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Valentina Ricci Yaxley

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Mensajes publicados por Valentina Ricci Yaxley

  1. Evedhiel, qué gusto verte por aquí —sonrió —. Mira, esta es mi elfina Ellie. La verdad es que estábamos muy desubicadas con tanta arena y tanta duna y bueno, decidimos acelerar la marcha antes de vernos solas y desamparadas en medio de la nada —le espetó a Evedhiel.

     

     

    Hizo un movimiento de varita similar al del hechizo fregoteo para intentar quitarse el máximo número de granitos de arena posible. Evedhiel por poco se achicharra (bueno, realmente no, se achicharró entera) la boca, o eso parecía por su reacción. Verdaderamente conocía a Evedhiel de poco. Sabía que era familia de ellos, obviamente, pues no todo el mundo podía entrar así como así en la Manor, pero realmente no sabía cuál era el lazo exacto que compartía con ella. Por eso, cuando la joven pronunció que era hija de Orión, Valentina quedó muy impactada.

     

     

    —Pero… si eres hija de Orión… eso significa que…

     

     

    ¿Realmente eran hermanas Evedhiel y ella?

     

     

    —¡Evedhiel! ¿De verdad somos hermanas y lo acabo de descubrir así? ¿Ahora? ¿En medio de una tienda de campaña en el Sáhara y llena de arena hasta las… quiero decir… las cejas? —exclamó dirigiéndose hacia Evedhiel. Caray, papá. Creo que alguien me debe una explicación.

     

     

    Orión tenía ganas de irse a la cama, por su actitud, pero no iba a permitir que se escabullera de mala manera. No sin antes contarle la verdad sobre Evedhiel.

     

     

    —Pero… ¿también eres hija de Gatiux, o únicamente somos hermanas por parte de padre? —le preguntó tanto a Evedhiel como a su padre allí presente.

     

     

    Fue rápidamente a sentarse cerca del sofá. No sabía muy bien cómo reaccionar a tan impactante noticia. Su padre era un desastre y tampoco le extrañaba del todo que no le hubiera dicho que tenía una hermana nueva. ¿Pero cuántos hijos tenía Orión desperdigados por el mundo? Evedhiel, por otra parte, tampoco parecía de lo más impactada. Pero ella jugaba con la ventaja de haber accedido a la información de la noticia antes que ella, y probablemente en mejores circunstancias que en las que se encontraban en dicho momento.

     

     

    —La verdad es que no sé muy bien qué decir. Estoy tan cansada de haber peleado con la arena de las narices y el viento que… bueno. No tengo muchas ganas de pelear —tampoco le convenía, teniendo en cuenta que era el único grupo que le había propiciado cobijo y que después de eso se las tendrían que ver en Ottery.

     

     

    —Tengo hambre… ¿alguien tiene por ahí algo que llevarme a la boca? ¿Aunque sea un mísero trozo de pan?

     

     

  2. Valentina, Ellie y el cerdo sin nombre daban vueltas y vueltas por las arenas del Sáhara. Habían caminado bastante, teniendo en cuenta que su grupo no había sido de los primeros en salir. Por suerte, las esfinges no aparecieron hasta que todos los expedicionarios se encontraron entre barrera y barrera. De no haber sido así, sí que hubiera supuesto un problema para las tres féminas, puesto que se hubieran encontrado sin acceso al grupo grande que inició la marcha. Esa prueba fue bastante difícil para todo el mundo, no sólo para Valentina, sino para el resto de presentes. En un mundo en el que estaban tan acostumbrados a tener soluciones de manera instantánea mediante herramientas como el Águila de la Sabiduría, no era de extrañar que a los magos y brujas les costara tanto usar el cerebro para razonar ágilmente la solución a unos acertijos que, por otra parte, no eran nada simples.


    Justo cuando Valentina y su compañía pensaba que se quedarían atrapados en aquel lugar, un grupo dio la respuesta correcta. Algunos vociferaban que se trataban de miembros de la familia Yaxley, lo cuál llamó su atención. Estaba cansada de avanzar sola. No es que su elfina fuera una mala compañía, pero si no se comunicaba con alguien más, se iba a volver loca.


    —¿Has oído eso? ¡Parece que el grupo que dio la respuesta correcta es de la familia! —exclamó Valentina.


    —Eso he oído —contestó la elfina—. Será mejor que nos apresuremos si queremos llegar a donde ellos se encuentran.


    Pero un revés sacudió al grupo. Cuando se quiso dar cuenta, Valentina estaba cubierta de arena, pues una tormenta de arena comenzó a producirse alrededor de ellos. Lo primero que hizo Valentina fue echarse por encima de la cara el foulard que portaba, precisamente para evitar quedarse tuerta con aquel percance. Cogió al cerdito y lo cubrió con el mismo pañuelo. Ellie parecía apañarse bien con sus ropajes.


    —¿Ves algo? —preguntó Valentina— Será mejor que nos apresuremos antes de que se borre cualquier rastro para poder seguir a la compañía.


    —No estoy muy segura —le respondió a Valentina—. Le recomiendo que sigamos camino alante, quizá alcancemos a ver algo.


    Luchando contra la ventisca y el mal tiempo que intentaba frenar sus pasos, Valentina continuó su camino. No tenía muy seguro qué hechizo podía usar para no verse tan apurada, pero también sabía que no era momento para poder acampar, sacar cualquier cosa de dentro de la mochila o alguna acción similar. Tendrían que apañárselas a la manera muggle si no querían verse cubiertos de arena hasta las cejas.


    Caminaron y caminaron, pero Valentina empezaba a resentirse, ya que las fuertes ventiscas luchaban por tumbarla y dejarla allí en medio del Sáhara.


    —¿Eso que hay allí no es una luz de una tienda? —pronunció la elfina.


    La joven se dirigió hacia el sitio que indicaba su elfina con total prisa. Efectivamente, habían dado con una tienda de campaña allí montada en mitad de las dunas. Aceleró el paso todo lo que pudo, hincando sus botas de expedicionaria bien hacia el suelo, pues lo último que quería era salir volando. Prácticamente se lanzó hacia la puerta de dicha tienda de campaña. Para su sorpresa, la escena que se encontraría sería de lo más familiar, nunca mejor dicho.


    —Madre mía. ¡Nunca me alegré tanto de ver junto a tanto Yaxley!


  3. Las chicas iban demasiado retrasadas, pues la mayoría de los grupos se encontraban ya merodeando por las dunas de arena. Así que decidieron darse prisa. En el puestecillo había un sinfín de platos, la mayoría pensados para comer sentados sobre una mesa, pero eso les haría tardar aún más y aún debían adentrarse en la expedición para no quedar últimas y correr el riesgo de perderse. Miró un enorme cartel a un lado del puesto que relataba el menú disponible, desde entrantes hasta postre. Tanto a la elfina como a su dueña se les hacía la boca agua de pensar en lo rico que estarían esos bocados.

     

    Señor —se dirigió al vendedor—, ¿qué platos nos recomienda?
    Pues si nunca ha probado la comida de por aquí, diría que lo más aconsejable es el guiso de dragón con estrellas de Urethekau. ¿Le suena el nombre de la diosa?
    La verdad es que no —reconoció—. Mire, el problema es que formamos parte de la expedición y ya mismo tendremos que salir a caminar por las dunas.
    ¿Por las dunas? —preguntó con ímpetu el comerciante— No, no. Entonces será mejor que les prepare un bocadillo. Por ejemplo, de Salamandra y de Runespoor, ¿qué le parece?
    De acuerdo —consintió—. Y póngame también uno de kelpie y... ¿puede ponerme la kofta y el guiso en una fiambrera?
    Perfecto. Le diría que es mucha comida, pero uno nunca se sabe cuándo va a poder volver a comprar comida cuando se encuentra en medio de las dunas. Ya sabe, esas dunas del Sáhara no se caracterizan principalmente por ser... amigables.
    Entiendo... bueno, aquí tiene —soltó los galeones que marcaban en el precio.
    Tome usted una bebida gratis, si la desea. Es de nuestros refrigerios más reconfortantes.
    La muchacha le agradeció al hombre el detalle del regalo y se dirigió rápidamente a la tienda de campaña, seguido de su oso y su elfina. Las dunas estaban cada vez más plagadas de gente por lo que su vista alcanzaba a ver, así que introdujo la compra dentro de la tienda de campaña y la cerró para poder transportarla. Mochila en mano y ropa lista, inició la marcha por las dunas.
    Lo primero que tuvieron que padecer fueron unas esfinges del demonio que aparecieron como si nada de aquellas dunas tan poco amigables. Sufrieron bastante, pues las esfinges propusieron unos acertijos casi imposibles de acertar. Por suerte, más de un grupo consiguió resolverlo y pudieron continuar avanzando por las dunas casi cuando creía que se quedarían atrapados. Lo malo de encontrarse en aquellas dunas es que, al estar formadas por arena, las tormentas acechaban, y no podía ser menos para ellos. De repente, una tromba de arena procedente de la capa superior de las mismas la sacudió, haciendo que no viera ni a su grupo de expedición ni a nadie. Su vista no alcanzaba para más.
    ¿Dónde se habrían metido? ¿Y su familia?

     

  4. ID: 119766



    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/107218-boveda-de-valentina-ricci-yaxley/


    Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): ---

    Fecha: 2019-02-17



    Objeto: Tienda de Campaña de Lujo

    Puntos: 80

    Precio: 4000 G


    Objeto: Capa de Invisibilidad

    Puntos: 160

    Precio: 8000 G



    Total de puntos: 240

    Total de Galeones: 12000 G

  5. Lo siguiente que hizo fue buscar comida. Había una cantina bastante cerca de donde se situaba el mercado ambulante. En la tienda de campaña disponía de diversas latas en conserva, pero sabía que sería mejor curarse en salud, y más si gracias a la magia era tan fácil transportar mercancía de un lugar a otro. A veces se preguntaba cómo lo harían los muggles cada vez que necesitaban desplazar el equipaje de un lugar a otro. Les daba un poco de pena por no tener la misma capacidad que ni el más inútil de los magos, pero creía que, si la naturaleza lo había dispuesto así, buenos motivos tendría.


    Ellie, ¿cómo se está comportando la osa?


    Por ahora va bien, señorita, aunque pega algunos tirones cuando menos te lo esperas.


    La elfina era la que finalmente había quedado de encargada de "pasear" a la mascota. Caminaba con ella junto a la parte derecha de su cuerpo, cruzando la correa por delante. Así, sujetando la correa con las dos manos, sería más fácil ejercer fuerza en el caso de que la situación lo necesitara, pues, pese a ser de un pequeño tamaño, el animal podía tirar bastante fuerte si se lo proponía.


    ¿Qué nombre le vamos a poner? —preguntó la joven.


    No lo sé. Ni siquiera me había planteado un nombre para ella, pues pensaba que lo tendría pensado ya usted —contestó.


    Yo en su momento pensé en llamarlo Ferd.


    ¿Ferd? —dudó la elfina.


    Sí. Ferd. Ya sabes, la abreviatura de Fernando, por el abuelo Fernando Black.


    Ah, ahora sí lo entiendo —resolvió—. Pues sí, parece que no hay forma de reutilizar ese nombre con el cambio de género. Como no le quiera poner Ferda, Fernanda o algo similar...


    ¡No, no! —rió la joven— Prefiero cambiar radicalmente a otro nombre que quede más bonito que Fernanda. Es demasiado cuqui como para llamarse así —acarició su lomo.


    Juntas continuaron andando hacia delante, pues parte de la expedición ya había salido y ella continuaba sin haber hecho ni siquiera la compra. De hecho, tampoco encontraba a sus compañeros de misión. Caminaba intentando buscarlos entre la muchedumbre, pero ninguna de las caras que veía se parecían a ninguno de sus tres compañeros. Sabía que Candela andaba por la zona, pues entró a la tienda de campaña. Pero, ¿y el resto?


    Al poco de andar se encontraron con la cantina: un puesto prefabricado con un enorme cartel que indicaba: comida para llevar. Un hombre se encontraba voceando el menú para llamar la atención de posibles clientes. Valentina y Ellie se aproximaron para echarle un vistazo a unos platos que, a priori, tenían buena pinta por el nombre que titulaban.


    Mira, Ellie. Es justo aquí —señaló.

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  6. ID: 119766
    Nick (con link a la ficha): Valentina Ricci Yaxley
    Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylatino.org/topic/108196-boveda-trastero-de-valentina-ricci/
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/107218-boveda-de-valentina-ricci-yaxley/

    Fecha: 2019-02-16

    Producto: Filtro de la Caballerosidad Instantánea
    Puntos: 20 P
    Precio: 1000 G

    Producto: Dulces "Primer Beso"
    Puntos: 20 P
    Precio: 1000 G

    Total de puntos: 40 P
    Total de Galeones: 2000 G

  7. Tras terminar de darle agua al osito, se dispuso a comprar la correa en el puestecillo ambulante y, de paso, comida especializada para osos. No tenía ni idea de qué narices podía comer un oso, pero desde luego la comida africana-árabe tan aliñada y aderezada no era una buena opción.


    Oiga usted, señor. ¿Y cómo sabré si se trata de un osito o de una osita?


    El hombre del puesto ambulante enarcó una ceja. Ambos magos sabían perfectamente cómo podía comprobar lo que la bruja estaba interesada en saber. Cogió en brazos a la criatura para pasársela al hombre por encima del tenderete lleno de objetos de temática romántica. Éste lo cogió, dio media vuelta y lo subió en alto para observar con detenimiento sus partes bajas. El oso no parecía tener muchas ganas de que lo mantuvieran en esa posición por mucho tiempo, pues empezó a mover las patas cada vez con mayor rapidez.


    ¿Y... bien? —preguntó la chica.


    Parece que se lleva usted una osezna de muy buen ejemplar.


    ¡Anda! —exclamó— Pues está bien saberlo. Ya tenía un nombre pensado, pero se ve que tendré que pensar en uno nuevo.


    El hombre no parecía muy interesado en mantener la conversación. A partir de que le devolviera el oso a su nueva dueña, una ola de personas empezaron a ocupar el lugar, llegando incluso a avalanzarse contra el puestecilo. Había brujas que compraban espejos, magos que buscaban alguna que otra poción para encandilar a su gran amor aprovechando la expedición, gente joven cotilleando... en definitiva, personas con ganas de gastar sus galeones en la diversa mercancía que aquel hombre tenía en su poder. Era normal, en cierta parte, ya que dichos objetos no se encontraban así como así por las calles de Londres y a uno siempre le gusta adquirir souvenires a modo de recuerdo de algún viaje. Aunque ese precisamente no era un viaje ocioso como otro cualquiera, pues tendrían que terminar la misión encomendada antes de regresar a su ciudad natal.


    Colocó a su nueva mascota en el suelo, quedando ésta mucho más conforme al encontrarse sobre suelo firme. La joven lo introdujo en el arnés rosa que finalmente había comprado antes de abandonar el punto de venta. La osita no estaba muy por la labor de meter sus patas ahí dentro, por lo que Valentina lo tuvo complicado.


    Veeeeeenga, amiga. Primero una patita. Eso es, muy bien. Ahora la otra... ¡No, no! Por ahí no va a caber, ¿no ves que ese hueco es para la otra? —le indicaba a la mascota como si ésta la fuera a entender.


    Tardó varios minutos hasta que consiguió colocar el arnés de manera correcta. El oso se giraba en círculos, intentando llevar su hocico hasta el arnés. Su actitud mostraba que no estaba muy de acuerdo con ese accesorio que le acababan de colocar a traición.


    Es por tu propio bien, osit-, digoooo, osita. ¿No ves que si no te podrías perder entre tanta gente? —le recriminó—. Espera... tengo que enganchar esta correa para terminar de vestirte del todo. Voilà! Ahora estás perfecta —sonrió.


    La correa de cuero marrón era regulable, por si quería que la mascota se mantuviera más pegada a ella o más alejada. Una vez quedó sujeta, estaban listas para avanzar por cualquier lado.

  8. Tragó saliva.


    «¿¿De verdad este hombre me ve capacitada para extraer pus de Mimbus Mimbletonia??», pensó.


    El hecho de que tuviera que trabajar con el Bubotubérculo no le suponía mayor problema, pero intentar interactuar con el otro especímen sabía que sería una tarea ardua si no quería dejar el invernadero del profesor bañado entero de líquido poco agradable y difícil de limpiar. Eso la ponía en tensión.


    Así lo haré —asintió—. Si me dejas empezar por el Bubotubérculo para ir soltándome, te lo agradecería.


    La joven se colocó frente al tercer mesón, justo donde se encontraban las dos macetas. La Mimbus se encontraba bastante tranquila, apenas moviendo los chumbos que se superponían unos con otros para formar el tronco de la misma. Su aspecto era de todo menos amigable, y el del Bubotubérculo tampoco se quedaba muy atrás. Sus ramas eran semejantes a babosas de color pardo. Esperaba que a la planta le agradara el contacto de los humanos, pues sería su primer trabajo.


    Debajo de la mesa encontró una cajonera con una bata color blanco verdoso, unas orejeras y unos guantes de piel de dragón que cubrían hasta los codos. Dio por hecho que, si estaban allí colocados, era para darles uso. Valentina se atenduó con la bata, asegurándose de que toda su piel quedara bien cubierta para no sufrir ningún desperfecto y le echó mano a la planta.


    Esto me recuerda a las maravillosas clases de Herbología en cuarto curso con el profesor Longbottom. Él siempre nos recordaba lo amables y cariñosos que debíamos comportarnos con estos seres. También nos hablaba de Rosalía, una Mimbus Mimbletonia que tuvo de adolescente y lo acompañaba a todos lados. Nunca nos lo creíamos. ¿Cómo vas a ir por ahí con una maceta en la mano?


    Se acercó para quedar bien cerca del borde de la mesa. Colocó uno de los frasquitos de vidrio que le había dado su profesor en el lado derecho de la maceta. Así los tendría bien a mano. Colocó la mano izquierda rodeando uno de los granitos por donde tendría que salir el pus. Con la derecha, comenzó a masajear suavemente los alrededores de las protuberancias hasta que notó que el líquido estaba cerca del punto de salida. Aquello le resultaba un tanto desagradable. Sabía que, para algunas personas, explotar granos era una actividad muy placentera, pero ella no compartía la misma opinión.


    Comprobando que estaba a punto de salir, colocó la embocadura del frasco bajo la abertura, a modo de sacaleches. El frasco quedó perfectamente encajado en la planta y Valentina comenzó a apretar un poco más. Poco a poco, el frasco se fue llenando de un líquido viscoso al igual que la textura característica de la planta, solo que bastante más fluido.


    Profesor, ¿está bien así? —dijo mientras se disponía a sacarlo para colocarle un tapón de corcho.


    Ella lo veía bastante lleno. Estaba cubierto algo más de dos tercios de su totalidad y el aspecto le recordaba al que solía comprar en el mercado de los pocionistas.


    Eso sí. Creo que necesitaré un poco de ayuda con la Mimbus... ¿algún consejo de experto?



  9. La aventura nocturna en el bosque había sido de lo más desafortunada, causando diferentes estragos entre los tres miembros de la lección. Ataques, heridas y hechizos de guerra se sucedieron durante las horas de oscuridad, consiguiendo que los muchachos pensaran que sería una noche infterminable. Estaban cansados, pero se mantenían a salvo por el momento. Lásteima que aquella serenidad fuera a durar tan poco tiempo.


    El portal invocado por Mia trasladó a los jóvenes hasta el mismísimo Taj Mahal, monumento funerario de lo más apreciado en la religión hindú tanto por magos como por muggles. ¿Cómo iban a luchar en tan pacífico lugar? Pues así debería ocurrir: Valentina tendría que vérselas contra su primo Aaron, y más le valía quedar en buena posición si quería obtener el certificado de Bruja de Sangre cuando terminara su prueba.


    Hubiera preferido estar en el grupo contrario enfrentándose bien a Eobard o bien a Mia, pero estaba claro que aquello iba a ser un enfrentamiento entre familiares, quizá para mayor disfrute de la profesora, pues siempre es más interesante ver a gente cercana teniendo que luchar entre sí. Mientras se colocaban en sus posiciones, el amanecer se hacía presente. El sol entonaba colores desde el dorado hasta el naranja, haciéndose presente tras la oscuridad nocturna. Las paredes del monumento cobraron estos mismos colores al reflejarse la luz sobre las paredes de blanco pulido, como si de un espejo se trataran. Asímismo, el castillo se mostraba de manera inversa sobre las aguas del jardín enmarcadas entre los árboles, produciendo una estampa digna de recordar en sus memorias.


    Aaron fue mas rápido que ella. Nada más tocar su mano, ambos se aparecieron en la parte de arriba del mausoleo. El duelo se produciría a varios metros de la planta baja.


    Caray, Aaron, ya podías haber elegido un terreno con menos caída libre.


    Ambos comenzaron con la reverencia, llevando su diestra contra el pecho, varita incluida, para después inclinarse hacia delante. Lo primero que ocurrió fue la invocación de la Daga del Sacrificio, que rajó el pecho de la muchacha, rompiendo así tanto su epidermis como parte del jersey que llevaba vistiendo durante toda la sesión. Sabía que debería curarse cuanto antes.


    Rápidamente, pasó su varita sobre el pecho y pensó en el hechizo curativo "Episkey". Enseguida la herida revirtió, haciendo que dejara de sangrar y que los restos de sangre formaran una costra a modo de cicatrización de la herida. Así, se curaría en salud de posibles infecciones o complicaciones, nunca mejor dicho.


    Pensaba en intentar a Aaron lo más sutilmente posible, ya que no tenía intenciones de hacerle daño, cuando un enorme temblor hizo que el piso comenzara a moverse. Sus piernas empezaron a temblar, provocando que la joven cayera de bruces contra el suelo.


    ¡Demonios! ¿Esto es un terremoto?


    No pudo ver muy bien si Aaron cayó también al suelo, pues en unos instantes, vio cómo una roca se desprendía del borde de la cúpula y caía rodando hacia ella. La agilidad mental de su cerebro fue clave para evitar ser aplastada por la misma, ya que sus dimensiones eran lo bastante grandes como para dejarla aplastada cual insecto pisoteado por un zapato.


    Cerró los ojos, apuntando hacia la roca, y el hechizo "Salvaguarda Mágica" se pronunció en su mente. Su cuerpo se volvió intangible, casi como si se hubiera desaparecido del lugar justo en la milésima de segundo en la que la roca debía impactar sobre ella. La atravesó, rodando hasta colocarse justo detrás de ella y frenar en seco contra la barrera que separaba el piso del abismo.


    Lástima que la roca no me diera, te hubieras librado fácilmente de mí, ¿eh, primo? —dijo esperando su reacción.

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  10. GATIÓN

    Gatión es más real que mi existencia. Son majos y guapos. Tienen una familia en común, no sé cuántos hijos de por medio y de fuera del matrimonio también (y aún así los aceptan como propios). Además, es lo que dice mi prima Maida por ahí arriba. ¡Se quieren el uno al otro tal y como son! Y mira que tienen tela que cortar cada uno. Bueno, no hace falta que me enrolle más (se me da muy mal decir cosas bonitas de la gente xD).

     

    Gatiux: http://www.harrylatino.org/user/135-gatiux/

    Orión: http://www.harrylatino.org/user/46902-orion-yaxley/

     

    <3

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  11. Vamos por...

     

    GATIÓN

    Porque nunca nadie tuvo unos padres tan sexys como los míos. Ro es un pivón (espero que no me mate por esto JAJA) y Char es too much también, así que combinación perfecta. Os dejo por aquí los links. Además, tienen un patriarcado en común, llevan aquí toda la vida y se les ve roleando juntitos. Bueno, ya sabéis a quién hay que votar >_>

     

    Gatiux: http://www.harrylatino.org/user/135-gatiux/

    Orión: http://www.harrylatino.org/user/46902-orion-yaxley/

     

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  12. ID: 119766
    Nick (con link a la ficha): Valentina Ricci Yaxley
    Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylatino.org/topic/108196-boveda-trastero-de-valentina-ricci/
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/107218-boveda-de-valentina-ricci-yaxley/

    Fecha: 2019-02-16

    Producto: Pócima Colorín Colorado
    Puntos: 40 P
    Precio: 2000 G

    Producto: Manzana de la Discordia
    Puntos: 40 P
    Precio: 2000 G

    Total de puntos: 80 P
    Total de Galeones: 4000 G

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  13. Pero no había tenido una de sus mejores ideas al introducir al pequeño osito dentro de la mochila aunque la llevara colgada hacia delante, pues éste comenzó a dar patadas en el interior. Pronto acompañó los golpes de ciertos sonidos similares a los de un gruñido. Esto alertó incluso al vendedor ambulante que había dejado a escasos metros atrás que, al escuchar el alboroto, voceó a la muchacha desde su puesto de ventas.

     

    ¿Pero qué haces metiendo a la pobre criatura dentro de la mochila, alma de cantaroooooo?

     

    Valentina notó cómo las miradas de los allí presentes se posaban sobre ella. Su tez se volvió de un color tan rosado como las puntas del pelo del osito.

     

    Disculpe, buen hombre. Pensé que aquí estaría más cómoda —contestó más que avergonzada.

     

    Sujetó la mochila con ayuda de Ellie y sacó al pequeño de donde se encontraba.

     

    Chicos, dadme un momento —se dirigió a su familia. —Voy a ver si encuentro una correa o algo parecido por aquí, ¿vale?

     

    La muchacha se apresuró a acerarse al lugar donde se encontraba el vendedor, esta vez con su nueva mascota cogida entre los brazos. Pero el hombre tenía tal demanda que tuvo que esperar a que despachara a la clientela. Definitivamente, aquellos productos tan acordes con la fecha que estaban celebrando estaban siendo todo un éxito tanto entre el público joven como entre el más maduro. Y es que cualquiera que se paseara por allí podría obtener unos souvenires de lo más variados, como pociones de amor, de desamor, un espejo que te recordaba lo bella persona que eras, otra poción, flechas de cupido o el propio osito que había adquirido Valentina y mucha otra más gente.

     

    Puede ser que tenga un poco de sed. Espera, voy a ver si tengo algo por aquí.

     

    Ellie volvió a ayudarla buscando en la mochila hasta dar con una de las cantimploras vacías. Sacó su varita y, mediante un breve gesto y pronunciando el hechizo "Aguamenti", invocó un chorro de agua que comenzó a llenar poco a poco el recipiente hasta dejarlo colmado. Aprovechando que ahora tenían agua, le ofreció un poco del refrigerio a su elfina. Luego, bebió ella y, por último, intentó darle al oso como si de un biberón se tratara.

     

    Tal vez tenga que servírsela de otra forma, pues él no puede beber a morro como estamos haciendo nosotras —sugirió la elfina.

     

    Pues... sí. Tienes razón.

     

    Colocó al pequeño oso en el suelo, procurando que no fuera pisado por nadie. Era tan pequeño que cualquier pisotón lo dejaría hecho puré. Situó sus piernas entre su lomo, consiguiendo así, además, que le resultara difícil salir corriendo en caso de que se asustara o decidiera largarse. La elfina se agachó. Al ser bastante más baja que Valentina, alcanzaba mejor a llegar a la criatura. De esa forma, colocó las manos juntas, con las palmas hacia arriba, redondeadas e imitando la figura de un cuenco. Valentina no tuvo más que acercar el borde de la cantimplora hasta las manos de su elfina y derramar el líquido sobre las mismas. Eso sí, poco a poco, pues el agua se escurría entre las grietas que formaban los dedos al no taparse demasiado bien unos con otros. En seguida, la criatura arrimó el hocico y lo introdujo totalmente entre las manos de la elfina, dejando escuchar el rápido movimiento de tan minúscula lengua chocando contra sus manos.

     

    Bebe, pequeñín. Te sentirás mejor.

  14. La verdad es que disponer de una tienda de campaña como la que tenían era ya de por sí una gran fortuna, nunca mejor dicho. Al menos, no tendrían que dormir a la intemperie y se podían asear, cambiar de ropa, comer y, en definitiva, cubrir sus necesidades básicas como si continuaran hospedados en el barco. Además, la organización tuvo el detalle de contar con el acompañamiento de los elfos domésticos de magos y brujas a tan insólito lugar, cosa que tanto Valentina como Ellie agradecieron enormemente.

    La compañía de la bruja sería de lo más variopinta. Por un lado estaba Matthew, su sobrino por parte de primos hermanos, un chico de lo más majo y, además, familia. No lo conocía demasiado ya que no se crió en la Manor.

    Por otro estaba Candela, con la que técnicamente también guardaba una relación filial. Con ella tuvo cierto contacto tiempo atrás. Además, gracias a ella aprendió todo lo que sabía sobre el Libro de la Fortaleza y sus hechizos protectores, pues fue su mentora durante el aprendizaje del mismo. Tener dichos conocimientos le vendrían más que de perlas a la hora de enfrentarse a los futuros contratiempos que pudieran surgir durante la expedición. Esperaba que la bruja se acordara de ella después de tanto tiempo. Le resultaba curioso que fuera la madre de su sobrino, pues eran como la noche y el día en lo que a carácter se refiere.

    Por último, estaba la última chica, una tal Afrodita de la cuál no tenía datos. Aún se continuaba preguntando quién habría constituido unos grupos de exploradores tan variopintos entre sí como para formar pandilla. Pero, igualmente, tenía más que seguro que todos darían lo mejor de sí para cumplir su cometido: alcanzar la mayor de las fortunas gracias a las aguas milagrosas que habían acaparado la atención de toda una amplia comunidad mágica como era la británica. Nada más el hecho de que el primer expedicionario fuera de nacionalidad británica supondría todo un reconocimiento para el país entero.

    Los rayos de sol aparecían por el lugar. La gente ya había salido de las tiendas de campaña, al igual que ella misma, para informarse sobre qué hacer, pues los exploradores no tardarían mucho más en iniciar la marcha. De hecho, por lo que pudo escuchar en alguna conversación ajena, algún que otro grupo ya estaba de camino, por lo que tendría que dar con sus compañeros lo antes posible si no quería quedarse atrás.

    No muy lejos de allí, había un corrillo de gente. Eso le llamó la atención, pues estaba la posibilidad de que la gente que estaba buscando se encontrara precisamente en dicha agrupación de magos y brujas. Se acercó intentando ponerse de puntillas todo lo que sus botas de expedición le permitían flexionar los pies y rápidamente distinguió entre la muchedumbre a su madre, padre, prima y tía o, lo que es lo mismo, toda la plana mayor de los Yaxley. Justo alcanzó para ver un puesto ambulante donde todo el mundo piropeaba un mismo producto: una especie de osito de lo más agradable al tacto.

    ¡Qué mono! —exclamó— Ellie, ¿qué te parece si nos llevamos uno?

    La elfina se encogió de hombros, dándole a entender que era libre de hacer lo que le viniera en gana. Así pues, la joven decidió aguardar la cola para llevarse uno de esos peluches tan tiernos y, además, aprovechó para llevarse una poción que le llamó la atención de varias que estaban allí expuestas. Sacó los galeones correspondientes de su monedero de piel de moke para pagar al mercader y guardó ambos productos en la mochila que llevaba prestada de la tienda de campaña. Acto seguido, se giró para saludar a la familia.

    ¡Hola, chicos! —saludó feliz— ¿Habéis visto la cantidad de productos curiosos que tiene ese señor en venta?

    @@Gatiux @@Luisitha Black M. @@Evedhiel @@Orión Yaxley

  15. Vengo a por más!

    ID: 119766
    Nick (con link a la ficha): Valentina Ricci Yaxley
    Link a la Bóveda Trastero: http://www.harrylatino.org/topic/108196-boveda-trastero-de-valentina-ricci/
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/107218-boveda-de-valentina-ricci-yaxley/

    Fecha: 2019-02-15

    Producto: Poción Olvidamores
    Puntos: 40 P
    Precio: 2000 G

    Producto: Espejo Narciso
    Puntos: 20 P
    Precio: 1000 G

    Total de puntos: 60 P
    Total de Galeones: 3000 G

  16. Así que esta es nuestra tienda.

    Pues parece que sí —contestó la elfina.

    Entre el número cuatro y siete se encontraba una tienda de campaña color verde prácticamente igual que las anteriores, a excepción del cartel que coronaba la puerta. En el rótulo se podía leer "Tienda 6", escrito en un color dorado oscuro sobre pergamino. A priori, podía parecer un habitáculo de lo más pequeño, incluso demasiado pequeño para albergar a un grupo de personas cuyos integrantes excedieran la pareja. Pero ese era el encanto de las tiendas mágicas: exterior pequeño, interior inmenso. Nada más entrar Valentina, pudo comprobar con sus propios ojos que las apariencias engañan.

    Me encanta la magia.

    Tras la puerta de tela se ocultaba un espacio lo bastante amplio como para acogerlos. Telas de color blanco, dorado, marrón y naranja colgaban del centro del techo hacia los laterales, formando unos pseudotriángulos al caer hacia abajo. Una lámpara compuesta por cuatro pequeños quinués de aceite colgaba justamente del centro. Las paredes estaban cubiertas por telas con motivos africanos como dibujos de elefantes, leones o gacelas, todos remarcados en color dorado. Además de darle un toque más hogareño, servían de aislante contra cualquier temporal que pudiera sucederse en el exterior.

    Justo en el centro de la tienda se quedaba el salón, punto de encuentro para los integrantes. Una mesa plegable de madera quedaba debajo de la lámpara, rodeada de un sofá de dos plazas y un par de sillones más. Sobre ella había una nota:

     

    Tienda número 6

    Candela Triviani

    Afrodita Malfoy

    Matthew Triviani

    Valentina Ricci Yaxley


    "Estimados invitados:

    Bienvenidos a la expedición hacia Jabal al-Banat Sha'ib. A partir de ahora, esta tienda será su hogar en medio del desierto, así que no deberán olvidarse de transportarla durante el camino. Está equipada para que puedan cubrir todas sus necesidades básicas y la de sus elfos, en el caso de acompañarles. Por favor, no olviden tratarla con respeto y cuidar de aquellos materiales y/o ropa que puedan encontrar dentro de la misma.

    Esperamos que encuentren todo de su agrado.

    Atte.: La organización."

     



    Mira, parece que seremos cuatro personas.

    Lo pensé cuando vi las cuatro literas de allí al fondo —se apresuró a contestar la elfina.

    Las habitaciones quedaban separadas por las propias telas a modo de diván. Avanzando hacia la derecha, se encontraba lo que sería el dormitorio, compuesto por dos cuatro literas: dos para los aventureros y otras dos para sus elfos. Sobre ellas reposaban sacos de dormir en lugar de sábanas, probablemente por si en caso de necesidad necesitaran portar los sacos fuera de la tienda.

    Dentro de un armario aguardaba ropa tanto de hombre como de mujer y de diferentes tallas. Ropa fresca propia para la expedición y también túnicas yu fulares para cubrir todo el cuerpo. Gafas, mochilas, botas, gorras y viseras iban apareciendo en los diferentes compartimentos. En otro de los armarios, se podían distinguir cuerdas, picos, cascos e incluso linternas muggles, cosa que sorprendió a la bruja. En definitiva, todo lo necesario para escalar por las rocas en el caso de que fuera necesario.

    A través del dormitorio se podía acceder al baño, un lugar con un sanitario mágico -es decir, sin necesidad de cambiar un depósito- y unas especies de ducha y lavabo similares a los de los muggles pero sin las complicaciones de estar pendiente del agua. En el baño podía encontrarse también repelente de insectos, cremas para el sol y algún que otro remedio por si a alguien le tocara sufrir de fiebres.

    Justo en el extremo opuesto quedaba la cocina con los utensilios básicos que cualquiera pudiera encontrar en una cocina de una casa, así como comida en conserva procedente probablemente de la cantina donde servían algunos bocados para la expedición. También aparecieron botellas de agua y cantimploras vacías que poder rellenar.

    No está nada mal, ¿no? —preguntó Valentina— Será mejor que salgamos a por provisiones y a buscar a nuestros compañeros.

    @@Candela Triviani @ @@Afrodita.

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  17. Ooooh, qué bonito todo!
    ID: 119766
    Nick (con link a la ficha): Valentina Ricci Yaxley
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: http://www.harrylatino.org/topic/107218-boveda-de-valentina-ricci-yaxley/
    Fecha: 2019-02-15
    Producto: Osito Mediador
    Puntos: 10
    Precio: 500
    Producto: Flechas de Cupido
    Puntos: 10
    Precio: 50
    Total de puntos: 20 P
    Total de Galeones: 1000 G

     

  18. Aún rondaban las dudas sobre su cabeza acerca de qué pintaban tres cuartas partes de la comunidad mágica, funcionarios ministeriales incluidos, perdidos en el desierto. Al menos, ella se sentía perdida. Esperaba que el sentimiento general no fuera el mismo que el suyo. Si nadie tenía claro qué hacer, entonces, ¿qué deberían hacer?, valga la redundancia.


    Por lo pronto, tenía su primer paso claro: descansar. ¡Qué mejor que dormir cual marmota en un día de resaca! Así que, si ese buen hombre de la tripulación le había recetado descanso, no iba a ocurrir de otra forma.


    Ya iba a bajar dirección al campamento cuando se acordó de que cierta persona aguardaba aún en el camarote. Tragó saliva. ¿De verdad iba a olvidarse de Ellie en semejante sitio? ¿Dónde tenía la cabeza? Volvió a caminar sobre sus anteriores pasos en dirección a su habitación. Allí, una aburrida elfina esperada semirecostada en el sillón que quedaba libre, pues el primero de ellos aún se mantenía con la ropa de guerra de la noche anterior. Estaba tan metida en tus asuntos que daba hasta cosa interrumpirla.


    ¿En qué andas, Ellie? —preguntó, curiosa, dirigiendo su mirada a la revista que sujetaba entre mano y mano.


    Aquí, leyendo —respondió simplemente la elfina.


    Ya... Pareces un libro abierto con esas explicaciones.


    La elfina enarcó una ceja por encima de la revista.


    La Revista de las Arenas ha publicado un reportaje sobre el sitio al que va a acudir usted con sus compañeros.


    ¿De verdad? ¿Y puedo llevarme la revista?


    Le puso ojitos de cordero a Ellie para que cediera. Ésta, la cerró y se la dio, pues sabía que su dueña le daría buen uso. Prometió que le daría buen uso. Aprovechó que se encontraba allí para coger un saco y reubicar sus pertenencias dentro del mismo. Por supuesto, el saco estaba encantado para que cupiera dentro de él una ballena en caso de necesidad. Podía parecer muy exagerado, pero Valentina necesitaba de mil objetos y cosas para viajar, pese a que finalmente no le diera uso ni a la mitad. «Por si acaso».


    Bueno. Si ya está toda la habitación recogida, será mejor que nos dirijamos hacia las tiendas de campaña esas que hay ahí abajo. Soltaremos las cosas, buscaremos algo de comer y así podré dormir un ratito antes de... andar —terminó suspirando, pues la idea de caminar horas y horas bajo el sol no le producía ninguna gracia.


    Ambas salieron de la habitación y caminaron rumbo al exterior. Ya había más movimiento. Eso era bueno, pues así cabría la posibilidad de encontrarse con algún familiar rondando por las esquinas. ¿Qué había sido de ellos? Lo último que recordaba antes de marcharse de allí es que tía Lu se agarró a su madre, diciéndole lo buena cuñada que era, lo mucho que la quería y lo feliz que se sentía de verla con su hermano, justo antes de que se subiera a una de las mesas redondas y se pusiera a bailar como si fuera una portadora de un cancán en el escenario del Moulin Rouge de París. ¡Pobre falda del vestido de tía Lu! Esperaba que, al menos, le hubiera dado tiempo a reportarse un poco, tanto a ella como a sus acompañantes.

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  19. Ya era de día y la mañana había traído consigo movimiento entre los allí presentes. Era curioso observar los ropajes de los individuos, pues alguno que otro aún vestía con traje de gala o vestido largo. No como ella, que tuvo que descansar durante la noche tras terminar exhausta, chapándose cual señora mayor. Eso sí, a veces es mejor una retirada a tiempo y agradecía haberlo hecho. De no ser así, esa mañana no hubiera podido mantenerse en pie. Pero seguía sin comprender por qué habían parado allí exactamente y hacia dónde se supone que se tendrían que estar dirigiendo en apenas dos horas de plazo. Como solución a sus preguntas, decidió arrimarse a un miembro de la tripulación.

     

    Perdone. ¿Qué es exactamente lo que tenemos que hacer en este oasis? —preguntó.

     

    El tripulante la miró con cara de perplejidad. Valentina notó cómo le había resultado demasiado extraña aquella pregunta, por lo que decidió reaccionar rápidamente para disimular.

     

    Quiero decir, claro que sé a qué hemos venido, sólo le estaba vacilando. Pero, ¿podría indicarme hacia dónde he de ir? —reformuló la pregunta.

     

    Me asustó con esa pregunta. Reconozco que aún me cuesta captar el humor de ustedes, los británicos —rió mientras Valentina reía con él para no quedar mal—. Pues por lo pronto puede dirigirse hacia las tiendas que hemos acomodado justo allí —señaló hacia el lugar donde se apreciaba el campamento—. El camino hacia Shaiyb al-Banat no será tan idílico como le puede parecer ahora este precioso oasis. Créame, se lo está diciendo alguien que ha trabajado mucho por la zona.

     

    —Ahá... —asintió con la cabeza— ¿Y será en un par de horas cuando comencemos a caminar hacia allí?

     

    Aproximadamente, pero sí. ¿Lleva usted calzado cómodo para la marcha? Las arenas del desierto pueden resultar un tanto tediosas, mucho más si no utiliza la ropa adecuada para introducirse por las dunas. Y bueno, qué decir de la comida. Le recomiendo que pase por la cantina y eche un vistazo a la comida que han preparado para la excursión. Necesitará llevar combustible para el organismo. Los platos típicos de aquí son muy sabrosos, se los recomiendo.

     

    Valentina continuaba conversando con el señor. No podía evitar que su expresivo rostro mostrara desacuerdo tras escuchar la advertencia de que deberían andar mucho hasta su destino.

     

    Vaya, parece que no tiene usted muchas ganas de moverse —soltó el hombre una leve carcajada—. Bueno, nadie dijo que la fortuna fuera fácil de alcanzar. Quien algo quiere, algo le cuesta. ¡Ya verá lo contenta que se pone si logra alcanzar la cima de la montaña y bañarse en tan dichosas aguas! —pretendió animarla— Siempre, claro está, que no mencione la palabra prohibida. Recuerde que es importante si no quiere terminar fuera de la expedición. Por ahora, le recomiendo que baje del barco y busque a sus compañeros en la tienda. Aprovechen ahora que pueden para organizarse.

     

    La joven le agradeció la información recibida al hombre antes de desplazarse. Debía reunirse con sus compañeros en la tienda de campaña, pues viajar por el desierto sin haber organizado previamente un plan, por muy breve que éste fuera, no era una idea muy sensata. Rezaba porque ellos mantuvieran la cabeza más fresca y lúcida que la que poseía ella misma en esos momentos.

  20. La elfina no tardó demasiado en volver, para suerte de su dueña. Había preparado un remedio medicinal con algunas hierbas que había traído en el botiquín de los viajes y un par de recipientes que había sacado de algún lugar del barco, probablemente de la cocina. El remedio era de lo más básico, ni siquiera se trataba de una poción, pero eso era todo lo mejor que podía preparar con los recursos de los que disponía. Así, la joven ingirió una pequeña bola hecha con pasta procedente de las propias hierbas. Tras unos veinte minutos, comenzó a mejorar.


    Parece que ya me encuentro algo mejor, muchas gracias.


    Con alguna dificultad, se incorporó. Sobre un sillón de la habitación permanecía el vestido verde que con tanta personalidad lució durante la noche anterior. Esta vez, parecí amás bien un atuendo de batalla de guerra que un vestido de cuento de hadas. Los bordes bajos de la larga falda habían tomado un color negrizo a causa de la suciedad. De hecho, en algunas partes se podían apreciar algunos enganchones, probablemente tras haberlo pisado con los propios tacones a lo largo de la fiesta. Un tacón dorado apareció debajo de la cama, mientras que el otro estaba... ¿colgando del marco de la ventana?


    Demonios, vaya desastre.


    Pero no era momento de ocuparse de la limpieza de la habitación, pues había cosas más importantes que hacer, como por ejemplo saber dónde había atracado el barco. Vestida con unos pantalones cómodos, camisa y una túnica púrpura con capucha incluida, salió del habitáculo para dirigirse a la cubierta del barco. Los pasillos estaban iluminados lo justo y necesario gracias a unas velas de llama inapagable, nada que ver con el ajetreo de gente yendo y viniendo vivido hacía apenas unas pocas horas atrás.


    La vista desde la cubierta era un espectáculo de la naturaleza digno de ver: un sol rojo asomaba entre las dunas, luchando por sobreponerse hasta llegar a la cima del cielo. Los colores emitidos por la luz, sumados al dorado de la arena, emitían una gama de tonos cálidos mucho más hermosa que cualquiera utilizada por los grandes pintores de antaño. No pudo evitar expresar su asombro abriendo la mandíbula, pues quién no hubiera quedado maravillado y encandilado a la vez frente a semejante estampa de la naturaleza.


    ¡Es precioso!


    Se giró para observar si había alguien más en su situación de perplejidad, pero la cubierta se encontraba tan solitaria como el resto del barco. Casi a los pies de donde el aparato se paró para hacer la pausa, un oasis terminaba con la monotonía de las dunas. El agua cristalina reflejaba el amanecer, enmarcada con varias palmeras cuyas hojas apenas tenían movimiento. Además, a los alrededores se encontraban una docena de tiendas de campaña, aproximadamente. Lo más probable es que estuvieran allí para ellos mismos, para los pasajeros que acababan de llegar al que sería su nuevo puerto, aunque algunos aún no lo supieran.


  21. Maldita sea...


    La puesta de largo había causado estragos de buena manera. Tumbada todavía en la cama de su camarote individual, luchaba por mantener los párpados hacia arriba. Por lo poco que podía ver a través de sus ojos entreabiertos y miedosos de cualquier rayo de luz, el techo parecía moverse de un lado para otro, como si de un balancín se tratara. ¿Acaso el barco se había puesto a girar en círculos lentos?


    Voy a necesitar que me lleven a San Mungo —gruñó.


    Ya le dije cuando llegó que me parecía que había bebido demasiado.


    Una pequeña elfina doméstica le recriminaba a su ama mientras se acercaba para acomodarle las sábanas. Aprovechó para ayudar a poner a la joven en una postura más erguida, colocando una de las almohadas guardadas en el armario bajo sus cervicales. Las ahuecó brevemente mediante pequeños golpecitos en la parte donde Valentina colocaría su cuerpo. Esto provocó que algunas plumas blancas asomaran sus puntas a través de las costuras de la tela.


    ¿Pero es de día?


    Bueno, está amaneciendo —respondió la elfina—. Tenga, le vendrá bien para reponer fuerzas.


    A regañadientes, Valentina se vio obligada a tomar un poco de agua mineral. Pese a tener el estómago cerrado, esa bebida le resultó el agua más fresca y más pura que había probado nunca. Su boca dejó de asemejarse a la suela de un zapato, cosa que agradeció. Habiendo terminado de vaciar el vaso, se ayudó de ambos brazos para salir de la cama. Se sentó hacia el lado donde se encontraba la elfina, mirando sus pies descalzos colgar del borde de la cama.


    No estoy segura de si me duele más la cabeza o el estómago.


    Y es que cualquiera le seguía el ritmo a su tía Luisitha. Para ser más mayor que ella -no demasiado, pero sí casi una década-, conservaba el aguante de una quinceañera adolescente de las que aguantan una resaca a base de otra nueva borrachera. Aquel vodka con regusto a alcohol desinfectante le había sentado peor que un veneno. Eso y el hecho de que mezclarlo con champange, vermú y un sinfín de canapés de todos los tipos habían conseguido que su estómago no diera para más. De hecho, en ese momento rondaba por su cabeza la idea de utilizar un bezoar como cura de sus males.


    Ellie, ¿el vodka está considerado como veneno?


    La elfina puso los ojos en blanco. Sabía que si no ayudaba a su ama, ésta no pararía de promulgar sus quejas.


    Si me da un segundo, le daré algo que le aseguro que hará que mejore. Eso sí, tenga cuidado en la próxima fiesta a la que acuda.


    Ambas sabían que le estaba pidiendo un imposible, pues ser cautelosa y responsable era algo inexistente en el carácter de la Yaxley. Pero como le convenía más que mucho terminar con la migraña que le martilleaba el cerebro de un lado a otro, asintió repetidas veces para confirmar que no volvería a pasarse de la raya bebiendo. Por su parte, la elfina se hizo la loca e hizo como que se creía tan falsa promesa. En cuanto se dio la vuelta, Valentina cerró los ojos.


    ¡Ni se le ocurra cerrar los ojos de nuevo! —le espetó con severidad antes de salir por la puerta.

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  22. De repente, se vio con la bruja recostada sobre su hombro.

    Cuidado, tía Lu, o te caerás encima de esta pobre gente —mencionó dirigiéndole un gesto a las personas que pasaban junto a ellas a modo de disculpa.

    La idea de beber de aquella botella que supuestamente sólo contenía vodka, pese a dudarlo fuertemente, se hacía tentadora. La sostuvo con la mano que le quedaba libre, pues la otra estaba siendo utilizada por su tía -el brazo entero, más bien- y se la llevó a la boca.

    Y así, amigas mías, es como se ahogan las penas.

    Al momento, se arrepintió de haberle pegado semejante trago a la botella. El alcohol caliente le produjo una severa sensación de quemazón desde la boca hacia el estómago, dejando su garganta fuera de combate. Si hubieran estado en casa, no se lo hubiera pensado dos veces antes de tirar la botella de cuajo hacia el suelo.

    ¡Puaj! ¿Pero cómo has podido estar bebiendo semejante veneno? ¡Si sabe igual que uno de mis perfumes!

    Afortunadamente, una joven pasaba por allí ofreciendo agua a los comensales. Agua pura y dura, justo lo que necesitaba para quitarse ese horrible sabor que se le había impregnado en la garganta. Nunca vio una camarera tan orgullosa de ofrecer una bandeja de agua, pues insistía como si llevara el canapé más exclusivo de la historia de la gastronomía.

    Sí, gracias. Me vendrá bien beber un poco.

    Cogió otra copa de agua para la tía Lu, la cuál se dirigía hacia su madre. Se debatía entre usar la como refrigerio para rebajar un poco el vodka o directamente tirársela a la cabeza.

    Tía, ese vodka está muy asqueroso. O encuentro un zumo o algo similar para rebajarlo, o me vuelvo a mi clásico vermú rosado. Por cierto, te he traído un poco de agua —le ofreció la copa que aún no había utilizado.

    @@Luisitha Black M.

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  23. Espera, yo también cogeré una de esas copas. Me parece más fino brindar con champange que con una botella de licor —dijo mirando la botella de nombre extraño que sujetaba su tía—. Ahora sí, ¡por el amor!


    Y bebió un largo trago. Le gustaba mucho beber y, si eran bebidas caras y fresquitas, aún más. Se notaba que no era cualquier bebida barata del mercado. Ese regusto afrutado que dejaba tras terminar de tragar no lo producían los champanges de marcas blancas. Aún continuaba pensando cuánta fortuna habría costado semejante despliegue, pero si ella sacaba beneficio y provecho tampoco se iba a molestar por las arcas ministeriales.

    A todo esto.... si yo ni siquiera tengo pareja ni nadie que me quiera, ¿a qué narices he venido aquí?

    Se produjo un breve silencio tras sus palabras. Miró a su tía y a su prima y no pudo evitar reír, provocando el desparrame de cierta cantidad de bebida de su copa. Por suerte, esta vez no manchó a nadie, sino más bien a sí misma.

    Por los cuernos de Satán, ¡hoy parece que tenga las manos de mantequilla con tanta torpeza! —exclamó—. Voy a llegar a casa oliendo a frutas.


    Eso le hizo recordar a Valentina el encontronazo con el guapo y sexy camarero al que le propició una buena ducha de aquella bebida que fuera que estuviera transportando en el momento del percance.

    Bueno, bueno, bueno, si os cuento lo que me ha pasado antes... Le he tirado una copa a un camarero. Sí, tal cual —asintió—. Pero es que luego me ofrecí a arreglar el desastre y por poco se quita la camisa. ¡Qué fatiga! —se llevó una de las manos hacia la boca— Aunque en verdad, hubiera sido maravilloso que hubiera ocurrido eso —puso un tono picaresco—.


    Intentó alzar la vista para buscar al chico en cuestión, pero no alcanzaba a verlo. No era una chica especialmente alta, pero su metro setenta de altura no se quedaban mal.

    Vaya, ahora no lo encuentro... a ver si luego pasa por aquí y os lo señalo. Era así rubito de ojos azules.

    En vez de encontrar al camarero, lo que pudo ver fue arena y más arena a través de los ventanales del barco. Ya fuera mirando a la izquierda o a la derecha, las dunas ocupaban todo el paisaje en la oscuridad de la noche.

    ¡Madre mía! Creo que voy a tener que dejar de beber, pues me ha parecido ver un desierto a través de la ventana. O igual son ventanas cambiantes como el techo del Gran Comedor de Hogwarts —profirió en tono elevado—. Igual si cambio de bebida me cambian las visiones. ¡Tía Lu! Sirve una copa de tu maravilloso néctar de los dioses para que compruebe qué estás viendo tú!

     

    @ @@Luisitha Black M.

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  24. Parecían estar disfrutando, sobretodo su tía Luisitha, que se encontraba felicitando a todo y a todos. Ella sonreía felizmente mientras sostenía una botella de no sé qué licor que, definitivamente, tenía que contener la clave de la felicidad en su interior, pues la alegría de Luisitha desbordaba por los costados.

    Parece que esto de venir a gorronear a los sitios con comida y bebida gratis viene impuesto en los genes de los Yaxley. Me alegra comprobar que no soy adoptada —sonrió.

    El grito de su tía se hizo notorio en el lugar. De hecho, fueron más de uno y de dos magos los que se giraron para percatarse de que no había ocurrido ningún incidente. La cara de Valentina se volvió roja, pero no pudo evitar soltar una carcajada. Su tía seguía igual que siempre, eso era bueno.

    ¡Caray!

    Una imponente Maida apareció por la puerta enmarcada de aquel lugar. El vestido color pastel con encajes la hacía verse cual princesa de cuento de hadas. Parecía algo abrumada. Algo lógico, teniendo en cuenta el sinfín de personas allí presentes. Su madre la introdujo en el círculo donde se encontraban las brujas.

    Normal que tu madre grite de esa forma. Vienes preciosa, querida —se acercó para darle un beso en la mejilla—. ¿Qué tal?

    Un elfo se acercó con otra bandeja de canapés, a la que Valentina no le hizo ningún feo. Esta vez, portaba unos pequeños vasitos con una especie de crema y algún crujiente.

    Disculpa, ¿qué es esto? —preguntó analizando uno de los vasitos.

    Es pudding de calabaza con un crujiente de boletus.

    Decidió coger uno y lo mantuvo en la mano hasta que el camarero se fue. Así, si no le gustaba, no tendría por qué disimular para actuar de forma políticamente correcta. Una vez se dio la vuelta probó un bocado y, para su sorpresa, estaba bastante rico.

    Te recomiendo que cojas alguna copa —se dirigió a su prima—. ¡Yo antes probé un vermú rosado delicioso! Aunque tu madre nos lleva la delantera con ese licor —rió—. Por cierto, tía, ¿qué es? Tengo curiosidad por probarlo.

    @ @@Luisitha Black M.

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