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Videncia


Sajag
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Ay, el momento que muchos estaban esperando. Y con muchos me refiero a Orión solo.

 

Creo que, para entender un poco la historia de nuestro grandulón y su relación con la habilidad, hay que hacer un poco de backstory. Uh, ya siento las quejas en el fondo. Tranquilo lector, prometo ser corto y preciso.

 

Él era el único dentro de la Marca que manejaba el arte de la adivinación en todas sus variantes: quiromancia, cristalomancia, taseomancia, priomancia, y muchas otras mancias. Te tiraba las runas, las cartas e incluso te interpretaba los cielos nocturnos. Un capo. Y como era tan capo, era obvio que de alguna manera iba a conquistar a Gatiux ¿ha visto? Un par de lecturas, muchas certezas y actividades ilícitas románticas. Las flexiones de brazos ayudaron también.

 

Como el clarividente del bando tenía un rol especial. Y no, no era tener un puestito de madera en la Fortaleza para resolver problemas de parejas o mejorar la suerte individual. Aconsejaba y lideraba las batallas.

 

Pero de un día para el otro, no vio más. Tenía la expertise, pero no la Visión. Sí, con V mayúscula y en negrita, itálica y subrayado.

 

Y estaba todo bien. Tenía su familia. Aplicaba su anarquismo en su puesto ministerial. Enseñaba Runas en la misma institución.

 

Hasta que vio que tenía que hablar con el gordito.

 

Toc-Toc.

 

Era gracioso. La última vez que buscaba al Arcano de Videncia, terminó en la cabaña de Suluk, como si su espíritu animal lo hubiese guiado, aún con todos los sentidos. Y ahora había llegado sin problemas con una venda en sus ojos.

 

Estaba ciego.

 

Y le preocupaba.

 

Era un poco más alto que la puerta de madera. Golpeó de nuevo con los nudillos y se apoyó de lado sobre la puerta ensuciando su camisa blanca. Acercó su cara al punto que la barba cobriza tocaba la madera.

 

- ¿Sajag? Mi nombre es Orión. Creo que nos hemos visto alguna vez. Necesito su ayuda… Traje té. Gané una vez un concurso de San Valentín con este blend, seguro le gusta.

 

Levantó la bolsita que llevaba en la izquierda, como si el Arcano la pudiera ver. En la otra llevaba un bastón que usaba para guiarse. Su voz rozaba el nerviosismo. Sabía que estaba hablando con la persona correcta, sin embargo, no encontraba ninguna solución aparente. Había intentado meditar, invocado el Cantar de Eleboro inclusive. Pero nada.

 

A ver, que él sabía perfectamente que había una relación. No hacía falta ser graduado de Hogwarts para entender que una ceguera, en una persona antes vidente, estaba relacionado con la habilidad. Supuso que era momento de abrir su tercer ojo. Abrirlo a golpes, tal vez.

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Tal vez la sola mención del té hubiera bastado para que la puerta se abriera y Sajag permitiera el acceso a su casa a aquel muchacho. Un hombre adulto, sí, pero un niño visto desde los ojos del Arcano, alguien que tenía el mundo en sus manos pero que aún tenía mucho que aprender. Sajag había visto a una persona de carácter con gran capacidad de adaptación, de ideas claras y, sin embargo, muy lejos de conseguir todo lo que quería.

 

La mención del té era tentadora. Todos los videntes que habían entrado para despertar su habilidad innata, lo hacían con las manos vacías. Que él trajera té, precisamente la variedad de té que le encantaba, era interesante. Que viniera con un bastón de ciego... sorprendente...

 

El Arcano no se levantó del bajo taburete tosco de madera en el que estaba sentado. Ya hacía años que su cuerpo orondo no era del todo manejable y sentarse en el suelo para tocar el sitar le costaba. Lo pagaba por las noches en que cierto dolor de articulaciones le impedía dormir. Sajag ya no era aquel jovencillo que aprendió a manejar la Habilidad de manos de su maestro, el anterior Arcano de la Videncia. Cada día usaba más la magia para paliar los efectos del tiempo. No en vano superaba los cien años, aunque no los aparentara en su actual forma física...

 

Ignorando los golpes en la puerta, arrancó una corta melodía, rasgando notas en las cuerdas de aquel instrumento musical. Cada una de ellas arrancaba una emoción distinta con las que Sajag gustaba de experimentar. El último sonido, una pulsación desgarradora que perduraba en el aire, le hizo levantar la cabeza y, sin mirar, contestó en voz alta, mientras la nota aún vibraba en el aire.

 

- Puede entrar, Sr. Orión. Me encantará esa mezcla de hierbas que trae. ¿Puede preparar dos tazas, por favor? La tetera está preparada encima de la mesita. La del tapete rojo con borlas blancas. Espero que no encuentre la decoración demasiado extraña... No soy del país, como supongo sabe, y me rodeo de pequeños detalles que me recuerdan mi país natal.

 

Por supuesto, Sajag sabía de la ceguera emocional del muchacho, nada con lo que no pudiera lidiar... A su manera...

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Orión se sintió todo fuzzy inside cuando escuchó la música. Contrariamente, la última nota le dio un escalofrío.

 

Sabía que había tipos de respuesta como tantas personas existían en el mundo. No le bastó más con el “puede entrar, Sr. Orión” para que posara su mano en el picaporte y lo abriera lentamente.

 

Había entrado con cuidado, tanteando un poco el espacio que tenía frente.

 

- Me encantará esa mezcla de hierbas que trae. ¿Puede preparar dos tazas, por favor? La tetera está preparada encima de la mesita. La del tapete rojo con borlas blancas. Espero que no encuentre la decoración demasiado extraña. No soy del país, como supongo sabe, y me rodeo de pequeños detalles que me recuerdan mi país natal.

 

Las palabras en negrita resonaron más en su cabeza. Le sonrió. Estaba a punto de clarificar su condición, pero sus palabras quedaron en nada. Orión sabía que Sajag sabía que él estaba ciego.

 

Si fuera vidente, podría verlo todo sin problemas, claro. Y sí, tenía la intención.

 

Pero existía algo pequeñísimo dentro de él. Sabía que el camino de “querer ver y, luego ver” no iba a servir para él. Ya fue vidente. Sabía cómo interpretar las visiones. Entendía que el pasado, el presente y el futuro no eran más que meras construcciones sociales y que en realidad todo se podía mezclar. Memorias del futuro influyen en el pasado. Entendía que las líneas de una mano o una consulta de runas era una interpretación global sobre la experiencia del vidente y el conocimiento hermenéutico y, a la vez, contextual.

 

Como escritor tengo mis dudas y teorías de por qué llegamos a esta situación con el pobre Yaxley. Pero, no puedo evitar preguntarme a la vez, ¿realmente había un problema?

 

- Y, ¿cómo está hoy? Estamos teniendo un invierno un poco duro, a mi parecer. No tiene problemas que me saque las botas ¿verdad? Estoy más cómodo así.

 

¡Paf-paf!

 

Sus pies descalzos tocaron la fría madera. Tanteó un poco más sus cercanías. Buscaba la superficie suave del tapete. Se movía con cautela. Tampoco tenía vergüenza de tardar lo necesario. Había mucho por hablar.

 

Suspiró cuando por fin sintió la suavidad de las borlas blancas. Luego, un olor a sangre lo descolocó. Fue fugaz. No le prestó mucha atención. Extendió la mano para sentir la mesa. Un gusto a tabaco inundó su boca. Al igual que lo anterior, fue solo un ratito.

 

- Me hubiese gustado verlo en otras circunstancias. Pero, ¿para qué lamentarse? Fui vidente ¿sabía? –obviamente Sajag sabía-. Hace mucho perdí el tercer ojo y hará algún tiempo, dejé de ver lo material. Si no hubiese sido porque Trasto, el cancerbero de Gatiux, no fuese tan mal perro guía, habría llegado antes.

 

Giró (para el lado contrario a Sajag) y sonrió. Estaba preparando el té mientras iba hablando. Era metódico. Lo había hecho muchas veces y la expresión “hacerlo con los ojos cerrados” era más fácil decirla que hacerla. Cada paso que daba, se preocupaba de tantearlo todo. Saborear las superficies lisas del juego de té. Palpar los olores ricos del rooibos y el chocolate. Escuchar la profundidad del whisky remojaba el preparado.

 

- Y creo que era momento de hablar. Tengo muchas dudas, pero ¿sabe? Hoy me levanté con las manos, al revés. Así que empezaré con las certezas.

 

Soltó un leve quejido cuando se quemó con la tetera de agua. Su “vista gris” se tiñó de naranja-rojizo. Pasó el agua a punto de hervir a la tetera con el preparado. Había que dejarlo estar unos minutos. Tanteó el borde de la mesa y se giró.

 

- La primera, no poder ver tiene que ver con mi videncia. La segunda, que más que aprender, siento que tengo que desaprenderQuitarme estructuras que no me sirven. La tercera, buff… no tengo una tercera, la certeza es que no tengo más certezas.

 

Algo lo llevó a mirar su antebrazo. Donde estaba su marca. No estaba más. ¿De qué estaba hablando? Eso ya no existía más. Al menos ya no para él... Empezó a verter el té oscuro en las tazas. Rebalsó la primera; se dio cuenta cuando el líquido cayó en sus pies desnudos. Tuvo más cuidado con la segunda. Se quitó la camisa dentro del pantalón y con el borde secó el té.

 

- ¿Dónde lo prefiere tomar? -terminó, con las tazas en ambos brazos y el bastón bajo uno de ellos.

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Sajag no se volvió al sentir los pasos cautelosos del muchacho. Ciertamente, podía verlo perfectamente sin girarse, por algo era el gran Arcano de Videncia. Y también porque en el fondo de aquella sala que él usaba como dormitorio-aglomerador de conocimientos en pergaminos más cuadernos de anotaciones de visiones, estaba el espejo de pie enmarcado en madera de sándalo, con grabados modernistas, que usaba cuando enseñaba las reglas de la Catoptromancia.

 

Le vio avanzar con cuidado y consiguió que soltara una sonrisita al ver que se quitaba las botas.

 

- No, claro... Siempre que recuerde llevárselas cuando se vayas... Yo uso sandalias.

 

El Arcano seguía tocando notas armónicas pero en un tono sordo para que creara ambiente sin molestar en el diálogo entre ambos. El Sitar era un elemento muy espiritual que ayudaba a relajar las trabas emocionales de quien escuchaba, aunque no lo percibiera.

 

- Llevo mucho tiempo sin salir. El frío me aterra así que el invierno no es mi estación preferida. - El Arcano encontraba divertido esa manía de los occidentales de hablar del tiempo cuando no sabían como empezar una conversación. Menos mal que él no tenía nunca problemas para hablar. - ¿Fue vidente? ¿Quiere decir que ya no lo es?

 

Como la conversación se volvía interesante y a Sagaj le encantaba filosofar sobre la Habilidad de la Videncia, estiró las piernas y dejó el instrumento musical sobre sus rodillas, rozando con cuidado la madera trabajada por maestros hindúes que llevaban siglos fallecidos. La insoportable levedad del ser humano era algo que siempre le había atraído y, ahora, que su fin se acercaba, lo pensaba más a menudo de lo que debiera.

 

- ¿Por qué cree que lo perdió? ¿Cómo cree que surgió su tercer ojo? ¿Lo tenía, lo encontró, se le cayó de improviso un día que llovía...? - A Sajag le gustaba mucho más hacer pensar que explicar, por aburrido. - ¿Atribuye su ceguera a la pérdida de su Ojo Interior? ¿Qué cree que le sobra para tener que desaprender? Póngame algún ejemplo de Visión que tuvo en el pasado y la influencia que pudo ejercer en su entorno... Y aquí, tráigame el té aquí, por favor. Me cuesta levantarme de este taburete tan bajito.

 

Dejó de lanzar tantas preguntas; reconocía que era un abusivo preguntón. Pero no duró mucho en silencio, divertido con el gesto de sacarse la camisa para limpiar el desaguisado que estaba cometiendo.

 

- ¿Acabará desnudo del todo al acabar el día, señor Orión? Y ya por último... ¿Qué es eso que ha perdido en su brazo y que mira con insistencia, no ahora sino desde hace rato...? ¿Cree que las pérdidas le producen algún conflicto consigo mismo?

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Nunca había escuchado alguien tocando el sitar. Acompañaba y no podía ser más pertinente.

 

Sonrió un nostálgico. Pero de una forma rara.

 

Verán, Orión nunca pudo hablar con alguien sobre todo lo que le sucedía con la videncia. No conocía a ningún otro con el que pudiera sentirse identificado. Justamente, esa pequeña conversación amena, con el reconocimiento del otro y el interés que tenía Sajag sobre lo ponían así. Era una nostalgia de algo que nunca le había pasado. Experiencias personales que no tuvo pero que de alguna manera podía ubicarlas en un pasado remoto. Como si su pasado no fuera solamente la cadena de hechos y memorias, sino algo más.

 

Las preguntabas entraban al ritmo de la música. Iba con cuidado pisando hasta que con las puntas de los dedos del pie tocó un taburete frente a Sajag. Se inclinó para dejarle una de las tazas y con cuidado se sentó él. Le dio un primer trago al té y encontró una suerte de paz. Suspiró satisfecho. Se quedó “mirando” la bebida oscura mientras pensaba un poco.

 

- Siento que le puedo ser honesto. ¿Sabe? Llevo mucho tiempo buscando a alguien que me pueda entender… Sólo un poquito.

 

Soltó una risita desde la garganta.

 

- Estoy sonando demasiado cursi. Ya. A ver.

 

Dio un trago un poco más largo, tomando la taza desde arriba y la dejó a un lado, como apurándose para hablar.

 

- Sí, fui Vidente y ya no fui más. Creo que nací con el tercer ojo. La primera visión que tuve fue cuando era pequeño, no la recuerdo bien, creo que debía haber tenido cuatro años, o algo así. ¡Ja! Estaba llorando. Ahora que lo dice, lloraba mucho de pequeño…

 

Se puso colorado. Orión de chico era socialmente incómodo. Era un poco inútil y bastante tonto, a decir verdad. Le daba vergüenza a una gran familia de mortífagos con sus intentos de magia. Era mediocre y no resaltaba en nada cuando cursó Hogwarts.

 

- Bueno, bueno –negó con la cabeza- la cosa es que fue algo paulatino ¿me explico? Cuando era adolescente y conocía a alguien, le lloraba la muerte de su mascota por morir. O a veces salía con un paraguas en un día completamente despejado y llovía. Como que… nacían inconscientemente de mí. Luego comencé a estudiar.

 

Manoteó un poco buscando el té y volvió a tomar. Tenía una postura clara: sabía que la adivinación era la interpretación de códigos o patrones en objetos mágicos y no mágicos para determinar alguna situación, sabía que la clave de todo era ver desde lo general, teniendo en cuenta lo particular. A la vez, entendía a la Videncia como lo mismo, pero que nacía de uno; se necesitaba todavía la interpretación, pero la materia prima no era algo externo –aunque lo externo pudiera funcionar como disparador-, sino algo dentro de cada uno: el tercer ojo.

 

- Llegué a tener visiones constantemente. En mi comida del desayuno, en las cartas que escribía, en los baños que limpiaba. Muchas veces veía cosas que no entendía, pero que tenían sentido despúes. Por ejemplo, cuando estaba en mi segundo año de Hogwarts, dormí todo el invierno. Bueno –se rascó la nuca- ahora entiendo que era por mi animagia.

 

Se terminó el té.

 

- Entré a la organización de mi familia exclusivamente por mi videncia.

 

Su voz tenía un tono agridulce.

 

- Me usaban por eso y yo era feliz. Si había predicho la muerte del Ministro, podía ver más cosas. Luego llegaron las batallas. y sobrevivía gracias a ver más allá de lo que veían mis ojos. Miles de muertes quedaron en nada. Como también muertes de compañeros que… no pude evitar. Mi tercer ojo era un arma.

 

Se quedó pensativo. Estaba… entendiendo algo. Exteriorizar toda su historia a alguien hacía que viera más claro todo.

 

- Mis visiones fueron disminuyendo al mismo tiempo que las dejaba de necesitar. Y ahora que lo pienso –dejó un leve silencio- es como si mi ojo se iba cerrando paulatinamente. Llegó un día en el que me levanté y me di cuenta que no tenía ningún episodio.

 

Cruzó sus piernas. Sintió un leve escalofrío en el pecho: ¡la camisa! Maldijo por lo bajo y se la puso sin más. Estaba toda arrugada y con la mancha de té. Acomodándose, se dio cuenta que ya estaba ambientado en el lugar. Sentirse fuera de las islas inglesas también le era un poco liberador. Había un juego dialéctico entre aprender y desaprender bastante evidente. Cuando aprendes conocimiento, desaprendes ignorancia. Lo mismo al revés. Estaba seguro qué, si vivía luego de ese encuentro con Sajag, lo visitaría mucho.

 

- Me sentí ciego. Miré mis manos y no me reconocía. Fui corriendo al espejo y me miré. Mi cuerpo era diferente. Mi mente más conectada a la magia. El amor de mi vida durmiendo en la cama.

 

Ahora levantó la cabeza, recordando un poco sus años mozos. Ser un adulto cerca de los cuarenta le daba qué pensar a veces, si todo lo que hizo era la vida que había deseado. Por suerte, al final del día era un sí.

 

- Toda pérdida es un conflicto, Sajag. Y uno directamente proporcional a la importancia que se le da. La Videncia era lo que me hacía. Orión era Vidente antes que Black. Era Vidente antes de mortífago. La ausencia de tantas cosas en mi vida se llenó por un amor al tiempo y a las estrellas. Y entendí que, así como se cerró, algún día se abriría nuevamente. Y la dejé ir.

 

Y se sintió liviano por primera vez en muchísimo tiempo. Soltar era más que un verbo repetido por personas de clase social alta para sentirse “chic”. Era entender que la vida seguía. Y Orión lo supo cuando vio todo lo que había alcanzado sin aquello que lo hacía… él. Y tras un breve momento, quedó mirando para otro lado y entrecerró los ojos debajo de su banda.

 

- Cuando perdí la vista tuve una sucesión de visiones. Como el ver a mi sobrino adulto tal cual cuando tenía cuatro años. O la cocina donde me entraba como estaba en su etapa de gloria.

 

Volvió a mirar a Sajag.

 

- Creo ciegamente –no evitó reírse- que esto es producto de mi tercer ojo queriéndose abrir. He pasado tanto tiempo mirando con ellos –dijo, señalándose la venda- que mi conciencia, mi magia, mi cuerpo, anula las dos vistas.

 

Carraspeó.

 

- Me sobra estructura, Arcano. Me uní a la Marca Tenebrosa para buscar liberarme de todo lo me dominaba. Irónicamente terminé estructurado. En el brazo estaba mi marca, que ya no está más.

 

El tatuaje de su brazo había desaparecido justo al mismo tiempo que tuvo la ceguera. Había una relación clara del cese contundente del bando con su videncia. Como si desprenderse de esa estructura haya estallado la olla a presión. Significaba que muy en el fondo, la misma Marca, que tanto le había dado, le quitó a su vez una de sus cualidades más importantes.

 

- ¿Desnudo? Sólo si la situación lo amerita, claro. Sólo agradezco que me haya quedado ciego y no explotado.

 

Sonrió de lado.

 

- Puedo entender que el mal uso de la habilidad la haya contaminado. Como una conjuntivitis severa. Y que, a su vez, el bando haya sido el causante del cierre de mi tercer ojo. Sin embargo, siento que hay algo que me falta. Algo del pasado que sólo se puede entender en el futuro, o que se necesita sacar de su lugar topográfico para que tenga otro sentido.

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Había sido un poco desconsiderado al entablar una conversación con su ciego pupilo y no cogerle la taza inmediatamente mientras él ya había bebido casi toda el té que había preparado. El aroma era muy interesante, quasi embriagador para alguien que se dejara llevar por las sensaciones olfativas. Pero Sajag no era así. Sabía bien reconocer la embriaguez de los sentidos y no caía en ello. Casi nunca.

 

Tomó la taza y alabó la perseverancia de Orión. Otros, en su lugar, con los ojos sin vista, no se hubieran movido de la protección de su mansión. Él, sin embargo, estaba delante de él confesando que hacía tiempo que buscaba a alguien que le pudiera entender. Le escuchó. Porque él lo necesitaba, porque el té se enfriaba, porque le interesaba la explicación de lo que el Arcano ya sabía, eso era algo interesante siempre, el mismo hecho Visto de forma diferente según los labios que lo expresaban.

 

Le dejó hablar y sonrió. Sabía que él vería su sonrisa, de una manera u otra la vería. Se estaba abriendo, estaba soltando lastre, las piedras que le pesaban sobre la espalda, vaciando una mochila que había ido rellenando toda su vida. Y le gustó que lo hiciera. Terminó su taza y la depositó con cuidado aunque no pudo evitar el ruido de la loza con la madera, casi imperceptible. Seguro que no se le escapaba al muchacho. ¿Pero cómo lo percibiría? ¿Cómo el sonido distante de un ruido disimulado? ¿Cómo una imagen en su cerebro? ¿Cómo ondas móviles que se distorsionaban y se movían en líneas disfórmicas...?

 

- Su análisis es concienzudo y muy cercano a la realidad. Sabe que la ceguera que padece no se solucionará con esencia de hammamelis y arándanos aplicada en cada ojo, tres gotas al día... Es usted muy listo y sabe lo que le sucede. ¿Para qué me necesita? En realidad, casi lo tiene usted. Le aconsejaría la lectura de varios libros sobre "El Ojo Dormido o la siesta de la Videncia" o tal vez "MacFly y la riqueza del Modisto de los Sabios" pero creo que ahora no sabría aprovechar sus ideas. O tal vez sí. Estoy convencido que, a pesar de ser ciego, conseguiría leerlos.

 

Volvió a tomar el instrumento musical y acarició la madera. Después lo puso en las manos de Orión Yaxley.

 

- Tome. Inténtelo. Puede ver las notas rasgadas en él, intenté saborear la música que surge de sus dedos. Concéntrese en tocar notas disarmónicas y exprese en voz alta qué le sugiere emocionalmente esa música. Diga sólo lo que siente, no intente tocar una canción definida, sólo notas y recuerdos que le traen a su memoria. Vea con su mente todo lo que sus ojos no le dejan. Que todo fluya a través de sus dedos sobre las cuerdas del Sijar. Estoy seguro que puede ver la música.

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Sonrió a la par de Sajag. Como si dos viejos conocidos se hubiesen puesto al día luego de tanto tiempo sin hablar. Le sirvió como un respiro largo y tendido. Relajó los hombros. Un dolor en la lumbar se levantó levemente. Como si el peso que venía cargando hubiese sido nada más ni nada menos que una construcción que él mismo se hizo. Se acomodó un poco y enderezó la espalda.

 

El sonido de la taza había acompañado su cambio de postura. Como si una gota hubiese caído en su chakra de la corinilla y hubiese viajado a través de sus estantes energéticos hasta llegar a la base de la columna. Se sintió alineado, desde Mercurio hasta Plutón. Se sintió cansado físicamente, pero vigoroso en su mente.

 

Recibió el sitar con gusto. Nunca había aprendido a tocar un instrumento musical. Terminaba rompiéndolos por falta de delicadeza. Tuvo un escalofrío, no quería arruinarlo. Posó la base en su pie derecho descalzo y apoyo la muñeca sobre el borde de la caja. Rasgó primero una cuerda y soltó una risilla infantil. Pasó de usar la mano derecha solamente a incorporar la otra.

 

- Lo tengo. Al tercero. Lo tengo sucio. Con conjuntivitis. Rojo y con ganas de sanar. Y ahí viene el agua, y me lava y me limpia y estoy ahí finalmente.

 

Acompañaba con un movimiento rítmico a cada nota. Al principio eran erráticas pero certeras. Se dejaba llevar él mismo con el instrumento. Se sintió joven, con veinte años menos y abrió los ojos. Vio a Sajag como una borrosidad etérea de colores cálidos y toda la estancia comenzó a girar alrededor. Él seguía tocando, claro. No podía parar.

 

Las notas eran más cortantes, con un ritmo marcado. Fuerte. Punto. Nota. Cuerda.

 

Respiraba acompañando los dedos.

 

- Aléjate. Corre. No pares.

 

Su padre desaparecía. Sus maestros le escupían la cara. Sus pares no lo reconocían. Se marginaba solo, al final. Capaz era él mismo el que incitaba eso ¿no? Pero eso ya lo había pensado, ¿por qué volvían? Explotaba su varita. No podía hacer magia. Ni tenía fuerza para levantar una mesa. Sólo podía ver. ¿Cómo defenderse con solo ver?

 

- Más rápido, idi***.

 

Los dedos se movían con celeridad. Ya no era música, era ruido. Uno ensordecedor.

 

- Mira, míralo todo. Congélate antes tus miedos. No sientas placer, ten culpa. ¿Fuerza de voluntad? Para qué, te avergonzarás. Si ni siquiera tu madre te quiso, ¿quién podría? Miéntete, a nadie le importa. Te has desconectado bajo la ilusión que sabías. Vives estancado y no puedes volar.

 

Una cuerda se rompió. Ahí fue cuando lo golpeó devuelta.

 

Con Suluk había prendido que existían cosas de él que ni se llegaba a imaginar. Se redescubrió oso, con el amor y la protección que cargaban ese espíritu animal. Y quien sabe que tantas cosas más podía crear. Y un pico de ansiedad se disparó, ¿qué pasaba si conseguía la videncia? ¿Perdería ese sabor dulce del descubrimiento? No, no lo quería para él. Saberlo todo le daba miedo. Uno irracional.

 

Pero no estaba solo. Estaba con Sajag.

 

Y tenía razón, las respuestas las tenía él. ¿Por qué esa libertad de cambiar su aspecto, pero seguir siendo él? Como si las pieles fueran cambiantes. O esa fortaleza mental que le permitía discernir entre lo bueno y lo malo del exterior. Había hablado con las personalidades del más allá en sus séance, tenía contacto con la muerte. Esa fluidez en su garganta que a veces podía convertirse en veneno y otras en antídoto. Su conciencia líquida que podía ir y venir entre puentes mentales.

 

Respiró nuevamente. Tensó la cuerda rota y con la mano derecha la arregló con magia.

 

Volvió a tocar esta vez con más certeza de la misma incerteza. Con sus casi cuarenta, su vida no terminaba allí y la videncia no era nada sin su interpretación. Así, laas notas poco a poco iban teniendo coherencia.

 

- Ven Orión –se enfrentó a sus quince años. Se abrazó, como lo hizo en la prueba con Suluk con su animal.

 

Volvía a bajar el ritmo. La videncia no le iba a dar todas las respuestas como en su pasado. Porque él era diferente y tenía que entenderla de otra forma. Tocó la última nota. Se desató la banda de tela que tapaba sus ojos, unos grises.

 

- Lo necesito para esta nueva etapa, Sajag. Esto no queda acá. Me ha destapado muchísimas cosas que con el tiempo encontrarán su lugar. Y, aún con el tercer ojo, necesitaré seguir con las enseñanzas –se inclinó frente a él, enfatizando el pedido-. Entiendo que… necesito seguir limpiando mis chakras, he desbloqueado el de la coronilla, por Merlín ¿puede creer que hice todo al revés?

 

Este nuevo capítulo tenía el nombre de Sajag en todas partes. No existía mejor conocimiento que aquel construido en relación.

 

- ¿Será mi gurú?

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Sajag permaneció en silencio durante todo el tiempo que su pupilo se dedicó a tocar el instrumento musical. El Sitar era un recuerdo de familia y no lo dejaría por nada y por nadie en manos de un humano que lo rompiera. Sin embargo, el Arcano sabía que no iba a ser así, una de las desventajas de saber Todo antes de que sucediera. Tuvo que vencer sus recelos de dejar que un tercero tocara aquel recuerdo de una niñez ya muy lejana pero sabía que ya se lo había dejado, así que observó sus intentos y lo que surgía en su mente al rasgar las cuerdas.

 

Se levantó del suelo mientras el muchacho peleaba contra sí mismo mediante la música disonante que el instrumento emitía. Se acercó despacio a la ventana y vio... Con demasiada claridad... Todo lo que la música originaba en la mente del muchacho (y al revés, todo lo que él pensaba y arrancaba con la música) se reflejaba en el aire con aquella claridad de quien ve un reflejo en el espejo. Se detuvo leyendo aquellas imágenes casi etéreas, desgranando los pensamientos que volaban en imágenes des-coordinadas que se sucedían a una velocidad trepidante... Respingó al sentir el ruido de la cuerda al romperse y las imágenes desaparecieron.

 

Sajag no se dio la vuelta, sólo apretó los dientes en un gesto de dolor.

 

- ¿Lo entiende, verdad? - pronunció, al fin.

 

El muchacho había dado un paso más allá de su ceguera, había adquirido conciencia de lo que él era, de lo que suponía. Hasta que no le habló, el Arcano no se dio la vuelta y dejó la ventana a su espalda.

 

- Ver no es problema, interpretar es lo difícil de esta Habilidad; el problema moral que significa tener y comprender lo que uno ve... La Videncia no es un regalo, no es una ilusión, no es una suerte... Es casi una maldición con la que hay que convivir. Así que, ratifico, usted tiene ya todos los conocimientos aunque... , sí, empezó el camino por el final. A veces, desandar lo andado ayuda a entender el final del camino...

 

Admiraba al muchacho. Se ha de tener mucho temple para ser Vidente, entender lo que significa y avanzar, como él quería, a pesar de lo sufrido ya por la Habilidad. Se acercó a él y se preguntó si aceptaría un contacto físico. Con cuidado, acercó su frente a la suya y cerró los ojos.

 

- Seré tu guía pero tú despejarás el camino que ya tienes abierto. Caminaré a tu lado, si quieres seguir adelante.

 

Por supuesto que quería, ya se lo había dicho, pero el Arcano prefería que se lo repitiera para asegurar su total voluntad de seguir encontrándose consigo mismo. Con un movimiento de su mano derecha (hacía tiempo que había dejado el uso de su varita para casos muy concretos), su taburete de madera se movió hacia el centro de la sala, entre la ventana y la mesa de la bola de cristal, sobre una hermosa aunque raída alfombra, una vez rojiza con bordes dorados. El Arcano se sentó en él e invitó a Orión a sentarse enfrente, en el suelo o en una silla baja, según su deseo.

 

- Vamos a por esas chacras, entonces... Yo me siento aquí, pues mis rodillas no me mantienen tan bien como antes. Ponte cómodo... Espalda derecha, sonrisa en los labios, Ojo interior abierto... Lo estará, ya verás, no dudes eso... Cierra los ojos y piensa en un árbol del jardín. ¿Qué hay detrás del Ver y el Sentir el mundo que se sucede ante sus ramas? ¿Será más árbol por entender lo que ve, lo que sucede, atado a sus raíces? ¿Crees que debería levantarse y actuar o es su propia decisión el permanecer quieto ante lo que no puedo o no debe evitar?

 

El Arcano sabía que entendería a la primera la metáfora pero quería conocer su respuesta antes de preguntarle si se sentía preparado para avanzar por la prueba de vinculación.

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¡Cuánta razón tenía el Arcano!

 

La pregunta sobre lo que es el ente forma funciona como columna vertebral de la metafísica. Digo esto porque me gustaría dedicar un párrafo a la cuestión de la esencia. En las últimas partes de la relación Sajag-Orión vemos la cuestión del ser de Orión, de cómo la Videncia formó parte de lo que él era y en qué se transformó. Cómo es, entonces, ¿Qué una esencia se pueda modificar? Buf, vaya pregunta. La respuesta más directa es que, la misma esencia contiene su propia potencialidad de cambio.

 

Sintió el calor de Sajag y se relajó cuando escuchó su voz. Largó un tendido suspiro cuando escuchó la aceptación del Arcano.

 

Claramente ahora venía el trabajo más difícil. El accionar. El qué hacer luego de saber. Así, se movió un poco con cautela hacia donde le había indicado. Tanteó un poco la mesa hasta que sus dedos pasaron suavemente por la superficie de cristal. Sonrió de lado, nostálgico. Se había ubicado así, de igual manera, aunque en el suelo, frente al indio. Escuchó las indicaciones, volvió a acomodarse en su lugar, se relamió los labios y se concentró. Inspiró, estiró la espalda y sonrió un poco forzado.

 

Vio un árbol en un extenso jardín. Un nogal, en específico. De alguna manera podía sentir en sus dedos la rigidez de las ramas. Como si hubiera una relación de ida y vuelta con lo que tenía en frente. Pensó en las preguntas nuevamente y se encontró en un camino bifurcado. Por un lado, creía que había un destino inevitable y que, de alguna manera, todo iba a acomodarse como debía ser. Pero, por el otro, encontraba la simple idea de un destino que gobernaba al resto de alguna manera, inconcebible.

 

Meditó sobre el árbol.

 

- La esencia del árbol no le permite caminar. Crece. Extiende su ser a través del espacio y el tiempo. No acciona ante lo que no puede o debe evitar. Sin embargo, actúa en consecuencia. Si necesita sol, lo busca. Si necesita nutrientes, extiende las raíces. Detrás del Ver y el Sentir existe el ser. Sus raíces no son ataduras, más bien extensiones que le permiten crecer.

 

Claro, era una pregunta capciosa. Si bien, la habilidad se basaba en la habilidad de percibir cosas ajenas a la realidad inmediata, eso no quedaba ahí. La interpretación era un accionar después de todo. Era aportarle la otra mitad a los estímulos que interrumpían el alma, como diría San Agustín. Entonces, había un término medio. Siempre había un término medio. El péndulo podía ir y venir, pero de alguna manera llegaría a la mitad.

 

- Nuestro objetivo es expandirnos en la realidad que nos rodea. Inmediata, indirecta, la que fuera. La que es, en definitiva.

 

Orión empezó a usar la bola de cristal como amplificador de sus habilidades. Vapor se había formado cuando vio la copa del árbol. Los frutos, al fin y al cabo, son los resultados de las decisiones del mismo en plano acto de ser. Entrecerró los ojos…

 

¡Claro!

 

La esencia tenía dentro de sí misma, todas las posibilidades y caminos del ser. Como si de alguna manera encontrara en ella ya todos los caminos. Volver a la idea del péndulo estaba ligada a ese tire y afloje que se generaba naturalmente entre la existencia y su propia potencialidad.

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La sonrisa del muchacho sonó forzada. Sajag sabía, sin embargo, que no era porque no creyera en lo que él le decía sino porque sabía lo difícil que iba a resultar hacer aquel camino ahora que Sabía. Le pareció que le iba a costar más a llegar al conocimiento sobre la majestuosidad de un árbol omnipotente al pasar humano delante de él, de su grandeza, de su firmeza... Pero no. No debía extrañarle eso, Orión no tardó en expresar su reflexión, totalmente acertada, sobre la esencia de la Videncia.

 

- Bien, muchacho... Bien... Entonces... ¿Crees que tu Ojo Interior está abierto o que está cerrado ahora? ¿Quieres ver tu futuro? ¿Mi futuro? ¿El de la Humanidad...?

 

El Arcano estiró un poco las piernas y miró hacia la ventana. La luz no era tan fuerte, parece mentira que el Tiempo pase más deprisa y de forma inexorable mientras tú estás quieto. Hizo un leve movimiento de cabeza, escuchando lo que el cristal dejaba pasar al interior de la estancia.

 

- Un pájaro... Un augurey... Está cantando... A lo lejos, rumor de pasos. Un zumbido extraño y una letanía monocorde de campanas. ¿Te atreves a Ver lo que pasa sin mirar? ¿Te atreves a interpretar qué ha sucedido sin salir de la habitación?

 

Eran unas sencillas preguntas y de respuestas rápidas. Sabía que Orión lo haría casi sin pensar y, cuando lo hiciera, descubriría lo fácil que le resultaba volver a Ver sin exigirse retos. Las cosas, despacio, con humildad, con conocimiento, con el control innato de hacer lo correcto, fluían sin posibilidad de detenerlas. Sólo si las piensas y las fuerzas, se tuercen y enredan.

 

- Y cuando acabes, dime... ¿Querrás pasar la Prueba de Vinculación? ¿Te crees preparado para enfrentarte a la Puerta? No será peor que tu ceguera, estoy seguro que la encontrarás participativa y no reacio, como con la mayoría.

 

Sajag estaba convencido que el Portal le reconocería como un igual aún antes de que entrara, aunque eso no quitara de ponérselo difícil cuando estuviera dentro de él.

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