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♦..Cacao Café..♦ (MM B: 103979)


Ela Karoline
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Había dejado la invitación original en la mano de su hermana de cabellos violetas mientras que había copiado una para ella misma, para ubicarse al llegar al sitio

 

La elfina le había contado acerca de Cye y al igual como había saltado de la emoción, su interior se había removido preocupado

 

Pero eso lo atendería después y en cualquier otro lugar

 

Por ahora, realmente deseaba ver ese precioso negocio que según la invitación tenía poco de haber sido levantado por su querida Cye; sus pasos la encaminaron hasta el cafe y cerró los ojos, inspirando profundo cuando se encontró en la parte inferior donde se encontraban los columpios, sonriendo al recordar que ese era uno de sus juegos favoritos

 

Podía estar por horas meciendose en uno

 

Se dejó sentar en uno y se meció un poco antes de sentir como comenzaba a subir hacia el segundo piso donde al parecer atendían a la clientela; sonrió meciendose con suavidad antes de llegar hacia donde ya había otros clientes pero fuera de fijarse en ello comenzó a buscar a uno de los elfos que atendía al sitio

 

Tal vez de esa forma, podría ver finalmente a Cye en persona, después de tanto tiempo

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La vampiro de cabellos rojizos sonrió al ver a la elfina y la siguió de muy buena gana, sintiendose con una alegría indescriptible al ver a la elfina que la recibía


-Hola!!!- saludó con emoción en su tono de voz y avanzó hasta la criatura cuya bienvenida era totalmente cálida y agradable

Era como revivir una buena parte de su familia... traer de vuelta a la vida todo aquello que amaba y la voz de la elfina, junto con los adorados aromas del café que se le antojaba a cada rato simplemente la llevaban de vuelta a todas esas risas, platicas, juegos, bromas... todo, todo eso que había hecho una aventura de su vida

-Como está Cye?- preguntó con suavidad sin poder evitar su entusiasmo antes de palmearse ligeramente la mejilla- disculpa linda... es solo que... creo que no esperaba una noticia tan maravillosa como la de que Cye se encontraba aun aqui...

Dijo con un tono de voz leve, mientras su mirada reflejaba lo que le dolía que Ishaya no estuviese. Había ido buscandole en mansiones y locales... y se había enterado del viaje pero de forma muy leve... y ahora sabiendo que Cye se encontraba ahi, realmente deseaba verla; sin embargo para no preocupar a la elfina le sonrió y volvió a hablar

-Te agradezco mucho el ofrecimiento, creo que me buscare un trocito de cesped para descansar, realmente es un sitio verdaderamente hermoso...

Pero se detuvo en sus palabras al escuchar aquella voz y mas, al sentir el abrazo de la preciosa joven que había aparecido como salida de una fotografía magica, haciendo que todas las voces y recuerdos se agolpasen repentinamente ante sus ojos, antes de reaccionar acerca de quien se trataba

Sus brazos se movieron en automático y la abrazo con fuerza antes de percibir como las lagrimas brotaban de su rostro con velocidad

-CYE!!- exclamó antes de hundir un poco su cara en el cabello de la bruja- pero por todos los cielos, cuanto tiempo sin verte mujer!!!- dijo sin poder evitar un breve sollozo

(off: me creeras que con mi pesima vista postee en el cafe equivocado LOL)

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Felicity entró al “Cacao Café”, una pequeña capa color ciruela envolvía su figura y una holgada capucha sus rubios cabellos. Era la primera vez que acudía a aquella pequeña cafetería y no lo hubiera hecho de no haberse enterado de que su hija Soamily se encontraba en aquella.

 

-Buenas… ¿tardes? – saludó, confusa ante la hora del día a nadie particular. Buscó un reloj de pared pero al no dar con ninguno se encogió de hombro. – Tardes sean.

 

Miró a su alrededor y no tardó en dar con su hija. Observó que esta se encontraba reunida con su hermana, y una mueca de asco bañó su rostro, muy pálido tras una noche entera sin dormir, hecho que delataban las sombras violetas bajo sus ojos. Se acercó, y a medida que lo hizo se esforzó por sonreír, curvando la comisura de los rojizos labios hacia arriba. Después de todo, veía a su hija después de mucho tiempo y aquello no se lo iba a fastidiar nadie, ni si quiera una de las “indeseables”.

 

-¿Soa? – se deshizo de la capucha, dejando al descubierto la larga mata de cabello rubio que caía ras su espalda cual cascada - ¡Soa, hija! – La abrazó y la rodeó con sus brazos – temía que fueran solo rumores pero aquí estás.

 

Se alejó unos centímetros y se dedicó a observarla bien. Había cambiado bastante, se veía mucho más adulta y sospechaba que no solo físicamente. Seguramente, viajar sola por el mundo le había hecho madurar y aprender más rápido de lo que lo habría hecho bajo el techo familiar.

 

No saludó a Lisa más que con un pequeño gesto de mano.

 

-Sé que has preguntado por mí – Soa pareció sorprenderse – recuerda que Londres tiene ojos y orejas por todos los rincones, pero eso no importa ya. Pensaba verte en la mansión Evans pero me dijeron que estabas por el Callejón.

 

Sacó su varita mágica, apuntó a una silla de la mesa de contigua y la hizo arrastrar hasta su posición para tomar asiento en ella. Una vez lo hizo se puso cómoda, apoyándose en el respaldo y cruzando una pierna sobre la otra.

 

-Tenemos que hablar, en privado por supuesto, sé cuáles son los rumores que corren pero…- negó con la cabeza – has de saber que Londres no es como cuando te fuiste. No te fíes de nadie – miró por el rabillo del ojo de Lisa pero en seguida volvió a fijar la mirada en su hija – tenemos muchas cosas de las que hablar pero... antes dime tú, ¿cómo estás? No me quedaré más que unos minutos, me están esperando en otro lugar.

Mortífaga retirada
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Me bebí el delicioso chocolate caliente con una sonrisa en la cara y no era para menos, la reacción de mi sobrina habia sido la que esperaba; la sorpresa de saber que estaba con pareja y totalmente cambiada a como ella me habia conocido. Mis ojos verdes, totalmente fijos en sus pupilas estaban expectante, si la conocía como creía, que viendo la visto, era así, pues la conexión que siempre habíamos tenido no se habia enfriado con el paso del tiempo, tan solo puesto en stand by, para así recuperarla el día que nos reencontrásemos, como era el caso, ahora vendría las preguntas.


Y como habia predicho, ataco. Tras un largo trago, en el cual me bebí la mitad de aquel espumoso postre, dejando que su curiosidad aumentase, hable. Mi voz, como habia sucedido antes era calmada y firme. Los cambios que habia sufrido habían hecho que reafirmase mi postura y rango social, estaba muy segura de mi misma, de mis principios, mis decisiones y mis poderes – No es un hombre, se llama Xell Vladimir, creo que habéis tenido relación dentro de la academia – El golpe habia sido dado, esperaba que lo tomase bien, si no me vería en la difícil situación de elegir entre la familia y el amor - ¿Una hija como tú?... ¡¡Ni loca!! Eres demasiado rebelde – Le seguí la broma para eliminar la tensión de la charla.


- Como ya te he dicho muchos cambios desde que te fuiste. He llegado a obtener el puesto de jefa de seguridad del ministro, me he mudado a la mansión Delacour, tengo tres hijas, de las cuales dos no tengo ni idea de donde están – Me encogí de hombros, pues mis niños habían salido tan viajeros o más que yo misma – Y pues con esa – El nombre de quien habia sido mi hermana aun me dolía pronunciarlo – Digamos que esta con malas compañías, llegando el caso de que ha cambiado tanto que ni la reconozco, supongo que si quieres hablar con ella estará en la Weasley o el callejón Knockturn – En mi rostro pálido se podía ver el cambio, habia sido cortante, no quería hablar de aquel punto en concreto.


Otra de las características que habían aumentado en mi persona era la de ser directa, demasiado a veces, pero era lo mejor, lo habia aprendido por las malas. Soa cuando se fue era una niña, ahora, como yo misma, habia madurado, estaba segura que comprendería la situación a la perfección y que ella decidiría que era lo mejor para su vida. Yo no la obligaría a nada, como la respetaba como persona, la dejaría total libertad para ver los cambios que todos habíamos sufrido y ver cuál sería la mejor forma de actuar ante ellos – Los rumores nos afectan a todos enana –Volver a llamarla así me hacía sentir en calma, bien, como si estuviese en casa.


- Lo importante es que no le des cabida. Sigue como hasta ahora, dando la cara, luchando por lo que consideres bueno y sobre todo dejando en alto el apellido de la familia – Le di un nuevo sobro al coctel caliente, esperando que mi interlocutora siguiese con aquel ameno interrogatorio. Realmente la habia echado de menos, puede que no lo expresase con actos como abrazarla y mimarla como solía hacer antes, pero en mis gestos, en mis pupilas y en mis palabras todo aquel que me conocía era capaz de notarlo. Un segundo después la rubia hizo acto de presencia, como si no existiese, me ignoro, no le di importancia, tampoco yo tenia ganas de verla.


- Disculpadme un segundo - Sin mas, me levante y me dirigí hacia el lado mas alejado del local, debía calmarme, si no lo hacia, acabaría cometiendo un asesinato allí mismo. La hipocresía era una de las cosas que mas odiaba de la sociedad Londinense y Felicity tenia para dar y tomar de eso.

Editado por Lisa Weasley Rambaldi

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Claro que ni me sorprendía ni tenía problema alguno con que la pareja de Lisa fuera Xell, la vieja Xell. Sonreí, me alegraba mucho que las dos brujas estuvieran en semejante historia, era de todo mi agrado. Antes de poder contestar, antes de siquiera analizar lo que estaba sucediendo, sucedió. No podía creerlo, ¿Lisa y Felicity en aquella situación?. Parpadeé perpleja, al tiempo que veía el disgusto en ambos rostros, y dejaba que la Rambaldi se alejara un poco, para recibir a mi madre, dejé que me abrazara como deseaba y luego, cuando estuvimos separadas esperé un poco; reparando en que inevitablemente teníamos un físico bastante parecido, comenzando por nuestros cabellos.

 

-Entonces, dime que es lo que pasa- interrogué, con seriedad y debo admitir mucha curiosidad. Sabía que Lisa iba a estar bien en el lugar más alejado del local, mientras la Weasley me sacaba todas aquellas dudas- Explícame, dime que todo aquello no es cierto- más que rabia, sentía una decepción que hacía que mi interior se revolcara buscando alguna solución. ¿Felicity, la madre que había inculcado aquellos ideales que jamás olvidaría, se encontraba allí sin una buena explicación para todo aquello?, al sentir el silencio de la bruja, no pude controlarme más, y fue como si una bomba que había estado guardando hacía mucho tiempo explotara con la fuerza que sólo llegado ese punto podía mantener.

 

-¡Dime, qué es esto! o te juro que jamás podría mirarte a los ojos de nuevo- grité, al tiempo que tiraba los dos platos que habían en la mesa; no esperaba que aquello sonara tan rudo y duro, pero el momento fue de esa manera. Miré de reojo a Lisa, quien seguía esperando, y no quería que se fuera. Sentía tantas cosas, quería que mi progenitora me respondiera inmediatamente, aunque, cociéndola, quizá hablaría de mucho menos de lo que yo necesitaba. giré la cabeza, negando, dándole a entender corporalmente, que tenía que poseer motivos bastantes buenos, para regresar a lo que éramos. Clavé mis orbes azules en ella, alzando las cejas, instándola a hablar.

 

-Sigo esperando, Madre- el adjetivo familiar que utilicé lo teñí de rabia y sarcasmo, dejando atrás los clichés.

Editado por Soamily Evans McGonagall

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Desde mi punto de vista, podía contemplar el rostro de mi sobrina y aquella a la cual habia querido como una hermana y ahora era una mera desconocida. Soa siempre habia sido una persona tranquila, sensible y coherente, pero al ver su reacción me quede petrificada, pues esta no era mi sobrina, era una leona defendiendo su vida. Habia cambiado, más de lo que quise ver en su momento, habia crecido y ahora se enfrentaba a su madre por una explicación, que yo sabía, no existía. Estaba orgullosa de ella, su lado rebelde era igual que el mío. Dentro de mi habia una batalla; intervenir y proteger a la enana o pasar del tema y no involucrarme.


¿Qué narices estaba pensando? Yo no era así. Me valía madre lo que Felicity pudiese hacer o decir, mi deber era cuidar de mi familia y aquella niña lo era. A sabiendas de que mi mal humor iba a aumentar y que bien podía perder el control y lanzar a la bruja por la cornisa, me acerque a donde se hallaban discutiendo acaloradamente y me puse en medio de las dos. Mi cuerpo protegería a la Evans de cualquier burdo ataque que pudiese recibir por parte de quien fuese. No me iba a arriesgar a que se volviese a ir de nuevo. Clave mis ojos en los de la Riddle y dije – Podréis hablar de esto en un lugar más tranquilo, te recomiendo que te vayas.


Mi rostro estaba inexpresivo, era una de las cosas que habia aprendido a lo largo de la vida, me habia salvado en muchas ocasiones. No me moví, pero si gire mi rostro para encarar a la joven – Tú decides, si quieres quedarte o irte – Acaricie su mejilla para evitar que el sonrojo por el enfado llegase a verse en las otras mesas – Cálmate, no vale la pena – Era obvio que nos estaba escuchando, pero la ignoraría, como ella lo habia hecho conmigo. Si quería guerra, la iba a tener, podía decir misa en el altar mayor, pero yo era allí quien tenía la ventaja. Esperaba que fuese razonable, si no su reputación acabaría tirada por el mis mismo suelo, yo me encargaría de ello.

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-Nos quedaremos aquí- manifesté inmóvil, sin separar los ojos de Felicity. De regreso a mi silla apunté con mi varita al desastre que había hecho, haciéndolo desaparecer en un segundo, con Lisa a mi lado- Hablaremos en voz baja, pero hablaremos aquí, si aún quieren hablar- miré alrededor, esperanzada en que no hubieran muchas personas que pudieran reconocernos, aunque, aquello era difícil. Me acerqué lo máximo que pude a la Rambaldi, aferrándome a algo que me hiciera desear estar allí. Suspiré, y observé como mi pecho subía y bajaba rápidamente, con la inseguridad de aquel mal rato. Miré con aprensión a mi madre, todavía esperando su anhelada respuesta.

 

-No existe ¿Verdad? no hay ninguna respuesta ni explicación. Te diré que pasa, esto es nada más que uno de tus caprichos, esperaremos unos meses más y todo volverá a ser como antes- Lo dije con repugnancia, casi escupiendo las palabras. Es que la rubia no comprendía que no podía vivir así, que ser indecisa e inestable no lograban que llegara a ningún lugar. No la odiaba, como parecía que hacía su hermana, pero en aquel momento me vi nublada, por una de las primeras veces en mi vida, por el dolor y la resistencia que sentía.

 

Aplaudí, y sonreí con ironía y ventaja, más suave de lo que había pronunciado mis anteriores palabras, para no llamar la atención de aquella manera, algo que en definitiva odiaba. ¿Podría mi propia madre arremeter contra su hija? al juzgar por la reacción de Lisa; sí, si podía. ¿Qué era lo que le había sucedido? ¿Era posible que una sola persona cargara con tanto en su interior?. En lo que a mi respectaba, siempre había sido una chica calmada, bastante tranquila, y mis problemas emocionales no causaban gran problema, a decir verdad. Pero ahora podía darme cuenta que algunas personas cargaban con dolores y rabias, que no superaban lo que hacía mucho debía estar en el pasado, dejando así que interviniera en su presente.

 

-Eras, una de las personas más importantes ¿Sabías eso? una persona que jamás habría imaginado seguiría sus vanos deseos tan lejos- mi voz se quebró, pero aún así, y con la lágrima que rodaba en mi mejilla continué, tan firme como si nada estuviera sucediendo- no creí que tus desequilibrios llegaran a este extremo, imaginé que era pasajero, y fruto de la cercanía lo que hacía que a veces te pensara tan insegura de ti misma. Pero veo que me equivoqué- terminé, secando mis rostro rápidamente, para dar paso a lo que su débil defensa pudiera admitir.

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-Entonces, dime que es lo que pasa.
-Si, te lo diré, pero…
-Explícame, dime que todo aquello no es cierto.
-Si, Soa, solo déjame…
-¡Dime, qué es esto! ¡O te juro que jamás podría mirar a los ojos de nuevo!
– explotó Soa, tirando dos platos por los aires.

 

Felicity puso los ojos en blanco y con un simple y elegante movimiento de varita reparó el destrozo en un santiamén. Un enclenque elfo se acercó a ayudar a recoger los restos que habían caído de los platos pero ella negó con la cabeza y con una mano ordenó que no se acercara ni un solo paso más. Seguidamente, se puso en pie, suspirando hondo, y clavó su mirada del miso color del zafiro en la figura de su hija, una mirada curiosamente serena.

 

-¿Quieres tirar algo más o ya has llamado suficientemente la atención? - inquirió.

 

Negó con la cabeza y volvió a tomar asiento. Su hermana aun permanecía lejos y lo agradecía, no solo porque nada tenía que ver entre los asuntos de ella y su hija, sino porque no soportaba su presencia.

 

-Sé que rumores han corrido, pues tengo contactos por todos los lugares, pero no son ciertos Soa. Vamos… - bajó la voz - me conoces, he dado mi vida entera por la Orden del Fénix, he sacrificado más que la mitad de los miembros que seguramente siguen en ella. Y si, me he ido ¿y qué? – Extendió las manos a ambos lados -Me he ido porque la Orden ha cambiado, vuelve y lo verás. Sus miembros atacan, matan… y yo no quiero eso en mi vida. Atacar por atacar, matar por matar… porque si. No…

 

Lágrimas fingidas aparecieron en sus ojos y desvió la mirada hacía una ventana desde donde podía verse el anochecer. Detestaba que la vieran llorar.

 

-No sé si recordarás que yo… estaba en estado, de Leandro, así que ahora tengo una hija, ella es pequeña….

 

Volvió a mirar a Soa y la tomó de las manos deseando que comprendiera, aunque seguramente fuera inútil.

 

- ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué siguiera en la Orden y corriera el riesgo de que los mortífagos pudieran matar a Luthién, una recién nacida? Muchos mortífagos saben quien soy yo, Patrick Colt…

 

Limpió las lágrimas que corrían mejillas abajo con la manga de la túnica color ciruela y cuando volvió a hablar, puso una voz temblorosa.

 

-Tú sigue en la Orden, yo no soy quién para decirte lo contrario, además, sé que servirás bien. Pero no entiendo porque han sido los de la misma Orden quienes han soltado esos rumores… simplemente quiero dejar esa vida atrás, ¿entiendes? ¿y desde cuando la Orden del Fénix va tras aquellos que deciden retirarse a pasar el resto de su vida en paz? – se defendió y volvió a alzar la voz – pero tú misma, si no me quieres ver, no lo harás. Ya he dicho todo cuando tenía que decirte, ahora cree lo que quieras. A una panda de vándalos que van matando por ahí, o a tu madre, que te tendió la mano cuando peor estabas, recuérdalo… en aquella cafetería, hace ya muchos años.

 

Se puso en pie, devolvió la silla a su lugar (esta vez sin ayuda de la varita) y echó la capucha de nuevo sobre sus rubios cabellos, ocultándolos.

 

En aquel momento Lisa se acercó, antes no se había atrevido y empezó a decir bobadas que poco tenían que ver. Ella entornó los ojos y volvió a limpiarse las lágrimas.

 

-No hace falta que me digas nada ahora, ya sabes dónde encontrarme. Pero si decides creerme… ven a buscar algo que tengo para ti. Solo ten cuidado, Lisa era una mortífaga y que no te extrañe que sea una espía de esos seguidores de..."quién tu ya sabes" - mintió de manera descarada - Te quiero hija – le plantó un beso en la mejilla y sin despedirse de nadie, salió del local, mezclándose con el gentío del Callejón Diagón.

Mortífaga retirada
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- Yo lo habré sido, pero tú lo eres ahora – Le sonreí descaradamente, dejándole en claro que no me importaba las mentiras que pudiese soltar – Has atacado la mansión Delacour, estando ebria y lanzando al aire uno de los conjuros más oscuros que he visto jamás. Puede ser que yo haya todo eso que dices, no te lo puedo confirmar o negar, puesto que no me acuerdo de nada, pero al menos yo ahora intento remedir las cosas, ¿tú que haces? Acusas a la orden de matar y destrozar, cuando tú lo haces por puro placer, sabiendo de antemano que cuando la orden levanta la varita es para proteger al resto de la humanidad de los peligros que tú, ahora amado bando, crea.


Mi voz sonó tranquila, sin pizca de rabia, pues eso era lo que ella quería, que perdiese el control, que explotase, no lo iba a conseguir. Sentía la fuerza de Gaia en mí, al igual que la de Mei. No sabía cómo ni porque, pero su poder, su lealtad, su sabiduría y fuerza estaban conmigo cuando más lo necesitaba y en aquel momento, lo hacía y mucho. Mire los ojos de quien habia sido mi hermana, porque ahora y viendo lo visto en los último meses, para mí ya no lo era y continúe hablando – A ninguna de las dos le gusta tu presencia, es una recomendación, deberías irte si no quieres quedar en ridí. cu** – Y así fue, como la cobarde que era, salió del local.


Me quede pálida, pues aunque no lo quería admitir, sus últimas palabras me habían dejado pensando. ¿Habia sido parte de la marca? Yo sentía que la oscuridad era parte de mí, me encontraba bien cuando era de noche, la luna me comprendía, sacaba fuerzas de ella y cuando luchaba en aquellas batallas épicas del bien contra el mal, la fuerza del poder de los mortifagos me llamaba más de lo que nunca jamás hubiese pensado. Aquello tenía que pensarlo mucho, habia una parte de mi pasado que no recordaba, pero ¿podía ser aquello? Parpadee un par de veces y deje que aquella sensación de vacío se evaporase, ya tendría tiempo de deliberar detenidamente, ahora tenía que apoyar a la enana.


- ¿Estás bien? – La rodee en un abrazo cálido.

Editado por Lisa Weasley Rambaldi

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La elfina que había salido al encuentro de la pelirroja Vladimir, ahora era testigo de sus palabras y de una infinidad de recuerdos que se vislumbraban en aquel cortito silencio y sobre todo en el brillo de sus ojos, pero cuando le dijo que buscaría donde sentarse la dejo sin comprender ¿un trocito de césped? Si había muchas sillas y eran cómodas para que quisiera ponerle un trocito de césped encima. Recordó que su ama decía “Al cliente lo que pida mientras se pueda” Hayame por supuesto no se daba cuenta de las vacilaciones que la criatura tenía porque estaba concentrada en el saludo y reencuentro con la propia Cye.

Mientras la elfina se movía detrás de la vampiro tratando de medir la longitud de su derriére para poder traer el trozo de césped, media con las manos el ancho y el alto a poquísimos centímetros de las posaderas de la Potter y cualquiera que la estuviera viendo pensaría que era una atrevida, pero solo cumplía con los preceptos de su ama.

Por otro lado Cye estaba encantada, de la presencia de su cuñada, hacia tantísimo tiempo que no le veía que ya hasta había perdido la esperanza de volver hacerlo y eso estaba pasando en grado más mínimo con su esposo. Había sufrido tanto por su ausencia que temía terminar resignándose y como tantos miembros de la comunidad mágica, siguiendo adelante con su vida.

—¡Estas aquí!— paso su nívea mano por el rostro de la vampiro, como reconociéndolo y dibujándolo con sus propios dedos, luego trato de secar aquellas cristalinas lagrimas que corrían por él sin darse cuenta que en el suyo ocurría lo mismo, como si estuvieran compitiendo o a merced de algún producto que produjera el mismo efecto.

—¿Cuando llegastes? ¿Ya viste a Reena, a Sagitas y al pequeño? ¿Dónde te estás quedando?— eran muchas preguntas y tenía más que le iban surgiendo ¿te casaste y vienes con tu pareja? Esa por supuesto era una posibilidad en la que hasta hoy no había pensado. Que ajenas estaban de que a pocos metros de ella sobrina y tía platicaban en un agradable reencuentro y que la madre de la primera se unía aunque no con el beneplácito de la tía.

Londres en efecto, como cualquier sociedad evolucionaba, la gente cambiaba. ¡Magos y Brujas! con sus afanes de guerras y con sus cortísimas armonías eran quienes realmente impulsaban el cambio para bien o para mal.
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