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Valentina Ricci Yaxley

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Mensajes publicados por Valentina Ricci Yaxley

  1. Todo se había vuelto una auténtica locura en aquel lugar. Tras la apertura de una de las puertas, cientos de criaturas de lo más variopintas se habían colado en el laberinto, provocando un total y absoluto descontrol entre todos los presentes. Criaturas por allí, gente corriendo por allá… Por fortuna, sus padres habían sido de los únicos que se enfrentaban a la amenaza, pues muchos de los acampados por allí desperdigados no dieron señales de vida. Quizá estuvieran encerrados a cal y canto en sus tiendas. Algo entendible, ya que lo que uno prioriza en esta vida es su propia subsistencia. Pero, ¿qué aguante tendría una simple tienda de campaña frente al placaje de un nundu? ¿O de la estocada de un cuerno de erumpent?

     

    No, no podía quedarse en la tienda de campaña como si nada. Ya no era una débil niñita con necesidad de ser atendida en todo momento. Tenía mismamente de ejemplo a Evedhiel, hija de Orión y por consiguiente hermana por parte de padre, que siendo aparentemente de su quinta, no dudó en abandonar sus sándwiches para salir a la caza de algún que otro nundu, precisamente.

     

    Pero… ¿qué estaba provocando semejante avalancha de seres furiosos? Rápidamente salió afuera.

     

    ¡Demonios!

     

    Lo que más le impactó fue ver a su tía Gabrielle luchando contra… ¿unos micropuffs? ¿A palazos? Se restregó los ojos para confirmar que no estaba sufriendo alucinaciones y, en efecto, no las tenía. Era real. De hecho, incluso su madre hacía alguna que otra broma al respecto. Y hablando de su madre…

     

    Esto… ¿mamá? ¿Desde cuándo eres una amazona?

     

    Parecía feliz galopando sobre un caballo. Daba por hecho que lo estaría, puesto que su cara parecía ser de satisfacción. Pero eso no sería lo único que sorprendería a la joven.

     

    ¿¡PAPÁ!?

     

    No podía reconocer qué vestimenta llevaba, rollo con mallas de color azul o algo así. Parecía de lo más cómodo, para qué negarlo. Él también andaba luchando contra animales, pero se trataba de más ni menos que de un dragón, al cuál hizo desaparecer por completo delante de su cara. Quedó atónita.

     

    ¿Alguien me puede explicar de dónde está saliendo tanto bicho? Y… maldita sea, ¿por qué está sonando ese ruido tan fuerte?

     

    Un sonido desgarrador se estaba haciendo eco por el jardín, taladrando cada vez más los oídos de la muchacha. No conseguía dar con el lugar de procedencia. Se dedicó a correr por los lugares cercanos al punto donde se encontraba la tienda de campaña, hasta que…

     

    ¡Mirad! ¡Es ahí!

     

    Un nido de augureys estaba muy cerca de ellos, instalado en una esquina alta del laberinto. Dos de los pájaros de dicha especie parecida a un buitre lloraban amargamente con su característico sonido lastimero y tembloroso que tan de los nervios pone a cualquiera que lo escuche.

     

    Himno de Eleboro —verbalizó empuñando su varita.

     

    No estaba dispuesta a aguantar semejante tortura, por lo que decidió proteger su sentido del oído. También sabía que eso no sería suficiente pues, en el momento que el efecto del hechizo finalizara -no sabía muy bien qué duración exacta tendría-, el único augurey allí presente volvería a darles por saco. Así que, ni corta ni perezosa, apuntó directamente hacia él, antes de que se le ocurriera escapar.

     

    Silencius. A ver si ahora puedes seguir con tus cánticos.

     

    El pájaro se quedó mudo y salió huyendo hacia otra dirección, dejando sin protección el nido en forma de luna. Solo rezaba para que no hubiera ningún huevo allí depositado, pero tampoco se arriesgaría a dejarlo sin ningún chequeo.

     

    No tenía escoba, así que decidió usar el método muggle. Se arremangó y empezó a escalar por la roca de la pared, buscando alguna que otra grieta para apoyarse, como si de Spiderman se tratara. Subió bastante para haber escalado entre pocas veces y nada. En ese momento se lamentó de no haber cogido el pico de la tienda de campaña, pues hubiera avanzado más y mejor.

     

    Pero, de pronto, pegó un traspié y cayó de golpe hacia abajo.

     

    ¡Aresto Momentum!

     

    Por suerte, no necesitaba utilizar la varita en su mano, la cuál quedó guarecida en su portavaritas. La muchacha cayó de lo más lentamente hasta que quedó sobre sus dos pies en el suelo. Entonces, echó a correr en busca de sus padres.

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  2. ¿Vacaciones pagadas? Já. Casi prefiero que me dejen descansar tranquilamente en Azkaban a este viaje que nos está dejando tan hechos puré.


    Y, aunque pareciera irónico, nada más lejos de la realidad. Sus pies comenzaban a desarrollar ampollas de tanta caminata. Tampoco tenía demasiadas oportunidades de cuidar su higiene personal. Entre andar, hacer las pruebas, seguir andando y demás, no tenía tiempo de montar la tienda de campaña. Su cuerpo estaba pidiendo a gritos un buen fregado, y su mente un spa con masaje incluido y con todo lujo de detalles. Cuando volviera a Londres iba a agradecer más que nunca regentar un negocio de aguas termales.


    Definitivamente, empiezo a pensar que somos carnaza para el Ministerio. ¿Qué os apostáis a que la fuente no existe? O lo que es más gracioso: que una vez demos con ella, llegará el Ministro del palo de: ¡Apártense! Aquí sólo me bañaré yo, que para eso soy el líder de la nación —imitó su tono de voz—. Siempre igual, nosotros nos tragamos la m.ierda y los políticos se llevan la recompensa.


    Estaba furiosa. Hubiera apostado su varita a que aquello que acababa de relatar sería lo que ocurriera. Lástima no ser vidente para poder confirmarlo con total certeza.


    Deberíamos empezar a hacer apuestas por el campamento. Bueno, mejor dicho, por la zona donde la gente consiga acampar. ¡Casi no cabe la tienda entre las paredes! —exclamó—. En fin, será mejor que me relaje. ¿Vais a cenar? —preguntó viendo cómo se dirigían a hacerse un bocadillo.


    Mientras tanto, Orión ya había iniciado la tirada de sus runas. Gabrielle, allí presente, parecía un tanto enfadada, mostrándose escéptica a esa forma de magia. No la culpaba, ella misma ponía en duda materias como la Adivinación o la Aritmancia. Tal vez por eso siempre había obtenido resultados bajos en dichas asignaturas en su etapa estudiantil. Gatiux, por el contrario, aprovechó para abrazar a su próximamente marido, momento en el que Valentina decidió ir a por el pedido de su madre.


    Esto… voy a por lo que me has pedido —se disculpó.


    No estaba muy segura de si sería capaz de abrir la tienda de campaña junto a la de sus padres, aunque si una cabía, ¿por qué no dos? Abrió la mochila que llevaba portando durante todo ese tiempo y sacó una especie de cubo pequeño de tela. Lo colocó estratégicamente sobre el centro de lo que sería la tienda y empezó a hacer florituras con su varita. La verdad es que no quedó especialmente recta, pero eso no importaba. Ya se molestaría más tarde en dejarla erguida. Entró por la puerta en dirección a la cocina. Dado que la tienda no se veía bien colocada por fuera, tampoco se apreciaba en su interior. Casi parecía que las telas colgantes de la cocina se hubieran abollado.


    Una vez cogió el hummus de la alacena, salió y cerró la puerta. Decidió dejar la tienda allí en medio semidesmontada para permitir el paso, pero sin guardar por si necesitaban algo de allí más tarde. Entró de nuevo en la tienda de sus padres y colocó el tarro de hummus junto a las runas de la mesa.


    Será mejor que aprovechemos ahora que estamos tranquilos para recargar energías.

  3. “Pequeña”. No pudo evitar sonreír al ver tal afecto de su madre. ¿Acaso las pruebas habían ablandado su corazón? De cualquier modo, agradecía notar gestos de cariño de parte de ella, pues vete a saber cuánto tiempo había pasado desde que la Malfoy le diera un abrazo.

     

    —La verdad es que me ruge el estómago como si me hubiera tragado un león y estuviera intentando comunicarse con el exterior —afirmó—. Aunque no sé cómo andáis de recursos en esta tienda de campaña. Si quieres, puedo mirar qué comida llevo encima abriendo mi propia tienda y mirando en la cocina.

     

    Realmente le daba apuro utilizar las reservas de las otras cuatro personas. A fin de cuentas, si ella misma había calculado llevar provisiones para su grupo, los demás habrían hecho lo mismo. Por tanto, no era de extrañar que sus familiares portaran únicamente comida y bebida para las cuatro personas que, en un principio, iban a vivir en la tienda.

     

    —Definitivamente, pediré una semana de vacaciones al Ministerio cuando volvamos. Quizás dos. Esta excursión “romántica” va a acabar con mi salud. Con la física y con la mental —recalcó.

     

    Razón no le faltaba, pues las jornadas estaban siendo de lo más intensas. Las tiendas de campaña no estaban mal. ¡Gracias a Merlín de que disponían de baño donde asearse! Pero tampoco era para tirar cohetes, sobretodo esos colchones cuyos muebles se clavaban más que una espina de puercoespín.

     

    Los ánimos estaban de lo más apagados. Su madre estaba pesimista realmente no era para no estarlo. ¿Qué hacían allí? ¿Por qué la puerta no se abría? ¿A qué estaban esperando?

     

    —Oye… ¿intentaron forzar la puerta? Deduzco que sí, pues vi que tenía como una especie de arañazos por la superficie.

     

    Resopló. Parecía que ni la magia ni los métodos más muggles servirían como herramienta para salir de allí.

     

    Pronto, su padre le preguntó acerca de su Conocimiento en Maldiciones. Aquello le hizo pensar.

     

    —Bueno… no es mala idea. Tendría que ponerme a analizar con detalle la puerta, aunque ahora mismo lo único que me apetece es pegar un buen bocado. A ver si ahora, después de reponerme, alcanzo a concentrarme un poco más y me pongo a analizarla. De todas formas, ¿qué es de tus runas? Podrías ir haciendo la tirada mientras yo me dedico a mirar la dichosa puerta.

     

    Era muy extraño. Normalmente, la magia oscura que provoca las maldiciones deja un rastro bastante perceptible. Incluso las personas que entran en contacto con ella, pese a no ser expertos en la materia, son capaces de notar ciertos cambios, sobretodo de ánimo, que hacen sopesar que no se encuentran frente a un objeto común.

  4. Definitivamente, estaba resultando ser toda una acoplada en el grupo de la expedición formado por sus padres, entre otros miembros de la familia. ¿En qué momento se le ocurrió ser tan orgullosa como para rechazar su compañía y decidir ir por su cuenta si al final iba a terminar pegada a ellos? Eso le hacía sentirse un poco avergonzada. Ya era lo bastante mayor como para mostrarse como una adolescente con las hormonas revolucionadas y con complejo de víctima. Ya había pasado por esa edad. ¿Acaso no iba a madurar nunca?


    Se quedó parada. Decidió entrar, seguida de Ellie y el oso sin nombre. Pudo notar cómo se ponía un poco roja. Rápidamente, se lanzó a hablar par no parecer demasiado est****a.


    —Caray. Casi parece que esta sea mi tienda de campaña —intentó bromear sin mucho éxito, pues las caras de los allí presentes se quedaron tal y como estaban—. Bueno… Candela se ha vuelto a perder. No sé dónde se mete esta chica, pero sé que, si me doy la vuelta para buscarla, la perderé y me perderé yo también, y entonces seremos dos brujas perdidas sin rumbo. Además, el murtlap aquel que nos estuvo guiando ha desaparecido —pretendió excusarse—. ¿Vosotros también llevabais uno? Me fijé en que no fue la única criatura de esa especie que apareció.


    En cierto modo, se sentía mal por abandonar a su compañera. Como dicen en las filas del ejército: “A un compañero nunca se le abandona”. Y allí estaba ella, incumpliendo esa regla de honor. Suspiró. Tal vez consiguiera reengancharse con otros rezagados, o quizá pudiera dar con ella con la ayuda de los demás Yaxley. En cualquier caso, tenían algo más importante en lo que pensar: cómo abrir la puerta de las narices.


    No era la única bruja preocupada en tal cuestión dentro de esa tienda pues, tal y como se tratara de un cónclave, los sucesores de Fernando Black habían tomado posición en el salón, aportando hipótesis mediante lluvias de ideas, tomando notas y demás. Su madre sujetaba un cuaderno junto a un bolígrafo, dispuesta a escribir todo cuanto recordara. Su padre, por el contrario, acababa de desempolvar una bolsa colmada de runas antiguas. No era de extrañar, tratándose del docente experto en la materia encargado de impartir tal maestría en la Universidad Mágica de Gran Bretaña. De hecho, no era el único miembro de la familia en dedicarse a la docencia en dicho centro, pues su prima Maida también podía presumir de un buen puesto en la asignatura de pociones.


    —¿Puedo sentarme aquí? —dijo dirigiéndose hacia uno de los sillones— Quizá os pueda ayudar a pensar.

  5. ¿Cuántas horas llevaban caminando? ¿Una? ¿Dos? ¿O quizá simplemente veinte minutos? No lo sabía. Estaba desorientada y cansada de andar para no dar más que con más y más piedra rocosa que formaban las paredes del lugar. De haberse tratado de un laberinto de arbustos, tal y como se describían en los cuentos de fantasía que leía de pequeña antes de acudir a Hogwarts, allá por los nueve años de edad, lo hubiera tenido más que claro: un buen Incendio, un buen Diffindo y para fuera. Pero no. Ese material era mucho más resistente como para destruirlo tan simplemente. A no ser que…


    —Ellie, ¿y si usara magia?


    —¿Qué quiere decir, señorita?


    —Espera y verás.


    Desenfundó la varita de su portavaritas de cuero que nacía en el cinturón de sus pantalones. Nunca una compra le resultó tan útil como aquella. Se dirigió hacia el sitio donde un par de paredes se unían perpendicularmente para formar un ángulo recto perfecto. Enfrentó la varita justo en el lugar del que partían las rocas y pronunció:


    —¡Defodio!


    Definitivamente, la demostración de “poder” que tenía en mente se vio más que truncada. ¿De verdad había sido tan ingenua como para pensar que con un simple hechizo de mortal conseguiría reventar un laberinto creado por diosas egipcias? ¿Que una prueba diseñada para alcanzar la más pura de las glorias y alzarse como único mago capaz de bañarse en la Fuente de la Fortuna, atesorada con tanto afán, terminaría con un rayo al que cualquier graduado en una escuela de magia podría acceder?


    —Tenía que intentarlo… —se apenó mientras buscaba la mirada de su elfina.


    Pero con tanto trajín no se había percatado de la ausencia de cierta persona.


    —¡Demonios! ¿Viste dónde se metió Candela?


    La elfina negó con la cabeza. ¡Había vuelto a ocurrir! No sabía en qué punto de tan liante laberinto la gitana había desaparecido, pero era obvio que ya no se encontraba con ellas. ¿Dónde estaba? Era demasiado precipitado dar media vuelta como si nada e ir a buscarla. Habían conseguido llegar hasta aquel punto sin tan siquiera sufrir un rasguño. ¿De verdad se iban a arriesgar a perderse más aún si era posible?


    —¡Eh, tú! ¡Espera!


    El murtlap salió corriendo como un resorte camino alante. Apenas le dio tiempo a reaccionar tanto a Ellie como a Valentina, que además acababa de soltar la mochila que cargaba sin tener en cuenta que el animalito era libre. No como su osezna, que también las acompañaba. Eso sí, bien sujeta con la correa.


    Corrió todo lo que pudo, pero el murtlap había desaparecido. Eso sí, el paisaje había cambiado.


    —¿Esto es… el centro del laberinto?


    Parecía más despejado. En un lateral se encontraba una puerta de lo más robusta. ¿A qué lugar conduciría? Se acercó para apoyar la mano sobre el pomo.


    “Entregadme el fruto de vuestro esfuerzo”


    —¡Otra vez!


    La voz en off que había estado hablando en más de una ocasión lo había vuelto a hacer. Estaba confusa. ¿Qué esfuerzo? ¿Adónde debía dirigirse para demostrarlo?


    Y justo entonces se percató de que, no muy lejos de allí, había una tienda de campaña de lo más familiar a la que no dudó en acercarse?


    —¿Ho-hola?



  6. Hola o/

     

    Vengo por culpa de mi TOC a pedir un reajuste de cuentas de mis galeones, ya que de repente vi que me termina en 5 en vez de en 0 y eso me perturba porque estoy como una regadera. Se me hizo un ingreso de un negocio cerrado y entre este y este post hubo un desfase de 35 galeones que se fueron al abismo.

     

    Y pues nada, por si lo podíais reajustar en mi bóveda personal.

     

    Graciaaaaaaas! :3

  7. La chica esbozó una sonrisa de lo más forzada.


    Sí, ¿verdad? Siempre tuve un cutis maravilloso —ironizó—. Menos mal que por aquí no hay espejos, que si no me caería de verme lo guapa que soy.


    Sí, el muchacho llevaba razón. Se le había quedado un tanto insensibilizada la piel de la cara, pero podía notar perfectamente cómo la hinchazón de alrededor de los ojos y párpados disminuía considerablemente. Podía ver, lo cuál le permitiría apuntar bien sus hechizos, además de poder desplazarse por el terreno.


    ¡Cuidado, Yaxley! A ver si ahora que te veo bien, te vas a comer una buena.


    Se puso de pie y comenzó a apuntarle con su varita de lo más vacilona. Comenzó a hacer florituras mientras se balanceaba hacia adelante y atrás, haciendo como se acercaba hacia su contrincante.


    Uuuuuh, ¡qué miedo! Ratón que te pilla el gato, ratón que te va a pillar… —se puso a tararear de forma infantil.


    Ya estaba totalmente recuperada también del corte producido por la daga del sacrificio. Nunca le gustó autolesionarse, su espíritu no era lo suficientemente oscura como para llegar a ese extremo. Eso era más cosa de artistas del romanticismo: la nostalgia, el dolor, la frustración, el sufrimiento existencialista y todas esas características que podían desembocar en la perturbación del alma y en el autosufrimiento. No, Valentina era más pragmática que todo eso. Aunque si esa era la única forma de conseguir salir vencedora del duelo, lo repetiría una y mil veces.


    Veamos, veamos… ¿te gustan los animales? A mi sí. Los gatos me parecen preciosos. También le tengo mucho cariño a los pajaritos, tan cuquis y cantarines. ¿Y a ti? Avis.


    Pero en vez de invocar a una docena de pájaros, lo único que consiguió fue hacer aparecer doce serpentinas de colores que apenas avanzaron un metro desde la punta de la varita. Azules, rojas, verdes, amarillas… ¡Casi se le había formado un arcoíris delante suya! La joven se puso como un tomate, pensando en qué narices acababa de pronunciar para haber hecho semejante estropicio.


    ¡Maldición! —exclamó— ¿Cómo puede…?


    Y nunca mejor dicho, pues la expresión de Aaron lo dijo todo.


    Está bien —se recolocó—. Quieres reírte de mí, ¿no? Yo también tengo un gran sentido del humor, aquí donde me ves.


    Poco a poco, la joven se fue acercando hacia el chico hasta quedar a su lado. Sólo tuvo que estirar su brazo para tocar su hombro. Su mano quedó posada sobre el ropaje que vestía.


    ¿Sabes? Tú y yo deberíamos quedar más…


    Arrimó sus labios a su oído y pronunció:


    Obedire.


    Lo que debería hacer su primo durante la siguiente opción era de lo más sencillo. Valentina tan solo pretendía que el muchacho invocara un Tarantallegra sobre sí mismo y se pusiera a bailar allí en medio, de forma que le diera un toque de humor a aquella prueba que se estaba desenvolviendo de manera tan aburrida. Esperaba que Eobard se lo estuviera pasando mejor que ella.


    Venga, menea ese cuerpo tan bien puesto que luces. Si lo haces bien, te doy un premio.


    @

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  8. Estaba exhausta. Aún se encontraba de rodillas en el suelo, llorando, sin saber muy bien si se trataba de un sueño o una realidad. Pero la única verdad era que todo lo que había recordado formaba parte de su vida. Su ruptura con el que algún día fue su prometido estaba aún demasiado fresca. La herida supuraba dolor, un dolor alimentado por rabia, nostalgia impotencia. ¡Ay, los recuerdos! ¿Cómo no sentir dolor tras confiar en alguien que te decepciona? ¿Cómo no querer volver a los tiempos pasados en los que se era feliz? Pero Valentina no lo entendía. No quería verse vencida, no quería admitir que era una humana como cualquier otra persona de las allí presentes, con sus miedos y debilidades. Por eso sufría por recordar y, además, por tomar consciencia de su propia fragilidad.

     

    Zurin, el mago al que le juró amor eterno ya no estaba. Jamás volverían a ser uno. Jamás volverían a acariciarse, a sentir la respiración del otro, a alinear los latidos de ambos corazones. El amor se había roto. Él se había ido y, aunque le costara admitirlo, ella sabía perfectamente que no regresaría.

     

    ¿Dónde está el amor del que tanto hablan? ¿Por qué nos sorprende y rompe nuestra calma?

     

    Poco a poco, la rabia se fue convirtiendo en neutralidad y sus pasiones fueron menguando hasta que, al abrir los ojos, supo contener todas sus emociones y canalizarlas para no explotar allí, en medio de toda su familia. No. No le daría ese gusto al malnacido del warlock. Ella era más fuerte que eso.

     

    Se incorporó lentamente con ayuda de un par de personas que también estaban allí y respiró profundo. Por las caras de los demás, ninguno parecía haber disfrutado del viaje astral propiciado por las hierbas de Orión. Definitivamente, no se podía fiar ni de su propio padre.

     

    Pero algo había cambiado en el entorno. Y es que la montaña les permitiría seguir avanzando hasta su cima sin aparentemente ninguna inconveniencia, hasta que…

     

    —Les explicaré lo que tienen que hacer:

     

    Un par de ayudantes de la viceministra se acercaron a aquellos grupos que estaban más alejados de Mackencie para volver a relatar las mismas instrucciones que ella misma se encontraba. No era tarea fácil, pues deberían encontrar a una criatura que les ayudaría, un mapa y un dragón protector. ¡Y todo ello sin perderse! Que, tratándose de cruzar un laberinto, lugar experto para perder a la gente, no sería fácil.

     

    —Así que nos encargan mil tareas… genial. Esto parece más bien una excusa para perdernos de vista.

     

    Pero entonces, apareció a lo lejos. Era pequeño y muy ágil. Se estaba moviendo por la zona, casi como intentando llamar la atención de los presentes para que lo siguieran.

     

    —¡Chicos! —se dirigió a sus familiares— Debemos seguirlo.

     

    Pero Orión había sido más rápido que ella y algunos ya se estaban yendo. Así pues, agarró a @@Candela Triviani y la llevó un poco a rastras. Ya la había perdido una vez, no iba a permitir que eso ocurriera de nuevo.

     

    El animal empezó hacia la derecha. Luego siguió recto, derecha de nuevo, izquierda, recto, derecha… y así todo el rato. Aquello era una locura de memorizar. Tan solo esperaba que no necesitaran dar marcha atrás y volver por donde habían entrado.

  9. ¡Benditos los ojos que te ven! —exclamó.

     

    La llegada de Candela a la tienda de campaña fue uno de los momentos más alegres para la bruja. Eso significaba dos grandes noticias. La primera, que la gitana había sobrevivido a la fatídica tormenta de arena que tanta tarea les dio a todos las expedicioncitas, en especial a la propia Valentina, que tuvo que avanzar por el desierto sin más compañía que la de su elfina doméstica y su osa amorosa, la cuál era más quejica que un bebé pequeño. La segunda, que aún quedaba la remota posibilidad de que el grupo ocupante de la tienda número seis consiguiera reunirse justo a tiempo para cumplir con el cometido general: alcanzar la gloria.

     

    Se acercó a la recién llegada para fundirse en un abrazo de lo más sincero, pero Candela no parecía mostrar el mismo afán por reencontrarse con Valentina. Es más, ni siquiera llegó a entrar en la tienda de campaña, pues prefirió aguardar fuera. Pronto, Orión se acercó a la nueva invitada para darle la bienvenida, momento que Valentina aprovechó para referirse a él.

     

    ¡Padre! ¿Conseguisteis conjurar el hechizo? —preguntó de lo más interesada.

     

    Pero no fue necesario que el patriarca de los Yaxley emitiera respuesta, pues pudo comprobarlo con sus propios ojos. Una enorme montaña había aparecido prácticamente delante de sus narices, terminando con el monótono horizonte que formaban las dunas. Aquel accidente geográfico era mucho más que un simple adorno en el Sáhara. Significaba que cada vez quedaba menos para llegar a la ansiada fuente que tan feliz haría a su bañista.

     

    Tardaron menos en desmontar el campamento que lo que Gatiux tarda en beberse una botella de whisky ella sola, es decir, muy poco tiempo. Recogieron el interior de la tienda de campaña mínimamente y la doblaron de forma que cupiera en la mochila de alguno de los dueños que ese equipo de aventureros. El café le había despejado la pereza. Además, la curiosidad por descubrir qué sería de la Fuente de la Buena Fortuna cada vez calaba más en sus huesos. Si al principio dudó en apuntarse a la excursión, ahora necesitaba descubrir si verdaderamente existía o no. Y el hecho de que una montaña se acababa de aparecer delante de sus narices les había dado mucho sobre lo que pensar.

     

    El grupo era grande: Sus padres, Orión y Gatiux, seguidos de Paprika, la prima Maida, las tías Lu y Gabrielle y la última en unirse a ellos, Candela. Comenzaron a subir la montaña cuando…

     

    Aléjense un momento —pronunció tajantemente el patriarca— ¡Bombarda!

     

    La imagen que quedó tras reventar la roca los dejó atónitos. Aquellas runas nórdicas tan extrañas no pintaban nada allí en medio, pero su padre parecía estar entendiéndolo todo como si de un mensaje de los ancestros se tratara. Definitivamente, estaban relacionadas con la prueba que deberían pasar para llegar a la cima.

     

    Sin dudarlo ni un instante, los miembros de la familia comenzaron a rodear el altar. Valentina se mantuvo erguida. Pronto, Orión terminó de preparar un brebaje con unas hierbas de dudosa procedencia. Tan solo quedaba en su mano acceder a tomar el té. No sería de su agrado, pero todos sabían que era la única forma de poder avanzar.

     

    Así pues, y pese a tener ciertas dudas, alargó el brazo para coger una de las tazas. Estaba caliente por la bebida. Miró un segundo a los demás, que ya habían comenzado a beber, y dio un largo sorbo.

  10. Muy buen trabajo —admitió el profesor.

     

    La chica se puso tan roja como su cabellera. Realmente, sacar el pus de un bubotubérculo no tenía mucho misterio, siempre que hubieras atendido medianamente en clase de herbología durante la etapa de adolescente. En su caso, asistiendo a clases de Hogwarts. Pensar en ello hizo que le surgiera una duda.

     

    Por cierto, Emmet. Tú fuiste a Hogwarts, ¿verdad? Estaba pensando si en otros colegios la programación didáctica de herbología se asemeja a la de nuestra escuela o tienen otras plantas u otras historias que tratar.

     

    No estaba muy segura de si esa pregunta procedía, pero le pareció una buena forma de mantener una conversación y no limitarse a ejecutar su tarea en pleno silencio. El silencio le hacía sentir incómoda, no por el hecho de guardar la calma, sino por estar al lado de una persona con la que no sabes muy bien qué decir. Además, ciertamente le causaba inquietud saber qué plantas se estudiaban en Mahoutokoro, Castelobruxo o Uagadou, unos continentes tan dispares entre sí y con el Hogwarts de las colinas de Escocia.

     

    Mientras esperaba alguna respuesta, aprovechó para prepararse para su siguiente cometido. Primero, agarró una bolsa e introdujo los guantes que previamente enrolló en algunas capas de papel.

     

    Dejaré esto por aquí bien cubierto por si acaso quedaron algunos restos. Mejor ser exagerada y curarnos en salud.

     

    Y es que la esencia del bubotubérculo no era cosa menor pues, si era uno de los ingredientes clave para elaborar antídotos antiacné, también provocaría grandes erupciones cutáneas a aquel que entrara en contacto directo con el mismo. «Ironías de la vida», se adelantó a pensar la muchacha.

     

    Abrió el cajón para sacar unos guantes un poco más finos que los anteriores, ya que necesitaría de una mayor sensibilidad para tratar con la Mimbulus. Reconoció tanto a la planta como a la maceta paseándose por su alrededor, acercando bien sus ojos a la corteza de la planta.

     

    Uhm... parece tranquila. Debería usar el hechizo ya, ¿cierto? —acercando su varita, pronunció— Petrificus Totalus.

     

    La planta, pese no a estar demasiado agitada, quedó paralizada de puntas a raíz. Ciertamente, era la primera vez que usaba aquel conjuro con una planta y la situación le pareció divertida, pues le recordó bastante a la inmovilización total en personas. Acercó ambas manos a uno de los granitos por donde tendría que salir el pus.

     

    ¿Estoy poniendo bien las manos si las coloco así? Reconozco que tengo un poco de miedo a que explote...

     

    @@Emmet Haughton Gaunt

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  11. Había salido airosa de aquel tajo recibido en la pierna. Por desgracia, tanto Aaron como Valentina continuarían unidos por la daga del sacrificio, ya que hacía poco tiempo que su profesora los había obligado a utilizar los hechizos de sangre entre ellos. Aaron había sido más rápido y perspicaz que ella y, valiéndose de esta conexión, la utilizó a su favor antes de que a ella misma se le pasara por la cabeza la más remota intención de hacerlo. Pero dado que él estaba demostrando que, a la hora del duelo, poco o nada importaba respetar la integridad física del otro, no se iba a quedar atrás. Eso sí, siempre dentro de unos límites, como era de esperar. Tampoco se trataba de un duelo a muerte, más bien de dejar al otro un poco en la estocada.


    Parece que te hayas propuesto llegar a la Manor airoso por vencer a tu prima en clase, ¿no? —preguntó enarcando una ceja—. No sabía que fueras tan gallito —sentenció.


    Pero el chico no debió tomarse el comentario demasiado bien, ya que se limitó a esperar a que Valentina terminara de pronunciar aquella “inocente” frase para continuar poniéndola a prueba. El embrujo punzante que le propinó empezó a hacer que se le deformara la cara, casi como si hubiera bañado su rostro en zumo de piña, fruta de la que padecía alergia.


    ¡Ah! —exclamó.


    Le dolía. Notaba cómo su piel ardía. Incluso el tejido de los párpados comenzaba a hincharse, haciendo que no pudiera apenas ver nada. Sabía que tendría muy difícil utilizar un hechizo que necesitara apuntar, así que, valiéndose de su daga del sacrificio, pronunció:


    Immolo oppugnare.


    Pasó con sumo cuidado la daga por el pecho, abriendo la herida que justo al principio del duelo se provocó con el mismo objeto. Eso sí, ahora la complicación la tendría Aaron, pues la sangre emanaba de su pecho a la par que del de la joven. Enseguida, notaría un enorme dolor que le impediría moverse del suelo, a no ser que se curara.


    Él le contestó con un juramento de no poder lanzar rayos. Tampoco lo iba a hacer, teniendo en cuenta el estado de su rostro, pero eso terminaría pronto. Sabía que dicho hechizo no podría durar demasiado activo. Así que, con cuidado, acercó su varita a su propio pecho, justo en el lugar que acababa de rebanar con la daga y pensó en “Episkey”. Al momento, la herida cesó.

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  12. No entendía nada. Valentina estaba allí más perdida que un pulpo en un garaje, como entona el refranero popular anglicano. Aún se encontraba bastante aturdida, pues esas gaitas del demonio y esos wampus no la habían dejado dormir plácidamente, pese a haber mantenido los ojos cerrados durante toda la noche.


    —Chicos… me duele muchísimo la cabeza. Será mejor que me tome un café y me tumbe un rato en el sofá. ¿No tendréis por ahí algún remedio medicinal para la jaqueca?


    Su madre preparaba el desayuno en la cocina. Nada mejor que unas buenas tortitas o unos buenos huevos para comenzar la mañana con buen pie. Ese día sería bastante ajetreado, pues no se encontraban allí para tomar el sol, como muchos pensaron antes de llegar al Sáhara, sino que su misión allí era mucho más compleja que todo eso: encontrar la montaña perdida.


    —Ay, ¿ya amainó la tormenta? —preguntó felizmente mientras se acercaba a la puerta para comprobar que, efectivamente, los aires se mantenían calmados tras las cuatro paredes que los protegían— ¡Menos mal! Mi pobre cuerpecito no hubiera aguantado tanto tute tan seguido.


    Se notaba la tranquilidad en el lugar, tanto por el poco movimiento de la tienda de campaña como por el ambiente entre sus familiares. Se acercó a la encimera prefabricada para coger la cafetera. El humo salía por un pitorrito en uno de sus extremos, lo que indicaba que debería tener cuidado con el líquido de su interior si no quería acabar con alguna que otra ampolla en la lengua. Alzó el brazo para coger una taza de cerámica entre otras cuantas de porcelana que se encontraban guardadas en uno de los armarios superiores. Sabía que, si rompía una taza de porcelana delante de su madre, terminaría con la calma que se respiraba en el ambiente, por lo que decidió curarse en salud.


    Cogió un trapo de otro cajón para sujetar la cafetera por la parte del asa. La volcó lentamente y la llenó hasta la mitad. La otra mitad la cubriría con la leche que se encontraba allí expuesta en otro recipiente, quedando un café con leche de lo más suculento. Para finalizar, introdujo un par de terrones de azúcar sobre la mesa y lo removió todo con una cucharita.


    —Nada mejor que un desayuno en familia antes de ponerse en marcha. ¡Cómo echo de menos esas reuniones familiares en la cocina! —se refirió al gentío.


    Llevó la taza hasta la mesa del salón, donde ya había gente. Entre otras personas, se encontraba su tía Luisitha, quejándose por un dolor de cuello.


    —¡Tía Lu! —exclamó— Cómo me alegro de verte por aquí. Anoche estaba tan cansada que ni siquiera te saludé —reconoció—. ¿Qué te pasa en el cuello? Te veo un tanto contracturada. ¿Sabes? Lo más probable es que sea el esternocleidomastoideo. Siempre da sustos cuando menos te lo esperas. Hay quien dice que indica un mal presagio…

  13. Su pierna sangraba a borbotones, tomando un color bastante feo. En esos momentos, se estaba acordando de todos sus antepasados, que también eran los mismos que los del rival que tenía enfrente. Intentó llevarse las manos hacia aquella raja para intentar hacer un tapón o algo similar, pues cada vez sangraba más. Pero un corte realizado por un Mago de Sangre no se curaría usando un simple torniquete o taponándolo. Y es que las heridas hechas con magia, a base de magia han de ser curadas.


    Maldito Yaxley... —gruñó— Teniendo familiares así, ¿para qué quiero enemigos?


    Esperaba que tanto Eobard como Mia hubieran corrido mejor suerte que la de su pierna. En esos momentos deseó haber cursado la maestría de Primeros Auxilios, pues tal y como recordaba tras haber estudiado el libro predecesor a aquel del cuál se estaba examinando, de ser así podría haberse valido de un amuleto para cesar su desgracia. "Ahora sé por qué es tan importante estudiar", pensó para sus adentros mientras intentaba buscar una mejor solución. Pero no era momento de quejaese o de retorcerse en el fallo, sino de actuar.


    Valentina sabía que lanzar un hechizo de rayos no sería fácil, pues no aguantaba tan siquiera a quedarse mantenida sobre sus piernas. El peso, haciendo presion en el punto de dolor, hacía que se venciera en cuanto intentaba alzarse, aunque lo intentara sujetándose contra la barrera del precipicio. Así, pues, pensó en cambiar la suerte del muchacho mediante el efecto de Maldición, conjuro que acababan de aprender. Lo visualizó en su mente, provocando que el siguiente hechizo de su competidor se emitiera como una parodia del original y sin causar ningún estrago sobre la chica.


    Siento mucho haberte cortado ese hechizo —se mofó con cierto aire de superioridad en su comentario.


    Pero aún le quedaba arreglar el corte de su pierna. Pensó en Curación y sintió como la sangre paraba de salir a borbotones del lugar más profundo del corte. Esto le hizo sonreír.


    Bueno, querido. Ahora que estoy mejor, me toca a mí, ¿no crees?. Sectumsemprrrrrr.


    Pero una fuerza sobrenatural hizo que no pueiera pronunciar el hechizo, como si de repente alguien le hubiera robado la voz y hubiera inmovilizado el movimiento de su varita.


    ¿¡Qué demonios!? —exclamó.

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  14. Gaitas. En su mente sólo aparecían pitos y gaitas, cada cuál con un sonido más estruendoso que el anterior. Ella estaba allí, sola ante la tormenta. Las grandes cantidades de arena la colmaban, provocando que llegara a inhalar la misma y que le costara respirar. Pero, cuando parecía que ya mismo iba a terminar pereciendo en el suelo, unos wampus salvajes comenzaban a rodearla en círculo interceptando las oleadas de arena, bailando al son de unas gaitas propiamente escocesas.

     

    El sonido de dichos instrumentos era más que reconocible, pues el instrumento de viento formado por un saco y tubos de madera poseía un sonido taladrante en el cerebro humano. Teniendo en cuenta que las gaitas fueron utilizadas en su antigüedad por tribus célticas para avisarse entre sí, era normal que sonaran de manera tan estruendosa. Pero esos pitos cada vez sonaban más fuerte, haciendo que su cerebro retumbara.

     

    De pronto, las gaitas terminaron de hacerle los coros a los wampus para pasar a transformarse en una tamborada que anunciaba guerra. Las criaturas, que en un principio se habían comportado de forma amable, pasaron a rodearla amenazantemente. No sabía que hacer. Intentó lanzar un “Orbis Bestiarium”, pero de repente uno de ellos se levantó a dos patas y le dijo: ¡No has aprobado ese libro de hechizos, por tanto no tienes ese poder!

     

    Atónita, Valentina empezó a correr. Las gaitas volvieron a sonar de fondo y el propio wampus que le había hablado se abalanzó sobre ella, abriendo sus grandes fauces para ingerir la cabeza de la chiquilla.

     

    —¡AAAAAAAAAAAAAAAAA!

     

    Aquel grito resonó más que un coro de cien gaitas juntas. Valentina saltó de la cama como un resorte, mirando hacia todos los lados de la habitación y llevándose las manos a la cabeza. Efectivamente, su rostro permanecía intacto, como era de esperar. Estaba bañada en sudor y le retumbaba la cabeza. Esas gaitas del demonio aún perturbaban sus oídos interpretando una melodía tocada en pianissimo.

     

    Se levantó como pudo, ataviada con un camisón fino que encontró rebuscando entre los cajones la noche anterior, pues no quería dormir con la ropa llena de arena. La cocina estaba ya en marcha gracias a su madre, quien parecía haber madrugado para preparar el desayuno para los miembros de su expedición y demás acoplados. Aquello le reconfortaba. Al menos, así, no se sentiría sola en medio del Sáhara.

     

    —Ho… hola —pronunció aún con el miedo en el cuerpo —. ¡He tenido una pesadilla horrible! Unas gaitas tocaban una melodía de lo más escalofriante, como si del canto del demonio se tratara. Después, unos wampus se pusieron a perseguirme, pero antes se pusieron a bailar al son de las gaitas. Uno de ellos me hablaba de no se qué de hechizos y luego… ¡luego…! Se me lanzó encima. ¡Amanecí pensando que me habían arrancado la cara!

     

    Esperó que sus familiares se apiadaran de ella y no la trataran como si estuviera loca de remate.

     

    —La próxima vez no cenaré comida tan revuelta, lo prometo —se refirió a todos los presentes, terminando por mirar a su tía Gabrielle la blonda.

  15. Bien era precisamente el sentimiento contario que Valentina y su elfina tenían después de haber comido arena durante toda la tarde y el ocaso de aquel día. Una buena ducha es lo que necesitaba en esos momentos para estar bien.


    —Pues bien… si te dijera dónde tengo ahora mismo arena, fliparías —insinuó la bruja—. Por cierto, hola, tía Gabrielle.


    La tía Gabrielle era mucho menos enrollada que su tía Lu. Mientras que Lu era de lo más dicharachera y cumplidora con Valentina, Gabrielle se mostraba mucho más seca y reacia hacia la pelirroja. No sabía muy bien por qué. ¿Celos, quizá? Bien, siendo la menor de todos los hijos de Orión, esa idea tenía menos sentido que un mono de tres cabezas apareciera en medio del salón y se pusiera a bailar. Aunque después de lo vivido con el episodio de las esfinges, tampoco pondría su mano en el fuego por nada, por muy obvio que pareciera.


    La otra opción es que bien estuviera un poco seca por el pifostio que acababa de montar, ya que un círculo de arena enmarcaba la zona donde se erguía de pie la muchacha. De no ser porque se encontraban en el Sáhara, lugar más bien cubierto de arena que de otra cosa, cualquier asesino en serie dispuesto a acabar con ella hubiera encontrado la pista perfecta siguiendo el rastro de arena que bien iba soltando la chica cada vez que se movía.


    —Disculpad por lo de la arena —se lamentó—. La verdad es que la dichosa tormentita ha levantado más polvo en un momento que en todos los siglos que llevará aquí. Eso es lo malo de visitar el Sáhara: ¡arena y más arena! —exclamó.


    Aprovechó para comer un poco del pan que la familia le había ofrecido. Procuró no manchar demasiado con las migajas que se desprendían de los bollos, aunque de camuflarse con la arena tampoco se notaría demasiado qué era arena y qué migas de pan, tanto por el color como por la textura.


    —Orión…


    Intentó dirigirse a su padre, pero éste evadió rápidamente el asunto alegando que se encontraba demasiado cansado como para continuar conversando con las chicas en el salón rudimentario de la tienda de campaña. Tenía ganas de que le siguiera hablando al respecto sobre Evedhiel, pero ambos sabían que esa charla no se produciría. No en ese momento, al menos.


    —Está bien. ¿Os queda algo de la cena para poder acompañar el pan? Así a palo seco no me gusta demasiado. Además, me está dando un poco de trauma. Me recuerda a la maldita arena que estuve merendando toda la tarde.


    Sabía que estaba siendo bien descarada, pero para algo eran familia. La familia siempre está para aprovecharse los unos de los otros en momentos de dificultad.


    —Por cierto, chicos. Creo que siento un poco de dolor por el cuello —señaló la zona dirigiéndose hacia sus tías y su padre—. Quizá sea de haberlo girado tanto durante la tormenta. ¿Puede ser que sea el esternocleidomastoideo?

  16. Hola, buenas. Vengo representando al club de apoyo al shippeo de Gatión. Sé que puedo votar a dos parejas, pero también sé que hay otros shippeos que tiran también mucho, así que yo me quedo con el de mis papis beshos +.+ Gatiux y Orión llevan su tiempecito por aquí (la verdad es que no sé cuánto JAJA) y todos podemos ver lo bien que se complementan durante la gala. No sólo forman buen equipo, sino un buen matrimonio. Bueno, aún no, pues se casarán ya mismito, pero vosotros me entendéis.

     

    Dejo esto por aquí ºº

     

    Gatiux: http://www.harrylatino.org/user/135-gatiux/

    Orión: http://www.harrylatino.org/user/46902-orion-yaxley/

  17. Vengo a autonominar a #Vitueki #MrRicci, básicamente por los viejos tiempos. Ya sé que está más ausente que nada, pero me hace ilusión revivir ese pique por conseguir salir de pareja como pasó en 2016, oooooh <3 y dado que estamos ya viviendo juntos (en pecado o.ó) pues me pareció oportuno nominarla como pareja más fiel xD

     

    Valentina Ricci Yaxley: http://www.harrylatino.org/user/119766-valentina-ricci-yaxley/

    Mr Zurin: http://www.harrylatino.org/user/119938-mr-zurin/

     

    Y por otra parte, tengo que dejar la nominación a Gatión porque para eso son mis padres que me quieren mucho y llevan cuidando de la Yaxley y su Manor tanto tiempo.

     

    Gatiux: http://www.harrylatino.org/user/135-gatiux/

    Orión Yaxley: http://www.harrylatino.org/user/46902-orion-yaxley/

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