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Douce Tentation & Straripante Passione (MM B: 90090)


Kahlan Blackthorn
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La pasión y el deseo que sentían el uno por el otro, era parte fundamental de su relación así que el hecho de que aún no se hubiesen fundido en un éxtasis extremo era suficiente como para comprender que aquella velada era especial o sino especial, si le deparaba algo importante. Por lo que simplemente disfrutó del momento que sus labios y cuerpo se intentaban fundir como uno solo y segundos después se separó de él, para llevar la copa que anteriormente había dejado en la arena a sus labios y beber un sorbo más del vino.

 

El apelativo que salió de los labios de León, consiguió que en el interior de la matriarca comenzara a formarse un cumulo de emociones que le eran difícil de controlar porque sentía como estas la embriagaban. No queriendo analizarlas a profundidad, únicamente aceptó interiormente que era importante en su vida y a su lado se sentía cómoda, feliz y disfrutaba de cada uno de los minutos que pasaban juntos, ¿eso era amor? Posiblemente, pero indudablemente, le daba miedo porque eso significaba que se estaba entregando en cuerpo y alma a él.

 

—Me conoces bien, elegiste el sitio perfecto. —concordó ante el acuerdo que había hecho con su hermana, la cual estaba segura no había sido fácil de convencer de cooperar porque a pesar de que su trato siempre había sido un tanto distante, una a la otra se guardaban un cariño especial y único que pocos podían comprender— Jamás pensé verte en esta faceta hace veinte años. —compartió sinceramente mirándolo a los ojos y acariciando su rostro.

 

Los recuerdos comenzaron a invadir su mente, consiguiendo que en sus labios apareciera una sonrisa traviesa y su cuerpo comenzó a incrementar su temperatura corporal al instante en que sus memorias la llevaron hasta los encuentros que sostenían dentro del despacho del demonio cuando este fue director de la academia. Negando lentamente, observó como el mesero en esos instantes les traía la ensalada que había pedido y la colocaba en una pequeña mesa improvisada delante del fuego la cual les otorgaría un poco de comodidad.

 

—La mansión Black Lestrange —corrigió sin poder evitarlo a su novio— Además, debo decir que me gusta tenerte solo para mi en la casona de mi familia pero ahora que lo pienso, pocas veces he estado en el castillo de tu familia. —dejó ver parte de su pensar, algo que si bien en inició poco o anda le había importado en esos momentos le dejaba una pequeña espinita, que estaba segura no debería existir.

 

Sacando de su mente esos pensamientos, consiguió que en sus labios apareciera una sonrisa y escuchó nuevamente decir a su novio los años, meses y días que llevaban compartiendo sus vidas. Jamás imagino que el tiempo en compañía y siendo pareja del pelinegro pasase tan rápido, tanto que casi parecía una broma pero ella mejor que nadie sabía que no era ni una broma ni un sueño, sino solamente la realidad de su vida.

 

—Mucho tiempo mi amor, —admitió por fin— pero cuando lo pasas con la persona correcta pareciera que este corre más deprisa de lo que podemos imaginarnos, —mirándolo a los ojos volvió a relajarle un beso y después se dispuso a comer.

 

Tomó entre una de sus manos un tenedor llevó hasta su boca un trozo del pulpo que contenía la ensalada, cerrando los ojos disfrutó del sabor que del bocado y permitió que saliera un gemido de placer de su boca. Recordando en esos momentos, que según creencias populares los mariscos eran afrodisiacos sonrió y tomó otro trozo de pulpo, pero esta vez se lo dio en la boca al Crowley.

 

—Gracias, en serio que si gracias por sorprenderme con este tipo de detalles. —mirándolo una vez más, lo besó y segundos después disfrutó del atardecer y del viento que conseguía que sus rubios cabellos danzaran a su ritmo— Te quiero. —soltó sin pensarlo y volvió a mirar el cielo con la sonrisa reflejada en sus labios. Le basto para saber que admitir parte de sus sentimientos la dejó más tranquila.

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Entramos en el hotel con paso tranquilo, pedi mi llave y nos dirigimos a nuestra suite. Nos sentamos comodamente alrededor de una mesa, puese unas bebidas del mini bar y segui narrando.

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Seguimos caminando hacia el pueblo. Yo estaba de buen humor y muy dispuesto a hacer confidencias, no se pudo resistir y me hablo.
- Jim parece mayor ¿cuantos años tiene?
- Es mas joven que yo, solo tiene 326. Por cierto, estuvo en Hogwarts. Slytherin. Le apasiona cultivar la tierra. Ya lo has visto.
- ¿326? Sorprendente ¿pero como?
- El Elixir de Larga Vida, aqui es corriente ---dije con indiferencia--- yo le enseñe a hacerlo.
- Sospecho que me vas a contar muchas mas cosas ¿no?
- Es posible. Pero sera mejor que nos pongamos a cubierto llovera de las 13 a las 14 horas, es matematico.
Nos metimos en el pueblo. Tenia forma piramidal y un laberinto de callejas y plazuelas. No se por que pero le recordaba al Callejon Diagon. Al final entramos en una acogedora casita con jardin y 2 habitaciones. Un baño muy bien dotado, saloncito y cocina lo completaba.
- Esta sera tu residencia. Tenemos nuestra propia moneda y podras comprar cosas en el pueblo. Se te asignara una cantidad semanal ¿alguna pregunta?
- Esta casa...¿a quien pertenece?
- A mi. Pero no te apures tengo otra mas arriba. Ah si, aqui vivieron los Greengrass durante la guerra.
Mis ultimas palabras fueron una revelacion para el. Aqui vivio Dap. Este era su refugio. Le habia dado un vinculo para que amara ese lugar.

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  • 2 semanas más tarde...

<<Hace veinte años no era yo mismo>> —pensó en responder pero considerando que ya habían tenido la charla sobre lo que habían hecho y desecho en el pasado, no creyó oportuno decirlo. Eran personas diferentes, con prioridades distintas que habían confabulado en más de una noche para arrastrarse en cuanto oscuro rincón podían para disfrutar de los mundanos placeres de la carne, cubiertos siempre por el manto invisible que les proporcionaba el completo anonimato. Nunca despertaron con la inmejorable sensación de amanecer abrazados, nunca desayunaron juntos o se dieron un beso que no fuera el derivado de las artes amatorias.

 

Al castillo de mi familia le queda grande esa descripción —confesó llevando un tomate cherry hasta su boca—, difícilmente soy el único que pasa por allí, así que no tiene mucho que ofrecer. Pero si, tienes razón al lanzar el ladrillo, no hemos ido aún al "castillo" Crowley, pero sospecho que eso podría cambiar pronto.

 

No había sido fácil para León admitir lo que acababa de decir. En los tiempos en que era un miembro activo y vital de la comunidad mágica, el Castillo Crowley había sido centro de todo tipo de eventos, reuniones de bando, visitas de importante miembros del ministerio, incluso de ataques de los detestables miembros de la Orden del Fénix. Ahora no era más que una vieja y lúgubre edificación, golpeada por el paso del tiempo y por la falta de atención de aquellos que se decían ser patriarcas. Nunca había más de dos miembros de la familia al mismo tiempo y a duras penas se recibía la visita de uno que otro amigo cercano a la familia. Una mueca de desagrado se dibujó en los labios del pelinegro que de inmediato desapareció. No era el momento ni el lugar.

 

La ensalada se había terminado casi tan pronto como la habían pedido y empezaban ya la segunda botella cuando el mesero se acercó a retirar el menaje de la comida y depositar otra botella sin necesidad de pedirla. Antes de retirarse hizo un gesto disimulado y extraño al holandés que interpretó a la perfección. La brisa había perdido fuerza evitando que las llamas de la fogata se movieran más de lo necesario y permitiendo que la luz se proyectara más en la inmensa playa que tenían por delante, donde en un determinado punto, alguien había cumplido con lo que el demonio había pedido una semana atrás. Los nervios que le habían invadido toda la noche y que lo habían intentado traicionar en más de una ocasión, se habían esfumado al escuchar las últimas dos palabras de la rubia.

 

<<Te quiero>>

 

Las dos palabras se quedaron dando vueltas en su cabeza el tiempo suficiente para que se asentaran en lo más profundo de si mismo y le terminaran de dar el empujón que esa noche necesitaba. Necesitaba responder algo y debía hacerlo antes de que los sentimientos que se agolpaban en su interior le dieran una mala jugada, por lo que tan pronto terminó el beso, se puso de pie y la invitó a hacer lo mismo. Sabía que si decía una sola palabra iba a lanzar por la borda lo que había estado haciendo toda la noche por lo cual la guió en silencio por la playa, a unos cuantos metros del sitio donde estaban. Tenía la adrenalina a tal borde que podía sentir cada uno de los granos de arena que se filtraban entre los dedos de los pies, podía sentir el efecto de rotación de la tierra y escuchar el lejano canto de las criaturas del agua que bordeaban el arrecife del hotel.

 

La persona correcta —se atrevió al fin a repetir un poco más elocuente cuando llegaron frente a un pequeño montón de arena que parecía cubrir algo en su interior—. La persona correcta fue algo que creí que nunca iba a encontrar. Que la idea de dedicarle cada día posible a una persona diferente a mí mismo era algo imposible, que era un invento, que era otro de los cuentos de Beedle El Bardo —se sentó en la arena frente al montículo e invitó a Mía a hacer lo mismo—. Un cuento que no creí hasta hace tres años, tres meses y catorce días.

 

De la arena desenterró una pequeña caja negra de madera de caoba que tenía el emblema en plata de un cuervo negro adornado con dos pequeñas esmeraldas emulando un par de ojos verdes en una clara referencia al objeto que guardaba. La mano del pelinegro hacía un esfuerzo para no temblar al momento de abrir la tapa del cofre que reveló el contenido en su interior: Una diminuta pluma de oro blanco con detalles negros, doblada en forma de anillo y que terminaban en la forma inconfundible de la cabeza de un zorro con dos diminutas esmeraldas como ojos, que mezclaba los emblemas de los apellidos de ambos. Hubiera creído que era suficiente referencia tanto la caja como el anillo, pero no queriendo dejar nada al azar, continuó.

 

—Yo te quiero a ti, no alcanzas a imaginar cuanto y por eso quiero que ese cuento que creí imposible, lo escribamos juntos.—tomó el anillo y lo ubicó justo frente al dedo anular de su mano izquierda— Mía, ¿Me harías el honor de ser mi esposa?

Editado por León Crowley
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MI vida en el valle y en el pueblecito no podia empezar mejor. Pase el primer dia conociendo mi casa y mi entorno. Mis vecinos eran gente normal si no fuera por un pequeño detalle, no habia muggles, todos eran magos. Habia algun squib pero los trataban con tanto cariño que no desentonaban.

Otro detalle que chocaba era que vi muy pocas varitas. La verdad es que mas de la mitad no las usaban pero no parecia afectarles. Habia un pequeño Banco en el pueblo, alli cobraba mi asignacion presentando una tablita dorada con mi nombre. Manuel me lo enseñaba todo, o casi todo porque intuia que algo se guardaba. El Banco tenia unas gigantescas reservas de oro y diamantes, tambien habia gran cantidad de dinero magico nuestro y muggles de varios paises, parece ser que les servia para mover sus contactos por todo el mundo.

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Las frases que León utilizó para expresarse de la morada de la familia Crowley, le permitieron encontrar un amago de tristeza. Entendía lo que era ver descender de la cumbre de la sociedad londinense a la familia que con tanto esmero durante años se le dedicó tanto cariño y esfuerzo, pero también conocía la dicha de volver a levantarla lentamente hasta convertirla nuevamente en lo que era y en esa ocasión, confiaba que con el paso del tiempo lo lograrían. Mirándolo con una sonrisa en los labios, aceptó su sonrisa y en su interior se formó un sentimiento de tranquilidad, porque no se estaba negando a que pasará por el castillo no como una visita o conquista más, sino como lo que era actualmente: su novia.

El silencio en que se sumieron, disfrutando de la brisa fresca del mar, acompañada por el vino y la compañía de la persona querida era suficiente o al menos eso fue lo que pensó la Black Lestrange hasta el instante en que la invitó a dar un pequeño paseo. Caminando durante algunos segundos al lado del holandés, disfrutó de la sensación cálida que aún conservaba la arena con los últimos atisbos del sol, los cuales consiguieron que su cuerpo se relajara un poco más y que en su mente no existiera absolutamente nada más que ellos dos y los sonidos de la naturaleza que los rodeaba, hasta que llegaron a un pequeño montículo de arena.

Dejando caer el peso de su cuerpo sobre la arena, se giró para mirarlo fijamente a los ojos y prestar su total atención a cada una de las palabras y sentir como en su interior comenzaban a despertar emociones que poco o nada recordaba haber sentido anteriormente. Eran palabras tan profundas y con un significado que conscientemente o inconscientemente marcarían un antes y un después para su relación. Así que permaneció en silencio, permitiendo que los sentimientos del Crowley salieran en forma de palabras, algo que estaba segura no era tarea fácil.

¿En serio crees que soy la persona correcta? —preguntó sin poder evitarlo, estaba nerviosa y el ver como comenzaba a desenterrar una pequeña caja que en su interior contenía un anillo comenzó a generar en su interior sorpresa e inevitablemente miedo, así que decidió añadir algo más antes de escucharlo decir alguna palabra más— ¿Quieres renunciar a tu libertad?

Sabía que sus palabras podían sonar un poco difíciles de creer, pero estaba asustada más de lo que recordaba haber estado en algún momento durante al menos la última década. Había madurado y aprendido de sus errores, porque si bien antes fue impulsiva y poco le importaron las consecuencias de los actos desencadenados de esos subidones de adrenalina cargados de emociones, en el aquí y ahora no era así, porque sabía que estos tenían un coste que no estaba segura de querer pagar. Cada uno de sus movimientos era analizado por Rusalka, para que en el más mínimo momento de debilidad tomará el control.

Algo que anteriormente no le importó, pero que ahora sabía que si volvía a ocurrir durante algún periodo de tiempo mayor a un par de horas o incluso días, le terminaría de arrebatar la poca humanidad que poseía, así que de ahí radicaba su miedo, el que se incrementó en cuanto vio a León de rodillas frente a ella con un anillo, proponiéndole matrimonio, ¿era cierto? ¿o solo un sueño? No estaba segura, pero su cuerpo comenzó a temblar un poco. Lo quería o incluso ahora mismo lo amaba, pero ¿estaban listos para ese paso? ¿en serio querría él dar ese paso con ella? No lo sabía y aunque escuchaba las palabras que tendrían que eliminar cada uno de sus miedos, su mente no lograba procesarlas.

Estaba permitiendo que sus miedos tomarán el control, así que mirándolo a los ojos simplemente permitió que de uno de sus ojos saliera una lágrima e intentó respirar profundamente, regalándole una sonrisa en el proceso. Mirando el elaborado anillo, que indudablemente los representaba en un solo objeto, era hermoso, sin duda alguna elegido a consciencia y eso le dejaba en claro que no era una decisión que hubiese tomado a la ligera y le permitió comprender que entonces eso no tendría porque ser un acto surgido del momento, no era algo planeado a conciencia.

¿Escribir nuestro futuro juntos? —preguntó mirándolo a los ojos negros— Nada me gustaría más. Pero el cuento comenzamos a escribirlo desde hace más de tres años, y ninguno de los dos se lo pudo siquiera imaginar.

Tras sus palabras, fijó su mirada en el anillo y dudando unos segundos, lo cual se reflejó con un atisbo de indecisión en la mirada, negó con lentitud. Tenía que tomar la decisión que tenía el poder de romperla o hacerla más fuerte, ¿estaba segura de lo que sentía por León? Si, ¿quería continuar a su lado? Claro que sí, se había vuelto su lugar seguro y cómodo, alguien a quien acudir cuando necesitaba ser escuchada o acompañada, era parte importante de su vida así que era momento de responder.

Si, si quiero casarme contigo. —respondió al fin, para segundos después unir sus labios en un profundo beso que intentaba transmitir todo aquello que sentía— Tengo miedo, nunca imagine volver a aceptar casarme con alguien, pero llegaste tú y has sabido llenar cada parte de mí vida.

Colocando el anillo en su dedo anular, lo abrazó y se quedó escuchando el corazón del demonio. Estaba nervioso, se podía sentir como el latido de su corazón aún era acelerado, ¿dudaba de su respuesta? Al parecer si, pero ¿podía culparlo? No, porque incluso ella había tenido un momento de indecisión y que si bien, aún la tenía estaba segura que estaba tomando la mejor elección. Así que tendría que relajarse y dejarse llevar por el momento, porque no había vuelta atrás ante sus respuesta positiva.


Eres mi persona correcta, así que vamos a seguir escribiendo este camino juntos. —añadió mirándolo a los ojos y acariciando su rostro— ¿Tanto me quieres? —preguntó con una sonrisa traviesa en los labios, dando a entender que la pregunta podía ser interpretada de otra manera.

Aún sentados sobre la arena, se sentó a horcajadas sobre él y disfrutó del contactó físico que tenían, guardando silencio y dejando que la emoción del momento la embriagará por completo y la hiciera sentirse plena y feliz.
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A lo tonto, a lo tonto, ya llevaba 4 semanas en el valle. Me habia acostumbrado a vivir alli. Me habia acostumbrado a sus rarezas. Yo, un mago, estaba extrañado de tantas maravillas. Manuel y yo hablabamos mucho por el dia, ni idea que hacia por las noches aunque se que las pasaba con su pareja. Le conoci y congeniamos, se les veia muy enamorados, ni idea de cuantos años tenia realmente.

Pero la vida te reservaba sorpresas y un buen dia Manuel me dio la mas gorda.
- En unos minutos vamos a tener visitas del exterior, 4 conocidos tuyos.
- ¿Ah, si...?
- Si. Neville, Hermione, Harry y...Draco.
- ¡Ay Madre! ¿Donde me escondo...?
- Vamos, vamos, no seas majadero, encantamiento desilusionador y ya esta.
- Pero si van a tardar minutos ¿quien va a traerlos?
- Yo. Les esperare en las fuentes del valle exterior y los traere caminando, pasaremos la noche en el valle del Linarejos y los drogare para entrarlos aqui.
- Entonces no seran minutos, seran dias.
- Ah ¿pero no lo sabias? jajaja aqui el tiempo es relativo, una semana en el valle es 1 año fuera.
- ¡Como! ¿ LLevo 4 años aqui?
- ¡Pues claro! ¡Que te pensabas! Es lo bueno de este valle, que el tiempo es relativo. Mira, en 2 minutos estaran aqui, eso seran unos 2 dias mas o menos...

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No quiero perder mi libertad Mía —respondió y su voz casi parecía temblar. Por supuesto que había contemplado la negativa de la rubia, por lo que se permitió esperar a que se tomara su tiempo para dar la sílaba definitiva—, quiero compartirla contigo.

Sabía perfectamente el enredo que eran en ese momento los pensamientos y los sentimientos de Mía. Había pasado por la misma situación, unas semana antes, al despertar solo en la fría habitación del Castillo Crowley. Por razones que se escapaban de las manos a ambos, Mía había tenido que trabajar más de la cuenta en el Banco y el holandés estaba realizando algunos trámites ministeriales, por lo que les fue imposible encontrarse en la Mansión Black Lestrange. No sabía a ciencia cierta desde hacía cuantas semanas no iba a su propio castillo, por lo que por primera vez desde que había vuelto a Londres, se había sentido ajeno a aquel lugar.

La noche fue fría y un tanto vacía, extrañaba la presencia de la rubia más de lo que León quería admitir en ese momento. Ocupó su mente en cosas propias del castillo como fastidiar a Rhyfs por el jardín o preguntar si algún familiar había vuelto; un sin fin de cosas innecesarias y absurdas que bien podía hacer el otro o día o simplemente no hacerlas. Así, y con una botella de vodka, pasó la noche entera y se quedó dormido hasta que la mañana lo golpeó con todo el peso de la soledad y se dio cuenta de cuanto la necesitaba. El miedo a reconocer que por primera vez en su vida dependía de alguien más para sentirse completo lo abrumó de una forma que no pudo describir, se apoderó de él un terror irracional y armó un debate consigo mismo que nunca iba a poder ganar. Se había enamorado de la Black Lestrange y no había nada que consiguiera revertirlo.

El silencio de Mía empezó a romper, bloque por bloque, el muro de tranquilidad que había armado incluso desde antes de ir a recogerla a la mansión. Nunca había sido bueno para dar sorpresas, o por lo menos no para sorpresas agradables. El sitio, el anillo, la noche. Toda había jugado tal cual como lo había pensado hasta ese momento. El "si", o el "no" se había prolongado más de lo necesario, lo cual evidenciaba que, si bien Mía ya podría tener una respuesta, le costaba darla. Bien fuera para bien o para mal, esa noche la relación de ellos iba a cambiar. León alcanzó a notar el leve movimiento de negación que hizo la cabeza de su novia, o ex-novia según estaba viendo Se borró lentamente la sonrisa que se había mantenido en su rostro y comenzó a retirar el anillo que seguía frente a ella.

Fue un segundo el que pasó entre el instante en que se creyó que todo había sido en vano y el momento en que la rubia aceptó ser su esposa con un beso. La respuesta entró como una droga que se disipó por todo su cuerpo y fulminó de tajo la desagradable sensación que se había apoderado de sí. Sus brazos se lanzaron hambrientos a rodear el cuerpo de su prometida y se entregó a ella en un beso, intenso y honesto. El primero de la nueva faceta de su nueva relación. Cuando terminó el beso, lo primero que vio fueron los ojos verdes y vidriosos de Mía, un cabello rebelde a merced de la brisa, y una sonrisa delicada y perfecta, justo lo que quería seguir viendo todas las mañanas.

Yo también tengo miedo mi amor —susurró acariciando su mejilla y limpiando la lagrima que escurría por ella—, es apenas normal que ambos lo tengamos. Pero te aseguro que voy a hacer todo lo posible porque superemos esos miedos, juntos.

Sus cuerpos se fundieron al fin en un abrazo como muchos otros que les quedaban por delante. Las dudas que ambos tenían eran apenas justas si tenían en cuenta por como había iniciado su propia relación. Si bien el episodio de la oficina de la academia había sido hace mucho tiempo, fue esta la primera piedra que armó el resto de la estructura ante la cual estaban. El corazón del holandés latía fuerte, con un extraño ritmo, como con una especie de eco. Pero no era un eco, era su par, el corazón de Mía, el que latía a su lado.

Uff, no tienes idea de cuanto te estoy queriendo en este momento—, respondió dejando que su cuerpo sirviera de base para el de ella, y por la tibia espalda dejó deslizar la mano que se fue metiendo entre el espacio de había entre su vestido y la suave piel—, ¿Trajiste todas tus cosas? espero que si —preguntó deslizando los labios por su cuello y antes de esperar una respuesta, desapareció del lugar con ella en brazos.

* * * * * *

El Douce Tentation hotel había sido el lugar ideal para lo que León había maquinado esa noche no solo porque fuera propiedad de Mía y su hermana, o porque la playa tranquilizara a la rubia más que cualquier otra cosa. Era también porque estaba muy bien ubicado y dotado no todo de lo necesario para la cena en la playa y para el resto de la velada. Dentro de sus grandes ventajas, el hotel cuenta con pequeñas islas privadas que pone a disposición de sus huéspedes por unos cuantos galeones de más y que brindan la privacidad perfecta a la pareja de recién comprometida. Allí, en la arena de una de esas islas, apareció la pareja, inmersos en el mismo abrazo en el cual habían desaparecido. Atrás de ellos una pequeña cabaña iluminada únicamente por la luz cetrina de una fogata eterna a un costado de donde estaban, y la luz que brindaba la luna, inmaculada en la noche despejada.

Junto al fuego, pero no tan cerca como para absorber el calor, una cubeta de hielo esperaba por la pareja, provista del licor que pudieran llegar a necesitar y que se recargaba sin la interferencia del personal del hotel, lo cual agradeció desde el momento en que le ofrecieron el servicio.

 

Ahora si —retomó sonriente acercando sus labios —¿Me decías algo?

Al interior de la cabaña, sobre la cama, otra pequeña caja negra igual de grande a la que contenía el anillo, esperaba por Mía.

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Manuel tuvo razon, los 4 compadres aparecieron al poco tiempo y yo ya estaba disfrazado. Los vi pasar con un deje de nostalgia y hablaron con Manuel largo rato. Entonces Hermione, Neville y Draco se fueron a recorrer el pueblo y Harry se quedo solo, como pensando, no lo pude remediar y me acerque.


- Buenos Dias, Harry.


- ¿Le conozco?


- Soy Theo.


- ¡Ahi va, no te habia conocido!


- Encantamiento desilusionador, creo que ya lo conoces.


- Esta si es una sorpresa ¿llevas mucho aqui?


- 4 años ---y añadi con sorna--- parece que fue ayer.


Harry no se percato de la ironia de mi comentario.


- ¿Me echan de menos?


- Se que Draco aun te llora, en general todos te echan de menos pero Dap no, es como si no fuera nada con ella.


- Si, bueno, no te preocupes, Dap me esperara.


- Pareces muy seguro.


- Lo estoy. Manuel me dijo que nos casariamos y yo le creo.


- Te confieso que es una sorpresa verte aqui. ¿Volveras algun dia?


- Lo hare. Manuel se encargara de los detalles.


Y en esto Manuel se acerco a nosotros.


- Sera mejor que te vayas, Draco viene hacia aqui.



- Nos vemos Harry.


- Adios.

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  • 3 semanas más tarde...

Las palabras que usó León para responder su pregunta, generó que en su interior se comenzarán a incrementar sus miedos, casi logrando que entrara en una pequeña crisis de ansiedad, hasta que escuchó la continuación de sus palabras. En sus labios se formó una media sonrisa y acarició su rostro mirándolo con ternura y sintiendo como su interior comenzó a tranquilizarse lentamente.

 

—Compartamos nuestra libertad, esa es una buena frase amor. —soltó logrando que su voz volviera completamente— ¿Cómo supiste que era la indicada?

 

Saber que no era la única con aquellos sentimientos revueltos y llenos de confusión, le generó tranquilidad, porque sabía que no estaba sola en aquellos momentos, que su novio viviría cada uno de esos procesos a su lado y eso era parte de compenetrarse como pareja. Algo que quizás para otras personas significara falta de confianza o de veracidad de sus sentimientos, pero ella no era de ese tipo, al contrario era de las que preferían crecer a la par de su compañero.

 

Confianza, eso era lo único que podía definir lo que tendrían que tener el uno en el otro. Porque ambos tenían un pasado y eso contrario a separarlos, debía unirlos y hacer que su relación se fortaleciera cada día. Besándolo con tranquilidad, disfrutando de la cercanía del momento y sintiéndose un poco más relajada, así como completa porque era una persona plena al menos en esos segundos que compartían en pareja y con todo aquello que la rodeaba como su familia y el trabajo.

 

—Te amo. —soltó antes de mirarlo una vez más a los ojos— Si, traigo todo lo que necesito… ¿por qué lo preguntas? —soltó con curiosidad.

 

Sus palabras salieron a la par que desaparecieron en medio de una fina capa de humo negro, que los transportó hasta otra parte del complejo hotelero. En ese sitio, las cabañas para parejas eran el pan de cada día, porque a pesar de contar con la privacidad necesaria, era posible vislumbrar como estas se encontraban dispersas en una de las tantas playas privadas. Sorprendida por encontrarse allí, se separó un poco de él y miró el sitio elegido por su personal.

 

Una cabaña que era más parecida a un bungaló se encontraba delante de ellos, erigida con la puerta y ventanas abiertas, permitiendo ver la luz del fuego que salía de una chimenea y a lado de ella una botella en una cubeta con hielos y un par de copas dispuestas; listas para usarse. Así que acercándose hasta ella, las tomó entre sus manos y las llenó con un único propósito.

 

—Brindemos, por nosotros y por todo lo que somos en estos momentos. —le entregó una de las copas y levantó la propia antes de dar un pequeño sorbo.

 

Girando su atención a la cama, en sus labios apareció una sonrisa traviesa, porque sabía que el Crowley había entendido el doble sentido de sus palabras y le gustaba porque siempre había existido esa complicidad entre los dos, desde sus encuentros en el despacho de la dirección como cuando él volvió a Londres.

 

 

— ¿Otra sorpresa? —preguntó separándose un poco y dejándose caer en la cama, mirando la cajita que estaba aguardaba por ella— Sabías que no era necesario que prepararas todo esto, porque quiero estar a tu lado. — ¿Qué es? —preguntó curiosa, queriendo descubrir que había en el interior antes de que su impulsividad la hiciera abrirla-

 

Sentada sobre la cama, miró a León y negó con lentitud, porque si alguna vez alguien le hubiese dicho que terminaría comprometida con el director de la academia no lo hubiese creído y mucho menos que estarían pensando en compartir toda una vida juntos. Era tan extraño, pero algo que sin duda la hacía sentirse bien y plena.

Editado por Mia.
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4 semanas se quedaron mis 4 ex-compañeros en el valle, 4 semanas donde tuve que hacer malabarismos para no verlos ni tropezarme con ellos. Algunas veces nos vieron, con mi disfraz, hablando con Manuel, el me decia que parecia un alma en pena intentando darles esquinazo y yo me reia con ganas.

Pero la verdad es que no estuve las 4 semanas, la segunda semana Manuel me envio a nuestro centro en Cazorla, me dijo que tenia que escoltar a una visitante de excepcion que visitaba el valle y que pasaria 2 dias (nuestros) en un pequeño paraje encantador separado del pueblo.
Asi que me fui a Cazorla y una figura emergio con un traslador en el patio de nuetra sede, alguien que colmo definitivamente mis sueños.
Dap.
Nos miramos un momento y nos besamos apasionadamente. Al dia siguiente partiamos hacia el valle. Creo que Dap y yo fuimos los unicos de nuestra generacion que entro en el valle sin ser drogados. Teniamos dos dias para nosotros solos, dos dias que equivalian a unos 4 meses del exterior.

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