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Douce Tentation & Straripante Passione (MM B: 90090)


Kahlan Blackthorn
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Pero el tiempo ha pasado, ya no es preciso seguir usando la carta y, para comodidad del Banco he abierto una cuenta en Gringotts. Una cuenta con un comodo saldo de 20 millones de Galeones transferidos directamente por mi banco emisor. El motivo de un saldo asi no estriba solo en mi comodidad sino tambien, ¡que duda cabe! en el beneficio de mis esposas, para que no tengan que irme pidiendo dinero y, a tal fin, les he abierto sendas cuentas suplementarias con un capital de 5 millones cada una.

 

Se que no lo van a despilfarrar. Se que se puede confiar ciegamente en ellas y en su discreccion, porque ya me han dado motivos sobrados para ello. Por eso y por nada mas, les he abierto las citadas cuentas y asi podran hacerse cargo de sus gastos personales y los de sus hijos, especialmente los mayores de Monica a los que ella, me ha pedido, que hagan sus estudios en Hogwarts donde ya tienen plaza reservada.

 

El resto del capital sera para mis negocios personales, de los cuales no son precisos dar mas detalles.

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  • 4 semanas más tarde...

Afueras de la Mansión Black Lestrange



El inclemente sol que anunciaba el verano se escondía ya en el horizonte dando por terminada la tarde y abriendo paso a la muy necesaria noche que traería consigo la brisa refrescante del norte, una brisa suave que arrastraba consigo el inconfundible aroma del bosque que rodeaba el castillo Black Lestrange. Como suele pasar al iniciar el verano, estaba aún bastante claro el cielo para la hora, el reloj de plata en el bolsillo del pantalón blanco de León marcaba cerca de las siete de la noche cuando este se apareció en frente a la puerta de la enorme edificación. Podía perfectamente haberlo hecho al interior de la misma y no habría ningún problema, pero había optado por mantener la formalidad del asunto y hacerlo afuera. Recorrió las escaleras de la mansión ahora que las conocía un poco mejor y un par de golpes en la enorme puerta de roble de la habitación fueron suficientes para llamar la atención de la matriarca.

La vestimenta que el pelinegro había elegido para noche distaba mucho de los particulares atuendos que solía vestir y dado el lugar al que iban, un enorme gabán de cuero negro no habría sido lo más adecuado. Una ligera camisa blanca acompañaba el ya mencionado pantalón del mismo color completaban su despreocupado atuendo que carecía por completo de algún tipo de calzado. Cargaba en la mano derecha una de las pashminas de tela ligera que Mía solía llevar sobre la ropa y la otra mano completamente libre para recibirla. Echó una rápida mirada en el enorme espejo que reposaba en la pared del hall de las habitaciones antes de que ella saliera a su encuentro.

—Hermosa como siempre —saludó a su novia con un beso en los labios luego de recorrer su cuerpo de arriba a abajo con la mirada, casi devorándola —disculpa tanto misterio latente esta noche pero quiero darte una sorpresa. Espero hayas traído lo que te dije.

La mañana anterior, justo antes de que la directora de Gringots saliera en dirección a su trabajo, había ocultado un ruiseñor mágico en el bolsillo de su gabán con la única instrucción de cantar su misiva cuando el stress de la jornada la tuviera completamente agobiada. El mensaje era una invitación la noche siguiente a un exclusivo lugar. Gentilmente se le solicitaba vestir de forma cómoda e informal, sin zapatos, llevar ropa de cambio y si lo consideraba necesario, pijama. Sabía que no la iba a necesitar, pero no estaba de más sugerirlo.

—Bien, ¿nos vamos? —preguntó extendiendo la mano para luego desaparecer del lugar, no sin antes cubrir los ojos esmeralda de mía con la pashmina—, te dije que era una sorpresa.


*******


El dulce aroma del bosque que el viento arrastraba había sido reemplazado por el del mar que invadía todo cuanto alcanzaba a cubrir y era la única pista que Mía tendría del lugar en donde estaban junto con la tranquilizante sensación que da la arena al caminar sobre ella. La imponentes playas del hotel Douce Tentation habían sido reservadas para una tranquila cena que León había ideado para la Black Lestrange que había manifestado en más de una ocasión el stress manejado en la oficina de la entidad bancaria más importante de todo el Reino Unido.

Ten cuidado de caerte que después no te vuelvo a recoger —bromeó mientras la guiaba a un pequeño espacio organizado para la velada. Algunos cojines en el piso al rededor de una pequeña fogata que parecía ignorar por completo la brisa del mar que los rodeaba gracias a un sencillo hechizo. Un viento lo suficientemente fresco para amenizar la noche pero no lo suficiente para agobiarlos con el frío. No muy lejos del lugar, un mesero y una mesa provista de todo tipo de bebidas y snacks aguardaba por la pareja. La ubicó al fin frente al fuego y se alejó, intencionalmente de ella.

—Felices tres años, tres meses y catorce días —susurró en su oído justo antes de soltar la pashmina y sentar un beso en sus labios.

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Un día antes de la sorpresa

 

Amanecer cada día a lado de León se había vuelto un pequeño placer que tenía el lujo de darse cada día desde que habían dado el paso decisivo en su relación: hacerla formal y gritarle al mundo que los rumores eran ciertos y desde hacía cierto tiempo eran uno parte de la vida del otro. Contrario a lo que pudo haber pensado, el compartir más momentos con el Crowley le ayudaban a relajarse y sentirse extrañamente protegida en un ámbito emocional más que físico, situación que en un inicio le había causado miedo pero que con el paso de los días había conseguido superar porque la vida había que vivirla y disfrutarla como tal.

 

Por lo que esa mañana en cuanto se puso en preparo para ir a intentar uno de los tantos problemas que tenían normalmente los usuarios del Banco Mágico de Gringotts y vio a su novio allí acostado en su cama, estuvo tentada a enviar todo por la borda y quedarse a su lado, pero sabía que no podía hacerlo. Parte del compromiso que tenía consigo misma y con la comunidad mágica le impedía tomar esa decisión tan precipitada así que al terminar de arreglarse tan formal como siempre, aceptó la ayuda que él le ofreció para colocarse un abrigo que cubría su cuerpo del frío inclemente de Londres.

 

—Espero no llegar tan tarde. —se despidió— Te quiero. Añadió antes de darle un suave beso en los labios.

 

Disfrutó de la cercanía y con un suspiro se alejó unos cuantos centímetros para dar un medio giro, el cual la hizo desaparecer envuelta en una voluta de humo negro, que segundos después reapareció en su despacho de la institución a la cual había vivido esclavizada los últimos tres años y la que cada vez le resultaba más atrayente abandonar para dedicarse a vivir una vida mucho más tranquila. Pero no, aún no era el momento y quizás en un futuro cercano no lo sería tampoco, por lo que, con un movimiento de cabeza, era momento de trabajar.

 

Concentrada durante algunas horas en su labor, no supo el momento exacto en el que su cuello comenzó a dolerle y con él la cabeza. Era demasiado el estrés que tenía entre sus manos, por culpa de algunos cuantos magos y brujas que solamente gustaban de quejarse por el más mínimo error o retraso en sus trámites, ¿qué no entendían que eran seres vivos y tenían una vida? Ellos decían que sí, pero parecía ser que no, que debían vivir por y para el banco, algo que quizás en otro momento le resultó atractivo, pero no más, y pensando en eso, observó como del abrigo que había llevado a la oficina, salió flotando una pequeña ave.

 

— ¿Qué rayos? —soltó sin poder evitarlo.

 

Pero antes siquiera de poder levantar su varita mágica, la criatura comenzó a darle un mensaje que le resultó sorpresivo y agradable, y que inevitablemente consiguió que en sus labios se formará una sonrisa permanente. Era un poco romántica la situación y jamás se imaginó ver una faceta de ese tipo en León y no porque no lo fuese sino porque era algo poco común, por lo que lo disfrutó y casi sintió en su interior que un detalle así era lo que quizás había necesitado en esos momentos de caos en el trabajo y el sin saberlo o consciente de ello se lo había dado.

 

Por lo que no queriendo arruinar aquella tarde con más estrés, volvió a la mansión Black Lestrange, en donde esperaba encontrarse con el demonio pero no fue así, tuvo que dormir sola y disfrutar de lo que su mente podía llegar a crearse para la sorpresa que según el mensaje tendría al día siguiente, aunque estás nunca le hubiesen gustado, en aquella ocasión se dejaría sorprender totalmente.

 

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

A la mañana siguiente

 

Eligiendo un simple vestido de color crema con un escote pronunciado en v en el pecho y la espalda, supo que era lo único que necesitaba por el momento, porque dentro de una pequeña maleta se encontraba un fino camisón y otro par de vestidos. No sabía a donde la llevaría el Crowley, pero estaba segura que sería el sitio adecuado para darse un pequeño momento para los dos en la ajetreada rutina del Reino Unido.

 

Con esa convicción, disfrutaba de un poco de zumo de naranja con el típico toque de vodka, cuando escuchó como tocaban la puerta de su habitación, la cual abrió casi de inmediato y sintiendo el tacto de la alfombra debajo de sus pies, se acercó hasta su novio y lo besó con tranquilidad. Sorprendiéndose de verlo vestido totalmente de blanco, algo que le quedaba bastante bien y que combinaba con la elección del tono de su vestido. Regalándole una sonrisa, dio un pequeño giro para que la observará mucho mejor.

 

—Tampoco estás nada mal, —respondió ante su cumplido— ¿Una sorpresa? ¿dónde iremos? Estoy segura que lo conseguirás, aunque no son mis favoritas.

 

Con esas palabras se dejo guiar por completó por él y al sentir como sus ojos eran cubiertos, respiró profundamente y confió plenamente en el ojinegro. En cuanto terminó el movimiento típico de la aparición sintió debajo de sus pies, arena si eso era que estaba aún un poco caliente así que sin duda era un sitio cálido y con mar en el que se encontraban algo que sin duda comprobó en cuanto el olor a la sal llegó hasta sus fosas nasales.

 

Caminando lentamente por la orilla del mar, sintió como poco a poco el estrés que tenía en su cuerpo iba disminuyendo, consiguiendo lo que solamente la tranquilidad del vaivén el mar habían conseguido desde hace algunos años. Escuchando la pequeña broma que su novio le había hecho, negó con lentitud e intentó girarse para quedar frente a él.

 

—Sé que no me dejarías caer y si caigo, caemos juntos. —soltó para después buscar con una de sus manos su rostro y acariciarlo.

 

Sus ojos aún permanecían vendados así que su misión no fue sencilla, pero conocía casi de memoria cada una de las formas del cuerpo de León, así que eso le bastó para conseguir su cometido. En cuanto se detuvieron y lo sintió lejos de ella, se tentó a quitarse lo que cubría sus ojos, pero no fue necesario porque en esos momentos él la retiro y pudo observar todo lo que la rodeaba.

 

Estaban en una bonita playa, con una mesa preparada para pasar una bonita velada y ahora mismo, delante de ella se encontraba una fogata que destacaba la tenue luz del fuego sobre el mar azul y el casi atardecer en el horizonte. Era un momento increíble, y más por los tonos que se podían visualizar, era perfecto para tomar una foto y más, al sentir como las palabras del mago llegaban a sus oídos acompañadas de un beso.

 

—Gracias amor, por esta sorpresa. —soltó volviendo a besarlo y sorprendida de que tuviera tan presente el tiempo que llevaban juntos, algo que ni ella era capaz de contar totalmente.

 

Sabía que llevaban juntos algunos años, pero nunca supuso que tantos o al menos no desde que habían vuelto a estar en contacto frecuente. Así que abrazándolo, disfrutó unos segundos del silencio que instauró entre los dos y le regaló una sonrisa, la cual segundos después, se transformó en una más grande.

 

Sentándose sobre uno de los cojines, lo invitó a hacer lo mismo y en cuanto lo hicieron, lo miró a los ojos.

 

—Es hermoso todo esto, no era necesario y los sabes… me basta con tenerte a mi lado. —añadió mirando una vez más el mar y tomando entre su mano, una de él. Sintiéndose tranquila y disfrutando del momento.

 

 

____

 

Edit: corregir el formato

Editado por Mia.
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Entro con paso resuelto en el hotel, la espectacular rubia se dirigio al mostrador entre las miradas de algunos de los clientes que no imaginaban que hacia una belleza asi, sola, en este establecimiento. Recorrio la sala con la indiferencia mas absoluta, estaba claro que sabia a lo que iba y que no tenia ningun temor.

 

- Buenos dias ¿en que puedo servirla?

 

- Buenos dias, una reserva a nombre de Monica, por favor.

 

- Dejeme ver....si, aqui esta ¿viene sola?

 

- De momento si, pero espero visita pronto.

 

- Ya, pero...vera...este es un establecimiento serio y...

 

- Estuve aqui con mi marido, usamos el spa, hemos reservado una suite.

 

- Perdon. Necesitamos referencias de su cuenta en Gringotts.

 

- Si, aqui la tiene. ¿Suficiente?

 

El recepcionista miro el documento y casi se desmaya de la impresion.

 

- Si...---balbuceo---aqui tiene su llave.

 

- Gracias.

 

Y con paso elastico, la rubia se dirigio hacia su suite.

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La expresión de tranquilidad en el rostro y la sonrisa que dibujaban los delicados labios rosa de Mía era lo que necesitaba para comprobar que el objetivo principal de la noche había sido alcanzado. El viento parecía encantado de jugar con su cabello rubio y lo levantaba a su merced, lo que hacía más épica la imagen que se quedaba grabada en la mente de León que aceptaba el ofrecimiento y se sentaba a su lado, convencido de que ocultaba sin problema los nervios que parecían invadirlo.


No era para menos. Nunca había sido la persona más detallista, ni siquiera con sus propios hijos y mucho menos era el más romántico, pero debía darse crédito por lo que había hecho. No lograba entender si era la ausencia de Baphometh o la forma de ser de la Black Lestrange, pero sentía una química especial y diferente con ella, un fuerte impulso que lo llevaba a estar cerca de ella, a preocuparse, a verla sonreír. Las últimas semanas, pese a que sus labios jamás le negaron un beso o una sonrisa, sus ojos denotaban un gran cansancio, una mueca de desagrado se pintaba en su rostro con el solo mencionar el banco y algo debía hacer.


—Claro que era necesario —comentó recibiendo una botella de vino blanco, el menú y dos copas que el mesero acercó en cuanto se sentaron, tal y como se lo habían indicado—, siempre es necesario escaparnos de vez en cuando, tu yo solos, sin nadie más. Y tal vez el mesero. —bromeó justo antes de soltar un beso en sus labios.


La tarde había terminado de caer y daba paso a una impecable noche que parecía haber sido diseñada en función a la cita que tenían; la ausencia de nubes permitían una panorámica inmejorable de la bóveda estrellada iluminada por la luna menguante a un costado del panorama, como si el mismo Van Gogh se hubiera permitido replicar su célebre obra en el cielo. El reflejo del mismo cuadro en el vaivén intermitente de las olas emulaban un centellar más de estrellas que se prendían y apagaban al ritmo del sonido arrullador del inmenso mar que se postraba ante ambos.


—Me alegra y tranquiliza que te gustara, la verdad no sabía si era demasiado o muy poco —confesó luego de servir el vino y entregar una de las copas a Mía—. A mi también me basta con tenerte a mi lado o arriba o abajo o como sea, siempre que sea contigo.


Una mirada lasciva y poco disimulada al pronunciado escote de Mía siguió las últimas palabras del holandés que derivaron en un largo e intenso beso que había estado conteniendo desde que la vio en la mansión. La tibia arena proveería un lecho natural a cualquier deseo pecaminoso que se les cruzara por la mente, pero no era ese el plan que él tenía para esa noche, o al menos, no para esa parte. Terminando el beso en un suave mordisco del labio inferior, tomó otro sorbo de vino y presentó el menú de la noche a su novia.


—¿Deseas comer? —la sonrisa pícara que se marcaba en sus labios marcaba la pregunta con un doble sentido bastante usual entre ambos.

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La entrada del hombre y la mujer en el vestibulo del hotel fue impactante. El hombre era alto, con centelleantes ojos verdes y un cabello negro como la noche. La mujer destacaba por su belleza, una explendida negra de ojos verdes, de cuerpo cimbreante que hizo torcer el cuello tan deprisa a muchos hombres que casi retuercen sus cabezas.

 

Ambos se dirigieron al mostrador del recepcionista sin perder el paso. Resultaba imposible ignorarlos.

 

- ¿En que puedo servirles?

 

- ¿La suite de la señora Monica, por favor?

 

- Suite 6. Perdone señor, ¿puedo saber quien es usted?

 

- El marido de Monica.

 

- Entiendo, ¿y su acompañante?

 

- Mi esposa.

 

- Disculpe, pero...acaba de decir que es usted el marido de la señora Monica.

 

- Asi es.

 

- ¿Y esta otra joven es su esposa?

 

- Ambas lo son. Me aloje aqui en el pasado con ellas. Fuimos al Spa. Seguramente recordara una carta de credito a nombre de Manuel.

 

- Un momento, por favor, Manuel....¡oh, Dios mio!

 

- Veo que SI lo recuerda ---añadi divertido--- no hay duda. ¿Alguna cosa mas?

 

- No...---balbuceo el recepcionista---- ninguna, ¡Feliz estancia!

 

- Gracias.

 

Y ambos nos dirigmos a la suite 6.

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Pasar tiempo con el Crowley se había vuelto una de sus actividades favoritas y que más le hacían conseguir sobrellevar el estrés que causaba el banco en algunas ocasiones. El correr de los segundos y minutos era tan rápido que cuando quería darse tiempo había transcurrido una noche más, y con ello la mañana llegaba y era momento de volver a encerrarse en la rutina que se con el paso de los años se forjó en su día a día.

Sentía que sus sentimientos comenzaban a engranar como si fuesen piezas de rompecabezas, y eso le daba un poco de miedo si era totalmente sincera consigo misma. Pero la decisión que había tomado la matriarca Black Lestrange era que iba a dejarse llevar y disfrutar del momento, no preocuparse por el futuro y eso era justamente lo que irónicamente le había funcionado en la relación que mantenía con León desde hacía más de tres años.

—Disfrutar de nuestro tiempo juntos nunca ha sido un problema. —aseguró con una sonrisa—El mesero estará encantado de dejarnos solos o eso espero. —soltó dándole un beso más y disfrutó del momento, de la sensación de unirse con él con ese mismo detalle.

Tomando la botella de vino de las manos de su novio, sirvió una cantidad generosa del líquido espumoso y posteriormente dejó la botella en la base con hielos. Para después tomar una de ellas de las manos y llevársela a los labios, disfrutando de la escena que tenían delante. La noche estrellada se reflejaba en el mar, dando paso a una extensión del cielo y enmarcando la postal con la fogata.

—Brindemos por esta noche, y porque tienes un lado romántico mi amor, gracias. —soltó levantando la copa y mirándolo a los ojos con ternura— Siempre se puede experimentar algo nuevo y continuar disfrutando de estar juntos en todo momento y mientras sea posible.

Sintiendo la mirada del demonio sobre su escote, consiguió que en sus labios apareciera una sonrisa aún más pronunciada, queriendo provocarlo un poco se acercó hasta su posición y se sentó sobre sus piernas y profundizó el beso que le había dado segundos atrás, con la única intención de disfrutar de su cercanía y dejar liberar un poco la tensión e incrementar la temperatura corporal de su cuerpo.

—Si, tengo hambre… —soltó con un jadeo, dejando en claro que era otro tipo de hambre la que tenía pero se comportaría porque la noche iba a ser lenta y llevar la tensión sexual hasta el punto máximo siempre les había hecho sentir de manera más intensa.

Tomando la carta entre sus manos y leyendo la carta, analizó cada una de las opciones que tenía para probar, quería algo frío que le ayudará a refrescarse y que permitiera comer sentados allí, en el sitio en el que se encontraban.

—Una ensalada de pulpos de marruecos, ¿te parece bien? —le preguntó, sentándose nuevamente sobre una de las almohadas y cruzándose de piernas, dejó que el vestido mostrará un poco más de lo normal, pero no le importó.

Esperando su confirmación el mesero se acercó hasta su posición.

—¿Por qué se te ocurrió esta maravillosa idea? —se aventuró a cuestionar, lo que desde el día anterior le había alegrado el ´día y le había causado curiosidad.
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Subimos por el ascensor con mas clientes. Ellos no quitaban ojo a Yanira, yo los miraba divertido mientras ella no movia un musculo. LLegamos a nuestra planta y oimos un suspiro a nuestra espalda, yo mire a mi esposa y sonreimos, la suite 6 estaba delante de nosotros, metimos la copia de la llave y entramos.

 

- ¿Ya estais aqui? ¡Que bien!

 

- Si vieras la cara del recepcionista cuando le comunique que ambas sois mis esposas...

 

- Me la imagino jajajaja

 

- Bueno, poneos comodas que vamos a ir al Spa. Hoy quiero que me deis un masaje como el primer dia en que nos conocimos.

 

- Primero me conociste a mi.

 

- Si, querida, pero le puedes enseñar a Yanira ¿no?

 

- Por supuesto.

 

- Pues coged vuestras cosas, nos vamos.

Editado por justo

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—Salud —respondió al brindis y antes de que pudiera llevar dejar la copa nuevamente en la arena, ya estaba fundido de nuevo en sus labios.


Los brazos de León envolvían el cuerpo de Mía en un beso que adquiría intensidad a cada segundo, con cada contacto de los labios, de la lengua. La mirada incomoda del mesero parecía importar poco a los novios que casi se dejan caer en la arena tibia a la merced de sus deseos y sentimientos. El bailar de la brisa llevó unos cuantos cabellos rubios a interponerse en el rostro de ambos, lo que pareció indicado o no habrían llegado vestidos a la cena.


—La ensalada me parece perfecto —respondió entregando la carta al mesero— y otra botella de vino, gracias.


El sentir el cuerpo de la rubia sobre él y el largo beso habían causado un poco de estragos en su cuerpo que se complicaron un poco más en el momento en que el viento dejó levantó un poco la falda, como en una descarada invitación a lanzar por la borda todos los planes y tomarla ahí, en medio de la nada. Un poco de respiración pausas y auto-control bastaron para que la cabeza tomara el timón y relegara al deseo de la carne a un papel secundario. Necesitaba tranquilidad y serenidad esa noche, no podía dejarse llevar. Cualquier otra noche si, pero esa no.


—No hay ninguna razón en especial mi amor —mintió—, se que han sido días difíciles en el banco y quise darte un poco de descanso sin ningún tipo de preocupación —llevó la mano derecha al rostro de Mía y acarició de forma suave sus mejillas—. Además sé muy bien cuanto te tranquiliza el mar, así que no fue muy difícil hablar con Juvencia para separar este sitio.


Si bien había sido un poco complicado el explicarle a Juve, la hermana de Mía, que habían decidido formalizar la relación, ya una vez aceptada la idea de que nada podía hacer para cambiarlo, había dado su brazo a torcer y se resignó a reconocer a León como su legitimo cuñado. No era para menos su negativa; siempre que había una botella de vodka abierta, ambos terminaban en el mismo lugar y ella bien conocía de primera mano el oscuro pasado del Patriarca Crowley. Una vez explicada la verdadera razón de la reserva del lugar, no podía negarse.


—Aparte de eso, desde la boda de Jessie que no hacemos algo fuera de alguna mansión —continuó viendo complacido que el mesero se acercaba con la entrada y el vino—, que mejor ocasión que celebrar tres años, tres meses y ya no recuerdo cuantos días juntos.

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El trayecto hacia el hotel no le llevo mucho tiempo. Caminaba con paso firme y sin mirar atras. Sus sentidos estaban alerta por si fuera necesario sacar su varita, pero no era necesario, la puerta del hotel estaba alli mismo.

 

Paso al amplio vestibulo con un andar indiferente. Se dirigio al mostrador y le hablo al recepcionista.

 

- La llave de la suite 6, por favor.

 

- Al momento.

 

Un hombre joven y atractivo se dirigio a la morena, veia en ella un presa facil.

 

- ¿Estas sola, preciosa?

 

- Me espera mi marido.

 

- Ah, perdon.

 

No le llevo mucho tiempo subir a la suite, las chaquetillas estaban en el armario, las puso en su bolso de mano y volvio a salir. Era una suerte ser bruja, el encantamiento extensor indetectable es siempre una buena idea.

 

Dejo la llave en recepcion y salio a la calle, no miro atras.

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