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Oclumancia


Aailyah Sauda
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A sabiendas de que podría sacrificar su concentración, abre los ojos. Hay algo que la inquieta. Recuerda su conversación previa con Sauda, y piensa, ¿quiere ser ella, uno de los escasos estudiantes que mencionó? ¿Quiere ser una Oclumaga que base su habilidad en el terror, en lo negativo... en magia oscura? Aquella no sería la primera vez que lo haga, después de todo. Pocos de sus aliados en la guerra saben que pertenece a la Orden Oscura, y todavía menos que ha estudiado con moderara profundidad (aunque más que la mayoría de sus compañeros) las Artes Oscuras. Su varita no es tan pura como le gustaría. Sin embargo, esa situación aunque no es completamente diferente, significa entregarse a ciertos sentimientos con más profundidad. Usar sus propios temores contra alguien más, sería aferrarse más a ellos. Y ¿no está allí, justamente para soltar? ¿Para proteger su mente de ciertas cosas?

 

―No... espera... ―se siente extraño hablar en voz alta, pero su cabeza está tan ajetreada que no está segura de si pudiera expresarse de forma más "íntima" con la arcana― Lo intentaré de nuevo. Sólo un momento...

 

Aquel tipo de concentración es uno que nunca había conocido, que ni siquiera se hubiese imaginado capaz de alcanzar. El cansancio que siente es tanto físico como mental. Pero más allá de la fatiga, de la sensación de desvanecimiento, las sienes le palpitan casi ruidosamente; es un dolor agudo que le hace pensar en sus peores momentos de estrés. Le cuesta volver a concentrarse como lo había logrado, pero no deja de intentarlo, por más que quiera descansar. Si de verdad quiere convertirse en una Oclumago, tiene que comenzar desde ahora a entrenar, pues sus enemigos no van a darle un momento para que recupere energías.

 

Es difícil pensar en Cath o en Pandora sin sentirse mal, a la final. Lo mismo sucede con Paú, con Kris, con Mikael... tantos seres queridos que se han ido, ya fuese por culpa de una guerra mágica que parece no tener fin, o porque no se sentían felices a su lado. Evocar recuerdos felices puede funcionar para invocar un patronus, pero no está segura de si sea suficiente para una defensa más fuerte y prolongada.

 

Por algún motivo, lo primero en lo que piensa es en Melrose. Otra Moody, pero sin relaciones directas con su madre. Una completa desconocida, pero que tiene que ser la persona con la que más similitudes encuentra. Una huérfana escocesa, que no endiente a los londinenses y se siente pequeña en un inmenso castillo. Pero ella no busca llenar ningún vacío; en cambio, se adapta a su nueva vida con una facilidad que hubiese deseado años atrás, cuando llegó por primera vez a la comunidad mágica. Con ella no tiene que esforzarse, pues no es otra guardiana que se sienta responsable por ella. Como a su mejor amiga de Hogwarts, la arrastra a cualquier aventura que se le atraviese en el día.

 

Sin embargo, no fue ella la que la arrastró a la Orden del Fénix. Fueron sus propios deseos benevolentes, de ayudar sólo porque sí. ¿Qué, ya lo olvidaste? ¿Lo de proteger a quien lo necesite, de las atrocidades de los magos oscuros? No, no lo ha hecho. Todavía, en el fondo de su mente, está aquella idea; aunque haya una "pausa" en la guerra (porque todavía no ha acabado, lo sabe muy bien), no pierde la razón por la que está en el bando. No es por tener un título, o poderes o compañeros; es por las herramientas que puede usar para ayudar a quien lo necesite. Y la Oclumancia me ayudará también, a ayudarlos. Por eso sabe que lo tiene que hacer de la forma correcta.

 

Aunque todavía le palpitan las sienes, proyectando un dolor agudo y por poco soportable, se siente tranquila. No sabría explicarlo, pero tiene la certeza de que está a salvo... Porque, quien intente penetrar en su mente, sólo encontrará la nada, de la forma en que cualquiera quiera plasmarla; porque sus recuerdos, toda la información valiosa, está bien protegida por una barrera que no puede verse, pero que sí se escucha: es un canto lastimero, pero hermoso, que llena los corazones puros. Si hay algún sentimiento que Madeleine esté reflejando, es el de ayudar a los demás, sólo que ahora, quizás por primera vez, lo hará consigo misma.

 

Por supuesto, es muy fácil imaginárselo, aunque sea vagamente. Ahora, aunque manteniendo la calma, tiene que estar alerta. No sólo por la promesa de la arcana en usar la legeremancia contra ella, sino porque, de ahora en adelante, aquel deberá tomarse de forma más literal el lema de los Moody.

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La pausa que hizo Madeleine sorprendió a la Arcana y la escuchó con atención. La forma en que la bruja le dijo que se detuviera en lo que estaba haciendo o, más bien, se detuvo a sí misma, le arrancó una sonrisa a Sauda. Colocó sus manos en su regazo y miró a Madeliene, sonriendo aún, esperando a que la bruja acomodara sus pensamientos. Después de todo, aquello era un entrenamiento y podía darse el lujo de esperar a que su pupila estuviera preparada... ya que cuando le tocara hacer la prueba, si la hacía, no tendría aquella misma benevolencia por parte de la magia.

 

Sauda se convirtió en una niebla dentro de la mente de la bruja joven, surcando los pensamientos de dolor y abandono hasta llegar al mismo corazón del dilema. Pero cuando comenzó a materializarse allí, una pared invisible, fuerte y dura, se interpuso en su camino, alejándola poco a poco de aquellos sentimientos que tenía su pupila. Aailyah se encontró con que aquella pared la empujaba un poco más lejos cada vez que intentaba acercarse a los pensamientos de Madeleine y, de pronto, comenzó a escuchar un sonido, como una canción, que se desprendía de aquella barrera.

 

<<Oh>> musitó la Arcana dentro de los pensamientos de Madeleine.

 

Había visto aquella forma de actuar una vez hasta el momento: con Anne Gaunt. Le había enseñado a la warlock a utilizar las cosas que más amaba, las cosas que la hacían sentir segura, para confeccionar una barrera que su cerebro reconociera como impenetrable y así proteger sus pensamientos. Sauda se había golpeado con una pared de roca de un acantilado, donde las olas del mar rompían y el salitre del agua se le pegaba en el pelo. Pero la sensación no había sido aterradora, sino totalmente refrescante y una parte de sí misma se había olvidado que estaba dentro de la mente de alguien más.

 

En esta nueva ocasión, Madeleine había hecho una barrera de sentimientos positivos. Había recordado lo que era ser parte de un bando y había utilizado dicho conocimiento y pasión para confeccionar una barrera perlada, casi traslúcida, como un Patronus, lleno de memorias que la hacían relajarse y sentirse a gusto. Era la misma sensación que le causaba aquella música apenas audible: la de estar en un lugar donde nada malo podía pasarle. Le transmitía paz, consuelo. Era asombroso. Pero la Arcana quería probar un poco más.

 

Envió una oleada de temor contra aquella barrera, cargada de todos los sentimientos que había encontrado en su pupila. La ola iba a estallar contra la barrera para quebrantarla, filtrándose por las grietas que creara en donde la pared fuera más delgada. Era una forma de afianzar la confianza de Madeleine, pues le ayudaría a buscar sus propias debilidades y repararlas. El ataque de la Arcana iba a ser sin piedad, para demostrarle el poder con el que podrían atacarla en un futuro.

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Se había detenido justo en aquel punto donde la mayoría de los estudiantes partía en busca de alguno de los Arcanos. Llevaba unos cuántos minutos parada en aquella misma posición, observando la dirección en la que le habían indicado que se encontraba el lugar predilecto de la Arcana de la Oclumancia para dictar sus clases. Pero no se movió en absoluto.

 

La mente era algo magnífico, y los recuerdos, pensamientos, ideas, todo lo que se produjera allí era algo increíble que hace a la persona, todo, incluso sus miedos y pensamientos más oscuros. Si había algo que siempre había temido era que entraran a su mente y pudiesen usar todo ello en su contra, por eso se había inscrito al fin a tomar aquella habilidad. Pero tenía miedo, sabía cuáles eran sus límites, y estaba a punto de exponerlos. Aunque aquella era la única forma de protegerlos, ¿no? Exponerse.

 

Soltó un largo suspiro que había contenido durante largo rato, y al fin comenzó a avanzar en dirección a su destino.

 

Estaba nerviosa, la Oclumancia era un tipo de magia que siempre le había llamado la atención, pero había oído que para hacer practicar al estudiante, se hacía uso de la legeremancia, algo a lo que en realidad siempre le había temido. Por suerte nunca se había cruzado con un legilimante, pero sabía que no contaría con esa suerte por siempre. Cerrar su mente a intrusos era algo vital, sobre todo para el papel que jugaba dentro de la Orden del Fénix.

 

Se acercaba al lugar, o sabía por la cantidad de árboles que rodeaban el paraje, a la vez que seguía enfrascada en sus propios pensamientos. Siempre se le había dado bien las batallas, los duelos, lo físico. Ahora era hora de pasar a otro plano, debía fortalecer su mente de una buena vez.

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Su mente interpreta aquella oleada de temor, como un vasto dementor. Las manos huesudas y muertas levantan la capucha negra... Una mano fría envuelve su corazón, la hiela y trata de tirar de él. Puede sentirlo: es el beso. Sin embargo, aquel beso de dementor le hace sentir una punzada en la cabeza, como si estuviese intentando penetrar en ella. Está intentando fracturar su barrera y, maldición, duele a horrores. La sensación de tener cerca a un dementor, a una criatura es el propio terror, la hace sentir débil. Y de alguna forma, sabe que de la misma forma su defensa también se debilita; es una sensación casi física, como si escudo fuese una parte de sí. Tiene que serlo, ¿no?

 

Nuevamente, los sentimiento de inseguridad, debilidad y sobretodo el de abandono la embargan. Quieren envolver por completo su corazón. Y si lo logran, ¿cómo va a mantener el escudo, uno que se alimenta de sentimientos y energías positivas, de pie? No puede permitirlo... y aún así es tentador. Los sentimientos negativos y la magia negra tienen eso en común: todos saben que hacen daño, ¡pero son tan fáciles de abrazar! Y para alguien como ella, que tiene tan cerca las Artes Oscuras, la atracción es mayor. Pero así como no permite que el temor le impida luchar por alguien más, no puede dejar que esas emociones derriben sus defensas; en su mente no sólo están sus más grandes secretos, sus más íntimos temores, sino que hay información que puede comprometer a muchas más personas.

 

Se esfuerza en mantener la concentración, a pesar de aquel agudo dolor de cabeza que la está haciendo lagrimear. Puede soportar el ataque, pero no es suficiente. Necesita algo más, algo que le ayude a expulsar lo que sea que la esté atacando. Un empujón.

 

La palabra le es susurrada desde un lugar de su subconsciente.

 

Oclumens.

 

El martilleo en su cabeza, señal de que están intentado penetrar en su mente, se hace menor y menos constante, hasta que sólo queda de éste un ligero palpitar. Aunque no es una imagen literal, puede imaginar su muralla evadiendo la ola de terror enviada por Sauda, a quien ahora puede distinguir con claridad.

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Oleada tras oleada, la Arcana sintió dentro de sí el miedo de su pupila como si fuera propio pero no hizo nada por contrarrestrar los ataques que estaba enviando. Ayudar a Madeleine era la mejor forma de enseñarle y, esa forma, se basaba en atacarla con todo lo que tenía o, al menos, lo que tendría a su mano un Legeremante más o menos competente. Por supuesto, tendría que estudiar Oclumancia durante años y años para repelerla por completo a ella o a Rosália, la Arcana de Legeremancia, pero con los conocimientos que Madeleine había incubado en su estancia con ella, tenía las herramientas suficientes para enfrentarse a sus enemigos.

 

Sauda hinchó su pecho de orgullo y una mueca de sonrisa apareció en la comisura de sus labios. Siempre sonreía, era cierto, pero aquello era algo más. Había tenido toda clase de alumnos en su haber: asustadizos, decididos, delicados, complejos... Pero Madeleine le causaba aquella satisfacción que pocos conseguían sacarle. La sorpresa de ver a alguien para nada lista para enfrentarse a ese tipo de magia repeliéndola, sacándola de su mente y colocando su barrera de nuevo allí, le decía que a pesar de que su alumna aún necesitaba continuar la práctica, podía enfrentarse a la prueba. El resto lo iría ganando con experiencia y más práctica, como todo en la vida.

 

-Excelente- dijo a viva voz, sacando a Madeleine de su trance.

 

Aún se encontraban a la orilla del arroyo, donde la joven bruja tenía sus piel en la cristalina agua mientras que la Arcana se había cruzado de piernas a su lado.

 

-Fantástico. Creo que estás lista para enfrentar la prueba del Portal- dijo, mirándola fijo-. ¿Crees que podrás hacerlo? Este es el momento de decidirlo. Si crees que aún no estás adecuada, puedes quedarte más tiempo conmigo y te volveré a preguntar más adelante. Es tu decisión- agregó Aailyah, cruzando las manos sobre su regazo y mirando más allá, por los frondosos árboles.

 

A pesar de que se había alejado un buen tramo de su vivienda, la Arcana sabía todo lo que pasaba cerca de allí debido a las barreras mágicas que protegían su hogar. Sólo los magos y brujas aceptados por la Dirección del colegio podían entrar allí para contactarse con ella. De otro modo, deberían esperar a que apareciera en alguna de las alas comunes de la Universidad. Pero si podían entrar a su recinto, eso quería decir que algo en su magia era destacable y podían aprender su habilidad. Fue por ello que sintió la leve perturbación cuando una bruja poderosa cruzó el umbral de su magia. Una nueva pupila.

 

<<Señorita Mei>> la saludó.

 

A pesar de que estaba hablando de mente a mente, como solía hacerlo, a Mei le parecería que en realidad lo estaba haciendo en persona con una versión totalmente real de ella misma, sólo que con treinta años de edad en vez de los cientos que tenía.

 

<<¿Qué la trae por mis pagos?>> preguntó la Arcana, mirando detenidamente dentro de la cabeza de su nueva pupila. Ella sabía muy bien por qué estaba allí, por lo que todos iban allí, pero quería que su propia pupila expusiera el caso. Como le había dicho a Madeleine "la única forma de saber cómo enfrentar sus sentimientos era reconocerlos".

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Vaya…

 

La verdad es que no esperó encontrarse de frente con aquel pequeño claro que apareció de la nada cuando había ido en busca de la Arcana, más bien había intentado ir en dirección donde le habían indicado que solía llevar a cabo sus clases, el cual era entre medio de la arboleda, o eso había entendido, ¿había seguido correctamente las instrucciones? No podía afirmarlo al todo, a fin de cuentas había caminado sin prestar demasiada atención a su alrededor.

 

¿Tendré que devolverme? ― se cruzó de brazos, meditando al respecto. No sabía exactamente qué era lo que más le convenía hacer en aquel momento.

 

Pero como llegando a ella una respuesta literalmente de la nada, una voz la sobresaltó, haciéndola abrir los ojos y mirar a su alrededor en busca de su procedencia. Y la vio. Era una mujer muy joven, realmente joven para la edad que Mei había calculado que tendría, y con un encanto particular, sobre todo el atuendo que llevaba puesto.

 

«―¿Qué la trae por mis pagos?»

 

Yo… ― no esperaba un recibimiento tan directo realmente, aunque debería habérselo planteado. Por alguna razón, todos los que impartían clases en el Ateneo no se andaban con vueltas ― deseo que me enseñe, Arcana, maestra de la Oclumancia, la magia necesaria para lograr cerrar mi mente a todos aquellos intrusos. Los pensamientos y secretos que desee revelar a alguna persona, prefiero que salgan directamente de mi boca.

 

Cerró los ojos y bajó levemente la cabeza, en señal de respeto. Pero casi de inmediato los abrió nuevamente.

 

«Espera, ¿cómo supo mi nombre? No se lo dije en ningún momento»

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Cuando saca los pies del agua, nota que sus dedos lucen más pálidos de lo normal, y están hinchados y arrugados. Han estado más tiempo allí de lo que había pensado. Mientras se seca los pies con las ráfagas de aire caliente que conjura de su varita mágica, para volver a ponerse las botas, escucha las palabras de la arcana. Está demasiado abrumada como para observarla a los ojos, aunque puede sentir su mirada sobre ella. Se demora más de lo necesario en la faena, mientras piensa. Por supuesto, como lo ha aprendido, es precavida; no permite que la arcana perciba sus dudas. No vaya a ser que se arrepienta de ofrecerle aquella oportunidad...

 

Por un lado, considerando no sólo la opinión de Sauda sino además los hechos previos, acepta que debería estar preparada para atravesar la prueba. Madeleine todavía no comprende muy bien el asunto del portal, pero sí sabe que tiene que enfrentarse a una prueba, seguramente bastante compleja y dura, para convertirse "oficialmente" en una Oclumaga. Aquel entrenamiento es para prepararla para ello, y si fue capaz de evadir los ataques de Sauda, es porque domina decentemente la habilidad. Pero, por el otro lado, está la duda. Siempre está esa maldita duda. ¿De verdad estoy lista? ¿De verdad podré superar la prueba? ¿De verdad...? Es imposible no prestarle atención, pero lo que no lo es es actuar a pesar de ella. Hace muchos años aprendió a hacerlo. Y aunque esa vocecilla nunca se calla, no es un freno.

 

Lentamente, se pone de pie. Siente las piernas entumecidas, y está comenzando a sentir hambre y cansancio.

 

―Estoy lista ―musita, con la voz ronca. Aunque no habla muy fuerte, se hace escuchar perfectamente: el claro está en silencio, salvo por los sonidos del bosque. Por supuesto, tiene pensado pasar el tiempo que tenga hasta la prueba entrenando, pero ya no necesitaría el apoyo directo de Sauda. No cree ello, por lo menos―. Bueno, creo que necesito comer, descansar y eso... pero, uhm, usted entiende, Sauda.

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La Arcana se quedó contemplando a Madeleine un largo rato mientras la chica sopesaba sus palabras. Sabía lo que pasaba por su mente a pesar de que ahora fuera capaz de crear barreras para mantener al promedio de los magos y brujas versados en Legeremancia lejos, pero aún así Sauda había pasado tanto tiempo estudiando a las personas que podía leer las expresiones debajo de aquella capa de imperturbabilidad que Madeleine intentaba componer. Le hubiera palmeado un brazo o dado alguna que otra palabra de aliento de haber pensado que ella lo necesitaba, pero ya lo había hecho y su pupila comprendía muy bien el momento que había llegado. De todos modos, sus labios se abrieron para hablar cuando notó algo que en principio le había pasado un poco desapercibido.

 

-Es la primera vez que realizas una habilidad- comentó. No era una pregunta, sino más bien un acierto. Se notaba porque la bruja era joven y si bien estaba versada en las artes de la magia, se denotaba que no tenía experiencia alguna tratando con Arcanos como muchos otros de sus pupilos. Sintió una punzada de intranquilidad que logró controlar y luego frunció los labios ante la respuesta de Madeleine-. Mañana, cuando el sol salga, te espero en la orilla del Gran Lago que se encuentra en las inmediaciones del Ateneo. El Lago rodea una Isla donde está la Gran Pirámide, lugar en el cual cruzarás el portal para realizar tu prueba. Te daré los detalles cuando nos veamos. Si decidieras no ir, daré su actuación como un intento fallido y deberás hablar con los Directores para poder regresar conmigo. Te recomiendo que pienses bien durante la noche sobre tu decisión y buena suerte- sonrió levemente y luego dejó que la joven se marchara.

 

Sauda se puso de pie y caminó hacia la un árbol cuyas ramas se elevaban sobre el arroyo y cuyas hojas y lazos caían sobre el agua: era un sauce. No había muchos allí, en realidad, uno o dos. En su jardín privado, oculto de la vista de los magos y brujas entrometidos, poseía varios árboles con propiedades mágicas, más grandes y mágicos que aquel sauce. Sin embargo, la imagen de éste descanso sus cabellos verdes en el agua le transmitía tranquilidad y esa misma tranquilidad emanó de ella hacia Mei cuando la chica se asustó al verla, reverenciándola.

 

-Oh, no, niña, no hagas eso. Me conformo con que me llames Sauda o Saka- dijo la imagen proyectada de la Arcana, caminado hacia Mei y deteniéndose a pasos de ella-. Te preguntaría por qué deseas mis enseñanzas... pero eso ya lo sé... Líder de la Orden del Fénix- pronunció las palabras con un dejo que sonó como eco en el bosque, pero desapareció al cabo de segundos-. Parece que muchas mentes peligran de intrusos en esta absurda guerra mágica que tienen ustedes y los que se hacen llamar "Mortífagos"- Sauda había vivido guerras, muggles y mágicas. Había visto a su pueblo sufrir en la esclavitud y había luchado por convertir un mundo en un lugar mejor. También enseñaba a sus pupilos a usar magia desconocida para la mayoría y aunque era más del estilo defensivo, la había convertido en un arma con el tiempo. A veces... se preguntaba si lo que les enseñaba a esos estirados ingleses era algo bueno o estaba propagando armas para que la guerra continuara.

 

Una Líder. Ella podría decirle cosas que otros no.

 

-¿Qué crees que te hace merecedora de mis enseñanzas, Mei? ¿Qué te motiva a venir aquí? Y no me digas eso "de proteger los pensamientos". Sé menos obvia- la imagen joven de Aailyah sonó molesta, aunque la Arcana no lo estaba parada nada. Era buena transmitiendo lo que quería que otros vieran... tan... especial para esos trucos mentales. Quería conocer la fortaleza de Mei, ¿qué la hacía Líder? ¿Quién la había elegido? Esa palabra... "Líder", alguien virtuoso y carismático a quién seguir. La palabra tenía connotaciones muy especiales y quería averiguar más al respecto de la mujer que tenía frente a ella.

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Hizo un mohín con la boca, dándose cuenta de lo que sucedía. Sauda no le había hablado directamente, sino a través de su mente, aprovechando para sacar algunas cosas de allí, como por ejemplo, su nombre. Mientras se preguntaba si se trataría aquella mujer de la real, sus pensamientos se vieron interrumpidos por una repentina calma que la relajó más de lo que hubiese imaginado. Era una sensación extraña, totalmente ajena, pero no podía negarse a ella.

 

La mujer se acercó hasta posicionarse más próxima a ella, lo cual la sorprendió brevemente. La mayoría de los Arcanos con los que había tratado –no demasiados de todas formas- siempre habían mantenido una distancia muy prudente entre ellos y sus alumnos. Permaneció en el mismo lugar, observando atentamente la particular figura bella y joven de la Arcana, hasta que oyó aquellas palabras que tanto había oído aquel último año que las personas susurraban a su alrededor cuando la veían pasar.

 

Hizo un gesto con la cabeza por un momento, girándola a un lado y cerrando los ojos por breves segundos a forma de expresarse. Ella entendía la batalla, llevaba años en ella, desde el momento que decidió unirse a la Orden del Fénix, pero ciertamente la entendía desde su perspectiva, para alguien ajeno a la batalla, comprendía que era totalmente absurda. Y en ocasiones lo era. Tantos compañeros caídos, tantos desaparecidos…

 

De pronto, la pregunta de Sauda la hizo volver a mirarla directamente, y en cuanto oyó la segunda pregunta, no fue necesaria una respuesta inmediata por su parte.

 

Su cerebro, más rápida que sus labios, trajo a colación a su mente una imagen única, particularmente creada en base a experiencias de su vida, momentos vividos, todos diferentes, pero como formando una única imagen, como una fotografía. En ella, todas las personas que amaba y apreciaba en su vida aparecían, sobresaliendo tres de ellos por encima de todos.

 

No sé si soy merecedora de sus enseñanzas, Sauda, es algo que usted decidirá ― admitió, sonriendo levemente ―. Tengo varios motivos, como por ejemplo, suelo pensar demasiado las cosas antes de actuar o decir algo, a veces incluso mis propios pensamientos me juegan una mala pasada; la sola idea de que alguien ajeno y hostil pueda descubrir y leer todos ellos me atemoriza. Por mí, y sobre todo, por las personas que son importantes en mi vida.

 

Hizo una breve pausa, llenándose de coraje.

 

Soy totalmente consciente que el simple hecho de ser lo que soy pone en peligro a las personas que me rodean, y que a día de hoy los expongo aún más por mis propias decisiones. Tengo debilidades, como todo ser humano, pero las mantengo ocultas, y quiero seguir manteniéndolas así. No por mí, no me importa lo que me hagan o me suceda, sino por ellos.

 

Había pocas personas con las que hablaba prácticamente sin filtro, exponiendo todo lo que pensaba o sentía, pero sabía que con aquella Arcana jugaba con desventaja, era inútil guardarse las cosas, por lo menos en aquel primer momento. Siempre había sabido el peligro que ella misma representaba para su familia, el sólo hecho de intentar protegerlos tomando aquel camino tenía consecuencias. A pesar de ello había intentado evitarles todo mal, a fin de cuentas para eso luchaba.

 

¿Tal vez por eso había sido elegida líder? Nunca lo sabría, pues la verdad era que nunca había sabido quién la eligió, quién la señaló. Tal vez la fuente del Templo Blanco, a su manera, lo hizo entender a los líderes de ese entonces. Pero eso sólo lo sabían ellos.

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Sauda colocó su cabeza de lado y su versión de ilusión hizo lo mismo, mirando a Mei como un gatito cuando le muestran algo que le parece curioso. No, las razones de Mei no eran distintas que las de otros que habían acudido a ella. Todos querían proteger a sus seres queridos, todos ansiaban seguir haciendo lo que hacían pero mantener a sus seres amados tan lejos de los problemas como pudieran. ¿Acaso ninguno se había dado cuenta que quizá la mejor forma de cuidarlos era dejar aquella lucha de lado? ¿Nunca habían pensado que terminar con la guerra era la mejor forma de protección que podían darle al pueblo, a sus seres queridos? La misma Sauda había estado en guerras y había visto morir a muchos. Se preguntaba, ahora, si había valido la pena una sola vez, una sola vida,

 

-No eres distinta a un líder del otro bando. Puedo ver las cosas que has hecho y las que harás- levantó una ceja-. Nosotros los Arcanos estamos versados en todas las habilidades, ya sea porque las hemos aprendido o porque hemos nacido con ellas, aunque nos dediquemos a estudiar y enseñar una en profundidad por el resto de nuestras vidas. ¿Sabías que ser Arcano es hasta la muerte, prácticamente? Seguro que no. Me recuerda un poco al título que llevas... imagino que ser Líder es hasta la muerte o hasta que alguien mejor surja- hizo una señal con la mano, invitándola a seguirla por el bosque. Darían una corta caminata-. ¿Cómo es posible que siendo líder, conociendo el rostro y vida de cada uno de los miembros de tu bando, nunca hayas estudiado la Oclumancia?- era un regaño, pero también era una pregunta válida.

 

-No es sólo por esas tres personas que dices que te enseñaré a usar la habilidad. Y si bien esta guerra me parece absurda, tienes en tus manos las vidas de más personas de las que crees y prefiero darte una buena defensa, si eso hace que menos personas resulten heridas o muertas- Sauda levantó la vista al cielo y su imagen hizo lo mismo-. Pero debes comprender que este poder que te estoy dando no es algo con lo que debas jugar o usar para atacar. Debe ser un escudo. Ya he visto demasiadas guerras como para desear que, además de partes del cuerpo, también se pierdan mentes- se giró hacia Mei de nuevo y su imagen dejó de ser la de una bruja joven para pasar a ser la de una anciana, tal cual se veía en aquel momento. En un abrir y cerrar de ojos, Sauda se transportó de la orilla del arroyo hasta estar delante de Mei.

 

Su mente penetró en la de Mei haciéndole ver que se encontraba allí, como si hubiera miles de tentáculos de color naranja cubriendo cada rincón de su cerebro, recavando información, viendo cosas de su vida, de su presente, su pasado y expectativas de futuro. Podía ver el interior de Grimmauld Place, el Templo Blanco, los rostros de los líderes de escuadrón y divisiones, los de sus compañeros de trabajo. Y no lo estaba haciendo de forma amable. Cada parte que cubrían sus tentáculos le causaría dolor a Mei.

 

-Sácame- le ordenó-. Protege tus pensamientos como puedas- agregó.

 

Sería un entrenamiento exhaustivo para una bruja poderosa.

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