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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Mucho tiempo había pasado desde la última vez que el vampiro se cruzó con un Arcano. Desde la llegada de aquellos poderosos magos, sus intereses apuntaban inicialmente a la Metamorfomagia, habilidad que gracias a la práctica logró dominar a la perfección poco después de completar su to-do-list con la Nigromancia. Y creyó haber terminado con esas dos, pues las restantes no resultaban tan atrayentes como para dedicarles su atención compartiendo con un sabelotodo y luego permitir que le complicara la vida con una compleja prueba que de no superar, supondría la pérdida total de su valioso tiempo.

 

Pero se equivocaba. Como muy pocas veces.

 

En el marco de su ventana descansaba una lechuza complacida por cumplir su labor de informar mientras devoraba la presa de recompensa que otorgó el receptor del importante mensaje. Su inscripción a los estudios de Oclumancia había sido aprobada exitosamente y se le invitaba a pasar cuanto antes por las instalaciones de El Ateneo. Ahí se formaría igual que las otras dos veces, en compañía de un nuevo Arcano, sumando nuevas y, esperaba, divertidas experiencias.

 

Considerando la frescura del clima, no se esforzó por vestir muy elegante. Yendo con unos jeans casuales, zapatos a juego y una camisa arremangada hasta los codos y abierta en los tres primeros botones superiores estaría lo suficientemente a gusto como para disfrutar de las actividades que le impusiera su sabio instructor. Que si no mal recordaba, se trataría de una mujer. A la que nunca había visto, por supuesto. Conocía a casi todos los Uzza, pero muy poco sabía de los maestros de habilidades.

 

Descuidando de llevar la varita mágica o la katana consigo, desvaneció su cuerpo emprendiendo el viaje a su destino. Al tocar tierra firme supo que le había atinado a la ubicación una vez las ligeras ráfagas de viento acariciaron su pálida piel y desordenaron los mechones de su cabello castaño, los cuales aplacó utilizando una mano para peinarse. La sensación producida por el calmante natural le invadió motivándolo a disfrutar de la bienvenida que la naturaleza le ofrecía a través de un largo suspiro.

 

Esa vez sabía que la batalla sería mental, y la tranquilidad sería clave para salir victorioso. Con su mente lejos de las responsabilidades que afuera le esperaban, y listo para el inicio, miró a su alrededor buscando alguna referencia que le indicara si debía aguardar ahí o caminar un poco más hacia la residencia de la Arcana designada por el Ministerio Londinense. Estaba a unos pocos pasos, pero al no considerar oportuno interrumpir en la morada, decidió esperar su arribo. Seguramente la bruja estaría esperándolo.

Editado por Zack Ivashkov

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La habían notificado de la llegada de un nuevo alumno, aunque no tenía muy claro cuándo llegaría. Podía usar cualquiera de sus numerosos poderes, que eran tan cuantiosos que no merecía la pena contarlos, para averiguar aquella cuestión, pero tampoco le interesaba hacerlo. El chico llegaría cuando tuviera que llegar. Y ella, como siempre, le estaría esperando deseosa de poder compartir con él su sabiduría.

 

Hacía ya semanas que no había tenido alumnos. Tal y como había ocurrido siempre, los magos no sabían apreciar lo que significaba poder controlar la mente y posiblemente no eran conscientes de lo fácil que era manipular a un contrario sabiendo introducirse en su cabeza. Entonces todo se volvía manipulable, irreal. Y nada podía defenderte... salvo la oclumancia. Era una magia difícil, debía reconocerlo, a pesar de que era su talento natural y no había necesitado demasiado esfuerzo para controlarlo. Pero su caso era muy distinto, por supuesto. Precisamente por eso le encantaba enseñar a los demás: ver a aquellos jóvenes con deseos de poder y sabiduría que se desplazaban hasta el Ateneo para hablar con ella y sus compañeros. Le gustaba reunirse con los demás para charlar sobre sus respectivas experiencias y cómo era su trato con los jóvenes de aquellas tierras. Pero el resto de arcanos normalmente no querían reunirse, siempre centrados en sus propios asuntos.

 

Así que Sauda pasaba la mayor parte del tiempo sola, caminando por el bosque y dejando que su mente se conectara a la de todos los seres vivos que había a su alrededor, árboles incluidos. Era de lo más relajante sentir cómo el aire movía sus hojas y cómo los pajarillos saltaban por sus ramas. Bueno, suyas no, sino de los árboles. Pero alcanzaba una conexión tan cercana que parecía ser una de ellos.

 

Precisamente caminaba por el bosque que había tras su hogar en el Ateneo cuando sintió la inquietud de éste. Y adivinó enseguida que su joven pupilo acababa de hacer acto de presencia... por alguna zona externa al bosque. Posiblemente cerca de su choza. Así que alargó su poder mental hasta que alcanzó al muchacho y se introdujo sin problemas en su cabeza, haciendo que éste pudiera escuchar su voz como si estuviera hablándole justo al lado.

 

«Bienvenido, mi joven aspirante a oclumante. Soy Aailyah Sauda, la arcana de la Oclumancia y tu maestra mientras estés interesado en esta poderosísima magia. Quisiera que comprendieras algo: nuestra clase se desarrollará así, desde tu mente, hasta que decida que estás preparado para la siguiente fase. Solo entonces nos veremos y continuaremos con otra fase de tu aprendizaje. Por otra parte, te advierto de que no hay nada más sagrado para mi que la naturaleza. Por tanto, cualquiera que se atreva a atentar contra la vida de otro ser vivo en mi presencia perderá mi simpatía y confianza, y no me lo pensaré dos veces si decido que no eres digno de aprender algo de mí. Si aceptas todos esos términos... adéntrate en el bosque, querido, y dirígete hacia un claro que hay a unos trescientos cincuenta metros de distancia. Está en línea recta, no hay pérdida. Recuerda que vienes a entrenar tu mente... es lo que más debes cuidar a partir de ahora».

 

Las indicaciones eran claras, y sabía que el chico las seguiría sin problemas. Pero con lo que no contaba el Ivashkov, por supuesto, es que su clase ya había iniciado y que, en cuanto pusiera un pie en el bosque, la magia de la arcana comenzaría a funcionar en toda su amplitud. De ese modo, aunque la anciana bruja le había indicado que debía caminar en línea recta, algo en su interior le pediría imperiosamente caminar girando a la izquierda, luego a la derecha, y así sucesivamente alejándole de su objetivo original. De esa forma, Sauda probaría hasta qué punto estaba preparado Zack y cómo debía ser el ritmo de su aprendizaje, aunque también sabía que los resultados de aquella prueba inicial no siempre eran determinantes. Algunos aprendices había iniciado muy bien y se habían torcido más adelante y otros que parecían arrepentirse constantemente de su decisión de aprender Oclumancia luego habían desarrollado una capacidad para aquella magia muy poderosa, casi como si fuera una magia innata en ellos que no habían sabido utilizar antes.

 

Sauda no podía saber a qué grupo pertenecía Zack, pero estaba ansiosa por averiguarlo. Por eso, mientras le esperaba, se sentó junto a un bonito manzano al que le pidió con su mente uno de los frutos que pendían de sus ramas, jamás tomaba una fruta a la fuerza. Y como si de una respuesta muda se tratase, una de las manzana más rojas y brillantes se desprendió sola y cayó sobre la mano de la anciana, que la tomó en el aire y sonrió. Apoyó la mano libre en el tronco, agradeciéndole aquel hermoso gesto, y luego mordió el fruto mientras seguía conectada a su pupilo, esperando para ver cómo se desarollaba aquel inicio de clase.

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Poco tuvo que esperar para recibir las primeras indicaciones de la Arcana. Si bien la bruja no se materializó frente a él para guiarlo hacia el inicio de aquella aventura, sí lo hizo de manera original y muy digna de alguien que sabe sacarle provecho a sus habilidades. La mente del vampiro se vio inundada por pensamientos ajenos.

 

No debió ser nada complicado invadir la mente del Mortífago con él en ese estado de relajación. Una vez sintió que ella estaba con él se entregó ofreciéndole total disposición. Conoció el nombre de la Arcana así como también la modalidad inicial de la clase, cuándo se verían personalmente y los primeros pasos a dar. Sus ojos rodaron desde la residencia de la bruja hasta el bosque a un costado y como si de un Imperio se tratara, comenzó a caminar.

 

Durante los primeros pasos era amplia la luz solar hasta que fue escaseando gracias a la vegetación. Al menos quedó protegido de los potentes rayos que atentaban contra su pálida piel y eso le motivó a seguir caminando. Ahí dentro los sonidos eran constantes y variados. Estaría en compañía de criaturas que así como no lograba ver, esperaba que tampoco perjudicaran su trayecto. Pero nada podía hacer para evitar que llamaran su atención.

 

Al escuchar los murmullos de unos centauros el vampiro se quedó estático. Su cabeza torció a la izquierda buscando la imponente figura de aquellos seres con cuerpo de caballo y entonces sus grises orbes se encontraron con los de ellos. El intercambio de miradas fue como un latigazo para el dúo que con un galope increíblemente rápido se perdió de nuevo entre tantos árboles dejando al Warlock desconcertado. ¿Qué había sido eso?

 

Escuchó un inquietante "ya está aquí" justo antes de que percibieran su presencia. En un intento por interrogarlos, corrió hacia ellos inútilmente, pues no los alcanzó. Lo único que logró fue confundirse más y perder el sendero que cuidadosamente había seguido de acuerdo a las instrucciones de Aailyah.

 

― Genial, esto debe ser un punto menos en mi calificación ― bromeó consigo mismo mientras buscaba guiarse nuevamente a través de las copas danzantes de los árboles. Claro que eso no le sirvió de nada, pero era mejor mantenerse en movimiento y tarde o temprano encontraría a la bruja ―. Espero que sepa orientarme si no logro dar con usted. Me interesa encontrarnos para darle inicio a todo esto dijo en voz alta esperando que la anciana siguiera en su mente. ¿Ya habría empezado el adiestramiento? No comprendía si aquellos Centauros hablaban de él y si habían huido por ocultar algo. Esperaba no distraerse más y por fin dar con el claro. Por lo pronto, siguió caminando en busca del mismo.

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El joven no dudó ni por un segundo sobre lo que debía hacer. Sauda sonrió automáticamente: le gustaba aquel muchacho, aunque aún tenía mucho que demostrarle para que le considerase apto en su clase. Seguía sentada al pie del manzano mordisqueando distraídamente la manzana que había obtenido un poco antes mientras le seguía mentalmente allá por donde iba. Se había adentrado en el bosque con gran decisión pero, de forma inconsciente, había conseguido desviarse del camino casi nada más empezar.

 

La anciana torció el gesto. ¿Su mente le había hecho ver centauros? Aquella idea la divirtió y sonrió una vez más casi con ternura. ¡Qué complicada era la mente humana! O vampira, en el caso del joven Ivashkov. Al fin y al cabo, era exactamente lo mismo. Era increíble cómo la magia de la arcana se mezclaba con la que desprendía el bosque del Ateneo para hacerles ver y oír cosas que no tenían nada que ver con la realidad. Probablemente Zack no había visto nada realmente, pero aquel estímulo mágico había bastado para distraerle de su verdadero camino... y Sauda se sintió satisfecha, a pesar de todo. No había esperado que pudiera superar aquello en el primer intento, prácticamente nadie lo había conseguido tan rápido.

 

Dejó que su magia se entrelazara con la de Zack, haciendo que su juicio se despejara ligeramente para poder entender lo que debía decirle a continuación.

 

«Te has desviado, joven Ivashkov. ¿Cuáles fueron mis indicaciones?».

 

Su voz fue apenas un susurro, pero lo suficientemente consistente como para que calara en el hombre.

 

«Yo no voy a orientarte, eso es trabajo tuyo. ¿Acaso no te dije que debías encontrar el claro por ti mismo? Era una sencilla línea recta... Aquí no hay calificaciones, así que concéntrate en lo que te digo si verdaderamente quieres aprender oclumancia. Tu lección empezó en el preciso instante en que pisaste este bosque. Olvídate de la varita y de todo lo que has aprendido hasta ahora. El auténtico poder de un mago está en su interior, y es lo que necesito que aprendas ahora. Protege tu mente, libérala de todo lo que se aleje de la idea de dar con el claro caminando en línea recta. Tuerce a la derecha desde donde estás, junto a ese tocón oscuro que tiene una flor amarilla en la raíz que sobresale de la tierra, y sigue caminando recto hasta dar con el claro. No hay nada contigo, ni nadie, solo estamos tú y yo. Demuéstrame que tu mente no es de ésas que solo están llenas de paja... demuéstrame que eres el gran mago que he presentido que eras».

 

Dejó que las últimas palabras se escucharan más débiles, como si abandonara la mente del muchacho para dejarle continuar solo. Pero nada más lejos de la realidad. Sauda se había aferrado al interior de la cabeza de Zack para supervisar que, en esta ocasión, podía vencer aquel pequeño obstáculo del bosque. Con un poco de suerte, en pocos minutos estaría en el claro y podría comenzar con algo más serio... y complicado.

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  • 2 semanas más tarde...

Y de nueva cuenta, el Ravenclaw estaba en el Ateneo de Habilidades. En realidad con aquella que había elegido en esa oportunidad, estaba bastante contento, sería todo un reto para la Arcana y para él, y esto era básicamente debido a que el vampiro desconocía por completo los secretos de la Oclumancia, no sabía absolutamente nada de cómo sellar su mente y, de hecho, estaba casi seguro de que ni siquiera ese era el fin de la disciplina que aprendería con la Arcana Sauda.

 

Así pues, tras caminar por entre los diversos pasillos, el aquel día ojigris, llegó ante la vivienda de la Tanzana. Había de admitir que el hecho de que la mujer eligiera el lugar más apartado de todo y de todos, le causaba un poco de molestia, sobre todo porque no podía aparecerse así como así dentro del lugar, porque... ¿quién era él para negarle a la mujer Arcana el placer de no darle ingreso? Respetaba muchísimo a aquellos siete Arcanos, incluso, tal vez los respetaba mas a ellos que a los Uzza, lo cual le podría acarrear problemas por la conocida enemistad de ambos y sobre todo, también, porque Keaton trabajaba para los Uzza dando los conocimientos del Libro de la Fortaleza.

 

—En fin, que ya llegado —Dijo el mortífago al llegar ante a aquella simple edificación de piedra con techo de paja. Tocó con sus nudillos la puerta de madera que le cerraba el paso al interior y se anunció —Arcana Ailyah, mi nombre es Keaton Ravenclaw, su nuevo aprendiz —Dijo con voz queda pero audible y en un tono bastante amable.

 

Quería saber los secretos de esa habilidad, debido a que, en su opinión, junto con la Nigromancia, le serían de las más difíciles para él por su notable falta de concentración. Confiaba en la paciencia de la africana y que pudiera, al final, enseñarle todo lo necesario al Ravenclaw para llegar a la prueba y superarla.

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Zack no respondió, parecía estar meditando sobre las últimas indicaciones de Sauda. A ésta no le importaba: su percepción del tiempo era muy distinta de la de aquellos jóvenes magos que se adentraban en los secretos del bosque en el que ella prácticamente vivía, pues usaba aquella vivienda que le habían designado en los terrenos del Ateneo para pocos momentos. La anciana africana seguía sentada al pie del manzano mordisqueando el fruto que éste le había regalado unos instantes antes cuando percibió que el bosque se revolvía. Los susurros de los seres vivos que allí habitaban la hicieron ampliar el alcance de su propia mente: y percibió un pensamiento ajeno a todos los que le eran familiares. Eso solo podía significar que otro mago quería aprender de ella.

 

Dejó que su mente se adentrara en la del mago lentamente, con tanta dulzura que estaba segura de que éste no se daría cuenta hasta que ella no le demostrara su presencia. Así tendría unos segundos para averiguar lo más importante de él. Finalmente sonrió: le visualizó en la puerta de su cabaña, hablándole a través de la puerta. ¿Por qué todos presuponían que se pasaba el día metida en aquella casita? ¿Acaso no era infinitamente mejor dejarse llevar por la multitud de vidas que existían en el bosque para compartir su tiempo con ellas? Quizás aquellos magos londinenses estaban tan metidos en sus propias ideas de poder y sabiduría que no les permitía conocer la verdadera naturaleza del poder.

 

Decidió que era momento de presentarse ante el vampiro... si a lo que iba a hacer podía llamársele "presentarse". No era el primer vampiro con el que había tratado, pero se fijó en lo profundo de su mente... y se dio cuenta de que era antiguo, muy antiguo. La perspectiva de tratar con él le pareció de lo más interesante.

 

«No llames más a la puerta, querido, no me encontrarás ahí», pensó, extendiendo las palabras a la mente de Keaton. Éste las escucharía en su cabeza, como si estuviese hablándole desde su interior pero con la misma claridad que si la voz proviniese de un altavoz. «Soy Aailyah Sauda, la maestra arcana de la Oclumancia. ¿Vienes a aprender de mi, Keaton Ravenclaw? Adéntrate en el bosque y, si considero que tienes capacidades para abrir tu mente a esta maravillosa magia que yo domino... me dejaré ver».

 

Dejó que el hombre pudiera pensar en sus palabras durante unos segundos, aunque enseguida continuó con su habitual introducción a la clase. «Antes de nada, es mi deber explicarte que valoro ante y sobre todo la vida; si atentas contra cualquier forma de vida, animal o vegetal, estando en mi presencia me negaré a enseñarte. Si puedes aceptar esta sencilla norma... entonces no habrá ningún problema entre nosotros. Y ahora dime, ¿qué sabes sobre la oclumancia, querido? ¿Por qué quieres aprender a utilizarla? Recuerda que estoy en tu mente... no te molestes en mentirme, por favor, porque lo sabré. Basta con que pienses tus respuestas, yo las escucharé. Y mientras lo haces... adéntrate en el bosque, por favor, y camina en línea recta hasta que alcances un claro atravesado por un río. Ahí empezaremos la clase».

 

Posiblemente Keaton no sabía que todo eso que le había mandado hacer, por sencillo que pareciera, ya formaba parte de su aprendizaje. Sauda aguardó bajo el manzano, sonriente y con los ojos cerrados, a conocer la predisposición de su nuevo alumno mientras seguía aguardando por Zack. ¿Vería a alguno de aquellos muchachos con el anillo de oclumantes algún día? Aún era muy pronto para saberlo.

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La mente es un laberinto lleno de diversos conocimientos y pasajes, no todo lo que veas o crees ver es real—siseó la bruja terminando de leer aquel libro de tapas oscuras. El tiempo de iniciar una nueva habilidad estaba por comenzar, agradeciendo cada uno de los recuerdos que le legará su paso por la morada de Sajag. Ahora le tocaba aprender de una nueva fuente de sabiduría, deseaba aprender a controlar su mente y ante todo saber cuando cerrar la misma para que sus pensamientos no fueran del conocimiento de alguien desconocido. Su fuerza de voluntad era inquebrantable y aunado a eso estaba su alto nivel de adiestramiento sobre su mente, sólo revelaba parte del mapa y no el sitio donde la cruz marcaba el sitio dónde estaba resguardado el tesoro.

 

Esperaba no defraudar a la Arcana, ella sabía que cada uno tenía una personalidad única y especial. Siempre siguiendo la línea que marcaba el poder que controlaban y brotaba del anillo que llevaban en su dedo, desviando su vista hacia los tres que ya tenia, no dudaba que dentro de poco la Oclumancia se uniría a la Nigromancia, Animagia y Videncia que ya dominaba. No era sensato contar los pollos antes de verlos nacer y con eso calmaba sus ansias, serenarse era lo más sensato y no seguir perdiendo más tiempo. Cubriendo sus hombros con una fina capa de viaje resguardaba su varita dentro de la pretina de sus jeans, calzando sus pies con unos cómodos tenis anudaba las cintas de la capa para cubrir la remera que llevaba debajo.

 

El aire entro de golpe por la ventana de su habitación, percibiendo un aroma a pino y vida animal. Quizás todo ello era provocado por sus criaturas que deambulaban a placer por los jardines de la Mansión Malfoy. Nadie les molestaba y convivían en armonía, situación que era del agrado de la rubia. Saltando por la ventana de sus aposentos se dispuso a caminar hacia el Ateneo, no le apetecía usar la magia en ese día despejado y lleno de un aire que le sacaba de cuándo en cuándo una afable sonrisa de los labios. Su andar era firme y seguro, apreciando todo lo que se cruzaba en su camino. Le resultaba extraño sentirse de ese modo, pero dejaría esa clase de cuestionamientos para otro momento.

 

Sintiendo que le quedaba poco tramo para alcanzar su destino, deslizó sus pasos con sigilo por los pasillos que le daban un toque misterioso al recinto. Recordándole algún laberinto que viera en alguno de los textos que guardaba celosamente en su biblioteca personal, delante de ella una morada de piedra con el techo de paja captó su atención sin poder sacarle los ojos de encima. El vivir en un sitio tan pacifico y lleno de diversos tipos de vida, le resultaba una experiencia nueva y sin duda alguna enriquecedora sin lugar a dudas.

 

Soy Juv Malfoy y seré su nueva alumna—se presentó dedicándole una ligera reverencia al hogar de la Arcana. No sabía, si está estaba dentro de la misma, pero no estaba demás mostrar el respeto que una persona como ella se merecía . Esperaba le diera una respuesta o le permitiera entrar en contacto con ella de algún modo, realmente le interesaba aprender lo que ella estuviera dispuesta a enseñarle. Mirando todo lo que le rodeaba aguardaba por si otro mago o bruja le haría compañía dentro de esa clase.

 

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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— Error, error — eso era lo único que su mente le repetía.

 

Cierta desilusión le afectó al fallar en la primera y única tarea puesta por la arcana. Se distrajo gracias a unos centauros que probablemente ni siquiera existieran, pues unos pasos después de aquél encuentro las vibraciones mágicas del ambiente le dieron a entender que todo ahí podría estar hechizado... o no. Pero con el simple hecho de que su mente seguía vulnerable a la intromisión de cualquiera inclusive su nueva tutora, ya era motivo suficiente para entender que la concentración seguiría siendo clave a lo largo de todo el adiestramiento.

 

Trató de despejar su cabeza una vez más tomando en cuenta que Sauda debía estar conectado con él todavía. Poco después escuchó su voz como si estuviera justo detrás de él, susurrándole al oído. No podía negar que aunque el llamado de atención era evidente, el tono de la mujer era tranquilizante y hasta cierto punto estimulante. Suspiró con los ojos cerrados aceptando el sutil regaño.

 

— Lo siento. Ya llegaré — afirmó a modo de incentivo para sí mismo girando a la derecha. El bosque seguía en calma a pesar de los ocasionales sonidos. Él trataba de reproducir en su cabeza aquella melodía zen que alguna vez le sirvió para fortalecer sus habilidades en uno de sus tantos retiros de formación espiritual. Sí, a pesar de ser un tipo rudo confiaba plenamente en que todo venía desde adentro. Así que tanto cultivar su espíritu tendría que dar un resultado positivo aquél día.

 

Sus grises orbes rodaban de un lado a otro atentos a la referencia del tronco oscuro que poco después encontró iluminado gracias a un vacío en la copa de los árboles. Los rayos del astro sol penetraron hasta formar una especie de reflector que realzaba la flor mencionada por Sauda con el color amarillo vivo y fulgoroso. Sus labios se curvaron en una media sonrisa, solo tenía que seguir caminando y finalmente...

 

— Le dije que lo lograría — saludó con cierta autosuficiencia viendo a la anciana comer su fruto. Pensó llevar como ofrenda la flor que le guió, pero aquello sin duda le daría un pase directo a su casa. Ya se le había dejado bien en claro que mientras más respeto se tuviera por la naturaleza mejor sería el curso de la clase.

 

— He de reconocer que escucharla me ha servido para bloquear las distracciones de mi mente. Entiendo que sigo muy abierto a la intromisión de terceros. Justamente por eso quiero aprender a bloquearlos y hacer respetar mi espacio, mi interior. Sólo así encontraré la manera de equilibrar mis pensamientos y actuar en consecuencia a ellos sin estímulos dañinos como el estrés que es mi mayor quebranto.

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Keaton ya estaba inmerso en su primera tarea, y Sauda asintió para sí muy satisfecha. Trabajar con varios alumnos a la vez jamás le había supuesto un problema: para una mente entrenada como la suya, era fácil controlar lo que sucedía a varios kilómetros a la redonda, así que prácticamente podía ver, oír, oler, sentir y casi tocar lo mismo que vieran, oyeran, olieran, sintieran y tocaran sus alumnos.

 

Una perturbación en el ánimo del bosque le indicó que alguien más acababa de acercarse hasta su cabaña. Lo sentía en el repentino miedo de una pequeña ardilla que estaba buscando la forma de entrar en su modesta cocina por la pequeña ventana de cristal que ella había dejado bien cerrada, quizás con el ánimo de conseguir algo de alimento. «Esfuérzate, pequeña, y busca piñas en los árboles», introdujo aquella idea en la diminuta cabeza de la ardilla, que dejo de empujar el cristal como si acabara de caer en la cuenta de que debía de hacer algo importante. Y ascendió por el árbol más cercano en busca de una piña.

 

La africana soltó una risita, adoraba ver cómo los animales se acostumbraban a las comodidades de los magos. Había perdido la cuenta de cuántos animales acudían a ella para que les facilitase la vida. Y por supuesto, ella lo hacía de forma gustosa, aunque sin permitirles olvidar que era importante que se esforzasen también por sí mismos.

 

La recién llegada hablaba frente a su cabaña, se presentaba como una nueva alumna. Tal y como siempre hacía, extendió su poder hasta la Malfoy y se introdujo en su cabeza suavemente, sin que ella se percatara de aquella incursión hasta que Sauda así lo decidiera. Tras una leve inspección, decidió que era momento de manifestarse.

 

«Bienvenida, Juv Malfoy, soy Aailyah Sauda y soy la arcana de la Oclumancia. No me encontrarás en la cabaña... ven, entra en el bosque».

 

Dejó que su voz ocupara toda la mente de la mujer.

 

«Nuestra clase será así hasta que decida que es momento de que me veas. Además, quiero que sepas que defiendo la vida por completo. Si atientas contra ella de cualquier modo, me negaré en rotundo a enseñarte. Si estás dispuesta a cumplir con estas sencillas pautas y a dar lo mejor de ti misma en esta clase... avanza por el bosque caminando en línea recta. No tuerzas bajo ningún concepto, camina recto, y detente solo cuando llegues al río. Allí comenzaremos la clase», le indicó, tal y como era su costumbre. El problema era, precisamente, que su clase comenzaba allí mismo. Le había indicado que no debía atentar contra ninguna vida estando en el bosque pero... ¿sería capaz de hacerlo, incluso cuando la magia del lugar la tentara a hacerlo?

 

Y es que mientras Juv caminara por el bosque, se sentiría de repente muy hambrienta y encontraría comestible cualquier animal. Una ardilla, un pájaro, un insecto... todos serían objetivos. ¿Sería capaz de controlar aquel impulso la Malfoy?

 

Mientras dejaba una porción de su mente observando a Juv, la que estaba pendiente de Zack reaccionó cuando el chico continuó con su aprendizaje recién comenzado. Su llamado de atención parecía haber funcionado, y ahora el Ivashkov iba avanzando con algo más de acierto hasta que, finalmente, alcanzó el claro. Sauda sonrió, satisfecha y cuando el chico creyó verla, su propia imagen se desdibujó en el aire. No se iba a mostrar ante él tan fácilmente.

 

«Bienvenido al claro, Zack, y enhorabuena por lograr la primera tarea», lo felicitó. «Aún no quiero mostrarme... es más fácil si inicias tu aprendizaje así, dando todo de tu parte sin verme. Luego será mejor... créeme. Y llevas razón: eres vulnerable a intromisiones de terceros... de segundos e incluso de primeros, porque tu propia mente puede destruirte. Debes aprender a controlarla y, una vez lo hagas, podrás protegerla. ¿Qué has sentido en el bosque, cuando te desorientabas? Lo que has visto ha sido una ilusión... y la única forma de combatirlas es, precisamente, usando la oclumancia. ¿Alguna vez has construido un muro? Uno físico, quiero decir, aunque sea mediante magia. Poco a poco, te enseñaré a hacer eso mismo... pero mental, dentro de tu cabeza. Escúchame, vamos a empezar con el entrenamiento». Hizo una pausa, más para que el Ivashkov asimilara sus palabras que para otra cosa.

 

«Bien. La primera tarea será la siguiente. Quiero que pienses... oh, mira, una ardilla. Quiero que la observes, que aprendas sus movimientos hasta que puedas describírmelos con todo lujo de detalles. Pero recuerda... no puedes dañarla bajo ningún concepto».

 

El chico pensaría que la anciana estaba senil, pero nada más lejos de la realidad. Iba a hacerle enfrentarse a una de las pruebas que solían ser determinantes en el aprendizaje de la oclumancia. Porque a pesar de que el encargo de Sauda era muy sencillo, lo complicado sería cumplirlo con las acciones que realizaría la arcana en cuanto su alumno comenzara con la tarea. Ella influiría su mente para que sintiera unos irrefrenables deseos de sangre... para que hiriera o incluso matara a la ardilla. El chico debía resistirse al impulso para cumplir con la tarea... y así, la anciana comprobaría la fortaleza del Ivashkov.

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Su naturaleza era alimentarse de otros seres vivientes, pero jamás experimento la necesidad de beber la sangre de los animales. Quizás porque su sed sólo estaba enfocada en los seres humanos o los que ella consideraba los enemigos de su especie. Pero para su buena suerte por más que revolvió el mar de recuerdos que tenía dentro de su cabeza, no dio con ningún crimen perpetrado contra alguna especie diferente a la raza humana. Si la sed comenzaba hacer mella en ella, ya vería el modo de morderse la lengua y no atacar a ninguna de las criaturas que moraban dentro de ese bosque.
—Caminar en linea recta—murmuró para si avanzando por el suelo sin maltratar con sus pasos el hogar de algún insecto o pisar accidentalmente una hormiga. Sospechaba que la Arcana, le enseñaría a ser sumamente cuidadosa a la hora de dejarse llevar por sus instintos. Justamente lo que necesitaba luego de pasar por la prueba de Videncia, aunque con eso a su favor el “ver” y “entender”, ya era más sencillo de manejar e interpretar. El canto de los grillos le permitía serenarse sin oponer la más minina resistencia a ello, le agradaba sentir la paz que brotaba de los árboles, acompañada por el silbido del viento. Era como estar en otro planeta, no encontraba nada que le perturbará en lo absoluto.
Sin esperarlo siquiera su garganta comenzó a picarle un poco, similar a la sensación de sentir unas ganas insaciables por beberse un cubo repleto de agua hasta el borde. Ahí estaba lo que mencionó la africana, verse tentada por las ganas de comer o beber algo. Aunque para la Nigromante aquello era el pan de todos los días, beberse casi tres litros de sangre de un jalón sino es que a veces rebasaba esa marca impuesta por su insaciable deseo de hartarse del liquido vital.
—No, no pienso comer nada de lo que me rodea. No iniciaré esta clase defraudado a la Arcana con algo que es tan sencillo de contener—siseó como una serpiente continuando con su andar. Observando a las ardillas comer pequeñas piñas que sujetaban con sus manos, dando mordiscos que provocaban un roer que le arrancó sin querer una sonrisa divertida de sus labios. Delante de ella a pocos pasos estaba un conejo olisqueando ansioso en busca de un poco de comida, deseoso de poder degustar algunas hierbas o alguna zanahoria. Lamiendo sus labios contuvo sus ganas de hincarle los colmillos y beberse toda la sangre del pequeño, todo lo que necesitaba era autocontrol y lo aplicaría costará lo que costará. Pasando al lado de este su corazón comenzó a latir de forma desaforada y alarmante, el aroma de la sangre que corría por su pequeño cuerpo, no paso del todo desapercibida para la rubia vampiro.
Acallando sus deseos por atacarlo, no cedió ante eso, avanzando con paso firme le dedicó una ligera sonrisa al animalito. Era cuestión de enfocarse en su único objetivo en ese momento, encontrar a la Arcana y demostrarle que era capaz de frenar sus ansias por matar y no solo a los animales. Resultaba complicado dominar los instintos más básicos y elementales, pero si de eso dependía aprender lo que era realmente la Oclumancia, no se negaría a ello por ningún motivo. Dando un pequeño respingo ignoro en chillido emitido por sus tripas, ya tendría tiempo de comer a sus anchas, pero no colando en el menú especies que no pertenecieran a la raza humana.
Estaba centrada en dar con la ubicación exacta de la mujer, pero dónde estaría en esos momentos. Su mente estaba rodeada de las palabras que está le dedicó antes de iniciar su caminata, aquellas resonaban como una serena brisa que agitaba las hojas de los árboles de aquel bosque. Escuchando el agua correr por un río presintió que estaba a nada de encontrarse con Aailyah Sauda, apresurando un poco el paso quedo a orillas del cuerpo de agua. Expectante a lo que ocurriría mirando todo lo que le rodeaba, no perdió de vista a pájaros que revoloteaban jugueteando animosamente en el firmamento.

 

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