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Chateau Dumbledore (MM B: 78647)


Ada Camille Dumbledore
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- Tú siempre tan profundo mi querido amigo. Venga para acá.

 

Antes de que Elaryan pudiera reaccionar, ya me encontraba dándole un afectuoso abrazo y luego unas palmadas en el hombro. Echaba de menos a aquel Demonio que comenzó como un duelista prometedor, pero con el instinto demoniaco dominando sus últimos impulsos, y que poco tiempo después se volvió un auror tan fascinante que logró en poco tiempo ser líder auror. Con orgullo en el pecho puedo decir que es el mejor de mis discípulos, el único que logró superarme y que hiciera que nazca en mi el instinto de enseñar, claro está que no duró mucho.

 

Mirarlo y mirar los alrededores del vestíbulo solo hacen que me invada un sentimiento de nostalgia y melancolía. Algo que definitivamente no está bien para alguien tan despreocupado como yo, tan libre de ir y venir sin centrarme en un punto fijo al que no debe perder de vista, de contacto, de conexión.

 

Al girar la cabeza para volver a ver a Elaryan, reparo por fin en lo que mencionaba hace unos momentos. Su atuendo y apariencia algo descuidada y poco prolija como antaño. Una sonrisa malévola se forma en mi rostro.

 

- Quién te ve y quién te vio My Hero. A pesar de parecer la sombra de lo que un día fuiste, aún mantienes esa fuerte presencia que te hace respetar, aun sin saber quién eres. Pueden haber cambiado muchas cosas pero tu esencia está intacta. Vamos, quiero mostrarte algo.

 

Estimo mi mano y la coloco sobre su hombro y inmediatamente nos teletransporto a la sala del árbol genealógico de la familia Dumbledore. Con un gesto, le indico que mirase hacia en lugar donde se supone deberían estar nuestros nombres, como hijo y nieto del mismísimo fundador de la familia.

 

- Al parecer he llevado tanto tiempo ropa muggle que me han confundido con uno jajajaja. Como ves, nos han quitado y la verdad no entiendo por qué, es algo que me gustaría preguntarle a mi querida Sally, claro, solo por curiosidad.

 

Elaryan me mira de reojo sin perder su expresión. El hecho parece no haberle sorprendido ni afectado, sigo completamente inexpresivo y tranquilo.

 

- Jajajaja, es en serio, solo tengo curiosidad. Descubrí esto hace poco por unos rumores que llegaron a mí, no solo de la casa, sino del mundo mágico en sí. Vine a ponerme al día y me he llevado varias sorpresas. Y para compensarlas con algo agradable estás tú.

 

Mi sarcástica reverencia es totalmente conocida por mi acompañante, por lo que atina a sonreír. Miro al rededor en busca de un lugar donde sentarme y me dirijo hacia ese lugar a mirar cómodamente cómo reacciona y qué dice Elaryan al respecto. La función debe empezar y estaba dispuesto a formar parte del montaje.

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Como tiempo atrás, fue un visto y no visto. Recordaba la sensación pero no me acababa de acostumbrar a ella. Mi cuerpo se sintió ajeno a sí mismo, pero intenté recobrarme rápidamente, antes de volver a entablar palabra alguna.


Y allí nos encontrábamos los dos.


Al llegar al árbol me quedo observando, y aunque a primera vista no me mostré demasiado sorprendido en mi interior si existía un breve atisbo de asombro. Entorné mis ojos, no había duda. No estábamos allí, alguien nos había borrado del árbol. Nuestra existencia Dumbledore no existía más que en nuestra memoria y la de quienes compartieron tiempo con nosotros mismos. Desgraciadamente hoy ya no eran muchos.


- Parecemos Black y es bastante triste que nosotros precisamente, llegásemos a este punto tan alarmante. No me habría esperado jamás tal falta de respeto de un Dumbledore –dije sonriente -, y aun así, aquí la tenemos delante nuestro.


Me di la vuelta cruzando mis brazos por la espalda, meditabundo tal vez, simplemente deseaba una respuesta, algo o alguien que indicase el por qué de aquel acto que nadie habría llevado a cabo tiempo atrás. Pero no hubo valor tan siquiera para dar la cara.


- Antaño nunca se habría borrado del árbol a dos Dumbledore de las generaciones iniciales, menos aún a dos descendientes del fundador y patriarca… pero supongo que los tiempos, cambian. –añadí con manifiesto desdén. –Y nosotros mismos tenemos que cambiar con ellos. Y toda esa parafernalia que repiten una y otra vez, sabes que no me van esas cosas –Me quedé pensativo unos segundos -, aunque adaptarse, sí se hacerlo. Se no da bastante bien, ¿Verdad? –guiñé un ojo con picardía hacia Erik.


Él aparentaba estar tranquilo, incluso despreocupado, yo por mi parte me hallaba algo molesto. No por el hecho de ser excluido de mi propia familia, más bien por no haber sido tan siquiera avisado de un acto tan bajo.


Rumores, señaló. Los únicos rumores que habían ido llegando a mis oídos nada tenían que ver con la familia, más bien con mi antiguo hogar. Mi antiguo bando. Mi otra familia. No eran agradables de escuchar y desistí de seguir indagando en su momento, aunque había ocasiones en las cuales la intriga podía conmigo y me escabullía por ciertos lugares para alcanzar a oír algún comentario. Nada relevante. Todos ellos indicando su actual situación, la cual yo consideraba mejorable.


Sonreí para mis adentros.


¿Mejorable?, bueno, supuse por un instante que no recordé como me encontraba en el presente. Si ellos eran mejorables, yo podía incluso reiniciarme.


- La mayor sorpresa para mí ha sido no ver ni una sola cara conocida –exterioricé con desapego -, tal vez esperaba más de lo que es. Hay momentos que tiendo a idealizar nuestro pasado, olvidándome que en aquellos días vivíamos sumidos en la desdicha. Luchando a diario por nada, en la mayor parte de ocasiones. Quizás es lo que echo en falta, volver a sentir la adrenalina de los viejos tiempos.


Me acerqué de nuevo al árbol, acariciando el hueco donde tiempo atrás figuró mí nombre: Radek Elaryan Elric Broz. Nunca había tomado el Dumbledore como apellido oficial, pues lo consideraba ciertamente una falta de respeto a quienes si lo eran por linaje de sangre. Pero aun así, yo era uno de ellos.


- Veo que Aberforth si continúa –dije mientras retiraba mi mano.


Mis palabras sonaron con eco en mis recuerdos enterrados.


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Churchill me citaba // Viva el CO2 // Tejonista y Tejounhista // Posible parodia

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- ¿Un jugo de calabaza? - Le ofrezco desde mi cómodo asiento dentro de la sala - El viejo Aber siempre fue amado y bendecido. Era un ejemplo de mago, nada que ver con nuestras particulares personalidades. No le podemos reprochar que lo consideren más, pero nosotros siempre fuimos más divertidos y especiales, no los culpo por envidiarnos.

 

Luego de hacer aparecer con mi varita un vaso con jugo de calabaza, imito un gesto burlón de orgullo, y comienzo a beber. Jamás olvidé el sabor de la comida de la mansión pues los elfos siempre tuvieron una mano exquisita, y a juzgar por la personalización de la bebida, puedo darme cuenta que ellos también me extrañaron; los visitaré luego.

 

Volviendo al asunto que nos reunió en aquel lugar, me levanto y me paro a su lado, ambos mirando fijamente el árbol de la familia, contando la cantidad de nuevas generaciones y miembros frescos. La aparición de mi nombre en la familia nunca había sido algo que me preocupara, incluso recuerdo que mi trato con mi padre era el de un hermano; pero esto cambió luego de su partida y desde entonces muestro con orgullo su apellido, mi apellido.

 

Pensando en esto algo alteró mi tranquilidad. Empecé a tomar las cosas como realmente eran: una falta de respeto a 2 miembros de la rama principal de la familia, que lograron cosas que muchos siquiera pretenden alcanzar. Esto no está bien, y aunque no podemos pedir orden y reconocimiento por nuestra ausencia, el respeto es algo que jamás se debe perder.

 

- Nuestra culpa es el haber partido sin enviar postales mi querido Elaryan, aunque cierto es que siento una falta de respeto hacia nosotros, y el que nadie se acerque siquiera a darnos un saludo o echarnos por invadir me parece una total grosería. Homenum Revelio

 

Pronuncio el hechizo al levantar mi varita, pero no se obtuvo respuesta. La casa estaba sin persona alguna y al parecer, si no fuera por los elfos el lugar se encontraría completamente abandonado. Bajo la cabeza con depresión.

 

- Esto si me llena de sentimientos encontrados. ¿Cómo es posible que ni nos patriarcas se pasen por la casa? es gracioso que nos hayan borrado de una casa vacía jajajaja.

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- Supongo que el abandono acaba por golpear incluso lo que en un principio más quieres. O algo así, son esos dichos muggles a los que no le suelo dar mucha importancia. Aunque he de reconocer que tienen bastante sentido de la oportunidad –Añadí con media sonrisa.


Me senté en un sillón cercano, rechazando con un gesto el ofrecimiento de mi viejo amigo. No me apetecía aquel jugo, en realidad nunca me atrajo demasiado la gastronomía inglesa. Siquiera la mía propia, la escocesa. Era alguien de gustos más ligeros, en cuanto a alimentación se refería.


- He estado pensando en ir directo al grano –le indiqué cruzando mis brazos sobre el pecho -, a fin de cuentas, ¿Es lo que quieres oír, verdad? Sé que en el fondo, no preguntas por educación, pero algo te empuja a querer saber que me ha pasado todos estos años.


Llevaba tiempo ordenando mis ideas, queriendo dejarlas salir. Quizás había llegado ya el momento de hacerlo, ante alguien en quien confiaba ciegamente.


- O al menos, un resumen –Sonó como un difuso eco en mi garganta -, porque en cierto punto, he llegado a pensar que huía de algo que estaba en mi mente. Algo irreal, pero al final me di cuenta de que no, tan solo huía de la muerte.


Suspiré.


- Porque, que no me pueda alcanzar, no significa que no sea capaz de perseguirme.


A veces yo mismo me sorprendía con ciertas reflexiones nada halagüeñas, pero no cabe duda de que ellas me acompañaban fieles. Y no me iban a abandonar tan fácilmente como yo habría deseado. Sueños, decepciones o intentos de coincidir con un yo que hacía tiempo quedó atrapado en una dimensión que no iba a lograr alcanzar mientras las limitaciones fueran un denominador común de mi yo actual.


- Corrí y corrí. No quería mirar atrás nunca más. Su rostro grabado en mi imaginación, con esa sonrisa retorcida, burlesca y culpable. Ya había acabado, mi orgullo había desaparecido y ellos se lo habían llevado. Al igual que mi vida, que les había ofrecido y con desprecio habían desechado, una lealtad impagada. No quería continuar, y cuando finalmente lo desee, ella decidió que era hora de no hacerlo.


Solo un sueño Solamente eso.


- La colina era empinada y estuve a punto de caer y rodar por la calle empedrada y solitaria, inundada de noche sin iluminación alguna salvo la tenue luz de la luna que impactaba tímida contra la fría piedra. Pero mantuve el equilibrio varias veces, no sin esfuerzo. No me sentía muy bien, no debería de haber bebido. El sabor salobre del sudor anegaba mi garganta, haciendo mucho más complicado el respirar, pero ya no quedaba más que hacer, solo arrancando de mi esencia pura podría volver a sentirme completo. Al llegar a la esquina del lugar donde me estaba alojando esos días –una casucha de mala muerte, en un poblado de mala muerte, en una ciudad de mala muerte, para un tipo que ya no era hombre-, salté la cerca sin pensarlo. Me impulsé con fuerza y vi que el suelo de mi patio había desaparecido. Solo era bruma. Traté de volver a agarrarme a la reja pero era demasiado tarde, ya caía. Y caí, caí y caí. Mi cuerpo no se detuvo, el suelo ya no estaba. Rígido, no pude moverme. Mi garganta no emitía ruido alguno por más que me esforzara en gritar –alcé la vista al techo, parecía que llevaba un tiempo sin limpiar -, creo que alcancé a sacar mi varita, aunque en algún momento acabé por perder el conocimiento.


“No sé cuánto tiempo estuve cayendo. Solo sabía que había tocado fondo. El olor a humedad inundó mi nariz y casi vomito. Brazos, manos y cara, cubiertos de fango. Solo me rodeaba la oscuridad. Caminé desorientado y me volví a caer. Grité para saber si había alguien ahí y un pequeño temblor me sacudió, seguido de una ráfaga potente que me llevó de nuevo al suelo.”


Me detuve. Creyendo que la respiración entrecortada era mía, pero no. Ni de él. Solo en mi mente, otra vez. Era una sensación que se repetía muchas veces y por desgracia, ni yo sabía el por qué. Solamente que estaba allí y no era capaz de erradicar de cuajo lo que me atormentaba por las noches. Y durante el día.


- Al levantar la vista veo que era una cueva. Un largo pasillo con rocas y cenagales de agua bajo mis pies, y en las paredes unas luces de forma rectangular que colmaban el lugar. Las luces, fuertes al principio, se fueron disipando. Cuando pude ver mejor, me voy dando cuenta de que eran fotos enmarcadas, y en cada foto estaba yo. Mi garganta se cerró. Con un nudo en ella me arrodillé e intenté llorar como alguna vez supe hacer. Grité con toda mi alma. Una exclamación desgarradora y desmedida. Un cuadro a mi espalda se cayó. Luego otro. Seguido de otro temblor. Esta vez la ráfaga de viento venía con una voz femenina, quejándose y lamentándose. Me levanté y corrí en dirección opuesta con lo que me quedaba de energía, que no era demasiada. Seguí vociferando palabras a todo pulmón, mientras arranqué. A mi espalda continuaron cayendo cuadros. Y creí que ya sabía lo que tenía que hacer.


“Me detuve y di media vuelta, arqueé mi cuerpo, inhalé profundamente y grité con todas mis fuerzas. Mi nariz sangraba. Muy a lo lejos podía oír un ruido seguido de una ensordecedora explosión. Las fotos cayeron y se fueron consumiendo en un extraño fuego, en el suelo. Sentía, penetrante, el calor que me hostigaba. La ola de fuego se fue acercando cada vez más. Cuando llegué al final de la cueva, no encontré la salida. Estaba bloqueada por una gran roca. Giré, las llamas estaban casi al lado mío. Tal vez menos de diez metros. Tanteé la pared en busca de una salida. Nada. Unos cinco metros. El calor me sofocaba, dejándome sin ganas de moverme. Dos metros, apenas. Viré, y mis ojos se entrecierran por la luz brillante del fuego. Un metro. Grité, y todo desapareció.”


“Desperté en el suelo. Totalmente empapado en sudor, mi cuerpo parecía haberse bañado vestido, al igual que mi rostro. No me moví un ápice. Respiré profundamente, agradeciendo que fuera solo un sueño. Cuando conseguí calmarme me levanté para dirigirme a la entrada de la casucha, donde tenía un barreño con algo de agua con la que solía asearme. Fui a lavarme la cara y refrescarme, estaba acalorado. Pero cuando estoy por llegar, mi cara y cuerpo se petrifican. Frente a mí en el agua, se refleja mi rostro cubierto de lodo. Mis manos tapadas en barro. Y a mi lado, la veo a ella… cadavérica, difuminada, negra, extraña, sonriente…”


Las palabras simplemente fueron saliendo por mi boca, no sabía demasiado bien como se lo tomaría él, porque ni bien sabía cómo tomármelo yo mismo. Ni en ese momento supe si era un sueño o alguna vivencia real, creía haber confundido…


- Creo que hay un momento donde perdí mi conexión con la realidad, o más bien, llegué a otro escenario que dibujó mi vida de manera menos concisa.


Al final decidí aceptar la invitación a ese zumo de calabaza. Y, mientras bebía, no quitaba la vista de mi viejo amigo, que me miraba escrutando cada parte de mí, analizando las palabras con detenimiento.


- El infierno.


Añadí, con pesar.


- No el que todos creen, simplemente, mi infierno. Salí de él, pero no olvido. No puedo... o tal vez es que no quiero hacerlo -De un modo u otro, era sin ser -, añoro a mi antiguo yo. Pero no volverá. Soy otro, para bien o para mal.


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Hacia muchísimo tiempo que no sabía de su ahijada y amiga Ariane, y de muchos de los conocidos que pertenecían a la familia Dumbledore, entre ellos su compañero Seba, pero a él podía ubicarlo en su negocio que además era su residencia por el momento o al menos eso era lo que la rubia tenía entendido, antes de su partida a ese largo viaje del que estaba regresando.

A veces le apetecía caminar por las calles del poblado mágico, pero hoy la flojera la había apresado y en vez de usar sus largas piernas, sobrevoló sentada cómodamente en su alfombra mágica, un lujo que del que no podría disfrutar si estuviera en otra parte del mundo plagado de muggles, aunque claro ella no tenía nada en contra de aquellos seres sin magia, de hecho batallaba y compartía cada una de las atenciones que se le daba al asunto para protegerlos.

Atravesó la verja de entrada con sus propios pasos, por si había algún hechizo, y luego volvió a montar en la alfombra, esta vez realizando un vuelo bajo a la altura de una persona. Aquella altura le permitió disfrutar con mayor claridad de los bien cuidados jardines que la condujeron hasta la entrada principal, donde descendió y una vez que estaciono la alfombra a un costado de la escalinata se dirigió hacia la puerta de cedro en la que se vislumbraba el escudo familiar.

Toco tan fuerte como pudo y retrocedió un par de pasos, mientras esperaba, comenzó a juguetear con una bonita tarjeta que llevaba en sus manos, mientras que de su brazo colgaba una bolsa en tono verde con un peculiar obsequio. Cye hacia caso omiso de la suave brisa que movía no solo sus rizos dorados, sino también la falda de seda en la que estaba envuelto la parte baja de su cuerpo, mientras que en la superior lucia un top sin mangas de color blanco que contrataba con el azul celeste de la falda.

No atinaba a adivinar quién le abriría la puerta o si la persona que buscaba se encontraba en el Chateau, pero cada vez que acudía a la ancestral propiedad se llevaba sorpresas, seguramente en esta ocasión no sería diferente, y como solía pensar, cada experiencia es única.

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“Un sueño y eso es todo”. – Me repito a mí mismo. Pero la sensación no desaparece completamente. Esa mezcla entre incertidumbre, incredulidad y temor se quedó grabada en la mente. A fuego.


Trato de ser analítico, racional, fragmentando las escenas, cuidando de no añadir algo que pudiese contaminar los recuerdos. Pero las cosas no mejoran, son iguales, quisiera hablar con alguien sobre el tema pero no quiero que me tachen de loco o de soñador. Si bien mi imaginación a veces se desborda, siempre tengo pleno control de ella. Incluso él me llamaría loco, si le dijese todas estas cosas. Al final, Erik se había quedado dormido sentado sobre uno de los mullidos sillones, yo antes de caer logré desperezarme un poco. El castillo permanece solitario, aislado en su magnitud. Incluso a mí mismo me supera.


Ya es de noche.


Noches de ansiedad nocturna. He leído páginas y páginas al respecto. Algunas mencionan que es normal que suceda a veces, sobre todo por el estrés, por el ritmo de vida agitado que llevamos. O llevaba. Pero estoy seguro de que mis niveles de estrés son muy normales. Sí, me he desvelado un poco últimamente pero es algo que siempre he hecho por temporadas, pero lo que pasó hace algunas noches fue diferente. Antes de llegar.


Me sumerjo en los recuerdos no tan pasados. Si ahondo en ello y me dejo llevar por mi imaginación y la sugestión, podría decir que es hasta aterrador. Sí, aterrador. Recuerdo haber despertado en medio de la madrugada con una descomunal ansiedad, temblando, sudoroso y angustiado. Lo recuerdo bien porque ahora mismo siento algo parecido a esa ansiedad. Es inexplicable. Me levanté, caminé un poco y me serví un poco de agua helada que hice aparecer con un tenue movimiento de Tormento.


No enciendo las luces, conozco perfectamente el camino y una luz de luna filtrada por una ventana me da más elementos para caminar sin tropezar. Abro la puerta de la nevera, la luz me deslumbra brevemente y tomo la garrafa de agua y bebo directamente.


La frialdad del líquido cruza doloroso, por mi garganta, y se aloja en mi estómago. Siento perfectamente su recorrido. Un estómago frío siempre me ha ayudado a conciliar el sueño por extraño que parezca. Vuelvo sobre mis pasos y me recuesto, intento dormir un poco. No lo consigo, el sueño se ahuyentó por lo que estaba sintiendo. “Malditos nervios”, pensé. Y me dispuse a dormir por la fuerza. La única forma de librarme de todo pensamiento.


Un temblor se apodera de mis manos. Intento controlarlas pero ahora ambos pies lo hacen. Tiemblan y patalean sin mi beneplácito. Procuro no entrar en pánico y cierro los ojos. Me concentro en detener los temblores. Ahora es mi cabeza, se agita lado a lado violentamente. Como si alguien me sacudiese desde su interior.


Aun así permanezco tranquilo. La cabeza deja de temblar pero ahora es mi torso el que convulsiona. Me incorporo nuevamente. Siento un cosquilleo en las plantas de los pies y me muerdo los labios ya con la desesperación a flor de piel. Mi mente lucha por relajarse, pero esta maldita angustia, “Ansiedad” me digo, y ese término más científico me da cierta tranquilidad.


Es tan absurdo.


Procuro cerrar bien los ojos y relajarme. Los temblores continúan pero no hago caso, estoy determinado a dormir. No sé cuánto tiempo pasa, pero creo que bastante. Mi cuerpo se ha relajado más y casi no tiembla, hace frío y no me cubro con tal de no moverme. Una brisa helada me recorre la piel, estoy semiconsciente pero me doy cuenta de lo que está pasando. No me muevo, sólo entreabro mínimamente mi ojo izquierdo. Y la veo.


Una sombra completamente negra y bastante delgada se desprende de mi cuerpo con rapidez y se pierde en la oscuridad. Me quedo profundamente dormido. Hace ya varias noches gané la batalla sobre el control de mi cuerpo. No sé si volverá a suceder. Pero no quiero imaginar qué pasara si pierdo. Un ruido me hace volver a la realidad, ipso facto me pongo en pie y me aferro con fuerza a Tormento, en guardia… camino un poco. La puerta se abre, me asomo, hay alguien en el castillo. No sucede nada, Tormento se evapora en el aire tras un breve humear azabache. Me relajo. ¿Quién será?


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  • 1 mes más tarde...

Arya Dumbledore

 

Definitivamente había sido una idea excelente pasar las fiesta afuera, en algún lugar lejos de aquí. Últimamente se sentía muy sola, no sabia si algún día volvería a ver a su madre así como también desconocía si alguien se acordaba de ella. Llegó a caso como de costumbre y fue directo hacia su habitación, Ian al verla le regaló una sonrisa. Su ama estaba de regreso y esperaba que esta vez todo volviera a ser como antes.

 

-Te traje algo -Dijo Arya mientras le entregaba una caja de dulces, ella había querido darle su libertad pero Ian se había rehusado a aceptarla. El sabia que era la única constante en la vida de Arya, ella se había vuelto su amiga y no podría abandonarla jamás.

 

-Gracias -Respondió Ian sonriendo -Puedo traerte algo de cenar?

 

-Seria genial si hubiera pastel de chocolate y leche -Sonrió la joven mientras desarmaba su equipaje.

 

-Enseguida regreso -Dijo antes de desaparecer en una nube de humo.

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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Me quedé pensativo durante unos segundos, absorto en mis ideas, atrapado en mi cabeza. Iban y venían nubarrones dispersos de los que nadie podría tejer más que simples elucubraciones, a duras penas yo mismo me podría agarrar a uno de los salientes que mostraba la cornisa de mi cordura. No era propio de otros, más bien al contrario, pero la oscuridad me solía atrapar en un manto envolvente que disfrutaba como si fuese un infante. Era tal y como durante los pasados enfrentamientos, la desdicha me inundaba el corazón de tal modo, que el peso aguardaba siempre en la esquina del rebaño. Yo no formaba parte, por dios, no. Nada más lejos. Siempre caminaba aparte, sin seguir una pauta demasiado clara, tal y como me habían enseñado tanto tiempo atrás.


¿Seguro?


Bueno, eso pensaba. Quizás mi seguridad no era más que una contraposición a los miedos que ahondaban en el terror del tormento pasivo. Las tinieblas prorrogaban la espera de aquellos que entre sus dedos veían sostener la muerte. Huesos finos, músculos deshilachados en mera presencia. Por la pared, el rojo teñía la pintura blancuzca, mis ojos se entornaban, mi boca dibujaba una tenue sonrisa. No era atrevimiento, tan solo el motivo por el que nadie quería estar allí, o siquiera dirigirse a la condenada habitación.


¿Seguro?


Insistió.


No lo sé, ¿tú lo estás?


Yo no sé nada, salvo lo que tú ya sabes.


Todo aclarado, vamos. Para decir eso, mejor no digas nada. Me lías, y odio que intentes confundirme.


No hay nadie.


Lo sé. Respondí con dejadez. Incluso él se había evaporado delante de mí, como la bruma de la mañana. El rocío matutino reposaba sobre las hojas muertas, sin aparecer en el campo las flores que debían vivir entre los restos de los cuerpos putrefactos. Se las llevó, y no las devolvió. No lo hizo porque no recordaba el camino. Entre las sombras se movían, como gusanos ansiosos de carne, buscando, pero no sabían muy bien qué buscaban, simplemente se alzaban entre las ramas de la vida, sobre los troncos de la muerte. Eran eternos, lo fueron desde el comienzo, desde antes que ellos estuviesen entre nosotros, desde que alguien los elevase a la categoría de mitos. Eran aquellos que segaban, cortaban, tejían y creaban. La vida, la muerte, el todo y la nada. Como objetos, nosotros tan solo actuábamos en concordancia a sus deseos. Nada más. Nada menos.


Me parece que estás más que confundido.


Lo sé. Ya lo sé. Le dije con pesar. Confuso, cansado y agobiado. Me volví a sentar.


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La suave y fresca brisa que recorre los jardines le da la bienvenida, Percy se suelta de su mano y empieza a correr rumbo al castillo como si lo conociera de toda la vida cuando lo cierto es que pocas veces estuvo allí. Sonrié al verlo correr tan contento por haber llegado por fin a casa.

 

- También estoy contenta - murmura para si misma mientras llama a Enriqueta que aparece a su lado - Cuidalo por favor - le dice a la elfina que asiente y se dirije hacia el pequeño.

 

Mientras avanza por el verde cesped empieza a sentir un poder mágico muy singular, se siente confundida y ansiosa de repente. Aquella presencia no la había sentido hace demasiado tiempo, hace muchos años atrás... Seguramente se está confundiendo. Con la bolsa de las compras realizadas recientemente en el Callejón Diagón y el Magic Mall se dirije rapidamente hacia el castillo, observando de reojo a Percy que está acompañado por Enriqueta.

 

Dejando las bolsas sobre una mesa del vestibulo sube los escalones, guiandose casi por puro instinto hacia el salón donde se encuentra el árbol genealógico. Al entrar está todo en penumbras y se siente aún el aroma en el aire de los dos magos que estaban en aquel lugar. ¿Pero ahora dónde están? Camina despacio por los pasillos y se da cuenta de que uno de ellos ya no está... Y busca ansiosa al mago hasta encontrarlo sumido en sus pensamientos... ¿o quizá en un profundo sueño?

 

Se acerca a @@Elaryan despacio, casi con miedo, como si fuera a desaparecer de repente. ¿Y si sólo se queda ahí observandolo? Duda, pero finalmente se acerca decidida, extiende una de sus manos y la posa sobre su hombro llamándolo por el nombre por el cual siempre lo conoció y lo recordó - Radek...

http://i.imgur.com/Wb0Wb33.gif
http://i.imgur.com/XoZy7kJ.jpg

 

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Era un silencio absoluto, salvo por dos cosas. No había más entorno que el eco del agua en mi mente, y el sonido del fuego en la distancia. Las llamas estallaban. En el centro del todo, había una enorme hoguera alzándose, consumiendo un pobre objeto de madera más unos cuantos ornamentos. Creí oír a alguien llorar. No lo parecía, pues la figura no se movía. Por supuesto que solo había una imagen. La reconocían de espaldas, era ella. Le veía el cabello, la ropa. Todo era igual a como lo conoció, excepto el silencio. Me quedé postrado frente a ella por unos cuantos segundos más, entreabriendo mis ojos con un gesto entre confuso e interesado. Seguía viendo el panorama. A simple vista, era todo muy simple. Algo nuevo, pero nada viejo, como si el simple hecho de aparecer fuese suficiente. Me llamaba la atención, pero duró breves segundos.


Posó su mano en mi hombro, no reaccioné de ninguna manera. Tan solo expectante. Llevaba sin ver a aquella mujer años, tantos años que la última vez yo aún no era el mero reflejo del éxito añejo y caduco. El tiempo indetenible, había pasado por los dos, pero no lo suficiente para ejercer grandes cambios a simple vista. Al menos, no lo que alcancé a poder mirar. El castillo, la familia, todo lo demás por su parte, era bastante diferente. Demasiado, incluso para mí.


- Parece ser que las sorpresas nunca acaban, @@Sally Sigel no esperaba que fuese tú quien andaba pululando por aquí –Le ofrecí asiento en el sillón que había estaco ocupando @@Erik Dumbledore hasta hacía apenas unos minutos -. Erik se ha ido, ya sabes cómo es. No cambió demasiado. Supongo que volverá, pero no estoy seguro de cuándo. Podemos esperarle, si quieres.


Me relajé, sentía que ahora finalmente, era posible.


- No sé si tenemos demasiado de que hablar –carraspee -, no, más bien, no sé si debemos hablar o simplemente, hacer como si se empezase de cero –había tensión, el ambiente empezaba a ser violento. Esperaba que fuese circunstancial, simplemente a causa de volver a encontrarse cara a cara después de tantos años. Lo único salvable, era que ya no estaba solo en la mansión -. ¿Qué es de tu vida, cómo te ha ido desde entonces?


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