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~ Ink Master ~ (MM B: 104529)


Arya Macnair
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Fue Horacio quien le había insistido con el tema. - Sam, tienes un valknut al comienzo de la espina dorsal -había dicho seriamente el fantasma- tú sabes mejor que nadie cuán caprichoso puede ser Odín. Hoy deja que te muevas en el Midgard pero mañana tal vez quiera llevarte allá arriba. Necesitas de alguna protección- Parecía una sentencia, pero Sam sabía que su amigo tenía razón. Su consagración al mayor de los dioses Aesires le otorgaba facilidad para aprender algunas cosas muy útiles, pero también entrañaba cierto peligro y por eso siempre llevaba el mjolnir de plata. Pero... ¿Thor solo sería capaz de protegerla frente al capricho de su padre? No estaba muy segura y el consejo de Horacio de que se tatuara un amuleto no estaba demás.

Al principio pensó en ir a una casa muggle. Conocía varias en Londres. Incluso conocía a tatuadores que eran verdaderos artistas con las agujas. pero su valknut había sido tatuado con magia y tal vez eso le diera mas poder. Pretendía que la protección tuviera el mismo poder que el peligro.

Caminaba por el Callejón Diagon mirando vidrieras cuando de repente, y sin darse cuenta, se topó con el lugar adecuado. Desde fuera se veían las máquinas, las agujas y los botes de tinta. Hoy sería el día, si lo pensaba demasiado tal vez nunca lo haría.

El lugar era todo lo que ella podía esperar, decorado en tonos violetas y lleno de espejos. Siempre le habían gustado los espejos, a pesar de que su obesa madre le recriminaba que esto era por pura vanidad. Se miró de cuerpo entero. ,Su camiseta de tirantes blanca y sus jeans celeste desteñido, las botas de tacón y la chaqueta de cuero en la mano le daban un aire de rocanrrolera muggle. Sonrió para sí, hoy no había ido en moto.

Mientras esperaba ser atendida se dedicó a acomodarse el cabello que, al tenerlo suelto, tapaba el valknut. Ya hablaría de esto con el tatuador. Palpó el bolsillo de su chaqueta para asegurarse de que tenía el dibujo del amuleto elegido, algo clásico, pero muy efectivo.

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  • 6 meses más tarde...

Castillo Snegovik

 

Estaba rota, todos los están en algún punto de su vida, pero por un momento creyó que ya no sucedería, como si su cuerpo y su alma se hubiesen vuelto de plástico y no importaría cuántas veces cayera al suelo, no se quebraría. Ver partir a Baleiro la desmoronó pero no quiso demostrarlo, Insomia observaba todo con aquel precioso par de ojos abiertos de par en par y la tristeza instaurada en el rostro de Oniria le erizó la piel. Intentó contenerse, no correr tras de él, para evitar que Leah la tomase por el cuello y acabase con su vida de un solo tirón o tal vez, de manera inconsciente, para no herir los sentimientos de las dos mujeres de su vida allí presente.

 

Bajó la mirada, las lágrimas no tardaron en humedecer sus mejillas sonrojadas por el frío que le azotó fuera, tenía los puños apretados, el cristal se pulverizó en sus palmas, se incrustó en su piel pero no le dolía, no tanto como saber que el lazo por fin estaba roto y que posiblemente Baleiro jamás sintiese algo por ella, siquiera cercano a cariño. Estaba vacía, tan vacía como hubo quedado el collar cuando el trozo de alma volvió a su dueño, se sentía inútil.

 

—Cumplí con mi palabra, ya nada nos ata. Es posible que con el tiempo lo olvide, es parte del hechizo que utilicé, todo depende de él...

 

No miró a nadie en especial cuando levantó la cabeza y habló, se le notó apagada, sin ánimos. Quería volver a tener a Insomnia entre sus brazos para ya no sentir ese enorme vacío en el pecho y en el estómago más, y por raciocinio, buscó a Haughton. Abrió las palmas, el collar cayó pero los cristales estaban incrustados aun, sangraba muy poco, las heridas eran superficiales, la necesitaba. Temió que no le correspondiera, abrió y cerró la boca una y otra vez, nuevamente parecía un pez fuera del agua, muriendo asfixiada. Volteó a ver la puerta.

 

—Creo que ya no hace falta que me quede.

 

Se acercó a Insomnia, ésta vez sin inmutarse por cualquier reacción proveniente de Ivashkova, besó su frente, allí donde sus pensamientos se arremolinaban por no comprender qué estaba sucediendo a su alrededor. Le sonrió y se apartó.

 

—Se una buena niña ¿vale?

 

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Insomnia:

 

 

 

Observé dolorida cómo Arya se dirigía hasta mi madre, titubeante. Caminé sigilosamente tras ella para acharme allí donde habían caído los cristales repiqueteando contra el suelo. Sostuve uno especialmente puntiagudo entre mis manos, que todavía brillaba con la sangre de Macnair. Me lo clavé en la yema con sutileza, en un intento de cumplir con mi fantasía de fusionarme con ella. Ahora su sangre se mezclaba con la mía en un torbellino del mismo color.

 

Nadie pareció percatarse de lo sucedido. Guardé el cristal en mi bolsillo y me retiré nuevamente, a la espera. Arya se giró, miró a la puerta con la expresión de un animal huidizo. Besó mi frente y dejé de existir en los segundos en que sus labios acariciaban mi piel.

 

––Déjame ir contigo. ––Susurré lo más bajo que pude, aunque sabía que mis familiares podrían escucharlo sin esforzarse demasiado.

 

@@Arya Macnair @

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Castillo Snegovik

 

Sus músculos endurecieron. El pedido de Insomnia le tomó completamente por sorpresa, abrió enormemente los ojos, titubeó por tercera o cuarta vez en lo tenso de la situación e intentó volver a sonreír. Leah había abandonado la habitación, Sísifo jamás permanecía demasiado tiempo bajo el mismo techo que ella desde lo ocurrido en el parto de Ivashkova —quizás por odio o desprecio— y Oniria parecía un mueble más adornando la sala. No le hablaba, no le miraba, Macnair sentía que se le partía aun más el corazón, veía tristeza en esos ojos que tanto le gustaban y sabía perfectamente que era su culpa, aquello no le dejaba respirar bien.

 

Volteó a buscarla, tomó sus manos, estaba herida. Aquel corte tonto, diminuto y superficial la descolocó. Siendo tan joven la bruja se preguntaba si era capaz de controlar su apetito, aun recordaba los límites a los que hubo empujado a Haughton en antaño, a veces accediendo ambas, a veces sin intención. Besó la yema de su dedo y le sonrió con la mirada, sus labios inmutables, perdería la cabeza si se la llevaba contra la voluntad de sus madres.

 

—¿Sabes?— Susurró, aunque seguramente en esa familia todos podían oír —Hay un local, en el Diagón,que lleva años abandonado. Fui muy amiga del dueño y me permite ir allí a pensar a veces. Tal vez algún día te lo enseñe... se llama Ink Master

 

La invitación era inmediata pero no podía pasar por sobre Oniria, mucho menos por sobre Leah que ya quería arrancarle la lengua. Insomnia sería la única responsable de sus actos, quizás en un arrebato egoísta por su parte, si acudía. Luego, tomó el pomo de la puerta con cierto dolor en la palma y se marchó, solo entonces permitió que sus ojos se volvieran grifos, lo que le dolía era el corazón y se manifestaba en forma de malestar físico. No podía lidiar con el muro que Oniria había levantado en esa sala mientras le devolvía la libertad a Baleiro ni con el hecho de pensar que quizás no volvería a ver a ninguno de los dos niños que ayudó a traer al mundo.

 

@Oniria

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Insomnia.

Ink Master.

 

 

 

Esperé prudentemente unos minutos desde que Arya se marchó. No sé de dónde saqué las fuerzas, el raciocinio. Miré a Baleiro, a Oniria, ambos estupefactos. Hacía enormes esfuerzos por comprender cómo era posible que la adoración por una desconocida prevaleciera sobre el amor hacia mi familia. Probablemente los decepcionaría para siempre, sobre todo a Leah, ¿pero qué más daba? Sospechaba que desde que había nacido había sido justo eso, una decepción, un estorbo incontrolable. Si me hubiese parecido a mi hermano...

 

Me marché hacia el Callejón Diagon cuando creí conveniente, aunque en realidad no hubiese importado que me hubiese escapado desde un primer momento: el daño, la traición estaban consumados. Busqué aquel local con ojos desorbitados, envuelta en mis nervios. Finalmente lo encontré, con el clásico aspecto de los lugares abandonados, polvorientos y gélidos. ¿Me esperaría Arya dentro o también se burlaba de mí?

 

Empujé la puerta. Estaba entreabierta y eso confirmó mis esperanzas.

 

––Arya. ––Musité.

 

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Cuando la vio cruzar la puerta, que previo dejó entre abierta, fue como si le devolvieran el alma al cuerpo de forma abrupta. Le dolió el pecho, sonrió con completa emoción y no le permitió más que pronunciar su nombre. Acudió a ella, la estrujó con fuerza, la estrechó en el mismo sitio donde sentía un hueco enorme, impregnó sus fosas nasales con el maravilloso perfume de su mollera y ahí mismo hundió la nariz. Tal vez Insomnia la tomaría por loca, había desaparecido del castillo rumbo al negocio sin paradas en medio, sabía perfectamente dónde se encontraba su hija y aun no debía reunirse con ella, necesitaba, al menos, explicar lo sucedido aquella tarde a alguien de la familia.

 

La niña entendería.

 

—Estás aquí— Susurró, quería acunarla pero ya no cabía en sus manos, había crecido a zancadas. —Mi niña preciosa

 

Se le fue la voz, dobló la esquina y desapareció. Aquella muchacha en flor de la edad no era suya, había ayudado a traerla al mundo, pero no era de su propiedad. No solo por el hecho de que no se trataba de un objeto sino de un ser humano, más bien porque no la hubo gestado, no compartía sangre y algo en su interior, algo punzante, le advertía que ahora la madre de ésta le odiaba, cosa que no quería aceptar. Aun así la sentía tan propia como a Ámbar pero con un tinte que no acababa de dilucidar.

 

—Te ruego me dejes explicarte qué pasó aquel día y qué fue lo que viste hoy.

 

De sus ojos desbordaba amor al verle.

 

@Oniria

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Insomnia:

 

 

 

Recibí su abrazo con la emoción de típica de un adolescente que está enamorándose. Yo entonces no lo comprendía, no sabía formularlo, no tenía nombre para mí, pero con los años comprendería que entonces se estaba gestando mi primer amor. Se separó de mí y me lamenté en silencio, contando cada uno de los centímetros que nos iban separando paulatinamente. Sentí que el tiempo podía pesar como acero en los bolsillos.

 

––Cuéntamelo. ––Rogué.

 

Era extraño, en absoluto me importaba que Arya hubiese dejado morir a mi hermano y mi madre. Entendía, desde la razón, que aquel era un acto cruel, que Arya se merecía el odio de Leah. Pero hacia ella sólo podía dirigirme desde la impulsividad de las emociones apasionadas. Me atreví a dar un paso al frente hasta que pude alzar la mano para rozar su brazo. Me ruboricé.

 

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Capturó su mano en el momento preciso en que los dedos entraron en contacto con su piel, le sonrió, la atrajo una vez más hacia sí pero entonces no la abrazó, simplemente le invitó a tomar asiento en el mueble que menos polvo poseía. Jank había descuidado demasiado Ink Master desde que ella abandonó la asociación, los números en rojo aún la perseguían durante algunas madrugadas pero apreciaba mucho al mago como para hablar con él, por millonésima vez, respecto al cierre total y absoluto de aquel negocio que hubo visto mejores días.

 

Le acompañó al instante, se sentó a su lado, sus rodillas se tocaron. Existía alguna razón por la cual no podía dejar de mirarla pero no sabría exactamente cuál era, Macnair seguía fiel y creyente a que, por algún extraño motivo, su mente hubo adoptado a Insomnia como su propia hija desde el preciso instante en que la trajo al mundo y sus quejidos y gorjeos le colmaron los oídos y el alma.

 

—Yo amé muchísimo a tu madre, Insomnia— Ésta le rehuyó la mirada, hablar en tiempo pasado le destrozaba el corazón pero prefería ser ella misma quien sufriera a causa de sus palabras que la muchacha. —Oniria fue para mi todo cuanto reprimí, cuando anhelé, todo lo que deseaba pero ella es un alma libre. En el pasado cometí el error de perderla por querer atarla a mi y tuve la intención de no volverlo a hacer pero entonces...

 

Se detuvo, relamió sus labios, había algo que le llamó la atención. Al son de su monólogo acariciaba dulcemente las manos de la adolescente, pero éstas, muy por el contrario de todo vampiro, estaban cálidas, suaves. Sus pupilas se dilataron en una fracción de segundo y el corazón se le disparó sin motivo aparente, los recuerdos del primer descubrimiento con Haughton se instauró en su cerebro como un alfiler, punzante.

 

—Jamás quise hacerle daño a tu hermano, ni siquiera a ti— Necesitaba decirlo una vez más, necesitaba el perdón de alguien pues el de Baleiro juraba jamás lo recibiría.

 

Le relató qué estaba haciendo la tarde en que ambas féminas llegaron en labor de parto, utilizaba las manos para dramatizar algunas escenas pues era una persona expresiva; había dejado de acariciarla. Le explicó que Oniria llevaba un par de horas adelantada en su trabajo por lo que sería cuestión de tiempo para que diera a luz, más lo que no contaba era con la rápida cicatrización con la que siendo vampiro contaba. Por mucho que pujaba e intentaba parir, su útero se regeneraba y no le permitía la salida al bebé pero no dejaba de sangrar.

 

Descubrió bajo la suela de sus zapatos un trozo de cristal roto, seguramente de algún cuadro que antaño exhibía una otra en tinta que los comerciantes pudiesen ofrecer al público. Lo tomó y de manera fugaz e imperceptible realizó un pequeño corte en su palma enseñándosela a Insomnia. La madre de ésta hubo tardado años en controlar los instintos, dudaba que la joven pudiera hacerlo entonces.

 

—¿Qué sientes ahora?— Preguntó con calma, no le temía, podía controlarla pues no poseía la fuerza que Oniria cuando la conoció más tampoco quería trastornar su cabeza —¿Puedes controlarlo?... ¿No verdad?... Pues eso se llama instinto de raza.

 

En ésta ocasión su amuleto de ópalo no quemó, no se curó. En el pasado no se había permitido derramar sangre ante Haughton más ahora lo hacía como muestra de devoción. Si deseaba alimentarse de ella, se lo permitiría pero continuó con la historia restándole importancia

 

—Creer que Leah me había arrebatado un futuro con ella, verla en aquel estado tan desesperante... Los adultos a veces cometemos estupide.ces por las que debemos responder y yo lo hice. Tu llegada al mundo trajo alivio a mi vida, Insomnia, subsanó todo el dolor que pudiese estar sintiendo en ese momento. Pero cuando volví a la sala contigua era demasiado tarde, ignoré las advertencias de tu padre y permití que tu... madre— escupió— se esforzara demasiado, su corazón no lo toleró y a medida que su cuerpo se enfriaba Baleiro dejó de recibir oxígeno y sangre.

 

Con los ojos llenos de lágrimas explicó cómo siendo un demonio poseía el poder de fragmentar su alma, y de ésta manera, devolverle la vida a personas que hubiesen agotado hasta la última gota de energía. Lo consiguió con Leah y más tarde con el bebé más la primera fue capaz de quebrar el vínculo volviéndose vampiro.

 

—Por el contrario, tu hermano y yo estaríamos conectados toda una vida y más. Él sentiría mi dolor y mi alegría, y viceversa. Si él moría algo de mi moriría con él y si lo mismo me sucedía a mi su vida se acabaría. Estábamos ligados y eso fue algo que tu madre no me perdonó y no lo hará jamás... lo que viste ésta tarde fue una ofrenda, en vida, un demonio original otorgándole la libertad a una parte de sí.

 

Calló. La cantidad de expresiones que la joven hubo hecho durante todo el relato le provocaba arrancarse los ojos con el trozo de cristal que aun sostenía en la zurda, apretándolo con fuerza, agrandando la herida. Sabiendo toda la verdad, Insomnia podría juzgarla

 

—Pero yo jamás quise hacerles daño

 

Repitió, sonaba a mentira pero no.

 

@Oniria

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Insomnia:

 

 

 

 

Nos sentamos muy juntas y me preparé para escuchar con atención. Fruncí el ceño como cada vez que me concentraba. Me dejé llevar por su relato. Yo era una persona tan sensible que fácilmente podía emular en mí misma las emociones y recuerdos de los demás, empatizaba hasta el punto de poder recrear la experiencia casi a la perfección. Arya me trasladó a una unidad de enfermería, con sus biombos de plástico blanco, sus lámparas azuladas y su olor a antiséptico. Pude ver a mi madre y a Leah empalideciendo, amoratándose mientras se desangraban. Pero también sentí el nerviosismo de Arya, su incertidumbre.

 

En algún punto ésta blandió un pedazo de cristal y supe lo que iba a hacer. Cortó la palma de su mano: una tajada limpia, brillante y húmeda de la que empezó a emanar su sangre cálida, cuyo aroma empapó la habitación. Intenté bloquear las fosas nasales pero era tarde. Mis colmillos crecieron hasta afilarse y mis ojos se oscurecieron. Agarré mi mandíbula.

 

––Ahora no sé si podré prestar atención.

 

Seguí escuchando, esforzándome por no perder el control. Sentí una envidia atroz cuando comprendí que Baleiro y Arya tenían una conexión que nosotras nunca podríamos alcanzar, que iba más allá de lo físico. En ese instante me prometí a mí misma que conseguiría superar el vínculo entre ambos a través de las emociones. No sabía qué implicaciones llegaría a tener mi pensamiento.

 

Cuando Arya apretó más el cristal, agarré su mano con suavidad y hurgué con la mirada en ese pedazo de carne desnuda. La llevé hasta mi rostro y percibí la viscosidad y el calor de la sangre, pero fui capaz de dejarla ahí, en una especie de imitación de una caricia.

 

––Te creo. ––Susurré.

 

@@Arya Macnair

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  • 2 semanas más tarde...

Necesitó de esas palabras durante tanto tiempo, las anheló, pero no lo supo hasta que Insomnia las dijo. Su relato era verdadero, doloroso y crudo, pero verdadero a fin de cuentas y como todo mundano, necesitaba perdón. Y lo encontró allí, en un mar liliáceo, en un par de ojos que le miraban casi sin parpadear. Lucía tan hermosa y angelical, tan pura. El amuleto de ópalo bajo su ropa emitió un calor que poco a poco le fue quemando la piel a pedido de sus pensamientos, cerró la herida de la palma, hizo desaparecer la sangre y ahí, en su mejilla, donde aun quedaban unas gotas, pasó la zurda para erradicar la tortura.

 

—¿Por qué estás aquí, Insomnia?

 

La pregunta brotó de sus labios incluso tomándola por sorpresa. El cerebro actuó más rápido que los sentimientos entonces. La pelirroja enarcó una perfilada ceja y dejó caer el cristal para que se reuniera con demás trozos cubiertos de polvo, aquel sitio estaba verdaderamente destrozado.

 

—Luego de saber todo ésto— Sus ojos verdes brillaron de forma peculiar, casi embelesada —Tú no me conoces, la última vez que me viste a penas eras un bebé

 

El corazón le latía con fuerza, tanto que respirar le costaba, permanecer tan cerca de la muchacha le mareaba más sentía que si se apartaba tan siquiera un centímetro desfallecería. Entonces, como lo hubo hecho en el castillo y luego hacía momentos nada más, la envolvió entre sus brazos, la acunó en su pecho y pegó la nariz a su cabellera plateada. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, se removió inquieta y suspiró.

 

Abrió la boca. La cerró. Repitió. No sabía qué decir

 

@Oniria

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