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Agatha Andrómeda Abbott

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Mensajes publicados por Agatha Andrómeda Abbott

  1. Sus palabras tuvieron un efecto curioso: el chico se puso mas animado, mas arrogante y pareció entender el reto. Sonrió casi como un gato, entrecerrando los párpados, evitando dejar ver mucho de su dentadura o el se daría cuenta de sus incisivos. No respondió nada, permitiéndole danzar por toda la cocina, haciendo uso maestro de los utensilios, su mirada concentrada en sus movimientos.

     

    Sacó un montón de ingredientes raros que, a su olfato, también se sentían un poco crudos. Por su parte se apropió de una botella de vino tinto, la descorchó y se sirvió un poco en una copa de cristal, tomándola por la columnilla para agitar despacio su contenido mientras le observaba. Dio el primer sorbo, recostando la espalda ligeramente contra el borde de la isleta, las piernas cruzadas.

     

    - Están en el tercer compartimiento, a tu izquierda ¿Qué tanto haces mi dulce chef? - Preguntó en un tono inocente, pero con cierto carisma sensual. El ruido del cuchillo cortando contra la tabla, el fuego encendiéndose, los movimientos certeros y los pasos que iban y venían. Su mirada recorrió cada centímetro de la nueva vestimenta que este portaba, de lo que, había que admitir que se veía mas atractivo que nunca. Subió por su espalda, detallándolo con aquellos orbes azules que se detuvieron en la musculatura. Inconscientemente mientras bebía otro sorbo, no pudo evitar paladear el vino tinto, pasando lentamente la lengua por los labios. Deliciosa vista, atractiva la presa ¿Qué tan caliente y dulce sería la sangre que se movía en sus venas?

     

    Pero entonces, un indistintivo aroma comenzó a seducir sus fosas nasales, distrayéndola por completo de aquel pequeño ritual de admiración al sexo masculino. Lo que la llamó fue el olor que se desprendía de aquellas cacerolas que estaban en el fogón ¿Qué estaría haciendo que olía tan bien? Sin saber como, sintió el llamado instantáneo del hambre en su vientre al tener una ligera contracción. Pero no solo eso, podía sentir también el distintivo aroma de las especias, el dulce olor de la canela, el tostado aroma de las nueces de tierra, el salado de los mariscos, el colorido de la sandía, el...

     

    Aquella escena de colores y sabores se desprendía como un arco iris deleitable de esa pequeña cacerola platinada y olía tan maravilloso, que sus mejillas inmediatamente se sonrojaron llevando la mano libre a los labios, casi palpando con deseo e imaginación lo que se cocinaba. Entre mas olía, mas se le antojaba, tuvo que tragar el vino y se vino lo peor, un temblor en todo su cuerpo que aumentó ligeramente su salivación, sacándole un brevísimo, corto y erótico gemido.

     

    Al darse cuenta, avergonzada apretó con timidez los muslos. Se removió en la silla ansiosa, mirándolo con los párpados entrecerrados, las pupilas ligeramente húmedas, los labios temblorosos, sosteniendo de lado la elegante copa de vino.

  2. Sus ojos se encontraron en silencio y no hubo necesidad de palabras. La comprensión estaba allí latente, profunda, tierna como dos almas gemelas enamoradas desde un pasado distante, dos espíritus reencarnados que volvían a encontrarse tras años de buscarse. Hubo una pequeña sonrisa, una lágrima, una dulzura y los latidos del corazón estaban sincronizados. El silencio no era tenso, al contrario era cómodo. Ambos se incorporaron y el tiempo se detuvo cuando ambos se abrazaron.

     

    Quizá la sola expresión era demasiado sencilla e ingenua, pero era sincera y bastaba. Un beso en la frente, de nuevo una mirada, un acuerdo mutuo expresado en miradas. Ella alzó su diestra, acarició su mejilla por respuesta y terminó por acompañarle a las cocinas.

     

    Al entrar, reprimió una pequeña risita. La sorpresa de el no era para menos. Su madre era muy estricta con las cosas y sobre todo, algo exigente en cuanto a lujos. La cocina en realidad no estaba solo equipada para satisfacer paladares, sino principalmente para satisfacer los antojos y caprichos que ella tenía. Claro, no iba a contarlo, pero en ocasiones habían cerrado el local por el simple hecho de pasar una noche cocinando ellas mismas únicamente para divertirse y experimentar. Y otras, porque con su padre, pocas veces, hicieron competencias de cocina.

     

    Le dejó que explorara a sus anchas mientras se sentaba en un taburete próximo a una isleta, contemplándole tranquila. Manteniendo una postura recta, cruzó las piernas, dejando que la blanca piel del muslo se dejase ver por la abertura atrevida y coqueta del vestido que portaba. El resto de la pierna torneada estaba cubierta paralelamente por las telas, dejando ver únicamente el pequeño pie desnudo encintado en el zapato de tacon. Ante su pregunta, alzó una ceja y sonrió elegante pero audaz. - Mis antojos son exigentes señor chef, pues mi paladar nunca ha probado cosa sencilla. Pero he de decir que estoy dispuesta a aceptar cualquier platillo que me prepare, asi que... - Alzó la diestra, subiéndola lentamente por el contorno de su silueta, pasando por los pechos, el hombro y finalmente el cuello. La llevó por debajo de su cabello y lo alzó, sacudiéndolo con un delicado pero coqueto gesto, esbozando una sonrisa un poco retadora y femenina. Sus labios se abrieron en un susurro sensual y tentador sin que lo propusiera. - ... Sorpréndame... - Le hizo un pequeño guiño, entrecerrando los párpados después, apoyándose tranquilamente en la isleta. Jugaba, a pesar de sus modales, jugaba y si algo sabía, es que esos ojos verdes eran suyos.

  3. - Es una buena propuesta, caballero. - Ella asintió con un leve ademán de cabeza. Le gustaba saber que sería acompañada, además de que no solía probar otras comidas que aquellas preparadas por las manos asignadas. En consecuencia, cuando este tomó una parte de su cabello, no pudo evitar sonrojarse ligeramente y desviar la mirada, más al sentir los labios ajenos sobre la piel de su frente. Su corazón se aceleró bastante.

    Sonrió tímidamente y al terminar aquel tierno gesto, aceptó su brazo acompañándole.

     

    - Me las cederán si yo la pido. Verá usted, mi madre es la dueña de este sitio... - No quiso decir nada mas. Le daba cierta vergüenza presumir de las riquezas que poseía su familia, pues esperaba realmente ganar lo propio. No le parecía correcto presumir, prefería mantener un perfil bajo. Se sintió feliz por primera vez en esas noches donde solía pasarlas en solitario, bebiendo un poco de soda y leyendo o jugando ajedrez. Buscó con la mirada los ojos de su acompañante que, siendo sinceros, se estaban volviendo su parte favorita. Pero de nuevo, los prejuicios de apariencia se interpusieron entre ellos, arruinando nuevamente los dulces momentos.

     

    - Basta querido, no te afanes o preocupes por la apariencia. Me es suficiente con que sepas estar a mi lado acompañándome. - Se acercó a el y detuvo con ambas manos aquellos nerviosos gestos, mirándole con suma dulzura. Aprovechando que ambas miradas se encontraron, le dedicó una tierna caricia. - Además, espero ansiosa probar tus platillos. - Comentó con alegría.

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  4. Hubo un largo silencio mientras esperaba a que despertara. Se tomó el permiso de apartarle un mechón de cabello con suavidad, acariciando de paso su mejilla. Le contemplaba sin palabras, deleitándose en su faz y la tersura de su piel. Sus facciones masculinas eran un encanto, era similar a una estatua hermosamente tallada por algún hábil maestro. Pero estaba preocupada, sobre todo por aquella caída. Se tomó un momento para examinarle con la mirada, poniendo mucha atención por si encontraba alguna pequeña herida que curar; por fortuna, ninguna.

     

    Lo sintió removerse, asi que volvió su atención a el, notando como lentamente despertaba. Parpadeó ligeramente al verlo reaccionar y sonrió dulcemente cuando la sorpresa se reflejó en sus bellos ojos verdes, seguidos de un sonrojo total. Fue rápido para levantarse, quedando ella aun sentada en el suelo, su vestido desplegado a su alrededor como una tierna flor recién arrancada. Ligero desconcierto, antes de levantarse con cuidado del suelo, sonriendo. - No me lo agradezca, solo es... - Se quedó callada ante el abrazo, sus miradas se encontraron. Tenso silencio. A la luz de la Luna esos ojos verdes parecían gemas hechas del mas verde jade o quizá la esmeralda. Una bella vista que se vio interrumpida por un ligero nerviosismo de parte del contrario, causando que se separasen de nuevo. Llevó la diestra a los labios, escondiendo una tierna risita.

     

    - Volvamos. Nos espera una merienda. No es bueno marcharse con el estómago vacío. - Respondió con una pequeña sonrisa divertida para aligerar el ambiente. Se notaba la timidez del joven delante de sus ojos, máxime al descubrirse dormir sobre su pecho. A ella no le molestaba ni veía aquello como raro, pues acababa de salvarle, pero le agradó que el en ese punto de espacio personal, la considerase. Para ser sinceros, aquel caballero mago, empezaba a colarse lentamente en su corazón de una manera insospechada, novedosa y... tierna.

  5. El momento tan dulce se prolongaba. A pesar de las sonrisas, de los gestos, había algo mas en aquellas almas destinadas. Aunque posiblemente todo fuera cosa del ambiente creado entre ambas. Recibió la taza de te de sus manos, agradeciendo con un leve gesto, el cual quedó paralizado cuando la diestra del caballero tomó inesperadamente su rostro, brindándole una caricia. Abrió sus párpados un poco mas, algo sorprendida y los cerró después con alegría. Parecía saberlo, sin entenderlo del todo, su cuerpo parecía saber lo que estaba por venir. Su corazón se aceleró un poco mas cuando sintió el tibio aliento de el cerca de sus labios. No lo podía ver, pero podía sentirlo. Estaban a nada de conectarse con la mas sutil y dulce expresión del amor: un beso.

     

    Pero el destino es cruel e interviene de maneras terribles cortando el amor.

     

    No supo porqué, pero aquello no se dio. Lo que su alma esperaba no sucedió y en cambio abrió los párpados, extrañada del repentino frío, para ver como este se alejaba de ella confuso, asustado, nervioso quizá. Sus palabras le hicieron ver la magnitud de lo inesperado y como si fuese en cámara lenta, lo vio retroceder, tropezar y caer por el barandal hacia el pequeño precipicio que estaba detrás del edificio, un barranquillo que simulaba un poco ciertas cosas escondidas por su madre.

     

    No, no podía permitirlo ¡Le negó a la muerte apoderarse de esa alma! Sin esperar nada, se lanzó desde su sitio cayendo detrás de el, logrando alcanzar su mano, atraerlo contra su pecho y caer desde esa altura rápidamente, aterrizando sobre el suelo de pie, cargándolo en brazos. Buscó una planicie donde depositarlo y asi lo hizo, agachándose a su lado. Mantuvo la cabeza de este sobre su regazo mientras le acariciaba la mejilla. La preocupada mirada azulada escrutando su rostro con ansias. - Eleven... ¡Eleven! Dime que estás bien... -

     

    Las nubes se separaron lentamente para dar paso a la luz de la luna, la cual iluminó el espacio donde yacía la pareja, una consolando preocupada a la otra. Los verdes cabellos destellaron sedosidad bajo las iluminadas hebras de la princesa nocturna.

  6. Patético... Un día patético... El mundo muggle es la misma deshonra de la existencia ¿En serio un grupo de magos, se afanaban por proteger a la raza mas destructora del planeta? Absurdo. Una raza cuya existencia es tan efímera, que un par de minutos transcurren para ellos como mil siglos, una especie tan débil, que con un manotazo podías apagar la llama de su vida. Una tontería que se creía dominante, la expresión mas insultante ¿Porqué el est****o Ministerio pedía la paz, cuando aquella raza pronto acabaría consigo misma? Nada bueno traía su existencia.

     

    Lo peor no era eso. Sino el saber que dos grandes magos estaban atrapados bajo esas est****as manos.

     

    ¿Dónde demonios se habían metido sus compañeros? Se suponía que no llegarían tarde...

     

    Las calles estaban mas concurridas que de costumbre. Aquella locura se parecía un poco al callejón Diagón en época de estudiantes, con la única diferencia de que los que allí estaban eran nomajs, gente común y corriente, no obstante por experiencia al vivir sola, es que supo que no debía confiarse. "Igual que aquella vez" pensó. Ataviada con una capa que ocultaba toda su persona, se mantenía escondida en uno de los callejones adyacentes al edificio que le habían mencionado, quieta entre la penumbra. Desde su ubicación contempló todo, el ir y venir de la gente, las acciones, los autos, el ruido infernal que a cualquiera ponía tenso. Por fortuna no era una criatura propensa a morir bajo el sol o aquello habría acabado en cuanto diese un paso fuera. Permanecía tranquila. Su olfato sensible había detectado el aroma familiar de dos mortífagos algo cercanos, probablemente algunos de sus compañeros. Por su parte esperaba que los otros dos llegaran, pues con una calle tan similar en ruidos, sería sumamente sencillo localizar a los confiados enemigos. Especialmente debido a su don, su gran regalo adquirido desde que era una niña...

     

    No. Aquella calma no podía ser solo eso. Desde que había leído algunos archivos privados de su madre, comprobó con gran fundamento, que sus teorías acerca de la organización de los nomajs era muy certera. En consecuencia, tenía conocimiento, gracias a ciertos archivos de su amado padre, que el Ministerio de Magia poseía infiltrados especiales en el mundo común, por lo que, si daba un paso en falso, cualquiera de los aurores que estaban vigilando, la atraparían. Por tanto, no pondría su atención en las posibilidades, sino en lo que la rodeaba. Lentamente cerró los párpados, respiró profundo ignorando todo el caos ciudadano a esa hora, se concentró poco a poco y abrió estos, mostrando una pupila rasgada como los gatos, con un iris ya no teñido de azul sino dorado.

     

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    La forma de percibir el mundo a sus ojos, cambió por completo.

     

    Ya no veía solo gente y objetos. No. Incluso los animales se movían ahora como siluetas de un color determinado, rojo vivo que emanaba calor. Los objetos menos móviles aparecían de azul. Algunos como los motores de los autos, aparecían en naranja. Sus pupilas tenían el don de percibir el estado normal y mágico de las criaturas, reforzando su instinto vampírico de reacción, supervivencia y defensa. Le era muy fácil no dejar pasar hasta el más mínimo detalle, incluyendo aquellos que se escondiesen. Era como una refracción de luz penetrante que sus pupilas tomaban, permitiéndole seguir el sistema cardíaco de cada ser vivo para alimentarse. Pero en este caso, no lo usaría solo para eso. A pesar de estar en pleno día y de la luz demasiado brillosa, había aprendido a separar. Por ello, en pleno uso de su don y sin necesidad de magia, escaneó con la mirada a su alrededor... Y su fría expresión sonrió levemente.

     

    - Allí están... - Como un suspiro, como una simple sombra de la que solo estuviese el recuerdo, salió rápidamente del callejón, tan rápido que un ojo humano, por muy mago que fuese, no habría seguido su récodo por mucho que lo intentase. Sus ojos rasgados le daban una visión exitosa de sus objetivos, sus colmillos picaban del ansia de probar esa sangre espesa y dulzona con propiedades benéficas para ella. Pasó como una exhalación evitando a las personas apenas y levantando una ligera brisa...

     

    - Buenas tardes señor. Disculpe ¿Me podría decir qué hora es? - Aquel inteligente pero lento auror que vigilaba los alrededores, se volteó a la dama de cabellos rubios y ojos celestes un tanto perplejo, pero cumpliendo con los modales de cortesía muggle, alzó la muñeca buscando el reloj. Tan pronto le daba la hora y sus miradas se encontraron, pareció que el tiempo se ralentizaba. Hubo un breve período en el que las pupilas de ambos se sonrieron antes de que la dama se marchara sombrilla en mano tras agradecerle. O eso pareció... Pues en medio del gentío, la doncella de cabellos rubios y ojos azules, había abrazado al primer auror, transformándolo en una víctima del mortal beso, bebiendo con tal rapidez su sangre, que mas pareció un gesto de dulce amistad entre dos conocidos, que un silencioso asesinato. Las marrones pupilas de esa persona, perdieron inmediatamente su brillo, quedando un cuerpo vacío, inerme y petrificado.

     

    Ella le bajó los brazos, siempre aprovechando que tantas personas no le verían. Le quitó la varita y la guardó entre su capa. Se despidió cortésmente y volvió a desaparecer entre la gente que caminaba apresurada. Asi, uno a uno fueron cayendo los vigías mágicos que cuidaban el edificio. Siempre se presentaba como una chica rubia de ojos cafés, una niña o una adolescente. A veces era pelirrojiza, otras de cabello negro. Y a cada uno solía hacerle una invitación, una propuesta, una sonrisa amable. Siempre las miradas conectaban y era la perdición. Porque en realidad no es que ella cambiase de forma, sino que... Modificaba a su antojo los recuerdos de las personas. Crear una ilusión para engañar a sus víctimas, siempre era fácil.

     

    Una hora y quince minutos después, treinta y dos cuerpos, permanecían impávidos y sin vida en las mismas posiciones en que vigilaban sin que nadie se diese cuenta. Sus varitas, habían sido arrebatadas y destruidas.

     

    - Estoy saciada. - Se dijo asi misma devuelta en aquel penumbroso callejón. Tras comer lo suficiente para unas seis semanas, suspiró buscando con sus pupilas rasgadas hacia el centro y alrededores superiores de los edificios que colindaban a este. Notó algo extraño en la atmósfera, algo que le resultó divertido y un tanto retador a la vez. En consecuencia, veinte objetivos distribuidos en las alturas, se movían tranquilos y pendientes. Por su postura, estaba claro hacia qué parte vigilaban. Llevaban manchas alargadas de tono azul en las espaldas. Algunos la tenían a los pies y otros las sujetaban. Chasqueó la lengua. Siendo sinceros, no era tan glotona, asi que jugaría un poco con los incrédulos mortales y de paso, podría obtener lo que buscaba: los proyectiles que portaban.

     

    Quitando a los guardias mágicos del edificio, le sería mas sencillo moverse. Muy cuidadosa para no haber dejado ningún rastro, le hacía el honor a su apodo "Sleepless" pues la cara de horror que dejaba en los cadáveres hablaría de sus pesadillas. Las mismas, que aquellos tontos guardias pronto sufrirían. Su rostro mostraba una actitud fría, inexpresiva. Por decirlo de una manera, le había dejado ciertos regalitos a su hermano si es que los encontraba, pues los guardias que cuidaban las entradas del edificio ahora eran esculturas mortuorias perfectas. Su firma, que nada ni nadie sabría como dejaba. - Juguemos. - Murmuró para si como un siseo y cual peligrosa serpiente que acecha a su presa para devorarla, se deslizó entre la gente, mezclándose con rapidez. Un chico de cortos cabellos rubios, ojos vino, buena estatura y elegante traje marrón había sustituído a la doncella. Una pequeña sonrisa esbozaron sus labios, cuando el gentleman inglés entró al edificio colindante, sin ser detectado.

     

    @@Ada Camille Dumbledore @@Syrius McGonagall

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  7. Sonrió dulcemente. - Es el poder de la voluntad regida bajo una creencia superflúa, una salida fácil a un problema que, finalmente tememos enfrentar. - Susurró. Ambos estaban cerca, muy cerca y en la intimidad del atardecer, al resguardo de aquella habitación ligeramente elegante y acogedora, el ambiente se prestaba para la confianza de mas secretos y ternezas. Pero de nuevo el nerviosismo arraiga entre las dulces miradas que una le dirige al otro y en la atención que este refiere a quien asi le confía. Hay un silencio que no es incómodo, unas palabras bien dichas, una manera de contemplarse y un sonrojo cómplice de los pensamientos agradables. Hay una mirada intensa y unos labios que tiemblan levemente, hay dos respiraciones cálidas que se sincronizan ligeramente, envolviendo el escaso espacio entre ellos con la tibieza de dos personas que se conocen y se necesitan.

     

    Pero de nuevo, la dura realidad golpea y aquel éxtasis del mar azulado y la salvaje esmeralda se interrumpe, cuando uno de ellos se da cuenta que ahora, no solo es la cercanía la que ambos cuerpos presentan, no es solo la posibilidad del beso tímido que puede robarse, aunque la palma ajena ya ha sido atrapada entre los dedos ajenos y mancillada bajo ciertos roces temerosos. No, hay algo mas y es que están a punto no solo de mirarse, sino que tampoco quieren soltarse. Hay familiaridad, hay caricias, pareciera que aquellos cuerpos, aquellas almas hubiesen renacido de nuevo para reencontrarse eternas...

     

    - Esta bien... - Susurra ella cuando ambos se separan. Sonríe dulcemente aunque ligeramente sonrojada por darse cuenta de la invasión mutua de espacio personal. Se acomoda un mechón de cabello tras la oreja, buscando una forma de recuperarse, notando el extraño aumento de ritmo en su corazón. Siente las venas calientes y aquella mano que fue presa, atreviéndose a tocar, ahora arde y quema como el fuego llenando de alegría inmensa el alma dormida. Se descubre mujer, porque siente, porque se aferra a no querer soltarle y porque, por primera vez, se siente ¿Tímida? Mas las precipitaciones de ese caballero le causan tierna gracia y al ver el carrito, lleva la diestra lentamente a los labios, dejando escapar una risita. - Me encantaría. -

     

    De nuevo se sienta en la mesa, arreglando los pliegues de su vestido oscuro para acomodarlos. Lo contempla en silencio, siempre sonriendo y asiente buscando con su mirada las verdes gemas. Ha sido muy extraño, agradable pero extraño. Es como si le conociera de años, no sabe explicarlo. Suspira buscando su taza. - ¿ Y si me acompaña? La merienda es amplia, suficiente para dos personas. -

     

    @@Kiyotaka Ayanokouji

  8. - Ciertamente podemos aprender algo de ellos caballero, pero me gustaría que fuese una raza menos prejuiciosa y destructiva... - Los dedos se habían detenido justo en el espacio de ambos pechos. Golpeaban este con suavidad. Tras las palabras, los dedos se deslizaron escote abajo, se liberaron de la tela y tomaron el vaso de bebida del cual, los labios sustrajeron una parte de su contenido. Hubo una pausa donde la doncella cerró los párpados y al abrirlos, se encontró con un invitado algo apurado, rojizo a mas no poder y que tartamudeaba. Apenas entendió lo que dijo, pero supuso que debía ser algo urgente como para necesitar espacio.

     

    En el tiempo en que se quedó en soledad, la doncella de verdes cabellos desvió su mirada hacia el cielo. Se puso de pie y se dirigió al balcón en silencio, para admirar desde esa altura el paisaje que se abría ante sus ojos. La brisa traviesa jugó con sus cabellos. La luz de la luna se reflejaba en su piel alba, en la suavidad de sus cabellos, en la delgadez de su cintura. Creaba hilos plateados sobre su vestido, acariciando tiernamente sus mejillas. La curvatura alzada de las caderas levantaba por detrás la tela en una caída coqueta y graciosa. La piel de los hombros parecia porcelana bajo la luz lunar. Suspiró mirando al viento, dejando que sus labios se entreabrieran, rojizos, húmedos, dulces para recibir los besos de la noche misma.

     

    Una pregunta la sacó de su ensoñación temeraria.

     

    - ¿Dios? Si asi lo existiera, estoy segura de que se ha olvidado en plenitud de sus criaturas. - Su silueta se onduló lentamente al voltear a ver a aquel que entraba en la habitación ya mas refrescado. Bajo la bendición del firmamento, parecía un ángel de ternura y pecado. - Alguna vez pensé, creí en su existencia, pero mis labios resecos solo interpretaban palabras vacías. No había nada, no entendía nada. Le estaba dando mi fe y mi lealtad a la nada misma. Cuando por fin lo entendí, supe que mi propia vida podía ser el castigo de otros o quizá... un privilegio. No lo entiendo. Tampoco lo entenderé. Pero la vida es bella, es sutil y dulce existencia que se abre paso hasta en los mas recónditos caminos. Por eso mismo, es que adoro vivirla... Porque no hay fe ni Dios, excepto en las vanas creencias religiosas mismas... Eleven ¿Usted cree en Dios? -

     

    Ahora devolvía la pregunta con la suavidad ligera del viento, con las dulces palabras de una rosa. Se separó del balcón para verle, acercándose hasta el con una pequeña sonrisa. Alzó su diestra y sus dedos, le rozaron apenas la mejilla. Adoraba contemplar sus ojos verdes, su sonrisa. No entendía porqué, pero ella, amante y defensora de la sangre pura, estaba encontrando en el un candor y una atracción interesantes, una belleza exótica escondida. Un tesoro hermoso que mirar. - Eleven, querido mío, la vida es hermosa, se vea como se vea. - Sus labios pronunciaron la sencilla frase, mientras sus ojos atentos y dulces le buscaban. Aquellos gajos rosados y poéticos, curvos para el.

     

     

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  9. Llevó la diestra a los labios suavemente con elegancia femenina, escondiendo una pequeña risita ¡Qué adorable! Tontuelo y adorable. Le escuchaba en silencio, bajando sus manos para colocarlas en su regazo. - Agradezco mucho su preocupación por mi, Eleven, pero descuide. Este lugar es mucho mas seguro de lo que aparenta. - Sirvió un poco de la bebida en un fino vaso de cristal, tomándolo seguidamente para tomar un pequeño sorbo. Seguía atenta a sus palabras, a sus gestos, a sus movimientos, asentía cuando debía y escuchaba. Negó con suavidad y suspiró con calma, dejando la bebida sobre la mesa.

     

    - Creo y no creo en ellos caballero. No todo depende contextualmente de sus acciones. A veces pueden sernos útiles y otras veces solo son un estorbo pero... - Su voz se acentuó con un deje elegante pero severo, como si detestara la sola mención de esa raza, pese a estar sonriendo. - Si puedo afirmar que su sola aparición, destruyó en mucho todo lo que amo. La pureza de la sangre mágica debería predominar por encima de todo... - Susurró como una sentencia, quizá fuera o no oída. Tomó de nuevo el vaso y bebió un calmado sorbo, ofreciéndole con dulce gesto algunos pastelillos. - ¿Gusta? -

     

    La sola mención de la guerra le causaba cierta satisfacción, pues significaba el detrimento de una de las razas mas invasoras y despreciables. Aún asi podía mantenerse segura y sonriente, como si nada de eso le afectara. Sabía de la preocupación de otros por lo que esto acarreaba y en parte, sentía cierta... compasión por las criaturas mas pequeñas, aquellos infantes, esas crías que nacían en una raza equivocada y llena de errores. Quizá el estatuto lo prohibía, pero ella solía matarlos cuando no tenían salvación o... traerlos a la familia. Como fuese el caso, miró por la ventana con calma y un ligero deje de melancolía.

     

    - Las guerras son insulsas e innecesarias. Pero la destrucción da paso a la creación. Aún asi, los métodos son vulgares y desprovistos de cuidados ¿Sabéis caballero el olor infernal de los campos, cuando estos se llenan de muertos? ¿Legiones enteras caídas? Es una lástima que un mundo tan maravilloso deba soportar estas dolencias... - Por un momento hubo silencio. El escote de su vestido mostraba claramente la alba piel de su pecho mientras se elevaban con delicadeza en un fuerte suspiro. Después volvió la mirada hacia su interlocutor y le sonrió con ternura. - Lamento ser tan inflexible a veces, pero es algo que me entristece... - Puede que el caballero tuviese su propio sentir, pero a ella, siendo un vampiro que había vivido muchas eras distintas, siempre encontraba en cada una de ellas lo mismo, patrones repetitivos de destrucción mutua, bajo el anverso privilegiado del "todo por el bienestar" una mentira arraigada y solemne, pero tonta. Una falacia vil que solía manipular las mentes de esas criaturas destructivas, cuyas acciones afectaban incluso a los sangre pura. Su diestra se elevó a su cuerpo, posándose sobre la parte descubierta de los senos, deslizando lentamente hacia abajo los finos dedos, mientras pensaba.

     

     

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  10. Atravesaron hasta el pasillo en silencio y asintió con la cabeza en amable sonrisa cuando el joven le dio paso. Entró en silencio, observando sobre la mesilla varias cosas servidas. Dejó el abanico sobre esta y se sentó con su ayuda, observándolo en silencio. Por un momento lo examinó de pies a cabeza y luego sonrió suavemente para que se relajara. - No se preocupe, me alegra tener compañía. - Ella devolvió la vista hacia el área de las ventanas, desde donde se apreciaba un bello atardecer. Devolvió su atención al caballero delante de ella y con un gesto, le invitó a que se sentara.

     

    - Me da gusto conocerle, Eleven. Mi nombre es Andrómeda, hija de las dos mas poderosas familias de la zona, Luxure y Triviani. Aunque me suelen decir "Agatha" asi que puede usted llamarme como mas guste. -

     

    La doncella acomodó un mechón rebelde de cabello que estorbaba su vista. Sentada pulcramente recta, ostentando una refinada educación incluso en sus palabras, se sirvió un poco de la bebida, la cual llevó a sus labios para degustar. Tras un poco de silencio, ella retomó la conversación. - Puede que su primera impresión sobre mi, no haya sido la adecuada y me disculpo, pero suelo ser algo... Seria ante los desconocidos. Me dirá usted ¿A qué ha venido a este lugar? Es muy peculiar ver a desconocidos de su estirpe en estos sitios. Si siente incómoda mi pregunta, también es libre de abstenerse a responder. -

     

    Mientras esperaba una posible respuesta o reacción, la doncella se dedicó a examinarlo con detalle y tras unos minutos, dedujo para si que lo mas bello y misterioso eran sus ojos. No sabía porqué pero presentía que algo se escondía detrás de ellos. Parecía un alma nebulosa, mezclada, confundida y pura, sincera pero que, en apariencia, pareciera que algo le faltaba ¿Sería por eso que estaba allí? Lo dudaba, por el momento se dedicó a mirarle, relajando un poco sus facciones para no asustarle. Sobre todo, porque aun ocultaba su naturaleza.

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  11. Aquel caballero parecía muy nervioso, pero la dama en cuestión ya estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones. Si bien su belleza exótica le adjudicaba cierto encanto y magnetismo que atraía no solo a magos, sino también a criaturas de otras especies. La diferencia era, que mientras ellos la trataban mas agresivamente y hasta en ocasiones, querían besarla, el en cambio se mostraba reticente, tímido y respetuoso. Tanta diferencia le gustaba y había que admitir que, a sus ojos, aquellos gestos nerviosos solo lo hacían ver mas adorable.

     

    Le escuchó en silencio mientras el elfo que la atendía, ya preparaba su pedido. Por un momento le pareció gracioso, pero se contuvo de reír. Con delicadeza femenina sacó su abanico de entre los pliegues de su falda y lo desplegó con gracilidad, ocultando medio rostro. Miró el brazo que le ofrecía, después los ojos verdes del sujeto y asintió con elegancia tomándolo. Se volvió suavemente al elfo - Lleva para dos y que nadie me moleste. -

     

    Tras esto, salió por el pequeño pasillo que conducía a las habitaciones privadas, acompañada del elegante mozalbete, cuya altura le sobrepasaba un poco. Agradecía que su madre no estuviera allí o la estaría vigilando. Por el contrario, ella solo esperaba tener una amena charla con el agradable caballero y poder conocerse un poco mejor. Si algo adoraba en su interior Agatha, era el respeto y los modales varoniles. Simplemente eran dos cosas, que gustaba de hallar, tan escasos en la actualidad.

     

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  12. Hablaba de lo mas feliz con su hermano, cuando se escuchó un estrép*** y la casa tembló. Algo de polvo se coló por la ventana, haciendo balancear las lámparas. Intantáneamente se levantó del banco con las manos en la mesa, mirando a todas partes. - ¿Qué fue eso? - La velada navideña se había interrumpido de forma brusca y por un momento pensó en sus otros hermanos y el resto de su familia. - Algo ha pasado ¡Vamos! - Sin esperar una respuesta, se asomó por la puerta echando un vistazo al pasillo, notando las luces apagadas.

     

    "Demonios" Pensó al ver como algunos de los elfos se dispersaban y desaparecían como huyendo de algo. No sabía si su hermano gemelo la había seguido, pues estaba demasiado preocupada en saber si el resto de la familia estaba bien. Quien fuera que haya causado semejante desastre se las pagaría.

     

    No obstante, cuando doblaba cierto pasillo, una vibración en el suelo hizo que por instinto, retrocediera de un salto y casi a tiempo, pues la enorme cabeza de un dragón había roto las paredes, la puerta y se coló sin demora por ese lado, sacudiendo las esquirlas de madera con sus alas. A pesar de haber tomado ciertas precauciones, una de las alas la empujó hacia atrás estrellándola fuertemente contra el otro muro posterior, por lo que quedó aturdida y con algunas heridas. Por un momento no pudo pararse, le dolían los pocos raspones que se había hecho junto al azote. Intentó moverse pues estaba en una emergencia, mas cuando se paraba, un ave, un fénix mas exactamente apareció de algún lado y se posó sobre ella.

     

    Al principio no entendió bien que pasaba, pero si sintió una suave calidez que poco a poco le devolvía las energías. No pasó mucho tiempo para que estuviera mejor y miró al ave un rato, pero esta se marchó tan pronto cumplió su labor. Sacudió la cabeza ¿De quién eran esos fénix? De su madre no podían ser. Recordaba cada ave y criatura que se encontraba en la reserva y ninguno era similar a esos dos. Terminó por ponerse de pie y volver a correr al recordar que posiblemente, estaban bajo algún ataque, aunque confiaba que solo haya sido un susto de sus hermanos, cuando se colaban en el laboratorio.

     

    Fue hacia la derecha, luego a la izquierda. De nuevo a la derecha. Entre mas se acercaba, mas destrozos y señas de invasión habían ¿Qué demonios? Su instinto vampiro le advirtió de un fuerte peligro y se detuvo de inmediato, prestando atención a lo que le rodeaba. Sus finos oídos empezaron a captar ciertos sonidos de lucha, asi como voces familiares. Una en particular no la reconocía, pensaba investigar, cuando vio pasar a su pequeña hermana hacia cierta dirección. Siendo una experta en la rapidez y el sigilo, la siguió a cierta distancia, reptando por el muro y se escondió entre unas mamparas, mimetizándose perfectamente con el tono de la pared para ver que pasaba.

     

    Lo que vio la dejó extrañada.

     

    Habían dos madres, una colgada de cabeza y la otra con el brazo en alto en modo triunfante ¿Qué rayos? Dos madres... Y también se percató de la lucha entre los animales con aquellos seres y el de su hermana que, valientemente enfrentaba sola a esas dos. Con una mirada fría, analizó silenciosamente el lugar olfateando y al aplicar de nuevo su refinado sentido auditivo, pudo detectar un cuarto latido de corazón, un poco mas alejado del grupo, seguramente oculto. También podía escuchar su respiración. Volvió la mirada hacia la mujer que estaba de pie, la cual sostenía con un hechizo a la otra, sus dulces pupilas se rasgaron igual que un felino y lo vio.

     

    Hay ciertas cosas que solo las criaturas mágicas pueden ver. La muerte por los thestrals, la pureza por los unicornios, la fidelidad por los fénix... y de igual forma pasaba con las criaturas que no eran humanos. Licántropos, vampiros, gárgolas, gigantes... Todos tenían un sentido especial que les permitía protegerse de las posibles amenazas y peligros que atentaran contra su vida o su dignidad. De la misma manera, Andrómeda tenía su propio sentido gracias a su naturaleza, asi que pudo ver los aromas de la sangre que corría por esos corazones de forma muy clara y variada, sin importar si se protegiesen con magia. La vida es la vida y siempre se manifiesta. Miró esos aromas, especialmente el color y tras notarlo, sintió que sus colmillos punzaban. No habían dos madres, una de ellas era un hombre, pues el tono de su sangre era verdoso mientras que el de su madre era de un dulce y tierno rosado con vetos rojos. Y el cuarto latido, que en concreto era una cuarta persona, tenía un aroma amarillo tirando a naranja. Entendía que su linda y ofuscada hermanita Verónica estuviera tan confusa. No sabía como, quizá la poción multijugos, pero fuera lo que fuera que querían esos malditos invasores, por la posición y el tono, parecía que querían robarse a su madre. Y ella no lo permitiría.

     

    Sus pupilas se contraían bajo el deseo de la sangre, sus colmillos picaban con deseo. Volvió a observar el escenario de izquierda a derecha, fijándose en esa protección simulada que tenían los otros dos aromas. Magia antigua... Algún recurso que ella aún desconocía. No, era claro que no podría atacarlos con magia, ostentaban un nivel ciertamente superior, pero no imposible. Suele suceder que los magos mas viejos y poderosos, terminan por confiar demasiado en sus habilidades, convirtiéndolos en unos descuidados arrogantes. Su mirada se posó en su hermana, la varita de ella y la varita que la otra "madre" sostenía y tuvo una idea. Aún no tenía desarrollados del todo sus habilidades vampíricas, pero si lo suficiente como para batirse con ellos mezclándolas con magia, solo debía ser rápida. Dejándose llevar por su verdadera naturaleza, reptó por la pared y se lanzó hacia abajo, justo encima de la mujer que estaba colgada de cabeza.

     

    - ¡Verónica! - Tan pronto cayó sobre el bulto, lo sujetó de las cuerdas con la diestra y rápidamente lanzó a su verdadera madre hacia atrás con todas sus fuerzas, logrando romperlas. Tan solo esperaba que su hermanita espabilara y huyese con su madre para ponerse ambas a salvo. De inmediato sacó su varita y apuntó al lugar donde veía que emanaba el otro aroma. - ¡Confringo! - Los objetos de ese espacio explotaron en miles de esquirlas afiladas de 14 cms por cuatro de ancho, que salieron disparadas hacia ambos invasores (Matthew y Orianthi) en medio de una densa nube de polvo, los ojos azules de la dama tenían un símil felino mientras observaba a los invasores con frialdad; las puntas de los colmillos asomaban ligeramente entre sus labios. -

     

    @@Veronica Prince Rambaldi @@Matthew B. Triviani @@Lady Luxure Grindelwald @Orianthi

     

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    Hago notar una cosa basándome en el punto sobre pautas de escritura de rol dice lo siguiente:

     

    5.- En el caso de haber un error en el último post del duelo queda a disposición del contrincante hacérselo notar en su rol (puede hacerse un pequeño off para reafirmar el error) o seguir tal cual lo decidió la otra persona. Si se pasó por alto el error no se puede volver a retomarlo.

     

    Y el punto dos de las nociones básicas de duelo:

     

    2.- El hechizo utilizado debe escribirse, si no se hace, es como si no se hubiera lanzado y por lo tanto, no tiene efecto.

     

    Esto con respecto al rol de @@Matthew B. Triviani es mencionar, con todo respeto, que las auras no están permitidas, vean la lista de hechizos. Los libros de caos y el de auras no están permitidos aún porque andan en revisión.

     

    También mencionaré otra cosa que observé en mis lecturas: La descripción del vitae da la capacidad de dar vida a los objetos ¿Verdad? En ese caso las tres cuerdas irían juntas. De alguna forma las tres cuerdas, que no menciona Matthew (tamaño, grosor o material) son ahora alguna especie de un ser parecido a una criatura que hace referencia hacia ella. En cambio, dice Lady que las convierte y eso es propio del Morphos, y debatible, ya que Matthew no describió mas que una ligera alusión sobre las cuerdas. En este caso, se puede decir por ese agujero en el rol, que las tres cuerdas pueden tener el grosor de un hilo dental para Agatha y por ello, he decidido romperlas con las manos.

     

    Lo siento Matthew, pero debes cuidar mas los detalles :3

  13. En el Hell Moon se vive un ambiente de elegancia y sofisticación, pero también de sencillez y cordura. Cada quien bebe, charla y pasa un momento grato junto a los suyos o incluso solo. La suave música ambienta un estilo bohemio. El ambiente es ameno y a pesar de todo el lujo que se ostenta, nadie ha de adivinar que, tras sus paredes, se esconden los mas sucios secretos.

     

    Porque el Hell Moon es mutifacético.

     

    Por ello es que el local era tan famoso. Aunque su madre debió ponerle algo de empeño. La decoración cambiaba o se movía de lugar a petición de la dueña, en cuanto a su hija, a veces chocaban un poco los gustos, pero no por ello se hacía la guerra. A Agatha le gustaba la elegancia y la femineidad y en ocasiones, solía hacerle pequeños cambios a lo que podía, presumiendo de un estilo deliciosamente particular.

     

    Y justamente ese día, había asistido para relajarse un poco y celebrar a su manera su graduación en Hogwarts.

     

    Tras charlar con algunos conocidos y saludar a un par de amigos, se acercó a la barra para pedir una bebida y boquitas, mientras le era entregada una ficha para apartar uno de los espacios VIP de los que disponía por ser hija de la dueña. Con cierta calma, se apoyó en el mostrador para pedir una bebida especial sin licor. Podía beber si, pero esa vez no quería arriesgarse, prefería tomar un momento para leer y sabía que libro escoger. Cuando elegía un plato de pequeñas olivas verdes aderezadas para acompañar, sintió de repente una presencia y miró a su lado, encontrándose con un sujeto algo curioso. Cabello rizado, piel blanca, ojos verdosos e intensos como los de un felino, aire elegante y una expresión de bobo.

     

    Se le quedó mirando un rato, antes de volver su vista a los tragos. Decididamente al local llegaba gente sumamente rara...

     

    - Llévalo a la mesa seis del segundo piso. Voy a leer, no quiero que nadie me moleste. Por cierto Sizan ¿Ha habido noticias? - Preguntó a quien le atendía y este negó mientras preparaba el vaso especial de la señorita. - Hasta ahora nada, únicamente su madre pide que no la molesten en la planta alta. - Ella asintió. Lo natural de su madre y solo ella sabía el tipo de negocios que se llevaban en el Hell Moon. Al apartarse del mostrador, notó que alguien la miraba, asi que se giró de nuevo y volvió a encontrar esa verdosa curiosidad encima de ella. Hubo un rato de silencio y cierta duda. Agatha levantó una ceja y tras un suspiro, tan solo habló dándole la espalda. - No se quien eres, pero al parecer es la primera vez que vienes aquí... Puedes acompañarme si gustas... @@Kiyotaka Ayanokouji

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  14. Su salto se vio amortiguada por algo, unos dedos escabrosos que la tomaron del cuello, dejándola colgada a pocos centímetros del suelo. Debido a la fuerza de la caída y el súbito freno, los pequeños huesos de su nuca se desprendieron en un crujido seco. Por un momento se quedó inmóvil, pero cuando sus pies tocaron el suelo, quedó de pie erecta con la cabeza caída de lado y la mirada aparentemente perdida. No obstante, sus manos se elevaron lentamente para tomar su desprendida cabeza y colocarla en su lugar igual que si fuera una marioneta. Los huesos se soldaron en su sitio con facilidad.

     

    La verdad es que vivir o morir ya le daba igual, pues ella era una compradora de vidas. Una mercader de almas, que bebía la sangre de sus víctimas, para robar esa energía vital y el alma, burlando asi a la muerte a sus anchas. Cada vez que se presentara una oportunidad de morir, ella intercambiaría uno de sus tesoros a cambio de mas vida. Un vampiro es una plaga o quizá... La muerte misma la había condenado a la eternidad para estar a su servicio ¿Sería lo uno o lo otro? Como fuere, su mirada se paseó por la amplia espalda del líder y cuando este se hizo a un lado, no dijo nada ni tampoco reverenció mas que una simple inclinación de cabeza. La verdad los presentes no le interesaban. Sin embargo miró aquellas manos flotantes de color negro y hubo un tenue fruncimiento del entrecejo, como si les recriminara en silencio haber gastado una pequeña porción de vitalidad para reparar los huesos rotos. Su mirada se cruzó con la de su hermano y después volvió a desviarla hacia aquel reflejo que se presentaba delante de sus ojos. Lo observó con atención.

     

    Durante el tiempo que duró la explicación, sus ojos se posaron de una esquina a otra del holograma, examinando los edificios circundantes. Había que admitir que el Inquisidor o quien fuera, tomó justamente los lugares mas propicios para proteger el edificio, sin embargo había un hueco. Por la amplitud de los ángulos y la alineación de las posibles habitaciones protegidas, bien podría calcular entre ocho a doce francotiradores colocados posiblemente en parejas entre las azoteas y los puntos medios de la edificación, esto es, de dos a cuatro pisos hacia abajo. De esta manera, se aseguraba una mejor respuesta a cualquier posible ataque que viniera desde los costados y la altura incluso. Tendrían por lo tanto entre un quince y un sesenta por ciento de probabilidades de derribar a la primera línea de defensa, antes de caer bajo los efectos de las balas. Y ese era otro asunto bastante delicado ¿Qué contendrían exactamente esos proyectiles, para encapsular en tan diminuto espacio, un peligro inminente? También tenía otro problema: viendo alrededor suyo, estaba completamente segura de que la mitad de esos ignorantes, entraría a causar un gran escándalo que ellos tomaban como "cauteloso" observando las reacciones, se dio cuenta que @@Juv Macnair Hasani por muy rápida o habilidosa que fuera, podía echar todo al traste si perdía los estribos. Aunque las apariencias quizá engañaban. Pero también era una alta candidata para causar algo de distracción al ser uno de los miembros importantes. Lo que le daría un poco de ventaja.

     

    Quedaba una segunda persona, Leonid Yaxley. Un ruso excéntrico pero muy decidido que parecía tener un alto conocimiento militar. Algo muy útil si iban a asaltar una de las construcciones de los no mags, sin contar que, probablemente estuviera defendido por algún fenixiano. Pues sabía que al causar el primer alboroto o que se levantara la alarma ante un pequeño ataque, seguramente los enemigos no tardarían en informar y traer refuerzos. Aquel extraño ruso parecía tener mucho rencor al mundo muggle, por lo tanto, le facilitaría un poco las cosas y a su vez, podría estrenar sus nuevos "juguetes". Necesitaba un ambiente donde probar sus nuevas pociones y aquel lugar estaba lleno de hermosos ejemplares a su disposición. Si el experimento funcionaba, se comunicaría prontamente con el líder, para facilitarle algunos pequeños regalos que, seguramente le serían útiles en su momento. Su hermano iría con esa mujer, por lo tanto, de todas las posibles opciones que tenía, solo una le quedaba, la cual era la mas apta para realizar sus planes.

     

    - @@Syrius McGonagall Leonid... Yo voy. -

     

    Su respuesta había sido breve y clara. Observaba al mencionado con calma inexpresiva. Hizo un pequeño asentimiento y se acercó a la mesa en silencio, volviendo a contemplar el holograma, cuyo reflejo iluminaba ahora las azuladas pupilas femeninas. Las manos ocultas bajo la capa. Una de ellas salió para señalar algunos puntos.

     

    - Considerando la ubicación geográfica y la organización usual de los muggles, calculo que hay entre ocho y doce francotiradores aquí, aquí, aquí y allí. Por la poca información brindada y el sitio elegido para atraparlos, deduzco que el plan no fue organizado por nomags sino por intervención directa de magos especializados, probablemente aconsejados por fenixianos. Considerando que la construcción está en medio de calles pobladas y casi encerrado por el resto de edificios, puedo decir que los objetivos se encuentran justo aquí. - Señaló cerca de la mitad entre los pisos. - La localización es propicia para ocultar secretos mágicos y pasar desapercibidos en caso de tener que escapar... - Señaló un puente que conectaba disimuladamente los edificios de la izquierda. - No obstante, de todos los puntos que tienen vigilados, hay uno que, por lo visto no se han molestado en vigilar. Ese es el que aprovecharemos. -

     

    La mirada azulada se dirigió de nuevo a quien había escogido para aquella misión. Si decidía no acompañarle, entonces lo haría ella sola. Pero en todo caso, debía mostrarle el porqué de sus cartas, asi que continuó:

     

    - Tengo entendido que tus antepasados sanguíneos pelearon duras guerras, que sus valores no fueron aceptados y que se dañó no solo el ideal ruso, sino el orgullo propio y la pureza patria. Bien, entonces facilitaré tu deseo de venganza. Te daré las armas que necesites y te indicaré exactamente donde moverte para que cobres cada una de las humillaciones sufridas por los tuyos. Si aceptas, al finalizar la misión, te entregaré tu propio arsenal personalizado para que lo uses en tu provecho. Solo, te pediré a cambio una cosa: entregáme todas las balas antimagia que tomes. Quiero saber, de qué están hechas. -

    Había hablado quizá mas de lo que se esperaba. Pero ella directa y la seriedad con la que ofrecía su alianza era concreta. Agatha sabía lo que quería, cuándo lo quería y cómo lo obtendría. Para ella el mundo no era mas que un simple tablero y sus habitantes, piezas de todo tipo del cual ella podía disponer. Su mirada se devolvió al líder, sabía que todos allí la escucharon. Pese a ser una joven adolescente, mostraba mas madurez y racicionio que muchos de su edad. Y ahora, tocaba indicar la segunda parte de su propuesta con el mas alto cargo a quien seguramente le interesaría, específicamente por lo que pretendía hacer una vez tuviera en sus manos esas balas.

     

    - Estudiaré el material y entregaré un resultado. Las modificaré para nuestro provecho. -

     

    Eso fue todo lo que dijo, haciendo seguidamente una leve inclinación de cabeza, los párpados cerrados. Luego se dirigió hacia Leonid en silencio, tan sigilosa y rápida que sus pasos no se escucharon. En segundos estaba a su lado. Aún no tenía una máscara asignada o un pseudónimo, pero eso se vería cuando terminara. Al final de cuentas, los vampiros no necesitaban mas que la noche y sus ropas, para esconderse de los demás.

  15. - Frunció las cejas, cuando sus pies aterrizaron suavemente sobre la hierba seca y aún asi, un pequeño crujido fue visible a sus oídos. Odiaba el ruido. Caminar haciendo tales vulgaridades solo era propio de las bestias, no de ella. Miró el objeto que sostenía en su mano, dejándolo caer con asco tras las rocas. "Tonto traslador" Pensó para si, alzando con calma la mirada. La oscura capa marrón que cubría sus hombros, se agitó levemente con la brisa. Su largo casi rozaba el suelo, ocultando su cuerpo, pero permitiéndole caminar con soltura. La capucha cubría su cabeza, haciéndola menos llamativa.

     

    Lo que se encontró al frente no fue mas que una casa derruida, golpeada por lo que, olfateando con mas atención, podía deducirse como ¿Fuego? El aire estaba ligeramente impregnado de cenizas y un sutil aroma a carbón. La impresión que recibió del edificio fue ambigua. Por un lado, la construcción tan poco cuidada solo le causaba cierta repugnancia, por otro lado, para ser un escondite, quedaba el papel perfecto, pues con la penumbra escondida entre sus ladrillos viejos, nadie sería tan osado como para acercarse a husmear su interior.

     

    Por otro lado, quedaba el punto de ese traslador.

     

    No, no lo había usado porque quisiera, sino porque debía. El objeto en cuestión, lo había encontrado en su patio, adjunto a una carta cuya impecable caligrafía, la invitaba a asistir a dicho punto. Fuese cierto o no lo que decía la carta, no perdía nada con asistir. En cuestión, un tal señor Yaxley, parecía muy contento al invitarla y aunque jamás había usado un objeto endemoniado como ese, le había resultado útil para acortar distancias, no asi el miserable vértigo que experimentó en cuanto la fuerza mágica de tracción, robó su propio cuerpo a través de un espacio programado. Juró que no volvería a usar nuevamente uno de esos objetos. Al menos que fuera necesario.

     

    Volvió su vista a los marcos desgastados. La corrosión y algunos restos de plantas, le hacían parecer que en cualquier momento el edificio se derrumbaría. Con el mismo sigilo y cuidado con el que solía caminar en casa, se acercó al elegante marco, saltando con agilidad felina entre las rocas. Allí unas serpientes semi entrelazadas parecían mirarla. Con un lento movimiento, extrajo de su bolsillo una tarjeta. La Marca Tenebrosa o mejor dicho su dibujo, relucía en un brillante tono negro y parecía animada. En silencio mostró la tarjeta y las serpientes se removieron. No dijo absolutamente nada, cruzando el marco.

     

    Aún asi, ella lo sentía en su cuerpo. Ese ardor febril de los reptiles bullendo en su sangre, recorriendo sus venas hasta donde se encontraba su marca, al costado externo de su muslo derecho justo bajo la falda ¿Porqué allí? Sencillo. Podía ocultarse, hacerse pasar por un mago cualquiera, caminar libremente entre las filas de idi***s y seguir pasando desapercibida. El mundo mágico tenía a los mortífagos con la marca en el antebrazo. Los mayores enemigos de estos, solían examinarlos justo arriba ¿Pero quién examinaría a una doncella bajo la falda? Dudaba que alguien lo intentara cuando podían ser acusados de intento de violación. Las dos serpientes parecían hacerle preguntas, pero ella proseguía muda. Precisamente por eso es que había venido. No tenía que dar cuentas y jamás las daba, era directa. Pero ante todo, con aquella inquietud en su pecho, decidió responder con sus pensamientos lo que aquellos reptiles tanto ansiaban. Quizá no hablaba pársel ni otro mayor privilegio, pero tal como el Sombrero Seleccionador había dicho, la ambición de la dama y su astucia, la hacían dignas de su Casa. Con calma se deslizó por los escalones sin hacer ningún ruido, buscando la puerta mencionada.

     

    Parecía una silueta borrosa al moverse con tanta rapidez por el pasillo. Sus pasos no se escuchaban, tampoco estaba allí para hacer entradas pomposas. Cuando veía a alguien acercarse por el mismo rumbo, saltaba veloz hacia el techo y se movilizaba rauda, reptando como una araña, después bajaba. Todo en el mas absoluto sigilo y cuidado, porque odiaba ser vista. Al menos por ahora. Después quizá no importara. Como fuese, llegó pronto a aquella puerta, mas no caminando como una persona, sino reptando por el muro y cuando esta se abrió a causa de un nuevo visitante, se coló silenciosamente como una sombra.

     

    Apenas entrar, localizó entre las mesas a algunas caras conocidas, mejor dicho a una. Pero tampoco le sorprendía, cada quién tomaba su camino. Tranquilamente se deslizó del techo hacia abajo, cayendo suavemente y aterrizó sin ningún tipo de ruido justo detrás de la silla donde se encontraba la persona que le había invitado, la capa agitándose como una sola ala que le hacía descender en el viento: @@Aaron Black Yaxley

     

    Ni siquiera habló o quizá hablaba muy bajo, la cosa es que fue el susurro femenino, el único que llegaría a oídos del sujeto debido a la cercanía de uno con el otro. - He venido, como pediste. -

     

    Desde un segundo plano, cualquiera habría interpretado aquella aparición como un posible ataque o un intento de asesinato planificado. Otros, quizá podrían afirmar que era una invasión, pero la doncella, la hija menor de los Luxure estaba allí por una razón bastante definida. Sus ojos azules, semi ocultos en la penumbra de la capucha, se posaron consecutivamente en cada uno de los allí presentes, examinándoles en silencio semi erguida, pero pronto su postura fue recobrando su verticalidad, permaneciendo de pie detrás de Aaron, sin descubrirse la cabeza aún, a menos claro, que quien la invitó, asi se lo solicitara. El resto de los presentes, le tenía sin cuidado, encerrada en el mas absoluto mutismo, se limitó simplemente a observar con calma la estancia.

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  16. ¡Buen día! Vengo a inscribirme al bando. Ya tengo certificado el EXTASIS. ¿Podrían modificarme el rango del bando por favor?

     

    Nick: Agatha Andrómeda Abbott
    Número de ID: 121769
    Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/topic/114421-ficha-de-agatha-andromeda-abbott/

     

    Dejo aquí el link que certifica el EXTASIS.

     

    http://www.harrylatino.org/topic/114421-ficha-de-agatha-andromeda-abbott/?p=5407433

     

    ¡Gracias!

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  17. El ambiente familiar era ameno a pesar de la cantidad de personas que pasaban desapercibidas para su conocimiento. Ella se sentía feliz. Feliz y a la vez con ganas de llorar, porque se le había cumplido su único deseo, su querido hermano estaba en casa allí, con ella. Por unos cuantos minutos bajó la mirada y las lágrimas casi se hicieron presentes en sus ojos, pero tuvo cuidado de sacar un pañuelo y secarlas, cuidando con esmero el poco maquillaje que se había colocado. Su sonrisa tembló durante un minuto, pero se mantuvo. Ante el súbito comentario de este, simplemente lo rodeó con sus brazos, apoyando la barbilla en su hombro, susurrando. - Yo siempre voy a estar contenta, que no lo demuestre es otra cosa. Pero si estoy feliz, es porque estás aquí con nosotros, conmigo pequeño tonto. - Se apartó de el suavemente y le miró divertida, sonriendo como un ratón. - Aunque te ves un poco mas viejo Jaymie ¡Nunca dejas de fruncir el ceño! - Desplegó el abanico con gracia y lo usó para ocultar una pequeña risita.

     

    Su atención volvió a el, a aquella figura masculina en la que se había convertido. Su hermano si que había crecido. Ahora tres dedos mas alto que ella, aunque, si lo pensaba bien, siempre le sacaba un par de centímetros de estatura ¡Y habían nacido el mismo día! Qué injusta vida. Seguía siendo tan serio y gruñón como lo recordaba, pero ahora vestía mas elegante, mas formal. Un momento ¿Qué era eso? ¿Arrugas? Un par de rayitas poco visibles en la frente, seguro que de tanto enojarse. A veces era un poco desesperado y medio perfeccionista.

     

    Salvo por eso, el resto cambió poco. Talvéz su espalda era mas ancha, su cuello mas grueso y la voz mas severa. Los ojos eran los mismos, la barbilla era mas cuadrada y masculina y sus manos mas venosas. Y claro, el desordenado cabello ahora era una pulcra pista de baile que brillaba. Le gustaba ese aire señorial que emanaba. Estaba segura que a su lado, ella seguía pareciendo esa adolescente traviesa e ingenua, simplemente porque pocas veces se comportaba seria ¡Bendita propuesta! La comida siempre era bienvenida y mas los dulces. Hora de asaltar la cocina.

     

    - No seas tacaño ¿Porqué no probar un poco de todo? Aprovechemos ahora antes de que el viejo tío Garry ataque la despensa. Ya sabes lo que le gusta el azúcar, aunque... aquí entre nos... - Desplegó un poco el abanico para colocarlo al frente de su boca, usándolo como una mampara perfecta para ocultar el chisme entre los dos, hablando bajito - ... Te aseguro que ni comiéndose toda el azúcar del mundo, se le quita lo huraño. - Acompañó lo dicho con una risita disimulada mirando al frente, justo a donde su madre se reunía con los demás. Plegó de nuevo el abanico con un coqueto movimiento, pues una idea le rondaba la cabeza. Una jugosa y genial idea. - Ven conmigo. -

     

    Sin decir nada aún, le tomó de la mano y aprovechando la distracción de la familia, se llevo a su hermano a la cocina en una rápida carrerita.

     

    Los tacones resonaban en el silencioso pasillo que a veces era transitado por elfos domésticos con bandejas en la mano. Le importaba poco, con la diestra sujetaba el abanico y una parte de los pliegues del vestido para poder correr con mas facilidad. Con la otra sujetaba a su hermano. Parecían unos adolescentes escapándose de sus padres. Tras cruzar otro pasillo, entraron al sitio que querían.

     

    A esas horas la cocina era un sitio lleno de energía. Una larga mesa servía a veces para armar platos y otras para la alimentación de quienes trabajaban. Varios elfos se veían activos, mas ella no les prestó mucha atención y se sentó a la mesa, halando a su hermano para que se sentase junto a ella. Sonreía divertida como una niña traviesa. - Espero no te moleste si hablamos aquí. No me siento muy cómoda rodeada de tantos familiares ¡Apenas conozco a menos de la mitad! Además estamos cerca de la despensa... Jijijiji ya sabes lo que eso significa. - De todos los elfos, uno era muy cercano a la damita. Al verlos, llevó un par de tazas con chocolate caliente a la mesa, dejó también un plato con galletas y otros dulces variados e indicó a los demás que salieran. Sabía que necesitaban un poco de privacidad y por ahora los preparativos ya estaban listos para la noche. En cuanto a ella, fuera del lugar de recepción familiar, sintiéndose mas cómoda, tomó una galleta y se la obsequió a su hermano sonriente.

     

    - Bueno, respondiendo a tu pregunta, si, he sido buena y aplicada este año ¡Y me he graduado! Y... la verdad, lo único que le pedí a Santa ya se me cumplió. Le pedí que vinieras y has venido. - Ella sonrió con alegría cerrando los párpados, sostenía una galleta recién horneada con forma de botita. Tras ello, le dio un mordisco y no pudo evitar soltar un gemidito de placer. - ¡Están buenísimas! - Nadie que la viera, diría que esa chica ya era una joven graduada, pues se comportaba bastante como una niña. Tomó una de las tazas y bebió un sorbo despacio, cuidando de no quemarse, pero al retirar la taza, tenía un pequeño bigote marrón de espuma. - Pues mejor date prisa o voy a acabármelas. Le pedí a el que me horneara algunas por si venías. - Habló divertida alzando la galleta. La verdad era, que su elfo mas cercano no había horneado algunas, para ser mas exactos, habían cuatro tarros grandes, llenos hasta el tope por pedido de ella. Eran una pequeña provisión por si las moscas. Ahora planeaba enseñárselas, pero primero, la merienda. - Ya no me has escrito ni nada ¿Qué hay de ti? ¿Que tanto has hecho, desde la última vez que nos vimos? - le observaba con atención y bastante curiosidad. El abanico reposaba a un lado de las tazas. - Mamá me dijo que estabas metido en algo de política o algo asi... Pero nunca me contó detalles... - Los lagos azules reflejaban sobre ellos, el tranquilo rostro de su hermano gemelo.

     

    @@David James Dumbledore

  18. - Mientras descendía las escaleras con sumo cuidado, unos toques en la puerta la detuvieron. Quizá la familia no se había percatado, pero ella si. Al llegar a la sala, pudo constatar la presencia de nuevas personas, algunas desconocidas para ella. Otra si la conocía como uno de los miembros del colegio Hogwarts o al menos se parecía, no estaba segura pues estaba de espaldas. No obstante, ante la seriedad de algunos y las miradas de otros, prefirió ir a abrir ella misma a pesar de que podía pedirle a los elfos que lo hicieran. Pero como siempre, solía poner la educación primero y atenderlos en persona.

     

    - ¿Quién es? - Preguntó con suave voz mientras abría. Al principio no lo reconoció entre la penumbra, pero al abrir mas la puerta, se percató de un rostro masculino y juvenil que se le hacía altamente familiar. Especialmente porque su madre ya le había mostrado fotos de el y relatado algunas anécdotas acerca de sus otros hermanos y el era uno de ellos. Sus ojos brillaron con emoción y se sintió jubilosa, pero supo contenerse para no romper con el esquema elegante que la caracterizaba. Asi pues, dedicándole una dulce mirada, sonrió con alegría, cerró el abanico y habló emocionada - ¡James eres tu! Sabía que vendrías. Mamá me ha hablado mucho de ti. Oh pero soy descortés ¡Pasa pasa por favor! - La jovencita le dio el paso para que entrara. Se alegraba mucho de tenerlo, especialmente porque su madre le había contado, que era alguien un poco tímido. Una vez que lo hizo pasar, cerró la puerta tras de si y fue a su lado.

     

    Raras eran las ocasiones donde Agatha se comportaba de una forma tan atenta y alegre. Normalmente se le encontraba leyendo en la biblioteca, jugando ajedrez mágico o estudiando sus propios experimentos. Como alguien sumamente apartada de la familia y poco charladora, solía mantenerse en la parte mas alejada de la casa y a excepción de sus amados padres, no tenía contacto con nadie mas. Aunque claro, al ser ellos personajes importantes, se había criado mayormente en un ambiente solitario y reservado, haciendo de la jovencita, una persona que a veces parecía ser introvertida y antisocial.

     

    No obstante, solo había una persona de entre toda su familia, que podía sacarle una sonrisa de esa manera y ese era su querido, su amado hermano gemelo pues, pese a ser ambos tan distintos en personalidad, eran tan parecidos en sus rasgos. Dos polos opuestos que se complementaban muy bien y a juicio de los habitantes de la mansión, dos demonios también a quiénes temer, porque cuando los dos se juntaban... Punto y aparte eran las anécdotas de su infancia. Ciertamente los dos eran unos jovenzuelos traviesos, diminutos y muy astutos, pero desde que se separaron para estudiar diferentes asuntos, había sido un largo tiempo en el que no se habían vuelto a ver. Ahora, nuevamente reunidos en esa sala donde antaño hicieron sus travesuras, al calor del hogar y la alegre luz del árbol adornado, pudieron por fin tener un tiempo para platicar y ponerse asi al corriente, de todas las peripecias habidas y por haber.

     

    - Me alegra tanto que hayas vuelto James. Tenemos toda la noche para que me cuentes que has logrado hacer desde tus viajes. Oh, pero esto es memorable. Necesitamos acompañarlo de una buena taza de chocolate. Ven, siéntate. - Tomó su brazo con suavidad y lo condujo hasta el sofá donde ambos se sentaron. Justamente uno de los elfos que pasaba por allí, se acercó a la pareja y ella pidió dos tazas grandes de chocolate caliente. Sabia que por la nevada, su hermano estaría un poco congelado de frío y ello le ayudaría a entrar en calor. Mientras lo observaba, sonrió enternecida, pues su mayor deseo se había vuelto realidad. Si, ella había escrito una carta que dejó en el árbol, pidiendo sus propios deseos, pero no pedía nada material en concreto, solo pedía una cosa, una sola que ahora se había cumplido.

     

    Escondida entre las ramas del árbol, adornada con un sello de serpiente, se encontraba una carta sellada, la cual guardaba un papel que en su interior decía:

     

    "Querido Santa:

     

    Soy yo de nuevo. Dirás que soy una ambiciosa y reconozco que en cierta forma lo soy. Sin embargo, esta vez no quiero nada físico. Bueno, talvéz si. verás, tengo un hermano al que quiero mucho y desde pequeños jugábamos juntos. Mi hermano James ha sido siempre la persona mas dulce e importante para mi. Pero desde que empezamos a estudiar, ya no nos hemos visto y hace años que no tengo noticias suyas.

     

    El se fue porque quería viajar y aprender, quería ser alguien importante como yo, eso me hizo feliz pero también me puso un poco triste. Pero se que no debo ser egoísta. Extraño mucho esos tiempos donde lo tenía a mi lado. El siempre ha sido mi mejor amigo aparte de mi hermano y creo que hasta ese día fui capaz de soltar su mano.

     

    Mama dice que no debo estar triste, que el pronto volverá, pero no se cuando. Asi que solo te pido, si es que realmente existes y puedes cumplir los deseos, que por favor cumplas el mío. ¿Podrías traer a mi hermanito de vuelta? Es lo único que quiero para navidad, Me siento tan sola.

     

    Yo también me he esforzado mucho estudiando y me he portado bien. Ya no hago travesuras y trabajo mucho para llegar a ser toda una señorita digna de papa. Puedo comprobártelo si quieres. También lo estoy dando todo en la escuela. Quiero trabajar en algo importante asi como mama y poder ser independiente como papa. Pero la verdad es que lo extraño. Los días sin el son horribles y aburridos. Nadie se puede comparar a el. Es el mejor rival, el mejor cómplice y el mejor cuando tienes que esconder las cosas. También es genial armando objetos ¡Y conoce de todo! Solo el puede entenderme y solo con el puedo hacer las cosas tan natural y sencillamente ¿Sabes lo divertido que es hacer cosas a su lado? ¡Y también molestarlo!

     

    Bueno, no quiero cansarte con mis palabras. Voy a ponerte una copia de nuestra foto para que sepas quién es y asi puedas traerlo ¡Confío en ti!

     

    ... Porque si lo haces, sería el mejor regalo, el mas inolvidable en esta navidad.

     

    Te quiere, Agatha.

     

    PSD: ¿A que nos vemos super bien juntos? :D

     

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    Y junto al papel una pequeña fotos de dos hermanos en plena salida, junto a una fecha: 14 de Junio Año XXXX. -

     

    @@David James Dumbledore

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  19. ROL DE LA GALA NAVIDEÑA:

    Navidad. Otra fecha mas que pasaba delante de sus ojos.

     

    Nunca supo que le veían los humanos a la navidad y mucho menos los magos. Tampoco entendía del todo porqué su familia celebraba esas fechas con tanto entusiasmo.

     

    Entusiasmo. Una palabra cuyo significado desconocía.

     

    Habia entrado en su tercera etapa de vida y seguía siendo la misma. Bueno, no la misma. Transformarse en un lobo era un bochorno si no sabías controlarlo y peor cuando te quedaba alzada la cola o esponjadas las orejas.

     

    Fuera de todo, la vida iba teóricamente de maravilla.

     

    Siendo sinceros, su corazón estaba roto. No, herido. Hacía un año que no lo veía y comenzaba a lamentarlo, también maldiciéndose por haberse enamorado equivocadamente de un piedra que parecía oro. Pero el era su vampiro, sin importar lo idi*** que fuera, sería su vampiro.

     

    Sentada delante del espejo, suspiró por enésima vez mientras cepillaba su cabello. Las verdes hebras que alguna vez el había acariciado. La sonrisa que le había dirigido, esa mirada tan chispeante y encantadoramente maliciosa que le atraía tanto. Negó. No podía pensar en eso. Para su familia aun era una niña con la inexperiencia de la vida, a pesar de que, en realidad no lo fuera. Porque si, tenía mas de tres milenios desde su última vida, pero debía comportarse como tal. Aunque ahora ya no tenía una estatura tan diminuta, seguía siendo la doncella de la casa, la niña consentida de su padre y el amor de su madre.

     

    - Con permiso señorita. - Uno de los elfos domésticos de su madre, entró llevando con sumo cuidado un hermoso vestido de muselina negro, adornado con detalles verdes y pequeños retoques de brocado.Al frente una imitación de corsé que le daba elegancia y feminidad. La prenda daba un aire a la época victoriana, pero con modificaciones. La doncella miró un momento esta, para suspirar resignada. - Esta bien, ponlo sobre mi cama, en un momento me cambiaré. -

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    El elfo asi lo hizo, pero se quedó un momento observándola con curiosidad, notando su aire triste. De todos, el era el mas apegado a la niña desde su llegada a la casa y a veces, aunque estaba prohibido, se tomaba ciertos permisos, como aconsejarla cuando se sentía triste o ayudarla cuando lo necesitara. Por su parte la doncella, solo agradecía calladamente esas pequeñas ayudas y casi siempre lo pedía de compañía.

     

    - La señorita no debería estar triste. A veces solemos perder aquello que queremos, pero es parte de la vida y del aprendizaje. - La doncella suspiró de nuevo y bajó la mirada. Sonrió levemente y se levantó del tocador para mirar al elfo en silencio, antes de añadir. - Si. Pero a veces las pérdidas duelen. - Toda pérdida duele señorita. - Añadió el elfo con suavidad. - Pero lo importante es saber continuar. Ahora, si me disculpa, iré a atender la cocina. -

     

    El elfo desapareció de la habitación dejándola sola. La doncella observó el vestido que había pedido y decidió cambiarse, calzándose después las zapatillas. Peinó su cabello, sujetándolo en una media cola con un broche plateado y dejó caer algunos bucles libres a los lados de su rostro. No necesitaba maquillarse, únicamente colocó una capa de protector labial sobre sus gajos, añadió un suave perfume floral a su cuello y se colocó la bella cadenita dorada que le regaló su padre. Tomó enseguida su pequeño abanico de seda con detalles verde - negro que hacía juego con su vestido y decidió salir de la habitación.

     

    No esperaba toparse con tanta iluminación y tantos adornos, pero sonrió un poco. La energía de sus padres por hacer ese día tan especial estaba marcada en cada detalle. Caminó con calma por el pasillo y bajó las escaleras con cuidado para no tropezar, la zurda apoyada en la barandilla, la diestra sujetando el abanico cerrado. Por dentro del vestido, atada al muslo derecho, iba la bella varita en su estuche, cuidando de su dueña. - Mamá... - La impresión que le dio ver el árbol adornado de manera primorosa, fue agradable y sonrió dulcemente, hablando con educación. - La decoración quedó preciosa ¿Lo habéis hecho entre todos? - A sus pocos años, Agatha ya se comportaba y actuaba como una dama educada y elegante, no por nada era reconocida en Hogwarts por ser la "bella mariposa de Slytherin." -

     

    @@Lady Luxure Grindelwald

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  20. Hacía algunos días que Agatha sentía especial inquietud por dos cosas: los libros de criaturas mágicas y las muñecas. Precisamente, las muñecas del mundo muggle le atraían y en especial, el tipo que estaba hecho con pura porcelana. Cada detalle y cada aspecto de esas diminutas creaciones le atraía. Parecían sendas humanas momificadas y listas para jugar, El detalle tan vívido de los ojos de cristal le confería un encanto increíble a aquellos objetos, haciendo que se viesen como si tuvieran vida propia. Asi que esa tarde, se lo había manifestado a su padre y sin mucha espera, obtuvo el permiso y algunos galeones para comprar lo que deseaba.

     

    Asi que, paseando por el callejón Diagon, se topó con un local curioso llamado Kandra.

     

    Por un momento observó sus puertas. No tenían nada fuera de lo usual. Sin esperar mucho tiempo, empujó las puertas y entró con calma observando el interior. - Me pregunto si voy a encontrar lo que quiero en este sitio. - Atravesar sus puertas significó entrar a un mundo distinto. A su fino olfato llegaron multitud de olores entre plástico, baquelita, tela, rosas y sabrá que otras cosas mas. No solo ello, la multitud de colores, iluminación intensa y sobre todo, la tremenda cantidad de juguetes que saltó a su vista, casi la hizo arrepentirse de entrar allí. No, no era una juguetería normal como las de los muggles, aquello incluía magia y por supuesto, algunos artefactos parecían moverse solos.

     

    Movimiento. Ella no buscaba movimiento, ella buscaba un objeto en específico.

     

    Buscó con la mirada a alguien que la atendiera. Estaba ligeramente perdida y empezaba a creer que las cosas no saldrían como parece. Su atención difuminada entre tantos colores y alguna que otra persona paseando entre los estantes, comprando lo que necesitaba, la hicieron dudar. Pero su alto orgullo Triviani y la picardía Luxure le hicieron sonreír olvidándolo todo. Especialmente, porque aquel lugar estaba repleto de un cierto aroma demasiado familiar para ella, cuya esencia, empezaba a picarle la nariz ¿Estaría mal seducir a unos cuantos, solo para dejarle una pequeña marquita? Suspiró recordando cuando salió con ese vampiro tan atractivo y al que terminó por perder, debido al celo tan sobreprotector de sus padres. Era una lástima, hubiese sido una buena cosecha y de paso, una adquisición muy valiosa...

     

    - Supongo que estarán ocupados en este lugar. Me pregunto si... - Se quedó un momento pensativa, dudando en si quedarse o simplemente retirarse, en busca de otro sitio mas apropiado y menos frívolo. -

  21. Título de la canción: Eres todo para mi.
    Nombre del cantante/grupo: Nostra Morte.
    Genero musical: Metal Gótico.
    A quién la dedicas: A cierto atractivo vampiro con sombrero fedora, que me tiene fuertemente prendada de el.
    Dedicatoria completa: Creo que esta canción refleja esa parte de mi que lo anhela, lo busca, a pesar de que mi otra parte se niegue. Se la dedico, porque el causa esto en mi, la necesidad de pasar mas tiempo a su lado, de verle, de oírle, aunque el no lo sepa.
    La letra de la canción:
    De noche y día te cuidaba
    Vi cómo la muerte te llevaba
    Dime, ¿cómo debo de seguir sin... ti, mi amor?
    Tu boca yo la rozo con mis manos
    Mis lágrimas mojan tus labios fríos
    Serás para siempre solo mío
    Te tendré, cuidaré, amaré, así que
    Acaríciame, mi amor
    Te necesito cerca
    A tu lado yo estaré
    Aquí me quedaré
    Eres todo para mí
    Mi vida, mi pasión
    Siento que jamás
    Podría compartir tu corazón
    A tu lado el tiempo veo pasar
    Y de noche, amor, te puedo tocar
    Pensarás que yo estoy loca, pero
    Te tendré, cuidaré, amaré, así que
    Acaríciame, mi amor
    Te necesito cerca
    A tu lado yo estaré
    Aquí me quedaré
    Eres todo…
  22. Título de la canción: Eres todo para mi.
    Nombre del cantante/grupo: Nostra Morte.
    Genero musical: Metal Gótico.
    A quién la dedicas: A cierto atractivo vampiro con sombrero fedora, que me tiene fuertemente prendada de el.
    Dedicatoria completa: Creo que esta canción refleja esa parte de mi que lo anhela, lo busca, a pesar de que mi otra parte se niegue. Se la dedico, porque el causa esto en mi, la necesidad de pasar mas tiempo a su lado, de verle, de oírle, aunque el no lo sepa.
    La letra de la canción:
    De noche y día te cuidaba
    Vi cómo la muerte te llevaba
    Dime, ¿cómo debo de seguir sin... ti, mi amor?
    Tu boca yo la rozo con mis manos
    Mis lágrimas mojan tus labios fríos
    Serás para siempre solo mío
    Te tendré, cuidaré, amaré, así que
    Acaríciame, mi amor
    Te necesito cerca
    A tu lado yo estaré
    Aquí me quedaré
    Eres todo para mí
    Mi vida, mi pasión
    Siento que jamás
    Podría compartir tu corazón
    A tu lado el tiempo veo pasar
    Y de noche, amor, te puedo tocar
    Pensarás que yo estoy loca, pero
    Te tendré, cuidaré, amaré, así que
    Acaríciame, mi amor
    Te necesito cerca
    A tu lado yo estaré
    Aquí me quedaré
    Eres todo…

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