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Nigromancia


Báleyr
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El Arcano permanecía en silencio, sin dar ninguna señal de que había oído mis argumentos. Sin embargo, estaba muy segura de que desde su pose alejada y ausente, no perdía ni un sólo detalle de lo que ocurría en la mazmorra; aún me negaba a llamarle aula, a pesar de que el cadáver señalaba que ya habían empezado sus enseñanzas. ¿Habrían empezado de verdad o sólo era una prueba para saber si estábamos preparadas para conseguir esta Habilidad tan preciada?

 

Las palabras de Mistify Malfoy me hicieron fruncir el ceño.

 

-- ¡Oh, por los dioses! Eres una ignorante. El Alma existe en el Todo, no hay un órgano específico que contenga el alma de un ser vivo. Todo él es alma. Algunos sugieren que la cabeza es lo importante, porque consideran al cerebro como la gran fuente de conocimiento; otros creen que es el corazón, porque es quien mueve el cuerpo. Otros insinúan los riñones o el hígado... Pero el Alma está en todo el cuerpo. Otra cosa es por el orificio por el que puede ser devuelta a su cuerpo o por el que se le puede quitar. Ahí se discute mucho; la teoría que más me gusta de todo lo que he leído es que el alma sale por todos los poros del cuerpo, por todos y por cualquiera, aunque es más efectiva la boca, por su anchura y como forma más inmediata de introducir algo en el cuerpo pues llega a los pulmones y al corazón, al estómago... Sé que la celeridad es una de las normas para conseguir que el cuerpo vuelva a su interior sin perjuicio de quien era. Pero...

 

¿Estaba hablando demasiado? Al fin y al cabo, era una sacerdotisa y tal vez eso me había proporcionado más información de la usual.

 

-- Unos dicen que hay que introducir el alma antes de que ésta entre en contacto con otras esencias. Si eso ocurre, puedes regresar a un cuerpo vivo algo más que el Alma. Tal vez una reencarnación o una posesión indebida... En realidad... No sé mucho, o mejor dicho, nada, sobre el tema. Pero la Nigromancia me produce un gran respeto por eso. Un error y más de uno pagará por ello.

 

Crucé las manos sobre mi cintura e introduje una en la manga de la otra, para no enseñar lo húmedas que las tenía. En realidad, parecía un gesto de respeto, aunque no estaba segura porqué hacerlo me producía un cierto apoyo en mí misma y mis creencias, me hacía sentirme menos vulnerable ante el tema de la Muerte.

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Mistify apretó la boca y su mirada esmeralda se volcó hacia la bruja que parecía no poder dejar de hablar. Si embargo ella se había quedado tan solo en las primeras palabras. ¿Le había llamado ignorante? ¿De veras lo hizo? La hechicera seguía hablando, pero sus palabras eran tan solo un eco en la lejanía. Cada músculo de su cuerpo se había tensionado como si fuera un felino presto a saltar sobre su presa, evaluando las posibilidades, los errores. ¿Qué podría pasar si mataba a esa mujer?

 

 

El brazo derecho de la Malfoy no se movió de donde estaba, pero los nudillos de su mano estaban blancos y un hilillo de sangre comenzaba a deslizarse de entre sus dedos, al clavarse las uñas en sus propias palmas. Si la asesino, podría fácilmente cubrir sus huellas, no sería la primera vez. Se respondió.

 

 

El iris de sus ojos envolvió por completo la pupila. No le estaba siendo fácil controlarse y ella parecía seguir hablando. Si la asesino quizás podríamos usar un especimen mas reciente. Ya podía imaginarse el cuerpo desnudo de la mujer de cabello violeta en el mismo lugar en donde estaba ahora el viejo nauseabundo.

 

 

- Quizás no he visto suficientes veces a un dementor extraer el alma para saber por donde puede salir - respondió sin moverse de su lugar, la manga de su túnica blanca finalmente manchada de rojo - Quizás debería practicar contigo -

 

 

Alzó la mano derecha en dirección a la mujer dispuesta a matarla. De todos modos si no podía conseguir de aquel Arcano lo que quería existían otros métodos. Si él lo había logrado, ella también, era solo que le gustaban los trechos cortos y no esperar demasiado. Era mejor que alguien le enseñara a tener que sumergirse ella misma por incontables años en la búsqueda de respuestas. Sin embargo no iba a dejar que esa mujer le hablara de esa manera, jamás nadie lo hizo con anterioridad y no sería la primera.

 

 

Fue solo un instante. Probablemente segundos. Lo vió.

 

 

- ¡Mira lo que has hecho! - la increpó bajando su varita al suelo, señalando con su mirada el rojo de su propia sangre bordado en la túnica blanca. - ¿Te das cuenta de lo que dices? ¿De las acciones que acarrean tus palabras? ¿O solo hablas porque tienes lengua para hacerlo? - El tono no era elevado, pero si demasiado amenazador, arrastrando las palabras, algo que había heredado de los Malfoy's. Se irguió aún más, si ello era posible, el cabello cayó sobre su espalda como un chorro de tinta dorada. Dió un paso hacia la mujer sin dejar de mirarla. Estaba totalmente fuera de control. - Quizás deberíamos cortártela, a lo mejor allí está guardada tu alma.

Editado por Mistify Malfoy

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—Sí, también curso Nigromancia —respondió a Sagitas, quizás un poco tarde para la pregunta de la mujer, aunque le dedicó una pequeña sonrisa como saludo.


Después de eso, Tauro se había quedado en completo silencio después de entrar al aula, buscando un lugar más o menos apartado de sus compañeras, pero permaneciendo cerca del Arcano, atenta a sus movimientos. El hombre no parecía particularmente inclinado a prestarle más atención de la debida, perdido en lo que fuera que estuviera viendo con fijeza. Su aura misma reflejaba un poder mayor al que estaba acostumbrada a mirar, sin duda. Por eso tal vez no se cansaba de observarlo, ligeramente fascinada.


Su voz iba con su cara, pensó. El mago respondió a las mujeres con lentitud, casi con parsimonia, y luego plantó un par de dudas en la mente de la Mortífaga. ¿Qué quería conseguir con la Nigromancia? Frunció el ceño. Quería todo lo que la habilidad otorgaba, la verdad. No tenía un fin más específico que el conocimiento en sí, una amplia necesidad de saber. Quería hablar con los muertos, revivirlos, todo lo que pudiera canalizar con su nivel mágico hacia la Nigromancia. Su nariz se arrugó ante el hedor que el cuerpo del anciano fallecido expulsaba y abrió la boca, aunque no sin sentir asco, para responder.


—Yo... —pero Mistify se le adelantó, por lo que calló, concentrada.


Aunque había querido mantenerse un poco lejos, le fue inevitable acercarse despacio a la tabla en donde descansaba el hombre muerto. Por su aspecto, podría decirse que ya tenía un tiempo sin vida, lo suficiente como para que su piel empezara a pegarse a los huesos de una forma diferente a lo que se veía en la vejez. No tenía experiencia con la putrefacción como para estimar el tiempo, pero algo así debía tener algo de semanas. Aguardó. Hasta que Sagitas intervino, llamando ignorante a la Malfoy. Sonrió, esperando una reacción obvia por parte de su compañera de bando.


Comprensible, por supuesto, no era un término que hubiera usado contra una persona en una clase como aquella. Sin embargo, la Líder Mortífaga empezaba a impacientarse con la actitud de ambas brujas. Una no paraba de hablar, la otra estaba a segundos de explotar y se armaría de lo lindo. La peli-azul se dio por vencida en cuanto Mistify dio un paso al frente y soltó un bufido, lo bastante audible como para llamar la atención de las dos. Que estuviera callada no la hacía invisible, mucho menos indiferente ante la situación.


—¿De verdad creen que éste es el sitio indicado para esto? Si comete un error o no, no creo que recaiga en ninguna de nosotras decirlo —dio un paso al frente y relajó la expresión, para que Báleyr no tomara su cara de pocos amigos como algo personal—. ¿Podría intentarlo yo?


Entonces, expresó lo que había estado pensando a raíz de las palabras del Arcano.


—De hecho, me parece que no debemos hacer nada con el hombre. Quiero decir, si la idea es contactarlo o traerlo a la vida, a costa de cosas terribles o una magia mucho más poderosa, me temo que nosotras somos quienes debemos ponernos a prueba… ¿No? Quizás un ritual de sangre podría funcionar y para ello, un corte en la palma debería funcionar.

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¿Por qué temía hablar de la Muerte? No era algo a lo que tenía miedo. Como mucho respeto. La Muerte nos rodeaba y estábamos predestinados a ella desde el momento en que nacíamos. ¿Qué es lo que temía, entonces?

 

Pensé sobre ello mientras ponía pose de sacerdotisa paciente que espera que su maestro hable sobre la beneficencia de la Nigromancia. No me asustaba la Muerte, sino el dolor, en su amplio espectro: el morir con dolor, el dolor de perder a un ser querido, el sentir empatía por el dolor de los demás, el causar yo ese dolor por haber provocado la muerte de alguien, el Dolor físico y psíquico de saberme culpable de ello...

 

El Dolor...

 

No la Muerte, sino el Dolor...

 

Estaba en esa reflexión cuando sentí el estallido de la Malfoy. Al principio, no la entendí, aún con mi cabeza en otro sitio-tema del que ella mascullaba. Después recordé que la había insultado. Recordaba a la primera dama como a alguien de genio y reacciones digamos bruscas. ¿Alarmarme? En aquel momento, no me sentí alarmada, tal vez porque mi mente aún giraba bajo la idea de que la Muerte no era a lo que más temía. Le sonreí levemente mientras ella perdía los papeles.

 

-- ¿Probar con mi cuerpo? No te lo aconsejo, si no lo consigues juro que te perseguiré como Fantasma hasta cuando vayas al cuarto de baño -- le repliqué, de forma jocosa, consciente o no de que no era aconsejable provocar más ira en la mujer.

 

Miré la túnica blanca y sólo vi una mancha. La señalé:

 

-- ¿Y por esa memez quieres cortarme la lengua? Anda, mujer... Te daré un vale de limpieza gratis en la Tintorería de mi propiedad y no se notará nada que tienes mal genio con las manchas. Yo me preocuparía más por saber si quieres aprender la Nigromancia para reparar tus ataques de furia. Ya sabes, "a ésta me la cargo, huy me la cargué, bueno voy a resucitarla..."

 

¿Qué me hacía ser tan descarada? No lo sé, normalmente suelo evitar los conflictos porque tengo un pasado oscuro que no me gusta mostrar y que no quiero que reaparezca. Es más difícil contener aquella parte de mi alma perdida que la lengua que Misty pretendía cortarme. No me gustaba perder los estribos, primero porque me convertía en una verdulera de lenguaje más que barribajero, y segundo porque me asalvajaba de tal manera que después me arrepentía. Como sacerdotisa, había aprendido que todo conocimiento se aprende por igual pero deriva en usos diferentes según la persona que lo haga; y de mí sabía que, si me enfadaba, pero lo suficientemente fuerte, no respondía de usar de manera apropiada todo lo que sabía. Por eso era lenguaya, me era más fácil reírme de mi misma que dejar escapar el lado oscuro que mantenía oculto desde hacía muchísimo tiempo.

 

¿Qué hubiera ocurrido si Tauro no hubiera intervenido? No sé, ya que ambas mujeres éramos de armas tomar, cada cual a su manera. Pero su mediación fue certera y en el momento concreto, desvió mi mirada hacia el cadáver.

 

-- Creo que hay que pensar en las consecuencias. Y no sólo en las que nos puede acarrear a nosotros como manipuladoras de la magia para cambiar el estado de muerto a vivo. Yo creo que lo primero que se tendría que pensar, antes de aplicar las artes de la Nigromancia, es si merece la pena revivir a esa persona.

 

Me alejé un paso de Misty, por si aún quería cortarme la lengua; yo, sin ella, no soy nada.

 

-- Si tenemos que pagar por devolver a alguien a la vida, debería haber un código ético-moral que clarifique cuando se puede o cuando no se puede. Como sacerdotisa, debemos mantener la vida todo lo posible y no debemos participar en la privación de una vida siempre que se pueda evitar. Pero soy consciente de que si fuera uno de mis hijos el que estuviera encima de... ahí... no dudaría en ofrecer mi propia vida si con eso le devolvía la suya. Pero... ¿Haríamos lo mismo por un asesino, por un maleante, por un padre de familia que ha de alimentar a sus retoños, por un alto cargo ministerial, por un conductor de autobuses...? ¿Dónde está el límite de nuestra decisión a devolver a alguien a la vida y privarle del descanso eterno?

 

Estaba pensativa y no estaba segura de si hablaba para todos o sólo para mí misma.

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Había vivido demasiadas lunas como para soportar el comportamiento tan infantil de sus aprendices. Aún no estaban del todo preparadas para entender el precio de la muerte. Eran demasiado orgullosas, y buscaban que sus palabras fueran escuchadas incluso si no era oportuno decirlas. Al menos dos de ellas lo eran. ¿Acaso pensaban que él estaba para escuchar sus est****as discusiones? En absoluto. Su obligación era enseñar, evaluar si estaban lo suficientemente listas y ofrecerles someterse a la prueba cuando así lo estuvieran.

 

—Interpretan mi silencio como vía libre para decir cuanto se les plazca. Tratan temas de la muerte sin tener la más mínima idea de como funciona. ¿De verdad tendré que aguantar una discusión de donde está en alma? ¿Tendré que soportar sus ataques de ansiedad porque no soportan la mugre? Si siguen así ténganlo por seguro, esta no es la habilidad que debieron tomar. La muerte no es limpia, en absoluto. Es sucia, repulsiva y traicionera.

 

Dejó de hablar por algunos segundos. Su mirada había cambiado, se podía tonar su enojo inclusive a mucha distancia. ¿Entenderían el punto que él trataba de transmitir? Paciencia. Buscar el momento exacto en que debían lanzar un conjuro, en que era oportuno utilizar una poción o cuando era preciso invocar a una alma. Parecía que no lo supieran. Pero si deseaban comunicarse con los muertos y obligarlos a volver a sus cuerpos debían entender eso.

 

—La boca es el punto de salida y de entrada. El beso del dementor no se llama así para asustar a los niños. El cerebro es la guía del alma, es el medio por el cual esta aprende. El corazón es el centro del alma. Es el órgano encargado de mantenerla fresca y llena de vida. Y es el corazón el que está unido al resto de la esencia de la vida. Es aquella parte del alma la que te mantiene con vida. Lo demás, el complemento, es lo que te convierte en persona.

 

Báleyr estaba lejos de haber dicho todo lo que tenía planeado decir. Pero era preciso no acribillar a nadie con ideas y conceptos que aún no debían escuchar. En ese momento habría sido capaz de recitar de memoria todo lo que sabía de alma: como destruirla, como estrujarla, como hacerla mutar o como reunir los pedazos. Pero no era aquello temario de la habilidad, se necesitaban muchos sacrificios para obtener aquellos conocimientos. Recordó la cicatriz que atravesaba su rostro.

 

—El conocimiento del alma ha llevado a la gente a idear maldiciones horripilantes. Las maldiciones imperdonables fueron elaborados por magos oscuros que han logrado entender el alma al nivel en que solo un nigromante experimentado lo hace. El maleficio imperio doblega a aquella porción de alma residente en la cabeza. Cruciatus ataca al alma del centro de dolor, también en la cabeza, y la maldición asesina hace añicos a la fracción de alma en tu corazón y comienza una reacción en cadena. El beso del mentor no puede quitarte toda el alma, solamente la parte racional. Esa que te hace pensar, que te permite tomar decisiones.

 

Movió la mano de forma extraña a una velocidad imposible para un anciano común. En su mano apareció otra daga idéntica a la anterior. En aquella clase se iban a ensuciar, entenderían como funcionaba un cuerpo y las tres brujas debían encontrar la forma de seccionar aquel cuerpo.

 

—El tiempo para que una muerte sea reversible es impreciso. No todas las personas funcionan de la misma manera. Todo cuerpo consta de carne, de hueso y de cartílago. Estos comienzan a deteriorarse en cuanto el alma desaparece del cuerpo. Cuando el alma regresa el cuerpo comienza un proceso de reparación que puede durar horas o días según el estado. Por eso es recomendable mantener el cuerpo en buen estado. La ética es la de cada persona. ¿Están dispuestos a ver un montón de ceniza convertirse en hueso, en carne y en cartílago? ¿Le devolverían el alma a una cabeza y soportarían ver un cuerpo formarse? Es poco probable además que el alma sobreviva a tal dolor.

 

Báleyr no quería entrar en muchos detalles, al menos en ese momento. Él había sido ignorante en el pasado y su única finalidad era el aprender. En una ocasión, muy desagradable, logró encontrar la esencia vital de un cuerpo que era ya casi solo hueso. El esqueleto se reanimó, se retorció. El alma escapó de su cuerpo poco después víctima del dolor.

 

—Deben conocer el cuerpo humano si es que pretenden devolverlo a la vida. Sagitas puedes llamarme Báleyr. Este hombre no llegará jamás al otro lado, al paraíso, al infierno o a donde sea que estaba destinado a ir. Su alma vive ahora en el interior de un Dementor. Sin la parte de alma del cerebro jamás podrá seguir el camino. Toques su cuerpo o no. ¿Resucitarías a una persona que aún tiene perforado un pulmón metralla? ¿A una que no ha sido limpiada porque se le reventó el apéndice? Debes ensuciarte, partirlo, arreglar a mano lo que está mal y solo luego pretender traer su alma de vuelta. Así que he de insistir, utilicen la herramienta que utilicen, que al menos comiencen con una pequeña incisión en nuestro inerte sujeto de pruebas. Ya se acostumbrarán

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La voz del Arcano me sacó de mis pensamientos con un respingo que supuse se oyó hasta en el mismísimo infierno. Me arrepentí de usar ese símil, siendo donde estaba y viendo la habilidad que quería conocer a fondo. La "bronca" o llamada de atención del Arcano me afectó en el alma (valga la redundancia, porque precisamente sobre el Alma iba el discurso del Maese, digo de Báleyr, como me había permitido que le llamara)

 

-- Maes... Báleyr. Lamento haberle indignado con mi interrupción. Lo siento...

 

¿Se negaría a enseñarme por tener la lengua demasiado ágil? Agaché la cabeza en señal de respeto y analicé todo lo que él había dicho.

 

"La muerte no es limpia, en absoluto. Es sucia, repulsiva y traicionera."

 

Yo pensaba que la forma de morir no era limpia y que eso se atribuía más a la forma en que te llegaba, sobre todo si era producida por medios externos, entiéndase asesinatos que adelantaban el momento predestinado. ¿Se referiría a eso o es que en sí tomaba a la Muerte como un ente, como solían creer los muggles, la típica sombra con guadaña que sesga la vida cuando le da la gana?

 

Rechacé esta idea, por no entenderla, aunque no me atrevía a interrumpir al Arcano. Había desatado su furia una vez por hacer preguntas impropias e indebidas, así que mejor me guardaba lo que pensaba y me dedicaba a hacer lo que nos pedía.

 

-- ¡Por los Dioses! ¿Ese es el origen de las maldiciones imperdonables?

 

¿Pero dónde estaba mi determinación a quedarme callada? Volví a agachar la cabeza, pensativa. Así que la Nigromancia se acercaba demasiado a la parte oscura de la magia que yo intentaba ocultar de mí misma. Tal vez por eso me sentía atraía por conocer más y dominarla... Tal vez era la forma de aquella parte oscura de mi ser de intentar salir y escapar al control. Aspiré aire con fuerza; a pesar del hedor, necesita llenar de aire mis pulmones, hacer el gesto de expansión, aunque respirara aquel aroma ponzoñoso. Solté el aire con la misma determinación, pero no me alejé del cadáver.

 

-- Entiendo...

 

Ahora entendía, sí, la finalidad de aquella daga. No tenía miedo a descuartizar un cadáver, pues había hecho Primeros Auxilios con mi prima Eledhwen, aunque la finalidad con la que ella me enseñó a llegar a las heridas y curar no era la misma con la que iba a usar aquella arma. Eché de menos el bisturí de mi prima porque, a pesar de que en esencia era lo mismo, el primero me hacía sentir más segura de la finalidad de curación y, sin embargo, la daga de Báleyr me hacía sentirme una carnicera.

 

De repente, a mi cabeza me vino un relato de aquella novela que había leído de pequeña: "Frankenstein". ¿Me iba a convertir en eso, finalmente? ¿En la hechicera loca que, sin control, descuartiza y consigue vida? De repente, entendí en lo que había fallado en las pocas ocasiones que había intentado por mí misma devolver la vida. Nunca había pensado en curar lo que había provocado la muerte de aquel animal, ¿cómo iba a pensar que podía volver a vivir con la misma herida?

 

Dominé el asco y las ganas de vomitar.

 

-- Entendido -- repetí.

 

Tomé un delantal (¡Dioses, en verdad parecía una carnicera!) y agarré con fuerza la daga que el Arcano me ofrecía.

 

-- Si he de aprender a devolver la vida en condiciones, tengo que saber de Anatomía.

 

Eso no me lo esperaba pero sí, tenía tanta lógica que no sabía como no se me había ocurrido antes. Si para curarte de un seccionatus, debías quitar las media lunas antes de cerrar las heridas, tenía mucha lógica que para devolver a la vida a alguien muerto por un pulmón destrozado por metralla o con un apéndice reventado que había infectado la sangre, que tuviera que rehacer eso para que al volver pudiera seguir vivo y el alma no se fuera.

 

-- ¿Duele? -- pregunté, con miedo, no a nadie, sino a mi misma, porque el Dolor era lo que más temía en esta vida. Enfrentarme al Dolor que iba a producir al muerto al hacerle regresar a la vida iba a ser mucho peor que abrir un cuerpo muerto. Es por ello que el pulso no me tembló cuando hice la incisión.

 

Fue como partir con un cuchillo un bizcocho algo reseco. No sangró, la carne se separó y un hedor salió de dentro. Aguantaría todo eso, pero por favor, que el cadáver no se quejara cuando volviera a la vida. Eso era algo que no sabía si superaría.

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Mistify entrecerró los ojos y apretó los labios cuando el Arcano decidió interrumpir. La varita mágica se disolvió entre sus dedos justo después de dejar su vestimenta en las mismas condiciones que al inicio y la bruja sacó un pañuelo blanco de entre los pliegues de su túnica, limpiándose la mano mientras escuchaba al mago con atención.

 

Tenía sentido. Pensó. Descartó el pañuelo que flotó en el aire por unos segundos y desapareció antes de tocar el suelo. No era descabellado en que estuvieran unidas, que las maldiciones afectaran el alma. ¡Claro que lo hacían! Un trozo de su alma misma había sido capturada de aquella manera. Pero ¿Existía alguna manera de atraerla inexorablemente hacia el cuerpo al cuál pertenecía? ¿Qué pasaba si estaba atrapada entre los mundos, como la suya propia?

 

 

- Si me permite Báleyr - habló mientras Sagitas comenzaba a diseccionar el cuerpo, intentando encontrar la causa probable de muerte - Si el alma ha sido retirada del cuerpo mediante una Maldición Asesina ¿qué parte deberíamos reparar? Se supone que esta maldición no deja rastros visibles, por tanto ¿solo deberíamos proceder a atraerla al cuerpo innerte? - los ojos esmeraldas de la Malfoy no se perdían detalle de lo que su compañera de clase estaba haciendo, un paso por detrás. La muerte era sucia, putrefacta y todo lo que el viejo Arcano decía, pero no era necesario ensuciarse si alguien más lo hacía por ella.

 

 

- Por el contrario - prosiguió intentando terminar la idea - Si un dementor apresa parte del Alma de un ser humano ¿qué probabilidades tenemos de devolverla al mago? - claro que había segundas intenciones en esta pregunta. Todo lo que hacía la Malfoy siempre tenía algún beneficio para ella. Era probable que jamás utilizara su aprendizaje para ayudar a nadie más.

 

 

Eran demasiadas preguntas, no estaba segura de si el mago las respondería, pero valía la pena intentarlo. Se miró la mano derecha, tenía las marcas redondeadas de las uñas, pero la sangre ya no brotaba. El olor que procedía del cadáver frente a ellas era nauseabundo, pero estaba demasiado acostumbrada a ello como para que le molestara.

 

Tauro permanecía a su lado, el momento de tensión había pasado, pero Mistify no olvidaría aquel momento y era más que probable que encontrara a la bruja de pelo violeta en otro lugar y en otra situación.

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—Las interrupciones que aporten con este proceso de aprendizaje son bienvenidas. Estar muerto no se supone que duela. Pero cuanto más dañado estés más dolor sufrirás cuando el alma trate de reparar tu cuerpo —respondió Báleyr.

 

Aquella pregunta era muy frecuente. Él mismo la había formulado cuando tocó con la navaja a su primer cadáver. El dolor era algo que en la actualidad no le preocupara. Habían cosas más terroríficas y catastróficas que él dolor. Si que las habían. Por acto reflejo, atisbo del pasado al que se encontraba invocando, intentó mover su inexistente ojo. Recordar. Aquello le preocupaba mucho más que el dolor.

 

—La nigromancia y la magia oscura tienen puntos en común. La historia de la nigromancia ha estado siempre vinculada con ritos satánicos, paganos y demás mitos que los muggles han popularizado. Pero incluso entre nosotros, lo magos, siempre se ha sostenido que la nigromancia es una rama perversa de la magia. Se fundamenta en sacrificios, en atraer a fuerzas de la naturaleza desconocidas para muchos.

 

Era imposible que el tema no surgiera. El alma como un papel clave en la nigromancia había sido el fundamento de sus estudios. Descubrió muchas cosas maravillosas pero otras tantas que podían causar escalofríos hasta a la persona más poderosa y apática del mundo. Y es que el alma de las personas era tan compleja que pocos podían llegar a entenderla del todo.

 

—La maldición asesina surgió en una lucha interminable de dos nigromantes, o eso es lo que cuentan algunos escribas. ¿Cómo matas a tu enemigo si este tiene un aprendiz que le devolverá la vida? Encuentras una forma que impida que eso pase. El Avadakedavra no causa ninguna afectación a nivel físico. No hay heridas, no hay órganos destruidos. Pero fragmenta tu alma a un nivel tan ínfimo que es imposible que esta pueda ser reconstruida para devolverte la vida

 

Observó el trabajo que estaba haciendo Sagitas mientras hizo una seña con la mano indicando a Mistify que esperara un momento por su respuesta. Agitó su varita mágica dibujando sobre el cuerpo unas marcas que en un segundo emitieron el típico hedor a quemado. Las incisiones fueron limpias. Una corte en "Y" se formó sobre el pecho del sujeto de pruebas.

 

—El dementor es una criatura verdadera aterradora. Hay leyendas, muy antiguas, que apuntan a varios experimentos de personas tratando de liberar el alma de las personas de los dementores. Es imposible, como se ha demostrado. En un principio se pesaba en los dementores como una caja de un solo sentido. Lo que dentro iba no podía salir. Pero yo creo, y con mucha frecuencia mis suposiciones sobre el alma tienen mucho sentido, que los dementores volatizan el alma en cuanto logran atraparla. Deja de existir, se convierte en una parte más de aquella despreciable criatura

 

Se dio cuenta de que, quizá, le faltó explicar un poco sobre la forma en que el alma reparaba un cuerpo destruido. Y era probable que al menos una de las brujas no comprendiera como el alma podía crearte un cuerpo y no reparar un órgano dañado. Si que podía hacerlo, pero no servía de nada si el causante del daño seguía presente.

 

—Cuando traes a alguien a la vida su cuerpo comenzará a recuperarse. Si alguien muere por un sectusempra no tienes nada que curar. Las heridas se cerrarán y la sangre regresará. Pero si tus pulmones están llenos, por ejemplo, de agua es muy probable que vuelas a ahogarte en cuanto vuelvas a la vida. Tu cuerpo se recupera, se cura, pero no puede quitar de su objetos extraños, agentes que volverían a destruirlo. Si alguien muere envenenado y ese venenos prevalece en la sangre ¿No sería lógico meter un bezoar por la garganta de esa persona?

 

Mientras hablaba se había alejado unos pasos del cadáver a por unas pequeñas bandejas metálicas que servirían para la primera parte realmente práctica de la clase.

 

—Mientras más tenga que reparar el cuerpo más dolor sentirá en cuanto vuelva. Este hombro murió porque dejó de comer mucho tiempo después de que fuera besado. Pero me he permitido hacer algunas modificaciones en su anatomía. Cuanto ahora mismo tres dagas con la de la bandeja. El corazón y pulmones de este hombre tienen varios fragmentos de un metal altamente tóxico cuando entra en contacto directo con la sangre. Deben causar el menor daño posible y extraer los cuerpos extraños. Aunque este no pueda revivir, lo prepararemos como si fuera un candidato probable. Como si tuviéramos localizada su alma.

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Mistify alzó su mirada con atención hacia el viejo Arcano cuando mencionó lo de localizar el alma. Eso le interesaba. Si lograba encontrar el lugar en el que estaba guardada, quizás la podría recuperar.

 

 

Contó mentalmente hasta tres antes de tomar el bisturí que le ofrecía el mago. Sin embargo seguía pensando que era mucho más fácil extirpar esos objetos con un simple "accio", que abrir el órgano en partes hasta encontrar el elemento extraño. Pero ya había tenido demasiadas acciones que podían contar como negativas en la clase y no quería que Báleyr se hiciera una imagen negativa de ella. Lo necesitaba.

 

 

Se obligó a pensar en otra cosa que no sea la suciedad que sus siguientes acciones iban a causarle. Quizás en el baño relajante que le esperaba horas después en la Mansión Malfoy. Se acercó a la mesa, dando la vuelta, quedando enfrentada con Sagitas y a un lado del Nigromante. Dejo el bisturí sobre la mesa y puso ambas manos entre las marcas de corte en el cuerpo.

 

- Encontremos ese corazón - su tono de voz denotaba un valor que no tenía. No por tocar a un muerto, no por temor a hacerle daño, no porque algo saliera mal, sino a su terrible miedo a todo lo que podía causarle mayor oscuridad. Lo mugriento se lo causaba, contaminaba su apariencia exterior haciéndola, según su modo de ver, similar a la interior, a la negrura infinita de su alma en pena.

 

Separó la piel y los músculos de las costillas, bajo las que se podían ver los pulmones y el corazón ennegrecido.

 

- ¿Tenemos que retirar los órganos? - se miró las manos y contuvo el gesto de repulsión, el rostro una máscara marmórea en la que no se podía adivinar emoción alguna - Es que probablemente, con mi falta de conocimiento de Anatomía Humana, las conexiones puedan estar equivocadas al intentar repararla. Si lo quitamos ¿solo con ponerlo en su lugar es suficiente y las venas.... - dudó por un segundo - ... o como sea se llame lo que une el órgano al cuerpo, se regenerará por sí solo?

 

 

Sí, había escuchado que tenía que ser con el menor daño posible, pero necesitaba tener sus pensamientos ocupados para no caer en lo que poco antes había caído con su compañera de cursado. Tenía otra pregunta en mente, una que le interesaba mucho más. aunque no quería sonar demasiado inclinada hacia algo en específico, seguramente era algo que abordarían más tarde. ¿Cómo se localizaba un alma con exactitud? ¿No deberíamos tratar de encontrarla primero y luego ver si podemos reparar el cuerpo? Hacer esto último era un trabajo que no quería realizar en vano.

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Diseccionar un cadáver...

 

En esto consistía la primera lección del Arcano, aprender a dominar el miedo, asco o cualquier otro sentimiento en contra de manipular un cuerpo muerto. Ciertamente, mientras abría aquella carne reseca, pensé en la diferencia que era un Seccionatus, la sangre viva escapándose por las heridas, el hacer desaparecer las media lunas para poner cerrar la piel. Me estremecí y tarareé una cancioncilla sin darme cuenta; era un modo de acallar el sonido de la piel al rasgarse con aquella daga.

 

Menos mal, la Malfoy no buscaba pelea y, aunque no parecía muy dispuesta a acercarse al cadáver de momento, su cháchara con el Arcano aligeró mi mente de la tensión de buscar por dentro. Intentaba alejar una de las frases del arcano: "cuanto más dañado estés más dolor sufrirás cuando el alma trate de reparar tu cuerpo". Un leve estremecimiento que disimulé. Dolor... ¿Por qué dolor...? Odiaba el dolor, más que la muerte misma.

 

Levanté la vista un momento, justo cuando el Arcano dijo que la nigromancia era una rama perversa de la magia. Fruncí el ceño, en desacuerdo; yo había visto ejemplos entre las sacerdotisas de muy alto rango y, la verdad, me negaba a creer que mis Maestros pudieran usar la magia con fines malvados. Tal vez en general podría denominarse así pero... No. Las sacerdotisas con las que había tratado tocaban ese tema con mucho respeto.

 

Pero no le llevé la contraría. Levanté las dos manos del cuerpo justo en el momento en que se abrió con una raja larga en forma de "Y". Como había pensado al principio, aquello era una maldita clase de Anatomía en la que íbamos a diseccionar el cadáver.

 

Dirigí una mirada hacia Misty Malfoy. Algo me decía que era mejor no darle la espalda, sobre todo si íbamos a competir entre nosotros por conseguir aquella habilidad. Sonreí de forma triste ante las explicaciones del Maese Báleyr.

 

-- ¿De verdad merece la pena hacer pasar a esa persona por el suplicio de volver a la vida?

 

Otra vez la ética y la moral en mi pregunta.

 

-- Es decir, si cuanto más destrozo, más sufre, su alma puede quedar tan dañada que no volverá a ser como antes, seguro que no será capaz de perdonarnos tanto dolor. ¿Por qué hemos de decidir si merece la pena devolver a la vida a alguien? Conozco muchas historias que dicen que, por Amor, se pueden llegar a hacer barbaridades. No estoy segura de querer recuperar a alguien que me vaya a odiar de por vida por el dolor que le cause volver a la vida.

 

Antes de que el Arcano me dijera que entonces qué pintaba en su clase, decidí aclarar mi observación.

 

-- Quiero conocer la teoría, estar a punto por si realmente alguna ocasión es meritoria de este sacrificio. Sólo me preguntaba cuánto vale la pena pagar con dolor el regresar y si la persona te agradecerá ese sacrificio para seguir vivo.

 

Sentí los pasos de la mujer y me puse alerta. Se situó frente a mí y no me dirigió la mirada. Bajé poco a poco la vista hacia sus manos. Suspiré y decidí que debía ayudar.

 

-- No debes hacerlo sola -- le dije en un tono que intentó darle familiaridad a mi desconfianza. -- No lo saques. Como dices, podemos destrozar más de lo que arreglemos, yo te ayudo a abrir hueco mientras tú buscas lo que haya... escondido... nuestro maestro.

 

Tragué saliva. Aquello iba a ser dificultoso. No porque estuviera muerto o porque tocar órganos semipodridos me produjera cierto asco. En realidad, era porque no podía dejarme de imaginar los gritos que aquel ser daría al ser despertado. Cuanto menos destrozáramos, menos dolor le produciría la vuelta. O eso esperaba. Tal vez pudiera usar un Muffliato contra mí misma, si nadie se daba cuenta. No quería escuchar los chillidos de aquel ser cuando volviera a la vida. No estaba preparada para eso.

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