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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Todos parecían dudar, ninguno parecía dispuesto a arriesgarse por sus objetivos. O quizás, simplemente, tenían miedo de avanzar en aquel conocimiento. La única que efectuó un movimiento fue precisamente Juv, y lo hizo muy acorde con las indicacions que le había dado previamente. Sauda sonrió en el bosque viendo cómo la mujer ejercía un absoluto control de sí misma y sus impulsos. Y vio cómo alcanzaba el río sin caer en la tentación. Dio una suave palmada, presa de la satisfacción.

 

«Excelente, ¡absolutamente excelente, querida Juv! Primera tarea superada, y además de forma muy efectiva. Siéntate en la orilla, por favor. Enseguida comenzará tu próxima lección, así que prepárate», le indicó a través de su mente. Ella, que estaba cerca del río pero aún sentaba bajo un manzano, se puso de pie para poder observar a su alumna por primera vez en persona. Pero no salió de su escondite: prefería mantener el anonimato un poco más para que la muchacha pudiera avanzar en su enseñanza sin sentirse presionada por su presencia. «Bien, comenzamos con la siguiente parte de tu aprendizaje.. Préstame atención».

 

«La oclumancia es una habilidad invisible, una magia muy poderosa si se sabe utilizar correctamente. Tienes que enfocarla como una defensa personal en la que no defiendes algo físico, sino lo más personal que tenemos, lo más íntimo: nuestra cabeza. La mente es donde albergamos absolutamente todo lo que verdaderamente importa en un mago: nuestras ideas, experiencias, habilidades... todo está ahí. Así que tenemos que tener un perfecto control de ella para evitar que puedan manipularla a su antojo. ¿Conoces algún mago legilimántico? Cualquiera que tenga el anillo de habilidad puede irrumpir en tu mente y embotarla para hacer creer, pensar o hacer lo que desee sin que puedas hacer nada por remediarlo. Y yo, aquí, te enseñaré cómo combatirlo. Comencemos. Quiero que pienses en algo que te guste... un color, una comida, tu mejor amigo o amiga... y mientras lo haces, quiero que intentes defender tu mente, porque yo voy a intentar leer esos pensamientos que quiero que tengas. ¿Me explico? Para crear la defensa, concéntrate en alguna melodia o poema que te guste, intenta que tu mente se concentre tanto en eso que no me sea posible leer nada sobre tus gustos. Para potenciar esa defensa, puedes usar la palabra "oclumens". ¿Lista? ».

 

Esperó unos segundos y luego, lentamente, se introdujo en la mente de Juv. Lo hizo tan suavemente que ella seguramente no había notado nada, ni tampoco lo notaría cuando comenzara a defenderse. No podría combatirla, por supuesto, pero solo así Sauda sería capaz de comprobar los progresos de la mujer. Y esperó para ver qué hacía.

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La serenidad que reinaba cerca de ese río, le invitaba a ponerse cómoda tal y como se lo solicitará la Arcana momentos antes. Sentándose sobre el suelo adoptaba una posición de flor de loto, dejando que poco a poco su respiración se relajará escuchando con atención las indicaciones de la mujer. Una a una las barreas impuestas por Malfoy, caían delante de sus ojos absortos, confiando plenamente en cada una de las palabras emitidas por la sabia Anciana— Entiendo—captando el mensaje. Pensar en personas amadas para ella, no era cosa sencilla y menos con la intricada historia que rodeaba a cada una de ellas, sinsabores e infinidad de cuestiones que le era sencillo de manejar en cierta medida.


—Lo que más me gusta son las hidras, admiró el poder que posee y lo letal que puede ser en una batalla. Me concentraré en eso, no me apetece pensar en mis seres queridos o personas por las que pudiera sentir algún afecto o emoción—siseó esperando no sonar cerrada ante la petición de su nueva mentora— El sonido que más que gusta es el rugido de un dragón, el mismo me tranquiliza y serena de una forma que no soy capaz de explicar a grandes rasgos. Pero la melodía que logra tranquilizarme es la que se es producida por un arpa, no tengo una predilecta en particular, el solo sonido de está me relaja—agregó centrando su atención en visualizar a la hidra dentro de su cabeza—Oclumens—escapaba de sus labios aquella frase, la hidra ya estaba agitando cada una de las que ella poseía como los tentá.cul.os de un pulpo. Cada una de ellas estaba alerta en todo momento, no permitirían que nada se colará dentro del cerebro de la vampira, feroces custodias que defenderían con sus afiladas fauces todo el terreno que ahora reclamaban como suyo.


—No, creo que no conozco a ningún mago que haya estudiado Legeremancia—soltó sin dejar de concentrarse en mantener su mente cerrada en todo momento. La muralla creada por el mitológico animal, no hizo más que reforzar su creencia de que con empeño y prestando atención a las indicaciones de Aailyah Sauda. Su mente estaba segura, al menos para ella y no dudaría de eso, pero estaba delante de una persona que era experta en el tema de bloquear y meterse en la mente de los demás, no echaría en saco roto que cualquier trastabilleó le costaría fallar en ese intento. Las pruebas eran sumamente exigentes, creadas para sacar lo mejor de cada uno de los magos y brujas que ansiaban poseer una habilidad tan fuerte y cargada de conocimientos milenarios. Juv estaba ahí para aprender, no importaba el tiempo o cansancio que le tomará, no saldría de ese bosque sin en anillo de la habilidad en su dedo.


—Creo que mi mente se mantiene intacta, no puedo percibir que haya entrado en ella. Pero quizás no estoy acertada en mi percepción—aún no conocía la apariencia de la Arcana. De ese modo, le era prácticamente imposible saber con certeza si ella estaba o no dentro de la mente de Malfoy. La minina pista le hubiera sido de mucha ayuda, pero respetaba el modo en que se estaban desarrollando las cosas. Además, ¿Quién era ella para pedirle que se mostrará desde que irrumpió en sus dominios?. El respeto que Báleyr le inculco dentro de la clase de Nigromancia, le ayudo a comprender que un ser altanero y arrogante, no siempre obtiene lo que desea usando los métodos equivocados. Pero Aaiyah, parecía ser la clase de persona que enseña de una forma que se queda grabada en lo más profundo de sus alumnos, justamente por eso le admiraba y respetaba de una forma sumamente especial.

Editado por Juv Malfoy Croft

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  • 2 semanas más tarde...

Juv mostró una disposición envidiable, no dudó ni por un instante en empezar a cumplir con sus indicaciones. Pero no lo hizo al pie de la letra, sino que empezó a excusarse para usar unas u otras cosas relegando otras a un segundo plano. ¿Qué problema había con su vida íntima? Solo con el roce de su mente en el de la mujer, Sauda sintió una sacudida que la revolvió desde lo más hondo. La Malfoy era una mujer que vivencias variadas e innumerables experiencias, muchas de ellas traumáticas y bélicas. Escondida como estaba tras los arbustos, aún sentada al pie del frondoso manzano, la anciana se llevó una mano al pecho y suspiró. ¿Cómo podía vivir alguien con esa oscuridad en su interior?

 

Indagó en la mente de la mujer mientras una pobre proyección de una hidra intentaba detenerla. Aún así, aplaudió el intento de su alumna por defenderse, si bien la defensa era más que insuficiente.

 

«Bien, Juv, no está mal para comenzar pero... ni la hidra, ni el sonido del arpa ni tampoco los sonidos que emite un dragón pueden engañarme con suficiente fuerza como para que desista en mi ataque. Y eso que no te estoy atacando, por supuesto, solo quiero enseñarte. Veamos... no quisiera ser indiscreta pero... ¿de qué tienes miedo, querida?».

 

Dejó aquella pregunta en el aire, como si las palabras revolotearan en la mente de la Malfoy dando vueltas de un lado a otro para que no pudiera ignorarlas. Decidió que era el momento de dar un paso más. Se levantó lentamente del pie del manzano y se sacudió la túnica, de alegres colores y estampados. Su apariencia, camuflada gracias a su poder mental, hacía que pareciera una joven de no más de treinta años de altura considerable y delgada, muy delgada. Sus brazos y piernas eran largos, así como su cuello; su piel, tostada como las de todos los que procedían de su pueblo natal, relucía elegante entre sus coloridos ropajes; el pelo, oscuro y largo, quedaba oculto bajo un turbante de los mismo tonos del vestido; aquellos ojos, profundos y expresivos, de un color negro azabache acompañados de unos carnosos labios anchos que sonreían a su alumna en aquella primera ocasión en que se encontraban.

 

Salió de entre los arbustos con paso quedo, llevando ambas manos entrelazadas en su regazo. No perdió la sonrisa en ningún momento.

 

Hola, Juv. Me alegra saludarte por fin a la cara, si bien he estado siguiéndote desde que llegaste a la puerta de mi hogar. Bienvenida una vez más —la saludó educadamente, acercándose hasta ella—. Eres aún más alta que yo, vaya —comentó la arcana, soltando una risita. No era habitual que las mujeres fuesen más alta que ella, así que siempre se sentía divertida en aquellas situaciones—. Es agradable, siempre me he sentido un poco jirafa, ya sabes —le guiñó un ojo—. Bueno, regresando a nuestro cometido. Has captado la idea... pero no has conseguido darle forma. No te preocupes, es lo más normal, no hay prisa. Me has dicho que no conoces magos legilimánticos... pero eso es lo que tú te crees, querida. He estado ahí, en tu cabeza —alzó un dedo para señalarla— y he visto que ya has estudiado otras habilidades. Pues bien, todos mis compañeros, como yo, poseemos las siete habilidades que componen las especialidades del Portal de las Siete Puertas. Además, he reconocido rostros y nombres en tus recuerdos que también han pasado por la clase de mi querida Rosália... ¿Te suenan estos nombres? Tauro, Leah, Pik, Anne... he visto alusiones a ellos en tus memorias, y a otros más. Ellos poseen el anillo de la Legilimancia, es una habilidad bastante demandada en vuestra sociedad. Así que por eso es tan importante la Oclumancia, querida. Estás a merced de cualquiera que sepa irrumpir en las mentes ajenas. Evidentemente, les intentamos enseñar que este poder no sirve para hacer daño... pero ay, querida. Nunca se sabe para qué usarán los conocimientos aquellos que los adquieren, eso es evidente.

 

Hizo una pausa en su perorata mientras evaluaba con la mirada a la Malfoy. Se la veía serena, convencida de que podía con aquel obstáculo. Sauda estaba segura también solo con ver el brillo en su mirada.

 

Necesito que confíes un poco más en mí, Juv. Entiendo que hay cosas en tu pasado que te resultan complicadas de afrontar, o quizás simplemente que no quieres mostrar. Pero piensa que yo ya las he visto... porque nada ni nadie puede frenarme si yo no lo quiero, y puedo ver todo lo que quieras ocultarme y mucho más. Yo no soy tu enemigo; quiero ser tu maestra. Y necesito que confíes en mí. ¿Lo harás? —extendió una mano hacia Juv, aún sonriente—. Si es así, toma mi mano. Y vamos a probar de nuevo. Quiero que pienses en tu último cumpleaños, que revivas dónde y con quién estuviste ese día. Quiero que lo revivas en tu cabeza, no me lo cuentes. Y a la vez, quiero que fabriques una defensa mental que me impida ver esa visión completa. ¿Cómo? Usa algo... un engaño, una distracción, una melodía... lo que necesites. Pero intenta frenarme con una defensa, no omitiendo los recuerdos. ¿De acuerdo? Y no olvides el hechizo... Protege tu mente, Juv.

 

Aquellas palabras fueron una especie de aviso para indicarle que, una vez más, se deslizaba lentamente en sus memorias para observar aquellos detalles que le había pedido revivir. ¿Cumpliría con su cometido aquella vez? ¿Intentaría frenarla de algún modo? No podía saberlo hasta que lo intentara.

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—Lamento haberme escondido dentro de una casa de espejos, no es sencillo para mi lidiar con una vida cargada de recuerdos bélicos y muerte en todos los sentidos. He cometido diversos crímenes, no me avergüenzo de nada de lo que hice en el pasado, presente o futuro. No se me crió para sentir pena o lastimar por el resto, pero al mirar al pequeño conejo, sentí que no podía atacarle y quitare la vida de una forma tan descarada. Estoy dentro de su hogar, yo no puedo hacer cosas que atenten contra usted y eso me impida aprender lo que tanto anhelo—confesó mirándole fijamente. La mujer irradiaba una paz que poco a poco inundó por completo el interior de Malfoy, intentando sanar las heridas que permanecían intactas dentro de su ser.


—Hablar de mi pasado, no es sencillo y menos de que fui capaz de asesinar a mi propio hermano. No me siento feliz por eso, pero la culpa, jamás me paso factura. Soy una persona mala por naturaleza, nací siéndolo y nada puede cambiarlo. Mi mala entraña me mantiene en pie, puede que le suene loco o descolocado, pero soy feliz viviendo de este modo. Tengo un esposo, hijos y familia a los que adoro, pero cuando se trata de mis enemigos, yo no me detengo a pensar en el daño que les causó a ellos o a los que le rodean. Lucho con demonios internos que se alimentan del miedo de estos y sacian mis ganas de seguir matando—las palabras fluían como las aguas de una cascada interminable—Confío en ti ciegamente, enséñame a como ocultar cosas que me puedan dañar, ya sean recuerdos o vivencias. Dicen que la mente es el peor enemigo que uno posee y si está se mantiene sin protección alguna, resulta ser más vulnerable—mirar los ojos de la arcana era un remanso de paz para la rubia.


—Está bien, te mostraré lo que deseas—rompiendo algunas de sus barreras accedió gustosa ante su petición—Oclumens—siseó aquella palabra para mostrarle su primer cumpleaños tras tomar la mano de la Arcana con firmeza, quizás el más importante para la vampiro. Sus padres estarían juntos después de un largo viaje por las Antillas Holandesas, el dejar a su pequeña abandonada, no era la mejor forma de obsequiarle tiempo de calidad y no en cantidad. Su vestido era negro como el ala de un cuervo, jamás sintió empatía por los vestidos de colores pasteles o cálidos, mirándose en el espejo reconocía ese par de gemas lapislázulis frió como el mismísimo Océano Atlántico, carentes de emoción en ellos, pero si con un brillo que destacaba el carácter fuerte de la joven. Cumpliría 20 años todo estaba dispuesto para una gran festividad, carpas de diversos tamaños estaban colocadas dentro de los jardines de la Mansión Malfoy, elfos iban y venían con charolas relucientes cargadas con bocadillos y algunas bebidas con tonalidades extrañas. Vodka, bourbon, Whisky y Vino tinto, destacaban entre ellas, elegidas por la festejada para perderse en ese mar de licores variados.


No le afectaba en lo más mínimo beber nada de eso, quizás un poco de ajenjo o verbena mermaría su condición de vampiro. Poco le importaba todo eso, ya le habían roto la ilusión gusto antes de comenzar la majestuosa celebración, el hombre que se convertiría en su esposo años después, no pudo llegar a tiempo para darle el regalo esperado. Un hermoso anillo de compromiso de oro blanco, alianza que tenía tatuado en su interior el nombre de ambos y la leyenda “Por siempre & Para siempre”. Esa frase tan de ellos que les hizo creer en el inmenso amor que se profesaban, le resultaba curioso experimentar todo eso, cumulo de sensaciones extrañas se agolpaban en su memoria y su corazón. ¿por qué sólo el pudo causar ese efecto en ella?. Sería la relación que tuvieron desde pequeños, aquel nexo que les ataba más allá del sentimiento y que era mal visto por los que no aprobaban el incesto entre parientes del mismo linaje.


Eso quedaba relegado sin lugar a dudas, deseosa de cristalizar ese sueño, no le sacaban la idea de la cabeza de que era una locura, pero una locura consentida por ambos vampiros—Le amo y me ama, no hay nada de malo en eso. Yo no me ampararé en los lazos de sangre, no para evitar estar feliz y plena al lado de Stephen—se repetía una y mil veces. Justo en ese preciso instante un estallido la sobresalto. Estaban atacando la mansión de su familia, enemigos acérrimos de la pureza de su sangre y la de toda su descendencia, estallidos dentro de cada una de las carpas, trozo de troncos volaban por los aires y los elfos escondidos detrás de los arbustos. No dejaría que nadie empañará ese recuerdo por nada del mundo, sintiendo una ira descomunal crecer dentro de ella tomaba con fuerza su varita. La música que emergía acompañando esa sensación tenia en nombre de Monster, de un grupo muggle llamado Starset recordaba haberla escuchado en algún sitio muggle. El nombre era extraño para muchos, pero para ella era un bálsamo y una catarsis escucharlo y crear un escudo que impedía que personas ajenas a sus pensamientos se colarán sin permiso.


Las llamas se elevaban por todo lo alto, quemando todo lo que alcanzaban con sus abrazadoras llamas. El rostro de su padres estaba ennegrecido por el hollín desprendido del humo, sangre que brotaba del cuerpo de sus compañero de bando, gritos y desesperación, no cesaba esa idea de acabar con todos los intrusos—¡¡¡ Pagarán por esto!!!—exclamaba invocando dos esferas oscura que levitaron en el aire, aumentando su tamaño poco a poco. Aunado a ese poder de su varita lenguas de fuego emanaron mutando en caballos envueltos en ese elemento cargado de calor y devastación en toda la extensión de la palabra. Las tres criaturas galopaban con elegancia, lanzando golpes cargados de llamas que dañarían la piel de los enemigos de la rubia, poco a poco uno a uno cayó dentro de los verdes pastos. Estaban si vida y ella volvía a traer a su mente los rostros de cada uno de sus compañero de bando y de ese hombre que ahora ocupaba un lugar especial en su vida. Su madre y su padre, estaban intactos o eso le hacía creer su mente, quizás era una mala pasada.


—Eso es todo lo que recuerdo, no tengo nada más para mostrar—cerraba sus ojos esperando que la información fuera suficiente y esta vez su defensa no hubiera sido derribada por Sauda. El aire soplaba sereno, dándole un toque misterioso a todo aquello, si no fuera tan corto el tiempo de la clase, no dudaría en pedirle pasar una larga temporada dentro de ese bosque tan hermoso y peculiar.

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Al parecer, sus palabras calaron hondo en la Malfoy. Sauda lo agradeció, aunque tampoco era su intención hacer que se sintiera mal. Enseguida comprendió que eso era complicado, pues a pesar de tener un pasado bastante oscuro... Juv no parecía arrepentirse. Y Sauda, aunque tenía una naturaleza muy distinta a la de su alumna, también tenía algunos puntos oscuros en su historia que prefería mantener ocultos. La única diferencia era que a ella sí la habían ayudado a ser lo que ahora era, pero Juv al parecer no vivía una situación similar. Pero no podía culparla, cada cual tenía su propia forma de ser. Lo que sí le agradecía era la obediencia con la que se atenía a sus normas, pues comprendía lo complicado que resultaría para alguien como ella. Precisamente por eso valoraba más su esfuerzo.

 

La examinó con la mirada, de forma física, mientras con su mente veía aquel suceso que ella le mostraba. Luego escuchó música, y unos caballos envueltos en fuego salieron a proteger los recuerdos de la vampira. Sauda, a pesar de poseer fuerza suficiente como para derribar aquellas defensas e incluso alterar su mente hasta el punto de hacer que se comiera a sí misma a mordiscos allí, junto a la orilla del río, dejó aquella protección la empujara suavemente para alejarla de sus pensamientos. Sonrió ampliamente.

 

Bastante mejor que antes, querida, aunque aún tenemos mucho trabajo por delante —le dijo a viva voz, asintiendo con la cabeza. La observó con atención—. ¿Te sientes fatigada, Juv? ¿Quieres algún refresco? Una fruta, un té... Solo dímelo. Trabajar con la mente es incluso más agotador que hacerlo con el cuerpo, porque nos agotamos por dentro y también por fuera. Es... es... cómo explicarlo. Es como si nos consumieran, por así decirlo. Pero a la vez, una vez se aprende a controlar es tan fácil como el respirar. No tienes que pensar en inhalar y exhalar aire, ¿cierto? Tu cuerpo lo hace solo. Pues algún día, tu mente se protegerá sola de incursiones menores. Aunque siempre requerirás de esfuerzo cuando debas defenderte de un ataque directo —le explicó.

 

En realidad, lo que pretendía era darle un respiro a la mujer. Quería que se relajara antes de afrontar la siguiente lección.

 

De acuerdo, sigamos. Hemos practicado el proteger recuerdos, aunque aún tienes mucho que progresar al respecto. Ahora quiero que probemos algo distinto. Mira —señaló a un lado de Juv. Un clabbert acababa de acercarse hasta ellas y las observaba desde una rama cercana. Era una especie de mezcla entre mono y rana de color verde. Sauda sonrió—. Quiero que le observes, es una criatura preciosa, ¿no crees? Y no olvides lo que dije... su vida vale tanto como la nuestra, así que no quiero que le hagas daño. ¿Podrás combatir... tus impulsos?

 

Sus palabras fueron una especie de aviso de lo que pasaría a continuación. Sauda influiría en la mente de Juv para que ésta quisiera atacar a la criatura, para que intentara hacerle daño. Juv, por su parte, debería hacer uso de sus incipientes conocimientos de Oclumancia para intentar resistirse a aquella magia que la empujaba a arrebatar una vida más. ¿Lo conseguiría o Sauda debería intervenir para salvar al clabbert? Observó la escena, impasible, y dispuesta a hacer lo que fuera necesario mientras seguía en la cabeza de la Malfoy, estudiando de qué modo intentaba protegerse contra la magia que la obligaba a intentar incumplir sus órdenes.

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—Claro—soltó mirando los ojos de la Arcana—Comprendo que el sendero que he de andar aún es demasiado extenso y plagado de obstá.cu.los a diestra y siniestra—agregó sintiendo un leve cansancio, jamás sintió una sensación como esa al dejar que su mente mostrará parte de lo que albergaba y protegía celosamente—Si, creo que mejoré un poco, pero aún no es del todo suficiente. Quisiera un poco de sangre, pero creo que eso no me lo puede proporcionar, prefiero una infusión de hierbas que me ayude a controlar estás ansias de—se interrumpió, no era momento de flaquear en todo aquello.
La confianza de la Arcana en Malfoy era evidente y ella tenía que mantener la misma costará lo que costará—No tengo apetito por comida, ya sabe a lo que me refiero—enarcando ligeramente una ceja dejaba que sus impulsos poco a poco se fueran acallando. El escuchar a su lado salvaje y sanguinario, casi siempre le hacía acreedora a una satisfacción que sólo podía ser comparada con el matar y nada más que eso. Las pruebas de Sauda irian aumentado en grado de dificultad, no dudaba que le pusiera a prueba de una forma drástica—Aceptó lo que tenga para ofrecerme—dejando de lado su petición anterior. Estaba cambiando algo en ella, pero no era la esencia oscura con la que nació o fue criada desde pequeña.
—Eso es lo que deseo, crear barreras que nadie pueda franquear y entrar a mi mente a placer. Para mi no es sencillo darme a conocer del todo y justamente por eso, decidí que la Oclumancia seria la mejor opción para mantener oculta parte de la maldad que habita en mi, no me molesta que me juzguen por mis actos del pasado o los futuros. Digamos que he aprendido a vivir con eso, ya me condené desde hace tanto tiempo que he olvidado lo que es sentir piedad o remordimiento, al menos como lo experimenta el resto de las personas—contaba con un dejó de jocosidad en sus palabras—Mis pulmones saben que deben dejar que el aire entre y salga de ellos, no tengo que darles una orden que por defecto ellos cumplen a rajatabla—sonreía al imaginarse dándoles ordenes a ese par de órganos.
—Es una criatura por demás hermosa, pero lo que me pide es parecido a lo que me solicito al llegar aquí. Sería como volver a tener al indefenso conejo delante de mis ojos, observándome con sus pequeños ojos, temeroso de que lo devorará de un solo tajo y no lo hice. No porque no pudiera, sino porque le tengo demasiado respeto a su hogar y a los seres que lo habitan—asentía con un gesto afable en su marmórea faz—Esta bien, yo haré lo que me pide. Si es lo que debo hacer para ganarme el derecho para obtener la habilidad, no dude que cooperaré con todo esto—tentando con su lengua sus colmillos miraba fijamente al clabbert.
Los ojos de este se clavaron en los orbes lapislázulis de la vampiro, adentrándose poco a poco en el mar profundo que eran estos. Su cuerpo se tensó como una rígida tabla, palpando con sus manos su pantalón de mezclilla. Las ansias por beberse su sangre eran incontenibles de un momento a otro, goteaba dentro de ella esa ponzoña que le hacía dar el paso para cometer un acto atroz, pero ahí también estaba una imagen similar a ella. Revestida de colores oscuros, matizada con facciones siniestras que le daban una postal tétrica, quizás era su lado más oscuro y nocivo, arrastrándola como si tuviera cadenas rodeando sus manos, tirando de estás para obligarle a matar a la pequeña criatura. No era ella, sino Sauda que dominaba su mente, tal y como de lo dijo antes de comenzar todo aquello, ahora estaba presa de un deseo insano de asesinar a destajo al pequeño ser. Pero, ¿qué desencadenaría al matarlo delante de los ojos de la africana?.
Era como verse a ella misma, presa dentro de una jaula esperando ser degustada por algún cazador furtivo. Ella estaba en el sitio de la presa, maniatada de patas y manos, ya no tenia extremidades humanas, sino un pelaje dorado cubierto de pequeñas negras. Colmillos que sobresalían de un hocico atado por una fina cuerda, cortando poco a poco esa zona causando que sangrará un poco—¿Cómo demonios llegue aquí?—la imagen se hacia mucho más nítida y ahora podía escuchar con claridad como afilaban un cuchillo con una piedra—No, no, no tengo que salir de aquí—se revolvía dentro de la jaula golpeando su lomo contra los barrotes.
Su lucha era encarnizada con su captor y ella, defenderse al tenerlo delante y no dejarse comer por nada del mundo. Su mente era el arma adecuada, crear una barrera que no dejará pasar al asesino que estaba a nada de desollarle viva y freírla dentro de algún cazo o sartén—Puedo con esto, yo soy el clabbert, no puedo comerme a mi mismo y tampoco causarme ningún daño—apareciendo delante de ella una esfera de energía que mutó en una melodía que le calmaba poco a poco, moviendo sus patas quedaba libre de las ataduras. Mordiendo el cerrojo de la jaula, zafaba este sin mucho esfuerzo,, topándose con el clabbert delante de ella. Ese par de ojos volvían a tentarle, impulsándola como lo hace un cañón con una bala contra el bastión enemigo, pero ella no cedería ante tal provocación.
Monster retumbaba en su cabeza, apaciguando poco a poco esas ansias. Pero Sauda no cedía y ella tampoco lo haría, no contaba con la misma fuerza mental que la Arcana, pero si con una determinación férrea que no le dejarían caer presa de esa tentación tan suculenta de hincarle los colmillos al pequeño mono mitad rana—No, no comeré un sólo de tu carne y tampoco beberé una sola gota de su sangre—luchaba como nunca antes consigo misma, matándose por dentro tras sentir la sed acentuarse un poco más en su sistema, latiendo con fuerza su corazón le gritaba que se lanzará con todo y le matará sin importar las consecuencias.
Pero no, no era débil y eso lo constaría con sus acciones, endureciendo aún más su anatomía sesgaba esa sensación. Sintiendo que la melodía era mucho más fuerte y poderosa, transformándose en un eco que resonaba en todo lo que le rodeaba, ahí estaba en clabbert ileso y ella mirándole como si le inspirará ternura o algo similar a eso. Cosa extraña, porque ella no era capaz de sentir una sensación como esa, no tras erradicar de ella las emociones o sentimientos. Esperaba haberlo hecho bien, ya todo quedaba a juicio de la mujer que permanecía dentro de su mente.

 

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El esfuerzo de la Malfoy se hizo prácticamente visible una vez más. Mientras hurgaba en su mente para hacerla caer en la tentación, la mujer se revolvió contra aquel poder para defenderse y no ceder. Y Sauda, a pesar de que podría vencerla fácilmente en cualquier momento, aprobó aquel intento con una amplia sonrisa. Siguió intentándolo un poco más para ver cómo Juv se valía de distintos métodos para distraerla en su ataque y, para su sorpresa, se percató de que pronto dejó de presionarla tanto como al principio. En cierto modo, significaba que acababa de vencerla.

 

La arcana soltó una risita al aire que pareció conjuntarse a la perfección con el bosque. Algunos pajarillos piaron a la vez, una suave brisa movió las ramas de los árboles y ella misma sintió que su túnica ondeaba ligeramente. Se sentía contenta con los progresos de su alumna.

 

Muy bien, ¡muy bien! —exclamó, dando varias palmadas al aire. Movió su varita de madera de baobab y, al instante, apareció una bandeja de madera con elegantes asas talladas sobre la que había un par de tazas de colorida porcelana—. Infusión de hierbas, querida. Lamentablemente no tengo sangre para ofrecerte... no tratada, quiero decir. Y no puedo permitir que la tomes del bosque, espero que lo comprendas —le explicó. Ella misma tomó una de las tazas y bebió un sorbo, agradeciendo interiormente al bosque por aquellas hierbas que le había permitido tomar aquella misma mañana, mientras salía el sol.

 

El clabbert cuyo cuello había estado en juego durante unos instantes bajó de la rama y se acercó lentamente a ellas, posiblemente curioso ante el olor de los tés. Sauda sonrió y, sin mirarle, extendió la mano derecha desde donde estaba, sentada en el suelo, para apoyarla en la superficie y dejar que la criatura pudiera olerla. Además, mentalmente la apaciguó para que no las considerara una amenaza.

 

No imaginas todo lo que podemos hacer con nuestra cabeza. Este animal, por lo que me cuentan sus emociones y fugaces recuerdos, ha visto en tu mirada que tenías intención de devorarlo. Y a la vez, ha notado que has espantado ese deseo con tu fuerza de voluntad... e incipiente conocimiento de oclumancia. Doble enhorabuena para ti, querida Malfoy.

 

Se puso entonces de pie, estirando la espalda. Incluso sintió ganas de bostezar, pero no llegó a hacerlo.

 

Vale, vamos a continuar con la lección. Quiero que te pongas en pie, Juv, y que me prestes atención. A continuación, voy a atacarte de una forma muy distinta. Mi próxima orden es que te mantengas en constante movimiento. ¿Cómo? Camina por aquí, por la orilla, en línea recta, círculos o lo que sea. O salta. O baila. Lo que desees, pero no dejes de moverte voluntariamente hasta que yo te avise, porque mi ataque consistirá precisamente en detenerte desde tu mente, ¿de acuerdo? Ya sabes cómo debes defenderte, ahora sorpréndeme porque este ataque será un poquito más fuerte que los demás. Si no subimos la dificultad... no aprenderás lo suficiente, ¿no crees? Adelante, protege tu mente... y no dejes de moverte.

 

Espero a verla en movimiento para actuar. En cuanto empezó, se introdujo en la mente de Juv con fuerza, intentando esta vez que la notara entrar. Se habían acabado las sutilezas, pues un rival que quiere hacer daño jamás lo hace intentando pasar desapercibido como tal, sino procurando afectar tanto como le fuera posible. Intentó desestabilizarla desde dentro, acudiendo a aquellos rincones de la mente que podían provocar sueño o sopor. Además, intentó convencerla de que debía dejar de moverse, era mucho mejor tenderse a la orilla del río donde el frescor de la corriente le permitiría dormir una siesta de lo más reconfortante. El bosque, como si quisiera contribuir, se llenó de silencio esperando la reacción de la nueva alumna de Sauda. Y ésta, palpando con su mente cada rincón de la cabeza de la Malfoy, siguió intentando hacer que su pupila fracasase mientras, a la vez, esperaba que no fuera así.

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—Lo comprendo a la perfección, no deseo por ningún motivo perturbar la paz de todo lo que habita dentro de este bosque. Si tuviera algo de tiempo libre, no dudaría en pedirle que me dejará morar aquí por algunos meses—comentó tomando la taza meciendo está en sus manos disipaba un poco el humo aspirando el aroma delicado de las hierbas. Otra muestra de que la tranquilidad podía habitar en algo tan pequeño y lleno de vida propia, el aire soplaba agitando un poco su dorada cabellera— La tentación puede ser traicionera, pero me puse a pensar que al matarlo a el, pues me mataba a mi misma— asentía mirando los ojos de la Arcana. Sabía que estaba en lo correcto, si le hubiera sacado la vida de tajo al Clabbert, no estarían ahora bebiendo esa taza de té juntas y charlando de forma tan amena como si fueran dos viejas conocidas.
—Conozco a la perfección a mi mente, se de lo que es capaz antes de que realice alguna acción nociva o dañina contra alguien. Desde siempre lo vi en mi mente, asesinatos, muerte, cacerías incesantes y todas protagonizadas por mi persona. Jamás me dio miedo matar a nadie en partícula, pero al entrar aquí pude darme cuenta del valor de la vida de una criatura que no pertenece a la raza humana. Como lo es el conejo, la ardilla o el pequeño clabbert. Ellos tienen el mismo derecho que yo a vivir, jamás tomaría la sangre de ellos para saciar mi sed, no porque no me apetece, sino porque desde pequeña he consumido sangre humana— confesó sin temor a sentirse juzgada por la mujer. Las nuevas indicaciones llegaron por parte de Sauda, le ordenaba mantenerse en movimiento constante. Ella intentaría frenarla y ponerla quieta con el poder de su mente, debía mostrarse habilidosa en todo momento y no ceder por nada ante el poder de su maestra.
Aprendía cada vez más y mas de la oclumancia, ya sentía un poco más fuerte y difícil de penetrar a su cabeza. Como si de un momento a otro se hubiera mutado en un bunquer de guerra, protegido por una coraza indestructible de metal. Aquel era un bastión dividido en varios sectores, abriéndose en caminos que bifurcaban entre ellos, dándole la impresión de estar dentro de un inmenso laberinto— Entiendo—siseó poniéndose en pie dejando la taza sobre el suelo. Estirándose como lo haría un felino que busca desperezarse, agradeciendo la rapidez que le otorgaba su raza vampirica, dando un ligero respingó comenzó a correr por la orilla del cuerpo de agua, dando vuelta en U para retomar su carrera, sintiendo como poco a poco sus piernas eran atrapadas por una oleada de adrenalina. Sus pies se despejaban del suelo con fuerza y agilidad, dando zancadas grandes que le impulsaban un poco más y más, pareciendo un auto de carreras que practicaba para mejorar sus tiempos dentro de la pista.
Su mente estaba siendo invadida de nueva cuenta por Sauda, no sabía cuándo lanzaría el primer ataque para intentar frenarle. Pero no se lo permitiría volviendo a escuchar su tonada favorita seguía moviendo sus piernas dando vuelta tras vuelta, girando en U sin perder el hilo de sus acciones. Su cuerpo estaba conectado con sus piernas al 100%, viéndose intimidada por un halo de cansancio y agotamiento que amenazaba con tumbarla sobre el suelo y ponerle a dormir sin remedio. No cedería ante tan suculenta y tentadora provocación, aumentando la velocidad seguía corriendo y trotando a todo lo que daba, percibiendo un poco de sudor empapar su nívea frente.
Cansarse no era una opción y cerrar los ojos para perderse en un sueño reparador tampoco lo era, aferrada en continuar daba pequeños saltos entre vuelta y vuelta, retomando la fuerza y firmeza con la que comenzó. Una almohada acolchonada y una manta caliente, no le sacarían de la concentración en la que estaba entrando profundamente, viéndose arrastrada hacia el éxito.Vueltas iban y venia, solo le quedaba esperar la orden de la Arcana para realizar la siguiente prueba. Era demasiado terca y no se dejó vencer por nada ante las sutiles tentaciones mostradas por su maestra, respirando con fuerza no cesaba en su marcha corriendo como un pequeño conejo que busca llegar a la zanahoria que desea comer y luego de ser recibir una palmadita por el excelente trabajo realizado.

 

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Una vez más, Juv se lanzó a cumplir su tarea sin cuestionar a su maestra. Y no es que quisiera que lo hiciera, por supuesto, pero es que todo lo que había visto en la cabeza de la Malfoy le hacía pensar que, seguramente, era una mujer difícil de tratar, con muchas y variadas experiencias en la vida. Pero estaba verdaderamente volcada con aprender oclumancia, y Sauda se lo agradeció en su interior. Intentó detenerla varias veces mientras trotaba cerca del río, pero el ritmo de la vampira no cesó en ningún momento.

 

Finalmente, la arcana sonrió y dio una palmada en el aire.

 

De acuerdo, Juv, excelente ejercicio. Ven ahora, camina a mi lado. Entre los árboles estaremos más frescas, para que se te pase el calor tras la improvisada carrera —la invitó a ponerse a su lado con un gesto con la mano. Su varita mutó de repente hasta que se transformó en la vara de cristal, tan característica de cada arcano. En su caso, era como una vara de pastoreo casi opaca—. Caminemos, quisiera que hiciésemos una prueba aún más complicada. Avanzas muy bien, querida, no quería perder la oportunidad de decírtelo —añadió.

 

Iniciaron juntas una caminata en ritmo suave, como si estuvieran andando para observar cada detalle de la naturaleza que las rodeaba.

 

Antes de continuar, querría responderte a un par de cosas que dijiste antes —dijo de repente, interrumpiendo el silencio que se había establecido entre ambas—. En primer lugar, soy tu maestra, no una jueza. Así que todo lo que te diga hoy y siempre será en pos de una mejoría para ti, siempre desde mi punto de vista. En base a eso, quisiera decirte que me encantaría que no olvidaras eso que dices haber aprendido aquí. La vida es la vida... independientemente de dónde esté. Y aunque sé que a veces hay situaciones en las que no vemos otra solución más que la guerra... piénsalo siempre, Juv. Piénsatelo bien a partir de ahora, y valora que aquello que arrancarás será una vida que vale tanto como la tuya. No pretendo que cambies tu naturaleza o tus... "ideales". Sé lo que he visto en tu cabeza, porque no es la primera vez que lo veo, han pasado por aquí alumnos de diversas naturalezas e intereses... pero por eso siempre quiero lo mejor para vosotros —hizo una pausa, más para ella que para su alumna—. Y por supuesto, mi hogar y este bosque siempre estarán abiertos para ti. Para cuando lo necesites, o simplemente desees un poco de paz.

 

La caminata las había alejado del río y las había llevado a una parte del bosque algo más frondosa. La luz del sol no penetraba con tanta facilidad, y el frescor en la zona era mucho más evidente. Sin que Juv lo supiera, Sauda había iniciado ya la siguiente parte de su entrenamiento con la salvedad de que, en aquella ocasión, no iba a avisar a su alumna. ¿Descubriría ella sola el engaño?

 

Miró hacia un árbol cuyo tronco tenía un grosor de más de setenta centímetros de diámetro y, unos segundos después, un centauro salió de detrás de éste. Tenía la piel oscura, y el pelaje del lomo negro. Sus ojos, sin embargo, eran color caramelo. Se acercó hasta ellas con gesto serio, el que Sauda le había otorgado a su gusto: era una ilusión creada por ella para hacer que la mente de Juv tuviera que trabajar aún más que hasta ahora.

 

Saludos, humanas. Arcana Sauda, es un placer verla. Pero usted... usted es nueva aquí —dijo, con tono grave, mirando a Juv fijamente—. Exijo que me entregues tu varita mientras paseas por esta tierra. Es nuestro territorio, mío y de mis hermanos, y no permitimos magos armados en él. Entrégamela si no quieres problemas.

 

Sauda aguardó. ¿Cómo reaccionaría Juv? ¿Sabría defender su mente hasta el punto de desarticular aquella magia de la arcana?

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—Entiendo su punto, pero nadie es capaz de cambiar o mutar la naturaleza con la que nace. Ya se lo dije antes, no me arrepiento de nada de lo que hice o dejaré de hacer, pero ahora entiendo que cada vida tiene un valor similar al de la mía, pero eso no me obliga a respetarla si atenta contra mi integridad o la de las personas que aprecio—respondió con una sonrisa en los labios. Sauda era una mujer sumamente sabía y apreciaba la vida de todos los seres vivientes, pero Malfoy era la excepción a la regla y no se sentía culpable por la vida que llevaba dentro y fuera del mundo mágico—Agradezco la invitación, no tiene idea la paz que siento al andar por esos terrenos, respiró un aire muy diferente al que rodea el Ministerio u Ottery—caminaba a su lado observando que el clima cambiaba de forma radical, ya no percibía tan claramente los rayos del sol colarse entre las copas de los arboles.


El hogar de Sauda era un paraje sumamente amplio, no se limitaba sólo al río o el hogar de la mujer. Ahora todo era mucho más frondoso y cubierto por arboles y troncos de anchuras más prominentes, asemejándose a cuerpos fornidos que defendían esa zona de los extraños—He superado loas pruebas impuestas, pero no creo que sea aún suficiente con todo esto. Ya sabe a lo que me refiero, no pido que sea una tortura física como tal, pero si me gustaría ver que es sufrir una verdadera tortura mental. Yo puedo usar mi mente para ello, pero jamás he estado en esa posición y mi inquietud respecto al tema es demasiado amplia—continuaba con la caminata, no sentía ninguna clase de amenaza a su alrededor, pero el bajar la guardia no era una opción, no delante del poder de la maestra que caminaba a su lado.


—No la considero una jueza, pero si una guía que puede darme más de una buena lección. Prometo no olvidar ninguna de sus palabras y enseñanzas, además de valorar todo lo que me ha enseñado. No puedo asegurar que me contenga a la hora de matar, pero si analizaré si la vida que robe es lo sumamente valiosa para preservarla o no—soltando con jocosidad la última parte de su perorata, había sido una broma de su parte. No echaría por tierra todo lo acumulado hasta ese instante, no sería tan obstinada en ese sentido y poco a poco, aprendería a manipular esa parte sin que le presentará dificultad aparente. Se detuvieron de golpe observando un árbol con un tronco con un grosor de más de setenta centímetros de diámetro, justo detrás de este se asomaba un imponente centauro—Soy nueva dentro de estas tierras, estás en lo correcto. No he lastimado a nadie y Sauda pueda dar fe de ello, no pienso entregarte mi varita. Como dije antes, no he causado daño alguno y no quedaré desarmada ante un ser como tu, esto lo cito con mucho respeto para con tu especie—respondió enarcando una ceja.


—La única que puede darme una orden de ese calibre es la Arcana de Oclumancia, lamentó no ceder ante tu petición. Si hubiera matado algún ser viviente de estás tierras, pues entonces otra situación enfrentaría, pero mi respuesta definitiva es no. No te daré mi varita por nada del mundo, ni aunque se me fuera la vida en ello—manteniendo la mirada fija en el centauro. Su mente estaba con la idea fija, no dejarse amedrentar por este y oponer una resistencia férrea ante lo que le estaba pidiendo. El trozo de madera no era la única defensa con la que contaba, pero tampoco emplearía sus colmillos para salir bien airada de tremendo dilema.


Su cabeza era el mismo bunquer que antes, no dudaba que toda esa ilusión estuviera orquestada por la Arcana. Buena forma de ponerle un cuatro, pero Malfoy no cedería tan fácil y su varita se quedaría justo donde estaba, sujeta por la pretina de su pantalón y sus colmillos protegidos por sus labios, no se rendiría tan fácil. Si el Centauro deseaba tanto hacerse con la varita de la rubia, le costaría bastante tenerla entre sus manos—Lo siento, pero no es no—endureciendo sus facciones se mantuvo alerta en todo momento. Volvía a sonar en su cabeza aquella tonada, reconfortándola como nunca antes afianzando la confianza en mantener su negativa ante un posible desarme.

Editado por Juv Malfoy Croft

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