba en la bandeja que rezaba "pendientes". Pobres muggles que no tuvieran la oportunidad de hacer eso. Ellos contrataban un montón de gente para eso, y yo podía distraerme, beber algo o lo que quisiera. Y aun así no lo hacía, me gustaba controlar todo personalmente. -Amo -dijo mi elfo personal, que apareció con un sonoro "crack" e hizo una reverencia, como era habitual- la persona que llegó es el amo Apolo, Kraven lo vio mientras sacudía una estantería; Kraven pensó que usted querría recibirlo... Asentí y le hice una seña con la mano para que se retirara; hizo otra reverencia y obedeció. Había sentido la campanilla anunciar un cliente, por lo general y en ausencia de Ariane, quienes se encargaban de los clientes eran los elfos, estaban entrenados en vender accesorios. Había pocos momentos en el año en que se necesitara la atención de un experto en varitas, para la selección, por lo general era antes del comienzo de Hogwarts y no mucho más, las reparaciones eran poco habituales, y los tallados e incrustaciones tampoco eran especialmente frecuentes. Como fuera, aquella vez era un cliente especial. Salí de la oficina y bajé la escalera de caracol en un par de segundos gracias a mi habilidad natural, y ahí estaba el muchacho de cabello azul. -Apolo -dije a modo de saludo. Aunque era sobrino de mi hermana, por ende también lo era mío, nunca lo había llamado de aquella manera- qué agradable y extraña sorpresa ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? -Pregunté sin ocultar mucho mi sorpresa. @@Apolo Granger
  14. Hola! De dirección de Gringotts me enviaron acá. Explico mi problema; hace mucho tiempo que soy dueño de este local junto a Ariane Dumbledore, pero jamas me percate de algo hasta hace poco que me lo señalaron: En la Boveda del negocio solo aparece como dueña Ariane. Si aparesco en el topic del Callejon y el Registro con mi antiguo nick (Jaoco Granger) pero no en el de la boveda. Como quiero arreglar eso fui en este post a realizar un cambio en la bóveda de nuestro negocio, pero Mía me dijo que el cambio que buscaba realizar se solicitaba desde aquí en el registro. Boveda Negocio Ollivander's Registro Negocio Ollivander's Topic Callejon Negocio Ollivander's Espero que algún moderador pueda ayudarme con este problema. Copio y pego la solicitud que le hice a Mia en caso de requieran algún link: Cita
  15. -No seas tan quisquillosa -bufé poniendo los ojos en blanco ante su reproche por entrar sin golpear. Tomé asiento en la silla del tocador de la matriarca Granger, y sin mucho miramiento agité la varita para que unas fotos que cayeron del armario de Valeskya mientras buscaba algo, suponía, y ahora formaban parte de su tiradero en la habitación, levitaran a mi regazo, en parte porque quería saber que recuerdos secretos pero mayoritariamente era porque sabía que eso iba a poner loca a mi hermanita. Pasé las fotos sin mucho interés, solo esperaba la reacción, pero vi una foto que me hizo sonreír. -Vaya... como te ha cambiado la sonrisa de un tiempo para acá... -Le mostré la foto en la que solo aparecía ella riendo, vestida como una muggle: con jeans, tenis, y una camiseta sencilla. Era Luna la de la foto-. Con respecto a tu pregunta, no sé que vender, supongo que buscaré algo en donde vivía antes de venir, colaboraré con galeones si hace falta -me encogí de hombros- ya veré como hago. Por cierto, me gustan tus jarrones, guarda alguno para el nuevo hogar. Con la acusación de Valeskya no pude menos que sonreír de forma sobrada, ya había comprobado que lo mejor era parecer que no me afectaba nada la acusación, lo que no era una mentira, porque yo sabía mejor que nadie que no era lo que la joven creía. Quizás había sido un error dejar ir a la joven, pero había llegado Apolo y ya no estaba cómodo con la situación, pero aun así, aunque hubiera bebido mi aperitivo viviente la reacción de la muchacha no habría cambiado. Mas no iba a tolerar que me apuntaran con la varita en mi propia casa, sin embargo en ese momento sonreí. -Sabes bien -dije incorporándome y poniéndome detrás de ella- que soy más rápido que tú, y no pienso tolerar que me apuntes con una varita-. Comencé a captar su aroma de forma discreta pero no tanto como para que ella no se diera cuenta.- Yo solo traje un bocadillo, pero no pude alimentarme a gusto porque en ese momento llegó Apolo. Sin embargo... tú no hueles precisamente a castidad. Y estoy a una mordida de comprobarlo... Claro que no pretendía sacarle los recuerdos a la fuerza, ni siquiera pretendía tener los detalles escabrosos sería más traumático para mí que para ella, es más ni siquiera sabía que ella tuviera conductas inmorales, pero esperaba que la indignación y la furia que le generaba la hiciera trastabillar. Me alejé y me volví a sentar en la silla en la que había estado hacía unos segundos y clavé mis ojos en ella junto con una sonrisa maliciosa, ocultando lo que me divertía la situación. -¿Y bien hermanita? ¿Me dirás que es lo que has estado haciendo todo este tiempo o me obligarás a usar la fuerza? Que conste que te estoy dando la oportunidad.
  16. -Claro... -dije sin oponer resistencia a lo que disponía mi hermana y sin resistencia estiré mis brazos hacia atrás dejando que el abrigo resbalara, ayudado por la joven, pero su sonrisa no me daba nada de seguridad. Sea como fuere, tendría que confiar en ella aquel día, a decir verdad solo habíamos estado unos minutos solos, pero desde que ella era la insufrible Valeskya Granger, esos minutos sin pelear era todo un récord. Todavía podía ser una persona civilizada si se lo proponía, bueno... podíamos, reconocía que me gustaba seguirle la corriente a aquel jueguito de violencia, pero se extrañaban esos ratos de complicidad y ternura fraternal. Ya era tarde para volver a eso, seguramente extrañaría también las peleas. -No tengo idea, ilumíname. Era cierto que yo había viajado por lo largo y ancho del mundo, pero una de mis mayores vergüenzas, y al menos podía sentir cierto orgullo por avergonzarme de eso, era que no había viajado precisamente para cultivarme en distintas áreas mágicas, como sí lo había hecho la joven en su etapa de desaparición. Aunque no era tarde para mí, algo que me venía repitiendo desde hacía varios años, tenía asuntos que atender y que me ataban a este lugar casi por completo. Quizás pudiera hacerlo en algunos años más, cuando esos asuntos no dependieran tanto de mí. La explicación de los amarres que me dio la joven de ojos violetas y cabello negro hizo que me diera cuenta de que en efecto era un ignorante, y que había magia muy poderosa por dominar. No era tiempo para ponerse a pensar en aquello, había preferido ser turista, recolectar historias del paso del tiempo que no se reflejaba en mis facciones y dejar anonadados a los pobres incautos que se fascinaban al principio y se aterraban cuando el iris de mis ojos se tornaba sangriento. Por muchos años no necesité más que eso, pero ya en esta tierra llena de semejantes, no podía confiarme en esas técnicas arcaicas. Aun así el asunto del karma y de las desventajas de los amarres no me convencían del todo, tanto ella como yo podíamos jugar con la mente de las especies más simples de la naturaleza, claro que nuestro límite eran nuestros semejantes y demás criaturas mágicas ¿Acaso el amarre funcionaba con nosotros también? Me daba escalofríos pensar aquello. Pronto descubriría como se ejecutaban aquellos dichosos conjuros. Qué lugar tan tétrico había resultado el primer piso de aquella encantadora carpa blanca. Los muebles aterciopelados como el mantel, y la tenue iluminación de las velas que parecían emitir luz fría en lugar de calentar nada, eran acompañados por el tintineo de los carillones de viento y el intenso olor a incienso de todo el lugar, completando así el efecto. Había estado en lugares peores sin dudas, y no mostraría inquietud ante alguien que algunas veces se convertía en mi peor y más despreciable rival. -Antes de probar eso de los amarres, quiero que me hagas una lectura completa de la suerte, las cartas, las manos, y el café y todo lo que puedas para saber lo que me espera. Según lo que me digas experimentaré con los amarres. Pero tengo una dudad, una curiosidad más bien... Tanto tú como yo podemos jugar con la mente de los humanos pero nuestro límite son las otras criaturas mágicas ¿Los amarres funcionan también en seres cómo nosotros?
  17. -Estás sorprendida -remarqué con una risa- No podía ser que abrieras un local y no me tuvieras rondando, soy una especie de cábala. Aunque viendo las curiosidades que hay por aquí me hacen sentir innecesario. Di un rápido abrazo a la Granger, algo que no pasaba nada seguido; en la privacidad de nuestro hogar nos mostrábamos más.... naturales... y solo nos comunicábamos con gritos, insultos y si andamos en plan elegantes todo era con ironías. Sin embargo no la detestaba realmente, o al menos no tanto como para montarle una escenita ahí, y arriesgarnos a que llegue un cliente y nos viera en tan penosa escena; además, la represalia podría ser terrible. Ya me imaginaba un drama igual en mi propio local. -Que detalle de tu parte darme un descuentito. No es ninguna molestia recomendar el local, lo haría igualmente sin el descuento Mientras seguía a mi hermana, con mis manos en la espalda y miraba los cachivaches que ofrecían, hice una leve mueca. Era fácil ponerme a disposición para recomendar el lugar cuando mi único contacto era Seishiro, a quien claro estaba, no lo dejaría venir ni siquiera de visita; no desconfiaba de la entrada tenebrosa, ni del lago, ni del Sauce boxeador, la que me daba miedo era la dueña, la madrina del pequeño. Por suerte ella no reclamaba y yo no insistía. Pero siempre podía promocionarlo en el local. -Dame unos panfletos, los pondré en el mostrador de Ollivander's. Tomé un directorio de servicios y con la mano en mi barbilla y el ceño fruncido, leí todo lo que ofrecían. Sabía de las propiedades mágicas de los cuarzos, pero era lo único; no tenía idea de lo que eran las barridas ni los amarres, los de la salud además podrían resultar inútiles en mi caso, los baños en agua turbia no parecían nada apetecibles. Tampoco sabía si el agua de rosas rojas era para atraer chicas o para oler como una, asimismo tenía la misma curiosidad por la loción de siete machos. Pero lo que me descolocaba y algo de lo que no había sentido hablar nunca era ese coso Sandra Bullock. -No me decido por nada... -comenté al aire- así que al final creo que probaré todo lo que ofrecen. ¿Que me recomiendas para empezar?
  18. Bueeenas! Vengo a afiliarme porque si (?) porque para eso vivimos en un mundo libre en el que cada cual puede hacer lo que se le ocurra, pero que hay que llenar sí o si dos condenadas lineas y yo nunca sé que decir (Se me apagó la compu mientra hacía esto -.-) pero bueno creo que ya cumplí con lo debido. Tampoco sé que hay que deja así que aquí vamos: Nombre/Nick: Joaquín Granger Ficha: Aquí Bóveda: Aquí Creo que es todo! Saludos!
  19. -Vaya, pensaron en todo -comenté sin dirigirme a nadie en particular, parado frente a un sucio camino de tierra. Aquella vez no estaba en el callejón Diagón para hacerme cargo de mi propio negocio, ni siquiera eran horas para tener una tienda normal abierta. Era tarde en la noche, la luna en su auge, mi vitalidad en su punto más álgido. Vestido de negro, traje negro, camisa negra gabardina negra, y claro, zapatos negros, incluso usaba guantes de cuero negro. Lo único que rompía la monotonía era mi corbata gris, mi piel pálida cual papel y mis orbes azules que más de alguno ha admirado junto con mi sonrisa. Miraba lado a lado del camino de tierra por el que transcurría con tranquilidad. La iluminación era escasa, la oscuridad me abrazaba, y si no fueran por las específicas instrucciones de una de las dueñas, posiblemente me hubiera perdido, es que estaba metido en lo más alejado del Callejón, en un bosque con altos arboles amenazantes, perfecto para un lugar que quizás fuera ilegal. Pero lo único que se me ocurría era que con la suficiente imaginación y un poco de magia podrían convertir aquel trayecto en una atracción terrorífica, cobrar por el trayecto y a la vez captar clientes traumatizados. El miedo hace ceder, hace gastar. Estaba emocionado, lo admitía; mi hermana y una de las ultimas adquisiciones Granger, a quien quizás podría llamar mi prima, habían estado planeando aquello por cierto tiempo. Además tenía cierta curiosidad por saber si Valeskya había adquirido ciertos poderes espirituales durante su ausencia o era un plan elaborado para estafar a pobres incautos. Como fuera, estaba dispuesto a desembolsar mis galeones con tal de comprobarlo. Además, como cliente, la joven de cabello negro y ojos violeta debía comportarse. Mi sonrisa de sádica diversión se transformó en una de asombro en cuanto llegué al claro al final del camino sin dejar de reafirmar que habían pensado en todo. Me acerqué al estaque cuya agua no devolvió mi reflejo, sin duda aquello contribuía al ambiente macabro. El sauce boxeador se sacudió, no parecía nada feliz de recibir visitas en su hogar, quizás también era un buen sistema de seguridad por si un cliente quería huir sin parar. La carpa blanca daba un toque de misticidad elemental y espiritual al lugar. Entré sin saber que me encontraría y lo que me recibió fue un puñetazo aromático por la cantidad de inciensos que había en el lugar, aunque a los pocos segundos me acostumbré y resultó hasta relajante. La carpa más amplia de lo que parecía de afuera, como todos los negocios allí, era inmensa, se veían unas cantidad de curiosidades, cuadros, llaveros, carteras, pero lo que más llamaba mi atención eran los amuletos. -¿Buenas noches? -Alcé mi voz esperando que alguien saliera a recibirme.
  20. Mi cena consistió en pescado, salmón a las finas hierbas, aunque había echado el ojo en un trozo de ternera muy poco hecho, sin embargo consideré que no era un pulgoso lycan y abandoné esa idea y aun así era lo que más se acercaba a lo que consumía habitualmente; al momento de elegir la cena me encogí de hombros y dado que ya estaba haciendo todo fuera de lo habitual remataríamos con aquello. Además, y di un vistazo a Valeskya, había hecho que se mantuviera en silencio, aquello convertía todo en manjares. Pero la cena ya hacía unos momentos había terminado, sin postre, y con una agradable tensión en la mesa, agradable para mí al menos. Valeskya se fue a su habitación, cerrando de un portazo lo que me dio satisfacción y a la vez me hizo rechinar los dientes pensando en los niños; era la penúltima en levantarse, el ultimo fui yo, tal como me lo propuse, ahora venía lo bueno. Sonreí y di un sorbo a mi copa y la vacié, para luego ponerme de pie y dirigir mi mirada a Apolo que se dirigía a la cocina, donde estaba la entrada al sótano. Di un rápido vistazo a Fiamma que observaba con curiosidad en dirección a donde desaparecieron tía y sobrino. Seguro tenía la misma idea que yo. Encaminé mis pasos tranquilos a la cocina, como quien no quiere la cosa, y al pasar obsequié una mirada cómplice a la joven. Mi táctica, si no había un encantamiento que insonorizara lo que pasaba ahí abajo, era pararme en la cocina, casual, tomando un vaso de sangre, y agudizando el oído; discreto, fino, libre de culpa y cargo. Pero si estaba insonorizado entonces tendría que bajar al sótano, a la bodega por mi mismo, porque claro, los elfos estaban ocupados para ir por mí, además, tendría la necesidad de ver lo que querría. Todos mis planes se vieron frustrados cuando al momento de tomar una copa, Breena, la elfina doméstica de Valeskya apareció ante mi haciendo una reverencia, miró primero como estiraba el brazo a la copa pero no dijo nada ni ofreció su ayuda, por su bien, pero me dio el mensaje de su ama y para que no le fuera con el chisme de que intentaba hacer cosas por mi mismo, tendría que acudir a su llamado. Con suerte era un insulto rápido y podría ir a escuchar el chisme. Le dije que subiría en un segundo y despaché a la poco agraciada criatura. Aprovecharía para vigilar el sueño del pequeño demonio, ya que su madrina no se preocupaba en nada del asunto. Subí las escaleras velozmente y en cuanto llegué frente a las enormes puertas dobles de Seishiro usé todo el sigilo para abrir la puerta sin hacer ningún tipo de ruido innecesario. El encantamiento en la habitación aquella noche mostraba una galaxia preciosa, pero otros días podría ser el fondo del mar, un cielo celeste sobre las nubes, un mundo de juguetes, la verdad es que era un tanto aleatorio, pero al pequeño le gustaba. Dormía con tranquilidad así que lo dejé sin acercarme mucho. Volví en mis pasos a donde estaba la puerta recientemente azotada. Miré a ambos lados, quizás necesitaría algo filoso, tendría que haberme guardado al menos el tenedor; no había dejado de tener una vocecita que me recordaba que ella no se había defendido de mi último ataque; era arriesgado de mi parte salir del terreno neutral y meterme de lleno y sin más en los dominios personales de la de orbes violeta. Así de valiente era. Golpee y entré sin esperar respuesta. -¿Qué quieres, hermanita? -pregunté mirando los aposentos.
  21. La manzanas de la demostración de cómo pelar con magia no había quedado perfecta, por esa misma razón yo las había preferido con cáscara, era un orgullo vergonzoso decir que en tres décadas de vida no había pelado ni una miserable manzana. Desvié la mirada a mi recetario un segundo y suspiré aliviado de que no tuviera que pelar nada en mi receta. Sin embargo no era como para cantar victoria aún, la explicación seguía y yo continué prestando atención. Sinceramente esperaba no tener que pelar nunca en mi vida, y había que tener en cuenta que hablábamos de una eternidad. De los tres hechizos que ejecutó el profesor solo el ultimo parecía útil para mi receta, pero anoté mentalmente el de hacer hervir cosas, quería probar hacer explotar cosas de esa manera, además ¿Si se un humano explotaría o la expresión "me hierve la sangre" dejaría de ser una mera expresión? Sin dudas era algo para comprobar después, todo con fines puramente científicos, claro estaba, en las mazmorras de la mansión donde nada se veía, nada se escuchaba y nada salía de allí. Quizás hasta reconocieran mi contribución a las investigaciones médicas. El tiempo daba y sobraba para lo que tenía pensado hacer: Ratatouille, receta tradicional de donde pasé la mayor parte de mi vida. En cuanto nos dieron los últimos detalles me puse manos a la obra. -Locomotor -dije luego de tener las hortalizas listas, y la exagerada cuchilla se alzó y comenzó a trocear, Y todo fue un desastre en aquella primera tanda: El calabacines, la berenjena y los tomates debían ser cortados de forma fina, de unos 3 milímetros, mientras que lo que ocurría ante mis ojos era que el calabacín había sido cortado en tres y ni siquiera eran cortes limpios, era un asesinato vegetal. Maldije, sonreí amargado, volví a agitar la varita para que la cuchilla abandonara su virtual vida, me apoyé en la mesa con los dos brazos, bajé la cabeza y suspiré. Sabía que algo así iba a pasar. Tomé el recetario y miré fijamente el grosor indicado, la foto más bien, como interiorizándolo. -Locomotor Esta vez había sido un éxito. No era perfecto el grosor, y algunos estaban considerablemente más gruesos, pero se descartarían y el resto servirían, tanto los tomates como la berenjena también estaban por los menos aceptables. Para los pimientos y la cebolla en juliana fui más precavido y vi las instrucciones específicas en el recetario; cuando el instrumento la ejecutó mi orden los cortes estaban casi tal cual en mi mente. Sonreí victorioso. -Aparitio -Con calma y destreza, una charola para horno circular, la copia exacta de la que en el recetario, se materializó. Pero un cansancio me invadió. Ya faltaba poco, debía aguantar. Cocinar requería mucha magia, levité la botella de aceite y engrasé la charola, en mi descuido había olvidado el ajo y la sal; y no quería arriesgarme a convertir las verduras. Ya no me sentía en forma para eso. Agité la varita y las verduras se acomodaron en capas con una disciplina militar, la botella de aceite volcó un poco más de su contenido y ya estaba todo listo para empezar a jugar con el fuego. Más me valía no emocionarme. No tenía más ingredientes más que para una ensalada de tomate y lechuga y no volvería al mercado. -Emberum -Procuraba no ponerme muy intenso. Los vegetales soltaron unas chispas rojas y su tamaño se redujo, dejaron de estar firmes y pasaron a estar firmes y soltaban un olor de lo más cautivador. Había terminado y a mis ojos más allá de una verdura chamuscada de más y más gruesa de lo debido, no era que no se pudiera comer. Pero por si acaso no correría riesgos. Ya era mucha actividad de humanos por un día. No contaba con que tuviera más comensales que el profesor, por lo que tuve que hacer un ultimo esfuerzo y crear más platos y cubiertos. Al menos pude con aquello, debía ser porque tenía en lo que basarme justo al frente. Emplaté con otro movimiento de varita, como su fuera una cinta, un conjunto de verduras flotaban de la charola al plato, caía sobre ellos un chorrito de aceite y al lado del ratatouille un montoncito de lechuga recién picada sobre la que reposaba una rodaja de limón. Era más bien decorativo, pero había humanos que mejoraban todo con aquel cítrico. Miré mi creación casi con orgullo paternal y sonreí ampliamente. En aquel momento sí que quería arriesgarme a probarlo. -Terminé -Notifiqué a Apolo.
  22. Mi ejecución había sido reconocida y en cierta medida me sentí alabado. Sonreí como un niño pequeño al que felicitan por sus buenas calificaciones y asentí. Tomé el libro que el profesor dejó sobre mi orgullosa creación y la hojee. Era un recetario. Miré con indignación la espalda del Granger mientras se alejaba a comprobar el trabajo de mis compañeras; no podía ser que quisiera que cocináramos de verdad. Aunque la verdad, las cosas que pidió carecerían de sentido de no ser así. Y por supuesto que así era, además con pretensiones de que no fuera sencillo. No podía dejar de quitarle la vista con el ceño fruncido, esperando que aquello fuera una broma para que alumnos y profesor entráramos en confianza. Volví a mirar el libro con un poco más de detenimiento, todas las recetas eran comida de humanos, algo que no consumía, y las que si podía consumir requerían sangre fresca. No parecía probable que aprobaran que raptara a alguno de los vendedores y los sangrara allí; usando el sentido común, eso solo lograría causar problemas a la Universidad, al Ministerio y mi expulsión inminente. Tendría que buscar otra cosa. Era tiempo de partir, caminé apesadumbrado a buscar el paquete de dinero, y de camino al mercado tomé una hoja de palmera y con mis conocimientos en transformaciones la convertí en un sombrero de panamá. Aquello era una mera ilusión, no me protegía del sol abrazador que Apolo no había tenido en cuenta, pero no lo podía culpar. Los vampiros ya no éramos extraños ni sombras en el mundo mágico de los humanos, pero estábamos obligados a velar por nosotros mismos en asuntos como la luz solar, al parecer no podíamos pretender que todos estuviéramos a oscuras. Para casos como ese era que tenía pociones que me ayudaran con los efectos negativos. El trayecto no era muy largo, pero era molesto tener que hacerlo a una velocidad humana para no llamar la atención. Ya estaba irritado, no encontraba ninguna receta que me llamara la atención, y las que parecían más interesantes me parecían dificilísimas. Había cosas más interesantes para hacer con encantamientos que cocinar, por ejemplo, jugar a darle a la manzana en la cabeza del profesor con los elementos punzantes que habíamos creado para cocinar. El mercado era colorido, a aquella hora, su hora pico, estaba animado, en demasía, y los mercaderes pregonaban sus mercancías con todo su ímpetu lo que hacía reventar mis oídos. Sería breve. Abrí el libro en una página al azar y puse mi dedo sobre una receta, sin mirar. Ya lo tenía. En un puesto de un naranja vivo, una ancianita vendía verduras que parecían cultivadas con amor, eran grandes y brillantes, dignas de foto. Tomé unas berenjenas, unos tomates grandes como cuatro calabacines, un par de cebollas, un par de pimiento rojo y la misma cantidad de su variante en verde; unos limones y una lechuga mantecosa como indicaba un cartel. Pagué aunque me vi tentado a hipnotizarla para que me regalara la comida, para quedarme con el dinero de la Universidad. No tardé mucho más en aquel calvario, en una tienda de abarrotes atendida por un antipático hombre robusto con un frondoso bigote, compré una botella de aceite de oliva y salí de allí. Regresando a la playa donde vendría la peor parte divisé un pequeño local pintado de azul cerúleo, en cuyo cartel había un tiburón y nombraba al establecimiento "Pescadería y marisquería "El Tiburón" Me resultó est****amente simpático así que compré salmón y camarones. No me había sobrado tanto dinero como esperaba, pero peor era nada, además todo era ganancia porque aquello tampoco era mío. Aunque bien que si me hubiera podido ahorrar aquel dinero podría compensar el costo de la matrícula, aunque fuera en parte. No era miserable, me gustaba aprovechar las oportunidades. Fiamma ya estaba allí, Gabrielle también, yo fui el primero en partir y el ultimo en volver, pero me había entretenido en la pescadería, y también había tardado en decidir la receta aunque no había sabido cuanto tiempo. De igual manera, todo estaba bien; supuse que había sido Apolo quien había improvisado una especie de gazebo con una ola convertida en hielo que cubría las estancias de trabajo. Dejé las cosas sobre el mármol y sonreí agradecido al Granger.
  23. Sin dudas me había dedicado a menospreciar la complejidad de los encantamientos. Las explicaciones que daba Apolo podían resultar incluso un poco pesadas, pero llegaba a entenderse que debíamos cumplir ciertas reglas: Conocer al menos el procedimiento de creación del objeto complejo, tener presente nuestra capacidad y que guarden una relación con el tamaño de los objetos a crear. Sin dudas si hiciéramos esa demostración ante muggles, nos aplaudirían sin entender el trabajo que conllevaba. Al terminar mis estudios principales, había adquirido bastos conocimientos sobre Transformaciones, además de Artes Oscuras, pero ese ultimo no iba al caso. Tenía facilidad para transformar cosas en otras, animados en inanimados y las reglas no eran especialmente diferentes. La cuestión era que yo sabía trabajar sobre objetos que ya tenía frente a mi, no crearlos de la nada. Justamente por aquello había tomado la clase, en mi mente, aprender a materializar, sumado a mi habilidad de transformar me hacían pensar que no había cosa que no pudiera poseer en cuanto tuviera aquellas habilidades. Justo por eso tenía que esforzarme en hacer las cosas bien, y hacer algo digno de aplausos, como la vez anterior. La playa tenía que volver a servirme de inspiración, había arena, pequeñas porciones de césped con flores, eso ya no me serviría; cangrejos en la orilla, y gaviotas en el cielo. Tampoco serviría aquello en aquel momento. De repente por allí vi un pequeño montículo de piedras. Di un rápido vistazo a la mesa de Apolo, y volví a mirar la piedra. Tenía una idea en aquel momento. Di un paso al frente, con la varita en mano estiré el brazo, cerré los ojos para mentalizarme: Mármol. Mármol blanco con abundantes betas negras, como eran las encimeras de la Mansión Granger, de la Mansión de la Sra. D'Aubigne donde las vi por primera vez, como lo eran las del castillo en rusia donde moraba antes de venir aquí. Porque ¿Qué era el mármol sino un montón de rocas calizas sometidas a temperaturas elevadas y presiones? Además era algo que conocía bien. Tenía la superficie pulida en mente, sabía como se lograba, mediante abrasión, el brillo era natural. Ahora hacía falta ponerle patas, pero a mi mente no llegaba esa imagen, solo tenía un rectángulo del tamaño de una mesa. ¿Que podría hacer? Dos rectángulos más, más gruesos que los de la superficie se colocaron debajo, dándole estabilidad. ¡Ya lo tenía! -¡Aparitio! -Exclamé, y la mesa compuesta de tres rectángulos estaba frente a mi. pasé la mano por la superficie pulida y le hice presión para comprobar que estuviera firme. La miré con ojo crítico, como todo lo que hacía, los anchos rectángulos que la mantenían en pie no resultaron con un pulido perfecto, pero al menos cumplían su cometido. Aquello me había dejado realmente agotado, sentía mi brazo un poco torpe, como si hubiera estado picando en la cantera para extraer aquella piedra. Era extraño sentirse así, como inmortal era algo que casi se olvidaba, pero me vi obligado a sentarme un momento, contra la meza y apoyar la cabeza ahí antes de continuar. El tazón para mezclar también era de mármol, parecía la base de un mortero más que un tazón, pero serviría. Los cubiertos eran de metal, y su mango era redondeado y de aquella misma piedra. Para un humano resultarían pesados en incómodos. También cree una cuchilla para cortar con las mismas cualidades que los cubiertos de mesa. ¿Qué más se usaba para cocinar? Nunca lo había hecho. Tampoco es que tuviera la capacidad de hacer un horno de piedra, ni ollas. Podría haber creado una tabla para cortar, pero no lo consideraba necesario en una mesa de piedra. Los platos aunque hubiera querido hacerlos de porcelana, escapaban de todas mis posibilidades y eran burdos platos blancos de cerámica, el vaso no era de cristal, era de metal, como los cubiertos. No estaba satisfecho para nada, pero estaba muy agotado. Volví a tomar asiento un rato hasta que el profesor pasó y le mostré con orgullo la superficie pulida, y con vergüenza el resto de la mesa, así como el resto de los utensilios, en los que se notaban mi desgaste. -Disculpa Apolo -Entre familia no se necesitaban formalidades- No recuerdo haber cocinado nunca, no estoy seguro de lo que se necesita. Fue lo mejor que pude hacer.
  24. Una casa nueva... La idea me gustaba demasiado. La mansión se había ganado un lugar en mi corazón, eso era innegable; era lo suficientemente grande como para no tener que verse con nadie, pero a la vez se podía estar a la orden de cualquier grito que trajera drama y emoción al hogar. Sin embargo también me causaba tremendo pesar ver determinadas puertas y pisar algunos lugares. Un nuevo lugar grande y lleno de lujos, ya que a mi entender y y aunque no fuera competencia, de las moradas que había visitado en Ottery, aquella era de las más austeras y sobrias. Nunca entendería como todos podrían pagar magnas edificaciones. Las ideas de Valeskya que significaban ser habitantes forzosos en algún lugar me atraía. Me recordó mis años anteriores a la llegada a la comunidad mágica. Claro que no era muy adepto a los lugares abandonados desde que pude manipular la mente de los demás para que fueran mis sirvientes; era un ciclo, me entretenía ver como los ricachones se inclinaban ante mí y hacían lo que quisiera sin rechistar, pero al final me aburrían con su falta de habilidades, nunca podrían hacer lo de Kraven, así que al final me los comía, y cuando eso me aseguraba de que fueran conscientes de sí mismos, para que fuera más divertido. -Apoyo eso de meternos a la fuerza a una casa, a una casa no... a un castillo. Es lo más económico, y con el dinero que se ahorra podemos reformarlo. Además siempre podemos comernos a los antiguos propietarios antes que hagan nada. -Finalicé encogiéndome de hombros. Al final parecían haberse decidido por vender lo que no usáramos y aspirar al comercio tradicional, lo que tampoco era algo que me molestara. Di un sorbo a mi copa mientras pensaba en las pocas cosas que poseía, eran cosas finas, pero esenciales. Aunque igual siempre podría disponer de los galeones que generaba el negocio, además no les daría mejor uso. De todas formas vería si Seishiro quería desprenderse de alguno de sus juguetes en desuso, tenía tantos que quizás ni cuenta se daría (?) «Un lugar junto al mar, ¡Si! donde pueda atar a esta perra, lanzarla desde la ventana y que viva en el fondo del mar para siempre, así no tendría que escucharla nunca más» pensé colmándome de amargura al escucharla cuestionar mi paternidad, al mismo tiempo que me cuestionaba si la maldita leía mentes o algo. Me mantuve sereno, bebiendo de mi copa de vino, como si lo que ella comentara careciera de la más mínima importancia cuando en realidad me desesperaba por encontrar el contrataque perfecto y no llegar a la bruta violencia física. -Cariño, Helena tiene una madre presente, que convive con ella y en estos momentos se la ha llevado de vacaciones a los Alpes. Las buenas madres hacen eso, conviven con sus hijos, pero ¡Oh! es cierto que túno sabes lo que significa ser una. -Le sonreí con cierta burla, y me puse serio para finalizar- Tus hijos son mayores ahora, pero ya te despreciaban cuando necesitaban de ti. No estaba seguro de aquello, tal era la negligencia de mi hermana que ni siquiera conocía a mis sobrinos. Vagamente me pareció recordar una ocasión en que apareció una chica muy arrogante que solo vino a recordarle a Valeskya su mal trabajo, y si no me fallaba la memoria, no era mayor de edad en aquel entonces... Que insolente de su parte cuestionarme a mí. Pero bueno, sonreí tras beber el ultimo sorbo de mi copa, ella era una madre justa, los abandonaba a todos por igual. Zahil ejerciendo un papel de matriarca que solo podía apreciar cuando convivíamos un puñado de Granger, dio fin a la cena y dispuso que comenzáramos a movernos para lo de la mudanza; no sin antes citar a Apolo al sótano. Sonreí e intenté disimularlo como quien no escucha nada, miré al elfo que llenaba mi copa. El brindis por Fiamma no me había pasado desapercibido ni el ritmo en que sorbió el líquido de su copa, quizás para la rubia tampoco, puesto que lo llamó al sótano. Reprimenda en fijo. De repente a mi cerebro se le ocurrió la brillante idea de que podía buscar cachivaches en el sótano para colaborar a la venta de jardín. Era algo que debía hacer cuanto antes, obedeciendo los deseos de la vampira, pero... tendría que esperar a que todos acabaran de cenar; consideraba una falta de respeto levantarse antes de tiempo. Di un modesto sorbo a mi copa y miré con disimulo el plato del Granger. Ansiaba que acabara y poder ir al sótano, después que ellos claro, de forma discreta, para que no se sintieran cohibidos por mi oído sobrenatural.
  25. Por nada del mundo quería ir primero en demostrar mis habilidades. Sin habérmelo propuesto en verdad, comenzaba a considerar aquello como una competencia silenciosa desde que Apolo usó la palabra "espectáculo" podría resultar est****o considerar aquello una competencia, sin embargo, habiéndome acostumbrado a ser el mejor cuando vivía en soledad, todavía no me acostumbrara a que hubiera gente que hiciera lo mismo que yo, o peor, que fuera mejor que yo. Fiamma fue la valiente, también usó el encantamiento más astuto: a todos les encantaban las dulces aves que revolotean por ahí, y en lo personal que los pajaritos trinaran exclusivamente a nosotros fue hasta dulce. Sería difícil de superar aquello y no quería pasar un bochorno, necesitaba tiempo, y como si hubiera escuchado mis plegarias la Black fue la siguiente de aquel improvisado espectáculo, con nada más y nada menos que una serpiente. Me gustaban las serpientes, lástima que aquella huyera de nosotros; quizás mordería a alguien del pueblo cercano. La idea me hizo sonreír con malicia. Teniendo en cuenta que el otro joven era un mero oyente, era mi turno de ser juzgado. Miré hacia ambos lados en busca de una inspiración, y allá a lo lejos distinguí una bella flor color carmesí que crecía en una superficie verde que con todo su atrevimiento mataba la blancura de la arena. Eso era lo que me haría destacar, y para variar, no serían animales lo que materializaría. ¿Quien sabe? en una de esas hasta era considerado un lindo gesto de galantería. Me puse de pie animado y sonriente y avancé a la línea -Orchideus -Exclamé, y en la punta de la varita se materializaron sendas rosas naranja blancas que tras un leve movimiento de muñeca se desprendieron y cayeron a los pies de los espectadores, desprendiendo un aroma muy dulce. Satisfecho y sin ocultar el orgullo que sentía de mi demostración volví a donde estaba y tomé una rosa del suelo con la que juguetee distraídamente.

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