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♔ The Ramen Kingdom ♔ (MM B: 106259)


Galery Grindelwald Malfoy
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Una vez más, el nudo en su pecho parecía empeñado en impedirle respirar mientras traspasaba las puertas del negocio que tenía desde hacía años junto con dos socias que no sabía si volvería a ver. Mejor dicho... a una de ellas. La otra hacía tiempo que había marchado a un lugar mejor.

 

Apretó los puños y bajó la cabeza traspasando el umbral, sobre todo cuando los tres propietarios a quienes habían ayudado en la apertura del restaurante miraron hacia la puerta y le sonrieron al reconocerla. Ella, mohína, solo hizo una inclinación de cabeza hacia ellos y les indicó por gestos que iría al despacho que habían reservado siempre para las tres avalistas, distinto del que usaban los tres orientales. Llegó a la primera planta, donde estaba la sala que buscaba y, en cuanto cerró la puerta tras de sí, apoyó la espalda en ella y comenzó a llorar como una niña.

 

Había intentado volver al restaurante unas tres o cuatro veces desde la partida de Galery, pero el resultado siempre era el mismo. Había estado a punto de pedir el cese de la actividad del negocio en varias ocasiones, incluso sin consultar a los tres chefs que trabajaban incansablemente en él, pero siempre terminaba cediendo ante su conciencia. Aquel era el último lugar en el que había visto a su amiga. A su ex-nuera. Y a su hijo Roman. Y a su ahijada Talía. Una punzada en el pecho la hizo doblarse hacia adelante y continuó llorando, ahora con más amargura que al principio.

 

— No puedo seguir así. He de tomar una determinación. No saldré de aquí hoy sin hacerlo —se prometió en voz alta, entre sollozos. Se incorporó con pesar y se secó las mejillas con el dorso de la mano. En aquel momento solo le apetecía salir corriendo hacia su casa y llamar a Jeremy para que la abrazara muy fuerte. Y si él no podía, entonces iría con su padre para que hiciera lo mismo. Se sentía indefensa, sola. Perdida.

 

«Jeremy». El nombre de su prometido le cruzó por la mente de repente y paró de sollozar de golpe, si bien algún que otro suspiro se le escapaba entre los labios de vez en cuando. ¿Querría él ayudarla a decidir sobre aquel tema? ¿Estaría ocupado? Miró el reloj de pared que colgaba tras el gran escritorio de roble oscuro. No tenía ni idea de qué estaría haciendo el Triviani.

 

Secajo, te necesito.

 

Aquellas palabras fueron seguidas por un chasquido característico de las apariciones, y una criatura pelona de grandes ojos y orejas apareció ante ella. Hizo una enorme reverencia que hizo pensar a Anne que el elfo había restregado su alargada nariz por el suelo y luego se incorporó, sonriente y servicial como siempre.

 

Secajo al servicio de la ama Anne. Dígame.

 

— Necesito que me hagas un favor, Secajo. Ve al castillo Triv... Oye, ¿eso es sangre? —abrió los ojos como platos y se acercó de dos zancadas a la criatura, que se encogió como si tuviera miedo.

 

No se preocupe, Secajo discutía con Terracota antes de que la ama Anne lo llamase. Secajo le pidió ayuda para limpiar las cocinas. Oero Terracota solo quería jugar a torturar a Secajo con los cuchillos, y apenas me daba tiempo a huir de ella porque es muy rápida. Y es muy mala. Pero no es nada, no se preocupe, ama Anne

 

Claro que es algo y me preocupo, déjame ver —la licántropo se inclinó sobre el elfo y le examinó la punta doblada de su oreja derecha, que tenía un corte de varios centímetros de longitud pero no demasiada profundidad. «Curación», pensó, con ambas manos estiradas sobre la oreja de la criatura pero sin llegar a tocarle. El amuleto que llevaba colgado al cuello, bajo la ropa, vibró de repente e incluso le pareció sentir que emitía calor mientras la herida del elfo se cerraba y cicatrizaba a toda velocidad hasta que desapareció por completo, casi sin dejar marca. La mujer sonrió satisfecha—. Listo, pequeño. Y dile a Terracota que voy a partirle la cabeza si vuelve a tocarte, ¿de acuerdo? No omitas ni cambies ninguna palabra, es una orden. Esa elfina es una pesadilla —masculló, poniendo los ojos en blancos. Se enderezó de nuevo y puso los brazos en jarras, con ambas manos apoyadas en las caderas—. Como te decía, necesito que vayas al castillo Triviani y busques a mi prometido, a Jeremy. Sabes quién es, ¿verdad? Y si no, pregunta por él. Y tráele, por favor, necesito hablar con él.

 

Secajo realizó una reverencia muy similar a la del saludo y, sin perder la sonrisa que se le había dibujado, levantó la mano para chasquear los dedos y desaparecer.

 

Ah, ah, Secajo, espera —le detuvo—. No vuelvas a dejar que Terracota te ningunee de esa forma. Si quiere jugar con los cuchillos contra ti, toma tú otro y tíraselo a la cabeza. Tienes mi permiso para hacerlo. Y si no quieres o no te atreves, busca al amo Shiro porque él te protegerá como yo. Que no vuelva a hacerte daño o de verdad que la colgaré de la lámpara del hall de la entrada. Puedes decirle esto último también, junto con lo de que le partiré la cabeza. Venga, ve.

 

Tras una inclinación rápida, Secajo desapareció y dejó a Anne un poco más tranquila, de pie en mitad del despacho. Abrió las cortinas que cubrían una de las ventanas que daban al enorme jardín del restaurante, donde había incluso un río con carpas asiáticas y se quedó allí, observando el exterior, pensando en cómo plantearía a su novio la idea que comenzaba a tomar forma en su mente.

 

 

 

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-Quiero que esta parte esté totalmente higienizada sin un gramo de polvo -Le dijo Jeremy a uno de los Chuck. El cual tenía cara de no estar agradecido por el tremendo trabajo que le estaba dando.

 

El rubio estaba trasladando su laboratorio experimental que tenía en el Refugio hasta el castillo Triviani. Había pedido el permiso a su madre, pero está en todas sus ocupaciones nunca le había contestado y para un Triviani un “No” de forma literal, era un sí. Así que se había puesto manos a la obra. Donde antes era una habitación de algún familiar perdido por el mundo, ahora sería su lugar para experimentar con las plantas alucinógenas. Alguna de las que vendía en su negocio de forma ilegal habían nacido en una ampolla de vidrio templado.

 

-Las lámparas irán en diferentes partes del techo donde estarán las mesas de cultivo, podrás verlas con más detalles en este pergamino -Le extendió el rollo al feo sirviente - Ahí está inscripto los colores de luces y las distancia en el cual deben ponerse. Fíjate que no falte ninguna pieza, o sufrirás las consecuencias -Amenazó.

 

Los Chuck solían trabajar mejor mediante alguna amenaza que pusiera en evidencia lo frágil que era su vida en el castillo. No le extraño que apareciera otro elfo para ayudar al que tenía frente a él con los ojos vidriosos por el gran trabajo que tenía por delante. Pero se equivocó al pensar que los ojos estaban así por eso. Se dio cuenta su pequeño error de interpretación, cuando el Chuck ataco al intruso con salvajismo. Lo lanzo al suelo y empezó a darle bofetadas además de hincarle los dientes intentando arrancarle la oreja.

 

-¿Pero qué co.ño hacen? -Preguntó a los gritos Jeremy mientras veía venir a una bandada de Chuck con cuchillos afilados para destripar al intruso. No podía permitirlo. Mancharían con sangre su laboratorio - ¡Impedimenta! ¡Impedimenta! ¡Impedimenta!

 

Los rayos salían de su varita uno tras otro impactando a los elfos en el pecho. Estos caían para atrás quedando, por el momento, duros como una piedra. Paralizados con expresiones de pura maldad en sus rostros feos. Jeremy agarró a la víctima y desapareció de ahí con rumbo a la fuente de la entrada del castillo. Donde revoleo con fuerza al invasor para que cayera dentro.

 

-¿Estas demente, elfo? ¿Quién demonios te man…- No terminó la oración porque reconoció al esquelético sirviente de su novia, mientras este intentaba salir de la fuente de agua helada con la poca dignidad que le quedaba.

 

-Mi ama solicita de su presencia en estos instantes -Dijo el elfo antes de saltar encima del mago para llevárselo al The Ramen Kingdom.

 

Lo que Anne vería frente a sus ojos serían a Jeremy en el suelo, sobre el elfo intentando ahorcarlo con las dos manos. ¡Y lo estaba logrando! Secajo ya tenía el rostro de color púrpura.

 

 

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  • 8 meses más tarde...
Me encontré recorriendo los locales del callejón Diagon muy temprano aquélla mañana. Era sábado, y la noche anterior me lo había pasado demasiado aburrida en el castillo como para desear quedarme otro día mas encerrada. Apenas había pegado ojo, pero no sentía sueño, solo un profundo agotamiento mental que sabía solo podía quitarme de encima si lograba distraerme un poco; de ese modo, cuando apenas el sol se desemperezaba en el horizonte, me calcé las botas, tomé mi capa y me dirigí a Londres antes de que alguien pudiese detenerme.


Mi apetito despertó a la hora habitual tras casi una hora de una caminata sin rumbo fijo. Muchos negocios apenas comenzaban a recibir clientes, mientras que otros apenas cerraban. El frío era intenso, y la nieve crujía bajo mis pasos, por lo que un hondo plato de sopa caliente comenzó a dibujarse en mi mente; por suerte, en ese preciso momento pasaba frente a un restaurante que no había visto antes. La fachada y el letrero de la entrada delataba un estilo japonés, lo cual me entusiasmo enormemente. ¿Hacía cuando no comía un buen ramen? Bueno, en el "reino del ramen" seguramente habría alguno muy delicioso.


Crucé la entrada hacia el interior bajando la capucha de mi capa para descubrir mi rostro y sacudirme la escarcha, acercándome a un pequeño mostrador mientras recogía mi largo cabello rubio hacia un lado, sobre mi hombro derecho. No había hecho esfuerzo ni de peinarme antes de salir, pero si algo me gustaba de mi cabello es que siempre me daba buena pinta y las mechas azules, además, provocaban un estilo un poco grunge que excusaba cualquier peinado rebelde que la almohada dejara.


—¿Hola? —la recepción era muy amplia, teniendo accesos sin puertas hacia lo que parecía jardines y estanques que curiosamente no estaban afectados por la nieve. No obstante, parecía no haber en aquél momento ni un alma en el lugar. Tomé una carta de menú del mostrador mientras alguien llegaba a atenderme, revisando los distintos platillos que allí servían para no tener que perder tiempo cuando me apropiara de una mesa.

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A decir verdad esta era su primera vez recorriendo ese callejón y aún así cada que lo hacía este mismo no dejaba de sorprenderlo y es que ahora ante sus ojos se formaba lo que parecía ser un local de comida japonesa, y ese si llamo la atención, después de todo en estos tiempos de guerra tener el estómago lleno era algo que muy pocos lujos se podía dar, fue entonces que se acercó al local y en eso vio a una chica que estaba parada en el mostrador...

--Hola buenas tardes, soy Dick Grayson... disculpe tiene mesa para uno?--

Decía el mago algo temeroso por aquella chica que se encontraba en lo que parecía ser el podio de una hostess y sonriendo se acerco a ella un poco pero manteniendo tambien un poco la compostura ya que a el no le gustaba importunar mientras los demas trabajaban,

--Le pido una disculpa si sueno muy molesto, pero hay posibilidad de que me pueda sentar en esa barra frente al ventanal es que tengo una leve claustrofobia .--

fue entonces que sonriendo un poco entrecruzo los dedos y sencillamente el mago se quedo quieto en espera de alguna respuesta por parte de la señorita. @@Frankie Triviani

Editado por Dick Grayson

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  • 2 meses más tarde...
Parecía ser que el personal del restaurante se hallaba muy ocupado en atender cualquier asunto que no fuese la clientela. Estaba a punto volver a llamar cuando la voz de un hombre tras de mí detuvo mi intención; me giré en breve, ladeando ligeramente la cabeza con desconcertada curiosidad al notar que se estaba dirigiendo a mi, confundiéndome con alguna especie de mesera. ¿Acaso parecía una? Bueno, parecía que al menos a una persona sí.


El señor Grayson, como se había presentado, insistió, delatando su preferencia por comer en un espacio abierto a lo que simplemente respondí con una cortés sonrisa —Desde luego, puede usted tomar asiento donde le resulte más favorable. Sea usted bienvenido.


Hice un ademán con la mano, indicándole el camino hacia la barra y lo seguí hasta el lugar donde tomó asiento. Allí le entregué la carta del menú que un momento antes había tomado para mi. Miré hacia atrás, tratando de dar con el verdadero personal del negocio, quien fuera, pero ni un sola alma se asomaba. Me pregunté, ¿hasta dónde podía llevar aquél juego? Ni siquiera tenía experiencia como camarera, pero hasta ese punto supuse que el mago tomaría como una falta de respeto si le confesaba que tan solo era una cliente más. O quizás no, pero ya daba igual.


—¿Puedo traerle algo de beber mientras revisa el menú? —le ofrecí, preguntándome si podría abrirme camino dentro de la cocina. En cualquier caso, encontraría a un mesero o algún elfo y se lo mandaría de inmediato.



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Oliver en unos de los paseos que solía dar por el Callejón Diagon dio con el lugar perfecto para un encuentro entre amigos. Una torre perfecta con varias plantas, era adecuado para lo que tenia en mente. Siempre le gustaba probar comidas exóticas con gustos peculiares de países en los que no había estado, o por supuesto, que si lo había hecho pero quería recordarlo. Al cruzar el umbral de entrada pudo ver la decoración oriental en todos sus detalles. Pidió una mesa luego de entablar una breve charla con el recepcionista donde le contaba todas las posibilidades de ambientes que tenia el lugar. Eligió la segunda planta, que se asemejaba a lo que quería para ese reencuentro amistoso.

 

La mesa para dos ya estaba puesta cuando el castaño llego hasta ella. Se sentó a esperar, mientras curioseaba la carta que tenia todos los menús del lugar. Tendría problemas para decidir por uno. Todos los ingredientes de los menús se leían sorprendentemente vistosos y hacían que uno tuviera el impulso de pedirlos. Cuando llego a la quinta hoja haciendo una lista mental de todo lo que pediría, cerro el libro de golpe y rompió el encanto. El impulso se fue y se dio cuenta que un hechizo de comprador compulsivo debía estar entre las paginas. Se rió en voz alta por el descubrimiento, estaba sorprendido y agradado.

 

-Bueno, Arlet... -Empezó a murmurar - Si no te apuras, tendrás problemas para sacarme por la puerta cuando terminemos.

 

 

@@Arlet Malfoy

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La bruja caminaba con tranquilidad con las calles de Diagón, iba al encuentro con un viejo amigo de sus tantos viajes, aquel amigo con el que ahora compartía un lazo "familiar" dentro de la comunidad mágica Londinense. Recientemente había encontrado parte de su sangre, con los Medici, descubriendo que su madre pertenecía a dicha familia, siendo algo lejana a la actual Matriarca del linaje Italiano.

 

Su pies cubiertos por las negras sandalias la llevaban hasta el edificio donde Oliver la había citado, The Ramen Kingdom era un restaurante de comida asiática de varios pisos que atrajo a la Médici desde que había paseado por el Callejón. Su anaranjado cabello estaba recogido en dos largas trenzas de boxeador, que caían sobre sus hombros, su cuerpo estaba cubierto por un vestido suelto floreado de margaritas hasta sus muslos y llevaba una suave esencia a lavanda cubriendo su cuerpo.

 

Avisó en la entrada de su llegada y el mesero la guió hasta el segundo piso, donde una sencilla decoración se mostraba en el lugar. Observó el cuerpo del mago dándole la espalda y se acercó lentamente a él, abrazándole por los hombros para regalarle un suave beso en la mejilla - Buenas Tardes, guapo - mencionó, con su característica coquetería - Tendremos que lanzarle un hechizo expansor a los marcos de las puertas para salir ambos- agregó, sentándose en la silla justo en frente del castaño.

 

- ¿Como has estado? Recién regreso de mi viaje a Holanda, estaba aprendiendo sobre los quesos - agregó, tomando el Menú para hecharle una ojeada - ¿Ordenaste o me estabas esperando? - interrogó, sintiendo la extrema atracción por cada uno de los platos que se presentaban en la carta.

 

@@Oliver Gaunt

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Dick se encontraba maravilla con la hostess... la pobre sin duda alguna tenia que hacer actividades multidisciplinarias y ahora se encontraba ahi como camarera, sin duda alguna al final le daria una gran propina, por lo que sonriendo timidamente al tomar el menu que le ofrecia, el mago comenzo a ojearlo... todo parecia tan exotico... no acostumbraba a comer esas cosas a menos que su vida dependiera de ello, por lo que sencillamente pidio un ramen de res sencillo... pero en eso el mago sintio la presencia de un chico el cual se habia ido al piso consiguiente .. eh inmediatamente el mago volteo a ver a @@Frankie Triviani...

 

--Sabes... quisiera el ramen jumbo de res... ammm... se que es repentino... pero en vista de que no hay mucha gente y el personal anda algo desaparecida... te gustaria acompañarme...--

 

Era atrevido... sobre todo en esos tiempos obscuros, pero haciendole un espacio a su lado... si a su lado no queria estar enfrente a ella, no queria que se perdiera del espectaculo, lo cual sonriendo vio como momentos después una chica pelirroja... aristocrata... deseosa de ser conocida... una rama de una familia adinerada... como si eso no fuera comun en aquellos lares...

 

--Esa chica que acaba de entrar... probablemente viene regresando de un viaje... diria los paises bajos... que temporada es aqui hoy?... a si recuerda mi ramen... gustas algo? .--

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El joven peliblanco caminaba hacia su destino, en el cual se vería con cierta persona la cual tenía un buen tiempo sin tener contacto. Era de noche y hacía frío en el Callejón Diagón. Con suerte el mago cubría su cuerpo con camiseta, jeans, chaqueta, y por último, una bufanda de color rojo con franjas negras.

 

Las calles estaban vacías, a excepción de unos que otros magos que se encontraban a punto de tener un coma etílico. Typhoon, su demonio, no había hecho acto de presencia hasta los momentos, ¿Los seres que se alojan en el cuerpo de otras personas necesitan descansar? Tal vez, y él no sería quien lo averiguase.

Después de un tiempo de caminata, dio con el sitio en el cual se reuniría con esa persona especial para él, aunque no se lo haya admitido todavía. Para su sorpresa, ella también estaba llegando.

 

Se trataba de Kamra, lucía tan bien como siempre.-¡Kam…!- Pausó un momento y aclaró su garganta conteniendo su emoción al verla –Kamra… Veo que ya estás aquí- Le abre la puerta en señal de respeto -¿Pasamos?- Flexiona un poco sus piernas mientras una la pone detrás de la otra, como un mayordomo. Seguía sintiendo ese lazo materno con ella que no lograba explicar, ¿tal vez por eso se comportaba así con ella? Tal vez esté alimentando el ego de la maga, pero ya no había vuelta atrás.

 

Una vez dentro, se acercó al mostrador, donde le indicaron que podían comer en el segundo piso. Seguidamente le indicó a Kamra que tenían que subir al segundo piso. Le esperó en la escalera y empezó a subir la escalera cuando se encontraba posicionado a su izquierda, él era zurdo, así que no se le dificultaba usar el pasamanos de la escalera que se encontraba de su lado.

 

Volteó a verla y le dijo -¿Qué tal ha estado todo mientras me desaparecí?- Sin darse cuenta, empezó a detallar la cara de la maga, era sorprendente para él, tenían rasgos faciales parecidos, pero a la vez eran tan diferentes, ¿de verdad podrían ser familiares?.

 

@ Ashiver R. Delacour

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  • 2 semanas más tarde...

Por primera vez en un largo tiempo, no sabía que esperar. Las manos amenazaban con temblarle y a cada minuto que pasaba reconsideraba sus razones para estar allí, después de haber sido ignorada de maneras que no sabía podían doler tanto, Kamra no estaba segura de porqué había accedido a encontrarse con su hijo prodigo. Pero allí estaba frente a "The Ramen Kingdom", media hora antes de lo acordado y con su humor cayendo en picada.

 

No sabía la razón por la que estaba allí con tanta antelación ¿Quizás deseaba ver por si misma que nada cambiaría? Conforme el tiempo pasaba, sus ideas no hacían más que enredarse y confundirla...deseando haber declinado encontrarse con el en primer lugar. La peliblanca pasó una gran parte del día pensando en la reunión inminente con Racks, en el discurso tajante que podría soltar ni bien viera su rostro, pero también en lo mucho que deseaba que su relación fuese como antes de que se fuera sin ninguna explicación.

 

Sus botas negras de caña corta rasparon el adoquín de las calles de Diagon Alley cuando decidido abandonar el lugar, el tacón aguja atascandose contra una grieta y haciéndola tropezar justo cuando escuchó una voz conocida gritar su nombre - Que un rayo me parta - Kamra cerró sus ojos sientiendo como el corazón se saltaba un latido y volvía a palpitar frenético luego. Con sus manos aplanó el frente de su pantalón de vestir verde mientras se giraba para enfrentar a su hijo.

 

El parecido siempre le hacía retener la respiración por unos segundos. Kamra no pudo más que asentir hacia Racks mientras este sostenía la puerta para ella, de manera más que pintoresca y rara si debía ser honesta. Las palabras le faltaban para decirle que ese protocolo no era en absoluto necesario y una parte de ella se preguntó porque el niño sentía que si lo era ¿Qué tan egoísta y narcisista había sido en el pasado? Encontrar una respuesta a eso no la traía exactamente animada.

 

El joven peliblanco se apartó para conseguir indicaciones y no tardaron en dirigirse hacia el segundo piso. Sus ojos dorados lo analizaron de soslayo. Podía apreciar la manera en que se esforzaba para hacerla sentir cómoda a su alrededor, y como de nervioso estaba... quizás más que ella. Con eso en mente y con tantas cosas que ahora debía dejar para analizar más tarde, tomó asiento frente a Racks, cruzando las piernas bajo la mesa antes de acomodar su ahora corto cabello blanco.

 

- Ajetreado. Tienes nuevos hermanos - las palabras abandonaron sus labios con un tono morzas que no había pretendido ocupar, pero las palabras salían como si mantenerlas la estuviese envenenando lenta y tortuosamente - Cinco nuevos hermanos, a los que no has conocido por...¿Porqué no los has conocido, Racks? - ambas manos de la peliblanca se cerraron en puños mientras buscaba con la mirada a uno de los mozos - Brandy, puedes traer la botella - dijo cuando uno por fin se acercó a ellos.

 

- ¿Y bien? - era consciente de que hostigarlo de esa manera era incorrecto. Pero había perdido tantas cosas en tan poco tiempo...perderlo a el había sido el comienzo de todo aquello.

 

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Editado por Kamra Ashriver R. Delacour

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