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Chateau Dumbledore (MM B: 78647)


Ada Camille Dumbledore
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Ian, el elfo

 

Me encontraba realmente preocupado por Arya, sabía lo frágil que podía llegar a ser frente a ciertas situaciones. Por eso a pesar de que quiso darme mi libertad, me negué a hacerlo. No podría abandonarla como lo habían hecho ya algunos miembros de la familia, amigos. Últimamente parecía como si todo cuanto ella quería, estuviera destinado a dejarla. Algunos meses atrás su madre también se fue pero antes de marcharse habló conmigo, me pidió que no la dejara sola ya que de hacerlo, una pequeña parte de oscuridad que habitaba en ella terminaría por consumirla por completo.

 

-Buenas noches, en que puedo ayudarlos? -Saludó a las personas que se encontró mientras bajaba hacia la cocina a buscar lo que Arya le había pedido.

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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Misión de Vigilancia


Una de las mejores decisiones que podía tomar si quería hacerle frente a ese grupo de personas que cazaban habitantes de la comunidad mágica, era apareciéndose en la mayor cantidad de lugares posibles. Creía que así lograría atraparlos y tratar de descubrir sus más oscuros propósitos. En esa ocasión había decidido vigilar de cerca los terrenos del maravilloso y legendario castillo Dumbledore, con la ayuda de uno de los miembros de dicha familia, Elaryan. Aunque, habían transcurrido muchos días desde la carta de invitación y dudaba si el joven seguía teniendo el mismo interés por ayudar.


Según lo que recordaba, en esa residencia vivía Sally Sigel, una verdadera leyenda para la Orden del Fénix, y jamás se olvidaría de Arya, una de sus primeras amigas en el mundo mágico. Hacía meses que no sabía nada sobre ella ni tampoco coincidían mucho. Existía la posibilidad de que todavía siguiera viviendo allí o era lo que ella esperaba. El ambiente invernal invadía la zona, haciendo imposible una caminata regular, sus pasos debían ser lentos manteniendo la mayor precaución posible para evitar algún tropiezo.


— Esto será rápido —murmuró la bruja mientras se acercaba más al establecimiento hasta el punto de llegar hasta la entrada del mismo. Suponía que en poco tiempo algún elfo doméstico o empleado le atendería, pero no podía saberlo con antelación y debía mantenerse expectante de lo que fuera a suceder a partir de ese momento. Para estar más segura, apoyó una de sus manos sobre el bolsillo de su túnica para comprobar que todo estuviera en orden.


Si la misión no resultaba como ella creía, lo ideal era marcharse y verificar si podía vigilar en otro lugar. Aun así, sus ojos seguirían puestos en cada una de las mansiones que apoyaban al bando. Asimismo, evitaría que algún miembro del bando desapareciera o resultara herido. Lo único que debía hacer era esperar a que todo resultara como ella quería. Nadie sabía lo que podía ocurrir instantes después. También existía la posibilidad de que se entretuviera con algo inesperado.

 

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Había cierto reproche en las palabras del mago y aquello le sorprendió ligeramente, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se vieron y en todo caso ella tendría que reprocharle ciertas cosas, pero ya habían pasado años de eso y aprendió que no tenía sentido. Sus vidas habían tomado diferentes causes, separandose. Cada cual tomó decisiones, quizá no las mejores en su caso pero había aprendido de los errores y caídas, al menos eso pensaba y estaba tranquila con eso. Tomó asiento, el sillón que ocupó aún tenía el singular aroma de Erik. Si, definitivamente no hacia mucho que se había marchado.

 

- Bueno, no me quiero hacer más vieja esperando... - dijo dibujando una ligera sonrisa - Seguro volverá en el momento menos esperado y cuando mejor le plazca, al menos está vivo - y bien, pensó sin llegar a decirlo, sin verlo no podía decir que lo estuviera pero deseaba que así fuera

 

Sopesó durante algunos segundos qué debería responder, de hecho no recodaba hasta qué punto de su vida Radek supo de ella. En cuanto a él, lo último que recordaba fue que se casó y poco después se fue de la Orden. Y ella había entrado en una etapa depresiva al verse abandonada por sus amigos más cercanos, él y Artheón. Luego algunos otros sucesos menos afortunados que prefería no recordar.

 

- En cuanto a mi... no sabría qué contar, también acabo de llegar. Hace cinco años me fui a vivir a un pequeño pueblo alejado de todo y venía ocasionalmente al castillo, ultimamente con menos frecuencia - justo en ese momento Enriqueta entró con Percy a la estancia. Se incorporó y fue a recibirlo, tomandolo de la mano lo acercó a Radek - Él es mi hijo Percy, tiene cinco años - dijo sonriendo complacida, si se trataba de contar cómo le había ido desde entonces todo lo bueno podía resumirse en esa pequeña personita que veía con curiosidad al mago y que lo saludó timidamente.

 

Para ese momento un nuevo elfo había llegado donde ellos preguntando si se les ofrecía algo mientras Enriqueta les informaba que alguien estaba frente a las puertas del castillo, seguramente buscando a alguien de la familia. - Hazla pasar - le había dicho y la elfina salió.

 

- Por el momento nada, gracias - le respondió al elfo mientras Percy se acercaba a Radek a preguntarle algo sobre su peinado - Aunque... ¿tu ama está en el castillo?, me gustaría verla - añadió, si no se equivocaba era elfo de Ariane, aunque no había sentido su presencia en el castillo quizá estuviera en él, tal vez una de sus hijas, Arya por ejemplo.

 

Cuando el elfo desapareció sacó su varita y apareció una charolita con vasos y una jarra de limonada, sirvió un poco en los vasos y alcanzó uno a su hijo y el otro se lo ofreció a Radek - Aunque no sé si te apetece algo más fuerte, ¿un whisky de fuego quizá? - preguntó tomando asiento nuevamente - ¿Y qué ha sido de tu vida desde que te fuiste? ¿Por dónde has estado todos estos años? - le preguntó con sincera curiosidad.

 

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@@Elaryan @@wonderfairytale @

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El tono de su voz era extraño, como difuso. Dama la impresión de que ocultaba algo, más allá del reproche. Una cierta oscuridad subyacente en lo más profundo de su persona, queriendo aflorar pero limitándola de alguna manera. Tal y como si alguien, buscase escapar de una prisión de máxima seguridad, pero una mano invisible le tomase de su cuerpo, y con fuerza inusitada, se lo impidiese. Sonreí, a duras penas podía o recordaba como gesticular de forma sincera, pero aun así, me gustaba no haber perdido aquel ademán. Era como un recuerdo de mi pasado, algo que aún me atraía hacia la cordura con un hilo invisible de tenacidad. Tal y como yo mismo me enseñé. Bueno, alguna vez, supongo.


Observé al niño. Hizo llegar a mi memoria un leve recuerdo de Eliwood, mi hijo. Aquel que no veía desde hacía tantos años, le echaba de menos. Le pellizqué el moflete en un ademán cariñoso, y tomé la invitación de Sally respecto a la bebida.


- Así está bien, gracias.


Me quedé un rato en silencio, escuchando sus palabras. Un hijo, una vida que yo alguna vez tuve, todo demasiado extraño para mi gusto. No echaba de menos mi pasado, no al menos ciertos aspectos. Lo que fui, sin duda. No iba a ser tan hipócrita para mentirme de esa manera. Perdí cosas que no volvería a recuperar.


- ¿Mi vida? –Pregunté sin preguntar – Mi vida es la que es. Vivo aquí, y allá. Estoy solo, no tengo contacto alguno con mi familia. Ellos hicieron su vida, yo la mía –Le di un sorbo a la bebida -, pero de algún modo volveremos a vernos. Ya sabes cómo es esto.


Hice una pausa.


- He permanecido escondido a ojos de la gente, pero no he dejado de hacer lo que tenía que hacer. Obviamente –dije mirando mis manos dando una vuelta sobre sí mismas en el aire -, no soy el que era. Mis poderes han mermado tanto, que creo que a duras penas persisten. Pero bueno, tampoco me han hecho falta para hacerlo que he estado haciendo.


Guiñé un ojo con bellaquería. Y volví a tomar un poco. Dejé el vaso sobre el reposabrazos, crucé mis piernas y continué hablando.


- Supongo que durante todo este tiempo cada uno ha seguido su camino, el mío es uno que no pensé que tendría que recorrer, nunca. Pero bueno, lo hice. Cada cual tiene lo que tiene, y debe disponer de ello en mayor o menor medida. He viajado mucho –dije cansado -, más de lo que pueda creer. He estado aquí y allá, más allá. He traspasado fronteras innombrables, y jugado con existencias oscuras. He ido, y he vuelto. Podría decir que también hice cosas de las que no me siento orgulloso, pero mentiría. Todo lo que he hecho en mi vida, lo hice conscientemente y porque quise. Todo, salvo una cosa: irme.


Resoplé.



Ex-Líder de la Orden del Fénix
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Churchill me citaba // Viva el CO2 // Tejonista y Tejounhista // Posible parodia

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Fuera ya estaba anocheciendo y Enriqueta volvió, al parecer la bruja que estaba en la puerta sólo se había marchado después de verificar que había gente en el castillo. Estaba segura de que se trataba de algún asunto de la Orden del Fénix, luego preguntaría de qué se trataba a alguno de sus compañeros. La elfina se llevó a Percy a dormir pues ya era tarde para él, además creía oportuno hacerlo para que su madre hablara tranquilamente con aquel mago. La bruja le agradeció aquel gesto a Enriqueta y se despidió de Percy con un beso en la frente, más tarde lo iría a ver.

 

Mientras escuchaba a Radek bebió un sorbo de su bebida, sin dejar de observarlo con curiosidad aunque apartaba la vista de vez en cuando para no incomodarlo y también por temor. No solía ver a la gente a los ojos porque sentía que dejaba ver algo más de ella que no quería, antes cuando era más joven no le daba importancia, creía que todo era sencillo y no tenía secretos con nadie. Con el tiempo comprendió que ella al igual que todo el mundo también debía ocultar ciertos sentimientos y secretos, por el bien de los que quería y por el suyo propio.

 

Su viejo mejor amigo había viajado mucho, eso era algo que supuso cuando no supo más de él, al igual que muchos otros miembros de la familia que nunca más regresaron, al menos los sabía vivos y eso era algo bueno en lo que pensar, no es que lo supiera con certeza pero las malas noticias vuelan y nunca les había llegado de esas al castillo, afortunadamente. De repente recordó la visita de Aberforth, Artheón, incluso la de Xavier y Datura hace ya muchos años atrás que parecían tan distantes ahora que aquello parecía haber sido solo un sueño.

 

Quizo preguntarle qué fue de su esposa, ¿acaso a ella también la había dejado? Pero no se atrevió, quizá lo hiciera después, quizá no lo hiciera nunca, a veces las respuestas solo aparecen con el paso del tiempo sin llegar a formularlas. Lo siguió escuchando atenta, sin interrumpirlo. Sonrió al verlo guiñar, al menos no se había convertido en un viejo gruñón, no al menos más de lo que recordaba. Volvió a sentirse tentada de preguntar qué tanto había hecho de lo que no se sentía orgulloso pero entonces lo mencionó.

 

- ¿No querías irte? - preguntó sin pensar, con la sorpresa dibujada en su rostro - Siempre pensé que había sido algo planeado y que no deseabas volver - explicó encogiendose de hombros.

 

Se incorporó dejando su vaso medio vacío sobre la mesita y caminó despacio hacia el tapiz donde se encontraba el árbol familiar, observandolo más allá de lo que mostraba a simple vista.

 

- Estoy segura de que el tiempo que estuviste aquí te bastó para darte cuenta de la soledad que hay en el castillo - le dijo con cierta tristeza que trató de disfrazar con una tímida sonrisa - Al igual que tú muchos se han ido en estos años, emprendiendo largos e interminables viajes, alguno sí que ha regresado pero sólo por algunos días. Mentiría si dijera que no me ha afectado, la soledad y el abandono cala en lo más profundo del alma. Sólo Ariane se quedó conmigo los últimos años, las dos solas en un castillo tan grande donde alguna vez vivió tanta gente, un castillo lleno de recuerdos al igual que ésto...

 

Fue pasando la palma de la mano sobre el tapiz y de pronto fueron apareciendo varios hilitos y nombres que antes no estaban allí, incluidos los de Elaryan, Erik, Chris, Marumi, Andros y muchos otros. Estaba segura de que @@Elaryan y @@Erik Dumbledore habían ido a esa habitación justamente para asegurarse de que sus nombres seguían allí, en el árbol genealógico de la familia.

 

- A veces los recuerdos duelen y un nombre puede traer muchos recuerdos - explicó como tratando de responder aquella pregunta que nunca le hicieron - Pensé que nunca volverías, que habías decidido irte para no volver, quizá fui demasiado pesimista.

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Escuché atento sus palabras, la observé deslizar la mano por el tapiz mientras dichos nombres se dibujaban con pulcra caligrafía en un conjunto de letras simétricas. Algo llegó a mi corazón en forma de avalancha, recuerdos. Tal vez un sentir indeterminado entre tantos nubarrones que aún me acechaban en las esquinas que conformaban los planos de mi mera existencia. O tan solo, el recordatorio de que de algún modo me encontraba en mi casa. De que había regresado con los que en algún momento, fueron los míos y ahora, en cierto modo, podía considerar esa parte de mi vida en paz conmigo mismo. No lo sabía, no a ciencia cierta, pero empezaba a dejar de preocuparme.


Sonreí bajando el rostro mientras volví a dar un sorbo a mi vaso, pero esta vez lo sostuve entre los fríos dedos. El calor no había retornado a mi cuerpo, algo hacía mal. Pronto tendría que averiguar que era, porque ello le acercaba demasiado a mí. La existencia de ambos en el mismo plano dimensional no era posible, aun compartiendo cuerpo. Miré el anillo con disimulo y tragué algo de saliva. Los nervios despertaban y tuve que poner todo de mi parte para calmarme. No fue sencillo, no sin dejarme demasiado vulnerable. Aun odiaba mostrarme ante la gente de aquel modo. Supongo que, después de todo, mi yo interior no había cambiado tanto como pudiese parecer.


Era complicado. Todo lo era, demonios, ¿Por qué? La vida antaño era sencilla. No existían tantos problemas, no en este sentido.


- ¿Verdad? –Dije en voz alta, antes de darme cuenta que la última frase solamente fue escuchada en mi cabeza –Olvídalo. No he dicho nada.


Supuse que debía de pensar que estaba loco.


- No me fui –respondí a sus dudas -, no del todo –aclaré -. Quería hacerlo, irme de tal modo que nunca más pudiese regresar. Pero cuando estaba demasiado tiempo alejado, algo me atraía de nuevo a este país. A veces, recordaba a mis pequeños, Eliwood, Niko o Ginn, y quería ver cómo les iba. Puedo decir que de alguna forma, les he estado cuidando –hice una pausa -, pero mentiría descaradamente. No he sido el mejor padre, ni el mejor marido. Demasiado atado, la guerra absorbe todo. Y más que nada, a uno mismo. Hasta desgastarte tanto que a veces ni te reconoces.


Alcé los ojos y me quedé frente a los suyos. No me gustaba nada que me evitase la mirada, me hacía desconfiar. Sin importar quien fuera, ¿realmente lo hacía? No, para nada. Cara a cara, siempre es preferible.


- Eso lo sabes tan bien cómo yo. Pero –había que tocar el tema, gustase o no -, ¿irme de dónde, vieja amiga, de donde ambos sabemos? Nunca estuvo en mi cabeza. Hasta que ese día llegó y tuve que abandonarlo todo a hurtadillas como un vulgar apestado.


Intenté que no hubiese demasiado reproche en mis palabras, pero no era fácil. Aun controlando el tono, los restos de tantos actos permanecían allí. Dormidos, esperando volver a resurgir entre las cenizas. Sucede cuando no aclaras el pasado, que acaba por volver y golpearte con todo lo que tiene. Y claro, deja huella.


- Me persiguieron, ellos y nosotros. Supongo que muchos continuaron creyendo lo que no era, o tal vez si –indiqué con sorna -. Pero lo único que me mantuvo con cierta fe en mí mismo, fue saber que yo no era diferente. Antes. Ahora, creo que sí. Me he vuelto más desconfiado, pues al menos en aquellos tiempos tenía un círculo pequeño de gente que apreciaba. Y quería. Eran los míos, me entiendes. Hoy no me queda nada. Ni el recuerdo de quien fui. Todo ha sido borrado.


Estuve tentado de ponerme en pie, pero me detuve.


- Y aquí estoy de nuevo. Y como dices, el castillo está muerto, pero no los Dumbledore. Siguen vivos y mientras sea así, ¿qué más da que un cúmulo de piedras no tenga vida? Y si tanto los necesita, podemos traerlos de vuelta. Nada es para siempre –me recosté un poco -, y para algunos, aplica a todo. Pues la propia vida lo es.


Carraspeé.


- Y aburre.



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Ián, el elfo

 

Recordaba a Sally, aunque casi nunca pasaba en casa ya que siempre me encontraba acompañando a Arya a todos lados. En cambio a la persona que se encontraba con ella no sabía quién era. Seguramente sería conocido de la ama Sally, no sabía si ella conocía el estado actual de Arya y lo que había sucedido con Ariane, quien se había marchado hace algunos meses atrás.

 

-Arya se encuentra en su habitación, llegó hace poco, desea que la llamé?-

 

Arya Dumbledore

 

Al fin había terminado de guardar todo en su armario, esperaba que almenos pasaran algunos meses antes de volver a irse. En los días anteriores había pasado por una situación bastante extraña, la personas que ella amaba había regresado, estaba vivo pero no la recordaba. El destino se había encaprichado con ella, no solo se lo había arrebatado sino tambien habia borrado todo recuerdo de la memoria del joven. Porque no lo había borrado a él de su memoria?

 

- Esto es tan complicado -Murmuró mientras miraba por la ventana de su habitación.

 

Desde hace mucho tiempo sabía que algo en ella no estaba bien, la combinación de sus genes le empezaba a afectar, si bien es cierto físicamente estaba perfecta, un pequeño rastro de oscuridad que residia en su interior amenazaba con aparecer. Toda la soledad y la tristeza de los últimos años habían mermado su fuerza y su alegría, habían debilitado el escudo que ella levantó a su alrededor, la llama que mantenía encendida a su humanidad se estaba apagando poco a poco.

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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Las palabras fluyeron por mi boca hasta el punto de decir alguna que otra cosa que, bueno, no tenía en mente soltar de una vez. Pero a lo hecho, pecho. Lo único que parecía ser una constante últimamente en mi vida, parecían ser las meteduras de pata. Recuerdo aquella ocasión en la que, una leve mirada soslayada, fue como si una bomba acabase por estallar en mitad de la calle. Era el todo, un compendio del todo que acaecía entre mis dedos mientras volvía o deseaba volver. No era sencillo, válgame Dios que no. Creía que tal vez fuese un poco tarde. O no, ¿importaba? Pensándolo bien, podría ser que la única relevancia que se acercase a mí mismo era el fino hilo que aún me unía a la familia. El deseo ardiente de formar parte de nuevo de su mundo, en su día a día. De conseguir rescatar el buen nombre que se mantuvo impertérrito durante generaciones. Rescatar la relevancia perdida, entre las sombras del desdén. No era sencillo.


Ella observaba, mascaba las palabras antes de decírmelas. Supuse que, de un modo u otro, acabaría por decir todo lo que tenía guardado. Me quedé en espera, algo más tranquilo. Pero no mucho.


Había llovido y el pasto aun crujía bajo nuestros pies mientras nos acercábamos a la entrada principal sin mediar palabra. Fue una noche dura, extraña. Ninguno fue capaz de dar con el condenado prófugo, aunque adelantamos algo de trabajo respecto a las últimas semanas en las cuales nos vimos enfrascados en una pelea interna que alcanzó cotas demasiado inalcanzables para todos. El revuelo anterior a la llegada, fue demasiado para el grupo y acabó por enfrentarnos. Dos bandos divididos, partidos entre cuatro y a su vez, nadie volvía a ver un motivo por el que pudiésemos retornar a lo que éramos antes de eso.


- No estoy demasiado seguro de que hayamos hecho bien –indicó Aberforth con voz queda.


Intenté hablar, pero no me salían las palabras. Quería gritar, escapar y trepar hasta las nubes intentando no volver a mirar atrás. Caminé un par de pasos, quedándome a un metro suyo. No miré hacia atrás, simplemente contemplé el cielo estrellado y la calma que invadía la noche. El castillo atenuado por las luces que manaban de sus ventanas, penetraba en horizonte nocturno como un ave fénix que resurge de las cenizas. Era hermoso, y aun así…


- No hemos hecho bien, simplemente hemos hecho lo que teníamos que hacer. Y, a veces, no van unidos. Ya lo sabes –sentenció con pesar.


Ninguno dijo nada más.


En realidad, sí fueron buenos tiempos. Aunque entre aquella noche y las que llegaron después, el único buen recuerdo que quedaba era el creer que todo fue por un bien mayor. Y aun así, no estábamos muy seguros. El paso del tiempo no hizo más que acrecentar la duda. Fue demasiado para ellos. Y tal vez, para nosotros.


- Hay ocasiones en las que el silencio dice bastante más que las palabras, ¿verdad? –sonreí -. ¿Es una de ellas? La familia, si me necesita, me tiene aquí. En el fondo, sabemos que es así. Siempre ha sido así.




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Ella guardaba muchas cosas y otras simplemente había decidido borrarlas de su mente, si en realidad tuviera que contar todo lo que sucedió, todo lo que vivió y sintió durante esos años se quedaría sin palabras y probablemente sin sentimientos a los que aferrarse. Sólo había decidido seguir adelante después de haberla pasado tan mal, ahora por fin estaba bien y en paz consigo misma, con el resto del mundo.

 

Había llegado a pensar que aquel pasado se quedaría allí con recuerdos y todo, que no volvería a verlo aunque lo había deseado muchas veces, ni a él ni a muchas otras personas más. Pero @@Elaryan ahora estaba allí, diciendole todo aquello y lo único en lo que podía pensar era en que también él se guardaba muchos sentimientos y recuerdos. ¿Acaso sería posible vivir de esa manera otros tantos años más?

 

- ¿Traerlos de regreso? No... Si ellos lo desean volverán, siempre he creído en eso. Si no han regresado hasta ahora ha sido por algo, ¿no crees? - suspiró, pensar en ello la estresaba, como si hubiera algo pendiente que no había hecho y siempre estaba allí atosigandola. Era un peso que no necesitaba cargar, ni ella ni nadie.

 

No, no veía razón para seguir atada a esos pensamientos, no quería tener más miedo. Se alejó del tapiz, acercandose al mago y mirandolo fijamente, se había percatado de la desconfianza en su voz, en su mirada cuando ella escapó de ella. Él había dicho que estaba allí para la familia si se lo necesitaba, se preguntó hasta qué punto eso sería cierto, no quería hacerse demasiadas ilusiones pues aún sentía que de repente volviera a desaparecer.

 

- Este castillo es demasiado grande y guarda demasiados recuerdos. Estuve pensando en que quizá deberíamos mudarnos a una nueva casa, más pequeña y acogedora, acorde a nuestra realidad. ¿Qué opinas? - le preguntó cambiando de tema radicalmente mientras se sentaba nuevamente a su lado.

 

Ian, el elfo había regresado, le dijo que dejara descansar a su ama Arya, que luego la buscaría para hablar con ella. Si se iban a mudar y hacer algo más con aquel castillo se informaría oportunamente a todos los miembros activos de la familia que aún vivían alli.

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Escuché atento sus palabras. Denotaban temor, duda y sobre todo un aire de indefinido desconcierto que parecía atenazar sus sentimientos desde lo más profundo de su ser. Era entendible, pero convertir la lucha en algo eterno acaba por transformarte a ti también en un ser incomprensible cuando acabas por verte en un espejo. No eres tú, comienzas a mutar en una apariencia brumosa frente a los ojos de todos. Y a los propios, no eres más que un ser inexistente. Finiquitado por tanta desidia. No se puede vivir de esa forma. Y si estaba habituado a algo, sin duda era en eso. Y claro, para mí desgracia. No me gustaba, no niego ni negaré que vivir apartado fue difícil. Pero de la misma forma, acabé por entender que era necesario en su día.


@@Sally Sigel no tenía confianza en el retorno, quizás por miedo. Tal vez no. Por supuesto que, cuando alguno se fue, se sobre entendía que no iban a volver. Todos partíamos por decisión propia, ¿por qué retornar por un llamado ajeno al nuestro? Pero este no era el caso.


- Puede ser –dije con pesar -, pero no hablo de traerlos de la mano. Más bien, es una expresión figurada –me tensé en el asiento -. Es decir, tarde o temprano, ellos volverán. Porque tienen que hacerlo, algo, alguien… es en realidad inexplicable, les llamará y acudirán a dicho llamado prestos. Como yo lo he hecho, como Erik lo hizo.


Golpeé suavemente mis dedos contra sí mismos mientras ella se sentaba a mi lado. Cambiar de lugar. No diría que no lo pensé en muchas ocasiones, antaño. Continuar viviendo en un Castillo en estos tiempos no era algo apropiado. Nos manteníamos alejados de todos, positivo, pero el lugar quedaba demasiado grande para una familia que se fue quedando tan reducida con el suceder de los años. En realidad, estaba bien pensado. Sonreí con decoro, la miré y medité durante unos breves segundos sus palabras. ¿Por qué me pregunta a mí?, me dije en silencio.


- Yo no tengo voz ni voto en esta familia. Lo que me propones deben decidirlo los patriarcas –carraspeé un momento -. Y ellos ahora mismo, no están aquí. Bueno, ninguno salvo tú. ¿Podrás llevar esta carga sola?


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