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Gatiux

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Todo lo publicado por Gatiux

  1. - Te invitaría a una cena en la Black. Pero la mayoría de los Malfoy me querrían asesinar por sólo sugerirlo y el ambiente que se crearía se podría cortar con una cucharilla de café. Pese a que nadie tenía muy claro de dónde había empezado aquella rivalidad entre familias, algunos lo llevaban hasta la última consecuencia. Se llegaban a realizar desplantes en nombre de la familia y otras cosas que Gatiux no veía con buenos ojos. Los Black tampoco es que ayudaran demasiado en ese tema. Alguna vez fue así, pero después de tantos años tenía una actitud algo hippie al respecto. - A la Malfoy también volvió hace poco Nathaniel. Tal vez te lo encuentres por allí. Por fín llegaba su turno. Tenía algunas de las pocas bolas que quedaban en buena posición. Si jugaba bien las cartas y distribuía las tiradas podría ganar la partida. Gatiux se recostó sobre la mesa de billar, respirando profundamente mientras sus ojos amarillos visualizaban el lugar exacto donde la bola blanca golpearía y el efecto que tendría su tirada en el resto. Y así lo hizo, la bola blanca golpeó y metió de forma limpia una de las bolas. Hizo lo mismo con la siguiente hasta meter todas las de su color. Faltaba la bola negra, estaba complicado porque tenía que meterla en la tronera opuesta a la última bola y no había dejado mucho margen. Apoyó el trasero sobre la mesa de billar, ayudándose de los tacones en un equilibrio apenas controlado. Estaba lejos para poder tirar con comodidad. Sin embargo la suerte le acompañó. Tiró con fuerza la blanca para que rebotase sobre una esquina de la mesa y empujara la bola negra desde el ángulo adecuado. La bola ocho entró algo dubitativa en la tronera que le correspondía. Gatiux se levantó alzando los brazos con júbilo, lanzando un gritito de victoria mientras giraba sobre sí misma. - ¡Yuuu! ¡Chúpate esa! -sonrió a Carlomagno- ¿Qué? ¿Pensabas que te dejaría ganar por estar debilucho? Se acercó hasta Carlomagno y le puso el brazo sobre los hombros, en una actitud sonriente y algo burlona. - ¿Cómo sienta ser apalizado? -cerró el puño como si tuviera un micro imaginario- ¡Cuenteselo al Profeta!
  2. - ¿Viste a la mujer que nos contrató? Estaba como... ooohh. El tipo grandote y fuerte ahuecó las manos frente a él, como queriendo abarcar algo en el aire. Los otros dos se rieron de forma ronca. Les habían dado una buena suma de galeones por ir cuanto antes a arreglar una montaña rusa en un Parque de Atracciones que intentaban reformar cuanto antes para empezar a producir dinero. Llevaban herramientas para ponerse a trabajar cuanto antes. - Tío, en esas curvas me querría matar yo. -convino el otro, asintiendo- ¿Qué habrá que hacer para salir con alguien así? - A mi me pareció un poco... estrambótica. ¿El pelo morado y los ojos amarillos? Ni en cien años. - Sí tío, tu la rechazarías si se presentase la oportunidad. Claaaaro. Dejaron las herramientas al lado de la montaña rusa mientras echaban un vistazo a la zona y los alrededores, instalando cerca una mesa de dibujo donde hacer unos planos de la atracción, allí marcarían donde habría que apuntalar o colocar vigas nuevas. Uno silbó al tener delante aquel amasijo de hierros, una chatarra que convendría más echar abajo y construir desde cero. Mientras acomodaban todo, el capataz se acercó hasta el hombre que había visto deambular por allí, presentándose ante él. Ese debía ser el otro jefe que había mencionado la mujer aquella mañana. Les había prevenido de que era probable que ya se encontrara allí, si no estaba tenían órdenes de trabajar de inmediato, pero ya que lo había visto lo mejor era hacer lo propio. - ¿Eres Orión? Somos los que venimos a arreglar la montaña rusa, nos ha contratado la señorita Malfoy. -le tendió la mano para estrecharla- Soy Thomas. Mis compañeros, Edd y Phil, ya se están instalando para comenzar el arreglo. Mientras tanto... En otro lugar, cerca de las inmediaciones del Ministerio de Magia, Gatiux suspiraba. Acababa de recibir una lechuza de Orión sobre llamar a los de Cooperación Mágica Internacional para que les echara un cable con el tema de Magic Land. Ellos no sabían por donde empezar, puesto que los chinos se esfumaron sin dejar rastro, y tendrían que arreglar cosas por la vía legal si no querían tener problemas más adelante.
  3. Zacharias Lanter era un nombre repetido hasta la saciedad en aquellos libros. Todos coincidían en su pericia para la metamorfomagia. Gatiux no acababa de fiarse, había un frase que decía Si todo el mundo sabe el nombre del contrabandista es que no es tan buen contrabandista. No sabía de la certeza de aquellas palabras, si el tal Zacharias sería algo más que un charlatán con ínfulas de grandeza, pero debía buscarlo para intentar que le ayudase a fijar la metamorfomagia. Preparó una mochila mágica, junto con sus libros de estudio metió ropa y otros útiles de supervivencia. No sabía cuanto tiempo le costaría encontrar al metamorfomago, las últimas pistas que se habían tenido de él databan de 30 años atrás, después de aquello el mago se había esfumado de la faz de la tierra. Tal vez oculto bajo una nueva identidad para que nadie lo reconociera y así vivir tranquilo lo que restaba de su vida, el hombre debía de ser bastante mayor si es que realmente estaba vivo. Aquella búsqueda podría resultar infructuosa, pero tenía que empezar a tirar del hilo por alguna parte. Viajar e indagar no era difícil, Gatiux podía mantener la metamorfomagia el tiempo suficiente para fabricarse una identidad con la que hacer preguntas, una mujer entrada en la treintena de cabello rubio y ojos afables que quería ver a su abuelo del que no había tenido noticias por culpa de su padre, un borracho que le había ocultado el lazo familiar por mucho tiempo. Una historia que conmoviera el corazón de la gente para que le facilitaran información respecto al mago esquivo. Los tiempos se iban acortando. De gente que no lo había visto en 30 años, fueron 20 y luego 10. Se había mantenido activo, yendo de un sitio a otro durante muchos años. Aunque había un patrón que comenzaba a repetirse, al tipo le gustaba el Norte de Europa, vivir en un sitio frío y con nieve en alguna cabaña remota a unos kilómetros de una aldea principal de pocos habitantes. Logró averiguar que aparte del nombre de Zacharias, uno de los más comunes era Wyatt y otro Heikki. Conforme pasaban los años la variedad entre nombres iba disminuyendo. El viejo iba apegándose a sus identidades, o tal vez estuviera cansado de recordar tanto nombre diferente sin ser el suyo propio. Se encontró delante de una cabaña abandonada, tras un par de meses de viaje, lo suficientemente bien cuidada como para revelar que alguien tenía que mantenerla a punto de vez en cuando. Gatiux entró con sigilo a la cabaña tras llamar a la puerta. Era la chica rubia, la adorable Neida, con cara de nunca haber roto un plato con aquellos ojos de cervatillo asustado. Cuanto más tiempo pasaba en su piel más podía perfeccionar la mentira. Si al final no llegaba a encontrar al viejo Zacharias, por lo menos habría sido una buena práctica. El ruído de recarga de una escopeta hizo que levantase los brazos a la altura de la cabeza y volverse lentamente. - ¿Quien eres? - Mi nombre es Neida Nylund. Busco a mi abuelo Heikki. El hombre se relajó visiblemente, rebajando toda la tensión que mantenían sus hombros firmes mientras sujetaba el arma. - No sabía que el viejo Heik tuviese otra nieta, al parecer cada una es más guapa que la anterior. El hombre bajó la escopeta y luego le explicó a Gatiux que se trataba del que mantenía la cabaña de Heikki a punto, normalmente pasaba allí unos pocos de meses al año, pero el invierno había sido demasiado frío y el viejo estaba achacoso como para subir la colina por donde él le había visto llegar. Se había quedado en la casa del valle, donde vivía con su nieta (la verdadera) Seija, aquella casa era más cálida y tenía un mejor acceso por carretera. Le explicó todo esto a Gatiux mientras le servía un te para calmar los nervios que la aterrorizaban por haber sido encañonada por un desconocido. Después de tanto tiempo, el viejo Zacharias había dejado de correr de un lado a otro como un gamo y se había asentado en aquella tranquila zona de Finlandia, oculto de los magos entre una comunidad de muggles. Tal vez intentando descansar de una ajetreada vida como cambia formas, disfrutar de sus últimos días en un paisaje nevado. En Finlandia podían verse las auroras boreales si te alejabas de la contaminación lumínica unos cuantos días al año, y eso era un espectáculo digno de presenciar incluso entre los magos. Gatiux acudió a la dirección que le había dado Jaska, el que cuidaba la cabaña. De la chimenea salía humo, y parecía haber movimiento en el interior. La Malfoy, recuperado su aspecto original de cabello negro y ojos verdes llamó a la puerta y esperó. Quien le abrió la puerta no difería demasiado de la chica que había sido en su falsa identidad. La mujer tenía el cabello rubio, los ojos azules y el rostro en forma de triángulo invertido. No le extrañaba que Jaska apenas hubiera dudado de lo que estaba contando, ambas habían sido ciertamente parecidas en un momento. Miró a Gatiux de arriba a abajo, con su abrigo y su gorro de lana y luego hizo un gesto inquisitivo sin abrir mucho más la puerta. - Mi nombre es Gatiux Malfoy. Busco a tu abuelo Zacharias Lanter. - Lo siento, se ha equivocado, aquí no vive ningún Zacharias Lanter. -respondió la rubia- Tal vez debería preguntar en el pueblo. La mujer hizo un ademán de cerrar la puerta y Gatiux metió el pie en la rendija para impedirselo. - Busco a tu abuelo, ahora se hace llamar Heikki Nylund. ¿Eres Seija, no? -dijo Gatiux, la cual se encontraba visiblemente cansada y no lo disimuló- Se que sonará extraño, pero llevo un tiempo buscándole porque se que me puede ayudar. No voy a haceros daño, ¿me dejarías hablar con él aunque fuesen cinco minutos? Tuvo suerte, Seija dejó de hacer fuerza con la puerta y asintió, dejándole pasar al calor del hogar. Tal vez había visto sinceridad en los ojos de Gatiux, la primera gota en semanas después de estar haciéndose pasar por otra persona. La acompañó hasta el salón, donde un anciano en silla de ruedas leía un libro cerca de la lumbre. Seija carraspeó para atraer la atención del hombre. - Abuelo, esta es Gatiux, dice que te llamas Zacharias. -Seija no podía creerse que su abuelo tuviera otra identidad, ella siempre lo conoció como Heikki- Dice que tal vez le puedas ayudar con un problema que tiene. Por el tono de voz de la mujer dejaba claro que no creía que fuese así. Únicamente la había dejado pasar porque en la mirada de la Malfoy brillaba la determinación de alguien que acamparía en la puerta de su casa si no le concedía audiencia con su abuelo, lo mejor era quitarse el problema de en medio cuanto antes, no parecía una chica fuerte siquiera. - Zacharias. Hacía tiempo que no escuchaba ese nombre. -el viejo sonrió como si alguien le hubiese contado un chiste- Has debido de investigar bastante hasta dar conmigo, jovencita. Gatiux suspiró y asintió, tras semanas de búsqueda empezaba a sentir todo el cansancio de golpe. - Seija querida, ¿por qué no le traes algo calentito a nuestra invitada? -el viejo señaló un butacón a su lado- Siéntate, anda, y mientras tanto cuéntame que te trae a este paraje perdido de la mano de Dios. - ¿No tiene miedo de que alguien me haya enviado para matarle? -inquirió Gatiux- Soy una desconocida que sabe de una identidad que ni su propia nieta conocía. - Cuando llevas tanto tiempo vivido, esperas a la muerte y deseas que sea dulce. Alguien que conoce el nombre de Zacharias debe ser alguien de la comunidad mágica. Si estuvieras aquí para matarme ya habrías dejado sin conocimiento a mi nieta. ¿Así que por qué no me cuentas que te ha traído aquí realmente? Gatiux relató sus problemas con la metamorfomagia, sobre cómo podía obrar el cambio pero no mantenerlo más allá de un par de horas. Zacharias era un viejo muy amable que le escuchó con una sonrisa en el rostro. Seija había escuchado muchas historias de su abuelo sobre el Mundo Mágico, aunque como creía que eran meras historias inventadas nunca le dio veracidad a aquellas palabras. Sí que sabía que la magia existía, aunque no pudiera usarla, y que su abuelo podía hacer un truco de cambiar de rostro con ella pero no habría creido que su abuelo fuera alguien famoso. Aquel anciano resultó alguien sabio, de esas personas que dejan embobada a la audiencia cuando cuenta una historia. - He vivido mil vidas, tenido mil rostros, pero no recuerdo cual era la original. -decía Zacharias- Antes de morir me gustaría enseñarle a mi nieta como era realmente. - ¿Entonces este no eres tú, abuelo? El viejo negó. - Sólo es un rostro modificado, aunque he mantenido por años esta apariencia para que tu pudieras recordarme de algún modo e identificarme en tus recuerdos cuando yo me haya ido. La vejez me hace tener ciertas lagunas en mi memoria pero aún se que este no es mi apariencia original. - ¿No existe ninguna fotografía tuya, Zacharias? -preguntó Gatiux- Si vieras un retrato podrías copiarlo. - Mis retratos y fotografías se quemaron hace cincuenta años, en un combate con una bruja que atacó mi mansión y la redujo a cenizas. -contestó- Aceptaré ayudarte si tu me ayudas a mí. Toda magia tiene un precio, querida. Gatiux lo entendía pero no pudo evitar sentirse decepcionada. Había sido muy ilusa al creer que el mago le ayudaría sin pedirle nada a cambio sólo por mero altruismo. Comprometiéndose a medias, le dijo al mago que intentaría solucionar el problema. Le ofrecieron pasar la noche allí en la cabaña para que repusiera fuerzas antes de partir. Empezaba a sentirse sin esperanza alguna de poder dominar la metamorfomagia. [...] Los magos y brujas a veces olvidan la fuerza de la naturaleza y la magia que fluye en la misma. Dispuesta para todo aquel que fuera lo suficientemente osado para utilizarla. Los eclipses, el ciclo de la luna y en ocasiones las mareas tenían incidencia en determinados hechizos o en la fabricación de pociones. La inspiración le llegó a Gatiux en un sueño, un sueño que se sintió como si fuera otra vida que ella misma había vivido. En éste utilizaba la magia desprendida por la aurora boreal para viajar entre dimensiones. Se despertó, recordando el sueño. Podría usar la magia de la aurora boreal para saltar al pasado a través de un portal, como un enorme giratiempos. Tomó prestada la varita de Zacharias. Se dirigió al viejo pozo que tenía tapiado en la parte trasera de la cabaña, según Lanter se había secado años atrás y estaba como mero elemento decorativo para impedir que alguien se cayera por el agujero. Tenía que trabajar rápido, al día siguiente habría una aurora boreal, o quizás esta misma noche, era su gran oportunidad para recuperar el cuadro del viejo Zacharias. Gatiux comenzó a dibujar runas y glifos con ayuda de un viejo libro. Sabía del peligro de utilizar aquel tipo de magia, pero lo consideraba algo realmente importante. Las runas comenzaron a brillar, el blanco luminoso era molesto para la vista si te quedabas observándolo durante mucho rato. El cielo comenzaba a desprender un brillo verdoso que dotaba de magia el ambiente, podía sentirlo en sus venas, como la magia fluía y dotaba de poder la escena. El viejo salió de la casa abrigado, con una manta sobre las rodillas mientras su nieta empujaba la silla de ruedas, fascinado por el minucioso trabajo que estaba llevando a cabo la mujer de ojos esmeralda. Cuando terminó suspiró y miró a Zacharias, que asintió mudo de asombro. Le había dado los suficientes detalles de la batalla a la Malfoy, dónde y cuando se produjo que ésta sabía el momento exacto donde tenía que saltar. Contuvo la respiración al saltar, mientras su mente mantenía el lugar al que debía de ir. ~~~ ~~~~ Aterrizó en un prado verde de la vieja Inglaterra. Gritos llenaban el aire, gente que salía corriendo de una Mansión en llamas, una bruja y un mago luchando de forma encarnizada con hechizos. Gatiux sabía que tenía que adentrarse en el fuego, no huír de él, por lo que se quitó el abrigo, cortando un trozo para cubrirse la boca con él y no respirar tanto humo. El salón principal estaba a medio quemar, las llamas aún no habían alcanzado el cuadro pero pronto lo harían si no obraba con rapidez. Gatiux identificó a Zacharias porque tenía una placa dorada debajo del cuadro que señalaba que era quien estaba buscando. No tuvo que hacer mucho esfuerzo para arrancarlo, ya que era como si las paredes se estuviesen derritiendo. Ni siquiera supo como salió junto con el cuadro de la Mansión, supuso un esfuerzo titánico arrastrarlo. Al principio no le había parecido así, pero pese a su esfuerzo por no respirar le comenzaron a pesar las extremidades, y el objeto cada vez se hacía menos llevadero. Gritos, elfos muertos, una escena dantesca frente a sus ojos. Cuando logró salir al jardín se encontró con el cuerpo de un muchacho sangrando. Se parecía al del cuadro. ¡Era Zacharias! Quien fuera que provocó aquel desastre lo dejó allí desmayado para que las llamas, o el humo se encargasen de él, confiando así de que su contrincante moriría. O tal vez la sangre. Lo tomó pasándose un brazo por el cuello para alejarlo de las llamas. Lo apoyó frente a un tronco lejos del humo negro, que iba en otra dirección por el viento. - ¡Eh, Zacharias! No te puedes morir. Llegas a viejo, yo te he visto. Se quitó el jersey para hacerlo tiras, presionando la herida de la pierna con las tiras intentando detener la hemorragia. ¿Y su varita? Para hacer el portal había tenido que tomar prestada la de Zacharias, era como si la hubiera perdido tiempo atrás y acabara de darse cuenta. - ¡¡¡SOCORRO!!! ¿¿¿HOLA??? A sus gritos de auxilio llegó corriendo un muchacho joven, que reconoció a Zacharias y se arrodilló junto a él. Murmurando hechizos para sanar las heridas de quien se había llevado la peor parte de la contienda. Gatiux respiró aliviada cuando vio que Zacharias volvía a abrir los ojos. Él sabía que la desconocida le acababa de salvar la vida. Habían sido unos minutos angustiosos. La banshee se levantó junto con el cuadro que acababa de saquear de una casa en llamas. - Me has salvado la vida ¿Quien eres? -preguntó el joven Zacharias- ¿Por qué llevas un retrato mío bajo el brazo? - Algún día lo entenderás. Le dedicó una sonrisa misteriosa y dejó al joven Zacharias junto a su familiar que atendía las quemaduras y otros arañazos. Gatiux se dirigió al mismo punto donde el portal le había escupido. Estaba empezando a cerrarse, señal de que la noche estaba acabando y que la magia de la aurora boreal se extinguía. Volvió a saltar sosteniendo el cuadro contra su pecho. El portal la dejó al lado del pozo antes de cerrarse, era de día, y Seija y Zacharias anciano esperaban con gesto de preocupación a la Malfoy, dudando de si volverían a verla o se perdería en aquel portal para siempre. Zacharias anciano sonrió al verla, como si acabase de comprender un gran enigma. - Ahora lo entiendo. Estás igual que hace cincuenta años. Su nieta lo miró sin entender a lo que se refería su abuelo, y ayudó a la Malfoy a levantarse de la nieve y entrar en casa. Junto con el cuadro de su abuelo cuando era joven. Allí plasmado se encontraba un hombre de rasgos atléticos bien parecido, mandíbula cuadrada, pelo castaño y ojos verdes llenos de vitalidad. Zacharias se pasó las siguientes horas mirando el cuadro con una sonrisa en el rostro, después de tantos años había conseguido ver como era años atrás su yo original. Gatiux estaba contenta, no sólo porque ahora el sabio metamorfomago fuese a ayudarle con su problema, si no por haber sido tan útil en el último tramo de la vida de alguien. Al día siguiente éste le contó dónde estaba el problema en su cambio, y le hizo entender la razón por la que no mantenía el nuevo aspecto. Gracias a él, Gatiux consiguió por fín dominar el aspecto de metamorfomagia, pasando al fin el límite de las dos horas. Era como si unos hilos rojos se entrelazaran dentro de ella, haciendo un puente para que pudiese acceder a la fuente de poder. A la cabaña llegó una muchacha de cabello negro y ojos verdes, y de ésta se iba una mujer de cabello púrpura y ojos amarillos, de rasgos exóticos. Ella había salvado al joven y a su vez al viejo, y se marchaba mucho más sabia de lo que había llegado a imaginar nunca. Una vez partió, fue cuando reparó en el extraño anillo transparente que tenía en su dedo índice izquierdo. ¿Había estado allí todos aquellos días?
  4. Bufó. Por suerte, Gatiux era de las que protegían cuidadosamente las conversaciones desde que obtuvo el anillo. Carlomagno no se había aguantado para referirse al tema directamente y sin ningún rodeo, algo que en los tiempos que corrían podía traer más de un par de problemas. El que hubiera desconectado del mundo durante tanto tiempo lo hacía inconsciente a la cantidad de líos que originaba una simple frase aunque no tuviese que ver con el bando tenebroso. La banshee miró alrededor con cierto nerviosismo, aunque hubieran querido escucharlos no podrían, ni con el anillo adecuado para ello. Los hombres en ocasiones eran demasiado brutos. Demasiado evidentes. Suspiró y negó con la cabeza. Aprovechó para terminar su bebida, y le tendió el vaso al camarero cuando éste se acercó para llevarle a Carlomagno la segunda. - ¿Y por qué iban a molestarme? Soy una ciudadana ejemplar. -sonrió- Las sospechas sobre la Malfoy son todo un cliché. Hasta los Arcanos de la Universidad nos tratan mal por el apellido. Aquellos poderosos magos, que se suponían que habían vivido en muchas culturas y visto tanto mundo trataban a sus alumnos según las habladurías por las que se dejaban llevar. No eran tan diferentes a aquella masa de gente que se dedicaba al chismorreo. Fue una total decepción cuando Gatiux se percató de aquel hecho. - Qué fanfarrón. Se le escapó una risita entre dientes, mezcla de incredulidad y sorpresa. El Malfoy había hecho un movimiento bastante complicado, con salto de una bola sobre otra, seguramente para presumir delante de la mujer de ojos amarillos de su habilidad en el billar. Carlomagno mientras tanto le contó que Orión había estado en la Malfoy y le había ayudado. (Qué raro.) ¿Orión? ¿En la Malfoy? Era como si una pieza del puzzle se le hubiera perdido por el camino. Normalmente el mortífago no pisaría por su propio pie la Mansión. Sólo aquella vez cuando volvió el verano anterior, dando un susto de muerte a Gatiux, se le vio por allí. Debía de haber tenido una de esas predicciones extrañas que leía en el fondo de una taza. Donde los demás veían un poso con un montón de café, él veía algo que podría suceder. Gatiux se negaba a creerse todas aquellas patrañas, si bien era cierto que a veces parecía estar en el lugar adecuado en el momento justo por algo más que mera casualidad. Tal vez visualizó a Carlomagno, o una visita inesperada, y sus pasos le llevaron hasta aquel encuentro. - ¿Estuvisteis en mi cama y no me invitasteis? ¡Qué desconsiderados! -hizo un mohín triste nada creíble- Me alegro de que lograse reaccionar a tiempo y pudiera ayudarte. Igual aparecer en la puerta de casa medio muerto es un poco cliché, que lo sepas. Esperó a que Carlomagno hiciese su tiro. - Vivir en la Malfoy es solitario, yo me cansé de estar con los fantasmas. Nuestros hermanos desaparecieron, y de los demás ni se sabe. -se encogió de hombros- Si pasas un tiempo ahí te darás cuenta de eso y buscarás otro sitio más animado donde vivir.
  5. Gatiux escuchó la explicación de Maida con los brazos cruzados por debajo del busto, en una clara postura defensiva en lenguaje corporal, no invitando a su interlocutora a algo amigable con ella. Frunciendo el ceño al no saber donde quería ir a parar. Maida acababa de hacer aparecer una rosa blanca como símbolo de disculpa, la banshee de cabellos violetas alzó una ceja. Únicamente relajó la postura cuando oyó a la muchacha decir que Orión era como una figura paternal para ella. Fue entonces cuando alcanzó la flor que le estaba tendiendo con cuidado de no tocar ninguna espina. - ¿De verdad únicamente ves a Orión como una figura paternal? -inquirió Gatiux, esperando al asentimiento de confirmación de la otra mujer- Entonces puedo vivir con eso mientras no se transforme en nada más. Sabía la nueva actitud paternalista del mortífago desde que había vuelto al pueblo. El paso del tiempo le había hecho más sabio y quería cuidar de las nuevas generaciones mortífagas, guiarles por aquella oscura senda. Incluso ocuparse de su propia descendencia, algo totalmente insólito e inusual. ¿Estaba siendo la Malfoy territorial con Orión? Sí. ¿Le importaba? No. - Lo que dijiste ahí abajo sonó como si tuvieras un affaire con Orión. O como si fueras la amante de él y quisieras ponerme celosa. Me alegra saber que esa no era tu intención, a veces puedo ser muy temperamental. Era lo más cercano a una disculpa que Maida iba a conseguir por parte de Gatiux, no se arrepentía de su reacción con la muchacha, cualquier mujer normal habría saltado ante una frase como la que había pronunciado Maida minutos atrás. Atribuyó su falta de comprensión sobre el tema a una posible nula experiencia en aquel campo. - Todavía puedes escalar posiciones para ser mi sobrina favorita. No es dificil si se sabe como agasajarme. -sonrió- No todos los comienzos pueden ser buenos, pero a partir de aquí sólo puede mejorar la historia. Además, me gustan los cachorros... Como pudiste ver en el jardín con mi pequeñín enorme. Se volvió para poner la rosa en un jarrón pequeño que llenó con un poco de agua. No se le había escapado la mirada que había dirigido la muchacha a sus maletas. El cuarto parecía de alguien que se acababa de mudar y aún no deshacía las maletas. La realidad era muy distinta. - No es que me acabe de mudar, es que estaba trasladando mis cosas a otra habitación.
  6. - ¿Era más risueña? Bueno, supongo que todos maduramos, y el crecer te da seriedad. Suspiró apoyada sobre el nuevo palo de madera que había descolgado. Ciertamente en ocasiones no podía evitar aquella rectitud tan propia de los Malfoy, andaban por ahí con un palo en el trasero, y esto les agriaba la expresión, como si no pudieran sonreír en absoluto. Gatiux siempre se había burlado de la actitud, pero también sabía que se relajaba con quienes tenía confianza. La actitud recelosa de Gatiux era la normal que tendría cualquiera que no sabe que esperar de su compañía. No supo de Carlomagno por años después de que este decidiera traicionar a los ideales mortífagos y volviéndose su enemigo, alejándose también de la familia. Tampoco conocía las nuevas intenciones de su medio hermano, podría intentar acercarse a ellos para acceder a información. - Espero que por lo menos hayas dejado de frecuentar malas compañías. Y por malas compañías se refería a los que veneraban al fénix, no a los mortífagos claro. Era en parte una advertencia más que una pregunta, no le gustaría enterarse que estaba de charla animada con él mientras tenía deberes por hacer con el enemigo. Apartó esa idea de la mente, no quería estar pensando en una larga partida de ajedrez, un tira y afloja, cuando había acudido al bar a relajarse. Bebió del Long Island. - Es curioso. Desde que regresó Orión al pueblo, he visto a gente gente que creía que no vería nunca más. -dijo Gatiux- Si no lo conociera tan bien diría que ahora se dedica a la Nigromancia. Pero se que no ha ido a estudiar con los Arcanos. Sonrió al pensar en el mortífago de ojos azules. Rodeó la mesa para encarar la bola blanca, las lisas estaban a tiro como para meter un par. Agachandose sobre la mesa enfiló aquel par y empujó con fuerza la bola blanca, haciendo que las dos bolas se metieran en troneras distintas. El segundo tiro que le correspondía no tuvo tanta suerte, la bola lisa que quería meter rebotó de forma diferente a la calculada y dejó la bola en el borde del agujero. Chasqueó la lengua con fastidio, aunque le quedaba el consuelo que las rayadas no quedaban muy a tiro limpio. Esperó al tiro de su contrincante. Se apoyó en la mesa mostrando las muñecas, la Marca Tenebrosa se hallaba oculta en su brazo izquierdo gracias a la magia por supuesto, en la derecha lucía un tatuaje minimalista de un planeta azul con un anillo alrededor, parecido a saturno pero sin tantos anillos. - ¿Has vuelto a vivir en la Malfoy? -preguntó- Ya no vivo allí, así que no tengo ni idea de quien entra o sale. Estoy falta de cotilleos familiares. @@Carlomagno Malfoy Malfoy
  7. Cuando Carlomagno se acercó a Gatiux ésta bufó ante la explicación que éste le daba. O tal vez fue por el atrevimiento que se había tomado de darle un beso en la mejilla, como si el tiempo no hubiera pasado y la complicidad entre ambos siguiera fluyendo entre ambos. Frunció el ceño y lo miró de arriba a abajo, ¿habría perdido la cabeza tras todo el tiempo que llevaba desaparecido? Tal vez quería restarle importancia al asunto, pero a la Malfoy no le valía aquella explicación tan simple. La Malfoy giró el anillo adecuado para proteger la conversación de ambos. - Si crees que todo se va a arreglar con esa explicación es que no me conoces en absoluto. -dijo Gatiux- Ya hablaremos sobre el elefante en la habitación, aunque en un sitio más privado, claro. Las paredes en el mundo mágico tenían oídos, o directamente no existían, cualquiera decía haber escuchado algo (a veces incluso mintiendo) para poder incriminar a otros magos. No era la primera vez que veía algo así. Si Carlomagno había vuelto a la Mansión Malfoy podría pasar por allí una tarde para que le contase con más detalle aunque ella ya no viviera allí siempre sería su casa. - Pasaré por la Malfoy un día de estos y charlaremos allí si es que decides quedarte. Le tendió el palo de billar y comenzó a reacomodar nuevamente las bolas de billar dentro del triángulo de plastico. Giró la bola central y quitó el molde. Finalmente colocó la bola blanca en el punto de salida. Bebió de su Long Island de la pajita, se apoyó en la mesa, cediéndole la tirada inicial al otro Malfoy. - ¿Me puede enseñar como se juega? ¡Oh, gran maestro del billar! -dijo Gatiux con sorna- Saque e indícame como dar con el palito ese sin sacarme un ojo a mi misma. No es como si Gatiux hubiera tenido una mesa de billar en su propia habitación o algo parecido. Algunos hombres insistían en intentar enseñarle cosas a las mujeres como si estas fueran damiselas en apuros que no podían apañarselas a solas sin ayuda de nadie más. Ese tipo de hombres acababan mordiendo el polvo.
  8. El Ouroboros. Más de un año entero tuvo que transcurrir para volver a verlo. En cuanto Amara les dio luz verde para acceder al portal, Gatiux asintió y saltó hacia la abertura sin pensarlo durante mucho más tiempo. Las puntas de su larga cabellera violeta se perdieron entre la blancura etérea de aquella niebla mágica. Sus ojos amarillos desprendían aquel brillo impaciente de aquellos que están deseosos por vivir otra aventura. De un momento a otro desapareció. [...] El atardecer empezaba a pintar de anaranjado un cielo antes azul. Pájaros salían volando de un espeso bosque de robles cuyos árboles estaban tan juntos que no se sabía donde terminaba una copa y empezaba la siguiente. No se podía vislumbrar el fondo del enorme lago que dominaba la zona, pero se oía el chapoteo de algunos peces que se acercaban a la superficie allí donde se acumulaba la comida. La hierba había crecido, pero no lo suficiente para no vislumbrar lo que se ocultaba entre la misma. Allí, cerca de la masa de agua, sentados sobre el mullido pasto se encontraban dos figuras que miraban hacia el bosque. No estaban solos, llegaron acompañados por otros magos y brujas que ahora se encontraban justamente entre los árboles en una especie de competición duelística, dejando a las dos figuras en un raro instante de intimidad entre ambos. Era extraño porque no solía producirse muy a menudo, siempre estaban rodeados de más gente o en un ambiente que no propiciaba una conversación relajada. Fue un instante de unión que, aunque en aquel momento ella no lo sabía, duraría para siempre en su memoria como un preciado recuerdo. Crazy Malfoy, con unas cuantas arrugas menos en el rostro miraba con un deje de orgullo a su hija Gatiux, una jovencita de veinte años de cabello negro liso y largo, de ojos verde esmeralda y con la tez pálida, tiene curvas pero no es lo que digamos alguien exuberante. Ésta había conseguido muchísimos avances en la magia en un corto periodo de tiempo pero a pesar de ello no estaba contenta, era como si faltase algo más, una pieza que lograra encajar el puzzle completo. Crecer en la Familia Malfoy, con tantos hermanos y hermanas, a veces le hacía sentir como que se difuminara entre la multitud, entre un montón de cabezas, todas muy parecidas entre sí, el mismo color de cabello, el mismo tipo de rostro, el mismo tono de piel. Desdibujada, sin tener nada más que una buena trayectoria en el mundo de la magia, pero igual al resto. Sólo estaba a su favor su humor irónico, o eso era lo que sentía. Él como padre sabía de la preocupación de Gatiux, o tal vez a ésta se le había escapado con anterioridad, ella arrancaba la hierba que tenía a su alrededor mientras pasaba el rato. - Si quieres diferenciarte de la multitud: cambia. Busca un nuevo aspecto con el que te sientas cómoda. -le aconsejaba él- Una piel con la que te sientas identificada. Puedes resaltar sobre el resto y marcar huella. Has recorrido el camino suficiente como para poder recorrer esa senda tú misma. Puedes ser quien quieras y que los demás te recuerden. A veces recibes un consejo que marca tu vida. Ese fue uno de aquellos. Las palabras de Crazy calaron hondo en la mente de Gatiux, que sonrió mientras miraba hacia el cielo tumbada sobre la hierba. El mundo mágico no estaba tan limitado como el de los muggles, siempre había nuevos caminos en los que profundizar, retos por alcanzar. Si no le gustaba su aspecto de nacimiento podría cambiarlo una y otra vez gracias a la metamorfomagia. [...] El recuerdo de aquella tarde permanecía en su mente, y al evocarlo le provocaba una sonrisa. Sin embargo no todo es tan fácil como podría esperarse. Después de decidir que quería convertirse en metamorfomaga, había pasado horas y horas con la nariz pegada a las hojas de gruesos volúmenes que hablaban sobre la habilidad. El gen estaba en su familia desde hacía generaciones, pero en ocasiones (según los libros) no se manifestaba si el mago o bruja no tenía interés alguno en el cambio. También estuvo muchísimas horas contemplándose delante de un espejo a la espera de un cambio mínimo en su fisonomía. Aquella tarde, uno de los gruesos volúmenes le había aconsejado esbozar a color el cambio que pretendía conseguir. Con la ayuda de unos pinceles mágicos y una fotografía actual fue modificando el lienzo hasta tener a una mujer de rasgos exóticos frente a ella. Su pelo púrpura contrastaba con la mirada amarilla, de ojos gatunos y piel bronceada. Había añadido una mejora en las curvas, por supuesto. Miraba a la fotografía, a la mujer del espejo que se sentaba frente a ella en posición del loto y nuevamente a la fotografía. Concentrada murmuraba para sí los pasajes del libro que se había aprendido de memoria de tanto leerlos. - Visualiza el cambio. -murmuraba- Empieza por el color de ojos, luego el color de pelo. Después de un millón de intentos y de tantas horas de estudio algo encajó, como si ajustara un engranaje que hacía funcionar la maquinaria. Se convirtió en la mujer de la fotografía. Se levantó del suelo y soltó un chillido de júbilo mientras daba vueltas sobre sí misma eufórica. ¡Al fin lo había conseguido!. Sin embargo su júbilo no duró más que un par de horas. Sin saber cómo ni por qué después de ciento veinte minutos volvía a ser la mujer de ojos verdes y cabello oscuro. No era capaz de mantener el cambio por mucho que lo intentara. Se iba a dormir siendo una mujer y despertaba en la piel de la anterior, estando consciente tampoco lograba fijar el cambio. Los siguientes días fueron caóticos y desesperantes para la Malfoy, que no alcanzaba a comprender dónde estaba el fallo. Había logrado un gran avance en aquel sendero que recorría a ciegas, pero no era suficiente. Necesitaba poder controlarlo a su antojo. De no ser así sería un camino a medio recorrer. Pero sin un guía que practicara aquella magia era todo mucho más complicado, necesitaba encontrar a alguien que dominara por completo la metamorfomagia, alguien que le instruyera.
  9. A Gatiux no es que le importara mucho quien andara o dejase de hacerlo en el bar mientras no interfiriese con su juego, por eso no le prestó la suficiente atención al hombre que se acercaba a la mesa de billar mientras ella estaba posicionando las bolas y dando el saque inicial con el que rompía el triángulo. No lo hizo hasta que vio que una mano interfería en la mesa y agarraba una de las bolas, impidiendo que esta cayera por la tronera superior izquierda. Fue entonces cuando los ojos amarillos de la banshee se despegaron de la mesa, dispuesta a protestar, o a matar a quien estaba interrumpiendo su forma de jugar, según como terciase la cosa. Molestar a una chica mientras estaba jugando al billar era de mala educación. Se apoyó en el palo de billar como si estuviera sosteniendo una lanza. - ¿No sabías que si la bola 8 se encaja con el tiro de salida pierdes automáticamente el juego? - ¿Y quien te ha dicho a ti que ese no era mi objetivo? -preguntó con seriedad- Tal vez quisiera probar otros movimientos de juego después de tanto tiempo. Rodeó la mesa de billar, por encarar al hombre más que por volver a poner la bola 8 en un lugar más conveniente, aunque fue lo que hizo mientras lo recorría con la mirada. Algo en su mente le dijo que le conocía, pero no lo había hecho de primeras. Se quedó mirándolo con el ceño fruncido, intentando pescar algún recuerdo que combinara con el rostro que tenía delante. La cercanía hizo que las piezas encajasen. - ¿Carlo? -preguntó con incredulidad- No me puedo creer que estés vivo... En el Mundo Mágico era común que la gente desapareciera o se le diera por muerta, más con la guerra mágica en ciernes, los civiles que morían podrían calificarse como meros daños colaterales. Las ausencias se tornaban tan largas que a la gente que se esfumaba se le daba por fallecida sin mucha más vuelta de hoja. No supo como reaccionar al tener a su medio hermano frente a ella, si abrazarle o darle un puñetazo. Ella sabía que había dejado las filas del bando mortífago para ir con el enemigo, aunque no hablaría de ese tema en público, claro. Una parte de ella siempre se preguntó cómo es que uno de los más fieles a la causa acabó cometiendo tal acto de traición. - ¿Qué haces en Inglaterra? @@Carlomagno Malfoy Malfoy
  10. Ultimamente estaba tan atareada que no le daba el tiempo que merecía a su otro pasatiempo favorito: el alcohol. Al final del día, cuando debía estar echando un trago de whiskey al gaznate por lo bien que rodado de los acontecimientos, acababa en la cama con los zapatos de tacón a medio quitar totalmente derrumbada. Necesitaba desentumecer el estómago con urgencia, o acabaría siendo de esas que se emborrachaba con apenas dos tragos de cualquier bebida con poca graduación. A Gatiux le llamó la atención el ambiente rockabilly del local. Era como una vuelta al pasado, cuando el estilo pin up estaba en auge, y Elvis Presley empujaba a los muggles a mover las rodillas. Sonrió de forma aprobatoria, preguntándose a sí misma cómo había tardado tanto en descubrir un sitio como aquel. ¡Si hasta tenían mesa de billar! A la banshee de cabellos violetas le encantaba jugar al billar y a los dardos, y todo lo que pudiera contribuir a una buena juerga. Dejó el abrigo en el perchero. Iba vestida con un ajustado y seductor vestido negro que se ceñía por completo a su figura, apenas cubría la mitad del muslo con la prenda e iba subida a unos altísimos tacones de color violeta, a juego con su larga cabellera. Se encaramó al taburete cerca de la barra donde un atractivo camarero limpiaba un vaso. Juraría que lo había oído silbar mientras se quitaba el abrigo y ahora la miraba de forma lasciva de arriba a abajo. - ¿Qué va a ser, bombón? - Un Long Island. -contestó Gatiux, devolviéndole la sonrisa- ¿Se puede elegir ya la canción? Él camarero sonrió y le enseñó la máquina donde podía elegir el disco y la canción que quisiera. Después de un rato mirando canciones, eligió Rock this town de los Stray Cats. Regresó a la barra moviendo los pies al ritmo de la música, donde el camarero esperaba con el cóctel preparado. Ella lo tomó y se lo llevó hasta una mesa cercana a la mesa de billar, donde empezó a preparar las bolas con mimo para practicar ella sola. Luego enfiló la bola blanca y sacó, el particular ruído de bolas chocando unas contra otras llenó el ambiente, mientras sonaba la siguiente canción: Blue Suede Shoes, un cover más lento de la versión original.
  11. En una situación ideal habrían dejado en paz a Gatiux hasta que a ésta se le pasara el enfado, pero en el Mundo Mágico las cosas no sucedían como uno quería la gran mayoría de las veces. Demostrando poco sentido de supervivencia, Maida se encontraba llamando a la puerta de la habitación de Gatiux. Ésta convertida en un pequeño felino negro miró hacia la misma, con la cola golpeando sobre la cama. Tenía dos opciones, hacerse la desentendida y si abría la puerta sólo encontraría una mascota sobre la cama de su dueña o salir al encuentro de la chica. Bufó, y el pelaje se le erizó por completo. Y en un pequeño instante volvió a su forma humana, completamente vestida por supuesto, estirándose sobre sí misma. A la Malfoy le hubiera gustado que le dejasen dormir una pequeña siesta tranquilamente. Con el gesto serio abrió la puerta de forma brusca. Maida se encontraba allí mismo esperándola. - ¿Qué es lo que quieres? -inquirió Gatiux, sus ojos amarillos tenían un brillo amenazador- Si es para volver a hacerme un desplante como en el salón puedes ahorrártelo. Pese a todo se apartó y con el gesto la invitó a entrar, no pensaba discutir en el pasillo y dejarla allí plantada no sería del todo elegante. Siguió los pasos de la chica y después cerró la puerta. Con un poco más de fuerza de la necesaria para dejar ver su estado de ánimo. Se cruzó de brazos esperando a que Maida la mirara, cuando lo hizo enarcó una ceja. - ¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres decirme? -- Rol cortito pero así continuamos el drama (?) @ :3
  12. Hola! En realidad no sé donde dejar esta consulta/duda/reclamo(?), así que vengo a postearlo aquí. Después de unos días de vacaciones foriles, vuelvo y veo que no han certificado el libro de la sangre. No sé si es que se olvidaron del tema o que no lo vieron, pero aprobé el libro de la sangre, y deberían subirlo al perfil, ya pasaron más de 10 días desde que Hades nos dio el visto bueno en este topic. Vengo a recordarlo, y ehmm... ya. Me dio la sensación de que se olvidaron xD *Dejo caramelos* @ @@Niko Uzumaki
  13. El tiempo. Un bien valioso pero subjetivo. Se estira como un chicle para aquel que espera, convirtiendo los minutos en horas, y pasa volando por aquel que está concentrado en un cometido. Es engañosa su percepción aunque sea para todos la misma. Allí, a la salida del laberinto esperaban a la que faltaba. Quizás estuviera perdida dentro de las intrincadas paredes del laberinto, recorriéndolo sobre los mismos pasos, o en su propia mente. La única que podía saberlo con certeza era Amara, el resto sólo jugaban con la suposición. Los ojos amarillos de Gatiux subieron hasta el cielo, concentrada intentando adivinar el tiempo transcurrido. Su mano izquierda masajeaba la nuca, allí donde se encontraba oculto el tatuaje de líneas y puntos que se hizo semanas atrás, escondido bajo la larga melena violeta. Un gesto inconsciente, como si aquel gesto fuera a darle suerte o algo parecido. Amara volvía a preguntarles si estaban listas. Gatiux la miró a los ojos y asintió. - Estoy lista, Arcana Majlis. La Malfoy tomó aire y sonrió. No era de las que huían y menos en aquel punto, cuando ya llevaba recorrido tanto camino. El final estaba cerca, sólo debía superar el reto al que le sometiese el portal. Enfrentaría todo lo que fuese necesario y volvería a casa. La emoción de lo que estaba por venir vibraba en el aire. La impaciencia de una nueva aventura. Conocía sus miedos, sus cicatrices, y eso le hacía fuerte para seguir caminando hacia delante. Igual que sucedió en el laberinto, cuando éste le intentó tentar con una imagen del pasado que estaba fuertemente ligada a su ser. Aunque el laberinto de espejos había sabido perfectamente donde atacar, ya que ahondó en la nostalgia de la banshee. De cuando se camuflaba entre la multitud con un aspecto más normal. De cuando decidió cambiar de aspecto para siempre.
  14. -¿Qué les parece si hacemos una pequeña prueba con algún voluntario del público? - Veo por donde vas. No hacía falta decir mucho más, Gatiux y Orión se miraron de forma cómplice, la banshee de cabellos violetas asintió de forma casi imperceptible. Hacer desaparecer un cuerpo era una de sus especialidades, no era nada difícil si sabías como, sólo tenías que poner especial atención en no dejar huellas que llevasen a sospechar de la comunidad mágica. Un cuerpo degollado en mitad de un lugar conflictivo no levantaría asombro alguno. Eso si alguna vez llegaban a dar con el cadáver. Como a Luisitha no parecía gustarle mucho el tema, la banshee no dijo nada más delante de ella. Siguió la conversación, Luisitha quería montar un invernadero. Frunció el ceño. - ¿Para qué queremos un invernadero, Lu? Se supone que somos un Parque de Atracciones. -preguntó Gatiux- La gente lo va a destrozar, sobre todos los niños que van sin cuidado alguno. Aunque si te apetece poner algo así... Aunque si la Black quería hacer un invernadero mientras abrían el parque tampoco pondría más trabas al asunto. Gatiux se encogió de hombros. Tampoco sabían si aquel terreno era fértil para plantar algo, con la suerte que cargaban seguro que las plantas saldrían mutadas porque hace años guardaron uranio enriquecido bajo tierra. - Bueno, voy a estirar un poco las piernas antes de irme a casa. -dijo tranquila- Supongo que nos vemos mañana, a primera hora moveré hilos para que vengan los operarios a trabajar hacia medio día. Pero no se marchaba a casa, no. Todavía tenía que atar aquel cabo suelto orondo que se presentó en el Parque de Atracciones horas atrás. Gregorio parecía un espectro junto a su carrito oxidado, al parecer no estaba decidido a irse aún. El pobre hombre no tenía muy claro cual era su horario de trabajo, ni falta que le hacía. Gatiux avanzó hacia él con una sonrisa lobuna en el rostro. - Gregorio. ¿Todavía por aquí? - S-sí. No tengo claro cual es el horario de trabajo y estaba esperando a que salieran para hablar con alguno de ustedes. - Minucias Gregorio, podríamos haberlo hablado mañana. Aunque... eres un hombre muy valiente si te has quedado hasta estas horas por aquí. Este sitio da mucho miedo. Gatiux hizo como si se encogiera de frío, o de miedo. El tipo infló el pecho como un pavo real, sin saber que lo estaban dirigiendo a meterse en la boca del lobo. La Malfoy se apoyó sobre el carrito de perritos calientes oxidado. Al parecer aquel gesto le dio alas al tal Gregorio porque pasó un brazo por los hombros de la mujer de cabello violeta, que se estremeció al contacto de aquel ser repugnante. Gregorio lo tomó como si estuviera muerta de miedo. - No te preocupes, yo te puedo proteger, muñeca. -dijo- Gregorio no le teme a nada. - ¿A nada? ¿Ni a las montañas rusas que parecen estar un lugar encantado? - A nada, muñeca. ¿Quieres que te lo demuestre? Al parecer era de aquellos tipos que se envalentonaban con un par de frases tontas y harían cualquier cosa por dejar impresionada a una mujer. Tal vez creyese que así tendría una oportunidad con la banshee. Ésta asintió dubitativa, poniendo una ensayadísima cara de preocupación y tapándose la boca con las manos. - No creía que existieran aún hombres tan valientes. - Mira y aprende, bombón. Tuvo que morderse la lengua para no rechistar por la palmadita en el trasero que se llevó por parte de Gregorio. Juntos fueron hasta la montaña rusa, en apariencia normal, aparte de estar en un lugar muy mal iluminado no parecía nada fuera de lugar. El hombre se montó en el vagón mientras Gatiux juntaba las palmas frente a su boca. - Después de esto tenemos que tener una cita, ¿eh? El vagón comenzó a ascender lentamente con el vendedor de HotDogs subido en él. Nada le hacía sospechar que era un arma mortal y que aquel sería su último viaje. Los ojos amarillos de Gatiux lo siguieron durante todo el trayecto, el hombre apenas pudo exhalar unas palabras o una maldición cuando la muerte le pilló de sorpresa. Gatiux esperaba abajo al vagón, había subido un hombre vivo, y llegaba un cuerpo muerto con su cabeza en el regazo. Deshacerse de él había sido un juego de niños. Desapareció en la noche junto al cadáver aún caliente para esconderlo en un lugar donde nunca sería hallado. ---- *Desaparezco*
  15. Gatiux respiraba de forma acelerada después de encontrarse con Amber Black dentro de un espejo. Después de convertirse ella misma en Amber Black. Ella sabía que tenía que centrarse nuevamente, por lo que se detuvo por un instante y se sentó en el suelo sobre sus talones, cerrando los ojos y respirando profundamente. El odio no le llevaba a ninguna parte, no tenía potestad para cambiar el pasado. Y sabía vivir con ello, lo había hecho durante toda su vida cuando tuvo capacidad suficiente como para razonarlo sin montar una rabieta. Ese hecho no la definía. Su respiración fue calmándose, igual que el ritmo de su corazón. Aprovechó ese instante de paz para volver a cambiar. Detrás de aquellos párpados cerrados volvían a encontrarse unos fulgurantes ojos amarillos, el cabello se alisó tiñiéndose de púrpura, oscureció el tono de su piel un par de tonos y volvieron las habituales curvas seductoras. La forma ósea volvía a ser la suya propia. Estar de nuevo en su piel era reconfortante. Sin prisa alguna se levantó y empezó a recorrer el laberinto de nuevo, con la palma de la mano derecha casi pegada a la pared. Siguió girando. Derecha, izquierda, izquierda y luego derecha. Llegó un punto en el que el laberinto se abría, en mitad de la nada había una puerta esperándole. La puerta no parecía sostener nada o conducir a ningún sitio pero estaba esperando a Gatiux, y ésta lo sabía. La Malfoy fue hasta la puerta y la abrió, adentrándose en la misma. Primero una cegadora luz blanca la recibió para dejar ver una sala llena de espejos. En todos se reflejaba Gatiux, todos iban al mismo compás, moviéndose al mismo tempo cuando ella movía un brazo o giraba la cabeza. Y pese a la misma identidad física no todos eran ella. Comenzó a pasear por entre la maraña de espejos. Vistos de cerca cada uno tenían diferentes expresiones faciales, uno sonreía de forma socarrona, otro era el vivo retrato de la indiferencia, el de más allá parecía tentadora con una media sonrisa insinuante. Todas eran las caras de una misma moneda, de un mismo ser. El suyo. Paseando distinguió emociones como la euforia o la tristeza por la pérdida. Todos los reflejos estaban incompletos. A lo lejos distinguió un fallo y se acercó hasta él. Pese a que la Arcana les había dicho que se encontrarían en una sala donde todas las imágenes eran idénticas, había una muy diferente a las demás. La imagen le miraba fijamente, retándole a acercarse, llamándole con su recuerdo. Se encontró con una niña, cabello negro como el azabache y ojos esmeraldas. Esa había sido ella, pero no era la verdadera, era el cascarón que le había rodeado durante su niñez y adolescencia antes de que los poderes de metamorfomaga que manifestaran después de su letargo. Un canto de sirena tentándole. Alargó la mano, quería sumergirse en la nostalgia para revivir la emoción de verlo todo con aquellos ojos. Cuando estuvo a punto de tocar el espejo se detuvo y cerró el puño. No, aquella no era ella. Los ojos verdes, pese a ser muy brillantes, estaban como muertos, sin vida alguna. Se apartó rápidamente y chocó la espalda con el espejo que tenía detrás. Le estaba llamando para atraparle y encerrarla con ella. (NO) Se alejó de la imagen proyectada de lo que un día fue y siguió recorriendo pasillos y pasillos de espejos. Encontrándose con uno que no se movía al tiempo que ella, en el centro del mismo se hallaba una Gatiux haciendo tareas que no lograban distinguirse, como si las personas a las que hablara o los objetos que estuviera manejando se encontraran fuera del radio del espejo. La mujer se quedaba muy recta y miraba de forma desafiante mientras movía los labios, seguramente contándole algo a alguien del Ministerio de Magia, sus manos se cruzaban por delante entrelazando los dedos. Era la viva imagen de la eficiencia y seriedad, alguien que se responsabilizaba de su trabajo. Reconoció el gesto de frialdad y altivez que usaba con los que no conocía. Se giraba para mirar a alguien con cara de atolondrada, (-¿en serio le pongo esa cara a él?-), sus ojos brillaban y mostraba una amplia sonrisa. Seguía moviéndose, ahora charlaba animada con gente, sentada en una especie de taburete invisible, seguramente soltando un comentario sarcástico por la media sonrisa y cómo levantaba la ceja. Una sonrisa ladina señal de que no estaba tramando nada bueno. Era el reflejo completo, a diferencias de los demás éste mostraba cientos de expresiones, no una sola. Y Gatiux se reconoció en todas ellas. Iba sonriendo mientras se aproximaba al reconocerse. Cientos de expresiones para una vida animada como la suya. Amor, libertad, trabajo, diversión. Un puzzle complejo pero que terminaba encajando a la perfección. - Eres tú, soy yo. Gatiux tocó el espejo y el resto de reflejos desaparecieron. El último que había tocado le miraba ahora fijamente y le sonreía con orgullo felicitándole silenciosa por encontrar la respuesta justo antes de desaparecer como las demás. Era la puerta del final del laberinto. Éste había concluido dejando a la banshee a los pies de la Gran Pirámide donde aguardaban Amara y Mía. Inclinó la cabeza a modo de saludo y se puso a esperar junto a ellas, sólo faltaba Taurogirl.
  16. Lo que los muggles llamaban "mitos", en un intento de alejarse de la realidad, tenían su parte de verdad. La gente no mágica nunca había visto de cerca una esfinge, o al menos no en la actualidad, por ello describían como cuentos mitológicos las historias que versaban sobre aquellas enigmáticas criaturas. Los griegos no estaban tan ciegos pero con el paso de los años y la ausencia de pruebas consistentes fueron relegadas a las fábulas. Sin embargo existían magos que encontraban fascinantes a las esfinges, estudiaban las historias en las que se hablaban de ellas y todo el folklore que las rodeaba. Pese al paso de los años la naturaleza vengativa de esos seres no disminuía ni un ápice, quizás porque estaban condenadas a no ser humanas pese a su enorme inteligencia. Ni tampoco a pasar su vida como bestias que podrían camuflarse en un entorno favorable. Un enigma a resolver. - ¿Te vas a suicidar igual que la esfinge de la historia de Edipo? Solían sentirse tan humilladas después de que los humanos resolvieran sus adivinanzas que a Gatiux no le extrañaría que pasara algo parecido. Aquello si que sería interesante de ver, aunque sospechaba que la Universidad (o los Arcanos) habrían hecho algún tipo de pacto para que algo así no sucediera. Eran unas criaturas rarísimas, sería una masacre después de la cantidad de alumnos que lograron superar las pruebas lanzadas. La mujer de cabellos violetas metió una mano en el agua para comprobar la temperatura por si acaso la Esfinge decidía romper la pequeña embarcación. Taurogirl le estaba susurrando la respuesta correcta a Gatiux y ésta asentía con suavidad. Ella también sabía la respuesta, sólo quería obtener una otra reacción de la Esfinge para estudiar su comportamiento. No parecía que fuera a dar resultado alguno, pues ésta sólo les miraba con sus ojos color rubí de forma amenazante esperando la respuesta correcta o la fallida para seguir cumpliendo su cometido. ¡Qué aburrido! - El día y la noche. Repitió Gatiux tras Mía con cierto matiz de fastidio enturbiando el tono de voz de Gatiux cuando comprendió que la Esfinge no se iba a suicidar, pero al igual que Edipo miró a la criatura directamente a los ojos. Ésta gruñó de manera afirmativa, pues una vez más los humanos inferiores le ganaban la partida. Llegaron al otro lado, a tierra firme. Mia fue la primera en marcharse, tras ello la Malfoy le dedicó un asentimiento con la cabeza a la Líder Mortífaga, segura de que se verían más allá, donde el Ouroboros perseguía eternamente su cola en el suelo de la Gran Pirámide. Avanzó tras la otra mortífaga unos metros y después escogió otro camino diferente del laberinto, aquel que estaba en medio, preguntándose que le depararía el mismo. Sin saber si era un buen presagio entrar por la boca de un dragón o justo lo contrario. Corría, no por impaciencia o porque estuviera huyendo de algo si no porque le gustaba sentir el viento en la cara y sus músculos trabajando para darle impulso. Por un momento pensó en su forma felina, con cuatro patas podía alcanzar más velocidad, pero no sabía que visión tendría la Arcana de ello. Aún sin anillo podría transformarse si quisiera, puesto que ella era uno con el gato, así había sido siempre, pero estaba allí para alcanzar la maestría en su otra parte cambiaformas no en una que dominaba al completo. Después de torcer varias veces y tomar unas cuantas decisiones respecto a que camino tomar en el laberinto, tuvo que frenar en seco. Delante de ella se alzaba un enorme espejo cortando el paso, no se podía saltar o atravesar. Pero, encontrarse con el espejo le indicaba que avanzaba en la dirección correcta. Gatiux se acercó despacio al objeto, sus ojos amarillos recorrían la superficie de alrededor, los bordes y donde se juntaba con la pared verde sólida del laberinto, la parte alta se veía inalcanzable para un salto humano y no tenía asideros para ser escalado. Cuando los ojos de la banshee llegaron a la altura adecuada no se encontró con su aspecto habitual, no era su reflejo lo que estaba mostrando el espejo. Dentro de él, (o reflectándose en él), se encontraba una mujer menuda, delicada, de tez blanca, pelo rojo como el fuego con rizos que enmarcaban su rostro y de ojos oscuros. Apenas se había cruzado con la mujer un par de veces en su vida, pero estaba igual que en los retratos que ocupaban el Castillo Black. La madre de Gatiux le sonreía a salvo dentro del espejo. Gatiux cargó contra el reflejo para librarse aquella imagen que le mostraba. Sus puños aporrearon una y otra vez en el cristal sin lograr resultado alguno más que un dolor latente en los nudillos. Odiaba aquella estú.pida sonrisa. Y le odiaba a ella por abandonarla. No es que la banshee hubiera crecido mal, al contrario, creció en una de las familias más adineradas del mundo mágico sin faltarle de nada. Pero la odiaba porque no habían sido suficientes, los abandonó a todos y a cada uno de sus hermanos sin mirar atrás, sin remordimiento alguno cuando volvió pasados unos años. Tal vez la disfuncionalidad materna de la Malfoy se debía al abandono de su propia madre, de sentir por tantos años en su juventud el no ser lo suficiente, de no haber tenido un ejemplo a seguir con el que orientarse. Gritó al darse cuenta de que no podía romper el espejo para borrar aquella estú.pida risita de suficiencia que parecía dibujarse en su cara. Miró hacia abajo. Ella seguía siendo ella. No ella. ¿Sería eso lo que quería el espejo para dejarle pasar? Le pareció incluso cruel cuando llegó a la conclusión. Transformarse en quien más odiaba, tragándose el orgullo. ¿No era eso lo que había dicho la Arcana?. De su mente rescató las palabras que le había dicho minutos antes, la imagen despertaba sentimientos profundos en ella y casi olvida que Majlis les había dado la llave para resolver el enigma. Respiró hondo para serenarse. Concentrándose en las facciones que tenía delante fue dándole forma a su rostro, primero la nariz, luego la boca, después la forma de la cara y lo almendrado de sus ojos. Dejó para más tarde el tono de piel mucho más claro que el suyo propio, lo ondulado de su cabello junto al tono rojizo. Se hacía menos voluptuosa, más menuda. Mirándose las manos supo que había cambiado, que era Amber, se tocó la mejilla. El reflejo sonrió complacido y luego se deshizo en miles de puntos plateados brillantes para dejarle vía libre. Podía seguir recorriendo el laberinto.
  17. Por lo menos la chica contra la que le habían puesto de pareja estaba de acuerdo en hacer lo que fuese necesario para salir de allí. También coincidían en que su profesor era un lunático, lo llevaba diciendo desde el principio de la clase, le alegraba no ser la única que hubiera pensado en ello. Gatiux asintió a sus palabras con una sonrisa aprobatoria. Sin embargo, no esperaba que su primer hechizo impactara, nunca lo hacían, pero activaban al contrario. De algo se tendría que defender aparte de la enorme piedra que caía del techo. Los ojos amarillos de Gatiux siguieron la trayectoria de la roca que cuando fue a impactar en la chica se volvió incorpórea, esquivando así también el sectusempra. - ¡Muy buen movimiento! -la felicitó gritando- A día de hoy todavía me maravilla la efectividad del Salvaguarda. Esperaba que no se lo tomara muy a mal el ataque con el Sectusempra. No se había dado cuenta hasta ese momento del mal color de la otra mujer. Tal vez había perdido mucha sangre antes de ser transportada allí o que la iluminación de la cueva dejaba mucho que desear. Gatiux solía ser muy agresiva cuando actuaba sin pensar. Cuando lo hizo se dio cuenta de que la civil desconocida estaba en su misma situación, siendo arrastrada de un lugar a otro mientras era desangrada y obligada a combatir. - ¡Expelliarmus! Lo más fácil y rápido para acabar con aquel duelo sería quitarle la varita a la chica, ¿no? Bueno al menos no podría decirse que la banshee de cabellos violetas no le estuviese poniendo empeño. De su varita salían rayos y atacaba a quien le habían dicho, aunque no estaba tampoco muy convencida al respecto. -¡Des...d...us! (¿Eh?) Era como si la lengua se le hubiera cansado a mitad del hechizo (o al principio). De la varita no salió el hechizo como debía ser. Gatiux miró en derredor para ver si el profesor estaba interfiriendo en el duelo, pero parecía concentrarse solo en Emmet. Pero se sentía confusa, como si alguien hubiese interferido metiéndose en su mente prohibiéndole a mitad de al acción llevarla a cabo. Se preguntó si sería la Marca de la Sangre u otra magia aún peor.
  18. - ¿Y ahora qué? Emmet había puesto voz a los pensamientos de Gatiux, por la mente de ésta pasó la misma frase pero no llegó a decirla en voz alta por la velocidad de su compañero. Sí, eso. ¿Y ahora qué? Hades se presentó ante ellos cuando llegaron al final de la cueva para aparecerlos en otro lugar. Aquella aparición obligada por parte del profesor pilló a la Malfoy desprevenida e hizo que su estómago se intentara rebelar, teniendo que concentrar todo su esfuerzo para no vomitar tras la llegada al lugar. Por un momento había adquirido un color verdoso que presagiaba lo peor. Respiró profundo. («Pues podría haber avisado.») Eso hubiera sido lo ideal. Y también que caminara junto a sus alumnos y no estuviese en una competición personal para batir un record de kilómetros recorridos en el menor tiempo posible sin preocuparse ni un momento por el estado de quien tenia encargado. Una cosa es que fuesen personas ya crecidas, y otro que el profesor los ignorara por completo para verlos en un par de ocasiones sin que su intervención fuera más que una mera anécdota. Gatiux gimió de dolor y se llevó una mano al pecho. Justo por debajo de la clavícula se le abrió una herida que comenzó a sangrar inmediatamente. La Malfoy miró extrañada a su alrededor para observar si alguien había hecho algún movimiento en su contra, pero todos parecían estar tan confundidos como ella, y todos recibían la misma herida. Inmediatamente pensó en un curación para librarse del dolor. La herida desapareció como si nunca hubiera existido. Fue entonces cuando la mujer de cabellos violetas miró en derredor para ver hasta donde les llevaron. Era un salón sin techo, donde debía haber uno sólo una oscuridad que debía ser mágica. Poca decoración, aparte de unas columnas derrumbadas que podrían servir para descansar sus adoloridos pies. Ni siquiera un cuadro que revelara los gustos del propietario del inmueble. Ella quería irse a casa, pero por lo visto Hades quería verlos batirse en duelo antes de dejarlos marchar. Una parte de sí misma se desilusionó de que no la emparejasen con Orión. Después de una pelea (o un duelo) venía una fogosa reconciliación tras curar las heridas. Tal vez en otra ocasión. Encogiéndose de hombros con un gesto resignado se apartó de su pareja e hizo lo mismo que Emmet, tomar distancia, unos 8 metros para luego mirar a la muchacha. ¿Le habría dicho su nombre? - Al parecer hacer un duelo es la única forma de irnos a casa. -dijo Gatiux- Y después de estar todo el día caminando no hay nada que me apetezca más. Hizo un leve asentimiento con la cabeza a la chica (Bel) con la que le habían emparejado y alzó la varita. -¡Sectusempra! El rayo escarlata salió de la varita de Gatiux de forma veloz, surcando la distancia que separaba a ambas buscando impactar en su contrincante. El hechizo causaría más dolor, más sangre, si llegaba a impactar. No importaba. Lo único en lo que podía pensar era en un baño caliente para dar calma a sus adoloridos pies, el resto era un daño colateral.
  19. Al parecer ninguno conseguía traerle a los demás buenas noticias. Luisitha dijo que iban a necesitar máquinas y varitas, lo que se traducía en un desembolso mayor de galeones por parte de los tres. Algo muy malo debían de haber hecho en la otra vida (y en esta) porque el karma se lo estaba haciendo pagar todas al mismo tiempo. Tal vez fuera por todo ese rollo de las vidas que se habían llevado por delante siendo mortífagos o algo de eso. La noche había llegado, y lo único que lograron hacer fue adecentar un poco la caravana que encontraron. Por lo menos ya no estaba la cucaracha muerta bocarriba. La mayor parte del trabajo lo llevó a cabo Orión, ahora tenían un espacio minúsculo pero que podía servir. Gatiux había trabajado en peores condiciones alguna vez, sólo tenía que olvidar un poco la vida en la que se acomodaba. Las adversidades les harían crecer como personas. Orión se puso a hacer cosas sin camiseta, y los ojos amarillos de la Malfoy no se apartaban de éste. Como un gato que observando a un ratón. Sí, se lo quería comer. Por lo menos hasta que recibió una patada por debajo de la mesa de parte de Luisitha, que le hizo sonreir y le recordó que no estaban solos. Se estiró para relajarse sobre donde estaba sentada, mirando hacia otro lado por un momento. - No es que no me gusten las vistas, pero te vas a constipar. -Gatiux se mordió el labio inferior mientras se reía, tenía entre las manos una taza humeante- Pero que conste que no me quejo. Luisitha lo hace. Bebió de su café mientras veía al mortífago alejarse a por la cena. Era raro verlo preparando algo que no fuese té, por eso Gatiux olisqueó la cena antes de llevarsela a la boca. Emitió un sonido de aprobación, por la comida y por la idea de matar al tipo asqueroso que se había presentado horas antes ante ellos. - Yo quiero probar una cosa que he visto en un libro. -dijo entusiasmada la Malfoy- Se le mete al susodicho una aguja larga por la oreja a gran velocidad y plop. Gatiux volvió a meter mano a uno de los panecillos del centro de la mesa mientras Orión hablaba sobre los siguientes pasos a seguir, estaba de acuerdo. - Tienes razón, debemos arreglar la montaña rusa, poner algo de comida y unos urinarios de esos portátiles. Creo que podría buscar a unos tipos para que arreglen la montaña rusa y estén aquí mañana a mediodía. -contestó la banshee a la propuesta del Black- Lo de vender entradas es bastante fácil. Sólo necesitas un trajecito que muestre mucha piel y sonreirle a los tipos como si tuvieran alguna posibilidad contigo. Pero no venderemos nada si no tenemos por lo menos ese trasto en funcionamiento.
  20. Gatiux enarcó una ceja cuando vio ponerse a Maida de pie de forma tan repentina. Había reaccionado al nombre de Orión como un resorte. No sabía si eso significaba algo bueno o todo lo contrario, pero no tardó mucho en averiguarlo. Pese a que la chica parecía alguien tímida a primera vista, soltó una frase cargada de veneno que hizo que la Malfoy también se pusiera en pie mientras endurecía las facciones. Algo así lo pronunciaba alguien que estaba detrás de otra persona para enfadar a una tercera. - ¿Ya conoces a Orión? Me alegro. -esbozó una sonrisa falsa- Él tampoco te ha mencionado a ti nunca, no debía ser muy importante lo que estaba haciendo. Se encogió de hombros. La mirada amarilla de la banshee recorría a la chica de arriba a abajo. Toda la amabilidad que había demostrado en la puerta desaparecía para dar paso a un mudo enfado. Cuadró los hombros y se puso muy recta, cruzando los brazos por debajo del pecho en una postura defensiva. Apretó los puños, y los labios. No estaba enfadada con Orión, lo que le molestó fue aquella forma de decirlo de Maida. - No es que necesite que lo vaya anunciando a los cuatro vientos o se lo escriba en la frente. -continuó diciendo- Y creo que conozco mejor que nadie la naturaleza de Orión. Y en aquel momento Gatiux estaba luchando contra su propia naturaleza. El instinto le impelía a derramar la sangre de Maida por aquellas palabras. Lo único que le salvaba de eso era la conexión con Luisitha, la banshee la apreciaba y no haría conscientemente algo para perturbarla. Menos después del accidente sufrido por ambas la semana anterior en el Ministerio de Magia, Salió del salón sin despedirse. Normalmente tendría más educación con alguien que recién llegaba al Castillo Black, pero no esa vez después de interceptar lo que consideraba un dardo envenenado. Masticaba la rabia contra la chica. Mientras se preguntaba si todos los Blacks eran así llegó hasta su habitación cerrando de un portazo. Las maletas estaban hechas y justo enfrente de ella. No había llegado a pedirle a los elfos que la trasladasen. Lidiar con los sentimientos era difícil siendo humano, por lo que se transformó en un gato negro y se tumbó en el poco espacio libre que quedaba en la cama. Cosas como la rabia y la tristeza quedaban atrás cuando dejaba fluir los instintos más simples y primitivos. El felino movió la cola para golpear el edredón.
  21. Deberíais dejar que donaramos cambios de nicks para los necesitados, yo el mío no lo voy a utilizar y hay gente con cosas feitas por ahí que lo necesitan (O que andan llorando por los rincones por un cambio xD) Por cierto: Muchas gracias!! No esperaba el premio, ha sido toda una sorpresa!!! (YEEEY galeones gratis *-*) En fin, a lo que venía ~
  22. Gatiux rió por lo bajo la broma subida de tono que había hecho su acompañante mientras le dirigía una mirada cargada de significado, entre pervertida y con varias promesas en cuanto salieran de allí. Tuvo que morderse la lengua y agachar la cabeza cuando Emmet les dió alcance pero con la sonrisa aún en el rostro. Carraspeó suavemente. La mayoría del tiempo solía descentrarse si se encontraba a solas con Orión, la llegada del Nigromante era bastante oportuna para volver al objetivo de la tarde. - Claro, Emmet. Ven con nosotros. Asintió al plan de Orión, le parecía perfecto. Ella también habría propuesto la solución del Salvaguarda Mágica, pero lo que fue aún más brillante fue lo de llenar las botellas de agua para que tuviesen peso y lanzarlas a rodar delante de ellos. Antes de empezar a correr, Gatiux conjuró una bola de luz para que iluminase el camino unos cuantos pasos por delante del que iba primero, en este caso Orión, y luego le dirigió un leve asentimiento con la cabeza. Estaba preparada para correr. - ¡¡Emmet, prepárate!! ¡¡¡Tres, dos, uno!!! Como si estuvieran sincronizados, Orión y Gatiux se movieron al tiempo. Primero él lanzó las botellas y luego comenzaron a correr a toda velocidad. -Salvaguarda Mágica- había pensado al tiempo que su compañero desaparecía. Si hubiera tenido un cuerpo físico, aquella flecha se habría clavado en su frente, pero traspasó el aire, ahora eran poco más que fantasmas. Saltó al tiempo que saltaba el mortífago que iba primero, repitiendo sus movimientos. Si no hubiera sido por el Salvaguarda aquella roca que salió de repente de un lateral les hubiera mandado hasta la otra pared con fuerza. Siguieron corriendo. Ya no faltaba mucho. Llegando al final tuvieron que saltar por encima de un foso de piedras puntiagudas. ¿Olía a sangre? Alguien debía de haber tenido mala suerte y caer allí dentro. Al llegar al final del camino, tras la agitada carrera, volvían a ser corpóreos. Allí no había nada. Gatiux frunció el ceño y miró a los ojos azules de Orión. Era muy extraño que hubiesen ido a parar a un sitio sin salida después de que les intentaran matar todas aquellas trampas. Soltando la mano del mortífago comenzó a palpar la piedra que tenía enfrente, recorriéndola de arriba a abajo con paciencia. De pronto la mano de la Malfoy se hundió más allá. Asomó con cuidado la cabeza para comprobar si aquello era la entrada escondida u otra trampa más. Por suerte para los tres se trataba de lo primero. - Es por aquí, chicos. Un camino aún más estrecho que daba a parar a una zona amplia de la enorme cueva en la que se adentraron. Suspiró con algo de cansancio. ¿Acaso no se acababa nunca?. Sus ojos amarillos buscaron a Hades, debía estar por allí como les prometió, tal vez camuflado con el paisaje, la última vez salió de la nada.
  23. La voz de Hades hizo que Gatiux diera un respingo. Por un momento había olvidado que era su guía y estaba con ellos. Más que una clase parecía una excursión por el campo con Orión en la que probaban poderes nuevos desangrándose el uno al otro. Los ojos amarillos de la Malfoy miraron en la dirección de donde venía la voz y se puso de pie nuevamente. Orión por su parte parecía estar recuperando su buen color de cara, por lo que podían continuar. El guía volvía a marcharse, siempre dejando muchos metros de distancia con los alumnos. Le tendió la mano al Mago Oscuro que iba con ella para seguir adelante. Conforme avanzaban la temperatura descendía drásticamente de forma poco natural. Suponía que había magia envuelta en todo aquello, como una advertencia sensorial que les intentaba disuadir de continuar. Se encontraron a Hades frente a una bifurcación para desearles suerte en su camino, ambos llenos de trampas. De un bolsillo lateral de su mochila, Gatiux sacó un sickle y se lo enseñó a Orión. Dejaría a la suerte decidir. -Cara derecha, cruz izquierda. Lanzó la moneda al aire con un movimiento de pulgar hacia arriba. La moneda giró, Gatiux la atrapó y la puso sobre la mano sin descubrir lo que era. Miró a los ojos a Orión que sostenía la varita para alumbrar el camino. Cuando apartó la mano el pequeño dragón les estaba esperando. Derecha. La suerte había hablado. - Vamos a tener que ir por el camino estrecho. Miró hacia atrás, por verificar si alguno de los desconocidos les seguían de cerca. No se atrevía a lanzar un detritus aunque no se viese tanto como para detectar la niebla en la oscuridad, las antorchas iluminaban pero no lo suficiente en algunos tramos. No quería que la acusaran de hacer cosas indebidas que la señalaran como mortífaga a la luz pública, siempre cuidaba su imagen de ello. - Vigila por donde pisas, no vaya a ser que esto sea una especie de sarcófago y salgan pinchos de las paredes. No quiero ser zumo de Gatiux.
  24. Al finalizar el libro dorado con su nombre escrito supo dónde tenía que ir, como una inspiración extrasensorial tuvo la certeza de que la Arcana estaría bien y las esperaba para probarlas a todas ellas. Guardó el volumen en la pequeña mochila encantada que increíblemente había sobrevivido a toda la catástrofe. Al levantarse palmeó sus muslos en un vano intento por quitar el polvo adherido, pero seguía estando sucia Aunque ya había pasado por la zona que la llevaba hacia la Gran Pirámide una vez, los nervios se volvían a agolpar en la boca del estómago. No podías saber de antemano lo que deparaba aquella prueba, y eso lo convertía en algo excitante. Una nueva aventura por vivir. El camino serpenteante hasta la Pirámide era la antesala, un aperitivo que les preparaba para más allá, algo que despertaba los sentidos y les ponía en alerta. El corazón parecía querer salirse por la boca. Antes de encontrar la Sala del Ouroboros tendrían que pasar por un laberinto, y antes de éste por un lago. La última vez, cuando realizó se encontraba realizando la prueba de animagia había dado con una esfinge que no le dejaría avanzar a menos que resolviera su enigma, dicha criatura la amenazó con acabar con su vida si no le respondía de forma correcta. Se preguntaba si seguiría allí, impaciente por la adivinanza que le lanzaría esta vez. Salió de la cabaña. Su respiración se estaba serenando, al igual que sus pensamientos. De nada serviría torturarse por aquello que no podía ser remediado. Tenía que concentrarse en lo que tenía por delante, aunque quizás en un futuro muy cercano volviera por su propio pie a la zona que tuvieron que abandonar de forma abrupta para prestar un poco más de ayuda a aquellos niños que no sabían muy bien lo que estaba sucediendo. Si es que quedaba alguien a quien ayudar. Amara las esperaba, sonriente y con los brazos abiertos. Gatiux sintió cierto anhelo al ver el aspecto de la Arcana, lucía bellísima, tanto de aspecto como por la vestimenta elegida, mientras que ella estaba sudorosa, con manchas de sangre que no le pertenecían y llena de arena hasta la coronilla. Tenía que encargar un conjunto similar cuando volviese a casa porque resultaba sensual y favorecedor al mismo tiempo. El agua lamía los pies desnudos de la Metamorfomaga. - Arcana Majlis. Fue un saludo breve por parte de la banshee que acompañó con un asentimiento de cabeza. Parándose en silencio frente a ella en señal de respeto. Majlis parecía aliviada porque las tres estuvieran de una pieza. Del lago surgían ahora tres cajas donde debían guardar sus pertenencias. Gatiux se encogió de hombros, dejando todos los anillos, la varita, la mochila y los diferentes colgantes dentro de la caja que había posado la Arcana a sus pies. Cuando se quedó sin pertenencias, la caja fue engullida por la tierra. Frunció el ceño preguntándose a donde iría a parar la caja y si después tendría que desenterrarla ella con sus manos desnudas. Un anillo apareció en el dedo índice de la mano izquierda de la Malfoy, era el anillo del aprendiz, aquella joya se transformaría en la verdadera si lograba pasar correctamente la habilidad. Inspiró aire profundamente. Notaba la conexión con la joya, y ésta enlazaba la suya con la cabeza de la Arcana. Y en su mente fue como si los hilos rotos se sintiesen atraídos los unos por los otros, tomando vida como pequeñas serpientes que despertaban de su letargo, se estiraban y se alargaban. Anhelantes. Deseosos de ser uno sólo. Era gracias al poder del anillo que le había otorgado la anciana mujer de apariencia jóven. Los hilos rojos querían volver a ser uno, ¿por qué se habían separado alguna vez?. Comenzaron a trenzarse unos con los otros, reparando el daño roto, permitiéndole acceder a donde había sido vedada. Los ojos amarillos de Gatiux recorrieron todo el espectro de colores posibles en apenas un minuto. El cabello negro volvía a ser violeta. Notó la conexión. El corazón de la Malfoy aleteó con júbilo al comprender lo que acababa de suceder. Volvía a sentirse completa. Los ojos volvieron al amarillo de forma estable. Sonrió con incredulidad y después montó en la barquita. Estaba deseando a que la esfinge se volviese hacia ellas para resolver el reto, pero para eso debían ponerse en camino hacia la Gran Pirámide. Miró a Tauro y a Mía desde la barca. - Bueno, ¿nos vamos?
  25. Cuando la chica llamada Maida convino de entrar, Gatiux le hizo una señal a su cancerbero con el brazo estirado y una palmada en la pata contraria. El perro ladró felizmente y luego se fue hacia su caseta como le había ordenado su dueña. Fue en aquel momento que notó la tensión de Maida disminuía, pues había soltado un suspiro al ver a la enorme criatura marcharse. Por lo visto los hijos no dejaban de brotarle como setas a Luisitha. Después del traumático episodio que les había confesado había aparecido un hijo y ahora otra más, aunque adoptiva. Se alegraba por la mujer de cabello azul después de lo que sufrió por no poder tenerlos. Maida parecía una muchachita educada y algo tímida, y eso hizo sonreír a Gatiux. - ¿Te importa que nos sentemos cerca de la chimenea? Creo que me he quedado algo helada después de estar ahí fuera. Mientras caminaban, Gatiux iba pasando la mano diestra por su larga cabellera violeta, sacudiéndose la nieve que se había quedado entre los mechones. Maida le daba una órden a su élfo y preguntaba por Aaron, el cual hacía muchísimo tiempo al que no veía. Recordaba que el mortífago le había prometido un año atrás una copa que jamás se tomaron. - Mmmm hace mucho tiempo que no veo por aquí a Aaron. -dijo la Malfoy- Tal vez si le mandas una lechuza aparezca respondiendo a tu llamado. Con un golpe de varita cambió de ropa, un pantalón tipo legging, un jersey oversize de color claro y unas zapatillas de deporte. Tenía las manos heladas, por lo que se sentó en posición del loto cerca de la chimenea encendida, extendiendo los brazos hacia el fuego con las palmas abiertas. - No soy tu tía. Bueno sí. -se rió por intentar confundir sin querer a Maida- En realidad soy la pareja de tu tío Orión. Ese si es hermano de tu madre Luisitha. Todavía sonaba raro al decirlo en voz alta después de tantos años. Suspiró. - Pero me puedes considerar tu tía si quieres... @

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