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Sabía que aquella gala no era de sus favoritas, pero el mensaje de Tess, comentándole de los sucesos extraños que la habían llevado a preocuparse por lo que ocurría en el propio corazón de los terrenos del MACUSA. Era por ello que, pese a toda lógica, allí estaba, aceptando la invitación de los padrinos de Luna, de su cuñada Ada y de la propia Luna y su padre, para participar en aquella incursión a los misteriosos y ahora cambiantes o mejor dicho, cambiados pasillos del Ministerio americano en Nueva York.
Darla se sentía extraña, había elegido lucir un vestido gótico de un color negro con encaje y bordados en el mismo tono, frente al espejo veía como resaltaba su figura. Llevaba zapatos de punta y tacón, del mismo estilo con una hebilla plateada que hacía juego con la que sostenía sus rizos cayendo sobre su espalda descubierta.
Mientras recordaba lo agradable que le habían parecido los padrinos de Luna se echó un chal de encaje negro sobre la espalda, lo cruzó delante, sosteniéndolo con un broche de opalo del caudex que pasó un par de veces por su corazón y finalmente se aseguró tener a buen resguardo, pero a mano su varita en un bolsillo oculto lateral. En el bolsillo derecho llevaba a Edelweiss y en el izquierdo el bolso de piel de moke con algunas pociones sencillas y algún que otro artilugio mágico, que brillaban dentro del bolso casi tanto como los amuletos bajo el escote del vestido y los anillos en sus dedos.
Minutos después la Potter Black se encontraba con el grupo de amigos en el cambiante Departamento de Misterios. Aquel lugar ahora debía conquistarse para lograr recuperarlo. Si tuviera que decir lo que pensaba de toda aquella investigación conjunta y secreta diría que se arrepentía de no haber podido participar más en ella, sobre todo por la relación de los minerales en aquella misteriosa y nueva mazmorra artificial.