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Nigromancia


Báleyr
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Las tres brujas habían realizado avances que, según el Arcano, estaban dentro del nivel que un aspirante a Nigromante necesitaba. Habían aprendido a dominar la muerte y a los muertes. Los rituales era, siempre, parecidos en forma y en esencia. Era igual tomar una alma y ponerla en un cuerpo que doblegar la voluntad de un fantasma. Incluso, con la práctica, tendrían la capacidad para que las almas "tocaran" el mundo de los vivos de una forma basta sólida. Báleyr había observado desde las sombras, oculto entre las dos dimensiones cada una de las actividades desempeñadas por las brujas.

 

Había intervenido en más de una ocasión, ellas lo sabían y él nunca lo había dicho. Simplemente se presentaba, en forma de espíritu y usando mucha magia para ayudar a doblegar almas que eran poderosas y que constantemente intentaban escapar por las aberturas que aparecían en el cementerio caída la noche.

 

La última noche, cuando estaban ya listas todas, se comunicó con ellas utilizando el mismo sistema. Mientras trabajaban, mientras dominaban las almas y entraban a la dimensión de los muertos se hizo presente. Alejó a todos los muertos, mostró su irá y la sola aura que emitía su anillo de arcano hizo que temblaran -si es que las almas pueden temblar- por el horror de ser evaporizadas. Su control era mayor y se veía aún más amplificado por la magia del anillo arcano. Visitó primero a Sagitas.

 

—Sagitas, te espero mañana antes del amanecer en las mazmorras. Tengo algo importante que preguntarte.

 

Se alejó del punto en que estaba la bruja de cabellos violetas para que esta continuara con su práctica. La segunda fue Mistify. Aquella bruja a la que la mugre le asqueaba pero que pese a ello llegó a hacer grandes avances. También estaba ella lista.

 

—Mistify, mañana antes que salga el sol debes acudir a las mazmorras. Hay algo que tengo que preguntarte, es importante.

 

La tercera fue Tauro. Estaba preparada aunque sus avances habían sido ligeramente menores a las de sus compañeras de clase. Era, por su puesto, debido a su retraso inicial. Pero estaba lista, la pregunta sería para ella también.

 

—Taurogirl. Hay algo importante que tengo que preguntarte, te necesito antes de que los gallos anuncien el amanecer. Espero que acudas a las mazmorras el día de mañana.

 

Y finalmente golpeó el suelo. Se proyectó en los puntos en que estaban las tres brujas. Dio vueltas todo, las almas se alejaron de nuevo horrorizadas y los cuatro desaparecieron. De nuevo, y de la misma forma en que el arcano lo hacía todas las noches, cada bruja apareció justo en el sitio en que quería estar.

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Las noches se sucedían en las prácticas de aquel cementerio. Conseguí conocer quién había sido el muerto y la causa de su muerte. El Horror de mi conocimiento se fue haciendo cada vez menor, a medida que me acostumbraba a la "suciedad" del alma humana. Hasta aprendí a que ciertos pensamientos de muerte merecida y de doblegación del alma como castigo a ciertos actos en vida no me serían juzgados, excepto por mi misma. Esta noche ya estaba cansada de lidiar con aquellas almas en penas, orgullosas algunas, violentas otras, escurridizas la mayoría, con las que llevaba clases experimentando. Deseaba que todo acabara; aquel día en concreto (noche en concreto) me encontraba cansada y con los nervios a flor de piel. La concentración me requería un esfuerzo mayor que otras veces pero sabía que todo dependía de un pequeño gesto mal hecho, de una invocación mal recitada, de un descuido, por leve que sea.

 

Por eso, la llegada de Maese Báleyr me sorprendió y animó a la vez. Continué con las manos alerta, dispuesta a protegerme una y otra vez, a pesar de la presencia del Maestro. Éste había intervenido cada vez menos en nuestras clases, dejándonos más libertad de acción a medida que aprendíamos a adentrarnos en aquel lugar y a manejar con cierta maestría en aquel entorno hostil. Sin embargo, yo sentía sus ojos clavados en mi nuca, atento a mis manos, a mis palabras y susurros, a mis acciones, sin saber si intervendría en caso de error o me dejaría morir en aquel lugar, quedándose mi alma como recuerdo.

 

Era una Habilidad sumamente difícil, pero yo así la había aceptado. Por ello, cuando llegó y pronunció aquellas palabras, temblé en un sentimiento confuso entre miedo y emoción. ¡Por fin! Estaba segura... Me iba a hacer la Gran Pregunta.

 

-- Allá estaré, Maestro -- dije, antes de desaparecer y ver ante mis ojos la silueta oscura de la Potter Blue.

 

No pude dormir. Era muy tarde y el amanecer estaba próximo. Debía llegar a las mazmorras antes de que el sol apareciera. Permanecí en la bañera todo el tiempo que aún quedaba de noche, con los ojos cerrados pero sin conciliar el suelo, sintiendo como el agua perdía aquel calor agradable y se convertía en una fría masa que rodeaba mi cuerpo petrificado.

 

Abrí los ojos. Había sentido el ruido de elfos moviéndose por la cocina. Se hacía tarde.

 

Me levanté, sequé y arreglé lo más deprisa que pude y sin mirar el espejo. Desde la primera práctica, evitaba mirar el espejo. No quería mirarlo, no quería verlo, no quería arriesgarme... Desaparecí de casa cuando apenas hacía unas horas que había llegado allá. Maese Báleyr me esperaba en las Mazmorras y necesitaba todo el valor para enfrentarme a su pregunta.

 

Y para contestarle con el corazón.

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Habían sido días particularmente difíciles para Mistify Malfoy. Adquirir aquella habilidad le había resultado mucho más complejo de lo que esperaba y a pesar de sus avances diarios, al llegar a casa sentía que no eran tantos y que debía esforzarse más si realmente lo deseaba. Aún así llegaba agotada, no era un agotamiento físico, sino mas bien mental. Se sentía agobiada como jamás lo había sentido antes, como si cargara un gran peso sobre sus hombros que aún no alcanzaba a comprender. ¿Quizás el peso de optar por la vida o la muerte de alguien? ¿De elegir entre dejar almas en paz o eliminarlas para siempre, la nada misma?

 

- Ama, no ha probado bocado -

 

Era cierto. En la mesa de noche aún estaba la fuente con comida, ahora fría, que le había alcanzado Chávez hacía ya más dos horas. Las últimas semanas había adelgazado, el rostro estaba más afilado de lo normal y los pómulos parecían más prominentes, al mismo tiempo que los ojos verdes perdieron el brillo habitual que le daba ese tono esmeralda intenso con el que solía sorprender.

 

- No tengo apetito, Chávez -

 

Estaba recostada en la cama sin desarmar. Se había duchado y aún permanecía envuelta con la toalla húmeda y el pelo rubio enmarañado. Chávez entrecerró los ojos, a pesar de las eternas discusiones con su Ama, la bruja era especial para él. No quería que nada malo le sucediera. Por eso insistió.

 

- Si el Ama desea obtener todo ese poder, quizás debería conservar su cuerpo en condiciones óptimas, para que el cansancio no la aprese cuando menos lo desea.

 

Ella sabía que el viejo sirviente tenía razón, pero tenía un nudo en el estómago, apenas podría tragar sin sentir náuseas después de hacerlo. Sin embargo, quiso contentarlo.

 

- Quizás estaría bien un té caliente, con leche -

 

Chávez desapareció después de asentir, al menos era algo.

 

Se obligó a ponerse de pie. El Nigromante la esperaba al amanecer en la mazmorras y no quería hacerlo esperar. La luna proyectaba su luz pálida y blanca dentro de la habitación y ella no necesitaba más que eso para encontrar lo que necesitaba. Secó su cuerpo, peinó su cabello y se puso una túnica blanca aterciopelada con bordados azules en torno a la cintura, el escote y el borde de las mangas. Para cuando hubo terminado de arreglarse, el elfo irrumpió de nuevo en la habitación de la Mansión Malfoy. Sostenía entre sus manos una bandeja con una taza de té espumoso y humeante y un plato con galletas de chocolate. La depositó en el mismo lugar en el que había estado la anterior y se alejó prudentemente, sin dejar de observar a la Malfoy.

 

- ¿Chávez puede decir lo que piensa? - el elfo doméstico sostuvo la mirada de la bruja.

 

- ¿Desde cuándo pides permiso para decir algo? - La mujer de cabellera larga y rubia aferró la taza de té. La notó caliente, demasiado, comenzaba a habituarse al frío intenso del Mas Allá. Ese que te quemaba las entrañas y parecía deshacerte los huesos en pedazos, cada vez que intentabas pasar el límite o explorar algo más. No la soltó, era reconfortante.

 

- Chávez cree que obtener este poder acabará con su Ama. Cree que hay cosas que deberían de quedarse como están y no deberían de cambiarse.

 

- ¿Crees que no soy lo suficientemente fuerte para adquirir esta Habilidad? - la voz sonó algo peligrosa. Sin embargo, Chávez no se amedrentó.

 

- Chávez cree que no es necesario ese tipo de habilidad - lo dijo con firmeza, cruzando los brazos - Los muertos, muertos están, tuvieron su oportunidad de vivir y lo hicieron a su manera. ¿Que alguien los mató siendo jóvenes o teniendo cosas por hacer? Pues no se merecen vivir entonces, hubiesen cuidado la vida mientras la tenían. - cerró la boca por un instante, como conteniendo palabras que no quisiera decir y midiendo las que saldrían a continuación - ¿Para qué tanto sacrificio? ¿Qué pasa si al día siguiente que mi Ama los regresa a la vida, vuelven a sucumbir ante las garras del Más Allá? - hablaba muy seguro de sí mismo, como si sus palabras fueran irrefutables.

 

- No entiendes nada, Chávez, no se trata de regresar o no regresar del Más Allá. Se trata del conocimiento mismo - Tomó un sorbo más del té y dejó la taza casi llena en la bandeja - Se trata de saber que tienes el Poder de que alguien retorno, o no - giró su cuerpo dando la espalda a la criatura para observarse en el espejo. Volvió a girarse, no le gustaba la imagen que tenía en aquel momento - Se trata de que podrás eliminar el Alma de alguien para siempre, que no viva ni siquiera en el otro lado, que se extinga para toda la eternidad, como si jamás hubiera existido.

 

El elfo chasqueó la lengua. Era cierto, no la comprendía. Ella meneó la cabeza negativamente, no esperaba que lo hiciera.

 

- Tengo que irme, me espera antes de que salga el sol.

 

Chávez se apartó de su camino. ¿Era un dejo de tristeza lo que podía leerse en los oscuros ojos de la criatura? Tal vez.

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Había llegado el momento. Báleyr no había dormido, era un placer del que podía prescindir por varios días seguidos inclusive. No era la primera vez, ni la última, que preparaba que realizaba la pregunta a sus aprendices. Pero siempre tenía aquella charla consigo mismo, aquella charla en la que realmente decidía que pregunta realizar a sus alumnos. Habían dos, por supuesto. Siendo para hacer la Gran Pregunta o para hacer la "otra pregunta" él esperaba que estuvieran medianamente preparadas. Y siempre se pensaba que pregunta hacer lo que quedaba del resto del día.

 

¿Estás dispuesto a afrontar la Prueba de la Habilidad de Nigromancia? ¿Deseas seguir aprendiendo hasta que estés realmente lista? Habían solamente dos caminos. Enfrentar al Portal te acercaba al dominio total de la habilidad, te acercaba a tener acceso a los poderes místicos del anillo nigromante. Seguir aprendiendo era el segundo camino.

 

Eligió a dos. Dos de las tres recibirían la Gran Pregunta y la tercera, muy a su pesar, tendría que demostrar mucho más para enfrentarse a la Prueba de la Habilidad. El Portal era poderoso, y no estaría en su conciencia enviar a enfrentarlo a alguien que no estaba preparado. Era gracioso que él llegara a pensar en su conciencia siendo que en el pasado llegó a pagar un precio muy alto...

 

Mientras esperaba ideó, también, los obstáculos que enfrentarían pera llegar la Pirámide. Serían complicados, puesto que se enfrentarían a todas las facetas que aquella habilidad tenía. Sin embargo, las dos estaban listas y no sería problema si es que habían puesto atención a todas sus pequeñas intervenciones en las clases.

 

—Taurogirl. Te haré la segunda pregunta, aquellos que algunos no desean escuchar. ¿Estás dispuesta a seguir aprendiendo mientras te preparas para enfrentar la prueba de la habilidad? Estás casi lista, pero casi es un gran trecho cuando luchas contra el mismísimo Portal. Piénsalo, respondes cuando termine de hablar.

 

Era hora de hacer la gran pregunta. A aquellas dos brujas que habían demostrado que estaban listas. Que habían logrado dominar la muerte hasta un punto en que se consideraba aceptable. Les faltaba aprender cosas, eso estaba claro, sin embargo las cosas se darían a su debido tiempo. Con el anillo de la Nigromancia -si aprobaban la prueba- tendrían la posibilidad de acceder a métodos mucho más efectivos. Innovando o mirando por las rendijas del conocimiento pasado.

 

—Sagitas y Mistify. Se que ustedes dos están preparadas. He visto sus avances. Las he visto traer gente a la vida, controlar las almas y desterrarlas de la existencia. Pero tengo que hacerles una pregunta formal y así mismo deberán responder. ¿Estás dispuestas a afrontar la Prueba de Nigromancia?

 

No las dejó responder en ese momento, aún faltaban cosas por decir antes de que dieran una respuesta.

 

—Si logran llegar a la Pirámide tendrán que enfrentarse al Portal. Visitarán otros mundos. Algunos reales, otros creados a partir de sus temores, incluso el Portal puede intervenir y presentar un mundo ficticio. Hay dos libros muy importantes que deben leer y que aparecerán en sus manos cuando marchen. Cuando lleguen a sus casas y los necesiten. Se llaman El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades. encuentren una guía en ellos, busquen toda la información que sea necesaria.

 

Tras escuchar la respuesta de las tres alumnas golpeó el suelo con la vara de cristal. Desaparecieron. Antes de que cortaran comunicación, les dijo a Sagitas y Mistify que las esperaba a media noche en la Gran Pirámide. Para ello debían ir apenas caída la noche al lago central de la universidad y sortear los obstáculos que se les presentaría para finalmente llegar al centro de aquella isla.

 

 

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Había escuchado hablar de las Pruebas de Habilidad y de las pruebas que los Arcanos debían de desarrollar para sus aprendices en torno a la isla. Eran muchas las noches que su hija había pasado en vela discutiendo estos asuntos y cientos más antes de dar por terminado el proyecto. Lo que ella no sabía era qué Pruebas determinaría el Nigromante, ni lo que efectivamente le depararía entrar al Portal de las Siete Puertas.

 

- Estoy preparada - respondió la Malfoy. El tono solemne de su voz le recordaba los momentos en los que el Ministro de Magia debía comunicar algo a la Comunidad.

 

¿Lo estaba? ¿De verdad? Había tomado aire antes de responder y lo exhaló al decir aquellas palabras. Por algún motivo se sintió aliviada. No por probar que podía obtener la Habilidad, sino por dar término a aquella rutina de días completos sumergida en el Más Allá que le estaba consumiendo sus propias ganas de vivir. No escuchó lo que sus compañeras en aquella travesía efectivamente respondían. Tampoco le interesaba demasiado. Era solo ella y el Arcano. Como lo habían sido los sucesivos días pasados en los que el viejo mago le ayudaba a reconocer un Alma o a permanecer inmune a los engaños.

 

- Por supuesto que estoy preparada - susurró. Fue algo así como una confirmación para sí misma. Una respuesta que se dio en voz alta a sus propios interrogantes. Lo estaba. Y lo que restaba de esta noche y el resto del día la pasaría descansando en la Mansión Malfoy. Se lo debía.

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Taurogirl había trabajado incansablemente tratando de hallar el modo de atravesar el portal que la llevaría a esa dimensión de la cual no estaba segura de a dónde pertenecía, pero entonces, ¿cómo lo lograría? ¿Cómo iba a saber que estaba yendo hacia la dirección correcta? Fácil, la sensación de poder que había sentido en aquella ocasión no la había abandonado y la siguió desde el momento en que buscó refugio en la Fortaleza para intentar descansar, para despejar su mente, pero nada de eso había ocurrido, por primera vez en tres meses la oji-azul volvía a sufrir de insomnio.

Nada le hubiese gustado más que encerrarse en su habitación en la mansión Crouchs, el único lugar que había sentido completamente suyo durante mucho tiempo y que ahora no podía ni pisar. Lo que más lamentaba, sin duda, era estar alejada del invernadero que con tanto esfuerzo había construido con sus propias manos, donde había puesto toda su pasión y podía decir que era su orgullo, pero pensar en ello no la iba a ayudar y dudaba que un Arcano tan poderoso como Báleyr le importaran ese tipo de nimiedades, aun así, necesitaba un espacio para pensar y la Fortaleza Oscura no era precisamente el lugar más feliz del mundo.

 

Después de mucho meditarlo decidió que lo mejor sería buscar refugio en el Castillo Haughton, ahí al menos tenía su propio cuarto, su espacio y lo mejor era que a altas horas de la noche no había nadie que deambulara por los alrededores, ofreciéndole la oportunidad perfecta para practicar lo que el Arcano le había mandado. Fue así como por horas y horas de duro trabajo que terminaron por dejarla exhausta, Taurogirl pudo cruzar esa barrera que la llevaba directo al cementerio donde Igor la esperaba. Fue en uno de esos viajes donde el Arcano se le presentó para hablarle, pidiéndole estrictamente que se presentara antes del amanecer en las mazmorras, a lo que solamente respondió:

 

— Allí estaré.

 

Tal como lo había indicado, Tauro llegó al día siguiente a las mazmorras justo antes de que los gallos cantaran y por supuesto, Sagitas y Mistify también se encontraban allí. «¿Acaso...?» La ilusión se dibujó en los ojos de la Crouchs, quién había estado esperando ansiosa por ese momento y cuando Báleyr se dirigió primero a ella, su corazón saltó de emoción, una emoción que segundos después se convertiría en desilusión. Aun no podía responder y el Arcano pareció adivinar la lucha interna de la mujer, por lo que le dio su tiempo y en cambio se dirigió a las otras dos. Tauro apretó los puños tratando de mantener los ojos bien abiertos, pues no quería que nadie viera cuánto le había afectado enterarse de aquella noticia. ¿Se detendría? ¿Daría vuelta atrás y se marcharía? ¿Y si eso era una prueba más? Podría ser que aun no estuviera lista, pero eso no quería decir que su poder fuese menor. Aflojó los puños y cuando estuvo lista se dirigió al sabio hombre.

 

— Estoy dispuesta a hacer lo necesario para aprender la habilidad —dijo muy segura. Había logrado atravesar el portal una vez y con mucho esfuerzo, pero ahora que por fin se había dado cuenta de lo que era verdaderamente importante, que reconocía que desde el inicio su cabeza había estado en parte ocupada en sus asuntos personales, sabía que la próxima vez que lo intentara no iba a tener problemas mayores. Su convicción lo superaba todo y por fin Tauro volvía a sentirse como ella misma, lo único que esperaba era que el Arcano también lo pudiera ver.

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Escuché atentamente lo que Maese Báleyr nos decía a Mistify y a mí. Mi mandíbula apretada, mis brazos rígidos en paralelo con el cuerpo, el equilibrio tenso sobre las dos piernas abiertas, los ojos fijos casi sin parpadear, entendiendo lo que nos pedía. Ni saliva quería tragar para no perder ni una de sus palabras, sus entonaciones, sus movimientos corporales...

 

Dejé escapar lentamente el aire por la nariz, casi con miedo de perturbar la quietud de la mazmorra en la que nos había recibido el Arcano de Nigromancia. Nos creía preparadas. Me creía preparada. Eso era algo que casi me costaba creer. Tanto tiempo esperando aquel momento y... estaba preparada... Estuve a punto de contestar al instante que sí, ¡por los Dioses Antiguos, sí!, pero me di cuenta que él no quería una respuesta inmediata. Siguió hablando, alertándonos de lo que tendríamos que hacer si aceptábamos a afrontar la prueba.

 

Llegar a la Pirámide...

 

... Enfrentarse al Portal...

 

... Visitar otros mundos...

 

... Leer los libros indicados en un día...

 

... Atreverse a pasar las pruebas...

 

Respingué al sentir la voz de Misty que aseguraba con voz fuerte que aceptaba pasar la prueba. Ensimismada en mis pensamientos, había olvidado que estaba en aquel lugar y con compañeras. Ensimismada, sólo temblaba levemente como si mil dementores estuvieran presentes llenándome el alma de un frío intenso. Tragué saliva por fin y después achiqué un poco los ojos, mirando fijamente al tuerto del Arcano que nos contemplaba. Su ojo... Lo que deberíamos pagar por Saber...

 

-- ¡Qué demonios...! Claro que estoy dispuesta a enfrentarme a la Prueba -- repuse en segundo lugar, tras Misty, con una sonrisa en la boca y con un gesto semiburlesco con la mano derecha. -- Estoy superdispuesta.

 

Pero, a pesar de hacerme la desinteresada y que aquella pregunta me parecía una singular burocracia del protocolo de la enseñanza, seguía temblando por dentro. Esa sensación me acompañó cuando me hizo desaparecer y abrí los ojos de nuevo en la "Ojo Loco". Harpo apareció casi al instante y me dijo algo. Ni le entendí ni hice nada por hacerlo. Levanté la mano derecha en un gesto impaciente para que se callara.

 

-- Harpo, que no me moleste nadie, estaré todo el día en la biblioteca, tráeme un par de sandwiches de pollo.

 

Caminé con vigor hasta el lugar que iba a ocupar durante las siguientes 12 horas o más. Miré hacia el atril de madera que había heredado de mi madre y ésta de una antigua sacerdotisa de Avalon. Sobre él, dos libros descansaban. Las ventanas estaban cerradas pero juraría que las páginas se agitaban, como llamándome a su lecturas.

 

Cerré los ojos un instante y suspiré. Allá estaban los libros indicados, los que me ayudarían, o no, a cumplir con la prueba que me cambiaría para siempre.

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Las tres brujas respondieron de forma afirmativa, cada una a la pregunta que se les había realizado. Por aquella mañana no había mucho por hacer. Incluso Tauro, a quien le faltaba un pelo aún para estar lista, no necesitaba más de las clases en la mazmorra. Ella tenía que practicar en aquel cementerio en donde los mundos estaban cerca. Su misión sería mucho más complicada que simplemente revivir personas, o desterrar almas a la inexistencia. Ella iba a realizar acciones mucho más perversas que las normales. Pero no era momento, aún faltaba un tiempo.

 

Había olvidado darle instrucciones a Tauro. Pero él ya había establecido ese vínculo, ese camino a través de lo intangible que le permitía proyectar mensajes a sus aprendices utilizando el poder de las sombras, de la muerte. No era una tarea sencilla, en realidad se suponía que aquello era imposible. Pero él tenía de su lado la experiencia de todos los arcanos anteriores. Su conocimiento sobre la muerte era tan extenso que inclusive -aveces- encontraba contradicciones que le tomaban meses, si no es que años, solucionar. Hacer que dos saberes opuestos estén en concordancia. Buscar una explicación lógica.

 

Realizó varios movimientos con la vara de cristal, dibujando un pentagrama en el aire. Parte de su propia esencia lo atravesó siguiendo un camino directo hasta Tauro.

 

—No te asustes —dijo.

 

Era intangible aunque mantenía su forma. Cualquiera que hubiera visto a Báleyr lo hubiera reconocido en el acto. Incluso como una proyección le faltaba un ojo, que era representando por las sombras como un agujero sin más.

 

—Ve al cementerio dentro siete lunas, que es el tiempo máximo que planeo esperar a que tus compañeras salgan del portal. Comenzaremos a practicar algunas artes un tanto más oscuras.

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Aunque había querido protestar, sólo por el hecho de tener que esperar un poco más que el resto, Tauro mantuvo la boca cerrada y asintió ante las palabras del Arcano, haciendo lo que decía sin oponer resistencia. Volvió a casa sin más, pensando en todo lo que había aprendido y en lo que había tenido que aplicar para llegar al punto en el que estaba. Pero también se concentró en su estado, en lo que quería lograr y la forma en la que, sin darse cuenta, se había debilitado un poco. Debía esperar, sí, a menos que quisiera acabar muerta en vez de reviviendo a los muertos.

Siete lunas habían pasado y el tiempo se había agotado por fin. Lo que había estado haciendo durante esos días había sido relacionado con la clase. Había escrito lo que ya sabía y se había permitido buscar un poco más, también, por su parte, para llenarse por completo del conocimiento que quería terminar de adquirir de una vez por todas. Incluso había practicado un par de veces el cántico que había recitado Báleyr en el cementerio al que ahora se debía dirigir, repitiéndolo una y otra vez hasta que se lo aprendió casi tan bien como la lista entera de hechizos mortífagos.

Pero ya se habían acabado las prácticas, ahora debía enfrentarse a la prueba y estaba lista para ello. Se había liberado de todas las preocupaciones y el peso que la misma habilidad le había otorgado, ahora estaba con la mente en blanco y eso sería lo que la llevaría a hacerlo bien esta vez. Se dirigió en completo silencio hacia el área donde estaba el portal, con el ceño ligeramente fruncido ante su concentración y pasó por él tras dar una larga bocanada de aire.

El cementerio estaba tal cual lo recordaba, nada había cambiado. Transitó por él como si lo conociera de toda la vida, andando a pasos cortos y veloces, buscando a Báleyr mientras lo hacía. Él o sus compañeras, Mistify y Sagitas, serían suficiente como para que supiera a dónde tenía que llegar en realidad. Y fue ahí cuando lo divisó. El hombre la esperaba, posiblemente, pues la cita había sido pautada con antelación pero ella no hizo mucho para anunciarse, simplemente se le quedó mirando hasta que llegó a él y se detuvo a su lado.

—Buenas —saludó, cordial—. ¿Puedo empezar?

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Su corazón palpitaba fuertemente, sentía como si el mismo intentase escapar de su pecho.

 

Llevaba más tiempo del que hubiese podido creer posible en aquel estado, tan sumamente llena de inseguridades, de miedo, del más profundo temor al que nunca antes se había enfrentado. Y no se lo había dicho a nadie, no podía, sentía que era una carga, un peso que debía llevar por ella misma.

 

Había intentado sofocarlo, superar aquel terror, pero a medida que pasaban los días se profundizaba, y ya ni siquiera podía estar tranquila en sueños. Su lugar seguro, el campo de batalla, ahora era un ámbito hostil, donde su vida pendía de un hilo tan ínfimo como insignificante.

 

De haber logrado encontrar otra solución, otro modo de deshacerse de aquella insoportable carga, una solución que le pareciera más factible y a gusto para ella, la habría tomado sin dudarlo. Pero eran pocas las que tenía en baraja, y aunque era algo que nunca hubiese imaginado, aquel tipo de magia, desde que había escuchado de ella a través de todo lo que se comentaba acerca de los Arcanos, la había seducido de una forma atrapante.

 

Sí, en realidad, allí había mucho más que una simple “solución” a su problema, allí había algo que la avergonzaba, y a la que había sucumbido irremediablemente.

 

En la oficina era la única que se hallaba allí por el momento, pero el mostrador parecía estar vacío, lo cual mientras esperaba al llamado “Mr. Pippin” para que aceptara su solicitud para tomar la habilidad, se había perdido en el mar de pensamientos que la ahogaban.

 

Buenos días, jovencita, – la repentina voz la hizo saltar en el lugar, pues no había escuchado el momento en el que había llegado – ¡ah! Veo que intenta nutrirse de conocimientos de Nigromancia, verá, este tipo de magia es tan misteriosa, muchos magos a través de los años…

 

Y sin esperarlo, el viejo comenzó un relato que parecía interminable, hablando sobre tantos temas y al mismo tiempo que parecía una hazaña prodigiosa lograr involucrar tanto en unas pocas oraciones, las cuales se iban extendiendo a medida que pasaban los minutos.

 

Disculpe… señor Pippin… por favor yo solo… ¡¿dónde rayos puedo encontrar al Arcano de la Nigromancia?!

 

No había querido elevar la voz, pero se había visto obligada, ¿es que aquel hombre no pensaba terminar nunca su relato? Sus nervios ya eran suficientes como para ponerla histérica con un relato que no quería oír, quería huir de allí lo antes posible sin que nadie la viera.

 

En las mazmorras, pero creo recordar que el director Gryffindor dijo que tal vez no estaría allí…

 

Me arriesgaré – lo cortó antes de que empezara una nueva perorata de cosas, y despidiéndose rápidamente, salió rumbo a su destino.

 

Toc, toc, toc.

 

Tres golpes, y esperó, no muy segura de qué sucedería a continuación, si debía tener preparada una presentación, o el motivo del por qué se había dirigido allí, ¿valía la pena ser sincera en aquella ocasión, o le jugaría totalmente en contra?

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