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Libro de la Fortaleza 6~


Athena Rouvas
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— Será tu misión, ¿lo has comprendido?

 

— Eso. . . eso creo.

 

— Esperamos que comprendas la importancia de lo que tendrás entre manos. Las fallas no son admitidas, tampoco el desacato.

 

Rouvás ya había escuchado esas palabras la primera vez de modo que el mensaje solo sirvió para rememorar lo que ya estaba aceptado.

 

Inclinada sobre una de sus rodillas frente a los que auto-nombraban como Guerreros Uzzas, mismos que meses atrás habían aceptado compartir sus conocimientos sobre la magia con magos y brujas de distintas índoles. El trabajo se escuchaba liviano y accesible, sin embargo la muchacha sabía que iba mucho más allá, y que el inculcar esta sabiduría iba mucho más allá de ser una simple clase donde copiar de un pizarrón.

 

Le indicaron levantarse y así lo hizo, con la férrea intención de marcharse del lugar para cumplir su cometido.

 

—Una cosa más. —Athena se detuvo mirando hacia atrás sobre su propio hombro para escuchar que más tenían para decirle.— Hay una pequeña Isla donde la magia y lo mítico conviven de la mano. Ese es un buen lugar para comenzar. Allí a la magia le dicen mana.

 

No necesitó más directrices, ya sabía dónde debía dirigirse.

 

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

"Este objeto te llevará a tu destino."

 

El mensaje es totalmente escueto para cada uno de los destinatarios, y si no fuese porque en el reverso remitía que había sido enviado por la Universidad probablemente habría terminando siendo desestimado por la mayoría. Había obviado poner su firma al final del pergamino, no consideraba que pudiese ser algo necesario, y de todas maneras ya se conocerían cuando cada quien llegara.

 

Athena se había adelantado pues necesitaba comprobar que el sitio que los Guerreros Uzza habían mencionado era tal cual estaba descrito, y también que fuera seguro. Libre de muggles curiosos, o de peligros mágicos que no pudieran contener en conjunto o con los poderes que aprenderían de los amuletos en la clase.

 

¿El lugar escogido? La cima del Rano Raraku, justo donde se lograba observar la cantera cubierta de Moais sin terminar de construir, sitio histórico y altamente concurrido que en esta ocasión contaba con todas las facultades para no ser enturbiado por ajenos.

 

—El mana, fuerza espiritual que se atribuían los jefes de la Isla o personas importantes dentro de esta comunidad. . . —Repitió calcado a como los Guerreros Uzza le habían mencionado.

 

Ahora también residía en ella la tarea de enseñar a otros, siempre bajo un estricto juramento, los poderes que aprendió a utilizar de los Libros, más concretamente el de la Fortaleza. Esperaba lograr esclarecer un poco para otros, tal como lo habían conseguido con ella. En si, no era para nada complicado, lo principal era establecer un vínculo, avocarse a estudiarlo y comprender sus significados. Y por supuesto usar aquellos poderes de buena manera, de buen recaudo. Solventar dudas si así fuera necesario.

 

El verde del cesped, y el negro de la piedra de los Moais eran los predominantes, justo bajo un cielo despejado y azul. Ese sería el inicio, tendrían una pequeña travesía que recorrer, y quizás algunas pruebas que superar para corroborar que estaban en el mismo ritmo que el Libro.

 

—Vamos a proteger mejor esto. —Mencionó al tiempo que hacía uso del Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos.

 

Los vio llegar por medio del traslador que había enviado a cada quien con la esperanza de que trajesen consigo tanto el Libro como los respectivos amuletos con los cuales tendrían que crear unión para aprender a utilizarlos correctamente.

 

—Bienvenidos. —Mencionó con tono claro. —Lo primero es lo primero. Athena Rouvás, me encargaré de ayudarles a comprender y a vincularse con el Libro que han adquirido. No será sencillo, pero tampoco algo terriblemente complicado como para que surjan nervios. —No era necesario presentarse más allá de lo estrictamente riguroso, pues carecía un poco de importancia para los fines.— Tal cual lo estoy haciendo, me gustaría que lleven encima los amuletos, y los anillos. Sí, se que son bastantes, pero les ayudará a comenzar a conectarse con ellos, a que formen parte de ustedes, después de todo tendrán que llevarlos encima cuando los necesiten. Pueden presentarse si lo desean, antes de comenzar, me gusta saber con quienes trato, al menos por nombres.

 

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

 

Alumnos:

@@Adrian Wild

@

@@Binny Evans

@

@
@

@Lestad Rambaldi

@@Sherlyn Stark

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—Técnicamente, el mensaje me llegó a mí.

 

—Ni siquiera lo pienses, como si no pudieras leer el destinatario.

 

En realidad, el mensaje había llegado a sus manos porque había tomado su anillo de amistad con las bestias para jugar. Richard sonreía y eso nunca era una buena señal. Había sido su fugaz sonrisa lo que había hecho que Catherine le arrebatara de las manos el mensaje, justo a tiempo antes de que lo refundiera en su abrigo de cuero, ribeteado de armiño. Había sido una suerte porque al igual que él, Catherine reconoció el sello de la universidad y supo que era acerca de su clase.

 

—Yo también quiero ir.

 

Catherine negó con la cabeza de forma insistente al dejar el mensaje en su velador, para luego tirar sus pijamas y se cambiarse a las volandas con Richard insistiéndole y negándose a quedarse en el castillo. Había estado a punto de derribar la lechuza de un flechazo sólo por deporte pero se lo había pensado y había utilizado el anillo para practicar. El resultado, era que argumentaba una y otra vez con fingida convicción que era cosa del destino que él hubiese estado presente.

 

El brujo terminó por fin, sentándose al borde de la cama adoselada. Sabía que tanto el libro como sus respectivos amuletos y anillos se encontraban en la mesita de noche, de forma que los tomó y se los caló uno a uno, mientras su hermana terminaba de cambiarse. Ella se limitó a pasarse por la cabeza una túnica gris, en compañía de sus botas negras sin tacones, su capa de lana negra y su sombrero nuevo de bruja. Lucía completamente ordinaria y llevaba hacía ya un tiempo el cabello corto. Su hermano, por otro lado, lucía su siempre llamativo e intenso estilo que lo hacía parecer una estrella de rock.

 

Sus rizos aureorojizos se agitaron y se apoyó en sus manos para aguantar su peso y observar largo rato a su hermana, a la par que buscaba su varita en medio de un cúmulo de frascos vacíos de pociones, probetas y más libros, amontonados sobre su mesa. Finalmente, se volvió a su hermano con su varita sobresaliendo del bolsillo izquierdo de su capa.

 

—Dame eso.

 

Richard hizo el ademán de entregarle el mensaje que había tomado del velador junto con los anillos pero en su lugar, tomó su mano y el objeto adjuntado al mismo y en un abrir y cerrar de ojos, ambos desaparecieron del castillo. Catherine pudo percibir perfectamente el sonido de su risa al hacerlo, que terminó con la misma conducida por el viento, cuando aparecieron en una colina que no conocía. Al parecer, él en cambio sí sabía dónde estaba.

 

>>Rano Raraku<< le susurró casi distraídamente.

 

Richard guardó el traslador en sus bolsillos y se limitó a meter las manos en éstos, tranquilo. Ante ellos se encontraba Athena y Catherine pudo apreciar que eso divertía sobremanera a Richard, aunque él no sonrió. Catherine prestaba atención a medias, al discurso de la muchacha, más preocupada en realidad por el "pequeño incidente" que había traído consigo, mientras él parecía estudiar con genuino interés, las grandes rocas talladas que se podían apreciar perfectamente desde su posición.

 

—Soy Catherine Stark —se presentó entonces, titubeando.

 

A él no lo presentó y Richard tampoco dio muestras de estar prestándoles atención a ellos o siquiera estar interesado en la clase, aunque Catherine sabía, por cómo se había comportado en el castillo, que sentía una innegable curiosidad por todo el asunto, en una actitud casi mórbida.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Todos los días recibían lechuzas de algún familiar, amigo, por asuntos de negocios o trabajo, pero esta nota era diferente, solo un mensaje con un diminuto objeto incrustado, sin firma de remitente “Que extraño” pensó, así que giro el pergamino y noto el sello de la Universidad, ¿seria? No al arcano Báyler apenas lo había visto hacia unas horas, entonces recordó que se había inscrito para aprender los conocimientos de los guerreros Uzza, tenía que ser eso.

 

--Llego, llego, al fin llego-- dijo abanicando el papel ante los ojos de su amado esposo Ishaya que se hallaba en la biblioteca atendiendo a su correspondencia, le estampo un sonoro beso en la mejilla y otro más dulce en los labios y le dijo que la perdería por unas horas, luego subió corriendo las escaleras hasta su alcoba donde se cambio a un jeans desteñido y una cómoda remera sobre la que se puso una túnica azul noche abierta, para finalizar con unas zapatillas deportivas y una coleta alta que sujetaba la larga y ondulada cabellera.

 

Tomo su inseparable varita y la metió en la coleta a modo de sujetador, busco el libro que había adquirido en el Magic Mall y lo metió en el bolsito con hechizo expansor en el interior, también la serie de 3 anillos y un amuleto en forma de topacio y se puso todo, aunque todavía no sabía cómo era que estos funcionaba o lo que hacían.

 

--Bueno hora de marcharse-- con eso toco el objeto adjunto al pergamino y de inmediato fue succionada a un destino que no era el castillo Lockhart en Londres, sino una hermosa colina, cuando sus pies tocaron piso abrió los ojos un poco mareada, desde que estaba en cinta procuraba no usar trasladores porque le dejaban una sensación de mareo por muchas horas, pero a veces había que hacer sacrificios y esta era una de esas ocasiones.

 

Miro a su alrededor, estaban en la cima de una región volcánica, quedo maravillada al ver los gigantescos moais sin terminar, fue entonces que desvió la mirada hacia las personas que se encontraban a solo unos cuantos pasos de ella, distancia que recorrió de inmediato para saludar, pero en vez de eso se dio cuenta de que los “queridos hermanos Stark estaban en el lugar y Catherine se presentaba, así que opto por hacer lo propio hacia Athena quien al parecer sería la encargada de instruirles, sino no se justificaba la presentación de la chica.

 

--Lockhart para los extraños y Cye para mis amigos-- mirando fijamente a la Rouvás dijo --¿Eres la instructora? -- pregunto sin poder morderse la lengua.

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Acariciaba a Nix con dos dedos, apoyado en los ladrillos que componían la parte final de la chimenea que se alzaba sobre el tejado. En la otra mano, el sobre con el sello de la Universidad iba recorriendo de uno en uno todos los huecos entre mis dedos. Cerré los ojos unos instantes e inspiré profundamente, abriéndolos al expirar. Por fin iba a aprender cómo usar los nuevos anillos y amuletos que venían con el nuevo libro que había adquirido en el Magic Mall.

 

Miré a mi lechuza y con unos leves toquecitos en la cabeza le indiqué que estaba libre y podía ir a dar una vuelta o comer lo que fuera. Me puse de pie con gran agilidad sobre las tejas del castillo y me guardé la carta en el bolsillo trasero de mis pantalones vaqueros estrechos. Tomé un poco de carrerilla y salté por el borde del tejado. El colgante plateado de dos alas, el amuleto volador que llevaba en mi cuello, brilló levemente transmitiéndome una sensación de ligereza y pude descender escasos metros hasta el balcón que daba a mi habitación. Abrí la puerta de cristal y madera y me adentré en mi alcoba.

 

Dejé la carta sobre la cama y busqué en el armario una camiseta de manga corta. Me cubrí el torso con una blanca que tenía el dibujo de unas plumas azules sobre el hombro izquierdo y sobre esto me puse una túnica azulona, algo más oscura, completamente lisa y con unos acabados algo desiguales. Las mangas me cubrían hasta la mitad del antebrazo.

 

- Wil, ¿has visto mi varita?

 

Mi elfo apareció apenas hube pronunciado su nombre y ya traía a Dror entre sus manos.

 

- Sabes que no me gusta que te la lleves, aunque sea para guardarla.

 

- Lo sé, lo siento. Pero te la dejaste sobre la cama y...

 

- Y nada, Wil. No lo hagas, por favor.

 

Confiaba plenamente en mi elfo, pero la varita de un mago era algo demasiado personal e incluso impredecible como para andar paseándolo de un lado a otro. Es verdad que lo único que pretendía Wilmo era evitar una catástrofe con algún descuido mío, pero quién sabe cómo podría reaccionar mi varita entre sus diminutas y huesudas manos.

 

Abrí el armario y el último cajón, de donde saqué el libro de la Fortaleza, el amuleto y los anillos. Me coloqué dos de los anillos en el dedo índice de la mano derecha y el tercero en el anular de la izquierda y me colgué el amuleto en el cuello junto al otro. Metí el libro en una bolsa de cuero marrón que me tendí a la espalda y me guardé a Dror en el bolsillo del pantalón.

 

- Bien, pues ya está. Pásame la carta, Wil.

 

Dicho y hecho, mi obedientísimo elfo me pasó la carta que abrí para sustraer el objeto que hasta aquel entonces no había querido tocar, pues desde el principio supuse que era un traslador. Era una especie de resto de alguna piedra negruzca.

 

- Te veo luego.

 

Noté que mi elfo me miró de arriba a abajo y quiso decirme algo, pero ya había tocado la piedra y para cuando dijo la frase, yo ya estaba muy lejos de Ottery.

 

------------------------------

 

- Maldición... Los zapatos.

 

Efectivamente, iba descalzo. Menos mal que había caído sobre blando y me fijé en que me encontraba sobre una especie de monte cubierto por fresca hierba verde. Había una hondonada en el centro y un pequeño lago. ¿Dónde demonios estaba? O sea, en qué parte del mundo. El paisaje dejaba claro que estaba en... En... Espera, ¿aquello era el cráter de un volcán?

 

Me acerqué a las personas que había allí y me alegró ver caras conocidas. Algunas eran de la Orden, todavía tenía recuerdos de compañeros, y una fue más que conocida.

 

- ¡Cye! Qué bien que estés también aquí - abracé a mi cuñada y entonces, una mujer empezó a hablar.

 

¿Era Athena? Sí, efectivamente. ¡Guau! Cuánto tiempo hacía que no la veía. Al parecer era ella la que nos iba a guiar en las clases. Vamos, que era la profesora. Pasó rápidamente a las presentaciones, deseando que fueran breves, así que, cómo yo también quería ir al grano y no dilatar aquellas cortesías, comenté en voz alta:

 

- Adrian Wild, Dumbledore de nacimiento y Potter Black adoptivo.

 

Sentí la tierra mojada bajo mis pies y aquello me llenó de energía. A lo lejos vi un moai. Vale, estábamos en la isla de Pascua. Al final me alegraba de no haber llevado zapatos.

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✤ Viajero de la noche ✤

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"Este objeto te llevará a tu destino”…

 

Aquella leyenda estaba tatuada en el objeto, no era adepta a los acertijos y menos a quebrarse la cabeza con cosas como esa. Ya tenía suficiente con la habilidad de Nigromancia, aquello sí que le agotaba mentalmente de una forma poco común para ella, aunque al fin y a la cabo seductoramente atractiva para sus planes. El libro de la fortaleza era un elemento más a su larga lista de objetivos, aprender lo que este le otorgaba, no era algo que se pudiera echar en saco roto y menos desperdiciar la oportunidad de usar todo eso a favor o en contra de sus compañeros de clase.

 

Para varia le tocaba con un grupo de Fenixianos, no podía tener mejor suerte que esa. Sí que se la iba a pasar de lo mejor, lanzando uno que otro hechizo en contra de ellos, porque jamás los usaría para defenderlos, aunque la Universidad se empecinará en fomentar el compañerismo y todos esos cánones que ya se sabía de memoria. Las únicas personas por las que se entregaría a los brazos de la muerte, serían sus compañeros de bando y eso sin pensárselo dos veces─A cargar con todo el pack que nos ha otorgado tremendo libro…─colocándose su capa de viaje sobre los hombros cubrió a la perfección su indumentaria completamente negra, jeans y un corsé que dejaba poco a la imaginacio.

 

No necesitaba una mochila, solo no olvidar el objeto ese y perderse antes de llegar a su destino. Desapareciendo en medio de una estela verdosa dejaba detrás de ella su cómoda oficina en la Mansión Malfoy, no daría a conocer su bando o los ideales que defendía, aunque poco le importaba que le acusarán de algo o le tacharán de ser un ser puramente malvado y sin piedad. Le gustaban las islas, recorrer mapas que contenían le ubicación de cada una de ellas e indagar sobre el tipo de fauna y flora que habitaba en ellas, evitando pasar por alto si era habitada por muggles o magos.

 

Un clima cálido en exceso, le daba la bienvenida, diversa vegetación de extendía por todo el terreno. Enormes palmeras escondían entre sus ramas una que otra ave exótica, rugidos emitidos por feroces fauces llamaron su atención, adentrándose en ese paraje paradisiaco avanzaba con paso seguro y sin perder de vista todo lo que le rodeaba, no era mala idea hacerse con un felino que le defendiera y atacará a sus enemigos, aunque en ese momento, no tenia del todo claro quienes lo eran del todo. Empero, no se arriesgaría en lo más mínimo─Ahí estás…─topándose con un imponente puma, no dudo en pensar con fuerza.

 

─Orbis Bestiarum─rodeando con un anillo dorado el cuello del felino, le hizo quedar bajo sus órdenes, ya fueran defensivas u ofensivas. Sabría cuando usarlo y como emplear los dientecitos que este poseía, además de las garras que eran capaces de destrozar cualquier cosa viva o que deseará escapar de su agarre feroz─Malfoy…─siseó tras llegar al sitio donde estaba su profesora, no necesitaba dar su nombre de pila. Simplemente le bastaba con soltar su apellido para darse a conocer y si deseaban saber más de ella, ya buscarían el modo de hacerse con dicha información. Colocándose cada uno de los amuletos y anillos que el libro le otorgaba, ya estaba lista para comenzar con esa peculiar aventura.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El sello de la universidad era inconfundible. Ya había olvidado que alguna vez me había inscrito, pero el papelito me lo recordaba ahora.

 

Tenía la sensación que en esa clase todo iría o muy bien o muy mal, sin puntos medios, esto porque mi ánimo oscilaba precisamente entre ambos polos, incapaz de estabilizarse. La revelación en el Atrio de mi condición de miembro de la Orden del fénix, había provocado que pasara largas horas encerrada en mi habitación del Castillo Evans McGonagall dedicándome a recordar.

 

Y esa excesiva nostalgia nunca me hacía bien

 

De cualquier forma quizá ir a esa clase ayudaría a despejar mi mente. Me puse de pie y tras unas cuantas vueltas, conseguí dar con la gaveta en donde había dejado el Libro de la Fortaleza y todas las chucherías que lo acompañaban. No tenía claro si debía ponérmelas todas pero asumí que así tenía que hacer. Media hora más tarde, contemplaba mi figura en el espejo, y me sentía una clase de hippie sesentera con el cabello revuelto, la blusa y pantalones sueltos, las sandalias atadas con una delgada cinta y toda esa pesada joyería encima. Remataba el look un morral donde guardaba mi varita, el libro, y unos cuantos viales de pociones.

 

Volví a echar una mirada al escueto recado y entonces noté que también un objeto había llegado junto a él. Parecía alguna clase de roca volcánica y la tomé descuidadamente, solo para notar al instante que hacerlo había sido un error. El gancho a la altura del estómago me indicó que no era más que un traslador, por lo que cerré los ojos y me dejé llevar.

 

Aterricé mareada y de rodillas sobre el suelo. Al volver a abrir los ojos, mientras ignoraba el palpitar de las sienes, noté que había dejado atrás todo rastro de Inglaterra. Aterrada, me incorporé y caminé intentando reconocer algo o alguien en el lugar. No me llevó mucho tiempo por suerte dar con el grupo, y me sorprendió ver que la instructora sería una Stark que conocía: Athena.

 

Entre mis compañeros asomaron varios otros rostros conocidos: la dulce Cye, Catherine y su maligno hermano Richard, Adrian a quien le había perdido la pista hace meses, y finalmente Juv, con quien en una ocasión había llevado una misión ministerial. Todos habían hecho ya su presentación (más corta o más larga) así que era mi turno ahora.

 

- Mi nombre es Bel Evans, un placer

 

Traté de observar directamente a Athena pero la vista se me iba contemplando al Puma que la estirada tipa (Juv) tenía a su lado ¿quién carajos traía un puma a una isla tropical como aquella? , era inconcebible, pero ciertamente podía tener lógica dentro de las ridiculeces que los magos sangre limpia tenían, y en donde no existía consideración alguna por el animal.

 

Aunque si por alguna fauna tuviera que preocuparme tenía que ser por el grupillo de aves blancas de cola roja que no dejaban de chillar de forma estruendosa. Algo impensable de imaginar en una superficie como esa, la cima de un volcán, pero allí andaban las impertinentes posadas sobre las asombrosas figuras talladas (los moais) que recordaba haber visto alguna vez en un libro muggle.

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—Seré algo así como la instructora, sí. —No estaba muy segura que ese fuera el término correcto para designar el tipo de ayuda que les daría, pero a falta de uno más acorde, era el único que se le ocurría. De todas maneras esperaba que se refirieran a ella solo por su nombre.— Ya que todos nos "conocemos" un poco procederé a explicarles un poquito qué es lo que sucederá aquí.

 

La Isla era un lugar místico para dejar fluir la magia, aunque claro los lugareños y visitantes no eran más que muggles. Claro que los Rapanuis eran fieles creyentes del mana, así le llamaban allí. Era por eso que el lugar figuraba como uno más acorde para sentir como la fuerza afloraba, un sitio en el que podrían conectar mejor con el Libro, a su juicio, también al de los Guerreros Uzzas, que atentos seguirían la clase para juzgar quienes eran aptos de obtener sus secretos.

 

—Pueden considerarlas pruebas, o una simple pequeña aventura, pero visitaremos algunos lugares en donde podrán hacer uso de los amuletos o los anillos que espero lleven colgados al cuello y puesto en los dedos y no de adorno en los bolsos o mochilas. Estoy segura que habrán intentado hacer uso de algunos hechizos antes de tomar la clase, y quizás alguno haya resultado más o menos decentemente.

 

Eso era exactamente lo que había sucedido en su caso antes de cursar el Libro. Claro que no con buenos resultados, a todos les sucedía.

 

—Lo primero será obtener un poco de ayuda, y nada mejor que una criatura para ello. Créanme que la necesitarán. —Se dirigió al borde del volcán para mirar hacia abajo.— Este es el Rano Raraku, un volcán apagado, así que no debemos preocuparnos por algún desastre natural. Allá abajo encontrarán un grupo de algunos seres mágicos. Deberán domarlos para que les ayuden en la siguiente parte. Ojo, porque pueden encontrar algunos obstác.ulos en el camino.

 

Los hipogrifos estaban a sus anchas en el interior del cráter, así que con el hechizo Orbis Bestiarum podrían dominarlos, pero siempre requería un trabajo extra el conseguirlo. No era como hacerlo con animales comunes y corrientes. A su juicio quedaba cómo lo conseguirían. Aunque claro tampoco podía ser tan fácil pues el lugar contaba con algunas otras especie de plagas que podrían impedir el paso. Billywings, Doxys, Dugbog o Pogrebin.

 

—Cuando estén listos los espero en el acantilado de allá, junto a su compañero.— Señaló el sitio unos 40 metros en dirección al mar.

 

Ella ya contaba con su hipogrifo, pero por supuesto no lo enseñaba, pues era algo así como el elemento sorpresa. A estas alturas, ya todos sabían como actuar frente a uno si es que no lograban dominar el hechizo de primera cuenta. Siempre podían conseguirlo durante el resto del día. No esperaba que todo saliera a las mil maravillas con el grupo, pero si así era, mejor.

 

Los observó marcharse por bastante tiempo. Desde aquel punto podía ver lo que hacían antes de dirigirse al sitio de encuentro pre-anunciado.

 

Esperaba que abrieran el Libro en algún momento para también saber como repeler las plagas, si es que les salían al paso. Porque los anillos no estaban solo de adorno, o de regalo por la compra en el Magic Mall.

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El anillo de la amistad con las bestias, sí que le seria de ayuda a la Malfoy. La explicación dada por la profesora, no había disipado del todo sus dudas, a decir verdad, pero le tocaba a ella obtener las respuestas que tanto anhelaba. Ella no consideraba aquella clase como una aventura en lo más mínimo, ya que había aprendido a diferenciar entre un rato de esparcimiento, una aventura y una misión. Empero, no tenía por qué aguarse los momentos a menos que se presentaran en su camino, aquello no empañaría su objetivo en lo más mínimo─Me toca ir en busca de una mascota improvisada…─entornando sus ojos hacia la bestia que había controlado momentos antes, le hizo entender gracias al anillo que portaba que era libre del poder ejercido por la rubia sobre ella.

 

─Fuiste una buena compañía…─elevando su mano le indicó el camino a seguir─Ya nos veremos en otro momento…─enfocando su atención en el cráter del volcán, se sintió tentada a verlo activo, lastimosamente para ella no era posible y eso le complicaba la idea que traviesamente le había surcado la mente con un dejo de malicia que no pudo esconder y fue revelado por la sonrisita irónica que se plasmará en sus labios. Ya buscaría la forma de ponerle sal y pimienta al asunto, no se quedaría enfrascada en una clase lineal y monótona─Vayamos pues…─usando el poder que tenía el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, evitaba de esa forma comunicarles a sus compañeros lo que se traía entre manos.

 

Trabajaría sola de momento, no creía conveniente entablar alianzas con seres que poco conocía y al final terminarían por convertirse en un lastre innecesario para la rubia. Eso siempre sucedía afloraba en ella la suficiencia y arrogancia que le caracterizaba a todas luces, empleando la magia de otro de sus anillos se atrevió a escuchar todo lo que le rodeaba con el anillo de la escucha. Curiosa la forma en que se comunicaba esa isla, contrastado con los elementos que flotaban en el aire─El mana, sí que es curioso e intrigante…─entrecerrando sus ojos intentaba captar la energía de Athena, pillar el sitio por donde había colado sus pasos para no perderse en medio de esa maraña de palmeras y diversa vegetación.

 

Un grupo de Doxys le sorprendieron sin esperarlo siquiera, complicándole atravesar esa senda rocosa. Solo le faltaba que un dragón le escupiera fuego o un Aethonan le jugará una mala pasada- Orbis Bestiarum…─pensando aquel conjuro hizo aparecer un aro dorado en el cuello de un Hipogrifo que no percibió su presencia, reforzando su dominio sobre este utilizó el anillo de amistad con las bestias─Necesito de tus alas y no podés negarte…─acercándose al ser alado depositaba una palmada en su lomo. Contaba con un buen aliado y le sería más sencillo dar con la ubicación de Athena, no sin antes librarse de esas molestas criaturitas. Ideando un plan rápido, podría escapar si le ordenaba al hipogrifo volar o lanzarles unos cuantos picotazos, sopesando ambas posibilidades optó por la segunda sin pensárselo dos veces─La cena esta lista…─bromeando se aferró al lomo de su nuevo compañero de andanzas.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Para su suerte no había olvidado el contenido de la misiva que le había llegado días atrás. Era de suma importancia si deseaba crecer en la sociedad mágica y obtener poder, no por ambición, sino para defender sus ideales de forma eficiente. Cada quien tenía su propio objetivo y no consideraba el suyo inapropiado. Se preguntaba cuáles eran las razones del resto de los ciudadanos y, dudaba que en esa clase pudiera descubrir cuáles eran los de sus compañeros.


La iluminación era estupenda, le permitía observar los objetos de su alrededor en tonalidades más claras y le transmitía energías. Era la mejor manera de comenzar esa jornada que y, según imaginaba, estaría repleta de magia y emoción. Existían muchas formas para calificar una clase de la Universidad Mágica pero creía que aquello era lo que resaltaba en esos instantes. Tenía esperanzas que en esa ocasión podía superar esa etapa, pasando todas las barreras que se interponían utilizando toda la información que ofrecía el Libro de la Fortaleza.


Guardó el libro y los artículos adicionales que vinieron con éste, dentro de un pequeño bolso. Lo utilizaría cuando creyera que fuera necesario para evitar hacer el menor daño posible; aún no conocía por completo la capacidad mágica que ellos contenían. Si bien, los había probado meses atrás, pero había pasado tiempo y no se arriesgaría. Aunque los tomaría de a uno para admirarlo de cerca y verificar que estuvieran en buenas condiciones.


— Todo en orden —murmuró la bruja para sí misma, pero lo suficiente alto para que quienes estuvieran a su alrededor la escucharan.


Su voz era quebradiza y denotaba cierto nerviosismo de su parte. Debía mantener una postura pacífica y mantenerse positiva, de esa forma realizaría con eficacia su labor. Inhaló profundamente para llevar a sus pulmones la mayor cantidad de aire y luego exhaló, expulsando todo y liberándose de las tensiones. Luego supo que era hora de dirigirse hacia el sitio donde la esperaban. Dirigió su mano hacía el sobre que estaba sobre su escritorio con la intención de recogerla, pero antes de cumplir su propósito, la voz de su compañera resonó en la habitación.


— No creo que sea necesario —respondió la bruja haciendo alusión al aspecto que tendría en esa ocasión. Su elfina solía preocuparse por su peinada, pero Sherlyn insistía que no era importante puesto que estaría en constante movimiento. Había optado por recogérselo para disminuir la sensación de calor que el clima le producía y, también, utilizaría uno de sus vestidos que reservaba para esas fechas, de seda y de un suave color celeste. Le parecía perfecto, de esa forma no llevaba mucho equipaje.


Los minutos corrían a pasos agigantados, o eso le había parecido a la bruja al ver su reloj por segunda vez. Se hacía tarde y debía llegar a tiempo. La carta volvió a ser su centro de atención, al igual que el translador, al cual lo recogió lo más pronto posible. Creía que estaba lista y en condiciones, esperaba sentirse de esa manera una vez en ese lugar. Cerró sus ojos para evitar que el traslado hacía el sitio le produjera náuseas y los abrió una vez que sintió que sus pies estaban sobre el suelo.


* * * * *



Como había previsto, había llegado tarde, las presentaciones habían concluido y Athena estaba indicando las instrucciones. Era una grata sorpresa, sin lugar a dudas, pero se limitó a hablar; necesitaba ponerse al tanto de las circunstancias. Sin embargo, el ambiente le había llamado la atención, ya que no parecía ser una superficie volcánica. El césped abundaba a su alrededor y las rocas lo contrastaban con sus tonalidades oscuras, al menos desde su perspectiva.


Había caras conocidas, la presencia de Cye le producía tranquilidad, aunque la de otros le inquietaba un poco. Trataría de mantener la calma. Se aproximó hacía donde estaban reunidos para escuchar con más claridad y entender las consignas. Quería utilizar los objetos de la mejor manera, por lo que se detuvo unos instantes para consultar cuál sería el ideal.

 

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Durante algunos días después de charlar con la duquesa del retrato estuvo extremadamente enferma, apenas se movió para nada fuera de su habitación en la Evans McGonagall excepto para volver a encender el gramófono con la varita y escuchar una, otra y otra vez "Suddenly it's spring".

Sin embargo, cuidándose de las corrientes de aire y de analizar cada palabra de la historia hasta leer entre líneas se restableció, e hizo un tercer intento para tomar la carta de la Universidad Mágica. Se pasó la mayor parte del día examinando su ropero, ojeando en el interior sin ver; decidiéndose al final —podría decirse por azar— por la capa de viaje más arrugada color tierra que pudo. La abrochó por la cintura sin darse cuenta siquiera que continuaba con el camisón blanco que le llegaba hasta las rodillas. A los lados tenía bolsillos mágicos donde guardaba el libro, los amuletos y los anillos.

«Unas cuantas horas» pensó, observando el traslador e imaginando la aventura que aguardaba. Sin meditar más pues sospechaba que se arrepentiría, tomó el objeto entre los dedos y fue trasladada a la cima del Rano Raraku, un lugar pintado de verde y negro, en contraste con el cielo celeste salpicado de nubes. Hacia abajo borrosamente divisó Moais que le llamaron la atención. Si hubiese tenido más energía quizás planearía escaparse para observar aquellas enormes creaciones más de cerca.

No había llegado tarde, hasta podía asegurar que en situaciones como tal todos llegaban sincronizados. Escuchó a Athena impartir la introducción y proseguir con las presentaciones.

Binny Evans, es grato reunirme con ustedes —hizo una reverencia pesada y cansina. Las caras de los demás le eran familiares, por suerte. Mientras la instrucción continuaba y Athena explicaba más detalles sobre el libros, los amuletos y los anillos tuvo que colocarse los objetos dejándose llevar. No le agradaban los accesorios exagerados y en efecto eso eran.

Conforme se decía había un crater muchos metros abajo que Binny pudo distinguir pese a la distancia. Ahora que sabía lo que debía hacer quedó con los ojos puestos en el fondo. Notó como Juve tomaba la delantera, con aquel aura mal humorada que siempre cargaba. Y en contraste, muy cerca, Sherlyn que era el encanto hecha persona. También estaban Bel, Catherine, Richard, Cye, Adrian a quienes esperaba no incomodar con su aspecto decadente de quien acababa de levantarse de la cama luego de una larga temporada de enfermedad.

 

Sonrió de lado— ¿Quién será el siguiente? —bromeó, aunque demacrada, mirando al grupo.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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